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4. La asamblea separatista
En lo que respecta a Argentina, por problemas internos su gobierno no había tenido la oportunidad de pronunciarse, por lo que Bolívar soslayó la situación apoyándose en la opinión favorable manifestada por el general Arenales. Legalmente este argumento era deleznable porque por muy valioso que fuese este general, su opinión no era representativa, pero a un militar glorioso como Bolívar cualquier razón o excusa le era suficiente para hacer lo que quisiese, especialmente cuando no había un poder político que pudiera hacerle oposición.
El decreto de Bolívar consta de seis artículos resolutivos en los que confirma el decreto de Sucre, pero indica que “la deliberación de esta asamblea no recibirá ninguna sanción hasta la instalación del nuevo Congreso del Perú en el año próximo”. Fijarse bien que no dice que la deliberación debe ser sancionada por el congreso peruano, sino que en la fecha en que éste se instale será automáticamente aprobada. Bolívar tomó una precaución excesiva, porque cuando llegó la hora el Congreso del Perú aprobó la creación de Bolivia sin el menor debate.
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4.LA ASAMBLEA SEPARATISTA
Sucre había mantenido la idea de la unión del Alto con el Bajo Perú por lo menos hasta el 23 de abril de 1825, fecha en que escribe a Bolívar: “Los partidos están entre ser independientes ó del Perú; á lo último se inclinan los hombres de más juicio”. Tres meses más tarde era de la opinión contraria: la nueva república debía ser independiente. ¿Cuál fue la razón del cambio? No hay documentos que lo expliquen, sí hay hechos que inducen a pensar que una insólita ambición se despertó en él: Sucre fue elegido Presidente del Congreso Constituyente. Cargo que aceptó muy a pesar, dijo, imitando a su jefe al rechazar verbalmente el poder al que aspiraba para después ejercerlo sin ambages. Más adelante, Sucre también fue elegido Presidente Constitucional de la república de Bolivia. Y nuevamente dio muestras de desagrado, amenazó con retirarse, aunque finalmente aceptó obligado por las circunstancias, como decía Bolívar y todos los dictadores que se quieren perpetuar. Eso no fue todo lo que atrajo al Mariscal de Ayacucho: el congreso boliviano decretó la construcción de una capital a la que darían el nombre de Sucre, rogándole al Libertador para que con su sabia inteligencia eligiese el lugar de dicha capital. El proyecto nunca se realizó, y finalmente se conformaron con dar el nombre de Sucre a Chuquisaca, la primera capital del país. Todos estos honores parecen excesivos para un hombre que independizó el país sin disparar un solo tiro, y cuyo único mérito bélico consistió en entrar en el Alto Perú al mando de un ejército de peruanos pagado por el gobierno peruano.
Pero nos hemos alejado del 10 de julio de 1825. En esta fecha se instaló la Asamblea en un salón de la universidad. Los representantes elegidos fueron 48.
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De ellos por lo menos 30 eran, como Casimiro Olañeta, egresados de la Universidad de Chuquisaca; todos eran propietarios de tierras, requisito indispensable para ser elegido. Sólo dos habían combatido contra los españoles, este dato es importante porque revela que los revolucionarios que plantaron cara a los españoles en condiciones totalmente adversas no participaron en la Asamblea porque fueron sustituidos por un grupito aristocrático que usurpó la representación de una población de un millón de personas. Está demás decir que Sucre que “ aparentó ser imparcial, obró de tal modo de que fueron elegidos los que favorecían sus planes”. De este modo no fueron elegidos los “hombres de juicio” que estaban a favor de la unión del Perú, a los que se refirió muchas veces en su correspondencia con Bolívar.
La composición de los miembros de la Asamblea General no dejaba ninguna duda sobre los resultados, estos serían a favor de la independencia ya que los terratenientes que allí estaban deseaban mantener sus privilegios. Sólo dos diputados por La Paz votaron en contra. Ganó, pues, el partido de la Universidad de Chuquisaca con Casimiro Olañeta a la cabeza.
Es útil cuando menos sopesar que la ciudad de Chuquisaca, salvo su universidad, no tenía la importancia ni el peso económico ni demográfico de otras ciudades del Alto Perú. Chuquisaca era un pequeño pueblo, mal acondicionado, donde ni siquiera podían transitar carruajes. Su población era de 12,000 habitantes, mientras que las ciudades pro-peruanas como La Paz tenía 40,000 y Cochabamba 30,000. Ambas estaban más desarrolladas.
En todo caso, fue la temible combinación de aristócratas y de militares la que separó para siempre a un pueblo unido por la tradición, raza, lengua y, por qué no decirlo, por la miseria con la que eran explotados por los criollos.
Con la aquiescencia de Bolívar, todo lo demás fue un mero trámite para los separatistas. Bolívar, preocupado como todos los dictadores por las formalidades, influyó abiertamente para que el nuevo Congreso del Perú aprobase un país que ya se había independizado. Las varias cartas que desde Bolivia envió a Unanue, presidente del Consejo de Gobierno, son explícitas:
Yo ruego a Ud. a fin de que empeñe toda su influencia con el congreso para que inmediatamente que sea instalado haga el reconocimiento de esta nueva república de Bolivia.
Este caballero [el plenipotenciario de Bolivia] va encargado de la misión más importante para su patria, cual es solicitar el reconocimiento de la República Boliviana, que yo deseo tanto como los ciudadanos de este país, para terminar lo más pronto posible mi comisión en él.
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