por qué tiemblan
Poesía · Ilustración · Ensayo · Fotografía · Crítica
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Julio de 2015
TIEMBLAN LUCAS TOLABA · GUILLERMINA ROMERO · JESS B · PRISCILA DIANA HERNÁNDEZ · JOSÉ IGNACIO · SABRINA DECÓN · ANA ROCÍO JOULI · ANDREA ABREU LÓPEZ · MARTÍN MOREU · JESÚS BORDA · MARLENE AYALA · ENRIQUE ADRIÁN MARTÍNEZ · AÍDA GONZÁLEZ ROSSI · VERÓNICA BARRIONUEVO · LEONARDO SEBASTIÁN GARZA · JULIA PUMARIÑO · ENRIQUE · ADRIÁN MARTÍNEZ PRISCILA PALOMARES
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Portada Lucas Tolaba Dirección Jesús Borda Noelia Palma Pablo Romero Diseño Águeda Alonso
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Julio de 2015
TEMBLAMOS EN
Blog: www.porquetiemblan.blogspot.com Revista disponible en issuu.com/pablo-romero Contacto E-mail: porquetiemblan@outlook.es Facebook: www.facebook.com/porquetiemblan Twitter: PQTiemblan
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LUCAS TOLABA 6-7 LA IDEA DEL CALOR ESTAR HASTA LAS MANOS GUILLERMINA ROMERO 8-9 JESS B 10-11 MUJER QUE EXTRAÑA PRISCILA DIANA HERNÁNDEZ 12
DOSIS EXACTA POEMA COSMOLÓGICO LEONARDO SEBASTIÁN GARZA 34-35 INTRODUCCIÓN A LA CIRUGÍA JULIA PUMARIÑO 36 ENRIQUE ADRIÁN MARTÍNEZ 37 PRISCILA PALOMARES 38-39
JOSÉ IGNACIO 13 ENTRE LÍNEAS SABRINA DECÓN 14 ANA ROCÍO JOULI 15 UTILIDAD DE MI RELOJ ADIÓS PARTIDAS ANDREA ABREU LÓPEZ 16-17 TAN QUÁNTICA MARTÍN MOREU 18-19 / 26 JESÚS BORDA 20-21 / 27 / 31 MARLENE AYALA 22-23 INVERTEBRADO ENRIQUE ADRIÁN MARTÍNEZ 24-25 CUCARACHA Y FLOR FILO FILOSO AÍDA GONZÁLEZ ROSSI 28 - 30 VERÓNICA BARRIONUEVO 32-33
SUMARIO por qué tiemblan #6
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LUCAS TOLABA Bloquean boca santa el humo en sus paredes, de las trascendencias lumenes, las guerras lumpen. Se pasean fulgurantes los rios y las venas Bocanube implosionada /los lamentos, la serenidad de cuánto santo se pasea/ la imberbe sociedad que camina con los pies prendidos fuegos sobre el hielo. Nacer de huevo lampo, emerger la vida toda, de calibre llano, de silencio canónico. Siempre bloqueando la bocanube que dice Tu cielo. Boca santa el humo en sus paredes, bloqueando siempre bocanube. Guerra lumpen. * Se le dijo al cuerpo que resista la soledad. Se le pidió a las alas la cosecha de sus raices. Y los ojos por siglos de los siglos vislumbraron una porción del entramado. Quizás por eso somos tan absurdos cuando hablamos de absolutos. No se le puede pedir sangre a los niños. ni negarse a un sacrificio. Echa alas, y cosecharas raices. Los huesos no hablan de oscuridades.
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sí de de furía y libertad. Al que piense que es: que se le otorgue la nada. ¿Ya sentiste eso que no podemos ver? * Había nacido el héroe que los liberaría. Hubo que enseñarle las letras de la muerte, para que nos cante la vida. Y una vez dormido, caímos otra vez en esperar que nos pase un gran tren por encima y nos descuaje el alma ansiosa. Porque no toleramos vivir sin pensar que algo -o alguien- nos va a rescatar.
