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Conozcamos el Parque: Fraguetes y martolls - Carbonero garrapinos

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Noticiario

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21 conozcamos el parque ¿Habéis encontrado alguna vez alguna fresa de bosque? Qué ilusión hace encontrar, de repente, en una curva del camino, un montón de estos pequeños frutos. ¡Mmmmm, qué buenas que están! En los pueblos de los alrededores del Parque son conocidas como fragues (que viene del nombre latino Fragaria) y también hay quien las llama martolls (nombre que parece originario de una antigua lengua ibero-basca). Los araneses dicen ahragues (con la misma raíz latina). Aunque no está escrito en ningún sitio (ni tenga que ser siempre así) en el rincón naturalista del Portarró intentamos encontrar vínculos que unan a los representantes del mundo vegetal y animal que presentamos en cada número. A veces esta relación es evidente pero en ocasiones las similitudes están bastante escondidas: ¿Qué tienen en común la fresa silvestre y el carbonero garrapinos? Los dos son habitantes del bosque y muy comunes dentro de su área de distribución que, por otra parte, es bastante coincidente en el ámbito europeo. Muchas especies del Parque hacen gran esfuerzo de adaptación para conseguir sobrevivir en algún rincón de la alta montaña. El carbonero garrapinos y la fresa silvestre en cambio, parecen tener el don de la ubicuidad y los encontraremos distribuidos por todo el país (con mayor o menor abundancia y con algunas limitaciones). La fresa silvestre (Fragaria vesca) es una especie propia de los linderos y claros de bosques más o menos húmedos, preferentemente en ambientes no tan cerrados, donde la luz del sol pueda llegar al suelo con cierta facilidad. La encontraremos principalmente en las partes más bajas del Parque, por debajo de los 2.000 m de altitud. Mientras que en los Pirineos prefieren los lugares más o menos soleados, en las áreas más al sur busca refugio en los bosques más frescos y umbríos. Por contra, en torno a Barcelona podremos encontrar fresas ya a mediados del mes de marzo, mientras que en los Pirineos tendremos que esperar hasta julio o mediados de agosto para poder encontrar algunos frutos suficientemente maduros. Si no fuera por estos pequeños y deliciosos frutos, sería una pequeña hierba que pasaría bastante desapercibida: como mucho llega a un palmo de altura, prácticamente no tiene tallo y todas las hojas salen juntas de una roseta basal. La planta se esparce por el suelo emitiendo estolones: una especie de brote lateral que va creciendo a ras del suelo y que puede generar nuevas raíces en cada nudo, que darán lugar a nuevos individuos de manera vegetativa (un tipo de reproducción donde no intervienen las semillas). Las hojas tienen un mango largo y la lámina dividida en tres partes, formando un tipo de hoja que se llama trifoliada. Las flores, que en los bosques pirenaicos no suelen aparecer hasta bien entrado el mes de mayo, son pequeñas y con cinco pétalos de color blanco. Lo que conocemos como fresa es un caso extraño, desde el punto de vista botánico, ya que en realidad es un engrosamiento del receptáculo floral sobre el que se insertan los verdaderos frutos de la fresa, que son en realidad cada uno de los puntitos que encontramos en su superficie. Las fresas y otros frutos silvestres han sido recolectados por los seres humanos desde tiempos inmemoriales. La fresa silvestre fue comúnmente cultivada hasta que, a partir en el siglo XVIII, fue substituida gradualmente por la fresa de jardín que todos conocemos. La fresa cultivada (Fragaria × ananassa) no tiene nada a ver con nuestra humilde fresa de bosque: fue creada a partir de la hibridación de dos especies traídas desde América que daban frutos de mayor tamaño. Este híbrido es un poliploide, es decir, que en vez de dos copias de cada cromosoma, las células de la fresa cultivada tienen ocho. Normalmente este hecho, que es bastante normal en el mundo vegetal, se ve reflejado en un aumento del vigor y el tamaño de las plantas. Los frutos del bosque son muy importantes como fuente de alimentación de muchos animales: insectos, pájaros, reptiles y mamíferos recorren el bosque buscando alimento y aprovechan el verano para asegurar el crecimiento de su descendencia. Incluso los mamíferos que acostumbramos a llamar “carnívoros” aprovechan este recurso en las épocas favorables. Así pues, hay que ser prudentes y dejar alguna cosa a estos animales del bosque que son sus legítimos propietarios. Gerard Giménez (Recordad que en el interior del Parque Nacional estricto está prohibido recolectar cualquier parte de cualquier planta, animal o seta) fraguetes y martolls ß

boletín del parque nacional de aigüestortes i estany de sant maurici

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fauna el carbonero garrapinos

