Araucanización de las pampas: No todo lo que se afirma es cierto

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Walter Raymond


Araucanos en Argentina

“Las pampas atraían y fascinaban a las agrupaciones del lado chileno: era el lugar de fácil enriquecimiento, de grandes campañas militares donde los hombres se cubrían de honores y gloria”. Historia del Pueblo Mapuche siglos XIX y XX, Chile. Historiador José Bengoa.


PRESENTACIÓN Cuando se publicó este trabajo, en enero de 2017, aún no habían sucedidos los hechos conocidos posteriormente como Caso Santiago, ni las acciones más violentas o de mayor impacto de la RAM en Argentina. El artículo carecía de interés, según un medio de comunicación de Buenos Aires. En ese entonces resultaba sorprendente la adaptación de la sociedad chilena a la cotidiana violencia de grupos que reivindican la independencia de un sector del territorio chileno. También inquietaba el desdén de las autoridades y sociedad argentina ante la sucesión de intimidaciones y atentados protagonizados por grupos violentos que afirman estar ligados a la etnia mapuche, tratando también de instaurar un enclave independiente en un espacio difuso del territorio argentino. Esa situación fue el disparador para investigar sobre las raíces del conflicto. En libros y documentos emitidos por historiadores, antropólogos y estudiosos de Chile y Argentina, se encuentran sólidos argumentos que invitan a reconsiderar afirmaciones y construcciones culturales que son divulgadas como verdades incuestionables. Las conclusiones que se pueden extraer de tales trabajos dejan sin sustento el principal reclamo territorial de la etnia en Chile y Argentina. Esos libros y documentos están al alcance de todos y son detallados al final del artículo. Cuando el conquistador español arribó a América, más precisamente en el territorio que hoy es Chile, encontró varias culturas semi-nómades que practicaban una economía de subsistencia basada en la caza y recolección, y en algunas regiones atisbos de producción agropecuaria básica. El conquistador, recién ingresado a la Era Industrial, se mostraba ávido de materias primas, productos y de mano de obra para producir esos bienes. El choque entre tan disímiles intereses no pudo haber sido más violento. Fue entonces que ambos, conquistadores y nativos, por la fuerza de las circunstancias que les tocó vivir aprendieron a reconocerse y adaptarse uno al otro porque en definitiva, a un lado y otro de la frontera imaginaria, había simples hombres y mujeres luchando por sobrevivir. Comparto con ustedes mi trabajo e invito a revisar y cuestionar los resultados. “...aquellos tiempos eran como un entrechocar de olas, caótico, violento, persistente e inexorable”. Alvin Toffler, La Tercera Ola.


Panorama de la región al arribo de los primeros españoles Determinar el origen de los araucanos o mapuches ha representando siempre un problema para los investigadores. Las diferentes teorías se sustentan en indicios aunque ninguna resulta concluyente. Incluso su denominación genérica (mapuches) está bajo cuestión dado que recién comenzó a utilizarse alrededor del siglo XIX para identificar a grupos aborígenes habitantes en el Chile central. Historiadores y antropólogos que han estudiado y tratado de determinar el origen del pueblo mapuche consideran que sus raíces podrían ser guaraníes, otros creen que provendrían de grupos humanos residentes en los llanos de lo que hoy es Argentina, y también hay quienes indican un origen marítimo insertado a modo de cuña entre las poblaciones previas. La teoría que reúne mayores apoyos es la propuesta por el investigador e historiador chileno Tomás Guevara, quien sostiene que provendrían de pueblos costeros de lo que hoy es Perú, quienes habrían llegado a Chile central en sucesivas y pequeñas oleadas costeras para luego ascender siguiendo el curso de los ríos hasta sus nacientes en la cordillera. Aporta minuciosa fundamentación a través de la datación y calidad de distintos hallazgos arqueológicos.

Lo cierto y documentado es que los españoles al llegar a las tierras de Chile central encontraron que el territorio comprendido entre lo que hoy es la región de Valparaíso al norte, y Chiloé al sur, era habitado por cuatro grandes grupos


étnicos que utilizaban variantes de una misma lengua, el mapudungún (habla de la tierra), pero que no constituían una unidad étnica, política y territorial. Es coincidente con la descripción que realizan los propios mapuches de si mismos: “Los deslindes territoriales del Mapunche Wajontu Mapu (territorio mapuche), al contacto con los españoles, en la mitad del siglo XVI se extendía en el Gulu Mapu, desde el río Limarí, por el Norte, hasta la Isla Grande de Chiloé, por el Sur, el mar Pacífico y la Isla Mocha, por el Oeste, y la Cordillera Los Andes, por el Este”. Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003.

Al norte se situaban los picunches, a partir del río Bío-Bío los araucanos o mapuches, y más al sur los huilliches, situándose los cuncos en la región costera e insular de lo que actualmente es Valdivia. Los historiadores coinciden en que la población total en ese territorio al momento de la conquista sería de aproximadamente unas 800.000 personas donde las agrupaciones de araucanos eran las más numerosas. Se conoce que su organización social se estructuraba a través de clanes autónomos que se distribuían geográficamente en pequeños asentamientos. Los grupos situados al norte tendían a ser sedentarios y practicar formas de agricultura incipiente mientras que en las costas y cordillera predominaban los grupos semi-nómades y cazadores recolectores. “…a lo largo de su prehistoria conformaron al menos dos entidades étnico-sociales diferentes que la arqueología denomina Complejo Cultural Aconcagua y Cultura El Vergel. Cada una de ellas se expresan claramente al momento del contacto europeo en la zona central y centro-sur de Chile, equivalentes a territorios culturales, por su unicidad. Se establece también la existencia de una tercera identidad, todavía poco conocida, asentada en la frontera entre ambas zonas”. Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003.

Un detalle muy interesante es que entre esos grupos no se reconocían a sí mismos con una identidad común. Se identificaban como “gente de la tierra” (mapuches), “gente del norte” (picunches) o “gente del sur” (huilliches). De manera similar también fueron identificados por los españoles: “En el siglo XVIII, los mapuches no son designados como tales. En general, los observadores españoles se limitan a llamarlos “indios de la tierra” o “indios de Chile”. El término “mapuche” no aparece en la literatura etnográfica sino a fines del siglo XIX”, Los mapuches del siglo XVIII. Dinámica interétnica y estrategias de resistencia. Antropólogo José Manuel Zavala Cepeda.

“En el Pikun Mapu, al norte del Bío Bío, la presencia mapuche se extendía hasta el río Limarí, pero desde el río Maipo el territorio comenzaba a ser compartido con comunidades del Pueblo Diaguita. Sin embargo, la mayor densidad de población mapuche se verificaba hasta la Cuenca del río Aconcagua. En la época, también se encontraban algunos asentamientos de población Mitimae traída por el Inca y asentadas en las cuencas del río Aconcagua y Mapocho. Por el Oeste, la presencia mapuche se extendía por toda la Costa y ocupaba los valles costeros. Por el Este,


estos asentamientos se emplazaban en el Valle Central ocupando territorio de la precordillera”. Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003. Organización social y territorial “En términos generales, es posible decir que durante el período prehispánico tardío e inmediatamente posterior, la estructura socio política de los araucanos–mapuches consistía en (…) agrupamientos regionales de corta duración y patrilinajes de larga vida -algunos de ellos actuaban solos y otros se aliaban en entidades más grandes”. El “Estado de Arauco” frente a la conquista española: estructuración socio-política y ritual de los araucanos-mapuches en los valles nahuelbutanos durante los siglos XVI y XVII. José Manuel Zavala Cepeda y Tom D. Dillehay.

