CURSO CONFLICTOS AMBIENTALES, PLANIFICACION PARTICIPATIVA Y MEDIACIÓN Clase 6: La conflictividad social urbana-territorial. Desafíos políticos, sociales, culturales Alejandro Nató y Liliana Carbajal Tabla de contenidos
Presentación I. Globalización y conflictos sociales II. Una mirada hacia la “transformación de conflictos sociales, urbanosterritoriales” III. Una aproximación en el orden de los saberes… IIII. Una aproximación en el orden de las prácticas… V. Conflictividad social urbana territorial, algunos registros de análisis
Presentación Los profundos cambios en el orden social, político, económico y cultural de las últimas décadas han derivado en escenarios de fragmentación y vulnerabilidad social que requieren de nuevas y urgentes respuestas. Distintos modos de expresión del malestar afloran en el escenario social urbano territorial y generalmente son canalizadas a través de la judicialización de los conflictos (que tiende a profundizar las salidas violentas) o de la militarización para gestionar desalojos del escenario público a quiénes a través de la protesta social hacen valer sus derechos y buscan visibilidad. Estos mecanismos denotan un cariz inapropiado para el tratamiento de la conflictividad social. Las cuestiones de la conflictividad de contenido ambiental dan cuenta de esta variable. En este sentido, los llamados Métodos de Resolución, Gestión y Transformación Pacífica de Conflictos se han constituido en un instrumento significativamente útil en la tramitación de las diferencias y la gestión de los conflictos que se suscitan en las relaciones sociales en general y en aquellos conflictos de contenido ambiental en particular. La conflictividad social, y en este marco los conflictos de contenido ambiental, requiere mayor atención en materia de conocimiento y predisposición para la generación de sistemas de alerta temprana que representen una verdadera prevención. Para ello es indispensable que en la etapa de latencia y de emergencia tengan una intervención eficaz para evitar potenciales escaladas de la conflictividad con violencia. Los conflictos en general son inherentes a la sociedad, especialmente para protagonizar legítimos reclamos ante la inequidad social y exigencias de justicia ambiental. La detección a tiempo de un conflicto de características multiformes hace que exista la posibilidad de desplegar acciones que puedan viabilizar salidas a mediano y largo
plazo con una atención focal en las causas originarias que hicieron emerger el conflicto o que dieron síntomas de su efervescencia. Para la transformación de esos conflictos es propicio dotar de las herramientas de observación, análisis, gestión, abordaje e intervención en este tipo de conflictividad. Las experiencias sociales de las últimas décadas, propician nuevas configuraciones sociales, espaciales y temporales, en las que, como se ha dicho, cualquier intento de caracterizarlas debe atender a la ambigüedad, a la opacidad, a la polisemia de estos procesos que han perdido su vieja identidad y su inteligibilidad desde los paradigmas con los que solíamos abordarlos. Es en la ciudad y el territorio, en donde se manifiestan las fracturas, las oposiciones y los conflictos que se suscitan en el orden público o privado y en donde los habitantes se constituyen en interlocutores de los poderes públicos. Puede decirse que, en este marco, las tensiones representan el rasgo dominante del estar contemporáneo. Es preciso entonces comprender estas dinámicas, como modo de delinear modos de gestión o transformación de las conflictividades que se suscitan en estos escenarios. En este marco, la presente clase tiene como objetivos: ▪ Generar un espacio común de reflexión y debate a propósito de las dinámicas sociales urbanas territoriales contemporáneas. ▪ Identificar aspectos generales de la conflictividad social y ambiental. ▪ Ofrecer una mirada acerca de la prevención, gestión y transformación de conflictos sociales.
