Poemas y relatos premiados 2017
Poemas y relatos premiados XXXIV Concurso literario Cal y Sarmiento
Š Departamento de Lengua Castellana y Literatura. i
“Cuando tengas algo que decir, dilo; cuando no, también. Escribe siempre”. AUGUSTO MONTERROSO
“Los científicos dicen que estamos hechos de átomos, pero a mí un pajarito me contó que estamos hechos de historias”. EDUARDO GALEANO
“Contemplar las palabras sobre el papel escritas, medirlas, sopesar su cuerpo en el conjunto del poema, y después, igual que un artesano, separarse a mirar cómo la luz emerge de la sutil textura. Así es el viejo oficio del poeta, que comienza con la idea, en el soplo sobre el polvo infinito de la memoria, sobre la experiencia vivida, la historia, los deseos, las pasiones del hombre”. JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO ii
La pasión de escribir es un fuego que no nace con las primeras letras, sino con la aventura progresiva de hacerse ser, de hacerse adulto. La palabra escrita se convierte, entonces, en una ventana a la que asomarse a un mundo que no se veía desde los ojos de niño y una poderosa herramienta para expresar el asombro de su descubrimiento. También es un medio para construirse desde dentro, un andamio que permite hablar de tú a tú con la propia conciencia. Un diálogo interior que, además de construir, abre la senda del autoconocimiento, del conocerse a uno mismo mientras se va haciendo. En ese yo que se conoce y se hace, se conquista la palabra, se desarrolla el gusto por su textura, su sabor, su cadencia al oído, por los significados que esconde y muestra para crear nuevas y múltiples realidades. Esas realidades, a ratos ocultas, a ratos visibles, como a plena luz del día, gritan, piden y hasta suplican tocar el oído, la vista del otro, llegar hasta ese lector ocasional, ese oyente accidental que, seducido por la melodía de la literatura, se deja caer en sus brazos. Es, en ese momento, cuando se materializa la magia de la escritura, todo su poder de crear mundos posibles, como decía Alejo Carpentier, habitados por seres de tinta que hablan, viven y sienten su propia existencia como si fuera la de sus jóvenes creadores.
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PREMIOS DEL XXXIV CONCURSO LITERARIO CAL Y SARMIENTO (2017) POESÍA 1º CICLO DE ESO 1º PREMIO: “Basta de machismo”, de Ainhoa Quevedo García (2º ESO, IES Oleana)......................................................... 6 2º PREMIO: “Mi mundo de sueños”, de David González Navarrete (1º ESO, IES Núm. 1)..................................................... 9 PROSA 1º CICLO DE ESO 1º PREMIO: “Entre sombras”, de David González Navarrete (1º ESO, IES Núm. 1)..................................................... 10 2º PREMIO: “Prométemelo”, de Elena Más Ejarque (1º ESO, IES Núm. 1).................................................................. 16 POESÍA 2º CICLO DE ESO 1º PREMIO: “Pestañeos de eternidad”, de Lorena García Gil (4º ESO, IES Núm. 1).................................................................. 22 2º PREMIO: “Always: elegía a Allan Rickman”, de Sabrina Heredia Cutanda (4º ESO, IES Núm. 1)...................................................... 24 PROSA 2º CICLO DE ESO 1º PREMIO: “Kvothe”, de Julia Alexandra Balc (4º ESO, IES Núm. 1).............................................................. 25 2º PREMIO: “Tiempo de plomo”, de Elena Esteban Gómez (4º ESO, IES Núm. 1).......................................................... 37 iv
POESÍA BACHILLERATO 1º PREMIO: “Reacia”, de Elena Játiva Novella (1º Bachillerato, IES Oleana)..................................................... 47 2º PREMIO: “Poesías”, de Octavia Daniela Buliman (1º Bachillerato, IES Oleana)............................................ 52
PROSA BACHILLERATO 1º PREMIO: “La chica invisible”, de Patricia Letterer Ramos (1º Bachillerato, IES Núm.1).............................................. 58 2º PREMIO: “Sobre una búsqueda”, de Jéssica Elena Iordache (2º Bachillerato, IES Núm.1)................................................. 68
PREMIOS EXTRAORDINARIOS POESÍA: “Introducción al caos”, de Ángela García López (1º Bachillerato, IES Núm. 1).................................................. 72 PROSA: “El arte que susurra historias”, de Ángela García López (1º Bachillerato, IES Núm. 1).................................................. 77
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“Basta de machismo”, de Ainhoa Quevedo 2º de ESO
BASTA Basta de machismo, basta de sexismo, basta de racismo y de vandalismo. Basta de homofobia, basta de xenofobia, basta de dismorfobia y de heterofobia. Basta de violencia, basta de violencia de género, basta de maltrato animal y de un mundo que no permite la diversidad. Basta de guerras, basta de armas,
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basta de adversarismo y de un muertes en el campo de batalla. Basta de robos, basta de saquear, basta de atacar y de despojar. Basta de bullying, basta de acoso escolar, o como lo quieras llamar, pero basta ya. Basta de violación, basta de agresión, basta de depresión y de discriminación. Basta de muertes diarias en mi televisor, basta de que todos andemos sin preocupación, basta de niños con desnutrición y de futbolistas cobrando un millón. Y basta, basta ya, de este mundo sin igualdad, de este mundo sin verdad y de un mundo sin libertad. Y que pasa, 7
porque todo esto es así, un mundo donde no soportan verte feliz. Esta maldita sociedad, importa más el físico que la personalidad. ¡Venga ya! ¡Basta ya! Basta de exclusión, basta de represión, basta de marginación y de discriminación. Maldito mundo real, lleno de maldad, maldita sociedad, llena de crueldad. Lucha por tus ideales, ya no hay sociedad, hoy ya no, el mundo es soledad. Querida sociedad, odiada sociedad, te queda mucho por cambiar, por aprender, por mejorar, por luchar. 8
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“Mi mundo de sueños”, de David González Navarrete 1º de ESO
MI MUNDO DE SUEÑOS.
Suelo de chocolate, nubes de algodón,% % % % molaría estar en un mundo donde todo fuese dulzón. El más amargo café será una taza de té y todo el negro carbón será dulce turrón. Casas de jengibre, caramelos por doquier, me gustaría estar en un mundo donde todo se pudiese comer. Lacasitos, gominolas, yo quisiera desear y una dulce casita donde vivir hasta el final.
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“Entre sombras”, de David González Navarrete 1º de ESO
ENTRE SOMBRAS
Hola bienvenido, pensaba que no llegarías nunca. Bienvenido a una historia, una historia sobre un niño no muy especial. Y sí, es justo lo que estás pensando, ese niño era yo. Hace ya diez años de esto, entonces yo era un crío y tenía unos doce años. Vivía con mi madre en una casa cerca del centro de la ciudad en una plaza redonda con una fuente en medio, en ella se encontraban las principales tiendas de la ciudad, entre ellas el quiosco de golosinas. A mí me gustaba mucho ir allí, y con la escasa paga que tenía solía ir a comprar caramelos. Mi casa tenía dos habitaciones, una cocina y un baño. Cuando yo nací mi padre había muerto, y mi madre llevaba ya medio año viviendo sola, desde entonces yo siempre la he ayudado en todo lo que he podido.
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Era una tarde de invierno, el viento soplaba dejando un silbido en el ambiente, había nieve por todos los lados y los niños no paraban de jugar, todos menos yo. Un día de estos en los que el viento soplaba más que nunca, la plaza estaba desierta y la fuente congelada. Me asomé a la ventana y lo único que vi fue blanco, una espesa capa de blanco. Me encontraba enfermo, tumbado en la cama mirando al techo, no tenía ganas de recuperarme, y solo de pensar en la vuelta al colegio mi cuerpo se invadía de temor al recordar a Juan y sus amigos, todos sus insultos y desprecios, sus risas burlonas…Y entre estos temibles pensamientos al final me quedé dormido. Me desperté, miré mi reloj y me di cuenta de que no avanzaba, me asomé por la ventana y la plaza estaba iluminada por los cálidos rayos del sol. Veía muchos niños jugando, todos felices, pero no estaba Juan. Al que sí vi era Pedro, el dependiente del quiosco, que al verme me saludó con la mano. Bajé las escaleras y corrí hacia el quiosco mirando de reojo a los niños que me saludaban, me sentía tan feliz hasta que de repente… ¡Pum! Había chocado con el cristal del escaparate. Cuando abrí los ojos el señor Pedro me ayudaba a entrar allí. -Menudo golpe te has dado, ¡eh chico!- Me dijo Pedro que parecía haberse dado cuenta que ya me había despertado. -Sí, eso creo- Dije yo con un hilillo de voz. -¿Quieres algo?- me pregunto él con una voz cálida. -Sí, una taza de té por favor- Respondí yo poniéndome en pie. Estuve esperando un par de minutos hasta que Pedro volvió con una bandeja de bombones y dos tazas de té, que llenaron la habitación de un dulce aroma. -¡Bombones! Se me escapo un grito de alegría. Pedro me estaba mirando con cara de sorprendido. Empecé a comer. -¿Qué? ¿Te gustan?- Me pregunto con una sonrisa de oreja a oreja. Además, él sabía que no había probado uno de esos bombones en mi vida, debido a la mínima paga que me daba mi madre. Respondí, con mucho gusto, que sí.
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¡Clin, clin! Se abrió la puerta y apareció un grupo de niños que yo conocía muy bien, eran Jorge, Alex y Ana, venían conmigo a clase, Ana me preguntó: -¿Sales a jugar con nosotros?-Yo me lo pensé un par de veces y al final respondí que no. -¿Por qué?- Me preguntaron todos a la vez. -Ya sabéis, por aquí suele venir Juan. Y yo no tengo muchas ganas de encontrarme con él.-¿Pero qué Juan?- Preguntó Jorge, como si no supiese de quien estaba hablando. -Ya sabes... Juan, el pelirrojo…el de clase… el que siempre se mete conmigo... -Dije yo extrañado. -¿Juan? ¡Pero si no hay ningún Juan en nuestra clase!-Dijo Alex. Aun así decidí ir a casa a pensar en lo ocurrido. No entendía nada. -¿Qué narices está pasando?- me dije a mi mismo. Al llegar a casa estaba mucho más confuso que cuando había llegado, y decidí tumbarme nuevamente en la cama, ya que no tenía ganas de pensar. No sé muy bien cómo, pero de repente empecé a sudar, a sofocarme, y cuando parecía que ya no podía respirar me desperté de un salto. Entonces me di cuenta de que todo había sido un sueño. Miré el despertador, eran las seis de la mañana, faltaban dos horas para ir al colegio. Intenté volverme a dormir, pero fue imposible. Mi madre llamó suavemente a la puerta, entró en mi habitación y al verme ojeroso se sentó a mi lado, me acarició el pelo y me dijo: -¿Cariño, te pasa algo? Te veo cansado.- Comentó con dulzura. - No mamá, no me pasa nada. Solo me he despertado un poco pronto, y ya estáEntonces me levanté, me acicalé rápido y me fui a la cocina, tenía un hambre feroz. -En serio si te pasa algo dímelo, y…-No le dio tiempo a acabar la frase cuando cogí mi almuerzo y salí corriendo como un perdigón. Estaba frente a la puerta del instituto, entré con la cabeza gacha, andando hasta la taquilla. La abrí y empecé a rebuscar entre los libros hasta que de pronto alguien me estiró bruscamente del brazo y me caí de espaldas al suelo, allí estaban Juan y sus amigos riéndose de mí, y me dijo con desprecio: 12
-¡¿Qué te pasa pringao?! ¿Es que vas a dormir en el suelo?Estaba temblando, el miedo invadió mi cuerpo, no era capaz de menear un músculo, pero pasó un profesor y al verme tumbado en el suelo se acercó, mientras yo veía a toda la gente que pasaba por mi lado. No se molestaban en mirarme. En vez de eso le reían la gracia a Juan mientras él se hacía el inocente levantándome muy bruscamente para que pareciese que me ayudaba. - ¿Qué pasa aquí?- preguntó el profesor. -Nada profesor, solo que se ha caído y le estábamos ayudando.-Dijo Juan. -¡Ah vale!, menos mal… Recuerda que tienes que entregarme las fichas del tema siete, si quieres te explico todas las que son en la hora del patio.A lo que Juan respondió que él ya lo recordaba. Aunque por la expresión de su cara, sabía que se le había olvidado completamente. Entramos a clase, nos sentamos, las sillas estaban separadas, entonces recordé que teníamos un examen, ¡Y no lo había estudiado! El día cada vez iba a peor y suponía que no mejoraría en un buen rato. Mientras hacíamos el examen me di cuenta de que Ana me miraba de reojo, su típica mirada de nerviosismo. La clase acabó muy rápido. Salimos mientras se comentaban unos a otros como les había ido el examen, todo menos Ana y yo. Yo sabía que quería hablar conmigo, pero hice como si nada hasta la hora del almuerzo. Se me acercó como si no quisiera que le viesen, yo estaba pensando:” ¿Pero qué le pasa?“. Al final después de cinco minutos de espera decidió dejar de hacer la boba y se sentó junto a mí. % -¡Bocata de jamón!- Exclamó al abrir el papel de aluminio que cubría un delicioso bocadillo de jamón con queso untado. % -¿Qué quieres? ¿Ana te pasa algo?- le dije yo, un poco cansado. % -Ehh…- Dijo mientras se comía el jamón- Uy, perdón se me había olvidado, necesito hablar contigo, es muy urgente. 13
% -¿De qué quieres hablar?- le pregunté yo un poco extrañado. % -Bueno… Yo ya sabía que Juan te vacilaba, pero quería decirte que no eres el único. El jueves pasado íbamos Alex y yo andando de camino a casa, y al llegar al callejón de la tienda de informática, Raúl, el amigo de Juan le puso la zancadilla cayéndose de morros y estampándose contra la acera. Se rompió parte de un diente y sangraba por la nariz, el pobre no pudo contenerse y empezó a llorar. Yo me agaché para ayudarle pero por sorpresa Juan me estiró bruscamente de mi trenza, levantándome y amenazándonos de que no se nos ocurriera contar lo que había pasado a nadie, que sino pagaríamos las consecuencias. Bueno, el caso es que Juan es un caso perdido y nadie sabe cómo pararle.-Estamos muy asustados. No sé hasta donde son capaces de llegar.- volvió a comentar ella. -A mí me lleva amenazando aproximadamente un año, y no puedo más. Cada vez las consecuencias son más graves. Al principio sólo me empujaban o me ponían la zancadilla, después pasaron a robarme el dinero que llevaba encima, pero ahora incluso me pegan puñetazos y me insultan por internet.- exclamé yo. -Mi madre en casa me ve sufrir aunque no sabe porque. Yo tampoco se lo digo, no quiero que sufra por mí, ella ya lleva una vida bastante dura.- dije resoplando. -Yo personalmente creo que esto ha ido demasiado lejos. Deberíamos decírselo a alguien, necesitamos que esto pare de una vez por todas.- acabó por decir Ana. -¿Estás segura?- pregunté indeciso. -Si no lo hacemos ahora, seguramente no lo haremos nunca.- dijo ella con toda seguridad. Acabe cediendo aunque no muy convencido. Durante unos días Ana y yo nos fuimos juntando para hablar sobre el tema y cada vez nos traíamos más gente que, como nosotros, habían sufrido el maltrato de Juan, pero ninguno de nosotros habíamos tenido el valor de enfrentarnos a él. Al final del primer trimestre aun no habíamos reunido el valor suficiente para decírselo a nadie. Durante las vacaciones Ana y yo estuvimos separados, incluso Juan se fue de viaje a Madrid. Yo me quede aquí solo con mi madre durante todas las navidades, pero la verdad, no me quejo de ello ya que pude salir a jugar a la plaza sin que nadie me molestara, y aun14
que no estaba Ana, estuve quedando varios días con Alex, Jorge y otros chicos con los que descubrí mi gran afición, el baloncesto. Pero estos días de felicidad se pasaron volando, ya que al día siguiente siete de enero comienzan nuevamente las clases. Acababa de sonar el timbre, “¡Qué bien!” Bajé corriendo para dejar el libro de biología en mi taquilla, acto seguido fui al patio donde Ana y yo habíamos quedado, pero ella no estaba allí. De repente se oyó un grito que retumbó por todo el edificio, extrañada la gente se dirigió al lugar de donde provenía el estruendo, y allí estaba Ana, acorralada por Juan, gritando: -¡Ya no puedo más, déjame!Enfurecido de ver a Juan pegando a Ana me puse en medio para evitar que recibiese más golpes. Yo podía aguantar que me pegase a mí, pero no podía consentir que le pegase a ella. En ese momento me quedé alucinado, todos nuestros amigos que fueron rodeando la escena empezaron a apoyarnos diciendo: -¡Basta ya, déjales en paz! A Juan le cambió el rostro y no supo reaccionar ante tantos abucheos en su contra. Al mismo tiempo el director salió junto con otros profesores de su despacho acercándose al lugar. Todos le contaban con enfado el comportamiento de Juan con Ana, y también le recordaban que no solo era con ella, sino también conmigo. Después de esto el director tuvo una larga conversación con Juan y sus padres que acabó con su expulsión. Por fin toda nuestra pesadilla había acabado, ahora todos nos apoyamos y formamos una gran piña. Bueno, así acaba esta historia, la historia de ese niño no muy especial, que retó sus propios miedos con tal de ayudar a sus amigos.
