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1.Festejos por una independencia sin libertad

1.FESTEJOS POR UNA INDEPENDENCIA SIN LIBERTAD

La derrota española fue festejada ruidosamente durante varios días. Los peruanos tenían más motivos que el mero hecho de haber acabado con tres siglos de colonialismo. Los norteños, tanto de la costa y como de la sierra, festejaron el fin del sacrificio de vidas y despojo de bienes, creyeron que la miseria en la que se encontraban acabaría finalmente después de la política de “tierra arrasada” de Bolívar. Los departamentos del sur —que también habían contribuido a la causa patriota aunque en menor grado, ya que Bolívar no controló esa zona— festejaron la libertad y la esperanza que ofrecía un Perú libre e independiente. Los limeños también creyeron que la independencia significaba el fin a los saqueos, robos, asaltos, y la vuelta al orden, al progreso. En la sierra central muchos indígenas festejaron el fin a la explotación y al trato inhumano, creyeron que serían dueños de su futuro o, por lo menos, tener la posibilidad de participar en el diseño de él. En fin, casi todos los peruanos creyeron que la independencia traería libertad individual, paz y bienestar. En los siguientes meses Bolívar se encargó de demostrar que los peruanos estaban equivocados.

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La separación de España no trajo la libertad personal, en nada cambió la estructura social y económica del pueblo, siguió la esclavitud, la explotación del indígena fue peor. Los que momentáneamente ganaron fueron algunos criollos advenedizos y la jerarquía militar; los primeros se beneficiaron de lo dejado o expropiado a los españoles que emigraron a su patria. Por su parte, la jerarquía militar creyó que por haber dirigido la guerra estaba designada para dirigir la paz. Por lo demás, poco cambió en el Perú y lo poco fue malo para los indígenas que representaban cerca del 60% de la población.

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La independencia pasó “inadvertida”, dice Gootenberg, un prestigioso historiador contemporáneo. Los peruanos siguieron sin libertad para expresar sus pensamientos ni para decidir cuál debía ser su futuro. El hecho de cambiar de amo no los hizo más libres, podría haber dicho Marcuse.

Sobre este punto es necesario llamar la atención sobre la horrenda confusión entre lo que es “independencia” y lo que es “libertad”. Muchos historiadores nos han inducido a creer que ambos términos son sinónimos y esto no es verdad. El Perú, como estado, se independizó de España, pero su gente siguió oprimida. La independencia de un estado al sometimiento de otro no significa necesariamente que sus ciudadanos queden libres, a veces siguen sometidos a la tiranía del gobierno de turno, como fue nuestro caso. Nosotros festejamos el 28 de julio conmemorando la Jura de la Independencia como si ese evento hubiera traído la libertad. Hasta el primer verso del Himno Nacional ayuda a confundirnos: “somos libres”. No fue así, el peruano siguió “largo tiempo oprimido y en silencio gimió”.

La independencia del Perú fue únicamente la eliminación de España como fuente de poder político. Y decimos poder político y no económico ni social, porque para un trabajador de las minas o del campo, es decir la mayoría de los peruanos del siglo XIX, fue exactamente igual que la propiedad estuviese en manos de un español, de un inglés o de un criollo peruano. En lo político se cambió el régimen colonial por una dictadura militar, y una dictadura siempre está más cercana al colonialismo que a la democracia. De este modo, la independencia no trajo libertad porque para tener libertad había que tener democracia, y esto ni Bolívar ni sus sucesores lo permitieron. El peruano siguió sin tener canales para expresar su opinión, para defender sus derechos, para participar con su voto en los destinos de la nación. La independencia no creó accesos para encaminar las protestas y opiniones del pueblo, al contrario, las pocas vías que protegieron a los peruanos durante la Colonia, tal como apelar al rey de España, desaparecieron con la independencia. Con la independencia el Perú se convirtió en lo que Alberto Flores Galindo llamó justificadamente “una república sin ciudadanos”.

Regresemos por ahora a la situación política después del triunfo de Ayacucho y veamos el comportamiento de la mayor parte de los líderes peruanos frente a Bolívar. Basadre dice: “el tono sumiso y rendido ante Bolívar se hizo habitual en 1825 y 1826”. Ejemplo de ello fue el discurso del general La Fuente al Libertador: “en Arequipa no tiene V.E. apasionados sino adoradores”. O el de general Santa Cruz en el que refiriéndose a Bolívar dice: “El Padre de las tres repúblicas, el hombre insigne del siglo (…) no ha contado más que con mi subordinación y buena fe y el profundo respeto que le debo como salvador de mi patria”. O el general Gamarra que confiesa

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