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GUILLERMINA ROMERO LA IDEA DEL CALOR I Al resguardo de la noche conservo aún la impaciencia intacta el no haberme cruzado este día negro con lo que deseaba: con lo que había tenido que cruzarme. Todavía, no sé con qué propósito, espero encontrarlo ya no en esta vida, ya no a esta hora. El sueño con su ingravidez me traerá lo que consiga del camino algunos árboles, algún diluvio, alguna coartada con la que te excuses mañana y tal vez no es cansancio tal vez no es tanto miedo tal vez ocurrió que la idea del calor no te acercó lo suficiente. II Algo debería explicarme por qué aún todavía muy a pesar de lo que ignorás seguís confundiéndome con lo que no puedo ser en este tiempo. Me hice amiga del mar y de los árboles inclusive les escribo para que no te alerten de que sos algo más importante de lo que pensás y pienso que quizás, muy quizás, sea porque no haya alguien más y es otra mentira el autoengaño ultimamente comienza a dificultarse cada día con cada palabra, tuya o mía un pequeño velo se cae al abismo para no volver.
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ESTAR HASTA LAS MANOS estar hasta las manos como la mejor forma de inventar el ahogo hundirse hasta las muñecas haciendo ola y correntada con el último suspiro ver borroso sumergida y mover los dedos en la superficie haciendo ademán de aquí yace la que está hasta las manos
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JESS B
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PRISCILA DIANA HERNÁNDEZ MUJER QUE EXTRAÑA
Entonces llegó áquel día en que misteriosamente me rendí ante el teléfono y, sobre todo, ante mí misma, y dejé de llamarte y es por eso que hoy estoy escribiéndote para decirte de qué maneras no te extraño para decirte que te extraño pero en otras formas: antes de una levantarse decidida y caminar hasta el baño cargándose en el cuerpo que pesa sobre las pantuflas y mirarse de reojo al espejo y devolverle a esa otra que aparece ante una la mirada más furtiva y más sensual que lleva guardada y ni sabía para regalársela con ganas a esa que es una en las horas más tempranas y que ese instante sea tan basto y tan alcanzable para que pueda, una, la mujer, jugar a ser linda por el resto del día. Antes de eso una pasa por la esclavitud de un hueco diestro que no logran abordar los almohadones porque es profundo, es hondo, va mucho más abajo que esta mano estirada y abierta que tantea queriendo saborear el fondo y sigue calando adentro con lo que se dejan estirar los dedos y la mano, la pequeña mano es tragada por el vacío y no hace tope. Y una pasa por mirar la pared viendo, no tu rostro, no tus ojos, no lunares, sino tu respiración: la cadencia de tu pecho que subía y que bajaba y que subía con tal serenidad que yo lo miraba en lugar de contar ovejitas. Entonces mis párpados iban lentamente de arriba hacia abajo y arriba y viceversa hasta rendirme a Morfeo que me enredaba en la seda de sus dedos sedantes para llevarme. Para llevarme a algún lugar. En algún lugar yo era chica. Yo era chica y no te conocía. Aún. Y sin embargo, vos me salvabas del mundo.
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JOSÉ IGNACIO Un abrazo fuerte pero fuerte en serio, envolverte entre mis brazos, las palmas en tus escápulas, mis dedos barriendo desde tus hombros a tus costillas, apretarte contra mí hasta sacarte todo el aire, quebrar tus huesos y volverte una masa informe, cada vez más pequeña bajo mi peso, insignificante, nula, humo que se va, dejando un rastro de hollín que borro humedeciendo mi pulgar con la lengua para frotarlo allí donde ya no hay nada. Eso nomás quiero darte, un abrazo grande y ya. Tal vez eso te parezca mucho y pienso que, en ese caso, puedo conformarme con menos. Tomar prestada una de tus manos, arrancarla y apretarla entre las mías, ir rotándola al ejercer presión, transformándola en mi canica favorita. Tratarla con cuidado, suavizarla a través del tacto cálido e ininterrumpido, haciendo imperceptible cualquier aspereza, imposible distinguirla de una miga de pan calentito, henchida de ternura. Guardarla para siempre en mi bolsillo y jugar con ella, mientras espero cruzar la calle; tu mano en mi bolsillo. Pero entonces, tal vez digas: ¡Ay de mí sin una mano! ¡Ay de mi, monstruo manco! Pues si a esto llegamos, si tales pretextos antepusieses, muy bien...solamente en esa circunstancia creo que podría conformarme con menos y pedirte nada más que me mires.
