Inefable. Cuando todo pasa

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Inefable Cuando todo pasa

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Inefable Cuando todo pasa Editores: Mariana Alejandra Becerra Cano Yazmin Martínez Martínez Yoselin Emiret Silvino Erdosay Douglas Toledo Beltrán.


© Inefable. Cuando todo pasa Copyright © 2020 Ávila Loera, Tlalli; Barrientos García, Getzemany; Becerra Cano, Mariana Alejandra; Campos Espejo, Ricardo; Comboy Hernández, Julio César; Cortés Camacho, Humberto; González Espinoza, Valeria Itzel; Martínez Martínez, Guadalupe Yazmín; Martínez Picazo, Karla Karen; Rangel Laguna, Raymundo; Reyes Ramírez, Luis Antonio; Ruelas González, Alan Ernesto; Silvino Erdosay, Yoselin Emiret; Toledo Beltrán, Douglas; Tomé Hernández, Anaí; Todos los derechos reservados. Editores: Mariana Alejandra Becerra Cano Yazmin Martinez Martinez Yoselin Emiret Silvino Erdosay Douglas Toledo Beltrán.

Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), plantel Centro Histórico. Lic. Comunicación y Cultura, curso Producción Editorial, profr. Benito López. Hecho en México 2020.

Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio, sin el consentimiento por escrito legítimo titular de los derechos.


Índice INICIANDO EL CAMINO .................................... 6 LUIS Y SU RITMO EN EL CAMPO ............................... 7 Anai Tome Hernández ........................................... 7 UN HÉROE CAÍDO .................................................. 11 Yoselin Emiret Silvino Erdosay ............................. 11 CARTA A MI PADRE ................................................ 16 Berenice Aburto Montalvo .................................... 16 QUERIENDO ALCANZAR UN UNIVERSO ................ 22 Yazmín Martínez Martínez ................................. 22 MEDIAR LA AUSENCIA Y CONVOCAR DESDE OTROS PLANOS TU EXISTENCIA ............................. 26 Tlalli Ávila Loera................................................. 26 ANTE LA ADVERSIDAD .......................................... 30 Valeria Itzel González Espinoza ........................... 30 VIVIENDO EN LA MEMORIA .......................... 34 LA TAZA DE BRUJA .......................................... 35 Valeria Itzel González Espinoza ........................... 35 UNA ESTRELLITA QUE VIVE EN MI ........... 41 Getzemany Barrientos García ............................... 41 SILUETAS DE LA VIDA .................................... 46 Humberto Cortés Camacho .................................... 46 EL MAL ALEMÁN.............................................. 53 Douglas Toledo Beltrán......................................... 53 DOÑA LUPE ........................................................ 57 Julio Cesar Comboy Hernández ............................. 57 AÚN NO ES EL FINAL ....................................... 63 Luis Ángel Reyes Ramírez .................................... 63 A “TINITA”, ¡PURO CORAZÓN! .............................. 68 Raymundo Rangel ................................................ 68 LA TRADICIÓN DE LA COMIDA CORRIDA ............. 73 Ricardo Campos Espejo ......................................... 73 ABRIENDO EL CORAZÓN ............................... 81


HOY ES SIEMPRE .............................................. 82 Alan Ernesto Ruelas Gonzรกlez .............................. 82 IDILIO................................................................... 86 Mariana Becerra Cano ......................................... 86


Iniciando el camino



LUIS Y SU RITMO EN EL CAMPO

Anai Tome Hernández

Luis nació el 10 de octubre de 1960 a las 03:00 h. Es el segundo de los nueve hijos de Victoria Romo y Jorge Tamayo, una familia campesina y acomodada, porque cabían once integrantes en una cama. Victoria, era el ama de casa tradicional que se hacía cargo del cuidado del hogar. Jorge fue agricultor de nacimiento, de carácter fuerte; a nadie se le hincaba y de nadie se dejaba. Mi abuelita decía que él, era el único hijo que había salido con el carácter de mi abuelo y por eso, él estaba orgulloso de mi padre.

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Algunas cosas que mi abuelo vivió me fueron contadas por mi tía Carmen Tamayo, hermana de mi papá, ya que yo era muy pequeña, tenía siete años, cuando dejé de ver a mi abuelo. En el transcurso de los años, me empezaba a dar cuenta de lo que la gente decía de él. Un día me fui con mi tía Carmen al rancho, en el camino tomé valor para pedirle que me contara la vida de mi padre y si era verdad lo que la gente decía de él. Mi tía, al ver mi insistencia me dijo que mi abuelo había sido un hombre de carácter fuerte y que un día, en tiempo de cosecha, sorprendió a un individuo robándose los elotes, posteriormente, se lo llevó a la casa por la fuerza y le preguntó por qué hacía tal acción, a lo que el hombre contestó: <<Lo hago porque no tengo que comer>> Mi abuelo pidió a Ceci que pusiera una olla de elotes, mi abuelo agarró al hombre y lo sujetó de un árbol que tenía en el patio y cuando estuvieron cosidos los elotes, obligó a que se los comiera todos. El final del hombre fue trágico, se congestionó y perdió la vida. Como dice el refrán: <<El que a hierro mata, a hierro muere>> justo esto le pasó a mi abuelo por ser tan duro, cruel y vengativo; por azares del destino murió envenenado. Solo así pudieron calmar y acabar con el hombre de carácter fuerte y temido por todos en el pueblo. Luis tenía cuatro años cuando empezó a trabajar. Su trabajo consistía en llevar a mi abuelo las cubetas y los pedales para ordeñar las vacas. También le ayudaba arrimando los becerros para que los amamantaran. Además, se inició en el tema del nixtamal. Preparaba las tortillas para mi abuelo todos los días, a las 05:00 h. antes de que se llevara la leche a Santiago. 8


Mi padre decía que con las labores del hogar terminaba muerto. Conforme iba creciendo, tenía que moler una cubeta de 19 litros de nixtamal, para darles de comer a todos sus hermanos, además, preparaban comida de más, por si llegaba alguna visita a la casa. Su jornada laboral, era de las 04:00 h a las 16:00 h. Primero, molía el nixtamal, posteriormente, tenía que ir a cuidar a los animales para que no se salieran de los potreros. La última actividad del día de mi abuelo, consistía en apartar los becerros de las vacas, para que al otro día dieran más. Por las tardes, mi abuela subía a mi papá a una yegua para que fuera con su abuelita Mari, ella vivía a faldas del cerro de Victoria de Cortázar. Una vez que llegaba, tenía que rezar y él lo tenía que hacer a fuerza, porque si no lo hacía, no le daba de cenar. Regularmente su cena eran frijoles fritos con huevo y champurrado caliente. Al día siguiente, por la mañana, mi bisabuela lo subía a la yegua para que fuera de regreso al rancho y realizara sus labores cotidianas de cada día. En el año de 1999, mi padre se fue por primera vez a Estados Unidos, fue contratado para trabajar los campos de cultivo de Fresno, California, durante el periodo de julio a octubre, ya que por esos tiempos la mayoría de los campesinos se iban contratados a Estados Unidos. Después de esa ocasión, él ya no regresó porque su trabajo era mejor pagado allá que en el pueblo. Me marcaba por teléfono todos los fines de semana, recuerdo que el tiempo máximo que hablábamos era de dos horas, mi hermana la mayor, nunca quería hablar con él, pero mamá la obligaba a contestar. Yo disfrutaba escuchar cómo pasaba los 9


días en otro país, comentaba que trabajaba desde muy temprano hasta las 19:00 h y después se iba de compras para hacer su cena, también mencionaba que extrañaba las reuniones con la familia, pero de pronto se cortaba la llamada a las dos horas exactas. Hasta que un día dejó de marcar. Mis tíos decían que tomó la costumbre de beber y apostar con sus amigos del trabajo, y que lo hacía para evadir la separación que tuvo con la familia. Pasaron semanas largas, yo sin salir de la casa después de regresar de la primaria, con la esperanza de que sonara el teléfono, mi hermana despreocupada como si supiera lo que estaba sucediendo, así durante varios años, hasta que un día, cuando llegué de la universidad, mi mamá con los ojos húmedos, me habló desde su habitación y comentó: «gordita, ven, necesito platicar contigo» De pronto, todo el espacio se tornó silencioso, escalofríos que viajaban de mis pies a la cabeza de forma cíclica, con un fuerte abrazo hacía mi madre pensé en todas las conversaciones que tuvimos y las promesas que nos hicimos.

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UN HÉROE CAÍDO

Yoselin Emiret Silvino Erdosay

Si hace 16 años me hubieran preguntado ¿qué era un superhéroe? lo habría descrito como alguien que no le teme a nada, una persona fuerte, apta de cargar a una pequeña de seis años y hacerle avioncito, lanzarla a los aires para después atraparla firmemente; un sujeto con energía inagotable, competente de contar un cuento de noche después de largas horas de trabajo. Algo reglamentario en la niñez de todo ser humano, es tener alguien a quien admirar, que te 11


genere seguridad y te regale momentos llenos de felicidad. Para mí esa persona, ese súper héroe, era mi papá. Me sentía una niña afortunada, consideraba que tenía la suerte de que un hombre como él tuviera un rol tan importante en mi vida. Marco, era la clase de papá que se subía a una bicicleta junto a su hija y se lanzaban desde la pendiente más inclinada gritando a todo pulmón; alguien que se percataba de los dos juegos “callejeros” que más disfrutaba hacer su pequeña y buscaba la manera de facilitarle disfrutar de ellos, por lo que una tarde le dibujó sobre el pavimento un “avioncito” y un “stop”, evitando así que ella tuviera que trazarlos diariamente con gises; era el hombre que llevaba a su princesa al parque y se hacía pasar por un gran monstruo para así perseguirla por todo el parque. En resumen, por muy breve que fuera el tiempo que tuviera para dedicarme al estar en casa, buscaba darme la mejor versión de él. Pero, la vida no siempre será un cuento de hadas. La mayoría de los padres pretenden que sus hijos vivan en una burbuja que los proteja de todas las cosas "malas" que existen en la vida real, que les evite cualquier sufrimiento y perdure su inocencia el mayor tiempo posible. La mía en específico la rompieron antes de lo que hubiera deseado y no lo hizo alguien exterior a ella, lastimosamente fue mi súper héroe. Una madrugada de junio, la pequeña de papá se despidió de él pensando que al terminar el día volvería a verlo, como era costumbre. Desafortunadamente tuvieron que pasar 5 largos meses para que eso ocurriera. Es complicado describir esa necesidad

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y anhelo de volver a sentir los besos de tu padre sobre tu mejilla, su respiración que genera calor en tu cabeza y sus brazos sobre tu espalda que te transmiten seguridad. A mis diez años de edad, me había sumergido en una pesadilla, en la cual dejaba de ser una princesa, para convertirme en la guía y protectora de dos pequeñas niñas y el soporte de una mujer que había tomado el mando de una familia. Comprendí que la vida no consiste en un "felices para siempre", que los actos imprudentes tienen consecuencias, las cuales pueden ser muy dolorosas y llegan a afectar a varias vidas. En esos momentos de mi vida no existía tristeza que se pudiera comparar con la de tener un padre en la cárcel. En unos cuantos meses, mi estilo de vida y la forma de verla se modificaron drásticamente. Pero el amor por ese hombre se mantuvo intacto, cada día que pasaba lo valoraba más, y vivía esperanzada a que sonara el teléfono para poder platicar un instante con él. Cuando se especulaba que esa pesadilla había terminado, unas nuevas se aproximarían. Estar tanto tiempo sin él fue una situación muy difícil, pero volverlo a tener lo fue aún más. Como lo mencione antes, todo era diferente. A partir de ese momento y a lo largo de los años la relación padre e hija atravesó por muchísimas complicaciones. Hasta llegar al grado de no poder estar juntos en la misma habitación, ni mucho menos entablar una conversación amena mirándonos a la cara. Jamás me habría imaginado que algo así nos pudiera pasar a nosotros, siempre éramos los dos contra el mundo y en un parpadear, ambos luchábamos contra todo, pero solos. 13


Me llevo mucho tiempo entender porque se fracturó de esa manera la relación con un ser que es tan importante para mí, honestamente ¿quién es feliz odiando a su papá? Comprendí que desde el momento en el mi héroe se fue y me dejó tan vulnerable, decidí adjudicarme la responsabilidad de protegerme, al igual que mi mamá y hermanas. Cuando él regreso, me resultó difícil confiar y bajar la guardia, no quería volver a sufrir. Pienso que no me equivoque por completo, pues a lo largo de doce años han seguido existiendo momentos igual de dolorosos. De algo jamás he tenido duda, mi papá es una buena persona. Ha tenido accidentes que han adquirido consecuencias fuertes, ha cometido infinidad de errores, que no se justifican, pero lastimosamente su vida a estado llena de complicaciones y solo una persona fuerte podría haber superado y dejado atrás como lo ha hecho él. Mi forma de verlo ha pasado por diferentes etapas, desde ser mi héroe, hasta ser la persona que más me ha decepcionado. He aprendido a perdonar y dejar todo lo malo atrás. Considero que todo lo vivido a su lado me ha dejado alguna enseñanza, me ha formado e impulsado. Si bien ya no me es fácil creer en un héroe, hoy en día busco en él un ejemplo a seguir, un protector y un refugio. Curiosamente ese hombre ha logrado sacar mi lado más fuerte, pero también el más vulnerable. Con solo un abrazo en el momento indicado me desmorona y regresa a mí a la pequeña de seis años. Cuando eso pasa, es el momento en el que me doy cuenta que en mi corazón ya no existen rencores, y que solo está lleno de amor hacia él. 14


Si algo debo agradecer es que mis dos pilares, me han enseñado a soñar en grande, han inculcado valores y me han apoyado en todo momento. Pero, es a Marco a quien le debo mi fortaleza. Por todo lo bueno que me ha dado es que quiero que tenga la seguridad de que no me interesa cuántas veces caiga, yo siempre estaré a su lado y que el amor que le tengo nada podrá destruirlo. Te amo papá.

