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VOCES DE LA POESÍA COLOMBIANA DE HOY
Se destaca la labor en torno a la creación poética desde las distintas generaciones que han acompañado los inicios de la revista Ulrika, un espacio donde muchos autores fueron dando otras luces a la cultura e importancia de la producción literaria y específicamente poética en Colombia.
Hasta nuestros días, a lo largo de sus 70 números, la revista contiene una variada muestra de autores destacados, de la región y de Iberoamérica y en ocasiones, de otros ámbitos geográficos, pero también incluye a las llamadas nuevas voces y fomenta las obras en marcha siendo parte de los movimientos culturales de cada época, en diferentes contextos. En esta 30° versión del Festival, participan diversos autores jóvenes que reflejan esas nuevas voces, con identidad propia: Daniela Avendaño, Juan Carvajal Franklin, Martha Cecilia Ortiz, Gustavo Acosta Vinasco, Diego Vélez; Dufay Bustamante, Sebastián Barbosa, Nicol Alzate, Solara Sosa y Alejandra Castillo.
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Daniela Avendaño
(Bogotá, Colombia, 1988)
En algún momento adelantó estudios universitarios que nunca culminó. Entre su obra publicada están los "Absurdos", "Silencios" y "Fortunas" (2016); hizo parte de la antología Pecados Capitales de Ediciones Exilio (2019), entre otras publicaciones, y en 2021 se publica su primer poemario La ingeniería de los carros tirados por caballos, por Editorial Favila.
He vuelto (ha pensar en mi)
Entonces me creía monarca de las aves, pastora absoluta de las palomas. Corría durante horas imponiendo mi dirección en danzas frenéticas.
Tenía 5 años y un complejo de grandeza que empeoraba con la complicidad y obediencia de las alas.
El aullido del viento, un vibrato entre las hojas es el mismo, pero sin palomas. Mis ojos enlagañados en el asombro, los mismos, pero ahora avanzo con la lentitud del tigre enfermo.
Los niños suenan agudos y desentendidos ¿sonaba yo así hace tantos años? Me recuerdo en absoluto silencio, en pocas palabras.
La fractalidad que embellecía al parque no ha cambiado, sublime a pesar de las ausencias y las toneladas de este cuerpo adulto.
Extraño la obediencia locomotiva de las columbas, yo era gigante en aquel tiempo, aunque midiera mi masa en gramos. Cabeceo
En duermevela toda existencia es una manifestación visual de la sonrisa del gato; a los colmillos se les nota la falta de carácter entre las indecisas nubes, y las patadas, ancladas en el costillar de la felpa caminando.
Se mezcla el cansancio en la caja de arena que no cambiamos hace meses, la caja vencida entre la caca adormilada, donde la resignación del mueble felino aflora. La cabeza se menea –como la cola nerviosa–, Dublín me espera entre sueños ——— todo se apaga y la luz aún encendida.
Un supuesto
Y si pudieras verlo hablar, ¿lo condenarías por su hermosura? Tal vez lo dejarías gobernar hasta que se demostrara inmarcesible, y entonces lo llevarías de la mano en un viaje corto por el sabor del rocío que nunca termina de caer. — ¿Y si pudieras verlo hablar? — No
Sebastián Barbosa
(Bogotá, 1992)
Actualmente es estudiante de filosofía en la Universidad Pedagógica Nacional. Sus poemas son publicados en varias antologías a partir de 2018 y aparece en la antología de poesía cuir contemporánea (2021) editada por Planeta, y en otras antologías nacionales. Su primer libro se titula Este no es tiempo de fervor (2019). Es cofundador del programa cultural Poetas en vela.
Los pájaros del cuartel
Algo se refleja en los muros de la casa, es el lugar de las apariciones la casa de las moscas no es difícil encontrarlo entre las ruinas está ahí en el filo de la noche, tranquilo náufrago de tarde remotas estatua de sal eterno hombre de sueño. Cuando levantes los muros de tu exilio y clausuren de una vez por todas la casa, no mires atrás. No temas que la noche nos vigila con sus palabras de agua. No intentes decir ni una palabra, mira la bandera y recuerda: son los colores de quienes te han olvidado y persiguen para que seas un asesino. No mires los pájaros del cuartel militar no pienses en sus ojos panópticos no sueñes con sus curvados picos entre nuestros pliegues, amor. No te cortes las venas reúnete con los pirómanos que cercan la ciudad, encuéntrame todo humo detrás de un poste maldiciendo quémalo todo y déjame, después
Paula Alejandra Castillo Segura
(Bogotá, Colombia 1998)
En 2019 obtuvo el premio nacional de poesía "la palabra espejo sonoro" de la casa de poesía Silva. Actualmente cursa el pregrado de creación literaria de la Universidad Central y trabaja en su primer poemario.