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SABRINA DECÓN ENTRE LÍNEAS
Los estados del cuerpo en el viaje de un papel en el parque mirando una vuelta al mundo abandonada es de noche, lluvia y niebla la señora se ríe mientras armo una línea hace frío, algo late debajo y el corazón en sus revoluciones parece decir, todo está bien esta noche y no importan la soledad ni los pesares ni las otras mil carencias esta noche todo está bien me pierdo entre líneas veo un amanecer beso a la señora en la niebla prendo un cigarrillo pienso en mi vida entera diluyéndose y ya no me importa
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ANA ROCÍO JOULI *** Las grandes ciudades son irreales. Miedo de vivir en una ciudad que no duerma: como toda criatura asustadiza, una ciudad necesita dormir para distinguir lo bueno y lo malo. Debe existir un silencio para que algunas cosas mueran. En las grandes ciudades somos irreales; ahí está el revés de su secreto y también su posibilidad de sustracción. ¿Cómo se puede salir de una y llegar a otra en un tiempo previsible? En el camino, todo lo que no es paisaje sucede en un tiempo de estrella que hace de toda visión la música de no pensar en nada. * La niebla de las ciudades resplandece como una amenaza. Los edificios duermen con luz para salvarse de los sueños que empañan las ventanas. En la cafetería de la terminal, los mozos hablan sólo entre ellos. No es bueno estar afuera cuando la niebla baja. Las grandes ciudades aprenden a habitar lo que no despierta. En la madrugada todos temen que alguien les cuente un secreto. Si pudiera cerrar los ojos ahora, sabrían hacia dónde voy y por qué no deseo regresar. La transparencia es por el frío. Hay catedrales en el silencio de la terminal, y todos los viajeros tarde o temprano se confiesan. * Leemos en los trenes como si no dejáramos de mirar hacia afuera, donde ocurre lo que nos conmueve. Los ventanales de la estación expanden el cielo: los trenes entran por allí y salen por un gran reloj que alguien se ha detenido a ver. El asombro siempre delata a los extranjeros. Estructuras de hierro contra el gris, como un recuerdo en una sucesión de desconocidos que son amigos entre sí. Un pasajero es su propio amuleto. El viaje se reduce a vagones verticales por donde cae la velocidad con todo su silencio. * Ciudad fuma y quiere morirse. Su cielo se subió a los andamios de una obra en construcción y se fue golpeando las puertas. Las Villas cantan casi tanto como lloran, con niños prendidos del cuerpo y tibias prostitutas. Dios se viste de vieja y se pone las mañanitas para salir con su carro a juntar pobres, a juntar tristes. Se los arranca de las manos a Ciudad, que resiste pero luego se olvida y corre a ajustar los focos en su cabello, lacio y perfecto como los edificios. Siempre teme que la dejen sola entre sus luces.
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ANDREA ABREU LÓPEZ UTILIDAD DE MI RELOJ Un pájaro azul se ha alimentado de mis ojos todo este tiempo. Ciego las horas como topos. Muerte, me dueles en la sangre.
ADIÓS A Fernando Angulo Herrera amiga de este cuerpo me caminas como la noche y la noche me despierta en llamas te vas y me quedan los cercos azules de tu ausencia ese olor a flores moribundas
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PARTIDAS …el corazón sudado como después de luchar hasta el olvido con los ciempiés del humo. JULIO CORTÁZAR me fui y no sé si alguien recuerda recordarme si al menos he dejado una marca de dedo en algún pomo de puerta para que acaricien mis huellas dactilares mientras duermo en el avión tengo esta mañana el pecho inquieto como impreso de caras inconexas y besos de despedida en las puertas de desembarque una montaña blanca me observa desde abajo y busco algún puntito en las alturas un alpinista extraviado tal vez la azafata pasa con el carrito de los aperitivos y me ofrece un poco de agua hay tres galletas un bolígrafo y una fotografía en el asiento contiguo tras la ventana una nueva nube medio rota y gris avanza cierro los ojos y ya todos se han marchado nadando hacia sus casas con el chaleco salvavidas.