FIN 15
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PROMÉTEMELO
CAPÍTULO 1
Era otoño. Un sábado de noviembre. La lluvia azotaba el “Prométemelo”, %cristal delantero de nuestro coche y el limpiaparabrisas no de Elena Mas dejaba de funcionar. No cabía duda en que no era un buen día para ir de compras, pero yo me había empeñado en que Ejarque así fuera.
1º de ESO
% Aparcamos en un parking cubierto y entramos en el centro comercial. Entré en la primera tienda que vi y tras mí, Luca y Antonette. % -Ahora salgo, ¿vale? -dije entrando a los probadores, sin esperar una respuesta que dijera lo contrario. % Luca jugueteaba con su cochecito nuevo, que al parecer le había cogido mucho aprecio, y Antonette se mordía las uñas destrozando su esmalte favorito, mientras esperaban mi salida del probador.
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% -¡Por fin! -aclamó Antonette cuando salí decidida con varias prendas en el brazo. % Dejamos atrás la tienda, y con un par de bolsas nos fuimos al coche. Era mejor irse ahora que esperar a que lloviera más. ¿O no? % Salimos del parking y emprendimos camino. Cada vez llovía más y más, hasta que de repente, paró. Algo raro había pasado, pensé, despertándome en un lugar desconocido, que no era mi casa.
CAPÍTULO 2 % -Un coche les embistió por detrás y se dio a la fuga. % Abrió los ojos centrándose en una enfermera de estatura media con una larga cabellera rubia. Estaba hablando con un señor robusto y abrigado con una gabardina de color castaño. A mi lado, en el mismo estado que yo, se hallaba alguien que me resultaba familiar. % -¡Katia! -gritó Luca intentando bajar de la camilla. La enfermera se acercó a él e impidió que bajara, tumbándolo otra vez-. ¿Y mamá? % Papá se sentó en la misma cama y nos explico a Luca y a mí: % -Vuestra madre ha tenido un accidente... % -¡Antonette no es nuestra madre, por mucho que se haya casado contigo! % -Katia, déjame terminar. Antonette a tenido un accidente, al igual que vosotros. Un coche se chocó contra vosotros, provocándoos varias heridas. La enfermera dice que os recuperareis pronto. % -¿Y por qué mamá no está con nosotros? % -¡Que no es nuestra madre, Luca! % -¡Basta ya! -gritó papá-. Antonette está en otra habitación, en ella las heridas son más graves. % -¿Podemos ir a ver como está? -preguntó
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% Papá asintió con la cabeza, pero antes nos explicó que Antonette se encontraba en un estado muy grave, y que cuando la fuéramos a visitar probablemente estaría dormida. Además, no podíamos ir a verla hasta que no nos dieran el alta. % CAPÍTULO 3 % % Dos días más tarde nos dieron el alta a Luca y a mi. Volvimos a casa. Cada tarde íbamos a ver a Antonette al hospital, aunque no me hiciera mucha gracia ir a ver como estaba. % -¿Por qué no contesta? -preguntó Luca % -Estará dormida, cariño. Ya volveremos mañana a ver si la pillamos despierta. % Papá siempre le contestaba lo mismo a Luca y, es que, no le quería hacer daño diciéndole la verdad. % -Está en coma, ¿verdad? -le susurré al oído. % Papá asintió. Le miré a los ojos. Por su cara se derramaban varias lágrimas de tristeza. Quería decirle que no se preocupara, que Antonette se despertaría y que pronto estaríamos todos en casa. No me llevaba del todo bien con la pareja de mi padre, pero no quería verlo llorar. Al fin y al cabo era mi padre, mi único apoyo en ese mismo momento, y lo único que quería es que estuviera feliz. Iba a decírselo cuando Luca se me adelantó. % -Papá no llores. Volveremos mañana y seguro que está despierta. Te lo prometo. % Luca tampoco quería ver llorar a papá, aunque él no sabía la verdad. Papá se limpió la cara con la manga del jersey que le regaló mamá el año anterior a enfermar. Nos fuimos a casa. Tal vez mi hermano tenía razón y al día siguiente si que estaba despierta. ¿O no?
CAPÍTULO 4 % -¡Papá, papá! % Eran aún las ocho. Yo me había levantado antes de lo normal ya que tenía que estudiar para el examen de filosofía que tenía al día siguiente. Luca se había enterado de que estaba despierta y no le parecía buena idea seguir durmiendo. 18
% -¿Ya es de día? ¿Puedo levantarme ya? -preguntó mi hermano desde su habitación. % -Sí claro, total ya estás despierto -le contesté. % Y nada más poner un pie en el suelo corrió hacia la habitación de papá. % -¡Papá, papá! Ya es de día, podemos ir ya a ver a Antonette. Arréglate rápido y así hablamos más tiempo con ella. A ver si tenemos suerte y la pillamos despierta -gritaba Luca saltando sobre la cama deshecha de papá y Antonette, estirando del brazo de mi padre. % -¡Luca! Cállate ya que vas a despertar a papá -chillé. % -Ya estoy despierto. % -¿Ves lo que has hecho? Ahora has despertado a papá -empecé a regañar a Luca. De todas formas no sirvió de nada. % -Tranquila, Katia. No le grites a tu hermano que no tiene la culpa. Ya estaba casi despierto antes que viniera -dijo mi padre. Seguro que era mentira, que no estaba aún despierto, solo lo decía con tal de que Luca y yo no discutiéramos. Y al fin y al cabo lo consiguió. % Hoy papá estaba más tranquilo. Más feliz. % -¿Entonces podemos ir hoy a verla? % -Por supuesto, cariño.
CAPÍTULO 5 % Tal y como había prometido papá, fuimos a ver a Antonette al hospital. Cada vez se encontraba peor físicamente. % No quería que le pasara nada grave, ya lo pasó mal papá tras la muerte de mamá como para otro bajón ahora. % -¿Sr Parker? -preguntó una enfermera acercándose a nosotros. % -Sí, diga. % -¿Puede acompañarme un momento? % -Por supuesto -asintió papá y se dirigió a mí-. Katia, cuida de tu hermano, enseguida vuelvo. 19
% Papá salió de la habitación junto a aquella preciosa enfermera. Prosiguieron por el pasillo y por fin llegaron a una pequeña sala. Allí se hallaba un hombre que lucía una larga bata blanca. Papá se sentó en una de las sillas que rodeaban la mesa central y la enfermera salió de aquel lugar y cerró la puerta. % -Debe de ser usted el marido de Antonette Parker, ¿no es así? % -Sí claro. ¿Por qué lo pregunta? % -Quería comunicarle que su esposa, la Sra. Parker, sufre un grave traumatismo craneoencefálico. % -Eso ya lo sabíamos, doctor. % -Lo que no sabéis es que las cosas se han complicado con Antonette Parker . Los otros doctores afirman que lo más probable es que fallezca dentro de un par de días. % -Eso no es posible. % -Lo siento mucho. % Papá salió corriendo de la sala y entró llorando en la que se encontraba Antonette. % -¿Qué ha pasado, papá? -pregunté asustada tras apreciar el sofoco de mi padre. % -A Antonette le queda poco tiempo de vida. % -¿Qué?
CAPÍTULO 6 % Papá estaba fuera junto a Luca. Le había pedido que saliera de la habitación, ya que si se quedaba dentro iba a ser peor. % -Por favor, hazme un favor -dije en voz baja entre sollozos-. Necesito que me prometas una cosa. No quiero que te vayas. Lo que quiero es que te quedes aquí conmigo para cuidarme. No te puedes ir ahora. Si no, ¿a quién le contaré mis historias con chicos? Porque no quiero perder a más gente. Al fin y al cabo eres la única que me comprende. La única madre que me queda. 20
% Un silencio. % -Prométeme que no te vas a ir. Eres demasiado fuerte. Prométemelo. % Otro silencio, más aterrador que el anterior. % -No te vayas, por favor. Es todo culpa mía, si no me hubiera empeñado en que fuéramos a comprar no habría pasado nada de esto. % Un pitido largo. Demasiado largo. Ese era el final. Me sentía demasiado culpable. No podía más con esa culpa. Tenía que hacerlo. Ella no se lo merecía. % ¿Merecía la pena seguir viviendo?
% %
CELOFÁN %
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PESTAÑEOS DE ETERNIDAD He aprendido a bailar en tus pupilas, con cuidado de no pisarme las inseguridades. He dejado de lado las ilusiones, para poder hacer frente a tu realidad,
“Pestañeos de Y me he dejado puesta la sonrisa que me compraste aquella tareternidad”, de de septiembre, No pienso cambiarla por nada nunca. de Lorena Pero tengo que asimilar, que tus ojos algún día ya no brillarán, García Gil Y que es posible, que los míos haga ya tiempo que no estén.
4º de ESO
Pero aunque sé que el tiempo pasa muy rápido, demasiado rápido, Me gusta medirlo en pestañeos, porque cada uno de los tuyos, parece infinito. Me digo que debo alejarme de ti, y me contradigo, Recordando que es imposible hacerlo.
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Cómo olvidarte, si contigo aprendí a ser sin miedo, Y cómo recordarte, si el miedo llega, al pensar que te quiero. Tú me diste alas para volar, pero fui yo la que aprendí, Ya que nunca me sentí tan libre, como cuando nos dejé ir.
MIA
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“Always: elegía a Allan Rickman”, de Sabrina Heredia Cutanda 4º de ESO
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Always : Elegía a Allan Rickman Cuando la flor murió la poción quedó vacía, ocultando en su ser, lo mucho que sufría. Tantas noches observándola tras el espejo de Oesed, engañado por su anhelo, sin poder saciar su sed. No hay Crucciatus más cruel ni maleficio más oscuro, que pueda hacerle olvidar, su sentimiento más puro. Ni siquiera un Obliviate sería capaz de borrar, aquellos nobles ojos verdes, que tanto llegó a amar. Una inocente lágrima brotó y se derramó, mientras que una pena máxima, lo asoló.
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“Kvothe”, de Julia Alexandra Balc 4º de ESO
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Kvothe
18-11-2016 “Un hombre muere tras recibir dos disparos detrás de un bar” Había llegado el día, y no había estado más decidida en su vida. Se limpió las lágrimas antes de salir de casa y estrechó con fuerza entre los dedos el collar que llevaba colgado del cuello; un camafeo con una foto en su interior. Iba preciosa. Nunca antes se había maquillado tan bien, y había rescatado del fondo del armario su ropa más provocativa. Desde la muerte de su hermana todos esos detalles, ir especialmente arreglada o embellecerse, le habían dado igual. Pero era una noche muy especial. Sonrió a los que le sonreían, mandaba besos por el aire a cualquier asqueroso que le silbase. No soportaba ese tipo de comportamientos, pero no iba a darles la satisfacción de mostrarse incómoda. Era la dueña de la situación esa noche.
Llevaba meses espiando a ese desgraciado. Meses viéndolo en más de un lugar. Meses viendo como sus víctimas caían por su labia, una a una. Pero claro, sólo una había tenido la mala suerte de morir. No entendía por qué su foto no había estado en todos lados, o por qué nadie hablaba del tema ya. No entendía que no se le hubiese condenado. No entendía qué había sucedido en el juicio. No entendía nada. Más de uno la miró de pies a cabeza cuando llegó al bar, y se mordió el labio para todo su público. Estaba radiante y lo sabía. Pero por dentro ardía de rabia. Había dejado de ir a clase tras la muerte de su hermana, había dejado de hacer todo lo que hacía y apenas si salía de su habitación. Al menos tenía amigos y una pareja que la ayudase, pero había caído en la más absoluta miseria. Pronto dejaron de caerle las lágrimas, pero ese sentimiento de vacío persistía. No pidió ninguna bebida fuerte, pero sí tenía que disimular con algún refresco. Él ya estaba en la pista de baile, lo veía. Con su sonrisa y sus pasos, llamaba demasiado la atención. La ponía enferma. El día del juicio, cuando vio la cara del hombre que había derrumbado su vida, se le quedó grabada a fuego. Igual que su nombre. No iba a apagarse nunca el fuego que tenía dentro, no iba a perdonárselo bajo ninguna circunstancia. Y el mundo se le cayó a los pies cuando salió indemne. Un guardia tuvo que acompañarla al exterior a causa del escándalo que causó. No podía aceptarlo. Agradecía que él cambiase de aires de vez en cuando. No soportaría nunca estar en el último lugar en el que había estado ella. Ese bar incluso tenía un callejón y varias puertas traseras. Tardó dos canciones en atraer su atención, y otro par en tenerlo enganchado. Evidentemente, no quería nada con él. Y parecía que aquello a él le atraía, al muy cerdo. Había tenido que tener mucho cuidado para conseguir un arma, y para aprender a utilizarla. No era demasiado legal, pero a esas alturas en su vida le daba completamente igual. No tardaron en dejarle de temblar las manos al sujetarla, y en cuestión de días ya ni se echaba hacia atrás al disparar.
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Cuando él le ofreció un lugar más íntimo, no dudó en aceptar. Lo llevó hacia la puerta trasera, que ya había comprobado que estaba abierta. El callejón los recibió vacío y medio oscuro, perfecto para las intenciones de ambos. Sintió un asco profundo cuando se besaron, y su primer impulso fueron unas ganas tremendas de apartarlo de ella. Pero lo aguantó hasta que se él relajó entre sus brazos; hasta tenerlo a su merced. —Retrocede tres pasos, muy despacio. —le dijo al joven, que en un principio se quedó rígido. Pero, sintiendo la boca de la pistola presionada contra su pecho, no le quedó otra opción. ¿Cuándo había sacado aquello de su bolso? — ¿Quién eres? —intentó mantenerse tranquilo, pero le costaba trabajo cuando tenía delante a una chica apuntándole con un arma. —No mereces saber ni siquiera eso. —las lágrimas volvían a correr por sus mejillas, pero no le temblaba la voz, ni la mano.— La violaste y la mataste, y espero que no haya pasado día en el que no lo hayas recordado. Era mi hermana... ¿y me la quitaste por diez minutos de placer forzado? Me das asco. Sus meses de preparación le dieron la seguridad que necesitaba para apretar el gatillo antes de volver a escuchar la voz de él. No quería esperar más. No quería echarse atrás.
15-7-2016 “Un joven fallece por la explosión de gas que se produjo en una vivienda del centro”. Botellas vacías, tiradas por todos los rincones. Manchas de alcohol y vómito por doquier. Papel de liar, filtros, tabaco y colillas en cualquier lugar en el que se depositase la vista. Vasos medio llenos, con el hielo ya derretido, tirados por todos lados. Lo que anoche contenía numerosos trozos de hielo ya sólo ofrecía agua, algo sucia, pero que habría servido para despejar la mente del dueño de aquel piso, si metiese la cabeza dentro por un rato. Pero claro que no lo hacía, porque el sueño se había instalado en todos los rincones de su cuerpo para permanecer. El alcohol ingerido la noche anterior debía de tener que ver algo al respecto. Su cumpleaños le parecía suficiente motivo para organizar una fiesta que dejase su casa destrozada de aquella manera. Había merecido la pena. E Isabel había estado ahí, lo que le cau27
saba sonrisas en sueños, recordando su cuerpo y su risa, borracha y graciosa como ella sola. Demasiado vaga para arreglarse en exceso, pero a él le gustaba pensar que lo había intentado un poco. Por la ocasión. Se despertó algo mareado, cosa que evidentemente asociaba al uso poco ortodoxo de todo tipo de sustancias. Se estiró y se quedó un rato ahí, tirado en el sofá como estaba, intentando recomponer pieza por pieza la fiesta, y calculando aproximadamente a partir de qué momento no recordaba. Tenía el leve recuerdo de que ella había sido la última en irse, más porque se quedó dormida en algún rincón que por otra razón. Cuando se dignó a levantarse, se dirigió a la cocina, buscando un analgésico que pudiese deshacerle de su estado. Encontró, sin embargo, una taza de café a medio beber, con restos de labial rojo. Ver aquello le hizo sonreír, porque Isabel era la única chica de la fiesta que llevaba aquello. Tomó la bebida, comprobando que ya se había enfriado; ella debía de habérselo preparado hacía ya horas, antes de irse. Se la acabó de un largo trago, y tanteó la mesa en busca de algún paquete de tabaco olvidado por ahí. Su vista, demasiado cansada, no reparó en los botones del hornillo. Su olfato no detectó el desagradable olor del aire, que mezclado con todo lo restante de la noche anterior, ni le sorprendía. Al cuarto intento, consiguió encender el mechero. Siempre le habían dicho que los cigarros serían su muerte, pero no se imaginaba en absoluto que de aquella manera.