I. Globalización y conflictos sociales En el marco de las transformaciones en el orden económico, social, cultural y político de las últimas décadas del siglo XX, se han modificado, como se ha dicho, material y simbólicamente, muchas de las certezas y paradigmas que habían constituido nuestros ámbitos de sociabilidad y con ello nuestra subjetividad y buena parte del modo de experimentar y de estar en el mundo (Terán, Oscar, 2004). Uno de los procesos más significativos que pueden observarse como marco de estas transformaciones, es el que se ha dado en llamar: globalización o mundialización. Renato Ortiz (2002) diferencia el término globalización aplicado a transformaciones económicas y tecnológicas del término mundialización que describe mejor -dice- los procesos referidos a cuestiones sociales y la cultura. Este proceso ha derivado en una suerte de debilitamiento de las fronteras nacionales y las identidades asociadas a ellas, a la vez que la diferenciación sociocultural ha cobrado más visibilidad y voz dentro de las propias sociedades nacionales. Algunos de los tópicos de este proceso, podrían expresarse, siguiendo una formulación de Martín Hopenhayn (2002), como: • Un descentramiento político-cultural, donde las prácticas ciudadanas no fluyen
hacia un eje de lucha focal (el Estado, el sistema político o la Nación como su expresión territorial), sino que se diseminan en una pluralidad de campos de acción, de espacios de negociación de conflictos, territorios e interlocutores y muchos de estos campos tienden cada vez más a considerarse conflictos culturales o "identitarios". • El "boom" de la diferencia y la promoción de la diversidad, lo que implica que
muchos campos de autoafirmación cultural o de identidad que antes eran de competencia exclusiva de negociaciones privadas y de referencia "hacia adentro" de los sujetos, hoy pasan a ser competencia de la sociedad civil, de conversación "hacia afuera" y del devenir-político de reivindicaciones asociadas. • El pasaje de lógicas de representación a lógicas de redes, donde las demandas dependen menos del sistema político que las procesa y más de los actos comunicativos que logran fluir por las redes múltiples de información. En el marco de estos procesos, emerge uno de los problemas que afrontan las democracias actuales en cuanto a cómo compatibilizar la diferencia, en términos de diversidad cultural e identitaria y autonomía de los sujetos o autodeterminación de grupos sociales; con la igualdad de accesibilidad a bienes materiales o simbólicos, a derechos universales. Algunos de los temas o efectos asociados a estas condiciones: exclusión social, migraciones, luchas por la tierra o por el acceso al suelo urbano, contiendas por el reconocimiento de los derechos sociales, económicos y culturales o identitarios y el derecho a la ciudad, entre otros.
DIFERENCIAS ENTRE POBREZA Y EXCLUSIÓN La pobreza define estados de des-posesión material y cultural que no necesariamente atacan procesos de filiación y horizontes o imaginarios futuros. Lo que está en el núcleo del fenómeno de la exclusión, en cambio, es la pérdida de pertenencia a una comunidad/sociedad.
En este escenario, han sido recurrentes los conflictos sociales urbanos territoriales que, si bien no son nuevos en Latinoamérica, presentan una nueva intensidad, una mayor complejidad y una inusitada violencia por parte de los distintos actores que configuran, participan o influyen en la situación y un uso -o abuso- de algunas escenas como producto preferencial de los medios de comunicación que suelen delinear representaciones sociales o efectos poco edificantes. A los procesos generales mencionados se le superponen o se le sobreimprimen otros procesos de orden regional. América Latina propone una complejidad que trasciende la idea de una diversidad que integraban, más allá de sus particularidades o condiciones e intensidades específicas, un conjunto de propósitos y desafíos que remitían, sucesivamente, a una problemática común: “desarrollo", "dependencia" o "democratización". Este tiempo largo, que el sociólogo Juan Carlos Portantiero llamó, como modo de representar una época: “de las 3D”, es, precisamente, lo que -como él mismo decía- hace ya algunas décadas entró en Crisis. A esta crisis, o este proceso de cambio alude Manuel Garretón (1996) cuando dice que lo nuevo consiste en que ya no hay una problemática, sino procesos en curso que tienen conexión entre sí, pero cuya relación no es de necesidad o causalidad esencial. Es decir, cada uno de estos procesos tiene su propia dinámica, sus propios actores, y la relación entre ellos y sus resultados no están en un libreto escrito de una vez y para siempre. No hay un paradigma único de resolución como lo establecía el análisis social en décadas pasadas. Tomando esta consideración -y, siguiendo a Garretón- podemos decir, entonces, que las condiciones y problemáticas contemporáneas no pueden observarse desde una teoría general o teorías “totalizantes”. Temáticas como la construcción democrática, la redefinición del modelo de desarrollo e inserción internacional, la integración o democratización social, requieren de nuevas líneas de pensamiento y análisis social que están hoy en debate.