El historiador Sergio Villalobos Rivera, señala deficiencias en ese sistema de organización: “En primer lugar, los aborígenes no constituían un bloque sólido y único, de modo que viejas y nuevas disputas mantenían vivos muchos antagonismos y odios, que en cualquier momento desataban la lucha. Tratándose de pueblos poco evolucionados, como los araucanos, que carecían de un gobierno central y cuyas autoridades locales eran débiles, sus disputas internas eran continuas y feroces, formándose alianzas y deshaciéndose con rapidez, estando a menudo dispuestos a recibir la ayuda de extraños o a acompañarlos en sus incursiones bélicas”. Vida fronteriza en la Araucanía. Sergio Fernando Villalobos Rivera.

En ese contexto de organización autónoma y gran dispersión geográfica se presume que algunos grupos comenzaron a influir o dominar a las comunidades vecinas imponiendo su lengua y creencias. Siendo viable, entonces, que fueran los mapuches esos grupos debido a que eran al momento de la conquista la población más numerosa.

Representación de araucanos - mapuches


También es posible encontrar diferencias físicas y de costumbres entre los grupos de población de Chile central. En el caso de los picunches, se conoce que incorporaban aspectos incaicos y huarpes, quizás debido al intenso mestizaje por dominación de los primeros y al fuerte intercambio que mantenían con los segundos. Sus costumbres eran mayormente sedentarias y agrícolas incipientes tendiendo a conformar pequeños poblados. Según Villalobos Rivera, tampoco eran muy afines a los modos araucanos y se acogieron con rapidez a los beneficios ofrecidos por los españoles participando activamente en los combates contra los mapuches: “En 1549, a1 salir de Santiago para iniciar la expansión en la Araucanía, los hombres de Pedro de Valdivia iban acompañados por picunches, que les ayudaban en el transporte y que luego combatieron contra los araucanos. Desde entonces ese fue un hecho frecuente, y durante las campañas de Lautaro al norte del Bío-Bío, tuvieron actuaciones importantes para detener a esas huestes, con las que tenían serias diferencias. El capitán y encomendero Juan Jufré condujo en algunos momentos 700 indios de su encomienda de la región del Maule, que junto con las fuerzas hispánicas entraron hasta el distrito de Concepción”. Vida fronteriza en la Araucanía. Sergio Fernando Villalobos Rivera (citando a González de Nájera).

Detalles étnicos El historiador Francisco Antonio Encina, aporta una minuciosa descripción de los araucanos-mapuches al momento de la conquista: “…la estatura era baja (1,61 a 1,63 metro para el hombre y 1,43 a 1,44 metro para la mujer); el tronco, muy bien desarrollado, es de pecho alto y arqueado y más largo que el del blanco con relación a la altura. Los senos de la mujer son cónicos, bastante apartados y se proyectan hacia afuera más que en la europea. Las espaldas en ambos sexos son anchas, el cuello corto y grueso y el dorso recto, sin la curva tan pronunciada en las razas blancas. Los brazos son relativamente cortos y gruesos, sin ser tan musculosos como en los europeos. Los muslos son gruesos y redondos, y entre las mujeres no tan ahuecados como en algunas otras razas. No se notan las pantorrillas, debido a lo grueso del tobillo. Las manos y los pies son cortos y gruesos. La cabeza parece grande a causa de llevar el pelo en forma de melena hasta los hombros (…). El pelo crece muy bajo sobre la frente y las sienes. Por esto, la frente parece estrecha, pero en el cráneo se ve que es proporcionada al tamaño de la cabeza y que no es huyente. La cara es generalmente redonda, aun cuando las angulosas son bastante comunes; los pómulos son ligeramente salientes vistos de frente, pero mirada de perfil, la cara es algo aplastada. La nariz es ancha y carnosa, generalmente recta, sentada en su base y nunca aguileña. Los ojos son pequeños y oscuros, raras veces negros y frecuentemente de un pardo algo claro; son horizontales y nunca se les podría clasificar de mongólicos. La boca es grande, los labios gruesos y el superior muy largo. La barba es cuadrada y algo prominente, lo que da a la cara un aire de determinación y de virilidad. Las orejas están bien colocadas y tienen los lóbulos un desarrollo regular. El pelo es oscuro, pero no bien negro, grueso y liso. El cutis es moreno, sin el tinte cobrizo característico de los indios de la América septentrional,


ni el amarillento de alguna de las tribus del Perú”. Historia de Chile. Francisco Antonio Encina.

Por su parte, las diferencias físicas de los mapuches con los huilliches y cuncos eran relativamente escasas. Siendo posible que los aspectos que los diferenciaban se debieran al proceso de adaptación de esas poblaciones a un territorio y recursos diferentes bajo un clima más riguroso.

Grupo de huilliches.

El comienzo del largo retroceso mapuche Si bien estos grupos, y en especial los mapuches y huilliches, interpusieron una gran resistencia al español durante el período colonial, su población fue reducida a casi un tercio dando comienzo al lento pero constante proceso de retroceso étnico que aún continúa. A las pérdidas en combate debe sumarse la fuerte aculturación por la fuerte evangelización y la irresistible seducción hacia el estilo de vida español. Además, el intenso mestizaje junto al sometimiento a esclavitud de los capturados y la adopción de vicios y costumbres hispánicas contribuyeron al comienzo del decaimiento de la estirpe mapuche. Una clara y excelente descripción de la situación en la frontera sur es aportada por el historiador chileno Sergio Fernando Villalobos Rivera: “Uno y otro bando fueron personajes colectivos que se adaptaron a situaciones nuevas, cogieron otras costumbres, intercambiaron productos y mezclaron su sangre, dando lugar a una nueva realidad que nadie había pensado”. “Desde el momento en que los araucanos se sintieron atraídos por las baratijas de los conquistadores, el hierro y el alcohol, quedaron cogidos en una red de la que jamás se desprenderían, dado que con el correr del tiempo se transformaría en un comercio indispensable”. Agregando que; “El mestizaje comenzó el mismo día en que llegaron los conquistadores”. Reafirma tal aseveración señalando que las tropas españolas, al igual que los grupos indígenas, tenían por normalidad la captura para la venta, abuso, servidumbre y placer de las indias y/o mujeres españolas. Vida fronteriza en la Araucanía. Sergio Fernando Villalobos Rivera.