19-5-2016 “A juicio por violación y asesinato”. Presión social y escándalo público fueron los principales factores que aceleraron el proceso judicial. Por un lado, era una molestia, porque el juez Lucas Harper no estaba acostumbrado a lidiar con ese tipo de prisas. Pero, por otra parte, podría quitárselo de encima cuanto antes. No era como si se tuviese que pensar mucho su decisión, de todas maneras. El día del juicio, la alarma lo despertó a las siete en punto, como de costumbre. Soltero y sin hijos, sólo lo recibían los rayos de sol que se filtraban a través de las cortinas al empezar el día. El agua fría de la ducha sobre su piel hacía que se le despejase la mente, el roce de la ropa elegante y limpia lo hacía estremecer. Aunque lo que más agradecía y disfrutaba, con diferencia, era el desayuno. Desayuno que apenas terminaba cuando oyó el timbre sonar. 28
Esbozó una sonrisa que, si hubiese sido vista por cualquiera, habría resultado siniestra; sabía perfectamente quién era, y el propósito de la visita. —Buenos días, señor Harper. —ese saludo tan formal provenía de parte de un hombre de mediana edad, alto y serio, cuya mano sostenía un maletín de cuero. Lo acompañaba una leve sonrisa divertida, casi íntima. En la puerta y en conjunto, ambos apestaban a dinero. Un movimiento de cabeza por parte de Lucas fue suficiente para que el recién llegado se adentrase en la casa, y lo recibió una palmada juguetona en el trasero una vez el juez hubo cerrado la puerta. —Veo que sigues yendo al gimnasio. La verdad es que se te nota, Marcus, y me viene bien porque en la cama no... — Pero, evidentemente, no estoy aquí para que hablemos de qué hago o no en la cama. — lo interrumpió el tal Marcus, dándole la espalda para esconder el rubor que afloraba en sus mejillas. Con pasos que demostraban que no era ni de lejos la primera vez que estaba ahí, se dirigió al salón. Dejó el maletín sobre la mesa, procediendo a sacar de este distintos sobres. —Como ya sabemos, hoy tienes un juicio un tanto... turbio. —procedió el abogado— Yo no voy a estar presente, pero me pasaba para asegurarme de que tenemos claro todo el procedimiento. No quisiéramos que encarcelaran a la persona equivocada. Lucas entornó los ojos. -—¿Está todo el dinero en el sobre? —dijo con sequedad, tomando dicho sobre de las manos de su compañero para comprobar que tenía dentro hasta el último billete. La libertad era cara, y él no se arriesgaba por nada. Marcus desvió la mirada, fingiendo que ordenaba el resto de papeles que había preparado. No sabía hasta qué punto aquello estaba bien, pero también había dejado de cuestionárselo hacía tiempo. —También tengo pruebas, informes médicos, incluso algún que otro testimonio... todo lo que necesitas para que el proceso te sea rápido y fácil. —añadió, extendiéndole todas aquellas cosas.— Haz las cosas bien, Lucas. 29
Éste sonrió, complacido. Era impresionante lo que una amplia red de contactos podía hacer por ti.
20-12-2016 “Otra víctima: una mujer muere tras practicarse una cirugía estética”. De vez en cuando, alguien seguía dándole el pésame. Y lo agradecía, pero no sentía que lo necesitase. Ya no. En realidad, no estaba segura de que sintiese nada a esas alturas. En muchas ocasiones había pensado que su hijo iba a tener que enterrarla a ella. ¿Cómo iba a imaginarse que sería al contrario? No había tenido ni la fuerza necesaria para elegir un ataúd decente. Tan pequeños, le recordaban a juguetes. Los juguetes con los que su niño habría jugado si hubiese seguido con vida. Dicen que el dinero no da la felicidad, pero a ella le ayudó a escudarse de la verdad. Ella era mejor, ¿ cómo si no había conseguido no derrumbarse del todo? Ella estaba por encima de los demás, ¿cómo había conseguido seguir adelante si no? No necesitaba a nadie. No había necesitado a nadie más para criar a su hijo y no iba a necesitarlo después de perderlo. Era superior a todo eso. El dinero nunca fue un problema para ella, pero verse de repente compensada con una suma inimaginable la satisfacía. Eso y que la conductora se estuviese pudriendo en la cárcel la ayudaban a sobrellevar un tanto la situación. Siempre se había considerado más bien atractiva. No tenía problemas en mostrarse orgullosa por su aspecto. Pero, como con todo, nunca podía estar totalmente satisfecha. Necesitaba más, necesitaba arreglos y necesitaba verse totalmente perfecta. ¿Qué tenía de malo centrarse en sí misma ya que ya no tenía a nadie en quien hacerlo? Algunas personas lo llamarían mecanismo de defensa, pero simplemente no lo veía así. A sus treinta años, era muy joven para no gustarse a sí misma aún más. Las visitas al médico comenzaron a hacerse regulares. En cuestión de meses, sus labios eran carnosos, su nariz tenía el mejor aspecto que nunca había tenido y su pecho era firme y bonito. Ella era bonita. Y estaba feliz. No esperaba de aquello que llenase el vacío que se había instalado en su interior, pero siempre sentía que no era suficiente. Su médico le había 30
advertido que tenía que tener cuidado, porque excederse en un periodo reducido de tiempo podía acarrearle graves problemas. Pero era adictivo, en cierto modo, y nunca había sido alguien que tomase precauciones en exceso. Ella era mejor que eso, se repetía. Podía con todo. Eso se dijo el día que se tumbó en la camilla de hospital, sabiendo que pronto entraría en un quirófano. Cerró los ojos por última vez con una sonrisa.
6-6-2016 “Capturan a un sospechoso del crimen de la mujer que fue lanzada de un puente”. Años. Había pasado años a su lado. Cuidándola, ofreciéndole todo su ser. Pero a pesar de todos sus esfuerzos, otra había sabido conseguir su amor mejor que él. Puerta con puerta, habían crecido juntos. Desde pequeños que eran inseparables. Ella había estado ahí cuando él dio sus primeros pasos, aunque no lo recordase. El estaba presente cuando la madre de ella le daba el pecho, a pesar de que sus recuerdos no alcanzasen a tanto. Siempre juntos en la fila de la guardería, Aaron se aferraba al brazo de Mia, que mantenía la cabeza erguida, con confianza. Preparada para defender a su mejor amigo de lo que fuera. A la hora de la siesta, siempre podías encontrarlos acurrucados el uno contra el otro. Ya desde muy pequeña, ella sufría de pesadillas recurrentes. Por ello, innumerables veces Aaron la había abrazado, su cuerpecito asustado y tembloroso, mientras ella intentaba conciliar el sueño de nuevo. Las madres de ambos aún conservaban la foto que les fue tomada en la puerta del colegio, el primer día de clases. Cogidos de la mano, sonrientes y nerviosos. Más tarde aquel día, tuvieron que volver, porque sus niños habían causado problemas. Mia, enfurruñada, no miraba a nadie a la cara. Aaron lloraba, aunque intentase disimularlo un poco por la vergüenza. La madre de Mia no sabía qué decirle, mientras que la de él lo abrazaba y le hablaba para intentar calmarlo. Otros niños se habían burlado de su mejor amigo, y la chica no había dudado en saltar para defenderlo. No entendía cómo se atrevían quisiera a meterse con el color de su piel, ese tono oscuro que a ella siempre le había fascinado.
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Cuando en tercer curso los separaron en diferentes clases, pasaron semanas quejándose a todo el que los escuchase. No podían hacer nada más, de todas formas. Seguían yendo a clase juntos y volvían a casa igual, pero se pasaban las horas esperando cualquier patio o pausa para poder verse y contarse cualquier cosa. En quinto de primaria, cuando Aaron tuvo que quedarse en casa durante una semana porque estaba enfermo, Mia dejó que se copiase todos sus deberes para que no se retrasase demasiado. “Pensar demasiado no es bueno para la fiebre”, le había dicho, en broma. Años después seguían riéndose de la bronca que la madre de él les había echado al pillarlos con aquello. Cuando empezaron la ESO, hicieron todo lo posible porque les tocase en la misma clase. Sus padres dejaron que comiesen más helado de la cuenta cuando descubrieron que así sería, como celebración. En algún momento durante sus años de instituto, crecieron. Dejaron de ser niños y poco a poco la experiencia y los años los fue moldeando. Cuando llegaron a bachiller, seguían siendo inseparables. Ella no había dejado de estar ahí para él, tampoco al contrario. Mia le llevaba agua y estaba ahí para consolarlo durante sus ataques de ansiedad y vómitos. Fueron juntos a terapia una vez Aaron averiguó sobre los cortes de ella. Decidieron juntos que la bulimia y la autolesión no era algo por lo que quisieran pasar solos. Con el tiempo, el apoyo mutuo y la medicación, mejoraban. Poco a poco. Iban juntos al gimnasio, para descargar toda esa tensión. Al salir se sentaban juntos en los columpios de algún parque infantil para compartir tabaco de liar, una vez se hubiese quedado vacío el lugar. Fue durante alguno de esos momentos que Aaron se dio cuenta de que estaba enamorado de su mejor amiga. Observando como fumaba, despreocupada y agotada por el ejercicio, relajada y comportándose como si nadie la viese, porque junto a él podía actuar de aquella forma. Y comprendió que había sido así durante mucho tiempo. Pocas cosas cambiaron entre ellos, porque nunca se atrevería a confesarse. La quería y era la persona con la que más intimidad tenía, pero al mismo tiempo lo intimidaba un tanto. Su seguridad era impresionante, algo de lo que él siempre había carecido. Estaba convencido de que si fuese a haber algo entre ellos, ella sería la primera en tratar el tema. Así que esperaría. Pasó el tiempo, y ambos acabaron bachillerato. Ella, de ciencias de la salud; él, de ciencias sociales. Su primera borrachera real en el banquete los llevó a despertarse en la casa de al32
guien que no habían visto en su vida, tirados detrás de un sofá viejo y cubiertos por manchas de alcohol y cenizas de cigarros. Salieron del lugar entre risas y con un dolor de cabeza increíble, sujetando los zapatos en la mano para disfrutar del calor que acumulaba el cemento durante esos meses del año. Ya en casa y después de soportar el discurso de sus padres sobre su irresponsabilidad, descubrieron todas las fotos y vídeos que conservaban de la pasada noche para aportarles un poco de realidad a la pérdida de sus recuerdos. Mia empezó la carrera de medicina y Aaron se decantó por periodismo, pero no perdieron nada de contacto. Se entregaban todo el tiempo libre. A él se le revolvía el estómago cada vez que ella le contaba sobre gente que había conocido en la facultad. Sabía que algo malo iba a salir de aquello, y tenía los celos a flor de piel cada vez. Aún así, estuvo ahí para ella. Estuvo sentado en el sofá a su lado cuando salió del armario delante de sus padres, como bisexual. Cosa que todo el mundo se tomó bien, pero sólo lo asustaba aún más. Los ataques de ansiedad y frustración volvieron cuando ella le confesó que le gustaba una chica de su clase. Meses más tarde, cuando comenzaron a salir, le costaba cada vez más disimular que todo estaba bien. No lo estaba en absoluto. La chica no era desagradable, incluso se llevaba bien con ella. O eso aparentaba. Porque sabía que ella tenía todo lo que él siempre había deseado, y no lo aguantaba. En un principio, pensó que esas ideas eran pensamientos intrusivos, pero no podía quitárselas de encima. Tardó semanas en hacerse a la idea de que aquello sí podía llevarse a cabo, y un par de meses en reunir el valor para enfrentarse de cara al plan. El miedo fluía por cada uno de sus capilares cuando la citó en el puente, en plena noche. “Es importante”, le había dicho. Y ella conocía sus problemas de ansiedad, suponía que a través de Mía, así que no cuestionó el quedar con él. Lo que sí que no se esperaba era que él la acorralase y agarrase, con los ojos muy abiertos y más alerta que nunca. Tanto tiempo yendo al gimnasio sí había servido de algo, al parecer. —Si yo no puedo tenerla, nadie lo hará. —susurró con claridad, y fueron las últimas palabras que la joven escuchó.
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22-7-2016 “Fallece atropellado un niño por culpa de una conductora ebria”. Los rumores en ese tipo de lugares eran como la purpurina. Nunca podías deshacerte del todo de ellos. Nadie se lo había confirmado, pero tenía entendido que la chica que a principios de años había sido encontrada muerta, había estado bebiendo en ese mismo bar. Y eso le parecía muy, muy atractivo a Eve, cuya felicidad dependía en bastante parte de la comida y el alcohol. Alcohol que podía proveer fácilmente aquel bar, que además contaba con el morbo de lo violento. Hacía años que había dejado de sentir, y pocas semanas desde que le había dado una oportunidad a la terapia. Pero el alcohol llevaba mucho con ella, y era un amigo fiel con el que era muy difícil cortar lazos. Copa tras copa, la sonrisa se le ensanchaba cada vez más y los recuerdos se volvían borrosos, inalcanzables. Sólo estaba ella, o así lo sentía. Aprender a mantenerse en pie se había vuelto un ejercicio para cada vez que bebía, y siempre había sido alguien que hiciese sus deberes. Giraba en la pista de baile, intoxicaba su cuerpo y sentía su pulso subir y su temperatura bajar. Si no hubiese sido por el ambiente, habría tenido incluso frío. De todas formas, era algo inevitable. Era julio, pero el alcohol la dejaba indefensa y casi no le dio tiempo a llegar a una esquina algo más apartada para desperdiciar toda la bebida y su cena. Temblorosa, volvió a su coche, donde rellenó su estómago con agua hasta no poder más. Arañó alrededor del orificio cuando fue a introducir la llave, y se quedó unos segundos descolocada cuando escuchó el motor en marcha. A cualquiera le hubiera extrañado que no acabase fuera de la carretera en los primeros cinco minutos, pero ir en línea recta no era tan complicado, aún en su estado. Los semáforos y pasos de cebra no existían para ella. Ya había dejado de controlar su velocidad. Y su vista desenfocada no vio al niño que tenía delante.
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12-3-2016 “La joven hallada muerta la pasada noche había sufrido abusos sexuales A pesar de ser sólo marzo, el tiempo era muy bueno. Bastante caluroso, para ser tan tarde. Aunque eso, evidentemente, le daba igual a Jonathan, cuyo destino era un bar saturado de personas. Siempre era más sencillo no volver solo a casa de esa manera. Lo primero que le recibió, en la fachada del local, eran grupos de personas buscando tomar el aire después de haber pasado horas en el interior. Pasó de largo, esquivando algún que otro charco sospechoso e intentando no pisar cristales de botellas ya rotas. A casi medianoche, no muchos se fijaron en él cuando entró al lugar, pero casi que lo prefería así. Cuando llegó a la barra, pidió y pagó una copa de whisky, que no tardó en tomarse de un trago. Estaba nervioso. Ansioso, más bien. Y necesitaba calmarse de alguna manera, pero sabía que hasta no conseguir lo que había ido a buscar no iba a librarse de esa sensación. Nunca le habían gustado las chicas que iban en grupo. Pensaba que aquello sólo le dificultaba las cosas. Prefería encontrar a alguien solitario, alguien que no mucha gente echase en falta si se iba sin avisar. Cuanto más rápido todo, mejor. Dejó que su mirada se pasease por entre la multitud. Gente sudorosa, con la ropa pegada a la piel, moviéndose al ritmo de la música y con más alcohol en la sangre del que les gustaría admitir. Uno de sus panoramas favoritos. Pronto la bebida le hizo efecto a él también y se sintió un tanto descolocado, pero poderoso. Sus ganas de pasar a la acción ascendían por minutos. Imitando algunos de los movimientos que veía en otras personas, se deslizó por la pista, con una nueva copa medio llena en la mano. Ya entre la multitud, llamó la atención de más de una. Era joven y atractivo, y eso era lo único que necesitaba para triunfar en un lugar como aquel. Repartía sonrisas entre las jóvenes que lo miraban, pero no tardaba en huir cuando alguna se le acercaba. No quería hacerse el misterioso, pero realmente ninguna de esas chicas le interesaban. Multitud de canciones más tarde, el sudor brillaba sobre su piel y el alcohol corría a través de sus venas como adrenalina. Frente a él, una joven cuyo nombre desconocía y apenas se sostenía. Misteriosa y feliz, hacía que Jonathan perdiese los estribos. La deseaba, pero ella no daba señales de querer ir a más. Cuando se le resistían, sólo aumentaban su libido. 35
—¿Quieres salir un momento? •—dijo él pegado a la oreja de ella, lo suficientemente alto para hacerse oír por encima de la música. Ella se limitó a dedicarle la sonrisa más radiante de la que disponía, y tomándolo de la mano lo condujo a través de la multitud al exterior. En varias ocasiones estuvo a punto de caer, pero con un equilibrio fruto de la experiencia, conseguía no acabar en el suelo. La brisa de la noche los recibió, satisfaciendo el deseo de ambos de deshacerse del calor que habían ido acumulado en la pista de baile. Solos frente al edificio, se sentía como una intimidad engañosa. Era demasiado tarde como para que hubiese gente por ahí; incluso las personas que Jonathan había visto nada más llegar se habían retirado, bien de vuelta al interior, bien lejos de allí. No hubo resistencia por parte de la joven cuando él la acorraló contra el muro de la discoteca, compartiendo un apasionado beso entre carteles medio descolgados y grafitis. En cambio, cuando él fue a introducir su mano por entre la tela de su ropa para llegar a acariciar su muslo, ella intentó empujarlo, ejerciendo presión sobre su pecho y en las piernas, para cerrar estas. Pero iba demasiado borracha para poder parar los deseos de Jonathan, que hacía rato había dejado de pensar con claridad. Nadie estuvo ahí cuando él la arrastró hasta su coche, aparcado a poca distancia. Nadie oyó sus gritos ahogados por la mano que le tapaba la boca. No disponía ni de la fuerza necesaria para hacerle daño de verdad, para conseguir que la soltase. El alcohol, mezclado con el pánico descomunal que sentía, sólo le embotó los sentidos. Poco sintió del golpe que le fue atestado, para dejarla medio inconsciente y sumisa en el asiento trasero mientras el coche se alejaba hacia el callejón más oscuro que encontrase. Lo que llegó a sentir con claridad era la violencia de él sobre ella, el deseo enfermizo que le hacía daño y la humillaba en lo más profundo. Sintió como la sangre dejaba de llegar a sus manos, poco a poco, a causa del fuerte agarre que oprimía sus muñecas. Ni siquiera podía ya ver bien la cara de su agresor, en parte por la poca luz que había y en parte por las lágrimas que le nublaban la vista y le mojaban la cara. No se arrepintió de intentar golpearlo con el tacón de su zapato, y se llevó una mínima satisfacción sabiendo que lo había conseguido. Pero no duró mucho porque, en su enfado, Jonathan la agarraba del cuello. El no controlaba su fuerza, el torrente de emociones y sensaciones lo arrastraba a la locura del momento. Los lamentos de ella no duraron mucho más.