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CARTA A MI PADRE

Berenice Aburto Montalvo

Hola papá, espero te encuentres bien, yo estoy algo confundida, por si lo preguntabas. Desde que te fuiste todo ha estado muy raro: la casa está muy silenciosa y casi siempre nos encontramos solos Luis y yo. ¿Sabes algo? mi mamá a veces llora, yo no sé la razón, pero ayer en la noche no hubo la concha que le pedí para cenar, tampoco la dona de mi hermano…

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Carta 1 Hoy no fue un gran día en la escuela, pensé que Karen me hablaría como siempre pero no fue así, parece que ya tiene una nueva mejor amiga, eso me puso triste pero no dejé que lo notara, bueno, no sé si notó que me quedé sola en el receso. Al final, no tuve más remedio que buscar a Luis para que me hiciera compañía un rato, aunque sea solo para molestarme como suele hacerlo. Después de la escuela, llegué a la casa y mi mamá no estaba, creo que ya consiguió trabajo en la estética que está a dos cuadras del mercado; está muy bonita, es de dos pisos y tiene unos espejos enormes que llegan hasta el techo. Te cuento que días posteriores fue a preguntar por el puesto del anuncio, pero no le habían dado respuesta. Espero que esta vez se haya quedado. Mientras esperaba a que llegara mi mamá, me asomé a la cocina para ver si había algo de comer, y sí, había arroz rojo y pollo con mole, la comida favorita de Luis. Aún estaba la comida caliente en la estufa, así que no tuve que calentarla. La última vez que usé el microondas me quemé la mano, fue un dolor insoportable pero aprendí a usarlo y sacar la comida con el trapo. Dentro del servilletero estaba una nota que decía: <<Luis y Bere, ahí les dejé pollito y arroz para que se sirvan, nada más sacan el agua del refrigerador y comen por favor. Regreso como a las seis de la tarde, fui a trabajar. Los amo.>> ¡Heeee! –Gritamos mi hermano y yo– mi mamá sí consiguió trabajo, una buena noticia después de todo.

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El pollo estaba bastante rico, el arroz… bueno, estaba un poco batido. Claro que no le dije eso a mi madre, solo lo pensé –risas–. Nunca le sale el arroz rojo, sinceramente prefiero el de mi abuelita, a ella siempre se le esponja y además le pone plátano, eso me gusta. No hubo postre, ni modo, quizá mañana. Papá, me puse a dibujar un rato, ¿ya te conté que llevo muchos dibujos? Le hago muchos dibujos a mi mamá y a ti también, pero no te los he podido dar, cuando regreses te enseñaré mi colección. Ahora estoy trabajando en una campanita ¡me está saliendo muy bien! Ojalá estuvieras aquí para que me dieras tu opinión, sé que tú haces unos dibujos muy padres, los de herrería; vi una libreta tuya en el cajón de la derecha de tu habitación.

Carta 2 ¿Qué tal tu día papá? El mío estuvo bien, fíjate que esta vez no fue Ana, la nueva amiga de Karen, nos sentamos juntas y me alegré que estuviéramos como antes. Lo único que no me gustó fue que me hablaba de ella todo el tiempo. Para todo tenía que nombrarla y yo fingía que me interesaba, no me importó mucho con tal de que anduviéramos de aquí para allá. Afuera de la escuela, antes de subir al transporte escolar, pasé de volada a comprar mi chicle enrollado, ya que había ahorrado toda la semana pasada para comprarlo hoy. Doce pesos me costó, el equivalente de tres tacos, de cada día respectivamente, siempre me compro dos, solo por ese tiempo comí uno solamente. La próxima semana compraré el memorama de Barbie que trae unos chochitos, 18


para ese serán más días de ahorro puesto que es más caro. Al llegar a la casa otra vez no estaba mi mamá, esta vez ya sabía que estaba trabajando, así que ya no leí la nota del servilletero. Comimos Luis y yo, otra vez pollo con mole y arroz del día anterior. Regularmente comemos dos días seguidos la misma comida, eso a veces no me gusta pero no puedo decirle eso a mi mamá, sé que no tiene mucho dinero, la escuché decir eso la otra noche cuando platicaba con mi abuelita, ¡haaa si, ya recordé!, la noche que no había ni concha ni dona. Cuando llegó mi mamá de la estética, llegó con mucho pan para cenar, bueno, exagero, llegó con cinco o seis piezas de pan, pero aun así eran bastantes cuando solo trae dos, o a veces ni trae. La cara de mi mamá estaba muy bonita, creo que por que estaba sonriendo mucho, sí, era por eso. Hoy sí hubo postre, por cierto, solo que no lo supe hasta que llegó mi mamá, y todo por no leer la nota del servilletero. El sábado pasado pasaron la película de Rocky Balboa, sinceramente nunca me gustó mucho pero aun así la vemos, cuando estés aquí de nuevo la veré contigo aunque no me guste tanto. Nos recuerda mucho Rocky a ti, así de fuerte, grande y musculoso. Te recuerdo, más aún con las canciones, con ellas te ponías a entrenar…Te extraño mucho.

Carta 3 Casi es hora de acostarme papá, te contaré rápido mí día: La clase de educación física fue lo mejor; la carrera de costales se mantuvo muy reñida, obvia-

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mente no conmigo porque sabes que no tengo condición, pero Moisés y Juan fueron los más rápidos de la clase. Yo solo participé una vez, en las demás vueltas me quedé observando, ya no quería sofocarme, ni sudar así que preferí echar porras desde las gradas. Karen ya no me habla, ni siquiera cuando Ana no viene, no me importa, yo sabía que nunca fue mi amiga, jamás me hubiera cambiado por nadie. Ahora me junto con Noé, casi no habla pero creo que así está mejor. En la clase le pedí a la maestra que me sentara sola hasta el frente del salón, eso me agrada porque no tengo que prestarle mis colores a nadie, aunque ya le mandó a hablar a mi mamá para el siguiente viernes.

Carta 463 (última) ¿Cómo estás padre?, no te he escrito nada últimamente, sé que son menos constantes mis pláticas sobre mi día. No tengo respuesta tuya, nunca la tuve <<si por lo menos te hubiera entregado una carta>>. Suena ridículo escribir cartas y no entregarlas, esa era mi manera de desahogarme, mi madre nunca me preguntó qué es lo que me pasaba. Fuí bastante tímida, insegura y con miedo a lo que los demás dijeran de mí, eso lo reflejé en mi conducta; todo el tiempo sola en clase, sin hablar, sin amigos, calificaciones promedio sin destacar en algo importante. Todo el tiempo me sentí insuficiente y poco satisfecha con lo que hacía. Estoy trabajando en ello ahora, si me vieras creo que no reconocerías a la niña que dejaste de ver hace mucho tiempo.

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Hoy entiendo muchas cosas que antes no, cumplí 25 años recientemente y tengo varias cosas que preguntarte; ¿qué hiciste todo este tiempo?, ¿en dónde estuviste?, o ¿por qué no me buscaste?, y un par de preguntas más que no sé si puedas y quieras responder pero que me dejarían más tranquila, saber que no tuve nada que ver con tu decisión de no estar presente la mayor parte de mi vida. No guardo rencor por el pasado, pero creo que si lo tengo por el presente. Has hecho tu vida tan al margen de la mía que siento que no tenemos nada de qué hablar cuando nos vemos. Te amo porque eres mi padre y siempre lo voy a hacer, cuando me necesites ahí estaré, sin embargo, no me pidas que olvide lo que dejaste de hacer por mí, por mi bienestar y mi felicidad. Sé que te esfuerzas cuando quieres preguntar algo, y sí, me encuentro bien, soy más madura y valiente, también me animé a soltar muchas cosas que me hacían daño y decidí mirar hacia adelante para poder ser feliz. Soy una persona positiva o eso considero yo, con algo de inseguridad todavía pero lo estoy manejando. Se fueron personas a lo largo de mi vida, y han llegado otras más, estas últimas las he aprendido a valorar porque no quiero que nadie se aleje nunca más, no las personas que realmente me importan y amo. Tú eres una de esas personas y no quiero que lo hagas de nuevo. Espero poder entregarte esta carta, que algún día puedas explicarme y contestar todas mis dudas, si es que así lo quieres.

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QUERIENDO ALCANZAR UN UNIVERSO

Yazmín Martínez Martínez

Para la persona que no le he dicho lo tan agradecida que estoy Hola mamá ¿cómo estás hoy? Espero que estés bien y con muchas ganas de disfrutar este nuevo día. Escribo esta carta con el fin de que puedas leer lo que casi no te digo de frente, cada que te digo que te quiero. Quiero decirte que es un privilegio tenerte como madre, sé que no han sido nada fáciles todos los esfuerzos y sacrificios que realizaste en estos años, pero se están obteniendo buenos resultados, agradezco por darme tanto y todo lo mejor de ti. 22


Tenías mucha razón cuando me decías que empezar a crecer y tomar decisiones no siempre será fácil, y que no todo en la vida es color de rosa. Agradezco que seas una mamá de mente muy abierta y que siempre me apoyes en todas las decisiones que he tomado. Sobre todo que me soportes, porque no soy de hablar mucho contigo y que cada vez que te cuento algo, como las situaciones que pasan con mis amig@s tú estás al pendiente, siempre tratas de entenderlo para poder aconsejarme bien y que yo pueda tomar una buena decisión. Sé que debería ser un poco más comunicativa contigo pues casi no nos vemos, por irme a la universidad por las mañanas y tú te encuentras todavía durmiendo. En cuanto llegó a la casa de la universidad, ya te has ido al trabajo y ya no te alcanzo a ver. Los únicos que días en los que puedo hablar contigo en es cuando descansas o los fines de semana que estamos en casa, que de la misma forma es poco tiempo, creo que a pesar del poco tiempo que pasamos juntas es suficiente para que nos podamos comunicarnos bien y de buena manera y lo disfruto tanto porque no hay regaños o diferencias al momento de hablar. Tú siempre has estado en las decisiones locas que he tomado, siempre dándome ánimos. Como aquella vez que te dije que quería entrar a la escuela militar en vez de estudiar la prepa y la universidad normal o cuando te dije que tenía ganas de hacerme un piercing y que no solo me diste permiso, sino que me acompañaste a hacer la perforación en la oreja, pero bueno.

