TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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LOS TAÍNOS, TAINOS ARTE ARTE YY SOCIEDAD SOCIEDAD
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Texto MANUEL A. GARCÍA ARÉVALO Fotografía VÍCTOR SILADI
Taínos, arte y sociedad Manuel A. García Arévalo
© Banco Popular Dominicano, 2019 Fotografía Víctor Siladi Coordinación y producción editorial Clarisa Carmona Corrección Clara Dobarro Traducción al inglés Ana Martínez
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Diseño y arte final Jimmy González y Fractal Studio Posproducción fotográfica Damian Siladi Ilustraciones taínas: Pedro L. Díaz Alvarado Tratamiento digital ilustraciones páginas: 47, 58, 60, 100, 128, 139. StefanDMC Imágenes páginas: 31, 36, 39, 42, 50, 65, 66, 168. © Alamy.es Imágenes páginas: 25, 37, 43. © Art Resource Portada Ídolo de la cohoba. © FGA Primera edición, 2019 ISBN 978-9945-8683-7-1 Impresión Amigos del Hogar Santo Domingo, D. N. República Dominicana, 2019
Dedicado a: José Antonio Caro Álvarez Primer director del Museo del Hombre Dominicano. Marcio Veloz Maggiolo Por su valiosa contribución a la arqueología nacional.
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Estudiando y valorizando el pasado, podremos comprender y evaluar con mayor conciencia al presente, y tenderemos a fomentar un futuro mejor para las generaciones del mañana. Emile Boyrie de Moya
La riqueza arqueológica de la Española o Santo Domingo, dejada en su suelo por una densa población indígena, hacen de esta Isla la región más apropiada para estudiar la cultura taína en su más alto desarrollo y apreciar su variado ajuar tan rico en manifestaciones artísticas admirables.
René Herrera Fritot
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Presentación Es ampliamente aceptada la idea de la necesidad de conocer
Aventurarnos a conocer estos orígenes ancestrales nos ayuda a
el pasado para tener un mayor entendimiento del presente
concebir y diseñar cómo queremos presentarnos ante el mundo,
y una clara proyección del futuro. De ahí el valor que cobra el
de forma diferenciada, aprovechando las singularidades que nos
saber interpretar de dónde venimos para comprendernos y
definen.
comprender mejor el entorno en el que nos movemos, así como para identificar las oportunidades con las que contamos.
Ese es el impulso que está detrás de esta publicación institucional, en la que García Arévalo traza con profundo conocimiento las líneas de nuestro pasado aborigen, que forman
organización financiera bajo el título Taínos, arte y sociedad, de la
una parte inequívocamente significativa de nuestra herencia.
autoría del destacado historiador y empresario Manuel A. García
Como institución financiera que posee el mérito de ser la mayor
Arévalo, se constituye en una contribución notable que arroja luz
financiadora del turismo, nos parece oportuno resaltar este tipo
sobre nuestras raíces aborígenes y nos permite proyectarnos en
de aportes porque sobre ellos podemos recrear una imagen
el conjunto de naciones con una idiosincrasia particular.
propia en el mercado nacional e internacional.
Aquello que hoy conocemos en la República Dominicana como
El turismo cultural es un nicho que ha permitido a múltiples
la cultura taína fue el resultado de la integración de múltiples
naciones del mundo destacarse como destino. En los últimos años
grupos indígenas antillanos a través de los siglos, creándose
va de la mano con el turismo sostenible, creando lo que ahora se
un primer sustrato que cimentó la base sobre la que se fue
conoce bajo la denominación de «turismo naranja», una tendencia
construyendo nuestra identidad nacional: mestiza, diversa y, por
mundial que vincula la cultura con la economía.
tal razón, exuberante. Esta nueva visión del turismo genera valor a través de una Esta obra ofrece una mirada a las costumbres de los aborígenes, a
dinámica que engloba el patrimonio cultural y la industria creativa
su expresión artística y ritual; es un viaje al interior de lo que somos.
para diseñar experiencias que respondan a lo que buscan los
La dominicanidad actual no se inició con la llegada del mundo
turistas del siglo XXI: actividades genuinas que los conecten con
occidental a las Américas, sino que comenzó con esas primeras
la cultura y la identidad del país y las poblaciones que visitan.
culturas que se fusionaron con las provenientes de Europa y África, conformando un nuevo ser que continuó expandiéndose con
Vemos, pues, que estos orígenes que surgen de la mezcla de
mayor rapidez desde ese entonces. Los hallazgos arqueológicos
nuestros pueblos indígenas antillanos son un patrimonio cultural
y documentales sobre los cuales se ha fundamendado esta obra
a partir del cual podemos crear una narrativa única y desarrollar
cuentan la historia identitaria del dominicano.
una gestión de experiencias particulares para el turista.
Potiza o recipiente para líquidos. (MHD)
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En ese sentido, este nuevo libro que auspiciamos como
La publicación, más allá de su lectura, sumerge al lector en un
Nos sentimos, pues, sumamente complacidos con esta nueva
mundo de realidades virtuales aumentadas, permitiéndole
entrega editorial y multimedia, con la cual evidenciamos nuestro
experimentar con múltiples escenarios y ejemplos de la cultura
compromiso con la proyección de la identidad dominicana,
taína a través de varios sentidos.
más allá de los hermosos recursos naturales de nuestras costas y paisajes de interior, explorando los valores culturales que
A esta propuesta interactiva, única hasta el momento en el
contribuyen a fortalecer nuestro presente y nuestro futuro.
panorama editorial dominicano, se puede acceder mediante la aplicación MIRA (Mi Realidad Aumentada), instalada en dispositivos móviles. Con ella, a través de una pantalla, los interesados podrán interactuar con ese mundo ancestral mediante una narrativa tecnológicamente innovadora con tan solo hacer un clic sobre las imágenes destacadas al efecto. Además, como cada publicación institucional del Popular, esta obra cuenta con el acompañamiento de un documental que incluye interesantes entrevistas y visitas a lugares emblemáticos de la cultura taína en el territorio nacional. TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Cemí de tres puntas o trigonolito con aplicaciones de concha en la dentadura. (MHAA, UPR)
Christopher Paniagua Presidente ejecutivo
Banco Popular Dominicano
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Pájaro sobre una tortuga. Presenta una proyección vertical para colocar los polvos alucinógenos de la cohoba. ©The Trustees of the British Museum, BM Am, MI.168
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Agradecimientos
En ese sentido, quiero expresar mi gratitud a Manuel A. Grullón, presidente del Consejo de Administración del Grupo Popular, al igual que a Manuel E. Jiménez y Christopher Paniagua, presidentes ejecutivos del Grupo Popular y del Banco Popular, respectivamente. Asimismo, a los demás ejecutivos y técnicos del Banco Popular por su cooperación con este proyecto editorial; en especial, a José Mármol, vicepresidente ejecutivo de Relaciones Públicas y Comunicaciones; Esteban Martínez-Murga, gerente de la División de Comunicaciones Corporativas; José Montás Frómeta, gerente de la División de Productos Audiovisuales, y Eleni de Castro, gerente de Publicaciones Institucionales. Mi profundo agradecimiento va también para las siguientes personas e instituciones nacionales, cuya generosa colaboración fue un estímulo para que esta obra saliera adelante: Al ministro de Cultura, arquitecto Eduardo Selman Hasbún; a Ana María Conde Vitores, directora general de Museos de la República Dominicana, y al arquitecto Christian Martínez, director del Museo del Hombre Dominicano. Al doctor Marcio Veloz Maggiolo, cuyos aportes al estudio de la prehistoria me han permitido ampliar el horizonte de mis conocimientos sobre las culturas aborígenes del Caribe. Y al historiador y arqueólogo Bernardo Vega Boyrie, por su constante cooperación. A mis dilectas amigas Dominique Bluhdorn, presidenta de la Fundación Centro Cultural Altos de Chavón, y María Amalia León Cabral, presidenta de la Fundación Eduardo León Jimenes, quienes pusieron a mi disposición Ídolo de madera con figura antropomorfa en relieve. (MHD)
las representativas colecciones que se conservan en el Museo Arqueológico de Altos de Chavón, en La Romana, y en el Centro Cultural Eduardo León Jimenes, en Santiago de los Caballeros. Asimismo, a los coleccionistas Nicole y Pierre Domino, Betty e Isaac Rudman, al ingeniero Wilton Khoury y al doctor Nonín Galán. Por igual, deseo agradecer al excelente equipo de profesionales del Museo del Hombre Dominicano por la asistencia continua que nos han brindado. En especial, cabe destacar la inestimable contribución del doctor Jorge Ulloa Hung, director del Departamento de Arqueología, quien hizo importantes observaciones al texto y proporcionó muchas de las referencias bibliográficas. También, al doctor Renato Rímoli, director del Departamento de Paleobiología, por sus señalamientos en torno a la flora y la fauna de la época; al arqueólogo Adolfo López Belando y al espeleólogo Domingo Abreu por facilitarnos varias de las fotografías de petroglifos y pictografías que se muestran en la obra. Quiero reconocer, a su vez, a las instituciones museográficas y a los coleccionistas que, desde el exterior, me ofrecieron su colaboración. A su amabilidad se deben muchas de las imágenes de las piezas arqueológicas que se incluyen en este libro. A todos ellos, gracias. Mención especial merece mi buen amigo el doctor André Delpuech, director del Museo del Hombre de París, quien con su gran conocimiento de las culturas aborígenes de las Antillas nos orientó sobre la existencia de los objetos taínos que se conservan en los museos de Europa y Estados Unidos. Y a Paz Núñez Regueiro, jefa de la Unidad Patrimonial de las Colecciones de las Américas del Museo Quai Branly-Jacques Chirac. Al British Museum, de Londres; Museo de América, de Madrid; Il Museo di Antropologia e Etnologia, de Florencia; Museo de Historia Natural, de Argentina; Museum für Völkerkunde, de
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La publicación de esta obra sobre nuestro formidable acervo arqueológico prehispánico ha sido posible por el amplio patrocinio recibido del Banco Popular Dominicano, institución que en los últimos años ha contribuido notablemente a enriquecer la bibliografía nacional.
Viena; Museo Nacional de Antropología, de México; Museo di Antropologia ed Etnografia, Università di Torino; Smithsonian Institution, Metropololitan Museum of Art y El Museo del Barrio, de Nueva York. Y a los coleccionistas Antonio y Ana Casanovas, Guy Ladrière, Vincent y Margaret Fay, y David Bernstein, así como a la colección Ziff y al fotógrafo Justin Kerr.
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En Puerto Rico, debo destacar la contribución de la doctora Flavia Marichal Lugo y de Chakira T. Santiago Gracia, directora y registradora en jefe, respectivamente, del Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico. A la doctora Yvonne Narganes Storde, arqueóloga del Centro de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras. Por igual, al doctor Eduardo Rodríguez Vásquez, presidente de la Junta de Síndicos, y la rectora Amalia Alcina Orozco, ambos del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, así como a las autoridades del Instituto de Cultura Puertorriqueña. Asimismo, expreso mi gratitud a los investigadores Francisco Moscoso, Sebastián Robiou y Daniel Shelley, y al fotógrafo Héctor Méndez Caratini. Por otra parte, agradezco la cooperación recibida en Cuba de los arqueólogos Lourdes Domínguez y Roberto Valcárcel, y del doctor Armando Rangel, director del Museo Antropológico Montané de la Universidad de La Habana. La realización de esta obra debe mucho a la doctoranda Clarisa Carmona, que con gran desvelo y entusiasmo asumió este proyecto editorial como si fuera propio, ofreciendo generosamente su tiempo y su dedicación sin miramiento de horario para que la publicación saliera adelante. Tenemos, por igual, una deuda de gratitud con el fotógrafo de la obra, Víctor Siladi, quien con su destreza profesional se esmeró en realizar y captar con extrema minuciosidad los rasgos iconográficos de un amplio repertorio de imágenes precolombinas, así como por el diseño artístico de la obra. De igual forma resaltamos la labor y el entusiasmo del diseñador gráfico Jimmy González. Otras personas a quienes debemos reconocer por su valiosa contribución son Betania Reyes, curadora de la Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo, así como Rosa Elba
Vasija tallada en hueso con asas bicéfalas antropomorfas. (MHD)
Oleaga y Ana Cristina Contreras por la paciente labor al digitar con esmero y pulcritud los textos que se incluyen en esta publicación. Igualmente, valoramos los comentarios y la corrección de estilo de Clara Dobarro, al igual que la colaboración de Ana Martínez, Lisette Vega de Purcell por el cuidado y profesional trabajo en la traducción del texto a inglés. También reconocemos la labor de Pedro L. Díaz A., por las nítidas ilustraciones de la sociedad taína. Le agradezco de manera muy especial a mi esposa Francis, quien siempre ha sido un gran estímulo en mi quehacer intelectual, acompañándome en mis viajes de prospección arqueológica y en la búsqueda de las referencias documentales y bibliográficas. Lo mismo que a nuestros hijos y nietos, a quienes hemos sustraído parte del tiempo de convivencia familiar para dedicarlo a la redacción y confección de esta publicación. Finalmente, es importante señalar que Taínos, arte y sociedad busca llegar al mayor público posible; de ahí que nos hemos alejado de excesivos tecnicismos para que sea comprensible a todos los lectores y cumpla su propósito de constituir un puente de unión entre las generaciones de hoy y del mañana con las culturas del ayer. Pese a esto, hemos procurado mantener estrictos cánones científicos para que, al mismo tiempo, sea del interés de los especialistas en la cultura y el arte de los taínos.
Manuel A. García Arévalo
LOS TAÍNOS, TAINOS ARTE ARTE YY SOCIEDAD SOCIEDAD
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Vaso efigie antropomorfo. (MHD)
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Dúho o asiento ceremonial en cuyo espaldar aparecen dos figuras simétricas estilizadas y motivos geométricos incisos. (MHD)
Contenido 15 Agradecimientos 21 Introducción 23
Los indígenas antillanos primeras reseñas históricas
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El poblamiento de las Antillas
37 47 57 71
73 73 77 81 86 88 90
95 97
105 105 109 117 118 120 123 125 127
129 137 140 141 142 142 143 144 146 148
El estudio del pasado
Los protoarcaicos. artefactos de pedernal
Los arcaicos. Lítica pulida y artefactos de concha El manglar como medio de subsistencia El período agroalfarero
Los igneris o saladoides La cultura huecoide
Los ostionoides o subtaínos Meillacoides y macoriges Los factores de cambio
La evolución de los agroalfareros. Nuevas aproximaciones La cultura taína
Quiénes eran los taínos
Las actividades productivas La agricultura Las plantas comestibles Árboles maderables y medicinales La caza La pesca Navegación y comercio Organización social y política El cacique Los símbolos de poder Los cacicazgos Nitaínos y naborías Los behiques o buhitihos: éxtasis y curación El «vuelo mágico» y su connotación ornitomorfa Efectos terapéuticos de la dieta El simbolismo del esqueleto Las viviendas Las hamacas El juego de pelota
152
Los bailes o areitos
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Los instrumentos musicales
161
Las maracas monóxilas
165 167 167 171 173 174
175 178 182 184 188 193 201 211 211 221 227 239 241 243 249 254 265 279 282 293 295
La sonoridad de los cascabeles Mitología y religión Creencias mitológicas Prácticas funerarias El mundo de los desaparecidos Los espíritus alados de la muerte El murciélago y las opías Las lechuzas, mensajeras del Coaybay El culto a los antepasados El cemí de algodón El éxtasis de la cohoba Los ídolos de la cohoba Los dúhos o asientos ceremoniales Los instrumentos de la cohoba Inhaladores y espátulas vómicas Los majadores o manos de mortero Íconos de tres puntas Cabezas efigies Cabezas trilobuladas Aros líticos y piedras acodadas La industria lapidaria La sutileza de la concha y el hueso El barro hecho arte La cerámica pintada Los vasos efigies La alfarería criolla El lenguaje de los símbolos y los signos
302
Las voces de las cavernas
317
El legado indígena
311
Trascendencia del arte taíno
325
Tainos, Art and Society
384
Notas bibliográficas
382
Siglas utilizadas
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11 Presentación
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Introducción
Al hablar del pasado indígena de las Grandes Antillas, generalmente solo se menciona la existencia de la denominada «cultura taína». Sin embargo, esta cultura no fue la primera ni la única en poblar el entorno antillano. El Caribe insular, siglos antes de la aparición de los llamados «taínos», estuvo habitado por grupos humanos de características sociales, culturales y económicas muy diferentes; no obstante, sus conocimientos y experiencias, además de algunas de sus herramientas, se integraron y perpetuaron a través de las culturas indígenas que posteriormente habitaron ese espacio geográfico.
debe ser vinculado solamente a las migraciones arahuacas desde Sudamérica. Más bien corresponde al resultado de procesos milenarios mucho más complejos que tuvieron lugar en el contexto de las islas del Caribe, en especial en Puerto Rico y la Española. Este aspecto es quizá la razón por la que algunos investigadores consideran la sociedad taína como el primer ensayo de la mezcla cultural que hoy define el perfil caribeño.1 Esos procesos evolutivos trajeron aparejada la formación de un mosaico de culturas indígenas en las cuales es posible percibir un repertorio de rasgos que las representan y caracterizan desde el punto de vista social, religioso, político y económico.2 Es esto lo que puede definirse como «lo taíno», sin excluir una diversidad de manifestaciones y variaciones locales o regionales que apenas fueron captadas por los cronistas de Indias. Corresponde a la arqueología y otras disciplinas científicas auxiliares la misión de explicar lo acontecido en el pasado prehispánico con el objeto de conocer y valorar las raíces ancestrales que contribuyen a formar nuestra identidad nacional.
Respaldo de los ídolos gemelos de la cohoba, mostrando la imagen de una lechuza. Smithsonian Institution. Espátula vómica tallada en costilla de manatí con figura antropomorfa en posición ceremonial. (FGA)
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Desde ese punto de vista, el desarrollo de la cultura taína no
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Los indígenas antillanos Primeras reseñas históricas
A la llegada de los europeos, a finales del siglo
XV,
las islas
Atento a las novedades que halla a su paso por las nuevas tie-
antillanas estaban pobladas por diversas culturas. La novedad
rras, Colón se convierte en un agudo observador de la fisono-
de encontrar gentes de lenguas extrañas y «exóticas costum-
mía y las costumbres de los habitantes de las islas antillanas,
bres» en las tierras del que posteriormente fue llamado Nuevo
a quienes llamó indios por creer que había llegado a la India.
Mundo sería el hallazgo más sorprendente, y el más recono-
Sus descripciones sobre los indígenas, hechas con sobriedad
cido, del periplo descubridor del almirante Cristóbal Colón.
y alto nivel de detalle, constituyen un documento de gran valor etnográfico, en especial, las relativas a los rasgos físicos y
El primer contacto entre europeos e indígenas se produjo el
culturales de estas poblaciones (color de piel, tipo de cabello,
12 de octubre de 1492 cuando los descubridores se encontra-
deformación de la frente, decoración corporal, etc.).5
ron con los llamados «lucayos» al arribar a la isla Guanahaní, Al llegar a la isla de Cuba, a la que llamó Juana en honor a la
el nombre de San Salvador por los españoles, quienes tam-
hija de los Reyes Católicos, Colón refiere: «Esta gente […] es
bién se refieren a estas últimas como Lucayas, denominación
de la misma calidad y costumbre de los otros hallados. […]
que deriva, precisamente, del nombre de sus primeros habi-
Toda la lengua también es una y todos amigos […] Y así andan
tantes. Sobre este episodio nos dice el Almirante en el diario
también desnudos como los otros».6 En referencia a la desnu-
de navegación de su primer viaje:
dez de los aborígenes, agrega:
[…] muy bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas
Son gente […] muy sin mal ni de guerra, desnudos todos, hom-
caras, de los cabellos gruessos cuasi como sedas de cola de ca-
bres y mugeres, como sus madres los parió. Verdad es que las
vallos e cortos. Los cabellos traen por ençima de las çejas, salvo
mugeres traen una cosa de algodón solamente, tan grande que
unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. D’ellos se
le cobija su natura y no más. Y son ellas de muy buen acatamien-
pintan de prieto, y ellos son de la color de canarios, ni negros
to, ni muy negro[s] salvo menos que Canarias.7
ni blancos, y d’ellos se pintan de blanco y d’ellos de colorado y d’ellos de lo que fallan; y d’ellos se pintan las caras, y d’ellos todo el cuerpo, y d’ellos solo los ojos, y d’ellos solo la nariz.3
Al día siguiente agrega: […] todos de buena estatura, gente muy fermosa y […] todos de
En cuanto a sus viviendas, observa: «Eran hecha(s) a manera de alfaneques muy grandes, y pareçían tiendas en real, sin concierto de calles, sino una acá y otra acullá y de dentro muy barridas y limpias y sus adereços muy compuestos. Todas son de ramos de palma muy hermosas».8
la frente y cabeça muy ancha, más que otra generación que fasta aquí aya visto; y los ojos muy fermosos y no pequeños; y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios.4
Grabado alusivo al Descubrimiento de América. Histoire de l’Isle Espagnole ou de S. Domingue, de Pierre François Xavier de Charlevoix (1730-31).
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localizada en el archipiélago de las Bahamas y bautizada con
Al descubridor de América le sorprende la habilidad que tenían
Con la madera de la Santa María, Colón construyó el fuerte
los indios para navegar en sus ágiles embarcaciones:
de la Navidad, a cuyo cuidado dejó 39 hombres. Allí hizo una
Ellos vinieron a la nao con almadías [canoas], que son hechas del
demostración del poderío de las armas españolas tronando
pie de un árbol como un barco luengo y todo de un pedaço, y la-
las bombardas, y estableció una alianza con el cacique Gua-
brado muy a maravilla según la tierra, y grandes, en que en algunas
canagarix, a quien le ofreció protección frente a los canibas o
venían 40 y 45 hombres, y otras más pequeñas, fasta aver d’ellas
caribes, «que debe ser gente arriscada, pues andan por todas
en que venía un solo hombre. Remavan con una pala como de for-
estas islas y comen la gente que puede haver».11 El acuerdo
nero, y anda a maravilla, y si se le trastorna, luego se echan todos a
establecido entre Colón y Guacanagarix, un pacto de amistad
nadar y la endereçan y vazían con calabaças que traen ellos.9
que en lengua indígena se denominaba guatiao, se realizó ante la presencia de otros caciques de la zona y de los herma-
Colón alude a los sencillos adornos de oro usados por los in-
nos y familiares del cacique de Marién. La ceremonia, que in-
dios, que refuerzan sus expectativas de encontrar este precioso
cluía intercambio de regalos y otros artículos de uso personal,
metal con el objeto de alcanzar el éxito financiero de su empre-
también conllevaba el intercambio recíproco de los nombres
sa descubridora. Sobre el intercambio o trueque establecido, el
entre los dos contrayentes, como gesto de alianza y paz.12
propio Almirante refiere que los españoles empleaban cuentas
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de vidrio, cascabeles, sortijas de latón, fragmentos de cerámica
Los apuntes de Colón constituyen textos precursores de la
y otros abalorios que los indígenas aceptaban de buena gana,
etnografía en América al describir muchas de las caracterís-
«como algo venido del cielo».
ticas de los pueblos que encontró a su paso por las Antillas. Algunas de esas descripciones han sido objeto de estudio
En la costa norte de la isla de Bohío, a la que luego bautizó Co-
por parte de las actuales investigaciones arqueológicas, que
lón como Española, naufragó la nave Santa María, que recibió
han confirmado importantes correlaciones culturales entre los
el auxilio de los indígenas del cacicazgo de Marién, encabeza-
indígenas que ocupaban gran parte de la Española, Puerto
do por Guacanagarix. El solidario gesto del cacique motivó al
Rico y el extremo oriental de Cuba, además de extensas inte-
Almirante a escribir en su Diario:
racciones socioculturales entre los grupos que habitaban las
Son gentes de amor y sin cudiçia y convenibles para toda la cosa, que certifico a Vuestras Altezas que en el mundo creo no ay mejor gente ni mejor tierra. Ellos aman a sus próximos como sí mismos, y tienen una habla la más dulçe del mundo, y mansa y siempre con risa. Ellos andan desnudos, hombres y mugeres, como sus madres los parieron, mas crean Vuestras Altezas que entre sí tienen costumbres muy buenas, y el rey muy maravilloso estado, de una cierta manera tan continente qu’es plazer de verlo todo, y la memoria que tienen, y todo quieren ver, y preguntan qué es y para qué.10
diferentes islas antillanas.13
Mapa de la costa noroeste de la Española atribuido a Cristóbal Colón. Aparece en su Diario.
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Naufragio de la carabela Santa María frente al cacicazgo de Marién. Pintura de Francesc Vall.
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Al referirse a la naturaleza tropical de la Española, Colón exalta con entusiasmo la feracidad del suelo, el verdor y la hermosura de su flora, la exuberancia de sus sierras y montañas, los abundantes ríos y la suave brisa, lo que lo lleva a exclamar: «es la más hermosa cosa del mundo», y a asegurar a sus altezas: «[…] qu’estas tierras son en tanta cantidad buenas y fértiles, y en especial estas d’esta isla Española, que no ay persona que lo sepa dezir y nadie lo puede creer si no lo viese». Igualmente, destaca el carácter de sus gentes, haciendo hincapié en su ingenuidad, mansedumbre y desprendimiento: ni aya havido noticia, andan todos desnudos, hombres y mugeres, así como sus madres los paren, haunque algunas mugeres se cobijan un solo lugar con una foia de yerva o una cosa de algodón que para ello fazen. Ellos no tienen fierro ni azero ni armas, ni son para ello; no porque no sea gente bien dispuesta y de fermosa estatura, salvo que son muy temerosos a maravilla. No tienen otras armas salvo las armas de las cañas cuando están con la simiente, a la cual ponen al cabo un palillo agudo, e no osan usar de aquellas, que muchas vezes me ha acaecido embiar a tierra dos o tres hombres a alguna villa para haver fabla, i salir a ellos d’ellos sin número, y después que los veían llegar fuían [...]14
El asombro que traslucen las idealizadas anotaciones hechas por Colón contribuyó a crear entre los humanistas europeos una visión idílica sobre el estado natural en que vivían los indígenas antillanos, a quienes el mito del «buen salvaje» les atribuyó una inocencia propia de la edad de oro o del paraíso terrenal, idea reiterada a través de los siglos que dio lugar al pensamiento utópico.
Adorno batraciforme de concha de la cultura taína. (MHD) Paisaje de Valle Nuevo, Cordillera Central, RD. ©Ricardo Briones
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La gente d’esta isla y de todas las otras que he fallado y havido
Al arribar a la península de Samaná, el Almirante entra en contacto con los ciguayos, que, según sus descripciones, diferían de los indígenas que hasta entonces había conocido por su apariencia y actitud belicosa: [...] El cual diz que era muy disforme en el acatadura más que otros que oviese visto: tenía el rostro todo tiznado de carbón, puesto que en todas partes acostumbran de se teñir de diversas colores; traía todos los cabellos muy largos y encogidos y atados atrás, y después puestos en una redezilla de plumas de papagayos, y él así desnudo como los otros.15
Además, tenían arcos que «eran tan grandes como los de Francia e Inglaterra»,16 diferenciándose en esto de los taínos, que habitaban otras áreas de la Española. Colón los asocia con los caribes: «[…] creía que eran los de Carib y que comiesen los hombres, […] y que si no son de los caribes, al menos deven de ser fronteros y de las mismas costumbres y gente sin miedo […]».17 Sin embargo, refiere que, al preguntarle a uno de estos ciguayos por los
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caribes, este indicó que se encontraban más al este, en una isla de nombre Carib. Además de la diferencia en el aspecto físico, se considera que los ciguayos tenían una lengua distinta, ya que, tras interpelar a uno de ellos sobre el oro, Colón narra: «llamava al oro “tuob” y no entendía por “canoa”, como le llaman en la primera parte de la isla, ni por “noçay” como lo nombravan en San Salvador y en las otras islas».18 Por su parte, fray Bartolomé de las Casas, al comentar el Diario de Colón en su Historia de las Indias, añade: Es aquí de saber que un gran pedazo desta costa […] hasta las sierras que hacen desta parte del Norte la gran vega inclusive, era poblada de una gente que se llamaban mazoriges, y otras cyguayos, y tenían diversas lenguas de la universal de toda la isla.19
Láminas de oro o guanín. Rostro de un dúho con aplicaciones de oro. ©The Trustees of the British Museum, BM, Am1949,22.118
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Costa de Los Haitises en la bahía de Samaná, RD. ©Ricardo Briones
Al bajar a tierra algunos de los tripulantes de las naves españolas en la bahía de Samaná con la intención de abastecerse de agua y alimentos, al tiempo de procurar algunos objetos indígenas que despertaban su curiosidad, fueron enfrentados por medio centenar de ciguayos armados con arcos, flechas y macanas de madera. Los españoles hirieron a dos de ellos, que infortunadamente conocieron el filo de las espadas de metal, derramándose allí la primera sangre americana vertida durante los enfrentamientos entre indígenas y conquistadores europeos. Debido a este hecho, Colón llamó golfo de las Flechas a esta bahía.
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La identificación y estudio de los ciguayos es un tema que aún debe plantearse con mayor profundidad sobre la base de la investigación arqueológica. A pesar de esto, algunos investigadores e historiadores han esbozado diversas hipótesis sobre estas comunidades, entre las que resalta la de una posible ascendencia caribe y un reciente asentamiento en la península de Samaná, razón esta última por la que sus huellas arqueológicas han sido imperceptibles en las prospecciones realizadas en la zona. Otras teorías plantean una interacción entre taínos y caribes que culminó con la adquisición de algunas costumbres caribes por parte de los habitantes de esta área de la Española.20
Uno de los investigadores que más se ha esforzado por aportar al llamado «enigma ciguayo», con base en las informaciones históricas y arqueológicas, ha sido Bernardo Vega.21 A partir del análisis de las descripciones de varios cronistas, en especial de fray Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo y Pedro Mártir de Anglería, y del mapa de Andrés Morales sobre la división política de la isla Española, Vega ha intentado definir los espacios geográficos que correspondían a ciguayos y macoriges, y, en líneas generales, ha planteado que los indígenas que Colón encontró en su primer viaje en el golfo de las Flechas tenían características propias de los caribes. En general, hasta el presente no existe un consenso sobre los asentamientos considerados ciguayos ni una clara definición de estos, y tampoco ha sido posible establecer con evidencias arqueológicas sus diferencias culturales respecto a los demás grupos indígenas que habitaron la isla.22 El interés de Colón por conocer las islas de los llamados «caribes» o «caníbales» lo llevó a intentar adentrarse más allá del extremo noroeste de la Española para comprobar su existencia. Sin embargo, el mal estado de las carabelas y la impaciencia de los tripulantes, deseosos de volver a España, le hicieron desistir de esta idea en su primer viaje y emprender el camino de retorno a Europa.
Encuentro de los marineros de Cristóbal Colón con los ciguayos en Samaná. Vida y viajes de Cristóbal Colón, de Washington Irving (1854).
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Familia caribe de Surinam. Grabado de John G. Stedman.
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Recipiente cerámico de la cultura taína. (MHD) Cristóbal Colón ante los reyes de España al regresar de su primer viaje. Óleo sobre tela, de Ricardo Balaca, 1874. Medida: 1860 X 1245 mm. Donación de Mónica Torromé de Mansilla, 25-X-1916 (f 35), Museo Histórico Nacional, Argentina.
A su regreso, el Almirante proclamó la noticia de la existencia de nuevas tierras allende los mares y mostró a los reyes algunos indígenas, así como otras pruebas de sus hallazgos. Recibió los honores y títulos que le correspondían, pactados previamente con la corona española en las llamadas Capitulaciones de Santa Fe, entre ellos, los de «Almirante de la Mar Océana y Visorrey y Gobernador de las islas descubiertas en las Indias». Por su parte, los indios que lo acompañaban fueron bautizados en una ceremonia religiosa ante la presencia de los reyes y el príncipe Juan. A raíz de la llegada de Colón a Europa, también aparecieron las primeras noticias impresas sobre los habitantes del Nuevo Mundo. Estas noticias fueron difundidas a través de la carta que el Almirante dirigió a Luis de Santángel, escribano de los monarcas españoles, y al tesorero aragonés Gabriel Sánchez, donde daba a conocer las novedades de las Indias. La misiva originalmente fue escrita en castellano y en ese idioma se realizó su primera impresión en Barcelona en 1493. Su difusión fue tan rápida que antes
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34
de culminar el siglo
XV
había alcanzado dieciséis ediciones en
cinco idiomas: dos en castellano, una en catalán, nueve en latín, tres en italiano y una en alemán, además de algunas versiones en francés e inglés. En la traducción al latín aparece el nombre
En general, las descripciones de los indígenas no se desligan del
Hispaniola, vocablo que aún se utiliza para referirse a la isla Espa-
aura de asombro, expectativa y encantamiento que intensificó de
ñola, a la que los indígenas llamaban Bohío, Haití o Quisqueya.
forma cuantitativa la mayor parte de los textos colombinos.24 Es-
23
tas contribuyeron a la identificación de América como una tierra En esa carta en la que anunciaba el hallazgo de un Nuevo Mun-
de abundancia y promisión, a lo que también aportó el obsesivo
do, Colón también se refiere a algunos de los primeros vocablos
interés por el oro que se evidencia en buena parte de la narrativa
aborígenes recogidos durante su trayecto por las Antillas, pala-
de Colón y motivación omnipresente en casi todos sus enuncia-
bras que pasaron a enriquecer la lengua española. Entre ellos
dos. Desde esa perspectiva los relatos colombinos, a la vez que
sobresale el término canoa, incorporado por Antonio de Nebrija
ofrecían las primeras impresiones sobre la realidad geográfica de
en su Gramática castellana en 1494, que representa uno de los
las islas del Caribe, legaban, entre la descripción puntual y el ras-
primeros aportes lexicales de América a Europa.
go imaginativo, la visión inicial del indio americano.
Retrato de Cristóbal Colón, de Ridolfo del Ghirlandio (1483-1561). Navy Museum, Plegi, Génova, Italia.
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Encuentro de Cristóbal Colón con los indígenas de la Española. Ilustración imaginaria de Theodor de Bry (1594).
El estudio del pasado
Lo reducido de la fase asociada al empleo de la escritura en comparación con toda la existencia humana permite ilustrar la importancia de la arqueología como ciencia que investiga la cultura y la historia a partir de evidencias materiales. Los restos materiales fruto de la acción humana pueden convertirse, bajo la óptica científica de la arqueología, en importantes generadores de conocimiento histórico. Para ello, esta disciplina utiliza métodos capaces de arrojar informaciones para explicar el desarrollo de las sociedades del pasado. En ese sentido, puede proporcionar datos que por diversos motivos no fueron recogidos por las fuentes históricas, y en el caso de las sociedades ágrafas, es decir, de aquellas que no conocieron 37 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
la escritura, constituye una de las principales disciplinas para acceder a su estudio. Al caracterizar las diferentes etapas por las que han atravesado las antiguas sociedades humanas en diferentes regiones del planeta, la arqueología ha desempeñado un rol importante en la creación de los modelos y clasificaciones de la prehistoria universal. Por tanto, un análisis de la arqueología antillana no puede desligarse del devenir general de esta disciplina arqueológica a nivel mundial ni de sus repercusiones en América. La arqueología puede considerarse como una actitud frente al pasado que inicialmente se manifestó a través de un interés especial por los objetos y las obras de arte de la Antigüedad clásica.25 El coleccionismo alentado por los humanistas del Renacimiento se prolongó a largo de los siglos
XVII
y
XVIII,
extendiéndose a las cortes europeas y a personajes ilustrados de la época hasta convertirse en una afición respetable y muy de moda.26
Charles Towneley en su galería de esculturas de la época clásica. Óleo de Johann Zoffany.
La búsqueda del pasado durante ese período se transformó
En sus inicios, la prehistoria como campo científico estuvo vin-
en la persecución de una utopía que debía ser reconstruida,
culada al empleo del criterio estratigráfico, un principio de la
y las antiguas obras reunidas en colecciones ejercieron una
geología que se aplicaba en arqueología. Este, junto con los
influencia extraordinaria en este sentido. Al calor de la bús-
avances de la biología, fue trasladado al estudio y compren-
queda de la belleza dentro de los cánones clásicos, nació el
sión de los instrumentos y restos materiales del pasado. Con
interés por lo antiguo, en tanto los modos de vida de la Anti-
el empleo del método estratigráfico y el hecho de que co-
güedad se revelaban de manera más concreta a través de su
menzaran a vislumbrarse niveles de antigüedad para el ser hu-
iconografía. Esta primera arqueología esteticista, interesada
mano, la arqueología prehistórica se convirtió en la principal
en el arte y la arquitectura del mundo clásico, en el caso de
línea de investigación de los pueblos anteriores a la escritura.
América tuvo expresiones concretas que pueden rastrearse en
El evolucionismo cultural se desarrolló sobre una base tecno-
la atracción ejercida por las culturas maya, azteca o inca, y
lógica, que tomaba como guía el material de los instrumentos
fundamentalmente por los monumentos y creaciones artísti-
(piedra, bronce o hierro). Esto, a su vez, conllevó la introduc-
cas dejados por estas grandes civilizaciones.
ción del término «edad» en la interpretación del proceso por el que había atravesado la humanidad, especialmente a partir
Las diferencias esenciales entre esa arqueología esteticista y una más científica se concretaron, o al menos se hicieron más evidentes, en el siglo
XIX.
Los avances de las ciencias
naturales, en especial de la biología, constituyeron los fun-
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38
damentos del evolucionismo, teoría social y antropológica que se desarrolló durante ese siglo. A partir del siglo
XIX
el
trabajo arqueológico comenzó a considerarse una disciplina académica para resolver problemas históricos. Un ejemplo de ello fue la primera clasificación del historiador danés Christian Jürgensen Thomsen, que incluía tres edades (Piedra, Bronce y Hierro) e intentaba explicar el desarrollo de la tecnología en Europa desde la perspectiva arqueológica, basándose en el análisis de los objetos prehistóricos. Además, la arqueología aportó nuevas bases para ampliar las concepciones evolucionistas imperantes en la época, según las cuales la sociedad había avanzado por medio de estadios progresivos, que, según Adam Smith, iban desde la caza hasta el desarrollo del comercio, pasando por el pastoreo y la agricultura.27
Instrumentos de la época paleolítica.
de sus manifestaciones en el occidente europeo.
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Excavaciรณn arqueolรณgica en una ruina romana de Italia.
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40 Reconstrucción idealizada de una escena de caza del oso de las cavernas durante el paleolítico en Europa, de Znedèk Burian.
El concepto de las tres edades, unido al principio de super-
Estas primeras etapas caracterizadas por los trabajos en ma-
posición o estratificación, permitió establecer la nomenclatura
terial lítico conforman la llamada «edad de piedra», a la que
prehistórica europea. Los estadios culturales más antiguos re-
sucede la edad de los metales, cuando comienzan los procesos
ciben el nombre de «paleolítico» y se identifican con los gru-
que dieron lugar al desarrollo de las grandes civilizaciones que
pos nómadas cazadores de la megafauna del pleistoceno. Un
florecieron en Egipto, Mesopotamia, la Grecia antigua, etc.
período intermedio, denominado «mesolítico», se inicia tras la finalización del período glacial, cuando las alteraciones climá-
Aunque no existe una sincronía que permita equiparar de for-
ticas ocasionan la extinción de los grandes mamíferos y, por
ma mimética la prehistoria del Viejo Mundo con la del conti-
tanto, se experimenta un cambio en los patrones de alimen-
nente americano, arqueólogos como Irving Rouse y José M.
tación, la cual pasa a obtenerse principalmente de la recolec-
Cruxent29 emplearon, por analogía, los términos «paleoindio»,
ción, la caza de especies animales más pequeñas y la pesca.
«mesoindio» y «neoindio» en el abordaje de las formas básicas
El término «neolítico» ha sido reservado para la aparición de
de subsistencia y la tecnología y tipología de las herramientas
la agricultura, la ganadería y la cerámica. Los cambios que
utilizadas para transformar el entorno en el ámbito caribeño.
marcan la aparición del neolítico también se conocen como «revolución neolítica», término propuesto por el arqueólogo Vere Gordon Childe28 para significar las transformaciones que se produjeron en los modos de subsistencia y la consolidación de la vida sedentaria.
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Diorama que recrea la caza de un mamut en la Cuenca de México durante el período lítico. ©Archivo Digital de las Colecciones del Museo Nacional de Antropología, INAH-CANON
Estos esquemas constituyen solo una muestra de los diversos sistemas de clasificación implementados desde la arqueología al estudiar las primeras comunidades humanas que poblaron las Américas y el Caribe. Otros sistemas de clasificación han enfatizado aspectos económicos, tecnológicos, ecológicos, sociales o la combinación de algunos de ellos. Un ejemplo de esto último podemos encontrarlo en la propuesta de investigadores como Gordon R. Willey y Philip Phillips,30 quienes establecieron una periodización de la prehistoria de América dividiéndola en las siguientes etapas: • Lítica: etapa de los cazadores nómadas que vivieron en la última glaciación, a finales del período pleistoceno, y se dedicaron fundamentalmente a la captura de grandes mamíferos terrestres como el mastodonte, el megaterio o perezoso gigante y el armadillo gigante. • Arcaica: los cambios climáticos posglaciales ocasionaron la extinción de la fauna pleistocénica, forzando a los cazadores superiores a buscar otras fuentes alternativas
42 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
de alimentos, como la caza menor, la pesca y la recolección de plantas silvestres y mariscos. • Formativa: equivalente al neoindio planteado por Cruxent y Rouse. En esta etapa hacen su aparición las prácticas agrícolas, lo que permite el abandono del nomadismo, el establecimiento de aldeas de carácter permanente y una organización social más compleja. Además, surgen la cerámica y otras artesanías, que se realizaban en el tiempo que no se dedicaba a los cultivos. • Altas culturas o civilizaciones: con centros ceremoniales y conjuntos urbanos propios de sociedades teocráticas jerarquizadas que desarrollaron una economía con excedentes. Localizadas fundamentalmente en Mesoamérica y en el altiplano andino, entre ellas se incluye a olmecas, mayas, aztecas e incas. Esta etapa abarca en ocasiones Estela de la civilización maya. Litografía de Frederick Catherwood.
otros períodos inherentes al desarrollo de civilizaciones, como el clásico y el posclásico.
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Ídolo y altar de Copán, Honduras. De Frederick Catherwood.
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El poblamiento de las Antillas Desde los primeros momentos de la conquista surgió la in-
Aunque recientes investigaciones demuestran que, además
quietud por conocer la antigüedad de los habitantes de las
de la recolección y la pesca, pudieron aprovechar una gran
islas del Caribe. Fray Bartolomé de las Casas fue uno de los
variedad de plantas silvestres34 y elaborar cerámica incipiente
primeros en referirse a este tema –incluso con cierto sentido
en algunos de sus contextos.35
de curiosidad arqueológica– cuando en su Historia de las Indias, al relatar las excavaciones hechas para edificar la fortale-
Sus modos de vida se distanciaron de los pobladores del
za de Santo Tomás de Jánico, refiere lo siguiente:
período lítico, más vinculados con la cacería de grandes ani-
Yo he visto en las mismas minas de Cibao, a estado y dos estados
males y la recolección en zonas selváticas interiores. Como
en hondo de tierra virgen, en llanos, al pie de algunos cerros, ha-
huellas de esa intensa actividad recolectora, dejaron grandes
ber carbones y ceniza, como si hobiera pocos días que se hobiera
vertederos o acumulaciones de desperdicios de comida mari-
hecho allí fuego, y por la misma razón hemos de concluir que en
na y fluvial. En torno a estos residuarios, que los arqueólogos
otros tiempos iba por allí cerca el río, y en aquel lugar hicieron
denominan «concheros», emplazaron sus viviendas, lo que
fuego, y después, apartándose más el agua del río, amontonóse
constituye el patrón de asentamiento característico de los po-
la tierra sobre él que con las lluvias descendía del cerro, y porque
bladores arcaicos.36
esto no pudo ser sino por gran discurso de años y antiquísimo y tierra firme son antiquísimas.31
Las investigaciones arqueológicas han demostrado que el poblamiento de las Antillas ocurrió hace aproximadamente unos 6000 años y que pudo haber estado vinculado a fenómenos climáticos acaecidos entre el 8000 y el 4000 antes de Cristo. Esos cambios generaron transformaciones en los ambientes de las zonas continentales, incidiendo en la desaparición o reducción de determinadas especies de animales y plantas propias del pleistoceno. Los cambios climáticos pudieron funcionar como un importante catalizador del desplazamiento de las primeras comunidades desde el continente hasta las islas del Caribe.32 En especial, porque esos grupos debieron enfrentar nuevas condiciones para desarrollar su actividad alimenticia, basada, fundamentalmente, en la recolección y la pesca, lo que los obligó a asentarse en las desembocaduras de los grandes ríos, o en zonas cercanas al litoral, familiarizándose así con el mar y perfeccionando la habilidad de navegar.33
45
Esas comunidades iniciaron un proceso migratorio hacia las Antillas para el cual se han establecido dos rutas fundamentales. La primera, desde Centroamérica –en especial desde zonas de la costa atlántica aledañas al actual Belice– hasta las Antillas Mayores, sobre todo Cuba y la Española, e incluyendo parte de Puerto Rico.37 La segunda, desde la zona noreste de Venezuela y la isla de Trinidad, a través de las Antillas Menores, hasta alcanzar el extremo más occidental del Caribe.38 No se conoce con exactitud el tipo de embarcación utilizado por los grupos arcaicos, aunque existe cierto consenso sobre el posible uso de balsas rústicas formadas por troncos de árboles amarrados con lianas o cuerdas de fibras vegetales. Aunque tampoco se descarta el uso de la canoa, embarcación monóxila confeccionada con un tronco ahuecado e impulsada por remos, la cual emplearon los posteriores contingentes migratorios que poblaron el Caribe insular.
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tiempo, por eso es grande argumento que las gentes destas islas
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46
Los protoarcaicos artefactos de pedernal
El uso de la piedra para la fabricación de utensilios es tan remoto como la misma humanidad; y se desarrollaron a través de los tiempos múltiples técnicas y habilidades que incluyen la selección de una materia prima adecuada. A grandes rasgos, dos técnicas o industrias líticas caracterizan los estadios culturales más antiguos de la prehistoria universal: la piedra tallada, obtenida a partir de percusión o golpeo, y la piedra pulida. En el horizonte cultural arcaico antillano se emplearon ambas técnicas, y con ellas se elaboró una variada gama de artefactos que les permitieron a los primeros pobladores aprovechar los recursos naturales que les ofrecía el medio ambiente.
período en el que se desarrolla un estilo o cultura. En ese
47
sentido, es posible distinguir un horizonte de otro a partir de
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En arqueología, el término «horizonte cultural» se refiere al
rasgos o manifestaciones culturales, entre ellos, los utensilios utilizados por comunidades que vivieron durante un período determinado. De modo que el instrumental y las materias primas empleadas en su confección resultan de gran utilidad para establecer las características socioeconómicas de estos grupos humanos. Los primeros grupos en ocupar las Antillas han sido denominados «paleoarcaicos» por algunos arqueólogos,39 mientras otra nomenclatura los califica como «protoarcaicos»,40 haciendo referencia a su antigüedad, así como a las características esenciales de su economía y su ajuar. Estos primitivos pobladores utilizaron roca silícea o pedernal para confeccionar filosas lascas y láminas que desprendían de un nódulo por medio de golpes certeros o percusión directa. De hecho, los sitios relacionados con estos grupos en la Española y Cuba están ubicados en zonas donde abunda este tipo de materia prima.
Punta de sílex o pedernal localizada en la Cordillera Central de la isla Española. Confección de instrumentos de sílex por cazadores del paleolítico en Europa. Ilustración de Znedèk Burian.
Igualmente, se han registrado evidencias de las primeras ocupaciones protoarcaicas en el sitio de Levisa, en Cuba.43 La fecha de radiocarbono más antigua para este asentamiento corresponde al año 3190 a. C., por lo que se considera uno de los poblamientos más tempranos de las Antillas Mayores. La reevaluación reciente del contexto de Levisa, así como de otros sitios protoarcaicos de Cuba,44 también ha revelado su posible carácter multicomponente. Es decir, estos espacios no solo incluyen el componente cultural protoarcaico, sino el de otros grupos que habitaron allí en momentos posteriores. El fenómeno presente en Levisa fue reconocido inicialmente por investigadores como José Manuel Guasch, Januz Kozlowski y Marcio Veloz Maggiolo;45 y ha ganado importanLascas de sílex de la sierra de Barrera, Azua, RD.
cia en la actualidad al evaluarse las posibles interacciones de los primeros grupos que utilizaron grandes herramientas de
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48
Una de las evidencias más tempranas de habitación humana en
sílex con otras comunidades arcaicas que también habitaron
la isla Española, relacionada con los protoarcaicos, fue dada a
el archipiélago antillano. Se trata de una cuestión que ameri-
conocer por los investigadores J. M. Cruxent e Irving Rouse. Se
ta investigaciones más profundas, aunque sí parece claro que
trata del sitio arqueológico de Mordán, en la sierra de Barrera,
algunos de los lugares ocupados inicialmente por los protoar-
provincia Azua, con fechado de unos 2600 a. C. obtenido por
caicos fueron de interés para otros grupos que posteriormen-
el método de radiocarbono (C-14). Aunque estos arqueólogos
te habitaron las Antillas.
estimaron que algunos complejos líticos de la zona, como el sitio de Casimira, pudieran alcanzar mayor antigüedad.41
En definitiva, el carácter multicomponente que se observa en algunos de los sitios conocidos como «protoarcaicos» ilustra
La ausencia de datos etnohistóricos sobre estas antiguas co-
coincidencias de naturaleza compleja en cuanto a preferen-
munidades ha conllevado la necesidad de emplear ciertos tér-
cias ambientales y espaciales por parte de los diversos grupos
minos para denominar sus expresiones locales o regionales
arcaicos, aunque no tuvieran necesariamente existencias pa-
más sobresalientes. En el caso de la arqueología del Caribe,
ralelas.
ha predominado durante décadas el uso del nombre de los lugares donde aparecen los vestigios. A la ubicación geográ-
En Puerto Rico existen evidencias de estos antiguos comple-
fica de algunos asentamientos importantes clasificados como
jos culturales en lugares como Angostura (cercano a Barcelo-
protoarcaicos, se ha agregado el sufijo oide para nombrar las
neta), Maruca (en Ponce) y Cabo Rojo (en el occidente de la
culturas que identifican. Así, a las manifestaciones presentes
isla), cuya antigüedad alcanza en algunos casos alrededor del
en Mordán se les llama «mordanoides», y a las de Barrera,
3000 a. C. Esto sugiere que esos primeros pobladores posi-
«barreroides», al igual que se denomina «casimiroide» al con-
blemente se desplazaron de oeste a este, extendiéndose des-
texto cultural vinculado con Casimira, por lo que esos lugares
de Cuba a las demás Antillas Mayores.
se han convertido en epónimos de los rasgos distintivos de los primeros habitantes de las Grandes Antillas.42
En el occidente de la isla Española, en la actual República de
ca del retoque confeccionaron puntas y cuchillos, algunos de
Haití, el ajuar de sílex relacionado con los protoarcaicos está
apreciable tamaño, con rebordes laterales dentados que ha-
presente en la región de Cabaret en sitios que han sido aso-
cían las veces de sierra. Algunos de estos artefactos punzantes
ciados con grandes talleres líticos. Según las investigaciones y
estaban provistos de un mango o pedúnculo que facilitaba su
descripciones de campo del estudioso de la arqueología hai-
manipulación, o bien su inserción en el extremo de una vara
tiana Clark Moore,
de madera a modo de lanza.
46
se han descubierto en esa región unos
37 sitios líticos. Los más grandes llegan a alcanzar entre 5,000 y 10,000 m2 y los más pequeños 100 m2. Por lo general, se
Debido al carácter filoso del sílex o pedernal, muchas de las
encuentran a altitudes entre 40 y 120 metros, en pendientes
herramientas fabricadas con lascas de este material pudieron
graduales y no en la cima de las colinas. Todos están asocia-
utilizarse para despellejar, trozar y descamar las presas obte-
dos a depósitos de sílex, que constituía la materia prima por
nidas de la caza y la pesca. También resultaban apropiadas
excelencia para la fabricación de sus artefactos.
para trabajar la madera y las fibras vegetales, que constituían un componente importante en el menaje de estas comunida-
Los talleres líticos fueron ocupados probablemente de manera
des, como lo evidencian los análisis de herramientas líticas
temporal. De ahí, la ausencia de una estratigrafía consistente
obtenidas en el área de Barrera y realizados por el investiga-
que revele la evolución cultural en estos sitios. Sin embargo,
dor A. Gus Pantel.50
ese no parece ser el caso de los asentamientos de mayores dimensiones. Las fechas de radiocarbono obtenidas en algunos yacimientos de Haití señalan su posible contemporaneidad
49 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
con el sitio de Levisa, en Cuba, como es el caso de Vignier III, con datación de 3630 ± 80 años a. C. Por otro lado, la fecha de 2420 a. C. del sitio de Source Matelas, también en Haití, lo aproxima cronológicamente a las fechas de 2617 y 2583 a. C. obtenidas, conforme a pruebas de radiocarbono (C-14), para Mordán en la República Dominicana.47 De este modo se ha observado que los instrumentos de sílex recuperados en la zona haitiana de Cabaret son comparables a los vestigios líticos de Cuba y la República Dominicana, lo que sugiere que los pobladores protoarcaicos ocuparon simultáneamente varios espacios de las Antillas Mayores.48 En la parte oriental de la Española, hoy República Dominicana, los protoarcaicos se asentaron preferentemente en el suroeste, donde abundan las rocas silíceas de color gris claro o blancuzco, como en la sierra de Barrera (Azua), en Puerto Alejandro (provincia Barahona) y en la ribera y desembocadura del río Pedernales.49 Sus residuarios corresponden a emplazamientos temporales donde posiblemente se ubicaron talleres que elaboraban instrumentos cortantes. Con la técni-
Puntas de sílex de forma lanceolada con pedúnculos.
En realidad, la fabricación de raspadores y lascas simples de forma rectangular exigía poca sofisticación, y probablemente se desechaban al perder filo. Lo importante era obtener la materia prima requerida, como los núcleos de roca silícea de los que se desprendían las lascas, los cuales constituían parte de una dinámica de intercambios constatable en asentamientos arcaicos de la vecina isla de Puerto Rico, donde con frecuencia se han localizado lascas de cuarzo procedentes de la Española.51 De forma dispersa, se han encontrado grandes cuchillos y puntas de pedernal asociados a estas comunidades protoarcaicas en las estribaciones de las cordilleras Central y Septentrional de la Española, lo que ha dado origen al llamado «complejo lítico de la cordillera» o «cordilleroide».52 Estos artefactos puntiagudos pudieron emplearse en el descuartizamiento de las presas, lo que facilitaba su traslado
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
50
desde el sitio de captura hasta los campamentos o lugares de habitación, donde se compartía la comida. Una vez trozadas las piezas de cacería, podían acarrearse utilizando algún tipo de cestas tejidas con fibras vegetales, lo que permitiría su transporte a grandes distancias. En algunas pictografías de períodos posteriores conservadas en el interior de las cavernas dominicanas –como son los casos del Hoyo de Sanabe y la Guácara del Comedero, ambas cercanas a Cotuí y descubiertas por los investigadores Dato Pagán Perdomo y Manuel García Arévalo,53 se aprecia que en ocasiones se requería de dos individuos para acarrear una presa colgada de una vara. Además de los instrumentos de pedernal que se asocian al período temprano del poblamiento antillano, los protoarcaicos utilizaron cantos rodados o guijarros en su forma natural, con los que improvisaron rústicos martillos como percutores para trabajar el sílex.
Núcleo de sílex. Museo de Arqueología de Cataluña, Barcelona, España.
También se utilizaban para romper las conchas de los caracoles y los caparazones de los crustáceos colectados en los acantilados rocosos y en el lecho arenoso de playas con fondos bajos, así como para triturar o moler semillas u otros alimentos obtenidos de especies botánicas silvestres. Se han encontrado evidencias de algunas especies animales de gran tamaño con apariencia de osos o de grandes perezosos, como el Parocnus serus Miller y el Acratocnus comes Miller,54 cuyo tamaño alcanzaba la altura de un ser humano. Sus restos han sido localizados en algunas cuevas del valle de Constanza, provincia La Vega, y en la cueva del Pomier, provincia San Cristóbal, lo que sugiere que habitaban preferentemente en zonas montañosas, donde el clima era más templado que en las sabanas y las planicies costeras. Estos mamíferos edentados de considerable tamaño ya estaban extintos a la llegada de los conquistadores españoles y al parecer nunca fueron especies abundantes en la isla.55 Por esa racon recursos obtenidos de la recolección marina o terrestre y de la pesca, al igual que de la cacería de animales de menor talla (como iguanas, jutías y lagartos) y de aves, de las que no solo debieron aprovechar su carne sino también sus plumas con fines decorativos. Otras especies de apreciable tamaño también pudieron ser aprovechadas por estos grupos, sobre todo, la foca tropical (Manachus tropicalis) y el manatí (Trichechus manatus).56 Este último aún incursiona en estuarios y ríos de la Española en busca de plantas alimenticias. En cuanto a la foca, extinta en la actualidad, quizás una especie similar existía en tiempos de Cristóbal Colón, quien afirmó haber visto lobos marinos en la isleta de Alto Velo, localizada en las inmediaciones de la isla Beata, durante su segundo viaje de exploración y descubrimiento.57
Pictografía de dos indígenas acarreando una presa. Guácara del Hoyo de Sanabe, Sánchez Ramírez, RD. Lasca de sílex raspando un trozo de madera.
51 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
zón, los pobladores protoarcaicos complementaban su dieta
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52
Los protoarcaicos debieron cazar, además, el cocodrilo (Crocodi-
La organización social debió consistir en pequeños grupos que
lus acutus), hoy casi extinto y relegado a las inmediaciones de los
llevaban una vida trashumante, con campamentos temporales
lagos Enriquillo, provincia Bahoruco, y Saumatre, en Haití. Es pro-
integrados por pocos individuos o núcleos familiares. Esta baja
bable que esta especie tuviera una amplia difusión geográfica,
densidad poblacional entre las comunidades protoarcaicas qui-
pues incluso en el extremo oriental de la isla se han encontrado
zás sea una de las razones que explique el escaso número de
sus osamentas.58 Igualmente, existió un tipo de mono ardilla au-
yacimientos localizados, que en la mayoría de los casos corres-
tóctono de la isla (familia Cebidae, género Saimiri, especie ber-
ponden a talleres para trabajar el sílex.
nensis) cuyos restos fueron descubiertos por Renato Rímoli en la cueva de Berna, provincia La Altagracia.59 Este animal tampoco
Aunque no existen evidencias sólidas en el contexto antillano so-
llegó a ser conocido por los españoles, lo que sugiere que pudo
bre la división del trabajo en estas comunidades, la analogía con
haber sido objeto de caza durante la época prehistórica o que ya
poblaciones de otros lugares sugiere que los hombres cazaban,
estaba en proceso de extinción al arribo de los primeros pobla-
desbrozaban el terreno y construían las estructuras necesarias
dores indígenas.
para los campamentos, mientras que las mujeres desarrollaban labores de recolección y otras actividades productivas y domésticas. Esa distribución de roles característica de las sociedades
das, es posible que los protoarcaicos emplearan los huesos de
cazadoras-recolectoras ha hecho pensar a investigadores como
estas especies para la fabricación de utensilios, como puntas de
Mircea Eliade que existía una organización de las tareas de acuer-
arpones y anzuelos, e incluso de adornos para realzar su apa-
do al sexo.62
riencia personal. Tampoco tenemos suficientes datos acerca de su ceremonialismo, aunque es factible suponer que tuvieran una
Finalmente, conviene destacar que, a pesar de su simplicidad,
cosmogonía con rituales mágico-religiosos de gran expresividad,
el uso de artefactos de sílex asociados al horizonte cultural pro-
como se puede apreciar en el arte rupestre del período arcaico
toarcaico se mantuvo vigente entre los sucesivos pobladores in-
en algunas partes de las Antillas.60
dígenas de las Antillas. Prueba de ello son las lascas de pedernal que aparecen vinculadas a todos los contextos culturales prehis-
Las actividades de caza debieron ser desempeñadas generalmen-
pánicos, incluso entre los grupos agroalfareros. Además de la ar-
te por los hombres, dado el esfuerzo físico que requería rastrear
queología, lo documentan cronistas como fray Bartolomé de las
durante días y enfrentarse a animales de considerable tamaño.
Casas, que, al resaltar la capacidad artesanal de los taínos, alude
Los restos humanos encontrados por el antropólogo Fernando
al empleo del pedernal como herramienta para la confección de
Luna Calderón en el sitio de Cueva Roja, provincia Pedernales,
los más variados objetos.63
evidencian que en la población adulta existía un alto porcentaje de fracturas de huesos largos, posiblemente como consecuencia de accidentes debidos a la gran movilidad vinculada a sus actividades de subsistencia en zonas inhóspitas.61
Manatí en el Caño de Estero Hondo, Puerto Plata, RD. ©José Alejandro Álvarez
53 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Aunque hasta la fecha no existen evidencias arqueológicas sóli-
Punta de sílex de forma lanceolada con pedúnculo.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
54
La presencia constante de los instrumentos de pedernal entre las comunidades indígenas se mantuvo incluso durante la conquista europea. Esta persistencia es avalada por el historiador Luis Joseph Peguero, quien en su Historia de la conquista de la isla Española de Santo Domingo, al escribir sobre la sublevación del cacique Enriquillo, ofrece la siguiente información: Y se fue [Enriquillo] por encima de la sierra de los Pedernales: que se decía así, por los indios de la provincia de Azua que se componía de 17 pueblos, los más de ellos tenían por granjerías hacer hachas y otros instrumentos de su huso, para bender a las otras provincias donde no los habían dichos pedernales, y las venían a buscar.64
Sierra de Barrera, antigua sierra de los Pedernales, Azua, RD. ©Juan Carlos Vélaz Martín
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Los arcaicos Lítica pulida y artefactos de concha Un segundo período es el conocido arqueológicamente como
Esa capacidad de explotación del medio ambiente trajo como
«arcaico», que se inició en la Española hace aproximadamente
consecuencia un mayor desarrollo de los medios de producción,
4000 años. Alrededor de esta fecha ingresaron al arco antillano,
lo que conllevó un aumento de la densidad poblacional y una
desde la costa este de Venezuela y la isla de Trinidad, nuevos po-
estructura económica y social más compleja. Esta última, en oca-
bladores que se movilizaron a través de las pequeñas islas hasta
siones, pudo ir más allá de la unidad familiar y estar conformada
alcanzar las Grandes Antillas. Su modo de vida estaba basado
por grupos de individuos (quizás de unos 25 a 30) denominados
esencialmente en la recolección, la pesca y la caza menor, y su
en el argot antropológico «bandas», unidades económicas y so-
ajuar se caracterizaba por una variedad de instrumentos líticos
ciales primarias que, además de participar en las actividades de
pulimentados y otros más sencillos hechos de concha. Al igual
subsistencia, debieron agruparse para crear ciertos mecanismos
que en el caso de los protoarcaicos, sitios epónimos de la Espa-
de defensa o preservación del territorio.
65
ñola y Cuba han marcado las singularidades que identifican su contexto cultural. A estos grupos, al igual que a sus antecesores, la arqueología nocedores de la agricultura y la cerámica, por lo que también se les ha denominado «preceramistas». Sin embargo, las técnicas para trabajar la piedra, la variedad de herramientas de su ajuar y un uso intenso de especies botánicas –que, tal como revelan los análisis arqueométricos recientes,66 en algunos casos desembocó en procesos de domesticación, cuidado y amplio consumo de plantas comestibles– le han conferido una nueva dimensión al horizonte cultural arcaico, revaluando el alcance de su desarrollo económico, social y cultural. En cuanto a la tradición instrumental, consiste en un rico ajuar de majadores, morteros, manos de moler, percutores y hachas de cuello y doble lóbulo fabricados a partir de rocas ígneas trabajadas por medio de picoteo, abrasión y pulimento. Estos instrumentos permitieron perfeccionar las prácticas de aprovechamiento de la naturaleza y pusieron al alcance de esos grupos alimentos y recursos obtenidos por la explotación intensiva de diferentes entornos, en la que los manglares parecen haber desempeñado un rol importante.
Mortero de piedra con decoración en bajorrelieve atribuido a los grupos arcaicos. ©The Trustees of the British Museum, BM, Am, S.177
57 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
del Caribe los ha considerado «primitivos», en tanto que desco-
Estos grupos debieron construir chozas o enramadas para protegerse de la intemperie, aunque también usaron cavernas y abrigos rocosos como albergues, refugios o espacios funerarios. Se establecieron principalmente en la desembocadura de ríos, en áreas de lagunas y en marismas donde abundaban los manglares. Por espacio de siglos los arcaicos se expandieron por toda la Española, aunque es en el extremo oriental y suroriental de la isla donde se ha localizado la mayor concentración de asentamientos, lo que se justifica por la abundancia de manglares en estas zonas, que constituían la fuente básica de subsistencia en este contexto cultural.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
58
Se observa una tendencia al sedentarismo, producto de la intensiva explotación de los manglares y de especies botánicas como la guáyiga (Zamia debilis L. y Zamia pumila), abundante en el sureste de la isla,67 lo que posibilitó que se establecieran asentamientos de permanencia prolongada, de acuerdo a la disponibilidad de recursos naturales. Sin embargo, en ocasiones, debieron producirse movimientos cíclicos o estacionales, utilizándose incluso estrategias de regeneración de los nichos ecológicos y de mitigación de los efectos que sus prácticas depredatorias tenían sobre la naturaleza.68 Aunque, como afirman los antropólogos Allen W. Johnson y Timothy Earle al abordar la obtención de alimentos por parte de los cazadores recolectores, «el poder de la tecnología para transformar el ecosistema es limitado y la disponibilidad de recursos no suele verse demasiado alterada por la explotación humana».69
En el aspecto instrumental, los arcaicos utilizaron, además de lascas de sílex, numerosos artefactos líticos con variedad de formas, lo que revela una tecnología compleja y cierto grado de especialización. Entre los utensilios más comunes se encuentran morteros de diversos tamaños en los que generalmente se aprecian acentuados signos de desgaste por efecto de la fricción de las manos de mortero o majadores. Estos últimos presentan formas cónicas, cuadradas, trapezoidales o circulares, y pudieron tener variedad de usos, entre ellos, la trituración de conchas de moluscos y caparazones de crustáceos y equinodermos, al igual que de las bayas, semillas y raíces que obtenían silvestres en los montes.
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Diversos tipos de majadores líticos del período arcaico.
Pilones de madera usados por los campesinos dominicanos en la zona del Cibao.
En el caso de los majadores cónicos, no se ha definido una función específica para el extremo puntiagudo. En nuestra opinión, resulta extraño que estos pobladores emplearan energía y tiempo en hacer agudo el extremo superior sin que tuvieran un propósito específico. Sobre todo, porque el área de agarre de estos majadores era su parte media, y en algunos ejemplares se apreTAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
60
cia un adelgazamiento que funciona a manera de empuñadura. Por tanto, no se descarta que los majadores cónicos, principalmente los de mayor longitud, tuvieran una función dual. Es decir, la base se usaba para majar o pulverizar en los morteros líticos, mientras que el extremo más afinado o puntiagudo podía servir para machacar o percutir sobre un pilón de madera, que se ahuecaría continuamente por efecto del golpeo.70 Esto explicaría la longitud de muchos de los majadores con terminación puntiaguda, muy superior a la de los rectangulares o cilíndricos, debido a que por su forma alargada y cónica podían penetrar más profundamente en la cavidad o hendidura de los pilones de madera, mientras que los demás majadores solo se usaban en morteros líticos. La hipótesis del uso dual de estos majadores cónicos cobra mayor solidez si tenemos en cuenta que, en la actualidad, en las cocinas rurales dominicanas se utilizan como manos de majar simples can-
Modos de usar los majadores cónicos: friccionando su base sobre un mortero, machacando con el extremo puntiagudo en un tronco ahuecado.
tos rodados de extremos muy puntiagudos que permiten penetrar mejor en los pilones de madera. Las formas naturales de estos rústicos percutores líticos son similares a las de los majadores cónicos localizados en los yacimientos arqueológicos del período arcaico. Majadores cónicos procedentes del asentamiento El Porvenir, San Pedro de Macorís, RD.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Otros instrumentos elaborados por los grupos arcaicos fueron las hachas de cuello y las de doble lóbulo o mariposoides, que se insertaban en mangos de madera atadas con cuerdas o fibras naturales para formar mazos o hachuelas. Se empleaban en la tala de árboles con diferentes fines, entre ellos la fabricación de los postes u horcones de las chozas, la elaboración de objetos utilitarios, así como la obtención de madera para los fogones donde se cocinaban los alimentos. Estos instrumentos enmangados pudieron utilizarse por igual como armas ofensivas entre bandas rivales.
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Hacha de cuello, localizada en El Porvenir, RD. Hacha del tipo mariposoide decorada en bajorrelieve.
Las bolas líticas, conocidas como «esferolitos», al parecer fueron utilizadas a modo de ofrendas funerarias, como se ha detectado en entierros secundarios (así se llama en arqueología a la exhumación de restos corporales con fines rituales), donde han aparecido huesos coloreados con pintura rojiza. Esto revela que estas comunidades primitivas emplearon diferentes ofrendas y rituales funerarios, lo que denota creencias en el mundo de los muertos, en el contexto de lo místico y lo mágico. Además, los grupos arcaicos fabricaron instrumentos de trabajo de concha, entre ellos picos, raspadores y gubias con bordes biselados; estas últimas son muy frecuentes entre los pobladores de Cuba.
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63
Bolas líticas o esferolitos del período arcaico. Gubia de concha biselada, Cuba.
Los asentamientos relacionados con los arcaicos reciben, como ya se ha dicho, el nombre de «concheros» debido a la gran acumulación de este tipo de residuos de origen marino o fluvial, unidos a capas de ceniza compactada. Uno de los más representativos en la Española es El Porvenir, localizado por Fernando Morbán Laucer y Manuel García Arévalo en la ribera oeste del río Higuamo (provincia San Pedro de Macorís).71 Se trata de un conchero de forma ovalada de aproximadamente 40 metros de ancho y 120 de largo con un ligero estrechamiento en su área central, y está ubicado estratégicamente cerca de una laguna. Su altura es de 2 metros en el lado norte y de aproximadamente 1 metro en el lado sur, lo cual sugiere que allí hubo al menos dos grandes viviendas, aunque el número pudo variar a lo largo del tiempo debido a las sucesivas ocupaciones del lugar durante un período prolongado, producto de la continua explotación de los manglares que abundan en los alrededores.
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Algo similar sucede en el yacimiento arcaico conocido como Maruca, en Ponce (Puerto Rico), descubierto por Jesús Figueroa Lugo y excavado por Miguel Rodríguez, donde los fechados de radiocarbono, con un rango estimado de antigüedad entre el 2890 y el 395 a. C., evidencian que el sitio fue ocupado durante cientos de años.72
En El Porvenir se encontró una amplia gama de artefactos de rocas ígneas, entre ellos, morteros de diversos tamaños, majadores cilíndricos, cuadrados y cónicos, hachas de cuello y de doble lóbulo, tipo «mariposoide», además de otros artefactos líticos de uso indeterminado. También se recuperó un mortero de roca coralina con decoración en relieve y un diseño que recuerda un tejido de fibras naturales, así como una abundante cantidad de instrumentos de concha entre los que sobresalen los elaborados con la concha del molusco marino Strombus gigas. La presencia de rústicos ralladores de coral denota el aprovechamiento de tubérculos alimenticios como la guáyiga, que crece silvestre en la región. Ilustración de una planta de guáyiga. Mortero de roca coralina con decoración en relieve, localizado en El Porvenir, RD.
Se hallaron también dos entierros secundarios, práctica mortuoria que, al igual que las bolas líticas y de coral que presumiblemente se emplearon como ofrendas funerarias, insinúa que existió entre los arcaicos un culto a los antepasados asociado a prácticas animistas. Este aspecto confiere un valor simbólico a sus lugares de habitación e inhumación y evidencia una sensibilidad en sus manifestaciones rituales asociada a creencias en la vida de ultratumba. El hecho de que la mayoría del menaje localizado en El Porvenir estuviera elaborado con roca arenisca (común en la formación perteneciente al mioceno medio conocida como Arroyo Blanco, en el sur del país) hace suponer que esa materia prima fue transportada desde otros espacios, en especial si tomamos en consideración que el asentamiento está localizado en una zona geológica formada por caliza arrecifal costera, donde no suelen aparecer rocas ígneas.
con una dieta centrada en la explotación de recursos marinos y del manglar. Abundan las conchas de ostiones y almejas, así como caracoles de lambí (Strombus gigas) y bulgao (Cittarium pica), entre otros. Los recursos terrestres están representados por babosas y restos de crustáceos, mayormente cangrejos (Gecarcinus quadratus). También se localizaron espinas de pez loro (Scaridae), que abunda en los arrecifes del área, y de otras especies acuáticas propias de los manglares, como el jurel (Trachuru trachurus), la lisa (Chelon labrosus) y el sábalo (Megalops atlanticus), que se pescaban frecuentemente en la desembocadura del río Higuamo. Otras especies aprovechadas por los habitantes de El Porvenir y cuyos restos aparecen en el sitio fueron las aves, el manatí (Trichechus manatus) y la tortuga marina (Eretmochelys imbricata). Además, se desenterraron vértebras de un cachalote (Physeter macrocephalus) que pudo haber llegado a alguna playa cercana.
Ilustraciones de lambí y bulgao, cuyos restos abundan en los concheros arcaicos.
65 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Los restos alimenticios extraídos en El Porvenir se relacionan
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
66
En el contexto de El Porvenir se evidencia el manejo de especies botánicas por parte de los grupos arcaicos, lo que ha sido confirmado por el análisis de almidones fósiles y otros métodos arqueométricos modernos. A través de la palinología se ha determinado que era común el consumo de la guáyiga, de cuyas raíces se podían obtener abundantes carbohidratos. Además, se aprovechaban frutos como el jobo (Spondias mombin) y la palma llamada corozo (Acrocomia, sp.).73 El tipo de poblador arcaico presente en el lugar parece estar relacionado con otros asentamientos del ámbito del Caribe, entre los que destaca el sitio llamado Banwari Trace, en la isla de Trinidad, estudiado por Peter Harris y posteriormente por Marcio Veloz Maggiolo junto con otros investigadores del Museo del Hombre Dominicano. Las investigaciones en Banwari Trace revelaron la presencia de grupos arcaicos desde aproximadamente 5000 a.C. Los llamados «banwaroides» comenzaron a moverse hacia el oeste, dejando rastros de sus resipenetrar en las Antillas Mayores en fechas tan tempranas como el 2000 o tal vez el 2500 a. C. Además de El Porvenir, se han localizado en el territorio dominicano otros sitios relacionados con el complejo o tradición banwaroide. Entre ellos se cuentan los yacimientos de Hoyo del Toro, Batey Negro, El Caimito y Cumayasa, ubicados en la provincia San Pedro de Macorís, y Honduras del Oeste, en el Distrito Nacional.74 Además, está el importante sitio de Courí, cercano a Fort Liberté, en la costa norte de Haití.75 Como ya se ha señalado, los arqueólogos Irving Rouse y José M. Cruxent propusieron el término «mesoindio» para denominar la época arcaica en el área circuncaribe. Estos investigadores también localizaron en Venezuela los complejos arcaicos de Cubagua, Punta Gorda, Carúpano y Manicuare; de este último sitio derivó el nombre de otra de las tradiciones arcaicas antillanas conocida como «manicuaroide», vinculada fundamentalmente a la pesca y la recolección en espacios costeros, y con predominio de utensilios de concha.
Grabados de sábalo y jurel, peces que frecuentan el ecosistema del manglar. Ilustración antigua de los frutos del jobo.
67 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
duarios o concheros en buena parte del arco antillano, hasta
Estas muestras culturales permiten suponer que los primeros antillanos se desarrollan frente a ecologías costeras, y que modifican su conducta y sus modos de actuar en función de las necesidades del medio. No es cierto que una cultura depredadora, como es la que Rouse llama mesoindia, se mantenga con el mismo tipo de artefacto, cuando el medioambiente que acostumbra a explotar pierde el incentivo y tiene que cambiar de lugar. En el proceso de movilidad de estos grupos recolectores, hay que tener en cuenta el cambio de instrumental por factores ecológicos. Los elementos iniciales de una tradición traen el instrumental de origen, pero habrán de variarlo, cambiarlo o reformarlo, para su aplicación a una ecología que no presenta la misma alternativa en cada lugar.79
Por las referencias aportadas por algunos cronistas de Indias, se conoce la existencia de remanentes arcaicos que vivían en los extremos occidentales de Cuba y la Española cuando llegaron los conquistadores españoles a finales del siglo XV.80
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
68
En consecuencia, los manicuaroides dejaron grandes concheros, formados por restos alimenticios de origen marino.76 En la Española, su presencia se ha asociado con el asentamiento conocido como La Isleta, ubicado en la desembocadura del río Higuamo y datado hacia el 1200 a. C. Los yacimientos relacionados en Puerto Rico con la tradición manicuaroide son la cueva María de la Cruz, cercana al río Grande de Loíza, y Cayo Cofresí, en el sur de la isla.77 En Cuba su presencia se ha identificado a través de las fases Guayabo Blanco y Cayo Redondo. Sin embargo, en muchos asentamientos arcaicos la presencia de herramientas de concha también aparece vinculada a las piedras pulimentadas de factura banwaroide, lo que ha llevado a algunos investigadores78 a asumir estas mezclas o hibridaciones como una expresión de la diversidad y complejidad que hubo en las islas del Caribe desde los momentos iniciales de su poblamiento. A este respecto, al destacar las hibridaciones acaecidas entre los grupos arcaicos, Veloz Maggiolo hace la siguiente reflexión: Instrumentos de concha del caracol Strombus gigas.
Tal es el caso del testimonio de fray Bartolomé de las Casas, quien, al hablar de los indígenas que habitaban el extremo oeste de Cuba, dice: […] unos indios que están dentro en Cuba, en una provincia al cabo della, los cuales son como salvages, que en ninguna cosa tratan con los de la isla, ni tienen casas, sino están en cuevas contino, sino es cuando salen á pescar; llámanse Guanahatabeyes.81
A su vez, Pedro Mártir de Anglería, que, a pesar de no haber viajado nunca a América, estaba bien informado en lo referente a las costumbres indígenas de la Española, señala: En la región de Guaccaiarima, que es la última hacia occidente y dentro del pequeño territorio de Zauana, se dice que habitan unos hombres que, contentándose con cavernas y frutas silvestres, nunca se han amansado ni venido al trato con ningún mortal, sino que viven vagabundos, sin sembrados ni agricultura, según se lee de la edad de oro.82
A estos se suma Gonzalo Fernández de Oviedo cuando, al
textos arcaicos, contempla el conocimiento y uso de la mis-
referirse a los primitivos aborígenes que habían sobrevivido
ma por algunos grupos arcaicos antes de la irrupción de los
en zonas apartadas de la isla, dice:
arahuacos a las islas del Caribe, lo que hace posible suponer
[…] e de la provincia Guacayarima, la cual era de gente muy salvaje. Estos vivían en cavernas o espeluncas soterrañas e fechas en las peñas e montes. No sembraban ni labraban la tierra para cosa alguna, e con solamente las fructas e hierbas e raíces que la Natura, de su proprio e natural oficio producía, se mantenían y eran contentos, sin sentir necesidad por otros manjares; ni pensaban en edificar otras casas, ni haber otras
la existencia de un horizonte ceramista temprano. Uno de los
habitaciones más de aquellas cuevas donde se acogían.83
ciones con otros grupos cuyas procedencias aún no han sido
arqueológica se ha utilizado para denominar a los pobladores arcaicos el de «ciboney», que, según el lingüista Daniel Brington, significa en el lenguaje arahuaco «gente de piedras».84 Esto es corroborado por investigadores como José Juan Arrom, para quien este último término equivale a ciba (piedra) e igney (hombre), lo que significa «hombre de piedra» o «cavernícola».85 Las descripciones de los cronistas han sido consideradas, en principio, como la base para defender la existencia de complejos arcaicos en Cuba y la Española al producirse la conquista europea. De todas maneras, es dificil establecer una vinculación directa entre los datos etnohistóricos y las evidencias arqueológicas. La mayor dificultad consiste en establecer las cronologías que permitan identificar a estas culturas en los momentos y áreas descritos en las fuentes históricas.86 No obstante, los modos de vida observados por los cronistas se corresponden con los rasgos culturales propios de las bandas arcaicas, y esas fuentes históricas nos revelan su presencia y los nombres por cuales eran conocidos estos primigenios antillanos. Nuevas hipótesis han ampliado la información sobre el desarrollo cultural de los arcaicos. Una de ellas, que se vincula a la localización esporádica de evidencias de alfarería en conHacha lítica con un diseño concéntrico en relieve en forma de espiral.
una antigüedad que oscila entre el 180 a. C. y el 125 d. C.87 Este descubrimiento y el de otros asentamientos, como Musiépedro en la provincia La Altagracia y Honduras del Oeste en el Distrito Nacional,88 refuerzan la posibilidad de que los arcaicos obtuvieran y utilizaran alfarería a partir de sus interacestablecidas.89 Por otro lado, han aparecido evidencias sobre el amplio manejo y explotación por parte de los arcaicos de especies vegetales que hasta el momento se consideraban introducidas por los arahuacos, lo que apuntala la complejidad del horizonte arcaico al tiempo que cuestiona los esquemas tradicionales sobre los inicios de la agricultura y la cerámica en el Caribe. La presencia de cerámica incipiente y el manejo de recursos vegetales en distintos contextos y momentos cronológicos indican que no es posible explicar completamente esos grupos desde enfoques preestablecidos.90 Las nuevas investigaciones revelan, pues, una dinámica más compleja y relacionada con procesos culturales que aún precisan mayores evidencias para comprender a fondo la manera en que se desarrollaron las sociedades arcaicas de las Antillas.
69 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Además del término «guanahatabey», en la nomenclatura
sitios más representativos en la Española es El Caimito, con
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
70
El manglar como medio de subsistencia Los manglares son propios de las zonas tropicales y subtropicales. Están formados por plantas de raíces emergentes (Rhizophoraceae, Avicenniaceae, etc.) que toleran la salubridad de las aguas. Abundan en los deltas o estuarios de los ríos, así como en las ciénagas y lagunas costeras, donde el agua dulce se mezcla con la salina del mar, y en las costas cenagosas de poca profundidad cuyo fondo limoso les permite hundir sus raíces zancudas, que se entrecruzan constituyendo un hábitat prodigioso donde habitan y se reproducen numerosas especies de animales. Los detritus alimenticios que se forman a partir de la descomposición de las hojas del mangle, que al caer en el agua quedan atrapadas entre las raíces, componen una cadena alimenticia rica en nutrientes y proteínas que favorece una dependientes entre sí forman una compleja cadena trófica que incluye larvas, bivalvos, moluscos y crustáceos, así como peces pequeños o medianos que buscan refugio y alimento entre las raíces del manglar, a los que se suma una diversidad de aves que se posan y anidan en su follaje. De modo que los manglares, al igual que los arrecifes coralinos, constituyen importantes ecosistemas cuyos abundantes recursos alimenticios fueron intensamente aprovechados por los integrantes de las bandas arcaicas y otros pobladores prehistóricos, sin que el impacto que pudiera causar la explotación llegara al extremo de destruir el hábitat y amenazar la diversidad biológica. Los manglares sirven de barrera protectora que amortigua la erosión del litoral costero ocasionada por el embate de la marea y los fuertes vientos. Por eso se los denomina de forma épica como los centinelas de la costa. En la actualidad se ven amenazados por los desmontes indiscriminados para producir carbón y por las actividades agrícolas y ganaderas, al igual que por la expansión de proyectos turísticos poco sustentables, todo lo cual ocasiona un grave e irreparable deterioro ecológico.
Vista de un manglar en el Parque Nacional Los Haitises, RD. ©Ricardo Briones
71 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
gran diversidad biológica. Numerosas especies de animales
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
72
El período agroalfarero Los igneris o saladoides A la primera oleada migratoria de pobladores agroalfareros se le denomina en el ámbito insular con el nombre de «igneris».93 Su estilo cerámico entronca con la llamada «serie saladoide»,
plazamiento de grupos arahuacos provenientes de las sel-
que tiene como yacimiento cabecero a Saladero, en la región
vas orinoco-amazónicas de Sudamérica que ingresaron a las
del bajo Orinoco de la actual Venezuela, con fechas que van
Grandes Antillas desde la costa noreste de Venezuela y zonas
de 1050 a. C. a 350 d. C.94 La llegada de los saladoides a las
aledañas a Guayana. Además de sus prácticas agrícolas, estas
islas del Caribe se inicia alrededor del 500 a. C. y se encuen-
culturas desarrollaron una importante producción alfarera, por
tra asociada a la dispersión de los hablantes de lenguas de la
lo que en algunas de las clasificaciones de la arqueología cari-
familia arahuaca, los cuales constituyeron la base fundamental
beña han sido denominadas «agroalfareras». De ahí también
para el posterior desarrollo de lo que se ha considerado como
se desprende que sus estilos o modos de fabricar cerámica
cultura taína.95 Los igneris o saladoides arribaron a las Antillas
se hayan convertido en el medio más generalizado para su
Menores, y se establecieron luego en las islas de Vieques y
identificación, a pesar de las marcadas diferencias en cuanto a
Puerto Rico, donde permanecieron por más de 500 años entre
patrones de asentamiento, hábitos alimenticios y otros aspec-
los siglos I y VI d. C.96
91
tos culturales y sociopolíticos. La entrada saladoide (arahuaca) al Caribe ha sido catalogada Las prácticas agrícolas les permitieron establecer poblados
como un movimiento de «salto de rana»,97 en alusión al des-
permanentes con una mayor densidad poblacional; en ocasio-
plazamiento de grupos humanos a considerable distancia de
nes llegaban a albergar a más de un centenar de individuos,
su comunidad de origen. Estos grupos, que a menudo están
conformando sociedades multicomunales: las tribus. Su con-
ligados por parentesco, siguen rutas muy bien definidas, con
cepto de parentesco era amplio y alcanzaron una organización
tráficos de ida y vuelta. Se trata de un proceso desarrollado a
económica, política y religiosa más compleja que la desarro-
partir de exploraciones que inicialmente reconocen los luga-
llada por las bandas de recolectores y cazadores arcaicos que
res más favorables, recogen información y la transmiten a los
les precedieron.
potenciales emigrantes.98
92
Los saladoides elaboraron una excelente cerámica de buena cochura y superficie bruñida, decorada con diseños geométricos y figurativos pintados en blanco sobre rojo; en algunos casos presentan, además, tonos anaranjados en una armoniosa combinación de colores. Sus vasijas tienen forma campaniforme con bordes biselados y asas acintadas en forma de letra «D», con sencillos modelados y botones decorativos en la parte superior. Estas vasijas campaniformes, por su calidad y refinada decoración, deben haber tenido un uso ritual o estaban destinadas a los personajes de mayor rango social. Vasija de estilo saladoide, Puerto Rico. (CIA, UPRRP)
73 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Las culturas agrícolas de las Antillas se iniciaron con el des-
Lo mismo sucede con otros ejemplares cerámicos de formas naviculares y diseños incisos, que no se apartan del intenso color rojizo que caracteriza al estilo saladoide. Además, elaboraron esbeltas garrafas para líquidos, así como platos y vasos efigies decorados con gran esmero. Otros tipos de recipientes más simples y de pobre factura estaban destinados a fines culinarios, y en ellos se observan residuos de hollín que evidencian su uso en fogones de leña.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
74
La presencia de burenes (ausentes en los complejos culturales arcaicos) indica que los saladoides cultivaban la yuca brava o amarga (Manihot esculenta Crantz). La técnica agrícola empleada fue la roza, que consistía en la tala y quema del terreno para luego plantar los tallos o esquejes de yuca entre las cenizas de los árboles caídos. De hecho, la ceniza servía como abono o nutriente para las plantas cultivables. Esta técnica, catalogada por algunos estudiosos de la arqueología como característica de un «modo de producción tropical»,99 ya era practicada por los horticultores en la foresta tropical sudamericana dos mil años antes de su desplazamiento a las islas del Caribe.100
Plato efigie monocromado, estilo saladoide, Puerto Rico. (CIA, UPRRP) Recipientes policromados, estilo saladoide, Puerto Rico. (CIA, UPRRP)
Sin embargo, este modelo agrícola poco intensivo o de pe-
Los saladoides eran portadores de un instrumental lítico que
queña escala tuvo que reajustarse en las pequeñas islas ca-
difiere tipológicamente de las formas típicas de los artefactos
ribeñas, dado que el cultivo de roza requería de grandes ex-
arcaicos, como son las hachas rectangulares plano-convexas
tensiones de terreno, porque al ir mermando la productividad
con excelente pulimento que aparecen en sus contextos cul-
por el uso prolongado del suelo, era preciso recurrir al barbe-
turales. Además, introducen hachas de forma petaloide de
cho, lo que suponía trasladarse de lugar cada cierto tiempo
factura simple, que alcanzaron mayor perfección y variedad
–de cuatro a cinco años– para recuperar la fertilidad del terre-
en el posterior desarrollo de la cultura taína. También mos-
no.101 Por eso la roza fue sustituida en algunas áreas antillanas
traron predilección por los adornos corporales de concha y
por una intensiva explotación de recursos marinos y fluviales,
madreperla, al igual que por las cuentas de collar de piedras
que desempeñaron una función importante en la dieta de los
semipreciosas como ágata, amatista, jadeíta, nefrita y cuarzo
grupos saladoides.102 De ahí que el investigador Marcio Veloz
transparente.106 Muchos de estos objetos tienen una proce-
Maggiolo al referirse a esta adaptación insular la denomine
dencia sudamericana, ya que algunas de estas materias pri-
«cultivo de roza atenuado».103
mas no están presentes en el ambiente insular, aspecto que también revela que, después de su establecimiento en las is-
Lo anterior indica que la migración de los arahuacos a las is-
las, estas comunidades mantuvieron un estrecho intercambio
las también trajo como consecuencia algunos ajustes en sus
e interacción con el continente.107
patrones culturales. La arqueología de las Antillas Menores, donde se establecieron los saladoides, revela patrones iniciaa la costa, lo que ha sido atribuido a cierto conservadurismo que rememoraba sus hábitos continentales.104 En cambio, en un período posterior, la distribución de sus asentamientos no discrimina entre zonas costeras e interiores. Estos cambios han sido considerados una expresión de adaptación al ambiente isleño y una respuesta a otros factores, entre ellos, las presiones demográficas, los sistemas de cultivo y la escasa disponibilidad de tierras en las pequeñas islas del Caribe oriental. En otras palabras, los arahuacos saladoides desarrollaron una estrategia de adaptación flexible en los diferentes ambientes insulares, lo que sugiere que pudieron ser tanto oportunistas como conservadores al establecer sus emplazamientos.105
Collar formado por cuentas de cristal de roca, Vieques, Puerto Rico. (CIA, UPRRP)
75 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
les de habitación con preferencia por lugares no vinculados
En los contextos saladoides se encuentran, en su expresión
La manifestación más temprana de los pobladores igneris en
más simple, las primeras muestras de los cemíes de tres pun-
la República Dominicana se registra en la playa de La Caleta,
tas o trigonolitos, fabricadas en concha o coral, trazando el ca-
provincia La Romana, en la costa sureste. En este contexto se
non estilístico que más tarde se seguirá reproduciendo en los
han encontrado numerosos fragmentos de vasijas con formas
elaborados íconos tricúspides tallados en piedra por los taí-
y diseños propios de la serie saladoide junto a hachas líticas
nos.
