PACHACUTEC

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lo habia menester”. En la relación anónima sobre Las costumbres antiguas del Perú, hay mención del templo de Tisci Viracocha situado en el mismo lugar donde se encuentra ahora la catedral, teniendo sólo un altar con un ídolo de piedra representando la figura de un hombre.42 No podemos dejar de estar de acuerdo con Cabello de Balboa 43 cuando dice que “Inga Yupanqui fue un príncipe de ideas elevadas y muy por encima de su siglo”. Betanzos,44 el cronista de Pachacutec, nos cuenta que el Inca mandó labrar en oro la figura de un niño, a fin de representar al Creador, la cual tardaron en hacer un mes. Una vez terminada, el villac umu fue encargado de revestirla de finísimas ropas, ciñendo su cabeza con un llauto de soberano. Luego Pachacutec colocó él mismo al ídolo en el templo de Quishuar Cancha, sobre un escaño recubierto de plumas tornasoladas. Todos los presentes andaban descalzos y con las cabezas gachas; sólo el Inca entró al santuario ofreciendo él mismo el sacrificio. Quizás llame la atención la práctica del sacrificio humano junto con las ideas elevadas y superiores que acabamos de ver. Por otro lado, son demasiado numerosas las afirmaciones sobre la práctica de la Capac Cocha, para seguir a Garcilaso en su afirmación de que no existió. Nuestra mentalidad moderna se llena de horror con esta práctica, y nos parece un hecho bárbaro y monstruoso. Pero para poder juzgar la mentalidad de los hombres del pasado, no sólo de América, sino del mundo entero, tenemos que despojarnos de nuestro concepto actual del mundo y comprender los sentimientos que animaban a los seres humanos en épocas pretéritas. La ciencia de hoy día nos da una explicación clara de los fenómenos que nos rodean, mientras que antiguamente sólo encontraba el hombre las respuestas por medio de la magia y de la superstición. Para poder subsistir, tenía el ser humano a su disposición sólo unos cuantos medios pobres y primitivos, rodeado como estaba de un mundo hostil y desconocido. Tenemos que comprender y compenetrarnos con lo que podía sentir el hombre de edades pasadas, ante los fenómenos naturales. Ortega y Gasset 45 explica el problema de la ciencia histórica, cuando aconseja “dilatar nuestra perspicacia hasta entender el sentido de lo que para nosotros no tiene sentido”. 42.

Acosta, lib. 6, cap. XXI. Cobo, tomo III, lib. 13, cap. IV, p. 322.

43.

Cabello de Balboa, cap. C, p. 35.

44.

Betanzos, cap. XI, pp. 144-145.

45.

Ortega y Gasset, Las atlántidas.


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