Si entramos en cualquiera de las masas forestales del Parque Nacional, ya sea en el límite superior (en contacto con el medio alpino) o el inferior (donde se mezclan caducifolios y coníferas) oiremos con toda probabilidad unas voces o cantos de pájaros muy característicos. Por poco que nos fijemos, pronto observaremos un pequeño pájaro, nervioso y activo, que probablemente irá acompañado de otros pajaritos muy similares entre ellos. Hablamos del carbonero garrapinos (Parus ater), que junto con los otros carboneros (común y palustre), herrerillos (capuchino y común) y el mito, así como agateadores, reyezuelos y otros, conforman el “gremio” de los paseriformes (o pajaritos) forestales, que controlan las poblaciones de insectos. En efecto, su alimentación, fundamentalmente insectívora a lo largo de gran parte del año, y su relativa abundancia hacen de los carboneros unos perfectos aliados en la lucha contra las enfermedades y plagas forestales. Se alimenta de insectos, de sus larvas y huevos, que busca activamente siguiendo todas las ramas y la corteza de los árboles; completando su dieta, a lo largo del invierno y otoño, con semillas y bayas silvestres. Anida en los huecos de los márgenes, en taludes, en las cepas de árboles e incluso en el suelo. El nido tiene forma de copa y lo construye con musgos, plumón y otros materiales finos. También utiliza las cajas-nido: ¿Quién no ha visto una caja-nido (en general de madera) con un agujero en un lado, colgada de un árbol? Durante muchos años, tanto en los espacios naturales protegidos como fuera de ellos, las administraciones de la época favorecieron la colocación de estas cajas-nido para los pájaros insectívoros y las especies que más las utilizan son los carboneros. En la caja-nido pueden criar, pueden refugiarse durante la época de temperaturas más bajas y han servido para la mejora de las poblaciones. Así, en las áreas donde se realizaron repoblaciones forestales, y por tanto con árboles jóvenes y de pequeño diámetro, la falta de agujeros naturales estuvo en parte suplementada por las cajas-nido. Es uno de los representantes más pequeños entre los carboneros y herrerillos y uno de los de su familia con colores menos llamativos y apagados. Como rasgo característico es necesario que nos fijemos en la amplia mancha blanca que tiene en la nuca, dentro de la parte posterior de la coronilla negra, y una doble franja alar blanca. Conocida como cap-nere y picaranha en la Val d’Aran, el carbonero garrapinos es bastante abundante y está bien distribuido a lo largo del espacio natural. De hecho, en el Atlas de las aves nidificantes de Aigüestortes y Estany de Sant Maurici aparece como la segunda especie con más contactos en los censos (después del acentor común) en el Parque Nacional estricto, y en la Zona Periférica aparece como sexta, dando idea de su abundancia. Sin embargo ha sido confirmada su reproducción en la gran mayoría de las cuadrículas de 1x1 km y en casi todas (menos dos) cuadrículas de 10x10. En cuanto al rango altitudinal alcanza la máxima presencia entre las cotas 1.400 y 2.000 metros de altitud, siendo el medio subalpino su hábitat preferido (en concreto los pinares de pino silvestre y pino negro). En estos ambientes pueden registrarse densidades de hasta 100 parejas por kilómetro cuadrado. Hay dos factores que pueden contribuir en este hecho. Por una parte, su capacidad de almacenar alimento para lo largo del invierno y por la otra, la menor competencia, en estas alturas, con otras especies de su familia (páridos) pues los medios subalpinos son más limitantes para las especies de carboneros y herrerillos propias de climas un poco más cálidos. Cabe destacar que a pesar de estar presente en la práctica totalidad de bosques del Parque Nacional, también está en formaciones caducifolias (avellanares, hayedos, etc.), siempre y cuando haya algunas coníferas (pinos o abetos). Finalmente cabe mencionar que, hoy por hoy, no parece peligrar su población en la zona aunque los grandes incendios forestales podrían hipotecar su futuro a medio y largo plazo. Esperamos que esto no ocurra. Jordi Canut Bartra

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