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Me educaste de una buena manera, porque ahora soy la persona que puede que no me imaginara, de la manera en que me tratas es la forma en la que trato a los demás puede que no sea perfecta, pero trato de ser la persona que te gustaría que fuera. Realmente agradezco la oportunidad que me estás dando de poder estudiar de tener un hogar donde me comprenden, sé que te has roto el lomo trabajando para darme todo, como amor, la escuela, un mejor estilo de vida entre muchas otras cosas. Mamá de todo corazón te doy las gracias por quererme tanto desde el primer día que nací, por haber estado cuidándome cuando me enfermaba por todas las noches en las que tratabas de apoyarme con las tareas por tenerme la confianza de que tomaría buenas decisiones dependiendo de cómo fueran buenas o malas para mí, pero siempre sabes que podré resolverlo sola. Nunca me ha faltado nada contigo yo no tengo nada de qué quejarme tan solo tengo puro agradecimiento de que me haya tocado una mamá como tú, que eres mi gran ejemplo a seguir por todo lo que has logrado todo este tiempo. Espero que si llegas a leer esto te des cuenta de todo lo que pienso de tí, aunque no te lo diga las cosas de frente, creo que te gustaría que te lo dijera de esa manera pero tengo que reconocer que me cuesta trabajo hacerlo por la personalidad que tengo de ser muy seria en ciertas cosas y más cuando se trata de hablar de sentimientos o de expresar afecto, ya sabes no suelo ser muy expresiva o afectiva en ese sentido como sabrás. Ha llegado el momento de despedirme, nunca existirá una forma de agradecer una vida de 24


lucha, sacrificio y esfuerzo constantes, sólo deseo que entiendas que cada logro mío, es el logro tuyo, que todo mi esfuerzo y todo lo que he estado haciendo durante mi vida en estos años es inspirado en ti. Quiero que sepas que eres muy importante para mí, que ocupas un gran lugar en mi corazón y en mi vida. Tal vez debí haber escrito esta carta desde hace mucho tiempo, porque di por sentado que sabes que te quiero, pero creo que debería decirte este tipo de cosas un poco más seguido. Con gratitud, admiración y respeto

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MEDIAR LA AUSENCIA Y CONVOCAR DESDE OTROS PLANOS TU EXISTENCIA

Tlalli Ávila Loera

Después de una danza nocturna de sombras con tus manos al viento donde parecía que t jías recuerdos que poco a poco te estaban desarmando/dejando; los rayitos de sol entraban para alumbrar tu cuarto. Empezaban en la puerta, seguían por tu cama llegando al cuadro donde se encontraba el rostro de tu esposo. Ese era el punto ideal para que nosotras despertára-

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mos. Me gustaba observar tus manos lunares, tus cabellos nube, tu ojo color café y tu ojo color negro/dilatado infinito adornados por las grietas rayos de sol que se mostraban en tu piel. Hace 10 años aún hacíamos el desayuno juntas en esa cocina repleta de madera que me permitías adornar con banderitas de colores. Era nuestro mejor escenario donde entonábamos las canciones de Chavela Vargas y Amalia Mendoza mientras te ayudaba a preparar el mejor arroz de la vida. Algo pasaba en ese momento, se podía sentir la vida misma desde tu niñez, tu adolescencia y adultez en las narraciones que salían de tus suspiros. Te encantaba contarme de las experiencias en el pueblo junto a tu familia, los animales, las vecinas que tejían, tus amigas que salían a montar el caballo cada tarde antes de iniciar la misa. La fuerza que tenías en las piernas para correr detrás del tractor que mi bisabuelo nunca dejó que manejaras y las risas junto a tus hermanas en ese paisaje lleno de magueyes y nopales. Sabías que tal vez enamorarte de Modesto no fue tu mejor decisión en la vida, pero amabas cada espacio construido junto a él. Tu propio espacio familiar con 6 hijos y 2 hijas que tuviste que formar en otro Estado, alejada de tu pueblo ante la negativa de tus padres, ya que tu esposo era el peón, una persona que según ellos no merecía tu amor y dedicación. Sé que en esos suspiros deseabas seguir sintiéndote necesariamente presente. Presente era el ideal que nos deseaba, presentes con pasado y futuro. Eras una mujer que solía abrir las ventanas, salir al patio y pasar la mañana junto a tus plantas, junto a los colibríes que gozos de beber el néctar que

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les preparabas, se quedaban a acompañarte todas las tardes. Hace 5 años empezaste a perder la puntada del tejido que poco a poco deshiló tus memorias. Cada vez un poco más insegura transitaste en tu hogar, sin saber cómo era que las cosas y las personas no eran lo que nombrabas. Algunas nietas nos volvimos tus hermanas, algunos hijos tu esposo, algunas nueras tu madre. No volvimos a escucharte pronunciar nuestros nombres. Sin embargo, tu sorpresa al verme sabiéndote en búsqueda de mi rostro en tus recuerdos/olvidos era mi momento favorito al encontrarte con aquellos ojos pizpiretos que parpadeaban cada vez más seguido pero no dejaban de verme. Tus a/brazos representaban un territorio seguro, donde ésta, tu nieta podía resguardarse de todos los miedos posibles que regularmente solían bombardearme. Siempre dijiste que era muy chillona. Sabía que te gustaba cuidarme aunque siempre me pedías que no te dijera <<Abuelita>>; puesto que eso te hacía sentir más vieja y débil. Poco después entendí que no debía dejar de nombrarte por tu nombre: Juana, así a secas, pero representado con todo el desborde de amatoria que puede sentir una nieta hacia su abuela. Te nombraba todos los días y era realmente hermoso cuando alguien te preguntaba tu nombre y sabías encontrarte en él. Decidí que aunque te olvidaras de mí, no quería que te olvidaras de ti. Pronto llegó el momento en donde articular algunas frases representó lo más difícil en tus días. Sin embargo, creamos un lenguaje secreto entre nosotras. Dicen que los recuerdos que asociamos con 28


canciones son menos probables a olvidar porque la música la guardamos en áreas cerebrales diferentes de las del resto de los recuerdos. Así fue como hubo canciones todos los días. Canciones en el desayuno, canciones en la comida y, cuando íbamos a dormir, me animaba a cantarte en tono bajito cerquita de ti. En esos momentos, todas las noches volvías a la danza nocturna de tus manos al viento tejiendo los recuerdos, las vivencias, tus dolores, tus alegrías verdaderas como forma de un ritual. Ninguna enfermedad dio por terminado nuestro lazo de sentirnos cerca cada mañana, de tus sonrisas que hacían cerrar tus ojos por la alegría de ser un hogar seguro para la otra, y de tu fortaleza que demostraste hasta el último día. Aun con cierto enojo en mis adentros por no entender los ciclos terrenales puedo nombrar que la vida que construimos juntas dentro de ese proceso fue nuestra mejor alianza. Ahora me resulta necesario mediar la ausencia y convocar desde otros planos tu existencia. Me convoco enraizada en tus abrazos. Me convoco en las canciones nocturnas. Convoco tu existencia en mis nuevos territorios. Convoco tu fortaleza en mi cuerpo. Y, siempre me resultará necesario recurrir a la historicidad de ser la nieta de Juana Téllez, a la amatoria infinita hacia ti y hacia nosotras conformado por 24 años de tu existencia en mi vida.

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ANTE LA ADVERSIDAD

Valeria Itzel González Espinoza

En el año de 1989 sucedieron mil cosas en el país y en el mundo entero: la caída del muro de Berlín, un sismo en San Francisco, sólo por mencionar algunos ejemplos, pero fue un año muy especial para Maricela y Enrique. Ella hacía sus prácticas profesionales en el Instituto Nacional de Perinatología. Corría y corría para estar a tiempo en la escuela, en las prácticas y siempre, siempre buscaba un espacio para jugar basquetbol. Maricela en ese año tenía 18 años, era delgada con 1.57 m. de estatura, cabello negro y muy largo. Lo que siempre la ha caracterizado es un 30


lunar coqueto que tiene de lado izquierdo entre la nariz y el labio superior. Su sonrisa es de esas que te da tranquilidad, grande y sincera. Enrique en 1989 tenía 32 años, sí 14 años, mayor que Maricela. El era un chico muy hogareño, salía con sus amigos, la gran mayoría era de muy cerca de su casa, le gustaba andar en bicicleta, salir de excursión, jugar basquetbol con los amigos de la colonia y comenzó a trabajar en un auto que servía de transporte colectivo del Instituto Nacional de Perinatología al metro Observatorio, ese auto era de la familia de él y pensaron que sería buena idea ponerlo a trabajar. Enrique estudió Veterinaria así que si no estaba de chofer estaba dando consultas o buscando qué hacer con animalitos. Su mamá dice que llegaba con conejos, faisanes, codornices, perros, siempre quería saber más y aprovechar todo lo que se pudiera de ellos. Él era delgado, de piel morena, con mucha condición física ya que amaba hacer ejercicio, sus ojos te dicen todo con una mirada, ya sea algo amable o cuando está que echa chispas de lo enojado que llega a estar. Maricela y Enrique se conocieron justo afuera del Instituto Nacional de Perinatología, ella con sus prisas para llegar a la escuela y él desde el auto al servicio de ella, así fue como cruzaron palabras e intercambiaron miradas. Él le dijo que la llevaba al metro, aunque no tuviera algún otro pasaje y ella accedió; así, pasaron los meses de agosto a diciembre hasta que le propuso que fueran novios. Él era muy atento con ella, se preocupaba de que llegará a tiempo a todas partes, por si había comido algo y no anduviera con el estómago vacío, por si tenía el suficiente dinero para alguna emergencia. El noviazgo iba de maravilla y el 2 de marzo de 1991 se casaron, 31


hubo pachanga a lo grande. Llegaron amigos, de ambos, familiares, tíos lejanos y fue un momento de celebración. Otro gran momento para Maricela y Enrique fue cuando se enteraron de que serían padres, les asustaba, pero estaban felices, y es que a quién no le asusta saber que una personita dependerá de ti, serás proveedor, protector, guía, acompañante, maestro e instructor de un nuevo ser. Después de la mezcla de sentimientos que conlleva la noticia y la preparación para la llegada de un bebé llegó el día del nacimiento, es niña, le avisaron a Enrique y entonces su corazón se multiplicó porque ahora había otra mujercita para él. Los primeros años con su hijita no fueron fáciles, necesitaban un lugar para vivir, lo consiguieron, pero ahora necesitaban cubrirse del frío, porque vivir en Cuajimalpa implica amor a bajas temperaturas, una casa acondicionada (que no tenían) lo que sí había y sobraba era amor entre ellos y a su pequeñita. El apoyo de las hermanas de Mary en esos años fue importante, les ayudaban con lo que podían que para ellos era mucho. Creció su hijita, cómo era la única la cuidaban mucho, que no cayera, que no se lastimara, le ofrecieron todo lo mejor en amor, atención, educación, ropa… Al fin única, al fin consentida. Los años siguieron su curso, su hija creció sana, llegó a la vocacional y ellos iban consolidando su matrimonio, con discusiones, desacuerdos y acuerdos, bienestar entre la familia, hasta que un día el destino les dijo «un momentito que ahí les va una prueba». Maricela se detectó una bolita anormal en su seno derecho, llegó

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al doctor y sí le confirmaron que tenía que ser operada de inmediato lo que tenía era un cáncer altamente peligroso, en una semana la metieron a cirugía. «Salió muy bien» fueron las primeras palabras de la enfermera para Enrique, y otra vez su mundo se iluminó. En esta prueba que el destino les envió, Maricela fue valiente, disciplinada, y muy optimista. Ella quería seguir viviendo y estuvo dispuesta a hacer lo que fuera para pasar más tiempo con su familia. Pasó las quimioterapias y radioterapias, pasó el tratamiento hormonal y las demás consultas para evitar un resurgimiento de alguna anomalía en su cuerpo. Pasaron ocho años más para que la familia de Enrique y Maricela tuvieran otro enfrentamiento con la muerte. En el año 2017 Enrique tuvo un infarto, el cual duró aproximadamente tres horas, en ese momento su estado era crítico ya que no recibió atención médica inmediata, el dolor que él vivió y la incertidumbre de su hija y esposa parecían eternas, hasta que por fin lo dieron de alta, tras un cateterismo Enrique volvió a casa. Esa historia de matrimonio no termina aquí, ellos siguen disfrutando la vida, conociéndose cada día y amando a su hija, y yo su hija, sigo agradeciéndoles haberme protegido, mimado, cuidado y sobre todo haberme enseñado a ser valiente ante las adversidades, a amar y dar todo por las personas que amamos porque si no hubiera sido por esa casualidad de que Maricela y Enrique se encontraran en el año de 1989 yo no estaría contando su historia.

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Viviendo en la memoria



LA TAZA DE BRUJA

Valeria Itzel González Espinoza

Todas las mujeres tienen algo de bruja; es lo que siempre me contaba mi abuela cuando yo era pequeña. Al despertar por las tardes después de que yo llegara muerta de flojera del colegio, bajaba a la cocina y ahí siempre estaba mi abuela terminando de preparar la cena. Como yo era su única nieta en ese momento de nuestras vidas, siempre tenía lista una taza de chocolate caliente con un trozo de pan dulce, por supuesto que era su consentida y siempre amaba ese detalle. La verdad es que siempre me sorprendía, aunque era un gesto muy común. Cuando llegaba a

