Para que nadie me mire / Andrea Moncada Aburto

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PARA QUE NADIE ME MIRE LA PEDAGOGIA DE LA VIDA Y DEL AMOR Por Andrea Moncada Aburto Educadora de Pรกrvulos.

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PARA QUE NADIE ME MIRE LA PEDAGOGIA DE LA VIDA Y DEL AMOR Andrea Moncada Aburto Opalina Cartonera 2018 Diseño y diagramación a cargo de Juan Canales Impreso en Laguna Verde-Valparíso, Chile por Opalina Cartonera Primera edición

“Colección Recolección” Contacto autora: andrea_moncada@yahoo.es Este libro se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas- 3.0 Unported

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PARA QUE NADIE ME MIRE LA PEDAGOGIA DE LA VIDA Y DEL AMOR



Esta historia está basada en un hecho de la vida real, ocurrido entre los años 2005 y 2006, en una zona cordillerana de la Región del Bio-Bio, Chile. Los hechos ocurrieron en una comunidad indígena Pehuenche aun existente en zonas cordilleranas de la cordillera de Los Andes, Andrea Moncada es una joven mujer Educadora de Párvulos nacida en octubre de 1977 en Los Ángeles Chile, sin hijos, pues es así como dedica todo su tiempo, su vida a vivir entre cerros y ríos para desarrollar simplemente la identidad en niños de 3 a 6 años de edad de una etnia indígena de Chile. Este contacto cercano le permite transmitir una visión masiva de la Educación inicial y sus falencias en seres individuales e irrepetibles, con sueños y temores personales y revolucionarios. Relata episodios conmovedores en donde las relaciones humanas de amor y vínculos sociales fueron el cimiento para un desarrollo de aprendizajes cargados de emociones, risas, temores y por sobre todo fraternidad. Éste, su primer libro, tomó años en ser editado, pues hubo episodios que jamás quiso contar, no por evitar volver al pasado, sino más bien por no querer revelar los secretos más profundos en el corazón de una mujer. Esta narrativa te atrapará entre risas y llanto…entre las emociones más viscerales de todo hombre y toda mujer.



PRESENTACIÓN Esta historia habla de los actos, los pensamientos, los sentimientos, las intenciones viscerales de educar con verdadero sentido y vocación. Pues la vocación es algo carnal, del alma, se respira y se siente en cada paso que damos con un fin claro y maravilloso, es entonces como el aprendizaje se trasforma en una lucha constante, permanente, que llena vacíos y cubre el corazón de esperanzas para aquellos que las posibilidades de lucha, son exactamente aquello, una lucha incesante y por injusticia de los egos parece ser por siempre inalcanzable. Este libro necesita decir las verdades de las aulas, la mirada aguda e intuitiva de experiencias que deben ser para siempre, es la entrega de enseñanzas, afectos, vínculos de amor y caricias, es la entrega de la esencia por la lucha de los débiles y esta sea igual ante los ojos de los hombres y los hombres entiendan que la educación es más que textos y palabras y leyes, horarios y evaluaciones, contenidos banales que al cabo del término de los años escolares nunca han tenido sentido. Esta es la historia de los años, es la historia más hermosa en el corazón de una mujer que dejó su nombre tallado en la vida de niños y niñas quienes tenían más amor por su raza y su respiración, que por competir o ganar entre hermanos, es la historia que movió la vida, la hizo certera y es así como es el sueño más hermoso del mundo.


Porque aquí la libertad se hizo carne y la sangre se hizo libre por siempre, sin ataduras, sin límites, correr y volar para entregar el corazón a la montaña, al aire, a la brisa y al viento, al cielo y al silencio, libertad hasta cuando Dios quiera venir por mí.

“Hay tantas cosas para gozar, Y nuestro paso por la tierra es tan corto, Que sufrir es una pérdida de tiempo.” Facundo Cabral.