Emergen así, nuevos términos o registros cuyo uso cotidiano puede desdibujar o confundir el sentido y las implicaciones de estas matrices conceptuales en el análisis de situaciones y escenarios complejos: gobierno, gobernabilidad, gobernanza, desarrollo, ciudadanía, actores o movimientos sociales, democracia deliberativa, democracia participativa, participación ciudadana, representatividad, diálogo social, entre otros (una reflexión alrededor de estos términos puede verse en Borja, 2012). Asimismo, distintas o nuevas dimensiones, culturales, sociales, identitarias, políticas, económicas, ambientales, espaciales, temporales, entre otras, definen “…nuevas formas de poder, y, por lo tanto, campos de ciudadanía ya no reductibles a la trilogía clásica de derechos civiles, socio-económicos y políticos […] La democratización social está, finalmente, asociada al tema de la participación” (Garretón, op cit). En cuanto la observación de estos procesos o forma de constitución societal, pasamos entonces de grandes paradigmas abarcadores o globales a focos o ejes temáticos, como el que nos ocupa y que habitualmente llamamos “ambiental”. Asimismo, otros procesos cristalizaron rasgos, condiciones y tensiones de la dinámica contemporánea. Entre ellos, la emergencia de nuevos movimientos sociales o socio-culturales. En este escenario, las capacidades del Estado van siendo erosionadas “desde arriba”, por la propia dinámica de la globalización y una economía transnacional, y “desde abajo”, por una dinámica de reivindicaciones de particularismos e identidades que no se reconocen en una comunidad nacional o el bien común general, sino en sus identidades en lucha por reivindicaciones autoreferenciales. (Ver gráficos en “dinámica del conflicto social” en Clase 7) En suma, las experiencias sociales de las últimas décadas, marcadas por procesos diversos (desterritorializaciones, re-territorializaciones, descentramientos, nuevas centralidades, policentrismo, entre otros) propician nuevas configuraciones sociales, espaciales y temporales, en las que cualquier intento de caracterizarlas debe atender a la ambigüedad, a la opacidad, a la polisemia de estos procesos que han perdido su vieja identidad y su inteligibilidad desde los paradigmas con los que solíamos abordarlos (Martín-Barbero, 2004). En cualquier caso, es en la ciudad y el territorio en donde se manifiestan las fracturas, las oposiciones y los conflictos que se suscitan en el orden público o privado y en donde -como señala Jaques Donzelot (2006)- los habitantes se constituyen en interlocutores de los poderes públicos. Es allí donde se manifiestan las confrontaciones y los conflictos sociales, culturales, identitarios, políticos -sean esto de base estructural, emergente o contingente- en ocasiones por vías violentas o en acciones que se enmarcan entre lo legal y lo legítimo. Las respuestas desde el Estado -con distintos grados de violencia real o simbólica- suelen estar orientadas a retrotraer la cuestión al estadio anterior, a mantener el statu quo. En ocasiones esto resulta, metafórica o realísticamente, una suerte de escenario de batalla, de violencias en todas las direcciones. El derecho a la protesta y el derecho a la circulación, el uso público del espacio público, el derecho a la propiedad individual o la función social del territorio o el suelo urbano, el desarrollo y la calidad ambiental (con nuevos códigos interpretativos sobre lo que implica la justicia ambiental), el crecimiento urbano y el patrimonio o calidad urbana deseada, resultan términos en los que suele definirse esta confrontación. En cualquier caso, las tensiones y las fricciones representan el rasgo dominante del escenario social-político contemporáneo en la región. Por otra parte, como sabemos, las demandas sociales, como mecanismos de lucha y de presión donde se posicionan actores sociales, no son tales o no tienen