“A partir de la segunda mitad del siglo XVII, la frontera del sur de Chile comenzó a sufrir una serie de transformaciones que la convirtieron en un espacio de interacción, roces e intercambios comerciales y culturales entre indígenas y españoles. El golpe dado al comercio de indios esclavos, tras el alzamiento indígena en contra de los abusos del Gobernador Acuña y Cabrera, (1655) y la posterior abolición de este en 1683, acabó con el mayor incentivo de la guerra, lo que incidió en una intensificación del trueque de especies y del mestizaje. De esta manera, la presencia del comercio en las relaciones fronterizas estableció la pauta de convivencia entre los distintos grupos que allí habitaban”. La frontera araucana. Memoria chilena. Biblioteca Nacional de Chile.

La fuerza del intercambio comercial “En el comercio se mostraban tan activos los indios como los españoles y los mestizos que pululaban en el sector fronterizo. Los primeros solían salir con sus bienes a los puntos mencionados, donde siempre encontraban negociantes dispuestos a conchavar (intercambiar). Además, cualquier persona, sin excluir a los campesinos y soldados, solía aprovechar las oportunidades que se presentaban. Pero la dinámica comercial fue más lejos aún. El aumento de las necesidades mutuas y el apaciguamiento hizo aparecer, ya muy claramente desde los inicios del siglo XVIII, a buhoneros y mercachifles que se internaban en la Araucanía con sus chucherías. Generalmente conducían unos cuantos caballos y mulas con la carga y eran acompañados por algunos peones mestizos, un arriero o un lenguaraz”. Vida fronteriza en la Araucanía. Sergio Fernando Villalobos Rivera.

A pesar del fuerte avance español y tras muchos años de enfrentamientos los grupos al sur (mapuches, huilliches y cuncos), logran celebrar con los españoles varios tratados de paz donde España reconocía su independencia en los territorios comprendidos entre los ríos Bío–Bío y Toltén, (territorio original de los mapuches). Esos acuerdos representaban para los mapuches el reconocimiento a su resistencia y pertenencia a la tierra aún aceptando la pérdida de influencia sobre un territorio que triplicaba el suyo. Para los españoles, los tratados eran algo así como continuar la guerra por otros medios (Carl von Clausewitz). Al no poder vencerlos militarmente confiaron en acelerar su aculturación con la evangelización, intensificación del intercambio comercial, el mestizaje y una hábil explotación de las debilidades humanas. La conquista aceleró la desaparición de los picunches del norte, que ya estaban muy debilitados como grupo étnico por las acometidas del imperio incaico y por ser poco numerosos (se estima que al momento de la conquista reunían entre 120 y 200 mil personas distribuidas en un extenso territorio, pocos años después no superaban los 30 mil). Es así que cedieron con rapidez al avance militar y cultural español mientras que los sobrevivientes culminaron mestizados e integrados al modo de vida hispánico.


Representación de la guerra del Arauco.

A mediados y fines del siglo XVIII, “La sociedad (mapuche) estaba organizada en familias independientes y autónomas. No tenían un gobierno central que les aunara, pero había una intrincada red de matrimonios donde “todos son parientes” de una y otra forma”. Historia del pueblo mapuche siglos XIX y XX. José Bengoa. “El padre, junto con sus hijos varones casados, vivía en un territorio común donde se realizaban las labores de recolección, agricultura y pastoreo; cuando la población que habitaba este territorio sobrepasaba el límite de recursos necesarios para proporcionar alimentos a toda la familia, uno de los hijos casados se trasladaba a una zona adyacente del territorio común, en el que se repetirá de nuevo este mismo proceso a medida que crecía la familia. Con el paso del tiempo, aparecía un nuevo linaje que compartía con el linaje originario el hecho de descender de antepasados comunes. En este sentido, la familia extensa constituirá la base de la estructura social araucana”. Tesis doctoral “La transformación socio-política de los araucanos”, de Carlos Lázaro Ávila.

Economía y el atractivo de las pampas Tal como señala Villalobos Rivera, de manera paralela a la conquista se desarrollaba entre los contendientes un fuerte intercambio territorial de mercaderías y personas, a veces por la fuerza pero cada vez más por acuerdos comerciales. En el mismo sentido se expresa Zavala Cepeda: “Es el intercambio en sus diversas formas lo que domina la frontera hispano-mapuche en el siglo XVIII, tanto cuando se hace la guerra como cuando se concerta la paz. La acción guerrera busca, de las dos partes, no tanto conquistar el territorio del otro y eliminarlo físicamente sino más bien apropiarse, de


manera temporal o definitiva, de sus bienes de valor (animales, objetos, individuos)”. La presencia española en la costa, incluso más allá del Bío-Bio con puertos, fortificaciones y asentamientos, incrementó el comercio este–oeste (entiéndase productos provenientes de más allá la cordillera), que hasta ese momento había sido habitual pero no de tal intensidad. La intensificación del comercio con España y también del contrabando requería de grandes volúmenes de mercaderías. De más allá de la cordillera llegaba la sal, ganado vacuno y ovino, caballos, pieles, tejidos y plumas de avestruz, además de mujeres, niños y esclavos, entre otros productos. Debe mencionarse que en esa época la sal comenzó a ser un elemento primordial y muy valioso en la región debido al proceso de salazón denominado “charqui”, que permitía conservar la carne durante largo tiempo y transportarla hasta Europa. Es así que en los establecimientos costeros del Pacífico se necesitaba sal y en grandes cantidades. La sal se extraía de los yacimientos en el actual territorio argentino de Mendoza, Neuquén y San Juan. En tanto, los pobladores de esa región apreciaban mucho los productos de origen español dándose así las condiciones perfectas para un intercambio floreciente: “Por otra parte, los españoles se desplazaban donde los pehuenches para comerciar, y existían ciertos puntos de contacto establecidos. El informe del gobernador Amat, de 1760, señala que en ciertos pasos, en la “raíces” de la cordillera, en una época determinada del año, se llevaban a cabo los intercambios. Los españoles aportaban sacos de trigo, de avena y otros granos, al igual que sombreros, géneros, agujas, añil y otras tinturas que intercambiaban con los pehuenches por ponchos, vajilla de madera, sal, plumeros y riendas de cuero de guanaco. Un saco de sal se intercambiaba por un saco de trigo. El informe precisa que con ocasión de estas “ferias”, los comandantes de la Frontera ponían mucho cuidado para que los españoles no entregaran a los indígenas armas ni otras “especies prohibidas”, Los mapuches del siglo XVIII. José Manuel Zavala Cepeda. Los mapuches guerreaban duramente con los españoles, pero también y con el mismo ahínco mantenían con ellos un voluminoso intercambio de productos donde el alcohol era factor fundamental. Hacer notar el tema del alcohol no es peyorativo sino que detalla una razón práctica de vital importancia: “la chicha o mudai que elaboraban sus mujeres se obtenía principalmente en primavera y verano de los frutos maduros de diversas plantas y del maíz, siendo más difícil proporcionárselo en invierno. Por lo general se la utilizaba en las ceremonias o para festejar visitantes. Tenía, sin embargo, varios inconvenientes: al prepararla había que esperar cuatro días hasta que la fermentación comenzase a producir alcohol y su duración era escasa, derivando pronto en vinagre. Su grado alcohólico era, además, muy bajo. El vino y el aguardiente, en cambio, no eran necesario prepararlos en cada ocasión, podían guardarse largo tiempo y su grado etílico era muy alto”, refiere Villalobos Rivera. Para obtener ese alcohol, los mapuches dependían del español que dominaba la técnica del cultivo de la uva, que no se cultivaba o desconocía al sur del Bío–Bío. La disponibilidad de alcohol en cantidad y tiempo estimuló el consumo y sus consecuencias negativas en los bravos guerreros mapuches.