Con las conchas de grandes caracoles también confec-
de forma plano-convexa y otros instrumentos de concha. Este
cionaron hachas, raspadores y otros artefactos rudimentarios.
residuario data del 240 d. C., fecha que marca el arribo de los
108
grupos agroalfareros a la Española. Un muestrario representaSegún el modelo cronológico propuesto por el arqueólogo
tivo de este material arqueológico colectado en el yacimiento
Irving Rouse
saladoide de La Caleta se exhibe en el Museo Arqueológico
109
para el poblamiento prehistórico del Caribe,
la migración agroalfarera desde la costa de Sudamérica se
Regional Altos de Chavón, en La Romana.
inició con la serie saladoide. En Puerto Rico, esta abarcó dos
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
76
fases estilísticas. La primera tiene su yacimiento cabecero
Hasta donde se tiene conocimiento, los saladoides ape-
en Hacienda Grande y data del 120 d. C. Mientras que la
nas llegaron a establecer en la Española enclaves costeros,
segunda, que se conoce como estilo Cuevas, tiene una da-
a modo de «cabeza de playa». Además, es posible que se
tación aproximada del 550 d. C. y constituye la última fase
verificara una interacción con los grupos arcaicos que los
de la serie saladoide en las Antillas Mayores.
En realidad,
precedieron, los cuales actuaron como un factor que pudo
se trata de una decadencia estilística donde las formas y la
amortiguar el avance de la penetración saladoide hacia el
calidad cerámica se tornan menos acabadas, sustituyéndose
interior de la isla. De este modo, como apunta Marcio Veloz
los atractivos diseños curvilíneos pintados en blanco sobre
Maggiolo, «la ocupación saladoide fue casi imperceptible en
rojo de la primera fase por los diseños más simples del estilo
la isla de Santo Domingo».112 Su presencia tampoco se regis-
Cuevas.111
tra en Cuba y Jamaica.
110
La cultura huecoide
Las investigaciones recientes sobre el movimiento migratorio
Además de dar un vuelco al esquema tradicional sobre el po-
agroalfarero hacia las Antillas han demostrado que se trató de
blamiento agroalfarero antillano, estas nuevas aproximaciones
un proceso más diverso y complejo de lo que tradicionalmen-
también han influido en las concepciones sobre las dinámicas
te se concebía. No fue un único acontecimiento, y tampoco
que provocaron la formación de los diferentes horizontes ce-
se desarrolló a través de un paso gradual de isla en isla hasta
rámicos antillanos. El hallazgo del sitio de La Hueca alumbró
alcanzar las Antillas Mayores, ya que se han localizado expre-
la hipótesis de una emigración simultánea, o tal vez anterior,
siones culturales distintas y contemporáneas a las saladoides
a los igneris o saladoides, descartando la tesis de una sola
que también fueron originarias del continente sudamericano
inmigración agroalfarera procedente de la costa noroeste de
y no están totalmente desligadas de la tradición arahuaca. Es-
Sudamérica.
en el norte de las Pequeñas Antillas y
La cerámica vinculada con la cultura huecoide se caracteriza
Puerto Rico, y han sido denominadas «huecoides» debido a sus
por estar decorada con incisiones finas donde predominan
primeros hallazgos, realizados por Luis Chanlatte Baik e Yvon-
los motivos en espiral, los arcos y las líneas entrecruzadas o
ne Narganes Storde en el yacimiento arqueológico conocido
rejillas. En estos trazos incisos se aplicaba un relleno de pas-
77
como La Hueca, en la isla de Vieques, aledaña a Puerto Rico.113
ta blanca, y ocasionalmente roja, para resaltarlos. El resto del
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
tas expresiones fueron descubiertas a finales de la década de los setenta del siglo
XX
recipiente se encuentra desprovisto de pintura, aspecto que El hallazgo de la cultura huecoide ha generado nuevas hipó-
diferencia a la alfarería huecoide de la saladoide, en la que
tesis explicativas de la diversidad cultural del período formati-
predomina el color blanco sobre un fondo rojo.
vo o agroalfarero de las Antillas Mayores. Sus diferencias con los estilos saladoides evidencian un origen distinto al de esta tradición cultural,114 lo que ha creado un conjunto de interrogantes en la arqueología del Caribe respecto a si el complejo La Hueca derivó de la llamada «serie saladoide», o si, por el contrario, coexistieron ambos en diferentes espacios de las Antillas Menores. Otras líneas investigativas contemplan los posibles efectos de la interacción de los huecoides con complejos arcaicos precedentes, y su posible incidencia en el origen y desarrollo de otras culturas agroalfareras en diferentes zonas de las Antillas.115
Vasija bicromada en blanco sobre rojo con asa acintada y modelado figurativo, estilo Hacienda Grande. (CIA, UPRRP) Vasija de la cultura La Hueca, Vieques, Puerto Rico. (CIA, UPRRP)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
78
Es notable la cantidad de recipientes de barro con formas ci-
El sitio de La Hueca en Sorcé, Vieques, está relacionado con
líndricas y ahuecados en su parte superior, que han sido con-
el asentamiento de Punta Candelero, en Humacao, excava-
siderados incensarios. Por otro lado, aparecen fragmentos de
do por el arqueólogo Miguel Rodríguez,118 lo cual confirma la
vasijas inhalatorias, que sugieren el empleo de sustancias alu-
existencia de un horizonte cultural huecoide no solo en la isla
cinógenas con fines rituales. También abundan los fragmentos
de Vieques, sino también en el extremo oriental de la isla de
de burenes de barro, lo cual es demostrativo de la actividad
Puerto Rico. Una exposición museográfica que ilustra elocuen-
agrícola practicada por estos grupos.
temente las características culturales de los huecoides asenta-
116
dos en la playa de Punta Candelero se localiza en el Museo y La cultura huecoide registra una importante industria lapidaria
Centro de Estudios Humanísticos Dra. Josefina Camacho de la
con cuentas de collar de piedras semipreciosas, algunas proce-
Nuez, en la Universidad de Turabo, en Puerto Rico.
dentes de Sudamérica. Son frecuentes los adornos batraciformes confeccionados con jadeíta y serpentina. Cabe destacar el
Las investigaciones sobre las migraciones arahuacas han de-
hallazgo de amuletos ornitomorfos cuya cabeza tiene un pico
mostrado que los contactos y redes de intercambio entre el
curvo y agudo que muestra similitud con el cóndor de los An-
continente y las Antillas fueron algo ininterrumpido, además
des; en el extremo inferior, donde se ubicarían las garras, estas
de tener matices diferentes en determinados momentos o pe-
representaciones exhiben una cabeza humana bien definida
ríodos. Estos desplazamientos implicaban, como ya dijimos,
que ha sido atrapada o es sujetada por el ave. La vinculación
la existencia de viajes iniciales de exploración desarrollados
del cóndor con la región andina ha hecho suponer que estos
por las comunidades arahuacas como forma de preparar mo-
amuletos, al igual que muchas de las cuentas de collar vincu-
vimientos migratorios que involucraran a una mayor cantidad
ladas a esta cultura, fueron introducidos en las islas del Caribe
de personas, lo cual finalmente condujo al poblamiento agro-
por los huecoides desde esa región, lo que, evidentemente,
alfarero de todas las Antillas.
plantea nuevos espacios de origen e interacción de las culturas indígenas antillanas dentro del contexto sudamericano.117
Fragmentos de asas tabulares, cultura La Hueca, Vieques. (CIA, UPRRP)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
79
Recipiente efigie inhalador, cultura La Hueca, Vieques, Puerto Rico. Amuletos en forma de cóndor tallados en jadeíta y serpentina. La Hueca, Vieques. (CIA, UPRRP)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
80
Los ostionoides o subtaínos Como ya se ha expresado, la adaptación a las Antillas de los primeros emigrantes arahuacos estuvo acompañada de una serie de cambios en varios aspectos de su cultura. Estos, a su vez, generaron desarrollos locales que tuvieron como base este tronco cultural principal, sin descartar las influencias de los grupos arcaicos previamente establecidos. Algunos de esos desarrollos están relacionados con la propia diversidad de expresiones que dio origen a la cultura taína, que alcanzó el nivel más alto entre los aborígenes antillanos. Según el esquema de poblamiento precolombino del Caribe propuesto por Irving Rouse,119 a partir de los igneris o saladoides se produjeron dos grandes desarrollos culturales insulares: primero los ostionoides, y luego los taínos, quienes asumieron muchos aspectos de sus antecesores. El estilo
81 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
cerámico Ostiones toma su nombre del yacimiento cabecero ubicado en Punta Ostiones, Cabo Rojo, en el oeste de Puerto Rico. La antigüedad de este asentamiento data del 405 d. C., según el fechado de C-14 obtenido por los arqueólogos Luis Chanlatte Baik y Manuel García Arévalo. Con los ostionoides se inició, a partir del siglo
VI
d. C., una intensa penetración
de los grupos agroalfareros a la Española, desde donde continuaron avanzando hacia las otras islas del occidente de las Antillas y las Bahamas. El diseño de la cerámica ostionoide difiere un tanto de la saladoide y sufre una acentuada disminución en cuanto a la
color negro. También cambian las formas de las vasijas, que
calidad de confección y la estética, aunque algunas modali-
se tornan más cerradas, y predominan las ollas de formas na-
dades decorativas de esta última pasaron a ese nuevo estilo
vicular y circular flexada, decoradas con sencillos apéndices
cerámico. En las vasijas ostionoides se descarta el uso de la
tubulares o pequeños salientes colocados en los extremos,
pintura blanca sobre rojo oscuro, característica de la cerámica
así como con simples modelados figurativos ornamentales a
saladoide, y se sustituye por un engobe de color rojizo inten-
modo de asas que generalmente representan caras de mur-
so sobre el cual ocasionalmente se trazan bandas lineales de
ciélagos y otros animales.
Collar de cuentas talladas en serpentina y concha, cultura La Hueca, Vieques, Puerto Rico. (CIA, UPRRP) Fragmento de vasija de estilo ostionoide. (CIA, UPRRP) Amuletos líticos ostionoides. (FGA)
A los grupos ostionoides se les ha considerado subtaínos, pues con ellos se desarrollaron muchas de las manifestaciones culturales que posteriormente alcanzarían un mayor auge durante el período taíno. Este es el caso de los diminutos idolillos de tres puntas, realizados en las protuberancias o puntas de caracol y en trozos de coral, prototipo ya conocido por los grupos saladoides que adquiere su máxima expresión artística con el cemicismo de los taínos. Otro elemento cultural importante de la sociedad taína que se inicia con los ostionoides es la práctica del juego de pelota, para lo cual construyeron grandes plazas ceremoniales, entre las que sobresalen las de Tibes, en Ponce,120 y Las Flores, en Coamo, ambas en Puerto Rico.121 En Puerto Rico el horizonte ostionoide está representado en el este de la isla por la serie elenoide, que tiene su manifestación temprana en el estilo Monserrate (600-900 d. C.), seguido por la segunda fase de esta serie, conocida como estilo Santa Elena (900-1200 d. C.), para dar paso finalmente a la cultura taí-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
82
na, donde se observa un renacimiento en los modos y diseños cerámicos.122 En cuanto a la Española, los grupos ostionoides penetraron d. C. y se esparcieron rápidamente por toda
En la República Dominicana la serie ostionoide tuvo como uno
la isla, ocupando no solo las áreas costeras, sino también pe-
de sus asentamientos cabeceros el sitio denominado Corrales,
netrando hacia los valles interiores y zonas montañosas. En
cercano a la playa de Juan Dolio, provincia San Pedro de Ma-
su avance hacia el oeste, el desplazamiento ostionoide debió
corís. En este asentamiento fue posible constatar la presen-
bifurcarse en dos rutas migratorias. Al parecer, una de ellas se
cia de cerámica pintada de rojo, propia del estilo ostionoide
desarrolló a través de la costa oriental y avanzó hacia el extre-
temprano, que conservaba elementos transicionales del estilo
mo suroeste de la isla, hasta alcanzar Jamaica. La otra se in-
Cuevas de Puerto Rico.124 Otras manifestaciones ostionoides
ternó en los valles fluviales de la región central y septentrional
están presentes en Anadel, provincia Samaná,125 y en el asen-
de la Española, poblando toda la costa norte de la isla, hasta
tamiento de Juan Dolio. En el caso de la República de Haití, el
alcanzar las Bahamas y el extremo oriental de Cuba.123
yacimiento epónimo es el sitio de Macadí.126
hacia el siglo
VI
Vasija ostionoide decorada con bandas lineales de color negro sobre engobe rojo. Juan Dolio, San Pedro de Macorís, RD. (FGA)
Una de las fechas más antiguas para el horizonte ostionoide
generados por procesos de interacción cultural aún están por
temprano en la República Dominicana, la de 505 d. C., la ob-
establecerse.129 Entre las modalidades cerámicas transiciona-
tuvimos en el yacimiento de La Cucama, provincia Santo Do-
les más representativas, están los estilos que hemos denomi-
mingo. Las fechas para el sitio de Corrales, reportadas por
nado Punta y Cabuya, propios de las zonas este y sureste de
Marcio Veloz Maggiolo, oscilan entre 645 y 720 d. C. Otros
la República Dominicana, los cuales tienen como yacimientos
fechados relacionados con la serie ostionoide en la costa su-
cabeceros Punta Macao, en Higüey,130 y Las Cabuyas-Juan Pe-
reste de la Española son 730 y 985 d. C. en La Caleta, cerca
dro, en la provincia San Pedro de Macorís.131 También hemos
de Punta Caucedo, mientras en Juan Dolio se registran fechas
identificado otra variante transicional que nombramos estilo
de 830 y 970 d. C.
Asimismo, en las excavaciones realiza-
Maguana debido a su aparición en varios sitios arqueológicos
das por Adolfo López Belando en el sitio arqueológico de El
ubicados en las regiones suroeste y central de la isla, como
Francés, en Samaná, los niveles con presencia de cerámica sa-
Azua, Padre Las Casas y el valle de San Juan de la Maguana,
ladoide tardía y ostinoide temprana fueron datados entre 534
que además tiene manifestaciones en el sur de la República
y 690 d. C.
de Haití.132
128
127
A partir del año 800 d. C., se desató un proceso
de cambio en los modos decorativos ostionoides, lo que dio lugar a una gama de estilos que se han clasificado como intermedios o transicionales, cuyos orígenes y particularidades
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
83
Vasija del estilo punta. Punta Macao, La Altagracia, RD. (FGA) Vasija ostionoide con asas acintadas de uso doméstico. Juan Dolio, San Pedro de Macorís, RD. (FGA)
modos cerámicos ostionoides. Otros especialistas han llamado la atención sobre las similitudes entre los rasgos estilísticos meillacoides y los de grupos ceramistas que habitaron en la península de la Florida, además de contemplar sus conexiones con Cuba y el noroeste de la Española a través de las Bahamas. Aunque esta última hipótesis aún necesita de un mayor cuerpo de datos para ser considerada como una posibilidad factible.137 Las evidencias más tempranas de los patrones decorativos meillacoides en la Española han aparecido en el valle del Cibao, y se han datado hacia finales del siglo
IX,
en el asen-
tamiento de Cutupú, Río Verde, provincia La Vega. Su antigüedad apunta a una cronología de 850 d. C, mientras otro fechado para esta manifestación estilística encontrada en el Otra expresión cerámica que se relaciona con la expansión de la serie ostionoide hacia el oeste de la Española es el estilo meillacoide, cuyo nombre deriva del yacimiento cabecero TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
84
de Meillac, localizado en la costa norte de Haití.133 Las vasijas meillacoides rompen con la tradición de superficies lisas mostrando una nueva técnica decorativa con tiras aplicadas o incisiones entrecruzadas que forman zonas de rejillas y de punteados en la parte superior de los recipientes, cerca del borde. También presentan en sus extremos simples modelados figurativos a modo de asas.134 En opinión de Irving Rouse, los rasgos decorativos del estilo meillacoide fueron copiados de los diseños rectilíneos que se observan en algunos artefactos líticos del período arcaico, que semejan el entrecruzamiento de fibras vegetales de los objetos de cestería.135 Este supuesto ha sido retomado recientemente al plantearse la incidencia de los grupos arcaicos en el desarrollo de las expresiones culturales de la edad cerámica tardía en las Antillas Mayores.136 Sin embargo, no resulta descartable que, por su complejidad y gran diversidad, los motivos decorativos meillacoides hayan aparecido por generación espontánea como una variedad regional a partir de los Vasija del estilo cabuya. Las Cabuyas, San Pedro de Macorís, RD. (FGA) Fragmento cerámico del estilo maguana, Azua, RD.
sitio de El Carril, en la provincia Valverde, se corresponde con el 920 d. C.138 El estudio de los sitios meillacoides del Cibao ha llevado a formular la hipótesis de sus orígenes en esta región y su posterior expansión hacia el noroeste de la Española, donde el estilo meillacoide llegó a coexistir con los grupos ceramistas taínos, identificados con el estilo chicoide.139
TAร NOS, ARTE Y SOCIEDAD
85
Fragmentos de vasijas de estilo meillacoide. El Carril, Cruce de Guayacanes, RD. Recipiente de estilo meillacoide, El Copey, Montecristi, RD. Colecciรณn Wilton Khoury.
Meillacoides y macoriges Varios investigadores vinculados al Museo del Hombre Domi-
encaja con la descripción de la llamada «región macorige»,
nicano140 han asociado las expresiones culturales meillacoides
referida en las crónicas que narran los primeros contactos en-
con los llamados «macoriges», mencionados por las crónicas
tre europeos y aborígenes en el norte de la Española.
europeas, que los situaban en el norte de la Española y zonas
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
86
aledañas a la Cordillera Septentrional. Al igual que sucede
Desde la perspectiva económica, la caracterización de los
con la identificación arqueológica de los sitios arcaicos a partir
asentamientos meillacoides realizada por Marcio Veloz
de las escuetas referencias que de ellos dejaron los cronistas,
Maggiolo ha revelado que, además del cultivo tradicional
no siempre es posible correlacionar directamente una expre-
de tala y quema practicado por las comunidades ostionoides
sión estilística con las informaciones etnohistóricas. Aunque
tempranas, los meillacoides emplearon el sistema de várzea,
este no parece ser el caso de los macoriges, citados por fray
consistente en el aprovechamiento de los suelos húmedos
Ramón Pané141 y fray Bartolomé de las Casas,142 ya que los
y limosos que quedan al retirarse las aguas después de
fechados más tardíos en sitios meillacoides oscilan entre 1345
las crecidas de ríos y arroyos, los cuales poseen una alta
y 1435 d. C., un intervalo temporal próximo a la llegada de los
fertilidad.146 Los pobladores meillacoides que ocuparon el valle
conquistadores españoles, a finales del siglo XV. Este aspecto,
del Cibao y la zona norte de la Española también practicaron
unido a la presencia de cerámica meillacoide143 en algunos
el cultivo en montículos a partir de movimientos de tierra y de
sitios identificados como chicoides, permite establecer una
desechos, método de alto rendimiento productivo que luego
coexistencia o interacción entre ambos grupos, y una posible
sería implementado en mayor escala por los taínos.147 Estos
relación entre estilo y etnicidad que avala la hipótesis de una
montículos rodeaban áreas allanadas donde se encontraban
correlación entre la cultura meillacoide y los macoriges.144
las viviendas y otras estructuras complementarias, y fueron unidades básicas de producción en la conformación de
En este sentido, recientes estudios desarrollados por el arqueólogo Jorge Ulloa Hung
145
en un sector del noroeste de
la Española, en colaboración con la Universidad de Leiden, indican la existencia de un núcleo importante de poblaciones indígenas en ese espacio. Además de la coexistencia de comunidades portadoras de expresiones culturales distintas, las investigaciones también han revelado que esta confluencia generó un panorama cultural particular propicio para diferentes tipos de interacciones en la región, que se reflejaron a través de diversas manifestaciones estilísticas en la cerámica. Las particularidades arqueológicas arrojadas por el estudio de Ulloa evidencian que los estilos cerámicos, además de reflejar fronteras identitarias, muestran influencias mutuas, mezclas culturales e interacciones entre comunidades, aspecto que
poblados en esta parte de la isla.148
En esencia, los complejos culturales identificados como ostionoides y meillacoides se consideran precedentes de la expresión cerámica chicoide, que ha sido identificada con la cultura taína. Su denominación se vincula al asentamiento cabecero situado en la playa de Boca Chica, en Andrés, provincia Santo Domingo, sitio que fue investigado inicialmente –a principios del siglo pasado– por el investigador norteamericano Theodoor de Booy, con el auspicio del National Museum of the American Indian George Gustav Heye Center.149 La cerámica chicoide posee una profusa decoración de gran calidad artística que genera la impresión de cierto barroquismo. Se caracteriza por modelados figurativos que fungen de asas y por signos esgrafiados en la superficie de las vasijas que forman motivos geométricos esquematizados. Los sitios epónimos para esta cerámica en Puerto Rico son Esperanza, en el este, y Capá, en el oeste.150 A su vez, Pueblo Viejo ha sido considerado el sitio representativo en el oriente de Cuba.151
cerámica chicoide con el estilo Barranca, proveniente del Orinoco medio de Venezuela, a pesar de que hasta el momento no está demostrado el contacto directo entre los barrancoides y las Antillas Mayores, donde esencialmente se han localizado las expresiones chicoides. Al parecer, los rasgos barrancoides presentes en las alfarerías de las Antillas proceden de la mezcla de estos con las modalidades saladoides que tempranamente emigraron a las islas.152 Las interacciones entre ambos grupos durante su descenso hacia la desembocadura del Orinoco, desde donde pasaron a las Antillas Menores cruzando la isla de Trinidad, parecen ser la hipótesis más idónea para establecer la presencia de elementos barrancoides, en lugar de un tránsito migratorio directo hacia las islas del Caribe.153 Para algunos investigadores, como Mario Sanoja, la presencia de objetos similares y posiblemente con usos semejantes induce a considerar algo más que simples convergencias estilísticas alfareras.154
Recipientes que evidencian la transición entre los estilos cerámicos de la costa sureste de la República Dominicana. Estilo ostionoide, siglos VI-IX. Estilo transicional, siglos X-XII. Estilo chicoide, siglos XIII-XV.
87 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Algunos investigadores han postulado una vinculación de la
Los factores de cambio
Uno de los enigmas del pasado precolombino antillano es el
Al analizar la evolución de los patrones culturales ostionoides
relativo a los factores que incidieron en los cambios de patro-
en comparación con sus antecesores saladoides, se observa la
nes de cultura material que caracterizaron a los diversos gru-
existencia de un cambio radical en los modos de subsistencia
pos agroalfareros. Estos cambios no solo se manifestaron en
que va más allá de la simple evolución local. Para entender
los estilos cerámicos, sino también en otros factores socioeco-
en profundidad estas variantes estilísticas, es necesario tomar
nómicos y culturales, revelando la existencia de momentos de
en consideración otros factores como las interacciones socio-
ruptura o puntos de inflexión en forma de saltos cualitativos
culturales, los aspectos ambientales, e incluso la influencia de
expresados a través de múltiples componentes culturales.
otros procesos migratorios tempranos.
Uno de los primeros registros de estos cambios resultó de las investigaciones realizadas en Puerto Rico por Froelich G. Rainey durante la década del treinta del siglo pasado. Este arqueólogo estableció una secuencia habitacional de tres grandes etapas culturales por medio del estudio estratigráfico
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
88
de los complejos relacionables con esta isla. Dicha secuencia está fundamentada en la dieta y su correlación con los diversos componentes cerámicos. A la ocupación más antigua, correspondiente a los saladoides o igneris, la denominó «cultura del cangrejo» por la gran cantidad de restos de cangrejos o jueyes que integraban su dieta; a una cultura intermedia correspondiente a las manifestaciones cerámicas ostionoides, le dio el nombre de «cultura de la concha», mientras que los estratos superiores y más recientes los adjudicó a los taínos.155 Una evidencia de estos cambios o transformaciones a nivel cerámico se percibe a través de los estilos Hacienda Grande y Cuevas. Un análisis de ambos revela una transformación gradual de ciertos rasgos cerámicos con una pérdida estética a través del tiempo, mientras que se mantienen básicamente similares los patrones de asentamiento. Algo que no sucede con los saladoides y los ostionoides, en cuyo caso se manifiestan alteraciones importantes en los modelos de subsistencia y otras expresiones culturales.
Recipientes cerámicos de los estilos saladoide y ostionoide. Arriba: (CIA, UPRRP). Abajo: (FGA)
A este respecto, Manuel García Arévalo y Julia Tavares, en una ponencia presentada en el simposio titulado «Problemas de la arqueología antillana», celebrado en Ponce, Puerto Rico, en el verano de 1978, plantearon que es en Puerto Rico donde se produce el primer cambio significativo entre los grupos agroalfareros. La cultura igneri se transforma y comienza a dar paso a otra fase cultural portadora de una cerámica que, si bien conserva algunos elementos decorativos del estilo Cuevas, marca ya el inicio de una nueva serie con formas, modalidades decorativas y técnicas de manufactura diferentes, siendo evidente que esta cerámica aparece asociada a una dieta que también difiere en cuanto a la selección de las especies alimenticias. Por lo tanto, hay que preguntarse si la serie ostionoide fue una evolución local de los igneris o si, por el contrario, fue generada por la influencia o interacción de nuevos grupos culturales. Desde nuestro punto de vista, los cambios culturales que riormente dieron origen a la cultura taína, no obedecen a un proceso continuado y lento de evolución in situ, sino a la irrupción de nuevas modalidades en el modo de confeccionar la cerámica, aunque, como producto de la transculturación entre los grupos, perduran algunos rasgos del estilo anterior. Con relación a estos cambios observados en la cultura material entre los grupos saladoides y ostionoides, particularmente en la cerámica, L. Antonio Curet propone que, al ser esta un medio que porta mensajes de distinto tipo que se identifican con la ideología y el simbolismo, los cambios en la alfarería reflejan ciertas modificaciones en los aspectos sociales, económicos y políticos que pudieron haber influido en la evolución o desarrollo sociocultural de los grupos prehistóricos.156
Fragmento de vasija del estilo ostionoide. (CIA, UPRRP) Vasija del estilo Santa Elena. Colección privada.
89 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
conllevaron la formación de la serie ostionoide, que poste-
La evolución de los agroalfareros nuevas aproximaciones Como ya se ha comentado en páginas anteriores, los descubrimientos realizados por los investigadores Luis Chanlatte Baik e Yvonne Narganes Storde, junto con las excavaciones en el sitio de Punta Candelero llevadas a cabo por el arqueólogo Miguel Rodríguez, han revelado la existencia de dos migraciones distintas que arribaron casi simultáneamente a las islas de Vieques y Puerto Rico, espacios estos que constituyen la antesala para el desplazamiento de los agroalfareros a otras islas de las Antillas Mayores. La aparición del horizonte cultural huecoide ha confrontado el tradicional esquema evolucionista sostenido por Irving Rouse,
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
90
fundamentado en un modelo de desarrollo unilineal a partir del poblamiento saladoide que tiene como unidad analítica la cultura material y está, sobre todo, basado en la clasificación
Sin embargo, la gestación de los estilos ostionoides como
y creación de series y subseries de los rasgos estilísticos de la
resultado de la hibridación o transculturación entre los arcai-
cerámica.157
cos y los nuevos pobladores agroalfareros acarreó un proceso desigual de asimilación y aprendizaje donde se observa una
A partir de las investigaciones pioneras de Luis Chanlatte Baik
limitada habilidad o inexperiencia en el manejo de la alfarería
e Ivonne Narganes se han generado nuevas ideas sobre el
por parte de los arcaicos, que puede explicar el drástico em-
esquema de poblamiento antillano.158 Los arcaicos, ya asenta-
pobrecimiento de la cerámica elaborada por los ostionoides
dos en Puerto Rico, no solo pudieron asimilar la agricultura y
y elenoides con relación a la saladoide.159 Hasta tal punto que
la cerámica al entrar en contacto con los nuevos grupos agro-
Rouse ha comparado este acentuado descenso cualitativo en
alfareros, sino que además experimentaron una progresiva
la decoración y la calidad de la manufactura cerámica que se
transformación cultural que dio origen a la serie ostionoide.
observa entre los años 600 y 1000 d. C. con la decadencia
Esto, además de manejarse como una de las razones que ex-
artística que se registró en la Edad Media respecto a la Anti-
plicaría la evolución cualitativa en la economía y el modo de
güedad Clásica, hasta que el arte resurge con el Renacimiento
vida de los recolectores, se ha considerado uno de los fac-
italiano.160 Solo que en el caso antillano el proceso de dege-
tores que incidió en la rápida dispersión ostionoide hacia el
neración en los modos cerámicos fue gradualmente invertido
oeste, lo que no solo ocurrió en Puerto Rico, sino también en
hacia el año 1200 d. C., dando paso a una etapa de renova-
otras islas como la Española, espacios desde donde los ostio-
ción con la gestación de la cultura taína.
noides pasaron a Cuba y Jamaica, e incluso a las Bahamas y a las islas Turcas y Caicos. Vasija de la cultura huecoide, con motivos incisos y asas figurativas modeladas, Puerto Rico. Colección privada.
Los procesos de interacción y transculturación entre los arcai-
Esta amalgama de estilos cerámicos, como consecuencia del
cos y los nuevos pobladores saladoides y huecoides tampoco
proceso de absorción o de aceptación por los arcaicos de los
debieron ser homogéneos, sino que probablemente se de-
aportes culturales introducidos por los grupos agroalfareros,
sarrollaron en diferentes contextos, situaciones y momentos
ha sido denominada «formativo antillano»162 y culmina con la
en distintas islas, e incluso dentro de estas, lo que presumi-
gestación de la cultura taína, que, en el fondo, no es más que
blemente daría lugar a matices y diferencias tanto en la fac-
una manifestación del mestizaje cultural que, a través de los
tura como en los rasgos decorativos de las cerámicas y otras
tiempos, ha marcado el perfil de las islas del Caribe.163
manifestaciones culturales que emergieron. En esencia, estos procesos generaron una diversidad de estilos cerámicos y expresiones que han sido considerados transicionales en la arqueología del Caribe. Entre ellos, algunos de los más conocidos son los elenoides, en el este de Puerto Rico, y los estilos Punta, en el oriente de la República Dominicana,161 y Meillac, noroeste de la República de Haití.
Recipientes de los estilos ostionoide y Punta. (FGA)
91 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
que incluye el centro de la isla Española y se extiende hacia el
Por otro lado, es necesario resaltar que los primeros pobladores agroalfareros representados por las series saladoide y huecoide no alcanzaron una industria lítica de carácter utilitario comparable con la variedad tipológica que muestra la tradición arcaica banwaroide. De ahí que, como hemos observado, la producción de artefactos líticos asociada a los ostionoides y que posteriormente sería ampliamente desarrollada por los taínos debe ser vinculada al aporte cultural de los arcaicos,164 como una permanencia tipológica en el modo de confección de algunos artefactos que evidencia procesos de hibridación y transculturación propiamente antillanos.165 En cuanto a la evolución de los modos de subsistencia, es importante destacar las semejanzas entre los patrones de asentamiento de los grupos arcaicos y los de los ostionoides, aunque en el caso de estos últimos la presencia de fragmentos de burenes señala el conocimiento de prácticas agrícolas. Sin embargo, al comparar los asentamientos ostionoides con los
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
92
de la cultura taína, se evidencia claramente que en los primeros la recolección de especies vinculadas a los ecosistemas de manglar mantenía su importancia como complemento de la producción agrícola, mientras que en los sitios de habitación definidos como taínos sus residuarios apuntan a un notable incremento de la actividad agrícola y una menor incidencia de restos alimenticios marinos y fluviales. El desarrollo de la agricultura por medio de montículos y otros métodos de cultivo, incluida la posible construcción de canales de riego o acequias en algunas regiones de la Española donde la aridez del terreno lo ameritaba,166 hizo que la producción agrícola se convirtiera en el sostén económico esencial de los taínos. En consecuencia, generó una considerable sedentarización que dio lugar a la formación de aldeas con mayor demografía y una organización social, política y religiosa más compleja, trascendiendo el estadio tribal para convertirse en sociedades de jefatura cacicales.
Hacha de cuello del período arcaico.
Vírgenes, en particular la isla de Santa Cruz, y englobaba parte del territorio suroriental de la Española, donde se encontraba el cacicazgo de Higüey. Incluso las crónicas de la conquista resaltan una íntima vinculación de parentesco entre los caciques borincanos y los higüeyanos,168 al igual que los constantes viajes en canoa a través del canal de la Mona, estableciendo una dinámica interacción entre ambas islas.169 El epicentro «B» se extendía desde los valles centrales y la costa noroeste y oeste de la Española y cruzaba el canal de los Vientos hasta alcanzar la zona oriental de Cuba. Se considera que la máxima expresión sociopolítica de este último era el cacicazgo de Jaragua, del que dice Las Casas: […] en Xaraguá, donde habían harto más reinado que el rey natural de aquella provincia, Behechio; y era la razón, porque, allí, como algunas veces se ha dicho, era cuasi la corte real de toda esta isla, donde en la policía y en la lengua y en la conversación y en la hermosura de las gentes, hombres y mujeres, y en los aires, y amenidad y templanza de la tierra, a todas las provincias de esta
Por tanto, puede aseverarse que la sociedad taína no tuvo un desarrollo cultural homogéneo. Entre los dos epicentros o Las expresiones más representativas de la cultura taína se perciben sobre todo a partir del siglo
XIII
d. C. en la región oc-
cidental de Puerto Rico y la zona suroriental de la Española, cuyo principal enlace o vía de comunicación fue el canal de la Mona. Ambos espacios han sido considerados el centro de desarrollo de los taínos clásicos y el núcleo desde donde se irradió esta cultura, a modo de ondas concéntricas, hacia el resto de la Española, el extremo oriental de Cuba y las pequeñas islas situadas al este de Puerto Rico.
167
Cuando se produjo la llegada de los europeos a América, la cultura taína mostraba dos grandes epicentros. El primero, o epicentro «A», abarcaba Borinquen o Puerto Rico y las Islas
Majador cónico con un diseño decorativo en relieve.
unidades geográficas se desarrollaron lo que hemos llamado «fronteras tipológicas».171 El establecimiento de una frontera tipológica entre ambos territorios se manifiesta en las marcadas diferencias formales y estilísticas de algunos objetos vinculados al cemicismo, así como en artefactos tanto de uso ritual como utilitario, creándose expresiones regionales y locales en consonancia con los recursos ambientales, las materias primas disponibles y las propias trayectorias simbólicas e ideológicas de cada región.172 Esta diversidad en el comportamiento de la cultura material ilustra cómo las variables ecológicas y otros procesos e interacciones socioculturales vinculados al entorno produjeron un mosaico de variaciones tipológicas regionales en el espacio geográfico ocupado por la cultura taína.
93 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
isla […] excedía.170
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
94
La cultura taína TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
95
Cemí de la cohoba con un ahuecamiento en la cabeza que servía de urna funeraria. (FGA)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
96
La cultura taína
eran los taínos
Cuando se produjo el descubrimiento de América, los taínos
El proceso de adaptación al medio insular por parte de los
ocupaban considerables extensiones de las Antillas Mayores,
primeros pobladores arahuacos y sus interacciones con los
esto es, Borinquen o Puerto Rico, casi toda la Española o isla
arcaicos que les precedieron culminaron con la gestación de
de Santo Domingo, la región oriental de Cuba y posiblemen-
la cultura taína, cuyos inicios se remontan a unos 300 años
te parte de Jamaica. Se definían a sí mismos como hombres
antes de la llegada de los conquistadores españoles. A dife-
buenos, «es decir nobles y prudentes y no caníbales».
Sus
rencia de las bandas arcaicas –que basaban su subsistencia
antecedentes inmediatos pueden rastrearse en las antiguas
en la recolección, la caza menor y la pesca–, los taínos solo
oleadas migratorias pertenecientes a los grupos arahuacos
hicieron uso de estos recursos de apropiación del medioam-
originarios de la región nororiental de Sudamérica, que siglos
biente como complemento de su dieta, ya que el dominio
atrás habían penetrado paulatinamente en las islas antillanas,
de sofisticadas técnicas agrícolas les permitió una producción
desplazándose hacia el oeste de una isla a otra, siguiendo la
regional intensiva y la consiguiente acumulación de exceden-
dirección de los vientos y de las corrientes marinas.
tes alimenticios, lo que posibilitó el establecimiento de aldeas
173
permanentes y populosas regidas por la voluntad de los caEs necesario señalar que nunca existió un predominio total
ciques. De modo que cuando arribaron los conquistadores,
de la cultura taína en todas las Antillas, sino una marcada in-
a finales del siglo
fluencia en varios territorios. Como ya se ha comentado en
umbral de la etapa cultural conocida como «señorío», con el
páginas anteriores, las fuentes etnohistóricas y las evidencias
surgimiento de jefaturas sociales iniciales llamadas «cacicaz-
arqueológicas señalan la presencia de otros grupos, como los
gos»,175 que derivan del término aborigen cacique. Su patrón
guanahatabeyes y ciboneyes en los extremos occidentales de
de asentamiento era sedentario y jerárquico, y mostraba el
Cuba y la Española, respectivamente, así como los macori-
nivel de evolución socioeconómico y cultural más elevado
ges y ciguayos en el norte de esta última, y los caribes, que
entre los grupos indígenas que poblaron el área insular del
ocupaban algunas de las Antillas Menores, desde donde se
Caribe.176
desplazaban en incursiones guerreras a las Grandes Antillas. Los caribes penetraron tardíamente a esas islas desde zonas de Guayana, y su identificación arqueológica ha tenido lugar recientemente en San Vicente y Granada.174
Vaso efigie con una figura antropomorfa sentada sobre un dúho. (MHD)
XV,
la sociedad taína se encontraba en el
97 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Quiénes
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
98
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
99
Cara antropomorfa tallada en piedra simbolizando seres sobrenaturales que auguraban el porvenir. ©Metropolitan Museum of Art Cabeza efigie tricúspide que representa el retrato de un antepasado relevante. Se observa el achatamiento craneal practicado por los taínos. (MHAA.UPR)
Los taínos se deformaban el cráneo. A los niños se les colocaban dos tablillas de palma atadas con bandas de algodón, una sobre el hueso frontal y otra en el occipital, con lo cual se lograba que, al crecer, la frente luciera achatada. Se perforaban el labio inferior y los lóbulos de las orejas con la finalidad de introducir en ellos bezotes y pasadores transversales, llamados en su lengua taguaguas.179 Algunos de estos adornos faciales eran de oro o de guanín, especie de oro bajo con aleaciones de cobre que los indios estimaban mucho.180 También usaban plumas decorativas para realzar su apariencia, como la generalidad de los aborígenes americanos. Dada la naturaleza deleznable de estas, no se han conservado, por lo que no tenemos una idea bien definida de los adornos plumarios, que debieron tener gran belleza por su brillantez y cromatismo. Los taínos andaban desnudos y llevaban en brazos y piernas unas ligas o fajas tejidas de algodón llamadas coiros,181 aunque algunas mujeres casadas utilizaban un pequeño delantal púbico o faldellín, también de algodón, denominado nagua,
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
100
que presentaba delicados dibujos entrecruzados. En ocasioSu aspecto físico es conocido básicamente a través de las
nes, los caciques portaban cinturones y lucían en la cabeza
descripciones de los cronistas europeos. De estos apuntes
bonetes y bandas a modo de diademas, a los cuales fijaban
se puede colegir que eran de baja estatura. Su piel, de color
láminas de oro y pequeñas carátulas, al igual que amuletos o
cobrizo, la veía Colón «de color aceituno como los canarios
fetiches protectores.
o rústicos tostados con el sol».177 Eran lampiños, de cara ancha, con pómulos muy pronunciados, labios un poco gruesos y buena dentadura. Tenían el pelo negro, grueso y lacio, «casi como sedas de cola de caballos»,178 y lo cortaban por encima de las cejas, a diferencia de los ciguayos, quienes llevaban el pelo largo y lo ataban atrás con una redecilla en la que insertaban plumas de papagayo (Temnotrogon roseigaster) y de cotorra (Amazona ventralis).
Vaso efigie cefaloforme con adornos auriculares. (FGA)
Por las descripciones de los cronistas sabemos que tenían el
bien diferenciadas: una cilíndrica y otra aplanada. Las cilíndri-
hábito de pintar el rostro y el cuerpo, así como muchos de
cas se utilizaban como rodillos para estampar diseños repetiti-
sus objetos rituales y cotidianos, usando para estas aplicacio-
vos que formaban vistosas estelas decorativas. Las aplanadas,
nes decorativas tintes de origen vegetal extraídos de la jagua
cuya forma más típica es discoidal, aunque también las hay
(Genipa americana L.) y de la bija (Bixa orellana L.), entre otras
rectangulares y elípticas, presentan usualmente motivos deco-
sustancias tintóreas. Colón fue el primero en llamar la atención
rativos por ambas caras, luciendo una gran diversidad de dise-
sobre la pintura corporal de los indígenas antillanos, práctica a
ños incisos y punteados de carácter esquematizado. Algunos
la que hace múltiples referencias en su Diario. Durante su pe-
de estos sellos planos tienen en una de sus caras un saliente
riplo por la costa norte de Haití, al describir las características
cónico que sirve para agarrar la pieza, o bien exhiben repre-
de los habitantes del cacicazgo de Guacanagarí, escribe: «Ver-
sentaciones figurativas, generalmente, estilizaciones batracifor-
dad es que todos se tiñen, algunos de negro y otros de otra
mes, que contienen en algunos casos bolitas de barro cocido o
color y los más de colorado; he sabido que lo hacen por el sol,
piedrecitas sueltas que convierten el sello en una sonaja.
que no les haga tanto mal».
182
El Almirante, con una aguda ca-
pacidad de observación, señala que la pintura corporal, además de su evidente función decorativa, servía para proteger la piel de la constante exposición al sol y para repeler mosquitos y demás insectos, entre otras propiedades terapéuticas.
y en los rituales de invocación a los ídolos o cemíes. Lo mismo ocurría para intimidar a sus enemigos en las incursiones bélicas, ya que las pinturas faciales y corporales les permitían transmitir coraje y ferocidad ante sus oponentes.183 Aunque de carácter efímero, estas decoraciones podían ser de gran creatividad y sutileza artística a partir de diseños esquematizados que se corresponden con estilos decorativos tradicionales, algunos de ellos inspirados en visiones inducidas por la ingestión de sustancias alucinógenas. Los motivos pictóricos corporales, además de realzar la apariencia personal, servían como código simbólico y de expresión identitaria de los diversos linajes y clanes tribales, lo que diferenciaba a sus portadores de otras etnias aborígenes. En los yacimientos arqueológicos se han localizado numerosas pintaderas o sellos de barro que ofrecen en su conjunto una diversidad de motivos con trazos geométricos que debieron emplearse para la decoración corporal y para estampar los tejidos de algodón. Las pintaderas presentan dos tipologías
101 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Hacían uso de esta práctica decorativa en los bailes o areitos
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
102
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
SELLOS DE BARRO
103
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
104
Las actividades productivas La agricultura Los taínos desarrollaron una economía basada fundamental-
históricas, estos túmulos de tierra suelta podían alcanzar de
mente en la producción agrícola, que era suficiente para satis-
cuatro a doce metros de diámetro y en cada uno se plantaban
facer su autoconsumo y obtener excedentes que se intercam-
cinco o seis esquejes que en poco tiempo se convertían en
biaban entre las aldeas. La recolección de frutos y tubérculos
plantas.
silvestres, la pesca y la caza marginal complementaban la alimentación, garantizando un mayor equilibrio de proteínas y
El sistema de roza fue utilizado preferentemente para la siem-
variedad en la dieta. En tal sentido, el aprovechamiento de
bra de maíz (Zea mays L.), el cual solo se plantaba en época de
una gran variedad de plantas y especies animales comesti-
luna llena por creer que así se garantizaba su crecimiento.185 Al
bles, haciendo uso de instrumentos funcionales y de sofistica-
referirse a este cultivo, Oviedo observa:
miento del medioambiente insular en que habitaban.
Para sembrar el maíz, tienen los indios esta orden. Nasce el maíz en unas cañas que echan unas espigas o mazorcas de un jeme luengas, y mayores y menores, y gruesas como la muñeca del
El área donde realizaban las labores agrícolas recibía el nom-
brazo o menos, y llenas de granos gruesos como garbanzos (pero
bre de conuco. Entre las técnicas de cultivo, destacan el sis-
no redondos de todo punto). Y cuando los quieren sembrar, talan
tema de roza o tala y quema del bosque, introducido por los
el monte o cañaveral […], y después que se ha fecho aquella tala
primeros arahuacos, así como la várzea, método usado con
o roza, quémanla, y queda aquella ceniza de lo talado, dando tal
anterioridad por los grupos meillacoides en el valle del Cibao,
temple a la tierra, como si fuera estercolada.186
que consiste en aprovechar los terrenos limosos ricos en sedimentos minerales y materia orgánica que quedan tras la crecida de los ríos.184 Además, emplearon la siembra en montículos de tierra suelta, ampliamente difundida en la última fase del poblamiento taíno. Los montículos o montones se formaban tras la remoción de los terrenos que contenían desperdicios o restos alimenticios a modo de compost y servían de abono, lo que posibilitaba
[…] E cuando han de poner en efecto el desparcir de la simiente, quedando la tierra rasa, pónense cinco a seis indios (e más e menos segund la posibilidad del labrador), uno desviado del otro un paso, en ala puestos, y con sendos palos o macanas [coas] en las manos, y dan un golpe en tierra con aquel palo de punta, e menéale, porque abra algo más la tierra, y sácanle luego, y en aquel agujero que hizo, echan con la otra mano siniestra cuatro o cinco granos de maíz que saca de una taleguilla que lleva ceñida, o colgada al cuello de través, como tahelí; e con el pie, cierra
mejores rendimientos de las especies comestibles, en especial
luego el hoyo con los granos, porque los papagayos y otras aves
las de raíces tuberosas, entre ellas la yuca (Manihot esculen-
no los coman.187
ta Crantz) y la batata (Ipomoea batatas L.). Según las fuentes
105 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
dos métodos de producción, denotaba su profundo conoci-
Los taínos aprovechaban, igualmente, los ciclos de lluvia para
A las hachas petaloides se las considera piedras de rayo, por
dar inicio a la siembra. En la fase final de su evolución emplea-
creerse que caen a la tierra con este y que pasado un tiempo
ban cierto tipo de regadíos o acequias allí donde la aridez de la
salen a la superficie. Algunos piensan que traen buena suer-
tierra los hacía necesarios, como sucedía en el cacicazgo de Ja-
te y otros les atribuyen propiedades medicinales.193 Esta es
ragua, en el extremo occidental de la isla Española.188 En aque-
una superstición muy antigua: ya los romanos llamaban «ce-
llas zonas donde la capa humífera no es muy abundante, culti-
raunias» a las hachas, pues pensaban que se formaban en el
vaban en jagüeyes, que eran agujeros en las rocas propios de
cielo y caían a la tierra como piedra del rayo o del trueno, y les
los terrenos calizos de formación arrecifal costera, como dice
conferían una serie de virtudes.194
Las Casas que sucedía en el cacicazgo de Higüey 189 Esas oquedades retenían la humedad y, por tanto, favorecían la fertilidad
Además de las hachas petaloides, otras herramientas de tra-
del suelo.
También llamaban jagüeyes a los ojos de agua que
bajo fueron los buriles líticos de forma alargada con sus dos
abundan en esa zona oriental de la isla, de los cuales obtenían
extremos afilados, así como los raspadores, cinceles y picos
agua para beber introduciendo en ellos recipientes de barro su-
de concha, y las afiladas lascas de pedernal empleadas por
jetados con lianas o bejucos que hacían las veces de cuerdas.
los grupos arcaicos y que se continuaron usando sin mayores
190
191
variaciones en las comunidades agroalfareras. Entre los instrumentos agrícolas estaban las hachas de piedra
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
106
de forma petaloide, llamadas así porque se asemejan a los
Entre los utensilios utilizados para sembrar estaba la coa (hoy
pétalos de las flores. Se insertaban en la parte superior de un
llamada puyón), especie de bastón de madera cuya punta se
astil de madera, y también se utilizaban como armas. Las de
endurecía con fuego. Servía para hoyar y remover la tierra an-
menor tamaño eran destrales. Para su fabricación se seleccio-
tes de esparcir las semillas de maíz o plantar los esquejes de
naban rocas de gran consistencia, que conservaban mejor el
yuca, y hacía las veces de azada. Aún hoy en los predios cam-
filo del instrumento, y, por lo general, la superficie presenta un
pesinos dominicanos se usa este instrumento de labranza para
pulimento reluciente. También poseían hachas de cuello, ya
el cultivo de algunos rubros agrícolas.195
empleadas con anterioridad por los grupos arcaicos. El cronista Pedro Mártir de Anglería ha dejado un elocuente testimonio sobre la resistencia del material con que se confeccionaban las hachas taínas: En los comienzos de este gran descubrimiento pude hacerme con una de estas piedras, que me regaló el propio Cristóbal Colón […] Era de color esmeralda oscuro, atada a un palo que le servía de segurísimo mango. Yo mismo la utilicé para golpear con todas mis fuerzas unas barras de hierro, en la cuales hice mella, sin que la piedra se estropease ni embotase en parte alguna.192
Hacha lítica para enmangar en un astil de madera.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
107
Hachas líticas de forma petaloide.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
108
Planta de yuca. Ilustración de José Guío (1790).
Las plantas comestibles El casabe fue muy apreciado tanto por los colonos españoles
alimento básico, un tipo de pan seco al que llamaban casabe.
como por los esclavos africanos, y pasó a formar parte impor-
Para su preparación raspaban la cáscara del tubérculo con una
tante de la dieta diaria durante la colonia, hasta el extremo de
concha, y una vez pelado se colocaba sobre un guariqueten
que se le conoce como «el pan de la conquista». A falta de
o petaca de yagua para evitar ponerlo directamente sobre el
la harina de trigo, que se humedecía en el clima tropical, las
suelo. Los trozos ya limpios se rallaban en un guayo para ob-
tortas de casabe se usaron como alimento básico en los viajes
tener una masa que se depositaba en un cibucán, especie de
de descubrimiento y conquista de las demás Antillas y Tierra
manga de fibras vegetales donde se exprimía hasta extraerle
Firme. El adelantado Bartolomé Colón tenía una labranza cer-
todo el jugo. Después de seca, la masa se cernía en un jibe o
ca de la ciudad de Santo Domingo con más de ochenta mil
cedazo de cestería hasta convertirse en catibía o harina de yuca
matas de yuca,196 mientras Cristóbal de Tapia, oidor de la Real
que se esparcía en un burén o plato de barro calentado sobre
Audiencia, era dueño de «una hacienda con treinta y ocho mil
un fogón. Como parte del proceso de cocimiento, las tortas se
montones de yuca y de ajes».197 Hoy en día el casabe es un ex-
volteaban con un cuise o paleta de madera para tostarlas por
celente complemento en la mesa de los dominicanos que da
ambas caras hasta conseguir el casabe. Esta actividad vinculada
continuidad a uno de los más importantes aportes culinarios
al procesamiento de la yuca era realizada por las mujeres.
heredados de los antepasados aborígenes.198
Fragmento de burén con decoración modelada e incisa.
109 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
El principal cultivo de los taínos era la yuca, del que obtenían su
Otros tubérculos importantes en la dieta de los taínos fueron las batatas y los ajes (posible variedad de batata), que asaban entre brasas. Por su apariencia, Colón los confunde con los ñames africanos (Dioscorea sativa). Por su parte, Fernández de Oviedo, cronista muy meticuloso en la descripción de la flora de las Indias y en especial de todo lo relacionado con los asuntos del paladar, consideraba la batata como «un gran mantenimiento para los indios en aquella isla Española, e otras partes, e de los preciosos manjares que ellos tienen», a lo cual agregaba: «E se comen cocidas o asadas y en potajes en conserva, e de cualquier forma son buena fruta, e se puede presentar a la Cesárea Majestad por muy preciado manjar». Actualmente, a la batata, tanto en Cuba como en España, se la conoce con el nombre de boniato, palabra taína que se aplicaba a aquellas especies o variedades de sabor dulce y agradable, no solo a la batata, sino también a otras especies comestibles, entre ellas la yuca boniata y una variedad de piña o ananás que también llamaban boniata.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
110
En algunas regiones, la guáyiga (Zamia debilis L. f.), que se daba silvestre en los bosques, llegó a reemplazar a la yuca como alimento básico, tal como ocurrió en el cacicazgo de
emplearon varias clases de guayos. En los asentamientos cer-
Higüey. De la guáyiga se obtenía una harina con la que se ha-
canos a la costa se usaron como guayos o ralladores los trozos
cían unos bollos que se ponían a secar al sol para eliminar las
de coral en su estado natural, aprovechando su superficie poro-
sustancias tóxicas de esta planta, y luego eran consumidos en
sa. Mientras que en el interior de la isla, en especial en las zonas
forma de unas tortas parecidas al casabe.199 En la actualidad,
sur y oeste, donde se radicaban los cacicazgos de Maguana y
de la harina de guáyiga se obtiene el bollo o pan de chola,
Jaragua, los guayos eran de roca volcánica de color gris oscu-
común en los campos de San Cristóbal. Allí, en la época co-
ro, dado que la rugosidad de este material lo hacía apropiado
lonial, abundaron los ingenios azucareros, donde había una
para este uso. Sus formas más comunes son elípticas truncadas
gran presencia de esclavos africanos que conservaron nume-
y triangulares, con dos pequeñas patas o salientes en su parte
rosos aspectos de los hábitos alimenticios indígenas.
inferior que permiten colocarlo encima de una batea de madera o algún petate de yagua, donde se acumulaba la masa de
Es posible que el vocablo guáyiga diera origen a la palabra
los productos rallados. Algunos de los guayos líticos son efigies
guayo, que denomina en la República Dominicana a los ralla-
y están ornamentados con diseños geométricos incisos, por lo
dores para tubérculos y otras plantas comestibles. Los taínos
que se les atribuye un carácter ceremonial.
Guayo tallado en roca de basalto que muestra un rostro antropomorfo e incisiones entrecruzadas similares a tejidos de cestería. (MHD)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
111
Además de estos dos tipos de guayos, existe una tercera versión: se trata de los confeccionados con una tabla de madera a la que se le incrustaban en una de sus caras numerosas piedrecitas o microlascas de pedernal que se fijaban con algún pegamento de origen vegetal. Uno de estos ejemplares confeccionados en madera de cedro (Cedrela mexicana) con incrustaciones de piedras angulosas fue localizado en Cuba en perfecto estado de conservación.200 Para el casabe especial que consumían los caciques, se rayaba la yuca «en unos cueros de pescado como cazón, que los indios llaman libuza».201
Guayo con dos cabezas ornitomorfas. (MHD) Guayo de forma elipsoidal truncada, decorado con motivos incisos en forma de greca. (FGA)
El maíz, que cuando estaba tierno recibía el nombre de ector, era otro ingrediente importante de la dieta aborigen.202 Este cereal oriundo de Mesoamérica fue llevado a las Antillas por comunidades establecidas alrededor del 500 a. C. en el norte de Colombia y el occidente de Venezuela.203 Por sus propiedades alimenticias y la facilidad de su almacenamiento, esta planta ha sido considerada «el grano sagrado de América», sobre el cual Las Casas comenta lo siguiente: Sembraban y cogían dos veces en el año el grano que llamaban maíz, no para hacer pan dél, sino para comer tierno por fructa, crudo, y asado cuando está en leche, y es muy sabroso, y también hacían dél cierto potaje, molido y con agua. Era menudo y de muchas colores, morado y blanco y colorado y amarillo, todo esto en una mazorca; llamábanlo maíz, y desta isla salió este nombre.204
Entre los cultivos complementarios estaban la yautía (Colocasia esculenta L.), la yuca dulce o boniata (Manihot dulcis Gmel.), el lerén (Calathea allouia Aubl.), el maní (Arachis hypogaea L.) y algunas especies como el ají (Capsicum sp.), este
112 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
último muy valorado por su picor y el sabor que agregaba a los alimentos. En el caso del lerén o lirén, Fernández de Oviedo aporta el siguiente comentario: Lirén es una fructa que nasce en una planta que los indios cultivan, e aun al presente, algunos de los españoles en sus labranzas en esta isla Española. Y es hierba o planta que se extiende y echa ramas, como se dijo de los ajes e de las batatas, e debajo de tierra echa su fructo, que es blanco e del tamaño de dátiles gruesos (e algo mayores y menores), e tienen una cáscara muy delgada; e cada fructo déstos pende, o está asido, de una vergueta delgada, de que está colgado de la rama; es no más gruesa que un alfiler común o delgado. Estos lirenes cuecen los indios, e cuando es tiempo desta fructa, hay mucha por las plazas que las sacan a vender, así cocidos los lirenes; e quítanle aquella cortezuela de encima, que es muy más delgada e más blanda que una cáscara de una castaña, e queda de dentro el lirén blanco, y es de buen sabor.205
Mazorca de maíz. Ilustración de Anselmus Boetius de Boodt (1596-1610). Grabado que ilustra la costumbre indígena de fumar tabaco. De André Thevet (1558).
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
113
El lerén sigue siendo una de las tradiciones culinarias indíge-
El tabaco se cultivaba con esmero en las proximidades de las
nas más representativas de las festividades navideñas en la
viviendas. Sus aromáticas hojas se ponían a secar a la sombra
República Dominicana. Al igual que sucedía en la época colo-
de los bohíos y enramadas, y con ellas se confeccionaban unos
nial, la presencia de vendedores ambulantes de lerén en nues-
rolletes alargados conocidos con el nombre de túbanos, que
tros pueblos y ciudades, desde que comienzan las brisas fres-
los indios fumaban constantemente.
cas de noviembre, es sinónimo de que la Navidad se acerca. El consumo de tabaco como parte del proceso de transculturaUna planta muy apreciada por los taínos fue el tabaco (Ni-
ción indohispano fue asimilado desde los inicios de la colonia
cotiana tabacum L.), asociado a rituales religiosos y prácticas
por los españoles y los africanos, y se convertiría con el paso del
mágico-curativas, aunque también lo usaron por placer y para
tiempo en uno de los cultivos agroindustriales más representa-
mitigar el cansancio en las largas caminatas que hacían.
tivos de las Antillas.
TAร NOS, ARTE Y SOCIEDAD
114
Ilustraciones de guanรกbana y mamรณn.
Muchas de las frutas que consumían los taínos eran recolectadas en estado silvestre: mamey (Mammea americana L.), guanábana (Annona muricata L.), mamón (Annona reticulata L.), anón (Annona squamosa L.), guayaba (Psidium guajava L.), caimito (Chrysophyllum cainito L.), hicaco (Chrysobalanus icaco L.), níspero (Manilkara zapota L.), jagua (Genipa americana L.), hobo (Spondias purpurea L.) y pitahaya (Hylocereus undatus Haw-Britt.), entre otras. Además, cultivaban la lechosa (Carica papaya L.) y la piña o ananás (Ananas comosus L.), que llamaban, según sus variedades, yayama, boniata y yayagua.206 Sobre la exquisitez y belleza de la piña, Fernández de Oviedo resalta:
«[…] a mis ojos, es la más hermosa fructa de todas las fructas que he visto, y la que mejor huele y mejor sabor tiene».207
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
115
TAร NOS, ARTE Y SOCIEDAD
116
Indios en el proceso de fabricaciรณn de una canoa.
Árboles maderables y medicinales
Con la fricción de cierta leña, los taínos obtenían el fuego con el que cocinaban los alimentos, cocían la cerámica y derribaban grandes árboles para preparar sus sembradíos o conucos. Se alumbraban con hachos o trozos de madera resinosa como
en Puerto Rico y las Islas Vírgenes, fabricaban las canoas. Además, su madera, al quemarse, expedía un humo aromático que utilizaban como incienso en las ceremonias rituales. Igualmente, hicieron canoas de los grandes árboles de ceiba (Ceiba pentandra L.) y mari-a (hoy, baría, Calophyllum calaba L.), embarcaciones que por su considerable tamaño «podían
la cuaba (Pinus occidentalis Sw.) y el goaconax o guaconejo (Amyris balsamifera L.). Cabe añadir que era usual atrapar cocuyos (Pyrophorus noctilucus) para aprovechar por las noches su propiedad luminosa. Incluso los cronistas refieren que también los españoles usaban el resplandor de estas luciérnagas, evitando así consumir el aceite de los candiles.
bien andar en ellas mas de treinta personas».208
Los taínos poseían un amplio conocimiento de las propieda-
Del fruto de la guácima (Guazuma ulmifolia Lam.), obtenían un
les aún forman parte de la farmacopea popular.210 Entre las
brebaje que les hacía engordar. Con la liviana madera de este árbol fabricaban coas para plantar y varas para cargar cestas, además de usarla para obtener fuego. Y con la madera del
des medicinales de las plantas tropicales, muchas de las cuaplantas que utilizaban con fines medicinales podemos citar el apazote (Chenopodium ambrosioides L.), usado hoy como vermífugo en las zonas rurales; el curia (Justicia pectoralis
caimito construían arcos y azagayas.
Jacq.), hierba aromática apropiada para tratar dolores de es-
Con el fruto seco del higüero (Crescentia cujete L.) elaboraban
raíces sirven como abortivo y su resistente madera se desti-
vasos para beber, envases para cargar agua y otros recipientes y utensilios a modo de vajilla que esgrafiaban con vistosos motivos decorativos. De la resina del fruto del cupei o copey (Clusia rosea, Jacq.), hacían las bolas empleadas en el juego
tómago y curar heridas; y el jobobán (Thychilia hirta L.), cuyas na a diversos fines, entre ellos la construcción de viviendas campesinas, uso que quizá le dieron los aborígenes. Además, obtenían un elixir o bálsamo del guaconax o boní, que por sus cualidades medicinales llegó a ser comercializado por los
de pelota, y de su madera, las varas de lanza y las flechas.
españoles. Y para los problemas estomacales empleaban el
Asimismo hicieron artesas de diversos tamaños llamadas ba-
jacum officinale L.) trataban otras dolencias, entre ellas la te-
teas, las cuales no solo se usaban en tareas domésticas, sino también en el lavado de las arenas de los ríos para buscar oro. Esta minería artesanal fue implementada intensamente en las primeras décadas de la colonización, y aún se practica hoy para obtener oro aluvial en varias partes del país.209 Además, tenían una variada gama de objetos de cestería confeccionados con diferentes tipos de fibras textiles, así como tejidos de algodón, que decoraban con tintes vegetales del fruto de la jagua y de la bija, aplicados por igual para pintar motivos decorativos en sus recipientes cerámicos.
zumo del hobo, mientras que con el palo del guayacán (Guarrible enfermedad de la sífilis, llamada buba durante la época colonial.211
117 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Con el tronco del tabonuco (Dacryodes excelsa), muy común
La caza
Para la caza de aves y otros animales, tales como quemíes,
Para atrapar a los patos o ánsares en las ciénagas y lagunas,
curíes, hutías e iguanas, utilizaron el arco y la flecha, además
los indios se sumergían en el agua y se cubrían la cabeza con
de las azagayas o lancetas arrojadas con propulsores en cuyo
una calabaza que tenía pequeños agujeros que les permitían
manejo eran muy diestros.
respirar; la calabaza parecía flotar mientras se desplazaban
En el terminal de las lanzas y flechas insertaban una punta afila-
captura de cotorras y otras aves recurrían a los niños, que se
da hecha de una astilla de hueso de manatí (Trichechus mana-
camuflaban entre los árboles con un sombrero de paja o de
tus) o de la espina que tienen en la cola los peces raya (familias
hojas secas y hacían graznar a una cotorra a fin de que las
Urolophidae, Dasyatidae y Myliobatidae), muy abundantes en
otras aves acudieran en su auxilio y así poder atraparlas, para
el mar Caribe. En otras ocasiones colocaban puntas extraídas
lo cual utilizaban un lazo muy fino o vertían una resina pegajo-
de la resistente madera del copey (Clusia rosea Jacq.).
sa sobre las ramas de modo que quedaran adheridas a estas.
Los taínos fueron ingeniosos en el empleo de trampas. En el
Tenían como animal doméstico al pequeño perro mudo o aon,
118
caso de las jutías y otros pequeños mamíferos que eran co-
cuya carne consumían. A las higuacas o cotorras (Amazona
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
debajo de ella para agarrar al animal por las patas.213 En la
munes en las islas antillanas, acostumbraban a cazarlos con
ventralis) las enseñaban a hablar y las mantenían cautivas en
el apoyo de perros mudos o aones adiestrados para tales
jaulas hechas con trozos de madera y fibras vegetales.
menesteres. También incendiaban las sabanas, acorralando así a los roedores para dispararles flechas, o simplemente los recogían quemados tras el incendio. Otro modo de atraparlos era sacudiendo los árboles de los manglares donde estos animales se refugiaban para que cayeran al agua, tras lo cual saltaban de sus embarcaciones para capturarlos. En la época de los taínos había varios tipos de jutías o hutías. Unas eran insectívoras, conocidas en Cuba con el nombre de almiquí (Solenodon cubanus), mientras que la especie de la Española es Solenodon paradoxus. En cambio, las más comunes eran roedores, como la jutía conga o quemí (Capromys pilorides), Isolobodon portoricensis y Plagiodontia aedium; esta última recibía el nombre de guaminiquinaje, tenía el tamaño de una liebre y su carne era muy apreciada por los indígenas. Ambas especies son de hábitos nocturnos.212
Jutía de la Española. ©Eladio Fernández Vaso efigie de cerámica en forma de aon o perro mudo. (CCELJ) Imagen estilizada de una iguana, cuya carne era muy apreciada por los taínos. (FGA)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
119
La pesca La pesca, práctica común entre los taínos, les proporciona-
profundas.215 Eran cerramientos a base de juncos o estacas
ba proteínas adicionales y complementaba su dieta. De ahí
de madera enclavados en el fondo del agua y sujetados con
que sus poblados se establecieran preferentemente a orillas
lianas o bejucos. Todavía se usan en las lagunas Rincón (pro-
de las playas y en las riberas de los ríos, así como en zonas
vincia Barahona), Redonda y Limón (provincia El Seibo) y en la
de manglares. Esta actividad se realizaba con arpones, arcos
desembocadura de algunos ríos, como el Yásica.216
y flechas, y anzuelos de hueso o concha de tortuga. También empleaban grandes redes de algodón que sumergían con pe-
En los ríos pescaban también hicoteas (Pseudemis palustris
sas de piedra para atrapar bancos de peces en aguas poco
Gmelin) y jaibas (Callinectes diacanthus), y esparcían un bar-
profundas y que les permitían arrastrar sus capturas a la orilla.
basco o bejuco llamado baiguá para adormecer a los peces
Las trampas o nasas de cestería fueron igualmente importan-
y facilitar su captura. Cerca de la desembocadura capturaban
tes en la pesca a cierta distancia de la costa.
el manatí (Manatus sp.), mamífero acuático del orden de los sirenios conocido también como vaca marina. Este animal de
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
120
Para la captura de grandes piezas en el mar se valían de un
apreciable tamaño sirvió como fuente alimenticia desde la
método muy ingenioso. Recurrían al guaicano o pez rémora
época arcaica y fue muy apreciado por los taínos, pues les
(Eucheneis naucrotes), el cual tiene una ventosa en la cabe-
proporcionaba abundante carne. Con sus huesos, especial-
za que se adhiere fuertemente a otras especies de mayores
mente los de las costillas, hacían objetos ceremoniales como
dimensiones y de esta forma se alimenta de los despojos de
las espátulas vómicas y los inhaladores utilizados en el rito de
sus presas. La rémora, sujetada por la cola con una cuerda,
la cohoba, además de amuletos, orejeras y cucharas, entre
era lanzada al mar para luego halarla y atrapar a los peces a
otros. También cazaban la foca caribeña (Monachus tropicalis),
los que se adhería, entre ellos grandes tortugas y manatíes.
único representante de su especie en las Antillas, que lamen-
214
tablemente está extinta en la actualidad. Además de aproLos corrales fueron otro de los sistemas de pesca empleados
vechar su carne como alimento, utilizaron los colmillos de las
por los taínos en grandes lagunas y en aguas tranquilas y poco
focas para elaborar amuletos y otros adornos colgantes.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
121
Corrales de pesca según un grabado de la época. Arriba: pez rémora o guiacano; abajo: barbacoa donde se asaban los peces. Ilustraciones de John de White. ©The Trustees of the British Museum
«En todas las cosas que comían estas gentes, cocidas o asadas, o crudas, usaban de la pimienta que llamaban axi, la cual ya es de toda España conocida». TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
122
[Fray Bartolomé de las Casas]
Las tortugas marinas, como el carey (Chelonia imbricata) y el tinglar (Dermochelys coriacea), las capturaban en las playas cuando llegaban a desovar en la arena. Asimismo, en los manglares y arrecifes recolectaban algunos crustáceos y moluscos cuyas conchas aprovechaban para elaborar adornos e instrumentos utilitarios. Los alimentos obtenidos a través de la caza y la pesca los cocían o asaban sobre barbacoas de madera y los sazonaban con varias clases de ajíes.
Navegación y comercio
Los taínos fueron diestros navegantes que utilizaron canoas y
El historiador Roberto Cassá, en su obra Los taínos de la Espa-
cayucos, ágiles embarcaciones monóxilas que les permitían
ñola, señala que la canoa fue parte fundamental del dinamis-
trasladarse en los medios fluvial y marítimo. Se fabricaban a
mo de la sociedad taína: «Sobre todo, creaba la posibilidad de
partir de un solo tronco, el cual ahuecaban quemándolo y ras-
regulares contactos e intercambios culturales de taínos de is-
pando su interior con hachas y cinceles de piedra y otros uten-
las diferentes y, ocasionalmente, con grupos continentales».219
silios abrasivos y cortantes como raspadores de concha y lajas
A este respecto, fray Bartolomé de las Casas, testigo presen-
de pedernal, que empleaban también para fabricar múltiples
cial de la conquista de Higüey, informa en su Historia de las
utensilios de madera.
Indias que los indios de este cacicazgo alojado en el extremo
217
oriental de la isla Española se comunicaban diariamente con Para construir canoas recurrían a los troncos de los grandes árboles que entonces abundaban en las islas antillanas. Los cronistas de Indias refieren que algunas podían acoger a más de cuarenta navegantes.218 Los cayucos, de menor tamaño, eran usados en los ríos para transportar a una o dos perso-
la cercana isla de San Juan, hoy Puerto Rico: […] y no hobiese sino 12 ó 15 leguas de distancia, cada día se iban en sus canoas o barquillos los de esta isla a aquélla y los de aquélla a ésta venían y se comunicaban, y así pudieron bien saber los unos y los otros lo que en tierra de cada uno había.220
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
nas a lo sumo. Las canoas se impulsaban mediante remos con forma de pala denominados nahes, que tenían un mango y semejaban una muleta. Los grupos indígenas suramericanos de las zonas orinoco-amazónicas usan todavía en esta época tipos similares de embarcaciones y de remos. Los taínos y demás indios antillanos utilizaron profusamente este transporte para sus menesteres de pesca, sus incursiones guerreras y la práctica del comercio; este último les permitió desarrollar la comunicación e intercambio interinsular. Durante la época prehispánica las canoas desempeñaron un papel muy importante en el establecimiento de las rutas de tránsito migratorio, regidas por las corrientes marinas, y, por consiguiente, en el poblamiento de las Antillas. Así, el verde azulado mar Caribe, lejos de ser un obstáculo divisorio, constituyó el medio de enlace por excelencia entre los habitantes de las diversas islas.
Indios navegando en canoa, Historia del Nuevo Mundo, de Girolamo Benzoni, 1572.
123
Pie pendiente
El propio Cristóbal Colón habla con elocuencia de la facilidad
vegetales y marinas que se llevaban a cabo entre las aldeas
y disposición que tenían los indígenas para la navegación. En
costeras y las ubicadas tierra adentro, y para tales intercam-
un principio llamó almadías a sus embarcaciones, pero des-
bios se reservaban las piezas de caza y pesca de mayor tama-
pués aceptó plenamente el término taíno de canoa, que fue
ño, por ser las más demandadas.
la primera voz americana que se incorporó al vocabulario de la lengua castellana publicado por Nebrija hacia 1494.221 Al igual
Los primeros contactos que los españoles sostuvieron con los
que sucedió con la palabra canoa, muchos vocablos taínos
indígenas en las islas antillanas se basaron en un intenso true-
como huracán, cacique, sabana, cayo, bohío, hamaca, maca-
que de los más diversos objetos,224 lo que en lengua taína se
na, batea, higuera, barbacoa, maíz, batata, yuca, tabaco, cai-
conocía con el vocablo de serra.225 A través de este comercio,
mán, tiburón, etc., alcanzaron una gran difusión en el idioma
que recibió en la época colonial el nombre de rescate, los co-
español, del cual pasaron a otras lenguas europeas.222
lonizadores obtenían piezas de oro o de guanín, a cambio de las cuales los indígenas recibían espejos, cerámica, cuentas de
A diferencia de las grandes civilizaciones continentales que
vidrio, sonoros cascabeles metálicos y otros sencillos objetos,
usaron el cacao como moneda, los taínos realizaban sus
especialmente de bronce, que eran muy apreciados por los
intercambios comerciales mediante el trueque o canje de
taínos ya que les conferían atributos divinos.226
productos.223 Esto se evidencia en las permutas de especies
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
124
Organización social y política La unidad básica de la sociedad taína era la familia comunitaria.
Poseían una jerarquía definida y una clara división del trabajo,
Para la gente común, la familia tenía un carácter monogámico,
de tal manera que, sin llegar a constituir una sociedad de cla-
mientras que los caciques y nitaínos podían practicar la poliga-
ses, tenían una estructura social estratificada, acorde con los
mia, y una de las esposas era la preferida o principal. Las cró-
procesos de transición de una sociedad tribal a una de jefatura
nicas afirman que Bohechío, cacique de Jaragua, llegó a tener
o cacical.228
unas treinta esposas. Conviene aclarar que en las sociedades cacicales la poligamia responde a la necesidad de establecer
El cacicazgo constituía la mayor unidad territorial y agrupaba
alianzas entre los grupos tribales para consolidar el dominio de
numerosas aldeas o poblados que recibían el nombre de yuca-
los caciques.
yeques. Estaban regidos bajo la autoridad de un cacique o jefe tribal, que era asistido por unos personajes de cierta jerarquía llamados nitaínos. Los naborías ocupaban el nivel más bajo de
entre miembros de distintos clanes familiares. El contrayente
la pirámide social, a modo de subordinados o criados, y se
debía efectuar un pacto o alianza con los progenitores de la
encargaban de las labores agrícolas, la caza y otras actividades
desposada por el que se comprometía a trabajar un determi-
productivas.
nado tiempo en provecho de estos o a otorgar presentes a la familia, principalmente, sartas o cuentas de collares de roca marmórea, llamadas cibas.227 De no cumplirse los compromisos, podían surgir desavenencias y rencillas entre los clanes.
Ilustración de una aldea taína con una plaza o batey en el centro.
125 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
El matrimonio era de carácter exogámico, es decir, se realizaba
Por su parte, las mujeres eran las responsables del cuidado de los niños y de los quehaceres domésticos, así como de las jornadas de siembra, la preparación de las tortas de casabe y la elaboración de los recipientes cerámicos, los tejidos de algodón y una amplia gama de objetos de cestería. Además, realizaban tareas de recolección de frutos silvestres y especies marinas y fluviales. También tenían una importante participación en las actividades políticas y sociales. Las madres o esposas de los caciques podían ascender al rango de cacicas por diferentes motivos, sobre todo a la muerte de aquellos, heredando la conducción del cacicazgo y haciéndose acreedoras a un trato privilegiado a tono con su alta jerarquía, que les permitía intervenir en las decisiones políticas.229 Las mujeres también participaban en el juego de pelota y en los bailes ceremoniales o areitos. Por las crónicas también conocemos que eran buenas nadadoras y que, de manera similar a los hombres, se ejercitaban en las artes de la guerra, tal y como
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
126
refiere Las Casas: «[…] mayormente los de estas islas todos peleaban cuando era menester, y las mujeres también nadando en los ríos y en la mar, y desde el agua tiraban buenas flechas porque sabían bien menear e usar de sus arcos y armas».230
El cacique
El jefe supremo de las tribus era el cacique. A esta posición se accedía de forma hereditaria por vía matrilineal o mediante la realización de un hecho extraordinario. Sobre la manera de designar a los caciques, Mártir de Anglería refiere lo siguiente: «Dejan heredero del reino al primogénito de la hermana mayor, si lo hay; en su defecto al de la segunda, y si ésta no tiene hijos, al de la tercera, por estimar que hay certidumbre de que esa descendencia procede de su sangre».231 Los caciques ejercían el dominio de las aldeas, encargándose de distribuir las tareas productivas, tal y como señala Anglería cuando dice: «Cada reyezuelo tiene repartidos sus súbditos cultura».232 A pesar de que la propiedad tenía un carácter comunal, el cacique, además de intervenir en la asignación de labores, ejercía el control del proceso productivo mediante la repartición de los bienes de consumo.233 Sobre el particular, el mismo cronista escribió: Cuanto se siembra, planta, pesca, caza o se ejecuta mediante otras artes, hácese por mandato del rey, quien, a su arbitrio, reparte dichas actividades a cada individuo. Recogidas las cosechas, se las congrega en los graneros regios, de donde se reparten todo el año para uso del pueblo, a proporción de la familia de cada cual. El reyezuelo viene a ser, por tanto, como el monarca de las abejas, administrador y distribuidor.234
El esquema de dominio de los caciques fue adoptado por los colonizadores: cuando se desposaban con las cacicas o las hijas de los caciques accedían al control de la población del cacicazgo, a la cual ponían a trabajar para su beneficio bajo el régimen de los repartimientos y las encomiendas.235
Vaso efigie femenino en posición ceremonial. Colección Betty e Isaac Rudman. Mujeres indígenas procesando harina de yuca para elaborar tortas de casabe.
127 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
y dedicados unos a la caza, otros a la pesca y otros a la agri-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
128
El historiador Francisco Moscoso plantea que los caciques,
Cuando el cacique emprendía algún viaje lejos de la aldea,
además de ser la máxima autoridad política y hasta cierto
sus súbditos lo transportaban sobre una litera de madera y
punto económica de las aldeas, controlaban también las prác-
paja. En ocasiones lo acompañaban los hijos pequeños, quie-
ticas religiosas pues eran los oficiantes del ritual de la cohoba
nes formaban parte del cortejo y eran conducidos a hombros
y tenían bajo su tutela a los ídolos o cemíes, consolidando
detrás de su padre. Al referirse Colón a un cacique de la isla
con ello su preeminencia social y su poder.
de Cuba, dice: «venían con él más de dozientos hombres y
236
Incluso eran los
caciques quienes recibían en su vivienda las ofrendas que se
que lo traían en unas andas cuatro hombres».238
tributaban al cemí. Moscoso cita a Las Casas cuando constata ese tributarismo ritual:
La alimentación de los caciques también era objeto de un tra-
Hallamos que en el tiempo de coger las mieses de las labran-
tamiento especial, y los productos que consumían se seleccio-
zas que labraban y sembraban, las cuales eran del pan que se
naban cuidadosamente. Al describir la fabricación del casabe,
hacía de raíces, y de los ajes y batatas y del maíz, daban cierta
Las Casas afirma que había una variedad especial: «muy del-
parte como primicias, cuasi haciendo gracias de los beneficios
gado y muy más lindo y blanco, para poner a la mesa para los
recibidos; esta parte o primicias de los fructos, como no tenían
señores, cuasi como unas hermosas obleas, […] y las tortas
señalados templos, ni casas de religión […] poníanla en la casa
delgadas que desta masa rayada […], llamaban xavxao».239
grande de los señores y caciques, que llaman caney, ofreciéndola y dedicándola al cemí.237
Los símbolos de poder
El cacique se distinguía porque sobre su pecho lucía como insignia de su jerarquía una placa de forma discoidal hecha, generalmente, de concha o de hueso a la cual se aplicaban láminas de guanín para realzar su apariencia con el reluciente brillo de este metal. Otros de los objetos distintivos usados como emblema por los caciques eran los vistosos cinturones trenzados de algodón, que estaban adornados con diminutas cuentas de concha y pedrería y tenían en el centro una carátula o guaiza con una expresión espectral que rememoraba las caras de los ancestros y en la que también se incrustaban discos de oro o de concha.240 Las piezas de guanín también les servían a los caciques como adornos, que fijaban a algún
Colón informa que en las islas le llamaban al oro de diversas maneras: nozay en las Bahamas o Lucayas, caona en el norte de Haití, mientras que los ciguayos de Samaná le decían toub. Sin embargo, en casi todas partes, el término guanín denominaba el oro de baja ley que contiene una aleación de cobre, que por su olor apreciaban mucho los taínos, y al cual asociaban con sus creencias mitológicas y sus conceptos de sacralidad.241 Sobre la valoración dada por los indígenas a los metales, Las Casas refiere: Toda cosa de latón estimaban en más que otra ninguna, y por eso, por un cabo de agujeta, daban sin dificultad cuanto en las manos tenían; llamábanle turey, como a cosa del cielo, porque al cielo llamaban turey; olíanlo luego como si en olerlo sintieran que venía del cielo; y finalmente, hallaban en él tal olor, que lo estimaban por de mucho precio, y así hacían una especie de oro bajo que tenía la color que tiraba a color algo morada y que ellos llamaban guanín.242
Bastón de mando. (MARAC)
129 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
objeto por medio de un betún pegajoso.
Como los taínos no conocían la aleación de metales, trabajaban el oro laminado a base de martilleo y seleccionaban aquellos pedazos o pepitas que, al ser extendidos, ofrecieran las dimensiones deseadas. A este respecto Las Casas señala: Estas plastas de oro no eran fundidas ni hechas de muchos granos, porque los indios desta isla no tenían industria de fundir, sino los granos de oro que hallaban, majábanlos entre dos piedras, y así los ensanchaban, por manera que siendo grandes las plastas, eran extendidas y ensanchadas de grandes granos o piezas que en los ríos hallaban.243
Y agrega el fraile dominico: […] este oro facian en fojas mui delgadas, porque lo quieren para facer carátulas é para poderse asentar en betún que ellos facen, si así no fuese no se asentaría. Otro facen para traer en la cabeza e para colgar en las orejas é narices, ansí que todavía es menester que sea delgado, pues que ellos nada de esto hacen por riqueza
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
130
salvo por buen parecer.244
Como parte de su indumentaria, los caciques se cubrían la cabeza con bonetes de algodón. El doctor Diego Álvarez Chanca, en su carta al Cabildo de Sevilla dando cuenta del segundo viaje de descubrimiento, refiriere que el cacique Guacanagarí le había obsequiado al Almirante un bonete con cuentas de piedras y adornos de concha de caracol. De igual manera, Colón informa de un bonete recogido por él que estaba recubierto de láminas y hojas de oro.245
Representación de un personaje masculino, posiblemente un cacique, que lleva un cinturón y, en la cabeza, un bonete en alusión a su alto rango social. (NMAI, Smithsonian Institution) Guanín o lámina de oro discoidal. Pasadores u orejeras de ámbar. (MHD)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
131
Majador lítico cuyo mango muestra una figura sedente masculina con una expresión que denota autoridad. (MHD)
Además de estos aditamentos de uso corporal, se han localizado en los asentamientos arqueológicos algunos objetos líticos que parecen bastones de mando, que simbolizaban el poder y autoridad de los caciques.246 También, hachas monolíticas, es decir, completamente de piedra, incluido el mango, que por la calidad de su ejecución debieron ser cetros de los caciques, así como otras hachas con la forma petaloide convencional que muestran delicados relieves figurativos antropomorfos, por lo que se les atribuye un carácter ceremonial.247 Algunas de las hachas monolíticas tienen en su tope imágenes votivas, normalmente estatuillas con rasgos antropomorfos y zoomorfos. Otros objetos de connotada relevancia son las dagas líticas con imágenes que transmiten una notable adustez; por tanto, podemos presumir que se trata de personajes vinculados al panteón donde moraban los espíritus, tal vez de un antepa-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
132
sado connotado, una deidad o algún ser relacionado con su cosmogonía. En el caso de estas dagas, para darle más fuerza a la configuración, el escultor rompe el equilibrio de las proporciones artísticas y la forma del contorno característico de las hachas petaloides para hacer piezas únicas e individualizadas, lo cual lleva a pensar que eran objetos confeccionados con un propósito ritual que evidenciaba la relevancia del portador.248 En algunos casos se ha querido asociar las dagas líticas con ceremonias de sacrificios humanos, pero no tenemos evidencia de que entre los taínos se practicara este tipo de rituales, que sí estaban presentes en las avanzadas culturas de Mesoamérica.
Cetro ceremonial. (MHD) Bastones de mando. (FGA)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Hachas monolíticas con representaciones zoomorfas: izquierda (MHD); centro, colección Pierre y Nicole Domino. Derecha: daga lítica antropomorfa. (MHAA, UPR)
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Hachas efigies ceremoniales, izquierda y centro (FGA). Daga lítica con figura antropomorfa, derecha. (MHD)
TAร NOS, ARTE Y SOCIEDAD
136
Vista delantera y trasera de un hacha efigie de carรกcter ceremonial que muestra una estilizaciรณn antropomorfa en posiciรณn acuclillada. (FGA)
Los cacicazgos
Los cacicazgos eran territorios constituidos por múltiples aldeas y gobernados por un cacique principal que tenía bajo su jefatura a un grupo indeterminado de caciques subordinados. Fray Bartolomé de las Casas afirma que la Española se dividía en cinco grandes cacicazgos. Al noroeste quedaba el cacicazgo de Marién, regido por Guacanagarí. En el valle de la Vega Real estaba el de Maguá, señoreado por Guarionex. En la región oeste se hallaba Jaragua, encabezado por Bohechío, a cuyo fallecimiento el cacicazgo quedó en manos de su hermana Anacaona. Caonabo gobernaba Maguana, al sur de la Cordillera Central. Higuanamá era la cacica de Higüey, en el extremo sureste de la isla; a su muerte le sucedió el aguerrido Cotubanamá, quien tras enfrentar a los españoles fue hecho territorio quedó entonces la esposa del cacique Cayacoa, que al ser cristianizada recibió el nombre de Inés de Cayacoa. Además de estos connotados caciques a los que llamaban guamiquina o jefe supremo, había otros subalternos. Uxmatex, en el área del Cibao, contaba bajo su mando con 16,000 hombres de pelea.249 Guatiguará mandaba sobre un gran poblado en la ribera del río Yaque del Norte, donde Colón construyó el fuerte de la Magdalena. Maniocatex estaba en el valle de la Vega Real, y en sus predios, colindantes con los de Guarionex, se fundó la fortaleza de la Concepción. Andrés Guaybona, en la zona de Puerto Plata, aun siendo un cacique menor o subalterno, tenía, según Las Casas, sobre treinta y cuarenta mil personas en su señorío, por súbditos y quinientos nitaínos.250 Y no podemos dejar de mencionar al legendario Enriquillo, que se sublevó contra el dominio colonial en la sierra de Bahoruco y, después de una larga contienda, firmó un honroso tratado de paz con las autoridades españolas. En la península de Samaná, Mayobanex era el jefe de los ciguayos.
Amuleto antropomorfo tallado en concha. (MHD)
137 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
prisionero y ahorcado en Santo Domingo. Al frente de este
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
138
Mapa de Andrés Morales, publicado en 1516, con las demarcaciones territoriales o cacicazgos de la isla Española. Biblioteca Universitaria di Bolonia, Italia.
Sin embargo, no todos los cronistas concuerdan con la versión
Sus armas ofensivas se limitaban a lancetas o azagayas que
tradicional propuesta por Las Casas y Fernández de Oviedo
arrojaban con propulsores, y a arcos con flechas; a estas en
sobre los cinco grandes cacicazgos en que estaba dividida la
algunos cacicazgos se les ponía en la punta una sustancia
isla. Mártir de Anglería, basándose en las informaciones geo-
venenosa extraída del árbol llamado guao (Comocladia glabra
gráficas del cosmógrafo Andrés Morales, que por instrucciones
Spreng). Además, usaban macanas de madera de palma
del gobernador Nicolás de Ovando realizó en 1508 un mapa
(Roystonea hispaniolana Bailey) y hachas de piedra. En algunos
de la Española, señala otros cinco cacicazgos o demarcacio-
casos, como táctica de guerra, quemaban las semillas de ají
nes con los nombres de Caizcimú, Caiabo, Hyabo o Huhabo,
(Capsicum annuum y Capsicum frutescens) para que el humo
Bainoa y Guaccaiarima, que incluyen veintisiete subdivisiones.
afectara la visión del enemigo durante los enfrentamientos
Pero lamentablemente no da los nombres de los caciques que
bélicos, método que intentaron usar contra los españoles en
los encabezaban.251
la villa de Salvaleón de Higüey.255 También era usual hacer señales de humo para alertar a las aldeas sobre la cercanía de
Por los testimonios de la época, sabemos que los grandes ca-
algún contingente enemigo.256
ciques podían llegar a tener «treinta, cuarenta o cincuenta mil naborias bajo su mando».252 Si nos atenemos a estas estimaciones demográficas y consideramos como base de cálculo la cifra aproximada de unos cincuenta mil indios por cacicazgo, entre los cinco grandes territorios, incluyendo a los grupos marginales, como los macorijes y los ciguayos, podemos inrondaría la cifra de unos trescientos mil en toda la isla.253 Los caciques guerreaban entre sí cuando, ocasionalmente, se violaban los límites del territorio de caza, o se incumplía la promesa de entregar a una hija ofrecida en casamiento, o para vengar viejas ofensas y rivalidades. A estas refriegas les llamaban guazábaras. Los españoles supieron aprovechar las rivalidades nativas en provecho de sus campañas de conquista, como en el caso de los indios del cacicazgo de Santa Cruz de Ycayagua o Icagua (hoy Santa Cruz del Seibo), que se unieron a los españoles en la contienda contra los higüeyanos.254
Indígenas con arco y flecha, y un propulsor para lanzar azagayas.