incidencia si no logran un plano de visibilidad que los configure como acontecimiento. Así, la necesidad de repercusión pública que gravite en la emergencia de soluciones requiere, en estos tiempos, de una puesta en escena que encuentre un espacio en los medios de comunicación audiovisual, que “el periodismo convierta la actualidad en tema” (Jorge Lanata 2011). Los medios de comunicación, entonces, son también protagonistas, actores, y ejercen un poder que debe considerarse en cualquier análisis de este tipo de conflictividad. Éstos pueden constituirse en un poder de inducción, a la vez pueden hacerlo como instrumento o recurso de construcción de ciudadanía. También, el solo hecho de estar presentes atempera cualquier abuso de poder por parte de las fuerzas de choque que utiliza el Estado para disuadir la presencia de los actores en la escena pública. Pueden “dar voz a los sin voz”, pueden propiciar la emergencia de representaciones negativas acerca de grupos sociales, de sus demandas, sus prácticas y sus acciones. Una fórmula más novedosa y que tal vez aún no ha sido suficientemente estudiada o dimensionada son las redes sociales como estimuladoras de demandas y de agrupamientos que protagonizan la escena pública a la vez que eluden cualquier tipo de representatividad. Algunos de estos movimientos resultan más emocionales que propositivos pero, en cualquier caso, el “ganar la calle” como medio o como fin, gravita en la escena pública, en la dinámica política. De una democracia representativa a una “democracia callejera” como la llama César Rojas Ríos (2012) de la democracia a la contrademocracia como describe Pierre Rosanvallon (2011), suelen configurarse una suerte de “…pluralismo negativo que define un escenario polifónico que no contribuye a generar un concierto que extraiga riqueza de la diversidad, porque estas voces no construyen un espacio de acción comunicativa: hablan todas al mismo tiempo y de objetos disímiles, con lo cual logran que nadie escuche a nadie” (Oscar Terán, 2002). La conflictividad social requiere ser observada entonces, en clave de las multiplicidades que la atraviesan o la configuran: • Multidimensionalidad: dimensión política, social, cultural, económica, institucional. • Multifactorialidad: factores políticos, sociales, económicos, culturales, situacionales. • Multiactoralidad: actores estatales e interestatales, sociales, institucionales, empresariales, medios de comunicación, otros. • Multitemporalidad: los actores, sus historias, sus expectativas, valorados en el marco de las distintas temporalidades de cada grupo. • Multiescalaridad: local, regional, global. • Multiespacialidad: el espacio físico o simbólico ya no es necesariamente fijo. Se trata entonces, de observar los conflictos en movimiento, en su dinámica en un escenario de flujos, a la vez que el territorio resultar central en las relaciones y conflictividades sociales. Una vez que introducimos ideas como: multiplicidad, incertidumbre y contingencia como rasgos de las experiencias sociales, culturales y políticas de nuestro tiempo, se hace pertinente otra idea, en este caso de Paul Valéry, recogida y actualizada por Paul Virilo (2009) en cuanto a que “…en el pasado, casi lo único que aparecía como novedad eran soluciones o respuestas a problemas o preguntas muy antiguos, si no inmemoriales […] la novedad consiste en lo inédito de los problemas en sí y no en las soluciones; en las preguntas y no en las respuestas…”
II. Una mirada hacia la “transformación de conflictos sociales, urbanosterritoriales” El campo de Prevención, Gestión, Transformación de Pacífica de Conflictos se enfrenta así a nuevas condiciones y a conflictividades de distinta intensidad. En ciudades como las nuestras, caracterizadas por la fragmentación social y espacial bajo la forma de la ciudad dual y luego la “ciudad archipiélago” (Adrián Gorelik, 2012), pasa que, como dice David Harvey (2009): “…el planeta como terreno de construcción choca con el planeta de ciudades miseria, de vez en cuando esto termina en revuelta…”. En cualquier caso se trata de escenarios complejos, que requieren de explicaciones complejas y propuestas complejas. Es preciso entonces identificar matrices conceptuales y elaborar propuestas metodológicas que den cuenta de estas complejidades.