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MARTÍN MOUREU Memento mei: funeral milonga al padre, enseña del existir lo in-significante, censura los engaños del suyo seguro de vida y concluye su discurso con lapidaria sentencia definiendo la igualdad ante la muerte como inútil socialismo, fosa común. Superándose cierto punto crítico en la cadena de reacciones químicas que sostiene alertas signos vitales se introduce en la coyuntura una variable no prevista, una verdad cuya expresión corporal recién ahora empieza a resolverse. Cese de-función, luego, su número de legajo archívese su historia clínica. Lo más pronto posible suplida sea tal faltante en el personal. Cuando en la llanura naciera, los árboles todos habían sido ya plantados, sin embargo, por más que hoy cerrase la causa urgente surgirán preguntas buscándole otro cauce a la retrospectiva de sus días. Sin más tarea que trasplantar a su modo, con propias palabras pregonaba fábulas cristianas y a veces nos mandaba jugarle al Loto propinándonos un vuelto en monedas. Incluso sus palabras eran monedas de dos caras, aunque, pensándolo bien, el sentido no se hallaba tanto en el reverso como en recorrer el borde. Aparte, ¿en qué se diferencia aspirar a una recompensa en el más allá a poner esperanzas en salvarse con el Loto? ¿Cuándo nos daremos cuenta de que al final nos definimos por las preguntas que nos hacemos? Y puestos a procesar cuánto ahorramos
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en las últimas vacaciones: la reforestación, la descendencia, las propias palabras y hasta el trasplante de órganos parecieran tornarse consuelos aterradores. Ingenua necesidad moral de un balance de bienes y deudas. Resultase, “gracias, de nada, quedate con el vuelto”, un epitafio adecuado si buscarle sentido a la vida acaso más no sea que un exceso de literatura.
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JESÚS BORDA JARDIEL SANTI
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MARLENE AYALA (de La casa del espanto, inédito) I Mamá me odia tanto soy hija de su lujuria de la boca obscena que se abre frente al falo que llueve Pudo haberme abortado, si, pudo haberme arrojado a la zanja donde se arrojan todos los gatos muertos pudo haberse quitado el peso como un perro que lame la muerte ajena. Pudo haberse limpiado las piernas llenas de sangre como quien lava el piso con jabón magistral que todo lo deja siempre brillante y con la frescura del limón. Pudo haberme dormido bajo una almohada al ritmo de las canciones de Maria Elena Walsh y su arroz con leche arroz que ella pone debajo de mi cama para ver si soy princesa pero no... no siento el arroz y ella se enfurece y le arranca la cabeza a todas mi muñecas y se las arroja a la boca de mi padre que se aleja en bicicleta hacia un país oscuro. II
Papá está en todos lados. Es el ojo que todo lo ve. Todos aman a papá. La perfección la vomitan sus ojos. Papá, papá, este pálido cuerpo Ya no duerme en la tersura De nubes que siempre llueven en tu boca. Papá todos los pájaros Comen de tu mano y las putas dicen Que llevo tu nombre escrito en mi espalda.
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Papá, mamá duerme con los ojos abiertos Mientras vos acaricias mis cabellos Que se mueven como peces fuera del agua. Papá, mi conchita es una florcita roja Ajada de tanto espanto. Papá, tus manos son un espectro Provocándome arcadas. Papá, tus palabras son escarcha Congelándose en mi vientre Que hace poco aprendió a sangrar. Papá, ¿Porqué buscas a dios en mi cama? Papá, las puertas del abismo Están entre tus piernas. III
Mi vecino de al lado tiene ojos de caramelo, me invita a jugar con su hija y nos regala muñecas de porcelana Marlene tiene la boca de frutilla. Él siempre nos peina con un peine de oro y nos compra disfraces de sirenas, nos saca fotos como ninfas. Mi vecino de al lado huele a muertos pero su voz tiene la frescura de chicles de fruta. Mi vecino de al lado me regala bombones para que lo acompañe a todos lados. Una vez me llevó a una garage y me prometió que probaría el chupetín más grande del mundo. Me dijo que debía agacharme para poder probarlo, porque era tan grande que era difícil ponerlo en mi boca Entonces me arrodillé y abrí la boca y lo acercó, era un chupetín pegajoso, y con un sabor re-raro.