139 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
ferir que la población indígena, a la llegada de los europeos,
Nitaínos y naborías
Por debajo del cacique estaban los nitaínos, considerados «hombres nobles y principales».257 Eran personajes de elevada jerarquía dentro de la cadena de mando y asistían a los caciques en las tareas de gobierno. Cuando Bohechío y su hermana Anacaona recibieron a Bartolomé Colón, estaban acompañados por «treinta y dos régulos»258, que debieron ser caciques subalternos o nitaínos. Las Casas dice al respecto que los nitaínos «eran y se llamaban los principales como centuriones y decuriones o jurados, que tenían debajo de su gobernación y regimiento otros muchos».259 Por otro lado, los naborías, término que en lengua taína significaba «criados o sirvientes», ocupaban el nivel más bajo de la 140
indio que no era esclavo, pero está obligado a servir aunque
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
escala social. Según Fernández de Oviedo, el naboría «era un no quiera».260 Los cronistas establecen dos categorías entre ellos, llamándoles a unos «naborías de casa», que tenían bajo su cuidado el entorno personal y doméstico de los caciques, y a otros, «indios de servicio», que se dedicaban a todo tipo de tarea productiva. Sin llegar a ser esclavos, los naborías estaban subordinados a la autoridad de los caciques y recaían sobre ellos los trabajos más duros, como la fabricación de canoas, la tala y quema del bosque a fin de prepararlo para el cultivo, al igual que otras actividades vitales para la subsistencia, como la caza y la pesca.261 Los naborías serían parientes lejanos de los clanes de mayor jerarquía, o bien integrantes de otras tribus con niveles culturales inferiores a los grupos dominantes. Tal era el caso de los primitivos habitantes de Cuba, conocidos con los nombres de «guanahatabeyes» y «ciboneyes», que los «otros indios de la misma isla tenían por sirvientes».262
Indio naboría ilustrado en la obra de Gonzalo Fernández de Oviedo.
Los behiques o buhitihos Los behiques o buhitihos éxtasis y curación Éxtasis y curación Otro personaje de importancia en la sociedad taína era el be-
El conocimiento de las propiedades curativas de las plantas
hique, al que algunos cronistas mencionan con el nombre de
tropicales, aunado a la facultad de ascender imaginariamente
buhitiho.
Se trataba del curandero o médico hechicero, que
al «otro mundo» para conjurar a los espíritus, permitía a los
poseía un vasto conocimiento de la farmacopea herbal y vela-
behiques intervenir en la sanación de los enfermos, ganando
ba por la curación de los enfermos mediante prácticas mági-
con ello respeto y poder social, tal y como podemos apreciar
co-medicinales, interviniendo, además, en la preparación de
por una referencia aportada por Fernández de Oviedo:
263
los ídolos de la cohoba y de otros objetos rituales.
264
Estos, por la mayor parte, eran grandes herbolarios e tenían conoscidas las propiedades de muchos árboles e plantas e hierbas;
Por sus funciones, el behique era una especie de chamán, tér-
e como sanaban a muchos con tal arte, teníanlos en gran venera-
mino que en lengua tungús siberiana alude a la capacidad de
ción e acatamiento, como a sanctos; los cuales eran tenidos entre
«saber». Desde una perspectiva etnológica más universal, los
esta gente como entre los cristianos los sacerdotes.267
chamanes son todos aquellos especialistas o iniciados que, a En correspondencia con tales saberes y poderes, utilizaban
Eliade denominó «vuelo mágico», que consiste en un viaje ex-
una indumentaria y unos instrumentos rituales cargados de
tático durante el cual el oficiante cree que su alma abandona
simbolismo esotérico que les facilitaban la comunicación con
el cuerpo para conectarse con lo sobrenatural.
ese otro mundo, donde moraban las deidades y las almas de
265
los seres desaparecidos. Además, asistían a los caciques en el En líneas generales, a los behiques les correspondían las fun-
culto a los ídolos tutelares o cemíes y fabricaban las imágenes
ciones, atributos y rasgos rituales del esquema tradicional del
veneradas en las aldeas.268
chamanismo, propios de las culturas primitivas. Como parte de los ritos propiciatorios, observaban una estricta dieta e inhalaban drogas alucinógenas que obtenían de las semillas del árbol conocido como cohoba (Piptadenia peregrina). Bajo el efecto de los polvos alucinógenos entraban en un estado de éxtasis durante el cual volaban imaginariamente «al más allá» hasta alcanzar el Coaybay o región habitada por los espíritus para «comunicarse» con las fuerzas sobrenaturales e «influir» en ellas con la finalidad de recobrar la salud de los enfermos, que podían ser afectados por un mal espíritu.266
Behique o curandero asistiendo a un enfermo.
141 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
través de estados de trance, pueden emprender lo que Mircea
El «vuelo mágico» y su El «vuelo mágico» y su connotación ornitomorfa
connotación ornitomorfa
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
142
Efectos terapéuticos de la dieta
Efectos terapéuticos de la dieta
En los instrumentos asociados al uso de la cohoba, como las
El ayuno era un requisito imprescindible en las prácticas cu-
manos de mortero con las que se maceraba la planta alucinó-
rativas de los behiques, hasta el extremo de que, si fallecía el
gena y las espátulas empleadas por los behiques para provo-
enfermo, los parientes podían vengarse del behique e incluso
carse vómitos con la finalidad de purificar el cuerpo antes de las
causarle la muerte a golpes bajo la acusación de no haber
ceremonias, aparecen representadas diversas especies de aves,
guardado el ayuno reglamentario.269 Aún hoy constituye una
particularmente lechuzas (Strigidae sp), pelícanos (Pelecanus
técnica terapéutica común en Sudamérica, y los tratamientos
occidentalis) y cotorras. En el arte taíno, estas imágenes ornito-
de los piai o chamanes de las Guayanas y la Amazonía con-
morfas, algunas vinculadas con la representación iconográfica
templan una dieta severa tanto para el paciente como para
del «hombre pájaro» eran muy frecuentes y parecen aludir a la
sus familiares.270 La medicina naturista actual reconoce los be-
capacidad de los behiques y de los caciques de transmutarse
neficios del ayuno, pues, a través de una limpieza sistemática,
en aves para emprender el «vuelo mágico» por el cosmos, has-
el organismo puede recuperar la normalidad fisiológica y la
ta ascender imaginariamente a la «región de los espíritus», que
estabilidad psíquica.
los adentraba en la geografía mitológica de los taínos.
Mangos de espátulas vómicas de la cohoba con figuras ornitomorfas. (FGA)
El simbolismo del esqueleto
El simbolismo del esqueleto El ayuno no solo forma parte de la acción terapéutica del
Así pues, el ayuno purificaba y potenciaba el efecto alucinó-
chamán, sino que constituye un aspecto clave de sus ritos de
geno de la cohoba, además de contribuir a la apariencia es-
iniciación. La intensidad de los ayunos puede dar al cuerpo
quelética del behique. En este sentido el esqueleto posee un
una apariencia esquelética, evidenciando así la doble natu-
especial significado en la simbología chamánica, que alude a
raleza chamánica entre lo humano y lo divino, lo que revela
una espiritualidad potente que renuncia a lo efímero del cuerpo
la liberación ritual sobre la muerte y la capacidad de confron-
y exalta sus propios huesos, desde los que renace místicamente
tar a los espíritus. El antropólogo Alfred Métraux menciona
y triunfa sobre la condición humana venciendo la muerte.275
como los piai pasaban un período de retiro, que podía durar un año, durante el cual se regían por la continencia y ciertas prohibiciones alimentarias.271 Pascal Lacombe, que participó en prácticas chamánicas en la Amazonía, observa que las mismas incluían intensos ayunos o dietas de purificación previos al uso ritual de la ayahuasca (bebida elaborada a partir de estas dietas intensifican los efectos de los alucinógenos, cuyo consumo le confería al practicante el poder de la interpretación y el conocimiento para acceder al universo espiritual.272 Pané habla de los prolongados ayunos de los behiques de la isla Española, que no solo eran practicados por ellos, sino también por los propios pacientes.273 A su vez, Las Casas dice respecto a los de Cuba: Ayunaban cuatro meses, y más, continuos, sin comer cosa alguna, sino solo cierto zumo de yerba o yerbas, que solamente para sustentarlos que no muriesen, bastaba; de donde se colige que debía ser de grandísima virtud aquella yerba o yerbas [...] Macerados, pues, y atormentados de aquel cruel y aspérimo y prolijo ayuno, que no les faltaba sino expirar, decíase que entonces estaban dispuestos y dignos que les apareciese y de ver la cara del Cemí [...]274
Vaso efigie de un behique sentado sobre un dúho. Se observa la delgadez del cuerpo provocada por los ayunos rituales. (MHD)
143 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Banisteriopsis caapi combinada con otras plantas), dado que
Las Lasviviendas viviendas
Las aldeas o poblados taínos, que ellos llamaban yucayeques, tenían como unidades habitacionales los bohíos y los caneyes. Eran casas comunales que podían albergar a una familia extendida de unas quince a veinte personas, conformada por los padres y algunos de los hijos o hijas casados. Sobre el particular, Colón ha dejado el siguiente testimonio: «[…] porque aquellas casas eran de manera que se acogen en ellas mucha gente en una sola, y deben ser parientes descendientes de uno solo».276 Los bohíos (llamados también eracras) tenían forma circular y techo cónico. Estaban sostenidos por postes de madera enterrados en el suelo, de los cuales se sujetaban los andamios con lianas o bejucos para confeccionar el armazón de las viviendas. Las paredes y los techos estaban formados por hojas de palma o paja. En el techo tenían un pequeño resTAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
144
piradero coronado por un caballete para permitir la salida del humo de los fogones que mantenían dentro de las viviendas. Los caneyes, nombre dado a las residencias de los caciques, tenían, ocasionalmente, forma rectangular, techo a dos aguas y una marquesina frontal a modo de recibidor. Estaban situados frente al batey o plaza, donde se congregaban los miembros del poblado para celebrar sus actividades ceremoniales y sociales. Las viviendas de los caciques hacían las veces de templo, y se guardaban en ellas los ídolos o cemíes. En otros casos, los caciques, además de la casa familiar, poseían una edificación aledaña a la aldea dedicada al culto de los cemíes y en la que se celebraban los rituales religiosos.277 La distribución de los bohíos difería de unos poblados a otros. En algunos casos, tal y como refiere Las Casas, se disponían formando calles: Dentro de aquellos montes llanos talaban los árboles cuanto era menester para hacer una plaza, según el pueblo era chico o grande; y hecha la plaza, ella en medio, talaban y hacían cuatro calles en cruz muy anchas y de un tiro de piedra de largo.278
Bohío y caney según Gonzalo Fernández de Oviedo (1547).
En otros casos, estaban dispersos en torno a una plaza central. Las Casas lo describe de este modo: Los pueblos destas islas no los tenían ordenados por calles, más de que la casa del rey o señor del pueblo estaba en el mejor lugar y asiento, y ante la casa real estaba en todos una plaza grande más barrida y más llana, más luenga que cuadrada, que llamaban en la lengua destas islas batey, la penúltima sílaba luenga, que quiere decir el juego de pelota […] También había casas cercanas de la dicha plaza, y si era el pueblo muy grande, había otras plazas o juegos de pelota menores que la principal.279
El batey o plaza era utilizado para el juego de pelota y para celebrar los areitos o bailes colectivos, en los que, con acompañamiento de instrumentos musicales, se cantaban las leyendas o tradiciones de los clanes, además de festejar las hazañas guerreras de los caciques y la obtención de buenas cosechas. En cuanto a la población de los yucayeques, Las Casas refiere que variaba desde cien hasta quinientos vecinos, aunque mayor, llegando a reunir más de mil individuos.280 Los bohíos se encontraban separados unos de otros para evitar que, en caso de incendio, el fuego se expandiera y arrasara la aldea, lo que debía suceder a menudo, pues, como señala Mártir de Anglería, las moradas indígenas estaban «expuestas a numerosos peligros de fuego y huracanados torbellinos».281 Entre las manifestaciones del legado cultural indígena están las técnicas y los materiales de construcción de las viviendas vernáculas, que han mantenido su vigencia durante siglos y aún es posible encontrarlos en las zonas rurales del país.282 Esta supervivencia de los bohíos campesinos, al igual que otras tantas tradiciones artesanales autóctonas, no está desvinculada del proceso de mestizaje, transculturación y acriollamiento iniciado en los primeros momentos de la conquista y colonización.283
Majador lítico con un rostro antropomorfo que alude a la faz de Guabancex, el Señor de los Vientos. (FGA)
145 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
como el mismo cronista indica podían albergar un número
Las hamacas Las hamacas
Los taínos dormían en hamacas o camas colgantes que tejían con algodón (Gossypium barbadense L.) o magüey (Agave spp.) y sujetaban con hicos o cuerdas de cabuya (Frucraea hexapetala Jacq.) o de henequén (Agave sisalana). También usaban la corteza del jagüey o xagüey, conocido en la actualidad como majagua (Hibiscus tiliaceus L.), para tejer las hamacas y hacer las sogas. Fernández de Oviedo describe las hamacas de este modo: Las camas en que duermen se llaman hamacas, que son unas mantas de algodón muy bien tejidas y de buenas y lindas telas, y delgadas algunas de ellas, de dos varas y de tres en luengo, y algo más angostas que luengas, y en los cabos están llenas de cordeles de cabuya y de henequén […] Y estos hilos son luengos, y vanse a juntar y concluir juntamente, y hácenles al cabo un tranTAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
146
cahilo, como a una empulguera de una cuerda de ballesta, y así la guarnecen, y aquella atan a un árbol, y al otro al cabo, con cuer-
Fuera de los bohíos, sujetaban las hamacas de los árboles o
das o sogas de algodón, que llamaban hicos, y queda la cama en
en andamios de improvisados cobertizos techados con pencas
el aire, cuatro o cinco palmos levantada de tierra, en manera de
de palma, a modo de enramadas temporales, y denominados
honda o columpio; y es muy buen dormir en tales camas, y son
barbacoas,286 donde se guarecían del sol y la lluvia. Usualmen-
muy limpias; y como la tierra es templada, no hay necesidad de
te, construían estas barbacoas cerca de los conucos, y en ellas
otra ropa ninguna encima.
se apostaban los muchachos para espantar a voces a las aves
284
que procuraban su sustento en los maizales.287 Las hamacas, que llegaron a las Antillas con los arahuacos procedentes de la costa norte de Sudamérica, tienen la ventaja
Para confeccionar las telas utilizaron el huso, que tenía como
de mantener al durmiente por encima del suelo, evitando la
contrapeso una volanta de piedra o de barro, la cual aparece
exposición a picaduras o mordeduras de animales terrestres.
en los documentos colombinos con el nombre de torteruelo,
Generalmente, se disponían en posición radial, entre el pos-
diminutivo de tortero,288 y en México se conoce como malaca-
te central del bohío y los situados en los muros.
Cuando
te. Estas volantas, de forma circular o esferoidal, están deco-
emprendían algún viaje, transportaban las hamacas y otras
radas en algunos casos con diseños geométricos periféricos.
pertenencias en cestas llamadas jabas, que actualmente en
Tienen un orificio central en el que se inserta una varilla de
el país se conocen con el nombre de macutos, voz de posible
madera o caña donde se enrolla el hilo para hacer ovillos. Apa-
origen africano o tal vez caribe introducida desde las Antillas
recen con frecuencia en los yacimientos arqueológicos, sobre
Menores por los franceses ocupantes de la colonia de Saint
todo en el territorio que ocupaba el cacicazgo de Jaragua,
Domingue, en la parte occidental de la Española.
donde hubo una intensa producción de algodón hilado.289
285
Grabado con las hamacas o camas colgantes que utilizaban los indios, de Girolamo Benzoni (1572).
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
147
Duho o taburete tallado en madera que formaba parte del menaje taíno. ©The Trustees of the British Museum Volantas de huso para hilar algodón.
El juego de pelota El juego de pelota
Los taínos fueron muy aficionados al juego de pelota. El lugar
Entre las plazas más significativas de la cultura taína está el
donde jugaban, el batey, era una especie de cancha cuyos ex-
centro ceremonial de Utuado, en Puerto Rico.293 Igualmente,
tremos estaban demarcados por hileras o calzadas de piedras.
en la República Dominicana se han localizado otras plazas de
Algunos de estos peñascos tenían figuras labradas o petroglifos
considerables dimensiones, como la de Chacuey, cerca de Da-
con representaciones de cemíes u otras imágenes tutelares.290
jabón, el Corral de los Indios, en San Juan de la Maguana,294 y el batey de Yamasá, en la provincia Monte Plata.295
Aunque no existió un patrón de construcción uniforme, el batey generalmente era de forma rectangular, tal y como lo des-
En los torneos de pelota participaban dos equipos de inde-
cribe Las Casas en su Historia de las Indias, cuando dice: «más
terminado número de jugadores, «diez por diez, y veinte por
luengas que cuadradas», y luego reitera:
veinte, y más o menos hombres», según se concertara. Oviedo
Tenían una plaza, comúnmente ante la puerta de la casa del Se-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
148
dice que, generalmente, «jugaban hombres contra hombres,
ñor, muy barrida, tres veces más luenga que ancha, cercada de
o mujeres contra mujeres, y algunas veces mezclados ellos y
unos lomillos de un palmo o de dos de alto, salir de los cuales la
ellas; y también acaece jugarle las mujeres contra los varones,
pelota creo que era falta.291
y también las casadas contra las vírgenes».296
Hay plazas de contorno circular u ovalada que parecen exceder
Empleaban una pelota de goma, posiblemente extraída del
las dimensiones normales de una cancha para el juego de pe-
copey (Clusia rosea Jacq.), cuya resina sorprendió a los es-
lota, lo que apunta claramente a que eran lugares destinados
pañoles pues desconocían la existencia de la goma. Los ju-
a la celebración de areitos u otras ceremonias colectivas, pues
gadores debían mantener la pelota en el aire, golpeándola
podían acoger grandes multitudes. En la entrada o en el centro
tan solo con las caderas, los codos, los hombros o la cabeza.
de estas grandes construcciones ciclópeas se erguían menhires
Sin tocarla con las manos, tenían que evitar que saliera de los
con una iconografía cargada de connotaciones simbólicas292 y
límites de la cancha, para lo cual se precisaba de gran agilidad
presente también en las piedras que delimitaban sus linderos.
y destreza. Durante estas celebraciones deportivas, los caci-
En algunos casos, otros elementos arquitectónicos asociados
ques y demás señores principales se sentaban en los dúhos o
a los centros ceremoniales eran las calzadas o senderos em-
banquillos, hechos de madera o piedra.
pedrados que conducían a ríos o depósitos de agua cercanos.
Dúho o asiento empleado por los caciques para presenciar los juegos de pelota. (MHD) Ilustración imaginaria de un juego de pelota en el batey.
En el batey se celebraban, además, otras prácticas deportivas,
espacio cuatro dellos muertos y muchos bien heridos. Todo con
como los combates cuerpo a cuerpo entre guerreros, en los
todo el regocijo y placer y alegría del mundo, no haciendo más
que también se empleaban arcos y flechas, así como macanas
caso de los heridos y muertos que si les dieran un papirote en la
de madera de palma, armas con las que los participantes se
cara; durara más la burla y cayeran hartos más sin vida, sino que,
infligían golpes y heridas considerables. Bartolomé Colón, en
a ruego de D. Bartolomé Colón y de los cristianos, mandó cesar
su encuentro con el cacique Bohechío, presenció una de estas
el juego el rey Behechio.297
Otro día tuvieron concertado en la plaza del pueblo hacerle otras muchas maneras de fiestas, y así llevaron al D. Bartolomé Colón y cristianos a verlas. Estando en ellas, salen súbitamente dos escuadrones de gente armada con sus arcos y flechas, desnudos empero, y comienzan a escaramuzar y jugar entre sí, al principio
Los juegos de pelota y demás celebraciones que se escenificaban en el batey congregaban a miembros de diferentes aldeas. Por eso, los grandes bateyes o plazas se construían fuera de los poblados y se convertían en un lugar de encuentro entre aldeas que hacía las veces de mercado durante los días
como en España, cuando se juega a las cañas; muy poco a poco
de competencia, propiciando la comunicación de las ideas, la
comienzan a encenderse, y como si pelearan contra sus muy capi-
socialización y el intercambio de productos por medio de las
tales enemigos, de tal manera se hirieron, que cayeron en breve
apuestas que se hacían durante estas competencias.298
149 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
escenas, acontecimiento que Las Casas informa con asombro:
Marcio Veloz Maggiolo considera las apuestas un elemento
fuera de los poblados pueden considerarse como un punto de
importante en el juego de pelota taíno y señala, citando a
encuentro equidistante entre varias comunidades, e incluso
Ángel Rosenblat, que ese aspecto también estaba presente
podían servir para delimitar fronteras o divisiones territoriales
entre los otomacos de la actual Venezuela,299 cuyas prácticas
entre varios cacicazgos.302
deportivas tienen mucha similitud con las taínas, lo cual sugiere que el juego de pelota ingresó a las islas antillanas con las
Con relación a sus actividades comerciales, cabe señalar que
inmigraciones arahuacas. Por su parte, Ricardo Alegría tam-
los conocimientos numéricos de los taínos no llegaban más
bién resalta el factor apuesta implícito en estas competencias
allá del número veinte. Usaban para sumar y restar los dedos
y lo conceptúa como una modalidad de trueque, costumbre
de las manos y pies, y cuando las cifras eran altas se referían
que fue descrita por Las Casas:
a dedos y manos varias veces. El poco desarrollo matemático,
En estas islas comutaban sus cosas largamente de esta manera:
sin embargo, no impedía el uso de otras unidades de medida
que si yo tenía una cosa, por preciosa que fuese, como un grano
como el montón agrícola, los ovillos de algodón y recipientes
de oro que pesase cient castellanos, lo daba por otra que no valía
tales como cestas y petacas. Las Casas dice que hasta el diez
sino diez y esto acostumbraban mucho en los juegos de pelota:
cada número tenía su nombre, pero solo recordaba el de los
cada uno ponía lo que tenía, no curando si era más o mayor.300
cuatro primeros: al uno lo llamaban hequetí, al dos yamocá, al tres canocum y al cuatro yamoncobre.303
También, Roberto Cassá, al destacar la función ceremonial de
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
150
los juegos de pelota, considera que incidían en el intercambio
Por otro lado, tal y como sucede en las avanzadas culturas me-
de productos: «al mismo tiempo que este juego tuvo finali-
soamericanas, hay autores que le atribuyen al juego de pelota
dad de diversión y expresaba concepciones religiosas, sirvió
antillano un simbolismo religioso y un sentido ritual cosmogó-
de medio de cambio incipiente, a través de las apuestas que
nico que refleja la percepción que tenían los taínos del univer-
se derivaban en él, haciéndose de acuerdo a la puntuación
so. En tal sentido, hay plazas que, por su compleja estructura y
que se necesitaba para triunfar».301 Estos intercambios proto-
su ubicación geográfica, se prestan para las observaciones as-
colares y las apuestas que se hacían en los juegos de pelota
tronómicas y la interpretación de las constelaciones. Algunos
tuvieron una importante repercusión en el plano cultural, con-
de estos emplazamientos están orientados en dirección a la
tribuyendo a la expansión y homogeneidad del arte taíno, y,
salida o la puesta del sol en consonancia con los solsticios de
en especial, de la cerámica chicoide, que alcanzó una gran
verano y de invierno y los equinoccios de primavera y otoño,
difusión en la isla Española.
cumpliendo una función calendárica vinculada a la sacralización del tiempo ecológico y al ciclo anual de la naturaleza con
El carácter de mercado o feria que se atribuye al batey taíno
sus manifestaciones estacionales que marcan las temporadas
justifica la ubicación de algunas de estas plazas ceremoniales
agrícolas.304
fuera del entorno de las aldeas. De ese modo, concuerda con el modelo tradicional del mercado periférico distante de los poblados, como el suq o zoco de los bereberes en el desierto o los puestos de comercio del reino de Dahomey, que responde al propósito de alejar del centro político el lugar de las transacciones cuando se trata de un comercio exterior al grupo. Estas plazas que se situaban en lugares estratégicos
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
151
Escenificación de las luchas corporales entre los taínos.
Los bailes o areitos Los bailes o areitos
El areito fue una de las principales manifestaciones ceremoniales y sociales del pueblo taíno. Se celebraba frecuentemente en la plaza de la aldea y consistía en cantos y bailes al son de una lenta cadencia. Los miembros del poblado, tomados de los hombros formando hileras, entonaban canciones que transmitían la tradición oral en torno a los mitos de la creación y las características de sus cemíes, al igual que sobre los orígenes de los clanes y los hechos relevantes protagonizados por los caciques. A estas festividades los hombres y las mujeres acudían luciendo sus mejores adornos y llevaban el cuerpo pintado con tin-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
152
tes rojos, blancos y negros. También se adornaban con sartas de caracoles y semillas que hacían las veces de sonajas, ayudando a los danzantes a mantener el ritmo. Durante la ceremonia ingerían ciertos brebajes embriagantes obtenidos quizás del jugo de la piña o del maíz. El eminente intelectual Pedro Henríquez Ureña sintetiza así la significación del areito: «tal rito compendiaba todo el arte coreográfico, musical y poético de los antillanos».305 Del areito taíno se conserva la excelente narración del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, quien, con lujo de detalles, describió en su Historia natural y general de las Indias306 esa danza colectiva celebrada para rememorar los relatos mitológicos, festejar los acontecimientos sociales y conmemorar las alianzas o los enfrentamientos bélicos entre las tribus. De modo que los areitos permitían crear espacios para la sociabilización y el afianzamiento de los lazos de confraternidad entre las tribus.
Monolito con una figura antropomorfa que muestra un círculo central alusivo a la connotación mítica que los taínos le atribuían al ombligo. (NMNH, Smithsonian Institution)
Un ejemplo de ello fue la amistad entablada entre Mayobanex, jefe de los aguerridos ciguayos, y Guarionex, cacique de Maguá, cuando este último le enseñó a bailar el areito junto a su esposa. Los vínculos que los unieron a partir de ese hecho llegaron a tal extremo que, cuando Guarionex rompió su pacto con los conquistadores, Mayobanex le ofreció refugio en Samaná, en el escarpado territorio de los ciguayos.307 Los areitos también se realizaban, a modo de danza premonitoria, con antelación a las incursiones guerreras. Este fue el caso del cacique Hatuey, quien tras escapar de la penetración española en el territorio de Guahaba, en la costa norte de Haití, se trasladó a Cuba, donde celebró un gran areito para advertir a los taínos de Maycí, en el oriente cubano, sobre la violencia de los conquistadores.308
Collar de olivas sonoras y maraca de madera, instrumentos musicales empleados en los areitos.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Petroglifos con rasgos humanos y de animales situados en los linderos de la plaza ceremonial de Caguana, Puerto Rico. ©Héctor Méndez Caratini Vista del batey o plaza ceremonial de Caguana. ©Héctor Méndez Caratini
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Representación imaginaria de un areito taíno con un mayohabao o tambor confeccionado en un tronco ahuecado.
En otros casos, los areitos tenían la finalidad de agasajar a un huésped distinguido, como sucedió con el adelantado Bartolomé Colón, quien fue recibido por Bohechío y su hermana Anacaona con un gran areito en su honor.309 Del mismo modo, unos años después, para festejar al gobernador Nicolás de Ovando y al séquito que lo acompañó en su viaje al cacicazgo de Jaragua, Anacaona les ofreció un memorable areito en el que participaron trescientas doncellas que «adornaban sus cabezas con guirnaldas de flores y hierbas variadas yendo desnudos en los demás cargados así de conchas, golpeando la tierra con los pies, saltando, cantando y danzando».310 Pero las muestras de hospitalidad ofrecidas por los taínos no fueron correspondidas de la misma manera. Se les hizo injusta guerra, y aquel pueblo que tenía «una habla la más dulce del mundo y mansa y siempre con risa»311 enmudeció para siempre ante el impacto avasallador de la conquista.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Corral de los Indios, en San Juan de la Maguana, RD. Publicado por Robert Schomburgk (1851).
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Losinstrumentos instrumentos musicales Los musicales
Entre los instrumentos musicales utilizados en los areitos, al
Los cronistas documentan también la existencia de trompetas
igual que en el ritual de la cohoba, sobresalía el mayohabao,
de madera a las que llaman «bocinas de palo».315 Asimismo,
un tambor de hendidura confeccionado a partir de un tronco
tenían maracas o sonajeros que podían ser de madera o del
ahuecado que se colocaba en el suelo y se tocaba con un
fruto seco del higüero, al que le introducían pequeñas piedras
mazo de madera. Su ritmo acompasaba la secuencia sonora
para provocar sonoridad, de forma muy parecida a como se
de las ceremonias, induciendo al oficiante al trance extático.
elaboran en la actualidad. Otros instrumentos musicales eran
Sobre estos tambores, cuyos sonidos podían transmitirse a
las flautas de caña, las ocarinas de barro316 y los silbatos del
gran distancia permitiendo la comunicación entre las aldeas,
fruto seco del corozo (Acrocomia quisqueyana Bailey).317
Pané observa lo siguiente: Y este instrumento tocan, el cual tiene tanta voz que se oye a legua y media de distancia. A su son cantan canciones, que aprenden de memoria; y lo tocan los hombres principales, que tumbre.312
Ya mencionamos las sartas de semillas y caracoles (generalmente, Oliva sp.) que, ceñidas al cuerpo de los danzantes, producían gran sonoridad. De las grandes conchas de los moluscos gastrópodos (Strombus gigas, Cassis madagascariensis Lam. y Charonia variegata), obtenían fotutos o trompetas cortándoles el ápice para formar la boquilla por donde se soplaba el instrumento. Los fotutos fueron empleados por los esclavos cimarrones para advertir de la presencia de perseguidores o ranchadores de esclavos cerca de los manieles o palenques.313 Aún hoy las trompetas de caracol se usan en las comunidades rurales para emitir señales de aviso cuando fallece alguna persona o comunicar el tipo de carne disponible para la venta en la carnicería.314
Fututo o trompeta de caracol (Charonia variegata). Ocarinas de semilla de palma de corozo y de barro cocido.
159 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
aprender a tañerlo desde niños y a cantar con él, según su cos-
TAร NOS, ARTE Y SOCIEDAD
160
Maracas monรณxilas de madera. Arriba (CCELJ); abajo (FGA)
Las maracas monóxilas Las maracas monóxilas
de una cuerda de cabuya o henequén (Furcraea hexapetala
significativo a nuestra música vernácula. Están asociadas des-
–Jacq– Urb.), agregándole arena silícea a modo de abrasivo,
de tiempos inmemoriales a las festividades y ceremonias re-
cuya fricción produce un corte relativamente rápido. Las dos
ligiosas de los pueblos primitivos. En la ritualidad chamánica
barras sueltas de forma trianguloide que, a manera de bada-
cumplen una función de primer orden en las prácticas mági-
jos, encierran las maracas en su interior quedaban formadas
co-curativas; de ahí que en muchos casos tengan decoraciones
por seis de estos cortes transversales.319 En algunos casos, los
con una carga simbólica vinculada a atributos que favorecían
topes de estos instrumentos tienen grabadas figuras que re-
los rituales propiciatorios. Además, estaban adornadas con
presentan a los espíritus que convocaba el oficiante durante
manojos de vistosas plumas que debían remitir a propiedades
el éxtasis de la cohoba. De ahí que cuando contemplamos de-
emanadas de las fuerzas sobrenaturales representadas por las
tenidamente estas maracas aborígenes sentimos la sensación
aves, contribuyendo a la comunicación con los espíritus que
de estar ante un objeto de gran espiritualidad que nos intriga
mediaban en la sanación de los enfermos.
profundamente, ya que encierra cierta magia evocadora que resuena como un eco del pasado.
Hasta hace poco tiempo se creía que todas las maracas taínas se hacían con el fruto del higüero y que eran muy similares a las que en la actualidad se fabrican artesanalmente. Mas la aparición de maracas monóxilas de madera en Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo revela una nueva tipología que denota la pericia alcanzada por los artífices taínos en la talla de este material.318 La característica más singular de estas maracas monóxilas es que tienen una parte superior periforme que contiene en la cámara dos barras sueltas esculpidas del mismo trozo en el que se talló la pieza. Al sacudirse el instrumento, estas producen un sonido que se cuela por las ranuras transversales emitiendo un timbre muy peculiar de gran sonoridad. Para obtener las ranuras transversales y liberar las barras interiores que facilitan la mecánica funcional del instrumento, se habría empleado como procedimiento de corte el roce
161 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Se considera que las maracas son el aporte prehispánico más
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
162
Indígena haciendo las ranuras a una maraca con una soga de cabuya.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
163
Maracas hechas con el fruto seco del higüero. ICANH, Colombia.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
164
Ilustración alegórica a la fascinación que sentían los taínos por los cascabeles metálicos usados en los trueques o intercambios comerciales durante el período indohispano.
La delos loscascabeles cascabeles La sonoridad sonoridad de
Los nativos de las Antillas eran muy aficionados a la música.
Por otra parte, los cascabeles se usaban como unidad de
Por eso los cascabeles metálicos introducidos por los españo-
medida para cobrar el tributo en oro impuesto por Cristóbal
les tuvieron una gran aceptación entre ellos, tal y como revela
Colón a los habitantes del cacicazgo de Maguá. Así, se cons-
fray Bartolomé de las Casas en su Historia de las Indias:
tituyeron en la primera unidad de medida improvisada por los
Entretanto que él [Guacanagarí] hablaba con el Almirante, vino
uso, Las Casas refiere:
oro, los cuales quería dar por un cascabel, porque otra cosa tan-
Impuso el Almirante a todos los vecinos de la provincia de Cibao
to no deseaban; la razón era porque los indios desta isla, y aun
y a los de La Vega Real, y a todos los cercanos a las minas, todos
de todas las Indias, son inclinatísimos y acostumbrados a mucho
los de catorce años arriba, de tres en tres meses un cascabel de
bailar, y para hacer son que les ayude a las voces o cantos que
los de Flandes, digo lo hueco de un cascabel, lleno de oro, y sólo
bailando cantan y sones que hacen, tenían unos cascabeles muy
el rey Manicaotex daba cada mes una media calabaza de oro
sotiles, hechos de madera, muy artificiosamente, con unas pie-
llena, que pesaba tres marcos, que montan y valen 150 pesos
drecitas dentro, los cuales sonaban, pero poco y roncamente.
de oro o castellanos; toda la otra gente no vecina de las minas
Viendo cascabeles tan grandes y relucientes y tan bien sonantes,
contribuyese con una arroba de algodón cada persona. […]: Des-
165
más que a otra cosa se aficionaban, y cuanto quisiesen por ellos o
pués, cognosciendo el Almirante que los más de los indios en la
cuanto tenían, curaban, por haberles, de dar; llegando cerca de la
verdad no lo podían cumplir, acordó de partir por medio el casca-
carabela, levantaban los pedazos de oro diciendo «Chuque, chu-
bel y que de aquella mitad llena diesen el tributo […]324
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
otra canoa de otro lugar o pueblo que traía ciertos pedazos de
conquistadores españoles en el Nuevo Mundo.323 Sobre ese
que, cascabeles», que quería decir: «Toma y daca cascabeles».320
A la sonoridad de los cascabeles españoles se sumaba el interés que profesaban los indígenas por las piezas de metal, en especial por las de bronce o de latón, a las que les conferirían atributos divinos, «como a cosa venida del cielo».321 Por eso los cascabeles metálicos fueron uno de los objetos más usados en las transacciones o rescates durante el periodo de contacto indohispano. De igual forma se emplearon como abalorios llamados cacona, que en lengua taína quería decir «galardón», los cuales fueron utilizados como medio de pago para cubrir los jornales de los indígenas sometidos al régimen de las encomiendas.322
Cascabel de barro de la cultura taína.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
166
Ídolo o cemí cefaloforme de apariencia espectral, relacionado con el culto de los difuntos. (MHAA, UPR)
Mitología y religión Creencias mitológicas
Creencias mitológicas En las sociedades primitivas los mitos compendian las creencias sobre los orígenes del universo y la relación existente entre el mundo real y el sobrenatural. De modo que en los relatos mitológicos de los taínos se revela su cosmogonía, es decir, sus creencias sobre el origen del universo y del género humano, al igual que sobre las fuerzas espirituales que regían la vida en el más allá e intervenían en el acontecer de los fenómenos naturales y en la fertilidad de la tierra.
Aragón y que luego pasaría a formar parte de la primera Década. Los apuntes de Pané también fueron conocidos por fray
Los taínos creían en la existencia de un ser supremo y pro-
Bartolomé de las Casas, quien tomó muchas informaciones
tector, inmortal e invisible, al que llamaban Yócahu Bagua
sobre las creencias ancestrales de los taínos para los capítulos
Maórocoti, poderoso señor de la fecundidad y de las fuerzas
CXX, CLXVI
genésicas de la tierra y el mar, al que nadie podía ver y cuya
Posteriormente, la Relación de fray Ramón Pané fue incluida
morada estaba en el cielo. Su madre era Atabey o Attabeira,
en su totalidad en el capítulo LXI de la Historia del almirante
aunque también tenía otros nombres según sus atribuciones.
don Cristóbal Colón, escrita en español por su hijo Hernando.
y CLXVII de su Apologética historia de las Indias.
parturientas. De igual manera, concebían otras divinidades o
El manuscrito de Pané permanece todavía perdido, sin que nada
cemíes que habitaban en el cielo o Turey.325 Las creencias mi-
se sepa de su paradero, y la obra de Hernando Colón quedó
tológicas de los taínos fueron recopiladas por Ramón Pané, un
inédita al morir su autor en 1539, aunque de la misma existe una
fraile de la orden de San Jerónimo a quien Cristóbal Colón,
traducción al italiano realizada por Alfonso de Ulloa e impresa en
siendo gobernador de la Española, le encomendó en 1494
Venecia en 1571. Por consiguiente, las indagaciones realizadas
que, dado su conocimiento de algunas de las lenguas que
por José Juan Arrom determinan que lo único que se conoce,
hablaban los naturales de la isla, se «ocupara de aprender y
hasta el presente, de la Relación de Pané es el resumen en latín
saber de las creencias e idolatría de los indios». Las indagacio-
de Pedro Mártir, el extracto en español de Las Casas y la traduc-
nes realizadas por Pané fueron recogidas en su Relación acer-
ción al italiano de la obra de Hernando Colón hecha por Ulloa.
ca de las antigüedades de los indios, que constituye el primer
Aun así, la recopilación de fray Ramón Pané es fundamental para
compendio etnográfico escrito por los europeos en América.
conocer la cosmovisión de los taínos y sus relatos mitológicos
Al recibir Colón de manos de su autor el manuscrito de la Re-
acerca del nacimiento de la tierra y el mar, la ocurrencia de los
lación, lo llevó a España al retorno de su tercer viaje. El docu-
fenómenos atmosféricos, la aparición de los seres humanos y la
mento fue consultado por Pedro Mártir, que lo compendió en
existencia de la vida sobrenatural, e incluso para identificar las
una extensa epístola en latín dirigida al cardenal Ludovico de
imágenes y los atributos de varios de sus íconos o cemíes.326
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Era señora de la luna, diosa de las aguas y protectora de las
167
Entre esos mitos están los relativos a la creación del sol y la
por el sol después del amanecer y se convirtió en pájaro
luna, astros que según sus creencias salieron de una cueva
que canta por las mañanas, igual que el ruiseñor (Minus
llamada Mautiatihuel, donde habitaban dos cemíes gemelos
polyglottos), cuyo nombre era Yahubabayael. Otro caso de
hechos de piedra, Boínayel y Márohu, considerados dioses
estas mutaciones entre seres humanos y animales es el de
protectores a los que se invocaba para atraer la lluvia necesa-
los niños recién nacidos que clamaban toa toa pidiendo que
ria para las cosechas.
los amamantaran, y que fueron convertidos en ranas o tonas para que no lloraran por la ausencia de sus madres, llevadas
Del mismo modo, los taínos imploraban a la diosa Guaban-
con engaños por el cacique Guahayona a la isla de Matininó
cex, que habitaba en la región de un gran cacique llamado
en busca de joyas de guanín. A su vez, Opiyelguobirán era
Aumatex, para que calmara los vientos. Guabancex se hacía
un cemí tallado en madera que tenía cuerpo de animal con
presente desatando la furia de los huracanes, que arrasaban
cuatro patas «como de perro», pero su cabeza era humana.
los árboles y echaban por tierra los bohíos. Su pregonero era
De él refiere Pané que estaba bajo el cuidado del cacique
Guatauba, que anunciaba su llegada con el resplandor de
Sabananiobabo y salía del bohío por las noches para internarse
los relámpagos, las tronadas y los rayos. Un cemí de nombre
en la selva.
Coatrisquie desbordaba las aguas de su cauce para provocar destructivas inundaciones. En otros capítulos de la Relación de Pané, se cuentan las pe-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
168
ripecias de Yaya, quien dio muerte a su hijo Yayael e introdujo sus huesos en una calabaza que colgó dentro de su vivienda. Pasado un tiempo, Yaya, para complacer a su mujer, que quería ver los huesos de su hijo, trató de bajar la calabaza, pero esta cayó al suelo y los huesos se convirtieron en peces. Tiempo después llegaron cuatro hermanos gemelos hijos de Itiba Cahubaba y mientras comían los peces fueron sorprendidos por Yaya. Entonces, al querer colgar precipitadamente la calabaza, esta se rompió, y fue tanta el agua y los peces que salieron de ella que llenaron toda la tierra dando origen al mar. Tenían la creencia de que algunos animales habían intervenido en la formación del género humano. Tal es el caso del inriri o pájaro carpintero (Melanerpes straitus), que había formado con su pico el sexo de las mujeres, al igual que hacía agujeros en los troncos de los árboles. Otro tanto sucedía con el indio Yuhubaba, que, al recoger una hierba llamada digo con la que los indios se frotaban el cuerpo al bañarse, fue sorprendido
Pájaro carpintero o inriri, ave que en la mitología taína hizo con su pico el sexo de las mujeres.
Así pues, como observa el antropólogo Claude Lévi-Strauss, en el pensamiento mitológico los hombres se confunden con los animales y ambos actúan conjuntamente.327 Por eso, en los tiempos a que aluden los mitos, algunos animales son considerados como los ancestros de las tribus, estableciéndose un fuerte sentido de parentesco u homogeneidad que, en cierto modo, los hacía partícipes de la condición humana.328 Cabe señalar que los estudiosos de la mitología taína coinciden en que esta tiene sus orígenes en el cuerpo de creencias de los pueblos aborígenes que habitaban en la foresta tropical sudamericana.329 De hecho, muchos de los mitos sudamericanos muestran gran similitud o analogía con los antillanos, y ciertos elementos estructurales de estos últimos se asemejan a los de sus antecesores continentales, a pesar de la distancia geográfica entre ellos. Esto corrobora, al margen del tiempo transcurrido y de las transformaciones y adaptaciones al ecosistema insular, una estrecha vinculación entre los taínos y el tronco etnolingüístico de los arahuacos sudamericanos, como gráficas y arqueológicas.330 A pesar de la hecatombe demográfica que dio al traste con
[…] En el caso del pueblo taíno, lo que aquel pueblo creó y creyó
las sociedades indígenas de las Antillas, las expresiones mito-
ha influido en la actual cultura de las Antillas más de lo que se
lógicas de este universo humano y cultural no desaparecieron
sospecha. Existe amplia experiencia documental para demostrar
del todo. Permanecieron enraizadas en el mestizaje que dio
que los indígenas fueron diezmados, pero no exterminados. De
origen a la población criolla durante la colonización. Y gracias
modo que en el inicial proceso de convivencia y transculturación,
a la tradición oral se mantuvieron en el imaginario colectivo numerosas creencias y costumbres de inconfundible filiación aborigen. De lo anterior se deriva la reflexión que hace José Juan Arrom en su libro Mitología y artes prehispánicas de las Antillas:
Potiza con cara antropozoomorfa. (FGA)
junto con lo material y visible de sus modos de hacer, también han transmitido algo de lo recóndito e inapresable de sus modos de sentir. Enterarnos de cómo percibían el mundo y representaban las fuerzas de la naturaleza habrá de ayudarnos a descubrir soterradas raíces míticas en ciertas creencias religiosas y en determinadas creaciones artísticas de los antillanos de hoy.331
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
169
ha sido establecido plenamente por las investigaciones etno-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
170
Prácticas funerarias Prácticas funerarias Los taínos practicaron varios ritos funerarios. Al creer en la
sidía la esencia del ser. Esto conllevaba la conservación de las
existencia de una vida después de la muerte, enterraban a los
calaveras en una cesta dentro de la vivienda con la intención
muertos colocando junto a ellos sus más preciados objetos
de honrar la memoria de un antepasado importante para los
de uso personal, al igual que comida y bebida, para que los
clanes.336 Así lo señala Las Casas al comentar en su Historia de
acompañaran en su viaje al más allá. Si quien moría era un
Indias el Diario de Colón:
cacique, en algunas regiones se acostumbraba a enterrar viva, junto a él, a su esposa principal. Como sucedió con Bohechío,
Dice también el Almirante, que ciertos marineros hallaron en casa de aquel pueblo o de otro allí, una cabeza de hombre dentro en
que fue sepultado junto a su esposa Guanahattabenechena
un cestillo cubierto con otro cestillo y colgado de un poste de
y dos de sus esposas secundarias.
la casa, y de la misma manera otra en otra población. Creyó el
332
El cronista Gonzalo Fer-
nández de Oviedo refiere que, como parte del ritual funerario
Almirante que debía ser de algunos principales del linaje […].337
de los caciques, a la mujer sometida a tal sacrificio se la denominaba Atheveane Nequen.333
Además de conservar los cráneos en los bohíos, también los empleaban para confeccionar la cabeza de los cemíes de algodón, dedicados al culto de los ancestros, lo cual es una cla-
personajes notables su cuerpo se sujetaba con vendas de al-
ra demostración de sus creencias animistas ya que invocaban
godón. Luego se enterraba sentado o acuclillado en un dúho
las fuerzas de los espíritus por medio de la conservación de
dentro de una bóveda construida con leños que hacía las ve-
los huesos.338
ces de cámara funeraria. Mientras, los miembros de la aldea rememoraban en los areitos sus hazañas guerreras y otros hechos sobresalientes de su vida.334 En el caso de los individuos comunes, el cuerpo se cubría con mantas o, en su defecto, se envolvía en una hamaca, con el propósito de que no entrara en contacto con el suelo, como todavía sucede entre algunos pueblos indígenas del área orinoco-amazónica.335 Los cadáveres se disponían de varias maneras, aunque por lo general se sepultaban en posición fetal, prefigurando de este modo su nuevo nacimiento en el panteón donde habitaban los espíritus, más allá del plano terrenal. Entre las prácticas funerarias taínas también existía la costumbre de separar la cabeza del cuerpo del difunto con fines rituales, al considerarla la parte principal del sujeto, donde re-
Guaíza o carátula de concha con la imagen de algún antepasado. (FGA)
171 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Según narran las crónicas, cuando morían el cacique y otros
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
172
El mundo de los desaparecidos
Los taínos creían que, después de la muerte, los espíritus u opías iban a morar al Coaybay, «que estaba en un lado de la isla, llamado Soraya».339 Allí permanecían recluidos durante el día, y por la noche salían a pasear y comían el fruto de la guayaba (Psidium guajava L.). Las opías asumían la apariencia tanto de animales como de familiares cercanos y de otras personas fallecidas. También los heraldos o pregoneros del señor Maquetaurie Guayaba, que regía los designios en el tenebroso mundo de ultratumba, adquirían forma de animales para aparecerse ante la gente como portadores de malos augurios. En las sociedades de carácter clánico, se considera que, al morir las personas, se liberan sus espíritus. La influencia de estas fuerzas o potencias sobrenaturales infunde temor, por tepasados, especialmente de los difuntos recientes, con la finalidad de apaciguarlos y revertir su potencia espiritual para ponerla al servicio de la protección personal o de la comunidad en general. Según los testimonios recopilados por Pané, la forma de reconocer a los muertos era tocándoles el vientre con la mano: […] si no les encuentran el ombligo, dicen que es operito, que quiere decir muerto: por esto dicen que los muertos no tienen ombligo. […] Estando viva la persona, llaman al espíritu goeíza, y después de muerta, le llaman opía; la cual goeíza dice que se les aparece muchas veces tanto en forma de hombre como de mujer, y dicen que ha habido hombre que ha querido combatir con ella, y que, viniendo a las manos, desaparecía, y que el hombre metía los brazos en otra parte sobre algunos árboles, de los cuales
La creencia de que los muertos se aparecían entre los vivos desprovistos del obligo tiene hasta cierto punto una explicación lógica, por ser el ombligo una huella de nuestra vida prenatal. En tal sentido, si una persona fallecida vuelve a la vida por una vía sobrenatural no ha necesitado del cordón umbilical para renacer; por tanto, en la religiosidad taína la ausencia de ombligo es indicativa de estar en presencia de un difunto. A pesar de la lejanía en el tiempo y de las adaptaciones propias de la tradición oral, dicha creencia aún hoy se mantiene en el folklore dominicano. En varias comunidades rurales de
quedaba colgado. Y esto lo creen todos en general, tanto chicos
la República Dominicana se cree que los muertos salen de no-
como grandes; y que se les aparece en forma de padre, madre,
che y que no tienen ombligo sino un gran agujero por el cual
hermanos o parientes, y en otras formas.340
se puede ver una vela encendida.341
Enterramiento taíno. Sala de Arte Prehispánico. (FGA) Plato con una figura estilizada de murciélago a manera de asas. (FGA)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
173
lo que se intenta invocar o reverenciar la memoria de los an-
Los espíritus alados de la muerte
El pensamiento animista propio de los pueblos primitivos le atribuye vida y poderes a la naturaleza. De ahí que, en el estadio inicial del desarrollo cultural, los animales representan rasgos y manifestaciones propios de los humanos, y encarnan a seres mitológicos que actúan y sienten como estos. Asimismo, los humanos, mediante ciertos ritos y alucinaciones somáticas, reciben imaginariamente la fuerza y las habilidades de los animales.
dad y a la vida sobrenatural. Esta constante metamorfosis se evidencia claramente en sus realizaciones plásticas por medio
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
174
En aquellos tiempos remotos en que suceden los relatos
de un isomorfismo plasmado en imágenes de doble conteni-
míticos, los seres vivientes tienen una doble existencia y se
do que evocan tanto al espíritu humano como a las especies
convierten, a voluntad, en personas o en animales. Además,
animales en las que aquel se transmuta para reaparecer entre
dentro de estos últimos algunos eran considerados como los
los vivos.
ancestros o tótems de las tribus, estableciéndose con ellos un fuerte sentido de parentesco que, en cierto modo, los hacía
Entre los animales asociados a las creencias mitológicas taínas
partícipes de la condición humana.
De ahí que muchas más-
«acerca de andar vagando los muertos, y de qué manera son,
caras rituales reproduzcan imágenes zoomorfas para conferir
y qué cosa hacen»,346 están el murciélago (Artibeus jamaicen-
a los portadores una condición especial que les permite apro-
sis) y la lechuza (Strigidea, Sp.),347 que por sus hábitos noctur-
piarse de la esencia y las habilidades del animal representado
nos y siniestra apariencia se relacionan con los espíritus de los
por la máscara.
antepasados y otros seres del panteón animista aborigen, los
342
343
cuales se desplazan al amparo de las sombras de la noche.348 El pasaje mítico donde se difuminan las diferencias entre hom-
De ahí lo referido por Pané: «Y los sobredichos muertos no
bres y los seres sobrenaturales, que a los ojos de los pueblos
se les aparecen de día, sino siempre de noche; y por eso con
primitivos resultan íntimamente intercambiables,
gran miedo se atreve alguno a andar solo de noche».349
344
adquiere
una especial connotación en lo referente a los espíritus de los muertos, que se aparecen preferentemente bajo la forma de
Por consiguiente, la presencia de murciélagos y lechuzas tanto
algún animal que se constituye en el álter ego de la persona
en los objetos rituales como en los de uso corporal y doméstico
fallecida.
se puede interpretar como la representación de las ánimas au-
345
sentes de los antepasados, que a través de estos animales adEn la cultura taína es frecuente esta interacción antropozoo-
quieren corporeidad. Sus imágenes se invocan para atraer las
morfa, un recurso mitológico con el que se pretende respon-
potencias protectoras de los buenos espíritus y alejar presagios
der antiguas interrogantes en torno al origen de la humani-
funestos y asechanzas malignas provenientes del inframundo.
El murciélago y las opías
En el caso de los murciélagos, su vinculación con las opías ha sido motivo para que su sobrecogedora figura aparezca con frecuencia en los adornos personales y en los artefactos rituales de la ceremonia de la cohoba, así como en múltiples vasijas y otros objetos de carácter doméstico y cotidiano.350 En opinión del arqueólogo cubano René Herrera Fritot, «en este tipo quiroptérico, con todas sus modalidades, es donde puede apreciarse bien el exquisito arte alfarero taíno y ver hasta dónde puede llegar en la estilización de los motivos que captó a la naturaleza».351 Ciertamente, los taínos, imbuidos de la connotación espectral que atribuían al murciélago, elaboraron una rica gama de motivos quiropteriformes que van desde extendida hasta sutiles estilizaciones inspiradas en el contorno de las alas donde la figura se descompone conceptualmente en sus elementos más simples. La representación de las alas del murciélago es un tema preponderante en el arte taíno que sigue una tradición cultural cuyo origen se remonta a los ancestros, provenientes de la zona orinoco-amazónica del subcontinente sudamericano.352 Es usual que las intimidantes alas de este mamífero se reproduzcan estilizadamente en las asas de las vasijas, algunas de las cuales alcanzan un tamaño considerable que contrasta con las reducidas dimensiones del recipiente, denotando claramente la intención de resaltar el sentido mítico representado en el objeto. La cara del murciélago también está plasmada ampliamente, sobre todo en las asas modeladas de los bordes de las vasijas. Estos esbozos cefaloformes se conocen entre los colecVasija con asas arqueadas en forma de murciélago. (FGA)
cionistas de arte taíno como las características «caritas». En el pasado, fueron identificadas por los arqueólogos como
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
175
la forma realista o figurativa del animal con la membrana alar
monkey face o monkey type,353 ya que muchas de ellas pa-
manidad cavernícola que, según las creencias animistas aborí-
recen de simio. Pero, tal y como observa Herrera Fritot, se
genes, estaba integrada por gentes que, al igual que los mur-
trata, en realidad, de caras de murciélagos humanizadas que
ciélagos, vivían ocultas en las cuevas para no ser sorprendidos
evidencian el isomorfismo entre estos animales y el espíritu
por el sol y transformados en rocas o animales.
de la muerte. Incluso en algunos ejemplares se advierte el in-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
176
confundible apéndice nasal que caracteriza a los murciélagos
Acerca de las creencias sobre los espíritus de los muertos,
filostómidos.
Pané señala lo siguiente:
354
Al igual que en otras culturas indígenas del Nuevo Mundo,
Dicen que durante el día están recluidos, y por la noche salen a pasearse, y que comen de un cierto fruto, que se llama guayaba
como es el caso de los indios de Brasil estudiados por Franz
[...]. Y para conocerlos observan esta regla: que con la mano les
Boas, los taínos solían estereotipar la imagen del murciélago
tocan el vientre, y si no les encuentran el ombligo, dicen que es
mediante la conjunción de tres triángulos adyacentes.
operito, que quiere decir muerto: por esto dicen que los muertos
355
Los
triángulos de líneas incisas entrecruzados aparecen en la su-
no tienen ombligo.358
perficie de las vasijas taínas formando bandas decorativas que imprimen dinamismo al conjunto, a la vez que una connotación
Con relación a este pasaje mitológico, los murciélagos frugí-
simbólica. De esta manera, por medio de la articulación de los
voros, entre ellos la especie Artibeus jamaicensis, que es la
triángulos se logra captar los rasgos esenciales del animal con
más común en la isla Española, tienen una especial predilec-
unos trazos simples y esquematizados propios de la síntesis del
ción por la guayaba, lo que permite vincular al murciélago con
arte primitivo.
las nocturnas opías, pues, como ya vimos, según las creencias
356
de los taínos, los espíritus de los muertos tenían esa misma Las imágenes quirópteras también se reproducen en los pe-
predilección y, al igual que los murciélagos, estaban recluidos
troglifos y las pictografías que aparecen en las cavernas para
durante el día.359 Por eso no es de extrañar que la primera opía
plasmar la conceptualización de los seres míticos que habi-
de la isla Española, es decir, el alma del primer indígena que
tan en la penumbra.
Por ello, no es descartable una remota
estuvo en el Coaybay, convertido en el señor de la Morada
parentela o filiación mítica entre el murciélago y aquella hu-
de los Muertos, llevara por nombre Maquetaurie Guayaba.360
357
Espátula vómica de doble hoja tallada en hueso. Muestra en su centro un murciélago estilizado. (FGA)
A su vez, el mito referido por Pané resalta la ausencia del ombligo en la caracterización de los muertos. Esta versión es significativa dado que las representaciones quiropteriformes, especialmente las modeladas en las asas de las vasijas cerámicas, presentan un hoyuelo circular en el centro de la figura que, conforme al carácter abstracto del arte taíno, puede ser interpretado como la ausencia de ombligo, ese elemento que establecía la diferencia entre vivos y muertos. Este agujero, que servía para colgar el recipiente, puede verse además como la ausencia del ombligo, por lo que constituye una clave esotérica de alto sentido iconográfico y simbólico, prueba de la vinculación de las opías con los murciélagos, al ser estos una de las formas adoptadas por las almas de los desaparecidos para reaparecer en el mundo de los vivos.361 De manera específica, Hilbert J. Spinden, refiriéndose al murciélago en Power Animals in American Indian Art, dice: en las Indias Occidentales en toda la amplitud de la cultura aruaca [sic], posteriormente individualizada por los artistas taínos. Creo que el murciélago que aparece en las figuras taínas significa que este animal representaba los espectros y los espíritus de los muertos.362
A su vez, este autor destaca que los cronistas interpretaron como advocaciones demoníacas las imágenes zoomorfas representadas en los objetos antillanos.363 Esto explicaría el furor iconoclasta ante los ídolos taínos, que conllevó la destrucción de muchos de ellos, ya que entre los cristianos de la época era usual caracterizar a los espectros infernales con rasgos de animales como las colas de serpiente y las alas extendidas de los murciélagos.364
Ilustración del fruto de la guayaba.
177 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
La más llamativa expansión de este poder animal se encuentra
Las lechuzas, mensajeras del Coaybay
Otro aspecto relevante de la iconografía taína son las figuraciones que acentúan los ojos de la lechuza, cuya penetrante mirada debía causar estupor en las sombras de la noche, dadas las creencias animistas de los taínos. A diferencia de los mitos y leyendas europeos en los que el búho era símbolo de sabiduría, llegando en la antigua Grecia a constituirse en el emblema de la diosa Palas Atenea, llamada más tarde Minerva, en el folklore americano la congénere del búho, la lechuza, habita en un mundo mítico diferente donde se considera la mensajera del Coaybay o panteón de los muertos.365 Al igual que la del murciélago, la imagen de la lechuza es muy
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
178
frecuente en los objetos de la cultura taína. Sus expectantes ojos son incorporados, con toda su posibilidad expresiva, en los modelados cefaloformes de las vasijas cerámicas y en los adornos lapidarios. En numerosos objetos arqueológicos los ojos de la lechuza semejan grandes cuencas oculares vacías, propias de la expresión de la calavera, lo que constituye una verdadera hibridez formal y conceptual que explica el isomorfismo que en el sentido mítico se atribuye a esta ave.366 José Juan Arrom ha postulado, a partir de sus indagaciones A veces, con la finalidad de humanizar la cara de la lechuza, se
folclóricas y etnográficas, que entre los taínos la lechuza fun-
le incorporan orejas humanas que muestran los lóbulos per-
gía como heraldo del señor del Coaybay. En tal sentido, el es-
forados para la inserción de los pasadores decorativos y los
peluznante chirrido del ave en la penumbra de la noche hacía
manojos de plumas que usaban los taínos para realzar su apa-
que se sobrecogieran de pavor al pensar que era el fúnebre
riencia. La cabeza del ave, con sus grandes ojos y prominente
mensaje de que una vida humana llegaba a su fin.367
pico, se destaca del resto del cuerpo, incluyendo las alas y las patas, generalmente minimizadas en hábiles estilizaciones. La
Al estudiar las prácticas del chamanismo en los pueblos pri-
sorprendente acentuación de los rasgos cefalozoomorfos está
mitivos, Mircea Eliade le atribuye al indumento ornitomorfo
relacionada con la creencia de que la cabeza portaba las esen-
un marcado significado en los ritos mágico-curativos, dada la
cias de la personeidad, que, tras la muerte, se transmutaban
facultad de volar de las aves, indispensable para ascender a
en el animal que constituía su nueva naturaleza mitológica.
la región cósmica donde habitan las almas de los muertos.368
Recipiente cuyo borde sugiere los penetrantes ojos de la lechuza. Colección Betty e Isaac Rudman. Olla con dos lechuzas estilizadas a modo de asas. Las bandas decorativas cercanas al borde están formadas por motivos incisos. (FGA)
Esta teoría antropológica explica por qué los behiques o cu-
Aún en la actualidad es común considerar a la lechuza, con
randeros taínos emplearon en su ajuar ceremonial múltiples
su espeluznante ulular, como un mal presagio que anuncia la
artefactos con imágenes de lechuzas y otras especies de aves.
muerte, lo que constituye una pervivencia de la mitología in-
Es el caso de las figuras ornitomorfas esculpidas en las espá-
dígena en el imaginario popular. El temor que actualmente se
tulas vómicas del ritual de la cohoba y en los majadores líticos
tiene tanto a murciélagos como a lechuzas, considerados se-
utilizados en la preparación de brebajes para los enfermos o
res espectrales y siniestros que habitan en lugares apartados,
en la pulverización del rapé alucinógeno que propiciaba la
propensos a la oscuridad de la noche, permite comprobar que
comunicación con los espíritus. Al asumir los behiques las fa-
las creencias taínas, al igual que otros aspectos de sus modos
cultades propias de las criaturas aladas, se sentían capaces
de hacer y de sentir, han logrado pervivir en el tiempo. Auna-
de emprender un vuelo cósmico para recuperar el alma del
das a los aportes europeos y africanos por medio del sincre-
enfermo arrebatada por los espíritus malignos.
tismo, estas creencias ancestrales forman parte esencial de la identidad cultural de los antillanos de hoy.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
179
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
180
Vista frontal y lateral de majador lítico con imagen de lechuza, ave que por sus hábitos nocturnos se vinculaba con el Coaybay o panteón de los muertos. (FGA)
TAĂ?NOS, ARTE Y SOCIEDAD
181
Potiza de forma acorazonada. Muestra en su cuello una cara de lechuza. (FGA)
El culto a los antepasados
Los taínos profesaban gran veneración a sus ancestros, con quienes mantenían una estrecha comunicación y dependencia espiritual. Su imagen tenía una especial trascendencia en las representaciones artísticas como un modo de invocar la fuerza de los espíritus. Ejemplo de ello son las cabezas efigies esculpidas con intención retratista o de individualización más o menos realista de algún antecesor en particular. O bien las carátulas y amuletos de acusados rasgos espectrales y usados como fetiches protectores. La alusión a los antepasados mediante los huesos no era gratuita ya que estos siempre se han considerado un símbolo de la muerte y, por tanto, remiten a los ancestros desaparecidos.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
182
Al parecer los taínos consideraban que al morir les esperaba en el otro mundo una vida no muy diferente a la que tenían en la tierra y creían que allí se reunirían con sus antecesores. Este aspecto se hace evidente en los apuntes de Cristóbal Colón sobre las costumbres, ceremonias y religión de los indios, transcritos por su hijo el cronista Hernando Colón en su Historia del Almirante, cuando al referirse a la partida de los muertos, dice: «[...] van a cierto valle, que cada cacique principal cree estar en su país, y afirman que allí encuentran a sus padres y a sus antecesores; que comen, tienen mujeres y se dan a placeres y solaces […]».369
Espátula vómica antropomorfa, colección Pierre y Nicole Domino. Cuenco cefaloforme con pronunciadas cavidades oculares que confieren una expresión calavérica a la imagen. (FGA)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
183
El cemí de algodón
Como ya hemos mencionado, para rememorar a los perso-
Con frecuencia estas novedades fueron enviadas a Europa
najes connotados o de alto rango en la jerarquía taína, con-
como trofeos de guerra o exóticos testimonios de las costum-
servaban sus cráneos en el interior de los cemíes de algodón.
bres y creencias de las gentes del Nuevo Mundo. Un ejemplo
Pedro Mártir de Anglería, en las Décadas del Nuevo Mundo,
del interés que suscitaron estas imágenes lo tenemos en fray
se refiere a estas representaciones iconográficas relacionadas
Francisco Ruiz, quien figura entre los primeros franciscanos
con el culto a los antepasados: «Construyen, en efecto, con
que llegaron a la isla Española: a su regreso a Castilla hacia
algodón tejido y relleno por dentro imágenes humanas senta-
1502, llegó cargado de «curiosidades» que incluían «un arca o
das, parecidas a los espectros nocturnos que nuestros artistas
dos de ídolos de diversas maneras» que entregó al arzobispo
pintan en las paredes».
de Toledo, cardenal Francisco Jiménez de Cisneros.373 Ya fue-
370
ra por atracción estética o interés científico, muchas de estas
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
184
Los impresionantes ídolos o cemíes antropomorfos de algodón
evidencias etnográficas fueron a parar a los anticuarios y gabi-
–que servían de receptáculo de la calavera de los ancestros–
netes o cámaras de curiosidades pertenecientes a personajes
llamaron poderosamente la atención del obispo de Santo Do-
ilustrados de la época, de donde en muchos casos pasaron a
mingo Alessandro Geraldini (1455-1523). Este ilustre prelado
engrosar las colecciones de los museos europeos.
consigna en su obra Itinerario por las regiones subequinocciales que envió como obsequio dos de estos númenes taínos al
Afortunadamente, se ha conservado hasta nuestros días un
papa León X para que fueran exhibidos en Roma, a la entrada
magnífico ejemplar de los extraordinarios íconos de algodón.
del Palacio Lateranense y en el vestíbulo de San Pedro, con la
Las primeras noticias sobre él datan de finales del siglo XIX: un
siguiente inscripción: «Estas son las crueles deidades vencidas
bosquejo de la imagen hecho por A. Rodríguez (tal vez Abe-
por León X P. M. enviadas por el obispo Alejandro Geraldi-
lardo Rodríguez Urdaneta) fue reproducido por J. W. Fewkes
ni, siervo de su Santidad, de las tierras del equinoccio, ahora
en su opúsculo On zemis from Santo Domingo (1891); y una
enmudecieron, antes hablaban».
De igual modo, Mártir de
ilustración bastante fidedigna de Rodolfo Cronau fue inclui-
Anglería, en una de sus epístolas al cardenal Luis de Aragón,
da en su obra América: Historia de su descubrimiento desde
afirma haber enviado «cuatro de estos simulacros, a los cuales
los tiempos primitivos hasta los más modernos, publicada en
los indígenas llamaban zemes», para que viera «cómo son y
1892 con motivo de la conmemoración del cuarto centenario
cuán grande semejanza tienen con dichos espectros».
del primer viaje colombino. Desde entonces, la arqueología
371
372
antillana desconocía su paradero hasta que, finalmente, en Como podemos apreciar por el obsequio de Geraldini al sumo
1971, Bernardo Vega, tras rastrear su larga singladura, lo ubi-
pontífice y el envío hecho por Pedro Mártir de Anglería al car-
có en la colección del Museo de Antropología y Etnografía de
denal Aragón, sobrino del rey Fernando el Católico, desde un
la Universidad de Turín, Italia, donde afortunadamente se ha
primer momento los objetos de culto indígenas despertaron
preservado en un adecuado estado.374
la curiosidad de viajeros, cronistas, religiosos y naturalistas.
Cemí antropomorfo tejido en algodón de intimidante apariencia que sirve de receptáculo a una calavera humana. ©Museo de Antropología y Etnografía de la Universidad de Turín, Italia
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
185
El numen que nos ocupa debió ser confeccionado en la etapa tardía de la cultura taína, a finales del siglo
XV.
Al permane-
cer oculto en alguna caverna de la isla de Santo Domingo, se salvó de ser destruido por la habitual intolerancia religiosa y la actitud iconoclasta propias del celo apostólico de los misioneros. Su aislamiento dentro de un nicho subterráneo alejado de la humedad por más de tres siglos fue lo que, presumiblemente, facilitó su perfecto estado de conservación, a pesar de estar hecho de una fibra textil de naturaleza deleznable como es el algodón. Se trata de una figura antropomorfa de cuerpo entero que posee la parte frontal de un cráneo humano en el interior de la cabeza. Su ojo derecho tiene adherido un pequeño disco blanco de concha de madreperla que representa la esclerótica y cuenta con una perforación en su centro que hace las veces de iris. En el ojo izquierdo hay adherida otra concha, esta sin perforar, que es, presumiblemente, un opérculo de gasteró-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
186
podo recubierto con alguna resina pegajosa de color negro, dando la apariencia de un ojo cerrado.375 La disparidad entre los ojos, uno blanco, brillante y abierto, y el otro negro, opaco y cerrado, causa un gran impacto al observador dando la sugestiva sensación de un ojo que ve y otro que no ve, y simbolizando quizás la ambivalente visión del cemí, tanto diurna como nocturna.376 Es posible que los ojos reflejen dos estadios de conciencia diferentes, como sugiere Gabriella Erica Pia: «[...] en un mismo individuo se han querido inmortalizar, al mismo tiempo, al hombre en condiciones normales y bajo el efecto de la droga; casi una muerte aparente, una situación de sueño o trance chamánico en la que se reúne nuevamente con la divinidad ancestral».377
Ilustración del cemí de algodón hecha por Rodolfo Cronau, publicada en 1892.
De los lóbulos de las orejas del cemí, cuelgan dos delgadas tiras tejidas como aros (ahora rotas) que pudieron haber servido para sujetar aretes u orejeras, como era usual entre los taínos.378 Con tiras de dos hebras trenzadas se simularon las costillas, la columna vertebral, los glúteos y los hombros, lo mismo que el miembro viril, que masculiniza la figura. También se observan abultamientos en las piernas y los brazos formados por largos hilos de algodón, que semejan las ligas decorativas para realzar la apariencia del cuerpo, un rasgo de belleza e identidad presente no solo entre los taínos sino en numerosas tribus de la foresta tropical sudamericana. Un gran círculo trenzado con fibras vegetales en la zona del ombligo parece indicar la ausencia de este, que, según la mitología taína, era uno de los rasgos propios de las opías o espíritus de los muertos.379 Sobre la cabeza, el ícono lleva una especie de bonete o turbante que aludía al rango de los caciques. Su gran realismo plástico rompe con el canon estilístico del como se observa en muchas de las representaciones figurativas propias de esta cultura. Dada su apariencia espectral, el cemí debió relacionarse con el culto a los desaparecidos, plasmando la intención deliberada de infundir respeto o temor al espectador, como acontece con las caracterizaciones espantosas y sobrecogedoras de los seres del inframundo. Se trata, tal vez, de la personificación plástica de algún antepasado de marcada relevancia para los clanes, debido tanto a la gran dimensión del objeto (75 cm de altura) como a la depurada técnica de manufactura y a su extraordinaria concepción iconográfica de carácter ritual y religioso.
Mujer indígena con huso de hilar algodón.
187 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
arte taíno, basado en el esquematismo y la abstracción, tal
El éxtasis de la cohoba
Entre los taínos la principal ceremonia religiosa era la cohoba. Dada la relevante sacralidad de este ritual, los oficiantes eran generalmente los caciques, quienes entraban en estado de éxtasis con la inhalación de sustancias alucinógenas que obtenían a partir de la trituración de las semillas del árbol Anadenanthera peregrina. Bajo los efectos sicotrópicos de esta droga se producía un desdoblamiento delirante que permitía la comunicación con las divinidades o cemíes para predecir el futuro, asegurar la obtención de buenas cosechas e invocar su protección en los enfrentamientos con los enemigos. Aunque en ocasiones las predicciones del cemí no siempre resultaban favorables para la comunidad, lo que podía acarrear serios inconvenientes a aquellos oficiantes que comunicaban los malos augurios revelados por los espíritus. TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
188
Las sustancias psicotrópicas empleadas en el ritual de la cohoba, luego de pulverizadas, se colocaban sobre un plato que generalmente tenían en la cabeza los ídolos tutelares de las tribus. Desde esa plataforma redonda se inhalaban los polvos alucinógenos mediante un cañuto con uno de sus extremos bifurcado,380 que se colocaba en los orificios nasales. Como parte de la liturgia, antes de entrar al recinto que hacía las veces de templo, se introducían en la boca una espátula con la finalidad de vomitar para vaciar el estómago y, con ello, acentuar los efectos psicotrópicos de las sustancias inhaladas. Los participantes en la ceremonia, ya fuesen hombres o mujeres, se decoraban el cuerpo para la solemne ocasión. Al ingresar al lugar de celebración, eran recibidos por el cacique, que tocaba un tambor de madera mientras recitaba conjuros y entonaba canciones que los presentes repetían a coro con gran devoción. Finalmente, el cacique consumaba la ceremonia con la inhalación de sustancias alucinógenas, llegando al trance extático, con la finalidad de establecer una comunicación imaginaria con el mundo de los espíritus. Cacique oficiando la ceremonia de la cohoba. Corte seccionado de un bohío para ilustrar diversos aspectos del ritual de la cohoba.
Francisco López de Gómara, en su Historia general de las In-
cestillas de tortas en la cabeza, y muchas rosas, flores y hierbas
dias, ofrece el siguiente relato sobre la ceremonia de la coho-
olorosas encima. Rodeaban los que oraban, y comenzaban a can-
ba:
tar una especie de romance viejo en alabanza de aquel dios. Se
pal ídolo, venían al oficio todos. Ataviaban al dios muy garridamente, se ponían los sacerdotes como en coro junto al rey, y el cacique a la entrada del templo con un atabalejo al lado. Venían los hombres pintados de negro, encarnado, azul y otros colores, o enramados y con guirnaldas de flores o plumajes, y caracolejos y conchuelas en los brazos y piernas por cascabeles; venían también las mujeres con semejantes sonajas, mas desnudas si eran vírgenes, y sin pintura ninguna; si casadas, con solamente unas bragas. Entraban bailando y cantando al son de las conchas. Sa-
levantaban todos a responder. Al acabar el romance, mudaban el tono y decían otro en alabanza del cacique, y así ofrecían el pan al ídolo, hincados de rodillas. Los sacerdotes lo tomaban, lo bendecían y lo repartían como nosotros el pan bendito, y después de esto, terminaba la fiesta. Guardaban aquel pan todo el año, y tenían por desdichada la casa que sin él estaba, y sujeta a muchos peligros.381
Cabe la posibilidad de que, dado el poder narcótico de la nicotina, el tabaco (Nicotiana tabacum L.) también fuera em-
ludábalos el cacique con el atabal al llegar. Al entrar en el templo,
pleado como acompañamiento en el ritual de la cohoba y en
vomitaban metiéndose un palillo por el garguero, para mostrar al
la práctica chamánica de los behiques, ya que los cronistas y,
ídolo que no les quedaba cosa mala en el estómago. Sentában-
en particular, Fernández de Oviedo no solo hablan de los pol-
se en cuclillas y rezaban, que parecían abejones, y así, armaban
vos alucinógenos, sino que se refieren igualmente al uso del
un extraño ruido. Llegaban entonces otras muchas mujeres con
tabaco en los rituales religiosos: 189 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Cuando el cacique celebraba la festividad de su devoto y princi-
Usaban los indios desta isla, […] tomar unas ahumadas, que ellos llaman tabaco, para salir de sentido. Y esto hacían con el humo de cierta hierba que, a lo que yo he podido entender, es de calidad del beleño; pero no de aquella hechura o forma, segund su vista, porque esta hierba es un tallo o pimpollo como cuatro o cinco palmos, o menos, de alto, y con una hojas anchas e gruesas, e blandas e vellosas, y el verdor tira algo a la color de las hojas de la lengua de buey (o buglosa que llaman los herbolarios médicos). Esta hierba que digo, en alguna manera o género, es semejante al beleño. La cual toman de aquesta manera: los caciques e hombres principales tenían unos palillos huecos, del tamaño de un jeme o menos, de la groseza del dedo menor de la mano, y estos cañutos tenían dos cañones respondientes a uno […] Y los dos ponían en las ventanas de las narices, e el otro en el humo o hierba que estaba ardiendo o quemándose; y estaban muy lisos e bien labrados. Y quemaban las hojas de aquella hierba arrebujadas o envueltas de la manera que los pajes cortesanos suelen echar sus ahumadas; e tomaban el aliento e humo para sí, una e dos e tres e más veces, cuanto lo podían porfiar, hasta que
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
190
quedaban sin sentido grande espacio, tendidos en tierra, beodos, o adormidos de un grave e muy pesado sueño. Los indios que no alcanzaban aquellos palillos, tomaban aquel humo con unos cálamos o cañuelas de carrizos, e aquel tal instrumento con que tomaban el humo con unos calámo o a las cañuelas que es dicho, llaman los indios tabaco, e no a la hierba o sueño que les toma (como pensaban algunos). Esta hierba tenían los indios por cosa muy presciada, y la criaban en sus huertos e labranzas, para el efeto que es dicho; dándose a entender que este tomar de aquella hierba e zahumerio no tan solamente les era cosa sana, pero muy sancta cosa.382
Ilustración de una planta de tabaco. Asas figurativas que sugieren la inhalación de los polvos alucinógenos de la cohoba. (FGA)
Algunos estudiosos consideran que esta alusión al tabaco
que aquel humo les va a la boca, a la garganta y a la cabeza. Lo
como la droga alucinógena empleada en la ceremonia de la
soportan lo más que pueden puesto que les da placer, y tanto le
cohoba es una confusión de Fernández de Oviedo. Sin embar-
llenan de ese humo cruel que pierden el conocimiento. Algunos
go, Girolamo de Benzoni refuerza la hipótesis de los efectos
lo aspiran con tanta fuerza que caen al suelo como si estuviesen
psicotrópicos del tabaco cuando dice: En esta isla, como en algunas otras provincias de estos nuevos países, hay unos arbustos no muy altos, parecidos a cañas, que producen una hoja como la del nogal, pero de tamaño algo mayor, que es tenida en grandísima consideración por los habitantes del lugar donde se usa, y es también muy apreciada por los esclavos que los españoles han traído de Etiopía. Al llegar la temporada, los naturales recogen esas hojas y atadas en manojos las cuelgan encima del lugar donde hacen fuego, hasta que estén
muertos, y allí permanecen aturdidos la mayor parte del día y de la noche. Hay otros que se contentan con absorber este humo hasta que la cabeza les da vuelta, y no más.383
El uso del tabaco en los rituales de los grupos indígenas de la foresta tropical sudamericana ha sido bien documentado.384 Aparte de fumarlo, era usual inhalarlo en forma de rapé o consumirlo como tisana. Además, se le atribuían cualidades protectoras frente a los malos espíritus; y los chamanes a menudo
bien secas; cuando las quieren utilizar toman una hoja de espiga
soplaban el humo sobre la zona afectada del paciente para su
de su trigo, le ponen adentro una de las otras, las enrollan juntas
curación. De hecho, estos sahumerios son una práctica común
en forma de cañón y luego por un lado les dan fuego, y teniendo
en las ceremonias mágico-religiosas.385
la otra parte en la boca, aspiran el aire hacia ellos, de manera
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
191
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
192
Ídolo de la cohoba tallado en madera. (FGA)
Los ídolos de la cohoba
Los íconos o cemíes de la cohoba, que son las principales manifestaciones del arte escultórico alcanzado por los aborígenes antillanos, representan con cierto naturalismo a las principales deidades, proyectando con firmeza y solidez sus atributos sobrenaturales. En su mayoría son figuras masculinas con el falo erecto, un símbolo de la fertilidad propiciada por el cemí. Dos ejemplos elocuentes de los rasgos de virilidad que exhiben estos ídolos de la cohoba son los soberbios ejemplares que pertenecen a las colecciones Ziff y Guy Ladrière. En otros casos, estas hieráticas representaciones aluden claramente a temas mitológicos, como el extraordinario ejemplar del Smithsonian Institute, de Washington, D. C., que simboliza a los En la espalda de ambos cemíes (ver pág. 20), que constituyen excelentes esculturas de bulto, aparece la omnipresente imagen de la mítica lechuza.386 En algunas de esas magníficas tallas antropomorfas se observan dos acusadas incisiones verticales que salen de los ojos, insinuando lágrimas; se trata de íconos relacionados con el Señor de la Lluvia. Otras tallas son de aspecto caniforme y se relacionan con el mito de Opiyelguobirán, «que tiene cuatro pies como de perro».387 El dualismo antropozoomorfo tan propio del arte taíno se manifiesta en los imponentes númenes de la cohoba, como el extraordinario cemí con cara de ave y cuerpo humanoide, una especie de hombre-pájaro cuya naturaleza dual determina su personeidad mítica388 (ver pág. 200).
Representación del cemí Opiyelguobirán, de aspecto caniforme. Smithsonian Institution.
193 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
gemelos divinos, vinculados a la aparición del sol y la lluvia.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
194
Los imponentes cemíes de la cohoba generalmente tienen una postura sedente, lo que apunta a un carácter ceremonial. En sus rasgos faciales fijaban aditamentos de oro o de concha para acentuar la expresión, haciéndola aún más sobrecogedora.389 Las orejas presentan en el lóbulo inferior las perforaciones típicas para introducir los pasadores ornamentales. De la espalda sale una proyección vertical que sostiene sobre la cabeza un plato o bandeja circular donde se colocaban los polvos alucinógenos inhalados durante la ceremonia de la cohoba, aunque en algunos ejemplares el plato ceremonial es sostenido directamente sobre la cabeza del cemí.390 Es precisamente Cristóbal Colón el primero en destacar la relevancia religiosa que los indios atribuían a los ídolos de la Idolatría u otra secta no he podido averiguar en ellos, aunque todos sus reyes, que son muchos, tanto en la Española como en las demás islas, y en tierra firme, tienen una casa para cada uno, separada del pueblo, en la que no hay más que algunas imágenes de madera hechas en relieve, a las que llaman cemíes. En aquella casa no se trabaja para más efecto que para el servicio de los cemíes, con cierta ceremonia y oración que ellos hacen allí, como nosotros en las iglesias. En esta casa tienen una mesa bien labrada, de forma redonda como un tajador, en la que hay algunos polvos que ellos ponen en la cabeza de dichos cemíes con cierta ceremonia; después, con una caña de dos ramos que se meten en la nariz, aspiran este polvo. Las palabras que dicen no las sabe ninguno de los nuestros. Con estos polvos se ponen fuera de tino, delirando como borrachos. Ponen un nombre a dicha estatua; yo creo que será el del padre, del abuelo o de los dos, porque tienen más de una, y otros más de diez, en memoria, como ya he dicho, de alguno de sus antecesores.391
Ídolos antropomorfos empleados en la ceremonia de la cohoba. Izquierda: ©Colección Ziff. Derecha: ©Metropolitan Museum of Art, 19179.206.380.
195 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
cohoba:
Estos ídolos eran de grandes dimensiones, y su ejecución mostraba un gran dominio técnico en cuanto a la consecución de formas y el juego de volúmenes. Están confeccionados con madera dura y resistente procedente de árboles seleccionados, siguiendo las indicaciones que, según ellos, emanaban de la naturaleza animada, lo cual implicaba una estrecha compenetración o identidad mística entre la deidad y el material en que esta se plasmaba. Así refiere Pané el proceso de selección de los árboles a través de los cuales se manifestaba la identidad de los cemíes: Los de madera se hacen de este modo: cuando alguno va de camino dice que ve un árbol, el cual mueve la raíz; y el hombre con gran miedo se detiene y le pregunta quién es. Y él le responde: «Llámame a un behique y él te dirá quién soy». Y aquel hombre, ido al susodicho médico, le dice lo que ha visto. Y el hechicero o brujo corre en seguida a ver el árbol de que el otro le ha hablado, se sienta junto a él, y le hace la cohoba, como antes hemos
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
196
dicho en la historia de los cuatros hermanos. Hecha la cohoba, se pone de pie, y le dice todos sus títulos, como si fueran de un gran señor, y le pregunta: «Dime quién eres, y qué haces aquí y qué quieres de mí y por qué me has hecho llamar. Dime si quieres que te corte, o si quieres venir conmigo, y cómo quieres que te lleve, que yo te construiré una casa con una heredad». Entonces aquel árbol o cemí, hecho ídolo o diablo, le responde diciéndole la forma en que quiere que lo haga. Y él lo corta y lo hace del modo que le ha ordenado; le fabrica su casa con heredad, y muchas veces al año le hace la cohoba. La cual cohoba es para hacerle oración, y para complacerlo y para preguntar y saber del dicho cemí las cosas malas y buenas y también para pedirle riquezas.392
Los íconos de madera, usualmente de guayacán (Guajacum officinale L.), eran obra de diestros artífices, muchos de ellos behiques que tenían a su cargo la producción de los objetos de culto. Conviene aclarar que los tallistas solo realizaban estas grandes imágenes por encargo de los caciques. Por esto no existe una producción seriada de los cemíes de madera, ya que a cada obra se le confería un carácter particular que la individualizaba.
Ícono que muestra en su rostro surcos de lágrimas en alusión a Boínayel, el Señor de la Lluvia. ©The Trustees of the British Museum (BM, Am,1977, Q1)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Ídolo de la cohoba tallado en piedra. (MHD)
En algunos casos la parte superior del ídolo está ahuecada
También se conocen ídolos de la cohoba tallados en piedra,
con la intención de introducir en su interior, a manera de en-
como el magnífico ejemplar que se conserva en el Museo del
tierro secundario, el cráneo u otros huesos de algún antepa-
Hombre Dominicano, consistente en una figura sedente mas-
sado destacado, al igual que acontece con los cemíes de al-
culina con la cabeza apoyada sobre las manos que muestra en
godón. A diferencia de otros ídolos utilizados en el ritual de la
brazos y piernas lo que parecen ser las ligas decorativas que
cohoba, estos no presentan la plataforma superior destinada
usaban los aborígenes.
a sostener el plato con los polvos alucinógenos; en cambio, sobre la cavidad se podía colocar un cuenco de madera o de
En las representaciones iconográficas de la cohoba, al igual
barro en el cual se depositaba la droga.393 Dos ejemplos de
que en los cemíes tricúspides o trigonolitos, se pone de ma-
estos cemíes de madera con una cavidad en la cabeza son «el
nifiesto la refinada expresión artística y el alto contenido sim-
ídolo del tabaco», que pertenece a la colección del Museo
bólico propio del contexto ideológico y cultural de los taínos.
Antropológico Montané, en La Habana (ver pág. 199), y el sorprendente ícono de la cohoba que se conserva en la Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo, en Santo Domingo, cuya imagen aparece en la portada de esta obra. A este respecto fray Bartolomé de las Casas refiere que fue el propio Cristóbal Colón el primero en observar que los granTAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
198
des cemíes de madera se empleaban como urnas funerarias, colocando en ellos las reliquias de los ancestros: Tenían ciertas estatuas de madera, según escribió en una carta el almirante don Cristóbal Colón a los Reyes, donde metían los huesos de sus padres (y debían ser los de los reyes y señores), y éstas llamaban del nombre de la persona cuyos huesos allí encerraban.394
Esta versión es confirmada por fray Ramón Pané en su Relación acerca de las antigüedades de los indios: Todos, o la mayor parte de los de la isla Española, tienen muchos cemíes de diversas suertes. Unos contienen los huesos de su padre, y de su madre, y parientes, y de sus antepasados; los cuales están hechos de piedra o de madera.395
Cemí antropomorfo de la cohoba en posición sedente. El miembro viril erecto simboliza el poder fecundador y la fuerza vital de la tribu. Colección Guy Ladrière. Ídolo de la cohoba con una incrustación de concha en uno de sus ojos. Museo Antropológico Montané, La Habana, Cuba.
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TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Representación de un cemí que combina rasgos humanos y de un ave con las alas extendidas. ©The Trustees of the British Museum (BM, Am,1977, Q3)
Los dúhos o asientos ceremoniales Dentro del ajuar mobiliario de los taínos resaltan los taburetes ceremoniales o dúhos, que, junto con los imponentes ídolos o cemíes de la cohoba, están considerados entre las representaciones escultóricas más sobresalientes del arte tribal universal. Fernández de Oviedo destaca que los indios para asistir a los juegos de la pelota «[…] tenían sus asientos de piedra. E al cacique e hombres principales poníanles unos banquillos de palo, muy bien labrados, de lindas maderas, e con muchas labores de relieve e concavadas, entalladas y esculpidas en ellos, a los cuales bancos o escabelo llaman duho».396 Los dúhos taínos podían ser de piedra o de madera, aunque estos últimos eran los más frecuentes y mejor elaborados, y estaban tallados en una sola pieza. Estos pequeños bancos peso de una persona. La riqueza de los bosques antillanos les proporcionó a los artífices taínos excelentes especies, entre ellas el guayacán y la caoba, que utilizaron como materia prima para confeccionar gran parte de sus artefactos, no solo rituales, sino también adornos y otras piezas de carácter doméstico y de diversas aplicaciones prácticas, como es el caso de una peineta de madera cuyo mango es la imagen de un murciélago con las alas plegadas.
Dúho antropomorfo masculino tallado en madera. (MHD)
201 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
compactos tenían la resistencia requerida para soportar el
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
202
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
203
Dúho tetrápodo de madera con dos cabezas ornitomorfas insertas en un armonioso y simétrico diseño geométrico de sentido simbólico. (FGA)
Lo cierto es que la amplia gama de objetos de madera constituye un valioso exponente del menaje tribal antillano. No cabe duda de que los taínos alcanzaron su cúspide artística en el trabajo de la madera, en cuya ejecución consiguieron variedad de formas y riqueza expresiva, logrando acabados de notable perfección y cuya suave terminación «negra y brillante» alabaron los conquistadores. A esta calidad alude con admiración el cronista Pedro Mártir de Anglería cuando, en una carta dirigida al cardenal Luis de Aragón, dice: Tesoro que no consiste en oro, ni plata, ni perlas, sino sólo en utensilios y cosas tocantes al uso humano, como asientos, platos, fuentes, bacías de madera muy negra, tersa; reluciente (que tu Juan Bautista Elisio, eximio doctor en artes y en medicina, pretende ser ébano) y maravillosamente labrada. En estas cosas ejercitan, en efecto, los indígenas, el ingenio que les fue concedido por la naturaleza […] ¿Qué no harían, ilustrísimo príncipe, si conocieran el hierro y el acero?397
Este expresivo elogio hecho por un humanista de la época del
204 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Renacimiento, que llegó a ser preceptor de la nobleza castellana y embajador de los Reyes Católicos ante el sultán de Egipto, nos habla de la bella ejecución de estos ejemplares taínos de madera y revela el impacto y la aceptación que tuvieron entre las élites europeas de la época. Los dúhos fueron utilizados preferentemente como asientos por los caciques y nitaínos para presenciar las celebraciones deportivas y oficiar el ritual de la cohoba. Hacían las veces de trono, denotando el prestigio y la dignidad de sus ocupantes. Las Casas señala que los indios distinguían a los españoles sentándolos en estos banquillos ceremoniales.398 Y cuando moría un cacique era colocado en cuclillas con gran solemnidad sobre su dúho y sepultado en esa posición.