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“Tiempo de plomo”, de Elena Esteban Gómez 4º de ESO
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TIEMPO DE PLOMO Faltaban 24 horas Los copos de nieve caían lentamente, como si pudiesen flotar en el viento. La nieve del suelo ya estaba sólida, y sentía que era capaz de derretirla con mis lágrimas, que salían victoriosas de mis ojos. Reía para mis adentros, estaba segura de que, al menos en ese momento, era humana. Lloraba, y seguía llorando aún más por estar llorando. Cuando se llora, se endurecen los ojos y te sientes igual que una perra mojada. Pero las lágrimas no solamente calentaban mis ojos, también mis mejillas, mi única fuente de calor. Si intentaba secármelas con mi propia lengua, sabían saladas. Desconocía si llegaría a sentirme persona después de aquello, si alguna vez lograría escapar de esa galera en la que había vivido siempre. Cualquiera hubiera dicho que lo estaba haciendo en ese momento, pero me sentía más muerta que viva, no sentía nada.
Mientras continuaba caminando, mientras mis botas hacían a la nieve crujir, me topé con un cuerpo inerte tendido en el suelo. Le tomé el pulso para ver si respiraba, no como yo. En ese momento te despertaste, y saltaste tan alto por la sorpresa que caíste sobre un charco de agua helada, salpicándome en las rodillas. -Vaya, me he caído del banco. Habré dado una vuelta de más mientras dormía.- dijiste somnoliento mientras yo me sorprendía cada vez más. -¿Y esa cara? -Me extraña el hecho de encontrarme con un vagabundo tan joven. -expresé con el deseo de salir corriendo de allí. -Un vagabundo de 17 años no es algo extraño, y menos aquí, en este pueblo. Otra cosa es que las láminas de oro que cubren tus ventanas no te permitan ver lo que pasa más allá de ellas. Tú y tu familia estáis demasiado ocupados. -replicaste con un tono de molestia. En ese instante comencé a correr en dirección a ninguna parte. -¿Por qué lloras, rubia? Si quieres algo para secarte las lágrimas no tengo billetes, solamente las coronas suecas que me ha dado una buena mujer esta mañana, no sé si te servirán. -¿Puedes llevarme a un lugar con techo? -supliqué sin llegar a girar mi cabeza hacia ti, por temor a que me rechazaras. -¿Y qué me darías a cambio? -No... No lo sé. Rompí en un llanto todavía más fuerte, y tú suspiraste. Te miré. Volviste a suspirar. Algo hizo que cambiara tu forma de verme. Sentí que la idea que tenías de mí unos instantes antes, había cambiado a otra totalmente distinta. Suspiraste por tercera vez, me cogiste de la muñeca izquierda, comenzamos a correr cada vez más rápido hacia donde tú quisiste que fuéramos y ya no miré hacia atrás. Faltaban 23 horas Entramos en aquel albergue tan lúgubre. Al fondo se oían gritos de celebración, se percibía un ambiente bastante animado, en contraste con el lugar. Nos dirigimos con sigilo hacia una habitación apartada. Estaba confusa, ya que no sabía ni quién eras, ni dónde estaba, ni por qué me escondías, ni por qué te estaba siguiendo.
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-Me llamo Noel. -te dirigiste a mí con cierto aire de confianza.- Siento cómo me he comportado contigo fuera. Si necesitas algo, pídemelo. Aquí, en el albergue no serías muy querida, pero bastará con que no te reconozcan. -Me lo esperaba. Supongo que la hija del Gobernador no es bien recibida por las personas pobres del pueblo. -mientras me escuchabas, observaba la habitación en la que nos hallábamos. Algo me llamó la atención.- ¿Por qué tienes tantas fotografías de la Catedral? La estoy viendo ahora mismo por la ventana, creo que no son necesarias para que puedas observarla. -dije en tono de sátira. -Es personal. Mañana es el Carnaval del Solsticio de Invierno, y, como ya sabes, tu padre tocará la campana de la Catedral. -yo asentía, escuchando cada una de tus palabras mientras oía el rumor de la lluvia golpear el cristal, luego el granizo, luego la lluvia, y así siguiendo un ciclo del que nadie, ni siquiera nosotros, podría escapar.- Bien, pues este año la tocaré yo con mis propias manos. En ese momento, pensé que algo dentro de tu cabeza no funcionaba bien, pero lo que yo no sabía por aquel entonces era que solamente te era necesaria una demostración de cordura para conseguir mostrar al mundo lo especial que es ser un ser especial. No entendí la confianza que depositaste en mí, ni entendí tu cambio brusco de personalidad. No creíste en los prejuicios, sino en los juicios que tu propio razonar presidía, y, créeme, que nadie juzgará tan bien como tu enorme corazón lo hizo siempre.
-Llevo años intentando llamarlo, intentando llamar a mi padre. -tus palabras seguían el compás de tus lágrimas golpeando el suelo de la habitación. Una tras otra. Y huían de tus ojos sin que tus párpados las encerrasen de nuevo.- Cuando yo era pequeño, mi padre era el encargado de tocar la campana todos los años en la noche del Carnaval. Cuando no estaba en casa por su trabajo y yo tenía que quedarme solo, me decía que escuchase el sonido de la campana y que mirase hacia la Catedral, y que ahí estaría él. Pero, un año, llegó la hora y no la tocó. Por eso quiero tocarla yo. Para que escuche el sonido y mire hacia el lugar en el que yo me encuentre. Así sabrá dónde estoy yo y vendrá hacia mí, y podremos estar juntos de nuevo. Necesito que me ayudes a encontrar a mi padre.
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Me pareció irónico que, dentro del mismo pueblo, existiesen dos personas tan diferentes. Tú, que solamente vivías si te desvivías por tu padre; y yo, que vivía cuando ya no estaba viviendo con el mío. Pensé que debía ayudarte para saber qué se siente al ser querido de verdad. Solo sé que te contesté que te ayudaría a tocar la campana, a encontrar a tu padre. Aunque en el fondo pensase que era imposible.
Faltaban 13 horas El día amaneció sin preocupación, ya que no sabía lo que iba pasar horas después. Despertamos casi al unísono, primero yo y luego tú. -Bueno, ¿en qué puedo ayudarte?- te pregunté, entusiasmada por descubrir tus planes. -Lo primero que tienes que hacer es cambiarte de ropa. -dijiste señalando mi vestimenta con tu dedo índice.- No puedes pasar desapercibida con esa apariencia de noble. Te dejaré mi ropa. -Vale, está bien. Pero no has respondido a mi pregunta. Alguien abrió la puerta súbitamente. Sentí que mi mundo se derrumbaba. Si me descubrían dentro del albergue no ocurriría nada bueno. -¡Noel! ¡Se está haciendo tarde! Acordamos que teníamos que.. ese hombre, tan intruso como yo en la habitación, desvió su mirada hacia mí. Sudores fríos formaban caminos por mi frente por los que habría deseado huir en esos instantes.- Vaya, saludos ti también. Noel, ven, por favor. Os apartasteis hacia una esquina mientras ese desconocido me miraba con desconcierto. -¿Se puede saber qué estás haciendo?- pude escuchar que te preguntaba entre susurros. -Lo sé, lo sé. Pero tenía que ayudarla, ¿vale? Además, ella también me ayudará hoy, así que el apoyo será mutuo. — relataste de forma convincente. Ninguno de los dos parecíais cómodos con la situación, y menos yo. Tú tomaste la palabra: -Él es Dan.- el hombre me estrechó la mano.- Es un buen amigo mío. -Encantada, Dan. Yo soy... 40
-Ya sé quién eres, no te molestes en presentarte. Bueno, Noel, ¿cuál es el plan?- preguntó Dan curioso. -Ahora que ella nos va a ayudar, - explicaste refiriéndote a mí.- nos será mucho más sencillo lograr lo que buscamos. -Es decir, que tu amiga rubia y yo solamente tendremos que encargarnos de distraer al Gobernador, y, mientras tanto, tú subirás por la Catedral hasta llegar a la campana,- Dan observó cómo asentías con seguridad.- Si es así, es necesario que tengamos cuidado. Debido a nuestra apariencia, es posible que nos confundan con las personas que salen del sótano cuando abran las puertas de la Catedral. -¿A quién te refieres?- cuestioné extrañada. -Cuando llega la hora del Pique de la Campana, las puertas de ese enorme edificio se abren. Solamente ocurre una vez al año. Debido a que son muy pesadas, es necesaria la ayuda de obreros y trabajadores para poder mantenerla abierta con su fuerza.- hablaste con cierto nerviosismo. Observé cómo dirigías una amenazante mirada a tu amigo.- Pero corren rumores de que son los esclavos del Gobernador los que se encargan de realizar este trabajo, y, que, una vez lo finalizan, vuelve a encerrarlos en el sótano de la Catedral hasta el año siguiente. Pero son solamente eso, rumores. No te preocupes por eso. Apresuradamente, ambos recogisteis las pocas pertenencias que poseíais y os disponíais a iros. Yo hice lo propio.
Faltaban 10 horas A pesar de estar en pleno día, la nieve seguía haciendo que el frío recorriera los cuerpos de los paseantes. Debido al abrigo tan poco grueso que llevábamos puesto, tiritar era la única solución que teníamos para mantener nuestro calor corporal. No podía creerme la situación que estaba viviendo. Yo, que siempre había vivido con todos los lujos que mi mente deseaba tener, estaba caminando junto a dos indigentes, con ropa harapienta, y estaba a punto de desafiar a mi propio padre. Te lo agradezco. Tú dirigiste mi vida en una dirección lo suficientemente correcta como para poder apreciarla. Gracias.
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En un momento de nuestro recorrido, pasamos por mi casa. Yo la había llamado "casa" hasta entonces, pero jamás me había dado cuenta de lo grande y fría que era cuando se veía desde fuera. Se percibía en ella algo negativo si se miraba desde el exterior. El color de sus paredes se confundía con el color del cielo gris, y los árboles tapaban las ventanas de las habitaciones debido a su altura. Mientras yo pensaba en el reciente pasado, os adelantasteis en la marcha. -¿Te pasa algo?- preguntaste con preocupación hacia una yo perdida. -No. Ya voy. Que yo dejara atrás mi casa te pudo parecer una tarea difícil, pero, créeme, fue más sencilla de lo que imaginas.
Faltaban 7 horas Nos encontrábamos en las inmediaciones de la Catedral. Ya no había vuelta atrás. Siete horas después de ese momento iba a desafiar a mi padre, te ayudaría a ti a encontrar al tuyo. Siete horas después de ese momento íbamos a cumplir nuestros objetivos. Me distancié de vosotros para descubrir más sobre esa zona del pueblo, la cual nunca había visto en la vida. Me dejé llevar por la belleza de sus calles, por lo atractivo de sus viviendas. Se sentía viva a pesar de la época en la que se encontraba el pueblo por aquel entonces. Sin quererlo, llegué hasta la Catedral. Sin embargo, me extrañé al observar que no había nadie, siendo un lugar y un día tan importante para todos los habitantes de la localidad. Pronto, noté como me equivocaba. Sí había gente. Temores invadían mis pensamientos. No tuve tiempo suficiente para reaccionar y unas manos cazaron mi rostro. Me había golpeado, no sabía dónde me hallaba. Al fondo, oía ruidos. Pude observar cómo muchas personas trabajaban sin descanso en ese sótano. Me logré escabullir como pude. Cuando conseguí salir de la habitación en la que me encontraba, escuché una voz ronca. -¿Dónde está la esclava que hemos pillado huyendo? i Tenemos que encontrarla ya! No fue así. Me sentí muy afortunada. Toda la suerte que la vida me había negado durante los 20 años que tenía, me fue brindada en ese momento. 42
Faltaban 5 horas Intentaba esconderme, huyendo, para que no me tomasen por una esclava. Mientras tanto, no sabía cuál era tu situación. Después del Carnaval, le pregunté a Dan sobre lo ocurrido en mi ausencia. Él me contó esto, tendrás que confirmarme si es verdad o no, pero, pese a su extraña apariencia, tengo plena confianza en él. Seguíais en las inmediaciones de la Catedral, preocupados por mi ausencia. Fue entonces cuando Dan respiró profundo y tomó la palabra. -¿Para qué queréis hacer la chica rubia y tú todo esto?- te preguntó tu mejor amigo creyendo saber de antemano tu respuesta.- Bueno, no es necesario que me contestes. Pero no sé por qué te has aliado con la hija del Gobernador, te recuerdo que ese hombre es la persona que nos ha sumido en la miseria. Creo que ha llegado el momento de que hablemos sobre eso. No quiero ser brusco, pero creo que con 17 años debes admitir que, toques la campana que toques, tu padre no va a volver. -Ya lo sé. -Debes asumir que...- Dan hizo una pausa dramática, se sorprendió al oír tu contundente respuesta.- Espera, ¿qué acabas de decir? - Eso que has oído. La ilusión que tenía por el regreso de mi padre al tocar la campana solamente duró unos pocos años. Pero sigo manteniendo el deseo de hacerlo, sería como saldar la deuda que tengo con él desde que no está. Asumo que murió el último día que le vi, ya que, a la mañana siguiente de ese día de Carnaval, escuché por el pueblo que el hombre que se encargaba de tocar la campana había caído edificio abajo durante el transcurso del acto. Pero realmente quiero cumplir ese sueño, mi sueño. Mi padre decía que un verdadero artista no es el que hace hermosas las cosas que ya lo son, sino el que, con algo tan frío como una porción de bronce y un martillo, es capaz de crear campanas que dan calor a los sueños de personas que jamás llegará a conocer. Por ello, agradezco al artista que le dio vida a esa campana, ya que, a su vez, también dio vida al único objetivo que tengo ahora mismo. Si consigo alcanzarlo, espero que mi padre esté mirándome desde las estrellas. Pero no puedo morirme sin haberme despedido de él de una manera digna. -Sabias palabras, Noel. Creo que tu orfandad te ha hecho madurar de una forma apresurada. 43
Faltaba 1 hora No era capaz de saber con exactitud cuánto tiempo llevaba entre esos muros de piedra deambulando. Mi única arma para no ser descubierta era el sigilo, y mi mayor enemigo, el silencio. Muchas cosas pasaban por mi cabeza. Un día después de aquello descubrí la verdad acerca de los esclavos. Las personas que trabajaban en ese sótano fueron las que no tuvieron de su lado la compañía de la suerte. La persona de la que soy hija los había encerrado. Ellos vieron cómo el actual Gobernador mató al antiguo. Ellos vieron cómo mi padre mató al tuyo. Los encerró, uno por uno, para que no hablaran. Observó, y pensó. Averiguó la forma de aprovecharse de la situación. Decidió esclavizarlos, y así aumentaría su riqueza. Siempre ha estado loco, pero nunca pensé que hubiera llegado a ese punto. Sé que tú sabías todo esto, y que, cuando conocí a Dan, tú me mentiste para no herirme. Me enfadé, pero más tarde comprendí que lo hiciste por mi bien. En ese momento sentí que mi padre había encendido la llama de mi ira, y que nada ni nadie sería capaz de apagarla. No sentí miedo de enfrentarme a él. La vida solamente me dio motivos para hacerlo. Tenía algo por lo que luchar. Tenía que hacer justicia, tenía que salvar a toda esa gente del odioso monstruo al que yo llamaba padre.
