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Tiempo de utopía
56 LA VOLUNTAD ENCARCELADA
Tiempo de utopía
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«No somos nada salvo ser comunistas», 101 diría el líder senderista a sus seguidores un año antes de iniciar la lucha. Tal condición requería, no sólo diluir la propia individualidad en el mecanismo de una máquina de guerra, sino aceptar que la propia vida, que la disposición a pagar una «cuota» de sangre, era condición para el crecimiento del partido. Para eso, este les había «forjado en retar a la muerte y llevar la vida en la punta de los dedos para entregarla en el momento que la revolución nos lo demande».102 La revolución mundial entraba en «ofensiva estratégica».103 Una «grandiosa epopeya» era lo que se abría. Y en ella el Perú se convertiría en una suerte de faro universal, lo que asimismo convertiría al doctor Guzmán en la «cuarta espada» -después de Marx, Lenin y Mao de la revolución mundial, además de transformar los impulsos agresivos en una pasión: el odio de clase, la ideología senderista, buscaba «convertir los deseos de muerte en afán de heroísmo». La propia inmolación presentada como la culminación de un camino de coherencia y consecuencia con los principios.104 Así se apreciaría desde fuera lo que ellos llamaban formación política.
Movidas por ese intoxicante combustible, las huestes senderistas se lanzaron a batir el campo ayacuchano. En marzo de 1982 se sentían lo suficientemente fuertes como para tomar porasalto la cárcel de la ciudad. Comenzaba a desplegarse la «necesaria evulsión» prevista por Valcárcel. Tras el fracaso del reformismo militar -con una país joven, bullente, de frágil tradición democrática, en acelerado proceso de «descampesinización» y «desindianización», repleto de graduados condenados al subempleo o la migración y un Estado en repliegue-,105
101. «Por la nueva bandera», p. 144. 102. Entrevista al -Presidente Gonzalo., 1988. 103. «Somos los iniciadores», 1980, en El Pensamiento Gonzalo, pp. 163 - 178. 104. Gonzalo Portocarrero, Razones de sangre, Lima, PUCP, 1998, p. 26. 105. Cifras de la CEPAL indicaban que el Perú había experimentado una gran revolución educativa. Entre 1960 y 1980 el porcentaje
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el ambiente parecía propicio para discursos de tono milenarista y refundador como el de Guzmán o su negación dialéctica liberal: el «otro sendero» de su paisano arequipeño Hernando de Soto.106 El mercantilismo -según este-«casi siempre» terminaba en «violencia» y no había razón para pensar que iba a ser diferente en un país como el Perú donde políticas económicas propias del siglo XVI europeo seguían vigentes. En 1990, sus planteamientos se convirtieron en el programa de una candidatura -Mario Vargas Llosa-de ímpetu refundador: juntos harían la revolución liberal y el Perú seria, finalmente, una nación moderna.107 Sobrecogido por los acontecimientos, el historiador Alberto Flores-Galindo vio, de un lado, reaparecer a los «contingentes de nuevos mestizos» que, desde tiempos de la conquista habían estado «sedimentando frustraciones», 108 y del otro, el altanero trotar de «los caballos de los conquistadores» cabalgando «otra vez». 1980-1990: «década perdida» en Latinoamérica, tiempo de utopías en el Perú.109
de jóvenes de 18 a 25 años que estudiaba educación superior en el Perú pasó de 19% a 76%, mucho más que el promedio para «países de nivel medio de desarrollo». Esto ocurría
«a contracorriente del repliegue de la inversión estatal en el sector». Carlos Iván Degregori. «Juventud rural peruana: entre los dos senderos». Seminario de Expertos sobre
Juventud Rural, Modernidad y Democracia en América Latina, Santiago de Chile,26 al 28 de octubre de 1993. Sobre los cambios ideológicos y culturales en el mundo educativo. véase Gonzalo Portocarrero y Patricia Oliart. El Perú desde la escuela, Lima,Instituto de
Apoyo Agrario, 1989. Maruja Martinez, Entre el honor y la furia, Lima. Sur, 1997 y N.
Lynch, Los jóvenes rojos de San Marcos. 106. Hernando de Soto. El otro sendero. Lima 1986. 107. Hemando de Soto. «¿Violencia o el otro sendero?http://www.ileperu.org/contenido/
Articulos/elotrosendero__desoto.htm 108. Buscando un Inca, p. 382. Sobre el resurgimiento del interés por lo andino en los medios académicos peruanos durante los años ochenta,véase Carlos Arroyo. «Los historiadores y lo andino», en Carlos Arroyo, Encuentros: historia y movimientos sociales en el Perú,
Lima. Ediciones Memoria Angosta. 1989. pp. 23-43. 109. Agradezco a Julio Cotler sus comentarios sobre el tono utópico de ese período. A este tema me he referido en «Flores-Galindo y Vargas Llosa: un debate ficticio sobre utopías reales». en Ciberayllu, 1997. http://www.andes.missouri.edu y «La Utopía andina hoy», en
Debate Agrario 2, junio, 1988, pp. 131-45.