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Derechos humanos y construcción de referentes sociales
INTRODUCCIÓN Más allá del enigma: una agenda para interpretar a Sendero y el Perú, 1980-1995
Steve J. Stern
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ENIGMA, EXOTISMO, SORPRESA. Estas sensibilidades a menudo marcaron las discusiones sobre el Perú, durante la profunda convulsión y violencia política que selló la década de 1980 y comienzos de la de 1990.
De otro lado, un aura de misterio frecuentemente ha girado en torno al tema de Sendero Luminoso, el partido político maoísta que proclamó su guerra insurreccional en mayo de 1980. Sendero desató su guerra de modo bastante convencional: quemando las ánforas electorales en Chuschi, un pueblo en el departamento de Ayacucho, en la sierra sur-central peruana. Pero los símbolos usados posteriormente ese año para anunciar la guerra en Lima, la ciudad capital y centro de los medios de prensa, parecía ser una expresión exótica que invitaba las burlas. Los limeños se despertaron con perros muertos atados a los postes de alumbrado público y semáforos. Los cartelones que los acompañaban decían "Deng Xiaoping hijo de perra", como si la mención del arquitecto de la contrarrevolución en China fuera una explicación suficiente y relevante.1
Dadas las distantes preocupaciones y los símbolos arcanos de Sendero, y la participación de la mayor parte de la izquierda en el retorno del Perú a la políti-
1 Los siete breves ensayos del editor de este volumen (la introducción general, la introducción a cada una de las cinco grandes secciones y la conclusión general) son interpretaciones sintéticas que dialogan directamente con la información y los análisis presentados aquí por mis colaboradores. Por esta razón, dichos ensayos tienden a evitar las detalladas anotaciones adicionales. Las obras importantes para los lectores que deseen una orientación adicional a Sendero Luminoso y la información contextual presentada en los ensayos del editor, son Degregori 1990a; Degregori, ed., 1996; Gorriti 1990; Manrique 1989; NACLA 1990-91, 1996; Palmer 1994 (la ed., 1992), 1995; Poole yG. Rénique 1992; Starn 1991a y, para una orientación bibliográfica más completa, P. Stern 1995. La anécdota de los perros colgados de los postes es bastante conocida: véase, p.c., Degregori 1994: 51-52; Rosenberg 1991: 146.
ca electoral y el gobierno civil luego de un prolongado lapso de gobierno militar (19681980), la declaratoria de guerra maoísta parecía no marchar al ritmo de la historia peruana. Sendero parecía ser también una expresión del aislamiento y la peculiaridad, dadas las ínfulas, el racismo y la indiferencia presentes en la percepción limeña del departamento serrano de Ayacucho, su hogar natal, conocido principalmente por la confluencia de un campesinado indígena extremadamente pobre en el campo y una cultura universitaria políticamente efervescente en la pequeña capital de la región. Extrañas trayectorias políticas, proclamas y utopías tal vez signaban el mundo político de los mestizos e indios andinos educados en las distantes y atrasadas provincias de la sierra.
Las sorpresas que vendrían se añadieron al aura de misterio. Después de todo, en 1980 pocas personas fuera de la región ayacuchana tomaban tan en serio a Sendero. Pocos, fuera de los mismos militantes senderistas, habrían predicho que los autonombrados revolucionarios de una región serrana extremadamente pobre y mayoritariamente india, lograrían efectivamente extender una inmisericorde campaña bélica por buena parte del territorio nacional, sostenerla hasta los años noventas y generar una sensación de colapso inminente en Lima para 1992.
Para mediados de los ochenta, resultaba más difícil seguir ignorándolo de esta forma. La capacidad senderista para funcionar como una máquina política y de guerra tenaz y brutalmente efectiva, había hecho que se decretase la intervención militar de emergencia en numerosos departamentos del país. La guerra también había dado a los militares una plataforma para que llevasen a cabo una "guerra sucia", de estilo argentino, contra los presuntos subversivos de Ayacucho, dando como saldo muertes de periodistas, campesinos y prisioneros, que desataron escándalos en la prensa. Al mismo tiempo, se hizo cada vez más evidente el dogmatismo ideológico de Sendero y su adopción casi celebratoria de hechos de sangre violentos, como formas de purificación y heroismo. Esta era una fuerza política que miraba con desprecio a los izquierdistas que se aproximaban a la política a través del compromiso y la coalición entre las diversas fuerzas de dicha corriente. Esta era una fuerza política que también veía con desprecio a la política como proceso de construcción de la legitimidad a través de medios "blandos": alianzas con movimientos sociales semiautónomos y organizaciones de base, o campañas de persuasión y movilización discursiva. Pero el sectarismo dogmático y una horrenda inclinación a la violencia no implicaban inefectividad política.
