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P.126 TÚCUME Y PACHACAMAC

Túcume Túcume y PAchAcAmAc, y PAchAcAmAc,

entre el Mito entre el Mito y lA ArqueologíA y lA ArqueologíA

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Alfredo lfredo NArvAez ArvAez VArgAs ArgAs´

con, deidad sin huesos y de gran poder, creadora de una humanidad primigenia, castigó a los hombres calcinando los valles, originando la aridez de los desiertos norteños. Luego se apiadó de ellos, dejándoles hilos de agua para cultivar y subsistir. Esta situación llegó a oídos de Pachacamac, quién enfrentó a Con desafi ándolo mediante un diluvio que destruyó la creación previa convirtiendo a los hombres de Con en animales. Esta lucha generó la propuesta de una “estratigrafía” mítica que relaciona al Intermedio Temprano con los tiempos de Con, superpuesto por Pachacamac, una deidad que correspondería a los tiempos post mochicas en el norte peruano,1 que no discutiremos en este artículo. En otro momento hemos mostrado nuestro desacuerdo de interpretar a Con como una deidad conceptualmente relacionada con el agua, como planteaba Rostworowski, sino como una deidad helíaca, solar, relacionada más bien con el fuego, razón por la cual su enemigo requería usar el elemento opuesto para enfrentarlo.2

La historia de Pachacamac aún se escucha entre los pobladores de los territorios

altoandinos lambayecanos, enfrentado a Ninamasha, personaje de enorme fuerza, de naturaleza ígnea e intensa actividad sexual, por lo que Pachacamac debe aparecer como una mujer y llevar al hombre-candela a un descampado con engaños y empujarlo a un precipicio, haciendo luego que brotara una caída de agua permanente que lo mantiene inerme.3 Como sucede con Pachacamac, aunque vence a su oponente con un diluvio, la deidad de fuego realmente no muere. El agua lo paraliza y detiene temporalmente, pues: “También creen la fi n del mundo empero que precederá primero grandísima seca...”,4 es decir, Con regresará. Del mismo modo, Ninamasha se mantiene vivo, pues el agua convertida en rocío que cae sobre la piedra al fondo de la cascada se entiende como el vapor que emite su cuerpo caliente, señal de que el dios del fuego puede retornar. Esta batalla en el terreno mítico no es sino expresión de un ciclo permanente en la costa norte, cuando ocurren lluvias torrenciales en un territorio seco donde “nunca llueve”, generando severas crisis ambientales, sequías, plagas y enfermedades.

Túcume, centro de poder en Lambayeque

En la parte baja del valle del río La Leche se encuentra uno de los más complejos monumentos de la costa peruana, edifi cado entre los siglos IX y XIV de nuestra era, que corresponde a lo que la arqueología regional ha denominado Lambayeque, culminando su desarrollo con la conquista chimú a fi nes del siglo XIV, para integrarse al estado cusqueño alrededor de 1470. Poco tiempo después (1532), se escucharon noticias del arribo de los españoles, bautizados como “wiracochas” en alusión a la deidad altiplánica que desapareció en el mar prometiendo retornar. En ese momento, Túcume era asiento del poder político inca y se encontraba en guerra con el curaca de Jayanca.5

Túcume fue coetáneo con Pachacamac, durante varios siglos antes del arribo de los incas. Sin embargo, el famoso Templo Viejo de Pachacamac, contemporáneo con el desarrollo moche, ya había sido abandonado hacía mucho y el rol oracular se había mudado al Templo Pintado, en cuya plataforma superior se ubicó el famoso ídolo bifronte de madera que fi nalmente los españoles derribaron. Cuando el Templo de la Piedra Sagrada en Túcume inició su función religiosa, alrededor del siglo XI, el ídolo de Pachacamac ya había cobrado mucha fama y se le ofrecían diversidad de objetos, incluyendo en los momentos fi nales fi gurinas incaicas de oro y plata vestidas con fi nas mantas en miniatura, que lamentablemente fueron encontradas en el contexto de destrucción y derribamiento del ídolo de madera.6 Se han encontrado, además, sacrificios de camélidos, una fi na manta inca con plumas de guacamayo, polvos de Spondylus, cenizas de animales pequeños, entre otras ofrendas. Muchos sacrifi cios de camélidos se hicieron frente al Templo Viejo, durante la época inca, rememorando su ancestral importancia.7

