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Historias de una memoria

Un héroe caído

Emiret Silvino

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Si hace 16 años me hubieran preguntado ¿qué era un superhéroe? lo habría descrito como alguien que no le teme a nada, una persona fuerte, apta de cargar a una pequeña de seis años y hacerle avioncito, lanzarla a los aires para después atraparla firmemente; un sujeto con energía inagotable, competente de contar un cuento de noche después de largas horas de trabajo.

Algo reglamentario en la niñez de todo ser humano, es tener alguien a quien admirar, que te genere seguridad y te regale momentos llenos de felicidad. Para mí esa persona, ese súper héroe, era mi papá. Me sentía una niña afortunada, consideraba que tenía la suerte de que un hombre como él tuviera un rol tan importante en mi vida.

Marco, era la clase de papá que se subía a una bicicleta junto a su hija y se lanzaban desde la pendiente más inclinada gritando a todo pulmón; alguien que se percataba de los dos juegos “callejeros” que más disfrutaba hacer su pequeña y buscaba la manera de facilitarle disfrutar de ellos, por lo que una tarde le dibujó sobre el pavimento un “avioncito” y un “stop”, evitando así que ella tuviera que trazarlos diariamente con gises; era el hombre que llevaba a su princesa al parque y se hacía pasar por un gran monstruo para así perseguirla por todo el parque. En resumen, por muy breve que fuera el tiempo que tuviera para dedicarme al estar en casa, buscaba darme la mejor versión de él.

Pero, la vida no siempre será un cuento de hadas. La mayoría de los padres pretenden que sus hijos vivan en una burbuja que los proteja de todas las cosas "malas" que existen en la vida real, que les evite cualquier sufrimiento y perdure su inocencia el mayor tiempo posible. La mía en específico la rompieron antes de lo que hubiera deseado y no lo hizo alguien exterior a ella, lastimosamente fue mi súper héroe.

Una madrugada de junio, la pequeña de papá se despidió de él pensando que al terminar el día volvería a verlo, como era costumbre. Desafortunadamente tuvieron que pasar 5 largos meses para que eso ocurriera. Es complicado describir esa necesidad y anhelo de volver a sentir los besos de tu padre sobre tu mejilla, su respiración que genera calor en tu cabeza y sus brazos sobre tu espalda que te transmiten seguridad.

A mis diez años de edad, me había sumergido en una pesadilla, en la cual dejaba de ser una princesa, para convertirme en la guía y protectora de dos pequeñas niñas y el soporte de una mujer que había tomado el mando de una familia. Comprendí que la vida no consiste en un "felices para siempre", que los actos imprudentes tienen consecuencias, las cuales pueden ser muy dolorosas y llegan a afectar a varias vidas. En esos momentos de mi vida no existía tristeza que se pudiera comparar con la de tener un padre en la cárcel.

En unos cuantos meses, mi estilo de vida y la forma de verla se modificaron drásticamente. Pero el amor por ese hombre se mantuvo intacto, cada día que pasaba lo valoraba más, y vivía esperanzada a que sonara el teléfono para poder platicar un instante con él. Cuando se especulaba que esa pesadilla había terminado, unas nuevas se aproximarían. Estar tanto tiempo sin él fue una situación muy difícil, pero volverlo a tener lo fue aún más. Como lo mencione antes, todo era diferente.

A partir de ese momento y a lo largo de los años la relación padre e hija atravesó por muchísimas complicaciones. Hasta llegar al grado de no poder estar juntos en la misma habitación, ni mucho menos entablar una conversación amena mirándonos a la cara. Jamás me habría imaginado que algo así nos pudiera pasar a nosotros, siempre éramos los dos contra el mundo y en un parpadear, ambos luchábamos contra todo, pero solos.

Me llevo mucho tiempo entender porque se fracturó de esa manera la relación con un ser que es tan importante para mí, honestamente ¿quién es feliz odiando a su papá? Comprendí que desde el momento en el mi héroe se fue y me dejó tan vulnerable, decidí adjudicarme la responsabilidad de protegerme, al igual que mi mamá y hermanas. Cuando él regreso, me resultó difícil confiar y bajar la guardia, no quería volver a sufrir. Pienso que no me equivoque por completo, pues a lo largo de doce años han seguido existiendo momentos igual de dolorosos.

De algo jamás he tenido duda, mi papá es una buena persona. Ha tenido accidentes que han adquirido consecuencias fuertes, ha cometido infinidad de errores, que no se justifican, pero lastimosamente su vida a estado llena de complicaciones y solo una persona fuerte podría haber superado y dejado atrás como lo ha hecho él.

Mi forma de verlo ha pasado por diferentes etapas, desde ser mi héroe, hasta ser la persona que más me ha decepcionado. He

aprendido a perdonar y dejar todo lo malo atrás. Considero que todo lo vivido a su lado me ha dejado alguna enseñanza, me ha formado e impulsado. Si bien ya no me es fácil creer en un héroe, hoy en día busco en él un ejemplo a seguir, un protector y un refugio.

Curiosamente ese hombre ha logrado sacar mi lado más fuerte, pero también el más vulnerable. Con solo un abrazo en el momento indicado me desmorona y regresa a mí a la pequeña de seis años. Cuando eso pasa, es el momento en el que me doy cuenta que en mi corazón ya no existen rencores, y que solo está lleno de amor hacia él.

Si algo debo agradecer es que mis dos pilares, me han enseñado a soñar en grande, han inculcado valores y me han apoyado en todo momento. Pero, es a Marco a quien le debo mi fortaleza. Por todo lo bueno que me ha dado es que quiero que tenga la seguridad de que no me interesa cuántas veces caiga, yo siempre estaré a su lado y que el amor que le tengo nada podrá destruirlo.

Te amo papá.

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