Cursiva
La maestra me obligaba a enredar las letras dibujando serifas al final de cada una, se entrelazaban como manos y unían sus vidas en contra de su voluntad. Repetía frenética: Las niñas escriben en letra cursiva. Entonces me habría gustado ser niño para poder separarlas, romperlas, despegarlas de la hoja llena de cuadritos tristes, meterlas en el lápiz para llevármelas a casa y liberarlas en las paredes blancas de mamá libres de renglones y cuadritos.
Solara Sosa
(Bogotá, 1992)
Poeta, estudió Lic en Español e Inglés en la Universidad Pedagógica Nacional. Ha sido publicado en las antologías: Calle Flamingo (2020) y Como la Flor; “voces de la poesía cuir colombiana contemporánea” (2021).
Noche
Hay dos momentos en el día cuando Amanda se calla y puedo disfrutar del vivir.
El primero es en la ducha y el segundo es la noche, no abordaré la primera escena: tan sencilla y corta pero tan precisa y elocuente merece su propio poema.
La segunda es un poco más atractiva un escape constante del desamor y el fracaso porque en el día los miedos son más grandes.
Acá el tiempo se detiene, las flores brotan en cada esquina en el Santa Fé y tu y yo bailamos en espacios remotos.
Cuando la Negra y yo transitamos los caminos iluminados por los faroles celestes, una voz cae del cielo creo que ella ha sido mi única amante pero se desvanece.
Yo solo me lo gozo, con todo lo que eso conlleva: tu y mi pluma, tu y mi bicicleta, tu y la maria, tu y el viche.
Te lo daría todo
Ese será mi acto de rebeldía
Juan Carvajal Franklin
(Norte de Santander, Colombia, 1964)
Autor, editor, artista visual. Hizo estudios de Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Barcelona, y de arte con -énfasis en el libro, en el Conservatorio de Artes del Libro Antiguo “La Llotja”, de Barcelona.
POR JUAN CARVAJAL FRANKLIN
En 1891, editado por, Casell & Company, Londres, París, Melbourne, se publicó el libro Travels and Adventures of an Orchid Hunter, ... (Viajes y aventuras de un cazador de orquídeas. Relatos de canoas y la vida del campo en Colombia, durante la cacería de orquídeas en el norte de los Andes, por Albert Millican). Hará unos meses se encontró una pequeña libreta de viajero de la Casa WH Smith –de las que se pusieron a la venta a partir de 1885–, manuscrita en inglés, con algunos dibujos y un mazo de fotografías descoloridas, todo envuelto en un pañuelo bien atado con una cuerda de hilo nativo, escrita por Mr. Millican. Ofrecemos aquí una versión muy fragmentaria con la esperanza de que algún erudito pueda interpretar como es debido, unas notas íntimas que no fueron pensadas para ser publicadas, pero que trascienden el ámbito privado y alcanzan otro más universal y humano.
No soy un temperamento itinerante, encuentro escaso interés en la ilusión de los viajes, y siendo indispensable mi presencia en un lugar distante de mi habitación, asumo con la mayor resignación la parte que me toca en el asunto... ¡Bah! ¡Detesto los viajes!
Logré persuadir al viejo Brooman, de equiparme con los suministros necesarios para esta expedición. Mr. Brooman ha logrado aclimatar en su jardín orquídeas fascinantes –y eróticas– de perturbadores perfumes.
Amanecer, tercer día
El mar produce la sensación de un fluido metálico formado por peces de níquel que ascienden en arco hacia la corteza del aire, y el cielo le corresponde con bruma y pájaros grises de vuelo rasante.
No me atrevo a probar el agua. Bebo una mezcla de ron y quinina.* *– Hacia 1870, J. Schweppes & Co. añade quinina a la soda carbonatada para obtener agua tónica. Debido a la eficacia de la quinina contra el paludismo, los soldados británicos destinados en India combinaron la tónica con ginebra, alegrando así el sabor amargo de la quinina, de donde nació el gin-tonic, bebida nacional.