Hacia 1160 d.C. se ha estimado el inicio de una prolongada sequía continental, luego del desastroso El Niño de 1100 d.C., asociado con el abandono del sitio de Pómac y la consolidación de Túcume. Por ello es posible que el Templo de la Piedra Sagrada haya sido un elemento fundacional, un ídolo que alcanzó gran fama en el territorio agrícola más rico de

la costa peruana. Eran los tiempos en que se hacían ofrendas dedicadas a conjurar la sequía en Pachacamac, manifestada en la invasión de arena y falta de agua en los ríos, con ritos propiciatorios mediante el uso de numerosas tinajas colocadas como ofrendas en la parte superior del abandonado Templo Viejo o la Sala de los Peregrinos en Pachacamac.8

Para comprender el rol de este ídolo lambayecano hemos ensayado en otro lugar un modelo espacial del sitio en su conjunto, puesto que el asentamiento de Túcume adquiere una personalidad muy propia, considerando su disposición radial en torno a Cerro Purgatorio. Efectivamente, un conjunto de veintiséis grandes edifi cios piramidales truncos se ubican al norte de la montaña, incluyendo el Templo de la Piedra Sagrada y el camino de acceso principal. Hacia el lado sur, con la excepción de los edifi cios del extremo suroeste (Huaca Gavilanes, Huaca las Balsas, Huaca Facho y Huaca las Abejas), se han registrado edifi caciones menores asociadas con cementerios populares y talleres de producción metalúrgica.9 El cerro mismo fue aislado mediante una muralla que rodeaba su base, constituyéndose en un espacio tabú muy controlado, exclusivo para los sacerdotes que pueden entrar en contacto con los dioses desde la montaña.10 Cuando llegan los incas se “toma” el cerro, realizando diversas construcciones. En el espolón este, y desde allí hasta la cima de la montaña, se construyeron edifi caciones de piedra con algunas facilidades de almacenaje.11 Aun hoy, el lugar tiene mucha importancia para los maestros curanderos, considerándolo un lugar encantado con el cual se puede establecer un “pacto” para acceder a sus poderes y favores.12

La montaña sagrada pudo haber sido considerada en su rol de axis mundi, a partir del cual se establece un nexo con los dioses, los ancestros y la muerte. Esta montaña genera una división primaria dual en el territorio, haciendo del sector norte un espacio de mayor importancia,

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Fig. 1. Friso de las balsas.

Siglos XIII-XIV. Túcume, Lambayeque.

Fig. 2. Miniatura inca de metal. Personaje femenino con vestido, tupu y tocado de plumas. Siglos XV-XVI. Procedente de Huaca Larga. Colección Museo de sitio Túcume.

Fig. 3. Miniatura inca de oro. Personaje masculino con uncu, bolsa y tocado de plumas. Siglos XV-XVI. Hallada en el Templo Pintado. Colección Museo de sitio Pachacamac.

Fig. 4. Miniatura inca de oro. Personaje masculino con yacolla, uncu y bolsa. Siglos XV-XVI. Hallada en el Templo Pintado. Colección Museo de sitio Pachacamac.

Fig. 5. Miniatura inca de plata. Personaje masculino con yacolla, uncu y bolsa. Siglos XV-XVI. Hallada en el Templo Pintado. Colección Museo de sitio Pachacamac.

mientras que el sector sur representa un espacio subordinado, jerárquicamente inferior y complementario.

Considerando particulares contextos arqueológicos y arquitectónicos en Túcume, planteamos un modelo en el que la división binaria norte –sur evoluciona hacia el eje noreste– suroeste, adquiriendo especial valor simbólico. Este eje se vincula con la dimensión masculina (noreste) opuesta a la femenina (suroeste); por lo tanto, plantea además jerarquías y complementos. Territorialmente, esta división explica la ubicación del Templo de la Piedra Sagrada (noreste) y Huaca de las Balsas (suroeste), teniendo como eje a Cerro Purgatorio.13 Basta por el momento decir que el Templo de la Piedra Sagrada se comprenderá mejor a partir de este modelo, al cual debemos agregar su correspondencia con la formación litológica del cerro, pues procede de él y, por lo tanto, se expresa como su alter ego. En el campo etnográfi co disponemos de numerosos ejemplos que consolidan este concepto ideológico.

