Capítulo 3
La elaboración de las figuras, o el atrezo, las poses y las señas particulares
Las investigaciones sobre la iconografía moche se iniciaron durante los primeros años del siglo XX. Los cimientos los pusieron científicos tan eminentes como Arthur Baessler, Eduard Seler, Alfred Louis Kroeber, Ricardo Palma o Julio César Tello. En 1929, cuando aún estaban en pañales estas investigaciones, apareció un trabajo de Gösta Montell ricamente ilustrado, dedicado a las vestimentas y los adornos usados por los habitantes del antiguo Perú. Al describir la ropa de la gente conocida a través de la cerámica de la cultura Moche —que en su libro Montell define como «the culture of the Chicama pottery»—, y sobre todo sus tocados, el científico sueco escribe: Whether all these different decorations are to be taken as marking separate social strata, trades or degrees of rank, is by this time of course impossible to determine in the absence of literary sources. Certain classification of the material may be made in so far as men who otherwise are most plainly clothed generally speaking have the simplest kind of headgear, whilst the warriors are more sumptuously attired.1 Realmente, ya el primer contacto con toda gran recopilación de vasijas antropomorfas moche, nos inclina a pensar que una de las tareas más importantes a las que hicieron frente los artistas-alfareros fue la de marcar claramente la pertenencia de los diferentes personajes a determinados grupos sociales o rituales. En el caso de los huacos retrato enseguida salta a la vista la gran variedad de tocados con los que se representa a estas personas. Si se les observa con mayor detenimiento se llega a la conclusión de que había más signos que, como ese, definían la posición social. Creemos que eran perfectamente conocidos, del todo comprensibles y reconocibles al primer vistazo, y ello 1 G. Montell 1929: 44-45.