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LUIS Y SU RITMO EN EL CAMPO

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CARTA A MI PADRE

CARTA A MI PADRE

Anai Tome

Luis nació el 10 de octubre de 1960 a las 03:00 h. Es el segundo de los nueve hijos de Victoria Romo y Jorge Tamayo, una familia campesina y acomodada, porque cabían once integrantes en una cama. Victoria, era la ama de casa tradicional que se hacía cargo del cuidado del hogar. Jorge fue agricultor de nacimiento, de carácter fuerte; a nadie se le hincaba y de nadie se dejaba. Mi abuelita decía que él, era el único hijo que había salido con el carácter de mi abuelo y por eso, él estaba orgulloso de mi padre. Algunas cosas que mi abuelo vivió me fueron contadas por mi tía Carmen Tamayo, hermana de mi papá, ya que yo era muy pequeña, tenía siete años de edad, cuando dejé de ver a mi abuelo. En el transcurso de los años, me empezaba a dar cuenta de lo que la gente decía de él. Un día me fui con mi tía Carmen al rancho, en el camino tomé valor para pedirle que me contara la vida de mi padre y si era verdad lo que la gente decía de él. Mi tía, al ver mi insistencia me dijo que mi abuelo había sido un hombre de carácter fuerte y que un día, en tiempo de cosecha, sorprendió a un individuo robándose los elotes, posteriormente, se lo llevó a la casa por la fuerza y le preguntó por qué hacía tal acción, a lo que el hombre contestó: <<Lo hago porque no tengo que comer>> Mi abuelo pidió a Ceci que pusiera una olla de elotes, mi abuelo agarró al hombre y lo sujetó de un árbol que tenía en el patio y cuando estuvieron cosidos los elotes, obligó a que se los comiera todos. El final del hombre fue trágico, se congestionó y perdió la vida.

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Como dice el refrán: <<El que a hierro mata, a hierro muere>> justo esto le pasó a mi abuelo por ser tan duro, cruel y vengativo; por azares del destino murió envenenado. Solo así pudieron calmar y acabar con el hombre de carácter fuerte y temido por todos en el pueblo. Luis tenía cuatro años de edad cuando empezó a trabajar. Su trabajo consistía en llevar a mi abuelo las cubetas y los pedales para ordeñar las vacas. También le ayudaba arrimando los becerros para que los amamantaran. Además, se inició en el tema del nixtamal. Preparaba las tortillas para mi abuelo todos los días, a las 05:00 h. antes de que se llevara la leche a Santiago. Mi padre decía que con las labores del hogar terminaba muerto. Conforme iba creciendo, tenía que moler una cubeta de 19 litros de nixtamal, para darles de comer a todos sus hermanos, además, preparaban comida de más, por si llegaba alguna visita a la casa.

Su jornada laboral, era de las 04:00 h a las 16:00 h. Primero, molía el nixtamal, posteriormente, tenía que ir a cuidar a los animales para que no se salieran de los potreros. La última actividad del día de mi abuelo, consistía en apartar los becerros de las vacas, para que al otro día dieran más. Por las tardes, mi abuela subía a mi papá a una yegua para que fuera con su abuelita Mari, ella vivía a faldas del cerro de Victoria de

Cortázar. Una vez que llegaba, tenía que rezar y él lo tenía que hacer a fuerza, porque si no lo hacía, no le daba de cenar. Regularmente su cena eran frijoles fritos con huevo y champurrado caliente. Al día siguiente, por la mañana, mi bisabuela lo subía a la yegua para que fuera de regreso al rancho y realizara sus labores cotidianas de cada día.

En el año de 1999, mi padre se fue por primera vez a Estados Unidos, fue contratado para trabajar los campos de cultivo de Fresno, California, durante el periodo de julio a octubre, ya que por esos tiempos la mayoría de los campesinos se iban contratados a Estados Unidos. Después de esa ocasión, él ya no regresó porque su trabajo era mejor pagado allá que en el pueblo. Me marcaba por teléfono todos los fines de semana, recuerdo que el tiempo máximo que hablábamos era de dos horas, mi hermana la mayor, nunca quería hablar con él, pero mamá la obligaba a contestar. Yo disfrutaba escuchar cómo pasaba los días en otro país, comentaba que trabajaba desde muy temprano hasta las 19:00 h y después se iba de compras para hacer su cena, también mencionaba que extrañaba las reuniones con la familia, pero de pronto se cortaba la llamada a las dos horas exactas. Hasta que un día dejó de marcar. Mis tíos decían que tomó la costumbre de beber y apostar con sus amigos del trabajo, y que lo hacía para evadir la separación que tuvo con la familia. Pasaron semanas largas, yo sin salir de la casa después de regresar de la primaria, con la esperanza de que sonara el teléfono, mi hermana despreocupada como si supiera lo que estaba sucediendo, así durante varios años, hasta que un día, cuando llegué de la universidad, mi mamá con los ojos húmedos, me habló desde su habitación y comentó: «gordita, ven, necesito platicar contigo» De pronto, todo el espacio se tornó silencioso, escalofríos que viajaban de mis pies a la cabeza de forma cíclica, con un fuerte abrazo hacía mi madre pensé en todas las conversaciones que tuvimos y las promesas que nos hicimos.

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