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ENRIQUE ADRIÁN MARTÍNEZ INVERTEBRADO Mi espalda se sostiene de un exoesqueleto; cuando no estoy en cama, o lo mudo cruje el vinilo mal formado de la médula, una pieza de drone involuntario proclive a ser sobregrabado con los samples de tus mensajes de voz. Mi espalda es una calle mexicana del bajío, de un barrio con residentes de la tercera edad pavimentado hace 24 años, gentrificado hace tres. El arte de las calles me impulsa a las cantinas El ñiño de la botana dice señor. Tengo veinticuatro pero te ves de treinta. Mi espalda es una mirada que termina en el piso. No tiene facciones o líneas expresivas, solo una cicatriz inexplicable. La del concreto roto por el agua, por todos los que le han pasado encima. Trato de cubrir las calles de mi barrio con un derivado de la gasolina que permite que en ella sigan fracturando los autos y todavía –a veces- un caballo viejo que carga fruta. El tacón de una bota se clava en una nueva grieta, y arranco un accesorio a la mujer que corre para nunca volver a caminar encima de mí. Mi espalda es el origen del comparacionismo; la crítica de las formas fáciles para lo irresoluble y una queja que no dimensiona lo fantasmagórico de su andar ni la fácil fantasía, en el alivio de la codeína púrpura y ferrosa,
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que el hígado celebra; invertebrado molusco que busca derramarse y tomar el accidente. Mi espalda no se rebela, ni aprisiona el tentáculo de un kraken. No busca darme motivos convincentes Para tratarla con delicadeza y buenas posturas, si acaso busca darme una razón Para recordar que todos fuimos invertebrados.
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MARTÍN MOUREU TAN QUÁNTICA La chica cuántica me dice que tengo el sueño cambiado: debería, según su punto de vista, desligarme del modo binario, ahumar mi conciencia con yerbas psicoactivas y sahumerio. Resulta, dice, impostergable instalar un socialismo sin industrias ni desechos tóxicos, donde todos podamos, consagrando una huerta orgánica en las macetas del balcón, vivir felices. Dice, “minería a cielo abierto”, clavándome una mirada de medusa; “la masa se mueve por inercia”, formula. Con la boca abierta quedo masticando ese chicle mental. Sin ánimo de contradecir ni de buscar consenso, no hay mejor opción que dejarse atravesar por la música ambiente. Lo material, ante los ojos verdor agua, se desdobla en energía. Consecuente con Heisenberg, su visión altera la conducta de todo lo que toca, yo no puedo ser más que lo que reacciona a la magnitud de sus pupilas: incertidumbre. Tan fotogénica al incorporarse, desde cuya perspectiva extasía la curvatura espacio-temporal en su andar, forma y fondo, hacia la cocina con vistas a preparar un té de hierbas naturales (sic), con tal gracia (natural, obviamente) que propicia una cósmica armonía entre la manzanilla y el cedrón. Cómo no colgarme viéndola delicada en la panorámica alinear porcelana sobre una bandeja; entonces da media vuelta y me aclara, “tan legible no soy”, inclinando los anteojos.