Peineta cuyo mango muestra una figura de murciélago con las alas plegadas. (FGA)
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Dúho en madera de guayacán empleado por los caciques en el ritual de la cohoba y para presenciar los juegos de pelota celebrados en el batey. 71.1950.77.1 Am. Foto ©Musée du quai Branly - Jacques Chirac, Dist. RMN-Grand Palais - ©Image Musée du quai Branly - Jacques Chirac.
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Dúho o asiento ceremonial con aplicaciones de oro. (BM, Am.1949.22.118)
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Asiento ceremonial con una proyección frontal zoomorfa. Las patas delanteras tienen diseños incisos entrecruzados que insinúan ligas decorativas tejidas en algodón. (MHD)
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Banquillo que semeja una figura masculina acostada con sus piernas en movimiento. ©The Trustees of the British Museum (BM, Am.9753)
Estos asientos pueden ser simples taburetes sin respaldo
A su vez, detrás de la cabeza y a la altura de la nuca mues-
apoyados en tres o cuatro patas, o tener un espaldar que se
tran usualmente un prominente diseño triangular de carácter
prolonga del mismo madero. En este último caso las patas
simbólico. Las patas están decoradas por incisiones entrecru-
son asimétricas, ya que las delanteras varían de tamaño en
zadas que representan las bandas de algodón que los taínos
relación con las traseras para buscar el equilibrio según la cur-
llevaban en brazos y piernas.399 En cuanto a los dúhos de pie-
vatura de la pieza. Por lo general, los dúhos tienen una cabeza
dra, son más pequeños que los de madera y por lo general
zoomorfa que se proyecta en la parte anterior, sobresaliendo
carecen de respaldo. El asiento, en vez de ligeramente cón-
entre los soportes delanteros las patas del animal, en posición
cavo, suele ser plano, por lo difícil que resulta lograr una cur-
expectante. El espaldar semeja la cola de la mítica cabeza y
vatura acentuada en los objetos líticos al ser la piedra menos
en ocasiones está profusamente ornamentado con intricados
maleable que la madera. Hay dúhos de piedra que tienen en
motivos incisos (ver pág. 18). En otros casos, en la parte supe-
su parte frontal una prominente cabeza de animal, mientras
rior del respaldo vemos una franja grabada con una armónica
los soportes del asiento semejan las patas, tal y como puede
esquematización de tres círculos con un punto central y entre-
apreciarse en el extraordinario dúho con cara de perro que
lazados por dobles líneas ondulantes.
posee el Instituto de Cultura Puertorriqueña.
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Dúho tetrápodo tallado en piedra con una cabeza zoomorfa que sobresale en su parte frontal. En el lado opuesto tiene una proyección tabular que simula la cola del animal.
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Los instrumentos de la cohoba Inhaladores y espátulas vómicas
Entre la parafernalia del ritual de la cohoba, además del mayohabao o tambor de madera que tocaban los caciques, estaban los inhaladores y las espátulas vómicas. En ambos casos su nombre se ajusta al papel que desempeñaban dentro de la ceremonia religiosa. En relación con los inhaladores, Fernández de Oviedo ilustra uno de ellos en forma de letra «Y» en su Historia general y natural de las Indias. Por su parte, fray Bartolomé de las Casas los describe de la siguiente manera: […] tenían hechos ciertos polvos de ciertas yerbas muy secas y bien molidas, de color de canela o de alheña molida; en fin, eran de color leonada. Éstos ponían en un plato redondo, no llano, moso, liso y lindo, que no fuera muy más hermoso de oro o de plata; era cuasi negro y lucio como un azabache. Tenían un instrumento de la misma madera y materia, y con la misma polideza y hermosura; la hechura de aquel instrumento era del tamaño de una pequeña flauta, todo hueco como lo es la flauta, de los dos tercios de la cual en adelante abría por dos cañutos huecos, de la manera que abrimos los dos dedos del medio, sacando el pulgar cuando extendemos la mano. Aquellos dos cañutos puestos en ambas a dos ventanas de las narices, y el principio de la flauta, digamos, en los polvos que estaban en el plato, sorbían con el huego hacia dentro, y sorbiendo recebían por las narices la cantidad de los polvos que tomar determinaban; los cuales rescebidos, salían luego de seso o cuasi como si bebieran vino fuerte, de donde quedaban borrachos o casi borrachos. Estos polvos y estas ceremonias o actos se llamaban cohoba, la media sílaba luenga, en su lenguaje; allí hablaban como en algarabía, o como alemanes, confusamente, no sé qué cosas y palabras.400
Inhalador de los polvos alucinógenos de la cohoba, tallado en madera, que presenta una figura estilizada con cabeza de saurio. Colección Ana y Antonio Casanovas. Inhalador con representación antropomorfa en posición ritual. (FGA)
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sino un poco algo combado o hondo, hecho de madera, tan her-
De hecho, tal como señala Las Casas, este instrumento tiene
cohoba, aunque hasta el presente no ha aparecido ninguno
una bifurcación en uno de sus extremos que se introducía en
con incrustaciones de oro laminado.401 También hay aspirado-
las fosas nasales para aspirar los polvos alucinógenos desde
res de barro, aunque estos no poseen la calidad artística de
el plato o escudilla colocado sobre la cabeza de los grandes
los de madera o hueso. Las investigaciones arqueológicas han
cemíes de madera. Algunos de estos inhaladores todavía se
localizado cazuelas y ollas pequeñas con dos boquillas tubula-
conservan. La mayoría son de madera y de hueso, y muestran
res que pudieron ser utilizadas en la inhalación de sustancias
fantásticas figuraciones tanto antropomorfas como zoomorfas
alucinógenas.
alusivas a las visiones que se producían en un estado alterado de conciencia. Uno de los inhaladores más representativos es de madera y tiene tallada una dramática figura de cabeza zoomorfa con el cuerpo fragmentado en hábiles abstracciones. Fue encontrado en la isla Gonaive, República de Haití, y en la actualidad pertenece a la colección de los señores Ana y Antonio Casanovas. Otro aspirador nasal de gran calidad artística está realizado en hueso con una figura antropomorfa masculina cuyas extremidades superiores suben hasta la parte posterior de la cabeza,
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mostrando una posición contorsionada bajo los efectos psicotrópicos de la cohoba. Las manos sostienen el nacimiento de los muslos para hacer posible la flexión de las piernas. La perforación que se usa para aspirar los polvos comienza en el ano, bifurcándose hacia arriba en forma de «Y» para desembocar en las plantas de los pies. Este objeto arqueológico de sugestivo aspecto se exhibe en la Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo, en Santo Domingo. En algunos casos los aspiradores representan figuras en trance meditativo o actitud expectante ante el poder y la fuerza vital de los espíritus invocados, al ser la cohoba el vehículo de comunicación con los dioses y la realidad del más allá. En el inventario de objetos reunidos por Cristóbal Colón a través del rescate o intercambio comercial con los indios, menciona «quatro perfumadores de narices con once pintas de oro». Estos perfumadores debieron ser inhaladores de la
Inhalador tallado en hueso con una bifurcación funcional en forma de «Y». (FGA)
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Aspirador nasal con imagen antropomorfa masculina en posiciรณn contorsionada. (FGA)
Entre los grupos indígenas del área amazónica, para confeccionar los inhaladores de yopo (Anadenanthera peregrina) se usan huesos largos, particularmente las canillas de aves en cuyos extremos se insertan semillas de palma perforadas que colocaban en los orificios nasales. Es probable que los taínos también utilizaran los huesos de las aves zancudas para fabricar sus inhaladores, dando así continuidad a esta modalidad empleada por sus ancestros sudamericanos. Esto explicaría la presencia de la garza en muchas representaciones artísticas de los aborígenes antillanos.
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Utensilios para el consumo del yopo empleado por los piaroas. Indio yanomami aspirando yopo, Venezuela. ©Alfonso Navarro Táppero
Por su parte, las espátulas eran usadas como eméticos antes de la ceremonia de la cohoba, Mártir de Anglería describe así su uso: Cuando se trataba de hacer ofrendas sagradas a sus zemes […], a fin de ser purificados, más aceptos a la divinidad, se metían en la garganta hasta la epiglotis, o digamos campanilla, la badila que cada cual lleva en la mano en tales días y así vomitaban y evacuaban el estómago hasta vaciarlo.402
Estos artefactos constan de dos partes o porciones bien definidas: la hoja o pala y el mango o empuñadura por donde se acciona el instrumento; en este se representan impactantes figuras antropomorfas y zoomorfas de connotado simbolismo mágico-religioso. También hay espátulas más simples que tienen como agarraderas sencillos apéndices cilíndricos decorados con motivos geométricos incisos. En general, los vomitivos taínos plasman ricas concepciones artísticas y tienen una esmerada terminación acorde con su carácter ceremonial.
en ocasiones, posiciones sedentes o distorsionadas propias de los médiums que entran en estados alterados de conciencia por efecto de la inhalación de sustancias alucinógenas. En algunos casos, estos mangos hacen las veces de sonajeros, lo que potenciaba aún más la función ritual del artefacto.403 En otros ejemplos la figuración es zoomorfa, especialmente ornitomorfa, y se relaciona con el viaje imaginario que emprendían los oficiantes de la cohoba. También hay mangos con representaciones de saurios, y la hoja del instrumento semeja su larga cola. Incluso se han encontrado espátulas de madera en forma de culebra con ondulaciones que insinúan el movimiento sinusoidal con que se desplaza este animal. En general, la mayoría de las imágenes estuvieron enriquecidas con incrustaciones de oro o de concha. De hecho, entre los objetos que Colón recogió en la Española en 1494 para mostrar a los reyes de España se hace mención de «una purgadera con veinte e nueve pintas de oro».404
Espátula de madera empleada en el ritual de la cohoba con mango sonajero. (FGA)
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Las figuras antropomorfas que muestran los mangos sugieren,
Las espátulas fueron confeccionadas en diversos materiales. Las más conocidas son las de hueso de manatí, aprovechando el grosor y la curvatura de las costillas de este mamífero acuático, las cuales se adaptan muy bien a los requerimientos de longitud de estos artefactos. Algunas tienen entre el mango y la pala pequeños orificios para colgar. Hay también ejemplares de concha tallados con exquisita sutileza estética, aunque al sujetarse a las dimensiones de la columela del caracol son de menor tamaño. Las de madera tal vez fueron las más comunes, pero, por su naturaleza deleznable, es raro que aparezcan en las excavaciones arqueológicas, y los ejemplares conservados provienen de hallazgos fortuitos en el interior de las cavernas. La abundancia de estas espátulas vómicas en las colecciones de objetos taínos indica que tuvieron un uso frecuente en las ceremonias dedicadas al culto de los cemíes. Dado que los oficiantes se provocaban el vómito antes de in-
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halar los polvos alucinógenos, los cronistas interpretaron esta práctica como un acto de purificación previo a la ceremonia religiosa. Sin embargo, el hecho de emplear el vomitivo antes de entrar al caney que los caciques tenían dispuesto para el culto de los cemíes es explicable si se consideran los efectos de indigestión o irritación de las mucosas provocados por las drogas alucinógenas inhaladas durante la cohoba. De esta manera, al vaciar previamente el estómago, evitaban vomitar dentro del recinto o delante de la divinidad, además de que se acentuaba el efecto psicotrópico en el practicante de la cohoba.
Espátula con una figura distorsionada bajo los efectos psicotrópicos de la cohoba, que se introduce los dedos en la boca con la intención de vomitar. Foto ©Musée du quai Branly-Jacques Chirac, Dist. RMN-Grand Palais ©Michel Urtado / Thierry Ollivier Espátulas con imágenes antropomorfas en posición ceremonial. Foto ©Musée du quai Branly-Jacques Chirac, Dist. RMN-Grand Palais ©Claude Germain y FGA
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Espรกtulas vรณmicas con mangos figurativos talladas en hueso. (MHD)
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Espátulas hechas en costilla de manatí con los mangos decorados. La primera representa un pelícano, y la segunda, un saurio cuya hoja semeja la cola del animal. (FGA)
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Majador lítico que tiene en su tope una representación bicéfala antropomorfa. (FGA)
Los majadores o manos de mortero
Los cronistas refieren que los majadores, al igual que los mor-
Además de los majadores ornamentados que formaban parte
teros líticos, se empleaban en la pulverización de las plantas
de la parafernalia ritual y que presumiblemente representa-
inhaladas en la cohoba, al igual que en las prácticas curativas
ban atributos de las deidades, había otros más simples para
de los behiques para prevenir o combatir las enfermedades.405
uso doméstico que funcionaban como manos de moler en
De esto podemos deducir que las evocadoras imágenes efi-
los morteros líticos. Los más comunes recuerdan los majado-
gies esculpidas en un extraordinario número de majadores te-
res empleados por las bandas arcaicas, con formas cónicas,
nían como propósito incidir en la eficacia de los preparados
discoidales y cilíndricas, aunque también los hay cuadrados
que se hacían con fines alucinógenos y medicinales, confirién-
y rectangulares. En algunos casos los morteros presentan insi-
dole de esta forma al majador un sentido propiciatorio.
nuantes e intricados diseños con ondulaciones en bajorrelieve. En su mayoría estos artefactos fueron confeccionados con
En general, los majadores taínos poseen una extraordinaria
rocas duras, que ofrecían resistencia y perdurabilidad.
riqueza iconográfica evidenciada en las bellas y bien terminadas tallas que tienen en el tope. Entre sus elementos figuramorfos, en especial las de aves, que aluden al viaje sensorial realizado por medio de los efectos alucinógenos de la cohoba para alcanzar el panteón donde moraban los espíritus. Hay majadores con dos cabezas antropomorfas idénticas que aluden al mito de los gemelos divinos, tan difundido en la cultura taína. En otros casos, son figuras contorsionadas que remiten a los estados delirantes producidos por los polvos alucinógenos de la cohoba. Además, se observan representaciones de criaturas sobrenaturales que asumen una doble identidad humana y animal, denotando una ambivalente dualidad entre la vida y la muerte. En algunos ejemplos, la representación figurativa ocupa la totalidad de la pieza, convirtiéndose en una escultura exenta. Las bases, que son generalmente campaniformes o esferoidales, presentan un acentuado pulimento por efecto de la fricción en los morteros de piedra o de madera.
Manos de moler con figuras antropomorfa y ornitomorfa.
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tivos se destacan las caras con rasgos antropomorfos y zoo-
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Diversos tipos de majadores líticos que muestran imágenes relacionadas con las creencias mitológicas de los taínos. (FGA)
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Mortero de forma elíptica que muestra en una de sus caras sinuosos motivos decorativos. (FGA)
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Morteros con diseños figurativos de diversos tamaños, uno de ellos con forma de genitales masculinos. (FGA)
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Ícono de tres puntas identificado con el cemí Yócahu Bagua Maórocoti, el gran Señor de la Yuca (FGA).
Íconos de tres puntas
Los cemíes de tres puntas, llamados también «trigonolitos», son una de las representaciones iconográficas más emblemáticas de la cultura taína. Se los vincula con los rituales propiciatorios para favorecer la fertilidad de la tierra y la procreación del género humano. Su imagen, de extraordinaria fuerza expresiva, era la representación visible de un ser superior que, por su relevancia para la religiosidad de las aldeas, estaba bajo la égida de los caciques.406 Su origen se remonta a los prototrigonolitos que aparecen en los sitios igneris o saladoides, asociados a las primeras oleadas arahuacas que arribaron a las Antillas, con lo cual su culto tiene una presencia temprana en las islas del Caribe,407 aunque es en la fase taína donde estos íconos alcanzan su expresión artística más acabada, por
No cabe duda de que su característica simbólica más notable es su forma triangular o tricúspide. A este respecto, Cristóbal Colón precisa: «[…] la mayor parte de los caciques tienen tres piedras, a las cuales ellos y sus pueblos muestran gran
abultada y la terminación a modo de pezón sugieren la forma
devoción. La una, dicen que es buena para los cereales y las
de las mamas femeninas, simbolizando la lactancia materna
legumbres que han sembrado; la otra, para parir las mujeres
en una clara referencia al vigoroso poder que, dentro del pen-
sin dolor; y la tercera, para el agua y el sol, cuando hacen fal-
samiento mágico-religioso taíno, se atribuía a estas deidades
ta».
Por su parte, Pané afirma: «Los cemíes de piedra son de
bajo cuya advocación se encomendaba la procreación del gé-
diversas hechuras. Hay algunos que […] tienen tres puntas, y
nero humano. La base es generalmente cóncava, formando
creen que hacen nacer la yuca».
un arco abierto, y su superficie es más áspera que el resto de
408
409
la pieza. Este arco permite el apoyo en las dos puntas lateResulta significativo observar que los trigonolitos siguen, sal-
rales, confiriendo estabilidad. La perfecta ejecución de estos
vo escasas excepciones, un patrón con relación a la forma que
cemíes de tres puntas requería un buen dominio de la técnica
los caracteriza. La proyección conoide es lisa y está ligeramen-
escultórica, por lo que a sus artífices puede que se les haya
te inclinada hacia el frente, lo que facilita, aun en los casos
otorgado una posición social privilegiada en la sociedad taína.
más simples, la identificación de la parte frontal.
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Cemí de tres puntas con rasgos ornitomorfos. (CCELJ)
Su silueta
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lo que se los considera privativos de esta cultura.
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Cemí de tres puntas con acentuados rasgos faciales. El bajorrelieve permite la colocación de aditamentos de oro y concha que confieren una sugerente expresión. (FGA)
El término «trigonolito» es una creación del arqueólogo cubano René Herrera Fritot. Desglosándolo, está compuesto por los lexemas tri (tres), gonus (ángulos) y lito (piedra), lo que quiere decir «tres ángulos de piedra». Existen varios tipos de trigonolitos vinculados a las entidades divinas que habitaban en el cosmos. Algunos enfatizan ciertos rasgos –mayormente rostros– de la representación antropomorfa de los dioses ancestrales. Otros, en cambio, muestran imágenes de animales y seres míticos. En general, es difícil establecer inequívocamente explicaciones convincentes sobre el significado de los trigonolitos. Algunos autores, José Juan Arrom entre ellos, los consideran la plasmación en el plano terrenal de las divinidades en su aspecto más transcendental y profundo. Mediante estos íconos, en opinión de Arrom, los taínos representaban al cemí Yócahu Bagua Maórocoti, la deidad por excelencia, principio y fuente de toda vida, que constituía la esencia de las fuerzas dinámicas de la naturaleza y el poder de la fecundidad.411
frontal un ominoso rostro antropomorfo de gran valor expresivo. Los ojos y la boca fueron tallados en bajorrelieve para incrustar aditamentos decorativos de laminillas de oro o placas de concha en las cuencas de los ojos, los lóbulos de las orejas y la boca –simulando la dentadura–, lo que acentuaba la dramática y enigmática expresión facial.412 Estos cemíes de rostro humanoide poseen generalmente en su lado posterior un emblema bien definido formado por dos líneas sigmoides que enmarcan un círculo u oquedad central donde debían colocar un disco de concha u oro para conferirle una mayor connotación. Este sugerente diseño lleno de simbolismo mágico, que se reitera en numerosos trigonolitos, debe aludir con toda seguridad a los atributos de la divinidad considerada por los taínos como el ser supremo, protector de la procreación del género humano y de la fertilidad de la tierra.413
Emblema simbólico formado por un circulo central entre dos líneas sigmoides que alude a las cualidades iconográficas del cemí. (FGA)
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Una de sus versiones más representativas tiene en su parte
Otros trigonolitos muestran figuras en posición agazapada y
darlo por muerto. Entonces, los cemíes acudían en forma de
tienen una cara humanoide en la proyección frontal, aunque
culebras de varias especies y colores al auxilio del curandero
en algunos ejemplos la imagen capital es zoomorfa, con apa-
abandonado a su suerte:
riencia de reptil y, ocasionalmente, de ave. En la proyección posterior, las piernas flexionadas producen en el espectador
Se reúnen un día los parientes del muerto, y esperan al susodicho behique, y le dan tantos palos que le rompen las piernas y los
una sensación de movimiento, quizá de huida. A veces, es-
brazos y la cabeza, moliéndolo todo, y lo dejan así creyendo ha-
tos íconos tricúspides tienen uno o dos hoyuelos laterales en
berlo matado. Y por la noche dicen que vienen muchas culebras
medio de la elevación conoide, lo que debía tener esotéricas
de diversas clases, blancas, negras y verdes, y de otros muchos
connotaciones simbólicas.
colores, las cuales lamen la cara y todo el cuerpo del dicho médico que dejaron por muerto, como hemos dicho. El cual se está
En el Museo Arqueológico Regional Altos de Chavón se con-
así dos o tres días, y mientras está así, dicen que los huesos de
serva un extraordinario ejemplar que presenta una culebra de
las piernas y de los brazos vuelven a unirse y se sueldan, y que se
prominente cabeza que se enrosca alrededor de un seno femenino, y cuyo cuerpo decorado con finas incisiones insinúa la escamosa piel de reptil. La proyección posterior tiene dos piernas en posición flexionada o agazapada que le confieren cierto dinamismo a la representación y sugieren una acción locomotora. Por la calidad de su ejecución y su perfecto acabado, esta pieza constituye un ejemplo excepcional de la destreza alcanzada por el escultor taíno. En cuanto al simbolismo TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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de la culebra, gracias a la información aportada por Pané conocemos que cuando el behique no acertaba en sus prácti-
levanta, y camina poco y se vuelve a su casa. Y los que lo ven le preguntan diciendo: «¿Tú no estabas muerto?». Pero él responde que los cemíes fueron en su ayuda en forma de culebras.414
Para las sociedades tribales la muerte conduce al reino inferior del cosmos. Es por ello que los behiques se valían de las culebras, que se ocultan en las oquedades bajo el suelo, para descender en un viaje transcosmogónico al inframundo y recuperar el alma de los enfermos que se debatían en las tinieblas de la muerte.
cas curativas era apaleado por los deudos del fallecido hasta
Cemí con cara humanoide, tiene en su parte posterior dos piernas agazapadas que le dan sensación de movilidad. (MARAC)
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Espátula vómica de madera en forma de serpiente. 70.2009.47.1 Foto ©Musée du quai Branly-Jacques Chirac, Dist. RMN- Grand Palais. ©Claude Germain Representación de una serpiente de prominente rostro cuyo cuerpo escamoso, hecho a base de finas incisiones, se enrosca en un seno femenino. (MARAC)
En otra variante tipológica, la proyección conoide semeja una cabeza de saurio, e incluso se advierte la prominente boca del animal con la dentadura en bajorrelieve. También son frecuentes los trigonolitos más simples, donde solo prima la forma triangular y la belleza del esmerado pulimento. La materia prima seleccionada para la confección de estos ídolos era de primera calidad y gran dureza, con preferencia por las rocas marmóreas, además de algunas silíceas tales como peridotiTAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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ta, serpentina, nefrita o diorita. En casos muy esporádicos, se emplearon la madrépora y rocas fosilíferas. Aunque los cemíes de tres puntas o tricúspides estaban, como ya hemos señalado, bajo el cuidado de los caciques para apuntalar su poder político y religioso,415 había pequeños trigonolitos, incluso algunos de barro, que debieron pertenecer a todos los miembros de la tribu. Estos microtrigonolitos pudieron haer sido usados como entes propiciatorios para favorecer el crecimiento de las plantas en los conucos, posibilitando la manutención de los integrantes de las aldeas.
Cabeza tricúspide con una imagen de saurio cuya boca, que ocupa la proyección conoide superior de la pieza, transmite una connotación intimidante. (MHD) Imagen zoomorfa con estilizados rasgos faciales en la que el tallista hace alarde de su habilidad. (MARAC)
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Adolfo de Hostos, uno de los precursores de la arqueología antillana, considera que la forma conoide de la proyección superior de los trigonolitos semeja el brote de la yuca o de la yautía y que, por tanto, pudo haber servido como representación del crecimiento vegetal, simbolizando el poder invisible de la germinación que brotaba desde el capullo. Con ello, en opinión de este autor, se le confería al objeto «una existencia de movimiento vital desde adentro hacia afuera». Hostos comparte la idea generalizada de que estos ídolos se enterraban dentro de los conucos, especialmente cuando los tallos nuevos se estaban afianzando y era más necesaria la influencia del trigonolito para la obtención de buenas cosechas.416 Una hipótesis bastante similar a la de Hostos la ofrece el investigador sueco Sven Lovén, uno de los pioneros en el estudio 234
una abstracción geométrica en cuanto a su diseño, considera
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de la cultura taína, quien, a pesar de considerar al trigonolito que la proyección conoide era un arquetipo que simbolizaba el crecimiento de las plantas, y cuando este ícono se colocaba en la tierra, «el vegetal en cuestión recibía ayuda para germinar».417 Sobre este aspecto, se observa en algunos ejemplares que las extremidades superiores están extendidas hacia delante y las manos aparentan excavar la tierra en un acto de labranza propio del numen que favorecía la germinación de las plantas alimenticias en los conucos.418 A su vez, hay evidencias de rituales propiciatorios en el que los íconos de tres puntas eran enterrados en los campos de cultivo, con el objetivo de obtener «buenos y grandes frutos».419
Prototrigonolitos de concha según ilustración de Michael Sellon.
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Ícono tricórneo que representa al cemí Yócahu Bagua Maórocoti. Los brazos y manos proyectados hacia delante aparentan excavar la tierra para propiciar la fecundidad de los conucos. (MHAA, UPR)
Otras interpretaciones, como la sustentada por Fred Olsen, sostienen que la forma del trigonolito guarda cierta similitud con las montañas de las islas del Caribe, sobre todo en un entorno geográfico en el que a veces una sola elevación caracteriza a una isla entera, como acontece en las Antillas Menores, donde aparecen los primeros trigonolitos, vinculados a los grupos igneris. Por ello, no debe extrañar que al trigonolito se le haya llamado «Dios de la montaña». Olsen también plantea que el primer prototipo de trigonolito pudo ser confeccionado a partir de las protuberancias
Contorno geográfico característico de las Antillas Menores. Ilustración de Michael Sellon.
cónicas que presentan en su ápice los grandes caracoles como el lambí o carrucho (Strombus Sp.), que al ser fragmentados podían sostenerse verticalmente sobre su base, mostrando cierta similitud con los volcanes de las pequeñas islas antillanas.420 Por su parte, Michael Sellon, otro estudioso del arte taíno, también le atribuye al trigonolito un poder animista del cual emanaba la fuerza genésica de la naturaleza.421 En tal sentido, los trigonolitos se conciben como una deidad tutelar que simboliza la energía 236
propiciatorio para la germinación de las semillas. Por ello, se les
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que emerge de la madre tierra, condición que le confería un poder asignaba un sitial relevante dentro de la teogonía del pueblo taíno, que basaba su sustento alimenticio en la producción agrícola. Hay una cuestión a considerar relativa a la distribución geográfica de los trigonolitos, ya que, a pesar de que constituyen uno de los objetos diagnóstico de la cultura taína,422 su aparición se reporta principalmente en la costa sur de Puerto Rico y en el litoral sureste de la República Dominicana, que en época prehispánica alojaba el cacicazgo de Higüey. De modo que su presencia es exclusiva del epicentro geográfico que se desarrolló en torno al canal de la Mona, que comprende hacia el este a Puerto Rico y algunas Islas Vírgenes, entre ellas Santa Cruz, y hacia el oeste la llanura oriental de la República Dominicana.423 Los muy escasos ejemplares que pudieran aparecer en el interior de la isla Española habría que considerarlos como objetos intrusivos o producto de intercambios protocolares entre los caciques. Esta demarcación territorial de los trigonolitos corrobora nuestro punto de vista sobre la existencia de una frontera tipológica entre los dos grandes espacios o epicentros geográficos «A» y «B» por donde se expandió la cultura taína.424
Microtrigonolitos de barro.
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Cemíes de tres puntas con imágenes ornitomorfa y antropomorfa. (MHAA, UPR)
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Cabeza efigie de aspecto espectral vinculada al culto de los antepasados. 71.1930.35.2. ©Musée du quai Branly-Jacques Chirac, Dist. RMN-Grand Palais. ©Patrick Gries / Benoît Jeanneton
Cabezas efigies
Una variante tipológica que no debe ser abstraída de los contextos formales y conceptuales de los trigonolitos son las cabezas efigies o cabezas retratos. Estos íconos cefaloformes presentan rostros humanos esculpidos con tal destreza que pueden apreciarse en ellos los rasgos propios de la anatomía facial de los taínos, que en su momento fueron descritos por el almirante Cristóbal Colón cuando alude a la frente achatada, los pómulos salientes, los labios gruesos, etc. Sobre la frente, y evidenciando el rango del personaje, lucen usualmente un adorno en forma de diadema con líneas incisas entrecruzadas que simulan las bandas de algodón usadas por los taínos en brazos y piernas. Por su realismo, estos íconos pueden ser asociados al culto servar físicamente la imagen de los desaparecidos, lo que se pretendía era atraer la fuerza de sus espíritus. La proyección tricúspide que muestran las cabezas efigies permite conferirles un carácter religioso o cemicista, de manera análoga a los trigonolitos.425 A veces estos íconos tienen ranuras a ambos lados para ajustarlos con ligaduras a un mango de madera, por lo que harían la función de estandarte o insignia de los clanes, que en ocasiones especiales enarbolaban la venerada imagen de sus ancestros plasmada en piedra. Es preciso advertir que a las cabezas efigies se les ha llamado erróneamente «cabeza de macorix» por ser frecuente su aparición en el cacicazgo de Higüey, que incluía la actual provincia San Pedro de Macorís, en el sureste de la República Dominicana. Sin embargo, esta área geográfica estuvo habitada en época prehispánica por los taínos, y no por los grupos macoriges, a quienes las crónicas ubican en las zonas centrales y el norte de la Española. Por tanto, denominar «cabeza de macorix» a estos íconos pétreos cefaloformes es un grave error etnohistórico.
Cabeza efigie con una diadema en la frente y un círculo en bajorrelieve en el lóbulo de las orejas en donde se aplicaban aditamentos decorativos para realzar la apariencia. (FGA)
239 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
de los antepasados, aunque es posible que, más allá de con-
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Cabezas trilobuladas
Las cabezas trilobuladas están íntimamente ligadas al culto de
contenido figurativo y sugerentes diseños simbólicos, que
los cemíes de tres puntas que tenían el poder fertilizador de la
constituyen en conjunto un excelente legado artístico donde
tierra. Se trata de una manifestación tipológica diferente a los
se manifiesta la destreza técnica de los escultores taínos. A
trigonolitos clásicos que aparecen en la parte suroriental de la
este respecto el historiador Roberto Cassá, al hablar de los
Española, y se han encontrado en los grandes valles centrales
ídolos y de otras representaciones de la parafernalia religiosa
y en las zonas montañosas de la isla. Por tanto, constituyen
empleada por los taínos, opina:
una variante regional del cemicismo asociado a los trigonolitos, con diferencias en la morfología y las materias primas empleadas, aunque no en su naturaleza divina y su función propiciatoria.
La concepción del trabajo de estos objetos y los procedimientos técnicos que acarreaba su hechura determinaban que fuesen obra de especialistas, lo que no quiere decir que fueran destinados al mercado, sino que eran elaborados bajo el poder de los caciques, a los cuales estarían vinculados los artesanos en rela-
porosas de origen volcánico mediante la técnica del picado. Su factura es más tosca que la de los trigonolitos y constan de tres secciones demarcadas por dos surcos, uno sobre la cabeza de la figura representada y otro en la parte baja de la cara. Los elementos figurativos más frecuentes son sencillos rostros humanoides, aunque algunos ejemplares tienen rasgos ornitomorfos. Llama la atención el hecho de que estén confeccionadas en roca basáltica, con la que también se fabricaban los guayos o ralladores líticos, lo que evidencia una clara vinculación entre ambos objetos asociados a las prácticas agrícolas de los taínos: mientras los guayos cumplen una función utilitaria de procesamiento de los alimentos, las cabezas trilobuladas son de carácter místico o propiciatorio, pues en ellas se representa a Yócahu Bagua Maórocoti, cemí protector de las cosechas.426 En sus diferentes modalidades, los ídolos de tres puntas o trigonolitos, incluyendo entre ellos las cabezas efigies y las trilobuladas, son objetos religiosos de singular belleza, rico
Cabezas trilobuladas esculpidas en roca basáltica. (FGA)
ción de dependencia.427 241 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Estas cabezas trilobuladas están fabricadas a partir de rocas
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242
Vistas laterales de un aro lítico de carácter ceremonial. Presenta en uno de sus lados un panel con decoraciones figurativas y motivos geométricos incisos. En el otro lado tiene una depresión oval, posiblemente, para colocar polvos alucinógenos. (FGA)
Aros líticos y piedras acodadas terminación convierte a los aros líticos en valiosos exponentes
remoniales más representativos de la cultura taína. Se les ha
de la pericia alcanzada por los aborígenes en sus expresiones
dado diferentes nombres, entre ellos el de «collares monolí-
plásticas.430 Su forma característica es oval o elíptica, aunque
ticos», dado que algunos estudiosos consideran que los caci-
algunos de los de mayor grosor son circulares. Generalmente,
ques los llevaban colgados del cuello durante festividades es-
presentan en el contorno exterior un panel lateral decorado
peciales como podían ser los juegos de pelota. También han
profusamente con motivos que encierran una compleja sim-
sido denominados «colleras», por su parecido con las colleras
bología, junto a salientes cefaloformes que parecen caras de
del arnés de los caballos de tiro. Sobre su uso se ha discutido
murciélagos humanizadas. En otros ejemplos, aunque parezca
mucho debido a que no se tienen evidencias documentales
desconcertante, las figuras semejan cabezas estilizadas de pe-
de sus funciones específicas, por lo que se consideran objetos
lícanos y están colocadas en posición contrapuesta, esto es,
«enigmáticos». Apenas existen vagas referencias de la época
mirándose de frente. Ahora bien, ¿cuál sería la asociación de
de la conquista que aluden a los collares de piedra que po-
los pelícanos con el juego de pelota? Es algo para lo que no
seían los caciques como símbolo de poder o autoridad, aun-
tenemos explicación.
que estos bien pudieron ser otro tipo de collares formados por sartas de cuentas líticas, que eran muy apreciadas por los
En algunos casos los aros líticos presentan en uno de los lados
taínos.
un ahuecamiento o concavidad que sugiere haberse usado
428
para contener los polvos alucinógenos de la cohoba. Con freLa teoría más extendida se inclina por asociarlos con el juego
cuencia, a lo largo del panel decorado aparece un diseño en
de pelota, aunque no tengamos ningún testimonio de los cro-
relieve con líneas entrecruzadas que semejan fibras vegetales,
nistas de Indias que avale esta posibilidad, como sí sucede en
así como salientes laterales que parecen nudos de ramas, lo
el caso de los «yugos» empleados en esta práctica deportiva
que apuntaría a que los aros líticos eran réplicas de los cin-
por los totonacas en México.
Otra teoría apunta a que se
turones de madera o fibras vegetales que usaban los partici-
utilizaban para ayudar a las mujeres en el momento del parto,
pantes en el juego de pelota. De ser así, estos pesados aros
introduciéndose por la cabeza y los hombros para presionar
constituirían insignias que en ocasiones especiales portaban
el vientre, aunque esta posibilidad nos parece poco plausible.
los caciques a modo de bandolera, colgada del cuello o del
429
hombro, denotando el rango de sus usuarios.431 Lo mismo suSegún han demostrado las investigaciones arqueológicas, es-
cede con las hachas enmangadas monolíticas, que son una
tos objetos eran tallados a partir de una piedra algo redondea-
adaptación al arte lapidario de las hachas petaloides que se
da y maciza que se iba ahuecando lentamente desde el centro
insertaban en un astil de madera para utilizarse en la tala de
hacia fuera hasta lograr el diseño final del aro. Su esmerada
árboles y en las actividades agrícolas.
243 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Los elaborados aros líticos constituyen uno de los objetos ce-
Según su grosor se han clasificado en dos tipos: los finos o
determinó el reemplazo del aro lítico de tipo fino, muy común
delgados (slender ovate stone collar) y los gruesos (massive
como ya hemos dicho en el sur de Puerto Rico, por otro de
stone collar).432 Los delgados están mejor elaborados y ter-
mayor grosor y menos esbelto, característico del cacicazgo de
minados, y proceden en su gran mayoría de la costa sur de
Higüey.
Puerto Rico.433 Aunque en el cacicazgo de Higüey se han encontrado algunos aros de tipo fino, prevalecen los gruesos,
Ahora bien, es importante recalcar que los aros líticos, en sus
confeccionados con rocas calcáreas, que presentan una factu-
dos subtipos o variantes tipológicas, tan solo se han reporta-
ra más rústica y diseños menos elaborados.
do en la misma área geográfica vinculada a los trigonolitos, que constituye lo que hemos denominado el epicentro «A» de
Al parecer, la escasez de rocas ígneas en la llanura suroriental
la cultura taína, espacio donde se evidencian grandes similitu-
de la Española, por ser de formación caliza arrecifal costera,
des en cuanto a la forma y decoración de estos emblemáticos
no les permitió a los artífices higüeyanos contar con una ma-
objetos culturales.434
teria prima adecuada. Se vieron entonces en la necesidad de emplear rocas calcáreas, de contextura más frágil, y, por consiguiente, tuvieron que aumentar el grosor de la pieza para impedir que se fracturase al tratar de conseguir la forma elíptica característica de estos objetos monolíticos de complejo y enigmático simbolismo ritual. Este condicionante geológico
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Aros líticos de los tipos grueso y fino. Los paneles decorativos muestran diseños que semejan cabezas de pelícanos y tienen motivos incisos entrecruzados alusivos al trenzado de los objetos de cestería. Izquierda: (MHD). Derecha: ©Justin Kerr, El Museo del Barrio, N.Y.
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Aro lítico del tipo fino o delgado. El panel lateral está decorado con motivos incisos entrecruzados y salientes figurativos. (MHAA, UPR)
Por su parte, los codos o piedras acodadas son otras de las piezas arqueológicas representativas de la cultura taína. Su uso resulta enigmático, aunque, al igual que los aros líticos, se vinculan al ceremonialismo del juego de pelota. Se cree que por su curvatura se ajustaban a la cintura de los jugadores, completando la elipse con una rama que se ataba a ambos extremos del codo para formar un cinturón. Sin embargo, algunos estudiosos consideran que por su forma angulada pudieron haber sido fragmentos de aros líticos que fueron reelaborados. Incluso hay quienes les atribuyen connotaciones religiosas, considerándolos una representación del cemí de tres puntas. Como decoración, exhiben caras humanas tallaperforaciones funcionales en las que se ataba el aro de madera o faja de cestería para completar el cinturón. Su presencia es casi exclusiva de la isla de Borinquen o Puerto Rico.435 Al considerar la ardua ejecución artística de los aros monolíticos y las piedras acodadas, es conveniente resaltar que ambos constituyen, como señalan Ricardo Alegría y Mela Pons de Alegría, la mejor demostración del dominio alcanzado por los taínos en la técnica de tallar y pulir piedras de gran dureza sin que se fracturaran y haciendo uso de toscas herramientas. Por tanto, en opinión de estos autores, son «un verdadero alarde de técnica que no tiene paralelo en ninguna otra cultura aborigen de América».436
Piedra acodada con un personaje de rostro prominente y cuerpo acuclillado que luce en su cabeza un llamativo tocado y grandes orejeras, indicativos de su alta jerarquía. (MAM, 03303)
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das en relieve, mientras que en sus extremos tienen ranuras o
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Diversos tipos de amuletos con imรกgenes antropomorfas y zoomorfas. (Colecciones Betty e Isaac Rudman y FGA)
La industria lapidaria
La industria lapidaria taína tiene sus orígenes en los primeros pobladores arahuacos, y muchos de los diseños más comunes son similares a la tradición lapidaria de los grupos ostionoides tardíos. Al igual que estos, los taínos sintieron predilección por las piedras más duras para fabricar sus adornos corporales, garantizando así su duración y un mejor acabado, lo que requería destreza y dedicación. Con ellas elaboraron una serie de adornos personales de gran perfección y belleza entre los que sobresalen los amuletos y los collares de cuentas líticas. El material más usado fue el cuarzo, aunque también emplearon nefrita, diorita, jadeíta y feldespato, entre otras piedras, a color. Algunas de las materias primas empleadas son ajenas a la geografía insular, lo que sugiere un tráfico comercial desde Sudamérica.437 Existe una variada tipología de amuletos con acentuadas diferencias regionales, según la connotación dada a ciertos dioses o seres míticos en función de las estructuras ideológicas y simbólicas de los distintos grupos prehistóricos. Normalmente representan figuras antropomorfas y, en menor medida, zoomorfas, entre las que sobresalen las imágenes estilizadas de murciélagos y ranas, e incluso de aves –en especial, patos– con un pronunciado pico. Otras imágenes se relacionan con el mítico inriri o pájaro carpintero que con su pico formó el sexo femenino. En algunos amuletos las figuras muestran la típica posición acuclillada en la que enterraban a sus muertos, lo que remite al culto de los ancestros, cuyos poderes bienhechores invocaban los portadores de tales fetiches.
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las que les conferían propiedades mágicas en función de su
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Por las referencias de los cronistas sabemos que, junto con su valor decorativo, los amuletos eran idolillos que hacían las veces de talismanes. Los usaban como colgantes en los collares, o bien se los ceñían a la frente cuando iban a entrar en batalla para protegerse de los maleficios o conjurar la muerte.438 Con frecuencia representan imágenes estereotipadas que repiten el mismo diseño sin mayores variaciones dentro de una zona geográfica determinada. Este es el caso de una rana estilizada con una cara humanizada invertida que mira hacia arriba. O el de una figura humanoide de faz prominente, ojos redondos y nariz aguileña que muestra la dentadura, y cuyas manos sujetan las rodillas o reposan sobre el abdomen con los dedos entrecruzados y realizados a base de finas incisiones. Además, en algunos ejemplares se aprecia el círculo del ombligo y se insinúan los tobillos y los dedos de los pies. Este tipo de amuleto antropomorfo es común en el interior y la zona norte de la isla, donde se desarrolló el epicentro «B» nan con el pasaje mitológico de los gemelos divinos (Boínayel y Márohu), vinculados con el origen del sol y la lluvia.439 También abundan amuletos diminutos que son verdaderas joyas en miniatura, y a pesar de su reducido tamaño se aprecian nítidamente en ellos los más mínimos detalles, ejecutados con vigorosa sencillez. Todos estos amuletos presentan una perforación transversal que sirve para colgar o sujetar la pieza. Las cuentas, por lo general, son cilíndricas o tubulares y tienen una perforación longitudinal por la que se introducía un cordón que las ensartaba formando el collar. En algunos casos presentan perforaciones laterales en uno de los extremos que debieron servir para insertar plumas decorativas, con lo cual el collar adquiría una riqueza cromática de gran belleza, confiriéndole al usuario un realce personal impresionante e inigualable por ninguna otra prenda decorativa, ya que las plumas son uno de los elementos más exóticos de la naturaleza tropical. Como ya hemos señalado, las sartas de cuentas líticas que los taínos denominaron cibas fueron muy estimadas por ellos y las obsequiaban a los padres de la prometida.440
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de la cultura taína. Otros representan siameses que se relacio-
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Collares de cuentas lĂticas con orificios transversales y laterales para insertar plumas decorativas. (FGA)
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La sutileza de la concha La sutileza de la concha y el hueso y el hueso
La concha, utilizada profusamente como materia prima para la confección de amuletos y otros adornos corporales, es, junto con el marfil, uno de los materiales vivos más nobles. Fue la materia prima por excelencia para la elaboración de sutiles estatuillas que servían como talismanes colgados al cuello o atados a la frente, y su talla exigía un alto nivel de destreza y dedicación.441 Los amuletos de concha, al igual que los de piedra, presentan una variada tipología. Los más comunes representan figuras antropomorfas estilizadas cuyas caras tienen una expresión dramática, con los ojos ahuecados en bajorrelieve para colocar
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aditamentos decorativos, en general láminas de oro. También abundan las representaciones antropozoormorfas con caras de saurio y cuerpos humanizados, o bien las figuras ornitomorfas estilizadas. En otros casos la imagen ocupa el cuerpo entero del caracol, como en los colgantes de caracoles marinos de la fa-
milia Olividae (Oliva reticularis), tan comunes en Cuba, aunque también aparecen con frecuencia en la Española. En algunos ejemplares las cuencas oculares parecen vacías y se destaca la dentadura, lo que remite a la calavera y refleja la obsesión de los taínos por la muerte. Más que significar la desaparición física, es probable que en la concepción mística de los taínos las imágenes esqueléticas aludan al paso de los ancestros bienhechores a la vida sobrenatural. Como decía Malinowski, el deseo más profundo del hombre es el de la vida y su contrapartida es el temor a la muerte.442 Temor que los taínos conjuraban en parte recurriendo a los amuletos, que usaban para protegerse de funestos designios y alejar la mala suerte, estableciéndose una relación de dependencia entre el espíritu que concedía los dones y las personas que los recibían.443
De concha fabricaron hermosos pectorales y collares de cuentas laminares con una representación central cefaloforme que semeja un murciélago, lo que alude a los espíritus de las opías, encubiertas bajo las sombras de la noche. Encontramos, además, caras de lechuza cuya dentadura sostiene un saliente que remite a la egagrópila, la bola formada por los restos alimenticios que no han sido digeridos y que las aves rapaces del grupo Strigiformes regurgitan o expulsan por la boca. También tallaban pequeñas placas rectangulares con sutiles estilizaciones batraciformes que usaban como brazaletes. Otras veces son personajes fantásticos que rompen las normas de la anatomía, con algunas partes del cuerpo desmesuradas o deformadas, lo que responde a la intención de destacar determinados rasgos corporales.
amuletos de concha con audaces diseños. Un ejemplo extraordinario de estas imágenes quiropteriformes se exhibe en el Museo Arqueológico Regional Altos de Chavón. Se trata de una sutil estilización tallada posiblemente en la columela de un caracol. El objeto luce un esmerado pulimento que le da apariencia de marfil. Mide 6 cm de largo por 4 cm de ancho y tiene en su parte dorsal, a la altura del cuello, una perforación transversal por la cual se sujetaba la pieza al cuerpo del usuario. La cara, a pesar de su reducido tamaño, es de aspecto impactante y sombrío, a lo que contribuyen dos profundas cuencas oculares que facilitaban la aplicación de aditamentos decorativos. El cuerpo tiene las costillas insinuadas mediante delgadas incisiones, y las alas están plegadas con las caras palmares orientadas hacia delante. Las patas flexionadas sugieren la típica posición acuclillada que los indígenas adoptaban en sus ceremonias y enterramientos.
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La figura del murciélago se reproduce frecuentemente en los
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Arriba caracoles labrados en forma de cráneos. El de la parte superior derecha presenta una dentadura caniforme. Colección privada. Foto ©Justin Kerr. En la parte inferior, espátulas vómicas de concha con cabezas estilizadas de animales. (FGA)
En la colección arqueológica que poseen los señores Vincent y Margaret Fay, de Nueva York, se conserva un pectoral o colgante circular tallado en concha que, si bien es de reducido tamaño (solo mide 8.6 cm de altura), posee un extraordinario valor artístico por su equilibrado diseño conceptual y esmerada terminación. Está sutilmente ornamentado y coronado por dos cabezas bifrontes con apariencia de saurio cuyos ojos elípticos muestran una oquedad que indica claramente el uso de las mencionadas incrustaciones en el espacio correspondiente a las cuencas oculares, acentuando aún más el dramatismo que transmiten estas imágenes faciales. La cara anterior presenta una imbricada composición de perfecta simetría bilateral cuyos elementos decorativos ocupan totalmente el espacio frontal y sugieren rasgos corporales descompuestos en hábiles y sutiles abstracciones, entre las cuales se aprecian dos extremidades distorsionadas. También incluye otros motivos incisos en forma de espiral y algunos sinuosos detalles esquematizados de complicada interpretación, cuya
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concepción podría provenir de experiencias alucinatorias. En el centro del objeto se observa un círculo con una depresión excisa (o en bajorrelieve) y de superficie rugosa para facilitar la aplicación de alguna incrustación, probablemente una lámina discoidal de oro u otro de los aditamentos usados con frecuencia por los artífices taínos para enriquecer sus representaciones plásticas, confiriéndoles un mayor realce y expresión. Un ligero reborde acordonado enmarca el cuerpo del objeto, dando distinción a todo el campo decorativo. En la parte superior, dos agujeros o perforaciones funcionales ser-
Por su simbolismo, bella ejecución y perfecto acabado, debió
vían para suspender o sujetar la pieza del cuerpo del usuario.
pertenecer a algún cacique o behique, como emblema de su jerarquía. Su confección, posiblemente a partir de un caracol
Este colgante con dos imágenes zoomorfas distorsionadas y
(Strombus gigas), acaso fue obra de un artesano especializa-
una sinuosa decoración incisa dimensiona a la perfección la
do, pues el vigor de su trazo, la simetría de los diversos moti-
calidad estética, la fuerza expresiva y el desarrollo técnico al-
vos (sujetos en todo momento a un riguroso canon estilístico)
canzado por los tallistas taínos en el empleo de la concha.
y la pureza de líneas denotan la pericia de su autor.
Pectoral bicéfalo con sutiles estilizaciones de saurios y motivos abstractos ornamentales. Colección Vincent y Margaret Fay. Foto ©Justin Kerr.
En cuanto a los fotutos o trompetas de caracol, que de por sí poseen la belleza natural de la concha, tienen tallados bellos diseños incisos. Un ejemplo extraordinario es el caracol de la especie Choronia veriegata localizado en Azua por el doctor Arístides Estrada Torres, que en la actualidad pertenece a la colección del Museo del Hombre Dominicano. Esta pieza muestra un mascarón con una impresionante estilización antropomorfa de rasgos faciales muy expresivos, con el cuerpo y las extremidades en posición acuclillada. La imagen central está circundada por motivos ondulantes, a modo de volutas, que intentan plasmar el sonido producido por este instrumento.
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Cuentas de caracol con caras antropomorfas. (FGA) Fututo o trompeta de caracol, decorado en la superficie del manto con un mascarón antropomorfo e intrincados diseños incisos. (MHD)
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Sutiles amuletos de concha que denotan la creatividad e imaginación de los artífices taínos. (FGA)
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Collar formado por placas de concha con un amuleto central cefaloforme (FGA). Bezotes y orejeras de concha.
Los taínos también sintieron predilección por la talla del hueso, donde igualmente demostraron gran maestría técnica confeccionando una gama de objetos de sutil belleza. En ellos abundan las imágenes antropozoomorfas con cuerpos de reptiles estilizados y caras humanizadas. También hay representaciones de aves, sobre todo en las empuñaduras de las espátulas vómicas talladas en costillas de manatí y vinculadas con el ritual de la cohoba. De hueso son una variedad de cucharas de carácter ceremonial cuyas delicadas decoraciones las convierten en verdaderas obras de arte. No creemos, por tanto, que sean simples utensilios destinados a comer o a cocinar, ya que los taínos probablemente comían con los dedos. Las cucharas, como sucede en las culturas africanas, pudieron ser algo más que artefactos culinarios y emplearse en rituales especiales que denotaban el rango de sus usuarios. También se han localizado huesos de extremidades humanas con figuras antropomorfas que debieron tener atribuciones de fetiches bienhechores. Entre los objetos artísticos y artesanales de hueso debemos incluir las cuentas de collar elaboradas con colmillos de perro, así como de foca y tonina. En el reducido espacio que ofrece un colmillo representaban estilizados rostros humanoides y diseños incisos, con una pequeña perforación en el extremo de la raíz para sujetar el colgante.
Colgantes de hueso y colmillos de perro decorados con finas incisiones.
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En las guaizas de hueso y de concha se grababan caras humanas de gran fuerza expresiva, y aunque eran de escaso tamaño, llamaron la atención de los conquistadores por sus aplicaciones de oro laminado en las cuencas de los ojos y en la boca. Algunas presentan una lámina de concha con incisiones a modo de dentadura, que recuerda una calavera humana, símbolo de los seres que partieron al más allá. Con relación a las guaizas, Las Casas señala: Estas caras o figuras, que llamamos guaizas […], las hacían fuera de los collares para ponerse sobre las cabezas los señores y reyes; colgábanles por detrás dos tirasoles como los que cuelgan de las mitras de los obispos, todos de la misma manera, llenos de pedrerías.444
Sobre la manera en que se confeccionaban estos cintos atando diminutas cuentas de concha, el cronista resalta, como
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cosa maravillosa: […] que siendo tan chequitas, como sin herramientas, sin instrumento de hierro, sin taladro, sin cincel, sino […] con un pedernal o piedra o con otra espina o hueso, las horadaban con tanta sotileza y delicadez que parece cosa imposible. Lo otro que había que considerar era la tejedura de hilo de algodón, cuán bien puestas, cosidas o asentadas estaban y cuán duramente puestas, porque eran tan recias que duraban perpetuamente aquellas cuentecitas o piedras o argentería.445
Al regreso de su primer viaje, Cristóbal Colón obsequió a los Reyes Católicos varias de las guaizas que había recibido del cacique Guacanagarí. Cabe la posibilidad de que, dada la relación entre la corona española y la Casa de Austria, uno de estos cinturones usados como atuendo por los caciques sea el que se exhibe, en un satisfactorio estado de conservación, en el Museum für Völkerkunde, de Viena.
Guaizas o carátulas de concha. (FGA)
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Magnifico ejemplar de un cinturรณn de algodรณn con diminutas cuentas de caracol y una guaiza o caratula central (MVK, VO-10443. Viena).
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Elbarro barro hecho El hecho arte arte
La cultura taína produjo una gran variedad de recipientes cerámicos con proliferación de formas y un refinado y distintivo estilo decorativo de carácter simbólico. Las vasijas se caracterizan por tener asas laterales diametralmente opuestas con idénticos elementos figurativos que miran generalmente en direcciones contrarias. Aunque también se puede dar el caso de que las representaciones cefaloformes se miren de frente cuando están modeladas en el borde interior del recipiente.446 Estas figuraciones se complementan con motivos ejecutados sobre la parte superior de las vasijas mediante incisiones rectilíneas, curvas y punteadas que forman bandas o paneles con secuencias de signos geometrizados.
preponderante ya que dentro de la cultura material suele ser el componente más abundante en los yacimientos prehistóricos debido a sus buenas condiciones de conservación, al ser más resistente que la mayoría de los materiales obtenidos en las excavaciones (hueso, madera, fibras vegetales, etc.). Por su perdurabilidad, se le atribuye un gran valor en los estudios arqueológicos y a través de su análisis se puede obtener una serie de evidencias o informaciones sobre múltiples aspectos: cronología, distribución espacial, redes de intercambio y comercio, religión, categorías sociales, rituales funerarios, etc.447 Por lo general, los tiestos cerámicos aparecen fragmentados y esparcidos por los yacimientos, aunque también pueden encontrarse ocasionalmente recipientes completos.448 Así sucede en los emplazamientos taínos, donde las vasijas, al ser contenedores de alimentos y líquidos, se colocaban cuidadosamente junto a los fallecidos en los enterramientos, como parte del menaje funerario usado por los muertos en el viaje al más allá.
Vasijas de doble cuerpo del estilo chicoide con asas figurativas y bandas incisas con motivos abstractos. (FGA)
265 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
En el ámbito de la arqueología, la cerámica ocupa un lugar
La alfarería fue entre los taínos una actividad femenina a través de la cual canalizaban muchas de sus creencias míticas y religiosas, que constituían su principal fuente de inspiración artística. Emplearon la técnica alfarera del enrollado. La superficie se alisaba con un pulidor lítico, un simple canto rodado que, además de sellar los poros de la masa al frotar, le confería un mejor acabado con cierto pulimento o brillantez. Los recipientes, una vez modelados, se secaban al aire libre y luego se cocían a fuego abierto en fogatas con varias capas de leña, que podían recubrirse de tierra para conservar el calor. El estilo decorativo constituye uno de los elementos básicos para identificar los asentamientos taínos. Por ello, la aparición de los tiestos cerámicos en determinados contextos puede ser muy significativa para los arqueólogos, al ser fácilmente atribuible a determinadas fases culturales prehistóricas. A este respecto, es importante advertir que la cerámica taína, conoci-
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266
da como estilo chicoide, es más homogénea que la saladoide y la ostionoide. Al analizar la alfarería de los grupos subtaínos, se aprecian dos modalidades bien definidas en cuanto a la calidad de la cerámica que reflejan un nivel de diferenciación en función del significado social o ceremonial. Una, de excelente factura, está decorada profusamente con motivos policromados en rojo, blanco y anaranjado, o bien es monocromada con los bordes y apéndices figurativos pintados de color rojizo. La otra, de confección más simple, se empleaba como menaje doméstico en las necesidades cotidianas. En cambio, la cerámica taína ofrece cierta uniformidad tanto en la cochura como en los motivos decorativos, con la repetición casi constante de una serie de imágenes cefaloformes y el uso generalizado del esquematismo en los signos estereotipados que se reproducen en las bandas decorativas, lo que dificulta establecer distinciones sociales entre sus usuarios.
Por su ductilidad la cerámica fue uno de los medios expresivos más difundidos entre los taínos. Incluso aquellos recipientes que pudieran considerarse de uso doméstico son estéticamente significativos por la caprichosa fantasía de sus modelados figurativos y la esotérica decoración a base de signos incisos y punteados. Hasta tal punto que constituyen notables ejemplos de un arte donde lo estético y lo funcional se armonizan con tal perfección que son dignos de ocupar un lugar preferente en cualquier museo.
Vasija con asas figurativas estilizadas e incisiones geometrizantes que se rellenaban de pasta blanca para acentuar los motivos abstractos. (FGA)
La expansión de la cultura taína bajo la jefatura de los caci-
Además de la imagen cefaloforme, se añaden sencillos pasti-
ques incrementó la especialización y la producción intensiva
llajes o tiras de barro que semejan brazos y piernas estilizados
de objetos artesanales. Además, se promovió el intercambio
u otras partes del cuerpo, dando una sensación de conjunto y
de productos, lo que favoreció la rápida dispersión y homo-
transmitiendo gran expresividad.
genización de los modos decorativos del «estilo chicoide», de tal manera que, al producirse el Descubrimiento, en las pos-
En otros casos, las asas tienen forma de alas y sobresalen del
trimerías del siglo XV, la cerámica taína se había difundido en
borde, y las más de las veces están modeladas con perfección
gran parte de la isla Española, al igual que en Puerto Rico y el
y sutileza. En ellas se reconoce fácilmente la cara de la lechuza
occidente de Cuba.
con sus penetrantes ojos que resaltan entre los demás rasgos, o bien las alas extendidas de los murciélagos. Pueden ser tu-
La representación de la cabeza, sobre todo de las facciones
bulares o arqueadas. Las tubulares son propias de las bande-
del rostro, constituye el elemento principal de los modelados
jas o recipientes planos y presentan las imágenes orientadas
figurativos que se aplican simétricamente a ambos lados del re-
hacia arriba, para apreciarse mejor. Las arqueadas aparentan
cipiente, a la altura del borde o sobre este, haciendo las veces
ser más ornamentales que funcionales, dada su extrema fra-
de asas bilaterales por donde se manipula la pieza. La mayoría
gilidad. Algunas asas tienen un agujero que servía para sus-
muestra audaces combinaciones faciales con rasgos antropo-
pender la vasija sobre el fuego a fin de poner el contenido
morfos o de animales humanizados donde se combinan aspec-
alimenticio fuera del alcance de los animales.449
tos de ambas naturalezas.
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Ocasionalmente, los apéndices cefalomorfos cambian su apariencia de humano a animal, según el ángulo desde el que se observa la pieza. Este bimorfismo hace posible que en una sola imagen confluyan naturalezas diferentes, antropomorfa y zoomorfa, capaces de mutar una en otra según se rota el obdades existenciales dentro del imaginario mitológico taíno.450 En otros casos, las cabezas que fungen como asas son duales, caracterización que Michael Sellon ha denominado «modo Jano», término que hace referencia a la deidad mitológica de la antigua Roma representada por una imagen cefaloforme con sendas caras en la parte delantera y trasera que manifiestan aspectos disímiles, como el cuerpo y el alma, lo pasado y lo porvenir, o la sonrisa y la mueca. De modo tal que, si se invierte el objeto mediante una rotación de 180 grados, los ojos de la primera cara coinciden con los de la segunda. Por ello, como señala el propio Sellon, por medio a la manipulación del objeto se puede captar una u otra con sus diferentes expresiones dependiendo de la perspectiva visual que adopte el observador.451 Por su parte, José Oliver considera que gracias a esta ingeniosa técnica artística conocida como «anatropía», los taínos lograban desplegar visual y dinámicamente las múltiples naturalezas de las figuras representadas, conservando los componentes esenciales de su personeidad.452
Vasija de estilo chicoide con asas bicéfalas. Colección Wilton Khoury.
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jeto, con lo cual la imagen se desdobla asumiendo dos reali-
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Cuenco circular con asas tabulares y diseños triangulares incisos que sugieren estilizaciones de murciélagos alados. (FGA)
Dentro de la amplia gama de la alfarería taína, los objetos más comunes son platos, cuencos y vasijas de color terracota oscuro. Resaltan los de formas naviculares, cilíndricas y circulares con la boca abierta, así como las ollas comunicantes y de doble cuerpo. También hay vasijas libatorias, provistas de un emboquillado o aditamento tubular colocado en uno de sus lados a nivel del borde; por él se absorbían los contenidos líquidos de alguna infusión vegetal o brebaje, quedando retenida en el recipiente la parte sólida que no se deseaba consumir. Cabe destacar que la boquilla tubular hacía las veces de cola del animal representado en el lado opuesto de la vasija.453
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Vasijas con salientes tubulares para inhalar la cohoba y libar infusiones. Arriba (FGA), abajo (MHD)
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Como contenedores de líquidos, usaron también garrafas o potizas, que son los recipientes cerámicos taínos de mayores dimensiones. Estas piezas tienen forma acorazonada o globular, cuello alargado y boca estrecha. Hay ejemplares que presentan entre la base del cuello y la parte superior del vaso una división interior con numerosos hoyuelos a modo de filtro o colador. Este aditamento resulta una ingeniosa solución técnica para evitar la penetración de insectos e impurezas, o bien para aligerar el borboteo del líquido, disminuyendo su impulso al salir, lo que podía conllevar la fractura de la parte superior del recipiente. Al igual que en la elaboración de las vasijas, la técnica alfarera empleada en las potizas fue el enrollado: se alisaba la superficie exterior con un pulidor lítico cuando aún la masa se encontraba húmeda, lo cual le confería una mejor terminación al recipiente. Y, frecuentemente, están modeladas con arcillas de colores crema y salmón oscuro. Por lo general, los cuellos o golletes de las potizas muestran bilaterales que parecen esbozos de caras, junto a sinuosas abstracciones incisas. La parte superior del recipiente culmina en un pico de aspecto fálico. La representación del órgano masculino y las estilizaciones de las mamas femeninas son motivos abundantes en las expresiones plásticas taínas, con los que se aludía a la fecundidad del género humano. En algunos ejemplos las potizas acorazonadas presentan en los hombros terminaciones laterales mamiformes que semejan abultados senos de mujer, mostrando una aureola bien marcada y prominente con un hoyuelo o botón central a modo de pezón que está circundado por diseños incisos con estilizaciones de ranas. Estos motivos se relacionan con el mito de los niños convertidos en ranas para evitar que lloraran por sus madres, quienes, engañadas por el cacique Guahayona, habían partido hacia la isla de Matininó en busca de joyas de guanín;454 aspecto este último que, a la función propiamente utilitaria del recipiente, le añade un alto carácter simbólico y ritual.
Potiza de forma globular cuyo gollete está decorado con esbozos de caras y motivos incisos. (FGA) Potiza acorazonada mamiforme con dos prominentes senos cuyo diseño inciso hace las veces de areola, que posee un saliente circular a manera de pezón. (MARAC)
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una profusa decoración mediante aplicaciones modeladas
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Otro tipo de potizas son las que presentan en el tope una rana de cuerpo entero. La presencia de este anfibio involucrado en la cosmogonía indígena es muy común en la iconografía; en algunos casos la cara tiene un aspecto humanoide, aludiendo, como anteriormente señalamos, a la participación de estos animales en el relato mítico de los niños transformados en ranas. En el arte taíno, la figura de la rana ha sido esquematizada en audaces estilizaciones de formas geométricas, como podemos apreciar en los adornos de concha, los sellos de barro y las asas de las vasijas, aunque en las potizas se representa de manera más realista. Si nos guiamos del testimonio arqueológico, no cabe duda de que, por su frecuente aparición, la rana tiene un importante espacio en el panteón animista aborigen, incluso desde tiempos anteriores a los taínos. En algunas culturas pricomo un elemento transicional entre la naturaleza humana y los elementos relacionados con la lluvia en tiempos de sequía. La forma más común de las potizas con remate batraciforme es la globular. Y el color de la pasta suele ser blanquecino, al tener un alto contenido de caolín. En ocasiones, los recipientes globulares están revestidos de un engobe arcilloso de color amarillo claro, aplicado después de la cocción; sobre él se observan huellas de pintura negra que resaltan algunos detalles de la representación figurativa, confiriéndole una mayor connotación cromática. Además, el engobe contribuye a hacer más impermeables estos recipientes, dado que almacenaban líquidos.
Potiza globular rematada en su parte superior por una figura con cara humanoide y cuerpo de rana. (FGA) Potiza de doble cuerpo con una profusa decoración incisa y estilizaciones figurativas cefaloformes. (FGA)
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mitivas, por su cualidad anfibia, se ha interpretado este animal
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Otros envases de considerables dimensiones son las ánforas de cuello cilíndrico con boca ancha y abierta que cerraban con una tapa de barro para proteger su contenido, evitando que se introdujeran insectos e impurezas. Tanto las potizas como las ánforas exhiben un cierto barroquismo en sus decoraciones, y, además de los motivos antropomorfos o zoomorfos, reproducen órganos femeninos y masculinos, generando una síntesis alusiva a la procreación del género humano. Sin embargo, mientras las potizas tienen la ornamentación en su extremo superior o gollete, las ánforas están decoradas en la parte intermedia o cuello. Es asombroso el estado de conservación de muchos de estos ejemplares, sobre todo si tomamos en cuenta su volumen y la fragilidad del barro empleado en la confección de estas extraordinarias piezas cerámicas.
Ánforas con salientes figurativos y decoraciones incisas que muestran diseños esquematizados. (FGA)
La cerámica pintada
Hasta hace poco se daba por sentado que la cerámica taína estaba desprovista de pintura decorativa. Sin embargo, recientes hallazgos arqueológicos revelan que entre los taínos existió la práctica de pintar la superficie de sus vasijas con diseños en negro, en contraste con el color base del recipiente, produciendo un notable efecto cromático que le confiere al objeto un mayor refinamiento. Debido a que los taínos usaban tintes vegetales de carácter deleznable, como el jugo de la bija, la jagua o el mangle, se han conservado pocos ejemplares con huellas de pintura. En esto se diferenciaron de los grupos aborígenes agroalfareros que les antecedieron en el poblamiento de las Antillas, los cuales emplearon tinturas de origen mineral para decorar habitaron en las Antillas Menores, Islas Vírgenes y Puerto Rico. Los escasos ejemplares que han sobrevivido como muestra de este arte pictórico revelan con elocuencia sus posibilidades expresivas. Es probable que los diseños pintados que se aprecian en algunas vasijas sean reminiscencias de aquellos que los taínos se aplicaban en el cuerpo y el rostro antes de las prácticas ceremoniales o las incursiones guerreras. Se trata de motivos lineales muy estilizados de formas curvas, onduladas, rectilíneas y triangulares que, generalmente, ocupan la totalidad del espacio central del recipiente. En algunos casos, se conserva de manera parcial la pintura, aunque es casi inapreciable a simple vista.455
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sus vasijas, como fue el caso de los igneris o saladoides que
A través de estas imágenes pictóricas, el artífice se expresa con espontaneidad demostrando gran dominio técnico y artístico. Al parecer, estas pinturas no responden a un patrón estilístico cerrado, por lo que inferimos que se trata de una creación individualizada, hecha con entera libertad, en la que el artista imprime su propia concepción. La composición asimétrica de los diseños pintados en negro rompe con la concepción esquemática de los patrones estilísticos predominantes en el arte taíno, expresándose con más ligereza y espontaneidad, y dándole a la vasija un sentido de movimiento a la vez que una mayor expresividad al incorporarle un significado esotérico que aún nos resulta indescifrable. Estamos, pues, en presencia de un arte efímero, aunque no lo fuera en su intencionalidad, semejante al de la pintura corporal 280
siempre, sin que por ello deje de ser una expresión bella y lle-
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que se usa para asistir a una función y luego desaparece para na de significado cultural. En adelante, tenemos que formarnos una nueva visión que recree las piezas cerámicas taínas en todo el esplendor de su ornamentación cromática, lo que supone un cambio radical en nuestra percepción y apreciación. Algo semejante ocurrió con el arte griego, cuyas imágenes se concebían erróneamente desprovistas de color a partir de la concepción neoclasicista de Johann J. Winckelmann, cuando en realidad estaban pintadas de los pies a la cabeza. Hace años, cuando conocí a Joan Miró, uno de los más reconocidos representantes del surrealismo, en una visita realizada a su museo de Montjuic, en Barcelona, le mostré unas fotografías de los motivos pictóricos que aparecen en las vasijas taínas y quedó asombrado del parecido que tenían con los signos y símbolos empleados en sus obras artísticas, lo que demuestra una vez más la similitud existente entre el arte tribal y el arte moderno.456
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Los vasos efigies
Un lugar de considerable importancia dentro del universo cerámico taíno lo ocupan los vasos efigies. Con ellos se alcanza la cúspide artística de la alfarería taína, pues representan figuras de singular valor iconográfico. Destaca sobre todo la acusada individualidad de esta variedad cerámica, en la que cada ejemplar se distingue perfectamente de cualquier otro. Además, a diferencia de otras creaciones plásticas taínas que alteran las proporciones naturales, los vasos efigies están modelados con apreciable realismo, lo que permite identificar las figuras representadas. Es el caso de las mujeres sedentes o en posición acuclillada, de las embarazas de vientre prominente,
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o bien de los personajes esqueléticos con las costillas y la columna vertebral claramente delineadas, denotando la delgadez propia de los behiques provocada por los largos ayunos en sus prácticas chamánicas. Algunas de estas representaciones nos aportan datos de las vestimentas y adornos usados por los taínos, como los ceñidores en las piernas y las ligas en los brazos, mientras en la cabeza se aprecian diseños que bien pudieran rememorar los adornos pintados que se ponían en el pelo, o tal vez un tocado con forma de gorro o bonete, connotando su condición de personajes destacados. Algunos autores incluyen dentro de esta categoría a las vasijas efigies cuando la decoración del borde superior de estas sugiere una figura cuyo cuerpo se completa con la forma utilitaria del recipiente.457 Por nuestra parte, preferimos usar el término «vaso efigie» cuando el recipiente rompe con los modelos tradicionales para constituir una representación figurativa individualizada donde la imagen ocupa todo el envase.
Mujer en avanzado estado de gravidez con un diseño batraciforme estilizado en su vientre y un relieve central que evidencia la protrusión del ombligo. Colección Pierre y Nicole Domino.
En ocasiones los vasos efigies semejan figuras humanoides de aspecto grotesco, con anchas piernas y otras deformaciones, por lo que parece evidente la intención de plasmar algún tipo de patología y hasta funciones fisiológicas como la gravidez. Incluso se observa una representación femenina que tiene los brazos colocados hacia atrás como si intentara abrir o separar las nalgas con las manos, lo que podría aludir a un problema de estreñimiento.458 Dicho aspecto ha sido ampliamente tratado por el doctor Arístides Estrada Torres en el artículo «Evidencias patológicas en algunas obras taínas».459 Esto induce a considerar que estos vasos, además de servir de recipiente, ejercían una función propiciatoria mágico-terapéutica al mostrar estados patológicos, que hacían más eficaz el efecto curativo de los brebajes suministrados por los chamanes o curanderos. En cuanto a las imágenes esqueletizadas, hacen pensar que se muestran las costillas y la columna vertebral, sino también clavículas, omóplatos, sacros y coxales, lo que remite a un estado caquéxico ya que el esqueleto poseía un especial significado en la simbología chamánica, personificando la muerte y su potencial de renacimiento.460 A este respecto, si bien es cierto que el estado esquelético es frecuente en las representaciones plásticas taínas, es en los vasos efigies cerámicos donde parece más evidente la intención de mostrar los huesos del cuerpo, lo que se vincula a la extrema delgadez causada por los ayunos chamánicos. Por ello, es probable que estos recipientes los elaboraran los mismos behiques para contener las pociones que administraban a los enfermos, confiriéndole al envase parte del poder curativo inherente al curandero. En cualquier caso, los personajes representados en los vasos efigies los transforman en objetos rituales que maximizan la facultad curativa de los brebajes.461
Figura femenina con los brazos extendidos hacia atrás, lo que podría evidenciar algún tipo de patología rectal. (MHD) Imagen humanoide cuyo dramático aspecto remite a una concepción mítica que une lo terrenal con lo sobrenatural. Colección Pierre y Nicole Domino.
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trata de behiques o buitios sentados en dúhos. Estos no solo
La extrema delgadez que se observa en muchos de los personajes representados en los vasos efigies, con sus profundas cuencas oculares y la columna vertebral tan marcada, parece hablar de personajes extenuados por los ayunos hasta casi desfallecer. El tratamiento ideográfico dado a la parte ósea nos recuerda los comentarios de Las Casas sobre los behiques de Cuba, de los cuales dice que realizaban, en condiciones de aislamiento, ayunos que se prolongaban por tres y cuatro meses, alimentándose únicamente de zumos de hierbas.462 El estado somático y psíquico de anormalidad que se conseguía con los alucinógenos de la cohoba era favorecido por el ayuno previo, que, al provocar debilidad física, potenciaba el efecto de la droga. Así, a través de estas significativas realizaciones del arte taíno, nos miran unos behiques esqueléticos, listos para volar y curar, testigos y actores de una cultura de una sabiduría antiquísima.
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En algunos vasos efigies se observa un engrosamiento o hinchazón de las piernas que, además de favorecer el equilibrio del envase y aumentar su capacidad, puede remitir a los edemas propios de personas con déficit proteínico o que padecen hepatopatías debido a un metabolismo alterado del hígado y causado por el consumo de sustancias alucinógenas y hepatotóxicas.463 A este respecto, el antropólogo René Herrera Fritot descarta el nexo de estas imágenes con síntomas de elefantiasis o de filariasis, enfermedades que producen hinchazones similares. Basa su opinión en el hecho de que, según el conocimiento médico actual, estas dolencias no existían en tiempos precolombinos, y se cree que fueron introducidas por los esclavos africanos traídos por los europeos.464
Representación de una figura sedente con los brazos entrecruzados y apoyados sobre las rodillas en actitud introspectiva. (MHD)
Una pieza de gran valor iconográfico es esta estatuilla que se encuentra en el Museo del Hombre Dominicano, que destaca por la elegancia de sus líneas e impresiona por su excelente modelado y belleza. El personaje, de color negro, está sentado sobre un dúho. Otro aspecto que la singulariza es que levanta una de las manos a la altura de la boca e introduce en ella los dedos, sugiriendo el acto de provocar una regurgitación de carácter ceremonial. A su vez, el color negro del vaso remite a lo relatado por Pané: Cuando [los behiques] van a visitar a algún enfermo, antes de salir de casa toman hollín de las ollas o carbón molido, y se ponen la cara toda negra, para hacer creer al enfermo lo que les parece acerca de su enfermedad; y luego cogen algunos huesecillos y un poco de carne. Y envolviendo todo esto en alguna cosa para que no se caigan, se lo meten en la boca estando ya el enfermo purgado con el polvo que hemos dicho.465
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Figura sedente que se introduce los dedos en la boca con la aparente intención de regurgitar como parte del ritual del cohoba. El de la derecha ofrece la apariencia de una mujer embarazada. Ambos están modelados en barro de color negro, lo que recuerda la práctica de los behiques de tiznarse con hollín. (MHD)
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Vaso efigie antropomorfo masculino con una protuberancia en la espalda que lo relaciona con las creencias mitológicas taínas. (MHD)
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Vaso efigie antropomorfo femenino de gran realismo plástico que evidencia la destreza de los ceramistas taínos. (MHD)
De singular connotación mitológica es un formidable personaje antropomorfo de unos 40 centímetros de altura que se conserva en el Museo del Indio Americano de la Fundación Heye, en Nueva York. Fue localizado por Theodoor de Booy en 1916 dentro de una gruta cercana a la playa de Boca Chica, en la provincia Santo Domingo, en la costa sureste de la República Dominicana. Este ejemplar es notable no solo por sus dimensiones y perfecto estado de conservación, sino además por sus cualidades plásticas, por lo que el especialista en arte prehispánico Frederick J. Dockstader lo consideraba un asombroso tour de force en el arte de la cerámica.466 El examen iconográfico de esta figura nos induce a creer que se trata de un cacique y no de un behique, ya que no presenta la apariencia esquelética producto de los ayunos prolongados que hacían estos últimos. Además, lleva un cinturón con su guaiza o carátula y un bonete a modo de tocado, al estilo de los que usaban los caciques taínos (ver pág. 130). En la parte supe-
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rior del dorso tiene una protuberancia que le da una apariencia encorvada. Sin embargo, en opinión de Juan José Arrom no se trata de una deformación anatómica, sino de la representación estilizada de una tortuga, con lo cual este vaso efigie adquiere un valor extraordinario pues representaría a Deminán Caracaracol, con la tortuga en la espalda, develándose así su sentido mítico vinculado a la procreación del género humano.467 En general, las figuras representadas en los vasos efigies, que constituyen el clímax de la cerámica escultórica taína, poseen una esmerada terminación artística tanto por la técnica empleada como por el amplio repertorio iconográfico de gran expresión conceptual y configuración formal, cuyas imágenes muestran cierto realismo naturalista y encierran un extraordinario significado mágico-propiciatorio.
Personaje con una joroba que lo vincula con la tortuga mítica que creció en la espalda de Deminán Caracaracol. (NMAI, Smithsonian Institution)
En la Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo se exhibe un ejemplar de extraordinario realismo que representa a un personaje masculino recostado sobre un dúho y cuyo cuerpo manifiesta signos evidentes de ayunos prolongados y, tal vez, de debilidad y anomalía en algunos órganos. Aunque uno de los pies se ha perdido por fractura, esta pieza constituye una verdadera joya de la cerámica taína. Hay algunos vasos efigies de doble cuerpo que tienen un solo cuello o pico que conecta ambos recipientes. Generalmente, representan figuras disímiles que interactúan entre sí en un claro gesto de amistad, incluso con las manos agarradas o intercambiándose abrazos. Entre esta tipología de vasos efigies comunicantes sobresale un ejemplar cuya factura es un compendio simbólico de la dualidad masculino-femenino. Los dos contenedores se comunican en el cuello, por donde puede fluir el líquido, y están decorados con sugerentes diseños abstractos. Tienen forma de mamas con sus pezones ca. Esta particularidad supone una clara alusión a los órganos que intervienen en la procreación. En el centro del recipiente aparece la cara de un personaje con grandes cuencas oculares vacías que le dan un aspecto espectral. A ambos lados de este rostro central, dos pequeños apéndices en arco a modo de piernas flexionadas complementan los segmentados elementos figurativos de la imagen. Esta singularísima pieza de color crema realizada con la técnica del modelado alude a los opuestos complementarios como parte de la propia existencia humana, donde no hay masculino sin femenino, y viceversa, de la misma forma que sin la vida no existe la muerte.468
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acentuados; en cambio, el pico o vertedero tiene forma fáli-
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Vaso efigie con dos personajes unidos por sus torsos, insinuando una escena amorosa. (FGA)
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Representación de un cacique o behique sentado sobre un dúho con los brazos cruzados en una postura ascética o de recogimiento interior. Luce sobre la cabeza un tocado. En las piernas y brazos se observan los surcos provocados por el uso de las ligas de algodón. Los lóbulos de las orejas están ahuecados para introducir adornos. En su aspecto formal tiene la apariencia de un personaje en trance extático relacionado con el mundo de los espíritus. En el extremo superior de la espalda se proyecta un saliente tubular que sirve como vertedero del recipiente. (FGA)
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Vista frontal y lateral de un personaje masculino de cuerpo entero sentado sobre un recipiente globular. (FGA)
La criolla La alfarería alfarería criolla
El primero en exaltar la calidad de la cerámica taína fue Cristóbal Colón cuando en su Diario hace el siguiente comentario: «y nos traían agua en calabazas y en cántaros de barro de la hechura de los de Castilla».469 Las excavaciones arqueológicas realizadas en los asentamientos hispánicos establecidos dules emplearon alfarería taína, asignándoles a esos recipientes un uso esencialmente utilitario en sus menesteres culinarios. Sin embargo, según avanza el proceso de transculturación indohispana se va produciendo una pérdida de los rasgos decorativos que caracterizan al estilo ceramista chicoide de la cultura taína. Esta supresión de los elementos de connotación iconográfica y simbólica se relaciona con el interés evangelizador de los conquistadores, deseosos de que los taínos abandonaran sus manifestaciones artísticas inspiradas en sus creencias mitológicas y el culto a los cemíes. Por otra parte, la dieta introducida por los conquistadores y el diferente modo de procesar los alimentos fue otro factor que favoreció la adopción de modelos a la usanza española.470 En consecuencia, la forma y el grosor de los recipientes cambian
a tono con la nueva función a que fueron destinados, originándose un nuevo estilo alfarero al que hemos denominado «criollo»,471 término empleado en Santo Domingo y en toda Hispanoamérica para designar las modalidades propias de la región.472 A diferencia de la tradición ceramista española, en la que las piezas son confeccionadas en un torno o rueda de alfarero operado generalmente por artesanos que establecen talleres y se asocian en gremios, la alfarería criolla de la época colonial fue un oficio relegado a las mujeres indígenas, como parte de las tareas propias del servicio doméstico asignadas por los encomenderos. Aunque cabe la posibilidad de que algunas alfareras alcanzaran algún nivel de especialización e iniciaran una producción destinada a fines comerciales, más allá de los simples requerimientos domésticos.
Izquierda: vasija de estilo chicoide de la cultura taína decorada con asas figurativas y motivos incisos geometrizantes de carácter simbólico. Derecha: olla de estilo criollo carente de decoración con dos simples salientes funcionales a modo de asas.
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rante el período de contacto han evidenciado que los españo-
En el caso de las Antillas, al comenzar a agotarse la mano de obra indígena hacia mediados del siglo XVI, fue sustituida por la de esclavos africanos, cuya técnica manual de confección alfarera no difería en mucho de la empleada por los taínos. De modo que la alfarería pasó a ser desempeñada por las mujeres de origen africano y sus descendientes, tal y como aún se puede verificar en las zonas rurales de Haina, al oeste de la ciudad de Santo Domingo, al igual que en Palavé y Boca de Nigua, provincia San Cristóbal, donde se concentró una importante población de esclavos para trabajar en los ingenios y trapiches azucareros instalados allí durante la época colonial. Otro hito en la alfarería criolla acaecido entre los siglos y
XVIII
XVII
fue la introducción de las modalidades cerámicas pro-
cedentes de las islas Canarias, que arribaron con los contingentes migratorios a la Española en tiempos de Fernando IV y Carlos III para repoblar la isla con el propósito de contener la penetración de los colonos franceses establecidos en la
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parte occidental, en el próspero enclave esclavista de Saint Domingue.473 Los canarios conservaron las antiguas técnicas de manufactura alfarera heredadas de sus antecesores guanches, que constituían la población indígena originaria de las islas Canarias y anterior a la conquista por parte de Castilla. Esta influencia canaria se aprecia en las modalidades del estilo criollo confeccionadas en varias comunidades del valle del Cibao, como los parajes El Higüerito, Bonagua y Reparadero, cercanos a Moca, en la provincia Espaillat, cuya producción alfarera se caracteriza por la aplicación de un almagre o engobe ocroso llamado guaguarey que les confiere a los objetos una intensa tonalidad rojiza.474 La alfarería criolla que se gestó durante la colonia, a partir de los métodos de confección de origen indígena, ha sobrevivido hasta el presente en algunas zonas rurales del país como uno de los exponentes más representativos de nuestro acervo cultural, el cual se manifiesta a diario en el uso de la olla de barro para ablandar las sabrosas habichuelas que con tanto gusto consumimos los dominicanos.475 Jóvenes de las Islas Canarias con tinajas sobre sus cabezas, que son similares a las elaboradas por las alfareras en la zona del Cibao.
El lenguaje de los símbolos y los signos
Desde los tiempos más remotos los símbolos han sido un me-
La reflexión de Díaz Niese sobre el contenido semiótico cifra-
dio para transmitir conceptos profundos que están más allá del
do en las imaginativas abstracciones geométricas que proli-
dominio de la mente consciente.476 Por eso las religiones em-
feran en los objetos taínos constituye una permanente invita-
plean un lenguaje simbólico a través de imágenes alegóricas
ción a la búsqueda de respuestas adecuadas para la lectura
que expresan atributos inherentes a las deidades. En cuanto a
de un arte lleno de sentido, emoción y belleza.
los signos, también expresan conceptos idealizados, aunque no se presentan aislados sino como parte de un conjunto que funciona dentro de un determinado contexto cultural.477 Ahora bien, no es fácil establecer el significado simbólico cifrado en los objetos de una cultura desaparecida de la que apenas conocemos las escuetas noticias sobre su existencia aportacurrir a la perspectiva arqueológica con todo su rigor científico e interdisciplinario, auxiliada por la etnografía y la lingüística comparadas, para poder aproximarnos al significado de los símbolos y los signos empleados por los taínos. Con la intención de clarificar el enigmático significado de los signos que aparecen en las manifestaciones artísticas taínas, el crítico Rafael Díaz Niese considera: […] no son meros adornos nacidos de la fantasía espontánea del alfarero, sino verdaderos signos ideográficos, a cuya representación y repetición se atribuía, quizás determinadas influencias mágicas […] estos elementos decorativos tienen verdadero valor ideográfico, forman, en consecuencia, una unidad ideológica cuyo sentido no puede ser otro que el de invocaciones a las fuerzas elementales de que dependen el calor, las lluvias, la fertilidad de la tierra, el suceder de las estaciones, es decir, en suma, al confuso y arcano poder que rige la vida misma en todas su misteriosa amplitud y variedad.478
295 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
das por los cronistas de Indias. De ahí que tengamos que re-
A este respecto, José Juan Arrom en su obra Mitología y artes prehispánicas de las Antillas (1975) aportó una nueva dimensión a la interpretación iconográfica y simbólica de las manifestaciones superestructurales de la cultura taína. A partir de las reseñas etnohistóricas y las expresiones lingüísticas arahuacas, Arrom relacionó varios cemíes con su ámbito mitológico. Por sus investigaciones se conoce el significado intrínseco atribuido a muchas de las imágenes de culto y a muchos de los artefactos rituales que antes se veían como simples antigüedades indígenas, pero que al situarse dentro de su contexto cultural cobran pleno sentido como obras de arte representativas de las diversas deidades que regían las fuerzas genésicas y auguraban el porvenir.479 La metodología interdisciplinaria empleada por José Juan Arrom para establecer el significado iconográfico de las reTAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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presentaciones plásticas taínas tiene un importante antecedente en la obra de J. W. Fewkes,480 quien realizó una ingente labor de clasificación tipológica, sentando las bases para el estudio arqueológico del área antillana, en especial de la cultura taína. Los estudios emprendidos por Arrom sobre la correlación existente entre la mitología y las representaciones cemicistas han sido continuados por autores como Michael Sellon, Abelardo Jiménez Lambertus, Henry Petitjean Roget, Sebastián Robiou Lamarche, José M. Guasch Delmonte y José Oliver, entre otros, y ofrecen innovadoras perspectivas sobre la cosmovisión y la religiosidad de los taínos con la finalidad de hallar la explicación estructural de los pasajes míticos y su vinculación con las imágenes iconográficas, retribuyendo así a muchos objetos arqueológicos su verdadero sentido cultural.
Vaso efigie con figura antropozoomorfa. (MHD)
Un aspecto a considerar para la interpretación de los signos taínos fue observado por el arqueólogo José Alcina Franch481 a partir de las investigaciones realizadas por Reichel-Dolmatoff 482 entre los indios tucanos del sureste de Colombia y de las visiones inducidas por la ingestión del yagé o ayahuasca (Banisteriopsis caapi). Esta bebida psicotrópica es extraída de un bejuco selvático del mismo nombre y de otras plantas cuyos agentes químicos crean en el ojo lo que los fisiólogos llaman «fosfenos», es decir, imágenes subjetivas, independientes de toda fuente luminosa externa, que son consecuencia de la autoiluminación del sentido de la vista.483 Alcina Franch especifica en su informe Religiosidad, alucinógenos y patrones artísticos taínos que los fosfenos no son producidos exclusivamente por los efectos del yagé, sino que pueden ser provocados también por otros agentes químicos que contengan drogas alucinógenas, como es el
Desde esta perspectiva, este autor considera que tales visiones no son momentáneas, sino que persisten durante un cierto tiempo (meses quizás), de modo que la celebración periódica de ceremonias en las que se ingieren drogas alucinógenas haría que tales fosfenos quedasen incorporados permanentemente en la visión real de los individuos habituados a su consumo. Por tanto, las abstracciones o motivos que se observan en el arte taíno pueden ser interpretados como el resultado de esas imágenes posteriores debido al efecto de los estados alterados de conciencia por la ingestión de la cohoba.
Recipientes con signos abstractos inspirados posiblemente en las visiones alucinógenas de la cohoba.
297 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
caso de la cohoba inhalada por los taínos.484
En nuestra opinión, los signos abstractos del arte taíno forman
Los signos o rasgos abstractos del arte taíno expresan, por
parte de una concepción estructural del objeto, cumpliendo
tanto, cualidades o movimientos propios de las representa-
así una función semiótica articulada con las representaciones
ciones figurativas, y, a tal efecto, están íntimamente relacio-
más figurativas, y, por tanto, no deben ser tratados de forma
nados con la imagen que aparece en el objeto, conformando
aislada, sino que es en el conjunto del objeto donde adquie-
un elemento simbólico cargado de connotación mitológica
ren su verdadera semanticidad. A partir de los postulados de
y espiritual. Por eso, los signos no deben ser analizados de
la psicología de la Gestalt, consideramos que los objetos ar-
forma fragmentaria pues se descontextualizan al ser aislados
tísticos taínos, dejando a un lado su función utilitaria, son en
o abstraídos del contexto semántico al que pertenecen. Es,
realidad ideogramas integrados por la íntima estructuración
pues, su correlación dentro de la estructura del objeto lo que
de sus partes. Esta interrelación de significados es tal que, en
le da al signo su sentido semiótico y le permite transmitir su
muchos casos, la forma o parte funcional del objeto se entre-
verdadero significado.488
mezcla o se confunde en un todo con el elemento iconográfico. Es el caso de la cuchara de hueso o del hacha de piedra, que, al tener forma humana, integran una unidad indisoluble
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
298
entre lo funcional y lo figurativo.485 La psicología de la Gestalt o psicología de las formas establece, tal como plantea Gardner Murphy, «el concepto de que todos los elementos o partes constitutivas de un todo deben ser contemplados en sus interrelaciones, para poder comprender la estructura».486 A este respecto, Sigfried Giedion, al hablar de la Gestalt en relación con las abstracciones que aparecen en los objetos, dice: La psicología, que se ocupa también de las percepciones sensoriales, ha investigado la relación existente entre las partes de un todo. Las partes se derivan del todo, que es lo único que determina su carácter real. El todo es más que la suma de sus partes, lo mismo que los sociólogos han reconocido desde hace tiempo que la ciudad es más que la mera suma de sus habitantes.487
Un caso que llama poderosamente la atención son los motivos sigmoides que se observan en las alas de las representaciones ornitomorfas. Sobre ellos existe un enjundioso estudio realizado por el antropólogo Fernando Ortiz, quien interpreta que tales diseños tenían para los indios antillanos un sentido meteorológico, precisando en sus investigaciones que «el viento nunca pudo ser figurado con realismo y requirió siempre un símbolo figurativo y más o menos abstracto».489 La tesis de Fernando Ortiz es corroborada por José Juan Arrom, quien señala que las imágenes cefalosigmoides representan al cemí Guabancex o deidad que «hace mover el viento y el agua» desatando la fuerza devastadora de los huracanes y las aguas torrenciales.490
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
299
De ahí que en los objetos taínos las alas se plasmen con diseños sigmoides, simbolizando el viento que sopla en el mismo espacio surcado por las aves. De acuerdo con lo anterior, la fértil imaginación del artífice primitivo ha creado una singular analogía entre el viento y el ala que se expresa mediante un proceso mental dinámico que es el signo. En tal sentido, el diseño sigmoide curvilíneo, que simboliza a las alas, le confiere un sentido de movilidad a la imagen, al transmitir la sensación del vuelo de las aves.