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la cocina abría los ojos adormilados y sonreía de manera gozosa al ver la taza de chocolate caliente, mientras que mi abuela sentada en el antecomedor o a veces parada junto a la estufa me miraba triunfante como si de alguna manera hubiera conseguido de mi la reacción adecuada. Y ahí en la cocina, reencontrándome en cada nota del pan dulce, junto a la taza y los aromas de la comida recién hecha, sobre el antecomedor con su impecable mantel bordado y el sol cayendo por la ventana. Mi abuela me heredaba cada una de sus historias de cuando era joven en su natal pueblo, Tlaxcala. Ese era mi pequeño refugio. En un ambiente tan acogedor, paradójicamente las historias que mejor contaba ella eran aquellas donde lo inexplicable, aterrador y misterioso sucedía, a mí me fascinaban. Más de una vez nos sobresaltó la voz de mi mamá cuando llegaba del trabajo, nosotras nos adentrábamos en una atmósfera creada por las narraciones de nahuales, muertos y aparecidos que ocurrieron en aquellos lejanos días. Las historias sobre brujas eran mis favoritas. Había brujas buenas y brujas malas, «en este mundo hay de todo» decía mi abuela. Las más peligrosas y que armaban un alboroto en el pueblo son las que se quitaban las patas y las sustituían por patas de gallina, de perro y hasta de burro. Estaban las otras que se volvían bolas de fuego para volar por la cima de los cerros, esas que daban mal de ojo y lanzaban maldiciones a quienes las molestara y amenazara, esas mismas que se robaban los niños, esos pobres que amanecían blancos como hoja de papel sin una gota de sangre en su ser. Especialmente en las lunas llenas nadie salía de sus casas en el pueblo de mi 36


abuela, había un verdadero temor y cada familia tenía sus remedios para alejar a estos seres. Aunque de vez en cuando alguna lograba colarse a alguna casa y hacía de las suyas, pero en seguida al otro día aparecía una pobre mujer macheteada acusada de ser bruja. Mi abuela siempre me decía que debíamos tenerles un gran respeto a estas cosas, porque son cosas que no se puede explicar, son sucesos que no cualquiera ha vivido y que no debía ser motivo de burla solo porque algunos no son capaces de comprender estos hechos. También me contaba de esas brujas buenas que más de una vez ayudaron a mi abuela para remediar una enfermedad, algún mal echado, alguna protección o una plegaria para tener una semana de buen trabajo. En especial en ese entonces vivió una señora llamada Omelia que fue quien más ayudó a mi abuela en su juventud, aunque a veces mi bisabuela la regañaba por juntarse con «gente rara» esta señora precisamente le daba sus consejos, sus remedios, objetos y brebajes para alejar espíritus malos y atraer la buena suerte. En una ocasión mi abuela le contó a esta señora que tuvo un sueño muy raro donde veía a mi bisabuela lavando trastes, pero con agua muy sucia, entonces Omelia le dijo que era muy probable que su madre enfermara y justamente, al cabo de unos días, mi bisabuela tuvo complicaciones por tener agua en los pulmones. En otra ocasión mi abuela soñó con unos perros muy grandes que corrían por el campo y que extrañamente comían el maíz sembrado, tiempo después un incendio casi acaba con la cosecha de ese verano. Así pequeños detalles le llevaron a pensar a la señora Omelia, que mi abuela tenía el don de la clarividencia y la adivinación. 37


Mi abuela asombrada no tenía idea de eso puesto que en la familia nadie que se supiera estuviese implicado en algo así; a lo que la señora Omelia le decía que todos tenemos dones, algunos más sutiles que otros, pero que según ella todos podemos desarrollar habilidades insospechadas. Adentrada en la curiosidad mi abuela en secreto le preguntó si podía desarrollar su «don» a lo que la señora Omelia con gusto le enseño un par de cosas a mi abuela. De las cosas que aprendió fueron lecturas de café, hojas de té y lectura en un vasos o tazas de agua. Me contaba mi abuela que la idea era adivinar, cosas, objetos, sucesos a través de las formas que tomaban los residuos del café o las hojas de té, la lectura con agua se trataba de observar figuras y cosas en las ondas que esta produce. Por supuesto que toda esta adivinación partía de una pregunta que el consultante realiza. Me contó que la señora Omelia sacó una bonita taza de peltre de un armario, se la dio a mi abuelita y en ese común objeto, empezó a hacer sus «prácticas» de adivinación. Cuando me platicaba esto yo embelesada en la taza de chocolate caliente trataba de ver formas y figuras en mi bebida imaginándome todo lo que me contaba mi abuela. Por supuesto más de una vez mi abuela leyó mi taza de chocolate ante mi insistencia de saber cosas banales e irrelevantes que cualquier niña de siete años podría preguntar. También recuerdo que además de aprender esto, la señora Omelia le enseñó a mi abuela más de un «conjuro», inclusive el conjuro para casarse con quien después sería mi abuelo. Así se me pasaban las tardes entre historias y chocolate. Conforme el tiempo pasó, llegaron mis hermanos, llegaron otros 38


primos y yo crecí. La frecuencia de las tardes con mi abuela se hizo cada vez menos, los cambios de rutina, de casa y responsabilidades terminaron por alejar esos días en la cocina de mi abuela. Un 18 de febrero de hace siete años, cuando llegue de la escuela a mi casa, encontré a mi mamá llorando en la sala, me espante mucho porque presentí lo inevitable: mi abuelita había fallecido. Recuerdo que en ese entonces me sumergí en una depresión profunda que aún hoy me persigue de vez en cuando. Se que en algún momento me la volveré a encontrar a mi querida Micaela, pero su legado de historias, cariños, recetas y aquellas tardes eternas me inspiran cada día. Aquella tarde en que la enterramos no pude soltar ni una gota de lágrima, creo que era un dolor que no se podía expresar. Recuerdo que unos días después ya en casa donde vivía mi abuela, me encontraba con mi mamá y mis tías, entre tristeza y alegrías, platicábamos y recordábamos los momentos con ella. Entonces mencioné aquellas tardes que mi abuela me contaba las historias sobre brujas y de su íntima amiga Omelia; una de mis tías me interrumpió y mencionó que recordaba esa historia, el cómo mi abuela había tratado de volverse adivina y recalcó que curiosamente aún conservaban la tacita que la bruja le había regalado para hacer sus prácticas de lectura. Mi tía se dirigió a la cocina y regresó sosteniendo una tacita de peltre que yo había creído olvidar, pero, al notarla, me golpeó en la memoria como un relámpago iluminador. Era la taza donde mi abuela me servía el chocolate caliente. Quedé maravillada con aquel detalle

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tan curioso. Sostuve la taza entre mis manos temblorosas, al observarla recordé cada detalle de la cocina, de mi niñez junto a mi abuela, las historias y casi podía oler y sentir el sabor de esa mi bebida favorita. Y al fin pudo llorar. Como si al recordarla, mi abuela me hubiera llevado hasta mi aquella taza para darle un desahogo a mi alma. Por siempre conservare esa taza, es como si fuera un puente entre mi abuela y yo. Ahora yo practico mis propias artes adivinatorias como alguna vez lo hizo ella, porque todos tenemos un don, porque todas las mujeres tenemos algo de bruja. Esa historia de matrimonio no termina aquí, ellos siguen disfrutando la vida, conociéndose cada día y amando a su hija, y yo su hija, sigo agradeciéndoles haberme protegido, mimado, cuidado y sobre todo haberme enseñado a ser valiente ante las adversidades, a amar y dar todo por las personas que amamos porque si no hubiera sido por esa casualidad de que Maricela y Enrique se encontraran en el año de 1989 yo no estaría contando su historia.

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UNA ESTRELLITA QUE VIVE EN MI

Getzemany Barrientos García

Como todos días, ella estaba sentada en el jardín de casa, contemplando el aire, el sol y las hojas al caer a través de su cara. Siempre teniendo una hermosa sonrisa de perlas brillantes, nunca se quitaba ese bonito suéter de rombos dorados con negro que combinaba a la perfección con esa falda azul. Su bello cabello plateado que siempre estaba trenzado con un hermoso listón café.

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Recuerdo que prefería no dejar de traer puestos esos lentes en color dorado, eran siempre tan grandes, pues me decías que con ellos podías ver lo bonito de la naturaleza. Llevabas sosteniendo con tus manos esa taza de color rojo, que siempre se veía muy bien con tu color de piel morena. Nunca dejabas de tomar café con leche y lo acompañabas de un delicioso pan de nuez. Jamás olvidaré cada migaja que se caía a través de tu falda y que dejabas que los pequeños pajaritos limpiarán de ella. Recuerdo que por las tardes siempre jugábamos a las muñecas, mientras apreciaba que de tus delicadas manos tejías bellos vestidos para cada una de ellas, eran de diferentes colores y modelos. Me enseñaste cada detalle, para que más adelante juntas pudiéramos tejer y apoyarnos por el resto de nuestros días. En otras ocasiones preferíamos jugar en el columpio, cuando sin querer me aventaste directamente a la pared y me salió un gran chichón en la frente que hasta me hizo llorar por un buen rato, son esas heridas que dejan huella de un gran ser especial. A pesar de tan solo ser una niña de 5 años, he tenido presente el olor de la loción que tanto te gustaba. Describir ese aroma tan dulce como una flor, se queda corto, pero lo que más me agradaba es que era ese olor para identificarte en seguida, pues cada abrazo que recibía de ti, siempre fue mágico. Simplemente me cambiaba la vida, contigo me sentía segura y siempre me contabas de tus hermosas historias y actividades que te encantaban hacer en el bello Estado de Guerrero. Seré tu fan por toda la eternidad, nunca me dejaste de enseñar ese lado de ser fuerte y conseguir lo que uno quiere en cualquier 42


fase de la vida. Tus palabras, siempre eran: “Mi mamachita, quiero verte triunfan en la vida, mira yo no tuve que estudiar la preparatoria ni la universidad, pero siempre mi papá me dio los libros adecuados en cada etapa de mi vida, y es justo cuando no dejé de leer ni un momento. No dejes de soñar y siempre ten algo que leer, pues siempre habrá algo que te haga impulsarte para alcanzar lo que siempre has querido”. Lo que me ponía más feliz, es que cuando llegaba el mes de junio, cumplíamos años, ella cumplía el 29 y yo el 30, siempre nos festejaron juntas. Amabas el pay de limón con durazno en rodajas en cada capa. Contigo me podía embarrar toda la cara de pastel, sin importarnos el qué dirán, después nos limpiábamos sin problema y seguíamos disfrutando de la función. Me enseñaste a bailar “La Adelita”, siempre tenías ese espíritu revolucionario, para luchar por tus tierras, que el gobierno no ayudaba en el cultivo, que al contrario les quitaba lo poco que tenían y que siempre carecían de comida. Nunca olvidaste tu valor, siempre aprendías de todo desde colocar una tabla, hasta cultivar y tener el campo siempre impecable. Cada que tenías ese espíritu lo acompañabas de palabras náhuatl, que en ese momento me ayudas a pronunciar para aprender poco a poco. Sin embargo, no lo lograba, pues cada sábado tenía que ir a terapia de lenguaje, me costaba mucho pronunciar la r y eso me trajo algunos problemas para poder hablar tu lengua materna, pero era tan bonito escucharte y que siempre me describieras a la perfección lo que traía puesto.

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No te agradaba tanto viajar en carretera, me decías que te mareabas terrible, y ese viaje que emprendimos a Morelos me hizo darme cuenta lo mal que te ponías, pero como siempre nunca faltaba tu buen humor para hacer hasta los chistes que no comprendía en ese momento. Después de que llegamos, no hizo falta la rica nieve de coco que tanto te gustaba. Te agradaba disfrutar de ella sentada en una banca del parque y contemplar pasar a la gente y las palomas que buscan alimento hasta en el mínimo rincón. Recuerdo que a la hora que llegamos había personas de la tercera edad bailando danzón, me dijiste ese día: “Mi mamachita, nunca aprendí a bailar ese ritmo, siempre quise aprender, pero en mi pueblo nadie lo sabía bailar”, en ese instante te contesté: no te preocupes mi Paulita, ahorita aprendes hacerlo. Ella solamente se echó a reír. Siempre me llamabas mamachita, porque me decías que era una mocosita chiquita y muy aventurera que tenía curiosidad en todo. Un día, que estaba un poco soleado, me enfermé y siempre me hacías pañuelos para sonarme la nariz, me decías que era importante no sonarme con papel porque dañaría mi nariz y que así ahorraría no utilizar demasiado papel para después desecharlo, que el pañuelo era una mejor opción, así que cuando quería volverlo a usar, simplemente lo tenía que lavar. La última aventura que tuvimos juntas fue cuando ya estabas muy enfermita, te hacía compañía en todo momento, no quería que nada te faltara, me gustaba mucho darte de comer tus ricas papillas,

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llegó un momento en el que ya no podías pasar comida, pero eso no te detuvo para seguir luchando. Todavía nos acompañaste cuatro meses, hasta que llegó el día que te quedaste dormidita. Tengo tanto que decir de mi Paulita, pero como siempre cada historia de vida tiene un final ya sea bueno o malo, triste o feliz. Y eso sucedió cuando me hiciste falta tú. Te fuiste un mes de marzo por la noche, ese día llovió tan fuerte, que al verte no soporté saber que estabas en otro mundo, pero también me sentí aliviada en saber que ya no sufrías más y como siempre te fuiste con una sonrisa enorme y ese aroma que jamás se me ha olvidado, y que cada logro y cada día siempre te llevo en mí. De cierta forma, siempre te habías dado cuenta en lo que iba ser un día, nunca dejabas de decirme lo dedicada que era y bien me lo mencionaste que era una característica importante para llegar más allá de lo que me imaginaba. Ahora cada vez, te abrazo con mucha felicidad pues te quedas en mí con un hermoso y apreciable recuerdo. Hasta siempre mi estrellita.

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SILUETAS DE LA VIDA

Humberto Cortés Camacho

Conforme pasa el tiempo, los recuerdos que tengo de mi familia van en aumento y tengo un vivo recuerdo de cada uno de ellos, como si hubiera sido ayer cuando ocurrieron. A veces ocurre que cerramos los ojos y nos ponemos a imaginar un sinfín de acontecimientos que divagan en nuestra mente, o cuando estamos dormidos, al soñar tenemos de repente algún déjà vu y tener esa sensación de vivirlo es impresionante.