Ya no faltaban horas Conseguí salir. Pero llegué tarde. Una gran cantidad de personas estaban concentradas frente a la puerta de la Catedral. Todos estaban en un círculo a tu alrededor, y tú estabas alzando tu voz, dirigiendo tu semblante hacia el lugar donde se hallaba mi padre: la campana. -¿Por qué no devuelves a este pueblo lo que fue suyo? Siempre has hecho promesas que sabes que eres incapaz de cumplir, y preparas a tus seguidores para la decepción. Todos estamos en una guerra constante por sobrevivir, y tú eres el único que vive en un remanso de paz. No podemos tener los mismos valores y la misma forma de ver la vida ¡Alguien que antepone sus beneficios a dar de comer a sus hijos no merece el respeto de un pueblo honesto! 44
Y te disparó. El miedo se podía tocar. En medio de un silencio sepulcral, solo se oía el sonido hueco de las balas al chocar contra la compacta nieve. Sentí como las pocas flores que quedaban en el pueblo tras los fríos meses de invierno se teñían de rojo. Solo se escuchaban mis llantos, que aumentaban su intensidad a medida que la nieve seguía cubriendo tu cuerpo inerte. Así te conocí y así me despedí de ti. -Hija, ¿lloras por la muerte de ese desgraciado? No creo que te afecte mucho. Últimamente te encuentro un poco desorientada, pero creo que ya has comprendido qué es lo correcto.empezó a dictaminar mi padre desde arriba. La rabia me consumía, y, a medida que él seguía con su despectivo dialecto, yo escalaba la pared de piedra con mis propias manos, mientras me gritaba lo desagradecida que era.- Nunca has hecho nada así, no sé por qué ahora quieres irte de la preciosa vida que yo mismo te he brindado. He tenido que hacer sacrificios, como todos. Pero verás cómo, con el paso del tiempo, terminarás agradeciendo todo lo que he hecho por ti. Algún día... Lo alcancé. No le dejé terminar la tontería sin fundamento que iba a decir. Lo golpeé. Lo golpeé tan fuerte que, a su vez, también toqué la campana. Con el tañido de la campana sentí como mi galera se rompía en ese momento. Era libre después de tantos años. Había cumplido tu sueño y el mío al mismo tiempo. Tomé tu voluntad prestada para cumplir todos los favores que la vida te debía antes de que te fueras.
La campana siguió sonando. La gente, impactada, no se atrevía a pronunciarse. Eso solamente hacía que el sonido metálico se escuchase más y penetrara de una manera más fuerte en los incrédulos espectadores que, en ese momento, estaban presenciando como la unión de dos voluntades puede más que cualquier cosa en este mundo.
Ya han pasado 5 años Bien, pues este es el final de la historia. Te la he contado cinco veces, es como una tradición que me veo obligada a continuar. A pesar de que tú mismo viviste esa aventura junto a mí, creo que te es tan positiva recordarla como a mí.
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Te he traído claveles. Siempre te los traigo, cada año de un color. Dan me dijo que siempre fueron tus flores favoritas y que las plantabas frecuentemente en las inmediaciones del albergue en primavera. Espero que te guste cómo decoro tu lecho. Nunca te he preguntado cómo te va la relación con tu padre ahí arriba, espero que bien. También espero que le hables bien de mí, y deseo que no considere muy importante el hecho de que soy la hija del hombre que lo asesinó. Me parece curioso el hecho de que, tú, Noel, me enseñaras en tan pocas horas más de lo que me han enseñado en estos 25 años. No te recordaré como el chiflado que quería tocar la campana, no te preocupes. Sé que esa condición no era culpa tuya, ya que asumí desde un principio que padecías una enfermedad llamada locura, de la que sufrías ataques cada minuto. No te recordaré como el indigente que siempre se encontraba bien ubicado en las calles del pueblo, sino como la única persona que encontraré en la que fue posible perderme, debido al gran tamaño de tu corazón. Creo que ahora el único lastre que me queda por eliminar es el tiempo de plomo. Bueno, creo que es momento de que me vaya. Ya ha caído la noche y van a cerrar las puertas. Quisiera pasar más tiempo contigo, pero no puedo. Estamos en invierno. Hace frío. Doy media vuelta y camino hacia adelante. Sigo caminando. Cruzo la puerta del cementerio. Los copos de nieve caen lentamente, como si pudiesen flotar en el viento. La nieve del suelo ya está sólida, y siento que soy capaz de derretirla con mis lágrimas, que salen victoriosas de mis ojos. Río para mis adentros, estoy segura de que, al menos en este momento, soy humana. Lloro, y sigo llorando aún más por estar llorando. Cuando se llora, se endurecen los ojos y te sientes igual que una perra mojada. Pero las lágrimas no solamente calientan mis ojos, también mis mejillas, mi única fuente de calor. Si intento secármelas con mi propia lengua, saben saladas. Sin embargo, creo que ya me siento persona después de todo esto. Ya conseguí, gracias a ti, escapar de esa galera. Me siento más viva que muerta ahora mismo, siento algo. Siento mucho. Aderín
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“Reacia”, de Elena Játiva Novella 1º de Bachillerato
REACIA
Siempre fui valiente hasta que tú llegaste; de revolución ausente, hecha para el contraste.
Conocía tus dulces manos de rebote en tu coche, chocaron nuestros labios, se estrelló hasta la noche.
Y entonces mi mente dilató hasta el exceso, 47
empecé a ser consciente de lo que era un beso.
Me solté las cadenas y me volví valiente, después entré en escena; sabía que el alma no miente.
Y así comenzó en mi pecho, Pequeña Gran Revolución, la primavera de los hechos, dejando a las palabras sin función,
dejando los motivos sin despecho, dejando a la risa sin dirección, bramando, llegando hasta el techo de tu inconmensurable habitación.
Pero decidiste ordenarme que filtrara las ideas, cortarme un poco las alas que tú mismo me bordaste…
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Y yo que me había vuelto tozuda que ahora podía sublevarme, arrastré la inseguridad y la duda hasta el abismo de ninguna parte.
Y quemé lo nuestro, entre otras muchas cosas; y me quedé con lo puesto: mis alas y tus fotos rotas.
Y sin saber qué ponerme salí a la calle y me puse contenta, me había liberado de comerme el alma, el corazón y la cabeza.
Porque me hiciste libre, más mía que de nadie. Aunque todavía haces que vibre y que tiemble con solo mirarme.
Y es que te debo el fuego y la chispa, el inicio de mi alevosía contra todo romanticismo, 49
contra todas las herejías.
Porque no hay más religión que los dogmas de quererse, libres y complementarios, sin posesivos, tan solo versarse y verse
hasta el fondo de las ideas desde la superficie de tus pestañas, tocándose la calma, las pieles, dejando la fantasía a la cama.
Haciendo funambulismo sobre la soga que nos ahogaba, despertando del sonambulismo, curando heridas y llagas…
Hoy me he vuelto reacia al tacto frío de tus manos, ese que deshiela mi supremacía ante cualquier sentimiento humano.
Porque decidí no arrimarme a la ascua, 50
para no descongelarme a destiempo, y llegar antes de hora al alba y amanecer sola con tu recuerdo.
Porque, aunque huí de las advertencias y me dejé llevar por tu fuego, nunca entendía el quemarme y el que no fueras simulacro, sino incendio.
“Houston, tenemos un poema”
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POESÍAS
“Sueño y esperanzas”
“Poesías”, de Octavia Daniela Buliman
“Y me gustaría dejar impregnada
1º de Bachillerato
La firmeza de tu mano, tocando mi corazón,
la esencia de tu colonia en mi almohada; la risa de tu primer cosquilleo; una lágrima sacada de tu peor momento de sufrimiento; como las mejores cosechas de trigo del frío invierno.
se quedó grabada a fuego en mi interior. Deseo volver a llenar ese vacío sentimental, a recubrirme dentro de tus amorosos e inolvidables brazos de cristal.
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Con solamente tu imagen, pensando en los únicos momentos, que valieron la pena recordar, mi vida se llena del único sentimiento que mi boca no puede expresar. Fueron los mejores años de mi vida y no los echaría para atrás, estar y haber estado contigo, para siempre. ¡Serás mi sueño convertido en realidad!”
“Arte del amor” La iluminación del pabellón alumbraba la única gota de esperanza arrinconada bajo los escombros más profundos del terminal. Esa esperanza luchaba contra todos nuestros temores e inseguridades, nuestras incapacidades de mostrar lo que para uno vale. La oscuridad se estaba entumeciendo, de un color escatológico, mas no hice nada para detenerlo. Sin recetas y prescripciones, pretendiendo alcanzar las últimas líneas entre los corredores. Allí estaba mi pequeña autoestima. Estaba sufriendo un ataque de asma ante toda la adrenalina. Estaba intentando lucha contra la posible pérdida de mi única medicina. Esa escasa luz me hizo perder la cabeza. 53
Me devolvió a la vida y me quitó la pureza. Se aseguró de mostrar para luego dejar oculta mi belleza. La belleza de un corazón humilde, que en alas con el viento, ha emprendido su vuelo. Y ahora aquí estoy, con mi alma en la mano, mostrando el pedacito de un noble corazón ya instruido y corrompido por el arte del amor.
“Somos poesía” Esta soy yo. Intentando manejar la expresión de mi malpensar; intentando hablar desde el interior, pero sin igual y sin razón. Me dejo ilusa ante una palabrería difusa. El atardecer es el fin de un momento pero todo vuelve con la luz del alba fresco. Así espero que i vida traspase ya el sólido y gélido invierno, 54
una vida se nos concede y aun así estoy aquí malgastándola. Necesitamos razones, necesitamos condenas, necesitamos de todo para que podamos librar nuestras propias guerras internas. Poesía es uno, poesía es otro, poesía somos todos, en nuestro propio entorno, nuestra propia circunferencia, con los únicos ángulos circunscritos de nuestra propia existencia. La ventura del pasado es evitar el inesperado futuro, que a lentos pasos nos induce en su murmuro. Murmuro silencioso, murmuro inquietante de una voz, apacible, gritando en el interior de sus propios secuaces. Bestias que atraviesan la noche, venid, Cogedme de mis miembros inamovibles, Cogedme de la única sinceridad que me queda, Sinceridad ante la vida misma, bella. Poesía es uno, poesía es otro, poesía somos todos 55
expresando la única verdad absoluta, la de que no sabemos ni de dónde procede el lodo, el barro, las rocas y la vida misma. Todas son solo suposiciones creadas a bases científicas. Ojalá la certeza percutiera a sus ideologías. Ojalá todo no sea una mentira. Más allá del todo, mi mente, como siempre, es pura y únicamente expresa poesía.
“Play with me” Si pudiera, sería tu muñeca sin vida y temores. Una con la que tú podrías estar sin que te enamores. Podrías jugar con ella cuando quisieras, a cualquier hora. Solo has de llamarme y esperar hasta que estemos a solas. Esto no es dolor, es temor al rechazo. El único deseo es que siga su paso. Que se aleje de una vez, que no llene más mi camino, de tantos escozores, promesas y tiempos vacíos. Caminaría a ese lugar, lleno de alegría, 56
donde todas las noches se dan fiestas y bebidas. Chicos y chicas, en la gloriosa armonía, donde todos juegan con sus orgullosos juegos de éxtasis y seducciones creídas. Si pudiera, sería un ave y abriría mis alas, empezaría a contar los segundos, minutos y horas que tarde en alzarlas. Me alejaría como el viento lleva a sus presas, lejos de donde nadie le interesa, de donde todos se hayan preocupado alguna vez; de donde cualquiera se haya atrevido a extender siquiera un cazo para beber. En aquel hospicio donde la ironía traspasa el límite de su nivel, decido evadir mi triste insolencia. Navegar mares con siglos de existencia. Huir para siempre y no volver jamás, dejándote solo esta nota de papel atrás.
“Winter bird”
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“La chica invisible”, de Patricia Letterer Ramos 1º de Bachillerato
LA CHICA INVISIBLE
Rasga el papel de regalo rápidamente, ansiosa por descubrir el interior del paquete. La emoción por ver qué contiene la inunda y, ávida, acaba con el último trozo de papel que lo envuelve. Una sonrisa se extiende por su cara al ver el contenido: unas brillantes botas de agua azul turquesa, a juego con sus ojos. –¿Te gustan, cariño? –le dice su madre. La chica, incapaz de decir nada, asiente y se echa encima de sus padres a abrazarlos con cariño. Su hermana protesta desde alguna parte de la habitación, pero nuestra protagonista está demasiado inmersa en su regalo como para hacerle caso. No podría haber recibido nada mejor. Se sienta con un fluido movimiento y se calza las botas. Son de una talla demasiado grande para ella, pero sonríe de
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nuevo a su familia y se pone a danzar por toda la habitación. En un torpe giro una de las botas sale disparada de su pie y su hermana y su padre se ponen a reír. Su madre frunce un poco el ceño. –¿No te vienen un poco grandes? –No, mamá, son geniales –dice ella dedicándole una grandiosa sonrisa. –Déjala, amor, ya le crecerán los pies –añade el padre.%
No tarda en poder probarlas, dado que su cumpleaños se acerca a Abril, y la lluvia no se demora mucho en aparecer. Cuando un jueves llega del colegio a casa, lanza la mochila en algún lugar del recibidor y corre hacia su cuarto a por su preciado tesoro. Después de pedir permiso a sus padres, se envuelve en un chubasquero naranja chillón, sale a la calle y recorre el corto tramo que separa su casa del parque más cercano. Allí, extiende sus brazos alrededor suyo y gira. Baila y chapotea en los charcos mientras la lluvia cae a su alrededor. Le gusta la lluvia. Mucho. Sus amigas no la entienden, ellas prefieren quedarse en casa, con el calor y la sequedad que esto implica, viendo los dibujos animados y jugando con sus juguetes. Cuando se cansa se sienta en uno de los bancos del parque. La lluvia sigue cayendo. Cae casi como si trazase una melodía y la niña cierra los ojos y escucha. A pesar del gris que proyectan las nubes se respira cierto ambiente de paz. Es una tarde tranquila. Unos minutos después, cuando la lluvia deja paso a unas nubes de color más blanquecino, la chica se retira a su casa, dando saltos en sus botas de purpurina.
Ahora está tumbada en su habitación, mirando el techo. Horas antes unos compañeros del colegio se han metido con una amiga suya: le han tirado de las coletas. Ella ha dicho cosas muy feas para ayudar a su amiga pero no se ha atrevido a meterse. Eran niños de cursos superiores, y le daban cierto miedo. Debería haber hecho algo más. Su amiga se merecía que 59
hubiera hecho algo más. Lleva media hora tumbada en la cama pensando en lo que podría o no haber hecho. Las estrellas fosforescentes de encima de su cama le devuelven el eco de sus pensamientos. Cuando toma una decisión baja rápidamente las escaleras hasta donde se encuentran sus padres viendo la televisión. Su hermana ya se ha ido a dormir. Están viendo una película que ellas no deberían ver. Salen una especie de extraterrestres con tentáculos extraños que apresan a los humanos y que a la niña le parecen pulpos descontrolados. Aparta rápidamente la vista de la película y mira a sus padres. El pijama de zanahorias que lleva la hace parecer más pequeña de lo que es, y el hecho de aferrar contra ella su peluche con forma de osito no ayuda a lo contrario. Aun así coge aire profundamente y, escondiendo el peluche tras ella, dice a sus padres: –Quiero pediros algo. Sus padres se sorprenden porque no esté dormida y después de unos comentarios con tono de sermón la niña les cuenta lo ocurrido en el colegio. Mantienen una charla durante largo rato y, al final, la pequeña se vuelve contenta a su habitación. Ya no volverán a meterse con sus amigas. Y mucho menos con ella. No tarda en conciliar el sueño, pero los pulpos retorcidos de la película la siguen en sueños.