Espátula vómica ornitomorfa cuyas alas presentan motivos sigmoides. (FGA) Olla con dos asas figurativas cefalosigmoides cuyos brazos arqueados sugieren el efecto del viento. (FGA)
Cuando se trata de vasijas con imágenes que aluden al murciélago o la lechuza, las bandas ornamentales que aparecen en la parte superior del recipiente muestran usualmente triángulos rayados en cadeneta, caracteres cuyo significado habría que ubicar dentro del contexto temático que ambos animales ocupan en el panteón animista taíno. Estos motivos que semejan el entrecruzamiento de fibras vegetales pueden insinuar las ligas o vendas tejidas de algodón con las cuales se enfajaban los cadáveres como parte de las prácticas funerarias, estableciéndose así una posible correlación entre este diseño y el significado fantasmagórico de los animales alados de hábitos nocturnos, ligados a las opías o espíritus de los muertos.491 Además de los triángulos en cadeneta, otro de los signos más usados por los taínos fue el círculo, que puede tener o no un punto en su centro. Aunque desconocemos su significado, la forma circular debía consignar algo particularmente llamativo relacionado con el cosmos, denotando el disco solar o la luna
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
300
llena, y el punto central hacía tal vez la diferencia para connotar la luz del día o la oscuridad de la noche.492
Arriba: asas con representaciones de murciélagos y bandas con motivos incisos en forma de triángulos en cadeneta. Abajo a la izquierda: asas con imágenes de lechuzas estilizadas con incisiones que forman círculos concéntricos de connotaciones simbólicas astronómicas.
Otro ejemplo realmente significativo corresponde a las vasijas cuyas asas recuerdan a las ranas. En estos casos, el motivo que se observa en las bandas incisas a la altura de las representaciones figurativas es casi siempre la reiteración de cuatro líneas curvas superpuestas que insinúan el salto de la rana. Visto así, los diseños curvilíneos repetidos de manera rítmica y simétrica dan la sensación de locomoción, sugiriendo el desplazamiento de este batracio. Si nos atenemos a las observaciones anteriores, la vía más expedita para interpretar el lenguaje cifrado en los caracteres de figurativas que fungen de asas. En conclusión, tal y como establece la Gestalt, la obra de arte ha de ser considerada o interpretada como un todo donde los signos abstractos guardan una asociación directa con los demás componentes que integran el objeto. Interpretar los signos por separado sería desplazarlos de su concepto. De esta manera, los signos taínos, que a todas luces son más significantes que decorativos, revelan características o atributos propios de las imágenes míticas con las cuales están relacionados dentro del contexto del objeto, dimensión donde tales signos ejercen su función diacrónica.
Vasija con representaciones batraciformes y bandas incisas de líneas curvas superpuestas que insinúan el salto o modo de andar de las ranas. (FGA)
301 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
los recipientes taínos es su vinculación con las representaciones
Las voces de las cavernas
El arte rupestre es uno de los patrimonios artísticos más sig-
Por su parte, Mártir de Anglería corrobora la importancia que
nificativos que nos ha transmitido la prehistoria antillana. Ce-
los indios les atribuían a las cavernas cuando en sus Décadas
losamente custodiados en el interior de las cavernas, se han
del Nuevo Mundo dice: «visitan en peregrinaciones esas cue-
conservado numerosas imágenes y símbolos que representan
vas, como nosotros a Roma y al Vaticano, cabeza de nuestra
de modo realista o abstracto sus ancestrales creencias mitoló-
religión, o a Compostela y Jerusalén, sepulcro del Señor».494
gicas y los rituales practicados en la penumbra para invocar a las divinidades y otras entidades míticas portadoras de pode-
En cuanto a las manifestaciones del arte rupestre, pueden ser
res y atributos divinos.
petroglifos grabados en la roca, o bien pinturas en las paredes de las cavernas. Entre estas representaciones parietales
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
302
Desde los albores de la humanidad, las cuevas han sido re-
existen dos tendencias, una esquematizada y otra naturalis-
verenciadas como lugares sagrados, y a veces suscitan temor
ta. En las expresiones esquemáticas, hechas de trazos sim-
por considerarse el hábitat de seres divinos y criaturas fantás-
ples y lineales, se advierte un marcado contenido simbólico.
ticas capaces de influir en el devenir de los acontecimientos.
En cambio, en las figuras de índole naturalista, lo descriptivo
Los taínos las utilizaron con fines rituales para enterrar a los ca-
(aunque no exento de ciertos convencionalismos) parece ser
ciques, o como refugios donde se recluían los behiques para
la intención del ejecutante, como un modo de apropiarse de
realizar sus prolongados ayunos propiciatorios. En tal sentido,
la realidad del medio. Estas imágenes naturalistas, usualmen-
las figuras que se observan en su interior tienen una dimen-
te, están rellenas de color negro y en algunas se evidencia el
sión mágico-religiosa que obedece a una compleja teogonía.
uso del claroscuro para dar la sensación de volumen.
Fray Ramón Pané, en su Relación acerca de las antigüedades de los indios, alude a esa costumbre que tenían los taínos de
Las figuras humanas son las que aparecen con mayor fre-
usar las cavernas como santuarios religiosos y de grabar o pin-
cuencia, ya sea aisladas o formando grupos que participan
tar en sus paredes una serie de mitos alusivos a sus antiguas
en ceremonias rituales propias de las prácticas chamánicas,
creencias:
así como en actividades de cacería y otros aspectos de la vida
Y también dicen que el Sol y la Luna salieron de una cueva, que está en el país de un cacique llamado Mautiatihuel, la cual cueva se llama Iguanaboína, y ellos la tienen en mucha estimación, y la tienen toda pintada a su modo, sin figura alguna, con muchos follajes y otras cosas semejantes.493
cotidiana, por ejemplo, trepando por unas lianas o remando en una canoa. En algunos casos son rostros de cemíes, en particular Boínayel y Márohu, deidades a las que se invocaba para atraer la lluvia, así como otras figuras de la cosmovisión religiosa taína.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
303
Figuración de los gemelos míticos Boínayel y Márohu. Hoyo de Sanabe, Sánchez Ramírez, RD.
Por su parte, los temas faunísticos forman, en ocasiones, ver-
Las pictografías son monocromas, generalmente de color ne-
daderas escenas que incluyen numerosas especies de anima-
gro. En ellas se utiliza como elemento tintóreo el carbón vege-
les: aves, peces, jicoteas, reptiles, e incluso perros en actitud
tal y en ocasiones la murcielaguina, la cual abunda en el suelo
de apareamiento. Estas imágenes zoomorfas que se relacio-
de las cavernas499 y pudo haber tenido alguna connotación es-
nan con los ritos propiciatorios de caza y pesca pueden ser
pecial por proceder de los murciélagos, que, como ya hemos
admiradas en el Hoyo de Sanabe y en la Guácara del Come-
indicado, encarnaban la nocturna aparición de las elusivas y
dero, en la provincia Sánchez Ramírez,495 o en las cuevas de
escurridizas opías.500 También se emplean con menos frecuen-
Borbón, provincia San Cristóbal.496 En menor medida apare-
cia los colores blanco, gris y rojo; este último se observa en la
cen motivos florales y fitomorfos, que expresan un arraigado
Cueva de las Manos, en Pedernales. Resulta difícil establecer
panteísmo. También hay signos y elementos abstractos con
la cronología de estas huellas cromáticas parietales, que en al-
formas geométricas y otros grafismos, a modo de grecas,
gunos casos se superponen, al igual que su correlación con las
donde subyace una esotérica simbología que alude al mundo
distintas etapas culturales, ya que las cavernas fueron usadas
de los espíritus revelado por las alucinaciones de la cohoba.
de manera sucesiva a lo largo de los diferentes períodos del poblamiento prehistórico.
Es notoria la profusión de pictografías en las cavernas de la República Dominicana. Para tener una idea, basta mencionar que solamente en la cueva de José María, estudiada por Adolfo López Belando, ubicada en el Parque Nacional del Este,
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
304
hay más de 1200.497 Y en las cuevas de Borbón, Dato Pagán Perdomo inventarió cerca de 600 pinturas parietales.498
Los petroglifos son de trazos delgados y profundos, y en ocasiones se aprovechó el volumen de la superficie parietal y sus múltiples posibilidades expresivas para conformar el contorno de la figura. Generalmente, están grabados en las entradas de las cavernas y en los abrigos rocosos, o sobre grandes peñascos ubicados en los cursos de los ríos y charcos de agua, como acontece en Chagüey, provincia Dajabón,501 y Anamuya, provincia La Altagracia.502 La mayoría de los bajorrelieves son caras que salen de las rocas y han permanecido imperturbables por siglos formando paneles en las paredes de las cuevas.503 También los encontramos en bloques líticos, destacándose sobre la verde sabana o en medio de un valle Guayabal en Padre las Casas; tales peñascos, localizados con frecuencia en lugares aislados, pudieron haber servido para marcar áreas con recursos fluviales o límites fronterizos entre distintos cacicazgos. Las imágenes antropomorfas esgrafiadas en el pórtico de las cavidades rocosas parecen los celosos guardianes que custodiaban la entrada de las cuevas en señal de estricta vigilancia, como Mácocael, a quien el sol transformó en piedra por llegar tarde a la cueva encomendada a su cuidado. De esta cueva, llamada Cacibajagua, salió, según el relato mítico transcrito por fray Ramón Pané, la mayor parte de la gente que pobló la isla.504 De ahí que podamos inferir la estrecha relación que para los taínos existía entre las cavernas y el origen subterráneo de la humanidad.505
Petroglifos de la Piedra Letrada, La Culata, Constanza, RD. Pictografías de la guácara del Hoyo de Sanabe, Sánchez Ramírez, RD.
305 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
boscoso, como la Piedra Letrada en Constanza o la roca de
Los estudios de arte rupestre en la República Dominicana se
En 1955, Emile Boyrie de Moya publica Monumento megalíti-
remontan a los albores de nuestra independencia. Sir Robert
co y petroglifos de Chacuey, República Dominicana. A finales
Schomburgk, naturalista alemán y cónsul británico que llegó
de la década de 1960, Carlos Morales Ruiz escribe varios ar-
al país en 1849, elaboró un informe, publicado en el Journal
tículos en la revista Ahora sobre los petroglifos del río Yuboa,
of Ethnological Society of London en 1854,506 sobre varios si-
provincia Monseñor Nouel. En la década de 1970 se crea la
tios de interés prehistórico. Entre ellos estaban el «Cercado
Sociedad Espeleológica Dominicana y a partir de ese mo-
de los indios» (llamado hoy Corral de los Indios), en San Juan
mento los descubrimientos de cavernas se multiplican y con
de la Maguana, y las cuevas del Pomier o de Borbón, en San
ello también los estudios sobre arte rupestre. Por su parte, el
Cristóbal, así como Las Paralelas, en Constanza, todos los cua-
Museo del Hombre Dominicano les confirió un gran impulso
les podrían haber sido plazas para el juego de pelota.
a las investigaciones espeleológicas, en las que participaron Dato Pagán Perdomo,507 Fernando Morbán Laucer,508 Bernar-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
306
Entre los precursores de la investigación del arte rupestre en
do Vega,509 Fernando Luna Calderón, Renato Rímoli y Manuel
el país también figuran William Gab, que en 1869 realizó un
García Arévalo, entre otros. Años después, se integra a la ex-
reporte sobre las cavernas de la bahía de San Lorenzo, en el
ploración y divulgación del arte rupestre el espeleólogo Do-
actual Parque Nacional Los Haitises, y Alphonse Pinart, que en
mingo Abreu Collado, fundador de Espeleogrupo de Santo
1860 publicó Notas sobre los petroglifos de las Antillas Mayo-
Domingo, que inició sus actividades en 1986. Abreu Collado
res y Menores, que incluye sus hallazgos en las cuevas de la
ha mantenido en la prensa nacional una sección especializada
bahía de San Lorenzo y en el abrigo de Las Caritas (en el lago
denominada «País bajo tierra» y ha conformado el Catastro
Enriquillo). A su vez, el doctor Narciso Alberti Bosch, pionero
Nacional de Cuevas en el Ministerio de Medio Ambiente y
de los estudios arqueológicos en la República Dominicana,
Recursos Naturales, donde dirige la División de Espeleología.
editó en 1912 Apuntes para la prehistoria de Quisqueya, don-
De igual forma, hay que resaltar la amplia e intensa labor de
de da a conocer las huellas parietales de las guácaras de Sie-
investigación y publicación realizada por Adolfo López Belan-
rra Prieta, Comedero y Hernando Alonso, entre otras cavernas
do, autor del libro La memoria de las rocas. Arte rupestre en
con numerosas pinturas y petroglifos.
la República Dominicana.510
En 1915, Cayetano Armando Rodríguez publica Geografía de la isla de Santo Domingo y reseña de las demás Antillas, que incluye un capítulo sobre grutas y cuevas, entre las que figuran algunas con arte rupestre. En 1929, Herbert Krieguer publica Archeological and Historical Investigations in Samaná, Dominican Republic, donde dedica algunas páginas al arte rupestre de las cuevas de la bahía de San Lorenzo e incluye dos láminas con algunos dibujos de las pictografías que allí se conservan. Por su parte, Félix Richiez Acevedo publica en 1949, en el diario El Caribe, el primer informe sobre la cueva de las Maravillas, en el que da a conocer uno de los santuarios de arte rupestre más representativos de las Antillas. Petroglifos con diseños de grecas. Guácara de Sierra Prieta, Sánchez Ramírez, RD.
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Petroglifos sobre las rocas de Los Pasos en el río Yuboa, Monseñor Nouel, RD. ©Adolfo López Belando
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Petroglifos y promontorio rocoso de Las Caritas, próximo al lago Enriquillo. ©Ricardo Briones
Una de los recintos prehistóricos mejor conservados de la Re-
En la cueva de las Maravillas perduran numerosas pinturas,
pública Dominicana es la cueva de las Maravillas, que atesora
grabados y altorrelieves que nos permiten apreciar, por medio
numerosas expresiones de arte rupestre de gran valor estético
de expresivas imágenes y símbolos, la concepción del univer-
y arqueológico. Para su protección se instituyó la Fundación
so cosmogónico de los indígenas. Estos atribuyeron a las ca-
Patronato Cueva de las Maravillas, encabezada por Alejandro
vernas un significado de hondo sentido espiritual y mágico al
Grullón Espaillat, presidente fundador del Banco Popular Do-
considerarlas espacios vinculados a la vida sobrenatural, tal y
minicano, y por el historiador Frank Moya Pons. Con miras a
como se evidencia en una escena de extraordinaria connota-
conservar la diversidad biológica y los recursos naturales del
ción mítica donde aparece una figura femenina sin cabeza de
área, se ha creado un parque donde habita una gran variedad
la cual emanan imágenes que sugieren espíritus suspendidos
de especies de plantas y animales autóctonos. Además, se
en el aire. En conclusión, un rasgo notable del arte parietal de
ha instalado un museo in situ, auspiciado por la Fundación
la cueva de las Maravillas es que recrea distintos tipos de acti-
García Arévalo, con el objeto de mostrar la forma de vida y las
vidades en forma de mitogramas a partir de los fundamentos
diversas expresiones culturales de los pobladores aborígenes
mitológicos y las prácticas chamánicas de sus ejecutores.
que habitaron el lugar.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Escena ritual de una figura femenina decapitada de la cual parece emanar un espíritu. Cueva de las Maravillas, El Soco, San Pedro de Macorís, RD.
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Interior de la cueva de las Maravillas. ©Ricardo Briones
Trascendencia del arte taíno El arte era un medio de expresión de la sociedad taína que obedecía a los imperativos de sus creencias mitológicas y a sus prácticas rituales mágico-religiosas. Por tanto, en sus producciones artísticas se observa una amplia gama de configuraciones que aluden a la existencia de seres sobrenaturales y figuras de aspecto espectral relacionados con la invocación a los cemíes, el culto de los antepasados, la aparición de los muertos y la comunicación con los espíritus que se realizaba durante la ceremonia de la cohoba. Sus realizaciones plásticas, incluso las de uso cotidiano, poseen una sorprendente fuerza expresiva y reflejan un gran dominio del simbolismo, la simetría y la abstracción figurativa. En las tallas y modelados existe una amplia variedad tipológica, carácter simbólico, pueden considerarse verdaderas obras de arte. En ellas se pone de manifiesto la síntesis conceptual, la armonía de la forma y la ornamentación a base de hábiles estilizaciones imaginativas y signos esquematizados que revelan su cosmovisión y la concepción de su mundo espiritual, inspirados en los atributos de las divinidades que regían las fuerzas genésicas de la naturaleza.511
Amuleto de concha con una expresiva figura de rasgos antropozoomorfos. (MHD) Bandeja de madera con una imagen antropomorfa que luce incrustaciones de concha. Foto ©Saulo Bambi, Sistema de Museos de la Universidad de Florencia, Italia.
311 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
y, por su esmerada terminación y bellos rasgos decorativos de
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
312
Los motivos cefaloformes son la temática central de las creaciones taínas, por considerarse la cabeza como el élan o fundamento vital del ser humano. Por eso, en las imágenes antropomorfas y zoomorfas, el contorno de la cabeza y los órganos de los sentidos están destacados con mayor detalle y amplitud que el resto del cuerpo y las extremidades. Estos últimos están generalmente minimizados en sencillas esquematizaciones convencionales, o sugeridos de manera llana por la simple forma del objeto donde se ha plasmado la representación capital.512
Vista frontal y dorsal de un majador lítico que presenta en su tope una figura quiropteriforme. La cabeza se destaca con mayor amplitud que el resto del cuerpo, insinuado mediante hábiles abstracciones. (MHD)
En las concepciones estéticas son comunes las figuras alusivas a animales vinculados a sus pasajes mitológicos, que adquieren rasgos y manifestaciones propias de los seres humanos. Bajo este biformismo se plasman los entes míticos que poseen cualidades propias del reino animal. Esta conjunción de formas suele combinarse a tal extremo que a veces llega al paroxismo, difuminándose la frontera entre lo humano y lo animal y dando lugar a representaciones imaginarias en la cuales se modifican las proporciones naturales por medio de analogías idealizadas. Tal es el caso de los ejemplos ornitomorfos que aparecen en los artefactos del ritual de la cohoba, ya que durante el trance extático el oficiante se transmutaba en ave para apropiarse de la facultad de volar y ascender al mundo trascendente de los espíritus. O bien de imágenes de reptiles, como las serpientes que habitan en las entrañas de la tierra, inframundo con la intención de arrebatar a los seres malignos el alma de los enfermos.
Vaso efigie con una imagen donde se entremezclan rasgos humanos con los de la lechuza. Espátula vómica de la cohoba con figura de pelícano.
313 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
cuyas propiedades asumían los behiques para descender al
Por otra parte, se enfatiza la esquematización de las imágenes y sus connotaciones simbólicas en una cultura visual que prioriza lo espectral. Esto se evidencia especialmente en las asas de las vasijas, donde las formas ornamentales más comunes son esbozos de rostros humanizados imbricados con los rasgos del murciélago y la lechuza. Animales que poseen la facultad de desplazarse en la oscuridad de la noche, encarnando a criaturas maléficas a las que se atribuían poderes misteriosos y temibles que debían ser conjurados con el resguardo que ofrecían los eones vinculados a la práctica del cemicismo y a las esencias protectoras de los ancestros. En su conjunto, el arte taíno representa un rico universo iconográfico. Como un rasgo cultural omnipresente, tanto los objetos de uso litúrgico como utilitario plasman su concepción de las deidades bienhechoras que regían los fenómenos atmosféricos que favorecían las cosechas, propiciando la vida. O bien, manifiestan la impronta de aquellos seres sobrenaturales que se identificaban con la región del más allá habitada
314 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
por las ánimas ausentes del mundo de los vivos.
Recipiente cerámico con imagen estilizada de lechuza. (MHD) Vasija con asas de rasgos antropozoormofos. (FGA)
Las fuentes etnohistóricas refieren que los objetos de culto
En síntesis, podemos afirmar que la plástica taína presenta
y las piezas del menaje de los caciques o señores principa-
cualidades muy definidas e individualizadas dentro del con-
les, que exigían una alta cualificación, fueron obra de artesa-
junto artístico y cultural indoamericano. Esto conforma un arte
nos experimentados, especialmente de los behiques o mé-
propio que, si bien reducido en cuanto a sus dimensiones, o
dicos-hechiceros. El resto de los objetos eran fabricados por
de «tono menor» según las autorizadas palabras del crítico
los demás miembros de las aldeas, que en tales menesteres
Darío Suro,516 no por eso deja de ser expresivo y solemne,
empleaban sus ratos de ocio, logrando los utensilios de tra-
casi dramático si se quiere. Está impregnado, en cualquier
bajo y las diferentes piezas del ajuar casero y personal. A este
caso, de un complejo significado simbólico y ritual que ilustra
respecto, nos dice fray Bartolomé de las Casas:
elocuentemente las concepciones mágico-religiosas que ani-
tumbre que en ella se usaba a tener oficios no los constreñía, por su recreación o por su curiosidad cosas por arte y tan polidas y sotiles hacían, que mostraban no menos que muy claramente ser de ingenio vivísimos y sotilísimos.513
Para el taíno la manifestación artística o, lo que es igual en su caso, el arte al servicio de la magia y la religión, constituyó una práctica vital o dogma inquebrantable donde se advierte claramente, tal y como indicara René Herrera Fritot, «la estrecha vinculación entre la vida material de aquel pueblo primitivo y su mítica, en una constante comunicación o dependencia con sus divinidades».514 A diferencia de los grupos arcaicos, que tenían que valerse del esfuerzo o habilidad personal para perseguir o capturar las presas, en la fase socioeconómica y cultural alcanzada por los taínos, la agricultura desempeñaba un rol importante en la subsistencia de las tribus. La germinación de las plantas y la obtención de buenas cosechas dependían de factores biológicos y ambientales vinculados a las fuerzas cosmogónicas. De tal modo que el sol y la lluvia bienhechores, o el viento huracanado que arrasaba los conucos, eran atribuidos por los taínos a la voluntad de sus dioses o cemíes, y su arte se puede interpretar como una súplica a las divinidades que controlaban los elementos genésicos, los cuales por su misma naturaleza dependían de lo sobrenatural.515
maron a los artífices taínos en la ejecución de obras de un extraordinario valor estético y conceptual. Y aunque la voz de los taínos quedó suspendida en el pasado, sus manifestaciones artísticas por medio de sus imágenes, símbolos y signos nos hablan al igual que las palabras, permitiéndonos reconstruir sus modos de vida, sus pensamientos y creencias, sus formas de sociabilidad e incluso sus sueños a través de los objetos estéticos que transmiten sus ideales y comunican sus actitudes más sensibles y trascendentes.517 315 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
[…] y en estas tales tierras donde la calidad de la tierra o la cos-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
316
Dagas efigies de carácter ceremonial. Izquierda: Museo Provincial de Historia de Holguín, Cuba. Derecha: Colección Betty e Isaac Rudman.
El legado indígena
Como habían preconizado los agoreros cemíes que predijeron la destrucción de la sociedad taína,518 las muestras de mansedumbre y hospitalidad con que los indígenas recibieron a los conquistadores no alteraron su trágico destino. Los maltratos, la imposición de trabajos forzados y, sobre todo, la enorme mortandad causada por la introducción de enfermedades y epidemias, frente a las cuales los nativos carecían de inmunidad biológica, fueron diezmando a los aborígenes antillacanoas de troncos ahuecados, algunos métodos de pesca,
sarrollado unas formas de vida adaptadas al medioambiente
la confección de bateas de madera, la utilización del higüero
insular que fueron asimiladas rápidamente en la interacción
como recipiente y para hacer maracas, el uso de la yagua para
entre estas y los españoles, a las que pronto se sumaron los
cobertizos y petacas, el hilado y la cestería con fibras vege-
contingentes africanos. Se produjo así un proceso de asimila-
tales, la forma de extraer el oro de los ríos, el empleo de nu-
ción cultural que respondió al desafío que les planteaba a los
merosas especies botánicas medicinales,520 e incluso el hábito
conquistadores su arribo a un nuevo escenario geográfico y
de fumar tabaco, tan extendido en nuestros días, son apor-
ecológico. Esto conllevó que muchos de los elementos indí-
taciones indígenas que han perdurado a través de esa fusión
genas se incorporaran desde el principio al enriquecedor pro-
acaecida durante las primeras décadas de la etapa colonial.
ceso de mestizaje y transculturación que forjó una identidad propia, dando origen a la sociedad criolla.
A todo esto se suman las prácticas gastronómicas, entre las que sobresale el amplio consumo del casabe; así como el uso
En este sentido, los aportes culturales de los taínos contribu-
de numerosos vocablos para designar especies de la flora y
yeron de manera significativa a conformar los modos de vida
fauna y la geografía dominicana. Asimismo, persisten las hue-
durante la época colonial. Estos se transmitieron a través del
llas indígenas en la religiosidad y las leyendas populares, en-
tiempo de generación en generación como una tradición he-
tre ellas la creencia en personajes míticos, como es el caso
reditaria, constituyendo en la actualidad una parte importante
de la escurridiza ciguapa que se escapa de sus captores para
del lenguaje, del quehacer artesanal y del folclore nacional,
permanecer oculta en la espesura de los bosques, la cual ha
especialmente en las zonas rurales del país.
sido llevada con frecuencia a la literatura y a la plástica.521
La persistencia del conocimiento indígena en las actividades
En fin, este valioso acervo cultural taíno, que constituye la gé-
económicas y la vida cotidiana puede percibirse a través de
nesis del perfil étnico de nuestra población, ha quedado indi-
múltiples ejemplos. Las técnicas y materiales de construcción
solublemente integrado a los modos de sentir y de hacer de
de las viviendas, las prácticas de cultivo en los conucos, las
los dominicanos de hoy.
317 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
nos.519 Sin embargo, las comunidades indígenas habían de-
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
318
Por otro lado, a partir del célebre sermón de fray Antonio Montesino, pronunciado el cuarto domingo de Adviento de 1511, surgió en Santo Domingo el primer clamor de justicia a favor de la dignidad y los derechos de los indios.522 La reivindicación iniciada por los frailes dominicos encabezados por fray Pedro de Córdoba,523 a los que pronto se unieron los franciscanos,524 fue el punto de partida del indigenismo en América y del rechazo a la opresión y la injusticia que subyugaba a los pueblos sometidos por la conquista. La desventura de la etnia primigenia y el heroísmo de sus aguerridos caciques han servido de inspiración a nuestros más connotados escritores y artistas,525 dando curso a la abundanMax Henríquez Ureña, «probablemente en ningún otro país de América tuvieron los temas indigenistas tantos cultivadores notables».526 Tales son los casos cimeros de las obras poéticas Fantasías indígenas (1877), de José Joaquín Pérez, y Anacaona (1880), de Salomé Ureña, así como de la novela Enriquillo (1877), de Manuel de Jesús Galván. Mientras, en las artes plásticas, los lienzos de Luis Desangles y la escultura de Abelardo Rodríguez Urdaneta –cuya fuente de inspiración fue el cautiverio de Caonabo–, aunados a los murales de José Vela Zanetti, resaltan la indómita resistencia aborigen ante la conquista española. Dentro de esta línea de pensamiento y creatividad, desde mediados del siglo
XIX
en la República
Dominicana, «¡Ir hacia el indio!», para citar palabras de Pedro Henríquez Ureña, «nace y renace en cada generación, bajo muchedumbre de formas, en todas las artes».527
Monumento a fray Antonio Montesino del escultor mexicano Antonio Castellanos Basich, erigido en la desembocadura del río Ozama, en Santo Domingo. ©Juan Carlos Vélaz Martín Portada de la novela Enriquillo, de Manuel de Jesús Galván. Ilustración de Eligio Pichardo para la edición de la Librería Dominicana (1955).
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te y valiosa producción indigenista dominicana. A juicio de
Por su parte, muchos de los más connotados artistas plásticos contemporáneos han vuelto su mirada a la estética primitiva, apoyándose en la cantera del acervo arqueológico aborigen, que constituye una fuente de inagotable atracción. Esa orientación se aprecia en los lienzos de Paul Giudicelli, José Perdomo y Antonio Guadalupe, en las tallas de Antonio Prats Ventós, las cerámicas de Thimo Pimentel y Said Musa o en las serigrafías de Carlos Sangiovanni. Estas expresiones, que parten de las imágenes iconográficas, los signos y los pasajes mitológicos taínos –como sucede en los paisajes surrealistas de José Félix Moya y las recreaciones míticas de Crismar– han dado lugar a un movimiento tainista o neotaíno de corte vanguardista que incorpora soluciones técnicas y formales extraordinariamente innovadoras en su quehacer artístico a partir de una visión retrospectiva que capta y revaloriza en su TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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proceso creativo lo esencialmente mágico y totémico del arte aborigen.528 De igual manera, a partir de la década de los cincuenta del pasado siglo
XX,
la artesanía dominicana, bajo la orientación
de arqueólogos, artistas y técnicos en la materia, ha retomado y reinterpretado las formas iconográficas y los expresivos motivos simbólico-decorativos de los objetos prehispánicos. De este modo, se ha apoyado en las evidencias del ayer indígena, imprimiendo a las creaciones del arte popular un mayor sentido de autenticidad y originalidad.529 Este rico patrimonio de la cultura material prehispánica nos lo ha revelado la arqueología, la cual ha alcanzado un significativo desarrollo en la República Dominicana a partir de la creación del Museo de Hombre Dominicano y de otras entidades museográficas auspiciadas por el sector privado.
Carpinteros y tilapias con símbolos decorativos taínos, de Antonio Guadalupe (1985).
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Finalmente, a diferencia de otros países hispanoamericanos donde hay una gran presencia étnica y cultural de la población originaria, en el caso de la República Dominicana la identificación con «lo indígena», aunque de una forma romántica o idealizada, ha desempeñado una importante función ideológica dentro del proceso de intelección de nuestra nacionalidad, como un componente definitorio de gran contenido telúrico y expresión de lo propio. Así las cosas, el indigenismo se ha convertido en un símbolo lleno de sentimiento y evocación que nos vincula con el pasado autóctono y los primeros pobladores de la isla. En resumen, invocando las palabras de José Martí: «El espíritu TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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de los hombres flota sobre la tierra en que vivieron, y se le respira». De tal manera que, a pesar del tiempo transcurrido desde la desintegración de la sociedad taína, su presencia, tanto somática como espiritual, aún está latente entre nosotros mediante el enriquecedor proceso de mestizaje que caracteriza el perfil étnico y cultural de los dominicanos. Desde hace más de quinientos años las esencias culturales taínas constituyen un significativo referente que ha contribuido a configurar la identidad nacional.
Hormiga del Caribe, cerámica de Paul Giudicelli. Pinacoteca Banco Popular Dominicano. Caonabo encadenado (detalle), de Abelardo Rodríguez Urdaneta (1915).
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Text MANUEL A. GARCÍA ARÉVALO Photography VÍCTOR SILADI
By studying and enhancing the past, we will be able to understand and evaluate the present with greater awareness, thus encouraging a better future for the generations of tomorrow.
Emile Boyrie de Moya
The archaeological richness of Hispaniola, or Santo Domingo, deposited in its soil by a dense indigenous population, makes this Island the most appropriate region to study the Taíno culture in its highest stage of development and allows us to appreciate its varied treasures, manifested through admirable artistic manifestations.
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René Herrera Fritot
Presentation
With this in mind, as a financial institution we are sponsoring this new book—The Taínos: Art and Society—written by distinguished Dominican historian and entrepreneur Manuel A. García Arévalo. It is a remarkable contribution that highlights our indigenous roots and allows us to address our distinctive identity in the current global context of nations. What we know today in the Dominican Republic as the Taíno culture was the result of the integration of several indigenous Antillean groups that came together over the centuries. This process created the first cultural layer that laid the foundation upon which our national identity was built: a diverse mixture of exuberant races. This book gives us an insight into the customs of our original inhabitants and their artistic expressions and rituals. It is a voyage that takes us to the interior of our very identity. Present-day Dominican culture did not begin with the arrival of Europeans in the Americas. It began with these early civilizations that went on to blend with the cultures of Europe and Africa, creating a new individual that continued to significantly expand from that very moment. The archaeological discoveries and documents that form the basis for this book tell us about the history and identity of all Dominicans. Embarking on a voyage that will lead us to discover our ancestral origins will help us conceive and design how we would like to present ourselves to the world. It will be a different kind of self-image that will highlight the unique features that define us.
Defining ourselves is the engine that drives this institutional publication where García Arévalo outlines, with profound knowledge, the traces of our indigenous past and creates an unequivocal and significant part of our heritage. As a financial institution that has the merit of being the country’s leading investor in the local tourism industry, it seems appropriate for us to highlight this kind of contribution, because it is through these contributions that we can recreate our own image, both in the national and international markets. Cultural tourism is a niche that has allowed many nations across the world to distinguish themselves as attractive destinations. In the last few years, cultural tourism has gone hand in hand with sustainable tourism, giving rise to what is now known as “Orange Tourism,” a worldwide trend that links culture to the local economy. This new vision of tourism generates value through a specific dynamic that brings together the country’s cultural heritage and the creative industry to design the experiences that 21st century tourists are looking for: authentic activities that will connect them to the culture and identity of the country and the peoples they visit. We therefore see that these origins, which come to life through the mixture of our indigenous Antillean peoples, represent a cultural patrimony through which we can create a distinctive narrative and develop a series of unique experiences for the visiting tourist. This publication, which goes much further than the actual reading, immerses the reader in a world of heightened virtual realities. It allows the reader to experience multiple scenarios and examples of Taíno culture through a choice of different media. This interactive project, unique in the Dominican editorial sector until now, can be accessed
through the MIRA application Mi Realidad Aumentada [(My Augmented Reality – non official translation]), available on mobile telephones. With this app, and on the mobile screen, users will be able to interact with that ancient world using an innovative technological tool by simply clicking over the images that appear on the screen. Also, as with all institutional publications sponsored by the Banco Popular, the book is accompanied by a documentary featuring interesting interviews and visits to iconic Taíno cultural sites in the Dominican Republic. We therefore feel extremely pleased with this new editorial and multimedia contribution. Projects of this kind enable us to reaffirm our commitment to showcasing our Dominican identity, going beyond the beautiful natural resources of our coastlines and inland landscapes and exploring the cultural values that have contributed to strengthen our present and our future.
Christopher Paniagua Presidente ejecutivo
Banco Popular Dominicano
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The importance of knowing about our past as a way of better understanding our present, as well as having a clear view of our future, is a widely accepted notion. In effect, this is the idea of learning about our origins: to better understand who we are, and to help us to interpret our environment, as well as to identify the opportunities available to us.
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Acknowledgements
I would also like to extend my heartfelt thanks to the following individuals and national institutions, whose generous support encouraged this work: The Minister of Culture, architect Eduardo Selman Hasbún, Ana María Conde Vitores, director general of Museums of the Dominican Republic, and architect Christian Martínez, director of the Museum of Dominican Man. Dr. Marcio Veloz Maggiolo, whose contributions to prehistoric studies have helped extend the scope of my knowledge of the indigenous cultures of the Caribbean. In addition, to historian and archeologist Bernardo Vega Boyrie, for his ongoing support. My dear friends Dominique Bluhdorn, president of the Altos de Chavón Cultural Center Foundation, and María Amalia León Cabral, president of the Eduardo León Jimenes Foundation, who granted access to the representative collections that are preserved in the Altos de Chavón Archaeological Museum in La Romana, and in the Eduardo León Jimenes Cultural Center, in Santiago de los Caballeros, respectively. Also, collectors Nicole and Pierre Dominó, Betty and Isaac Rudman, engineer Wilton Khoury and Dr. Nonín Galán. I would also like to thank the excellent professional team at the Museo del Hombre Dominicano for their ongoing and invaluable help. I would like to highlight the inestimable contribu-
tion of Dr. Jorge Ulloa Hung, director of the Archaeology Department, who made highly useful observations on the text and provided many of the bibliographical references; Dr. Renato Rímoli, director of the Paleobiology Department, for his comments on the flora and fauna of the time; archaeologist Adolfo López Belando, and speleologist Domingo Abreu for providing us with several of the petroglyphs and pictographs featured in the book. I would also like to acknowledge the support of overseas museums and collectors. Many of the images of the archaeological artifacts included in this book are the result of their kindness. Many thanks to all of them. My good friend Dr. André Delpuech, director of the Museum of Man in Paris, deserves a special mention. With his great knowledge of the aboriginal cultures of the Antilles, he pointed us to the existence of Taíno relics in museums in Europe and the United States. Paz Núñez Regueiro, head of the Heritage Unit of the Collections of the Americas of the Quai Branly-Jacques Chirac Museum. The British Museum, London; Museo de América, Madrid; IIl Museo di Antropología e Etnología, Florence; Museo de Historia Natural, Argentina; Museum für Völkerkunde, Vienna; Museo Nacional de Antropología, México; Museo di Antropologia ed Etnografia, Universitàdi Torino; Smithsonian Institute, Metropolitan Museum and El Museo del Barrio, New York. Also, collectors Antonio and Ana Casanovas, Guy Ladrière, Vincent and Margaret Fay, and David Bernstein, as well as the Ziff collection and photographer Justin Kerr. In Puerto Rico, I would like to highlight the contributions of Dr. Flavia Marichal Lugo and Chakira T. Santiago Gracia, director and chief registrar, respectively, of the Museum of History, Anthropology and Art at the University of Puerto Rico. Dr. Yvonne Narganes Storde, archaeologist at the Archaeological Research Center at the University of Puerto Rico, Río Piedra Campus. Also, Dr. Eduardo Rodríguez Vásquez, president of the Board of Governors, and rector Dr. Amalia Alcina Orozco, both from the Center for Advanced Studies of Puerto Rico and the Caribbean, as well as to the authorities of the Institute of Puerto Rican Culture. I would also like to express my gratitude to researchers Francisco Moscoso, Sebastián Robiou and Daniel Shelley, and to photographer Héctor Méndez Caratini. At the same time, I am grateful for the assistance received in
Cuba from archaeologists Lourdes Domínguez and Roberto Valcárcel, and from Dr. Armando Rangel, director of the Montané Museum at the University of Havana. The completion of this book owes a great deal to Clarisa Carmona, who took on this editorial project with great dedication and enthusiasm as if it were her own, generously offering her time and commitment regardless of schedule to ensure that its publication went ahead. We also owe a debt of gratitude to photographer Víctor Siladi who, with his professional skill, painstakingly created and captured the iconographic features of a rich collection of pre-Columbian images, as well as the artistic design of book. We would also like to highlight the hard work and motivation of graphic designer Jimmy González. Other individuals who merit acknowledgement for their invaluable contributions include Betania Reyes, curator of the Pre-Hispanic Art Room at the García Arévalo Foundation, as well as Rosa Elba Oleaga and Ana Cristina Contreras for their painstaking and precise typing of the texts for in this publication. We also appreciate Clara Dobarro’s feedback and proofreading, as well as the support of Ana (Nani) Martínez, Lisette Vega de Purcell, Dr. Nieves Peguero, Ilana Benady for their meticulous and professional translation of the contents into English. We would also like to recognize the work of Pedro L. Diaz for his vivid illustrations of Taíno society. I am especially grateful to my wife Francis, who has always provided great inspiration for my intellectual work, for accompanying me on my archaeological research trips and in the search for documentary and bibliographical references. The same goes for our children and grandchildren, who we deprived of some of our family time while devoting ourselves to writing and producing this publication. Finally, it is worth pointing out that Taínos: Art and Society aims to reach the widest possible readership; this is why we have avoided using excessively technical language to ensure it is accessible to all readers and that it fulfills its purpose of building bridges between present and future generations and the cultures of the past. At the same time, we have done our best to maintain rigorous scientific standards so that it is also of interest to specialists in Taíno culture and art.
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The publication of this book showcasing our exceptional pre-Hispanic archeological heritage has been possible thanks to the generous sponsorship of the Banco Popular Dominicano, an institution that in recent years has made a significant contribution to enriching our national bibliography. In this regard, I would like to express my gratitude to Manuel A. Grullón, Chairman of the Board of Directors of Grupo Popular, as well as to Manuel E. Jiménez and Christopher Paniagua, CEOs of Grupo Popular and Banco Popular, respectively. Thanks also to other Banco Popular executives and specialists for their support for this initiative, especially José Mármol, Executive Vice President of Public Relations and Communications; Esteban Martínez-Murga, Corporate Communications Division Manager; José Montás-Frómeta, Audiovisual Products Division Manager, and Eleni de Castro, Institutional Publications Manager.
Introduction When speaking of the indigenous past of the Greater Antilles, we generally tend to perceive the existence of the denominated Taíno culture. However, this was not the first or the only culture to populate the Antillean region. The insular Caribbean, centuries before the appearance of the Taínos, was populated by human groups whose social, cultural and economic characteristics were very different. That said, their knowledge and experiences, aside from some tools they used, became integrated and their traditions perpetuated through the indigenous culture that later on inhabited this geographical space.
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From that point of view, the development of the Taíno culture should not be linked solely to the immigration of the Arawaks from South America. It corresponds, basically, to the result of complex processes, occurring over thousands of years, that took place within the context of the Caribbean islands, especially in Puerto Rico and Hispaniola. This aspect is perhaps the reason why some researchers believe the Taíno culture was the first experiment that took place regarding the cultural mix that today defines the face of the Caribbean profile.1 These processes brought with them the formation of a mosaic of indigenous cultures from which it is possible to perceive the repertoire of traits that represent and characterize them from social, religious, political and economic perspectives.2 This is what may be defined as Taíno, without excluding the existence of a diverse manifestation plus local and regional variations that were barely registered by the chroniclers of the Indies. It is the mission of archaeology and other auxiliary scientific disciplines to explain the pre-Hispanic past with the goal of getting to know and value the ancestral roots that have contributed to shape our national identity. Indigenous Antilleans as Described in the First European Historical Writings When the Europeans arrived in the Americas at the end of the 15th century, the Antillean islands were inhabited by several indigenous socio-cultural groups. Therefore, the novelty of encountering peoples who spoke strange languages and exhibited “exotic customs” in the lands that went on to be called the New World were the most surprising and chronicled in the journeys of discovery by Admiral Christopher Columbus. The first encounter between Europeans and the
indigenous populations took place on October 12, 1492 when the discoverers met with the Lucayos when they arrived at Guanahaní Island, later named San Salvador, in the archipelago of the Bahamas. The conquistadors also refer to these islands as the Lucayas, referring to the island’s first inhabitants. The Admiral documents this encounter in the journal he wrote during his first journey: […] well made, with fine shapes and faces; their hair short, and coarse like that of a horse’s tail, combed toward the forehead, except a small portion which they suffer to hang down behind, and never cut. Some paint themselves with black, which makes them appear like those of the Canaries, neither black nor white; others with white, others with red, and others with such colors as they can find. Some paint the face, and some the whole body; others only the eyes, and others the nose.3 The next day he adds: “[…] They are all of a good size and stature, and handsomely formed…and all with foreheads and heads much broader than any people I had hitherto seen; their eyes were large and very beautiful; they were not black, but the color of the inhabitants of the Canaries.”4 Focusing his attention on the curiosities he found in these new lands, Columbus became an acute observer of the physiognomy and the customs of the inhabitants of the Antillean islands, whom he called Indians as he believed he had arrived in the [East] Indies. His sober and exceptionally detailed descriptions of the indigenous inhabitants resulted in a document of great ethnographic value, especially in the descriptions of their physical and cultural attributes (skin color, hair texture, shape of foreheads, body decoration, etc.).5 Upon arriving on the island of Cuba, which he named Juana in honor of the daughter of the Catholic Kings, Columbus writes: “The natives we found like those already described, as to personal appearance and manners […] The language is the same throughout these islands, and the people friends to one another […] These people go naked like the rest.”6 In reference to their nakedness, he states the following:
“They are people, quite lacking in evil and not warlike; all of them, men and women naked as their mothers bore them. It is true that the women wear a thing of cotton only so big as to cover their genitals and no more. And they are very respectful and not very black, less so than Canarians.”7 Describing their dwellings, he observes: “They were of a large size, constructed in the shape of a tent, and each collection of them without any order of streets, but scattered here and there; the interior was found to be very clean and neat, well-furnished and set in order; they were all built of fine palm branches.”8 The discoverer of the Americas was surprised to see the way the Indians handled and navigated their swift vessels: “They came to the ship in canoes, made of a single trunk of a tree, wrought in a wonderful manner considering the country; some of them large enough to contain forty or forty-five men, others of different sizes down to those fitted to hold but a single person. They rowed with an oar like a baker’s peel, and wonderfully swift. If they happen to upset, they all jump into the sea and swim till they have righted their canoes and emptied it with the calabashes they carry with them.”9 Columbus refers to the simple gold ornaments used by the Indians, which boosted his expectations of finding this precious metal and profiting from his discovery enterprise. Describing the exchange or barter system that they established, the Admiral himself referred to the fact that the Spaniards used strings of beads, hawk’s bells, ceramic fragments, and other trinkets that the Indians accepted with the utmost goodwill, “as if they were sent from heaven.”
“They are a very loving race, and without covetousness, they are adapted to any use, and I declare to your Highnesses that there is not a better country nor a better people in the world than these. They love their neighbors as they do themselves, and their language is the smoothest and sweetest in the world, being always uttered with smiles. They all, both men and women, go totally naked, but your Highness may be assured that they possess many commendable customs; their king is served with great reverence, and everything is practiced with such decency that it is highly pleasing to witness it. They have great memories and curiosity and are very eager in their inquiries as to the nature and use of all they sell.”10 Columbus built La Navidad Fort with the timber of the Santa Maria, leaving 39 men in charge. His decision demonstrated the might of the Spanish military by firing the bombardas, small, primitive cannons the Spaniards used in their ships. He also established an alliance with the Cacique Guacanagarix, to whom he offered protection against the Canibas or Caribs “…who must be fearful people, because they roam through these islands and eat the people they can have.”11 The agreement between Columbus and Guacanagarix–a peace agreement that in the indigenous language was called Guatiao–was signed in the presence of other Caciques from the region, as well as the brothers and family members of Cacique Marién. The ceremony, which included an exchange of gifts and other items for personal use, also led to the exchange of the names of the two individuals involved, as a gesture of alliance and peace.12 Columbus’s writings are the precursors of the ethnography of the Americas through his descriptions of many of the characteristics of the peoples he found on his passage through the Antilles. Some of these descriptions have been studied by contemporary archaeological researchers who have confirmed significant cultural correlations between the indigenous peoples who inhabited a large part of the islands of Hispaniola, Puerto Rico and the far-western section of Cuba as well as extensive socio-cultural inter-
action between the groups that inhabited the Caribbean islands.13 When describing the tropical features of the island of Hispaniola, Columbus turned lyrical about the fertility of the land, its vegetation… and the beauty of its flora, the exuberance of its mountain ranges and hills, its abundant rivers and soft breeze, all of which led him to state: “…it is the most beautiful…in the world…,” and assured their Royal Majesties: “[…] that these lands are so rich and fertile, especially those of the island of Hispaniola, that there is no person who could describe this beauty and no one could believe it without seeing it.” He also highlights the nudity and character of these peoples, emphasizing their ingenuity, gentleness and generosity: “All of them, women and men alike, go about naked like their mothers bore them, although some of the women wear a small piece of cotton or a patch of grass with which they cover themselves. They have neither iron nor weapons…except for canes on the end of which they place a thin sharp stick…14 The surprise revealed through Columbus’s idealized notes contributed to creating among European humanists an idyllic vision of the natural state in which these indigenous Antilleans lived, and to which the myth of the “Noble Savage” treated them with an innocence that coincided with the Golden Age or earthly paradise, a notion that has been repeated through the centuries, giving free rein to utopian ideals. When he reached the Samaná region, on the north coast of the island of Hispaniola, the Admiral came into contact with the Ciguayos who, according to his description, looked different and had a warlike attitude in contrast with the indigenous populations that he had encountered until then: “He was very different…from those that I had seen before; his face was covered in carbon: his hair was long and tied in the back, and then placed in a net adorned with papagayo feathers and naked like the others […]”15 They also “had bows…as large as those of France or England”16 that were different than the ones owned by the Taínos who inhabited other areas of the island of Hispaniola. Faced with this scene, Columbus believed:
“…that these were the Caribs, the ones who ate men, […] and that if they were not Caribs, they must at least be their front men sharing the same customs and without fear […].”17 However, he added that when he asked one of the Ciguayos about the Caribs, the Ciguayo stated they were found further east, living on an island by the name of Carib. Aside from the physical differences, the Ciguayos are believed to have spoken a different language. When one of them was questioned about the gold, Columbus narrates: “…he called gold tuob and did not understand the term canoa, as it is called in the first part of the island, nor nocay as it was called in San Salvador and in the other islands.”18 At the same time, Friar Bartolomé de las Casas, when commenting on Columbus’s diary, says in his History of the Indies: “It’s worth noting here that a large section of this coast […] up to the hills, which together with the Great Plain make up this part of the coast, was populated by peoples known as Mazorij, and others [known as] Ciguayos, and they had different languages than the one common to the entire island.”19
When some of the crew members of the Spanish ships landed in the Bay of Samaná, seeking to stock up on water and food, and to look for certain indigenous objects that attracted them, they were confronted by some 50 Ciguayos armed with bows, arrows and wooden sticks. The Spaniards wounded two of them, who unfortunately did not know what a metal blade felt like. This was where the first American blood was shed, during this initial confrontation between the Indians and the European conquistadors. Due to this event, Columbus called the bay the Gulf of the Arrows.
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The Santa María was shipwrecked on the north coast of Bohío Island, which Columbus later named Hispaniola. The crew was helped by the Indians from the Cacicazgo of Marién, headed by the chieftain, or Cacique, Guacanagarix. This gesture of solidarity by the Cacique motivated the Admiral to write in his diary:
The identification and study of the Ciguayos is a topic that requires further research by archaeologists. Nonetheless, some researchers and historians have put forward several hypotheses about these communities, including one that highlights a possible Carib lineage and the discovery of a recent settlement in the Samaná Peninsula. This is why their archaeological presence has been imperceptible in the research carried out in the region. Other theories suggest an interaction between the Taínos and the Caribs that ended with the acquisition of certain Carib customs amongst the population of that region of Hispaniola.20
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A researcher who has made one of the most significant contributions to clarifying the so-called “Ciguayo Enigma,” based on the historical and archaeological information available, is Bernardo Vega.21 Based on his analysis of the descriptions recorded by several chroniclers, especially Friar Bartolomé de las Casas, Gonzalo Fernández de Oviedo, Pedro Mártir de Anglería, and Andrés Morales’ map of the political division of the island of Hispaniola, Vega has attempted to define the geographic spaces that corresponded to the Ciguayos and to the Macoriges. In general terms, he has suggested that the indigenous communities that Columbus met during his first trip to the Gulf of Arrows had characteristics that matched those of the Caribs. Nevertheless, there is no clear consensus to date on the settlements that were believed to have belonged to the Ciguayos or a clear definition of who they were. It has also been impossible to establish their cultural differences in comparison with the other indigenous groups that inhabited the island through archaeological evidence.22 Columbus’s interest in reaching the islands inhabited by the Caribs or Cannibals led him to attempt to enter the extreme northwest of the island of Hispaniola as a way of confirming their existence. However, the bad state of the caravelas, the Spanish ships, and the impatience of the crew eager to return to Spain, made him put aside this idea during his first trip and began to prepare for his return to Europe. Upon his return, the Admiral announced the news of the existence of new lands beyond the seas and presented the Royal Couple with some Indians, as well as other evidence of his discoveries. He received the corresponding honors and titles, previously agreed upon with the Spanish Crown in the so-called Capitulations of Santa Fe, including “Admiral of the Ocean Sea, and Viceroy and Governor of the Islands Discovered in the Indies.” The Indians who accompanied him
were baptized in a religious ceremony in the presence of the Royal Couple and Prince John. When Columbus arrived in Europe, the first stories ever written about the inhabitants of the New World were published. The news was distributed in a letter that the Admiral wrote to Luis de Santángel, scribe to the Spanish monarchs and to the treasurer from Aragón, Gabriel Sánchez, where he wrote about the curiosities of the Indies. The letters were originally written in Spanish and it was in that language that they were first printed in Barcelona, in 1493. They circulated so quickly that before the end of the 15th century sixteen editions had been published in five languages: two in Spanish, one in Catalan, nine in Latin, three in Italian, and one in German. Some editions were also published in French and English. The name “Hispaniola”23 appears in the Latin translation. This name is still used to refer to the island, which the original inhabitants called Bohío, Haití or Quisqueya.
scope of archaeology, significant generators of historical knowledge. In order to do this, archaeology uses methods that are capable of revealing information to explain the development of past societies. It can therefore provide data that for a host of reasons were not recorded by historical sources. And, in the case of cultures that were agraphic – societies that did not have written languages – it constitutes one of the principal disciplines that allow us to delve into this study. By pinpointing the different periods that ancient societies have gone through in various regions of the planet, archaeology has played an important role in the creation of the models and classification of the prehistory of the universe. Therefore, any analysis involving Antillean archaeology or its repercussions in the Americas cannot be disengaged from the general path of archaeology at the global level.
In the letter where he announced the discovery of a New World, Columbus also referred to some of the words they learned from the indigenous people during their trip to the Antilles. These words went on to enrich the Spanish language,24 such as canoa, which Antonio de Nebrija included in his Gramática castellana in 1494, representing one of the first lexical contributions from the Americas. In general, the description of the early indigenous inhabitants cannot be detached from an aura of amazement, expectation and enchantment that quantitatively intensified the greater part of the Columbian texts. These contributed to the identification of the Americas as a land of abundance and riches, to which the obsessive interest in gold also contributed in a good part to Columbus’s narrative. It was an omnipresent motivation in almost all his statements. From this perspective, Columbus’s writings offer not only the first impressions of the geographical realities of the Caribbean islands but also gave an initial vision that contributed to the timely description and imagery of the American Indian. Archaeological Studies and the History of Humanity The relatively short time span since the introduction of writing in comparison to the entire existence of humanity highlights the importance of archaeology as a science that investigates culture and history based on the study of material evidence. The tangible remains left behind by human activity can become, under the scientific
Archaeology can be defined as an approach to the past that was initially focused on objects and works of art from classical antiquity.25 The practice of collecting these objects, encouraged by the humanists of the Renaissance, continued well into the 17th and 18th centuries, reaching the European courts and eminent individuals until it finally became a very respectable and popular hobby.26 During this period, the search for the past transformed into the pursuit of a utopia that had to be rebuilt, and the ancient works brought together as collections exerted an extraordinary influence in this particular sense. The search for beauty, aligned within the classic canons, gave rise to this interest in everything ancient. Through this search, the way of life of the ancients revealed itself in a more concentrated manner through its iconography. This first attempt at aesthetician archaeology, with a focus in the art and architecture of the classical world, in the case of the Americas, had
The essential differences between aesthetician archaeology and a more scientific one came together, or at least became much more evident in the 19th century. The advances made in the natural sciences, especially in biology, became the platform for evolutionism, social theory and anthropology, all of which developed during this particular century. After the 19th century, archaeological work came to be seen as an academic discipline that resolved historical problems. An example was the first classification made by the Danish historian Christian Jürgensen Thomsen, where he included three fundamental stages (Stone, Bronze and Iron) in the development of humankind. He attempted to explain the development of technology in Europe from an archaeological point of view, through specific characteristics of prehistoric objects. Furthermore, he contributed new ideas that broadened the evolutionist conceptions that were popular during that period, namely that society had developed through a series of progressive stages. According to Adam Smith, these stages went from hunting to the development of trade, first going through periods of grazing and agriculture.27 The foundation of prehistory as a scientific field was linked to employment standards based on stratigraphic criteria, a geological principle that was applied in archaeology. This, along with the advances in biology, evolved into the study and understanding of the instruments and materials built and used in ancient periods. With the application of the stratigraphic method, and the fact that signs of various levels of antiquity were coming through involving human beings, prehistoric archaeology became the first line of research of past cultures prior to the written language. Evolutionist theories developed in this particular type of archaeology through the organization of archaeological data based on a technological platform that took as a guide the materials of the instruments involved in their creation (Stone, Bronze or Iron). At the same time, this led to the introduction of the term age in the interpretation of the process that humanity had gone through, especially after its manifestations in Western Europe. The concept of three ages, united in the principle of superposition or stratification, allowed researchers to establish a European prehistoric
nomenclature, where the oldest cultural stages were named Paleolithic. This period is identified by the nomadic hunting groups from the megafauna of the Pleistocene. It was an intermediary period, known as the Mesolithic age. It began at the end of the Glacial Age, when climate change provoked significant changes in the eating habits of the existing populations. From then on, food was obtained mainly by gathering, the hunting of smaller game and fishing. The term Neolithic was reserved for the period when agriculture, livestock and earthenware first appeared. These changes, that clearly establish the Neolithic period, are also known as the Neolithic Revolution, a term proposed by archaeologist Vere Gordon Childe.28 The term was used to reflect the transformations that took place in the methods of subsistence and the consolidation of a sedentary lifestyle. These first stages were characterized by works carried out using Lithic materials. They were first identified in the Stone Age, later followed by the Age of Metals, when processes began that eventually ushered in the development of the great civilizations that flourished in areas like Egypt, Mesopotamia and ancient Greece. Although there is no synchronization that allows us to mimetically compare the prehistory of the Old World with the American continent, archaeologists such as Irving Rouse and José M. Cruxent,29 by analogy, used the terms Paleo-Indian, Meso-Indian and Neo-Indian when discussing the basic forms of subsistence, technology and typology of the tools used by the indigenous communities of the Caribbean region to transform their environment. These schemes constitute mere examples of the diverse systems of classification implemented by the science of archaeology to study the first human communities that inhabited the Americas and the Caribbean. Other classification systems have emphasized economic, technological, ecological and social aspects, or the combination of some of these concepts. We can find such examples in the research carried out by Gordon R. Wiley and Philip Phillips,30 who established a periodical system of prehistory in the Americas, dividing it in the following stages:
extinction of the Pleistocene fauna, forcing the superior hunters to search for other food alternatives, such as small game, fishing and the collection of wild plants and seafood. • Formative: This is the equivalent to the Neo-Indian period introduced by Cruxent and Rouse. In this particular period, agricultural practices began to be implemented, which contributed to the elimination of the nomadic lifestyle, the establishment of permanent villages and a more complex social structure. In this period, the appearance of earthenware is significant as well as the production of other handcrafts. These could be worked on and produced when agricultural work was not being done. • Higher Cultures or Civilizations: These societies had ceremonial and urban centers that responded to hierarchical theocratic societies which developed surplus economies. They were basically situated in Mesoamerica and in the Andean highlands. Some examples are the Olmec, Maya, Aztec and Inca cultures. This particular period occasionally includes other stages that are inherent to the development of the classical and post-classical civilizations.
The Settlement of the Antilles From the very beginning of the conquest, there was an interest in establishing how long the original populations had inhabited the islands of the Caribbean. With a certain touch of archaeological curiosity, Fray Bartolomé de las Casas was one of the first to discuss this enigma when he wrote about the excavations that were carried out to build the Fort of Santo Tomás de Jánico. In his chronicle, he states:
• Lithic: The period where nomad hunters lived during the last Ice Age, at the end of the Pleistocene Period, and dedicated themselves fundamentally to the capture of large land mammals, such as the mammoth, the megatherium - or giant sloth - and the giant armadillo.
“I have seen mines in the Cibao [region], one or two yards deep in the virgin earth, in the plains, at the foot of some hills, burned wood and ashes as if a few days past a fire had been made there. And for the same reason we have to conclude that in other times the river came near there, and in such a place where they made a fire, and afterwards the river moved farther away. Soil accumulated there, as the rains brought it down from the hills and covered the site. And because this could not happen except by the passage of many years and most ancient times there is therefore a strong argument that the people of those islands and the mainland are very ancient.”31
• Archaic: The climate changes produced by the post-glacial period brought about the
This excerpt reveals, as archaeological research has shown, that the Antilles were settled approxi-
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concrete expressions that could be traced back to the appeal of the Maya, Aztec or Inca cultures and, fundamentally, by the monuments and artistic creations left behind by these great civilizations.
mately some six thousand years ago and that this could have been linked to climatic changes that took place between 8000 and 4000 years B.C. These fluctuations led to movements in the continental regions, contributing to the disappearance or decline in the number of determined species of animals and plants that flourished during the Pleistocene Period.
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Climate change could have contributed to the migration of the first communities that traveled from the continent to the Caribbean islands.32 These communities must have been spurred by events that contributed to the development of hunting and gathering activities, which forced them to settle at the mouths of the great rivers near the coastlines, leading them to become familiar with the sea and improving their navigation skills.33 This environment encouraged the establishment of major settlements of gatherers. This new lifestyle distanced these groups from their past traditions, which mainly involved the hunting of big game and gathering of wild plants34 and produce emerging yet elaborate pottery.35 As proof of their past gathering activities, they left behind impressive amounts of waste materials, specifically sea and river foods. These findings, known as “shellfish deposits,” have enabled archaeologists to learn about the cultural characteristics and diet of the Archaic groups.36 These communities initiated a migratory process to the Antilles. Two fundamental routes have been established. The first, from Central America – specifically from the Atlantic region zones near to what is now Belize – to the Greater Antilles, especially towards Cuba and Hispaniola, including parts of Puerto Rico.37 The second route began in the northeast region of Venezuela and the island of Trinidad – by way of the Lesser Antilles – until they reached the far western region of the Caribbean.38 No one has determined with absolute certainty what kind of vessels these groups used, although there is some consensus on the possible use of rudimentary rafts built with tree trunks that were tied with lianas or vegetable fibers. However, the later settlers used canoes – a monoxylic vessel made from a single tree trunk and propelled with oars – to eventually populate the insular Caribbean. These, however, are known to have been used by immigrant groups that later migrated to the islands. Flint Objects: The Proto-Archaic Groups The use of stone to make utensils is as old as humanity itself. Over time, a range of techniques
and skills were developed that included the selection of suitable raw materials. In broad terms two specific techniques, or Lithic production, characterized the oldest cultural stages of universal prehistory: carved stone, obtained by striking or engraving a softer stone with a harder one. In the Archaic Antillean cultural horizon both techniques were used to make a variety of artifacts that allowed the first settlers to make the most of the natural resources provided by their immediate environment.
In archaeology, the term “cultural horizon” refers to the period where a specific style or culture is developed. It is therefore possible to distinguish another type of horizon depending on the traits or cultural manifestations, including the utensils used by communities that lived during a specific time period. Therefore, the instruments and the raw materials used in the making of these utensils or tools are of tremendous value in establishing the socioeconomic characteristics of these first human groups. The first groups to settle in the Antilles have been called Paleo-Archaics by some archaeologists,39 while others have identified them as “Proto-Archaics”.40 This specific term refers not only to their antiquity, but also to the essential characteristics of their economy and belongings. These primitive settlers used siliceous rock or flint to make sharp objects and strips that they would remove by striking accurate blows on specific nodules. The places most related to these groups are the islands of Hispaniola and Cuba, two regions where these specific raw materials have been found in abundance. One of the earlier evidences of human settlements in Hispaniola, related to the Proto-Archaics, was presented by researchers J. M. Cruxent and Irving Rouse. The archaeological site discovered is known as Mordán, in the Barrera mountain chain, in Azua Province, in today’s Dominican Republic. The pieces were dated through the radiocarbon process (C-14) and revealed their approximate age to be from 2600 B. C. However, these same archaeologists believe that some of the Lithic settlements of the region, such as Casimira, could be much older.41
The absence of ethnohistorical data related to these ancient communities has encouraged the need to give names to their most outstanding local or regional expressions. In the case of Caribbean archaeology, the names given to the regions where these settlements have been found have been used for decades. The geographic locations of several significant settlements classified as Proto-Archaic have also received the suffix oid to identify the cultures studied. Therefore, the characteristics found in such places as Mordán are called “Mordanoids.” The ones from Barrera are known as “Barreroids.” The same occurs with “Casimiroids,” linked to the Casimira cultural context. This is why these particular places have become eponymous due to the distinctive traits of the first inhabitants of the Greater Antilles.42 Equally, evidence of the first Proto-Archaic occupants of the Antilles has been found in Levisa, Cuba.43 The oldest radiocarbon data for this specific settlement dates back to 3190 B.C., which is why this site is considered to be one of the earliest settlements in the Greater Antilles. The recent reevaluation of the Levisa complex, as well as other Proto-Archaic sites in Cuba,44 has also revealed a multi-component character. This means that these spaces not only include Proto-Archaic cultural components, but also those of other groups that settled there in later years. The Levisa phenomenon was initially recognized by researchers José Manuel Guasch, Januz Kozlowski and Marcio Veloz Maggiolo.45 Today, their findings have greatly contributed to the evaluation of possible interactions between the first indigenous groups that used large silex tools with other archaic communities who also inhabited the Antillean archipelago. This issue merits deeper research, although what appears to be clear is that some of these places, initially occupied by the Proto-Archaic groups, were of interest to other groups that later settled in the Antilles. Lastly, the multi-component character observed in those particular sites identified as Proto-Archaic illustrate coincidences that reveal a complex environment and specific special preferences by the various Archaic groups, although they did not necessarily share parallel experiences. Evidence of some of these ancient cultural sites has been found in Puerto Rico, such as in Angostura (near Barceloneta), Maruca (in Ponce) and Cabo Rojo (on the western side of the island). These settlements date back to approximately 3000 B.C., suggesting that the first settlers may have moved from west to east, from Cuba to the other islands that make up the Greater Antilles.
These Lithic areas were probably used temporarily, but the absence of consistent stratigraphic techniques has made it difficult to prove the cultural evolution that took place in these sites. However, this does not appear to be the case of the larger settlements. The radiocarbon dates obtained in certain sites in Haiti reveal that some could have existed during the same time period as the Levisa site in Cuba.
use as a lance. Due to the sharp characteristics of the silex stone, many of the tools made with slices of this material could have been used to skin, slice, and peel the game they obtained from their hunting and fishing activities. They were also used to carve wood and vegetable fibers, both important components in these communities as researched by A. Gus Pantel and evidenced by the testing of the Lithic tools found in the Barrera area.50 The reality is that the manufacture of these simple and rectangular scraping tools and slicers required unsophisticated skills. As a matter of fact, they were probably discarded once they lost their sharpness. The important thing was to have a good supply of the required raw material, such as deposits of silex rocks, from where they obtained the slices. The proof that these exchanges were taking place was determined when similar Archaic settlements were found in the neighboring island of Puerto Rico, where quartz slices from the island of Hispaniola have been frequently found.51
The same occurs with the Vignier III site, which ranges in dates from 3630 ± 80 years B.C. On the other hand, the date 2420 B.C., from the Source Matelas site, also in Haiti, comes very close chronologically to the dates 2617 and 2583 B.C. These dates were obtained through radiocarbon testing in Mordán, in the Dominican Republic.47 It is through these testings that the silex artifacts discovered in the Haitian region of Cabaret are equally comparable to the Lithic vestiges found in Cuba and the Dominican Republic. This suggests that the Proto-Archaic settlers simultaneously inhabited various regions of the Greater Antilles.48 In the eastern region of Hispaniola, present-day Dominican Republic, the Proto-Archaics settled mainly in the southwestern region, an area rich in silica rock deposits. These rocks tend to be light grey or whitish in color, very similar to the ones found in the Barrera mountain range (in Azua Province), in Puerto Alejandro (Barahona Province) and in the banks and mouth of the Pedernales River.49 The remains discovered correspond to temporary settlements where work sites for making sharp tools and objects may have been established. With the techniques developed they made spearheads and knives, some quite large, with dented sides that were also used as saws. Some of these sharp objects were made with a handle or stalk that made it easy to handle. They also inserted it at the end of a wooden stem to
Large knives and flint heads, linked to Proto-Archaic settlements, have been found in the foothills of the central and eastern mountain ranges of Hispaniola. These findings gave origin to the Lithic complexes known as “Cordilleroids,”52 and these sharp objects were used to dismember the game hunted. This facilitated the movement of the prey from where it was hunted to the settlements themselves, and where the dwellers would share the food. Once the hunted game was cut, it was carried using baskets woven with vegetable fibers. This allowed for their prey to be transported across great distances. Various pictographs from later periods have been found in
Dominican caves – such as the ones found in the Hoyo de Sanabe and the Guácara del Comedero - both in the vicinity of the central region town of Cotuí - and discovered by researchers Dato Pagán Perdomo and Manuel García Arévalo.53 Some pictographs show that it sometimes took two individuals to carry the pole where the prey had been tied. Aside from the flint instruments associated with the early period of Antillean settlements, the Proto-Archaics used naturally-formed boulders or pebbles. This way they improvised rustic hammers to use as drills in order to give shape to the silex. They also used them to crush the conch and crustacean shells that they gathered along the rocky cliffs and in the low-lying sandy beaches, as well as to grind or crush seeds or other foods obtained through wild botanic species. Evidence of certain species, specifically of larger animals similar to bears or great sloths, such as the Parocnus serus Miller and the Acrotocnus comes Miller54 have been discovered in certain caves in the Valley of Constanza, in La Vega Province (in the Dominican Republic’s central region) and in the Cave of Pomier, in San Cristóbal Province, in the country’s southwest section. Some of these species were as tall as a human. This suggests that these groups preferred to settle in the highlands, in a more temperate climate, rather than in the valleys or the coastal plains. These edentate mammals were of a considerable size, but were already extinct when the Spanish conquistadors arrived. Apparently, these species were not abundant on the island.55 For this reason, the Proto-Archaic settlers complemented their diet with other resources such as the gathering of marine and land animals, and from fishing. They also hunted smaller game such as iguanas, jutías – a rodent native to the Antilles – lizards and birds. As well as eating the meat from these birds, they also used their feathers for decoration. Other animal species of considerable size were also hunted by these groups, especially tropical seals (Manachus tropicalis) and manatee (Trichechus manatus).56 The latter can still be found in rivers and estuaries in Hispaniola where they come to feed on edible plants. It is possible that a similar seal, now extinct, existed at the time of Christopher Columbus, who confirmed that he saw seals [lobos marinos or marine wolves] on the Alto Velo islet near Beata Island, during his second exploratory and discovery voyage.57 The Proto-Archaic groups probably hunted crocodiles (Crocodilus acutus), which are currently on
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In the western section of the island of Hispaniola, in present-day Haiti, silex artifacts related to the Proto-Archaics have been found in the Cabaret region. They have been discovered in places associated with large Lithic production sites. According to field research and detailed descriptions made by Clark Moore,46 an expert on Haitian archaeology, 37 Lithic sites have been discovered. The largest found measured between 5,000 and 10,000 square meters, and the smallest 100 square meters. In general, they have been found at altitudes ranging from 40 to 120 meters on gradual slopes, but not on hilltops. All are associated with silex deposits, the raw material par excellence for the production of these specific artifacts.
the verge of extinction and can only be found around Lake Enriquillo in Bahoruco Province in the Dominican Republic’s southwest region and in Saumatre Lake, in Haiti. It is likely that this species was found throughout the entire island, because remains have been found in the far eastern region of Hispaniola.58 There was also a type of squirrel monkey, autochthonous to the island (from the Cebidae family, Saimiri gender, bernensis species) whose remains were found by Renato Rímoli in the Berna Cave, in La Altagracia Province, in the country’s easternmost region.59 The Spanish conquistadors never saw this animal, which suggests that it could have been hunted during the prehistoric period or that it was in the process of extinction when the first indigenous settlers arrived in the region.
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Although to date no solid archaeological evidence exists, it is possible that the Proto-Archaics used the bones of this particular species to manufacture tools such as spears, fish hooks and even decorative elements for their personal adornment. There is also very little data regarding their ceremonials, although they are likely to have used a cosmogony based on expressive magical-religious rites, as portrayed in the cave drawings found in certain areas of the Antilles daring from the Archaic period.60 All hunting activities must have been generally carried out by men, due to the physical strength needed to track and hunt game for several days and finally have to face animals that were of a considerable size. Human remains discovered by anthropologist Fernando Luna Calderón in the Cueva Roja site, in Pedernales Province, in the southwest Dominican border region, indicate that the adult population exhibited a high percentage of broken bones, probably due to accidents suffered during their movements in inhospitable regions linked to subsistence activities.61 Their social organization probably consisted of small groups that led a transhumant lifestyle, made up of temporary settlements that were composed of a few individuals or nuclear families. The low population density that characterized these Proto-Archaic communities is perhaps one of the reasons that could explain the low number of archaeological sites discovered. The majority of the sites discovered revealed tools made with silex. Although there is no solid evidence in the Antillean context that there was a division of labor in these communities, a comparison with other populations in other places suggest that the men hunted, cleared the land, and built the neces-
sary structures to establish their settlements. The women worked mainly in gathering activities, as well as in other productive and domestic activities. This distribution of roles, characteristic of hunter-gatherer societies have made researchers like Mircea Eliade suggest that work was organized according to gender.62 Finally, it is important to highlight that in spite of their simple ways, the use of silex artifacts – associated with the Proto-Archaic cultural horizon – remained a constant in the way of life of successive indigenous populations of the Antilles. Evidence of this includes the flint chips that are linked to all the pre-Hispanic cultural manifestations, including the Agro-Potter groups. Aside from the archaeologists, these characteristics are documented by such chroniclers as Fray Bartolomé de las Casas who, when writing about the craftsmanship of the Taínos, highlights the work they carried out with flint to make a host of varied objects.63
The presence of flint instruments among the indigenous communities remained a constant well into the later years of the conquest. This was confirmed by historian Luis Joseph Peguero who wrote in his Historia de la conquista de la isla Española de Santo Domingo, on the revolt of the Cacique Enriquillo. He states the following: “And off went [Enriquillo] over the hills of Pedernales: given this name by the Indians of Azua Province which consisted of 17 villages, most of them lived from the meager earnings they made from their small farms, and from other instruments they used, to sell to other provinces that did not have flint, and they came to buy them.”64
The Archaics: Polished Flint and the Conch Industry A second period is the one defined by archaeologists as the Archaic Period, which began in the island of Hispaniola approximately 4000 years ago. It was around this time that new settlers entered the Antillean arc, making their way from the eastern coastline of Venezuela and the island of Trinidad. They made their way through the small islands until they reached the Greater Antilles. They were essentially gatherers, fishermen and small game hunters, and they depended basically on a variety of polished Lithic instruments and more simple ones made of shells.65 Similar to the Proto-Archaics, eponymous sites in the island of Hispaniola and Cuba have marked the singularities and traits that identified their cultural context. Caribbean archaeology has characterized these groups, similar to their predecessors, as “primitive” for their lack of agricultural and ceramic skills and knowledge. For this reason, they have been labeled “pre-ceramicists.” However, their ability to work stone, the variety of tools they used, and the intense use of botanical species – as revealed by recent archaeometric studies,66 in certain cases generated processes that contributed to the domestication, care and widespread consumption of edible plants - have given a new dimension to the archaic cultural horizon, reevaluating their economic, social and cultural development. The traditional instruments used consisted of a rich variety of mortars, crushers and axes with handles and double grips, made from igneous rocks that were chiseled, polished and submitted to an abrasive process. The increase and diversity in the number of artifacts used allowed these groups to take advantage of nature, providing them with food and resources obtained through the intensive exploitation of different natural environments, such as mangrove swamps and the guáyiga (Zamia debilis L. and Zamia pumila), also known as the Coontie Palm, which apparently played an important role in these processes. Their capacity to use the environment to their advantage encouraged a greater development of their means of production. This led to an increase in population, and a complex economic and social structure. The latter, on occasion, went beyond the family unit and was based on individual groups – perhaps between 25 or 30 individuals – known in anthropological terminology as “bands,” primary economic and social units that, aside from engaging in subsistence activi-
These groups probably built huts or sheds to protect themselves from the elements, although they also used caves and rocky structures as shelters, refuge or burial sites. They usually settled along river banks, lagoons and marshlands situated near mangrove swamps. The Archaics settled all over the island of Hispaniola over a period of several centuries. However, the greatest concentration of these settlements has been found in the easternmost and southwestern regions of the island. These discoveries are justified due to the abundance of mangrove forests in these particular regions, which provided these bands with the main source of subsistence in this particular cultural context. Experts have observed a tendency toward sedentarism as a direct result of the intensive exploitation of the mangrove forests and specific botanical species such as the guáyiga (Zamia debilis L. and Zamia pumila), which were extremely common in the island’s67 southeast region at the time, enabling them to establish long-term settlements due to the availability of natural resources. However, and at times, cyclical or stationary movements probably took place using, whenever necessary, regeneration strategies related to the terrain and the introduction of strategies that would mitigate the effect their practices had on the environment.68 Although, as explained by Allen W. Johnson and Timothy Earle, when discussing the food-gathering aspect of the hunters and gatherers at the family level, “the power of technology to transform the ecosystem was limited and the availability of resources was not seriously altered by human exploitation.”69 The Archaics developed a range of tools and instruments. As well as flint chips, they also developed numerous Lithic artifacts in all shapes and sizes, revealing a complex use of technology and a certain level of specialization. The most common tools used included mortars of various sizes. Some of these mortars display signs of the grinding process these instruments were used for by the stone graters. Mortars were made in various shapes, specifically conical, square, trapezoid or circular, and were probably used for a wide variety of activities such as grinding or crushing shellfish, crustaceans, echinoderms, berries, seeds and roots gathered in the wild. Experts have not been able to define the specific function of the conical mortars, or what the pointed tips were for. In our opinion, we find it
strange that these settlers would use their time and energy in making pointed mortar tips if it had no specific purpose, especially because the handles of these grinders were situated in the middle. Certain pieces have a thin handle that was used to hold the mortar. One cannot, therefore, discard the possibility that the conical mortars, especially the elongated ones, had a dual function. For example, the base of the Lithic mortars could have been used to mash or grind, while the pointed tip of the mortar could have been used to crush or mash objects placed on a wooden pestle to continue to hollow out the mashing process.70 This could explain the notable length of many of the mortars with pointed tips, and which were far superior to the rectangular or cylindrical ones because their elongated and conical shapes could penetrate the cavity much easier or the carved shape of the wooden pestle, while the other mashers were only used in Lithic mortars. The dual-use hypothesis of the conical mortars is strengthened if we take into account that many rural Dominican kitchens still use them to mash simple rounded chunks of food. They make it much easier to penetrate the wooden pestles. The natural forms of these rustic Lithic mashers are similar to the conical mashers found in archaeological sites that date back to the Archaic period. Other instruments manufactured by these Archaic groups were the single-handle and the double-handle axes, also known as petaloid axes. The edges were inserted into wooden handles with strings or natural fibers to form mallets or small axes used for clearing trees. These trees were used for various purposes, such as the making of poles or pitchforks for their huts, manufacturing utilitarian objects, as well as collection of firewood for food preparation. These instruments could also have been used as offensive weapons to defend themselves against rival groups.
of offerings and practiced funerary rituals. This confirms their belief in the world of the dead in mystical and magical terms. The settlements related to the Archaic period received, as has been previously explained, the name of shellfish settlers due to the impressive accumulation of all kinds of shells of marine or fluvial origins joined to layers of compact ash. One of the most representative of these findings was discovered on the island of Hispaniola, in El Porvenir, by Fernando Morbán Laucer and Manuel García Arévalo in the west bank of the Higuamo River, in San Pedro de Macorís Province,71 in today’s Dominican Republic. Their finding revealed an oval shellfish settlement, approximately 40 meters wide and 120 meters long. Its central area was elongated, strategically located near a lagoon. Its height is two meters on the north side and approximately one meter on the southern side. This seems to suggest that there were at least two large dwellings, although that number could have varied over time due to the successive occupations of the site during a prolonged period and due to the continued exploitation of the abundant mangrove forests that are found nearby. A similar site was found in the Archaic site known as Maruca, in Ponce, Puerto Rico, and discovered by Jesús Figueroa Lugo and excavated by Miguel Rodríguez. The radiocarbon dates place the site between 2890 and 395 B.C. The evidence reveals that the site was inhabited for centuries.72
The Archaic groups also made instruments made out of shells, specifically chisels, scrapers and gouges with beveled edges. These were commonly used in Cuba. At the same time, Lithic spheres–also known as “spherulites”–were apparently used as funeral offerings. These polished stones have been found in secondary graves (the term used in archaeology to refer to the exhumation of bodies for ritual purposes) and where the bones are painted with a reddish coloring. These details reveal that these primitive communities used various types
The El Porvenir site revealed a large number of artifacts made from igneous rocks. Among these, mortars of various sizes; pestles, square and cylindrical mortars; axes with handles and double lobe axes, also known “butterfly-type axes;” along with other Lithic artifacts whose use is yet to be determined. They also discovered a mortar made of coral stone, with raised decorative elements and featuring a similar design to the ones
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ties probably came together in groups to create a range of defense mechanisms, specifically to protect their territory.
found in natural fiber weavings. A large number of shellfish instruments manufactured with Strombus gigas seashells was also found. The presence of rustic coral scrapers indicate that these people used shellfish for food, as well as the guáyiga or Coontie Palm, which grows wild in the region. Two secondary burial sites were discovered in El Porvenir. The funeral elements used were similar to the Lithic and coral spheres presumably used as funerary offerings. This leads us to believe that the Archaics honored their ancestors through animist practices. This gives a symbolic value to their dwellings and burial sites, and their ritual manifestations highlight a sensibility associated with the belief in the departed. The fact that most of the items found in El Porvenir were made of sandstone (commonly found in the region known as Arroyo Blanco, an area formed during the Middle Miocene, and situated in the country’s southern region) leads to the conclusion that this raw material was transported from other regions. This is especially credible if we take into account the fact that the settlement in in a geological area formed along the coast by coral limestone, where the igneous rocks are uncommon.
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The food remains found in El Porvenir reveal a diet based on the exploitation of marine resources obtained from the nearby mangrove forests, rich in clamshells and scallops, as well as conch shells (Strombus gigas) and magpies (Cittarium pica), among others. Land-based food remains are basically represented by slugs and shellfish, mainly crabs (Gecarcinus quadratus). The remains of parrot fish (Scaridae), abundant in the nearby coral reefs, and other marine species commonly found in the mangroves – mackerel (Trachuru trachurus), the thicklip grey mullet (Chelon labrosus), and the tarpon (Megalops atlanticus) – were easily found in the nearby waters. Other species consumed by the dwellers of El Porvenir and whose remains were found on site were birds, manatees (Trichechus manatus) and marine turtles (Eretmochelys imbricata). Also, the remains of a sperm whale (Physeter macrocephalus), which could have made its way to a nearby beach. The El Porvenir site also revealed how the Archaic groups used botanical species, which is confirmed by analyzing fossil starches and using other modern archaeometric methods, such as palynology. It is precisely through this particular science that scientists confirmed the consumption of the guáyiga by these settlers. The root of this plant provided them with plenty of carbohydrates. They also consumed fruit, such as yellow
mombins or hog plums (Spondias mombin), and a palm species known as Corozo or Macaw Palm (Acrocomia, sp.).73 The Archaic settlement in El Porvenir seems to be related to other settlements in the Caribbean. There are various examples, such as the site known as Banwari Trace on the island of Trinidad, studied by Peter Harris and later on by Marcio Veloz Maggiolo and other researchers from the Museo del Hombre Dominicano. The research carried out in Banwari Trace revealed the presence of Archaic groups dating back to approximately 5000 B. C. The “Banwaroids” began to move towards the west, leaving behind traces of their utensils or shellfish deposits throughout a good part of the Antillean arc. They finally reached the Greater Antilles as early as 2000 or perhaps 2500 B.C. As well as El Porvenir, other sites have been discovered in Dominican territory related to Banwaroid complexes or traditions. Some of the sites that were discovered are the ones in Hoyo del Toro, Batey Negro, El Caimito and Cumayasa, situated in San Pedro de Macorís Province, and Honduras del Oeste, in the National District.74 There is also the very important site of Courí, discovered in Haiti.75 As has been previously highlighted, archaeologists Irving Rouse and José M. Cruxent proposed the term Meso-Indian when referring to the Archaic period in the Circum-Caribbean region. These researchers also found the Archaic settlements of Cubagua, Punta Gorda, Carúpano and Manicuare in Venezuela. This last site coined the name of another of the Archaic Antillean traditions known as Manicuaroids, inhabitants basically linked to fishing and gathering activities in coastal regions. They mainly used utensils and tools made with shells. As a result, they left great deposits of shells left over from the food they obtained from the sea.76 In Hispaniola, their presence has been associated with the settlement known as La Isleta, situated in the mouth of the Higuamo River and which dates back to 1200 B. C. Similar Manicuroid sites were also discovered in Puerto Rico, specifically in the María de la Cruz cave, near the Río Grande de Loíza river and Cofresí Key, in the southern part of the island.77 In Cuba, their presence has been detected in the Guayabo Blanco and Cayo Redondo sites. However, in many Archaic settlements the presence of conch tools seems to be linked to the polished stones made by the Banwaroids. These findings have led some researchers78 to consider the possibility that this intermingling, or
hybridization, is an expression of the diversity and complexities that existed in the Caribbean islands beginning in the very early years of their settlement. In this regard, when highlighting the hybridization processes that took place among the Archaic groups, Veloz Maggiolo states: “These cultural examples lead us to consider that these first Antilleans developed along coastal ecological systems, and that they modified their behavior and lifestyles depending on the needs of the surrounding environment. It is not true that a predatory culture, such as the one Rouse called Meso-Indian, could survive using the same artifacts, when the surrounding environment they were used to exploiting lost its incentive and they had to move on to another place. In the moving process of these gatherers one must take into account the change in the artifacts used due to ecological factors. The initial elements of a tradition bring with it original artifacts. But, they must change it, modify it, or reform it in order to apply it to an ecological system that does not present the same alternatives in each particular place.”79 The references made by various chroniclers of the Indies reveal the existence of remnants of Archaic inhabitants that lived in the westernmost region of Cuba and Hispaniola, when the Spanish conquistadors arrived at the end of the 15th century.80 Fray Bartolomé de las Casas, writing on the indigenous inhabitants of the extreme western section of Cuba, said: “[…] there were Indians in the interior of Cuba, on a province on its western side, who are like savages and do not interact with the other Indians on the island, nor do they have houses and are always in their caves except when they go fishing; they are called Guanahatabeyes.”81 Similarly, Pedro Mártir de Anglería, who had never traveled to the Americas but was well informed about the indigenous customs of Hispaniola, wrote: “In the last region of the west, which is Guaccaiarima (sic), they say that in the small area of Zauana, live some men who are content with living in caverns and eating wild fruit, who have never been subdued nor come in contact with other mortals, but live like vagabonds, without growing or cultivating anything, as is read about the golden age.”82
“[…] they were from Guacayarima Province, which were very savage people. They lived in caves or sinkholes on the mountains: they did not cultivate anything or work the land for anything else, and they sustained themselves and were happy with the wild fruit and roots that nature produced, without feeling the need for any other foods, nor did they think of making other things or building other houses beside those caves where they lived.”83 Aside from the term Guanahatabey, this archaeological nomenclature has also been used to describe the Archaic Ciboney people, a term in the Arawak language that means “People of Stone,”84 according to linguist Raymond Breton. This theory is supported by researchers such as José Juan Arrom, who believed that the term Ciboney is a combination of ciba “stone” and igneri (igney) “man,” thus the name “People of Stone” or “Caveman.”85
veal to us their existence and the names by which these early Antillean Indians were known. New hypotheses have broadened the information on the cultural development of the Archaics. One links their sporadic settlements through ceramic findings in Archaic settlements, and considers their knowledge and use of these tools by certain Archaic groups before the arrival of the Arawaks in the Caribbean islands. This leads to the possibility that there could have been a horizon of “early ceramicists.” One of the more representative sites is found in Hispaniola, in El Caimito, an ancient settlement that dates back to 180 B.C. to A.D. 125.87 This discovery and the findings of other settlements, such as Musiepedro in La Altagracia Province and Honduras del Oeste in the National District,88 reinforces the possibility that the Archaics began to use pottery after they came into contact with other groups whose origins have yet to be established.89 On the other hand, evidence of the widespread use and exploitation of vegetable species by the Archaics has been unearthed which, to date, was believed to have been introduced by the Arawaks. This data makes the Archaic horizon much more complex, while questioning the traditional theories about the origins of agriculture and the use of pottery in the Caribbean. The presence of early ceramic use, and the handling of vegetable resources in various contexts and chronological moments, indicates that it is not possible to completely explain these groups based on pre-established findings.90 New research reveals a much more complex dynamic, related to cultural processes that must be examined in greater depth in order to understand the “Archaic” societies of the Antilles. Mangroves as a Source of Subsistence
The accounts by the chroniclers were considered to be, in the beginning, the foundation needed to defend the existence of Archaic settlements in Cuba and Hispaniola at the time of the European conquest. However, establishing a direct link between ethno-history and archaeological evidence has been challenging. The greatest difficulty stems from establishing the archaeological chronicles that will allow the identification of these cultures at the moment and regions described in historical documents.86 However, the observation of their way of life by the chroniclers corresponds to the cultural traits consistent with the Archaic bands. These historical sources re-
Mangroves, which grow in tropical and subtropical areas, are plants with aerial roots (Rhizophoraceae, Avicenniaceae, etc.) that can survive in brackish water. They thrive in river deltas or estuaries, as well as in marshes and coastal lagoons where fresh water blends with marine salt water, and along shallow muddy shorelines where they can sink their wading roots in silted beds, intertwining to form a spectacular habitat inhabited by a diversity of animal species that use it as a breeding ground. The food waste produced by decomposing mangrove leaves that fall into the water and get trapped between the roots create a food chain rich in nutrients and proteins that support a high
level of biological diversity. Many interdependent animal species form a complex food chain that includes larvae, bivalves, mollusks and crustaceans, as well as small or medium-sized fish that find shelter and food amid the mangrove roots, in addition to a diverse range of birds that roost and nest in its foliage. Mangroves, like coral reefs, are therefore vital ecosystems whose copious food resources were intensively exploited by members of prehistoric groups and other early settlers, although this exploitation did not go so far as to destroy this habitat and threaten its biological diversity. Mangroves serve as a protective barrier by acting as a buffer against coastal erosion caused by tidal surge and strong winds. That is why they are poetically described as the sentinels of the coastline. Mangroves are currently under threat from uncontrolled deforestation for charcoal production, agricultural and livestock farming, as well as the expansion of unsustainable tourism projects, all of which cause severe and irreparable ecological damage.
