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objeto de reflexión constante y comenzó a perfilar una propuesta abiertamente feminista. Las mujeres de los partidos que fundaron o acompañaron este proceso, tomaron su distancia frente a la consigna de autonomización del movimiento e insistieron, por el contrario, en la urgencia de cohesionar un frente que presionara por reformas que alivien la situación de la mujer popular (Barrig op. cit.: 158) Las feministas y las feministas políticas En los primeros años de la década de 1980, se fueron precisando las diferentes opciones de este proceso. En salvaguarda quizás de la especificidad feminista, se operó una suerte de aislamiento de estos grupos del conjunto de instituciones y de la acción política nacional. Ya en el II Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe (Lima, 1983), se presentaron explícitamente los dos estilos: las feministas políticas (acusadas por las otras de "no feministas"), y las feministas a secas (llamadas "burguesas" por las políticas). Sin rupturas dramáticas, ambas tendencias se fueron separando y definiendo ámbitos distintos de acción. Las "feministas políticas" dentro de los partidos se concentraron en la preparación de planes y programas de gobierno, con alternativas ante la situación de marginación de los pobres y en particular, de las mujeres. Así se propusieron tantas políticas sociales como partidos de izquierda existían en ese momento. Mientras tanto, las organizaciones feministas se dedicaron a construir las bases de un movimiento autónomo, que tuviera independencia orgánica e ideológica, en el que las mujeres pudieran desarrollar una clara conciencia de la opresión del poder patriarcal (Vargas 1989). Para Virginia Vargas, importante líder de las feministas, esta etapa fue clave para el desarrollo del feminismo peruano. Maruja Barrig, analista y feminista política, lo percibe más bien como un momento de entrampamiento, en el que si bien se enfatizaría la opresión de género, el aislamiento restringió el discurso a los problemas de un solo segmento de la población (Barrig 1986). Entre 1978 y 1983 se fundaron nuevos grupos feministas, o se dividieron los anteriores, formando nuevas organizaciones: cinco en Lima y otro tanto en ciudades de provincia, en Arequipa, Trujillo, Cajamarca, Chimbote y el Cusco. Se multiplicaron también las ONGs que