III. Una aproximación en el orden de los saberes… La naturaleza de los fenómenos, las nuevas configuraciones sociales y culturales, los nuevos movimientos sociales, los modos de vida, las prácticas sociales y las distintas cosmovisiones, con las que se entablan procesos de confrontación y constitución societal, en relaciones contradictorias, a veces fuertemente asimétricas, se entrecruzan en conflictos de distinto grado de radicalidad. Si nuestra perspectiva parte del reconocimiento del sujeto, de los sujetos en interacción y de las relaciones intersubjetivas, como espacio de construcción de ciudadanía, el énfasis se encuentra ubicado en el nudo crítico de encuentro y resolución de estas relaciones, tal como señala Ana Esther Ceceña en su trabajo alrededor de los nuevos movimientos sociales (2002). Este es el espacio del conflicto, así sea latente “…como el lugar de expresión de lo que en principio es considerado irrebasable y se convierte en el espacio del “¡Ya basta!”. Es ahí -sigue Ceceña- “…donde se establecen los umbrales y donde se dislocan las reglas del juego, donde se rompe el orden estatuido, es el lugar de la creación de nuevas subjetividades y nuevas relaciones para crear un nuevo orden, y estos procesos son siempre a-sistémicos o contra-sistémicos…”. En el debate acerca de las nuevas perspectivas de las ciencias sociales y políticas, señalaba Guillermo O´Donell, “es necesario poner en discusión límites disciplinarios y paradigmas cerrados […] tampoco se trata de sustituir esos paradigmas por otros igualmente cerrados y presuntamente autosuficientes” (O´Donell, 2003). Así, sin caer en un “eclecticismo” ingenuo, deberíamos explorar y atender al debate de disciplinas que convergen en los escenarios en los que nos disponemos a intervenir.
IV. Una aproximación en el orden de las prácticas… Resulta frecuente la producción de relatos acerca de experiencias de mediación o gestión de conflictos que se presentan como una suerte de “final feliz”. Sin embargo, los procesos en los escenarios descriptos resultan siempre inacabados.
La Mediación (como instancia) en estos escenarios, pueden pensarse como una “ventana de oportunidad” para iniciar un proceso más amplio o, como sugiere John Paul Lederach, “procesos en plural”, en el orden de una transformación social con la perspectiva de conformar una ciudad abierta e integrada. Un proceso o un acuerdo que no incluya el cómo seguir, el cómo iniciar una transformación en el orden de las causas raigales, corre el riesgo de resultar sólo una “tregua” provisional/ temporal, una contingencia en la escalada negativa del conflicto. La conflictividad social requiere de un abordaje estratégico e integral, de procesos múltiples y de una articulación en procesos más amplios de transformación social-urbana-territorial. Hechas estas consideraciones, para poder trabajar de modo adecuado la conflictividad social, se debe mantener una actitud centrada en identificar qué aporte particular puede realizar cada uno evitando la idea reductiva que habitualmente prevalece desde la cual un solo actor o un solo dispositivo podrían ofrecer las respuestas correctas o proveer verdades absolutas. También debemos comprender que, en esta etapa que transitamos, prevalece un alto grado de incertidumbre que puede incitar a escoger ciertas soluciones que se presentan a modo de respuestas mágicas que -como tales- no permiten abordar la conflictividad social real o percibida. Por ello se deben generar espacios de diálogo donde fluya lo mejor de cada uno y a través de la palabra se puedan hilvanar respuestas comprehensivas, integrales, y consensos sostenibles. Este no es un asunto retórico o cuestiones que se resuelven con discursos y declaraciones de buenas intenciones. Implica pues, un camino a transitar, un proceso que debe sumar voces y acciones. Para ello primero debemos tomar la decisión de construir el camino y -más aún- como paso previo, delinear la traza. Se trata así de diseñar una intervención también como forma entrelazada, articulando acciones, programas y procesos. Alcanzaremos mayores o menores logros desde nuestras intervenciones, pero hay un objetivo irrenunciable en nuestro trabajo: intentar contribuir en la construcción de una sociedad-ciudad abierta e integrada.