La extraña condición arrítmica de las preocupaciones y el simbolismo de Sendero; su origen en un mundo regional que unía las comunidades andinas de indios, una oligarquía rural y un sistema de hacienda en vías de descomposición, y unos intelectuales y estudiantes universitarios radicalizados; su sorprendente capacidad para convertir el dogmatismo utópico y el desdén en una efectiva má-
quina política de guerra: todo esto habría bastado para generar un aura de misterio y exotismo. Otras fuerzas empujaban en la misma dirección. Para sus seguidores y simpatizantes, la mística y la intimidación del partido yacían precisamente en su autoproyección como una fuerza singularmente brutal, efectiva y exacta en su lectura de la marcha del destino histórico. En sus rivales y críticos, el deseo comprensible de marcar una distancia moral estimuló imágenes de Sendero como una extravagante fuerza diabólica, fuera de los marcos principales de la historia social y política del Perú: algo que era más una invención de cerebros diabólicos y una expresión, tal vez, de la peculiaridad de un medio regional particular, y no la culminación lógica o un subproducto de la historia peruana. Entre seguidores, críticos y agnósticos por igual, la "otroización" etnoracial de los andinos nativos como "indios", regidos por una visión del mundo misteriosamente distinta, podía igualmente promover interpretaciones exotizantes. La difusión de Sendero expresaba la marginalidad cultural y la ignorancia de los indios, o su disposición para los estallidos de milenarismo utópico con que derrotar al mal.2
No sorprende, entonces, que términos como "idiosincrático", "mágicamente elusivo", "extrañamente coincidente" y "exótico y enigmático", aparezcan con tanta facilidad en la de otro modo dispar discusión sobre Sendero. La mezcla de sensibilidades de la peculiaridad, la sorpresa y el disgusto fomentan los adjetivos que marcan una distancia moral y enfatizan la singularidad.3
De otro lado, la sensación de misterio y sorpresa no se limitaba, en realidad, sólo a Sendero. En verdad, en los años ochenta y principios delos noventa, el Perú como un todo parecía pasar de una sorpresa a otra.4 Considérense cuatro de estas sorpresas. (1) La declaratoria de la insurgencia armada en 1980 parecía estar absurdamente fuera de ritmo con el paso de la formación política y de la izquierda a una política electoral competitiva. Incluso Patria Roja, el grupo político maoísta más
2 En el tema del milenarismo y las utopías en la historia andina, y su discutido lugar en la interpretación de Sendero y otros estallidos violentos como exóticas expresiones del Otro indio, el ejemplo más flagrante de pretensiones infladas en base a pocas evidencias es Strong 1992a, 1992b; véase la crítica de Mario Vargas Llosa en Mayer 1991 y la crítica de la antropología en Starn 1991b. La exploración más sutil de las utopías en la historia peruana es, de lejos, Flores Galindo 1988a, un estudio brillante que evita la trampa de tratar a Sendero Luminoso como la proyección de un exótico Otro andino; véase también a Brown y Fernández 1991. 3 Para las citas véase a Poole y G. Rénique 1992: xiii; Guillermoprieto 1994: 261; Strong 1992a: 61; Rosenberg 1991: 146. Debemos subrayar que estos trabajos tienen, por lo demás, enfoques sumamente distintos. Por ejemplo, Strong subraya el aura exótica de lo andino, mientras que Poole y G. Rénique (véase 1991) buscan eliminar los exotismos. 4 Las "sorpresas" que siguen están basadas en las discusiones de la conferencia de 1995, mis experiencias personales y la observación del desarrollo de los acontecimientos, y las fuentes citadas en la nota 1, supra.