The Agro-Potter Period The first agricultural cultures to settle in the Antilles began with the movement of the Arawak groups that made their way to the region from the Orinoco-Amazon forests in South America. These groups entered the Greater Antilles from the northeast coast of Venezuela and other neighboring regions, specifically from present-day Guyana. As well as their agricultural practices these cultures developed an important pottery production system, which is why certain Caribbean archaeologists have labeled these groups Agro-Potters.91Their particular styles, by the way they manufactured their pottery, have become the most common way of identifying these specific groups despite the evident differences in their settlement patterns, eating habits and other cultural and socio-political details. Also, their agricultural practices allowed these groups to establish permanent settlements with larger populations that, in some cases, reached more than 100 individuals and formed multi-communal societies we call tribes. Their concept of kinship was broad, and they managed to reach much more complex economic, political and religious organizations than those developed by the bands of Archaic hunter-gatherers that preceded them.92
339 TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
Gonzalo Fernández de Oviedo also writes, when referring to the early inhabitants who had survived in some of the island’s most remote areas:
First Arawak Inhabitants: The Igneris or Saladoids
Some pieces show that they were used to cook over firewood.
The first migratory waves of Agro-Potters to the region were the “Igneris”.93 Their ceramic style was linked to the Saladoid series. The first settlement was discovered in Saladero, in the lower Orinoco region in present-day Venezuela and which may date back from 1050 B.C. to 350 A.D.94 The arrival of the Saladoids to the Caribbean islands began approximately at around 500 B.C. and is associated with the dispersion of the Arawak-speaking families, the main contributors to the later development of what is now known as the Taíno culture.95
Researchers have frequently unearthed in Saladoid sites fragments of burenes (flat earthenware used for preparing the casabe, a kind of bread made from the cassava root) of different sizes and thickness. These were sometimes made with cutout designs, and others were decorated earthenware decorated with topias – a special support piece made of baked clay that was used to place the burenes where the casabe was being baked.
The Igneris or Saladoids first arrived in the Lesser Antilles, and later made their way up to the islands of Vieques and Puerto Rico where they remained for more than 500 years, specifically between the first and sixth centuries A.D.96
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
340
The arrival of the Saladoids, or Arawaks, in the Caribbean has been catalogued as a “frog-leaping”97 migratory movement. The expression explains the considerable distance these human groups had to travel from their original communities to their new destination. They had to undertake certain safety measures during this journey. These bands were frequently linked through family groups and followed well-defined routes, with movements that went back and forth. The process included exploring areas suitable for establishing their settlements. They gathered the necessary information and later passed it on to potential immigrants.98 The Saladoid groups manufactured excellent smooth-surface ceramics, decorated with geometric and figurative designs that were painted white with red trimmings. Certain pieces were made with orange-like tones, topped by a harmonious combination of colors. Their pots were bell-shaped with beveled edges and ribbon-like handles in the shape of the letter D. They were simple in style and exhibited decorative buttons in the upper part of the pot. Because of their quality and fine detailed decorative elements, these bell-shaped pots must have been used for certain rituals or were intended for use by high-social-status individuals. This also applies to other ceramic boat-shaped pieces, featuring cutting-edge designs that exhibited the intense red coloring that characterized the Saladoid style. They also made narrow bottles for storing liquid, carefully crafted dishes and effigy-decorated cups as well as simpler and crudely made pots that were used for cooking.
The presence of burenes (non-existent in Archaic sites) suggests that the Saladoids cultivated the cassava manioc plant (Manihot esculenta Crantz). The agricultural technique most commonly used was the slash-and-burn method, which consisted of burning the terrain where they would plant their crops. They would then plant the stalks or cuttings of the cassava plant among the ashes of the fallen trees. The ashes served as an excellent nutrient-rich fertilizer for the new plants. This technique, considered by some archaeologists as a particular characteristic of “a tropical production system,”99 was already practiced by horticulturalists in South American tropical regions two thousand years before their move to the Caribbean islands.100
However, this less intensive or small-scale agricultural method was adjusted to comply with the conditions of the smaller Caribbean islands. The slash-and-burn system required large extensions of land because the productive use of the fields used for planting eventually dwindled. This technique led to the use of the fallow system. This meant that the groups had to move from one place to another after a certain period of time – perhaps every four or five years – so that the
land could recover its fertility.101 This is why the slash-and-burn system was replaced by the intensive exploitation of marine and river resources in some Antillean regions. These resources became a central element in the diet of the Saladoid groups.102 This is why researcher Marcio Veloz Maggiolo, when referring to this adaptation, called it the “attenuated slash-and-burn” system.103 This shows that the Arawak migration to the islands also led to certain adjustments to their cultural patterns. The archaeology of the Lesser Antilles, where the Saladoids eventually settled, reveals settlements that were built away from the coastal areas. Some experts believe that these settlements responded to the pattern they used when they lived in the continent.104 However, in previous periods, the distribution of these settlements did not discriminate between coastal and inland regions. These changes are thought to be adaptation patterns to the island environment as well as an answer to other factors such as demographic pressures, agricultural systems and the scarcity of suitable lands in the smaller islands of the eastern Caribbean. In other words, the Saladoid Arawaks managed to develop a strategy of flexible adaptation to the island environment. This suggests that they could have been conservative as well as opportunistic when choosing their settlement sites.105 The Saladoids introduced Lithic instruments that differed typologically from the usual forms of the Archaic artifacts, such as the rectangular – perfectly polished - plano-convex axes that have been found in their particular cultural context. Other types of axes have also been discovered in some of these sites, such as the simple petaloid axes that reached their highest level of perfection and variety in the later stages of the Taíno culture. They also showed a particular preference for body ornaments made of conch and mother-of-pearl, as well as necklaces made of semi-precious beads such as agate, amethyst, jadeite, nephrite and transparent quartz.106 Many of these objects are originally from South America. These raw materials are not found in the islands. This detail also reveals that, after settling in the islands, these communities kept in close contact and interacted with communities in the mainland.107 Within the Saladoid context researchers found the earliest pieces of three-pointed Zemís, also known as three-pointed stones. They were made with conch or coral materials, establishing the
According to the chronological model presented by archaeologist Irving Rouse109 regarding the prehistoric settlement of the Caribbean, the Agro-Potter immigration that originated in the coast of South America began with the Saladoid series. In Puerto Rico, this migration consisted of two particular stylistic phases. The first phase was discovered in Hacienda Grande and dates back to 120 A.D. The second phase, known as the Cuevas Style, has been dated at around 550 A.D. and constitutes the last phase of the Saladoid series in the Greater Antilles.110 In reality, the findings reveal a stylistic decadence where the forms and the quality of the pottery are less refined. The attractive curvilinear designs painted white with red trimmings, and which originated in the first phase, were substituted for the more simple designs of the Cuevas Style.111 The presence of the Saladoid groups in the Dominican Republic was discovered in La Caleta beach, in La Romana Province, in the country’s eastern region. Within this context, numerous fragments of pottery made with forms and designs particular to the Saladoid series were unearthed in these two sites. Also found were Lithic plano-convex axes and other instruments made out of conch shells. These findings date back to 240 A.D., a period that corresponds to the settlement of the Agro-Potter groups in the island of Hispaniola. Archaeological pieces found in the Saladoid settlement in La Caleta are on display in the Altos de Chavón Regional Archaeological Museum in La Romana. As far as is known, the Saladoids only managed to establish “beach heads,” or coastal settlements, in Hispaniola. They may also have interacted with the Archaic groups that preceded them. This has been considered as one of the ways the first settlers incorporated ceramics into their daily lifestyle and one of the factors that could have limited the advancement of the Saladoid groups in the island’s interior. For these reasons, argues Marcio Veloz Maggiolo, “the Saladoid occupation was almost imperceptible in the island of Santo Domingo.”112 Their presence is not registered in Cuba or Jamaica.
The Huecoid Culture Recent research on the movements of the Agro-Potter groups to the Antilles have demonstrated that this was a much more diverse and complex process than what was originally thought. It was not a one-time-only event, and it did not develop as a gradual move from one island to the other, until they finally reached the Greater Antilles. Different cultural expressions, contemporary to the Saladoids–who also originated in the South American continent–are not entirely disconnected from the Arawak tradition. They were discovered at the end of the 1970s in the northern section of the Lesser Antilles and Puerto Rico, and were named Huecoids. The first findings of their presence were made by Luis Chanlatte Baik and Yvonne Narganes Storde in the archaeological site known as La Hueca, on Vieques island, off the coast of Puerto Rico.113 The discovery of the Huecoid culture has generated new hypotheses that attempt to explain the cultural diversity that existed in the Greater Antilles during the Ceramic Period. Their differences with the Saladoid culture have been taken into consideration through the different origins of this cultural tradition.114 These hypotheses have generated a series of questions regarding Caribbean archaeology. For instance, if the La Hueca complex, of the so-called Saladoid series, existed exclusively in the Lesser Antilles or both actually co-existed during the same time period in the region but in different geographic areas. Other researchers have contemplated the possible effects of the interaction of the Huecoids with complex Archaic precedents and their possible incidence as to the origin and development of other Agro-Potter cultures in different Antillean regions.115 Aside from giving a complete turn-around to the traditional settlement patterns of the Agro-Potters, these new theories have also introduced new ideas on the dynamics that gave rise to the formation of the different Antillean ceramic horizons. The finding of the La Hueca site highlighted the hypotheses of a simultaneous, or previous, immigration movement that preceded the Igneris or Saladoid movements. These new theories have done away with the theory that there was only one Agro-Potter immigration wave that originated in the northwest coast of South America. The ceramic pieces related to the Huecoid culture are characterized by finely detailed incisions, arcs and interlocked lines or grilles. To highlight
the cutouts they would sometimes fill the incisions with white or red paste. The rest of the vessel is paint-free; an element that clearly differentiates the Huecoid from the Saladoid pottery where white is the predominant color covered by a red base. It is impressive to see the large quantity of clay recipients that were made in cylindrical forms and hollowed out in its upper parts. Many have been identified as “censers” (incense burners). Others found are inhalation pots, suggesting the use of hallucinogenic substances for specific rituals. Also found in abundance were fragments of clay burenes, a clear indication that these groups carried out agricultural activities.116 The Huecoid culture registered an important lapidary industry, specifically with the production of necklaces made with semi-precious stones from South America. Decorative toad-like ornaments, made with jadeite and adorned with curved lines, have been frequently found. It is also important to highlight the finding of ornitomorphic–or birdlike–amulets—that resemble Andean condors. These pieces feature heads with curved and sharp peaks. In their lower parts, where the claws would be located, these bird-like creatures exhibit a well-defined human head trapped within the bird’s claws. This link between the condor and the Andean region has led some to believe that these amulets, as well as the many necklace beads related to this culture, were introduced to the Caribbean islands by the Huecoids that came to the region from the continent. Evidently this introduces new theories about their origin, and the cultural interaction that took place between the indigenous Antillean groups and the groups that inhabited the South American continent.117 The La Hueca site, in Sorcé, Vieques, is related to the Punta Candelero settlement in the town of Humacao, Puerto Rico. The site was excavated by archaeologist Miguel Rodríguez118 and confirms the existence of a Huecoid cultural horizon, not only on the island of Vieques but also in the easternmost region of Puerto Rico. A museum exhibit that eloquently illustrates the cultural characteristics of the Huecoid settlements in the Punta Candelero beach is found in the Museo y Centro de Estudios Humanísticos Dra. Josefina Camacho de la Nuez, at the University of Turabo in Puerto Rico. Research into the Arawak migrations has demonstrated that the contacts and exchange networks between the continent and the Antilles were uninterrupted. They also exhibit different characteristics in certain times or periods. These move-
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style that would later be reproduced in the elaborate tricuspid stones carved by the Taínos.108 With the material they obtained from the conch shells they also made axes, scrapers and other useful rudimentary artifacts.
ments indicate, as previously stated, the early exploration trips by the Arawak communities to outline migratory processes that would involve a large number of individuals and which eventually led to the Agro-Potter settlement of the Antilles. The Ostionoids or Sub-Taíno Culture As previously stated, the Arawak people’s adaptation process to the Antilles was accompanied by a series of changes to their culture. Similarly, they also contributed to the development of local changes that were based on their cultural traditions. However, the influences of the Archaic groups that had previously established themselves in the region cannot be ignored. Some of these local cultural developments are related to their particular form of expression. These eventually led to the origin of the Taíno culture, which reached much higher levels of development in the Antilles.
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According to the pre-Columbian population scheme proposed by Irving Rouse,119 after the Igneris or Saladoid periods concluded, two great cultural developments occurred in the islands. The first was the development of the Ostionoid culture, followed by the Taínos, who exhibited many of the traits of their ancestors. The Ostionoid ceramic style, which identifies this particular culture, takes its name from the group’s principal settlement in Punta Ostiones, in Cabo Rojo, in Puerto Rico’s western region. This settlement dates back to 405 A.D. according to the C-14 data obtained by archaeologists Luis Chanlatte Baik and Manuel García Arévalo. The Ostionoid period began in the 6th century A.D., with the intense penetration of the Agro-Potter groups into what today is Hispaniola. From there they continued onward to the Western Antilles and to the Bahamas. The ceramic designs of the Ostionoids differed somewhat from the Saladoid. They show a noticeable decline in terms of quality and aesthetics; even though some of the latter’s decorative features gave way to a brand new style of ceramic that did not feature the use of white paint over a red background, a main feature of the Saladoid pottery. Instead, it is substituted by a reddish-pink glaze over which they would sometimes paint black bands. The shape of the ceramic pieces also changed, becoming much narrower. The pottery was circular and vessel-shaped. They were decorated with simple tubular attachments or simple handles situated at the ends, and also featured simple ornamental handles that generally represented the faces of bats and other zoomorphic symbols.
The Ostionoid groups have been considered to be sub-Taíno because it is through them that many of the cultural manifestations that later on characterized the Taínos originated with them. This is the case of the small and simple three-pointed idolillos (small god-like figurines), which appear on the tips of shells and pieces of coral. These figurines were already known by the Saladoids, a group that reached its highest form of artistic expression with the production of the Taíno Zemí. Another important cultural expression of Taíno society that began with the Ostionoids was the practice of ball games in the batey. They built great ceremonial plazas, such as the ones in Tibes, in the town of Ponce,120 and Las Flores, in Coamo, both in Puerto Rico.121
One of the earliest dates recorded for the early Ostionoid horizon in the Dominican Republic is 505 A.D. The site was discovered in La Cucama, in the eastern section of Santo Domingo Province. The dates registered for the Corrales site, as reported by Marcio Veloz Maggiolo, range between 645 and 720 A.D. Other dates related with the Ostionoid series, specifically in the southeast region of Hispaniola, range between 730 and 985 A.D. in La Caleta, near Punta Caucedo, some 30 minutes east of the capital city. In Juan Dolio the dates range between 830 and 970 A.D. 127 At the same time, in the excavations carried out by Adolfo López in the archaeological site known as El Francés, in Samaná, the Ostionoid ceramic found was dated between 534 and 690 A.D.128
In Puerto Rico the early Ostionoid horizon is found in the eastern part of the island through the Elenoid series. Its earliest manifestations appear in the Monserrate style (600-900 A.D.), followed by the second phase of the series, known as the Santa Elena style (900-1200 A.D.). All these stages came together to establish what is known as the Taíno culture, where there is a rebirth in the style and design of their ceramics.122
After 800 A.D. there was a clear change in the Ostionoid decorative style. The styles identified have been classified as “intermediary” or “transitional.” Their origins and particularities were generated by processes related to cultural interactions that have yet to be defined.129 Some of the more representative pottery styles discovered, specifically in the eastern and southeastern regions of the Dominican Republic, were the ones denominated Punta and Cabuya. The main sites discovered were in Punta Macao, in Higüey Province,130 and Las Cabuyas-Juan Pedro, in San Pedro de Macorís.131 We also identified a transitional variation that we called the Maguana style due to their discovery in various archaeological sites in the country’s central and southwest regions, such as in the town of Padre Las Casas, in Azua Province, and in the valley of San Juan de la Maguana. Some were also found in the southwest region of Haiti.132
The Ostionoid groups reached the island of Hispaniola around the 6th century A.D. The groups quickly spread throughout the entire island, occupying not only the coastal but also the interior valleys and mountainous regions. As they advanced towards the west, the Ostionoid penetration must have divided into two distinct migratory routes. It seems that one of these routes developed along the eastern coastal region until it made its way to the westernmost section of the island, finally reaching Jamaica. The other group penetrated the river valleys of Hispaniola’s central and northern regions. They populated the entire north coast, until they reached the Bahamas and the easternmost section of Cuba.123 In the Dominican Republic, one of the Ostionoids’ most important settlements was discovered in Corrales, near the coastal town of Juan Dolio, in San Pedro de Macorís Province, in the country’s eastern region. In this particular settlement, researchers were able to establish the presence of red-painted pottery, characteristic of the Ostionoid primary style. The ceramics found there conserved transitional elements characteristic of the Cuevas Style found in Puerto Rico.124 Other Ostionoid features were also found in Anadel, in Samaná Province, on the north coast of the Dominican Republic and in Juan Dolio, some 45 minutes east of Santo Domingo.125 In the case of Haiti, the most important site was found in Macadí.126
Another variety of the pottery that was discovered, which is clearly related to the expansion of the Ostionoid series towards the western part of Hispaniola, is the Meillacoid style. Its name comes from the important Meillac site, on the northern coast of Haiti.133 The Meillacoid vessels break with the traditional smooth-surface ceramics, depicting new techniques in the designs. This particular pottery featured distinctive bands and intertwined cutouts that formed grills in the superior part of the receptacle. They also have simple sides adorned with decorative handles.134 According to Irving Rouse, the decorative elements of the Meillacoid style were copied from the rectilinear designs seen in certain Archaic artifacts that imitated woven vegetable fibers.135 They could also have emulated the decorative elements made in wooden and conch objects. This theory has been once again explored due to the incidence of the Archaic groups in the
The earliest signs of the Meillacoid decorative patterns in Hispaniola were discovered in the Cibao Valley in the late 19th century, in the Cutupú site in Río Verde, La Vega Province, in the country’s central region, dating back to 850 A.D. Other findings related to this specific style were discovered in the El Carril site, in Valverde Province, and which dates back to 920 A.D.138 The Meillacoid sites discovered in the Cibao region have led to a hypothesis on their origins in this region and their future expansion to the northwest section of Hispaniola, where the Meillacoid style coexisted with groups of Taíno ceramicists, identified with the Chicoid style.139 Meillacoids and Macoriges Researchers working with the Museo del Hombre Dominicano140 have associated the cultural expressions of the Meillacoids with the Macoriges, a group mentioned in the European chronicles as living in the northern region of Hispaniola and in the vicinity of the island’s northern mountain range. Similar to the archaeological identification of the Archaic sites, the scarce references left by the chroniclers means it is not always possible to directly correlate stylistic expressions with the ethnohistorical information left behind. However, this does seem to be the case of the Macoriges, as explained by Fray Ramón Pané141 and Fray Bartolomé de las Casas in their chronicles.142 The oldest dates registered for the Meillacoid sites range between 1345 and 1435 A.D., a timeframe considerably close to the arrival of the Spanish conquistadors at the end of the 15th century. This particular aspect, linked to the presence of Meillacoid pottery143 in certain sites identified as Chicoid, has contributed to the possibility that these groups coexisted or interacted with each other and that there may have been a relationship between style and ethnicity that supports the hypothesis of a co-relationship between the Meillacoid culture and the Macoriges.144 In this regard, recent studies carried out by archaeologist Jorge Ulloa Hung,145 in a specific northwest region of Hispaniola - and co-spon-
sored by Leiden University – point to the existence of a major center inhabited by indigenous groups that lived in that specific area. Aside from coexisting with communities with different cultural expressions, the researchers also revealed that this coming together generated a particular cultural panorama that encouraged the interaction of different groups in the region. These differences were highlighted by the different styles of ceramic found in the sites. The archaeological particularities presented in Ulloa’s research suggest that the ceramic styles, apart from revealing distinctive identities, also displayed similar influences, cultural intermingling and interaction between the communities. This aspect fits well with the description of the Macorige region and is referred to in the chronicles that describe the first contacts between the Europeans and the indigenous groups in the northern region of Hispaniola. From an economic perspective, the description of the Meillacoid settlements presented by Marcio Veloz Maggiolo has revealed that, aside from the traditional slash–and-burn agricultural method practiced by the early Ostionoid communities, the Meillacoids used the Várzea System, which consisted in the use of extremely fertile,146 humid and loamy soil left behind by flood waters. The Meillacoid settlers that occupied the Cibao valley and the north coast of Hispaniola also produced their agricultural products on heaps of soil and waste. This method is highly productive and was later used on a larger scale by the Taínos.147
These mounds were built around the flat areas that surrounded the dwellings and other complementary structures. They were units of basic production and contributed to the establishment of settlements in this particular region of the island.148 In essence, the cultural characteristics identified as Ostionoids and Meillacoids are believed to have preceded the Chicoid ceramic expression. They have been identified with the Taíno culture. Their denomination is linked to a key settlement
situated in Boca Chica beach – to the east of the city of Santo Domingo – in the village of Andrés, Santo Domingo Province. The site was initially studied – in the early 20th century – by U.S. researcher Theodoor de Booy, sponsored by the George Gustav Heye Center of the National Museum of the American Indian.149 Chicoid pottery features elaborate artistic and ornamental qualities that give it a certain Baroque touch. It is characterized by ornaments that represent handles and graffito signs painted on the surface of the vessel, thus forming schematic geometric elements. Similar ceramic pieces were found in Esperanza, Puerto Rico, in the island’s eastern region. Other pieces were found in Capá, in the western part of the island.150 At the same time, the Pueblo Viejo site, in Cuba’s eastern region, is considered to be the most representative site for Chicoid pottery.151 Some researchers have argued that there is a link between the Chicoid and the Barranca ceramic style, which originated in the central Orinoco region of Venezuela. However, to date there is no proof that there was direct contact between the Barrancoids and the settlers of the Greater Antilles, where the Chicoid expression has essentially been found. The Barrancoid features present in Antillean pottery appear to be a combination of both, with Saladoid characteristics that were brought to the islands in the very early stages of the migration processes.152 The interactions between both groups as they made their way to the mouth of the Orinoco River, and from where they moved on to the Lesser Antilles by crossing what is now the island of Trinidad, seems to be the most popular hypothesis when it comes to establishing the presence of Barrancoid elements in the region, rather than the establishment of a direct route that led them straight to the Caribbean islands.153 For some researchers, such as Mario Sanoja, the presence of similar objects which were probably used for similar activities, has led them to consider that there was something much more profound between these groups than simple and converging pottery styles.154 Change Factors One of the enigmas of the Pre-Columbian past is linked to the factors that brought about cultural and material changes that characterized the diverse Agro-Potter groups. As well as manifesting themselves through their particular ceramic styles, these changes are also evident in other socio-economic and cultural factors. These
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development of the cultural expressions of the late ceramic period that developed in the Greater Antilles.136 Other specialists have highlighted the similarities that exist between the Meillacoid styles and the ceramic groups that inhabited the Florida peninsula, aside from its connections with Cuba and the northwest region of Hispaniola through the Bahamas. However, this last hypothesis needs much more research and data to be considered a feasible possibility.137
changes revealed the existence of clear breaks or turning points that occurred in qualitative leaps and bounds expressed through a series of cultural components. One of the first pieces of evidence revealed regarding these changes came from the research carried out in Puerto Rico by Froelich G. Rainey during the 1930s. This archaeologist established a sequence of settlements that he divided into three great cultural stages by applying stratrigraphic studies to the settlements that had been established on the island. This sequence is based on the diet of the settlers and its correlation to the various pottery styles. Rainey identified the oldest occupation, corresponding to the Saladoids or Igneris, as the “Crab Culture,” due to the tremendous quantities of crab shells or jueyes found in mitten deposits. Crabs were an essential part of their daily diet. An intermediary culture discovered was linked to the pottery manifestations of the Ostionoids. He named this particular culture “Shell Culture,” which corresponded to the Ostionoid pottery culture. Through more recent findings, he categorized these superior strata being Taínos.155
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Evidence of these changes or transformations in pottery styles is apparent in the Hacienda Grande and Cuevas styles. The study of both styles reveals a gradual transformation in certain pottery traits, with a loss of aesthetic characteristics through time although they managed to maintain basic settlement patterns. This does not occur with the Saladoids or Ostionoids, where significant changes in subsistence models and other cultural characteristics were evident. When studying the evolution of the Ostionoid cultural patterns –in comparison to its Saladoid predecessors—a radical change in the subsistence methods that goes far beyond simple local evolution is evident. In order to truly understand these changes other factors such as socio-cultural interactions, environmental patterns, and even the influence of other early immigration processes should be taken into consideration. In this respect, Manuel García Arévalo and Julia Tavares–in a keynote presentation delivered at the symposium “Problems of Antillean Archaeology,” held in Ponce, Puerto Rico in 1978–argued that the first significant changes among the Agro-Potter groups occurred in Puerto Rico. Puerto Rico is where the Igneri culture transformed itself and ushered in another cultural phase that brought with it a certain type of ceramic that, although it maintained certain dec-
orative elements related to the Cuevas Style, it marked the beginning of a new series of forms, decorative patterns and different manufacturing techniques. In this case it is evident that this particular ceramic is associated with a diet that is also different in terms to the species consumed. Therefore, the question that has to be asked is whether the Ostionoid series was a local evolution of the Igneris or, quite the contrary, it was generated by the influence or interaction of new cultural groups. From our perspective, the cultural changes that led to the formation of the Ostionoid series, and later on to the origin of the Taíno culture, do not respond to a continued–yet slow in situ evolutionary process–but to the introduction of new styles as to how they manufactured ceramics. However, as a product of the cultural mix of these groups, some particular traits of the previous styles are evident. Regarding the changes observed in the material culture that existed between the Saladoid and Ostionoid groups, especially in their particular ceramic styles, L. Antonio Curet proposed that because this environment brings with it various types of ideological and symbolic messages, the changes in pottery styles reveal certain modifications in the social, economic and political aspects that could have influenced the evolution or socio-cultural development of the prehistoric groups.156
The Transformation of the Agro-Potter Groups: New Approaches As previously expressed, the discoveries unearthed by researchers Luis Chanlatte Baik and Yvonne Narganes Storde, along with the excavations by archaeologist Miguel Rodríguez in the Punta Candelero site, have revealed the existence of two distinct migratory movements that arrived almost simultaneously to the islands of Vieques and Puerto Rico. These particular movements constitute the prelude of the movement of the Agro-Potters to the other islands of the Greater Antilles.
The appearance of the Huecoid cultural horizon has confronted the traditional evolutionist scheme maintained by Irving Rouse, which is based on a unilineal development model that occurred after the establishment of the Saladoid settlements. This has as an analytical unit the material culture and is, above all, based on the classification and creation of a series and sub-series of stylistic ceramic traits.157 Beginning with the pioneering research carried out by Luis Chanlatte Baik and Ivonne Narganes, new ideas have emerged regarding the settlement of the Antilles.158 The Archaics, already settled in what is now Puerto Rico, were not only able to assimilate the agricultural and ceramic methods of the new Agro-Potter groups when they came into contact with them, but also experienced a progressive cultural transformation that led to the origin of the Ostionoid series. This assimilation, aside from being one of the reasons that would explain the qualitative advances made in the economy and lifestyle of the gatherers, has been considered to be one of the factors that contributed to the rapid migration of the Ostionoids to the west. Looking at it from this perspective, the formation of the Ostionoid style is the result of a hybridization and trans-culturization process that took place between the Archaics and the new Agro-Potter settlers. This process also occurred in Puerto Rico and in other islands as well, such as in Hispaniola. From this particular region the Ostionoids moved on to Cuba, Jamaica and the Bahamas, as well as the Turks and Caicos Islands. This unequal assimilation and learning process in pottery-making by the Archaics could explain the drastic drop in the quality of the ceramics made by the Ostionoids and Elenoids, compared to the Saladoids.159 This significant decline in the overall quality of the pieces motivated Rouse to compare this drastic change in the artistic quality of the ceramic produced by these groups between the years 600 and 1000 A.D. with the artistic decadence registered in the Middle Ages in comparison to the Ancient Classics. The recovery of this lost artistic quality occurred during the Italian Renaissance.160 The only difference is that in the Antillean case, the degeneration process in ceramic making gradually turned around the year 1200 A.D., giving way to a new phase with the upsurge of Taíno culture. The processes of interaction and trans-culturization between the Archaics and the new Saladoid and Huecoid styles were probably not homogenous. They may have developed under different
Among these, some of the best known are the so-called Elenoids, found in Puerto Rico’s eastern region, and the Punta Styles, found in the easternmost section of the Dominican Republic.161 And in the Meillac sites, found in the island’s central region and which extended towards northwestern Haiti. This cultural fusion between the Archaics and the Agro-Potter groups has been called the “Antillean Formative,”162 which ended with the formation of the Taíno culture and which, at the root of it all, is only a manifestation of the cultural mix that through time shaped the cultural profile of the Caribbean islands.163 On the other hand, it is important to highlight that the first Agro-Potter groups represented by the Saladoid and Huecoid series did not reach a Lithic industry of a utilitarian nature that would be comparable to the typological variety presented by the Archaic Banwaroid tradition. Therefore, as we have highlighted previously, the production of Lithic artifacts linked to the Ostionoids–and which would be subsequently and amply developed by the Taínos–must be linked to the cultural contributions made by the Archaics.164 It is a permanent typology in the way some artifacts were made, and reveals hybrid and trans-culturization processes that are uniquely Antillean.165
including the possible construction of irrigation canals or channels specifically in certain regions in the island of Hispaniola166–where the soil was very dry–turned agricultural production into the main economic support of the Taínos. As a consequence, it contributed to the considerable sedentarism of the Taínos and to the establishment of villages with higher populations and a much more complex social, political and religious system that surpassed the tribal stage and became societies headed by Caciques or chieftains. The more representative expressions of the Taíno culture are perceived, most specifically after the 13th century, in the western region of Puerto Rico and the southeastern section of Hispaniola. Its principal link, or communication channel, was the Mona Passage. Both spaces have been considered the center of development of the classical Taínos, and the nucleus from where this culture expanded through concentric waves through the rest of the island of Hispaniola, Cuba’s far eastern region and the smaller islands to the east of Puerto Rico.167 When the Europeans arrived in America, Taíno culture had two great centers. The first, or Epicenter “A,” included Borinquen or Puerto Rico as it is known today, and the Virgin Islands, most specifically the island of St. Croix. It also included southeastern Hispaniola, where the Higüey Cacicazgo was located.168 Even the chronicles written during the conquest highlighted an intimate kinship relationship between the Caciques from Borinquen and Higüey, and the continuous travels in canoes through the Mona Passage. The interactive relationship between both islands was truly dynamic.169 Epicenter “B” extended from the central valleys to the northwest and western regions of Hispaniola. It crossed the Windward Passage until it reached Cuba’s eastern region. It is believed that the maximum socio-political center of this Epicenter was the Jaragua Cacicazgo. As Las Casas explained:
nous cultural development. What we have called “typological frontiers”171 developed between the two Epicenters or geographical units. The establishment of frontiers between both territories is evident in the defined formal and stylistic differences found in certain objects linked to the Zemís, as well as in artifacts used in rituals or everyday use. These led to regional and local expressions that were consistent with the available environmental resources, raw materials and the symbolic and ideological trajectories of each particular region.172 This diversity in the behavioral patterns of the material culture illustrates how the ecological variables – as well as other processes and socio-cultural interactions to the environment - produced a mosaic of regional typological variations in the geographic space that Taíno culture occupied.
Taíno Culture Who Were the Taínos? When the Europeans first arrived in the Americas, the Taínos inhabited broad swathes of the Greater Antilles, namely Borinquen – present day Puerto Rico - practically the entire island of Hispaniola or the island of Santo Domingo, Cuba’s western and eastern regions and possibly parts of Jamaica. They defined themselves as good men, “that is, noble and prudent and not cannibals.”173 Their immediate ancestors can be traced to ancient migratory waves of Arawak groups from the northwestern region of South America that slowly moved to the Antillean islands centuries earlier, traveling west following the direction of the winds and ocean currents.
However, when comparing the Ostionoid settlements with the Taíno culture, it is clearly evident that in the former the gathering of species linked to the mangrove ecosystems was important as a complement to agricultural production. In the Taíno sites the findings reveal significant agricultural activities and less evidence of marine and river-based food remains.
“Xaraguá was like the marrow and medulla of the island, its sovereign court. Its King surpassed all the other princes in eloquence, refinement, and education and good breeding. Likewise, his government was the most ordered and the most circumspect. At his court there was a multitude of nobles, men and women, whose beauty and elegance excelled … all other provinces on this island.”170
It is worth highlighting that although the Taíno culture never completely dominated the entire Antillean region, they did have a predominant influence in several territories. As stated earlier, ethnohistorical sources and archaeological evidence have revealed the presence of other groups, such as the Guanahatabeyes and the Ciboneyes in the westernmost parts of Cuba and Hispaniola; the Magoriges and Ciguayos in northern Hispaniola, and the Caribs, who inhabited some of the islands of the Lesser Antilles from where they launched their attacks on the islands of the Greater Antilles. The Caribs reached those islands at a later date from places such as modern-day Guyana. Recent archaeological findings have been unearthed in St. Vincent and the Grenadines.174
The development of agriculture through the use of mounds and other agricultural methods,
This statement therefore leads us to conclude that Taíno society did not experience a homoge-
The first Arawak settlers adapted to insular living and their inter-actions with the Archaics that
In terms of the evolution of their subsistence it is worth highlighting the similarities between the settlement patterns of the Archaic and Ostionoid groups, even though in the latter group the presence of fragments of burenes reveals they had mastered certain agricultural techniques.
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contexts, situations and time periods on the different islands and within the islands themselves. This presumably contributed to nuances and differences both in the quality and decorative elements of the pieces produced, as well as in other cultural expressions that emerged. In essence, these processes generated a diversity of ceramic styles and expressions that have been considered to be transitional in Caribbean archaeology.
came before them ended with the creation of the Taíno culture, whose very beginnings can be dated to some 300 years before the arrival of the first Spanish conquistadors. Unlike the Archaic bands–whose subsistence was based on gathering methods, small hunting and fishing–the Taínos only used these environmental resources as a complement to their diet. Their sophisticated knowledge of agricultural methods enabled them to farm and store surplus food. This allowed them to establish permanent and well-populated villages operated by the will of the Caciques. Thus, upon the arrival of the conquistadors, at the end of the 15th century, Taíno society was at the threshold of the cultural stage known as the Señorío Period, also known as the Cacicazgo.175 This period was distinctive for its sedentary settlements with a clear hierarchical system that clearly distinguished the superior level of socioeconomic and cultural evolution of the Taínos from the other indigenous groups that populated the insular Caribbean.176
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Their physical appearance is well known thanks to the writings of the European chroniclers. These records describe them as short in stature and well built. Columbus compared their reddish skin color to “the olive skin tone of the Canarians or rustic burned by the sun.”177 Their bodies were hairless; their faces were broad, with high cheekbones, full lips and strong teeth. They had black hair… “almost as the silky hair of the horse,”178 and they cut it above their eyebrows, unlike the Ciguayos, who had long hair and tied it back with a net where they inserted papagayo (Temnotrogon roseigaster) and parrot (Amazona ventralis) feathers. The Taínos also deformed their skulls. They would place two palm slats on their children’s skulls and fasten them with cotton bands, one over the frontal area and the other on the occipital lobe. This method flattened the children’s foreheads as they grew. They perforated their lower lips and pierced their earlobes to insert a bezote – a knot of hollowed-out wood – or transversal studs that they called taguaguas.179 Some of these facial ornaments were made of gold or guanin, a low-grade gold material mixed with copper alloys highly valued by the Indians.180 They also used decorative feathers to enhance their appearance, as did most indigenous peoples of the Americas. Due to their fragility, none of these feathers have been conserved, so we do not have a precise idea of what these feather adornments were like. However, there is no doubt that they must have been beautiful due to the striking and colorful nature of the feathers.
The Taínos didn’t wear clothes but they tied special bands made of cotton called coiros181 around their arms and legs. Some married women wore a small loincloth known as naguas–like a very short skirt–also made of cotton and adorned with intertwined drawings. The Caciques sometimes wore belts, and bonnets and headbands that resembled tiaras. They would place sheets of gold and small pieces of art work on these items, as well as in their protective amulets and fetishes. According to the chroniclers, they painted their faces and bodies, as well as many of their ritual objects and everyday items. They made the paint by extracting the juice of the jagua fruit (Genipa Americana L.) and from bija or annatto seeds (Bixa orellana L.), as well as other local products containing color extracts. Columbus was the first to highlight the use of body paint among the Antillean Indian population, with frequent allusions to this practice in his Diary. During his voyage along the northern coast of Haiti, he describes the characteristics of the members of the Guacanagarí Cacicazgo or chiefdom: The truth is that “…all paint themselves, some with black…others with red; and I have been told that they do so to protect themselves from the sun…”182 The Admiral, with a keen sense of observation, reveals that the body paint, as well as its evident decorative function, also served to protect their skin from constant exposure to the sun and to repel mosquitoes and other insects, along with other therapeutic benefits. They would apply these decorative elements for their special festivities, known as areitos, or for their invocation rituals to honor their idols or Zemís. They also painted their bodies to intimidate their enemies in battle because it was thought that facial and body paint helped them display courage and ferocity.183 Although these techniques were ephemeral, some of the decorative elements were extremely creative and artistic; with traditional outlined designs, some inspired by visions induced after consuming hallucinogenic substances. Apart from enhancing their personal appearance, painted body motifs represented a symbolic code and expressed the identities of their lineages and tribal clans, differentiating them from other aboriginal groups. Painting stamps and clay seals have been unearthed in several archaeological sites, with a wide variety of geometric designs that were probably used for body decorations and for stamping images on cotton cloth. They used two types of stamps: one cylindrical and the other flat. Cylindrical stamps were used like rolling pins to stamp repetitive
motifs to form attractive decorative starry designs. The most common variety of flat stamps was disc-shaped - although rectangular and elliptical stamps have also been found. They usually had decorative motifs on both sides, allowing for great variety in their spotty sketched designs and outlines. Some of these flat seals have, on one side, a conical protrusion for holding the item. Others represented amphibious forms; in some cases they contained small balls made of baked clay or loose pebbles, turning the seal into a rattle.
Productive Activities Agriculture The Taínos developed an economy that was fundamentally based on agricultural production. They grew enough food to be self-sufficient, to satisfy the needs of the tribe and had enough left over to barter with neighboring villages. Gathering fruit and wild root vegetables, along with fishing and marginal hunting, complemented their basic food needs. This guaranteed a major balance of protein and a varied diet. By making the most of the great variety of plants and edible animal species, using functional tools and sophisticated farming methods, they showed their profound knowledge of the insular environment in which they lived. Their farming plots were known as conucos. They also used a range of agricultural techniques such as slash-and-burn, cutting and burning forested areas. These methods were initially introduced by the first Arawaks. Another common method was known as the Várzea, or floodplain, which consisted of using flooded areas rich in sandy-loamy soil, minerals and organic matter deposited by the flood waters.184 They also planted on mounds of loose soil, a technique that was widely used during the last phase of the Taíno period. The mounds were formed after removing the soil that contained food waste or remains. It was a system that was very similar to what we know as composting or fertilizing. This improved their agricultural yields, especially in tuberous root products such as the cassava or manioc root (Manihot esculenta Crantz) and sweet potato (Ipomoea batatas L.). According to historical sources, these mounds of loose soil could reach four to 12 meters in diameter and each mound could hold four or five rooted cuttings that very quickly grew to become solid plants.
“To plant the maize, the Indians follow this order. Maize is born from canes that give out some spikes or ears the length of a jeme, and smaller or bigger, and thick as an arm wrist or less, and full of thick grains like chickpeas (but not fully rounded). And when they want to plant them, they burn woodland or cane fields […]” and the ashes left behind enrich the soil as if it had been fertilized.” 186 […] “After cutting and burning the trees…five or six Indians place themselves in a row one step apart. Each made a small hole with a planting stick, threw in it four or five grains of maize taken from a small sack tied around the waist or slung around the neck, covered the hole with earth [using their feet], then moved forward a pace and repeated the process.”187
contained moisture and therefore fertilized the soil.190 They were also “water holes,” which are so common in the eastern region of the island, and used them as a source of drinking water. They would draw water using clay receptacles held by ropes.191 The agricultural tools they used included stone petaloid axes, named for their resemblance to flower petals. Axe heads were mounted on wooden sticks, and were also used as weapons. The smaller ones were usually right-handed. They were made of hard rocks that better preserved the blade and in most cases the surface was expertly polished. They also used double-headed axes, previously used by the Archaic groups. Chronicler Pedro Mártir de Anglería described the resistant material used to make these Taíno axes: “The petaloid axes are considered to be lightning stones because it was believed that they were brought to Earth by lightning bolts, and that after a while they rise up to the surface. Some believed that they brought good luck and others thought they contained medicinal properties. These superstitious beliefs are ancient: the Romans called their axes ceraunias, or lightning stones because they thought they were created in the sky and fell to earth during a lightning strike or thunder. They believed the stones were endowed with many virtues.”192 In addition to the petaloid axes, they used other work tools such as elongated Lithic gravers or burins, with two very sharp sides, as well as scrapers, chisels and shell spikes.193 The Agro-Potter communities continued using very similar varieties of the sharp flint chips that the Archaic groups had used.194
The Taínos also made the most of the rainy season to prepare for the planting process. In the final stages of their evolution they used certain types of irrigation systems in very dry places where it was essential, such as in the Jaragua Cacicazgo in the far west of the island of Hispaniola.188 In regions where humus-bearing soil is less common, they cultivated jagueyes, which were holes found in rocks and in limestone-based terrains near coastal reefs, as described by Las Casas in the Higuey Cacicazgo.189 These cavities
Other agricultural tools used were the coa or hoe, and that today is known as a puyón, a kind of wooden stick with a hardened-fire tip. It was used to shape and remove soil before planting corn seeds or cassava roots. It was also used to harvest root crops. Today, this instrument is used in the Dominican countryside for a range of agricultural purposes.195 Edible Plants The Taínos’ main agricultural crop was the yuca or cassava root, which was the basis for their main staple food, a type of dry bread they called casabe. To prepare it they would first peel the
husk of the root with a conch shell. Once peeled, the root was placed on top of a guariqueten or the leaf base of the royal palm to avoid putting it on the floor. The clean chunks were ground with a grater to produce the dough that was then placed in a cibucán, a sort of sieve made of vegetable fibers to squeeze out all the excess juice produced by the dough. After it dried, the dough was spread on a jibe or basket-like sieve until it turned into a catibía or cassava powder that was then spread in a burén or clay tray on top of a fire. As part of the cooking process, the shells were flipped over with a cuise or wooden spoon in order to toast the shell on both sides until the casabe was finally cooked. This process involving the manioc or yuca root was only carried out by women. The Casabe was considered a special treat by the Spanish colonizers and African slaves, and soon became a central part of the daily diet during the colonial period to the point that it became known as the “bread of the conquest.” Due to the absence of wheat flour, which turned damp in tropical conditions, casabe bread was used as a staple food item during subsequent trips by the discoverers to conquer the rest of the Antilles and the mainland. Bartholomew Columbus, an adelantado or Royal official himself, planted some 80,000 cassava plants near the city of Santo Domingo.196 Cristóbal de Tapia, an oidor (a judge of the Royal Court), owned “a farm with 38,000 montones (lots) of cassava and peppers.”197 To this day, the casabe is an important part of Dominican cuisine as one of the main foodstuffs inherited from the earlier inhabitants of the island.198 Another important root-based ingredient in the Taíno diet was the batata, or sweet potato. The aje was also an important complement (possibly a variety of the batata). They were cooked over an open fire. Because of its appearance, Columbus confused them with the African ñame (Dioscorea sativa). Also, Fernández de Oviedo, a meticulous chronicler when it came to describing the flora of the Indies and especially with everything related to dietary matters, believed that the batata was of “extreme importance to the Indians in the island of Hispaniola…: “And they eat them cooked or asada (roasted) and in soups, but any way it is a good fruit, and can be presented to Your Majesty….” Today, sweet potatoes, both in Cuba as in Spain, are called boniato, a Taíno word meaning any sweet and tasty food item. This included sweet potatoes as well as other edible species, including
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The slash-and-burn system was mainly used for cultivating maize (Zea mays L.); only during the full moon period as they believed that this guaranteed a successful harvest.185 When referring to this agricultural system, Oviedo explains:
the cassava boniata and a variety of pineapple or ananás that they also called boniata.
pers and the sweet potato, and the fruit matures underneath the ground, and it is white and the size of robust dates (and sometimes bigger or smaller), and have a very thin skin and each one of the fruits is attached to a thin stick, almost like a common needle, that is attached to a thicker branch. The Indians cook these lerenes when they are in season. They are sold in the plazas, already cooked, and they remove the thick skin, which is very thin and softer than the skin of a chestnut… and is very tasty.”205
In certain regions, including the Higuey Cacicazgo, the guáyiga (Zaia debilis L.f.), which grew wild in nearby forests, replaced the cassava as a basic staple. They produced special flour from the guáyiga which they used to prepare special rolls that were placed in the sun to dry out and to eliminate the toxic substances of the plant. When ready, they were eaten in the same way as the casabe.199 To this day, special rolls or pan de chola are still made in the rural areas near the city of San Cristóbal to the southwest of Santo Domingo. This area was home to many sugarcane mills during the colonial period, with a large population of African slaves who incorporated many indigenous eating habits into their diets.
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The word guayo possible derived from the word guáyiga, which in the Dominican Republic is a kitchen utensil that is used to grate root vegetables and other edible plants. The Taínos used different kinds of graters. Near the coastal areas, they used natural coral as graters, taking advantage of its porous surface. In the country’s interior regions, especially in the southern and western regions, where the Maguana and Jaragua Cacicazgos were based, graters were made of darkgrey volcanic rocks. The consistency of the rocks made them suitable for this task. The most common varieties were elliptical and triangular, with two short-legged protrusions at the base. This allowed the guayo to be placed on top of a wooden slab or on the thick woody sheathing base of the yagua palm tree, where the grated product would be collected. Some of the Lithic graters are effigies decorated with geometric cut-out designs. This is why many researchers believed that they served a ceremonial purpose. As well as these two types of guayos, or graters, there is a third version. These guayos were made with a wooden slab where they would inlay flint chips on one of the wooden faces which were then set with some kind of glue of vegetable origin. One of these guayos was made with cedar (Cedrela mexicana) and inlaid with angled stones. One specimen was found in perfect condition in Cuba.200 For the special casabe made for the Caciques, the manioc root would be grated “in fish skin, such as dogfish, that the Indians called libuza.”201 Corn (Zea mays L.) was also known as ector when it was tender. This was another central ingredient of the aboriginal diet.202 This cereal, originally from Mesoamerica, was taken to the Antilles by established communities in northern Colombia
In today’s Dominican Republic, the lerén is one of the most representative traditions that have survived from the indigenous culture, especially during the Christmas season. As was the custom during the Colonial period, street vendors begin to sell lerenes in our towns and cities as soon as the cool November breezes begin to blow, a sign that Christmas is just around the corner.
and western Venezuela at around 500 B.C.203 because of its nutritional properties and the ease in which it was stored, this plant has been described as “the sacred grain of the Americas.” In the words of Las Casas: “They planted and twice a year they would pick the grain they called corn, not to make bread but to eat it freshly picked, like fruit, raw or roasted when it is milky, and it is very delicious, and they also made some kind of stew with water and by grinding the grains. The grains were small and came in many colors, purple and white and red and yellow, and all of them on one corncob, and they called it corn and the name came from this island.”204 Other complementary crops included the yautía (Colocasia esculenta L.), the sweet manioc root or boniata (Manihot dulcis Gmel.), the lerén (Calathea allouia Aubl.), peanuts (Arachis hypogaea L.) and other species like pepper (Capsicum sp.), which was highly valued for its spice and the flavor it gave their foods. In the case of the lerén or liren, Fernández de Oviedo wrote the following: “The liren are a fruit that emerges from a plant the Indians cultivate, and even today some Spaniards cultivate in this island of Hispaniola. It is a grass or plant that grows and puts forth branches, as was said of the pep-
Another very important plant for the Taínos was tobacco (Nicotiana tabacum L.), associated with religious rituals and magical-healing practices. They also used tobacco for pleasure or to relieve tiredness during the long walks they frequently embarked on. Tobacco was carefully grown near their dwellings. Its aromatic leaves were hung to dry on the shaded side of the bohíos and canopies. Once the leaves were ready they rolled them into elongated tube-like structures which they called túbanos and smoked them continuously. Tobacco consumption as part of the Spanish-Indian trans-culturization process was adopted by the Spaniards and the Africans from the very beginning of the colonial period. Over the years, tobacco went on to become one of the most representative crops of the Antilles. Many of the fruits consumed by the Taínos were gathered in the wild, such as the mamey (Mammea Americana L.); guanábana (Annona muricata L.); mamón (Annona reticulate L.); anón (Annona squamosal L.); guayaba (Psidium guajava L.), níspero (Manilkara zapota L.); jagua (Genipa Americana L.); hobo (Spondias purpurea L.) and pitahaya (Hylocereus undatus Haw-Britt). They also grew fruits like papaya (Carica papaya L.) and pineapple (Ananas comosus L.), which they called, according to the specific variety, yayama, boniata and yayagua.206 About the exquisiteness and beauty of the Fernández de Oviedo pineapple, he highlights: “[...] in my eyes, it is the most beautiful fruit of all the fruits I have seen, and the
Timber-Yielding and Medicinal Trees The indigenous people made their canoes from the trunk of the Tabonuco tree (Dacryodes excelsa), commonly found in Puerto Rico and the Virgin Islands. Once they began to burn the trunk, the smoke it emitted was very aromatic and they used it as incense in their ritual ceremonies. They also built canoes from the great Ceiba (Ceiba pentandra L.) and Mari-a trees (today, known as baria, Calophyllum calaba L.). These canoes were so large that they could “easily transport more than thirty persons.”208 The guácima fruit (Guazuma ulmifolia Lam) was used to brew a special drink said to help them to gain weight. They also used the lightweight wood of this particular tree to build long-handed narrow spades for farming, and poles for carrying baskets. They also used the wood to build fires. They made bows and spears with the wood of the Caimito tree. They used the dry gourd of the Higuero (Crescentia cujete L.) to make drinking cups, receptacles for carrying water, and other vessels and utensils that they decorated with attractive designs. They made the balls they used for their ball games from the resin of the Cupei tree, and used the wood to make spears and arrows. They also made troughs of various sizes, also called bateas or pans, which they used to sift river sand in search of gold. This rudimentary mining technique was vigorously implemented during the first years of the colony, and is still practiced today in the search for river gold in certain regions of the country.209 The original inhabitants also made a wide variety of baskets with different types of fibers, as well as with cotton cloth that they decorated with vegetable ink obtained from the jagua, a common fruit, and from annatto seeds. They were used to paint decorative motifs on their ceramic utensils. The Taínos built their cooking fires by rubbing certain kinds of wood together. They cooked their meals and baked their ceramic utensils. They also cut down large trees to prepare the land for farming. They used specific types of wood, such as cuaba (Pinus occidentalis SW.), and Goaconax or guaconejo (Amyris Balsamifera L.), as torches. It is worth pointing out that
they would usually trap fireflies (Pyrophorus noctilucus) and use them to illuminate their way at night. As a matter of fact, the chroniclers also used these fireflies at night to save the oil they used for their lanterns. The Taínos were highly knowledgeable about the medicinal properties of certain tropical plants. Many of these medicinal plants are still used by locals to this day.210 One example was the apazote (Chenopodium ambrosioides L.), used today in the rural areas for de-worming. Also, the curia (Justicia pectoralis Jacq.), an aromatic herb used to treat stomach ailments and heal wounds; jobobán (Thychilia hirta L.), whose roots are used to induce abortions. Its hardy wood is also used for other purposes, such as the construction of rural shacks. The Taínos may have used this wood to build their dwellings. They also produced an elixir from the guaconax or boni that, due to its medicinal properties, was once commercialized by the Spaniards. They used the juice of the hobo to treat stomach problems while the wood of the Guayacán (Guajacum officinale L.) was used for other ailments such as the deadly syphilis, known during the Colonial period as buba.211
Hunting The Taínos used bows and arrows for hunting birds and other animals, such as the quemies, curíes, hutías or iguanas. They also used javelin or spears which they fired with boosters. They were highly skilled in using this particular technique. They placed a sharp and pointed object on the tips of the spears and arrows, made with chips from the bones of the manatee (Trichechus manatus) or from the sharp pointed edges of the tail of the manta-rays (from the Urolophidae, Dayuatidae and Myliobatidae families), all commonly found in the waters of the Caribbean. On other occasions they would place pointed objects made from the wood of the Copey tree (Clusia Rosea Jacq.). The Taínos were truly ingenious when it came to setting traps. In the case of the jutías and other small mammals, very common in the Antillean islands, they used mute dogs or aones, specially trained for this purpose. They also set fire to the savannahs to corner the rodents. They would then shoot their arrows to finish them off, or simply gathered them when the fire went out. Another hunting method was to shake the trees of the mangrove forests where these animals would
seek refuge. They would fall to the water below, and the hunters would jump out of their canoes to capture them. During the Taíno period there were several types of jutías or hutías. One of the species were insectivores, known in Cuba as almiquís (Solenodon cubanus), while on the island of Hispaniola the animal was known as Solenodon paradoxus. However, the most common species were rodents, such as the jutía conga or quemi (Capromys pilorides); the Isolobodon poroticensis; and the Plagiodontia aedium. The latter was called guaminiquinaje, and was the size of a hare and its meat was very popular among the indigenous population. Both species are nocturnal animals.212 To trap ducks or geese in marshes and lagoons, the Taínos would swim underwater and cover their heads with a hollow pumpkin with small openings that allowed them to breathe. The pumpkin floated towards the animal, while the hunter would prepare to grab the bird by its legs.213 When capturing parrots and other birds they used children, who would blend in with the trees in a straw or dry-leaf hat. They would catch a parrot and the squawking of the bird would attract others which would flock to the area to save the trapped bird. When they were close enough they used a thin string or spread a sticky substance over the branches so that the birds would stick to the branch. They had domestic animals, specifically the mute dog, or aon, which they would also eat. At the same time, they taught the higuacas or parrots (Amazona ventralis) to repeat words and kept them in cages made with small trunks of wood or vegetable fibers. Fishing Fishing was a common practice among the Taínos. It provided them with additional protein and complemented their diet. This is why they settled mostly along the coastline, near beaches and rivers. Other common settlement areas included mangrove forests. They used harpoons, bows, arrows and hooks made of bone or turtle shells, as well as large cotton nets that they would sink with rocks and haul in schools of fish in shallow waters by dragging the nets to shore. They also used fish traps or baskets for fishing close to shore. They used other ingenious methods for catching larger fish. They used the guaicano or pilot fish (Eucheneis naucrotes), which has a suction
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one that smells the best and has the best flavor”.207
cup on top of its head that fastens itself to other larger species so that it can eat the pieces left over by the big fish to which it attaches itself. The pilot fish tail was tied to a cord and later thrown back into the sea. They would then pull and trap the bigger fish it had attached itself to, especially turtles and manatees.214 Corrals were another popular method used by the Taínos in large lagoons, as well as in calm and shallow waters.215 They built cages made from pieces of wood that they would fasten to the bottom of the sea. They were held together by vegetable fibers. This method is still used in the lagoons in Rincon, in Barahona Province, in the Redonda and Limón lagoons in the northeastern El Seibo Province and in the mouths of certain rivers such as the Yásica River – all in the present day Dominican Republic.216
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They would also fish fresh water turtles such as the hicotea (Pseudemis palustris Gmelin) and jaibas, or river crabs (Callinectes diacanthus). They would use water vines, called baiguás, to numb the fish and make them easy to catch. They trapped manatees (Manatus sp.), also known as the sea cow, near the mouths of local rivers. This large mammal was a major source of food for the inhabitants of the islands from the Archaic period, and was highly regarded by the Taínos because it provided them with abundant food. Using their bones, especially the rib cage, they made ceremonial objects such as vomiting spatulas and inhalers used during the Cohoba rituals. They also made amulets and spoons, along with other objects and hunted the Caribbean seal (Monachus tropicalis), the only representative of its species in the Antilles. Unfortunately, the Caribbean seal is now extinct. As well as using its meat as a major food source, they used walrus tusks to make amulets and other hanging ornaments. Sea turtles, such as carey (Chelonia imbricate) and the tinglar or hawksbill turtle (Dermochelys coriacea), were captured on the beaches when they came to lay their eggs in the sand. They gathered certain crustaceans and mollusks in mangrove forests and coral reefs. They used them to make jewelry and tools for use in their everyday tasks. The food obtained through their hunting and fishing activities was cooked or roasted on barbecues made of wood, and seasoned with different kinds of peppers (Capsicum). Sailing and Trade The Taínos were expert seafarers who used canoes and cayucos, fast-moving one piece vessels
that allowed them to move through the waterways. They were built from a single trunk, which they burned in order to hollow out the seating area. They then scraped the opening with axes and chisels made of stone and other abrasive and sharp tools, such as scrapers made out of conch shells and flint slabs. They also used these materials to make different kinds of wooden utensils.217 They used the trunks of large trees, which were common in the Antillean islands at the time, to build the canoes. The Indies chroniclers revealed that some of the canoes could hold up to 40 individuals.218 The cayucos, much smaller in size, were used in the rivers to transport one or two people. Paddles or nahes – shaped like shovels - were used to propel the canoe. The paddles were made with a handle and resembled crutches. South American indigenous groups from the Orinoco-Amazonian region still use similar vessels and paddles to this day. The Taínos and other Antillean Indians regularly used this mode of transportation for fishing, battles and for trading with each other. They also used canoes to communicate and for engaging in inter-island exchanges. During the pre-Hispanic period, canoes played an important role in establishing migration routes based on the prevailing ocean currents. These conditions contributed to populating the Antilles. Thus, instead of being a divisive obstacle, the green-blue waters of the Caribbean became the perfect route that brought together the inhabitants of all the islands. Dominican historian Roberto Cassá, in his book Los Taínos de la Española, writes that the canoe was a fundamental part of the dynamics of Taíno society: “Most importantly, it created the possibility of establishing regular contacts and cultural exchanges with Taínos from different islands and, occasionally, with groups from the continent.”219 In this regard, Fray Bartolomé de las Casas, who personally witnessed the conquest of Higuey, says in his History of the Indies that the Indians of this particular Cacicazgo, situated in the far east section of the island of Hispaniola, were in contact with the nearby island of San Juan, now known as Puerto Rico: “[…] and there was no more than 12 or 15 leagues of distance between this island and the other and the ones from the other came
to this island and communicated amongst themselves, and thus became familiar with the land of the other.” 220 Christopher Columbus himself also writes in great length on the ease and willingness exhibited by the indigenous peoples when it came to their navigation techniques. In the beginning he named the canoes almadías, but later adopted wholeheartedly the Taíno term canoa, the first American word that was added to the Spanish vocabulary published by Antonio de Nebrija around 1494.221 Other words adopted by the Spanish language were hurricane, Cacique, savannah, key, bohío, hammock, macana or wooden war club, barbecue, corn, tobacco, cayman, shark, etc. These words are widely used in the Spanish language, and went on to be adopted by other European languages.222 Unlike the great civilizations of the continent that used cocoa as their currency, the Taínos traded their goods using a barter system.223 This is evident in the transactions that took place between coastal and inland villages involving barter with vegetables and marine products. These transactions took place mainly with large land and marine animals, since they were in great demand. In fact, the first contacts between the Spaniards and the native population of the Antillean islands involved barter. They explorers and Indians met and exchanged the most diverse objects,224 and this barter system was known as serra225 in the Taíno language. This trading system was known during the Colonial period as rescate, or rescue/ ransom. Through these exchanges the colonizers obtained pieces of gold or guanin, made of an alloy of gold and copper, and in turn the Indians obtained mirrors, pottery, glass beads, bells, and other simple objects. Bronze was a favorite item, truly appreciated by the Taínos, because they believed the metal had divine attributes.226
Political and Social Organization The basic unit of Taíno society was the community family. Common individuals lived in monogamous relationships, while Caciques and Nitaínos could practice polygamy, i.e. they could have several wives at the same time. One of their wives would be chosen as the favorite. The chroniclers wrote that Bohechío, the Cacique of Jaragua, had around 30 wives. However, it should be stressed that in societies headed by
Marriages were exogamic, meaning that they took place between members of different family clans. The husband had to enter into a pact or alliance with his wife’s parents. The pact established that the husband would work for their benefit during a specific period of time, or shower the family with gifts, especially necklaces, beads with marble cavities, known as cibas.227 If the agreement was not honored, conflicts could arise between the clans. The Taínos had a strongly defined social hierarchy and a clear division of labor. Their society was highly structured, although they were not divided along class lines. Their social structure followed the guidelines of a tribal society that was transitioning from a tribal society led by a chieftain or Cacique.228 The Cacicazgo, derived from the aboriginal term Cacique, became the largest territorial unit and brought together several villages that were also called yucayeques. Their leader was the Cacique, or tribal chief, who was assisted by individuals of various hierarchies called Nitaínos. The Naborias were the lowest
Women, as well as men, took part in the ball games celebrated by the tribes and danced in religious ceremonies known as areitos. Thanks to the chronicles written by the colonizers we know that they were good swimmers and that, like men, they engaged in warlike activities, as described by Las Casas: “[…] most of the dwellers of these islands went into battle when it was necessary, and the women also swam in the rivers and in the sea, and from the water they fired away with their arrows because they knew how to handle and use their bows and arrows.”230
The Cacique The Supreme Chief of the tribes was the Cacique, who inherited the position through the maternal side or after carrying out an extraordinary feat. On the designation of the Caciques, Mártir de Anglería states the following: “The heir of the kingdom is the first born of the older sister, if there is one; in its defect to the [first-born] of the second, and if this one has no children, to the third sister, because it is believed that there is certainty that this descendent bears the blood of the family.”231 The Caciques were in charge of the villages, and their responsibilities included the distribution of productive tasks, as pointed out by Mártir de Anglería, when he states:
ranked in the organizational pyramid and were the servants of the Cacique. They were responsible for all agricultural activities, as well as hunting and other productive activities. Women, on the other hand, were responsible for rearing children and all household chores. They also took part in all farming activities, prepared the cassava bread and made all the pottery, wove cotton cloth and baskets. They also gathered wild fruit and sea and river products. Women also played an important role in the political and social events of the tribe. The mothers and wives of the Caciques could become Cacicas for various reasons, especially when the Cacique died. Upon their death they inherited the leadership of the Cacicazgo and received privileged treatment according to their social status. This allowed them to have a say in political decisions.229
“Each chieftain distributes his subjects and dedicates some to hunting activities, others to fishing, and others to agriculture”.232 Even though property was communal, the Cacique–aside from assigning the specific responsibilities–was also in control of the village’s productive process through the distribution of all necessary goods.233 On this particular issue, the chronicler adds: “Whatever is planted, fished or hunted, or is executed by other means through the order of the King, his mediator would distribute these activities to each individual. After the harvest, the crops are placed in solid barns, where the products are distributed year round for the use of all villagers, in proportion to each family. The young King becomes the monarch of the bees, being both
administrator and distributor.”234 The power structure of the Caciques was adopted by the Spanish colonizers: when they married a Cacica or the daughters of the Cacique they took over the control of the entire population of the Cacicazgo. They would put them to work for their benefit under the distribution regime and the designated assignments.235 Historian Francisco Moscoso states that the Caciques, as well as being the maximum political and, to a certain extent, economic authority of the villages, also controlled the religious practices of the villagers. They led the Cohoba ritual and their idols and Zemís fell under their tutelage. They exerted their social preeminence and power through this power structure.236 The Caciques received the offerings made to the Zemí in their dwellings. Moscoso refers to the description made by Las Casas regarding this taxation system: “We found that during the harvest season… which was from where they made the bread from the roots, and from the peppers and sweet potatoes and corn, they made an initial offering, giving thanks for the benefits received from the harvest or the fruits received, and since they had no temples nor religious homes […] they would place them in the dwelling of the lords and Caciques, which they called caney, making the offering and dedicating the harvest to the Zemí.”237 When the Cacique embarked on a long journey, far away from the village, his subjects would carry him on top of a wooden and straw litter. Sometimes he was accompanied by his younger children, who were members of his court and were all carried on the shoulders of the subjects. They all walked behind their father. Columbus referred to a Cacique on the island of Cuba and stated: “They came with more than 200 men and he was carried by four men on a stretcher.”238 The food consumed by the Caciques was also privileged, and the products they ate were carefully selected. When describing casabe production, Las Casas states that a special variety was made for the Caciques: “…very thin, very pleasing to the eye and white, which was placed on the table of the lords, almost like beautiful wafers […] and the thin wafers obtained from this shredded dough […] they called xavxao.”239
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the Caciques, polygamy responded to the need for establishing alliances between tribal groups in order to consolidate the power of the Cacique.
Symbols of Power The Cacique was identified by the disc-shaped plaque he wore over his chest as his insignia. It was usually made of conch or bone to which layers of guanin - an alloy of copper, gold and silver, similar to red gold were applied. This bright metal enhanced his appearance. Other distinctive objects used by the Caciques as symbols of power were colorful braided cotton belts adorned with small conch shells and stones.240 At the center of the belt there was a mask-like figure or guaiza which symbolized the faces of their ancestors and where they would sometimes also place gold or conch discs.
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The Caciques also used guanin pieces as ornaments. They would attach a golden pendant to a specific object with a sticky substance. Columbus stated that gold was known by various names in the islands, such as nozay in the Bahamas or Lucayas; caona in northern Haiti, while the Ciguayos of Samaná called it toub. However, the term guanin was widely used throughout the region and it was highly admired by the Taínos and associated with mythological and sacred beliefs.241 Las Casas described the importance of these metals to the Indians in his writings: “They did anything to obtain guanin; and it is true that they highly praised the guanin and in Hispaniola they traded gold, if they had any, for the metal, and I believe this was so in all the Indies, and in the beginning they called it Turey, almost coming from the sky, because they called the sky tureyro, and they enjoyed its unidentified odor for they believed it was more valuable.”242 Because the Taínos were not familiar with metal alloys they worked the laminated gold by beating it, and then selected the pieces or small gold nuggets that reached the desired dimensions when beaten. And on this subject, Las Casas explained: “These golden pastes were not melted or molded into grains, because the Indians of this island did not have the industry necessary for melting, but the gold nuggets found they beat between two rocks and thereby stretched it, and were extended and widened through large nuggets or pieces they found in the rivers.”243 The Dominican friar also added: “[…] they molded this gold into thin strips,
because they wanted to make masks and decorate them with a special tar they made, and was the only way that they could make the strips stick to the surface. They make others to place on their heads or to hang from their ears and noses, making it necessary for the person to be thin, because all this they do not for riches but for appearance.”244 The Caciques also covered their heads with cotton bonnets. Dr. Diego Alvarez Chanca, in his letter to Seville City Hall, and where he described the second voyage of discovery, explains that the Cacique Guacanagarí had given the Admiral a bonnet decorated with stones and conch shells. At the same time, Columbus reported that a bonnet he found was covered with golden leaves and thin strips.245 As well as body ornaments, certain Lithic objects have been found in archaeological sites that appear to be batons which symbolized the power and authority of the Caciques.246 They also owned Monolithic axes, that is, axes made of rocks, including the handle. Due to the quality of the artifacts the Caciques must have used them as scepters. Others were also found that—without departing from the conventional petaloid style—featured decorative anthropomorphic highlights, which is why they are believed to have been used in special ceremonies.247 Some of the Monolithic axes have votive images on top, usually anthropomorphic or zoomorphic figurines. Other objects of great importance included Lithic daggers adorned with austere and severe images. We can therefore conclude that these images depicted individuals related to the pantheon where the spirits resided. The image may have depicted a notable ancestor, a deity or a ghost-like being related to cosmogonic beliefs. In the case of the Lithic daggers, and to strengthen the imagery, the sculptor broke the balance of the artistic proportions and the shape of the contours characteristic of petaloid axes to make unique and individualized pieces. This has led to the theory that these objects were made for certain rituals that reflected the relevance of the bearer.248 In certain cases, these Lithic daggers have been linked to ceremonies involving human sacrifice, but there is no evidence that the Taínos practiced these types of rituals which were so important in the high Meso-American cultures.
The Cacicazgos Cacicazgos were territories consisting of various villages and governed by a principal Cacique with an undetermined group of subordinate Caciques. Fray Bartolomé de las Casas explains that the island of Hispaniola was divided into five large Cacicazgos. The Cacicazgo of Marién, headed by Guacanagarí was in the northwest. The Cacicazgo of Maguá in the valley of La Vega Real was ruled by Bohechío. Upon his death, his sister Anacaona became the leader of the Cacicazgo. Caonabo headed Maguana, in the central region, south of the island’s central mountain chain. Higuanamá was the Cacica of Higuey, in the island’s far southeastern region. Upon her death she was succeeded by the brave and valiant Cotubanamá who, after confronting the Spaniards, was taken prisoner and hanged in Santo Domingo. His wife took over his place as the Cacica. When baptized as a Christian, she was given the name Inés de Cayacoa. As well as these distinguished Caciques, called Guamiquina or Supreme Chief, there were other subaltern Caciques. Uxmatex ruled in the central Cibao region with “16,000 warriors.”249 Guatiguará ruled over a great settlement on the banks of the Yaque del Norte River, where Columbus built the Magdalena Fort, near the present-day city of Santiago. Maniocatex ruled the La Vega valley and surrounding areas, bordering with the territories ruled by Guarionex. The fortress and city of Concepción de La Vega was founded in this region. Guaybona — even though he was a minor or subaltern – ruled, according to Las Casas, “over thirty or forty thousand individuals and five hundred Nitaínos”250 in the Puerto Plata region. It would be impossible not to mention the legendary Enriquillo, who led a rebellion against the Colonial powers in the Bahoruco mountains and, after a long battle, signed an honorable peace treaty with the Spanish authorities. Meanwhile, in the peninsula of Samaná, Mayobanex was the chief of the warlike Ciguayos. However, not all chroniclers believe the traditional version put forth by Las Casas and Fernández de Oviedo regarding the five great Cacicazgos into which the island was divided. Mártir de Anglería, using geographical information published by Andrés Morales, who following the instructions of Governor Nicolás de Ovando drew a map in 1508 of the island of Hispaniola, highlights five other Cacicazgos or regions that were named Caizcimú, Caiabo, Hyabo or Huhabo, Bainoa and Guaccaiarima, with 27 subdivisions. However, he did not include the names of the Caciques who headed these five Cacicazgos.251
The Caciques fought each other when, on occasion, they violated the clearly established hunting limits, when the promise of offering a daughter for marriage was broken, or to avenge old offences. They called these skirmishes guazábaras. During the conquest, the Spaniards used these native rivalries to their advantage. One example
as a war tactic, they would burn pepper seeds (Capsicum annuum and Capsicum Frutescens) so that the smoke would affect the enemy’s vision during their battles. They tried to use this method when battling with the Spaniards in the village of Salvaleón de Higuey.255 It was also a common practice to send out smoke signals to warn nearby villages of the presence of enemies.256 The Nitaínos and Naborías The Nitaínos, considered to be “noble and important men,”257 came under the Caciques, enjoying a privileged position in the system of hierarchical rule. They catered to the needs of the Caciques when it came to affairs of government. When Bohechío and his sister Anacaona received Bartholomew Columbus, they were accompanied by “thirty two régulos”258 (or community leaders). They were probably subaltern Caciques or Nitaínos. Las Casas states that the Nitaínos “were and called themselves principals, such as centurions and decurions or jurors, who had many others under their command and regiment.”259 On the other hand, the Naborías, which in the Taíno language meant servants, occupied the lowest level of the social pyramid. According to Fernández de Oviedo, the Naboría “was an Indian who was not a slave, but was obligated to serve even though he did not want to.”260 The chroniclers established two categories between them. One of these categories was the “household Naborías,” who were in charge of the Cacique’s personal and domestic responsibilities. The others were “servant Indians” who worked in all productive areas. Although they were not slaves, the Naborías came under the rule of the Caciques and they had to carry out the most difficult tasks, such as building canoes, and chopping and burning forest land to prepare it for planting crops. They also had to carry out essential subsistence activities, such as hunting and fishing.261
is the case of the Indians of the Cacicazgo of Santa Cruz de Ycayagua or Icagua (today known as the town of Santa Cruz del Seibo), who joined forces with the Spaniards in their conflict with the locals from Higuey.254 Their offensive weapons were basically lancets or azagayas, which they discharged with special propellers, as well as bows and arrows. In some Cacicazgos they would place a poisonous substance obtained from the guao (Comocladia glabra Spreng) on the tip of the arrow. They also used wooden palm (Roystonea hispaniolana Bailey) garrotes and stone axes. In some cases,
The Naborías could have been distant relatives of the higher hierarchical clans, or perhaps they were members of other tribes of inferior cultural status compared to the dominant groups. This was the case of the early inhabitants of Cuba, known by the name of Guanahatabeyes and Ciboneyes and “treated by the other Indians on the island as servants.”262 The Behiques or Buhitihos: Ecstasy and Healing Another important figure in Taíno society was the Behique. Some chroniclers also call this individual Bhitibo, a healer or witch doctor with vast
knowledge of herbal medicine and who ensured the well-being of the sick through magical-medicinal practices.263 They also intervened in the preparation of the idols for the Cohoba and other ritual objects.264 Due to his responsibilities, the Behique was a sort of Shaman, a term that in the Tungusic languages of Siberia was a term that referred to “knowledge.” From a more universal ethnological perspective, Shamans specialize in or are able to enter into a trance. They can embark on an experience that Mircea Eliade called a “Magic Trip,” consisting of a journey through which the soul leaves the body to connect with the supernatural.265 In general terms, the Behiques were responsible for the functions, attributes and ritual characteristics of the traditional structures related to the Shaman, which were very common in ancient cultures. The Shaman’s organizational practices included a strict diet. They also inhaled hallucinogenic drugs obtained from the seeds of a tree known as the Cohoba (Piptadenia peregrina). Under the influence of the hallucinogenic effects they entered into a state of ecstasy that allowed them to fly, in imaginary terms, to the afterlife, where they could reach the Coaybay or the region inhabited by the spirits to communicate with the supernatural forces and thereby influence these spirits with the goal of recovering the souls of the sick, who might have been taken over by an evil spirit.266 Knowledge of tropical plants and their healing properties, combined with the ability to transcend to the afterlife to summon up the spirits, allowed the Behiques to heal the sick. Their intervention earned them respect and social power. According to Fernández de Oviedo: “They were, in large part, magnificent herbalists and were familiar with the properties of many trees and herbs and how to cure many with their art. They were greatly venerated and respected, as if they were saints; they were treated by these people as the Christians do their priests.”267 In combination with their knowledge and powers, they used their garments and certain ritual instruments rich in esoteric symbolism that helped them communicate with the other world. They also assisted the Caciques in the worship of their most important idols or Zemís and produced the village’s venerated images.268
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According to testimonials from this period, we know that the great Caciques could have some “thirty, forty or fifty thousand Naborías under their command.”252 If we follow this demographic data and use the approximate number of fifty thousand Indians per Cacicazgo amongst the big five large territories as a basis, including the marginal groups such as the Macorijes and the Ciguayos, we can infer that when the Europeans arrived the indigenous population was approximately three hundred thousand across the whole island.253
“Magic Trips” and their Ornithomorphic Representations The tools associated with Cohoba use, such as the handles of the mortars used to crush hallucinogenic plants and the spatulas they used to induce vomiting with the purpose of purifying the body before the ceremonies, are represented through a range of bird species, specifically owls (Strigidae sp), pelicans (Pelecanus occidentalis) and parrots. In Taíno art, these ornithomorphic images, some linked to representations of “bird men,” were very common and seem to suggest the ability of the Behiques and the Caciques to mutate into birds to begin their “Magic Flight” through the cosmos, until they finally reached the imaginary “region of the spirits,” thus ushering them in to the geographical mythology of the Taínos.
Therapeutic Effects of the Diet
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Fasting was an indispensable requisite in the curative practices of the Behiques, to the point where if the ailing villager died, his/her relatives could take revenge on the Behique and even beat them to death after accusing him of not following the fasting rules.269 To this day this is still a common therapeutic practice in South America, and the treatments applied by the Piai and the Shamans of the Guyanas and the Amazon region include strict diets, both for the patient as well as for family members.270 Modern medicine has recognized the benefits of fasting, because individuals can stabilize their physiological and psychological condition after thoroughly cleansing the digestive system.
Pascal Lacombe, who took part in Shamanic practices in the Amazon region, noted that these rituals included intensive fasting periods or purification diets prior to the ritual use of the ayahuasca (a beverage made from the Banisteriopsis caapi, combined with other plants), because this diet intensifies the effects of the hallucinogens. When they imbibed this brew, it gave the practitioner the power of interpretation and the knowledge needed to gain access to the spiritual universe.272 Pané also speaks of the prolonged fasting rites used by the Behiques of Hispaniola, which were also practiced by their patients.273 In parallel, Las Casas comments, regarding the Behiques of Cuba: “They fasted for four months, and sometimes more, and they ate nothing, but rather drank a certain potion made of herbs and grasses so that they would not die. It was believed that this herb or herbs were of extreme importance…Greatly diminished and tormented from that cruel and horrific fasting process, to the point of expiring, they would then state that they were ready to receive and stare at the Zemí in its face […] 274 Therefore, fasting purified and greatly increased the hallucinogenic effects of the Cohoba and contributed to the skeletal appearance of the Behique. Skeletons have a special significance in Shamanic symbology. In this aspect, the Behique’s skeletal appearance refers to an important spirituality that renounces all bodily and worldly pleasures and highlights his own bones from those that are mystically reborn, triumphs over the human condition and overcomes death.275 Housing
The Symbolism of the Skeleton As well as forming part of the therapeutic process undertaken by the Shamans, fasting is also a key aspect of their initiation rites. The intensity of the fasting methods can give the body a skeletal appearance. This is a reflection of the Shaman’s dual nature, divided into the human and the divine, and liberates the ritual that exists between death and the individual’s capacity to confront the spirits. Anthropologist Alfred Métraux explains how the Piai spent certain periods in retreat, which could last up to one year. During this period they remained celibate and avoided certain foods.271
Taíno villages or settlements, known as yucayeques, consisted of huts known as bohíos and caneyes. These communal homes could house about fifteen to twenty members of an extended family made up of parents and some of their married sons or daughters. Columbus provided the following testimony on this subject:
folds using lianas or vines to frame the houses. The walls and ceilings were made of palm leaves or straw. A small vent on the roof topped with a trestle provided an outlet for smoke from the fires inside the houses. Caneyes, the name given to the Cacique or chieftain’s dwellings, were sometimes rectangular, with pitched roofs and a front porch as an antechamber. They were located in front of the batey or plaza, where the villagers would gather to celebrate their ceremonial and social activities. The chieftains’ dwellings served as temples, and they also housed idols or Zemís. Some Caciques had another building near the village in addition to the family house, for worshipping Zemís and celebrating religious rituals.277 The layout of the huts varied from village to village. In some cases, as Las Casas describes, they were laid out to form streets: [Inside those flat lands they cut down the trees when they needed to make a plaza, depending on whether the village was small or big; and they made the plaza in the middle, they cut down [trees] and made four streets in very wide cross and a stone’s throw in length.”278 In other settlements, they were set around a central square. Las Casas describes it as follows: “The villages of these islands were not ordered by streets, but the house of the king or lord of the village was in the best location and position, and in front of the royal house there was in all of them a well swept and leveled large plaza, longer than square, which they called in the language of these batey islands, the penultimate syllable luenga, which means the ball game [...] There were also houses close to that plaza, and if it was a very large village, there were other plazas or ball games that were smaller than the main one.279
“Those houses were [built] in such a way that many people are housed in them, and they must be relatives who are descendants of just one person”.276
The batey or plaza was used for ball games and for celebrating areitos or collective dances in which, to the accompaniment of musical instruments, the participants sang songs about the legends or traditions of the clans, as well as paying homage to the Cacique’s warrior feats and praying for good harvests.
The bohíos (also called eracras) were round with conical roofs. They were supported by wooden posts buried in the ground, which held up scaf-
As far as the population of the Yucayeques is concerned, Las Casas stated that it could range from one hundred to five hundred inhabitants al-
hung between the central post of the hut and the posts on the walls.285 When people traveled, they would carry their hammocks and other belongings in baskets called jabas, now known in the Dominican Republic as macutos, a word with possible African or Caribbean origins introduced from the Lesser Antilles by the French occupiers of the colony of Saint Domingue, in the western part of Hispaniola.