Los gobernantes incaicos de Túcume

La famosa crónica de Cabello de Balboa,14 hace referencia a Naylamp, un personaje de especial trascendencia regional, en cuatro grandes momentos: a) su arribo marítimo desde la parte “suprema”, trayendo consigo un ídolo de piedra verde que era su alter ego; b) su linaje culmina con una crisis originada en aspectos religioso-ideológicos, que causa un diluvio

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Fig. 6. Iconografía en el vaso B de Denver. Estilo Lambayeque. Siglo XIII. Dibujo Alfredo Narváez.

Fig. 7. Fragmento de tapiz Lambayeque con representación similar a la iconografía presente en el vaso B de Denver. Procedente de Pachacamac. Siglo XIII. Colección Museo Etnológico de Berlín.

Fig. 8. Templo de la Piedra Sagrada: a. Reconstrucción de Alfredo Narváez. Figurinas masculinas. Figurinas femeninas. Figurina principal. b. Vista interior con la Piedra Sagrada al centro. c. Escenifi cación hipotética frente al templo. destructivo y la muerte del último dinasta; c) luego de un tiempo no precisado, ocurre la conquista chimú; d) llegan los incas en son de conquista, mencionándose el nombre de seis gobernantes: Llempisan, Chullumpisan, Cipromarca, Fallempisan, Elquempisan y Seclumpisan. Cuando este último estuvo en el poder llegaron los españoles. Aunque no tenemos forma de probarlo, el personaje que descubrimos en Huaca Larga puede haber sido uno de ellos, tal vez el último.15

Uno de los aspectos más notables en su tumba fue su asociación con un cuchillo de bronce, tema que se reitera en su pectoral de plata, decorado con dos felinos que cogen cabezas trofeo, rodeados de numerosos cuchillos. Por estas razones, el personaje no solo ostenta elementos de poder político, sino que pudo haber sido protagonista durante la ejecución de los sacrifi cios humanos en el Templo de la Piedra Sagrada. Un degollador, como los dioses principales, asociado además a las montañas sagradas, reproduciendo la actividad que la iconografía narra en el plano mítico. El llamado Vaso B de Denver presenta un complejo conjunto de imágenes, interpretadas como un mito de origen que incluye conceptos de fertilidad al lado de cacería de hombres, venados y procesiones con portadores de cabezas trofeo.16

El Templo de la Piedra Sagrada

Uno de los hallazgos y contextos más importantes de los últimos años, en la arqueología norteña, ha sido el Templo de la Piedra Sagrada de Túcume. Se ubica al noreste del conjunto, a la vera del camino de acceso principal y un tanto oculto, en un patio fl anqueado por grandes edifi caciones y espacios abiertos. Rasgos que coinciden con descripciones de fuentes etnohistóricas para centros oraculares y de peregrinaciones, que sin embargo, se considera:

…imposible de determinar en base de datos arqueológicos. Siguiendo ...las fuentes etnohistóricas, podemos más o menos imaginar el aspecto de un santuario en los periodos tardíos, es decir, el lugar donde se realizaban los ritos y donde se encontraba el soporte o la imagen de la divinidad o ancestro (ídolo, elemento natural, intercesor humano…). Estos lugares son generalmente escondidos a la mirada directa, tienen acceso restringido y frecuentemente tortuoso, se

encuentran en edifi cios o estructuras elaboradas y decoradas, está asociados a ofrendas y a veces a sacrifi cios humanos y animales…”, agregándose la importancia obvia de elementos exógenos, pero además: ”…la presencia de un santuario mayor o elemento natural resaltante que justifi caría la romería…17