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Al cerrar los ojos, viene a mi memoria esas imágenes que traigo tan arraigadas en el corazón de cada una de esas cinco personas especiales que tengo en la vida. Llega el momento donde los párpados se juntan y la mente comienza a realizar su trabajo y de repente, con una gran silueta, veo una pequeña mano con la piel delgada, blanca, y con las venas exaltadas, que poco a poco hacen un esfuerzo por llegar a la boca e ingerir el alimento. Es mi abuelita, la señora Consuelo Gómez Acevedo, o como en la familia le decimos, “mamá Chelito”, ya que a ella no le gustaba que le dijéramos abuela. Recuerdo que siempre me recibía con una gran sonrisa al llegar de la escuela; siempre al pendiente si ya había comido, al igual se preocupaba sobre mi estado anímico y la verdad es que, con ella sentía una gran protección, pues yo siempre la he considerado como mi segunda madre, y ¿cómo no?, si desde que tengo memoria vió siempre por mi bienestar: siempre fungió como la proveedora del hogar, pues gracias a ella, tenemos un techo donde pasar la noche, y el alimento que nos brindaba día a día, además, cumplía mis antojos. Siento por la mejilla un ligero roce húmedo, pues las lágrimas logran inundar mis ojos al recordar, que mi mamá Chelito, dió un último suspiro con toda su familia (hijos, sobrinos, nietos, y a nosotros, que más que nietos, nos consideraba como hijos suyos). Éste es un vivo recuerdo que tengo a diario cada que me levanto por las mañanas, al llegar de la escuela e incluso a la hora de cenar, pues es la principal pieza que falta en toda la familia, ya que ella era el pilar de todos nosotros, y ahora, vive en nuestra mente y en el corazón de toda la familia. 47


A veces nos ponemos a pensar en el que podrá pasar el día de mañana, sin preocuparnos por vivir el presente, y aunque el hecho de reflexionar con los ojos cerrados es un poco absurdo, sin embargo, en la situación que me encuentro suena razonable. De repente, vuelvo a cerrar los ojos, y veo a mi tía Rosy en el balcón, con una piel tan delgada, blanca y suave, que era imposible no tratar de acariciar. La veo con una jícara en la mano, rociando las plantas que tiene en la entrada de la casa, pues ella siempre ha sido amante del color verde, y con la dedicación y pasión que le tiene a las plantas y flores, hace que se vean hermosas. Con ella siempre me llevé bien, pues yo siempre la vi como un símbolo ejemplar de autoridad, respeto, liderazgo, amabilidad y cortesía, pues siempre ha sido una persona muy recta en su vocabulario y en actitudes personales, eso sin contemplar que es amante del rock and roll cuando estuvo en su pleno apogeo. Una vez más, siento húmeda la mejilla, pues, ante un acontecimiento que marcó mi vida, ella fungió como una mamá hacia mí, quien me daba apoyo moral y económico para poder subsistir en mi paso por la universidad, y que estaba al pendiente de mí, si ya había comido, mi estado anímico, y académico. Regularmente, cuando estamos dormidos, soñamos momentos en donde vemos algunas cosas que nos gustaría que nos ocurrieran, sin embargo, dentro de ellos también existen los llamados déja vu, que son acontecimientos que sentimos que ya vivimos. Aprieto fuerte los párpados, y veo una silueta de una mujer que está sentada, viendo la televisión, 48


con una cerveza en la mesa y un cigarro en la mano, ella es mi tía Martina. Recuerdo que con mi tía siempre me llevé muy bien, aunque había ocasiones donde teníamos un choque de ideas tan fuerte pero tan fuerte, que llegaba un momento donde discutimos de manera grave, pues al querer tener la intención de tener la razón por ambos lados, hacía que aquello fuera una olla de presión a punto de explotar. Desde niño siempre me quiso y yo de igual manera; recuerdo que me regalaba dulces y me protegía cuando mi papá o mi mamá me regañaba, y siempre me cuidaba. Al no tener una imagen paterna, mi tía Martina siempre la ví con un símbolo de autoridad enorme, pues siempre se ha caracterizado por tener un muy fuerte carácter y con mucho temperamento, pues había ocasiones donde se ponía de malas y todos le temíamos. Pese al roce que siempre tuve con ella, puedo decir que le tengo un gran cariño, mucho aprecio, estima y respeto, pues siempre ha querido lo mejor para nosotros. Quizás a veces divagamos con algunas cosas que nos gustaría que ocurrieran, otras con algunos recuerdos que prevalecen en nuestra mente, pero siempre va a haber personas, por quienes tengamos pensamientos hermosos, llenos de cariño y amor. Ahora, cerraré los ojos de nuevo, y poco a poco quiero pensar y sentir ese bello momento en el que conocí a mi hermana, Alicia. Durante mi niñez fui un chico muy latoso, a veces hacía enojar a mis

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tías y a mi mamá. Aly siempre ha sido mi compañera de vida, quien me acompaña a todos lados, me cuida, se preocupa por mí, con quién he tenido una confianza total, alguien quien sabe escuchar, aconsejar y quién siempre ha estado a mi lado. Cuando pasé un mal momento por la pérdida de un pedazo de mi ser, por la partida de algunas personas esenciales en mi vida, ella siempre estuvo ahí, para brindarme apoyo moral, psicológico y económico, pues me ayudó bastante a sufragar los gastos diarios que se me presentaban. Con los ojos cerrados, comienzo a sentir más y más húmeda la mejilla, pues me conmueve cómo puede haber tanta sensibilidad, cariño, amor, confianza y sobre todo atención por parte de alguien, quién se gana el corazón de toda aquella persona que la trata. De repente una luz resplandeciente ataca mi vista, y veo a una chica sentada en el comedor con una tez blanca, unas manos suaves y delicadas, cargando con ella un pequeño cachorrito hermoso que en su mirada refleja la inocencia, el amor y el alma transparente que sólo alguien así nos podría dar. Esa persona es mi hermana Aly, con nuestro cachorrito llamado Coyito, quién siempre fue el consentido de la casa, ya que llegó en el mejor momento, donde a todos se nos había ido un pedazo del corazón. Tal vez se estén preguntando, ¿por qué hacer el acto de cerrar tanto los ojos para pensar en tu familia? La respuesta es complicada, ya que estoy recostado, y lo único que veo es la penumbra que entra por la ventana, tratando de asimilar qué ocurre, pero cada momento que cierro los ojos, se proyecta una 50


película en mi mente, un pedazo de mi vida donde están inmiscuidos mis más cercanos seres queridos. No sé qué está ocurriendo, pero cada vez que mis párpados se juntan, me proyectan un recuerdo de lo que fue mi vida con las personas que siempre quise más. Trataré de cerrar los ojos para no imaginar nada, pero al cerrarlos, no sólo comienzan mis lagrimales a derramarse, sino que mi corazón palpita de manera acelerada, pues mis latidos me indican que la persona que estoy por ver, ha sido alguien por quién gracias a ella, estuve en el mundo de los vivos. Veo muchos escenarios, uno se asimila a la sala de mi casa, otro a un hospital lleno de puertas de cristales, otro a un tianguis lleno de comerciantes, otro a una playa donde la arena es café con conchitas. Pero estos escenarios pasan de manera lenta, con una luz en algunos resplandeciente, otros con una luz muy tenue. Mi corazón está tan acelerado que no sé qué pasará conmigo, pero si es en lo que estoy pensando, sé que valdrá la pena. No sé en dónde estoy, no hay nada aquí, estoy sólo, pero, de repente, siento una alegría enorme en el pecho, una sensación hermosa que me llena de gusto porque a lo lejos escucho la voz, de una persona por quien valdría la pena perder la vida, alguien quien en vida, se sacrificó de una manera verdaderamente heroica y admirable para que no me faltara nada. Es una voz hermosa, aguda, muy delicada, que cada vez, va en aumento el sonido, lo que me indica quebrado-chino, unas manos pequeñas, morenitas, que está cerca.

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Al voltear, veo a una mujer hermosa, chaparrita, con su cabello y con las venas marcadas por tantos años de trabajo en vida que tuvo. Una mujer que, con toda la expresión de la palabra, supo luchar, ser fuerte, supo ser madre y padre a la vez; supo ser autoridad, ser una mujer con decisiones certeras y un carácter fuerte e imponente. Una mujer que me enseñó lo que es luchar hasta el último momento, tener valentía, coraje, fortaleza, actitud, deseos por seguir adelante, metas y sueños. Esa mujer es mi madre, la señora Ramona Camacho Gómez, o como yo le digo a mi chaparrita, “Monchis”. Y aunque en vida, le faltó mucho por ver, aquí ya estoy para tomarla de la mano, abrazarla, besarla, llenarla de caricias, cariños, y mucho amor pues tenemos que ponernos a platicar, ya que han pasado muchas cosas desde aquel último suspiro. Agradezco a la vida y a Dios por haberme puesto en la familia Camacho, pues de ellos aprendí mucho y supe lo que era el amor, la convivencia, la comprensión y el apoyo.

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EL MAL ALEMÁN

Douglas Toledo Beltrán

No, no es Paul Kraitz, el primer esposo de mi mamá, es más, él no fue un mal. Comienzo con sarcasmo un tema que no sé precisamente cómo iniciar, porque cuando pienso en ti, mal de nombre alemán; mi cuerpo, mi mente, mi ser se estremecen de dolor, rabia… y no sé cómo comenzar. Es molesto cuando una visita llega sin anunciarse, pero tú, mal indescriptible lo hiciste y lo peor, jamás te fuiste. Porque

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sí eres descriptible en términos de la biología, medicina y demás. Pero, jamás a nivel emocional, porque lo que tú te llevas es invaluable e irreparable. Llegas a desestabilizar lo más preciado en una persona, pero también su entorno, arrasas con la vida, pero estando en vida. Recuerdo cómo sigilosamente entraste hace unos siete, tal vez ocho años y no precisamente por la entrada principal, pero maldito sea el momento en que lo hiciste, ¡lo maldigo infinitas veces! Con ese mismo sigilo con el que entraste, te quedaste y penetraste lo más íntimo de una persona, su mente, sus pensamientos, hasta el último rincón de su inconsciente. ¿Por qué tanta imprudencia?, ¿por qué tanta maldad? ¡Eres monstruoso! Sí, lo eres. Te escabulles con tal efectividad, que eres invisible, tanto así, que en un inicio te llevas partes insignificantes para pasar desapercibido, incluso, ahora temo cuando olvido algo banal porque puede ser que seas tú y tu maldito mal. Debo reconocer que eres bastante cauteloso, sabes no levantar sospechas. Pero, es sólo el principio de tu macabro plan, porque cuando te llevas algo más que lo cotidiano, ya es sumamente tarde, no hay marcha atrás. Es más, ya estás inmerso como veneno de enhydrina, pero no es la peor parte, sabes cómo aterrorizar, eres un experto. En este punto ya eres inquebrantable, dejas en tal impotencia que no se puede culpar al especialista por decir que no se espere mucho, ni a nuestra matriarca por llevarte en ella. Continúas robando recuerdos, nombres, momentos de forma escalofriante. Eres terrible, porque en tu maldad me vi reflejado, cuando en un inicio no te reconocía y me 54


frustraba por tener el disgusto de empezar a conocerte. Me llegué a odiar por no tener la paciencia de tu presencia, pero me he logrado perdonar con el tiempo, pues no te entendía. Aun así, sigues presente en otras interrogantes que me aquejan y hacerme sentir cruel, es decir, pensar en eutanasia. Pero, ¿cómo siquiera pensar en eso, si es completamente sana, pero no está, pero por momentos parece estár? En fin, hechos que en mi reconocida ignorancia suelo divagar. Ahora, voy con lo que pienso de forma, tal vez narcisista, es lo más duro de tu presencia, me refiero a vivenciar tu evolución. Ver cómo se va deteriorando la mente, la personalidad, su esencia de una persona tan amada. Desde tu inicio imperceptible, hasta el doloroso y crucial momento donde no recuerda el nombre de sus seres amados. Nada de lo que menciono, se asemeja y, lo repito, de forma narcisista, el perder la charla con mi abuela, el encontrar mi felicidad al escucharla, al decirme te quiero mucho y darme un beso. Eso, con lágrimas de silencio te reprocho hasta el último momento consciente de mi vida. El hecho de verla a los ojos y notar que no me percibe ha sido lo más duro de mi vida, pero en esa parte no has ganado del todo. Es horripilante ver la pérdida en vida, más allá de mis sentimientos encontrados sobre la no pérdida de un gran amor, es el presenciar tu última fase, pero, de nuevo, me atrevo a decir que no ganas del todo, porque por segundos o tal vez, milésimas de segundos percibo en sus ojos mi reconocimiento y en ellos veo la máxima expresión de amor. Tal vez sea autoconsuelo, como dice Freud “las ilusiones se encomiendan a nosotros porque nos ahorran dolor 55


y nos permiten disfrutar del placer. Debemos, por tanto, aceptarlas sin quejas cuando se chocan contra la realidad en la que hacen pedazos”. Es así, que tomó esa ilusión y siento el amor. Sólo se queda imponente ante ti, ente en evolución. Inmerso en una vida, en nuestras vidas a tal grado que eres el protagonista de este texto. No mereces tal protagonismo, hubo muchísimo más además de ti en mi abuela, pero cómo no dártelo, si eres un haz en arrebatar la autonomía de una persona que se autoempoderó hasta tu llegada, pero dejó ese empoderamiento a sus hijas y nietas; que vivió una guerra que la mandó a lo desconocido, pero vaya que lo conoció muy bien; con su carácter nos instruyó y formó a respetar las ideas ajenas, pero a defender las propias. De cualquier forma, lo has logrado, tienes el protagónico, pero en mi queda su amor y su legado.