No hay coincidencia entre los historiadores respecto a la inclusión de los pehuenches en la etnia mapuche. Es un detalle importante que ha servido para fundamentar parte del reclamo territorial mapuche sobre territorio de lo que ahora es Argentina. Los pehuenches habitaban ambas vertientes de la cordillera en de lo que hoy es Neuquén y el sur de Mendoza en Argentina. Al igual que los puelches que habitaban algo más al norte y en los llanos adyacentes. Ambos pertenecían al grupo étnico de los huárpidos, muy distinto al mapuche, aunque los estudiosos coinciden en que se entendían a través de la lengua mapuche. Particularidad que bien pudo deberse a las relaciones de intercambio con clanes mapuches y asentamientos españoles de la costa, incluyendo en estas relaciones frecuentes episodios violentos de robo y pillaje de uno y otro bando. Villalobos Rivera se refiere a ello: “Hasta mediados del siglo XVII el comercio con los pehuenches fue esporádico e irregular, y estuvo ligado a veces a incursiones violentas. Los indígenas irrumpían por los boquetes cordilleranos para robar caballos y los hispanocriollos les devolvían la mano. El bandidaje estaba unido a tales acciones”. “Vida fronteriza en la Araucanía”. Sergio Fernando Villalobos Rivera.

“…hacia fines de los años 1750 (…) los españoles comienzan a introducirse cada vez más en la región andina de la Isla de la Laja. En este período, los pehuenches del área aparecen en primer plano de la escena fronteriza. Se constituyen por una parte en el objeto de las tentativas de evangelización de jesuitas y de franciscanos y, por otra parte, en los socios comerciales o enemigos de los campesinos criollos del área. Igualmente, durante el decenio de 1750, los pehuenches se convierten en aliados oficiales del ejército español en los conflictos que los oponen a sus enemigos de los Andes”. Los mapuches del siglo XVIII. José Manuel Zavala Cepeda. También diferían físicamente y en sus costumbres sociales e intereses. Una de las primeras crónicas sobre ellos data de 1563 a cargo de Mariño de Lovera, quien acompañaba al conquistador Pedro de Leiva: “Todos sin excepción son delgados y sueltos, aunque no menos dispuestos y hermosos por tener grandes rasgados ojos, y los cuerpos muy bien hechos y altos”. Visto todo lo anterior puede entenderse que si bien existían fluidos contactos entre pehuenches y mapuches, estos eran netamente comerciales y de oportunidad, no de pertenencia a la misma etnia. La expansión de una cultura Los diversos testimonios históricos sobre el tema parecen coincidir en que habría una escasa relación étnica entre los picunches del norte, los pehuenches y huarpes de cordillera y llanos para con los mapuches al sur del Bío-Bio. Mucho menos con los grupos que habitaban la extensa pampa central de lo que hoy es Argentina. Sin embargo, está demostrado que grupos tan distantes y diferentes entre si se comunicaban a través de variantes de una misma lengua.


Es muy posible que el mapudungún haya sido una especie de “idioma” general utilizado para el intercambio regional e interétnico, algo similar al inglés actual. “Hablar mapudungún” no significa que tales etnias conformaran una sola gran nación indígena. Si siguiéramos esa premisa tendríamos que la mayor parte de América Latina sería actualmente española y es claro que no es así. En tal sentido, el historiador Tomás Guevara fue concluyente: “La supuesta homogeneidad de los indios chilenos era un mito fundado en razones lingüísticas”. Historia de Chile. Chile prehispánico. Tomás Guevara.

El mapa originado en el siglo XVIII, donde se establece un territorio mapuche extendido desde las costas del Pacífico hasta el Atlántico y llegando muy cerca de Buenos Aires está basado en la premisa de una lengua común. Representa el área de dispersión del mapudungun donde se incluye a grupos que hablaban otras lenguas y diferentes étnicamente; incluye los territorios de los pincunches, que ya no estaban en el siglo XVIII, a los pehuenches, huárpidos, y los grupos tehuelches de la pampa. Ese mapa es el centro de la cuestión del conflicto actual.

En tal sentido, cabe destacar la minuciosa descripción de Mateo Martinic Beros, quien señala de manera taxativa que los tres grandes grupos de tehuelches que poblaban las sierras y pampa central de Argentina no eran mapuches. “Estas tres clases de tehuelches”(según la clasificación del autor) eran los Guénena Kene, el componente septentrional del complejo indígena patagónico; los Aónikenk, el componente meridional y los Téushenkenk, el componente occidental del mismo. Este último habría sido la expresión histórica de los cazadores-recolectores que desde tiempo inmemorial se habían afincado en la zona subandina oriental de la Patagonia interior, cuyo territorio geográfico se ha precisado antes. La fiable informante de


Escalada, Agustina, hija de Manuel Quilchamal, uno de los últimos jefes indígenas históricos, afirmaba que el gentilicio correcto para los últimos sería Chéhuache Kenk, que significa algo así como “gente de la precordillera”, que interpretamos más bien como “cercana a las montañas”, por cuanto aquel concepto geográfico es propio de nuestra cultura, y porque los naturales sí poseían la noción del segundo, por oposición al de llanura o planicie. A los guénena kene a su vez los nombraba Chulila kéne, esto es, gente de Chulila, (Cholila) paraje de la precordillera chubutense. Para entonces en virtud del sostenido proceso adaptativo de los humanos al territorio elegido y en la aceptación de un nomadismo árealmente restringido que habría originado una cierta territorialidad propia y singularizadora, se habría definido étnicamente el grupo Téushenkenk en la clasificación definida por el Dr. Federico Escalada al promediar el siglo XX, con características antropológicas y anímicas del todo semejantes a las dadas por Gradín y Aguerre para los habitantes primitivos del valle del río Pinturas. Para establecer sus conclusiones, Escalada se fundó en los dichos de sus informantes indígenas, concluyendo que […] en general, con seguridad y unanimidad se distingue “el complejo tehuelche” como una individualidad étnica definida, jamás confundida con araucanos, ni fueguinos, ni con ninguna de las otras razas que rodearon su hábitat en otros tiempos y de cuya existencia suelen guardar perfecta memoria”. De la Trapananda al Áysen. Mateo Martinic.