Ha pasado un tiempo y ya es un año mayor. Vuelve de su segunda competición. Sentada en el coche no puede dejar de sonreír ya que una brillante medalla le cuelga del cuello. Sus padres le dicen que ha estado espectacular. A su lado, su hermana se remueve en el asiento e intenta quitarle la medalla para verla más de cerca. La chica todavía lleva la ropa del deporte y, el cinturón amarillo que indica su conocimiento del arte marcial que practica, destaca en el uniforme blanco. Esta vez lo ha hecho bien, pero también es verdad que la han puesto con alguien que fácilmente podía ganar. Aun así está muy orgullosa de su actuación en la competición. A ella le gusta esto. Se le asemejaba a un baile. Un baile que hay que ejecutar rápido y preciso para lograr abatir al contrincante. 60
La primera vez no le había ido tan bien. Había pensado que le estaban pidiendo otros movimientos y cuando se había dado cuenta del error ya era demasiado tarde. Sus padres admiraron que en vez de haberse retirado al ver que se había equivocado e iba a perder, cambiara a los movimientos que le habían pedido, enlazándolos para emendar su error. Aun así, había perdido. Y no le había sentado nada bien. Pero no tiene nada que ver con esta otra vez. Ha quedado en un buen puesto y no va a permitir que le fastidien su pequeña victoria. La chica ensancha tanto su sonrisa que se le ve el hueco que queda a causa de la caída de un diente la noche anterior. Está saliendo uno nuevo en su lugar y el ratoncito Pérez le ha dejado un par de coleteros nuevos que ahora estrena recogiéndose el pelo. Está radiante y se siente triunfadora. Esa noche se acuesta en su cama, deja que su madre la arrope con su osito y le dé un beso de buenas noches. Antes de que pueda salir de la habitación la niña la para, y le pregunta si lo que ha hecho hoy está bien, si está bien usar lo que aprende en sus clases extraescolares con el resto de niños. La madre le dice que si es para protegerse está bien. No entiende que no se refiere sólo a los niños del club. Después vuelve a darle las buenas noches y, tras desearle un buen descanso, cierra la puerta al salir. Esa noche le cuesta conciliar el sueño. La respuesta no le ha dejado satisfecha.
Ha pasado mucho más tiempo esta vez, y es un sábado por la noche. Ha estado toda la tarde jugando con sus amigas en el parque cercano a su casa, mientras sus madres hablaban, y se ha enterado de que una de sus amigas ha perdido a su abuelo. Todas las niñas han tratado de consolarla con comentarios de ánimo, e incluso una de ellas ha ofrecido que compartan al suyo. Eso ha hecho sonreír a todas. Ahora, mientras cena, se imagina cómo sería perder a algún familiar suyo, y un miedo se extiende por su pecho al intentar concebir una escena como la que está viviendo sin alguno de ellos. No tiene abuelos, así ha sido desde pequeña, pero extrapolar esa situación a su círculo más cercano le produce una sensación horrible. No habla en toda la cena pero tampo61
co es que nadie se dé cuenta. Sus padres están muy interesados en las noticias que dan en la televisión y su hermana se entretiene moviendo los guisantes de un lado a otro del plato. Cuando ya han terminado de cenar y están a punto de subir a dormir se procesan las últimas palabras del día. Las niñas siempre dicen: “¡buenas noches!”; y sus padres le responden de vuelta lo mismo con algún “te quiero” añadido. Esta noche no es la excepción. Pero, cuando los padres les dan las buenas noches, la niña se queda en el umbral de la puerta que lleva a los dormitorios y les responde con un “hasta mañana”. Ellos le vuelven a responder, y sólo es hasta que le repiten la misma frase que la chica no se aleja hacia su habitación. La noche siguiente ocurre lo mismo, y la siguiente. La chica no se va a la cama hasta que oye un “hasta mañana” de los labios de sus padres. A la cuarta noche los padres la paran antes de que se vaya a dormir y le piden una explicación. Ella les responde que al día siguiente se lo explica y se va a dormir con un alboroto enorme en la cabeza. Le cuesta dormirse porque se pasa un buen rato ordenando las ideas. Se duerme sin pretenderlo, aún con la incertidumbre de cómo se lo hará entender a sus padres, de la importancia que tienen esas palabras para ella. Cuando llega el momento se sienta en una silla enfrente de sus padres y se hace entender lo mejor que puede: –Quiero que me digáis antes de irme a dormir un “hasta mañana” todas las noches porque implica una promesa. La palabra de que seguiréis ahí al despertar, de que os podré volver a ver al día siguiente. Esa vez son los padres los que tardan en conciliar el sueño. Se han dado cuenta de que su hija es más mayor de lo que parece, y eso no es malo. Ha hecho que ese día aprendan una lección que no olvidarán fácilmente.
Después de ese día, cada noche, la familia se despide con la promesa de verse al día siguiente. Se convierte en una costumbre antes de acostarse. La niña pequeña no se entera de que el trato hacia su hermana ha cambiado, pero la imita e inconscientemente se convierte, para ella, en una figura a seguir. Día a día se fija en qué cosas hace y dice y las reacciones de su padre. E imita la mayoría. La pequeña también está cambiando. 62
El tiempo no corre, sino vuela, y las niñas ya son mucho más mayores. La más mayor entra por fin al instituto y con su entrada llegarán las primeras discusiones entre su grupo de amigos. Deja de verse con sus anteriores amigas, que han pasado de los dibujos animados y las muñecas de juguete al maquillaje y los primeros besos. La chica crece aún más rápido y se da cuenta de que las cosas no funcionan como en el colegio. Su primer año sucede más duro de lo que habría esperado, pero hace amigos nuevos en la clase y se intenta llevar bien con todo el mundo. Cuando llega su cumpleaños, a finales de Marzo, invita a sus amigos de clase a tomar algo en una cafetería cercana para celebrarlo. Pasan una tarde estupenda, llena de risas y comentarios tontos acerca de sus profesores, compañeros de clase, y chicos y chicas guapas del instituto. A mitad de tarde, la chica ve entrar a otra compañera de clase a la cafetería. Es una chica un poco rara, que nunca habla y se mantiene alejada de los demás grupos. No se había fijado mucho en ella. Cuando sus miradas se cruzan y nuestra protagonista le regala una sonrisa, la otra muchacha, la callada, abre mucho sus ojos y desaparece por donde ha venido. Nadie más parece haberse dado cuenta del extraño intercambio de miradas y la repentina huida que acaba de sucederse a unos pocos metros de donde ríen y se lo pasan bien. Nadie se ha fijado en la chica, que tiene la naturaleza de pasar desapercibida. Al día siguiente la niña de nuestra historia llega a clase con la decisión de hablarle. En cuanto llega encuentra su pupitre vacío y se propone esperarla. El resto de compañeros ocupan sus lugares, pero ella no aparece en las dos horas siguientes. Cuando lo hace lleva la mirada apagada y mira al suelo todo el rato. Ese día es imposible hablar con ella. Una tarde, a la salida de la escuela, la encuentra saliendo con paso apresurado. Nuestra protagonista se despide lacónicamente de sus amigas y camina rápidamente tras ella. En un momento dado, justo cuando va a alcanzarla, la pierde de vista. Mira alrededor y, cuando la vuelve a ver, no la encuentra sola. Está rodeada por un grupo chicas de tercer curso. Al ver que están hablando tranquilamente se dispone a marcharse e intentarlo al día siguiente, pero entonces un movimiento por el rabillo del ojo llama su atención. Una mano sale disparada de la chica de tercero más cercana e impacta contra la mejilla de su compañera de clase. Antes de que nuestra protagonista pueda reaccionar la niña se va corriendo en una dirección y las chicas de tercero, riendo, en otra. 63
La ira marca su marcha hacia casa y en cuanto llega se tira en su cama bruscamente. Ha pasado como la última vez: no ha hecho nada. Y eso que lleva mucho tiempo preparándose para algo así. Furiosa, mira de reojo los trofeos que hay sobre su estantería y se pone de pie en un salto. Lo ha decidido. No dejará que esa chica esté sola.
La chica no vuelve a clase en unos días, pero el resto de la clase recibe charlas sobre diversos temas. Uno de ellos es el bullying. A parte del maltrato físico de manera repetida y con diferencia de poder entre el agresor y la víctima has otros tipos de bullying. Descubre que dejar solo a un compañero de clase, una exclusión social a gran escala, es también bullying. La siguiente vez que ve a la chica no duda ni un momento y se acerca a ella. Cuando se le acerca, la chica invisible, la callada, mira hacia todos lados buscando dónde esconderse. Por fin las chicas se presentan. Le cuesta mantener una conversación con la chica invisible porque esta no para de mirar a cualquier lugar menos a sus ojos. El primer día sólo comparten un par de palabras, pero nuestra protagonista se va a casa muy satisfecha. Durante la cena sus padres le preguntan por su día y ella les contesta que ha sido un día genial.
Los siguientes encuentros que tienen transcurren como el primero, con un par de palabras compartidas y alguna sonrisa tímida. Pero poco a poco va avanzando. Es una especie de meta personal la se ha propuesto al ayudar a esa chica. A los días comienzan a sentarse juntas en clase. La chica invisible ya comparte miradas con ella, y es mucho tiempo después de su primera charla, cuando por fin quedan fuera de clases. Esa vez para tomar algo. Ya van a segundo curso y el invierno cae sobre la ciudad. La tarde es una tarde fría y tranquila. El viento hace volar el pelo de los peatones que andan por la calle en todas direcciones. Las dos chicas se refugian en la cafetería en la que cruzaron miradas por primera vez. 64
Allí se sientan, se toman un chocolate caliente y hablan de las mismas cosas que un año antes había compartido nuestra protagonista con el resto de sus compañeros. Al terminar salen a la calle y, cuando están a punto de despedirse, ven a un grupo de alumnas de, ahora, cuarto curso que se acercan hacia el establecimiento. La chica invisible se queda helada, mirando hacia ellas, que no tardan en darse cuenta de su presencia. –Mirad, si es la tonta de segundo que no sabe ni hablar –dice una de ellas. Todas se ríen de un chiste al que nuestra chica no le encuentra la gracia. –¿Tenéis algún problema con mi amiga? –dice firmemente. Las chicas de cuarto la miran con las cejas levantadas, desafiándola a que diga más cosas. La chica invisible tira del brazo de su amiga para que no se meta en líos y se puedan ir de ese embrollo impunes. Por desgracia para ella, su amiga está hecha de otra pasta, y vuelve a replicarles con tono mordaz. Las chicas de cuarto son más impulsivas e irascibles y no dudan ni un momento en lanzarse a por ella, para callar sus palabras.
Unas horas después el cielo se ha ensombrecido. Unos nubarrones negros han cubierto el cielo azul, preparados para descargar su lluvia. Nuestra protagonista se balancea en uno de los columpios del parque cercano a su casa. Está preparada, calzada con sus botas azules brillantes y su chubasquero naranja, que ya le queda bastante ajustado. De pie a su lado, la chica invisible la mira desde debajo de un paraguas verde. Casi parece gracioso el contraste entre los colores que visten las chicas y del resto del paisaje. Desde el columpio, la chica de las botas mira hacia el cielo, del que ya empiezan a caer gruesas gotas. Estas se deslizan por los hematomas de su cara. Tiene el labio y una ceja partidos. Por lo menos es mejor que cómo han acabado las abusonas de cuarto. Ella sabe bastante defensa personal, y no ha dudado en usarla. –No tenías que haberlo hecho –dice la chica del paraguas.
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A ella no le han hecho nada, por suerte. Antes de que hubiesen podido alcanzarla había llegado un grupo de personas de dentro de la cafetería y las había separado a todas. Las de cuarto se habían ido corriendo y no habían sabido nada más de ellas. –No podía dejar que te insultaran. Desde la cafetería habían ido a la casa más cercana (la de nuestra chica protagonista) y, como no habían encontrado a nadie dentro y estaba a punto de llover, habían salido al parque. Ninguna veía la hora de volver a su casa. Aunque no lo pareciese la chica sabía que había otras formas de haber sobrellevado la situación, pero en aquel momento no había podido pensar con claridad. La rabia hacia aquel desprecio infundado que usaban las de cuarto curso para referirse a su amiga la había cegado. No entendía por qué la habían tomado con ella. Por qué siquiera habían tenido que tomarla con alguien. Su amiga era una buena chica, no había hecho nada a nadie. Y es entonces cuando lo comprende: por eso mismo la habían elegido para sus burlas. Porque así, con alguien que no podía defenderse en inferioridad de condiciones, podían sentirse superiores, y demostrar un poder, francamente inexistente, al resto de sus compañeros. Eran peores los agresores que las víctimas, y tenían que tener una baja autoestima para hacer eso. No pudo ese hecho sino abrirle los ojos. Podría haber hecho otra cosa. No debería haber intentado remediarlo ella sola, debería haber pedido ayuda. Debería haber buscado gente que pudiera ayudarla a salvar a su amiga de los abusos. No era demasiado tarde, si las chicas del curso superior seguían haciéndoles eso lo haría. Aunque quizá se habían rendido al ver que la chica invisible no estaba sola. Todos esos pensamientos se mezclan en la cabeza de la chica, que se balancea en el columpio silenciosamente. Ahora están unidas, saben qué tienen que hacer y se pasan todo el resto de tarde hablando sobre ello: si continuase el desprecio buscarían ayuda, como deberían haber hecho en un principio. De todas maneras ellas están tranquilas. Saben que se tienen la una a la otra, y que eso lo ha cambiado todo. Antes de que llegue la hora de volver a casa, la chica propina una mirada a su amiga desde el columpio y súbitamente le dice:
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–¿Sabes qué? Hace unos años me regalaron estas botas por mi cumpleaños. Iba buscando unas botas de agua, porque las anteriores se me habían quedado pequeñas, y no encontraba ninguna que me gustase. Después de buscar y buscar mi madre casi se dio por vencida, pero al salir de una de las tiendas que habíamos ido a mirar encontramos una pequeña tienda con artículos de segunda mano. Le pedí que entrásemos, porque me negaba a irme sin mis botas, y aunque ella no se mostró muy convencida lo hizo. Mi hermana no dejó de quejarse –dice con una sonrisa–. Nada más entrar las vi. Estaban escondidas debajo de un estante, guarecidas de todas las miradas menos la mía. Me encantaron. Estaban desgastadas y la suela se había despegado un poco. Brillaban menos de lo que debían y por eso pasaban desapercibidas. Me empeñé en que esas eran las que quería. A mi hermana no le gustaron, pero mi madre, contenta de que hubiera tomado una decisión, me prometió que las enviaría a arreglar. Unas semanas después las tenía en mis manos. Eran las mismas botas pero no lo parecían. Les habían sacado brillo y habían cambiado las suelas. Todo gracias a unas manos expertas. Eran preciosas. La chica invisible la mira desde debajo del paraguas verde. No se atreve a decir nada. –Tú serías las botas, yo la niña, y quienquiera que nos ayude el zapatero. Sus ojos se ponen vidriosos y me da un fuerte abrazo. La lluvia deja de caer y comienza a hacer más frío. Las dos convienen en irse a sus casas. Pero antes de que la chica del paraguas gire totalmente hacia su casa, la chica de las botas de purpurina le chilla: –¡Hasta mañana! Y desde la otra punta de la calle, una chica sonriente le grita de vuelta: –¡Hasta mañana!