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DOÑA LUPE

Julio Cesar Comboy Hernández

Después de la escuela lo primero que atraía al llegar a casa era un olor delicioso a guisado, de esos que sobre matan el hambre y de exquisita sazón, esa comida casera que de sobremanera alimentaba el alma y engordaba el cuerpo, porque ahuevo te lo tenías que comer, así era la comida de Lupita. Ella era el carácter hecho persona, cuando estaba de buenas era la señora más dulce y humana que pudieras imaginar, pero cuando se enojaba era la enciclopedia completa de palabrotas, si te iba bien 57


recibías la firme caricia de una cuchara azul forjada en peltre, pero si te iba mal la introducción de tu sentencia comenzaba con un «¡chinga tu madre pendejo!» acompañado de un combo de puñetazos. —Yo creo que le enseñó box a Julio César Chávez ¡tenía la mano bien pesada! Doña Lupe como la conocía todo el mundo, Lupita para los cuates, era aquella abuela cariñosa que recogía a sus nietos al salir de clases, reconocerla en la multitud era fácil, una señora gordita, de cabello cano, chino; por la base apretada que en la estética le hacía la estilista; con un vestido largo, floreado, de colores extravagantes el cual era escoltado por un mandil igual de sutil que los colores del outfit del día. Empuñando el monedero se escuchaba a lo lejos: «apúrate, que nos está esperando El Vampiro» Se refería a su amigo el taxista. —Obviamente hacía como que no la conocía por la pena, que equivocado estaba. Al regresar a casa en aquel vochito, tenías que subir con cuidado para no pisar las bolsas del mandado, el camino se convertía en una mezcla de risas por aquel taxista cómico y las mejores playlist de música salsa. Cabe mencionar que Lupita siempre que salía del mercado compraba un esquimo y se sentaba con el vendedor de los discos, para ver lo nuevo que había llegado para su colección. —Que por cierto ya tenía muchos cd’s, siempre compraba los mismos, pero con diferente portada. Ay de aquel que se atreviera a tirar un disco, o peor aún una de sus figuras de recuerdo, de los quince años de quién sabe quién, que guardaba

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como tesoro en una vitrina en el comedor. Era gracioso ya que por las mañanas Lupita se levantaba al baño, con ese afro deformado por los encuentros cercanos con la almohada, caminando somnolienta, daba los buenos días y volteaba hacia la vitrina; tenía la habilidad de pasar revista de sus recuerditos con un sólo ojo; y decía «me tiraron algo» todos los días. Una vez hecha la escala técnica se alistaba para las labores del día, sacaba su cuadernillo de recetas y preguntaba qué se nos antojaba en la casa para comer, a lo que todos respondíamos que pechugas empanizadas estaban bien. Entonces la estancia en la escuela era larga sólo esperando llegar a casa a la hora de la comida para saborear esas pechugas de pollo. Y al llegar y abrir el zaguán retumbaba la música de La Sonora Matancera sobre toda la vecindad, era Lupita terminando de preparar la comida. Por fin la espera había terminado, te sentabas en el comedor y oh sorpresa, la abuela ponía una cacerola al centro con chicharrón en salsa verde, al preguntar sobre las pechugas Lupita sólo decía: «Cómo no sé decidían, mejor hice chicharrón porque se me antojo». Y lo peor no era eso, cocinaba como para un ejército, entonces el chicharrón duraba casi toda una semana. Lupita no sólo cocinaba, fue un gran personaje con tan sólo la primaria terminada, logró ser jefa de enfermeras e incluso llevó una importante participación en la política del Hospital General de México. Pero su trayectoria no sólo fue en las instituciones, sino también en las tabernas y cantinas alrededor de su contexto, donde fuera hacía amigos, le 59


encantaba la cerveza, la buena música y el desmadre. Tan es así que abrió su propia cantina, La Taberna del Chato, era la clásica cantina dentro del barrio conocida por tener a toda la colonia Guerrero bebiendo al sonar de la rocola y comiendo sus famosas mojarras al mojo de ajo, su mole con dulces notas de chocolate y también las pechugas empanizadas que por el tamaño parecerían que en vez de pollo eran de avestruz. —Esa época era mágica. La espontaneidad de Lupita deslumbraba a cualquiera, podía causar miles de reacciones en instantes, pero nunca pasaba desapercibida, creaba polaridades o la odiabas o la amabas, pero con ella no había medias tintas. Conectaba vínculos con la gente, sabía escuchar y dar consejos sino sabía algo lo inventaba —Como una vez en la que cumplió sesenta años dos veces consecutivas. Ella tenía una respuesta sabia para todo. Lupita fue la unión de la familia, su poder de convocatoria era gigantesco para los que eran familiares, para los que no, pero ella los adoptaba y para los colados. No podré olvidar aquellas fiestas en el patio de la vecindad lleno de sus plantas, mesas y sillas blancas de plástico, comida, bebida y recuerdos. La congregación no sólo era familiar, una vez cerró la avenida por que no había luz en la colonia durante varios días. Ella se sentó en medio de la calle en un banco de madera hasta que le arreglaran la luz, así los vecinos se fueron uniendo uno a uno a tal grado que mandaron a reporteros de televisión y resolvieron la situación. Lupita terminó dándoles de

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cenar a los trabajadores de Luz y Fuerza como agradecimiento. —Y es verdad, cuando ella llamaba nadie se negaba. Lupita cerraba ciclos y abría nuevos, jamás se quedó quieta, a pesar de sus siestas en la tarde donde veía la televisión con los ojos cerrados, era un sacrilegio cambiar el canal de películas del cine de oro mexicano. Guadalupe, dejó de vender cornetas en una carretilla para pasar a ser sirvienta, después entró al hospital como trabajadora de intendencia y después como enfermera. Su tiempo como abuela la hizo jubilarse y cocinar para todo el mundo mientras ella se la pasaba bien, la taberna cerró porque el fuego de las parrillas comenzó a hacer estragos en su salud. A ella le encantaba Acapulco y viajaba con frecuencia con el grupo de jubilados que frecuentaba o «los viejitos», como ella les decía, poco a poco las cosas cambiaron, ella intercambio la playa por un hotel en Cuernavaca, era su capricho ir cada fin de semana, sacaba una silla y la sombrilla que había ido a comprar a Tepito solo para su lugar a un costado de la alberca, se ponía a leer tranquilamente su periódico y su revista de chismes que cada martes no podía faltar. Hasta que un día el temblor hizo que se despidiera, no fue un temblor, en realidad fue un infarto. Toda su familia acudió a esa última convocatoria y como Lupita era de caprichos, hizo que la muerte esperará hasta que llegara el último a despedirla al hospital sólo como ella lo merecía, como una

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gran mujer, una gran hermana, una madre inigualable, la mejor abuela, una gran amiga y un increĂ­ble ser humano.

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AÚN NO ES EL FINAL

Luis Ángel Reyes Ramírez

Cierro los ojos y aún puedo visualizarte, y sentirte como una suave brisa de aire fresco, después de una gran tormenta, haciendo que brote ese ligero aroma a tierra mojada que tanto amabas. Sintiendo entre los dedos el caliente de la taza con delicioso té de manzanilla, mientras nos acomodamos en los sillones de la sala para ver la película Orgullo y Prejuicio, tu novela favorita desde la adolescencia. Perdóname si lloro y no puedo contenerme cada que hablo de ti o te recuerdo, pero aún no puedo aceptar que ya era 63


tu tiempo de partir, sé que no te gustaría verme así, a ti te gustaba verme sonreír y ser feliz, buscar siempre el lado positivo de las cosas, algo que últimamente me cuesta ver, pero te recuerdo a ti feliz y eso me reconforta un poco, siempre le he pedido a Dios ser como tú. Pero como eras tú seguramente se cuestionará la gente, para mí, eras como un ángel que vino a enseñarme a ser fuerte, tener esperanza, apoyar a los demás y luchar día con día por ser mejor sin importar los problemas y conflictos propios. En tu adolescencia conociste a un hombre del que te enamoraste perdidamente y sabías que era el amor de tu vida, decidieron iniciar una vida juntos y tener una familia. Él siempre quiso darte lo mejor, por lo que tomó la decisión de irse a trabajar a otro país para que pudieran construir una casa propia para su nueva familia que recién comenzaba a crecer, meses después fuiste bendecida con un hijo propio, a quién dedicarías tu vida entera para que pudiera superar los obstáculos y retos a los que se enfrentaba, a pesar de vivir más tiempo en el hospital, con especialistas y en terapias para tu pequeño, siempre encontrabas la forma de tener comida en la mesa y un hogar lindo para los otros dos pequeños a los que a pesar de no ser tus hijos por nacimiento lo eran por elección. Tus tres hijos de nombres: Miriam, Luis Ángel y tu pequeño llamado Abdiel siempre vieron un ejemplo de mujer fuerte, capaz, aguerrida, administradora y sobre todo noble de corazón, una mujer que a donde llegará se daba a querer llevando luz a todas partes, siendo empática y acomedida en todo, siempre dispuesta a ayudar y apoyar a quien lo necesitase, y algo que siempre te caracterizó es dar 64


siempre algo a las personas que sabía que les gustaba, fuera comida, postres, objetos o prendas, siempre en sus cumpleaños y también en fechas no especiales, pero que ella hacía que fueran especiales al recordarles a las personas que no es necesario esperarse a alguna fecha en particular para convivir, celebrar y estar juntos. Con un toque inigualable, para hacer comidas y postres que siempre te pedían para las reuniones familiares y de amigos. Te dabas el tiempo para hacer que cada cosa estuviera en su lugar y que la comida o postre fuera perfecto, se veía y lo mejor de todo es que sabía a amor, como el flan napolitano que siempre te caracterizó, el cual sabías su tiempo exacto de preparación y los ingredientes para hacerlo único, dando como resultado un flan porosito en su cubierta, uniforme y cremosito por dentro, tan rico que dudo que lo podamos probar igual. Cristiana por convicción, viste milagros en tu vida a través de tu pequeño Abdiel, una mujer que como dice el dicho “a Dios orando y con el machete dando”, te postrabas de rodillas pidiendo por la vida y salud de tu hijo y siempre estabas de hospital en hospital y terapias, viste a tu hijo tener una vida a pesar de que los médicos no le daban mucho tiempo desde su nacimiento, viste a tu hijo ganar en paralimpiadas nacionales y de atletismo a pesar que los médicos decían que no podría caminar ni valerse por sí mismo, viste a tu hijo terminar la secundaria y cursos y talleres de varios oficios a pesar que los médicos decían que no tenía la capacidad de comprensión y razonamiento, y viste muchos otros milagros en su vida, a pesar de no ser fácil y tener muchos obstáculos y caídas nunca te diste por vencida y 65


siempre buscaste que tu hijo se valiera por sí mismo y tuviera una vida lo más normal posible, sabiendo la discriminación que tiene una persona con parálisis cerebral siempre buscaste darle las armas necesarias y el apoyo para lograr salir adelante, ahora entiendo que muy en el fondo sabías que no siempre estarías con él y tu amor era tanto que quisiste prepararlo para que se pudiera tener una vida propia sin depender de nadie, y sé que estarías muy feliz y dichosa de saber que así es, que está por terminar una carrera técnica en programación y está pensando en su futuro, no sabes cuánto daría para que lo vieras y te sintieras orgullosa como madre por el excelente trabajo que hiciste en él. Creo que quien no estaba listo para dejarte ir era yo, eras mi pilar, la única persona con quien podía contar y que siempre me apoyó, limpiabas mis lágrimas desde niño y aún de grande, creías en mis sueños y me motivabas para cumplirlos, si bien no tenía el apoyo de mis padres te tenía a ti, y con eso era más que suficiente. Hace dos años que ya no estas y en algún punto perdí mi camino, creí no tener las fuerzas suficientes para seguir y me olvide de quien era, me avergüenzo de ello, porque si algo aprendí de ti es que nunca te das por vencido y sigues luchando por tus metas, siempre creí no necesitar de nadie hasta que ya no estabas a mi lado, ahora entiendo que a pesar de todas las adversidades siempre tenías la esperanza de que vendrían tiempos mejores y luchabas por construirlos. Ahora solo recuerdo los momentos en los que fuimos felices, amábamos viajar y procurábamos hacerlo, tener tardes de películas y postres, juegos de mesa en los fines de semana, festejábamos nuestro cumpleaños juntos (algo que confieso me ha pesado 66


mucho porque es cuando se hace evidente que ya no estas), nos gustaba ir al cine y a nadar, y siempre hablar de todo, desde chistes, televisión, cosas que nos pasaban, hacer análisis de películas o series, o planear actividades y salidas, tu sonrisa y apoyo incondicional, que amabas con pasión y desmedida. Me enseñaste que si amas a alguien es para toda la vida y que no importa si ya pasaron 20 años lo sigues esperando para que estén juntos como lo planearon en la casa que juntos construyeron, aprendí de ti que no tienes que esperar a una fecha en particular para demostrarle tu cariño a los demás, pues todos los días son especiales y únicos. A veces son tantos los sentimientos y las palabras que no se logra transmitir lo que uno quisiera, solo hay algo que sí puede contener lo que uno siente. Gracias por todo tu amor, Te quiero mamá.