La irresistible atracción de las pampas Ha quedado expuesto a través de diversos documentos de historiadores y la revisión por la comisión integrada también por líderes mapuches, que el desplazamiento de la etnia hacia las pampas fue un imperativo surgido a partir de las presiones originadas por la guerra contra los españoles, sumado a la necesidad de dominar el beneficioso comercio que atravesaba la cordillera (y sus tierras al sur del Bío-Bío) e intentar apropiarse de las riquezas pampeanas. Dominar ese intercambio, tan apreciado también por los españoles, podría significar una mejor posición de negociación. Los contactos mapuches con el mundo más allá de la cordillera, eran antes del siglo XVII esporádicos y limitados. El progresivo ingreso y asentamiento de grupos mapuches a la región que hoy ocupa Argentina, se denominó genéricamente como “araucanización de las pampas”, aunque el historiador Zavala Cepeda lo corrige por la denominación “huillichización de las pampas” debido a que las incursiones huilliches eran mucho más numerosas, continuas y llegaban más lejos que la de los propios mapuches. Más allá de este detalle, queda establecido que tanto mapuches como huilliches ocuparon, asociados a los grupos locales pampeanos, un enorme y productivo territorio. En el Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003, extenso y completo documento realizado en forma conjunta por diversas personalidades chilenas y dirigentes mapuches, encontramos la confirmación del impulso económico que movilizó tan extraordinaria campaña: “…en busca de pastos y animales para


comerciar, se fueron internando en la cordillera de los Andes, intensificando las relaciones con la población pehuenche, y siguieron incursionando en las montañas hasta llegar a las pampas trasandinas, ocupándolas plenamente a fines del siglo XVIII. El viaje hacia y desde las pampas tenía una motivación principalmente económica: la búsqueda del ganado para su venta en la frontera con Chile central y también de sal”. “Efectivamente, durante el siglo XVIII y sobre todo la primera parte del siglo XIX, hasta la década del setenta, los mapuches dominaron y ocuparon para sus actividades pastoriles, ganaderas, cazadoras, un territorio enorme, quizá el de mayor tamaño que un grupo étnico o pueblo indígena haya controlado en toda América”. Los mapuches demostraban ser muy buenos estrategas y comerciantes, por lo tanto, es válido considerar que ante la pérdida de territorios y fuerte presión española en la frontera y a la vista del cada vez más intenso, fluido y próspero comercio a través de la cordillera hayan considerado apropiarse de ese intercambio y de las fuentes de tales riquezas con la finalidad de negociar en mejores condiciones con el invasor. Es sabido que quien posea los recursos y la comercialización obtiene poder económico y de negociación (ejemplo, el petróleo). La expansión de los mapuches hacia el Este bien pudo montarse sobre esa necesidad. “Las pampas atraían y fascinaban a las agrupaciones del lado chileno: era el lugar de fácil enriquecimiento, de grandes campañas militares donde los hombres se cubrían de honores y gloria. Se podría sostener que durante el siglo XVI y XVIII el viaje a la pampa se transformó en una especie de ritual de iniciación de los jóvenes guerreros; una estadía lejos de la familia, que formaba, daba experiencia, endurecía en las guerras y malocas, y permitía regresar transformado en un hombre adulto. Es este el sentido que le damos a los datos que hablan de ‘ir a arreglarse a la Argentina”. Historia del pueblo mapuche siglos XIX y XX. José Bengoa. “Concluida la guerra de Arauco, comienza a constituirse un espacio fronterizo que se consolida entre los años 1650 y 1800 y que se extiende por la vertiente oriental de la Cordillera de Los Andes hasta la pampa trasandina, entre los ríos Limay por el Sur, hasta el río IV por el Norte. Este territorio es objeto de ocupación territorial por el pueblo mapuche durante este período, produciéndose un proceso de asentamiento de Fütalmapus mapuches en la pampa y al mismo tiempo un proceso de asimilación y homogenización cultural de otros pueblos existentes en este territorio, todos los cuales adoptaron la lengua y modos de vida mapuche”. Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003.

“Los Mapuches, por su parte, liberados de la demanda inminente de la guerra, dirigen su mirada hacia las pampas orientales, donde una creciente masa ganadera que crece y se desarrolla como ganado cimarrón en la estepa pampeana, comienza a concitar su interés”. Se inicia el período de los maloqueros, que concurrían a las pampas en busca de ganado cimarrón libremente reproducido en dichas latitudes, los que comercializaban en la Araucanía con mercaderes provenientes del Valle


Central, transformándose en una importante fuente de abastecimiento de los mercados mineros y un eje articulador del tráfico comercial entre el Valle Central de Chile y las Pampas. Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003. Hemos extraído de “Los mapuches del siglo XVIII” de José Manuel Zavala Cepeda, una serie de citas en modo casi cronológico que nos permiten visualizar el proceso del avance mapuche sobre la región pampeana y al mismo tiempo inferir que su presencia allí fue circunstancial aprovechando una situación propicia y un tiempo histórico determinado pero que no fueron naturales del país sino que representaron un gran aporte de inteligencia, valentía y astucia guerrera al servicio del comercio y enriquecimiento de sus líderes y caciques: “En efecto, durante el siglo XVIII, los grupos de lengua mapuche de los Andes y de la Pampa son o bien migrantes mapuches que se instalan de manera provisoria o definitiva en esas regiones, o bien grupos autóctonos convertidos o en proceso de convertirse en mapuches. Hay que considerar que existe durante esta época un circuito de intercambios que relaciona, a través de la Pampa y de los Andes, la costa atlántica con la costa pacífica; este circuito es controlado por los mapuches y pone en contacto a diversos grupos que se desplazan para intercambiar. De esta manera, encontramos durante el siglo XVIII en la Pampa, no solamente a grupos de pastores trashumantes, sino igualmente a agricultores y crianceros sedentarios de Chile que llegan con el fin de aprovisionarse de ganado”. “Según los testimonios jesuitas, es posible estimar que a mediados del siglo XVIII la presencia mapuche en la Pampa era importante. Se trataba de una presencia comercial y guerrera en la cual los mapuches aportan principalmente ponchos y “recuperan” ganado”. “…los mapuches no figuran aún a mediados del siglo XVIII liderando las alianzas militares. Son mencionados como parte de agrupaciones guerreras pluri-étnicas en conjunto o bajo el mando de puelches o tehuelches”. “Pareciera entonces que a mediados del siglo XVIII, los mapuches que cohabitan con los puelches y tehuelches en las sierras de la Pampa son minoritarios en relación a sus aliados. Los testimonios dejan la impresión de que son percibidos como extranjeros y de que no se sienten como en su patria. Lo concreto es que ellos no encabezan aún las acciones militares pluri-étnicas. Ese es el parecer del jesuita Falkner cuando señala que en la guerra contra los españoles de Buenos Aires, los mapuches se adhieren solamente como “auxiliares” de los puelches puesto que no pueden pretender ser jefes ya que “conocen mal” el territorio”. “Se aprecia ya en este período, por un lado, una gran difusión de la lengua mapuche y, por otro, la utilización de armas propias de los mapuches: corazas y cotas de cuero, lanzas muy largas y cuchillo o sable. Igualmente, ya es posible observar que


