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VOCES “ Soconusco, un corredor migratorio
Todo parece indicar que la civilización mesoamericana empezó en este corredor migratorio según los arqueólogos Philip Drucker (1948), José Luis Lorenzo (1955) y Barbara Voorhies (1976). Ellos demostraron que este corredor estuvo poblado por pescadores y recolectores nómadas durante 1000 años, desde 3000 a.C. llamados los Chantutos. Mil años después, se piensa que llegaron los Mocayas, dándose así el nacimiento de los primeros agricultores de Mesoamérica y el uso de la cerámica.
Este asentamiento hacia el 1800 a.C., se llamó el Paso de la Amada y es particularmente especial, por ser la sede más antigua en tener un juego de pelota. Según el arqueólogo Richard Diehl, los comerciantes olmecas aparecieron en el Paso de la Amada en el año 1150 a.C., hasta lograr una integración de toda la estructura social a la que le llaman los Olmecas del Sur.
Entonces, aquí nace una duda que intentaré plantear, no con el fin de resolverla, sino de que alguien nos brinde alguna luz que nos aclare el panorama. Dicen los arqueólogos que los Olmecas hablaban un idioma llamado proto zoque-mixe. Entonces ¿dónde aprendieron a hablar zoque? Siempre nos han dicho que la Olmeca es nuestra cultura madre. Esto quiere decir que, en algún momento los zoques dominaron a los olmecas, sino no hablarían su lengua. Cuando los normandos franceses invadieron Inglaterra impusieron el Normando Francés. Por lo tanto, los zoques debieron haber impuesto su lengua y, por consiguiente, los zoques son más antiguos que los olmecas. Siguiendo en esta lógica, los zoques serían entonces nuestra cultura abuela.
Pero siguiendo con las migraciones, luego llegaron los mames provenientes de Guatemala a este corredor en el año 600 o 700 d.C. Las tradiciones históricas quichés dicen que los mames se movieron hacia Chiapas en el siglo VI o VII al mando de Acxapil. Después de la dominación olmeca y mame, llegaron los toltecas. Pueblo nómada del estado de Hidalgo que llegaron en el año 1100 d.C. bajo el mando de Nima Chiché; pienso que no llegaron, sino de alguna manera, regresaron a su origen. Por eso el muralista César Corzo siempre escribió y luego pintó en el mural del palacio de Gobierno a Tamuanchan, Soconusco, como el origen de nuestra civilización.
En 1524 Hernán Cortés ordena a Pedro de Alvarado la conquista de Guatemala y este pasa por el Soconusco. En 1590, según ciertos documentos, don Miguel de Cervantes Saavedra, creador del El Quijote, solicitó ante el Rey Felipe II, el puesto de gobernador del Soconusco. “Acababa de regresar de la guerra, estaba manco, pobre, y pidió diversos empleos en América, entre ellos ser gobernador del Soconusco…” nos dice nuestro amigo Carlos Román García.
Para el siglo XIX, Porfirio Díaz pone en vigor un convenio de deslinde con la Compañía Mexicana de Colonización de San Francisco (1884) y comienza la migración americana. Esta migración está muy bien narrada en el libro San Antonio Nexapa de Helen H. Seargeant, reeditado por la UNICACH en 2000. Ella nos va narrando como salieron de California en el barco San Blas y transbordaron en Acapulco al barco Panamá, hasta llegar al puerto de San Benito, Chiapas, en 1888. También nos narra de todas las fincas que existían antes de su llegada. De las fincas que recuerdo estaban la Finca Colonia
Roberto Chanona
de los Schellenger; la finca Quién Sabe de Archie Wallance; la finca El Retiro de Ángel Nieves; finca La Joya de la familia Matheny; finca San Carlos de los Lesher; finca San Juan de John Mcgee y otras de propietarios mexicanos como Las Chicharras, de la familia Ortega y la finca Guanajuato, que olvido el nombre de sus propietarios.
Cuando hablamos de estas migraciones pensamos que los alemanes llegaron primero, pero no fue así. Fueron los americanos que compraron tierras para ganadería y cultivar café. Entre 1880 y 1890 el precio del grano de café se elevó, la disponibilidad de los terrenos en Guatemala se agotó y creció la demanda de estas tierras porque el rendimiento de una planta era de 1.87 kilogramos, cuando en otras regiones era de 1/2 kilo.