Dreamer
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“Sobre una búsqueda”, de Jéssica Elena Iordache 2º de Bachillerato
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SOBRE UNA BÚSQUEDA Y MUCHOS HALLAZGOS Jueves dieciocho de septiembre, escribo esto sin saber muy bien por qué. Quizás al terminar arrancaré estas páginas y empezaré de nuevo este diario, o quizás las deje y lo guarde en un cajón, olvidado por ahora, con el propósito de asegurar la pervivencia de los pensamientos que estoy teniendo últimamente. Como ya he dicho: septiembre. Está siendo un septiembre peculiar, sabía que lo sería. Mi nombre es Victoria y hace cuatro años comenzaba el que iba a ser el viaje que cambiaría mi vida. Gracias a una larga historia, que no considero de mucha importancia y que por tanto omitiré, supe de la existencia de Shaira, el motor que desencadenaría todo lo que me dispongo a relatar en este diario. Shaira era una mujer de origen africano que fue adoptada por mis bisabuelos, lo que la convertía en hermanastra de Martina, mi abuela. Tras vivir sus primeros veinte años de vida en España, Shaira regresó a África dejando únicamente una nota en la que explicaba que necesitaba hacerlo y pedía que no la buscaran, al menos no durante los próximos
años. Martina me contó el efecto que esto tuvo en sus padres, quienes, preocupados, ignoraron la petición de Shaira y pasaron largos meses intentando contactar con ella sin obtener ningún resultado. Me contó también que cada vez que parecían acercarse a Shaira descubrían que no podían estar más lejos. lo que poco a poco fue sumiendo a su madre en una depresión, hasta que un día decidieron poner fin a la búsqueda, cerrar para siempre ese capítulo y continuar como si Shaira nunca hubiera existido. ¿Tú también lo cerraste, abuela? — le pregunté -%No tuve elección... Las pocas veces que intenté hablar del tema la situación de mi madre empeoró, por su bien debí olvidarme de Shaira, hasta ahora. Hace una semana recibí una carta suya. Me conmovió su valor, ojalá yo me hubiera atrevido a buscarla. Ven, te la enseñaré. — Seguí a Martina hasta el salón, allí sacó la carta y me dejó leerla. En ella Shaira invitaba a mi abuela a Ganda, lugar en el que ella vivía ahora, y le aseguraba no haberse olvidado de ella en todo este tiempo. -%¡Abuela, esto es fantástico! ¿Irás a verla? -%Me encantaría ir Victoria... pero ningún médico en su sano juicio me dejará abandonar el país, mi salud ya no es la que era, si me hubiese atrevido a buscarla antes quizás habría podido volver a ver a la que creció conmigo durante años y que siempre será mi hermana, pero el temor a que no quisiera saber de mí ha hecho que pasen todos estos años y que ahora sea demasiado tarde. — Pasaron un par de semanas y mi curiosidad por saber más sobre Shaira aumentaba, así que decidí viajar a Ganda y conocerla. La noticia de mi viaje alegró enormemente a mi abuela, a quien le prometí traer al menos una foto de Shaira. Llegué a Ganda. No fue fácil encontrar a Shaira, pero lo conseguí. En cuanto le expliqué quién era y por qué mi abuela no había podido venir no dudó en acogerme en su casa, era una mujer encantadora. Durante los días que estuve con ella me contó decenas de anécdotas que vivieron juntas y también intentó explicarme por qué tomó la decisión de volver a África. — Necesitaba encontrar mis verdaderos colores. No hablo de la piel, los colores van mucho más allá, hablo de lo natural que hay en nosotros, eso de lo que todos han hablado siempre, desde los ecologistas más modernos que puedas conocer a día de hoy hasta Aristóteles: la esencia. Tienes que saber por qué y para qué estás aquí, conocer toda la potencialidad que hay en tu ser para poder dar lo mejor de ti. Sé que puede parecer que lo que hice 69
fue egoísta, pero también sé que tú entenderás mi necesidad de hacerlo. — No sabía muy bien qué decir, pero en efecto, la entendía. Mientras estuve con Shaira conocí también a Nan. Nan era amiga de Shaira. Se dedicaba a la fotografía, le gustaba sobre todo hacer fotos de los niños, tenía una visión muy peculiar de ellos. Nan sentía curiosidad por el hecho de que no recordemos nada anterior a los tres o cuatro años, pensaba que los niños sabían más, estaban más cerca del lugar de donde venimos y adonde vamos, sin embargo, con los años se les enseña a olvidar, se les confunde. -- Como escribió Philip Larkin en uno de sus poemas: "los propios padres, a pesar de que no es su intención, te confunden, te llenan de sus miedos y fracasos y añaden algunos extra exclusivamente para ti. Pero ellos también fueron confundidos a su vez por sus padres, dos locos anticuados que la mitad del tiempo se amaban locamente y la otra mitad no dejaban de discutir, sal de ahí tan pronto como puedas y nunca tengas hijos." Es impactante, lo sé, al principio a mí también me pareció una locura, sin embargo es una buena explicación a aquello que siempre he intuido y nunca supe poner en palabras... ¿no crees, Victoria? -%Supongo... - Nan se echó a reír -%Te queda mucho por descubrir, jovencita, pero sé que lo harás, no eres como los demás, puedo verlo. — Los días pasaban a la velocidad de la luz mientras estaba en Ganda, cada día conocía a personas extremadamente interesantes y cada una dejaba su huella en mí. Había planeado pasar un mes allí, pero terminaron siendo siete. En estos siete meses conocí también a Leiza. Por aquel entonces yo pasaba largo tiempo reflexionando sobre todo aquello que aprendí de Nan y no pude evitar hablar del tema con Leiza, sin embargo ella tenía claro que Nan se equivocaba, nadie podía “proporcionarte” miedos. Leiza creía en la reencarnación. Me contó que había descubierto que las cosas que tememos en esta vida son la causa de nuestra muerte en vidas anteriores. Me parecía algo bastante ingenioso, sin embargo difícil de creer, sobre todo para mí, que nunca había creído en temas como la reencarnación. Todo marchaba bien, las cosas sucedían rápido, pero aun así me gustaba tomarme tiempo para reflexionar sobre todo lo que aprendía de la gente que había conocido allí. Me gustaba hacerlo mientras paseaba por las mañanas, pronto, muy pronto, cuando el resto de personas aún no había despertado y el silencio hacía parecer que el mundo era solo para mí. Una de esas mañanas desperté y vi que Shira también había hecho, dijo que pasaría un par de dí70
as fuera, pero no tardaría mucho en volver. Shira iba a partir en barco, así que la acompañé al puerto y me despedí de ella. Unas cuantas horas más tarde alguien llamó a la puerta. Abrí y me comunicaron la estremecedora noticia: el barco en el que Shira embarcó había naufragado y ella no estaba entre los supervivientes. Derrumbada ante los acontecimientos decidí volver a España. Antes de marcharme me despedí de todos aquellos que pude. Nan me dio una foto que me había hecho, en ella se me veía feliz. Después, me fui, aunque sentía que parte de mí se había quedado en esa foto, en ese instante, en Ganda. Llegué a España. Pasé largas horas pensando en todo lo que había vivido durante los últimos meses, me sentía extraña, sin embargo lo extraño aún estaba por venir. Poco después de llegar supe que mi hermana Laura había tenido una hija, Silvia. Hoy, jueves, dieciocho de septiembre, Silvia cumple cuatro años. He decidido celebrarlo con ella saliendo a pasear en el velero que siempre soñé tener y que hace un año por fin pude comprar, pero Silvia se ha negado. Hace unas horas, tras contarle lo sucedido a Laura, me ha hecho saber que Silvia tiene talasofobia: miedo al mar u otros cuerpos de agua. Mensaje recibido, Shira.
Vires acquirit cundo
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“Introducción al caos”, de Ángela García López 1º de Bachillerato
INTRODUCCIÓN AL CAOS Éramos trozos de cielo atrapados en jaulas de metal forjadas.
Versos enterrados que no encuentran su pluma ni su tintero.
Éramos tan poco y tanto demasiado “yo” para albergar un “nosotros”. 72
Hasta que chocamos…
Dos huracanes de carne y hueso que rompen sus hojas, sus alas, sus ganas de ser todo.
Y más.
Dos almas libres volando a cielo abierto desnudos de sus corazas.
Quiero… Necesito… Tengo…
Ganas de fugarnos a Nunca Jamás donde los sueños no envejecen.
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Ni nuestras manos que se buscan, como marinero su norte, como hambriento su pan, como preso su libertad.
Como dos niños puros, como “tú y yo” cuando no somos nada más.
NADA importaba…
Mientras saboreaba siete letras en bocas cerradas.
Que gritan secretos, que susurran verdades como pirámides.
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Verdaderamente imanes.
Indudablemente entrelazados.
Incansablemente sedientos de amaneceres teĂąidos de caricias.
Ayer, el espejo estaba unido por brazos que significan <preciosa>.
Hoy, hay mares transformados en medidas incalculables, para delirantes ojos cansados.
MaĂąana, quizĂĄs, seamos rosa para principito. 75
Dos extraños en un solitario tren.
Cara y cruz de monedas trucadas.
Brisas incontrolables que juntan a dos incesantes poetas.
Zumban por bálsamo para bateos que rompen esquemas, mundos, prioridades.
Aunque tú no lo sepas… Tú eres LA
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INTRODUCCIÓN AL CAOS
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“El arte que susurra historias”, de Ángela García López 1º de Bachillerato
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EL ARTE QUE SUSURRA HISTORIAS… Cuentan las historias que, para niños peculiares, siempre hay aventuras tras cada esquina. También cuentan que deben encontrar su propio camino, guiados por la fuerza de la curiosidad, tal como Alicia y su País de Maravillas, o por la necesidad, en el caso de Hansel y Gretel. En resumen, ALGO impulsa a los niños únicos a forjarse un destino nuevo. Pero... ¿Y si la peculiaridad viniese innata con cada niño? ¿Y si, al nacer, fuésemos tan poderosos como ansiamos ser el r e s t o d e n u e s t r a v i d a ? ¿Qué pasaría si, por contra, no vamos ganando si no perdiend o . . . ? Estas dudas poblaban la mente de la pequeña Elisa Western mientras contemplaba, extasiada, el vuelo de un pequeño pájaro a través del cuadrado cubículo que se escapaba al exterior. A raudales, la luz la inundaba y jugaba con sus dorados mechones. Todo a su alrededor era una realidad distorsionada, creada a base de magia, cuidada con dulzura. El mundo de un niño es tan rico... Y más el de una niñita de siete años
c o n d é fic i t d e a t e n c i ó n . -¡¡Señorita Western!! ¿Podría hacernos el favor de volver a la clase, o es mucho pedir para "la reina del mundo onírico"?-le gritó una enojada maestra colocándose delante de su pupit r e . Elisa no entendía que significaba onírico. Bueno, ella realmente no entendía nada de los a d u l t o s . . . Siempre iban de punta en blanco, como si en cualquier momento fuesen a aparecer en la televisión. Aún recordaba aquella vez que vio salir a su madre en chándal a la calle y tornó, rápida y coloradísima, a cambiarse. Al asomarse, encontró a un hombre de traje que contemplaba la puerta. “Debe ser tan incómodo vestir así, con esa corbata tan opresora en las cuerdas vocales...” Tampoco entendía porque llevaban siempre tantas prisas: coches a toda velocidad por aquí, tacones raspando el pavimento por allá... ¡Si al final iban a llegar, por qué no respirar un poco de aire fresco y disfrutar también del camino! A veces, no sabía como hacerles ver a los adultos que les rodeaban tantas maravillas... Se pasaban el día intercambiando papelitos que ellos tachaban de importantísimos: "El dinero te da de comer" decía su padre, pero no podía imaginarse comiendo esa asquerosidad... También se hablaban a voz pelada por aparatitos "hipertecnológicos" con forma de piedra, o se quejaban angustiados de los problemas en la oficina, en casa... Solo los adultos arrugados por el paso de tiempo eran bien considerados por Elisa. Estos siempre trataban con dulzura a los niños, escuchaban con paciencia sus mundos y se tomaban la vida con calma, relajadamente. Uno le dijo una vez: "Tal vez me muera mañana, pero hoy habré sido feliz". Se preguntó si los adultos de su alrededor podrían afirmar lo mismo, con ese mundo material que forma una barrera artificial entre la inminente muerte... Así que ella sería como aquel "hombre pasa", y viviría cada día como si fuese el último, y, por ello, lo cuidaba como único que era. Por esta razón, descubría seres mágicos a su alrededor (como esa esfera brillante que los maestros llaman "Sol", que a ojos de Elisa no era si no un huevo de dragón que está eclosionando y, por la noche, se transformaba en la cara de la reina de los Inmortales). Entendía que debía aprender, pero ¿cómo lo iba a hacer 40 horas sentada en un pupitre escuchando a adultos hablar sobre "números y letras", expresiones de sucesos que nunca había visto con sus propios ojos? ¿Cómo podían saber que el Universo no tiene fin, acaso alguno ha llegado al límite, donde haya una señal que especifi78
q u e " Ha s t a a q u í p u e d e i r, a d e l a n t e n o h a y n a d a m á s " ? Si ella les creía a ellos, de verdad... ¿Por qué ellos no creían que vienen espíritus del aire a jugar con las nubes y por eso se transforman? ¿Acaso habían montado sobre una? Elisa estaba cansada de la aburrida vida de ser momia en vida, de ser tratada por "tonta" por intentar explicarles a esos adultos que su mundo es más fácil de lo que piensan... Pero, pese a todo, se disculpó, y centró su atención en la pizarra: "Multiplicaciones con 3 cifras..."
Sus padres contemplaban, compungidos, como la llama de su hija se extinguía día tras día, ya no dibujaba, ni contaba sus creativas teorías sobre "por qué esto es así", ni siquiera replicaba por hacer sus deberes o no leer un cuento antes de dormir. Lo que convertía al mundo de Elisa en un mundo rico se estaba marchando al hueco más hondo de su pequeño corazoncito, a una caja acartonada que nombraría como "INSERVIBLE". No obstante, su anciana abuela conocía el proceso al que se estaba viendo sometida y, al verla así, decidió que ella tenía una oportunidad de no perderse. Por ello, planeó llevarla a una famosa exposición de arte que habían organizado en la Galería principal del Condado, donde se encontraban los más importantes cuadros colgados para ser explorados por los curiosos visitantes. Y, ¿ q u i é n m á s c u r i o s o q u e u n n i ñ o ? La curiosidad mató al gato, dicen, pero en este caso, más bien lo revivió. Guiada de una callosa mano, Elisa se encontró ante un edificio de ancho y largo de un palacio, clamando por todos sus sentidos, expuestos al contenido de una caja que había sido desgarrada para brillar con más plenitud. Elisa había vuelto y, en cuanto puso un pie en aquel enorme paraíso, fue consciente de que se encontraría (perdiéndose) en aquel laberinto.
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1er Mundo: LA BAILARINA ROMÁNTICA Tras un breve pestañeo, todo había desaparecido. Las frías paredes y las agrupaciones de transeúntes fueron sustituidos por un súbito paisaje agreste, precioso, y el ambiente se cargó de un frío que helaba el alma. Elisa escudriñó todo aquello que la rodeaba: acarició el suave césped mecido por la brisa, probó que el lago estaba (efectivamente) helado y patinó sobre él. Ansiaba descubrir que habría más allá de las montañas cuando una suave melodía la detuvo. Se dejó guiar por notas que eran transportadas hasta ella y marcaban un compás a base de ritmos marcados hasta dar con una roca, erosionada por el efecto del agua. Al ladear su cabeza y divisar por un resquicio de la roca, descubrió a un ángel (o, al menos, eso le pareció). Con sus pies, marcaba un ritmo tan natural como todo lo que la rodeaba, de su interior surgía esa melodía que la atrajo al lugar y todo su cuerpo era la continuación de aquella canción que la guiaba… ¡Flotaba, sus pequeños pies de bailarina ni rozaban el árido camino! Se sorprendió, tantas veces le habían advertido sobre las leyes de la gravedad… La magia de aquella figura era tal, que temió romperla, por lo que se mantuvo ahí tal vez minutos, horas, días… ¡Quién sabía, pero era tan perfectamente imposible robarle la mirada al espectáculo! Sin embargo, la dulce bailarina la oyó suspirar, con lo que detuvo su baile, se deslizó al suelo y se acercó, tal como surgida de un mágico hechizo, hacia la impresionada niña. -”¿Te ha gustado ma Grand Pas de Quatre?”-le susurró, con un marcado acento francés. -¡Ha sido increíble! ¿Eres mágica, tienes alas…?¿Podrías enseñarme a bailar como tú?- le acribilló a preguntas la muchachita, más que ansiosa por imitarla. -Oh, dulce niña… La magia no es mía, la tiene el Arte, pero me la presta… A ratos, cuando estoy alicaída y siento que el frío aumenta en esta solitaria llanera, clamo por él, y me cede por unos minutos su poder. En mi caso, el baile que estremece mis sentidos… Es gracias a 80
la fuerza de este Gran Señor y su hija, Música.- la joven escuchaba, asombrada, todo aquello nuevo para ella. -¿Y cómo puedo encontrar a ese señor? Muchas veces, me siento apagada… Los adultos no me creen cuando les enseño aquello que no pueden ver, y me quitan las ganas de verlo. -Lo siento, pequeña… Yo no puedo ayudarte, solo soy una bailarina atrapada aquí con la única compañía de un par de notas… Pero puedo enseñarte como buscarlo, si te apetece.- le comentó, apenada, la deslumbrante bailarina. -¡SÍ! Quiero hacerlo, por favor, buen hada, llévame ante ese Gran Arte. Ella le ofreció una delicada mano que la niña tomó sin ningún ápice de duda. La guió más allá del lago congelado. Allí, excavada entre dos montañas, se encontraba una pequeña gruta cuyo cartel clamaba “para los puros de corazón o los locos sin remedio”. -Espera, hermosa bailarina… Me pregunto, ¿soy pura de corazón, yo, que tantas veces he mentido, que muchas veces he actuado hipócritamente? ¿Cuando desobedecía, me enfadaba, me creía la única portadora de razón? Si no lo soy entonces… ¿Soy una loca de remate por creer en ti, en mí? -Oh, no no, pequeña. Hasta los más puros de alma cometen errores… Lo que no debes permitir es que sean tus errores los que te definan, si no el como los afrontas. Y, quiero que sepas, que es muy adulto de tu parte reconocer que no eres perfecta. ¡Anda, márchate, y recuerda a tu buena amiga! Y, con el pensamiento de sentirse orgullosa por ser considerada “adulta” por primera vez, se adentró en una profunda gruta excavada en la tierra, con una esperanza delante y otra detrás…
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2do Mundo: ENTRE LAS RUINAS En cuanto la luz dejó de cegar sus pequeños ojos, pudo contemplar, extasiada, donde se encontraba. Ahora no había brisa, sin embargo… Un sentimiento sobrecogía el corazón, como si el ambiente estuviese cargado de nostalgia, pesadumbre. Se sacudió esos sentimientos y se dispuso, nuevamente, a explorar el lugar. ¡Era imponente! Todavía se podían divisar las estructuras de lo que debía haber sido un gran edificio, majestuoso y lleno a rebosar de tesoros (se permitió imaginar). Pero ahora… La hiedra se había apoderado del lugar, escondiendo el pasado y dificultándole el paso. Conforme más caminaba, más atrapada se sentía por esa inmensidad… Hasta que el camino desembocó en una pequeña y humilde casita, situada en mitad de lo que debió ser una gran obra arquitectónica. Saliendo de ella, se encontraba una borrosa figura, que avanzaba, pesadamente, hacia ella. Inconscientemente, se estremeció y quiso correr. Pero su curiosidad… -¿Quién eres, desconocido? ¿Es tuyo todo este lugar, eres tan rico y poderoso de ostentar el paraíso? La figura profirió una lastimera carcajada y se aproximó más. -Desgraciadamente, sí… Pero no son más que las ruinas. El gran Arte me encomendó un monasterio y yo, bueno de mí, puse toda mi alma en su construcción. Hace algunos cientos de años, con la muerte de mi mujer, me derrumbé… Y la catedral conmigo. Puedo apañármelas pero… Me gustaría hablar con aquel “Señor Todopoderoso” para preguntarle porque me quitó mi don y mi obra...- comentaba aquel hombre, que había vivido centenares de años aparentando apenas cincuenta. -¿Se siente alicaído, señor?¿Sólo cuando construye se siente completo y feliz?