EN BUSCA DEL DESCANSO Abril 2005, se siente un frío intenso y llueve sin cesar, aunque es temprano la oscuridad nubla lo hermoso de este lugar tan lejano y silencioso, a todos los lugares se llega caminando, pues todo queda cerca, el café, la micro que lleva a la civilización, las oficinas de aquellos que controlan, dirigen y tienen la razón, todo tan unido y separado a la vez. Busco alojamiento, sé que mañana debo conocer a 18 pequeños con color de piel distinto al mío, busco donde dormir aunque sea sólo por esta noche, ya llegará el día siguiente y buscaré otro lugar donde quedarme por lo menos un tiempo. He dado vueltas y vueltas y nadie sale de sus hogares, hace frío y la noche ya se instaló en la montaña, entonces una mujer me ha dicho que hay una dama que da abrigo y que vive camino abajo, me indica solo con su mano donde debo seguir, me desea suerte, no es mucho lo que podemos hablar, ya que llueve y el frío cala los huesos. Entonces mi madre me dice. -¡Sube!...y vamos. Mi hermano conduce hasta que llegamos sin luz alguna a una casa grande por lo que logro ver. - ¿Hola? y sale una mujer joven, ladran los perros con más hambre que con furia. -¿Qué busca? -¡Dicen que usted tiene lugar para dormir! -¿Quién le dijo eso?


-una señora en las oficinas municipales, soy Profesora y mañana debo trabajar en un lugar llamado Callaqui, pues no se donde queda y me han dicho que desde acá es fácil llegar. Me dice que pase, que por esta noche puede ser, ya que es su esposo quien ve lo de los alojamientos. Es una casa grande con comodidades, abrigada y con calor de familia, me muestra una habitación. -¿Cómo se llama?, agrega. - Andrea…respondí. - deje sus cosas acá, estará bien, yo le diré cómo hacer para llegar a Callaqui. Mi madre y hermano deben irse, deben volver a casa, nos despedimos entre la oscuridad, ella me abraza con los ojos llorosos y la voz quebrada. -cuídese y abríguese mucho, la llamaré en la semana, me dice ella. -¡Estaré bien!...mientras mi corazón salta de alegría y mi pecho ya no podía respirar de inquietud porque mañana fuera ahora. Sentí como el motor se perdía en la montaña y mi paso se apuraba para entrar a la casa, ya la señora tenía la mesa puesta, echó más leña al fuego y me conversó horas. -¡Ya es tarde! y no se olvide, bájese en la escuelita de Callaqui camine hacia adentro allí habrá gente, siempre hay alguien.


Me fui a dormir, el lugar era completamente extraño a mis sentidos, ni el aroma, ni los ruidos de la noche, el viento soplaba y la lluvia me daba la bienvenida con furia, como queriéndose hacer notar y anticipándose que esto sería una gran historia. Entonces puse mi cabeza en la almohada y como siempre hablé con Dios. - “Dame bendiciones, protégeme y dame fuerzas para hacer mi trabajo, guíame en lo cierto y en lo posible que el bus pare donde tengo que bajar”. Entonces…bueno, por deducción me quedé dormida. Hasta que sonó el despertador y me levanté rápidamente como esperando que llegara la hora de partir, ni sueño, ni frío, ni lluvia, ni la montaña, ni la lejanía, sólo las ansias de enseñar o de aprender, eran el deseo de vivir.

“Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones, justamente éstas que regresan el brillo a los ojos y restauran los corazones destrozados”.

Pablo Neruda.


LA SALVACIÓN Llego a una caseta de piedra, ya a esa hora habían personas esperando la micro que yo debía tomar para llegar algo más abajo, recuerdo que apareció de entre los cerros, como un fantasma entre neblina, a lo lejos se acercaba y ese era mi camino a una gran verdad que me esperaba, “¿Qué les diré?”, no hablo su lengua, no sé cómo saludar en su idioma… -¡Arriba!...dice un joven, subo de inmediato y me siento adelante, entonces le digo a un muchacho que me indique donde queda la escuelita. -es que debo bajar allí y no se donde queda, no lo olvide…debo bajar en la escuelita de Callaqui. Sube gente de otra raza, todos indígenas, hablan extraño, no entiendo que dicen y suben los otros, chilenos, todos se saludan y conversan. El camino está lleno de cerros, montañas y nieve, a lo lejos se ven chivos y la lluvia es pequeñita en la ventana, pues no logro ver nada, mis ojos brillan y brillan, entonces voy sonriendo por dentro. De pronto siento una mano en mi brazo y una voz que dice; -¡Es acá…baje! llegamos a Callaqui. Y la inmensidad de la nada era extraordinaria, una voz grave y luego aguda me saludaban, el barro salpica mis botas, la lluvia moja mi larga parka, mi gorra se humedece