En 1888, el establecimiento de la colonia americana estaba suspendido debido a la falla o desinterés de la compañía que comenzó el negocio de instalar a los colonos. Para ese año, nos dice Helen, ninguno había podido obtener el título de sus tierras y regresaron a los Estados Unidos vendiendo sus propiedades. Esta concesión deslindadora pasó a manos de la empresa inglesa Chiapas Land and Colonization Company, y es en este año que llega Arthur Erich Edelmann, procedente de Alemania, para fundar la finca Hamburgo. Esta finca se encuentra activa hasta el día de hoy en la ruta del café.
Haciendo un paréntesis, hace poco me hospedé en la finca Hamburgo y déjenme decirles, que es de una belleza extraordinaria. Las cabañas son muy cómodas y cuentan con alberca, spa, restaurant y un mirador de donde se observa el mar y a un lado, el volcán del Tacaná. El clima riquísimo y los jardines llenos de orquídeas silvestres y heliconias tratadas con un cuidado especial. También tiene un museo que vale la pena visitar para conocer la tecnología
Ray Davis
de punta que tenían en 1925 y poder conocer la historia de esta familia originaria de Perleberg, Alemania. La finca Hamburgo, bien vale una misa.

Existen otras fincas que funcionan como hoteles como la finca Argovia. Según Helen Seargeant en su libro, Adolfo Giesemann (dueño de Argovia) llegó por intercambio en 1898 con don Ángel Nieves y doña Fidelia, quienes le vendieron la finca El Retiro que se trataba de una chocita de adobe. También hay otra finca muy bella que funciona como hotel y se llama la Casa Grande, lo que fue la finca Santo Domingo (1920). Se sabe que el propietario era Enrique Braun, pariente de Eva Braun, compañera de Adolfo Hitler. Cuentan que el mismísimo Hitler estuvo escondido ahí, pero solo son leyendas porque no hay ningún registro que prueben tal hecho.
Pero volviendo a nuestro tema, existe otra migración de la que se habla poco. Se trata de la migración japonesa. Takeaki Enomoto, vizconde y ministro de relaciones exteriores del Japón, fundó e impulsó una asociación de migrantes. En marzo de 1897 partió del puerto de Yokohama, un grupo de 36 jóvenes veinteañeros con destino a San Benito, Chiapas. Los terrenos que habían comprado estaban cerca de Escuintla. De esta migración llamada Enomoto sobrevivieron seis personas solamente. Actualmente existe una colonia japonesa establecida en Acacoyagua donde estaba la finca Tajuko. Toda esta migración en detalle está narrada en el libro “Los Samuráis de México”.
Para terminar, nos queda mencionar la migración en nuestros días de hondureños y salvadoreños, que se han establecido en Tapachula. Esta migración se debe a los problemas de violencia y desempleo que viven estos países hermanos. Algunos se quedan en Chiapas, pero la gran mayoría continúan su camino hacia los Estados Unidos.
Enriqueta Burelo
Las ciudades santuario surgieron en la década de 1980, cuando ciertas iglesias estadounidenses brindaban refugio a centroamericanos que huían de la violencia, y constituye una tradición muy antigua donde las iglesias eran espacio de refugio para personas que huían de la justicia.
Considero que en todos los países debería haber ciudades santuarios, a los que los gobiernos los doten de ingresos extraordinarios para hacer frente a la atención que necesitan los migrantes en tránsito.
En nuestro estado, ciudades como Tapachula, debería ser considera una ciudad santuario para los migrantes dado que es una población donde se concentra el mayor numero de ellos y las condiciones en las que se encuentran son indignas, y además debe haber reglas concretas para la movilidad de la población migrante para evitar esas olas enormes de migración, hacia el interior del país, también la capital Tuxtla Gutiérrez debería ser una ciudad santuario, debido a que han cambiado las rutas migratorias, anteriormente, la población migrante que arribaba a la capital era mínima. Y como en otros países la atención era brindada por asociaciones civiles o por instituciones religiosas, hoy afortunadamente ante la complejidad de la situación, ya existen refugios para migrantes atendidos por el DIF Chiapas, una acción necesaria, porque en Tuxtla solo existía la Casa de la Mujer Migrante, fundada por Yaneth Gil Dardón, salvadoreña de origen que ha movido cielo y tierra para que siga en pie y otra auspiciada por la Iglesia de San Francisco, que desafortunadamente ha desaparecido.