Parecería que en Túcume coinciden varias de estas consideraciones. El Templo de Túcume es un edifi cio pequeño de planta cuadrada, que alberga una roca que sobresale de modo oblicuo del suelo en la parte central del templo, fl anqueada por dos banquetas. Al borde de cada banqueta se colocaron postes de madera (como parte de la estructura del techo), que se alinean con otros en los muros, conformando una estructura de cuatro hileras de postes equidistantes. Al exterior se extienden dos banquetas diagonales que forman un espacio amplio en el extremo norte, más restringido al llegar a la puerta del templo. Delante de este espacio se registraron hasta la fecha ciento treintaicinco sacrifi cios humanos, ochentaiun entierros de llamas, especialmente de tierna edad,18 conchas de Spondylus, Strombus y un poco más de mil miniaturas de plata de muy diversas representaciones de fl ora, fauna, ornamentos, instrumentos, vestidos, armas, entre otros.19 Pequeños cubículos de adobe adosados al muro que delimita este espacio sacrifi cial, fueron rellenados con arena limpia y semillas amazónicas de Nectandra sp, utilizadas como un poderoso sedante y analgésico al realizar los sacrifi cios humanos;20 un ritual que requería cortar la cabeza, abrir el pecho y tal vez extraer el corazón. Los sacrifi cados fueron enterrados colocando la cabeza suelta, cerca de su ubicación. Estos sacrifi cios y ofrendas constituyen uno de los ejes rituales de este espacio sagrado a lo largo de toda su historia, mucho antes de que llegaran los incas. Algo parecido a lo que sucedió en el santuario de Pachacamac, por las evidencias en el plano arqueológico.21

Es evidente que los incas no solo fueron respetuosos de este espacio ritual, sino que reconocieron el poder que expresaba la piedra sagrada, pues colocaron ofrendas de muy alta calidad, que el estado imperial utilizaba en espacios sacros, ofreciendo fi gurinas de plata, de oro o de concha Spondylus y tejidos en miniatura, coincidiendo con los entierros ceremoniales de las Capacocha, que también se

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han sugerido para Pachacamac.22 Estos contextos nos permiten inferir con certeza la notoria importancia del templo, y del personaje que albergaba, para la región en su conjunto. Como en Pachacamac, los incas debieron noticiarse de su fama y por ende de su signifi cado y poder.

Durante la ocupación inca, se incorporan fi gurinas de plata y concha Spondylus ricamente vestidas como ofrendas colocadas en tres pozos delante de la fachada del templo, defi niendo una disposición triangular que tiene relevantes implicancias simbólicas. El primer pozo se ubica 4 m. por delante de la puerta de acceso y los otros dos delante de la fachada a los costados del acceso, con una separación de 4 m. Es decir: dos pozos destruyen el inicio de las banquetas diagonales y el tercero corta el piso justo frente a la puerta del templo, en donde aparecen líneas impresas en el piso, como un reticulado uniforme que une las banquetas diagonales. En el Pozo de Ofrendas 1 aparece la fi gurina principal, femenina, de 16 cm. de altura, sola y vestida con fi nas mantas sujetadas con alfi leres de plata. En el Pozo 2, en la banqueta oeste, aparecieron dos fi gurinas femeninas: una de plata, con tocado de plumas de color rojo y remate amarillo, con una coleta de 8.5 cm. de largo, 2 cm. en la parte superior y 3.5 cm. en la parte inferior. A 1.20 m. respecto al Piso 1 se halló la Figurina 3, de concha Spondylus y 9 cm. de altura, mirando al oeste y sujeta a un fragmento de madera rolliza revestido con plumas de color crema amarillento. Esta porción cilíndrica de madera muy descompuesta tiene un diámetro de 8 cm. y una altura de 12 cm. Las mantas se encuentran en buen estado de conservación, pero las plumas del tocado se han descompuesto completamente. En el Pozo de Ofrendas 3, ubicado sobre la banqueta este, se hallaron dos fi gurinas masculinas, una de 6.2 cm. de largo x 2.2 cm. de ancho máximo a la altura de los hombros, en posición horizontal, tallada en concha Spondylus que luce un uncu de color amarillo con un ribete bordado y la segunda de concha Spondylus, más pequeña, con un uncu rojo en muy mal estado de conservación.

Fig. 9. Miniatura inca de plata. Figura femenina con tupu de cobre. Siglos XV-XVI. Colección Museo de sitio Túcume.

Figs. 10. Miniaturas inca de Spondylus. a. Figura masculina con uncu y tocado. b. Figura femenina con vestido y faja. Siglos XV-XVI. Colección Museo de sitio Túcume.