V. Conflictividad social urbana territorial, algunos registros de análisis. Las nuevas configuraciones sociales, culturales, urbanas derivan también en una resignificación de la territorialidad y del territorio. En este marco general, podemos observar, en orden a sus desencadenantes y a la temática que nos ocupa, conflictos que emergen a partir de proyectos de desarrollo, apropiación de recursos naturales, iniciativas de proyectos urbanos, preservación ambiental, control de las reservas de agua, organización de eventos internacionales, etc. Asimismo, según el análisis de Fernando Calderón (2011), los conflictos en la región que más a menudo tienden a alcanzar un nivel de radicalización importante se deben a problemas de tierra (53%): “Los datos sobre promedios confirman que los conflictos más radicalizados son los de tierra. Si bien se trata de conflictos menos relevantes en términos de cantidad, presentan una tendencia a la violencia más frecuente que los otros casos”. Lo cual hace suponer que, como él mismo concluye, “…por un lado, hay una carencia de espacios institucionales donde encarar estas demandas y, por otro, estos conflictos tienden a combinarse con otros factores, como el tema de las identidades en el caso de los grupos étnicos, o los intereses económicos y políticos a nivel local, que aumentan su carga ideológica centrífuga”. Muchos de estos conflictos se resuelven, como señala Sebastián Tedeschi, “injustamente, favoreciendo procesos de concentración de riqueza y de propiedad, mediante la utilización de herramientas del sistema jurídico como los códigos civiles y penales o los códigos de procedimientos”, y mediante distintas formas de desalojos o desplazamientos forzados, negación del acceso o movilidad
urbano- territorial, afectando a personas que sobreviven en la incertidumbre, en el desamparo. En cualquier caso, estos conflictos revelan problemas del Estado en la planificación territorial y organización del uso del suelo y el territorio. En este sentido, cabe diferenciar los modelos de desarrollo urbano u ordenamiento territorial en clave de la planificación tradicional (tecnocrática, “desde arriba”), la privatización del suelo (en los que el Estado renuncia a la planificación), la militarización (en términos de protección o preservación de recursos naturales o de mitigar actividades ilegales), el control policial en clave de ofrecer seguridad a aquellos que se sienten amenazados o del control sobre aquellos que se perciben como amenaza. Menos frecuentes, pero con avances significativos en algunas experiencias en América Latina, podemos señalar modelos de gestión democrática del territorio: procedimientos para la creación de planes urbanos y presupuestos participativos, consejos de planificación urbano-ambientales, planes de desarrollo local, planes estratégicos, estatuto de ciudades, etc.; y que se ven optimizados en aquellos casos que se realizan estudios de impacto ambiental, social y cultural adecuados. Una rápida observación nos permite considerar a ciudades como Buenos Aires y el AMBA en cuanto a un rasgo distintivo: la desigualdad o -en términos más críticos- la exclusión social y política, que colocan a un número significativos de sujetos y/o de grupos sociales en condiciones de meros habitantes, esto es en condición de NOciudadanos. La construcción de la sociedad y la ciudad es -sin duda- un proceso permanente y contradictorio, pero, como se ha dicho, la ciudad que "hacemos" es también una elección política-ideológica, requiere