los mapuches entablan relaciones con los grupos de la Pampa mediante alianzas matrimoniales”. “Se debe reconocer, sin embargo, que a partir de mediados del siglo XVIII, los españoles parecen un poco sorprendidos por el bajo número y la pobreza de los grupos indígenas de los llanos de la jurisdicción de Valdivia, lo que podría conformar la tesis de una emigración desde los llanos de Valdivia hacia la Pampa. Particularmente, la región comprendida entre el río Neuquén por el norte y el lago Nahuel Huapi – río Limay por el sur, aparece más directamente ligada a la ruta que unía las sierras del sur de Buenos Aires con Valdivia”. “En efecto, a partir de la década de 1820 es posible reconocer un nuevo ciclo migratorio mapuche hacia la Pampa. En esta oportunidad, se trata claramente de grupos originarios de las tierras bajas de la Araucanía que emigran a causa de la prolongación de la guerra hispano-chilena (Independencia de Chile) en la región fronteriza de la Araucanía. Con mayor precisión, se puede establecer que después de la gran y mortífera expedición del general argentino Juan Manuel de Rosas contra los grupos de la Pampa de 1833, ciertos caciques mapuches comienzan a tomar importancia en el rol de mediadores políticos con las autoridades de Buenos Aires. La distribución por parte del gobierno argentino de “raciones anuales” a los caciques aliados se convierte en una práctica corriente. Dichas “raciones” comprendían mate, tabaco, alcohol, vestimentas y ganado. También es posible comprobar a partir de ese período, una total dominación de elementos culturales de origen mapuche sobre antiguas formas culturales de la Pampa. A la lengua, se agrega ahora la industria textil, la platería, ciertas técnicas guerreras, prácticas rituales y políticas. De esta manera, la lanza o pica larga reemplaza definitivamente al arco y la flecha”. Todas las citas anteriores pertenecen a Los mapuches del siglo XVIII, de José Manuel Zavala Cepeda

El desarraigo del conquistador La expansión araucana trajo aparejada dos situaciones casi contrapuestas; obtenían cuantiosos beneficios económicos al mismo tiempo que se apoderaba de ellos un profundo sentimiento de desarraigo por su no pertenencia a esas tierras. “[…] también le diré a mi hijo que yo no soy de estas tierras, que yo soy chileno, y que me llamaron, yo vine con toda mi gente de allá ahora hace mucho tiempo y entonces me hicieron quedar aquí todos los caciques, diciéndome que me querían, pero que me habían de obedecer todos, en todo lo que yo los gobernase…” Extracto de una carta del cacique Calfucurá, abril de 1861. José Manuel Zavala Cepeda, en “Los mapuches del siglo XVIII”, detalla los motivos de tal sensación: “Pareciera entonces que a mediados del siglo XVIII, los mapuches que cohabitan con los puelches y tehuelches en las sierras de la Pampa son minoritarios en relación a sus aliados. Los testimonios dejan la impresión de que son percibidos como extranjeros y de que no se sienten como en su patria. Lo concreto es


que ellos no encabezan aún las acciones militares pluriétnicas”. Luego, citando al jesuita Thomas Falkner, define que en la guerra contra los españoles de Buenos Aires, los mapuches se adhieren solamente como “auxiliares” de los puelches puesto que no pueden pretender ser jefes ya que “conocen mal” el territorio”. El mismo Calfucura era originario de la Araucanía, según lo relata en sus cartas, de las cuales reproducimos a continuación dos pasajes de la “Carta del cacique Calfucura, Michitué, 27 de abril de 1861”: “[…] también le diré a mi hijo que yo no soy de estas tierras, que yo soy chileno, y que me llamaron, yo vine con toda mi gente de allá ahora hace mucho tiempo y entonces me hicieron quedar aquí todos los caciques, diciéndome que me querían, pero que me habían de obedecer todos, en todo lo que yo los gobernase, y entonces yo les dije que me quedaría, pero que me habían de obedecer todos, en todo lo que yo les mandase y me dijeron que sí ahora soy más que todos ellos y no se atreven a desobedecerme, así que hemos de tener una paz duradera y dígales a todos sus amigos lo mismo”. “Querido Hermano También le diré que yo no estoy en estas tierras por mi gusto, ni tampoco soy de aquí, sino que fui llamado por don Juan Manuel [Rozas], porque estaba en Chile y soy chileno, y ahora hace como treinta años estoy en estas tierras pero yo nunca he invadido por gusto, sino porque me han ordenado bien yo con Rosas estaba en paz y los ranqueles siempre me hacían quedar mal y me daban las culpas a mí y entonces los ranqueles me pedían que no les hiciera nada y les perdonaba”.

“Es posible afirmar entonces que durante el siglo XIX el “círculo se ha cerrado”, los mapuches dominan ya completamente las relaciones con los “blancos”, controlan los intercambios “blancos-indígenas” (pacíficos y violentos) y se encuentran presentes tanto en las fronteras de Chile (Araucanía y Valdivia) como en las de Argentina (Mendoza y Buenos Aires). Ellos han “desplazado” del contacto con los “blancos” a los puelches y tehuelches, quienes, todavía a mediados del siglo XVIII,


parecían tener más posibilidades de controlar las fronteras españolas de Buenos Aires puesto que eran más numerosos y conocían mejor el territorio”. Los mapuches del siglo XVIII. José Manuel Zavala. 2008.

“Pero, ¿por qué este avance hacia el este? El argumento demográfico es seguramente uno de los más sólidos, en la medida que era necesario conquistar nuevos territorios si se quería conservar el modelo mapuche de ocupación del espacio que tiende a la dispersión y evita la concentración. La emigración constituyó entonces, y constituye aún en nuestros días, el precio a pagar por la conservación del sistema mapuche de relación con el territorio”. Los mapuches del siglo XVIII. José Manuel Zavala. 2008.

Un detalle interesante es comprobar que la expansión mapuche hacia las pampas coincidió con cierto apogeo económico y social que lograran a mediados del siglo XVIII, e incluso, de un cierto crecimiento demográfico aún a pesar de las pérdidas sufridas en la paralela guerra contra el invasor. la estrategia de adueñarse del comercio transcordillerano y de las materias primas de las pampas había dado resultados pero a través de un alto precio cultural. Sentían que no eran de aquí ni de allá. “Los fundamentos que impulsaron la expansión territorial mapuche hacia el Pwel Mapu fueron al menos dos y corresponden a períodos históricos diferenciados. En un inicio, comienzo del S. XVII, las incursiones mapuches al Pwel Mapu tenía por objeto cerrar alianzas militares con los indígenas de la zona trasandina y a mediados del siglo procurarse ganado cimarrón para la manutención de los conas que guerreaban en la guerra de Arauco y sus respectivas familias, es decir, obedecía a una estrategia militar que buscaba la defensa del Gulumapu al Sur del Bío Bío. Durante el S. XVIII, período en que se consolida el Pwel Mapu, la ocupación tiene un fundamento principalmente económico. El período comienza con la incursiones mapuche en procura de ganado cimarrón para su comercialización y, una vez exterminado este recurso, continúa con los malones organizados contra las estancias hispano – criollas de Buenos Aires, Córdoba, San Luis y Mendoza”. Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003.