y mis huesos se congelan, el corazón en tanto, es tibio y voy pensando donde habrá alguien en esta soledad tan potente. Entonces allí se abre una puerta y sale una mujer grande, con poca frente, nariz fina, ojos pequeños y rasgados, usa un delantal azul como pechera. -¡Mari mari!, dice, un silencio en mí es notorio. -¿Usted es la tía Andrea? -eh…si, agrego…¡Hola! Dije. -hola, ¿Usted viene de allá? -…¡Si vengo de allá! Y miré al otro lado de la montaña. -la e´tabamoh esperando. - ¿Sí?..¡Qué bueno!, no sabía dónde quedaba. - pero no es difícil llegar, es fácil.- agregó Eliana, ese era su nombre. Caminamos hasta una puerta azul, por un pasillo lleno de silencio y pobreza, húmedo y estaba en medio de la nada, era increíble que hubiese algo allí, en mis ojos había neblina y el ruido del río que ensordecía, entonces se abre la puerta aquella y había un par de niñas, dos creo, jugando en el suelo con unos maderos, no me miran al entrar, -¡Hola! les digo, y por debajo de sus brazos me dicen. -¡Hola!, y siguen en su juego, camino hacia un rincón donde se ve una pequeña estufa que está apagada, entonces pregunto a Eliana.


- ¿Por qué está apagado, si el frío es insoportable?, y su respuesta es subir los hombros y agregar que la leña está mojada, intento pues encender el fuego y nada resulta, las niñas me miran de reojo a ver si logro algo, pero es imposible, de pronto escucho la voz de una de las pequeñas que me dice, -¿No sabí encender la leña?, y sin mirarla seguí soplando y le digo -¿Y tú sabes hacerlo?, -¡Mai! me contesta, yo lo prendo!, dijo. Caminó hacia mí, tomó con sus manitos partidas unos palitos, los metió a la estufa y como si fuera un hechizo el fuego apareció sin hacer nada más, se retira y sigue jugando con sus palos cabeza agachada en compañía de la otra pequeña. Y allí mismo me vino la vergüenza a la cara de esta pueblerina sin gracia. Eliana mira por la ventana diciendo; -¡Viene la micro con los niños! Me pide que salgamos a buscar el resto de los pequeños que viene de camino, pues vienen en la carretera, hay que salir a su encuentro.


“Todo niño es un artista. El desafío es cómo mantenerse Siéndolo una vez que se ha crecido”

Pablo Picasso.


UN NUEVO MUNDO Llueve de forma intensa y a lo lejos se escucha el motor de la máquina que día a día trae a quienes serán mis alumnos o que ya lo son, bajan uno a uno y mis ansias de verlos son inmensas, aquí están, pequeños que no sobrepasan los 5 años y el menor tiene 2 años 6 meses, nadie me saluda, como si nadie me viera, camino en silencio al lado de ellos, unos tomados de las manos, otros guiando al resto, y los demás caminan sueltos como de costumbre, siguiendo un trámite de cada mañana sin sentido, ni más ánimo porque quieren quitarse el hambre. Llegamos a la sala que aún no se entibia con los vidrios empañados, en tanto ellos y ellas se ubican como mecánicamente en un puesto, no se ve un juguete, ni un libro, una lámina, una muñeca o un autito, sus ropas cargadas de agua, nadie se las quita y así van desde siempre, con más frialdad en el alma que en el aire. -¡Hola!. ¿Cómo están?…mm…no hay nadie aquí ya veo, ¡hola mesa! Y tu silla sabes hablar (y yo me voy contestando cambiando solo el tono de voz). ¡¡Hola tía..!!, si estoy aquí…junto a mi mesa, llevo rato acá parada esperando que los niños se sienten en mí... ¿Y tú mesa que me puedes decir?. Ah, que me duele el costado…¿Y por qué?-. ¡Es que la Yulisa me empuja y me duelen las patas!. Un silencio repleto de asombro, pues como la Peñi habla con la mesa y la silla, esto es increíble o bien está loca.