de concertar líneas estratégicas de larga duración y una agenda de prioridades y programas. En los procesos de conflictos complejos que se suscitan en ellas se superponen capas de sentido construidas desde perspectivas y tiempos. En el propósito de intervenir en estas situaciones es preciso tener en cuenta que estamos trabajando en una situación-escena-imagen de tiempo comprimido (en el marco de una intervención en un tiempo dado) o tiempo fijado (en términos de como se presenta frecuentemente la situación de conflicto), a la vez que con una multitemporalidad, tanto en el sentido psíquico como en la dimensión socioculturalhistórica a la que aluden o desde la cual se han construido los relatos. Observamos el fenómeno, necesariamente en un presente, ese presente construye el pasado y ya no es más ese pasado sino un pasado en el presente. A la vez, en esa construcción, estamos construyendo también el futuro. (V. Vezzetti, Hugo 2011) Debemos pensar, entonces, en términos de mezclas e interferencias de los tiempos, de incertidumbres y fracturas, de lo oculto, lo impensado y lo impensable, lo no dicho y lo indecible, descripto en una configuración de las representaciones, las prácticas, las instituciones y la sensibilidad, que no es fácil -y no es deseable“armonizar” en una serie o secuencia, sino más bien, abandonar el prejuicio de comprender (V. Blumenberg, Hans, 1996) e intentar observar historias entretejidas, una relación entre contenidos y tiempos, una suerte de conjunto de visiones cambiantes desde la perspectiva o a la manera de -tal vez- un caleidoscopio. Una temporalidad larga, cambiante y desigualmente enredada. En el marco de las nuevas territorialidades y configuraciones sociales, identitarias o culturales, entendemos que a la radicalidad de la transformación de la variable del tiempo, se le superpone o se le sobreimprime la radicalidad de la transformación de la variable del espacio. Con ello, es preciso valorar los conflictos en el marco de escalas, marcos o espacialidades propias o múltiples y que identificamos con el
término: multiescalaridad o multiespacialidad. En este sentido, es preciso reparar en que estas condiciones no se presentan como habitualmente describe el enfoque sistémico: lo local dentro de lo regional, lo regional dentro de lo global y que gráficamente apela a formas elípticas que se incluyen unas a otras como “efecto mamushka”. Por el contrario hoy observamos que en un espacio local se asientan enclaves globales que casi no tienen contacto con el espacio (físico, social, cultural) en el que se inscriben y, a la vez, en el espacio global emergen formas delimitadas e impermeables al espacio por el que circulan. (Ver gráfico en “dinámica del conflicto”, en clase 7) En suma, podemos pensar “el concepto de espacio, como aquél que permite hacer consciente la experiencia de estar y pertenecer al mundo y a la sociedad en que vivimos, en un tiempo y contextos determinados. Con este sentido, el espacio es un medio del que se vale y donde se sustenta la experiencia individual y colectiva de los actores, por tanto, está ligado directamente al desarrollo de las capacidades de acción humana” (Vicherat, Daniela, en Rosenfeld, Mónica 2005). Los conflictos que nos ocupan se sitúan en el plano de lo propiamente público: discusiones acuerdos y conflictos acerca de cuestiones que giran alrededor de la equidad y el respeto a la dignidad humana, y en las que continuamente se van redefiniendo los límites de lo político y de lo estatal.