El mundo es ancho y ajeno (Ciro Alegría) El esplendor mapuche en las pampas fue breve e intenso, estimándose que fue un período menor a un siglo. Prosperó hasta que los malones que asolaban las estancias de la región se convirtieron en un serio problema para la producción y exportación de la incipiente nación argentina. Declarada la independencia en Argentina (1810), el Estado encara una serie de acciones militares para contener el pillaje y desplazar a los grupos indígenas. Entre el año 1823 y 1884, se suceden varias oleadas militares que terminaron desplazando y


anulando a los mapuches y sus aliados en territorio argentino. Se destaca entre ellas la ofensiva ordenada en 1833 y las Campañas del Desierto. Uno de los hacendados perjudicados por las acciones mapuches fue Juan Manuel de Rosas. En 1833 ordena una serie de acciones militares a fin de terminar con el pillaje de los grupos indígenas que llegaron incluso a poblaciones cercanas a la ciudad de Buenos Aires. La estrategia inicial fue cortar las rutas de arreos hacia Chile. Ese fue el comienzo del fin de la dominación mapuche asociada a las etnias locales. Rosas era tan hábil negociador como los propios mapuches. Se decía amigo de ellos y parlamentaba firmando acuerdos, al mismo tiempo que fomentaba sus divisiones internas y ordenaba acciones militares selectivas. La última batalla se produjo al pie de la cordillera en Neuquén, con la derrota total de los mapuches del cacique Sayhueque, quien se entregó en enero de 1885, dando así fin a la presencia mapuche en territorio argentino. En realidad, el golpe final sobre los mapuches y sus correrías fue asestado por la economía mundial. Al tiempo que la demanda europea de productos primarios crecía, las tierras ocupadas por los indígenas cobraban fundamental importancia. Por tal razón se planeó desde el Estado una ofensiva general para desalojarlos de la región. La sucesión de ofensivas militares en territorio argentino fueron conocidas como Campaña del Desierto, acciones que culminaron con la derrota definitiva y expulsión de los mapuches beligerantes en 1885. Las tierras, ahora bajo control gubernamental, posibilitaron la ampliación de la frontera agropecuaria y una monumental generación de riquezas que quedó en muy pocas manos, tal como estaba previsto pero que significó para el país el ingreso a la economía mundial. En la fotografía, columna del Ejército Argentino durante la Campaña del Desierto.

Casi en simultáneo ocurría en Chile una situación similar (1861 a 1883) bajo la denominada campaña Pacificación de la Araucanía. A la voluntad irreductible de los araucanos de no moverse de sus tierras se le sumó el haber participado del lado de los españoles durante la guerra de independencia, y luego haber tomado partido por uno


de los dos bandos durante la guerra civil. El resultado fue cierto desprecio hacia ellos por parte de un sector de la nueva sociedad chilena. Situación que contribuyó a facilitar el despojo que sufrieron posteriormente. Sin embargo, el breve período de ocupación mapuche de parte del territorio pampeano ha dejado una profunda impronta cultural en la región: “Se aprecia ya en este período, por un lado, una gran difusión de la lengua mapuche y, por otro, la utilización de armas propias de los mapuches: corazas y cotas de cuero, lanzas muy largas y cuchillo o sable. Igualmente, ya es posible observar que los mapuches entablan relaciones con los grupos de la Pampa mediante alianzas matrimoniales”. Debe incorporarse un detalle que suele ser suavizado por algunos autores, y es que la ocupación mapuche en las pampas se hizo guerreando y negociando. La menor cantidad de integrantes de las etnias locales dispersas en un enorme territorio se vieron progresivamente derrotadas o asimiladas por los mapuches. Los grupos locales terminaron por aceptar asociarse con los invasores que aseguraban el tránsito de mercaderías y personas sin riesgos hasta Chile, y allí ventas aseguradas. Una especie de Join Venture, para el excelente negocio de entonces que era el saqueo en las pampas y ventas en el Pacífico. “…También es posible comprobar a partir de ese período, una total dominación de elementos culturales de origen mapuche sobre antiguas formas culturales de la Pampa. A la lengua, se agrega ahora la industria textil, la platería, ciertas técnicas guerreras, prácticas rituales y políticas. De esta manera, la lanza o pica larga reemplaza definitivamente al arco y la flecha”. La afirmación sobre las armas es relativizada por el relato del soldado–cronista, Ulrico Schmidl, que participara de la primera fundación de Buenos Aires en 1536 a cargo de Don Pedro de Mendoza. Para ese entonces, Schmidl ya describe y dibujaba a los aborígenes querandíes portando picas o lanzas largas, junto a sus garrotes, arcos y flechas. Reproducción de la batalla entre españoles y querandíes en Buenos Aires. Nótese la cerrada formación de indígenas con largas lanzas.


La historia fue más compleja del lado chileno. Con el advenimiento de la independencia se reconoce que los mapuches son “…ciudadanos chilenos, y libres como los demás habitantes del Estado concurriendo por sí mismos a la celebración de toda clase de contratos”. (Decreto de Bernardo O’Higgins en 1819). Debe mencionarse, y es paradójico, que el mayor aporte guerrero mapuche en las luchas por la independencia de Chile fue junto al ejército español. Diversos testimonios de la época indican el lamento de los patriotas chilenos ante tal circunstancia. También, debe decirse, que una vez vencidos los ejércitos españoles se pusieron al servicio del gobierno chileno. Unos años más tarde, una ley dispuso que las poblaciones de indígenas fueran identificadas y que sus tierras y posesiones fueran medidas y tasadas, con la intención que todo lo que ellos reconocieran como propio también le fuera reconocido por los demás. Eso dio paso a que fueran sucesivamente estafados por hábiles negociadores haciéndoles vender sus tierras a precios muy bajos o realizando contratos fraudulentos. Ante tal situación, 30 años después, se emite un decreto donde se elimina la libertad contractual de los mapuches a fin de protegerlos de las continuas estafas. Algo ocurrió con los mapuches en esa época, porque de aquella elogiosa diplomacia, valentía y oportunidad mapuche, pasaron a ser personas estafadas de manera reiterada que fueron perdiendo lo logrado en su territorio araucano en más de dos siglos de lucha y astucia. “A partir de la década de 1850, se desarrolla en la Araucanía una invasión de chilenos sobre las tierras mapuches. Dicho fenómeno ha sido calificado por la historiografía como ‘Colonización Espontánea’, proceso de infiltración informal en virtud del cual hordas de chilenos cruzaban el Bio Bio –la frontera mapucheapropiándose de las tierras indígenas, cometiendo todo tipo de abusos y atropellos, y contando con el silencio y complicidad de las autoridades civiles y militares locales”. Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003.

Representación de la pérdida del territorio mapuche. El mapa de 1540 incorpora etnias que no pertenecen a los araucanos.