-¡Jiji!…se escucha un murmullo entre tantos hermosos rostros con el ceño fruncido, unos más que otros como cansados, agotados, el hastío es más grande que las ganas de reír. -jijiji…se vuelve a escuchar. -¿Tía Eliana nadie de estos señores y señoritas tiene lengua? -yo creo que no la ocupan tía Andrea. -¡Ooh!…yo creo que se les quedó en la calle, llueve tanto para salir por ellas afuera, pero que cosa, tengo que ir… necesito que me hablen, niños y niñas me esperan voy y vuelvo! en eso que voy abriendo la puerta, se escucha, -¡Yo la tengo aquí mi lengua! Giro rápidamente y me hago la sorprendida, tapo mi boca con una de mis manos y agrego -¿Me habló un juguete? no, ¡La mesa!… y un niño dice: -¡Yo te hablé Palu! y me muestra su lengua, me acerco y le estiro mi mano para saludarlo, -¿Hola amigo cómo estás?, ¿Cómo se llama Ud? -Nico, dice él. -que bellos ojos tienes Nicolás, ¿Entonces tienes lengua? -Sí. -¿Y quién más tiene lengua? Un dedo se levanta al otro lado de la sala, -¡Yo Palu!


Otro dedito más pequeño se eleva y otro y otro y otro más…17 dedos arriban contestando que todos y todas tenían lengua. Mientras tanto se abre una puertecita blanca en la mitad de una muralla muy grande, una señora morena como la noche, de ropa muy blanca aparece y con voz dulce me dice; -¡Hola tía! Era quien preparaba la comida, el desayuno, la razón única por que ir al Jardín.

“…Si me domesticas tendremos necesidad El uno del otro. Serás para mi único en el mundo Seré para ti único en el mundo…” El Principito.


DÍA DE APRENDIZAJE Llegó la leche por la mañana, saludo a la manipuladora amablemente y ella a mí, los niños y niñas uno a uno reciben su taza y un pancito hecho de harina blanca en un horno artesanal, va con quesillo, todo estaba prefecto para ellos. El silencio es intimidador, nadie habla, es que tienen hambre, mucha hambre y a mí se me aprieta el estómago y los ojos se agrandan para mirar que ellos necesitan ser libres, mi trabajo entonces no es aprendizaje puramente, es hacerlos felices desde hoy hasta siempre. -¿Y cómo está la leche…? Agrego, -Buena, mala, más o menos…rica, dulce, salada, amarga…! ¿O no hay nada dentro de la taza?. -¡Ta rica!, dijo alguien por ahí. Ya van terminando su desayuno, se levantan mecánicamente sin meter ni un ruido y dejan su tasa sobre un mesón y los más bajitos levantan sus pies quedándose en puntillas, sin permitir recibir ayuda, las mesas están limpias, no hay migas de tortilla por ningún lado, (cofke) no hay gotas de leche (lichi), y que gran aprendizaje me he llevado, entonces miro mi puesto…hay migas como para hacer una nueva tortilla, que horrible!, una de las niñas, Yulisa se da cuenta y dice.


