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6.La esclavitud
penosas condiciones. Por ejemplo, en tiempos de Bolívar, los indios sin tierras propias de Abancay representaban sólo el 3% de la población. Diecinueve años después en 1845, esa proporción aumentó ocho veces.
Los indígenas, pongos* o yanaconas * que trabajaron las haciendas que el Estado confiscó a los españoles o las que revertieron a él por razones de herencia o jurídicas, no participaron en la repartición de tierras. Los yanaconas y pongos siguieron existiendo hasta más de la mitad del siglo XX como prueban múltiples testimonios; los de Arguedas entre otros, o los de tantas personas que como yo viajaron o vivieron en la sierra esos años.
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6. LA ESCLAVITUD
En los tiempos del Libertador los esclavos representaban una parte importante de la población de la costa. En un censo de 1826 se dice que había 69,000 blancos, 41,000 mestizos, 49,000 esclavos, 34,000 pardos libres (mulatos y zambos) y 13,000 indios. Aun sumando los mestizos a los blancos, la proporción de esclavos sería de casi 5 esclavos por 11 blancos y mestizos. Si añadimos a los pardos libres esta proporción aumenta de 7 u 8 esclavos-pardos libres por 11 blancos-mestizos. Esto solo en la costa; en la sierra la población de esclavos era muy escasa. Los esclavos trabajaban principalmente en las haciendas de caña de azúcar y en el servicio doméstico de las capitales costeñas.
La razón por la que San Martín inició la emancipación de los esclavos no se debió exclusivamente a factores filantrópicos y altruistas; llegado a Pisco incorporó a su ejército 600 esclavos de las haciendas vecinas. Sin embargo, las varias medidas que tomó al respecto coincidieron con otras —como la de liberar a los indios de tributos, mitas y pongüeajes— demostrando en su actuación un talante humanista bastante revolucionario para la época. El inspirador de su nutrida legislación social en tiempos del Protector fue Bernardo Monteagudo, quien como vimos se ganó la enemistad de la clase aristócrata. Este odio al reformista indómito terminó con su expulsión del país y, cuando regresó al Perú en tiempos de Bolívar, con su asesinato.
La primera constitución del Perú (1823) confirmó la supresión de la esclavitud proclamada por San Martín, pero siendo esta Constitución abortada por Bolívar las intenciones de los legisladores no pasaron de ser letra muerta.
Durante la dictadura el “Libertador” empeoró la situación de los esclavos eliminándose las pocas posibilidades que tenían para obtener la emancipación. Es
* Pongo era el siervo que prácticamente no recibía salario. Yanacona era el que trabajaba forzadamente en las haciendas o encomiendas coloniales.
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más, se reglamentó su trabajo confirmando las malsanas costumbres de la Colonia. Los esclavos del Perú tuvieron que esperar varias décadas para ser libres y la razón que tuvo Castilla para libertarlos no fue humanitaria sino una perentoria necesidad de aumentar los efectivos de su ejército para derrocar a Echenique.
Veamos algunas medidas legales que se tomaron desde la llegada de San Martín hasta la dictadura bolivariana inclusive:
San Martín estaba persuadido de la importancia de incluir esclavos peruanos en su ejército porque ya había experimentado el valor y la lealtad de los negros en la guerra para independizar a Chile. La mitad de los 5,500 hombres que llevó desde Argentina habían sido esclavos. En el Perú repitió su conscripción prometiéndoles la libertad, asunto que cumplió sin dilación luego de la Jura de la Independencia. Posteriormente, el 12 de agosto, decretó que todos los que se incorporasen al ejército serían libres, también lo serían los negros que nacieran en el país después del 28 de Julio de 1821. Así mismo dispuso que el gobierno comprase a los propietarios un número anual de esclavos hasta que todos fuesen libres. Con esta medida daba oportunidad de libertad a mujeres, niños y ancianos. Si se hubiera cumplido la disposición del Protector la esclavitud hubiese terminado en pocos años sin perjudicar la economía ni el derecho de los propietarios de esclavos, tal como se comprendía en la época.
Semanas más tarde, San Martín decretó la libertad de aquellos esclavos cuyos dueños salieran del Perú y de los que trabajasen por el ejército. Por su importancia reproducimos el texto aparecido en La Gaceta de Gobierno de Lima:
Decreto
Uno de los deberes del gobierno es promover la libertad de los que han sufrido hasta hoy inhumanamente la usurpación de este derecho inadmisible, y no siendo justo que los españoles que regresan a la península, porque sus sentimientos son diametralmente opuestos á la felicidad de América, en cuyo caso se hallan también algunos desnaturalizados que han nacido en ella, dejen en la servidumbre á individuos que la han experimentado por tanto tiempo, con la probabilidad de empeorar su condición. Por tanto declaro lo que sigue: 1.- Todos los esclavos de ambos sexos que pertenezcan á españoles ó americanos que salgan para la península desde esta fecha, se declaran libres del dominio de sus amos. 2.- Los esclavos que estén en estado de tomar las armas desde la edad de 15 años, se presentarán al presidente del departamento, para que les dé un boleto de seguridad y los pase con las formalidades correspondientes al general en jefe, quien los destinará a los cuerpos del ejército. 3.- Las mujeres y los varones que no puedan llevar las armas se presentarán también al presidente del departamento para que les conceda el indicado boleto y les señale al mismo tiempo alguna ocupación útil, según su edad y sexo.
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4.- Todas las enajenaciones que desde esa fecha inclusive se hicieren, se declaran nulas y de ningún valor Publíquese por bando y circúlese para que llegue la noticia a todos los interesados. Dado en el Palacio Protectoral de día 17 de Noviembre de 1821. Firmado San Martín. Por orden de S.E. B. Monteagudo.