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JESÚS BORDA
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AÍDA GONZÁLEZ ROSSI CUCARACHA Y FLOR I Las flores de la abuela lloran y chillan cuando las mete en esos jarrones. Hay lloros y chillidos que corren por toda la casa y la llenan de un ruido caliente y como de metal roto. Así no puedo más. Le digo a mamá que me quiero ir a la otra casa. Pero que no, me dice, que aquí estamos bien y huele a rosas recién cortadas. A rosas con las venas recién cortadas, le quiero responder, pero tengo los pies de motor y me voy corriendo a esconderme en mi pieza y a dejar de escuchar. De escuchar a las flores que berrean en esos jarrones pintados con otras flores, jarrones autónomos que pueden ser sin que haya nada dentro. Pero nada. Que la casa se llena de jardines y jardines a escala mínima y es insoportable. Y encima me dice mamá que si les pones demasiada agua a las flores, pues se ahogan. Ahora mamá se parece a la abuela en los ojos y en las arrugas. Yo le pido menos agua porque ya ellas se han regado de tristeza y de ahogo y creo que están un poco marchitas. Sé que quieren que las reguemos solo para disimular, para que no veamos que se están deshaciendo en otros goterones que son salados, que son como de mar pero no han visto jamás una ola. El caso es que las flores se están muriendo. Y lloro yo. Les he puesto un reloj al lado para que se den cuenta de que todavía no tienen que morirse. Pero dice mi abuela que las flores tienen que estar cerca de la ventana y que no hay que poner relojes al lado de las flores, porque a las cucarachas les encanta el ruido de las agujas y entonces los relojes siempre tienen que estar impregnados de matabichos. Eso dice ella. Creo que voy a hacer guardia delante del reloj del salón. II Ahora una cucaracha se hace la dormida. Tiene las patitas estiradas y mira al frente. Me como tres almendras por cada vez que le digo que es bonita y que tiene el mundo mecido en los pies. Pies blandos y marrones como el mundo mismo. Le hablo bajito. Que hoy he almorzado macarrones, que Alberto quiere que vayamos mañana al parque a ver los lagartos. Y que le he dicho que no. Porque los lagartos, no sé, son así como un poquito raros. ¿Verdad, cucaracha? Pero no responde porque se le destrozaría el plan. Todo el plan. Todo lo de hacer que duerme para que yo le siga diciendo cosas bonitas como si creyera que no las va a oír nunca. Eso lo escuché en algún disco, en algún libro, creo. No sabía que a las cucarachas les gustaran los cuentos.
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Ay no. Ya está. Las flores a berrear. Que esto no es así. Me levanto y con el dedo delante de la boca les hago como para que se callen. Que se le va a joder el plan a la cucaracha, les advierto con una mirada fría fría fría como el cristal del reloj. Silencian por fin su tristeza y me vuelvo, pero no hay cucaracha viva y sin embargo. Sin embargo. Pero no. Jarrón asesino. Jarrón homicida. Jarrón que cae en trozos sobre el cuerpo marrón de mi amiga. Y es mi abuela y es mi madre y son las mismas arrugas ahora que alzan la porcelana o yo qué sé y dan golpes golpes golpes sobre el semanario. No quiero mirar, no quiero mirar, no quiero mirar. Las flores vuelven a gritar, desnudas ahora en la mesa céntrica, mesa de justa mitad, mesa de distancia. Me uno a ellas y berreo. Lloro y me riego. Lloro y me marchito. Lloro y el jarrón-muerte acaba de separar a la cucaracha de cabeza y antenas y boquita humilde. Mi bella durmiente. Fui yo quien le puso el reloj al lado para que supiera que ya le tocaba morirse. Fui yo quien mandó a callar a las flores y las sacó con orgullo del jarrón-eclipse. Soy yo quien pisa el cadáver húmedo. Y huele a matabichos.