-¡Limpia tu mesa Palu... que tiene mugre!...y “depue” hay que usar la mesa! -Está bien Yulisa…¿Y en que usarán la mesa?. -¡No se puh…tu sabí! Cada quien se retira al baño a enjuagarse la boca y limpiar sus dientes, en un baño oscuro y frío, era mejor cepillarse en el patio, a todo potrero era más cómodo sin duda alguna. Entonces me acerco al baño junto con los más pequeñitos que estaban sentados en las tazas del baño, otros jugando con el agua congelada, pero ninguno, ninguno con cepillo de dientes, menos con esa pasta picante de colores extraños. -¿Vamos a la sala para jugar?...Si es que desean, también puedo jugar sola si no quieren jugar conmigo! ¡Es que igual me entretengo!... Y me fui alejando del baño y me seguían uno tras otro a ver qué hacia la Peñi media loca con la piel blanquita como la nieve, la que usaba botas bonitas y de cabello brillante, esa que usaba hasta reloj y usaba una pulsera que hasta piedras tenía, porque las piedras ella misma se las había colocado. (Duda que tenía Johana en una oportunidad y me lo preguntó). Los invito a sentarse para hablar. - ¿Alguien quiere que le cuente que haremos ahora? Saco entonces una caja envuelta en un papel de mil colores (de donde la saqué, ni yo misma lo recuerdo), pues


en ese momento hasta yo me sorprendía de lo genial que tenía que hacer cada segundo a aquellos Pewenchitos para que al día siguiente volvieran a ver que más extrañezas habrían aparte de comer y congelarse en el Jardín. Entonces todos toman una silla (wanko), y me rodean mirando siempre hacia el suelo, hago un pequeño ruido con la garganta, como tosiendo, suspiro profundo, froto mis manos, les sonrió y les pregunto. -¿De quién es esta cajita de colores?, se miran unos a otros con el ceño siempre fruncido. -¡No nah mía!, unos decían. Otros levantaban los hombros como desconociendo la precedencia de tan extraña caja y bochincheros colores, pero que les inquietaba hasta las ganas de quitármela y salir corriendo por el potrero. -es que me la encontré cuando venía hacia acá, la verdad me la pasó una ancianita, (silencio pleno), y me dijo; -tome señorita llévela para el jardín y pregúntele a los niñitos y niñitas que viven ahí, lo que hay aquí dentro. -¿Y quién era esa vieja?, preguntó Gilda. Levanté mis hombros, y les dije. -no sé, apareció de pronto, y le recibí la cajita, es para Uds, dijo ella. -¿Y por qué no la abrí tú? Dijo otro niñito con los ojos negros y la piel blanquita, entonces con voz aguda y de sorpresa dije…


-¡Ay que me dan nervios!... -¡¡Uuuta!! Dijeron todos. -¡Ya puh Palu, ábrala ooh! Todos, todos a la vez hablaron en coro, eso significa que todos tenían efectivamente lengua, oído y curiosidad por lo extraño y el sentido de descubrir en lo nuevo, un gran paso ya se veía.


El Niño Solo Como escuchase un llanto, me paré en el repecho Y me acerqué a la puerta del rancho del camino. Un niño de ojos dulces me miró desde el lecho Y una ternura inmensa me embriagó como un vino. La madre se tardó, curvada en el barbecho; El niño, al despertar buscó el pezón de rosa Y rompió en llanto…yo lo estreché contra mi pecho, y una canción de cuna me subió, temblorosa… por la ventana abierta la luna nos miraba. El niño ya dormía, y la canción bañaba, Como otro resplandor, mi pecho enriquecido… Y cuando la mujer, trémula, abrió la puerta, Me vería en el rostro tanta ventura cierta ¡que me dejó el infante en los brazos dormidos!

G. Mistral


ALMAS Abro la caja de colores, y estaban a la expectativa, pues yo peor que ellos y ellas, es que no sabía qué dirían la reacción era latente. Saco una concha de mar, la puse en mi oído y comienzo a escuchar lo que la concha tenía que decir, agregando. -¡Necesito digan sus nombres y también su edad!... miro por ambos lados la conchita con sorpresa obviamente, y muevo mis hombros nuevamente. -es lo que me dice y agrego,- ¿Quién empieza?. -yo Palu, dice Yulisa. Con una sonrisa llena de vergüenza, dice. -me llamo Yulisa… ¿Y que loh otro que dice Tía? Cojo rápidamente la conchita la pongo en mi oído y digo -¿Cuántos años tienes?... -¿Cuánto es esto tía? Y me muestra sus cinco dedos de la mano derecha, la miro con toda la ternura que sale en mí y le digo… -¡A ver espérame!... y comienzo a contar en voz alta; ¡Uno, dos, tres, cuatro, cinco!... tocando mis dedos uno a uno para que todos tengan la certeza de la edad de Yulisa. -¡Cinco años tienes! -¡Eso año tengo entonces!,- dijo la hermosa. Se levanta un dedito y me dice. -¡Yo tengo e`toh añoh tía!...muestra tres dedos.