Refl exiones fi nales Refl exiones fi nales

El contexto general del Templo de la Piedra Sagrada de Túcume, parece tener relación con la descripción de algunos cronistas que se refi eren a Pachacamac, pero además al santuario del Lago Titicaca: recintos pequeños y oscuros que contenían los objetos de culto, pero además, un acceso restringido para individuos especializados y de alto nivel social. Uno de los rasgos más relevantes, en este caso, es la presencia del ídolo pétreo en su lugar original. La Piedra Sagrada adquiere especial relevancia, pues los complejos rituales deben estar relacionados con mitos fundacionales que la arqueología, a pesar de sus limitaciones, ayuda a documentar y entender.

Como se indica en las crónicas, diversos personajes pétreos divinizados fueron adornados, vestidos y regalados de modo

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diverso para pedir su custodia y favor, u obtener respuestas a preguntas de diversa índole, como lo hacían conocidos oráculos. El hallazgo de polvos de color –amarillo, azul, verde, rojo y blanco– en torno a la Piedra Sagrada, coincide además con la descripción del ritual de confesiones ante la huaca.23

Las fi gurinas inca, de plata y concha Spondylus, adquieren en este caso especial relevancia, pues no solamente se asocian con un contexto mayor, sino que su distribución puede ayudar a reconocer su especial simbolismo. El triángulo equilátero que define su ubicación frente a la puerta del templo, contiene elementos de cosmovisión que hemos intentado comprender: la fi gurina principal, femenina, es de plata y de fi no acabado, notoriamente la más grande. No solo se encontró frente a la puerta del templo, sino superpuesta a un espacio simbólico reticulado sobre el piso, que podría haber estado asociado simbólicamente al concepto de campos de cultivo, como en el altar del Coricancha.24 Las otras cuatro están distribuidas en pareja: dos varones al este y una pareja de mujeres al oeste. Los dos primeros vestidos con uncus y las otras dos con tocado semicircular de plumas y mantas sujetadas con tupus de plata. Solamente en el caso de la pareja femenina, el pozo de ofrenda se asocia con un sacrifi cio humano con la cabeza cercenada. Los varones están elaborados en concha Spondylus y las mujeres, una en plata y la otra en concha Spondylus.

Una disposición triangular de ofrendas, muy semejante, fue encontrada en el acceso a la parte superior del “Templo del Mono” de Pachacamac. Estaban en tres pozos equidistantes que contenían cuyes (Cavia porcellus), contexto en el que aparecen, además, sacrifi cios de niños y otras ofrendas.25 A la disposición triangular de las ofrendas inca, ubicadas al norte y en el exterior del templo, debe agregarse el ídolo pétreo mismo, que se encuentra en una posición opuesta a la fi gurina principal: al sur y en el interior del templo. La línea este-oeste, que describe el frontis de la fachada, se comporta como un eje de polos opuestos

Figs. 11 a, b: Miniatura inca de plata. Figura femenina con manta, tupu y tocado de plumas. Siglos XV-XVI. Colección Museo de sitio Túcume.

y complementarios. Un elemento liminar, en cuyo centro se encuentra el vano de acceso, con una puerta que comunica el espacio interior –un lugar oscuro presidido por la Piedra Sagrada– con el patio exterior.

Este eje simbólico norte (figurina principal)-sur (Piedra Sagrada) adquiere diversas interpretaciones. Expresa una dualidad y oposición femenino-masculina que se complementa en el eje este-oeste, con dos varones de concha Spondylus al oriente (por donde sale el sol) y dos mujeres (una de plata y la otra de concha Spondylus) al occidente, por donde el sol se pone. La fi gurina femenina principal se complementa con la Piedra Sagrada,

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un personaje pétreo y fálico que penetra la tierra, generando dos parejas de hombres y mujeres, en posiciones opuestas y complementarias, como el día y la noche, las montañas y el mar, el sol y la luna.26

Varias preguntas se pueden hacer en este escenario que integra a las fi gurinas incaicas. ¿Qué es lo que representan? ¿Son acaso fi guras mitológicas? ¿Contribuyen a comprender textos en otros corpus iconográficos preinca? Estas preguntas cobran mayor sentido, pues las fi gurinas de Túcume no se asocian con la tradicional compañía de los niños Capacocha ofrecidos a las montañas,27 más bien lo hacen con lugares sacros, como Huaca de la Luna,28 en donde una

fi gurina de Spondylus se coloca en un pozo de ofrenda sobre un fardo de hojas de coca, mirando al oeste, en la plataforma superior del edifi cio29 o lo particular de los hallazgos de Choquepujio, por su asociación arquitectónica30 entre los más importantes. Los investigadores se refi eren a ellas como “fi gurinas” o “estatuillas”, dejándose entrever incluso que se trata de personajes “de este mundo”, como el “orejón” de Choquepujio.