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A “TINITA”, ¡PURO CORAZÓN!

Raymundo Rangel

“ Qué bueno que viniste hijo(...) ¿Cómo estás? Deja darte la bendición: Justina Millán Olivares Nació en la colonia Argentina, en la alcaldía Miguel Hidalgo, un 26 de septiembre de 1927 llegó al mundo, Justina, una mujer valiente, trabajadora,

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fuerte, ama de casa y siempre amable con la toda la gente, dedicada a su esposo, hijos y nietos. Aún recuerdo cuando era un niño, tocaba la campana de tu casa y mi Tío Pepe nos abría, al fondo se veía mi abuelita Justina, siempre con su babero de cuadros, guantes rojos de limpiar y con una sonrisa en el rostro, ¿Ya vinieron? era su pregunta y se ponía feliz por vernos. Recuerdo que entraba a su casa y el olor a su arroz rojo era inconfundible, la olla express sonando, los frijoles hirviendo, con jitomates, cebollas, ajo y demás cosas de comida a su alrededor. Nos sentábamos en el comedor, al fondo se escuchaba la radio con la voz de Héctor Martínez Serrano en amplitud modulada, mientras sacaba las tazas de un mueble para servirnos café, platicaba, platicaba y platicaba sin dejar de hacer sus labores de casa. Uno de mis mayores recuerdos era cuando vivía en Santa Cruz, mi papá trabajaba y mi mamá se quedaba sola en Heptano, una casa en construcción, por ello mis abuelos se iban a quedar con nosotros por las noches, para acompañar a mi madre; mi hermana Liliana y yo bajamos el colchón junto con ellos para que pudieran dormir, “¡baja el potoy (colchón), baja el potoy!”, gritaba de emoción, mientras jugaba con mi abuelo y mi abuelita con mi hermana. Una vez fue operada, no recuerdo de qué, sería bueno preguntarle, pero en mi archivo me encontraba en el hospital junto con mis tíos, preocupados porque saliera bien, y así fue, siempre fuerte. Pasaba el tiempo y siempre a las tres de la tarde me iba a su casa para jugar con mi primo Isaías, era el

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pretexto, siempre me gustó su arroz y ella siempre me daba porque ya sabía. En misa de las 9:00 h en mi niñez, adolescencia y juventud, mi abuela nos recomendaba escuchar la palabra de Dios y cuando decíamos alguna “blasfemia” nos reíamos y nos “regañaba”. Una de las cosas más duras en la vida de mi abuela fue la muerte de su pareja en 1995, recuerdo que estaba asomado en la ventana del cuarto de mi primo, vimos entrar el ataúd mi abuelo, posterior a esa imagen que aún sigue fresca en mi memoria, me fui a su habitación, y ahí estaba mi abuelita con mi mamá, con quien lloré porque mi abuelito ya se había ido. Mi abuela le decía a mi madre “querían un montón a Antonio, ya no sufras hijo, él ya está bien”, mientras mi mamá me abrazaba mi abuela se vestía con un traje negro, bajó a la sala donde se encontraba el féretro y gritaba desconsolada “dijiste que nos íbamos a morir juntos ¿por qué te fuiste?”. Ese momento fue muy triste, pues a toda la familia nos hizo más fuertes. Llegaba la navidad meses después, una fecha muy importante para todos, con una copa en la mano y con lágrimas en los ojos de algunos cuantos recordábamos al abuelo, mientras mi abuelita con demás tías preparaba la cena. Pasar por la cocina, el aroma de los platillos: Lomo, pierna, caldo de camarón, romeritos, fueron parte y siguen siendo en las fiestas decembrinas, siempre emocionados y a eso le añadimos el intercambio, Tina siempre en el sillón principal viendo su creación, su familia; aún no se me olvida su cara de felicidad cuando Juan Bernal, uno de mis primos, le regaló una televisión. 70


Dura como un roble, aunado a lo anterior, del barrio de la Argentina, Tina tuvo que salir adelante y enfrentar la muerte de dos de sus hijos: Héctor, quien varias veces la iba a visitar para platicar y regañarla diciéndole que no debe de hacerles todo a todos, pues tienen manos para poder hacerse las cosas. El otro, mi tío Pepe, una persona que fue su compañía tras la muerte de mi abuelo, pero siguió firme, aún está con vida y pese a que ha sufrido penas importantes se mantiene bien a sus 92 años, aunque ya en cama, en el 2014 padeció neumonía y ya no se levantó, pero platica con su familia y siempre que tengo oportunidad voy a platicar con ella. Me cuenta de cómo fue su niñez, de que su papá se llamaba José Millán y Flavia Olivares, ésta última oriunda de Valle de Bravo, pero que tuvo que dejar su territorio tras la Revolución Mexicana. También se la pasa viendo televisión en un cuarto del segundo piso, dice que luego se aburre, pues lo único que tiene enfrente es una ventana por la cual ve pasar a mis primos Isaías y Diego cuando hacen sus labores de casa. Hace poco me fui de vacaciones a Guadalajara, Zacatecas y Guanajuato, me dijo “te doy tu bendición” y me deseó la mejor de las suertes para que siga trabajando y pueda seguir dándome esos lujos; le traje un recuerdo de Plateros, una su medalla, ella se comportó como una niña, feliz y con una sonrisa que nunca olvidaré, siempre que salgo y tengo la oportunidad le traigo algo, pues luego me cuenta que ella me bañaba y cargaba cuando era un bebé. Finalmente, siempre que voy a verla me dice “qué bueno que viniste hijo” o ¿Cómo estás hijo?”, 71


“mira nomás, me dejan sola”, por ello solo te escribo estas palabras para que sepas lo mucho que significas para mí, eres parte fundamental en mi formación y no hay más que agradecer por la familia que formaste, por los valores que nos inculcaste y porque sigues aquí, platicándome de las aventuras que tuviste a lo largo de tu vida.

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LA TRADICIÓN DE LA COMIDA CORRIDA

Ricardo Campos Espejo

— ¿Qué haré de comer el día de hoy? ¿De qué manera puedo darles gusto a todos mis clientes? Mínimo, estas dos preguntas se hace a diario mi mamá todas las mañanas, pensando e ideando en que preparará de comer para el negocio y darle gusto 73


a toda la clientela, ya que no todas las personas tienen los mismos gustos por los diferentes platillos que se elaboran, o en algunos casos, no todos comen picante. A principios de 1994, mi tío Manuel compró un terreno en la colonia Valle de Aragón, ubicada en el municipio de Nezahualcóyotl, perteneciente al Estado de México. A mediados del mismo año, habían operado a mi papá de la columna, por lo cual, mi mamá, tuvo que hacerse cargo de los gastos del hogar. Traslados de la casa al trabajo y viceversa de más de una hora de tiempo, además, por la tarde noche, preparar de comer, atender a mi hermano y a mí, pero sobre todo, cuidar a mi papá y estar al pendiente de él, eran las actividades que hacía todos los días. Fueron meses muy desgastantes para ella; todo el resto del año trabajando y haciendo los deberes del hogar, sin embargo, empezando el Año Nuevo, llegó el punto en que no resistió más mi madre y renunció a su trabajo. Dicho momento coincidió con la noticia de que mi tío Manuel construyó en su terreno que compró un año atrás, un departamento y dos locales para nosotros: —Víctor, me da gusto verte mejor, ya empiezas a caminar y eso es bueno. Estoy enterado que han sido meses difíciles para ustedes; Guadalupe ha trabajado arduamente por meses, a pesar de ello, el dinero que gana no les alcanza, y mis sobrinos prácticamente han estado solos. Por lo tanto, construí un departamento y están en obras, dos locales en los cuales les pondré un negocio de comida. De esta manera, tendrán casa y trabajo, así, no pagarán más

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renta y todos los ingresos que brinde el negocio, será para ustedes. —Carnal, en verdad te agradezco mucho por lo que estás haciendo por nosotros, pero… por mucho que somos hermanos, me imagino que tarde o temprano vas a querer que te pague renta por la casa y el negocio. —Para nada, sería muy deshonesto de mi parte cobrarle dinero a mi hermano, a mi familia, a mi propia sangre. Lo hago de todo corazón, con mucho gusto por ayudarlos a ustedes, pero sobre todo, al final, los «ganones» serán mis sobrinos, ya que la propiedad será para ellos. —Gracias, en verdad gracias por todo. Manuel por tu ayuda. La construcción de los locales tardó más de lo esperado, por lo que mi mamá tuvo que buscar un nuevo trabajo mientras se terminaban de hacer dichos locales. Ella sabía que pronto iba a tener su propio negocio de comida, buscó trabajo de ayudante de cocina para irse «puliendo». En la esquina de las calles Teotihuacán y Ámsterdam, en la colonia Condesa, se encontraba el restaurante «El Paraíso Michoacano», un negocio de comida, donde el platillo principal eran las carnitas. Mi madre duró dos años trabajando en este comercio, donde aprendió a preparar diferentes tipos de guisos, pero en el caso de las carnitas, fue la excepción, debido a que el dueño del restaurante era quien preparaba dicho platillo y no compartía la receta con nadie, porque decía que si otra persona llegara a hacerlas «al pie de la letra», terminaría poniendo su propio negocio y él terminaría en bancarrota. De todas maneras, un año después de que Guadalupe se saliera de 75


trabajar de dicho lugar, el dueño cerró el restaurante por cuestiones de salud y que en poco tiempo, falleció. Antes de que terminara la década de los 90, los locales que le había prometido mi tío a mis padres, estaban terminados, pero cuando llegó el momento de empezar con la instalación del mobiliario para la cocina, llegó una sorpresa: —Víctor, discúlpame por lo que te voy a decir: hace unos meses se acercó un amigo que estaba interesado en rentar los locales y me ofreció una buena cantidad de dinero por ellos, por lo que accedí a hacer trato con él. —¿Ya ves? ¡Te lo dije cabrón!— Furioso Víctor, con voz altanera. —Sé que no me vas a perdonar, sin embargo, mi idea es que de lo cobre de renta, la mitad sea para ustedes. —¡Ni madres! ¿Para que al rato me estés «cantando» las cosas? Mejor quédate con tu dinero, es más, quédate con tu casa. En cuanto consiga un departamento nos vamos de aquí. —Por favor, te lo suplico, no te vayas, soy consciente de que les acabo de hacer un mal tremendo, pero por favor, quédense. Tú te quedarás con toda la renta, pero quédense. Al final, llegaron a un acuerdo y nos quedamos en la casa. Como lo estipuló Manuel, la renta de cada mes se le entregaba en su totalidad a mi padre. Por esa parte no fue problema, lo malo fue que después de un año de estancia del amigo de Manuel con su taller, decía que él era el dueño de la propiedad. Cuando se enteró mi tío, de inmediato tomó