La historia de la humanidad es la historia de las migraciones». ¿Cuántos de los que leéis estas líneas vivís en el mismo pueblo o ciudad en la que nacieron vuestros padres? ¿Y en la que nacieron vuestros abuelos? La movilidad geográfica es una de las características definitorias de la raza humana. Es entonces cuando surge la pregunta: ¿Eso quiere decir que las personas están hechas para migrar, para moverse y que está condenado a no tener raíces, o por el contrario lo propio del ser humano es echar raigambre y las migraciones son siempre consecuencia no deseadas causadas por males mayores? El ser humano no está hecho para migrar ni para no migrar. El hombre y la mujer están hechos para la LIBERTAD. Y es precisamente la búsqueda de esa libertad (llámese mejores condiciones de vida o simplemente condiciones dignas de vida, llámese huida de persecuciones políticas o religiosas) o la ausencia de la misma libertad (llámese esclavitud, movimientos migratorios alentados por grandes intereses económicos…) la que ha generado a lo largo de los siglos los grandes movimientos humanos a lo largo y ancho del planeta.
El mestizaje, siendo Iberoamérica el continente más mestizo, y por otra parte con más población indígena. Los españoles y portugueses no dudaban en casarse con las indias, en las que veían seres humanos iguales a ellos. En el Oeste norteamericano hubo genocidio de indios y por eso en EE.UU. hoy no hay mestizaje. En Australia los ingleses se llevaban las trabajadoras sexuales para no mezclarse con la población nativa. El mestizaje, con sus luces y sus sombras, es una de esas primicias de la fraternidad universal que la migración ha propiciado
En un pueblo enclavado, Acacoyagua en la exuberancia del Soconusco chiapaneco se levanta un obelisco que honra la memoria de los japoneses que arribaron a esa región hace 120 años. Era un puñado de hombres motivados por Takeaki Enomoto, un samurái soñador dispuesto a construir una comunidad utópica. En Escuintla y sus alrededores es común encontrar apellidos como Nakamura, Mitsui, Yamamoto, Ota, Komukai, todos ellos claramente japoneses sobre rostros que el mestizaje ha disuelto a lo largo de varias generaciones.
La migración china a Chiapas se dio por el interés de conseguir mano de obra barata para trabajos en las fincas cafetaleras o en la construcción del ferrocarril panamericano; y no tanto como colonizadores. Los primeros chinos que llegaron a Chiapas, eran provenientes de Panamá y llegaron en 1870; fueron 7 chinos que se embarcaron en una balsa de juncos hasta el Puerto de San Benito (hoy Puerto Chiapas). Eran originarios de un pueblo de Cantón denominado Kaw Kong en el municipio de Namhoi, cita la cronista Sofia Mireles.
La llegada de alemanes a las fincas cafetaleras de Tapachula y la presencia de población africana, hoy afromexicana, en fin, Chiapas es un crisol de migraciones, sin mencionar nuestra propia migración hacia Estados Unidos.
La diversidad es una riqueza porque nos aporta conocimientos en diversas áreas, porque aprendemos a respetar al otro, al que consideramos ajeno a nuestra esencia, desafortunadamente hoy las condiciones económicas y de inseguridad que prevalecen en Chiapas, hace que una parte de la población vea al migrante centroamericano, como alguien que los despoja de recursos gubernamentales que podrían ser destinados a ellos, asimismo, los acusan de la inseguridad que priva en la zona cuando las causas son de otra índole, y que desafortunamente la población migrante corre peligro al ser blanco del crimen organizado en sus diversas variantes.
Es imprescindible en Chiapas generar una amplia reflexión sobre temas migratorios, a través del arte, la creación colectiva y espacios públicos de expresión, así como de proveer información clara y segura sobre los derechos de los migrantes y los servicios de asistencia disponibles.
Juan Carlos Cal y Mayor