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FILO FILOSO Para Andrea Abreu López Tenemos un filo filoso en los ojos. Esquina perdida. Siempre sube a la azotea y nos arrastra, nos corre con piernas nuestras por escaleras-vórtice. En lo alto de todos los edificios hay una escalinata blanca, blanca y neutral, que no dice nada. Nunca solloza. Nunca rebosa en holas. Y el filo filoso nos despunta con un brazo al bajo del primer escalón. Dice suban. Dice suban. Dice arrastro con palabras sus cuerpos de huecos. El ojo esboza una sonrisa boba. Sonrisa de loco. Como una media luna curvada en la piel rostriza. Tenemos una esquina podrida. Y miramos con el filoso filo a lo alto del subidero. A lo alto, lo lunar. El cielo raso. Investigamos como detectives de lo punzante. Libros, libros y hojas llenan los vértices de mi mesa escalonada. Subimos y bajamos, bajamos y subimos. Arrastradas. Pero quietas. Y salimos a la calle. Calle mordida. Hay luces que ciegan y coches veloces y personas que enseñan dientes de pincho, dientes de caminos hacia estómagos de colchón y piezas. Saludamos y miramos. Y partículas condenan el filo filoso del ojo: no entra igual, no sabe igual, la mirada hace siempre esquina y el redondo señor que vende redondas sandías con su redonda risa de redondez circular parece un cuadro, un Mondrian, un azulejo. Tenemos filo filoso en ojos y cuadros cuadrados y boca dice no entender y siempre la azotea, siempre escalinata, siempre el cielo que no tiene forma, cielo que corre más allá de la esquina perdida. De lo alto de un árbol bajan los dedos. Hacen pasitos. No hay misterio. Yo no me retiro del cielo raso. Siento piernas en suelo-azotea. Espero plurales. Decido que no, que no. La luna es cuadrada. Pero redonda. La luna es un cuadro. Pero sin marco. Porque tenemos en los ojos un filo filoso. Pero llegas. Pero te sientas. Pero me hablas. Pero el túnel pupilar te atraviesa por el fondo. Y te veo. Tú siempre eres redonda.
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JESÚS BORDA por qué tiemblan #6
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VERÓNICA BARRIONUEVO Durante cinco minutos, a mediodía, siempre hacía un alto en el mismo lugar del campo; con las orejas erguidas escuchaba algo. La liebre dorada, Silvina Ocampo contra el tornasol de la mañana tirada sobre la nieve hermana, quizás, de la arena la liebre no se ve. la lenta sinestesia del oro se nos apaga. centro de un punto de fuga, la liebre atravesada por vectores que ignora pero la llaman. los ojos amarillos de las gacelas no la conocen. el viento sopla hecho cuchillos y no la toca. tiembla adentro de su cuerpo y todo su cuerpo es la parte de adentro de algo más grande que la protege. madriguera visual. rosada. la eternidad será mientras se vuelvan a abrir los ojos después del parpadeo. bendita la hija predilecta de la mañana. ¿cómo es, liebre, el tacto de lo que nos escapa? ¿cómo es ser tocada y ¿cómo es, liebre, liebrísima, tener la fe semejante como para que te nombre dios y escucharlo? * cualquier día, en tu casa, en tu propia casa, una libélula, una rata, cualquier presencia te sorprende anunciando lluvia o simplemente recordándote al pasar que está la muerte ahí al alcance, en los dientes
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de un roedor que pasa corriendo balcón afuera. cualquier día. cualquier presencia. no temés. el empapelado del dos ambientes tiene lobos que desgarrarían a una libélula o a una rata y además hablás con tu madre que te cuenta que soñó que llevabas en brazos un cachorro. antes de vos esa mujer a quien solamente conocés como madre no era madre, era sencillamente una mujer. como vos, que mientras la oís advertís una libélula o una rata, y cualquier presencia te sorprende, te hace pensar en los lobos que desde el empapelado te vieron desnuda y silvestre desgarrar a tu amante: algo te sorprende al anunciar lluvia o simplemente al recordarte que está la muerte ahí al alcance pero que también -más al alcanceestá la vida. (de La piel de Saturno, inédito).
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LEONARDO SEBASTIÁN GARZA DOSIS EXACTA
En el ámbito de la Poesía no existen dosis controladas, o bajo prescripción métrica “La palabra es el arma más poderosa” dijo el Filósofo Raimundo Lulo Por eso hay que dejarla salir cual géiser de inspiración brotando de tu interior; los Poetas somos temidos por el dictador, porque somos capaces de conquistar Un corazón o hasta una nación, empleando nuestros versos, como si fueran insumos para aliviar la situación, teniendo el poder de revelar, desnudar, apasionar, sugestionar y convencer a todo lector, que ni las balas al alma ni el fuego a los textos podrán con la conciencia que se despierta gracias a la palabra nombrada, palabras humanas: divinas palabras.