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cartas al asunto y le pidió que desocupara los locales, sin embargo, hizo caso omiso. Como el señor no dejó los locales como se lo pidió mi tío, tuvo que demandarlo para que se fuera. Un año duró el pleito legal y al final, tuvo que retirarse. Posteriormente, se mandó a darle mantenimiento a las accesorias para que quedaran en condiciones óptimas y ahora sí, se pusiera el negocio de la comida: —Ahora sí, llegó el momento de poner el negocio de la comida. No es que quiera justificar los actos que hice, pero me parece ser que es el momento exacto. Mírate Víctor, ni parece que te operaron de la columna, caminas igual que yo, tuviste una recuperación exitosa. Estando de nuevamente sano, podrás ayudarle a Lupe con el negocio— con gran alegría al ver a su hermano recuperado. Entre el mantenimiento que se le dio a los locales, la instalación de agua y gas, la compra del mobiliario y el trámite de los permisos, a principios del 2001, se inauguró «El sazón de Lupita». En un principio, se empezó vendiendo tacos de guisado: bistec a la mexicana, chiles rellenos de queso, carne de puerco en adobo, eran los guisos favoritos de la gente y rápidamente el negocio fue creciendo, a pesar de que en la colonia no hay hospitales, oficinas, es decir, no es una zona donde existan trabajos formales, más bien es una zona habitacional. Al año siguiente, comenzó a venderse como tal la comida corrida, ya que así fue la petición de los comensales. Cuatro guisados diferentes a escoger, dos sopas a elegir de cuatro y complementos — agua de sabor, tortillas y frijoles— por un precio de 35 pesos. La realidad es que sabíamos en el fondo 77


que la comida corrida se le gana poco, ya que se invierte mucho dinero y la comida se da a un precio bajo; se tiene que vender mucho para recuperar la inversión, con ese dinero se compre el material nuevamente y quede dinero para nosotros, es decir, la ganancia como tal. Con el paso del tiempo, todos nos fuimos acostumbrando al negocio y lo veíamos con buenos ojos: siempre había comida, dinero —no mucho—, tiempo libre para poder estar en familia, ir a la escuela, en fin, parecía el trabajo perfecto y sobre todo, que nosotros mismos éramos los dueños. Han pasado los años y el negocio continua, de cierta manera es difícil mencionarlo, pero la realidad es que en lugar de que aumentaran las ventas, ha sido todo lo contrario: varios clientes han fallecido o se han ido de la colonia, los comensales se aburren de la comida, en fin, es difícil lidiar con la gente, pero sobre todo, cada año, incluso en algunas ocasiones, tres veces al año suben los precios de los materiales, principalmente lo que es carne y pollo, lo cual se vuelve complicado, porque la materia prima sube de precio, pero al momento de aumentar el costo de la comida, las personas dejan de ir. —Ay, hijo mío, cada día me siento más cansada y sola. Prácticamente son 20 años que he estado trabajando de «sol a sol» y me da tristeza ver que la gente no aprecie mi trabajo; por 55 pesos quieren comida de restaurante de cinco estrellas o no sé qué quieran, he tomado cursos de gastronomía, veo recetas en revistas e internet, innovo con los platillos nuevos y con los que ya he cocinado y ni así sube el número de clientes. Luego, tu papá cada día me ayuda menos y se le olvida a cada rato las 78


cosas; contigo cuento poco por tus estudios, y tu hermano, bueno, él ya tiene un trabajo de acorde a lo que estudió, pero por lo mismo, me siento sola. Quizás este año sea el último que tengamos el negocio— con la voz quebradiza y lágrimas en los ojos Guadalupe. —Madre, sé que estos últimos años han sido difíciles para nosotros, pero la verdad es que yo considero que la principal problemática por la cual no aumentan los clientes, es por la colonia: si te pones a analizar las cosas, en estos diez años, varios comensales que teníamos han fallecido, otros se han cambiado de casa, varios negocios han terminado en quiebra, simplemente el mercado, no es ni la mitad de lo que era antes, inclusive, han llegado a poner bancos y también se han ido. Valle de Aragón ha caído mucho, ya no es la colonia que era antes. Lo mejor será trabajar lo que falta del año, ir buscando un local en la Ciudad de México, que sea una zona donde tengamos la certeza de que diario, a cada hora del día se venda y no estar en esta situación en la que vivimos actualmente. Mira, en lugar que lo veas como algo negativo, míralo por el lado positivo. No tienes que decirme que estás cansada y harta de cocinar por más de diez años, lo puedo notar. ¿Sabes? No hay nada más bonito que el tiempo, gracias a ello, ahora que soy adulto y a lo largo de estos años, me enseñaste a cocinar, a preparar alimentos y tener los conocimientos, básicos al menos, de la gastronomía. La verdad es que yo quiero ejercer mi profesión en unos años después de que haya concluido mi licenciatura, pero a la par me gustaría seguir con el negocio de la comida. Al final, se ha vuelto una tradición en la familia y quiero continuarla, ya verás 79


mamá, en poco tiempo, cumpliremos la meta que hemos tenido trazada desde hace años. —Gracias hijo, me da mucho orgullo y motivación escucharte, como dices, el tiempo es algo maravilloso y puedo notar que tú no lo has desaprovechado. No habrá mayor cosa en el mundo, para mí, poder verte en unos años, presentando tu exámen de titulación, verte trabajar en algún medio de comunicación y a la vez, en tus tiempos que llegues a tener, verte en la cocina preparando ricos guisos y poder decirte, «chefcito».

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Abriendo el corazรณn



HOY ES SIEMPRE

Alan Ernesto Ruelas González

Para mi amigo Luciano Garza Aún recuerdo la primera vez que nos encontramos no hace mucho tiempo, llevabas puesta una camisa y unos jeans de niño fresa. Lucías un cuerpo tremendamente atlético, un rostro que cualquier revista comercial hubiera aceptado como portada y no había ninguna chica que no te coqueteaba ni hombre que te envidiara. 82


Aquella vez bastaron unas cuantas horas para darme cuenta que poseías un carácter un tanto intenso, una rara combinación entre un joven adinerado y al mismo tiempo con el que sin importar el status social, podías entablar una buena conversación. Pasó el tiempo y seguíamos encontrándonos, quizás debido a las amistades cercanas que habíamos hecho. Pasaba por un contexto emocional inestable, no tenía una relación amorosa, sobrellevaba algunos problemas existenciales de un joven con 19 años de edad y eso era algo más que compartimos. Llegamos a hacer un buen número de cosas divertidas, nos olvidábamos por un momento del futuro y vivíamos el presente. Aún recuerdo como si fuera ayer la vez que salimos junto con otros amigos corriendo de una fiesta como si no importara nada un tanto preocupado por el transporte, ya que, eran altas horas de la noche y tú en menos de quince minutos lograste que nos dieran ride en una camioneta con cajuela descubierta tocando tu canción favorita. Recuerdo que pese a tener muchas pretendientes, siempre buscabas a una chica llamada Sofía con dieciocho años de edad, un año menos que nosotros. La recuerdo cautivadora, con un perfil meramente occidental muy estético con la que hacías una gran pareja. Nuestra cercanía de algún modo iba creciendo, llegó el día en que nos invitaron a una fiesta a la que decidí no ir, me quedaba un tanto alejada a mi casa. Tú decidiste asistir por el placer de divertirte y principalmente porque sabías que Sofía iba a estar ahí.

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Llegó la mañana del sábado, desperté a las ocho horas. Tendí mi cama como de costumbre mientras escuchaba la canción Lago en el cielo de Gustavo Adrián Cerati, la escuchaba completa por primera vez. De pronto mi primo (que era parte del grupo de amigos) me gritó de manera alarmante. Me comenta que están buscando a tus parientes o amigos en un grupo de vecinos en Facebook, te encontrabas gravemente herido. Comenzaron a comentar muchas personas que te conocían, nosotros entre ellas. No pasaron más de quince minutos cuando otra publicación dio el aviso de que habías fallecido. Ambos nos quedamos en shock, como si se tratara solo de una pesadilla más. La noticia se esparció por varios medios de comunicación, nadie sabía a ciencia cierta qué había pasado, como en la mayoría de casos en este país. Alexis otro de nuestros amigos, por medio de tu familia se entera y nos avisa que más tarde sería tu cremación en una funeraria de la colonia Roma Norte. Llegamos hasta ahí y como en toda muerte, se sentía un profundo sentimiento de tristeza por unos y molestia a la vez por muchos, tu muerte causaba gran intriga y controversia. Los medios mencionaban que habías resbalado al caminar por la madrugada a orillas de la autopista, mientras que por otro lado entre amigos cercanos se decía que alguien había causado tu fallecimiento. Fue un día duro que me tocó atravesar, pero jamás tan duro como para tu madre que literalmente, observé caerse a causa de tu partida. Tarda-

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mos un par de meses en entender lo que había sucedido. Acompañamos a Iván, tu mejor amigo y amigo nuestro en su etapa de duelo. Llegó a pasar un año aproximadamente para que la mayoría nos reuniéramos nuevamente y seguir yendo a una que otra fiesta. Cambiaron muchas cosas, nadie era quien fue antes, o al menos algunos disimulaban bastante bien. Pasó más de un año y comencé a ver a Sofi de la mano de Iván, realmente no sabía cómo tomar ese hecho, como una traición hacia tu recuerdo o como un modo de superación. En fin, la gente cambia, así como los procesos de interacción, mientras se crece como individuo. De algún modo tu muerte nos forjó un criterio más maduro y nos acompañó en el desarrollo de nuestra persona. He dejado de hablar de ese acontecimiento en las fiestas, no como una forma de olvido si no como respeto a tu recuerdo como el alma de la fiesta, como querías ser recordado. Ahora al escuchar Lago en el cielo de Cerati, es una especie de himno que se arraiga en mis memorias y como diría una de sus estrofas: ‘’Sois el paisaje más soñado, sacudiste las más sólidas tristezas y respondiste cada vez que te he llamado. Vamos despacio para encontrarnos, el tiempo es arena en nuestras manos, un lago en el cielo es tu regalo para olvidar que el mundo te hizo daño’’. Ahora entiendo que para vivir hay que morir amigo, algunos con más arena en las manos que otros, como analogía a la estrofa de Cerati. Te extrañamos y te recordamos como la fiesta que fue tu vida… 85


IDILIO

Mariana Becerra Cano

Aunque esto comenzará muy trillado, recuerdo la primera vez que lo vi; un colombiano alto, con la sonrisa perfecta, ojos tan pequeños que cuando reía pareciera que los tuviera cerrados, sus labios con un sutil tinte color vino y su cupid-bow tan pronunciado que podía formar un corazón. En el lado derecho de su mejilla un lunar. ¡Demonios! como amo su maldito lunar y su colonia Calvin Klein con notas cítricas. 86


No fue amor a primera vista, pero con el paso de los días, su sonrisa seductora y mirada lasciva hacían que quisiera pasar todo el tiempo posible a su lado. Con él me sentía bonita, coqueta, deseada… Donde pone el ojo, pone la bala. Y fue así como caí en sus trucos baratos de conquista. En un principio, los juegos de seducción eran fascinantes, pero había algo más, su mirada igual a la de un niño triste y su misterio, me provocaba querer saber todo de él. Fue pasando el tiempo, él poniendo una barrera entre los dos y yo queriendo entrar en su vida. Con el paso de los meses lo logré, me contó sus miedos, las causas de su ansiedad y entendí los arcanos de su vida. Sé muy bien que tenía pánico al abrirse conmigo, no sabía cuál sería mi reacción. Cualquier persona cuerda se hubiera alejado, pero yo me quedé firme a su lado a pesar de lo prohibido o ilícito que podía ser. Fue así como empezó a surgir entre los dos algo más que deseo o lujuria, no era lógico lo que nos ocurría, pero era amor. Era tan difícil (para mí) intentar explicar a otros la pérdida de exclusividad y era aún más complicado poder aceptarla. Por lo tanto, hicimos un contrato implícito, no éramos amigos y mucho menos novios, simplemente éramos nosotros. Decidimos improvisar nuestro amor, vivirlo, gozarlo, amarnos. Estar con él era clandestino, teníamos que andar todo el tiempo sigiloso, quedé en total anonimato en su vida. Miradas discretas, vernos a escondidas, sin fotos, sin evidencias de que algún día estuvimos juntos. Siempre intentó protegerme del peligro que significaba estar a su lado, pero yo moría 87


por correr el riesgo que significaba estar con él. Llegando a tal punto de abandonar mis valores y creencias. Todo por amar a Emilio y por odiar a Gaviria. Nuestro amor fue llegando a otro nivel, teníamos tantos planes para estar juntos, casi lo típico que se espera de una relación seria: casarnos, tener hijos, crecer juntos, estar hombro con hombro y apoyándonos en las cosas buenas, pero sobre todo en las malas. Vivíamos en una burbuja, nada del exterior nos importaba porque estábamos juntos. Con él, descubrí cosas que pensé imposibles. Cuando me acariciaba, mi cuerpo traicionaba mis órdenes, llegando a tal plenitud y gozo que comencé a sentirme realmente mujer. Hay un mito que dice: cuando los dioses crearon a la humanidad todos contaban con dos sexos. Es decir, eran hombre y mujer a la vez. Pero estaban tan celosos de la perfección de su creación que decidieron separarlos, desde entonces, pasan su vida buscando su otra mitad. El tiempo no pasaba sobre nosotros, parecía un regalo que el universo nos había otorgado al ver dos almas gemelas reencontrarse y fundirse en una sola, igual que en el principio de los tiempos, venciendo la improbabilidad del amor verdadero. Fue casi imposible que nos conociéramos en esta vida, ambos viviendo en países distintos, la diferencia de edad, el camino tan opuesto que cada uno tomó. Pero nuestras almas se extrañaban tanto que fue inasequible pasar otra eternidad separadas y ambas, se buscaron con desesperación a pesar de que sabían que en esta vida, no podían vivir juntas. Aún así, corrieron el riesgo por volverse a abrazar otra vez. 88


Así, el amor como llega se escapa y aunque es un suplicio aceptarlo, lo nuestro terminó convirtiéndose en un idilio. De nuevo las circunstancias estaban dispuestas a separarnos, dejando en nuestras almas las marcas de nuestro reencuentro en esta vida. "Si existe un final, sin culpa y sin dramas seremos capaces de hacerlo tú y yo, hasta siempre y para siempre mi más grande amor"

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Se terminó de imprimir en el mes de junio, en los talleres de la UACM. Para su formación se utilizó la tipografía, “Adobe Caslon Pro”

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Inefable, es un libro que hace una recopilaciĂłn de historias y anĂŠcdotas de amor puro e incondicional; es la clase de amor que no puede ser explicado o descrito con palabras. Es un homenaje a esas personas inolvidables que marcaron el alma de los autores y vemos el amor desde otra perspectiva.

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