The indigenous cultural legacy is reflected in construction techniques and materials used in local dwellings, which have been in use for centuries and can still be found in the country’s rural areas.282 The survival of these rural huts, along with so many other indigenous craft traditions, is linked to the racial mixing, cross-acculturation and Creolization process that began at the beginning of the conquest and colonization.283
Outside the huts, they attached hammocks to the trees or on makeshift scaffolding sheds with palm branch roofs, like temporary shelters, and so-called barbacoas,286 where they were protected from the sun and rain. They usually built these barbacoas near the conucos [farms], and the children would use them to scare away the birds that were trying to feed on the cornfields.287
Hammocks The Taínos slept in woven cotton (Gossypium barbadense L.) or magüey (Agave spp.) hamacas [hammocks] or hanging beds, which were held up with cabuya (Frucraea hexapetala Jacq.) or henequen (Agave sisalana), hicos or ropes. They also used the bark of the Jagüey or Xagüey tree, now known as Majagua (Hibiscus tiliaceus L.), to weave the hammocks and make the ropes. Fernández de Oviedo describes the hammocks as follows: “The beds in which they sleep are called hamacas, which are very well woven cotton blankets with good and pretty fabrics, some of which are thin, two or three yards long, and somewhat narrower than long, and on the ends they are filled with cabuya and henequen ropes [...] And these threads are long, and they are gathered together at the ends, and they are held by a thread, like a thigh of a crossbow rope, and so they hold it, and the one they tie to a tree, and the other at the end, with ropes or cotton ropes, which they called hicos, and the bed stays in the air, four or five palms raised from the ground, similar to a sling or swing; and it is very good to sleep in such beds, and they are very clean; and as the earth is mild, there is no need of any other bedclothes above”.284 Hammocks, which the Arawaks brought to the Antilles from the northern coast of South America, have the advantage of keeping the sleeper above the ground, thus avoiding exposure to insect stings or animal bites. They were usually
then goes on to explain: “They had a plaza, usually in front of the door of the chief’s house, very well swept, three times longer than wide, surrounded by a few palm branches or two high, out of which I think the ball came out.”291 Some round or oval plazas appear to exceed the normal dimensions of a ball court, a clear indication that they were sites for celebrating areitos or other collective ceremonies, as they could accommodate large crowds. Standing stones with an iconography rich in symbolic meanings292 were erected at the entrance or in the center of these large Cyclopean constructions, and this can also be seen in the stones that marked their boundaries. In some plazas, other architectural elements associated with the ceremonial sites included paved roads or trails leading to nearby rivers or water sources. The Utuado ceremonial center in Puerto Rico293 is one of the most significant plazas in Taíno heritage. Other considerably large plazas have also been found in the Dominican Republic, including Chacuey near Dajabón, Corral de los Indios in San Juan de la Maguana294 and Yamasá batey in Monte Plata Province.295
They used spindles to weave fabrics, with stone or clay flywheels as a counterweight, referred to in Columbian documents as torteruelos, the diminutive of torteros,288 known as malacates in Mexico. These round or spherical wheels were often bordered by decorative geometric designs. They had a central hole in which a wooden rod or reed is inserted where the thread is rolled to make balls. These objects are often found in archaeological sites, especially in the area inhabited by the Cacicazgo of Jaragua, an area where spun cotton was produced in large quantities.289
Ball games The Taínos were passionate about ball games. The area where they played, the batey, was a kind of court whose ends were marked by rows or lines of stones. Some of these rocks had carved figures or petroglyphs with representations of Zemís or other protective icons.290 Although there was no standard construction pattern, bateys were generally rectangular, as Las Casas describes them in his History of the Indies, when he says: “longer than square,” and
Ball game tournaments were played by two teams with an undetermined number of players, “ten by ten, and twenty by twenty, and more or fewer men,” as agreed. Oviedo says that, usually: “Men played against men, or women against women, and sometimes mixed teams of women and men; and sometimes women played against men, as well as married women against virgins.” 296 They used a rubber ball, possibly extracted from the copey plant (Clusia rosea Jacq.), whose resin amazed the Spaniards because they were unaware of the existence of rubber. The players had to keep the ball in the air by hitting it only with their hips, elbows, shoulders or head. They had to stop it from going beyond the boundaries of the court without touching it with their hands, which required great agility and dexterity. During these sports events, the chieftains and other dignitaries would sit on the wooden or stone dúhos or benches. The batey was also used for other sports, such as hand-to-hand combat between warriors, in
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though, as he also points out, they could have housed a higher number, with more than a thousand individuals.280 The huts were separated from each other in order to prevent fire from spreading and destroying the village in the event of a blaze, which was a frequent occurrence because, as Anglería Martir points out, the indigenous dwellings were “exposed to numerous fire hazards and hurricane whirlwinds.”281
which weapons such as bows and arrows as well as palm-wood clubs were also used, which the participants used to inflict considerable blows and injuries on each other. Bartholomew Columbus, in his meeting with the chief Bohechio, witnessed one of these fights, an event that Las Casas reports on with evident astonishment:
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“One day they had arranged other kinds of celebrations in the town square, and so they took Don Bartolomé Colón and other Christians to see them. When they were there, two teams of people armed with bows and arrows suddenly came out, although they were naked, and began to skirmish and play against each other, to begin with as in Spain, when you play with reeds; little by little they began to get going, and it was as if they were fighting against their very worst enemy forces, in such a way as to injure each other, so that four of them fell dead in a short space and many were seriously wounded. With all the rejoicing and pleasure and joy in the world, not paying more attention to the wounded and dead than if they were given a slap in the face; the mockery lasted longer and they became sicker and lifeless, had it not been for the request of Bartolomé Colón and the Christians to King Behechio to put an end to the game.”297 Ball games and other celebrations that were held in the batey brought together people from several villages. For this reason, the large bateys or plazas were built outside the villages and were used as meeting places between villages, serving as a fair or market during the days of competition, encouraging the exchange of ideas, social interaction and commercial exchange of products through the bets that were made during these competitions.298 Marcio Veloz Maggiolo regards betting as an important element of the Taíno ball game and points out, quoting Angel Rosenblat, that this also features among the Otomaco people in present-day Venezuela,299 whose sporting practices are very similar to the Taínos’, suggesting that the ball game entered the Antillean islands with the Arawak migrations. Ricardo Alegría, meanwhile, also highlights the underlying betting factor in these competitions and conceptualizes it as a form of barter, a custom that was described by Las Casas: “In these islands they exchanged their possessions mainly in this way: if I had one item, however valuable it was, like a lump of gold that weighed one hundred [gold coins], I
gave it in exchange for another that was not even worth ten, and this was customary in ball games: each person gave whatever he had, without caring if it was more or greater.”300 Roberto Cassá, highlighting the ceremonial role of ball games, also believes that they influenced the exchange of goods: “While this game had a recreational purpose and was an expression of religious views, it also served as a means of incipient exchange, through the bets that were derived from it, which were made according to the score that was needed to win.”301 These ceremonial exchanges and the bets made on ball games had a significant impact on the cultural level, contributing to the expansion and homogeneity of Taíno art, especially Chicoide ceramics, which became very widespread on the island of Hispaniola. The fact that the Taíno batey is believed to have been used as a market or fair explains the location of some of these ceremonial plazas outside the village setting. It is therefore consistent with the traditional model of the peripheral market outside villages, such as the Berber suqs or souks in the desert or the trading posts of the kingdom of Dahomey, which serve the purpose of moving the site where transactions take place away from the political hub when foreign trade is involved. These plazas, which were located strategically outside the villages, could be used as a meeting point between several communities, and could even serve to define borders or territorial divisions between several Cacicazgos.302 In terms of their commercial activities, it is worth mentioning that the Taínos’ knowledge of numbers did not go beyond twenty. They used their fingers and toes to add and to subtract, and for higher numbers they referred to fingers and hands several times. Their limited mathematical development, however, did not prevent the use of other units of measurement such as the agricultural montón, cotton balls and containers such as baskets and pouches. Las Casas says that each number up to ten had a name, but he could only remember the names of the first four: one was hequetí, two was yamocá, three was canocum, and four was yamoncobre.303 However, as in the advanced Mesoamerican cultures, some scholars attribute a religious symbolism and a cosmogonic ritual meaning to the Antillean ball game as a reflection of the Taíno perception of the universe. Some plazas, due to their complex structure and geographical location, are likely to have been used for astro-
nomical observations and the interpretation of constellations. Many of these sites face the sunrise or sunset in line with the summer and winter solstice and the spring and autumn equinox, serving as a calendar linked to the sacredness of ecological time and the annual cycle of nature with its seasonal features that define the agricultural seasons.304 Dances or Areitos The areito was one of the Taínos’ main ceremonial and social expressions. Consisting of singing and dancing to the beat of a slow rhythm, it was usually held in the village square. The villagers, holding each other’s shoulders and standing in rows, would sing songs that conveyed the oral tradition around the myths of creation and the features of their Zemís, as well as about the origins of the clans and the significant exploits in the lives of the Caciques. These ceremonies were attended by men and women dressed in their finest garments, with their bodies painted with red, white and black dyes. They were also adorned with strings of shells and seeds that were used as rattles, which helped the dancers maintain the rhythm. During the ceremony they would eat certain intoxicating concoctions, possibly extracted from pineapple or corn juice. The eminent intellectual Pedro Henríquez Ureña summarized the significance of the areito: “This rite encompassed all the choreographic, musical and poetic art of the Antilleans”.305 An excellent account of the Taíno areito is preserved in the writings of chronicler Gonzalo Fernández de Oviedo, who described in great detail in his Historia natural y general de las Indias306 this collective dance held to commemorate mythological tales, celebrate social events and commemorate alliances or warlike clashes between tribes. The areitos thus enabled the creation of spaces for socializing and strengthening fellowship among the tribes. One example of this was the friendship established between Mayobanex, chieftain of the warring Ciguayos, and Guarionex, chieftain of Maguá, when the latter taught him to dance the areito with his wife. The bonds that united them as a result of this event reached the point where, when Guarionex broke his pact with the conquistadors, Mayobanex offered him refuge in Samaná, in the steep terrain inhabited by the Ciguayos.307 Areitos were also performed as a kind of prescient dance before the warring incursions. After escaping from the Spanish invasion of Guahaba,
In other cases, they were used to entertain distinguished guests, such as early visitor Bartholomew Columbus, who was received by Bohechío and his sister Anacaona with a large areito in his honor.309 Similarly, several years later, in honor of Governor Nicolás de Ovando and his entourage - who accompanied him on his trip to the chiefdom of Jaragua - Anacaona organized a memorable areito in which three hundred maidens “adorned their heads with garlands of flowers and assorted herbs, some of them were naked and others festooned with shells, hitting the earth with their feet, jumping, singing and dancing”.310 But these demonstrations of hospitality by the Taínos were not reciprocated. An unjust war was waged against them, and that nation which was described as having “the sweetest way of speaking in the world, gentle and always laughing”311 was silenced forever by the overwhelming impact of the conquest. Musical instruments Musical instruments used in the areitos, as well as in the Cohoba ritual, included the mayohabao, a drum made from a hollowed trunk with a groove that was placed on the floor and beaten with a wooden mallet. Its rhythm followed the sequence of sound during the ceremonies, causing the celebrant to go into an ecstatic trance. Describing these drums, whose sound could carry over great distances enabling communication between villages, Pané notes the following: “And they play this instrument, which is so loud that you can hear it a league and a half away. They sing songs to its sound, which they learn by heart; and the main men play it, which they learn to play and to sing with it from a young age, according to their custom.”312 We have already mentioned the strings of seeds and shells (generally Oliva sp.) which, fastened to the bodies of the dancers, made a dramatic sound. Using large shells of gastropod mollusks (Strombus gigas, Cassis madagascariensis Lam. and Charoniavariegata), they made horns or trumpets by cutting off the tip to form the mouthpiece for blowing into the instrument. These horns were used by runaway slaves to warn of the presence of persecutors or slave traders near the maniels or palenques.313 To this day, shell horns are used in rural communities to
emit alerts, to announce a death, or to relay information about the type of meat available for sale in the butcher’s shop.314 Chroniclers also documented the use of wooden trumpets called “bocinas de palo”315 (wooden horns). They also used maracas or rattles that could be made of wood or gourds—the dried fruit of the calabash tree (Crescentia cujete L.)— into which small stones were placed to produce sounds, not unlike the way they are made today. Other musical instruments included reed flutes, clay ocarinas316 and whistles made from the corozo nut (Acrocomia quisqueyana Bailey).317 Monoxylic (Soft Wood) Maracas Maracas are regarded as the most significant pre-Hispanic contribution to our folk music. Since time immemorial they have been associated with the festivities and religious ceremonies of ancient peoples. In Shamanic ritual, they have a primary function in magical-curative practices; therefore, in many cases they have decorations with a symbolic value linked to attributes that favored auspicious rituals. They were also adorned with bundles of colorful feathers that symbolized properties derived from supernatural forces represented by birds, contributing to communication with the spirits that mediated in the healing of the sick. Until recently it was believed that all Taíno maracas were made with gourds and that they were very similar to the ones that are currently made by hand. But the appearance of wooden monoxylic maracas in Cuba, Puerto Rico and Santo Domingo reveals a new classification that reflects the expertise attained by the Taíno artisans in the carving of this material.318 The most distinctive feature of these monoxylic maracas is their peripheral upper section, with two loose rods inside the chamber, sculpted from the same piece from which the object was carved. When the instrument is shaken, it makes a sound that slips through the transversal grooves, emitting a very distinctive and highly resonant tone. In order to create the transversal grooves and release the inner bars that facilitate the instrument’s functional mechanics, the cutting procedure would have been to rub a cabuya or henequen rope (Furcraea hexapetala Jacq. Urb.), and adding silica sand as an abrasive for friction to produce a relatively fast cut. The two loose triangular rods that, like clappers, enclose the maracas inside were formed by six of these transverse
cuts.319 In some cases, the tops of these instruments are engraved with figures representing the spirits summoned by the celebrant during the Cohoba’s ecstasy. For this reason, when we closely examine these aboriginal maracas we experience the feeling of being in the presence of a very spiritual and intriguing object, because it contains a certain evocative magic that resonates like an echo of the past. The Sound of the Bells The native peoples of the Antilles were very fond of music. That is why the metal bells introduced by the Spaniards were very popular with them, as Fray Bartolomé de las Casas reveals in his History of the Indies: “While he [Guacanagarí] spoke with the Admiral, another canoe came from another place or town that brought some gold pieces, which he wanted to give for a bell, because they wanted it more than anything. The reason was because the Indians of this island, and even of all the Indies, are very inclined and accustomed to a lot of dancing, and to do so they are helping the voices or songs that they sing while dancing and the sounds that they make, they had very soft bells, made of wood, very artificially, with some small stones inside, which made a soft and rasping sound. When they saw such big and shiny bells that made such a good sound, more than anything else they were fond of, and as much as they wanted for them or as much as they had, they healed, for having given them, to give; arriving near the caravel, they held out the pieces of gold saying “Chuque, chuque, cascabeles,” which meant: “Take this and give us the bells.”320 As well as the sound of the Spanish bells, the natives also showed an interest in metal, especially bronze or brass objects, which they believed to have divine qualities, “like something coming from heaven.”321 That is why metal bells were one of the objects that were most commonly used in transactions or ransom during the period of Indo-Hispanic contact. They were also used as a means of payment for beads called cacona, which in the Taíno language meant “award,” and which were used to pay indigenous people their wages under the encomienda system.322 At the same time, these bells were used as a unit of measurement to collect the gold levy that Christopher Columbus imposed on the inhabitants of the chiefdom of Maguá. Thus they be-
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on the northern coast of Haiti, the chieftain Hatuey moved to Cuba, where he held a large areito to warn the Taínos of Maycí, in eastern Cuba, about the violence of the conquistadors.308
came the first improvised unit of measurement used by the Spanish conquistadors in the New World.323 On the question of this usage, Las Casas says:
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“The Admiral imposed a payment on all the inhabitants of the province of Cibao and La Vega Real, and on all those close to the mines, all those fourteen years old and up, every three months, of a Flemish-style bell, I mean the hollow of a bell, full of gold, and only King Manicaotex gave a half gourd of full gold every month, weighing three marks, which combined are worth 150 gold or Castilian pesos; all the other people who do not live near the mines would contribute one arroba [weight measurement] of cotton per person. […]: Afterwards, the Admiral, knowing that the most of the Indians could not really afford to pay it, agreed to split the bell in half and they would pay the levy that from that half full [...].”324 Mythology and Religion Mythological Beliefs In primitive societies, myths are a reflection of beliefs about the origins of the universe and the relationship between the real world and the supernatural realm. Thus, the mythological accounts of the Taínos reflect their cosmogony, i.e. their beliefs about the origin of the universe and the human race, as well as about the spiritual forces that ruled life in the afterlife and intervened in the occurrence of natural phenomena and in the fertility of the earth. The Taínos believed in the existence of a supreme, immortal and invisible protective being,
which they called Yocahu Bagua Maórocoti, a powerful lord of fertility and of the reproductive forces of the earth and the sea, invisible to all and living in the sky. His mother was Atabeyo Attabeira, although she also had other names depending on her powers. She was a lady of the moon, the goddess of waters and protector of childbirth. They also conceived other deities or Zemís that inhabited the sky or Turey.325 Taíno mythological beliefs were compiled by Ramón Pané, a friar from the order of Saint Jerome who was commissioned in 1494 by Christopher Columbus, as governor of Hispaniola, due to his knowledge of some of the languages spoken by the indigenous people of the island, to “learn and understand the Indian beliefs and idolatry.” Pané’s research was included in his account of the ancient Indians, the first ethnographic compendium written by Europeans in the Americas. When Columbus received the Relación [account] manuscript from its author, he took it to Spain when he returned from his third trip. The document was studied by Pedro Mártir, who compiled it into an extensive Latin epistle addressed to Cardinal Ludovico de Aragón and which went on to become part of the first Década [report]. Pané’s notes were also studied by Fray Bartolomé de las Casas, who obtained extensive information about the ancestral beliefs of the Taínos for chapters CXX, CLXVI and CLXVII of his Apologetic History of the Indies. Subsequently, Fray Ramón Pané’s full account was included in the LXI chapter of the History of Admiral Christopher Columbus, written in Spanish by his son Hernando Colón [Ferdinand Columbus]. Pané’s manuscript has been lost, with no trace of its whereabouts, and Hernando Colón’s work had not been published when its author died in 1539, although an Italian translation by Alfonso de Ulloa was printed in Venice in 1571. Consequently, Arrom’s research shows that the only thing known so far from Pané’s account is the Latin summary by Pedro Mártir, the Spanish extract by Las Casas and the Italian translation of Hernando Colón’s book by Ulloa. Nevertheless, Fray Ramón Pané’s compilation is essential for understanding the Taíno worldview and their mythological accounts of the birth of the earth and the sea, the occurrence of atmospheric phenomena, the advent of human beings and the existence of supernatural life, and even for identifying the images and features of several of their icons or Zemís.326 These myths include the creation of the sun and the moon, which according to their beliefs came out of a cave called Mautiatihuel, inhabited by twin Zemís made of stone, Boinayel and Máro-
hu, viewed as protective gods who would be invoked to attract the rain they needed for their crops. Similarly, the Taínos appealed to the goddess Guabancex, who lived in the domain of a great Cacique called Aumatex, to quell the winds. Guabancex made herself visible by unleashing the fury of the hurricanes, which ravaged the trees and demolished the huts. Her herald was Guatauba, who would announce her arrival with the flash of lightning rays and crashing thunderbolts. A Zemí called Coatrisquie would burst the riverbanks, causing destructive flooding. Other chapters of Pané’s account tell the story of Yaya, who killed his son Yayael and put his bones in a gourd and hung it inside his house. After some time, Yaya, in order to please his wife, who wanted to see her son’s bones, tried to pull down the gourd, but it fell to the ground and the bones turned into fish. Later, four twin brothers, sons of Itiba-Cahubaba, arrived and while they were eating the fish, they were surprised by Yaya. Then, when they tried to hang the gourd in haste, it broke, and so much water and fish gushed out of it that the whole earth was filled up, thus creating the sea. They believed that certain animals had played a part in the creation of humankind. For example, the inririo woodpecker (Melanerpesstraitus) was believed to have used its beak to create the female sexual organs, in the same way as it drilled holes in tree trunks. The same thing happened with the Indian Yuhubaba, who, when he picked an herb called digo, that the Indians used to scrub their bodies when bathing, was surprised by the sun after dawn and turned into a bird that sings in the mornings, just like the Northern Mocking Bird (Mimus polyglottos), which is called Yahubabayael. Another case of these mutations between human beings and animals involved newborn babies who cried out toatoa pleading to be breastfed and were turned into frogs or tonas so that they did not cry for their missing mothers, who had been deceived by the Cacique Guahayona and taken to the island of Matinó in search of guanin [an alloy of copper, gold and silver, similar to red gold] jewels. In turn, Opiyelguobirán was a Zemí carved out of wood with an animal’s body with four “doglike” legs, but with a human head. According to Pané’s account, he was in the care of the Cacique Sabananiobabo and he left the hut at night to go into the jungle. Thus, as the anthropologist Claude Lévi-Strauss points out, in mythological thought humans are
It is worth pointing out that scholars of Taíno mythology agree that it has its origins in the set of beliefs of the indigenous peoples who inhabited the South American tropical rainforest.329 In fact, many South American myths are very similar or analogous to Antillean [Caribbean] myths, and certain structural elements of the latter resemble those of their continental precursors, despite the geographical distance between them. In spite of the passage of time and the transformations and adaptations to the insular ecosystem, this confirms the close link between the Taínos and the ethno-linguistic branch of the South American Arawaks, as has been firmly established by ethnographic and archaeological research.330 In spite of the demographic catastrophe that destroyed the indigenous societies of the Antilles, the mythological expressions of this human and cultural universe have not completely disappeared. They are preserved in the racial mixing that shaped the origins of the Creole population during the colonial period. And thanks to oral traditions, a large number of beliefs and customs with distinctive aboriginal origins still persist in the collective imagination. This is the basis for José Juan Arrom’s analysis in his book Mythology and Pre-Hispanic Arts of the Antilles: “[...] In the case of the Taíno people, what they created and believed has influenced the contemporary culture of the Antilles more than is generally believed. There is extensive documentary evidence to show that Indians were decimated, but not exterminated. During the initial process of coexistence and trans-acculturation, combined with the material and visible aspects of their lifestyles, they also transmitted elements of the hidden and inapprehensible aspects of their ways of feeling. Learning how they perceived the world and represented the forces of nature will also enable us to discover buried mythical roots in certain religious beliefs and in some artistic creations of present-day Antilleans.”331 Funeral Practices The Taínos practiced a range of burial rites. As they believed in an afterlife, they buried their dead together with their most valuable belong-
ings, as well as food and drink, to accompany them on their journey to the afterlife. If the deceased was a Cacique, in some regions it was customary to bury his main wife alive with him. This was the case with Bohechío, who was buried with his wife Guanahattabenechena and two of his secondary wives.332 The chronicler Gonzalo Fernández de Oviedo says that, as part of the chieftain’s funeral ritual, the woman who was sacrificed was called Atheveane Nequen.333 According to the chronicles, when the chief and other prominent figures died, their bodies were wrapped in cotton bandages. They would then be buried sitting or crouching inside a dúho inside a wooden vault that served as a burial chamber. Meanwhile, in the areitos villagers commemorated their warrior feats and other heroic events in the chieftain’s lives.334 In the case of ordinary people, their bodies were covered with blankets or wrapped in a hammock so that it did not come into direct contact with the earth, as is still the case among some indigenous peoples of the Orinoco-Amazon region.335 Corpses were disposed of in a number of ways, though they were usually buried in the fetal position, as a way of foreshadowing their new birth in the pantheon where the spirits dwelt beyond the earthly realm. Taíno burial practices also included the custom of separating the head from the body of the deceased for ritual purposes, as it was considered the main part of the person, containing the essence of being or the soul. This entailed preserving the skulls in a basket inside the house in order to honor the memory of an ancestor of significance for the clans.336 Las Casas states the following when he comments on the Diary of Columbus in his History of the Indies: “The Admiral also says that some sailors found a man’s head inside a basket covered with another basket and hanging from a post of the house in that town or another town there, as well as another one in another town. The Admiral believed that it must be one of some leading members of the lineage […].”337 As well as preserving skulls in their huts, they also used them to make the heads of the cotton Zemís, dedicated to ancestor worship, which is a clear demonstration of their animistic beliefs because they invoked the powers of the spirits by preserving their bones.338 The World of the Dead The Taínos believed that, after death, the spir-
its or opías went to live in Coaybay, “which was on one side of the island, called Soraya.”339 They were confined there during the day, and at night they went out for a walk and ate the fruit of the guava (PsidiumguajavaL.). The opías took on the appearance of animals as well as of close relatives and other dead people. The heralds or proclaimers of Lord Maquetaurie Guayaba, who ruled in the sinister world beyond the grave, also took on the guise of animals to appear to people as bearers of bad omens. In clan-based societies, it is believed that when people die, their spirits are released. The influence of these supernatural forces or powers instills fear, so we try to invoke or venerate the memory of the ancestors, especially the recently deceased, in order to appease them and reverse their spiritual power to use it for personal protection or for the community in general. According to the testimonies compiled by Pané, the way to recognize the dead was to feel their stomachs with one’s hand: “[...] if they do not find their navel, they say it is operito, which means dead: this is why they say that dead people do not have a navel. [...] When a person is alive, they call the spirit goeíza, and after death, they call it opía; and it is said that goeíza often appears to them in the form of both a man and a woman, and they say that there was a man who wanted to fight it, and that, when he reached its hands, it disappeared, and that the man put his arms elsewhere on some trees, from which it remained hanging. And this is believed by everyone in general, both young and old; and [they believe] that it appears to them in the form of a father, mother, siblings or relatives, and in other forms.”340 The belief that the dead appeared among the living without a navel has, to a certain extent, a logical explanation, because our navels are a remnant of our life before birth. In this regard, if a dead person returns to life supernaturally, he did not need an umbilical cord in order to be reborn; therefore, according to Taíno belief the absence of a navel is a sign of being in the presence of a dead person. Despite the passage of time and adaptations of the oral tradition, this belief still persists in present day Dominican folklore. In some rural communities in the Dominican Republic it is believed that the dead come out at night and that instead of a navel they have a large hole through which you can see a lighted candle. 341
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combined with animals and both act together.327 Therefore, in the distant past to which these myths allude, some animals are regarded as tribal ancestors, thus establishing a strong sense of kinship or homogeneity that, up to a point, led them to be a part of the human condition.328
The Winged Spirits of Death The animistic thinking of primitive people’s attributes life and power to nature. Hence, in the initial stage of cultural development, animals represent human traits and manifestations, and embody mythological beings that behave and feel like them. Likewise, humans, through certain rituals and physical hallucinations, are believed to possess the strength and abilities of animals. In those distant times in which these mythical stories took place, living beings had a dual existence and could become people or animals at will. Furthermore, certain animals were considered to be the ancestors or totems of the tribes, establishing a strong sense of kinship with them which, to a certain extent, made them participants in the human condition.342 Therefore, many ritual masks portray zoomorphic images to give the wearers a special status that allows them to appropriate the essence and abilities of the animal that the mask represents.343
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The mythical landscape where the differences between men and animals are blurred, which in the eyes of primitive peoples are intimately interchangeable,344 acquires a special significance when it comes to the spirits of the dead, which preferably appear in the form of an animal that is established in the alter ego of the deceased person.345 This anthropo-zoomorphic interaction is a common feature of Taíno culture, a mythological resource that seeks to answer ancient questions about the origin of humanity and supernatural life. This constant metamorphosis is clearly evident in their visual manifestations by way of an isomorphism embodied in dual content images that evoke both the human spirit and the animal species in which it is transposed to reappear among the living. The animals associated with Taíno mythological beliefs “about the wanderings of the dead, what they are like and what they do,”346 include bats (Artibeusjamaicensis) and owls (Strigidea, S.P.),347 whose nocturnal habits and sinister appearance links them to the spirits of ancestors and other beings in the aboriginal animist pantheon, which move under the protection of the shadows of the night.348 Thus the reference by Pané: “And the aforementioned dead do not appear to them by day, but always by night; and therefore one dares to walk alone by night with great fear.”349
Therefore, the depictions of bats and owls in ritual objects as well as in items for physical and domestic use can be interpreted as the representation of the absent souls of the ancestors, who take on physical form through these animals. Their images are invoked to attract the protective powers of good spirits and to ward off dire omens and evil schemes from the underworld.
Bats and Opías In the case of bats, their link with opías is the reason why their striking image makes frequent appearances in personal adornments and ritual artifacts used in the Cohoba ceremony, as well as in a large number of vessels and other domestic and everyday items.350 According to Cuban archeologist René Herrera Fritot, “exquisite Taíno pottery art can be appreciated in this bat-like form, with all its variations, and the stylized motifs that captured nature are evident.”351 The Taínos, steeped in the ghostly associations they attributed to bats, certainly produced a rich range of bat-shaped motifs ranging from realistic or figurative depictions of the animal with the wing membranes spread out to subtle stylizations inspired by the contours of the wings where the figure is conceptually broken down into its simplest elements. The depiction of bat wings is a dominant theme in Taíno art that follows a cultural tradition whose origin goes back to their ancestors who had migrated from the Orinoco-Amazon area of the South American subcontinent.352 This mammal’s imposing wings are often reproduced on the handles of the vessels in a stylized manner; in some cases they are oversized in contrast with the small dimensions of the vessel, clearly signaling the intention to highlight the mythical significance represented in the object. Bats’ faces are also depicted often, especially in the molded handles on the edges of the vessels. These head-shaped sketches are known among Taíno art collectors as the caritas features. In the past, they were identified by archaeologists as ‘monkey face’ or ‘monkey type’353 as many of them resemble apes. But, as Herrera Fritot points out, they are actually faces of humanized bats, evidence of the isomorphism between these animals and the death spirit. Some specimens even show the unmistakable nasal appendage characteristic of phyllostomid bats.354 As in other indigenous cultures of the New World,
including the Brazilian Indians studied by Franz Boas, the Taínos used to stereotype the image of the bat through the union of three adjacent triangles.355 The triangles of intertwined and intersecting engraved lines appear on the surface of the Taíno vessels to form decorative bands that bring the full set to life, as well as bestowing it with symbolic connotations. By configuring these triangles, the essential features of the animal are captured with simple, schematic strokes typical of the synthesis of primitive art.356 Images of bats are also represented in petroglyphs and pictographs in caves to capture the conceptualization of the mythical beings that inhabit the darkness.357 For this reason, a remote kinship or mythical affiliation between bats and cave-dwelling societies which, according to aboriginal animist beliefs, were made up of people who, like bats, lived hidden in caves so as not to be surprised by the sun and transformed into rocks or animals cannot be discarded. On the question of beliefs about the spirits of the dead, Pané points out the following: “They say that they are confined during daytime, and at night they go out for a walk, and that they eat a certain fruit, which is called guava [...]. And in order to understand them, they follow this rule: they touch their belly with their hands, and if they do not find their navel, they say that it is operito, which means dead: for this reason they say that the dead do not have a navel...”358 In this mythological passage, fruit bats, including Artibeus jamaicensis, the most common bat species on the island of Hispaniola, have a special predilection for guava, which links bats to the opías nocturnal bats since, as we have already seen, according to Taíno beliefs, the spirits of the dead had the same predilection and, like bats, were confined during the day.359 That is why it is not surprising that the first opía on the island of Hispaniola, i.e. the soul of the first Indian who entered Coaybay, become the lord of the Abode of the Dead, and took on the name of Maquetaurie Guayaba.360 In turn, the myth recounted by Pané highlights the absence of the navel in the portrayal of the dead. This version is significant given that the bat-like representations, especially those molded into the handles of ceramic vessels, have a round dimple in the center of the figure that, according to the abstract nature of Taíno art, can be interpreted as the absence of the navel, an element that made the distinction between the
Specifically, Hilbert J. Spinden, referring to bats in Power Animals in American Indian Art, says: “The most striking expansion of this animal power is found in the West Indies in the full breadth of the aruaca [sic] culture, later individualized by Taíno artists. I believe that the bat that appears in the Taíno figures means that this animal represented the ghosts and spirits of the dead.”362
face, human ears with perforated lobes are added for insertion of decorative pins and bundles of feathers used by the Taínos to enhance their appearance. The bird’s head, with its large eyes and prominent beak, stands out from the rest of the body, including the wings and legs, which are usually undersized in skillful stylizations. The surprising accentuation of the cephalous-zoomorphic features is connected to the belief that the head contained the essence of personhood, which, after death, was transmuted into the animal that took on its new mythological nature. Based on his folkloric and ethnographic research, José Juan Arrom has asserted that the Taínos
Ancestor worship The Taínos worshipped their ancestors and maintained close communication with them as well as spiritual dependence. Their images had special significance in artistic representations as a way of invoking the power of their spirits. One example of this is the heads of effigies sculpted with the aim of portraying or individualizing ancestors in a more or less realistic manner. Or the covers and amulets of accentuated ghostly features used as protective fetishes. The allusion to ancestors through bones was not gratuitous as these have always been regarded as a symbol of death and, therefore, they refer to the deceased ancestors.
At the same time, this author points out that chroniclers interpreted zoomorphic images represented in Antillean objects as demonic invocations.363 This would explain the iconoclastic rage at Taíno idols that led to many of them being destroyed, as European Christians often depicted infernal creatures with animal features like serpent tails and extended bat wings.364
Owls, Messengers of Coabay Another central element of Taíno iconography is the figures that emphasize an owl’s eyes, whose penetrating gaze are likely to have terrified them in the darkness of the night, based on the animistic beliefs of the Taínos. Unlike European myths and legends where owls are a symbol of wisdom, like in ancient Greece where they became the emblem of the goddess Pallas Athene, later called Minerva; in the folklore of the Americas, the barn owl’s counterpart, the eagle owl, inhabits a different mythical world where it is regarded as the messenger of Coaybay or pantheon of the dead.365 As with bats, the image of the owl is very common in Taíno artifacts. Their deep-set eyes, with their powerfully expressive effect, are depicted in the head-shaped models of ceramic vessels and in stone ornaments. In many of these archaeological objects the owl’s eyes resemble large hollow eye sockets, evocative of the human skull, which constitutes a true formal and conceptual hybrid that explains the isomorphism attributed to this bird in the mythical sense.366 Occasionally, as a way of humanizing the owl’s
To this day, it is still common to consider that owls, with their eerie hooting, are bad omens announcing death, and this represents the survival of indigenous mythology in people’s imagination. The present-day fear of bats and owls, regarded as ghostly and sinister beings that live in remote places, protected by the darkness of the night, shows that Taíno beliefs, as well as other aspects of their behavior and feelings, have managed to persist over time and, combined with European and African contributions through syncretism, represent an essential part of the cultural identity of modern-day Antilleans.
believed that owls served as heralds of the Lord of Coaybay. As such, the bird’s eerie howling in the darkness of the night would have led them to panic at the thought that it was bringing the ominous message that a human life was coming to an end.367 When studying Shamanistic practices among primitive peoples, Mircea Eliade attributes a clear significance to the ornithomorphic [birdlike] garment in the magical-healing rites, given that birds have the ability to fly, which is essential for ascending to the cosmic region inhabited by the souls of the dead.368 This anthropological theory explains why the Behiques or Taíno healers used a range of artifacts with images of owls and other bird species in their ceremonial robes. This is the case of the ornithomorphic figures sculpted in the vomit spatulas or swallow sticks used in the Cohoba ritual and in the stone grinders used to prepare concoctions for the sick or to grind the hallucinogenic snuff that enabled them to communicate with the spirits. When the Behiques acquired the powers of winged creatures, they felt capable of undertaking a cosmic flight to rescue the soul of the sick person who had been seized by evil spirits.
The Taínos apparently believed that when they died, a life not very different from the one they lived on earth was awaiting them in the other world, and they believed that they would be reunited with their ancestors there. This belief is evident in Christopher Columbus’s notes on the customs, ceremonies and religion of the Indians, transcribed by his son, the chronicler Hernando, in his History of the Admiral, when referring to the departure of the dead, he says: “[...] they go to a certain valley, which each chieftain believes to be in his country, and they state that they find their parents and their ancestors there; they eat, have wives and indulge in pleasures and solaces [...].”369 The Cotton Zemí As mentioned earlier, the Taínos kept their skulls inside cotton Zemís to honor prominent or high-ranking figures in the Taíno hierarchy. Pedro Mártir de Anglería, in the Décadas del Nuevo Mundo, refers to these iconographic representations linked to ancestor worship: “They build them, in effect, with woven cot-
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living and the dead. This hole, which was used for hanging the container, can also be perceived as the absence of a navel, which is why it constitutes an esoteric key with a strong iconographic and symbolic meaning, proof of the link between opías and bats, as they are one of the forms adopted by the souls of the dead that reappear in the world of the living.361
ton and fill them with seated human images, similar to the nocturnal ghosts that our artists paint on the walls.”370 The impressive anthropomorphic cotton idols or Zemís - which served as receptacles for the ancestors’ skulls – made a strong impression on the bishop of Santo Domingo Alessandro Geraldini (1455-1523). This illustrious prelate, in his book, Journey through the Subequatorial Regions, sent two of these Taíno figures as a gift to Pope Leo X to be exhibited in Rome, at the entrance of the Lateran Palace and in the vestibule of St. Peter’s, with the following inscription: “These are the cruel deities defeated by Leo X P.M. sent by Bishop Alessandro Geraldini, servant of His Holiness, from the lands of the equinox, now silenced, but they used to speak.”371 In the same vein, Mártir de Anglería, in one of his epistles to Cardinal Luis de Aragón, claims to have sent “four of these likenesses, which the natives called zemes”, so that he could see “what they are like and how similar they are to these ghosts.”372
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As we can see from Geraldini’s gift to the Supreme Pontiff and the delivery by Pedro Mártir de Anglería to Cardinal Aragón, nephew of King Ferdinand the Catholic, these objects of indigenous worship aroused the curiosity of travelers, chroniclers, religious figures and naturalists from the outset. These novelties were often sent to Europe as war trophies or exotic testimonials to the customs and beliefs of the people of the New World. An example of the interest aroused by these images can be found in Friar Francisco Ruiz, who was one of the first Franciscans to arrive on the island of Hispaniola. On his return to Castile around 1502, he arrived laden with “curiosities” that included “an ark or two of idols in different forms” which he presented to the Archbishop of Toledo, Cardinal Francisco Jiménez de Cisneros.373 Whether for the sake of aesthetic attraction or scientific interest, much of this ethnographic evidence ended up in antique shops and cabinets, or curiosity chambers belonging to enlightened characters of the time, from which in many cases they were added to the collections of European museums. Fortunately, a magnificent example of these remarkable cotton icons has been preserved to this day. The first mention of this item dates back to the late 19th century: a sketch of the image by A. Rodríguez (perhaps by prominent Dominican painter Abelardo Rodríguez Urdaneta) was re-
produced by J. W. Fewkes in his book On zemis from Santo Domingo, 1891; and a fairly reliable illustration by Rodolfo Cronau was included in his book America: History of its discovery from primitive to modern times, published in 1892 in commemoration of the fourth centenary of Columbus’s first voyage. Antillean archaeologists were unaware of its whereabouts until, finally, in 1971, Bernardo Vega, after tracing its long journey, found it in the collection of the Museum of Anthropology and Ethnography at the University of Turin, Italy, where fortunately it has been preserved in reasonable condition.374 The figure in question must have been made in the late period of Taíno culture, towards the end of the 15th century. As it remained hidden in a cave on the island of Santo Domingo, it was saved from destruction motivated by the usual religious intolerance and iconoclastic attitude of the missionaries’ apostolic zeal. Its isolation in an underground niche removed from humidity for more than three centuries was what is likely to have helped it to remain in a perfect state of preservation, despite the fact that it is made of a delicate textile fiber like cotton. It is an anthropomorphic figure with a full body that has the frontal part of a human skull inside its head. Its right eye is coated with a small white mother-of-pearl shell, representing the whites of the eyes with a perforation in the center depicting the iris. Another shell is attached to the left eye, which is not perforated, presumably a gastropod pupil coated with some kind of black sticky resin, resembling a closed eye.375 The disparity between the eyes, one white, bright and open, and the other black, opaque and closed, has a powerful impact on the observer by giving the suggestive sensation of an eye that sees and another that does not, and perhaps symbolizing the ambivalent vision of the Zemí, both during the day and at night.376 The eyes may reflect two different stages of consciousness, as Gabriella Erica Pia suggests: “...] in one individual they sought to immortalize, simultaneously, a man in a normal state and under the effects of the drug; almost an apparent death, a dreamlike state or a Shamanic trance in which he once more meets the ancestral divinity.”377 Two thin strips woven like earrings (now broken) hang from its earlobes, which could have been used to hold earrings or earflaps, as was customary among the Taínos.378 Two braided strands were used to represent the ribs, spine, buttocks and shoulders, as well as the male member, which
makes the figure masculine.There are also bulges in the legs and arms formed by long cotton threads, which resemble decorative bands to enhance the body’s appearance, a feature of beauty and identity found both among the Taínos and in several South American tropical forest tribes. A large braided circle with plant fibers in the area of the navel appears to represent the absence of the navel, which, according to Taíno mythology, was one of the features of the opías or spirits of the dead.379 The icon is wearing a dyed bonnet or turban over its head, an allusion to its status as Cacique or chieftain. Its strong visual realism is a departure from the stylistic canon of Taíno art, based on schematics and abstraction, as can be seen in many of this culture’s figurative representations. Given its ghostly appearance, the Zemí must have been related to the worship of the dead, embodying the deliberate intention of instilling respect or fear in the beholder, as is the case with the frightening and overwhelming characterizations of the beings of the underworld. It is, perhaps, the visual personification of an ancestor of great importance for the clans, due both to the large size of the object (75 cm tall) and to the refined manufacturing technique and its extraordinary iconographic conception of ritual and religious nature. The Ecstasy of the Cohoba The main Taíno religious ceremony was the Cohoba. Given the great sanctity of this ritual, the celebrants were usually the chieftains, who went into a state of ecstasy by inhaling hallucinogenic substances obtained by crushing the seeds of the Anadenanthera peregrina tree. Under the psychotropic effects of this drug there was a delirious release that enabled communication with the deities or Zemís to predict the future, ensure good harvests, and invoke their protection in confrontations with enemies. Although the Zemís predictions were not always favorable to the community, this could cause serious problems for the celebrants who conveyed the bad omens revealed by the spirits. The psychotropic substances used in the Cohoba ritual, after being ground to a powder, were placed on a base that was usually bordered by images of tribal guardian idols. The hallucinogenic powders were inhaled from this round base using a pipe with a forked end, which was placed in the nostrils. As part of the ritual the participants inserted a
In his General History of the Indies, Francisco López de Gómara gives the following account of the Cohoba ceremony:
used to accompany the Cohoba ritual and the Shamanic practice of Behiques since chroniclers and, in particular, Fernández de Oviedo, speak of hallucinogenic powders as well as the use of tobacco in religious rituals: “The Indians of this island [...] inhaled smoke, which they call tobacco, to alter their state of consciousness. And they did this with the smoke of a certain herb which, as far as I could tell, is similar to henbane; but with a different shape or form, based on its appearance, because the stem or bud of this herb is the size of four or five hand span or less, and with broad, thick, soft and hairy leaves, and the shade of green resembles the color of the leaves of the [plant] medical herbalists call buglosa. This herb that I am talking about, in many ways, is similar to henbane. This is how they consume it: the chieftains and other important men had hollow sticks, the size of a hand span or less, the thickness of the little finger of the hand, and these pipes had two cannons corresponding to one [...] And they put the other in the nostrils, and the other in the smoke or grass that was burning; and they were very smooth and well carved. And they burned the leaves of that grass that had been snatched or wrapped in the way that the pages of the Court usually blow their smokes; and they inhaled the smoke for themselves, once and twice and three times more, as much as they could bear, until they were rendered unconscious in great space, lying on the earth, intoxicated, or in a deep and very heavy sleep. The Indians who did not reach those sticks inhaled that smoke with some cups or reed canes, and that such an instrument with which they smoked with some cups or the canes that it is said that the Indians call it tobacco, and not the grass or dream that takes them (as some thought). The Indians regarded this herb as a very precious thing, and they grew it in their plots and fields, for the purpose of the prophecy that has been told; implying that this consumption of that herb and incense was not only a healthy thing for them, but a very holy thing.”382
“When the Cacique celebrated the feast of his devotion and main idol, everyone came to the service. They dressed the god very elegantly, the priests were placed as if in a choir next to the king, and the Cacique was at the entrance of the temple with an atabalejo by his side. The men came in painted in black, red, blue and other colors, or with wreaths and garlands of flowers or feathers, and shells and seashells in the arms and legs for bells; the women also came in with similar rattles, with fewer clothes on if they were virgins, and without any painting; if they were married, just wearing briefs. They came in dancing and singing to the sound of the shells. Upon arrival the Cacique greeted them with the atabal. When they entered the temple, they vomited by inserting a stick into their throat to show the idol that there was nothing wrong with their stomach. They squatted and prayed, they looked like bees, and so they made a strange noise. Then other women came in bearing baskets of cakes on their heads, covered with roses, flowers and fragrant herbs. They surrounded those who prayed, and began to chant a sort of incantation in praise of that god. They would all get up to answer. They then changed the tone and chanted another incantation in praise of the chieftain, and then offered the bread to the idol, kneeling. The priests took it, blessed it, and distributed it as we do with the blessed bread, and after this, the feast ended. They kept that bread all year round, and considered any house without it to be unhappy, and at risk of many dangers.”381
Some scholars believe that this allusion to tobacco as the hallucinogenic drug used in the Cohoba ceremony was a misunderstanding on the part of Fernández de Oviedo. However, Girolamo de Benzoni reinforces the hypothesis of the psychotropic effects of tobacco when he says:
It is likely that, due to the narcotic power of nicotine, tobacco (Nicotiana tabacum L.) was also
“On this island, as in some other provinces of these new countries, there are some
shrubs that are not very tall, similar to reeds, which produce a leaf resembling a walnut, but somewhat larger in size, which is held in great esteem by the inhabitants of the place where it is used, and is also very much appreciated by the slaves that the Spaniards have brought from Ethiopia. When the season begins, the natives collect these leaves and, tied in bundles, hang them above the place where they make fire, until they are very dry; when they want to use them, they take a leaf from the ear of their wheat, put it inside one of the others, roll them together in the shape of a cannon and then on one side they light them on fire, and with the other part in their mouth, they breathe the air towards them, so that the smoke goes to their mouth, throat and head. They bear it as much as they can because it gives them pleasure, and they fill it so much with that harsh smoke that they lose consciousness. Some inhale it so strongly that they fall to the ground as if they were dead, and there they are stunned most of the day and night. There are others who are content to absorb this smoke until their heads turn, and no more.”383 The use of tobacco in the rituals of the indigenous groups of the South American tropical forest has been well documented.384 Apart from smoking the tobacco, it was customary to inhale it in the form of snuff or drink it as an herbal tea. It was also believed to protect against evil spirits, and Shamans often blew smoke over their patient’s affected area for healing; in fact, these incense burnings are a common practice in magical-religious ceremonies.385 Idols of the Cohoba Icons or Zemís of the Cohoba, the main expressions of art sculpture achieved by the natives of the Antilles, are a faithful representation of their main deities, simultaneously exemplifying their supernatural attributes. Most of them are masculine figures with an erect penis, a symbol of the gift of fertility provided by the Zemí. Two eloquent examples of the virility traits shown by these idols of the Cohoba are the remarkable specimens found in the collections of Ziff and Guy Ladrière. In other cases, these hieratic expressions undoubtedly allude to mythological themes, such as the extraordinary specimen exhibited at the Smithsonian Institute in Washington, D. C., which is a representation of the divine twins, the deities of sun and rain. Both excellent freestanding sculptures portray on their backs the omnipresent image of the mythical owl.386
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spatula down their throats before entering the temple hall. They induced vomiting and thus emptied the stomach to enhance the psychotropic effects of the inhaled substances.380 The male and female participants in the ceremony decorated their bodies for this formal occasion. Upon entering the venue, they were greeted by the chieftain, who played a wooden drum while reciting incantations and singing songs that those present repeated in chorus with great devotion. Finally, the chieftain would consummate the ceremony by inhaling hallucinogenic substances. They drifted into an ecstatic trance in order to establish an imaginary communication with the spirit world.
In some of these anthropomorphic carvings, the deity of rain is portrayed with two deep vertical modeled incisions suggesting tears streaming down its cheeks. Other carvings are cuneiform and are a reminder of Opiyelguobiráni, the deity “with four paws like a dog.”387 The anthropozoomorphic dualism characteristic of Taíno art is also displayed in the grand idols of the Cohoba, such as the extraordinary Zemí with the face of a bird and a humanoid body, a sort of bird-man figure whose dual nature determines its mythical personhood.388
ume. They were made of resistant hardwood, which they obtained from trees mainly chosen for their vigorous nature, a natural condition which necessarily implied a close relationship or mystical oneness with the deity and the material used in its manufacture. Pané describes the process of tree selection used to produce the specification needed for each particular Zemí as follows:
In order to reflect their ceremonial nature, the awe-inspiring Zemís of the Cohoba are presented in their ordinary sitting posture. Adding to their overpowering expression, the facial features are thereby enhanced by gold or shell fixtures.389 Typical piercing of the lower earlobe is often done to allow fixing decorative studs. The figure is often topped by a solid wooden circular platter upon which the worshippers placed the hallucinogenic snuff they took during the ceremony of the Cohoba.390 The first to stress the religious relevance of the idols of the Cohoba was Christopher Columbus:
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“Neither idolatry nor any other belief have I been able to find in their society. Although all their Kings, which are certainly many, either in Hispaniola or in another island, or in the mainland, all have their own house away from the town, and inside the house there is nothing but some wooden carved figures, which they call Zemís. In which house nothing else is done without worshipping the Zemís, by means of a certain type of ritual and prayer which they carry out thereon, as we do in our churches. In this house there is a well carved wooden table, as a wooden block, upon which there is some sort of powder which they place on top of the head of these Zemís during some sort of ceremony; after which they insert in the nose a vessel with two tubes and inhale the powder. The words which they use none of us understand. When they inhale this powder, they get out of control, and become delirious as do drunks. They bestow a name upon this statuette which I believe can be the father, the grandfather or both, because they carry more than one, and some others carry more than ten, in memory as I have said before of their ancestors.”391
“This is the way the wooden idols are made: when someone passes by a tree whose root is in motion; very much afraid, the man stops and asks the tree who he is. And the answer is: “Call a Behique and he will tell you who I am.” And having visited the aforementioned doctor, he tells him what he has seen. And thus, the witch doctor immediately goes to see the aforementioned tree, sits next to it, and applies the Cohoba, as we have explained in the story of the four brothers. After performing the Cohoba, he stands up and lists all his titles as if he was a great sire, and then asks the tree: “Tell me who you are and what you are doing here and what you want from me and why you have asked for me. Tell me if you want me to cut you, or if you want to come with me, and how you want me to take you so I can build you a house with an estate.” Then the tree or Zemí, in the shape of an idol or a demon, tells him the way he wants things done. He then cuts it and does it the way he has been ordered; he builds the house within an estate, and thereupon he practices the Cohoba throughout the year. The Cohoba serves as a prayer, to please him and to implore and hear from the Zemí whatever is good or evil, and to pray for wealth.”392
These idols were very large indeed and displayed great technical skills both in shape achievement as well as in the masterful combination of vol-
Skillful craftsmen, mostly Bbuitiehiques were responsible for manufacturing the wooden icons, and therefore also the religious objects, prefer-
ably from the Guayacan tree (Guajacum officiale L.). As each particular wooden Zemí was individually identified, these large statuettes were made only when ordered by the Caciques to the artisans themselves. Just as with Zemís made of cotton, the upper part of the wooden figure is hollowed out to enable the insertion of the skull or any other bones belonging to the ancestor, as if to represent a second burial. Unlike some idols used in the ritual of the Cohoba, others are not topped with the platter upon which they placed the hallucinogenic snuff; instead, the hollow part could have been filled with a wooden or clay bowl in which to place the snuff.393 Two perfect examples of this type of wooden Zemís with a hollowed upper part are “the tobacco Zemí,” exhibited in the collection of the Museo Montané, in Havana, and the remarkable icon of the Cohoba, exhibited in the Sala de Arte Prehispánico of the Fundación García Arévalo in Santo Domingo. Fray Bartolomé de las Casas has thereby accounted that the first to verify that the large wooden Zemís were used as burial urns, where the relics of Taíno ancestors were kept, was Christopher Columbus: “They had some wooden statuettes, as stated in a letter written by Admiral don Cristóbal Colón to the Monarchs, where they kept their parents’ bones (who were most probably monarchs and chiefs), and carried the name of the person whose bones were deposited therein.”394 Fray Ramón Pané confirms this version in his Relación acerca de las antigüedades de los indios: “All, if not most inhabitants in the island of Hispaniola, own many different kinds of Zemís. Some of which contain the remains of the father, and the mother, and relatives, and those of their ancestors, and they are made of stone or of wood.”395 Many other idols of the Cohoba are carved in stone, such as the magnificent male figure in sitting position with head reclined on the hands, with the typical decorative garters displayed around arms and legs. The refined artistic expression and highly symbolic ideology found in Taíno culture can be confirmed not only in their iconographic representations of the Cohoba but also in their three-pointed Zemís.
Ceremonial seats or dúhos, and the impressive idols or Zemís of the Cohoba, are among the most outstanding stone carvings in universal tribal art. Both types were part of the furnishings of Taíno houses. Fernández de Oviedo narrates that they sat in stone seats during the ball games. However, the Cacique and other chiefs were assigned very finely crafted wooden seats. The wood for such seats was chosen from the finest trees and were highly decorated with beautifully designed carvings. Those seats, or escabelos, are called dúhos.396 The Taínos used either stone or wood to make the dúhos. However, wood was most commonly preferred if the object was to be carved in one piece. These small compact benches were resistant enough to carry the weight of one person. To their advantage, the countless natural wonders of Antillean forestry provided Taíno artisans with many species of excellent wood, such as the Guayacán and the Caoba, or mahogany. They used this precious wood to make most of their artifacts, among which they not only included the ritual objects but also decorations and other domestic apparel. A perfect example is the wooden hair comb with a figure of a bat as the hand grip. The great diversity of wooden objects is a valuable exponent of tribal Antillean artistry. Woodwork is certainly the craft in which they mostly excelled: a great variety of shapes and artistic expression in perfect “black and glossy” finish, which was highly praised by the conquistadors. In a letter to Cardinal Luis de Aragón, Chronicler Pedro Mártir de Anglería writes: “Not gold, nor silver, nor pearls is their treasure, but mere utensils and other things for human use, such as seats, platters, vessels, bowls made of very black, smooth, shiny wood (which your Juan Bautista Elisio, eminent doctor in arts and medicine claims to be ebony) all beautifully carved. The Indians work this material with the talent they received from nature (…) ¿What could they not do, Your Highness, if they were but acquainted with iron and steel?”397 The aforementioned eloquent praise made by a Renaissance humanist who became tutor to the Castilian nobles and Ambassador of the Catholic Monarchs to the Sultan of Egypt, illustrates the beautiful manufacturing techniques used in these wooden specimens and also presents the impact and acceptance they had among the European elites of the times.
The dúhos were mainly used as seats for the Caciques and Nitaínos during the ball games and the official ritual of the Cohoba. They served as thrones to denote the occupant’s authority and social rank in the community.398 Las Casas points out that the Indians particularly distinguished the Spaniards by having them sit on these ceremonial seats. Upon the death of a Cacique, the corpse was very solemnly put in a squatting position on his dúho, and was buried in that same position.
the letter “Y” in his Historia general y natural de las Indias. On his behalf, Fray Bartolomé de las Casas describes it in the following manner:
In general, dúhos display a zoomorphic head which protrudes from the front, representing the legs of the animal in a clear expectant position. The backrest is similar to the tail of the mythical head and is sometimes richly decorated with a complexity of modeled-incised motifs. The top of the backrest occasionally displays a carved belt with a harmonic pattern composed of three circles with a central point and intertwined by double curvilinear lines. Behind the head and placed in line with the neck, one often sees a protruding symbolic triangular design. The legs are decorated with zone-incised intertwined motifs which represent the cotton garters or bands the Taínos used on their arms and legs.399
“(…) They had some sort of powders of very dry and very ground herbs, cinnamon color or the color of ground henna, in other words, they were tawny in color. These they put unto a round platter, not flat, but convex or hollow, made of wood, so beautiful, smooth and nice, that one of gold or silver would not be more, it was almost as black and shiny as an azabache. They had an instrument made of the same wood and material, and with the same subtlety and beauty: this instrument was the size of a small flute, entirely hollow as the flute, and two thirds lengthwise it opened into two hollow tubes, exactly as when we open the two middle fingers, taking out the thumb while opening our hand. These two tubes inserted in both nostrils, and thus the purpose of the flute, we could say, was to inhale the powder that was on the plate through the tube, and in this process they inhaled the amount of powder that they preferred; after having thus inhaled the powder, they became delirious or as if they had drunk strong wine, and thereby they were drunk or almost drunk. These powders and these ceremonies or actions they called Cohoba, the long half syllable that exists in their language; in this word they spoke loudly, or as if in German, very confusing, I do not know what they said or which words they used.”400
The dúhos made in stone are smaller than the wooden dúhos and usually do not feature a backrest. Due to the difficulties met in the making of the markedly curved lithical objects in the less pliable stone, they preferred the use of wood. There are stone dúhos which depict the protruding head of an animal, while the seat bearings represent the legs as can be observed in the extraordinary dúho with the head of a dog exhibited in the Instituto de Cultura Puertorriqueña.
Las Casas furthermore explains that at one end this instrument branched into two small tubes which they inserted in their nostrils in order to inhale the hallucinogenic powder, or snuff found on the platter or bowl, which topped the large wooden Zemís. Some of these inhalers still exist. Most are made of wood or bone, and are highly decorated with fantastic anthropomorphic or zoomorphic figures depicting visions of hallucinations.
The Instruments of the Cohoba: Inhalers and Vomiting Spatulas
One of the best representations of inhalers found is a wood carving of a dramatic figure with a zoomorphic head and the body fragmented into very clever abstractions. It was found on the island of Gonaives, Republic of Haiti, and is at present part of the private collection of Ana and Antonio Casasnovas.
These seats could either be regular backless benches set upon three or four legs, or also have a backrest that projects from the piece itself. In this last case, the legs are asymmetrical because the front legs must vary in size in order to keep the proportion with the back legs in order to find correct balance in accordance with the shape of the entire piece.
The paraphernalia used in the ritual of the Cohoba in Taíno culture was very abundant. Among the diversity of instruments found for this practice were the snuff inhalers, the spatulas to induce vomiting and the mayohabao, or wooden drum, played by the Caciques. These instruments are closely related with the role they played in the religious ceremony. In regards to the inhalers, Fernández de Oviedo describes one of them as
Another highly artistic specimen is an inhaler made of bone which represents the male anthropomorphic figure with the lower limbs reaching the back of the head, and clearly portraying a
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Dúhos or Ceremonial Seats
contorted position caused by the psychotropic effects of the Cohoba. The hands sustain the upper part of the thighs to enable the flexion of the legs. The tube used as an inhaler starts at the anus, and it branches upwards in the shape of a “Y” to end in the soles of the male figure. This evocative archaeological object is presently exhibited in the Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo in Santo Domingo. The inhalers sometimes represent figures in meditating or expectant attitudes awaiting the power and strength of the spirits invoked, after having used the Cohoba as a means of communication with the deities and the possibilities of reaching the infinite realm and beyond.
The Amazon indigenous groups, in turn, used longer bones in manufacturing yopo (Anadenanthera peregrine) inhalers. They particularly used the legs of birds into which they inserted perforated palm seeds which they put in their nostrils. In order to follow the same method used by their South American ancestors, it was quite probable that the Taínos also used the bones of the wading birds to make some of their inhalers. This would account for the presence of the white herons in many of the artistic representations made by the Antillean natives. On the other hand, the spatulas were used as emetics before the ceremony of the Cohoba. Mártir de Anglería describes the method of use as follows: “When it was time to worship their Zemís (…) so as to be purified and better accepted by the deity, they would put down their throats as far the epiglottis, or we could say the uvula, the stick which they carried in their hand on such days and so they vomited and cleared the stomach until it was completely empty.”402 These artifacts consist of two well-defined parts: the blade or spade and the handle or handgrip which served to grip the instrument. The second part was profusely decorated with impressive anthropomorphic and zoomorphic figures of wellknown magic-religious symbolism. There is also a more plain type of spatula with plain cylindrical handgrips merely decorated with some incised geometric motifs. Overall, the Taíno emetics exhibit richly artistic perceptions that were very carefully executed to better suit their ceremonial nature.
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Frequent commercial trade with the Indians enabled Christopher Columbus to collect many of these objects. In his inventory he mentions “four nose perfumers or atomizers with eleven pints of gold.” Such perfumers must certainly have been inhalers of the Cohoba, even though none has been found to contain gold laminated carvings.401 There are also some ceramic vessels which are not as highly artistic as those made of wood or bone. Archaeological findings report bowls and small pots with two tubular mouthpieces which could also have been used for hallucinogenic substances.
The anthropomorphic figures portrayed in the handles occasionally suggest sitting or distorted positions taken by the medium when under the altered states of consciousness produced by inhaling hallucinogenic substances. In some cases, these handles served as chimes to help increase the artifact’s ritual nature. In other specimens, the figure is zoomorphic, especially ornithomorphic or bird-shaped, and refers to the imaginary voyage taken by the celebrant of the Cohoba.403 There are also handles with depictions of saurian creatures with the blade of the instrument representing the tail. Moreover, there are spatulas which have the form of a snake in its sinusoidal waving motion. In general, most of these figures are enhanced by gold and shell-like carvings. In fact, there is written evidence of “a vomiting spatula decorated with nine pints of gold”404 among the objects found by Columbus in 1494,
and taken to the Spanish Monarchs as proof of his findings. Different materials were used to make these objects. However, the best known are those made from the bones of the sea cow. This is due to the thickness and shape of the ribs of this aquatic mammal which very easily suited the length of these artifacts. Some of them carry small holes which serve to hang the object. Some spatulas made of shell are beautifully carved, even though they have to be smaller in order to adapt to the size of the shell’s columella. The wooden figures may have been the most common but, due to their perishable nature they are also the least common to be found in archaeological sites. Those that still subsist have been coincidentally found inside caves. The abundance of these vomiting spatulas in collections of Taíno art shows their frequent use in ceremonies celebrated to worship the Zemís. The chroniclers’ interpretation of this practice as an act of purification was a natural consequence of their continuous observations of the way the celebrants induced vomiting previous to the religious ceremony. However, strange as it may seem, there is a reasonable explanation for this practice. As they inhaled these hallucinogens during the ritual of the Cohoba, before entering the caney for the ceremony, the Caciques pondered on the indigestion or irritant effects produced by the use of such substances. So, the purge served the purpose of avoiding an upset stomach while the high stages of the psychotropic effect of the substance took place during the worship of the Zemís. Pestlers and Mortars In accordance with the chroniclers’ accounts, pestlers and Lithic mortars were both used to grind the plants that were to be inhaled in the Cohoba ceremony. And also as medication to aid the Behiques in the prevention and cure of diseases.405 So, it is evident that the evocative images seen in the carved figures of a great many pestlers suggest the efforts they placed in preparing the hallucinogens and other medications. In other words, the pestlers suited the purpose for their existence. In general, the mortars of the Taínos form a rich iconographic collection of beautiful and masterfully finished carvings, especially in the top portion of the specimen. Faces with anthropomorphic and zoomorphic elements are among its highlights. For example, the faces of birds, in particular, because they refer to the sensorial
There is another representation which consists of a two-headed identical anthropomorphic object which refers to the myth of the divine twins, which is so relevant in Taíno culture. Other specimens, in turn, portray contorted figures that evoke the delusional disorder produced by inhaling the hallucinogenic snuff of the Cohoba. Other representations of supernatural creatures with dual human-animal identity, which point to the ambivalent duality of life and death, have also been found. In some cases, the carved figure itself implies what it stands for and needs no other supplement. The bases are usually cuneiform or bellform and show a brightly polished surface which they obtain by means of the mortar of stone or wood. In addition to the decorated pestlers that were part of the religious paraphernalia which possibly represented the deities’ attributes, there were some other simpler ones for domestic use which served as the hand grinder of the Lithic mortar. The most common ones evoke the pestlers used in the archaic belts in conical, discoidal, cylindrical shapes, and also square and rectangular-shapes. Some other mortars display suggestive and intricate designs with undulations in low relief. Most of these artifacts were made with hard, resistant and durable rocks.
Three-Pointed Icons The three-pointed Zemís or trigonoglites are one of the most emblematic iconographic representations of Taíno culture. They are related to propitiatory rituals of soil and human fertility. The extraordinary highly expressive figure was the visible representation of a supreme being which was under the Cacique’s protection due to its religious relevance in Taíno society.406 Their origins are traced back to the prototrigonoglites found in sites where the Igneris and Saladoids had lived, and were related to the first Arawak movements that peopled the Antilles. Therefore, the cult appears in the Caribbean islands407 during the early periods, even though it was not until the Taíno period that this cult attained its highest artistic expression. Their triangular or three-pointed feature was
definitely its most symbolic characteristic. In reference to this fact, Christopher Columbus explains: “(…) most Caciques own three rocks, to which they and their people show great devotion. First of all, they say it is favorable for the cereals and grains they have planted; secondly, to help in women’s painless delivering; thirdly, for the provision of sun and water when needed.”408 On his behalf, Pané states: “The stone Zemís have different shapes. There are some (…) with three points which they believe makes yucca grow”.409 It must be pointed out that trigonolites usually follow, with some exceptions, a regular pattern in their shape. The conoid projection is smooth and lightly inclined forward, which simplifies, even in the simplest specimens, the identification of the frontal part.410 Their bulky silhouette, whose top resembles the nipple of a woman’s breast, symbolizes breastfeeding and is a clear reference to the great power attributed to these deities in their magic-religious beliefs to whom they prayed for increased human reproduction. The base of the statuette is generally concave, forming an open arc, and its surface is usually rougher that the rest of the specimen. The arc gives it greater stability due to its two lateral supports. By virtue of their skillful carving techniques, artisans most probably enjoyed a more privileged social status in Taíno society. The term “trigonolite” was coined by Cuban archaeologist René Herrera Fritot. A detailed analysis of the word proves that it is broken down into lexemes: tri (three), gonus (angles) and lito (stone). Several types of trigonolites are directly related to deities that lived in the cosmos. Some of them emphasize certain features –mainly faces- of the anthropomorphic representation of ancient deities. Others, instead, portray figures of animals and mythical creatures. In general, it is very difficult to establish clear descriptions of the meaning of the trigonolites. Some authors, José Juan Arrom for instance, think of them as the portrayal of the deities on the earthly plane concerning their main and most profound meaning. Arrom, on his part, identifies the large carved three-pointers as the Taínos´ supreme deity, Yucahu Bagua Maórocoti, the origin and source of life and therefore the essence of all dynamic forces of nature and the power of fertility.411 One of its most representative specimens has a very expressive anthropomorphic face in front. The eyes and the mouth were carved in low
relief to enable inserting decorative pieces of gold leaves or shell plates on the eye sockets, the earlobes and the mouth –an evocation of the teeth. This practice clearly emphasized dramatic and enigmatic facial expressions.412 These human-faced Zemís usually display on the rear a well-defined emblem consisting of two sigmoidal lines which define a circle or a central hollow space where they usually placed a shell or gold disc which stressed its connotation. This often repeated and thought-provoking design, which describes its magical symbolism, must certainly refer to the qualities attributed to the Taínos’ supreme deity, the patron of human procreation and of soil fertility.413 Other trigonolites portray figures in squatting positions with a humanoid face in the front, although some other specimens show a zoomorphic representation, such as a reptile and, occasionally, a bird. In the rear projection, the flexed legs bring about a sensation of movement or the act of fleeing. At times, these three-sided icons have two small lateral holes in the center of the rear projection, which must certainly have a symbolic esoteric significance. The Museo Arqueológico de Altos de Chavón exhibits an extraordinary specimen which symbolizes a snake with a prominent head which coils around a female’s breast, and whose body is decorated with fine incisions which are similar to the reptile’s skin. The rear projection displays two legs in flexed or squatting position which convey dynamism and movement. This last piece is a perfect example of the skillful craftsmanship of Taíno carvers. The symbolism of the snake is of particular interest for archaeologists as it is known that the Behique was beaten to death by the survivors of a person whom he had failed to cure by means of these practices. Therefore, after an event such as this the Zemís, in the form of snakes of different species and colors, come to the assistance of the healer. Fray Ramón Pané describes this practice as follows: “The relatives of the deceased person meet on a certain day, and thus wait for the aforementioned Behique, and they beat him with clubs, break his legs, arms and head, crushing him, and they leave him as if he were dead. And at night, so they say, snakes of all sorts come to him, and they are white, black and green, and of many other colors. And they lick the face of the aforementioned doctor that they thought dead, as we have said. And for two or three days he remains
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experience felt through the effect of the hallucinogens consumed during the Cohoba ritual in their effort to reach the pantheon or dwelling of the spirits.
like this, and while he is like this, so they say, all his bones recover their shape and heal, and he rises, and walks a little and he goes back home. And those who see him ask him: “And you weren’t dead?” And he responds that the Zemís came to his aid in the form of snakes.”414 Societal tribes believed that death was the road to the lower kingdom of the cosmos. This is the reason why the Behiques used snakes, an animal that usually sneaks into any underground hole and thereby descends in a transcosmogonic voyage to the underworld to recuperate the soul of the sick who fought in the darkness of death. In other types of tri-pointers or trigonolites, the conoid projection is similar to the head of a saurian, with a prominent mouth and teeth in low relief, characteristics of these species. It is also common to see plain trigonolites, whose sole feature is its triangular form and careful polish. The raw materials chosen to make these idols were good quality and very hard rocks, preferably marble or some other silica rocks such as peridotite, serpertine, nefrite and diorite. In other fewer specimens, stony corals and fossiliferous stones were used.
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Although and, as we have pointed out, the Caciques were the sole keepers of the three-pointed or three-sided Zemís which revealed their political and religious superiority,415 there were also smaller ones, including some made of clay, which other members of the tribe must have owned. These micro-trigonolites could have been used as propitiatory entities to increase the crop growth in the conucos to support the members of the tribe. A possible interpretation of the conoidal shape of the upper part of the trigonolites as a depiction of cassava or yautía sprouts was expressed by Adolfo de Hostos, one of the precursors of Antillean archaeology. That is, he believed it was the symbol of the invisible power to germinate the bud, thereby possessing “the existence of vital movement from inside out.” This author agreed with the widespread opinion that these idols were buried in the conucos, mainly when the plant stem was beginning to grow; that is, when it mostly needed the influence of the trigonolite Zemí in order to yield a plentiful harvest.416 Swedish investigator Sven Lovén, one of the pioneers of the studies of Taíno culture, had a somewhat similar opinion as Hostos. However, although he considered the design of the trigonolite to be a geometric abstraction, the conoid
projection was, as he expressed, an archetype which symbolized plant growth. And when such an icon was placed on the soil “the plant was assisted to bear fruit.”417 In this respect, we are able to confirm that some specimens show a forward extension of the upper limbs where the hands seem to be digging the earth as a symbol of farming activity and, therefore, characteristic of the deity of plant growth in the conucos.418 There is also evidence of propitiatory rituals during which three-pointed icons were buried in the fields, so as to yield “an abundant harvest.”419 Among other interpretations, Fred Olsen affirms that the trigonolite’s shape relates to the mountainous regions of the Caribbean, a geographic environment where a mountain itself at times occupies an entire island, as is often the case in the Lesser Antilles where the first trigonolites were found to belong to the Igneri Period. That is why the trigonolite has been named “God of the mountain.” However, Olsen also suggests the possibility of the trigonolite relating to the conical projection of such large shellfish as the lambí or carrucho (Strombus Sp.), which was able to remain vertically supported upon its base after having been split apart, thereby proving its resemblance to the volcanoes that exist in the smaller Antillean islands.420 Michael Sellon, another scholar of Taíno art, also attributes these figures an animist power from which they radiate their original force given by nature.421 Therefore, trigonolites are believed to be Guardian Spirits symbolizing Mother Nature`s energy, from which they received the power to assist in bearing fruit. Since agriculture was their main source of support, these Zemís were, as well, very relevant in Taíno theogony. Although trigonolites are one of the main sources to help diagnose Taíno culture, there is still another issue to be considered regarding the geographical distribution of these figures.422 Their first appearance was mainly in the southern coast of Puerto Rico and the southeastern coastline of the Dominican Republic, which was part of the chiefdom of Higüey in the Prehispanic era. And so, their presence is exclusive of the geographic epicenter that developed around the Mona Passage, located east of Puerto Rico and in some areas of the Virgin Islands, including Saint Croix, and westward toward the eastern plains of the Dominican Republic.423 Some of the few such objects that were found in the interior of the Dominican Republic must be considered either intrusive or the product of formal trade between Caciques. This territorial boundary of trigonolites findings proves our theory of the existence of a
typological boundary between the large areas or geographic epicentres signaled as “A” and “B,” where Taíno culture expanded.424 Effigy Heads Effigy heads or portrait heads are not to be excluded from formal and conceptual descriptions of trigonolites. These anthropomorphic icons representing the human head were so skillfully carved that the portrayal of the facial traits of Taíno people were designed in a high level of perfection. Admiral Christopher Columbus, on his behalf, describes them as having a flat forehead, protruding cheekbones, thick lips, etc. To reveal the person’s social status, they used a zone-incised crosshatched headband to simulate the decorative cotton bands depicted around arms and legs in many Taíno representations. The realistic quality of these icons could perfectly relate to the act of ancestor worship. However, rather than trying to portray the ancestors´ perfect physical appearance, their main purpose was to attract the forces of their spirits. The three-sided projection displayed in the effigy heads bestows upon them a religious or Zemicistic character similar to trigonolites.425 These icons often display some lateral incisions which are used for the purpose of tying the object to a wooden handle, so as to be used as pennants or symbols which, in special occasions, were hoisted in the same way as their ancestors did with the sacred stone image in order to distinguish the clans. It must be noted that these effigy heads have been wrongly named “Head of Macorix,” due to their abundant findings in the Chiefdom of Higüey. This includes the Province of San Pedro de Macoris, in the southeastern region of the Dominican Republic. However, this geographic area was inhabited by the Taínos during the pre-hispanic period and not by the Macoriges groups which the chroniclers situate in central and northern Hispaniola. It is therefore a serious ethnohistorical mistake to call these stone head-shaped anthropomorphic icons “Heads of Macorix.” Tri-Lobed Heads Tri-lobed heads are closely related to the worship of three-pointed Zemís which had the power to fertilize the earth. They are different from the classic trigonolites which have been found in southeastern Hispaniola and the latter, in turn, have been found in the large central valleys and mountainous areas of the island. Therefore, they are a regional variation of trigonolite Zemicism, and even though they both differ in morphology
Tri-lobed heads are made of porous volcanic stones which they obtained through chopping procedures. Their texture is rougher than that of other similar objects and consists of two well-defined modeled incisions: the one topping the figure’s head and the other in the lower part of the face. Even though the most frequent figurative elements are simple humanoid faces, there are also others that are bird-faced. The fact that both of these objects are made of basalt rock, which was also used in making the guayos or Lithic graters, reveal their close relationship in the agricultural practices of the Taínos. While the guayos were used in their cooking procedures, the tri-lobed faces with their mystic or propiatory essence was a depiction of Yucahu Bagua Maórocoti, the patron Zemí of abundant harvest and the Taínos’ supreme deity.426 These three-pointed idols or trigonolites, trilobed and effigy heads included, are exceptionally beautiful religious objects of very rich figurative symbolism. They are an excellent artistic inheritance which demonstrates the masterful skills of Taíno carvers. Dominican historian Roberto Cassá’s viewpoint concerning idols and other religious paraphernalia has been stated as follows: “The great labor and technical procedures involved in the making of these objects proves to be the work of specialists, which does not mean that they were made for commercial purposes, but solely made by order of the Caciques, under whose dependence the artisans worked.”427 Lithic Pendants and Stone Collars The highly elaborated Lithic pendants are one of the most representative objects of Taíno culture. They have received different names including “Monolithic collars,” because the Caciques wore them during special festivities, such as ball games. They are also known as “horse collars,” because of their resemblance to the collars used on draft horses. Since there is no documentary evidence of their particular purpose, such objects are considered “enigmatic.” There are merely vague references of the time of the conquest, where the stone collars or pendants the Caciques wore as symbol of power and authority are mentioned. However, they could have referred to a different type of collar composed of strings from which hung a series of Lithic beads
which Taínos appraised.428 The most accepted theory tends to associate them with the ball games, although there is no documentary evidence of the chroniclers of the Indies to prove this possibility. This occurs in the case of the yugos or belts used by the Mexican Totonacas during their ball games.429 However, and even though it seems less probable, there is another theory which points to the belts used during childbirth. These objects were put through the laboring woman’s head and shoulders in order to push her belly. It was used as an aid during labor. Many archaeological investigations have demonstrated that these objects were carved in solid rounded stones which they patiently hollowed inside out until accomplishing the final object. Their very careful finish definitely proves that Lithic collars are very valuable portrayals of the aborigenes’ skillful mastery in manufacturing their plastic figures.430 Their shape is usually oval or elliptical, although there are some thicker
ones which are circular-shaped. Their outer rim is generally a lateral panel profusely decorated with symbolically complex motifs, with headshaped projections that appear to represent humanized bats’ heads. In other samples, we may find disturbing stylized pelicans’ heads placed in opposite directions, that is, face to face. However, the question rises as to the pelicans’ relationship with ball games. There is naturally no answer to this question. In certain cases, the Lithic collars show a hollow or concavity on one side which suggest that they contained the hallucinogenic snuff of the Cohoba. Along the decorated panel, there is often a design with crosshatched lines in relief which resemble vegetable fibers. They also have lateral projections which resemble branch knots. This could all lead to meaning that the Lithic collars were replicas of the wooden or vegetable fiber belts used by the ball players during the games. If proven to be true, these heavy belts could have been an emblem worn by the Caciques on
special occasions, and which they put around their necks or shoulders to highlight their rank in the group.431 The same meaning is attributed to the monolithic (enmangada) axes, which are an adaptation of the petaloid axes used in the Taínos lapidary art. These axes were inserted into a wooden shaft to cut trees and carry out other agricultural activities. They have been classified into two types depending on their thickness: the slender ovate stone collars and the massive stone collars.432 The first type of collars, mostly found in the southern coast of Puerto Rico,433 are better elaborated and finished. Although some of the slender type collars have been found in the Cacicazgo of Higüey, the most common ones are the massive type which were made of limestone rocks and display a rougher finish and less elaborated designs. Due to the coral reef limestone formation of the coastline of Hispaniola, igneous rocks are scarce in the southeastern plains of the island, a reason for which the artisans could not rely on suitable raw material. They, in turn, had to use more fragile limestone rocks. But they also had to increase the thickness of the object in order to avoid breakage and to obtain the characteristic elliptical shape of these monolithic ritual objects of complex and enigmatic symbolism. This geological condition determined the substitution of the slender ovate stone collars which were, as we have formerly mentioned, very common in southern Puerto Rico by the other thicker and less slender ones, which were characteristic of the Chiefdom of Higüey. However, it is important to emphasize that both types of Lithic collars have only been reported in the same geographic areas where trigonolites have been found. The aforementioned areas are the ones we have named Epicenter “A” of Taíno culture. It is a zone where many emblematic objects of similar shape and decoration have been found.434 On the other hand, there is another type of archaeological Taíno object known as celts or stone celts. Like the Lithic collars, their use has been considered enigmatic, although they are also related with the ceremonies that take place during the ball games. Their curvature suggests that they were fitted around the players’ waistline, and to complete the ellipse a twig was tied at both ends of the celt, thereby completing the belt. However, some scholars believe that their angular shape rather indicates they could have
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and in the raw materials used in their manufacture, they still maintain the same divine nature and propitiatory role.
been fragments of remade Lithical belts. Some other scholars imply a religious significance to them by considering the object to be a depiction of the three-pointed Zemí. As decoration, they display human heads carved in relief with some zone-incisions or functional holes at the ends into which they inserted the wooden collar or straw-string to complete the belt. The findings of these specimens are mostly exclusive of the island of Borinquen or present-day Puerto Rico.435 When considering the elaborated artistic manufacture of monolithic collars and stone celts (piedras acodadas), we must emphasize that they both represent, as pointed out by Ricardo Alegría and Mela Pons de Alegría, the best demonstration of the skills attained by the Taínos, both in the art of carving and also in the very hard stone-polishing techniques, while avoiding breakage despite the use of very crude tools. According to those authors, they were thus “a real boast of technique which is unparalleled in any other American native culture.”436 Lapidary Industry
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The Taíno lapidary industry derived from the first Arawak peoples, a reason why most of their designs maintain a similarity with the lapidary tradition of the late Ostionoid groups. In the same manner, the Taínos turned to harder rocks to make their body ornamentation, thus assuring a more durable and better finish. This, of course, also required great skill and dedication. Among the numerous personal ornaments found, their amulets and pendants with Lithic beads portrayed great perfection and beauty. Among the diversity of rocks available for manufacturing these objects they chose quartz, although they also used some others such as nephrite, diorite, jadeite and feldspar, to which they attributed magical properties depending on the color. In some cases, the raw material required was not found in the same area where the ornament had been manufactured, thereby suggesting the existence of an abundant trade with South America.437 There is a great variety of amulets with remarkable regional differences, depending on the significance given to a particular deity or mythical creature. And this, in turn, depended on the ideology and symbolic beliefs of the different pre-historic groups. The most common figures were anthropomorphic, although there were also some zoomorphic objects, among which some stylized images of bats, frogs and birds –mostly ducks- with a pronounced beak were found.
Some other images are related to the mythical inriri or woodpecker which, by the repeated action of its beak, produced the female figure. Some amulets, on their behalf, are a depiction of the deceased person shown in the common squatting position in which he was buried. This fact evokes the cult of worshipping the ancestors, whose beneficial powers were invoked by the bearers of these amulets. The chroniclers have narrated not only about the decorative significance of these objects, but also about their worth as talismans. They were either worn as pendants to decorate the collar or necklace, or fixed onto the forehead before initiating battle as protection from curse or to conjure death.438 The stereotyped images with the same designs were usually repeated within a given area. This is the case of a stylized frog with a humanoid inverted face which looked upwards. Or the humanoid figure with a prominent face, round eyes and an aquiline nose with an insinuation of the teeth, and whose hands show a position of holding the knees or are otherwise resting upon the figure’s belly with the fingers interlaced, which in turn were represented by fine modeled incisions. Some specimens also portray the navel’s perforation and an insinuation of both toes and ankles. This type of anthropomorphic amulet is commonly found in the interior and northern areas of the island, where Epicenter “B” of Taíno culture developed. Some others represent Siamese twins which relate to the mythological account of the divine twins (Boinayel and Márohu), which were linked to the origins of sun and rain.439 There are also a great number of very small amulets which are true miniature jewels. Their most intricate detail and simple vigorous craftsmanship are very clearly appraised. All of these amulets generally display a crosshatched perforation suitable for hanging or holding the piece. The beads used in the pendants are generally cylindrical or tubular-shaped, and show a central hole through which a string is inserted to hold all pieces together and form the pendant or collar. Other cases, however, show some lateral perforations at one end which are used to insert decorative feathers which serve to enhance both the chromatic richness and beauty of the piece and also to identify the bearers of such exotic elements. As we have already pointed out, these strings of Lithic pendants, called cibas by the Taínos, were considered to be so precious that they were often given to the parents of the bride during engagement ceremonies.440
The Sublety of Shell and Bone With the inclusion of marble, shells were definitely the most commonly used raw material for the elaboration of amulets and other body ornaments. It is also one of the world’s finest living materials. Its extraordinary qualities made it by far the preferred raw material for making these refined, richly carved statuettes which served as talismans, either worn around the neck or fixed onto the forehead.441 The shell and stone carvings show a great variety of types. The most commonly found are the gold-laminated anthropomorphic stylized figures with dramatic facial expressions such as the eyes which are hollowed out in low relief. Many findings also portray anthropozoomorphic statuettes with the faces of saurians with humanoid bodies, and also some stylized figures of birds. In some other cases, the figure takes up the entire shell itself, as for instance, the sea shell pendants of the Olividae family (Oliva reticularis), which abounded in Cuba and sometimes in Hispaniola. The Taíno’s obsession with death is revealed in some figures with hollow eye sockets and teeth, as an evocation of the human skull. More than their interest to portray their physical death, the Taínos’ mystical conception of their skeletal images could rather refer to the passage of their ancestors to spiritual existence. According to Malinowski, life was of utmost importance for the Taínos and its counterpart is the fear of death.442 This fear was partly averted by the amulets, which they used for protection against bad luck and fateful plans. They also established a relationship of dependence between the spirit that granted the gifts and the person who received them.443 They also produced beautiful breastplates and laminated bead collars with a central head depiction resembling a bat, an evocation of the spirit of the opías concealed in the shadows of the night. We have also found owls’ heads under whose teeth a projection evokes the pellet or undigested bolus which the birds of prey regurgitate and expel through the mouth. They also carved small rectangular plates with very subtle bat-form stylized figurative elements which they used as bracelets. At times, and breaking the rules of anatomy, they enhanced certain body traits by representing certain deformed or disproportioned body parts. The bat figure is frequently reproduced in the shell amulets through provocative designs. An outstanding specimen is exhibited at the Museo
Mr.Vincent and Margaret Fay’s collection in New York, features a breastplate or circular collar carved in shell of extraordinary artistic value in spite of its small size (only 8.6 cm high). It is therefore a magnificent work of art due to its original design and careful finish. It is also very subtly decorated and topped with two dual heads resembling a saurian whose elliptical eyes display a concavity that clearly defines the purpose of the aforementioned inlays in the space left in the eye sockets. This last description emphasizes the dramatic impact caused by these facial images. The front of the face is intertwined in perfect bilateral symmetry with decorations which take up the entire frontal area. They evoke decomposed bodily traits and skillful subtle abstractions. Among these last elements, we can observe the palms of both hands and feet, as well as two distorted limbs. It also portrays other spiral-shaped incisions and some sinuous schematic details which are very difficult to describe, due to their possible hallucinatory source of origin. The center of the figure portrays a circle with a hollow part in low relief and a roughened surface to easily enable the application of inlays. These inlays may have been a golden discoidal plate or any other frequently repeated attachment which enhanced their artistic representations, thereby producing a real work of art. A slight cordoned rim bordered the object’s body and gave it a richer decorative finish. The upper part shows two holes which served either to be hung or to be attached to the user’s body. This pendant with two distorted zoomorphic images and a sinuous-incised decoration served not only to enrich esthetic perfection, but also to display its expressive power and, thereby, also the technical development attained by Taíno shell carvers. Its perfection and careful finish proves it must have been owned by a Cacique
or a Behique as a status symbol. A queen conch (Strombus gigas) was the raw material with which this figure must surely have been the work of a master artisan since the vigorous stroke and the symmetry of the numerous motifs (subject to rigorous stylistic regulations), and the purity of its lines, are a demonstration of the artisan’s skills. As for the fotutos, or shell trumpets, which combine the beauty of the shell itself with its production, it must be said that they portray beautiful modeled-incised designs. One extraordinary specimen is the queen conch (Choronia veriegata) found in Azua by Dr. Arístides Estrada Torres, which is exhibited at the Museo del Hombre Dominicano. This piece displays a mascarón, or figurehead, which shows a striking anthropomorphic stylization of very expressive facial traits; the body and the limbs in squatting position. The central image is bordered by waving designs, resembling curls, which try to embody the sound produced by this animal instrument. The Taínos were also excellent bone carvers. A clear demonstration of this refined art is depicted in the elaboration of a great variety of refined beautiful objects. Many of them are anthropomorphic images with stylized reptile bodies and human faces. There are also representations of birds, particularly seen in the handles of the vomiting spatulas carved in the ribs of the sea cow which, in turn, bond them with the ritual of the Cohoba. Ceremonial spoons are also true works of art. We do not believe, however, that they were mere utensils used for eating or cooking purposes because it is very probable that Taínos ate with their fingers. As in certain African cultures, the spoons may have been more than cooking artifacts. Rather, a special tool used in particular rituals to denote the users’ social status. Some anthropomorphic figures made of the bones of human limbs which may have been used as beneficial fetish objects have also been found. Among the artistic and artisan works made of bone, we must include the beads made with the fangs of dogs, seals and dolphins. Their masterful carving skills show in the perfect human faces portrayed in such restricted spaces. The carving of the tooth root went so far as to pierce a small hole in it to be utilized to fasten the pendant. Richly expressive human faces or guaizas were carved in bone and shell, and despite their small size the conquistadors were attracted by the gold leaf plates placed both in eye sockets and in the mouth. Some of them display a shell plate
with the teeth incised, evoking a human skull and certainly symbolic of their devotion to their ancestors. Concerning the guaizas, Father Bartolomé de las Casas recalls: “These faces or figures, which we call guaizas (…), were made alongside the collars to be worn on top of the heads of the lords and kings; two tirasoles - headbands - hung in their backs exactly as the bishops’ mitres, all in the same way, filled with gems.”444 And to describe the way how these bands were elaborated by tying very small shell beads unto them, the chronicler continues: “(…) as small as they are, and without any tools, without an iron instrument, without a drill, without a chisel, (…) with nothing but a flint stone or a stone or with another spike or bone, they perforated them with such subtlety (refinement) and gentleness that it seems impossible. Another aspect to be considered was the weaving of cotton threads, how well placed, sewn or fixed they were and how solidly fixed, for they were so tough that these little beads or stones or silver lasted for eternity.”445 Upon returning from his first trip, and as a demonstration to the Catholic Monarchs of his findings in the New World and as a gift to them, Christopher Columbus took back to Spain several guaizas offered to him by the Cacique Guacanagarí. Due to the close relationship between the Spanish Crown with the Austrian Crown, it may be possible that one of the well-preserved belts used by Caciques could be the one exhibited at the Museum für Volkërkinde, in Vienna.
Clay Art Forms Taíno culture produced a great variety of pottery vessels with different shapes and a refined and distinctive symbolic style of decoration. The bowls have lateral diametrically opposite handles decorated with the same elements which generally look in opposite directions. It is, however, possible that the head-shaped representations look face to face when modeled on the inside rim of the container.446 These specimens are usually enhanced by motifs on the upper part of the vessel which consist of rectilinear, curvilinear and dotted ware in the shape of bands or panels with sequences of geometric signs.
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Arqueológico Regional de Altos de Chavón. It is a refined stylization which was possibly carved upon a snail’s columella. Its very careful finish gives it a marble-like appearance. It is 6 cm long by 4 cm wide, and on its back and neck it portrays a zone-incised crosshatched perforation by which the piece was attached to the user’s body. Despite its diminutive size, the face produces a shocking somber appearance due to its two deep eye sockets which they filled with decorative attachments. Its body displays the ribs hinted by thin modeled incisions and the wings are folded with both palms facing forward. Both flexed legs suggest the typical squatting position assumed by Taínos during their ceremonies and burials.
Ceramic art plays a relevant role in archaeology due to the component’s durability, which therefore also makes it the most abundant in prehistoric sites. Clay is undoubtedly more resistant than most materials found in excavations (bone, wood, straw, etc.). Archaeological studies highly value the durable quality of pottery and it is through the analyses of ceramic specimens that they have collected a great amount of evidence and information on many important aspects of Taíno culture: chronological, area distribution, trade and commercial systems, religion, social classes, rituals, burials, etc.447 In general, clay pots and other vessels are most commonly found fragmented and scattered throughout the sites, although a whole vessel can also be occasionally found.448 The same fragmented or whole specimen is found in Taíno settlements, but most frequently next to corpses in the burial sites. Since vessels were used to contain food and liquids, they had to be carefully placed next to deceased person as part of the funerary objects to be used during the trip hereafter.
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In Taíno culture, pottery was considered a feminine activity through which they conveyed many mythical and religious beliefs, thereby constituting their main source of artistic inspiration. They used the technique of rolling clay. The surface was smoothed out with a Lithic sander, a simple boulder or (rotating stone), which not only served to seal the dough’s pores but also produced a bright polished surface. Once modeled, the vessels were dried outdoors and then baked in open layered wood fires, which could be earth-covered to help conserve heat. The style of decoration is one of the most important elements used to identify Taíno settle-
ments. The reason why the findings of clay pots in certain areas can be particularly significant for archaeologists is because they can easily determine certain prehistoric cultural periods. In this respect, it is important to note that the Chicoid style in Taíno pottery is more homogenous than the Saladoid and Ostionoid styles. In the analysis of the pottery of sub-Taíno groups, and considering the quality of the material, two well-defined patterns can be determined in regards to social or ceremonial purposes. The first is excellently manufactured, and is profusely decorated with polychromatic motifs in red, white, orange colored, or otherwise, it is monochromatic with rims and figurative attachments in red. The second shows a more plain type of manufacture, and these objects were used as domestic items in the people´s daily needs. On the other hand, Taíno pottery shows certain concern for uniformity in its manufacture as well as in its decorative motifs, with an almost continuous repetition of a series of head-shaped images and a widespread use of schematization in the stereotyped signs which are reproduced in the decorative bands, therefore making the social rank of the user difficult to distinguish. The obvious ductility or resilience of pottery made it one of the most widely-spread means of expression within Taíno culture. Even those vessels used for mere practical purposes are esthetically significant due to the fanciful representations, portrayed in their modeled-incised and dotted esoteric decorations. They are extraordinary examples of the perfect harmony between beauty and function and are valuable pieces to be exhibited in the most famous museums around the world. Under the Caciques’ rule of authority, the expansion of Taíno culture increased in specialization and intensive craft work. Trade was also promoted and this encouraged the rapid expansion and homogenization of the Chicoid decorative style. This happened in such a way that by the end of the 15th century, at the time of the discovery of the Americas, Taíno pottery had expanded throughout a great portion of Hispaniola, Puerto Rico and western Cuba. The head-shaped figures, especially the facial traits, are the main modeled figure elements which are symmetrically placed on both sides of the vessels, at rim level and above, to be used as bilateral handles from which to manipulate the piece. Most specimens display bold facial combinations with anthropomorphic or humanized animals’ traits which display a combination of characteristics pertaining to both species. Attached
to the head-shaped images, there are simple pastillages or clay strips which resemble stylized arms and legs or other body parts, the whole of which can greatly impress the observer. In some other cases, the handles are wingedshaped and placed outside of the rim, and more often than not they are perfectly and subtly modeled. The penetrating gaze of the owl’s face is easily recognized as the most remarkable of its traits, or instead, the extended wings of bats. These wings can either be tubular or arched. The tubular ones are typical of trays or flat vessels and they portray images lying flat on their backs so as to be better admired. The arched ones, in turn, and due to their great fragility, seem to be more ornamental than functional. Some of the handles have a hole which served to hang the vessel over fire and also to keep food out of the reach of animals.449 Occasionally, the head-faced attachments change their appearance from human to animal form, according to the angle from which the piece is observed. This bimorphic characteristic in Taíno representations make it possible to join two different natures in one piece. Therefore, anthropomorphic and zoomorphic figures are able to change one into the other by a mere rotation of the object and the image is thus transfigured into two existences within the collective imagination of Taíno mythology.450 In other cases, the heads used as handles are also dual, a characteristic which Michael Sellon has called modo Jano, in reference to the mythological deity of Ancient Rome, which is represented by a head-shaped image with both faces in the front and rear parts and showing unequal attributes, as for instance: body and soul, past and present, or smile and grimace. Therefore, when the object is inverted in a 180 degree rotation, the eyes of the first face coincide with those of the second face. That is why, as Sellon points out, when manipulating the object the viewer is able to see either one face or another with its different expressions depending on the visual perspective taken by the observer.451 On his part, José Oliver perceives that by means of this clever artistic technique known as Anatropia, the Taínos were able to visually and dynamically display the diverse natures of their figures while simultaneously keeping the essential components of their personhood.452 The most common objects found within the great variety of Taíno pottery are platters, bowls and vessels in dark terracotta color. Among the most remarkable are those of navicular, cylindrical and
They also used decanters (garrafas) or potizas as liquid containers. The garrafas are the largest of all Taíno vessels. These are heart or globular-shaped objects with an elongated neck and a narrow mouth. There are specimens which show an inner panel or division perforated by many little holes, and which are used as a filter or strainer. The panel is placed somewhere between the base of the neck and the top of the container. This device happens to be a clever technical solution to stop insects or impurities from entering the vessel, or to ease the water passage while pouring out, and simultaneously avoiding breakage of the upper section of the container. The same rolling technique was used both in the manufacture of ceramic vessels and for making the potizas: the outer surface of the object was smoothed out with a Lithic polisher over a wet clay dough which gave the object a subtle polished finish. And they are often modeled with beige and dark salmon colored clay. In general, the necks or golletes of the potizas display profuse bilaterally modeled decorations so as to resemble face sketches with sinuous modeled-incised abstractions. The top portion of the vessel ends in a phallic-shaped tip. Since human fertility was abundantly represented in Taíno culture, the male organ and the stylized female breasts are often repeated motifs in their pottery ware. Some specimens of heart-shaped potizas show in the shoulders lateral breast-shaped endings which appear to be bulged women-breasts showing prominent and well defined aureoles with a small hole or central button surrounded by modeled-incised designs with frog stylizations. Such motifs are related to the myth relating to the children that were transformed into frogs to stop them from crying for their mothers who, misled by Cacique Guahayona, had left for the island of Matininó in search of guanin-made jewels.454 The highly symbolic and ritual characteristic of the aforementioned motif enhances the utility function of the object. There is another type of potiza which displays the full body of a frog. The abundant presence of this amphibian in indigenous cosmogony is very common in its iconography and, in some cases
the face has a humanoid appearance relating it, as previously mentioned, to these animals’ involvement in the mythical accounts of the children that were transformed into frogs. In Taíno art, the frog figure has been pictured in bold stylizations in geometric forms, as we can observe in shell ornaments, clay seals or stamps, and in the handles of the vessels although the potizas’ handles are more realistic. Counting on the findings of archaeologists, we can undoubtedly believe that due to its frequent presence the frog has a relevant place in the aboriginal animist pantheon, even before the Taínos’ appearance. In some primitive cultures and due to its amphibious attributes, this animal has been interpreted as a transitional element between human nature and elements related to rain in times of drought. Taínos preferred to make globular-shaped potizas with appliqué batrachian-shaped lungs for which they used a whitish-colored paste, with a high kaolin content. These globular containers are slip-coated and glazed in light yellow paint applied after firing and causing the appearance of black spots which, in turn, serve to enhance the figure’s details to give it a better chromatic connotation. Besides, this clever sealing technique kept the containers protected from being permeated by the liquids they were meant to conserve. Another type of large container found is the amphora. These vessels depict a wide open mouth with a cylindrical neck and a clay lid to help keep the contents in good condition. Both potizas and amphora show an over decorated and Baroque tendency in their decorations. In addition to the anthropomorphic or zoomorphic motifs, they also represent female and male sex organs in reference to their culture of reproduction worship. On the other hand, while potizas are decorated at the upper end or gollete, the amphoras, in turn, are decorated in the middle of the neck. It is amazing to verify the maintenance status of many of these specimens, especially if we consider their size and the vulnerable nature of clay in the manufacture of these extraordinary ceramic pieces. The Painted Ceramic Until not long ago it was assumed that Taínos ceramic lacked decorative painting. Nonetheless, recent archeological discoveries reveal that there was a practice among Taínos that consisted in painting their vessels’ surfaces with black designs, in contrast with the pot’s base color, producing a notable chromatic effect that gives the
object greater refinement. Since the Taínos used brittle vegetable tints such as the Annatto juices, the jagua or the mangle, few artifacts with traces of paint have been preserved. In this, they were different from the Agro-Potter aboriginal group that preceded them in populating the Antilles. The latter used mineral based tints to decorate their vessels. This was the case of the Igneris or Saladoids that inhabited the Virgin Islands and Puerto Rico. The few examples that have survived as a sample of this pictorial art eloquently reveal its expressive possibilities. It is possible that the painted designs that can be seen in some vessels are reminiscent of what the Indians apply to the body and face before ceremonial practices or war raids. These are very stylized linear designs of curved, wavy, rectilinear and triangular shapes that generally occupy the entire central space of the container. In some cases, traces of painting can be partially observed, although it is almost imperceptible in plain sight.455 Through these picture patterns, the artist spontaneously expresses himself showing great technical and artistic mastery. It seems that these paintings do not respond to a closed stylistic pattern, so we infer that it is an individualized creation made with total freedom, in which the artist prints his own conception. The asymmetric composition of black painted designs breaks with the schematic idea of stylistics patterns that are so predominant in Taíno art, expressing itself with more lightness and spontaneity and giving the vessel a sense of movement as well as greater expressiveness by incorporating an esoteric meaning that we still find indecipherable. We are, thus, facing an ephemeral art, even if this was not intended, much like the body paint used to attend an event and that later disappears forever without ceasing to be a beautiful and full expression of cultural significance. From now on, we have to form a new vision that recreates the Taíno ceramic pieces in all the splendor of their chromatic ornamentation, which implies a radical change in our perception and appreciation. Something similar happened with Greek art, whose images were mistakenly stripped of color due to Johann J. Winckelmann’s neoclassicist conception, when in fact they were painted from head to toe. Years ago, when I met Master Joan Miró on a visit to his museum in Montjuic, Barcelona, I showed him some photographs of the pictorial motifs that appear in the Taíno vessels and he was amazed at the resemblance they had with the
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circular shapes with wide open mouths as well as others, such as the double-bodied and other communicating bowls. There are also drinking vessels or containers, fitted with a mouthpiece or tubular attachment placed on one side at rim level, through which they absorbed diverse liquids, such as vegetable infusions or teas, and which enabled them to leave the unwanted solids in the container.453
signs and symbols he used in his works. Again, this demonstrates the similarity between tribal art and modern art.456
function by showing pathological states, making the healing effect of the concoctions supplied by the Shamans or healers more effective.