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-Hace tiempo que no conozco otro sentimiento. Tampoco nadie me visita, vivo sin vivir en mí en esta cárcel vegetal…-y, luego, cambiando de actitud, le dijo a la pequeña.- ¡Oh, cierto, perdona por mis formas! ¿Qué desea mi pequeña huésped? ¿Té, un poco de conversación? -No, lo lamento buen hombre… Busco a aquel Arte, y, en cuanto lo haga, le pediré que le devuelva a usted su don, la alegría y las ganas de crear. ¡Nadie merece vivir siempre en la realidad! Pese a la pronta decepción de su mirada, comprendió que la niña debía marcharse y él, volvería a quedarse solo con sus pensamientos. -Está bien, os guiaré a una puerta que os pondrá en camino hacia Él pero… ¿no podríais al menos contarme una historia antes de marchar? La eternidad mezclada con soledad es larga y aburrida... Y resultó que el bálsamo para un cansado corazón fue un cuento infantil, El Principito, cuya historia Elisa sabía de memoria, y con la que se sentía tan estrechamente relacionada. -Y fin. Yo creo, señor, que debería darse a la escritura, es el mejor arma contra la soledad… ¿Conoce usted acaso a Miguel Hernández, que escribió su gran obra encerrado en la cárcel (una de barrotes)? Los humanos tenemos la capacidad de crear de lo malo, una rosa de esperanza. -Es un gran consejo, pequeña… Vaya, has sabido comprenderme mejor de lo que cientos de años de reflexión propia no han conseguido… ¿Sabes? De mayor serás una gran mujer, estoy seguro. Y, de nuevo, con ese futuro no tan amargo en mente y, tras sorprender al hombre de papel con un beso en una de sus desgastadas mejillas, abrió el pomo y salió por la puerta de atrás de su hogar…
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3er Mundo: EL COMBATE SIN FIN Al atravesar el umbral, Elisa sintió que había cambiado de mundo. El ambiente ya no era nostálgico, si no que apestaba a venganza, confrontación. Humo, gritos, sonidos de objetos rompiendo contra otros o contra cráneos e insultos que la niña jamás había escuchado siquiera. Al principio, pensó que se había equivocado… ¿Cómo podría el señor Arte, dueño de todo lo bueno, encontrarse entre todos los escombros de esa sociedad, sobresaliendo entre la violencia y la no humanidad? No obstante, conforme más calles plagadas de personas (de todas las edades, sexos y razas) peleándose, arrebatándose objetos rotos o torturándose entre ellos mismos veía, más convencida estaba de que en el caos debía haber una semilla de cordura. Por ello, en cuanto divisó a unas ancianas monjas interponiéndose entre un pobre muchacho que estaba siendo acribillado a pedradas, un deje de esperanza surgió en ella. -Perdonad, hermanas, buenas señoras… ¿Alguna podría decirme dónde está el Gran Arte aquí?¿Y por qué se pelean, si son todos hijos de un mismo fruto? -Oh, pequeña niña...-le comentó la más anciana de todas.- Hace tiempo que nadie sabe como comenzó esta disputa, ya sabes, “la violencia crea más violencia”. Al principio, fue una pelea entre Don Carnal y Doña Cuaresma, el uno defendía lo terrenal y humano, la otra lo divino. A estas alturas, no queda nada de sentido en estas pobres almas atormentadas… Respecto al arte… Algunos hablan del arte de la guerra, pero no creo que busques a aquel… Súbitamente, una profunda voz surgida de un callejón se unió a la discusión: -¡Por supuesto que no se refiere a ese, querida! La guerra no es más que un daño colateral… Hace tiempo, al inicio del conflicto, peleaban por saber a que dedicarían sus esfuerzos, sus obras maestras: a los propios humanos o a Dios. Llevan tanto tiempo luchando… Que se 84
han olvidado de la semilla del arte, aquella que convierte cualquier obra en auténtica. Se han olvidado de Él. -¡Entonces ya sé porque estoy aquí! Debo ayudaros a sacar lo que tenéis en vuestro interior, como lo hacía aquella bailarina, como aquel solitario hombre hacía antes de romperse...-gritó la niña.- Sé lo que haremos, acercaos, esta noche crearemos un nuevo inicio… Y, siguiendo los consejos de la atolondrada muchacha, reunieron a la subversiva multitud en la plaza central: a ambos bandos y los cientos nuevos que iban surgiendo, a cada uno con la promesa de avergonzar al enemigo. En una plataforma improvisada, una niña se irguió y, sin nadie entender muy bien porque, se puso a cantar. Unos juglares que dormitaban en la esquina, la siguieron con sus laudes y pronto la gente comenzó a improvisar con lo que tenían a mano: cacerolas, trozos de carretas o sus propios cuerpos. De un momento al otro, el lugar se llenó de melodías sin ritmo ni concierto que, sin embargo, se erguían hasta la luna azul que los contemplaba, embelesada, cansada de tanta destrucción. Y así, por unos instantes, todos redescubrieron algo que habían olvidado, y es que el arte unía corazones, no separaba almas. Sus problemas no desaparecieron pero, mediante música, huían a otro lugar mejor. Una vez el amanecer obligó a cada cual a tornar a sus quehaceres, el humo de las hogueras y el aroma a pavo asado se apagaba en la plaza, un niño acompañó a nuestra Elisa hacía la salida de aquel “mundo”. Pero, antes de que esta se internara en el oscuro pozo, la tomó de la mano y, colocándola al lado izquierdo de su propio pecho, le susurró: -No sé de donde vienes ni a donde vas, pero has devuelto a mi pueblo su latido, y no hay nada que pueda hacer para agradecértelo lo suficiente… Salvo suplicarte que nos recuerdes cuando, tal vez, cantes nuestras nanas a tus hijos. Y recordarte que el Arte está por todos lados, aunque lo perdamos.
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4to mundo: PÉRDIDA DE TIEMPO Quería decirle tantas cosas al muchacho… Pero, de repente, se sintió caer. Y cayó. Y cayó. Indefinidamente. Cuando ya se veía perdida allí, aterrizó en una llanura desierta. Allí, el calor era sofocante. A lo lejos, había una masa de agua, y se sentía tan sedienta… Que comenzó a caminar hacia allí, durante lo que podrían haber sido días, pero ni el sol se apagaba ni las temperaturas disminuían. Ni el oasis estaba más cerca. Ya agotada de vagar, se sentó en un pequeño muro que había al lado de la duna. Allí contempló, mitad horrorizada mitad cautivada, como hermosos y señoriales relojes se derretían y, al segundo, desaparecían, para dar lugar a otros nuevos. Se preguntó que prueba era aquella que el señor Arte colocaba ante ella. Enseguida, relacionó relojes con tiempo. -¡Oh, tú que estás en todas partes…!¿Estás también en el tiempo?¿Por eso acaso me obligas a perderte, como me dijo aquel niño, sin yo poder hacer nada? Por favor, ya que te nos regalas todos los días en tan minúsculos milagros… ¿No podrías mostrarte ante mí, para valorarte como debes? En ese momento, un reloj de cuco comenzó a sonar y descubrió, asombrada, que sus manecillas señalaban el lugar en el que estaba sentada. En seguida pegó un brinco y se encaramó allí. Detrás suyo, había aparecido la masa de agua… Antes de hacerse preguntas y temer, saltó y se dejó caer…
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5to Mundo: MIENTRAS GRITAMOS De repente, su realidad se distorsionó (esta vez, literalmente). Sus ángulos y esquinas se tornaron curvas, y se descubrió en un agua turbia, que la arrastraba en tantas direcciones… Que se dejó llevar. En la arenosa superficie donde había ido a parar, contempló su nuevo entorno. Todo era oscuro, teñido por una manta colorada de naranjas que se mecía como el río. Decidió encaminarse al puente que lo atravesaba, pues era su única opción. Allí, varios transeúntes sin expresión pasaron por su lado. No obstante, una en concreto estaba de espaldas a ella, por lo que no podía divisar su expresión. Como era su única oportunidad de encontrar un guía por aquel tan extraño mundo, se lanzó hacia él. Una vez llegado hacia este, lo tocó, y su temblorosa mano atravesó a la silueta. Cayó al suelo de la impresión. Cuando se recuperó, decidió enfrentarse cara a cara a aquel “espectro”. Allí, horrorizada, observó como todas sus facciones se tornaban en una expresión de sorpresa y susto, que culminaban en un sonido de pura agonía que a punto estuvo de romper sus tímpanos. -El Arte también está en aquellos que ya no están, aquellos sorprendidos por una muerte que siempre llega. Siento que tengas que ver esto por ti misma pero… En el lado oscuro de la humanidad también hay pintura. Eso somos, al fin y al cabo.- al girarse, descubrió a una figura oscura (aparentemente femenina), que se dirigía a ella con un tono neutro.- Muchas veces, hay personas que no pueden ser salvadas, es demasiado tarde para ellas… Por eso debes ser luz para aquellas personas sin ella, porque una vez hemos perdido el alma, lo perdemos todo. ¿Lo entiendes, pequeña? -Lo hago, pero… ¿Cómo puedo sacar felicidad de tanto sufrimiento?¿Soy capaz?
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-¡Por supuesto que lo eres! Y, si no olvidas mi consejo, conforme te hagas mayor, curarás muchos corazones lastimados que necesitan un poquito de niñez. Y crearás sonrisas. Por ahora, ven, ha llegado el momento que lo conozcas. Te ha estado esperando.- y, cerrando sus ojos, se transportó…
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6to mundo: CONOCEMOS AL ARTE DURANTE UNA NOCHE ESTRELLADA Sus pesados párpados tardaron en abrirse esta vez: estaba agotada y, al mismo tiempo, temía ese momento, el final de ese increíblemente mágico viaje. Pero luces centelleantes picaron su curiosidad y, poco a poco, todos sus sentidos se abrieron a una noche única. Las mismas estrellas parecían danzar a un son tan antiguo como el mundo, las nubes, juguetonas, luchaban y se retaban entre ellas creando mágicas figuras. El pueblo, irrealmente fantasmal, se situaba, protegido, bajo aquel espectáculo. Por primera vez, supo que estaba donde debía estar, así que no se movió del lugar. Se quedó, extasiada, disfrutando del canto a su alma. Tan concentrada estaba, que olvidó su verdadera misión: encontrar a aquel Rey del que tanto había escuchado hablar y que tan poco conocía realmente. Por ello, no se extrañó cuando, en vez de un hombrecito, fue una pequeña luz la que se acercó a ella. De repente, explotó, y se transformó en pequeñas estrellas, galaxias en sí mismas, clamando por la niña para acercarse a contemplarlas.
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En cada una de ellas se encontraban los personajes que había conocido en su viaje: la dulce bailarina, sonriendo, resplandeciente; el solitario hombrecillo escribiendo sobre sus ruinas; el variopinto grupo de aquella batalla que cenaban y cantaban, todos reunidos; los relojes que continuaban desapareciendo, creando otro, cada cual más hermoso que el anterior; el pobre espectro, que lanzaba su última despedida a un mundo que no lo escuchaba; aquel paisaje sacado de sus sueños y, sorprendentemente, ella misma, mirándose reflejada en aquella estrella. <Bien, pequeña niña… ¿Querías encontrarme? Temo decirte que siempre he estado contigo, en el corazón de cada uno de mis amigos cuando los visitaste en sus mundos. Y sí, sé que pensarás “que señor tan injusto con los suyos”, pero es que yo no les obligo a dejarme o tomarme. Yo estoy ahí, siempre que me busquen, como una extensión de ellos mismos, como tu brazo o su cuello. El problema es que, simplemente, me olvidan y, cuando la realidad les duele, rebuscan por mí. Pero he aquí el secreto, querida… Solo soy ·ARTE· en aquellos capaces de sacar sus recuerdos, sus temores, sus mayores esperanzas… Cuando se desnudan ante mí, entonces los transformo en lo que sueñan ser: niños. Por ello yo soy en ti, por tu esencia, esa poderosa esencia que brilla más que las estrellas que te muestro. Y esa es la razón que hoy estés aquí, ante mí, ante ti.> -Pero… Señor, yo no soy como los otros… Ellos tenían un don, un “algo” que les nacía en las entrañas. En todas las historias de héroes estos tienen capacidades especiales que les permiten vencer al villano y ganar en la historia. Pero, ¿qué tengo yo de especial? <Oh, pequeña… Tú eres mejor que todos ellos, pues me encuentras antes incluso de conocerme. Tu capacidad especial no es especial, simplemente es la habilidad de crear. Y tu particularidad consiste en no dejar de hacerlo, mientras los demás viven en un mundo… Tú lo ajustas. ¿Me entiendes, joven artista?> -Lo hago pero… No voy a permitir que te apagues, ni que desaparezcas de los corazones de los adultos. Aunque no me lo pidas… ¡Voy a crearte el mundo más rico que jamás hayas podido imaginar!- exclamó, entusiasmada, Elisa. <Gracias, pequeña… Me alegro de que me buscases, pero ahora es momento de volver al hogar, alguien te está esperando… Vuelve pronto a visitar a tus amigos, te añorarán.> <<<<<<<<<<>>>>>>>>> 90
-¡Elisa, por favor! ¡Van a cerrar la Galería, si no nos vamos tendrás que dormir aquí!- gritó su anciana abuela, tomándola del brazo y sacándola de su ensoñación.- Espero que te hayas divertido, mañana te puedo volver a traer pero… ¡Por hoy ha sido más que suficiente! Y arrastró a su nieta lejos de aquel hermoso cuadro pintado a pinceladas azuladas que era el centro de toda la exposición, que susurraba, calladamente “GRACIAS POR ADENTRARTE EN MÍ, NOS VEREMOS PRONTO”. % Un par de años más tarde… -Y este, queridos alumnos, es el súmun de la exposición y, en mi honesta opinión, de toda la historia del mismo arte. ¿Alguna duda?- comenta una Elisa crecida, madura, pero con ese brillo infantil todavía perenne en su mirada. -Sí, profesora, verá… Nos preguntábamos… ¿Fue por este cuadro que decidió darse a la enseñanza?-comenta un muchacho que rondaba la quincena, con redondeadas gafas decorando sus facciones. -Hum, buena pregunta Henry… La verdad, creo que todo a nuestro alrededor clama por atención, cada pequeño detalle alberga arte. Como esto.- dice señalando su propio pecho.o todo esto.- comenta abarcando toda la estancia y los cuadros en su interior.- Mi vocación surgió del hecho que, cuando somos niños, queremos comernos el mundo. No obstante, conforme vamos creciendo, nos conformamos con pequeños trocitos… A lo que quiero llegar es que quiero mostraros que siempre hay una salida para todo aquello que soñáis, y también para todo lo que os incordia… Una manera de “devorar el mundo” y es al ritmo de una melodía conocida, de cinceladas a una “obra”, de dibujos y de danzas, de todo aquello que tenemos… Y de lo que nos falta. En resumen, vivir en la realidad siempre es aburrido… Abríos una puerta y cread, es la mejor manera de cambiar y mejorar. Por ello, yo no os hablo de arte, si no de vosotros mismos y de lo que sois capaces de hacer.
Una soñadora más
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Cal y Sarmiento es un concurso literario, destinado a estudiantes de Secundaria y Bachillerato. Lo convocan los Institutos de Educación Secundaria Oleana y Número 1 de Requena, en la comarca de Requena - Utiel, junto con el IES Fernando III de Ayora, en el Vallle de Ayora. Hay dos modalidades, prosa y poesía, repartidas en un primer y segundo premio, además de uno extraordinario. La premios se estructuran en Primer Ciclo de ESO (1º y 2º de ESO), Segundo Ciclo de ESO (3º y 4º de ESO), además de Ciclo Me93
dio de FP, y Bachillerato, tanto 1º como 2º, junto con Ciclo Superior de FP. Los Departamentos de Lengua Castellana y Literatura son los que deciden los premiados y los responsables de organizar la ceremonia de entrega. Este librito recoge los trabajos premiados de las modalidades de prosa y poesía de los dos ciclos de Secundaria y Bachillerato de 2017.