194C&CMagazine

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en profundidad

s Instagram se iba a Formentera; y digo Formentera porque durante unos años fue el paradigma del mundo feliz. Todo el mundo era rico, guapo, soleado y divertido. Era el mundo de Instagram. Ese que con fotos más o menos retocadas todo luce como realmente no es ni en él, ni en ella, ni en nuestras realidades. Es un mundo ocasional con final finito que dura lo que dura un bolsillo más o menos pudiente. Detrás del escaparate están las miserias. Nuestras miserias personales, las miserias de nuestros negocios de belleza, las miserias de nuestras finanzas y las miserias de nuestros equipos y clientes. Todos tenemos miserias que esconder y con ese “mundo feliz” que nos da una ventana tecnológica, pretendemos engañar inclusive a los que mejor nos conocen. El mundo de la peluquería y en general el de la belleza ha vivido su Instagram inclusive antes de inventarse la red social. Es y ha sido un mundo retroalimentado por nuestros propios egos. Egos de creación, egos de titularidad, egos de negocio y egos personales. Esos egos han empobrecido la imagen de la peluquería en el mercado, porque nuestros egos nos alimentaban más que el valor de los tickets que cobrábamos a nuestros clientes; pero de esos “egos” no se come. De qué nos sirve subir a un escenario y publicar muchos cambios de estilo cuando nuestro salón está vacío. Alguien debe hacernos bajar de esa levitación artística para ser capaces de gestionar negocios rentables. Nadie se puede permitir el lujo de ser igual que cuando abrió su salón. El mercado ha cambiado, las modas también, sus equipos después de diez años de convivir con ellos, sus expectativas son otras y nuestras clientes,

¿qué vamos a decir de nuestras clientes?, nuestras clientes, hoy pueden hacerse la mayoría de los servicios en sus casas comprando por internet mientras nosotros seguimos subiendo una foto tras otras en nuestras redes sociales, acompañadas de muchos “likes” de amigos y competencia que nunca revierten en nuestros negocios, ni pagan nuestras facturas. Así pues, amigos peluqueros que tanto os envidio por las habilidades que tenéis en vuestras manos y la imaginación para hacer de una persona vulgar, una persona exclusiva gracias a su corte, color o cambio de estilo, al mismo tiempo que os digo que “la vida no es Instagram”; os emplazo a dejar de levitar para hacer de este negocio una potente industria que no dependa de nadie más que de sí misma para subsistir. No existe el teletrabajo en los salones de peluquería, tenemos la oportunidad de interactuar con seres humanos, trabajamos en el mundo de la belleza y somos estetas por naturaleza, demos lo mejor de nosotros mismos valorando lo que hacemos; démoselo a conocer a nuestros clientes y creemos el mundo que nos llevará hacia adelante en una época cada vez más impersonal, con menos oportunidades de tratar a personas y sacar lo mejor de ellas a través de su imagen personal. 

De qué nos sirve subir a un escenario y publicar muchos cambios de estilo cuando nuestro salón está vacío.

Os emplazo a dejar de levitar para hacer de este negocio una potente industria que no dependa de nadie más que de sí misma para subsistir. Gonzalo Fuster-Fabra. Abogado • www.fusterfabra-abogados.com


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