Directoras de la colección: Ángela Sánchez Vallina Ester Sánchez
Primera edición: septiembre de 2014 Edición original en asturiano
© de los textos:
Milio’l del Nido
© de las ilustraciones: Carmen Saldaña
© de esta edición:
Pintar-Pintar Editorial Proyecto: Pintar-Pintar Editorial www.pintar-pintar.com Texto: Milio’l del Nido Ilustración: Carmen Saldaña Diseño: Ester Sánchez Imprime: Gráficas Eujoa, Asturias D.L.: ISBN: 978-84-92964-59-8 IMPRESO EN LA UE Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 45).
Milio’l del Nido Carmen Saldaña
Este cuento tiene varios responsables, en primer lugar el perro, El Yumper, por ser como era, pero también deben figurar Montse Igelmo y Javier González, los cuidadores del can, Cristian y Marisol, sus dueños y Víctor Vázquez, Chus y Pablo, que, entre todos formaban el clan del perrito y además están mis nietas, Mara y Deva, que me animaron para que escribiera la historia. De todo este conjunto surgió la narración que tenéis en vuestras manos. Que lo disfrutéis. Milio’l del Nido Para Ángel, Roberta, Marcus y Surimí, por apoyarme y soportarme a partes iguales. Carmen Saldaña
Esto que sigue a continuaciĂłn es una llamada de socorro. Si lo lees, te pido por favor que nos ayudes, porque estamos desesperados. VerĂŠis, os contarĂŠ lo que nos pasa. Es la historia de nuestro perro y estamos locos, sin poder solucionar el problema que tenemos.
El Yumper siempre fue un perro singular, quizás fuese porque al bautizarlo con un nombre tan raro lo marcamos para siempre, pero el caso es que a todo el mundo le llamaba la atención. Negro y de raza indefinida, le gustaba jugar más que a nadie, siempre estaba dispuesto para coger la pelota que le tirabas y no podías competir para intentar recogerla antes que él, porque era una centella y no consentía que nadie se le adelantase. Amigo de sus dueños, cumplidor con su trabajo de avisar si llegaba alguna visita a la casa, vivió muchos años dando cariño a todos y rodeado por el amor de todos. Cuando le llegó su hora, ya muy viejecito, se murió tranquilo, como siempre había vivido, entre el cariño, el dolor y la pena de los que le conocían.