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5 POETAS DE ITALIA

Nos acompañan en esta versión del certamen con su participación virtual desde Italia, y esperando contar con la posibilidad de un nuevo encuentro en Bogotá, los autores: Silvia Rosa, publicada y traducida al español por Antonio Nazzaro, (Tempo di riserva, Giuliano Ladolfi Editori, 2018)

Raffaela Fazio, Gianni Darconza, Lucilla Trapazzo y Mattia Tarantino, con selección y traducción a cargo de la poeta Marisol Bohórquez Godoy, publicados en la Antología CUADERNO DE TRADUCCIÓN Veinte voces de la poesía italiana contemporánea (1949 – 2021). Editorial Colección Anverso, (poesía bilingüe), Bogotá, 2021.

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Textos bilingües de los invitados se podrán leer en wwwpoesiabogota.org

Silvia Rosa

(Turín, Italia, 1976)

Licenciada en Ciencias de la Educación, con especialización en Educación y Formación de Adultos y un Máster en enseñanza del italiano. Entre sus publicaciones, se destacan los poemarios Tutta la terra che ci resta (Vydia Editore, 2022), Tempo di riserva (Giuliano Ladolfi Editore, 2018), entre otros.

Aquella vez

Aquella vez que el sol cayó al suelo con un disparo de voz dentro de su propia luz golpeado fuerte, parecían luciérnagas las astillas que me caían entre los cabellos atados en un nudo, parecía el fin de un mundo

pero luego la vida se reanuda - así dicen solo que menos luminosa y un poco más fría, incomoda, la voz vuelve a sus silencios confabulando con las sombras, vuelve para no decir para decir a medias para hacerse viento ligero entre las nubes que desde aquella vez me siguen atentas, en fila

no entendí si en un cortejo fúnebre o para darme la ilusión de ser aún una esposa aún la misma de antes - a la espera siempre - aún viva. Qué desperdicio esta cotidianidad

Qué desperdicio esta cotidianidad vaciada de ternura, desnuda piedra que nos rebota en contra, mirada de horizonte domesticado seco

(y yo que construía geometrías golosas de palabras para hacer menos soso el golpeteo mecánico de la lengua contra los dientes, al modo de los niños intentaba el juego repetido - serio - de apretarse ahora y siempre como si no hubiese una secuela)

qué desperdicio la muerte blanca muda de un día para otro idéntico de pequeñas luciérnagas de felicidad intermitentes, aplastadas en la oscuridad de un tiempo tan distraído que incluso la banalidad de la nada tendría quizás un sabor menos mezquino.

Raffaela Fazio

(Arezzo, Italia, 1971)

Pasó diez años en varios países europeos antes de instalarse en Roma, donde trabaja como traductora. Licenciada en lenguas y políticas europeas en la Universidad de Grenoble, Es autora de varios poemarios. Entre los más recientes: El arte de caer (Biblioteca dei Leoni, 2015); El último cuarto del día (La Vita Felice, 2018).

Conocimiento

En sus vendas cada cosa espera que la mirada la reconozca, la salve

la desnude

a fin que de ella permanezca aquello que la luz golpea: esbelta enredadera entre mundos solitarios.

O incluso menos: voz que el sueño crea danzando a su alrededor como el hilo que una araña produce desde su interior.

Entre las especies

Tan inseguro el hombre tan diverso de todo si en el resto de la creación el primer contacto entre las especies es hambre, no asombro.

Pero el hombre no está hecho para la batalla. Su inmovilidad se asemeja a la conciencia o a su sonajero:

un salto y después la maravilla. Opuestos contiguos

Como el sol busca en la noche el lado opuesto de la tierra lo familiar se mueve hacia lo desconocido. Tú y yo que en la guerra nos amamos ahora regresamos a dos treguas lejanas. Dejamos la cama soleada y deshecha como un absoluto que en vano buscaría un límite como un decir infinito que se retracta de lo dicho.

Voy a reiniciar el viaje la historia de un rostro que nunca he tocado el día que se acaba. Lo reinicio desde un instante preciso. Luego muevo ese momento como si fuera la punta de un compás para ver con igual radio la transformación del diseño y el coraje con el que se compromete la memoria en el hacer de sus pasos cerrados una danza de victoria.

Gianni Darconza

(St. Gallen, Suiza, 1968)

Es poeta, narrador, traductor y profesor de Literatura y Cultura Española y Literaturas Comparadas en la Universidad de Urbino Carlo Bo (Italia). Ha publicado los poemarios Oltre la lastra di vero (Montedit, 2006); Materia oscura (Raffaelli, 2017); Antipartículas- Antiparticelle (Higueras, Bogotá, 2019, con la poeta colombiana M. Bohórquez), entre otros.

