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¿En quién piensa usted cuando escucha la palabra ‘líder’?

He hecho esta pregunta en numerosas ocasiones, a decir verdad, es casi un pasatiempo enlistar los nombres de los líderes que han quedado plasmados en el imaginario colectivo: Wiston Churchill, Napoleón Bonaparte, Alejandro Magno, El “Ché” Guevara, Nelson Mandela, Justin Trudeau, Barak Obama y Lionel Messi suelen encabezar la lista. Algunas veces el nombre de Margaret Thatcher y Angela Merkel aparecen, a pesar de tratarse de dos personajes sumamente importantes en la historia mundial.

Si bien mi encuesta no tiene nada de científica ni una muestra lo suficientemente contundente para obtener conclusiones, tiene impacto en mis cuestionamientos diarios. ¿Por qué los nombres como Jacinda Ardern, Katalin Karikó, Rigoberta Menchú, Zaha Hadid, Emmeline Pankhurst, Rosalind Franklin, Megan Rapinoe, Fernanda Canales o Natalie Vilchis no burbujean en nuestras mentes de manera obvia como lo hacen los nombres masculinos?

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La respuesta es sencilla: no estamos acostumbrados a reconocer y validar el liderazgo femenino.

Según datos del banco mundial, las mujeres representamos el 49.7% de la población mundial. Así es, casi la mitad de las personas que habitan el planeta, cultural y socialmente, continúan siendo clasificadas como “minoría”. Esto no es una casualidad, la historia de la humanidad ha sido y continúa siendo patriarcal, dando mayor importancia a la presencia y mérito a la figura dominante: la masculina.

La cultura y la sociedad se ven afectadas por la división del poder en cuestión de sexos, estableciendo roles y actitudes esperadas para cada uno, así como la designación de espacios para su desarrollo. Estos roles sexuados (a los que denominaremos roles de género) definen nuestra vida entera desde los colores que portaremos en nuestras prendas, hasta las profesiones a las que tendremos acceso en la vida adulta. Los hombres por ejemplo, deberán ser protectores, fuertes, autoritarios mientras que las mujeres deberán desarrollar una personalidad sumisa, conciliadora, amorosa y suave. Los espacios asignados para los varones corresponden a lo público (ciudades, calles, vida profesional), mientras que las mujeres son privadas, incluso los espacios asignados para nosotras no están a la vista en la cotidianidad (Recámara, cocina, área de servicio). Cuando una mujer lidera, rompe los roles que le han sido asignados, abandona “el deber ser” e invade territorio que no le corresponde: el público.

Este rompimiento, tiene consecuencias para persona invasora, sus competencias serán percibidas como negativas en función a su sexo: un hombre es “decidido a lograr sus objetivos”, una mujer con esas mismas características es “mandona”; Un hombre “impone y tiene presencia”, una mujer “es hostil y agresiva”. A un hombre no se le exige ser conciliador, a una mujer sí. La lista continúa y honestamente, es interminable.

La relación entre género y liderazgo ha sido analizada de muchas formas y en muchos momentos históricos, sin embargo, uno de los reportes más completos se llevó a cabo en 1990 por Alice H. Eagly y Blair T. Johnson quienes realizaron una síntesis de 162 estudios sobre liderazgo en hombres y mujeres en función de su género. Los resultados de esta investigación dieron a conocer que, de acuerdo con estudios relacionados en laboratorios, las mujeres tienden a ejercer un liderazgo interpersonal, mientras que los hombres optan por un estilo autocrático y enfocado a tareas.

Por otra parte, los resultados de los estudios realizados en organizaciones demuestran que la única diferencia entre el liderazgo femenino y masculino, es que el primero tiende a buscar la participación más activa de los miembros del equipo en la toma de decisiones, es decir, ejerce un liderazgo democrático. En cuanto al enfoque de liderazgo enfocado a tareas y resultados, no existe diferencia entre un sexo y el otro. Se concluye también, que existe escepticismo sobre el liderazgo femenino que genera el cuestionamiento sobre la capacidad de las mujeres para dirigir grupos de trabajo, además de establecer que las mismas mujeres han internalizado los prejuicios sociales propios del género (Eagly et al, 1990).

La gestión de proyectos con perpesctiva de género.

Cualquier persona asumiría que las mujeres hemos sido consideradas para el diseño de automóviles, ciudades, muebles, medicamentos e instrumentos musicales, pero no es así.

Caroline Criado Perez, publicó el libro “La mujer invisible” en 2019 y fue galardonado con el Premio de la Royal Society al mejor libro de ciencia de año. Caroline expone a través de estadísticas y datos, el precio que el sexo femenino ha tenido que pagar a través de la historia, por vivir en un contexto donde el varón es la medida de todas las cosas, desde tener un 47% más de probabilidad de sufrir un accidente automovilístico hasta la falta de investigación con perspectiva de género en la industria farmacéutica (Criado Perez, 2019).