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POEMA COSMOLÓGICO Dicen que la vida como la conocemos; Lo inconmensurable del universo: Todo lo que existe en forma de materia y energía, Conformado por galaxias, constelaciones, Planetas, nuestro sistema solar, Así como las leyes que lo gobiernan; Surgió de un punto inicial llamado Big Bang, Una expansión del espacio – tiempo, Desconozco la duración de este hecho, Estoy seguro fue mayor del que tome Para darme cuenta que tú eres la mujer más bella y linda Que este acontecimiento me pudo dar, Esa sonrisa y esa mirada me lo comprobaron, Aun teorías dicen que el universo sigue en expansión, No por la energía, sino por la inercia misma, Menos mal, sino todo este amor A donde irá a parar. Poema M Leyendo sobre las teoría de las cuerdas, Quise hacer un poema que te pienso regalar, Entonces reflexiono: Materia, quarks, átomos, electrones; Que loco debo de estar, Pero para mí esta es la única manera Para decirte que te amo inmensamente, Hasta ese estado vibracional llamado cuerdas dice que te ama Las once posibles dimensiones Deseo recorrerlas tomado de tu mano, Mi estructura molecular sigue firme Gracias a esa mirada que me consolida, Que me da vida, Mis electrones siguen la frecuencia de tu amor, Que importa si no poseo plata o lujos para ofrecerte, Si cada vez que te escribo desafío al universo Y a todas las teorías existentes, Para decirte que te amo infinitamente.
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JULIA PUMARIÑO INTRODUCCIÓN A LA CIRUGÍA
Las entrañas de este ser se han descubierto ante la atenta mirada de cuatro cuerpos desencajados por el silencio y el frío del quirófano. Unas manos blancas tocan cada poro examinan cada átomo de enfermedad. Los alumnos observan cómo es un hombre por dentro las vísceras más importantes los procedimientos más sencillos, luego los complicados. Se palpa una masa que se agita con el movimiento de la pinza; las sonrisas son nerviosas y las gotas de sudor recorren las paredes de la dermis médica. ¿Es que nadie sabe el nombre del paciente El conocimiento dice: Aplique usted anestesia al dolor. Rellene los huecos de esta cavidad vacía. En esta sala cuando los instrumentos son utilizados se alzan en señal de poder en señal de victoria; haciendo gala de su impune condición humana.
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ENRIQUE ADRIÁN MARTÍNEZ por qué tiemblan #6
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PRISCILA PALOMARES I. cuando te duele el vientre ya te vas fresa ovalada no te vamos a extrañar dedos hinchados por tantos taconazos al velcro mojado olor a cigarro entre las piernas el pelo con ojos cansados de tanto esquivar miradas de ganchos por qué te fuiste a pasos de cordón fluidos en el volcán por qué te fuiste no te pisamos aquel estambre atado al talón por qué te fuiste dejaste un sillón desocupado un pájaro sin plumas por ver un remolino arrancarte los pelos del aire II. y sigue esta navaja atraviesa la tripa del sillón evoca unos ecos negros latigazo lo escuchas escuchas el silencio del monte atrás de la ciudad de las quejas las preguntas resuenan en mis latidos no sé si alguien de aquí se acuerde de ti nunca contestaste el teléfono que te regalé yo no soy de mucha plática eres de mucho pensar boca de tijeras pones a las carnes a bailar por dos manecillas gritamos a las paredes derretidas el cuarto se encoge se escapan nuestras latas de pulmón afuera de ese cuarto sólo se escucha un teléfono d o d e c l a o s g
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III. Critoris en el silencio de los huesos cruje un cuervo de vidrio roto encaja la carne a la cortada corre a un rĂo de garras ahorca huecos una garra una cuerda una garra un chillido una garra una cortada una garra un rastrillo una garra un tumor en la garganta sostiene los ganchos de costra seca piel de elefante se despega una grieta desnuda los pliegues arrugan leĂąa quemada gris suelta un silencio cruje crujen huecos
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