Effigy Vessels
As for the skeletonized images, it is suggested that these are Behiques or buitios sitting in dúhos. These not only show the ribs and spine, but also clavicles, shoulder blades, sacral and coxals bones, giving the idea of a cachexic state since the skeleton had a special meaning in Shamanic symbolism, personifying death and its potential for rebirth.460 In this regard, although it is true that the skeletal state is frequent in Taíno plastic representations, it is in ceramic effigy vessels where the intention to show the bones of the body seems more evident, which is linked to the extreme thinness caused by the Shamanic fastings. Therefore, it is likely that these containers are made by the same Behiques to contain the potions they administered to the sick, confirming that the packaging is part of the healer’s inherent healing. In any case, the characters represented in the effigy vessels transform these pots into ritual objects that maximize the healing effect of the potions.461
Effigy vessels occupy a place of considerable importance within the Taíno ceramic universe. With them, Taíno pottery reaches its artistic summit since they represent figures of singular iconographic value. The marked individuality of this ceramic variety stands out, where each specimen is perfectly distinguished from any other.
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Moreover, unlike other Taíno artistic creations that alter natural proportions, effigy vessels are modeled with appreciable realism, which allows for represented figures to be identified. This is the case of women sitting or in a crouched position, of pregnant women exhibiting prominent bellies, or skeletal characters with clearly delineated ribs and spine, denoting the Behique’s thinness, provoked by a long-fasting Shamanic practice. Some of these representations provide us with data on the clothing and ornaments worn by the Taínos, such as the girdles on the legs and bands on the arms, while on the head we can see designs that could well resemble the painted ornaments that they put in their hair, or perhaps a headdress shaped like a hat or bonnet, showing their status as prominent personalities. Some authors include effigy vessels in this category when the upper edge décor of these figures suggest a figure whose body is complemented with the utilitarian shape of the container.457 On our part, we prefer to use the term “effigy vessel” when the container breaks with the traditional models to constitute an individualized figurative representation where the image occupies the entire container. Sometimes the effigy vases represent grotesquely resembled human like figures with wide legs and other deformities, thus it is evident that there is an intention to portrait some type of pathology and even physiological functions such as pregnancy. There is also a female representation that has the arms placed backwards as if trying to open or separate the buttocks with the hands, which is the main symptom in discomfort in the anal region which could refer to a problem of constipation.458 This aspect has been treated by Dr. Arístides Estrada Torres in the article “Evidencias patológicas en algunas obras taínas” (Pathological Evidence in Some Taíno Works - non official translation).459 This leads us to consider that these vessels, in addition to serving as containers, exercise a magical-therapeutic propitiatory
The extreme thinness that is observed in many of the characters represented in the effigy vessels, with their deep eye sockets and deeply marked spine, seems to speak of characters exhausted by fasting until almost fainting. The ideographic treatment given to the bone part reminds us of the comments of Las Casas on the Behiques of Cuba, of which he says that they fasted, under isolated conditions, for three and four months, feeding only on herbal juices.462 The somatic and psychic state of abnormality that was achieved with the Cohoba’s hallucinogens was favored by previous fasting which, by causing physical weakness, enhanced the drug’s effect. Thus, through these significant achievements of Taíno art, skeletal Behiques look at us, ready to fly and to heal. They are witnesses and actors of a culture of ancient wisdom. In some effigy vessels a thickening or swelling of the legs is observed which, in addition to help balance the container and increase its capacity, can refer to the edemas of people with protein deficiency or who suffer from liver disease due to an altered liver metabolism and caused by the consumption of hallucinogenic and hepatotoxic substances.463 In this regard, anthropologist René Herrera Fritot rules out the link between these images with symptoms of elephantiasis or filariasis, diseases that produce similar swelling. He bases his opinion on the fact that, according to current medical knowledge, these ailments did not exist in pre-Columbian times and it is be-
lieved that they were introduced by the African slaves brought by the Europeans.464 A piece of great iconographic value is a seated black figurine that distinguishes itself from the other effigy glasses and that impresses with its excellent modeling, elegance and beauty. The central character is sitting on an owl that stands out for the elegance of its lines. What distinguishes this piece is that the protagonist raises one of his hands at mouth’s height and introduces the fingers in it, suggesting the act of causing the regurgitation that occurred during special ceremonies. In turn, the black color of the glass refers to what was reported by Pané, which states: “When [the Behiques] visited someone sick, before leaving their home they take soot from the pots or ground coal, and paint their faces all black to make the patient believe what they think about his illness; and then they take some little bones and some meat. And wrapping all this in something so that it does not fall, they put it in [the patient’s] mouth while he is already purged with the dust we have already mentioned.”465 There is a display at the Sala de Arte Prehispánico de la Fundación García Arévalo, a specimen of extraordinary realism that represents a male character lying on an owl and whose body shows obvious signs of prolonged fasting and, perhaps, weakness and abnormality in some organs. Although a foot has been lost due to fracture, even so this piece constitutes a true jewel of Taíno pottery. A formidable anthropomorphic character of about 40 centimeters high kept at the Museum of the American Indian of the Heye Foundation in New York, is of singular mythological connotation. It was located by Theodoor de Booy in 1916 within a grotto near Boca Chica beach, in Santo Domingo Province, on the southeast coast of the Dominican Republic. This specimen is notable not only because of its dimensions and perfect state of preservation, but also its artistic qualities, which is why the specialist in pre-Hispanic art Frederick J. Dockstader considered it an amazing tour de force in the art of ceramics.466 The iconographic examination of this figure leads us to believe that it is a Cacique and not a Behique, since it does not present the skeletal appearance resulting from the prolonged fastings that the latter made. In addition, he wears a belt with his guaiza or cover and a bonnet as a headdress, in the style of those used by the Taíno Caciques. In the upper part of the torso it
There are some double-body effigy vessels that have a single neck or beak that connects both vessels. Generally, they represent dissimilar figures that interact with each other in a clear gesture of friendship, even with clasped hands or exchanging hugs. Among this typology of communicating effigy vessels stands a copy whose making is a symbolic compendium of male-female duality. The two containers communicate at the neck, where the liquid can flow, and are decorated with suggestive abstract designs. They are shaped like breasts with their pointed nipples; instead, the peak or landfill has a phallic shape. This particularity is a clear reference to the organs involved in procreation. In the center of the container there is the face of a character with large empty eye sockets that give it a spectral appearance. On both sides of this central face, two small arc appendages by way of flexed legs complement the segmented figurative elements of the image. This very unique cream-colored piece made with the technique of modeling refers to complementary opposites as part of human existence itself, where there is no masculine without feminine, and vice versa, in the same way that without life there is no death.468
In general, the figures in the effigy vessels, which represent the climax of Taíno sculptural ceramics, show a careful artistic finish both by the technique employed and by the wide iconographic repertoire of great conceptual expression and formal configuration, whose images show a type of naturalistic realism and that encompass an extraordinary magic-propitiatory meaning. Creole pottery Christopher Columbus was the first person to praise the quality of Taíno pottery when he makes the following remark in his diary: “And they brought us water in calabazos and in clay pitchers of the workmanship of those made in Castile.”469 Archaeological excavations carried out in the Hispanic settlements which were established during the period of contact have shown that the Spaniards used Taíno pottery in a purely essential utilitarian way for culinary purposes. However, as the Indo-Hispanic transculturation process progressed, the decorative features that defined Chicoid pottery style of the Taíno culture were lost. The evangelization interest of the conquerors is related to the loss of elements of iconographic and symbolic connotation since they were eager for the Taínos to abandon their mythological beliefs inspired artistic expressions and the cult of the Zemís. Another factor that promoted the adoption of Spanish-style models was the diet introduced by the conquerors and the different ways of processing food.470 Consequently, the containers’ shape and thickness were changed to match the new function to which they were devoted, originating a new pottery style that we have called “Creole,”471 a term used in Santo Domingo and throughout Latin America to designate regional modes.472 Unlike the Spanish ceramist tradition, in which the pieces are made on a potter’s wheel or wheel usually operated by artisans established in workshops and associated in guilds, the Creole pottery of the colonial era was a trade relegated to indigenous women as part of the Encomendero assigned domestic service tasks. It is possible that some potters went beyond the simple domestic requirements and reached the skill level needed to start a production for commercial purposes. In the case of the West Indies, towards the mid-
dle of the 16th century as indigenous workforce began to deplete, it was replaced by African slaves, whose manual pottery making technique did not differ much from that employed by the Taínos. So, women of African origin and their descendants started to produce pottery, as can still be verified in the rural areas of Haina, west of the city of Santo Domingo, as well as in Palavé and Boca de Nigua, San Cristóbal Province, where a large population of slaves was concentrated to work in the sugar mills established there during the colonial era. Another milestone in Creole pottery was the introduction of ceramic patterns from the Canary Islands between the 17th and 18th centuries. These patterns arrived with the Spanish migratory contingents in the time of Ferdinand IV and Carlos III to repopulate the island with the purpose to stop the penetration of French settlers established in the western part, the thriving slave enclave of Saint Domingue.473 The Canaries preserved the ancient pottery manufacturing techniques inherited from their Guanche ancestors, which constituted the indigenous population originally from the Canary Islands and prior to the conquest by Castile. This Canarian influence can be seen in the Creole style patterns made in several communities of the Cibao Valley, such as El Higüerito, Bonagua and Reparadero, near Moca, in Espaillat Province. This pottery production is characterized by the application of a red ochre or ochre-type engobe or clay called guaguarey that gives objects an intense reddish hue.474 The Creole pottery that was created during the colony, from the manufacturing techniques of aboriginal origin, has survived until now in some rural areas of the country as one of the most representative exponents of our cultural heritage, which is shown in the daily use of clay pots to boil the tasty beans that Dominicans consume with such pleasure.475 The Language of Symbols and Signs Since the earliest times, symbols have been used to convey profound concepts that go beyond the domain of the conscious mind.476 That is why religions use symbolic language through allegorical images that express attributes inherent to deities. As for the signs, they also express idealized concepts, although they are not shown in isolation but as part of a set that works within a certain cultural context.477 Now, it is not easy to establish the symbolic meaning encrypted in the objects of a culture that has already disappeared and from which we only know the brief reports that the Indies chroniclers provided about its ex-
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has a bump that gives it a hunched appearance. However, in the opinion of Juan José Arrom it is not an anatomical deformation, but the stylized representation of a turtle, with which this effigy vessel acquires an extraordinary value because it would represent Deminán Caracaracol, with the turtle on his back, thus revealing its mythical sense linked to the procreation of the human race.467
istence. Hence, we have to resort to the archaeological perspective with its entire scientific and interdisciplinary rigor, assisted by ethnography and comparative linguistics, in order to approach the meaning of the symbols and signs used by the Taínos. In order to clarify the enigmatic meaning of the signs that appear in Taíno artistic manifestations, critic Rafael Díaz Niese considers: “[...] They are not mere ornaments born of the spontaneous fantasy of the potter, but true ideographic signs, whose representation and repetition is attributed, perhaps to certain magical influences [...] these decorative elements have true ideographic value, form, and by consequence, an ideological unit whose meaning cannot be other than that of invoking the elemental forces that depend upon heat, rain, the fertility of the earth, the passing of the seasons, that is, in short, the confusing and arcane power that governs life itself in all its mysterious breadth and variety.”478
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Díaz Niese’s reflection on the semiotic content encrypted in the imaginative geometric abstractions that abound in Taíno objects is a permanent invitation to search for appropriate answers to decipher an art full of meaning, emotion and beauty. In this regard, José Juan Arrom in his work Mitología y artes prehispánicas de las Antillas (1975) (Mythology and pre-Hispanic arts of the Antilles – non official translation) added a new dimension to the iconographic and symbolic interpretation of the superstructure manifestations of the Taíno culture. From the ethnohistorical reviews and the Arawak linguistic expressions, Arrom linked several Zemís with their mythological scope. The intrinsic meaning attributed to many of the cult images and many of the ritual artifacts that were previously seen as simple indigenous antiquities, but which, when placed within their cultural context, take on full meaning as works of art that represent the various deities that governed the genetic forces and predicted the future.479 The interdisciplinary methodology used by José Juan Arrom to establish the iconographic meaning of the Taíno plastic representations has an important background in the works of JW Fewkes,480 who carried out an enormous task of typographical classification, laying the foundations for the archaeological study of the Antillean area, especially the Taíno culture. The studies undertaken by Arrom on the correlation between
mythology and Zemí-like representations have been continued by authors such as Michael Sellon, Abelardo Jiménez Lambertus, Henry Petitjean Roget, Sebastián Robiou Lamarche, José M. Guasch Delmonte and José Oliver, among others, and they offer innovative perspectives on the Taíno’s worldview and religion in order to find the structural explanation of the mythical passages and their link with the iconographic images, thus returning their true cultural sense to many archaeological objects. One aspect to consider for the interpretation of the Taíno signs was observed by archaeologist José Alcina Franch,481 according to investigations carried out by Reichel-Dolmatoff482 between the Tucano Indians of the southeast of Colombia and the yagé or ayahuasca (Banisteriopsis caapi), ingestion-induced visions. This psychotropic drink is extracted from a jungle vine of the same name and from other plants whose chemical agents create in the eye what physiologists call “phosphenes.” That is, subjective images, regardless of any external light source, which are a consequence of the self-illumination of the sense of sight.483 Alcina Franch specifies in his report Religiosidad, alucinógenos y patrones artísticos taínos (Religiosity, Hallucinogens and Taíno Artistic Patterns – non official translation), that phosphenes are not produced exclusively by the effects of the yagé, but can also be caused by other chemical agents that contain hallucinogenic drugs, as is the case of Cohoba inhaled by the Taínos.484 From this perspective, this author considers that such visions are not momentary, but persist for a certain time (months perhaps), so that the periodic celebration of ceremonies in which hallucinogenic drugs are ingested would cause these phosphenes to remain permanently incorporated into the real vision of individuals that consumed the potion. Therefore, the abstractions or motifs observed in Taíno art can be interpreted as the result of these later images caused by the effect of altered states of consciousness due to the ingestion of the Cohoba. In our opinion, Taíno art abstract symbols are part of the object’s structural concept, thus fulfilling a semiotic function articulated with more figurative representations, and thus they cannot be treated in an isolated way since it is in the group of objects that they acquire their true semantic. From Gestaltd psychological theories we consider that Taíno artistic objects, putting aside their utilitarian functions, are really ideograms integrated in the intimate structure of its parts. This interrelation of meanings is such that, in many cases, the
form or functional part of the object is mixed or confused into a whole with the iconographic element. Such is the case of the spoon made out of bone or the stone hatchet that, by having a human shape, becomes an inextricable unit of the functional and the figurative.485 Gelstad psychology, or the psychology of shapes, establishes that, as Gardner Murphy states: “… the concept that all elements or parts of a whole must be seen in their interrelations to understand their structures.”486 In this regard, Sigfried Giedion, referring to the Gestalt theory in terms of the abstractions that appear in objects, says: “Psychology, which also deals with sensorial perceptions, has researched the relation between the parts of a whole. The parts stem from a whole, and this is the only thing that determines their real character. The whole is more than the sum of its parts, much as sociologists have long ago recognized that a city is more than the sum of its inhabitants.”487 Taíno art abstract signs or features express, therefore, characteristics or movements typical of figurative representations and, to that effect, are closely related to the image that appears on the object, forming a symbolic element loaded with mythological and spiritual connection. Therefore, the signs should not be analyzed in a fragmentary way because when they are isolated or abstracted from the semantic context to which they belong, they become decontextualized. It is, then, its correlation within the structure of the object that gives the sign its semiotic sense and allows it to convey its true meaning.488 The sigmoid motifs that are observed in the wings of the ornithomorphic representations are a case that draws enormous attention. There is a substantial study about them made by anthropologist Fernando Ortiz who indicates that these designs had a meteorological meaning for the Antillean Indians, specifying in his research that “the wind could never be figuratively featured and always required a more or less abstract figurative symbol.”489 Ortiz’s thesis is corroborated by José Juan Arrom, who points out that cephalosigmoid images represent the Zemí Guabancex, or deity that “makes wind and water move” unleashing the devastating force of hurricanes and torrential waters.490 Hence, in Taíno objects, wings are represented with sigmoid designs, symbolizing the wind that blows in the same space where birds fly. According to this, the fertile imagination of the primitive
When it comes to vessels with images that allude to the bat or the owl, the ornamental bands that appear in the upper part of the vessel usually show striped triangles in chain, characters whose meaning would have to be located within the thematic context that both animals occupy in the Taíno animist pantheon. These motifs that resemble the cross-linking of plant fibers can refer to the woven cotton bands or bands with which the bodies were banded as part of the funeral practices, thus establishing a possible correlation between this design and the phantasmagorical meaning of the winged animals of nocturnal habits, linked to opías or spirits of the dead.491 In addition to the chain triangles, one of the most used sign by the Taínos was the circle, which may or may not have a point in its center. Although we do not know its meaning, the circular shape had to record something particularly striking related to the cosmos, denoting the solar disk or the full moon, and the central point made perhaps the difference to connote the daylight or the darkness of the night.492 Vessels with handles that seem like frogs are another really significant example. In these cases, the pattern seen in the incised bands at the height of the figurative representations is almost always the repetition of four superimposed curved lines that hint at the frog’s jumping movement. Seen this way, the curvilinear designs repeated in a rhythmic and symmetrical way give the feeling of locomotion, suggesting the move of the batrachian. If we stick to the previous observations, the fastest way to interpret the language encrypted in the characters of the Taíno vessels is their connection with the figurative representations that function as handles. In conclusion, as established by Gestalt, a work of art must be considered or interpreted as a whole where the abstract signs are directly related with the other components that make up the object. Interpreting the signs separately would displace them from their concept. In this way, the Taíno signs, which are clearly more significant than decorative, reveal characteristics or attributes of the mythical images with which they are related within the context of the object, a dimension where such signs exert their diachronic function.
The Voices of the Caves Cave art is one of the most significant artistic heritages that Antillean prehistory has passed on to us. Innumerable images and symbols, jealously guarded inside the caverns, represent in a realistic or in an abstract way their ancestral mythological beliefs and the rituals practiced in the gloom to invoke divinities and other mythical entities bearing divine powers and attributes. Since the dawn of humanity, caves have been revered as sacred places and sometimes arouse fear since they are considered to be the habitat of divine beings and fantastic creatures that can influence the evolution of events. The Taínos use them for ritual purposes to bury the Caciques, or as shelters where the Behiques shut themselves to make their prolonged propitiatory fasts. In this sense, the figures that are observed inside have a magical-religious dimension that responds to a complex theogony. Fray Ramón Pané, in his Relación acerca de las antiguedades de los indios (Report on the Antiquities of the Indians – non official translation), refers to the Taíno tradition of using caves as religious sanctuaries and of engraving or painting on their walls a series of myths that referred to their ancient beliefs: “And they also say that the Sun and the Moon came out of a cave, which is in the country of a Cacique called Mautiatihuel, and this cave is called Iguanaboína, and they have it in high esteem, and they have it all painted in their own way, without any figure, with lots of foliage and other similar things.”493 On the other hand, Mártir de Anglería confirms the importance that the Indians gave to the caverns in his Décadas del nuevo mundo (Decades of the New World – non official translation). He indicated: “They visit these caves on pilgrimages, like we do to Rome and the Vatican, the seat of our religion, or Compostela and Jerusalem, sepulcher of the Lord.”494 In terms of cave art expressions, these can be petroglyphs engraved in the rock, or paintings on the walls of the caverns. Among these parietal representations there are two tendencies, one schematized and one naturalistic. In schematic expressions, made of simple and linear strokes, a marked symbolic content is noticed. In naturalistic figures, the descriptive (although not devoid
from certain conventionalities) seems to be the performer’s intention as a way of assuming the environment’s reality. In these figurative representations the images are filled with black color and in some of them it is evident the use of shadows and light to give the sensation of volume. The human figures appear most frequently, either isolated or forming groups that participate in ritual ceremonies typical of Shamanic practices, as well as in hunting activities and other aspects of daily life. For example, climbing up vines or paddling in a canoe. In some cases they are faces of Zemís, in particular Boinayel and Márohu, deities that were invoked to attract rain, as well as other figures of the Taíno religious worldview. On the other hand, faunal themes sometimes form true scenes that include numerous species of animals: birds, fish, turtles, reptiles, and even mating dogs. These zoomorphic images that relate to the propitiatory rites of hunting and fishing can be admired in the Hoyo de Sanabe and in the Guácara del Comedero, in Sánchez Ramírez Province,495 or in the Cuevas de Borbon, in San Cristóbal Province.496 To a lesser extent, there are also examples of floral and phytomorphic motifs, expressing a deep-rooted pantheism. There are also abstract signs and elements with geometric shapes and other graphics, such as fretwork. They represent an esoteric symbolism that alludes to the spirit world revealed by the hallucinations of the Cohoba. The profusion of pictographs in the caverns of the Dominican Republic is notorious. To get an idea, it is enough to mention that only in the cave of José María, studied by Adolfo López Belando and situated in the National Park of the East, there are more than 1,200 pictographs.497 And at Cuevas de Borbón, Dato Pagán Perdomo catalogued some 600 parietal paintings.498 The pictographs are monochrome, usually black. The Taínos used as a dyeing element charcoal and, sometimes, bat manure. The latter abounds in the cavern floors and may have had some special connotation since it comes from bats.499 As we have already indicated, it embodied the nocturnal appearance of the elusive and evasive opías.500 The colors white, gray and red are also used less frequently, the latter being observed in the Cueva de las Manos, in Pedernales. It is difficult to establish the chronology of these parietal chromatic traces, which in some cases overlap, as well as their correlation with the different cultural stages, since the caverns were used successively throughout the different periods of the prehistoric settlement.
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architect has created a unique analogy between the wind and the wing that is expressed through a dynamic mental process or sign. In this sense, the curvilinear sigmoid design, which symbolizes the wings, gives the image a sense of movement, conveying the feeling of a birds’ flight.
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The petroglyphs are thin and deep stroked, and sometimes the volume of the parietal surface and its multiple expressive possibilities were used to shape the contour of the figure. Generally, they are engraved in the entrances of the caverns and in the rock shelters, or on large boulders located along rivers and ponds, as is the case in Chagüey, in the border region Province of Dajabón501 and in Anamuya, in La Altagracia Province.502 Most of the low reliefs are faces that seem to surface from the rocks themselves, and that remained unperturbed for centuries forming panels on the walls of the caves.503 We also find them in Lithic blocks, standing out on the green savanna or in the middle of a wooded valley, such as the Piedra Letrada in Constanza or the Roca de Guayabal in Padre las Casas. These boulders, often located in isolated places, may have served to mark areas with river resources or border boundaries between different Taíno chiefs. The anthropomorphic images sculpted on the entrance of the rocky cavities resemble the jealous guardians who defended the entrance of the caves as a sign of strict vigilance, like Mácocael, whom the sun turned into stone for being late to the cave entrusted to his care. From this cave, called Cacibajagua came, according to the mythical story transcribed by Fray Ramón Pané, most of the people who populated the island.504 Hence, we can infer the close relationship that for the Taínos existed between the caverns and the underground origin of humanity.505 Cave art studies in the Dominican Republic date back to the dawn of our independence. Sir Robert Schomburgk, a German naturalist and British consul who arrived in the country in 1849, produced a report, published in the Journal of Ethnological Society of London in 1854,506 on various sites of prehistoric interest. Among them were the Cercado de los Indios (today called Corral de los Indios), in San Juan de la Maguana, and the caves of Pomier or Borbón, in San Cristóbal, as well as Las Paralelas, in Constanza, all of which could have been places used for the ball game. Included among the precursors of cave art research in the country are William Gab, who in 1869 wrote a paper on the caverns of San Lorenzo Bay, in what is now Los Haitises National Park and Alphonse Pinart, who published in 1860 the study on “Notes about the Petroglyphs of the Greater and Minor Antilles,” which includes findings in the caves of San Lorenzo Bay (in Los Haitises) and in the shelter of Las Caritas (in Lake Enriquillo). In turn, Dr. Narciso Alberti Bosch, pioneer of archeological studies in the Dominican Republic, published in 1912 Apuntes para la pre-
historia de Quisqueya (Notes on the Prehistory of Quisqueya – non official translation), where he reveals the parietal footprints of the guácaras of Sierra Prieta, Comedero and Hernando Alonso, among other caverns with numerous paintings and petroglyphs. In 1915, Cayetano Armando Rodríguez published Geografía de la isla de Santo Domingo y reseña de las demás Antillas (Geography of the Island of Santo Domingo – non-official translation). In this paper he presents a chapter on caverns and caves of the Antilles, including some that feature cave art. In 1929, Herbert Krieguer publishes Archeological and Historical Investigations in Samaná, Dominican Republic, where he dedicates some pages to the cave art found in the caverns of the San Lorenzo Bay. Two photographs are included of the pictographs that are preserved in these caverns. In turn, Félix Richez Acevedo wrote in 1949, in the Dominican newspaper El Caribe, the first article on the Cueva de las Maravillas, where he highlighted one of the most representative cave art sanctuaries in the Antilles. In 1955, Emile Boyrie de Moya publishes Monumento megalíticoy petroglifos de Chacuey, República Dominicana (Megalithic Monument and Petroglyphs of Chacuey, Dominican Republic – non-official translation). In the late 1960s, Carlos Morales Ruiz published several articles in Ahora magazine where he wrote on the petroglyphs of the Yuboa River, in Monseñor Nouel Province. In the 1970s the Dominican Speleological Society was created and from that moment on the discoveries of new caves multiplied and, with it, the number of studies published on cave art. On the other hand, the Museo del Hombre Dominicano gave a great boost to speleological investigations with the participation of Dato Pagán Perdomo,507 Fernando Morbán Laucer,508 Bernardo Vega,509 Fernando Luna Calderón, Renato Rímoli and Manuel García Arévalo, among others. Years later, speleologist Domingo Abreu Collado, founder in 1986 of Espeleogroupo de Santo Domingo, joined the exploration and dissemination of cave art. Abreu Collado continues to write a column in a national daily titled País bajo tierra (Underground Nation – non official translation). He also founded the National Registry of Caves, which operates in the Ministry of the Environment and Natural Resources where he heads the Caves Department.
Similarly, we must highlight the extensive and intense research and publication efforts carried out by Adolfo López Belando, author of the book La memoria de las rocas. Arte rupestre en la República Dominicana.510 (The Memory of the Rocks. Cave art in the Dominican Republic – non official translation). One of the best preserved prehistoric sites in the Dominican Republic is the Cueva de las Maravillas, which features numerous expressions of cave art of great aesthetic and archaeological value. For its protection, the Cueva de las Maravillas Patronage Foundation was founded, headed by Alejandro Grullón Espaillat, founder and president of the Banco Popular Dominicano and by Dominican historian Frank Moya Pons. With the goal of preserving the biological diversity and natural resources of the area a national park was created exhibiting a large variety of native plants and animal species. In addition, the García Arévalo Foundation opened an on-site museum at the park to show the way of life and the diverse cultural expressions of the indigenous settlers who lived in the area. Numerous paintings, engravings and high reliefs are carefully preserved in the Cueva de las Maravillas, allowing the visitor to appreciate, through expressive images and symbols, the Taíno’s conception of the cosmogonic universe. This concept gave caverns a meaning of deep spiritual and magical sense by considering them spaces linked to supernatural life, as evidenced in a scene of extraordinary mythical connotation where a headless female figure, from where several images appear suggesting spirits suspended in the air. In conclusion, a notable feature of the parietal art of the Cueva de las Maravillas is that it recreates different types of activities in the form of mitograms based on the mythological foundations and Shamanic practices of their executors.511
Transcendence of Taíno Art Art was a means of expression of Taíno society that answered to the imperatives of their mythological beliefs and magic-religious ritual practices. Therefore, we can see in their artistic productions a wide range of configurations that allude to the presence of supernatural beings and figures that invoke the Zemís, the cult of the ancestors, the apparition of the dead and the communication with the spirits that were performed during the Cohoba ceremony.
taken on by the Behiques to descend to the underworld with the intention of snatching the evil spirits from the soul of the sick. Moreover, the stylization of images and their symbolic connotations are emphasized in a visual culture that prioritized the spiritual realm. This is especially evident in pot handles, where the most common ornamental motifs are sketches of human faces overlaid with the features of nocturnal animals like bats and owls, embodying evil creatures that possessed mysterious and fearsome powers which had to be conjured up with the shelter offered by eons of devotion to worshipping Zemís and the protective spirits of their ancestors. Taíno art as a whole represents a rich iconographic universe. As an omnipresent cultural feature, ritual-based as well as utilitarian objects reflect the Taíno vision of the benevolent deities that governed the forces of nature to benefit agriculture and for nurturing life. Others reveal traces of the supernatural beings that they identified with the realm of the afterlife inhabited by the souls that have departed the world of the living.
world, inspired by the attributes of the divinities that governed the genetic forces of nature.512 Cephaloform representations are the central theme of Taíno creations.They considered the head to be the élan or the fundamental part of all humans. This is why, in anthropomorphic and zoomorphic representations, the contour of the head and the sensory organs are highlighted with careful details that are not found in the rest of the body. The extremities, for example, are generally minimized to conventional forms. In their stylistic creations it is common to find representations of animals linked to mythological stories, and who acquire forms and manifestations that are human. Through this biformism they were able to represent the mythical entities that have qualities that belong to the animal kingdom. This combination is achieved to the point of reaching a climax that erases the limits of what is human and animal. These imaginary representations modify the natural proportions through idealized analogies. This is the case of the ornitomorphic images that are found in the objects used in the Cohoba rituals. During the ecstatic trance, the officiant would transform himself into a bird in order to be able to fly and reach the realm of the spirits. Or, the images of reptiles, such as serpents that live underground, and whose properties were
Ethnohistorical sources say that objects of worship and household items belonging to chieftains or dignitaries, who demanded a high level of expertise, were made by experienced craftsmen, especially Behiques or Shamans. Other objects were manufactured by villagers who used their leisure time for making work utensils, household items and personal belongings. Bartolomé de las Casas writes: “[...] …and in these lands where they were not constrained by the quality of the earth or the trading customs, for recreation or curiosity for art they made them so smoothly and so finely that they clearly showed a very lively and subtle ingenuity.”513 For the Taínos, artistic expression or, equally in their case, art for magical and religious purposes was a vital practice or unbreakable dogma where, as René Herrera Fritot pointed out “… the close link between the material life of those primitive people and their mysticism, in constant communication or dependence with their deities”514 is clearly evident. Unlike earlier groups, which had to make a personal effort or depend on their ability to hunt or trap their prey, agriculture played an important role in the tribes’ subsistence in the socio-economic and cultural stage that the Taínos had reached. Germinating plants and obtaining good harvests
depended on biological and environmental factors linked to cosmogonic forces. In the same way as the Taínos attributed the benevolent sun and rain, or the hurricane-force winds that battered the conucos, to the will of their gods or Zemís their art can be interpreted as an appeal to the deities that controlled the reproductive elements which by their very nature were dependent on supernatural forces.515 In summary, we can assert that Taíno art is highly distinctive and individualized in the Indo-American artistic and cultural context. It constitutes an artistic genre in its own right that, although small scale, or of “minor importance” as described with authority by art critic Darío Suro,516 does not mean that it ceases to be expressive and solemn, verging on the dramatic and replete with a complex symbolic and ritual meaning that eloquently illustrates the magical-religious worldview that inspired the Taíno artists to create works of extraordinary aesthetic and conceptual value. And although the voice of the Taínos is suspended in the past, their artistic expressions, through their symbols and signs, speak to us like words, enabling us to reconstruct their lifestyle, their thoughts and beliefs, their social patterns and even their dreams through the artistic objects that transmit their ideals and communicate their most sensitive and transcendental skills.517
The Indigenous Legacy As the Zemí doomsayers who predicted the destruction of Taíno society518 had warned, the displays of gentleness and hospitality with which the Indians welcomed the conquerors did nothing to alter their tragic fate. Ill-treatment, the imposition of forced labor and, especially, the vast number of deaths caused by the introduction of diseases and epidemics, against which the natives did not have biological immunity, decimated the Antillean aborigines.519 However, the indigenous communities had developed ways of life adapted to the island environment that were quickly assimilated in their interaction with the Spaniards, and the subsequent arrival of African slaves. This led to a process of cultural assimilation in response to the challenge faced by the conquistadors when they arrived at this new geographical and ecological setting. This meant that from early on, many indigenous elements were incorporated into the enriching process of racial mixing and trans-acculturation that helped shape their identity, thus giving rise to Creole society. In this respect, Taíno cultural influences made a
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Their artistic production, including ones used in everyday activities, possess a surprising expressive force and reflect a great mastery of abstract symbolism, symmetry and other manifestations. There is a wide variety of carvings and other artistic expressions.Their careful finishing and beautiful decorative symbolic features can be considered true works of art where conceptual ideas, harmony of form and ornamentation are revealed based on skillful imaginative stylizations and schematic signs that reveal their vision of the cosmos and the conception of their spiritual
significant contribution to the way people lived during the colonial era. This has been preserved over time as an inherited tradition passed down from generation to generation, and is now a central part of the national language, handicrafts and folklore, especially in the rural areas of the Dominican Republic. The persistence of indigenous knowledge in economic activities and everyday life can be perceived through a range of examples. Construction techniques and materials used for houses, farming practices in the conucos, canoes made from hollowed-out logs, some fishing methods, making wooden trays and extracting gold from rivers, using gourds as containers and for making maracas, the use of yaguas [bark of the royal palm] to build shelters and pouches, spinning and wickerwork using plant fibers, many medicinal plants,520 and even the habit of smoking tobacco, which is so widespread nowadays, are contributions that have been preserved from the fusion that took place during the first decades of the colonial period.
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All this is combined with indigenous culinary traditions, most notably the widespread consumption of the cassava, as well as the large number of words used for naming plants, animals and Dominican place names, or the indigenous traces in religion and folklore, including the belief in mythical characters such as the elusive ciguapa that escapes from its captors to remain hidden in the depths of the forests, which has often crossed over into literature and art.521 Finally, this valuable Taíno cultural heritage, which marked the genesis of our people’s ethnic identity, has been inextricably integrated into present-day Dominican attitudes and practices. On the other hand, the famous sermon delivered by Friar Antonio Montesino on the fourth Sunday of Advent in 1511 prompted the first clamor for justice and the dignity and rights of the Indians in Santo Domingo.522 The protest instigated by the Dominican friars led by Friar Pedro de Córdoba,523 which was soon joined by the Franciscans,524 was the starting point for the indigenismo movement in the Americas and for the rejection of the oppression and injustice that repressed the peoples who were subjugated by the conquest. The tragedy of the primitive indigenous people and the heroism of their brave chieftains have inspired our most distinguished writers and artists,525 who have produced a rich and invaluable Dominican indigenista body of work. According
to Max Henríquez Ureña, “it is unlikely that any other country in the Americas has had so many prominent promoters of indigenous themes.”526 The most notable examples include poetic works such as Fantasías indígenas (1877), by poet/novelist José Joaquín Pérez, Anacaona (1880), by poet Salomé Ureña, as well as the novel Enriquillo (1877), by novelist Manuel de Jesús Galván. Meanwhile, in the visual arts, the canvases of Luis Desangles and the sculpture of Abelardo Rodríguez Urdaneta—who was inspired by the capture of Caonabo—together with the murals of José Vela Zanetti, highlight the indomitable aboriginal resistance to the Spanish conquest. Since the mid-19th century in the Dominican Republic, following this line of thought and creativity, “Go to the Indian!” to quote Dominican writer Pedro Henríquez Ureña, “is born and reborn in every generation, in every shape and form, in all of the arts”.527 Conversely, many of the most prominent contemporary visual artists have shifted their gaze to primitive aesthetics, relying on the resources of aboriginal archaeological heritage as a source of never-ending attraction. This approach can be seen in the canvases of Paul Giudicelli, José Perdomo and Antonio Guadalupe; in the carvings of Antonio Prats Ventós; the ceramics of Thimo Pimentel and Said Musa; or in the silk-screens of Carlos Sangiovanni. These expressions, which are based on iconographic images, symbols and mythological Taíno scenes –such as the surrealist landscapes of José Félix Moya and the mythical recreations of Crismar—have given rise to an avant-garde Taíno or neo-Taíno movement that incorporates extraordinarily innovative technical and formal solutions into its artistic work from a retrospective vision that captures and reassesses the essentially magical and totemic aspects of aboriginal art in its creative process.528 In the same vein, since the 1950s, Dominican craftspersons, with the guidance of archaeologists, artists and experts in the field, have revived and reinterpreted the iconographic forms and expressive symbolic-decorative motifs of pre-Hispanic objects. They have thus relied on the evidence of the indigenous past, imbuing popular artistic creations with a greater sense of authenticity and originality.529 This rich heritage of pre-Hispanic cultural artifacts has been revealed to us by archaeology, which has undergone significant developments in the Dominican Republic since the foundation of the Museo del Hombre Dominicano and other private sector-sponsored museums.
Finally, unlike other Latin American countries where the original population still maintains a strong ethnic and cultural presence, in the case of the Dominican Republic the identification with “the indigenous”, albeit in a romantic or idealized way, has played an important ideological role in the process of intellectualizing our nationality as a defining component of our strong links to the land and an expression of our own identity. In this way, indigenismo has become a symbol filled with feeling and evocation that links us to the indigenous past and the first inhabitants of the island. In short, in the words of José Martí: “The spirit of men floats over the land in which they lived, and one can breathe it.” Thus, despite the time that has elapsed since the disintegration of Taíno society, its physical as well as spiritual presence still lingers in our midst through the enriching process of racial mixing that characterizes Dominican ethnicity and cultural identity. For more than five hundred years, Taíno cultural traditions have served as a strong point of reference that has contributed to shaping Dominican national identity.
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Siglas utilizadas British Museum, Reino Unido, Londres
CCELJ
Centro Cultural Eduardo León Jimenes, Santiago República Dominicana
CIA, UPRRP
Centro de Investigaciones Arqueológicas de la Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras
FGA
Fundación García Arévalo, Santo Domingo, República Dominicana
ICANH
Instituto Colombiano de Antropología e Historia
MAM
Museo de América, Madrid
MARAC
Museo Arqueológico Regional Altos de Chavón, La Romana, República Dominicana
MDH
Museo del Hombre Dominicano Santo Domingo, República Dominicana
MHAA.UPR
Museo de Historia, Antropología y Arte de la Universidad de Puerto Rico
NMAI National Museum of the American Indian, Smithsonian Institution RD
República Dominicana
Dúho o asiento ceremonial tallado en piedra que muestra una prominente cabeza caniforme. ©Instituto de Cultura Puertorriqueña ©Héctor Méndez Caratini
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BM
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(159) Curet, «Poder e ideología: el control del simbolismo en los cacicazgos tempranos», ob. cit., p. 110. (160) Irving Rouse, «Ceramic and Religious Development in the Greater Antilles», Journal of the New World Archeology 5, n.° 1, 1982, pp. 45-55, citado en Curet, «Poder e ideología: el control del simbolismo en los cacicazgos tempranos», ob. cit., p. 110; Irving Rouse y Louis Allaire, «Cronología del Caribe», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, n.° 12, enero de 1979, p. 23. (161) García Arévalo y Tavares, «Ejemplos cerámicos del estilo “Punta”, del yacimiento Punta Maco», ob. cit., p. 38. (162) Chanlatte Baik, «Los arcaicos y el formativo antillano», ob. cit. (163) Jorge Ulloa Hung, «La cultura taína y las bases de lo caribeño», en Tesoros del arte taíno, Santiago de los Caballeros, Centro Cultural Eduardo León Jimenes, 2012. (164) Curet, «Ancient Migrations in Puerto Rico. Issues and Possible Explanations», ob. cit. 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(209) Frank Moya Pons, El oro en la historia dominicana, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 2016; Roberto Valcárcel Rojas, Jorge Ulloa Hung y Daryelin Torres Rodríguez, «Más allá del oro, el tesoro del legado indígena en la cultura e identidad caribeña», INTEC hacia el futuro, vol. 42, n.° 1, julio-diciembre de 2018, Santo Domingo, pp. 44-47. (210) Jana Pesoutova, Indigenous Ancestors and Healing Landscapes. Cultural Memory and Intercutural Communications in the Dominican Republic and Cuba (tesis doctoral presentada en la Universidad de Leiden, Holanda, leída el 23 de enero de 2018). (211) Esteban Mira Caballos, Las Antillas Mayores, 1492-1550. Ensayos y documentos, Madrid, Iberoamericana/Vervuert, 2000, p. 211. (212) Renato O. Rímoli, Roedores fósiles de la Hispaniola, San Pedro de Macorís, Universidad Central del Este, 1976. (169) (170)
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(235) Sobre el tema de las encomiendas, ver Frank Moya Pons, La Española en el siglo XVI, Santiago, Universidad Católica Madre y Maestra, 1973; José Chez Checo y Rafael Peralta Brito, Azúcar, encomiendas y otros ensayos históricos, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1973; Luis Arranz Márquez, Repartimientos y encomiendas de indios en la Isla Española (El repartimiento de Alburquerque de 1514), Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1991; Esteban Mira Caballos, El indio antillano: repartimiento, encomienda y esclavitud (1492-1542), Sevilla, Muñoz Moya Editor, 1997. (236) Moscoso, Los cacicazgos…, ob. cit., pp. 33-34. (237) Ibídem, p. 36. (238) Las Casas, Historia…, t. I, ob. cit., p. 266. (239) Las Casas, Apologética…, t. I, ob. cit., pp. 64-65. (240) Ricardo E. Alegría, «Apuntes sobre la vestimenta y los adornos de los caciques taínos de las Antillas y de la parafernalia asociada a sus funciones mágico-religiosas», en Actas del XV Congreso Internacional de Arqueología del Caribe, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Fundación Puertorriqueña de las Humanidades y Universidad de Turabo, 1995, pp. 295-309. (241) Chanlatte Baik, Primer adorno de oro (nariguera)…, ob. cit.; Vega, Los metales…, ob. cit. (242) Las Casas Historia…, t. II, ob. cit., p. 240. (243) Ibídem, t. I, p. 288. (244) Ibídem, t. II, p. 97. (245) Alegría, Cristóbal Colón y el tesoro…, ob. cit. p. 20. (246) Abelardo Jiménez Lambertus, «Cemí Baibrama. Bastón de mando taíno, Museo Arqueológico Regional, Altos de Chavón», Boletín del Museo del Hombre Dominicano (Actas del IV Congreso de Arqueología y Antropología, Ing. Elpidio Ortega), año XL, n.° 45, 2013, pp. 151-157. (247) René Herrera Fritot, Estudio de las hachas antillanas. Creación de índices axiales para las petaloides, La Habana, Departamento de Antropología, Comisión Nacional de la Academia de Ciencia, 1964. (248) Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras, y Museo de Historia, Antropología y Arte (eds.), Taínos, objetos ceremoniales, 2007, p. 24. (249) Las Casas, Apologética…, t. II, ob. cit., p. 309. (250) Las Casas, Historia…, t. II, ob. cit., p. 560. (251) Vega, Los cacicazgos …, ob. cit. (252) «Interrogatorio de los frailes geronimianos en 1517», en Emilio Rodríguez Demorizi, Los dominicos y las encomiendas de indios en la Española, Santo Domingo, Editora del Caribe, 1971, p. 299; ver también Moscoso, Sociedad y economía…, ob. cit., p. 52. (253) Sobre la controversia en torno a la población aborigen al momento del Descubrimiento, véase Frank Moya Pons y Rosario Flores (eds.), Los taínos en 1492. 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(261) Francisco Moscoso, «Parentesco y clase en los cacicazgos taínos: el caso de losnaborías», en Actas del Noveno Congreso Internacional para el estudio de las culturas pre-colombinas de las Antillas Menores, Centre de Recherches Caraïbes, Universidad de Montreal, 1983. (262) Las Casas, «Relaciones que hicieron algunos religiosos sobre los excesos que había en Indias», ob. cit., p. 35. (263) Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 112. (213) (214)
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Carlos Esteban Deive, «El chamanismo taíno», en El indio, el negro y la vida tradicional dominicana, Santo Domingo, Museo del Hombre Dominicano, 1978, pp. 43-58. Mircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, México, Fondo de Cultura Económica, 1976, p. 23. (266) Manuel García Arévalo, «El ayuno del behique y el simbolismo ritual del esqueleto», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año XXIX, n.° 31, 2002, pp. 83-96. (267) Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 112. (268) Pané, Relación…, ob. cit. (269) Ibídem, pp. 39-40; Deive, «El chamanismo taíno», ob. cit., p. 53. (270) Alfred Métraux, Religión y magia indígenas de América del Sur, Madrid, Aguilar, 1973. (271) Ibídem. (272) Pascal Lacombe, Le breuvage sacré des Chamans d’Amazonie : l’Ayahuasca, París, L´Harmattan, 2000. (273) Pané, Relación…, ob. cit., p. 35. (274) Las Casas, Apologética…, t. II, ob. cit., pp. 177-178. (275) García Arévalo, «El desayuno del behique y el simbolismo ritual del esqueleto», ob. cit. (276) Varela y Gil (eds.), Cristóbal Colón. Textos y documentos completos…, ob. cit., p. 69. (277) Las Casas, Apologética…, t. I, ob. cit. p. 229; Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., pp. 143-44; Esteban Prieto Vicioso, «La arquitectura indígena en La Española», Clío, año 77, n.° 175, Academia Dominicana de la Historia, enero-junio de 2008, pp. 113-175. (278) Las Casas, Historia…, t. II, ob. cit. p. 259. (279) Las Casas, Apologética…, t. I, ob. cit. p. 244. (280) Ibídem, pp. 243-244; Cassá, Los taínos…, ob. cit., p.123; Moscoso, Los cacicazgos…, ob. cit. (281) Anglería, Décadas…, t. I, ob. cit., pp. 643-644. (282) Esteban Mira Caballos, Las Antillas Mayores, 1492-1550, Madrid, Gráfica Almeida, 2000; Marcio Veloz Maggiolo, «El modelo pre-urbano aborigen», Listín Diario (Santo Domingo), 25 de julio de 2007; Prieto Vicioso, «La arquitectura indígena en La Española», ob. cit. (283) Vega, «Lo que heredamos de los taínos», en Taínos…, ob. cit., p. 245; Jorge Ulloa Hung, «Legado indígena, cerámica y artesanía en República Dominicana», en Jorge Ulloa Hung y Roberto Valcárcel Rojas (eds.), Indígenas e indios en el Caribe. Presencia, legado y estudio, Santo Domingo, Instituto Tecnológico de Santo Domingo, 2019, pp. 370-417; Valcárcel Rojas, Ulloa Hung y Torres, «Más allá del oro», ob. cit., pp. 44-47. (284) Oviedo, Sumario…, ob. cit., pp. 100-101. (285) Robert L. Carneiro, «Culturas indígenas de la cuenca del Amazonas», en Culturas indígenas de la Amazonía, Madrid, Biblioteca Quinto Centenario, 1987, p. 65; Álvaro Cruz García, Vida y costumbres en la antigüedad. Pueblos del Caribe y la Amazonía, Madrid, Edimat Libros, 2007, p. 119. (286) Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 227. Otros nombres con los que se conocían las enramadas eran banabos o banaos, ver Arrom, Estudios de lexicología antillana…, ob. cit., p. 107. (287) Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 227. (288) Alegría, Cristóbal Colón y el tesoro…, ob. cit., pp. 27-28. (289) Las Casas, Historia…, ob. cit. (290) Emile Boyrie de Moya, Monumento megalítico y petroglifos de Chacuey, Santo Domingo, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1955; Ricardo E. Alegría, «Ball Courts and Ceremonial Plazas in the West Indies», Anthropology (New Haven), 79, Yale University Publications, 1983. (291) Las Casas, Apologética…, t. II, ob. cit., p. 350. (292) Luis Alejandro Peguero Guzmán, «Las plazas ceremoniales como espacio mítico-ritual de las culturas prehispánicas del Caribe: su posible vinculación a otros contextos culturales», en Federación Internacional de Sociedades Científicas (ed.), Culturas aborígenes del Caribe, Santo Domingo, Banco Central, 2001, pp. 117-136. (293) Ricardo Alegría, «El juego de pelota entre los indios taínos de las Antillas Mayores según los cronistas de Indias», en Unidad y sociedad…, ob. cit., pp. 45-61; Marcio Veloz Maggiolo, «Notas sobre la zamia en la prehistoria del Caribe», en Antropología portátil, Colección Banco Central de la República Dominicana, Santo Domingo, 2001, pp. 121-131. (294) Boyrie de Moya, Monumento megalítico…, ob. cit. (295) Manuel García Arévalo y Fernando Morbán Laucer, «La plaza o batey aborigen de Yamasá», Asociación Internacional de Arqueología del Caribe. Actas del undécimo congreso, San Juan, Puerto Rico, Fundación Arqueológica, Antropológica e Histórica de Puerto Rico, Universidad de Puerto Rico, 1990, pp. 187-193. (296) Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 146. (297) Las Casas, Historia…, t. I, ob. cit., p. 442. (298) Manuel García Arévalo, «El juego de pelota taíno y su importancia comercial», Actas del Undécimo Congreso…, ob. cit., pp. 78-186; Francisco Moscoso, «Las guaizas: apuntes para el estudio del trueque entre los taínos», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año IX, n.° 14, 1980, pp. 75-86. (299) Marcio Veloz Maggiolo, Arqueología prehistórica de Santo Domingo, Singapur, McGraw-Hill, 1972; «Tres modalidades del juego de pelota entre los aborígenes americanos», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, n.° 2, 1972, pp. 25-32; Ángel Rosenblat, «Los otomacos y taparitas de los llanos venezolanos», Anuario del Instituto de Antropología e Historia, Caracas, Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Central de Venezuela, 1964, pp. 227-373. (300) Las Casas, Historia…, t. I, ob. cit., p. 230. (301) Cassá, Los taínos…, ob. cit., p. 119. (302) Gary S. Vescelius S., «Ballcourts and Boundaries in the Acient Antilles», Abstract of a Paper (Seventh International Congress for the Study of the Precolombian Cultures of the Lesser Antilles), Caracas, 1977; García Arévalo, «El juego de pelota taíno y su importancia comercial», ob. cit., pp. 178-186. (303) Las Casas, Apologética…, t. II, ob. cit., pp. 350-351. (304) Fernando Ortiz, El huracán, su mitología y sus símbolos, México, Fondo de Cultura Económica, 1947; Eugenio Fernández Méndez, Arte y mitología de los indios taínos de las Antillas Mayores, San Juan, Ediciones El Cemí, 1979; Osvaldo García Goyco, Influencias mayas y aztecas en los taínos de las Antillas Mayores, San Juan, Ediciones Xibalbay, 1984; Sebastián Robiou Lamarche, «Arqueoastronomía en Chacuey» y «El corral de los Astros», Listín Diario (Santo Domingo), 11 de junio de 1980 y 11 de junio de 1981, respectivamente; «Del mito al tiempo sagrado. Un posible calendario agrícola-ceremonial taíno», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año XI, n.° 18, 1983, pp. 117-440; Mitología y religión de los taínos, San Juan, Punto y Coma, 2006, p. 47; Ángel Rodríguez Álvarez, Astronomía en la prehistoria del Caribe insular. Arqueoastronomía de las plazas megalíticas antillanas, Santo Domingo, Editorial Nuevo Mundo, 1989; ver también Héctor Méndez Caratini, Petroglifos de Boriquén, 2016. (264) (265)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Pedro Henríquez Ureña, Para la historia de los indigenismos, Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, 1938, p. 111. Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., pp. 113-116. (307) La Casas, Historia…, t. I, ob. cit., p. 462. (308) Ibídem, t. II, pp. 506-508. (309) Ibídem, t. I, p. 441. (310) Anglería, Décadas…, t. II, ob. cit., p. 643; Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 114. (311) Varela y Gil (eds.) Cristóbal Colón. Textos y documentos…, ob. cit., p. 178. (312) Pané, Relación…, ob. cit., p. 34. (313) Bernardo Vega, «Arqueología de los cimarrones del maniel del Bahoruco», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, n.° 12, 1979, pp. 11-48; Manuel García Arévalo, «El maniel de José Leta: evidencias arqueológicas de un asentamiento cimarrón en la región sudoriental de Santo Domingo», en José Juan Arrom y Manuel A. García Arévalo, Cimarrón, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1986. (314) Elpidio Ortega, Los objetos de conchas de la prehistoria de Santo Domingo, Santo Domingo, Academia de Ciencias de la República Dominicana y Fundación Ortega Álvarez, 2001, pp. 21-22. (315) Andrés Bernáldez, Historia de los Reyes Católicos, Madrid, Biblioteca de Autores, 1869, citado en Alegría, Cristóbal Colón y el tesoro…, ob. cit., p. 23. (316) Emile Boyrie de Moya, «Aparición en la isla de Santo Domingo de los primeros silbatos modulados indígenas, tipo ocarina, encontrados en las Antillas», en Memoria V Congreso Histórico Municipal Interamericano, Ciudad Trujillo (Santo Domingo), 1952, pp. 187-189. (317) Pedro C. Escabí Agostini, El significado de la música en la sociedad indígena de las Antillas, Centro de Investigaciones Folklóricas de Puerto Rico, 1985; Fradique Lizardo, Instrumentos musicales indígenas dominicanos, Santo Domingo, Secretaría de Educación, Bellas Artes y Cultos, 1975; Aida Cartagena Portalatín, Danza, música e instrumentos de los indios de la Española, Santo Domingo, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1974. (318) Al respecto, ver Marcio Veloz Maggiolo, «Dos maracas monóxilas de la isla Española», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, n.° 5, 1974; «Sobre maracas indígenas», El Sol (Santo Domingo), 2 de junio de 1980, p. 15; Lizardo, Instrumentos musicales indígenas, ob. cit.; Manuel A. García Arévalo y Luis Chanlatte Baik, Las espátulas vómicas sonajeras de la cultura taína, Santo Domingo, Museo del Hombre Dominicano y Fundación García Arévalo, 1976; Manuel García Arévalo y Luis Chanlatte Baik, «Los cascabeles y sonajeros taínos», Actas del 25to. Congreso Internacional de Arqueología del Caribe, Instituto de Cultura Puertorriqueña, Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras, San Juan, Puerto Rico, 2015. (319) Manuel García Arévalo, «Técnica aborigen para la elaboración de las maracas en madera», El Caribe (Santo Domingo), 14 de junio de 1980; ver también Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras, y Museo de Historia, Antropología y Arte (eds.), Taínos, objetos ceremoniales…, ob. cit., p. 11. (320) Las Casas, Historia…, t. I, ob. cit., p. 280. (321) Ibídem, p. 281. (322) Las Casas, Historia…, t. II, ob. cit., p. 255; Aurelio Tadori, Documentos de la Real Hacienda de Puerto Rico (1510-1519), vol. I, Buenos Aires, Centro de Investigación Histórica, Universidad de Puerto Rico, 1971. (323) García Arévalo, «La arqueología indohispana en Santo Domingo», ob. cit., pp. 86-99; Vega, Los metales…, ob. cit., especialmente «La importancia del cascabel», pp. 41-45. (324) Las Casas, Historia…, t. I, ob. cit., pp. 417-418. (325) Pané, Relación…, ob. cit. (326) Sobre el aporte etnohistórico de fray Ramón Pané, ver Juan José Arrom, Mitología y artes prehispánicas de las Antillas, México, Siglo XXI y Fundación García Arévalo, 1975; Deive, El indio, el negro y vida tradicional dominicana…, ob. cit.; Hugo Eduardo Polanco Brito, Manuel García Arévalo, Abelardo Jiménez Lambertus y Marcio Veloz Maggiolo, Fray Ramón Pané, vida y obra, Colección Quinto Centenario, Santo Domingo, Universidad Católica Santo Domingo, 1989; Jaume Aymar i Rigolta, «Fray Ramón Pané, primicia de América», en José R. Oliver, Colin McEwan y Anna Casas Gilberga (eds.), El Caribe precolombino. Fray Ramón Pané y el universo taíno, Madrid, Ministerio de Cultura, Museu Barbier-Mueller d`Art Precolombí y Fundación Caixagalicia, 2008, pp. 34-55; Consuelo Varela y Juan Gil, «La Española a la llegada de Ramón Pané», en El Caribe precolombino…, ob. cit., pp. 56-71; José R. Oliver, «Tiempos difíciles: fray Ramón Pané en la Española, 1494-1498», en El Caribe precolombino…, ob. cit., pp. 72-95. (327) Claude Lévi-Strauss, Mitológicas I: Lo crudo y lo cocido, México, Fondo de Cultura Económica, 1968, p. 116. (328) Ricardo E. Alegría, Apuntes en torno a la mitología de los indios taínos de las Antillas Mayores y sus orígenes suramericanos, Barcelona, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe y Museo del Hombre Dominicano, 1978, p. 16. (329) Walter E. Roth, An Inquiry into the Animism and Folklore of the Guiana Indians (Thirtieth Annual Report of the Bureau of American Ethnology), Washington, D. C., 1951. (330) Mercedes López-Baralt, El mito taíno: raíz y proyecciones en la Amazonía continental, Argentina, Huracán, 1977; Alegría, Apuntes en torno a la mitología…, ob. cit.; Robiou Lamarche, Mitología y religión…, ob. cit. (331) Arrom, Mitología y artes prehispanicas…, ob. cit., p. 18. (332) Anglería, Decádas…, t. II, ob. cit., p. 371. (333) Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 119. (334) Ibídem. (335) Roberto L. Carneiro, «Culturas indígenas de la cuenca del Amazonas» …, ob. cit., p. 67. (336) Anglería, Décadas…, t. I, ob. cit., p. 191; Colón, Historia del Almirante…, ob. cit., p. 191. (337) Las Casas, Historia…, t. I, ob. cit., p. 246. (338) Jacques Kerchache, «Les tainos», en L’Art des sculpteurs Taïnos-Chefs-d’œuvre des Grandes Antilles précolombiennes, París, Museos de la Villa de París, 1994. (339) Pané, Relación…, ob. cit., p. 32. (340) Pané, Relación…, ob. cit., pp. 32-33; Abelardo Jiménez Lambertus, «La importancia del ombligo entre los taínos», Listín Diario (Santo Domingo), 15 de mayo de 1982. (341) Manuel García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno», La cultura taína (Seminario sobre la situación de la investigación de la cultura taína), Madrid, 12 y 13 de abril de 1983, Biblioteca del V Centenario, pp. 107-117. (342) Lévi-Strauss, Mitológicas I: Lo crudo y lo cocido…, ob. cit., pp. 116 y 123; Alegría, Apuntes en torno a la mitología de los indios taínos…, ob. cit., p. 16. (343) Edward W. Nelson, The Eskimo about Bering strait, Annual Report 18, Washington D.C., Smithsonian Institute, Bureau of American Ethnology, 1983; Carmen Huera, Cómo reconocer el arte negroafricano, Barcelona, EDUSA, 1996; José Luis Cortés López, Arte africano. Atlas ilustrado, Madrid, Susaeta, 2017. (344) Roth, An Inquiry into the Animism and Folklore of the Guiana Indians…, ob. cit. (305) (306)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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Lucien Lévy-Bruhl, El alma primitiva, Barcelona, Ediciones Península, 1974. Pané, Relación…, ob. cit., p. 32. (347) René Herrera Fritot, «Arquetipos zoomorfos en las Antillas Mayores», Boletín del Museo de Historia Natural (La Habana), vol. I, n.° 3, 1950, pp. 140-149; Fernando Morbán Laucer, «El murciélago: sus representaciones en el arte y la mitología precolombina», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año XV, n.° 21, 1988, pp. 37-58. (348) José Juan Arrom y Manuel García Arévalo, El murciélago y la lechuza en la cultura taína, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1988; Manuel García Arévalo, «The Bat and Owl: Nocturnal Images», en Taíno Pre-Columbian Art and Culture from the Caribbean, Nueva York, El Museo del Barrio, The Monacelli Press, 1998, pp. 112-123. (349) Pané, Relación…, ob. cit., p. 33. (350) García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno», ob. cit., pp. 113-117. (351) René Herrera Fritot y Charles Leroy Youmans, La Caleta. Joya arqueológica antillana, La Habana, Imprenta el Siglo XX, 1946, p. 74. (352) Irving Rouse y José M. Cruxent, Arqueología venezolana…, ob. cit.; Marcio Veloz Maggiolo, Arte indígena y economía en Santo Domingo, Santo Domingo, Ediciones Cohoba, 1977. (353) Krieger, «Aboriginal Indian Pottery of Dominican Republic», ob. cit.; Herrera Fritot y Leroy Youmans, La Caleta. Joya…, ob. cit., pp. 69-83; García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno»…, ob. cit. (354) Herrera Fritot y Leroy Youmans, La Caleta. Joya…, ob. cit., pp. 69-83; García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno», ob. cit. (355) Franz Boas, Primitive Art, Nueva York, Dover Publications, 1955, p. 88. (356) Manuel A. García Arévalo, Los signos del arte taíno, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1989. (357) Fernando Morbán Laucer, Pintura rupestre y petroglifos en Santo Domingo, colección Historia y Sociedad, n.° 4, Santo Domingo, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1970; El arte rupestre de la sierra de Bahoruco: una visión universal, Santo Domingo, Editora Taller, 1994; Bernardo Vega, Pictografía, Santo Domingo, Museo del Hombre Dominicano, 1976. (358) Pané, Relación…, ob. cit., pp. 32-33. (359) Henry Petitjean Roget, Contribution à L’étude de la Préhistoire des petites Antilles, Fort-de-France, École Practique des Hautes Études, 1975, p. 257; García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno», ob. cit. (360) Arrom, Mitología y artes prehispánicas…, ob. cit. pp. 79-98; Antonio M. Stevens-Arroyo, Cave of The Jagua. The Mythological World the Tainos, Alburquerque, University of the New Mexico Press, 1988, pp. 230-232. (361) García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno», ob. cit. p. 112; Morbán Laucer, «El murciélago: sus representaciones en el arte y la mitología precolombina», ob. cit., pp. 50-51. (362) Herbert J. Spinden, «Power Animals in American Indian Art», Indian Tribes of Aboriginal America-Selected Papers or the XXIX International Congress of Americanist, Chicago, Soltax, 1952, p. 199. (363) Anglería, Décadas, t. II, ob. cit., p. 639; Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., pp. 112 y 123; Girolamo Benzoni, Historia del Nuevo Mundo (trad. y notas de Marisa Vannini de Gerulewiez, estudio preliminar de León Crozat), Caracas, 1967, p. 94. (364) Fernando Ortiz, Historia de la arqueología indo-cubana, La Habana, Imprenta el Siglo XX, 1922; Manuel García Arévalo, «Primeras ilustraciones arqueológicas de la isla de Santo Domingo», Revista de la Fundación García Arévalo (Santo Domingo), n.° 2, 1988, pp. 87-109. (365) Juan José Arrom, «La lechuza: motivo recurrente en el arte religioso taíno y el folklor hispanoamericano», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año XV, n.° 21, 1988, pp. 71-76. (366) Darío Suro, «Sobre artistas y búhos. La escultura taína», Revista América (Washington, D.C.), junio de 1966. (367) Arrom, «La lechuza: motivo recurrente en el arte religioso taíno», ob. cit., pp. 23-24 (368) Mircea Eliade, Chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, pp. 137-138. (369) Colón, Historia del Almirante…, ob. cit., p. 204. (370) Anglería, Décadas…, t. I, ob. cit., p. 191. (371) Alessandro Geraldini, Itinerario por las regiones equinocciales (presentación de Emilio Rodríguez Demorizi), Santo Domingo, Editora del Caribe, 1977, p. 183. (372) Anglería, Décadas…, t. I, ob. cit., p. 191. (373) Joanna Ostapkowicz y Lee Newson, «“Dioses… decorados con la aguja del bordador”: los materiales, la confección y el significado de un relicario taíno de algodón», en Bernardo Vega (ed.), El zemí de algodón taíno, Santo Domingo, Academia Dominicana de la Historia, 2014, p. 37; ver también Ricardo Alegría, El uso de las incrustaciones en la escultura de los indios taínos, Santo Domingo, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe y Fundación García Arévalo, 1981, p. 60. (374) Vega (ed.), El zemí de algodón taíno…, ob. cit. (375) Ostapkowicz y Newson, «“Dioses… decorados con la aguja del bordador”…», ob. cit., pp. 163-164. (376) Fernando Royo Guardia, «El culto de cráneos y los zemíes de algodón entre antillanos precolombinos», Revista de Arqueología y Etnografía I-II, 1974, pp. 4-5, citado por Ostapkowicz y Newson, «“Dioses… decorados con la aguja del bordador”…», ob. cit., p. 163. (377) Gabriella Erica Pia, «El cemí de algodón y sus conexiones culturales», en Vega (ed.), El zemí de algodón taíno…, ob. cit., pp. 107-108. (378) Ostapkowicz y Newson, «“Dioses… decorados con la aguja del bordador”…», ob. cit., p. 165; Gabriella Erica Pia, «El cemí de algodón y sus conexiones culturales», ob. cit., p. 120. (379) Pané, Relación…, ob. cit., p. 32; García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno», ob. cit., p. 112. (380) Veloz Maggiolo, Arqueología prehistórica…, ob. cit. (381) Francisco López de Gómara, Historia General de las Indias, t. I, Barcelona, 1965, pp. 51-52. Esta narración de López de Gómara es bien conocida y se reproduce asociada al tema de las espátulas vómicas; José A. Caro, La cohoba, Barcelona, Artes Gráficas Manuel Pareja, 1977. (382) Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 116. (383) Benzoni, Historia del Nuevo Mundo…, ob. cit., pp. 96-97. (384) Jean Langdon, La negociación de lo oculto: chamanismo, medicina y familia entre los siona del Bajo Putumayo, Popayán, Editorial Universidad de Cauca, 2014, pp. 77-78. (385) Eduardo Fernández, «El científico ante los problemas de la Amazonia», en Culturas indígenas de la Amazonia…, ob. cit., p. 69; Álvaro Cruz García, Vida y costumbres en la antigüedad. Pueblos del Caribe y la Amazonia, Madrid, Edimat, 2007, pp. 164-165. (386) Arrom, Mitología y artes prehispánicas…, ob. cit.; Robiou Lamarche, Mitología y religión de los taínos…, ob. cit.; José M. Guach Delmonte y Alejandro Querejeta Barceló, Mitología aborigen de Cuba. Deidades y personajes, La Habana, Publicigraf, 1992. (387) Pané, Relación…, ob. cit., p. 45. (388) Oliver, «El universo material y espiritual de los taínos», en El Caribe precolombino…, ob. cit., p. 171. (389) Ricardo Alegría, El uso de las incrustaciones…, ob. cit. (345) (346)
TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD
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José A. Caro Álvarez, Cemíes y trigonolitos, Barcelona, Artes Gráficas Manuel Pareja, 1977. Colón, Historia del Almirante…, ob. cit., pp. 202-203. (392) Pané, Relación…, ob. cit., pp. 41-42. (393) «Los taínos», Saber Ver (México), n.° 21, abril-marzo de 1995, pp. 46-47. (394) Las Casas, Apologética…, t. I, ob. cit., p. 633. (395) Pané, Relación…, ob. cit., pp. 34-35. (396) Oviedo, Historia general…, t. I, ob. cit., p. 145. (397) Anglería, Décadas…, t. I, ob. cit., p. 158. (398) Las Casas, Historia…, t. I, ob. cit., p. 230. (399) René Herrera Fritot, «Un nuevo dujo taíno en las colecciones del Museo Antropológico Montané de la Universidad de La Habana», Revista de Arqueología (La Habana), n.° 4, mayo de 1940; García Arévalo, Los signos del arte taíno, ob. cit. (400) Las Casas, Apologética…, t. II, ob. cit., pp. 174-175. (401) Alegría, Cristóbal Colón y el tesoro de los taínos…, ob. cit., p. 17. (402) Anglería, Décadas…, t. II, ob. cit., pp. 643-644. (403) García Arévalo y Chanlatte Baik, Las espátulas vómicas sonajeras, ob. cit. (404) Alegría, Colón y el tesoro de los taínos…, ob. cit., p. 15. (405) Pané, Relación…, ob. cit., p. 38. (406) Lovén, Origins of the Tainan Culture, West Indies, ob. cit.; Arrom, Mitología y artes prehispánica…, ob. cit., pp. 19-43. (407) Fred Olsen, «The Arawak Religion: The Cult of Yócahu», Mill Reef Digger´s Digest, Antigua West Indies, 1970, pp. 1-18. (408) Colón, Historia del almirante…, ob. cit., p. 12. (409) Pané, Relación…, ob. cit., p. 43. (410) Jesse Walter Fewkes, «The Aborigines of Porto Rico and Neighboring Islands», Twenty-fifth Annual Report of the Bureau of American Ethnology (Washington, D.C.), Smithsonian Institution, 1907, p. 107. (411) José Juan Arrom, «El mundo mítico de los taínos: Notas sobre el Ser Supremo», Revista Dominicana de Arqueología y Antropología, año I, vol. I, n.° 1, pp. 181-200, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1971; Mitología y artes prehispánicas, p. 19. (412) Alegría, El uso de las incrustaciones…, ob. cit. (413) Arrom, «Mundo mítico de los taínos: notas sobre el Ser Supremo», ob. cit., pp. 181-200; Mitología y artes prehispánicas…, ob. cit., pp. 19-43. (414) Pané, Relación…, ob. cit., pp. 39-41; Deive, El indio, el negro…, ob. cit., pp. 52-53. (415) José R. Oliver, Caciques and cemí idols. The web Spun by Taíno Rulers Between Hispaniola and Puerto Rico, Alabama, The University of Alabama Press, 2009; Moscoso, Los cacicazgos…, ob. cit. (416) Adolfo de Hostos, «Three-pointed Stone Zemi or Idols from the West Indies, An Interpretation», American Anthropology, 25 (1), 1923, citado en Michael Sellon, «Exploring the Enigmatic TriPoint», Indian notes, IX, n.° 2, Museum of American Indian, 1973, p. 60. (417) Lovén, Origins of the Tainan Culture…, ob. cit. (418) Arrom, Mitología y artes prehispánicas…, ob. cit., pp. 27-29. (419) Pané, Relación…, ob. cit., p. 53. (420) Fred Olsen, Mill Reef Diggers’s Digest. Newsletter of Antigua Archeological Society, Antigua, West Indies, 1970, citado en Michael Sellon, «Exploring the Enigmatic Tri-Point», ob. cit.; Petitjean Roget, Les Tainos, les Callinas des Antilles…, ob. cit., pp. 111-116. (421) Sellon, «Exploring the Enigmatic Tri-Point», ob. cit. (422) Constantino Manuel Torres, «El arte de los taíno», Taíno: los descubridores de Colón, Museo Chileno de Arte Precolombino, 1988, pp. 9-22. (423) Veloz Maggiolo, Arqueología prehistórica…, ob. cit., pp. 242-243; Luis Chanlatte Baik e Yvonne Narganes Storde, Proceso y desarrollo de los primeros pobladores de Puerto Rico y las Antillas, San Juan, 1986; Manuel García Arévalo, «La frontera entre los objetos líticos de la cultura taína», en XX Congreso Internacional de Arqueología del Caribe, vol. I, Santo Domingo, Museo del Hombre Dominicano y Fundación García Arévalo, 2003, pp. 263-272. (424) García Arévalo, «La frontera entre los objetos líticos de la cultura taína», ob. cit., pp. 266-267. (425) Yvonne Narganes Storde y Luis Chanlatte Baik, «El origen del cemí cabeza de Macorís. Evidencias arqueológicas de Sorcé, Vieques, Puerto Rico», Boletín del Museo del Hombre Dominicano (Actas Congreso de Antropología y Arqueología Fernando Luna Calderón), año XXXV, n.° 42, 2008, pp. 115-124. (426) García Arévalo, «La frontera entre los objetos líticos de la cultura taína», ob. cit., p. 267. (427) Cassá, Los taínos…, ob. cit., p. 97. (428) Alegría, Cristóbal Colón y el tesoro…, ob. cit., p. 32. (429) Ricardo E. Alegría, «The Ball Game Played by de Aborigines of the Antilles», American Antiquity, XVI, 1951, pp. 348-352; Gordon F. Ekholm, «Puerto Rican Stone “Collars” as Ball-game Belts», en Samuel K. Lothrop (ed.), Essays in Pre-Columbian Art and Archaeology, Cambridge, Harvard University Press, 1964, pp. 356-371. (430) Universidad de Puerto Rico, Recinto Río Piedras, y Museo de Historia, Antropología y Arte (eds.), Taínos, objetos ceremoniales…, ob. cit. (431) Jeffrey B. Walker, Stone Collars, Elbow Stones, and Three-Pointers and the Nature of Taíno Ritual and Myths (tesis doctoral presentada en el Departamento de Antropología, Washington State University, 1993), citado por Oliver, «El universo material y espiritual de los taínos», El Caribe precolombino…, ob. cit., pp. 171 y 194. (432) Fewkes, «The Aborigines of Porto Rico and Neighboring Islands», ob. cit. (433) Sued Badillo, «La industria lapidaria pretaína en las Antillas», ob. cit., pp. 71-73. (434) García Arévalo, «La frontera entre los objetos líticos de la cultura taína», ob. cit. (435) Jesse Walker Fewkes, «Elbow Stones in the Heye Museum, with Discussion of Similar Objects Elsewhere», American Anthropologist, 15 (3), 1913, pp. 435-459; Ricardo E. Alegría, «Nuevas interpretaciones en torno a la parafernalia de los jugadores de pelota en las Antillas Mayores», La Revista del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, n.° I, julio-diciembre de 1986, pp. 31-42. (436) Mela Pons Alegría y Ricardo E. Alegría, Exposición de esculturas de los indios taínos, Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, San Juan, Puerto Rico, 1987. (390) (391)
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Sued-Badillo, «La industria lapidaria pretaína en las Antillas», ob. cit., p. 37. Anglería, Décadas…, t. I, ob. cit., p. 191. (439) Alegría, Apuntes en torno a la mitología taína…, ob. cit., p. 100. (440) Las Casas, Apologética…, t. II, ob. cit., p. 318. (441) Ramón Decal Moure, Artefactos de conchas en las comunidades aborígenes cubanas, La Habana, Museo Montané, 1978. (442) Bronisław K. Malinowski, Estudio de psicología primitiva, Buenos Aires, Paidós, 1959; Una teoría científica de la cultura, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1960, citado en Jaime Barrios Peña, Quinientos años después (Arte mestizo), Guatemala, Universidad San Carlos de Guatemala, 2007, p. 77. (443) Oliver, «El universo material y espiritual de los taínos», El Caribe precolombino…, ob. cit., p. 167. (444) Las Casas, Apologética…, t. I, ob. cit., p. 317. (445) Ibídem. (446) Manuel García Arévalo, «Precisiones acerca de los signos del arte taíno», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año XV, n.° 21, 1988, pp. 3-22; Los signos en el arte taíno…, ob. cit. (447) Clive Orton, Paul Tyers y Alan Vince, La cerámica en arqueología, Barcelona, Editorial Crítica,1997. (448) Jorge Juan Eiroa, José Alberto Bachiller Gil, Ladislao Castro Pérez, Joaquín Lomba Maurandi, Nociones de tecnología y tipología en Prehistoria, Barcelona, Ariel, 2011. (449) Herrera Fritot y Leroy Youmans, La Caleta. Joya…, ob. cit., pp. 62-63. (450) Manuel García Arévalo, El arte taíno de la República Dominicana, Barcelona, Museo del Hombre Dominicano, 1977; Oliver, «El universo material y espiritual de los taínos», El Caribe precolombino…, ob. cit., p. 164. (451) Michael Sellon, «The janus mode in tainan imagery», Indian Notes, IX, n.° 4, Museum of the American Indian, 1973, pp. 119-127. (452) Oliver, «El universo material y espiritual de los taínos», en El Caribe precolombino…, ob. cit., pp. 167-169. (453) René Herrera Fritot, «Vasos-efigies de la República Dominicana», en Memorias del Congreso Histórico Municipal Interamericano, t. I, Santo Domingo, 1952, p. 93. (454) Pané, Relación…, ob. cit., pp. 23-24. (455) Manuel García Arévalo, «Motivos pictóricos en la cerámica taína», Actas del Décimo Cuarto Congreso de la Asociación Internacional de Arqueología del Caribe, Barbados, 1991, pp. 540-549. (456) Sobre la vinculación existente entre el arte primitivo y moderno, ver César Calzada, Arte prehistórico en la vanguardia artística de España, Madrid, Cátedra, 2006; William Rubin (ed.), Primitivism in 20th Century Art: affinity of the tribal and the modern, vol. II, Nueva York, The Museum of Modern Art, 1985. (457) Herrera Fritot, «Vasos-efigies de la República Dominicana», ob. cit., pp. 91-132. (458) Arístides Estrada Torres, Cerámica propiciatoria indígena, Santo Domingo, Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1967, pp. 6-8. (459) Arístides Estrada Torres, Evidencias patológicas en algunas obras taínas, Grupo Enriquillo, Azua, 1978. (460) Torres, «El arte de los taíno», ob. cit.; García Arévalo, «El ayuno del behique y el simbolismo ritual del esqueleto», ob. cit. (461) Arístides Estrada Torres, Cerámica propiciatoria indígena…, ob. cit. (462) Las Casas, Apologética…, t. II, ob. cit., pp. 177-178. (463) García Arévalo, «El ayuno del behique y el simbolismo ritual del esqueleto», ob. cit., pp. 89-90. (464) Herrera Fritot, «Vasos efigies indígenas en la República Dominicana», ob. cit. (465) Pané, Relación…, ob. cit., p. 36. (466) Fréderick J. Dockstader, Arte indígena de Mesoamérica, Nueva York, Editors Press Service, 1967. (467) Arrom, Mitología y artes prehispánicas…, ob. cit., p. 139; ver también Abelardo Jiménez Lambertus, «Representación simbólica de la tortuga mítica en el arte cerámico taíno», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año VII, n.° 11, septiembre de 1978, pp. 63-76. (468) Araceli Sánchez Garrido, «Taínos, una geografía simbólica en las Antillas», catálogo de la exposición Cristóbal Colón y los taínos, Caja Segovia. Obra Social y Cultural, 2006, p. 158. (469) Varela y Gil (eds.), Cristóbal Colón. Textos y documentos completos…, ob. cit., p. 170. (470) Manuel A. García Arévalo, «Influencias de la dieta indohispánica en la cerámica taína», en Actas del Séptimo Congreso Internacional para el Estudio de las Culturas Precolombinas de las Antillas Menores, Caracas, Universidad Central de Caracas, Centre des Recherches Caraïbes de la Universidad de Montreal, 1978, pp. 263-277. (471) Manuel A. García Arévalo, «Influencias hispánicas en la alfarería taína», en Actas del Décimo Tercer Congreso Internacional de Arqueología del Caribe (Curaçao, Netherlands Antilles), 1991, pp. 363-375; «Transculturation in Contact Period and Contemporary Hispaniola», en David Hurst Thomas (ed.), Columbian Consequences. Archaeological Perspectives on the Spanish Borderlands East, vol. II, 1990, pp. 269-280. (472) Véase José Juan Arrom, «Criollo: definición y matices de un concepto», Hispania, vol. 34, n.° 2, 1951, pp. 172–176; Manuel García Arévalo, «José Juan Arrom y la formación de una conciencia antillana», en Jorge Ulloa Hung y Julio Corbea Calzado (coords.), Juan José Arrom y la búsqueda de nuestras raíces, Santiago de Cuba, Editorial de Oriente y Fundación García Arévalo, 2013, pp. 171-218. (473) Carlos Esteban Deive, «La emigración canaria», en Los gallegos y otros españoles en Santo Domingo 1492-2014, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 2016, pp. 47-64. (474) Manuel García Arévalo, «La alfarería rural cibaeña», Boletín Cultural del Banco Condal Dominicano (Santo Domingo), 1975; Manuel García Arévalo y José del Castillo, Artesanía dominicana, Santo Domingo, Consorcio Financiero Antillano, 1989. (475) Manuel García Arévalo, «La irrupción del estilo criollo. Influencias hispánicas en la alfarería taína», en Valcárcel Rojas y Hung (eds.), De la desaparición a la permanencia, ob. cit., pp. 331-367. (476) Carl G. Jung, El hombre y sus símbolos, Madrid, Aguilar, 1974. (477) Edmund Leach, Cultura y comunicación. La lógica de la conexión de los símbolos, Madrid, Siglo XXI, 1978. (478) Rafael Díaz Niese, «La alfarería indígena dominicana», Cuadernos Dominicanos de Cultura (Ciudad Trujillo [Santo Domingo]), año 11, n.° 19, 1945, pp. 38-39. (479) Arrom, Mitología y artes prehispánicas, ob. cit., p. 23; García Arévalo, «Juan José Arrom y la formación de una conciencia antillana», en Ulloa Hung y Corbea Calzado (coords.), Juan José Arrom…, ob. cit., pp. 171-218. (480) Fewkes, «The Aborigines of Porto Rico and Neighboring Islands», ob. cit.; «A Prehistoric Island Culture Area of America», Bureau of The American Ethology, 34, Annual Report, 1912-1913. (481) José Alcina Franch, «Religiosidad, alucinógenos y patrones artísticos taínos», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año X, n.° 17, 1982, pp. 103-117. (482) Gerardo Reichel-Dolmatoff, Richard Evans y Félix Blanco, El chamán y el jaguar, México, Siglo XXI, 1978. (483) Gerald Oster, «Phosphenes», Scientific American (Nueva York), 222 (2), 83-87, 1970. (484) Alcina Franch, Religiosidad…, ob. cit. (485) García Arévalo, Los signos del arte taíno…, ob. cit. (437) (438)
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Gardner Murphy, Introducción histórica a la psicología contemporánea, Buenos Aires, Paidós, 1964, p. 287. Sigfried Giedion, El presente eterno: Los comienzos del arte, Madrid, Alianza Editorial, 1981, p. 38. (488) García Arévalo, Los signos del arte taíno…, ob. cit.; ver también Pedro P. Godo, «Arte aborigen de Cuba: una mirada desde la arqueología», Catauro, Revista Cubana de Antropología, n.° 8, 2005, pp.125-158. (489) Ortiz, El huracán…, ob. cit. (490) Arrom, Mitología y artes prehispanicas…, ob. cit., pp. 72-78. (491) García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno», ob. cit., pp. 109-117. (492) Michael Sellon, Un estudio de la cultura taína, con énfasis en sus ídolos, imágenes, motivos decorativos y símbolos geométricos, s/f, citado en García Arévalo, Los signos en el arte taíno…, ob. cit., pp. 7-9; ver también Sebastián Robiou Lamarche, «El símbolo del “Centro” entre los taínos», Boletín del Museo del Hombre Dominicano (Actas Congreso de Antropología y Arqueología Fernando Luna Calderón), ob. cit., pp. 103-113. (493) Pané, Relación…, ob. cit., p. 31. (494) Anglería, Décadas…, t. I, ob. cit., p. 194; José Gabriel Atiles Bidó, «El arte rupestre en la República Dominicana. Un estudio a partir de las crónicas», en Actas del XX Congreso Internacional de Arqueología del Caribe, vol. II, Santo Domingo, Museo del Hombre Dominicano y Fundación García Arévalo, 2003, pp. 603-612. (495) Pagán Perdomo y García Arévalo, «Notas sobre las pictografías y petroglifos de las Guácaras de Comedero Arriba y el Hoyo de Sanabe, República Dominicana», ob. cit. (496) Dato Pagán, Nuevas pictografías en la isla de Santo Domingo…, ob. cit. (497) Adolfo López Belando, El arte en la penumbra. Pictografías y petroglifos en las cavernas del Parque Nacional del Este de la República Dominicana, Santo Domingo, 2003. (498) Dato Pagán Perdomo y Manuel García Arévalo, «Nuevas pictografías en la isla de Santo Domingo. Las Cuevas de Borbón», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, n.° 9, 1978, pp. 31-53. (499) López Belando, «El arte rupestre prehispánico en la Española», en Taínos…, ob. cit., pp. 221-235. (500) Arrom y García Arévalo, El murciélago y la lechuza en la cultura taína, ob. cit. (501) De Boyrie de Moya, Monumentos megalíticos…, ob. cit. (502) Glenis Távarez María, Anamuyita: evolución y puesta en valor de un sitio arqueologico de arte rupestre en la República Dominicana (tesis de maestría inédita, s/f). (503) López Belando, «El arte rupestre prehispánico en la Española», ob. cit., p. 230. (504) Pané, Relación…, ob. cit., p. 22; García Arévalo, «El murciélago en la mitología y el arte taíno», ob. cit. (505) Pané, Relación…, ob. cit., p. 22; Alegría, Apuntes en torno a la mitología…, ob. cit., pp. 57-58. (506) Dato Pagán Perdomo, Sir Robert H. Schomburgk: Notas críticas a su obra etnológica en Santo Domingo, Santo Domingo, Museo del Hombre Dominicano y Academia de Ciencias, 1985. (507) Pagán Perdomo, Nuevas pictografías en la isla de Santo Domingo…, ob. cit. (508) Fernando Morbán Laucer, Pintura rupestre y petroglifos en Santo Domingo, Santo Domingo, Universidad Autónoma de Santo Domingo, 1970; El arte rupestre de la República Dominicana, petroglifos de la provincia de Azua, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1979; El arte rupestre de la sierra de Bahoruco, una visión universal, Santo Domingo, 1994. (509) Vega, Pictografías…, ob. cit. (510) López Belando, La memoria de las rocas…, ob. cit.; El arte en la penumbra…, ob. cit. (511) García Arévalo, El arte taíno de la República Dominicana…, ob. cit. (512) Ibídem. (513) Las Casas, Apologética…, t. I, ob. cit., p. 136. (514) Herrera Fritot, «Vasos-efigies indígenas de la República Dominicana», ob. cit., p. 92. (515) García Arévalo, El arte taíno de la República Dominicana…, ob. cit. (516) Darío Suro, El arte taíno, Washington, D.C., Organización de los Estados Americanos (OEA), s/f, pp. 29-44. (517) Onorio Montás, Pedro José Borrell y Frank Moya Pons, Arte taíno (prólogo de Bernardo Vega), Santo Domingo, Banco Central de la República Dominicana, 1983; Carmen Dolores Hernández, «Historia y prehistoria del Museo de las Américas», en Museo de las Américas 25 años, San Juan, Puerto Rico, 2017; Daniel Torres Etayo, Taínos: mitos y realidades de un pueblo sin rostro, México, Asesor Pedagógico, 2006. (518) Pané, Relación…, ob. cit. (519) Ver Manuel A. García Arévalo, Santo Domingo en ocasión del Quinto Centenario, especialmente, «La guerra microbiana: el efecto más devastador del encuentro de dos mundos», Santo Domingo, Colección Quinto Centenario, 1992, pp. 229-244; «La extinción de la población aborigen: causas e implicaciones», en Federación Internacional de Sociedades Científicas (ed.), Culturas aborígenes del Caribe, Santo Domingo, Banco Central de la República Dominicana, 2001, pp. 101-108. (520) Pesoutova, Indigenous ancestors…, ob. cit. (521) Carlos Hernández Soto, «Mito taíno y literatura dominicana», Boletín del Museo del Hombre Dominicano, año XXVII, n.° 28, 2000, pp. 172-188. (522) Lewis Hanke, La lucha por la justicia en la conquista de América, Buenos Aires, Editorial Suramericana, 1949; Flérida de Nolasco, Clamor de justicia en la Española 1502-1795, Santo Domingo, Editora del Caribe, 1971; Fray Juan Manuel Pérez, Estos ¿No son hombres?, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1988; José Chez Checo, El sermón de Fray Antonio Montesinos de 1511 y el inicio de la lucha por la igualdad de los hombres en América, colección Historia Total, Santo Domingo, 1997. (523) Luisa Campos Villalón, O.P., Pedro de Córdoba: precursor de una comunidad defensora de la vida, Santo Domingo, Ediciones MSC los libros de amigo, 2008. (524) Mariano Errasti, O.F.M., Los primeros franciscanos en América. Isla Española 1493-1520, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1998, pp. 193-215; Luis Arranz Márquez, «Alonso del Espinar, O.F.M. y las leyes de 1512-13», Actas del I Congreso Internacional sobre los Franciscanos en el Nuevo Mundo, Madrid, Editorial Deimos, 1987, pp. 631-51. (525) Fray Vicente Rubio, Fray Pedro de Córdoba, Padre de los dominicos en América, Santo Domingo, Casas Reales, 1977; Indigenismo de ayer y de hoy, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 2008. A este respecto, ver igualmente Emilio Rodríguez Demorizi, Los dominicos y las encomiendas de indios de la Isla Española, Santo Domingo, Fundación Rodríguez Demorizi, 1971. (526) Max Henríquez Ureña, Panorama histórico de la literatura dominicana, Río de Janeiro, 1945, p. 196. (527) Pedro Henríquez Ureña, «Las fórmulas del americanismo», en Seis ensayos en busca de nuestra expresión. Obra crítica, México, Fondo de Cultura Económica, 1960, p. 247. (528) Laura Gil, «Eros, Thánatos y tainismo en el arte dominicano contemporáneo», en Presencia de la cultura precolombina en el arte caribeño contemporáneo, Santo Domingo, Banco Central de la República Dominicana, 1999, pp. 27-28; Bernardo Vega, «Indigenismo y mestizaje en el arte dominicano», en La agenda pendiente. Reformas, geopolíticas y frustración (Artículos y conferencias 1990-1995), Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1996, p. 318; Manuel García Arévalo, El arte taíno y la identidad nacional dominicana, Santo Domingo, Fundación García Arévalo, 1999. (529) Manuel García Arévalo, «El neotainismo dominicano y la Feria de la Paz», en Bernardo Vega (ed.), Arte neotaíno, Santo Domingo, Fundación Cultural Dominicana, 1987, pp. 13-17. (486) (487)
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Este libro TAÍNOS, ARTE Y SOCIEDAD, De Manuel A. García Arévalo terminó de imprimirse en el mes de noviembre de 2019 en los talleres de la Editorial Amigo del Hogar, Santo Domingo, Ciudad Primada de América, República Dominica