Pasar las páginas de este libro es un ejercicio de tolerancia a la frustración constante, recuerdo haber pensado una y otra vez “no puede ser” pero sí, lo es.

Hace algunos años recuerdo haber estado junto al equipo de arquitectura de una renombrada constructora en Guadalajara, Jalisco. Los arquitectos presentarían el nuevo desarrollo a construir, fruto de su trabajo durante meses. El proyecto era muy atractivo, casas en varios niveles ubicadas en medio de un fabuloso bosque que prometía vistas impactantes y un gran entorno urbano. Como parte del proyecto, una pista para jogging se internaba profundamente en el bosque. Todos los asistentes estaban fascinados, cuando fue mi turno para externar opiniones, expresé un profundo miedo por recorrer ese trayecto. Donde los varones veían un camino sinuoso, interesante, arbolado, solitario y perfecto para meditar, yo veía peligro, falta de comunicación, riesgo y oscuridad que me hacían sentir vulnerable. Pregunté si el trayecto contaría con un botón de pánico y me encontré con miradas confundidas por el cuestionamiento. Ninguno de los arquitectos compartía mi percepción del miedo, señal inequívoca de que hombres y mujeres percibimos los espacios de manera distinta, en esto reside la importancia del diseño con perspectiva de género.

Cuando involucramos mujeres en el desarrollo de ciudades todo cambia, como ha quedado demostrado gracias al colectivo Punt 6, conformado por un grupo de arquitectas, sociólogas y urbanistas que por más de 10 años han dedicado sus esfuerzos a transformar el entorno enfocándose en la diversidad para el diseño urbano. Viena y Barcelona son dos ejemplos de ciudades que han optado por transformar los espacios a través del diseño de iluminación, ampliación de aceras (haciéndolas más accesibles para personas en sillas de ruedas o infantes), aumento de áreas peatonales, bancos para descanso, hasta sanitarios públicos.

Las mujeres y hombres percibimos el mundo de manera distinta, lo cual no debería ser un factor para la desigualdad. Si realmente queremos un futuro plural que considere a toda la población en el desarrollo, necesitamos mujeres gestionando proyectos. Necesitamos cambiar nuestras ideas preconcebidas sobre lo que significa ser hombre o mujer; olvidarnos del “deber ser” que nos han impuesto por siglos y adaptarnos a una realidad completamente diferente.

Las corporaciones, las instituciones educativas y la sociedad en general, tienen una deuda histórica con nosotras, quiénes a pesar de los obstáculos que hemos tenido que sortear durante la vida profesional y personal, logramos obtener posiciones de poder que nos permiten abrir el camino para las mujeres que vienen detrás de nosotras, esperando que cuando su momento llegue, el mundo sea un lugar un poco más justo y accesible para las líderes femeninas.

Este cambio de mentalidad tendrá que generarse desde las entrañas de las empresas comprometidas con la igualdad y la innovación. Tengo la fortuna de encontrarme en una de ellas, liderando el proyecto de infraestructura más grande del país y el más icónico para la compañía, demostrando que las mujeres pertenecemos a todos los espacios, a todos los ambientes (por más inhóspitos que sean) y todas las profesiones. Apostar por el talento femenino es cambiar el futuro. Un futuro, en el que los nombres de mujeres estén presentes en nuestras mentes todo el tiempo, en el que ya no tengamos miedo de seguirles y no tengan que probar constantemente que son dignas de admiración y respeto.

Un futuro plural, un futuro con mujeres liderando proyectos, libres, plenas, seguras y llenas de confianza.

Bibliografía y referencias.

Eagly Alice & Johnson, Blair. 1990. Gender and leadership style: A meta-analysis. Psychological Bulletin (108): 233-256.

División de Población de las Naciones Unidas. 2009. Perspectivas de la población mundial: Revisión de 2008. Nueva York, Naciones Unidas, Departamento de Asuntos Económicos y Sociales Disponible en: esa. un.org/unpd/wpp2008/index.htm.

Lupano Perugini, M. L., & Castro Solano, A. (2011). Teorías implícitas del liderazgo masculino y femenino según ámbito de desempeño. Ciencias Psicológicas, V(2), 139-150.

Criado Perez, Caroline. La mujer Invisible (2019). Editorial Seix Barral.

Bayona, E. (19 de diciembre 2016) Urbanismo feminista o cómo humanizar las ciudades desde la experiencia de las mujeres. Público. Urbanismo feminista: humanizar la ciudad desde la experiencia de las

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Armando Gómez González

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