Para cubrir el vacío en que quedaban los hijos libertos de esclavas, San Martín decretó que los gastos de crianza y educación de ellos fuesen cubiertos por los amos hasta que las mujeres cumpliesen 20 años y los varones 24. También obligó a las municipalidades a enseñarles a leer y escribir “así como algún ejercicio industrial”.
Después del Protectorado, en el breve periodo de la Junta Gubernativa presidida por La Mar, (Set. 1822- Feb. 1823) se cumplieron los decretos de San Martín y añadieron otros, como que no fueran utilizados esclavos en obras públicas, evitando de este modo la complicidad del Estado en una institución reprobable.
Derrocada la Junta, Riva-Agüero dio una infame marcha atrás derogando las disposiciones que daban libertad a los esclavos. Él, como hacendado, se dio cuenta de la reducción de la producción agrícola debido al abandono de los esclavos, quienes, una vez libres, no estuvieron dispuestos a trabajar gratuitamente ni vivir en condiciones miserables. Tampoco los hacendados intentaron atraer a los emancipados ofreciéndoles una mejora de trato y un jornal aceptable. Mejor y más barato les resultaba regresarlos a la esclavitud, y eso es lo que consiguió eficazmente el Gran Mariscal José de la Riva-Agüero.
El retorno a la esclavitud puso en una situación irónica y triste a los soldados libertos que se encontraban en el ejército: habían entrado libres, y saldrían nuevamente esclavos. Diciendo que reparaba una terrible injusticia, Bolívar decretó algunas medidas. Entre ellas, que podrían obtener la libertad los esclavos que se hubieran “distinguido por su valor en el campo”, que hubieran quedado inválidos o que hubieran permanecido un largo tiempo en las filas. El número de héroes negros premiados por el Libertador fue muy reducido. Dada lo breve de la campaña, a muchos esclavos se les negó la libertad obligándoles a regresar con sus amos. En este sentido se impuso fuertes penas a los peruanos que ocultasen a esclavos. Los negros lisiados en la guerra no fueron acogidos ni por caridad por sus antiguos amos y tuvieron que dedicarse a mendigar por calles y plazas.
En resumen, Bolívar regresó a una legislación esclavista pura y dura. Por eso sorprende hasta la indignación leer que algunos historiadores pretendan igualar las legislaciones de San Martín con las de Bolívar cuando fueron diametralmente opuestas. En el acápite referente a la esclavitud, De la Puente y Candamo dice que durante la dictadura de Bolívar “Consérvase, y con espíritu minucioso, el mismo tono
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frente al estado de los esclavos que se vive en los días de San Martín”. Luego este historiador añade: “Durante más de treinta años se desarrolla en el país el proceso legal que se inicia con San Martín y concluye con Castilla”; cuando lo correcto era haber dicho: si las legislaciones de San Martín hubieran sido implementadas y no derogadas, como lo hizo Riva-Agüero y el “Libertador”, no hubiese sido necesaria la decisión de Castilla porque en 1854 no hubiera habido ningún esclavo en el Perú.
Finalmente, De la Puente y Candamo escribe sin detallar lo siguiente: “El 20 de abril de 1825, en pleno tiempo de Bolívar, una prolija norma precisa las condiciones de trabajo de los esclavos. Más tarde, en el mes de septiembre se establecen las reglas para dignificar a los esclavos y su situación”. Podría causar risa sino fuera trágico decir que se puede dignificar el trabajo de los esclavos. La única situación digna de un esclavo es la libertad. Pero veamos en este caso las “reglas para dignificar” ordenadas por Bolívar que no describe De la Puente. En una de ellas se autorizaba a los amos corregir a los esclavos dándoles hasta 12 latigazos. Para intentar amenguar el espanto en los lectores, otro historiador, Basadre, añade un comentario exculpatorio diciendo que estos 12 latigazos eran una “cifra mucho menor que la permitida aplicar a los soldados y marineros en Inglaterra”. También este historiador podría haber dicho que en Turquía se permitía a los amos castrar a sus esclavos o amputarles las extremidades o que en la India se les torturaba hasta la muerte; ninguna de esas estrambóticas razones es válida en el caso del Perú, tanto más cuando los propietarios peruanos no pertenecían a un cuerpo estructurado como la armada inglesa llena de tradiciones de honor y eficiencia.
Otra de las disposiciones bolivarianas “para dignificar” el trabajo de los esclavos fue hacerlos trabajar de 6 de la mañana a 6 de la tarde en el campo, y hasta las 8 de la noche en los trapiches y, después, se les tenía que enseñar los dogmas de religión. Total, los reglamentos del “Libertador” don Simón Bolívar hicieron regresar a los esclavos a un estado de miseria comparables con las ordenanzas que sobre las mitas emitió el virrey Toledo, Supremo Organizador del Perú, en 1571.
La actitud de Bolívar frente a los negros no debía sorprender. Para él era natural tener esclavos, en Venezuela había llegado a tener 2,000 esclavos. Lynch cuenta que en tiempos de la Colonia los amigos de su padre se quejaron de un decreto que pretendía mejorar las condiciones de los esclavos. Decían que “los esclavos solo tenían una inclinación natural por el vicio y la independencia”. Por otro lado, su madre se quejaba “del precio de los esclavos y de las dificultades para conseguir que reprodujeran”. Quizá por ello el Libertador no fue un pionero en cuanto al dar libertad a los esclavos, mucho antes, en 1797, la fracasada revolución independista en Venezuela de Miguel Gual y José Maria España había decretado la abolición de la esclavitud. Por su parte el gobierno colonial había prohibido su comercio en
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