En 1866 se dicta una ley que declaraba, de manera indirecta, todas las tierras como fiscales. Por lo cual le entregarían a los mapuches un título de merced sobre una determinada parte de su tierra, dando lugar así al proceso desintegrador de las “reducciones” o “comunidades” mapuches, mientras que el resto del territorio sería ofrecido en subasta pública a nacionales y extranjeros. Este proceso de apropiación de la tierra fue posible a través de la ocupación militar por parte del Estado chileno del territorio ocupado por los mapuches. El resultado fue que de una superficie inicial del territorio mapuche que alcanzaba los 10 millones de hectáreas, el Estado les cedió unas 500 mil, y una cantidad similar en la zona de Osorno y Valdivia, pero estas últimas sin respaldo documental. Este proceso fue denominado “Pacificación de la Araucanía”. Al verse “hacinados” en un territorio cada vez más chico, los mapuches se volvieron cada vez más sedentarios y agrícolas perdiendo además buena parte de su legado cultural a través del proceso evangelizador y educativo escolar. El esplendor económico y expansión territorial del siglo XVIII se perdía aceleradamente en el siglo XIX. Creo que es aquí donde surge la inmensa amargura mapuche de carecer de territorio. De perder casi todo y muy rápido en una sucesión de derrotas, errores, estafas y pérdidas constantes. Decadencia y empobrecimiento El Estado chileno ocupó finalmente todo el actual territorio nacional otorgando unos tres mil títulos de merced con una extensión que sumaba unas 475.000 hectáreas que favorecieron a unas 78 mil personas. Esa titulación fue, de manera paradójica, casi como el tiro del final para el pueblo mapuche. Fue el comienzo del proceso de empobrecimiento para los sobrevivientes de aquellos antiguamente temibles araucanos. Se fueron convirtiendo en campesinos sin recursos para invertir y que sobrevivían del producto de tierras escasas y de baja calidad, otros pasaron a ser obreros en las explotaciones y fábricas mientras algunos continuaron con actividades artesanales de subsistencia. Ya en el siglo XX continúa el largo proceso de enajenación de sus tierras. Se dictan una serie de leyes para redistribuir las tierras ocupadas por mapuches en 832 reducciones o comunidades, pero en ese proceso “se pierden” por usurpación o cuestiones legales 131.292 hectáreas, es decir un 25% de las otorgadas originalmente durante la “Pacificación de la Araucanía”, según datos de la Dirección de Asuntos Indígenas. El empobrecimiento inicial se transforma en indigencia y sus hijos deben partir a las ciudades para integrar las huestes de trabajadores urbanos. En el año 1972, se promulga en Chile una ley para intentar frenar el ostensible proceso de pérdida de tierras por los mapuches. Se crea, entonces, el Instituto de Desarrollo Indígena y se expropian 710.816 hectáreas situadas en el antiguo territorio mapuche, pero apenas unas 70 mil de ellas volvieron a manos mapuches. Unos pocos años más tarde, en circunstancias políticas muy diferentes, se procedió a devolver a


sus antiguos dueños las tierras previamente expropiadas y continuó la acelerada privatización de enormes extensiones territoriales, la mayoría de ellas en beneficio de la industria forestal. A manera de golpe de gracia, se decreta el fin de las reducciones indígenas y se habilita a los mapuches para que puedan vender sus tierras. Lo concreto es que a partir de 1819 se produjo una acelerada decadencia de la etnia al perder su territorio, costumbres y adoptar en buena medida los aspectos negativos de la sociedad actual. Walter Raymond -------ooo-------

Nota del autor: hemos respetado en las citas textuales la puntuación, términos y estilo originales a fin de mantener la mayor fidelidad posible a sus autores. Bibliografía consultada: Historia del pueblo mapuche siglos XIX y XX. José Bengoa Cabello. Bengoa Cabello, es Licenciado en Filosofía y se ha especializado en temas de historia y cultura. Presidió la Fundación Nacional para la Superación de la Pobreza, a la cual pertenece desde su creación. Fue director de la Comisión Especial de Pueblos Indígenas, organismo asesor del ex presidente Patricio Aylwin encargado de elaborar una nueva Ley Indígena, que se aprobó en 1993. El presidente Ricardo Lagos lo llamó en 2000 a integrar la Comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato encargada de encausar el diálogo y mejorar la relación de los pueblos indígenas con el resto del país. Se le nombró miembro del Consejo Nacional de Ciencias Sociales de la Comisión Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas.

Vida fronteriza en la Araucanía. Sergio Fernando Villalobos Rivera. Su producción historiográfica está relacionada con una nueva visión de la historia de Chile, desechando mitos muy arraigados en la historiografía nacional (la Guerra de Arauco, Diego Portales, etc.) y proponiendo una visión basada en procesos globales y sociales, abandonando la historia de acumulación de datos y fechas. Algunos de sus opiniones, especialmente sobre los mapuches, han generado polémica.

Los mapuches del siglo XVIII. José Manuel Zavala Cepeda. Doctor en Antropología por la Universidad Sorbonne Nouvelle-París III (1999) y Magíster (DEA) en Estudios de Sociedades Latinoamericanas por la misma universidad (1988). Actualmente se desempeña como Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica de Temuco, también ha ocupado el cargo de Vice-decano de la misma facultad (2008-2011), ha sido Director de la Escuela de Antropología (2005) y Coordinador General del Proceso de Autoevaluación para la Acreditación de la Carrera de Licenciatura en Antropología (2004-2005).

“El “Estado de Arauco” frente a la conquista española: estructuración sociopolítica y ritual de los araucanos-mapuches en los valles nahuelbutanos durante los siglos XVI y XVII”. José Manuel Zavala Cepeda y Tom D. Dillehay.


De la Trapananda al Áysen. Mateo Martinic. Martinic Beros es un abogado e historiador chileno. Premio Nacional de Historia 2000. Premio Bicentenario 2006. Martinic es un historiador que aborda una de las áreas menos desarrolladas por la historia política, como lo es la historia regional, además, con especial énfasis en el poblamiento humano. Es Miembro Correspondiente de la Academia Chilena de la Historia del Instituto de Chile (1982). Director del Capítulo Regional de Magallanes de la Corporación del Patrimonio Cultural de Chile (2007). Es asimismo integrante del Consejo Regional de la Cultura y las Artes de Magallanes y Antártica Chilena (período 2012-2016).

“Historia de Chile” Chile pre hispánico. Tomás Guevara. Guevara Silva, fue un historiador, antropólogo, estudioso del pueblo mapuche, y ex combatiente de la Guerra del Pacífico.

Descripción de Patagonia y de las partes adyacentes de la América meridional. Thomas Falkner. Falkner fue un sacerdote jesuita, misionero, médico, etnólogo y explorador inglés que acopió gran cantidad de información sobre los indígenas, la fauna, la flora y los accidentes naturales del actual territorio de Argentina, donde permaneció casi cuarenta años.

Historia de Chile. Francisco Antonio Encina. La frontera araucana. Memoria chilena. Biblioteca Nacional de Chile. Tesis doctoral “La transformación socio-política de los araucanos”, de Carlos Lázaro Ávila. Informe de la Comisión Verdad Histórica y Nuevo Trato 2003. Volumen III, Tomo II. Primera parte del informe final de la Comisión de Trabajo Autónomo Mapuche Capitulo II.


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