Sed

Sílaba a sílaba escribo la noche sobre el blanco de los cerezos en flor y en las nubes oscuras del horizonte resuena el eco de mis miedos todo sucede por casualidad y nada perdura ni siquiera el sueño de la luna que detrás del resplandor robado al sol revela la sed en los cráteres del mar revela el desierto más allá de las palabras

Antipartícula

Nunca nacemos solos Siempre nos originamos en pares neonato y antineonato separados desde el nacimiento lanzados a velocidad de la luz en direcciones opuestas Pero guardamos el recuerdo del parto gemelar conservamos la memoria de nuestro semejante y hermano la misma masa y signo opuesto (¡Dirac, tu ecuación previó también esto!) cada uno en busca de una meta cada uno detrás de una quimera escapamos para no encontrarnos una segunda vez Pero el espacio-tiempo se curva y lo que parecía una fuga no es más que un movimiento circular que conduce a una segunda cita, yo al final de mi vida tú al final de tu muerte Entonces entre dos oscuridades un resplandor un haz denso de fotones en el futuro detectado tal vez por algún observador Nunca morimos solos Don quijote

Si para atrapar una chispa de eternidad en una mirada mi querido buen hidalgo la locura te ha secado el cerebro si para llenar el vacío dejado por un manto entretejido de estrellas viajaste a la luna a recuperar el juicio perdido cuando regreses entre la gente pierde la razón nuevamente entre las hojas arrugadas de un bosque o en los brazos de un reflejo Porque no hay peor locura que aceptar tus propias fronteras y dejarse morir de fatiga entre la melancolía de los días azotado por la monotonía de los acontecimientos Deja que se pierda la razón que vague en la silla de un caballo de madera entre campos de trigo y molinos de viento hacia el atardecer de sangre que palpita entre los valles y las montañas entre bocanadas y susurros vagabundos Después de todo la locura nos atrapa cuando se ha perdido cada temor cuando se descubre que en la naturaleza nada es realmente necesario hasta que el asombro nos empuja entre empresas inútiles y mil aventuras a perseguir nuestro horizonte

Lucilla Trapazzo

(Cassino, Italia, 1964)

Actualmente vive entre Zúrich y Nueva York. Graduada en Literatura y Lenguas Extranjeras Modernas (La Sapienza de Roma). Realizó estudios de máster en Cine y Video. Libros de poesía publicados: Ossidiana (2018, Volturnia Edizioni); Dei Piccoli Mondi (2019, Il Leggio Edizioni), y Trentagiorni, Haikus (2019, Il Sextante).

* * * Se llena de vidrio el discurso en las noches sin sueño y de clavos y candados. No es nuestro este tiempo lacerado. No es fuga no es espacio blanco ni alas.

Es la mano (la mía) que cae en la sombra Perdóname y espera. Dentro de una hora acontece la mañana.

Deja que vuele ahora la golondrina azul. Deja que vuelva a la luz a bandadas de pájaros infinitos.

* * * Quisiera saberte incendio en mí sin un mañana.

Y luego seremos carreteras y trenes opuestas direcciones. Un clavo, una flor un hilo tejido en el barranco en los paréntesis del viento.

Se posa sobre el codo la ausencia. (y el alba es sólo un alfabeto morse.)

* * * Sí, aún te espero más allá del rio y de este lado de la razón Habitamos el espacio azul claro de las manos más allá de las palabras ya dichas y raídas antes que tú nacieras.

Y tú espérame más allá del tiempo espera que yo regrese en la danza de un fotón, en el destello de un iris que por fortuna te atraviesa sin carne en el viento o encarnada en las ramas de tu árbol en la obscena imperfección del amor.

El horizonte de sucesos

No sé si la palabra contenga el infinito o si es solo una abstracción flatus vocis. Si son signos o significados las instituciones del pensamiento nescio. La mente es mecanismo limitado un juego en las manos de los niños. Y sin embargo, aferro de la tierra el nombre y de las cosas, la abeja, el viento lento las semillas, la noche que pasa que retorna en el cielo claro ondula como vela el lago. Inunda la belleza desnuda y al infinito germina in re el pensamiento. Seducidos sobre la perla azul dentro de la nada inmensa, jugamos a demostrar el mundo, perdidos en el horizonte de sucesos.

Mattia Tarantino

(Nápoles, Italia, 2001)

Es co-director de Inverso – Giornale di poesia; colabora con YAWP – Giornale di letterature e filosofie e Menabò – Quadrimestrale internazionale di cultura poetica e letteraria; como traductor con Iris News - Rivista internazionale di poesia. Ha publicado los libros: Tra l’angelo e la sillaba (Terra d’ulivi, 2017) e Fiori estinti (Terra d’ulivi, 2019), y tradujo al italiano Poem of the end (Poema della fine - Terra d’ulivi, 2020) di Vasilisk Gnedov.

Quisiera ver el cielo

Quisiera ver el cielo, pero las estrellas me abren la sangre y perturban los versos en boca de los muertos: esta noche mi madre no participa del pan que se divide, no permite ni risas ni oraciones, invierte todos los nombres y los ignora; esta noche mi padre no recuerda cuántas veces ha adivinado, cuántas veces la palabra le ha cortado la palabra. Esta noche tomo la aguja y coso mis ojos a los ojos de mi madre, tomo un pequeño cuchillo y vacío mis huesos en los huesos de mi padre. Me gustaría ver el cielo, pero las estrellas las tengo entre los dientes y lastiman.

Los poetas

Somos felices si rompemos las estrellas, si excavamos en el pan que vuelve al trigo, porque cada verso está manchado con tierra. Los poetas existen en el vino, en la sangre y en las sílabas: tienen huesos de uvas, y los niños los pisotean. Cuando vine al mundo ordené a los truenos desprenderse a mi grito; ahora imploro que al menos la semilla se salve. Otoño

Hace un tiempo que las hojas son inciertas, que el cielo no se hunde en sus venas oscuras, donde la sangre intrincada gira y cae. Esta mañana un gorrión centinela anunciaba la catástrofe cantando.

Víspera de invierno

Ofrecí mis votos para el invierno, a la rosa derrotada por la nieve que no cae, no vacila, pero mientras que esperamos nos reniega. A partir de mañana los niños volverán a inventar nuevas historias y nuevas flores.

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