Reflexión final. Si, como ha dicho Bernardo Secchi (en Adrián Gorelik, 2007), las transformaciones de la ciudad y el territorio “…no son sólo la consecuencia de la reestructuración del sistema económico, social, institucional y político, sino que se encuentran en buena medida en su propio origen y producen las condiciones dentro de las cuales esa reestructuración puede tomar caminos virtuosos o perversos” es preciso debatir acerca de algunos aspectos o problemas de nuestras ciudades y territorios, y formular políticas que den cuenta de ellos. Concertar políticas públicas comunes o coordinadas entre las instituciones de gobierno local, nacional o instancias regionales, que abarcan nuevos campos de actuación de carácter social, de promoción económica, de seguridad ciudadana, de cultura ambiental, de proyección internacional, etc. es el punto de partida necesario o pertinente. En esta línea, deberán proponerse y configurarse espacios amplios de cooperación y coordinación para abordar con sentido estratégico cuestiones generales del desarrollo y las conflictividades que emergen de estos procesos. La búsqueda de respuestas que aborden “las causas raigales” (al decir de John Paul Lederach: el epicentro) o puedan detectar el malestar social requiere de políticas públicas con foco en ellas. Asimismo, el abordaje de la conflictividad social debe también encontrar formas conducentes y edificantes desde un trabajo intersectorial para transitar canales que ofrezcan una alternativa a la confrontación violenta, teniendo en cuenta que estos procesos son necesariamente complejos y conflictivos. Una necesidad primaria radica en encontrar un eje articulador del espacio de intervención que represente a su vez un núcleo de cohesión y articulación intersectorial e interinstitucional, de una plataforma integrada por diferentes actores/sectores en distintas dimensiones que puedan coordinar acciones y coconstruir alternativas de transformación. (Ver gráficos en “dinámica del conflicto”, “polarizaciones” y “tercer lado”, en clase 7) Se requiere entonces de una intervención en la coyuntura, y lograr una generación
de diseños a mediano y largo plazo que permitan trabajar, de modo mancomunado, sistemas de alerta temprana para abordar la conflictividad social en clave de la transformación de la conflictividad pasada, presente o por-venir. Por ello es necesario que se involucre el actor estatal con un cambio de paradigma cultural, pero también es central el involucramiento de actores que compartan un espacio proactivo para encarar los conflictos en su etapa inicial, donde afloran sus primeros síntomas y manifestaciones o anticipando que éstos se expresen de forma negativa. Se trata de diseñar una intervención también como forma entrelazada, articulando acciones, programas y procesos. Alcanzaremos mayores o menores logros desde nuestras intervenciones, pero hay una tarea imposible de abandonar en nuestro propósito de contribuir en la construcción de una sociedad-ciudad abierta e integrada: la construcción de horizontes de lo posible.
Bibliografía obligatoria: Rosanvallon, Pierre (2011) La Contrademocracia. La política en la era de la desconfianza. Buenos Aires, Manantial -“La Contrademocracia según Pierre Rosanvallon”, en http://ciudadideas.blogspot.com.ar/2010/09/la-contrademocracia-segun-pierre.html, Diario La Nación 23-09-2010. Calderón Gutiérrez, Fernando (Coordinador): “Los conflictos sociales en América Latina”, Bolivia, Fundación UNIR Bolivia PAPEP, septiembre de 2011. Pag. 17 a 38. Ceceña, Ana Esther: “De Saberes y Emancipaciones” Buenos Aires, CLACSO, diciembre de 2008. En bibliotecavirtual.clacso.org.ar/ar/libros/grupos/cecen
Bibliografía ampliatoria: Borja, Jordi: “La ecuación virtuosa e imposible o las trampas del lenguaje”, Revista digital del programa de gestión de ciudad -. UOC – “Carajillo de la Ciudad” N°12, mayo de 2012. Blumenberg, Hans (1996) La posibilidad de comprenderse. Madrid, Editorial Síntesis. Calderón Gutiérrez, Fernando –Coordinador- (2011) Los conflictos sociales en América Latina. Bolivia, Fundación UNIR Bolivia PAPEP, septiembre. Carbajal, Liliana (2012) “Transformación de conflictos sociales urbanos-territoriales: promesas, desajustes y esperanzas”, En: Congreso Mundial a distancia, Métodos apropiados de Resolución de Conflictos ODR. Ceceña, Ana Esther (2002) “Rebeldías del nuevo milenio”. Entrevista con Revista ESPACIOS, Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CINDES), Quito, Ecuador, en: Utopía y Praxis Latinoamericana. Año 7, No. 16. Donzelot, Jacques (2006) “La revuelta de los suburbios en Francia” – Mezcla y
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Paul
(2009)
El
accidente
original.
Buenos
Aires,
Amorrortu.
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