En el caso de Túcume, estamos frente a una deidad pétrea que representa una montaña sagrada y tiene atributos que la representan. Las piedras tienen una connotación de aridez y esterilidad, por lo que se las puede vincular a Con, la deidad solar, opuesta al agua de Pachacamac, entendido como Ychsma-Pachacamac,31 un concepto ideológico mucho más antiguo, que precede a la conquista inca. Esta conjunción de agua y fuego genera y propicia la fertilidad de la tierra, considerada como “madre”. Estos elementos opuestos pueden por ello unirse para producir la vida. Tal era el rol de las “huancas” o “chacrayoc”, enterradas en los campos de cultivo para asegurar su fertilidad; sin embargo, además pueden representar hechos relacionados con el personaje que representan, dan sentido de permanencia y no de muerte.32

La “huanca” del Templo de Túcume no es inca y no está en una chacra, es parte de un espacio sacro en el que las fi gurinas inca actúan integrándose a un conjunto de personajes. Por tanto, podemos asignar a la fi gurina mayor un rol equivalente y opuesto a la deidad pétrea, es decir, el de una deidad femenina principal, cuyos antecedentes pueden encontrarse en la rica iconografía cerámica prehispánica, desde Valdivia en Ecuador o Caral en Supe. Los incas tenían diversas maneras de representar a las deidades, incluyendo el metal, considerado como un elemento sagrado. En la cerámica lambayeque, una mujer polifacética aparece de modo relativamente abundante, representada de muy diversas maneras y variedad de gestos: cuidando un niño en una cuna, a veces lo amamanta, luce una pareja masculina, hila, muestra tejidos, es acompañada por algunos animales, especialmente peces o aves a las que “besa” en el pico, entre muchas otras actitudes.33

El fascinante contexto de Túcume está relacionado, además, con el ritual de la muerte, sacrifi cios humanos y de animales, incluyendo niños, como sucedía en Pachacamac en tiempo de los incas,34 en el que la sangre adquiere una especial importancia. Un mito de creación que implica, además, el rito de enterrar a los sacrifi cados. Una forma de introducir semillas a la tierra buscando una vida próspera. Las ofrendas, únicamente de plata en miniatura, que se integran al contexto general, tienen muy diversas formas. Sin embargo en un alto porcentaje están relacionadas con productos agrícolas, aves y peces, haciendo evidente el componente de fertilidad que se expresa en muy diversas formas, incluyendo especialidades artesanales, armas y ornamentos.

En síntesis, como en Pachacamac, los incas comprendieron el rol del antiguo Templo de Túcume, superponiendo a las banquetas diagonales del frontis elementos míticos de género que podrían estar validando su signifi cado previo. La fi gurina principal de plata, adquiere un protagonismo especial por su relación con la Piedra Sagrada. Son una pareja que hace posible un tinkuy que asegura la fertilidad de la tierra y genera una pareja primordial de hombres y mujeres de élite, ricamente vestidos, ubicados en dos extremos del mundo: las altas montañas por donde sale el sol, el que seca y calienta, y el horizonte marino del sol poniente, allí donde se encuentra el reino del agua, la madre de todos los peces y crustáceos. El amanecer y la luz, opuestos al atardecer y la noche, el sol y la luna. Así, las cuatro direcciones del mundo se integran en la forma de un rombo con dos mitades opuestas y complementarias para generar vida. Pareciera una peculiar versión regional del altar del Coricancha de Santa Cruz Pachacuti Yamqui, en donde un hombre del lado solar y una mujer del lado lunar, bajo las deidades principales, se corresponden con las montañas pétreas de donde brota un hilo de agua por el lado solar y un árbol en el lado lunar, asociado con el mar o la mamacocha.

Del mismo modo, tal vez Con y Pachacamac, como una dicotomía inherente a la naturaleza, se expresan a través de una roca ígnea y estéril en Túcume y el tronco de un árbol vital bifronte en Ychsma-Pachacamac, simbolizando fuerzas opuestas que movieron el mundo en el pasado.

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