- ¡Ah tú tienes; uno, dos, tres… tres años!… ¿Cómo te llamas? -Leandro!- me contestó -¡Qué bello nombre tienes! Parecía que el niño no sabía que era bello, pues miró hacia otro lado, se acomodó en su silla y subió sus mocos que ya caían. En esa salita existían diecisiete almas que bajaban de los cerros y del cielo, no más de 5 años era la edad y allí sobrevivían: Gilda, Johana, Macarena, Natalia, Liliana, Amanda, Yulisa, Jennifer, Nicolás, Ángel, Esteban, Leandro, Fabián, Manuel, Javier, Maikol y Paola. Me parecían potentes, inteligentes, astutos, pero así, llenos de inseguridad de lo que eran, llenos de miedo y acostumbrados a la humillación y a la represión, faltos de afecto y energía, carentes de risas y carcajadas, sumergidos en el barro, barro que en ocasiones era entretenido ensuciarse. No hay libros, no hay lápices, no hay canciones, no hay juego, quien pues señores puede aprender entonces si la infancia está en quietud permanente, silenciada y en represión, francamente en extinción eso que se llama eternamente niñez. Entonces nos conocimos, los conocí uno por uno, pero faltaba Paola… -¿En dónde está Paola, hoy no vino? -¡No, tah enferma!, dijo Johana.


-esa es prima mía…ella no ve, tah ciega, de tanto que se cae, ya no ve con lo ´ojos. -¿Y dónde vive?, -¡Allá pah rriba!, dice Nicolás. -¡En el alto si puh!- dice Gilda. Me quedo en silencio…y agrego. -¿Cómo que se cae? -¡Los porrazos que se da en la cabeza, por eso, no ve!. Empiezan entonces a hablar en su lengua, como reclamando algo, pero no sé qué es. -¿A ver qué dicen que no entiendo? -¿Tú no entiende mi lengua Winka?, dice Yulisa desafiante, ¡no entiende a los pewenches! Como si yo por ser de otra raza tuviese la culpa que ha Paola se le perdiera la vista de un día para otro. -Johana, tú me dirás como está Paola, ¿Vives con ella? -¡Mai!, dice Johana. -dile que un día subiré al cerro y la visitaré. -¿Y tú va a subir el cerro Palu? - ¡Sí! - ¿Y cuándo? pregunta Manuel (con voz cantadita). -pues mañana. -¡Pero el cerro no te dejará, e´tah enojá!. -¡Y la Pepa está tapada con la nube, cuando baje la lluvia ahí hay que ir Tía!, dijo Nicolás.


Él es el mayor de todos, es serio, como enojado me hablaba y si yo preguntaba algo no contestaba, solo miraba el piso. -¿Y quién es Pepa? -esa es la montaña, dijo Eliana. -cuando se tapa con nubes, llueve y es temporal, ya lleva días molesta es que aquí el Winka hace tanta cosa fea!... y sin permiso, que ya la montaña e´ta cansada y el rio también, “asique” no vaya todavía, ¡Cuando escampe, ahí la acompaño!. …entonces mil preguntas nacían en mi cabeza, sorpresas de la vida, era yo la que no sabía nada de nada, ni del sol, del viento, las nubes, la lluvia, la montaña, la tierra…la vida. Estos nombres me darían lo perfecto; sin duda me quedé muda.


BUSCANDO UN TESORO Poco a poco la lluvia comienza a calmarse, las nubes desaparecen reflejándose un cielo azul intenso y los rayos del sol tienden a mirar de frente. -¡Se arregló el día niños, está saliendo el sol, pero que lindo… ¡Es hermoso!, es precioso este lugar, me encantó, miren esos pajaritos, que linda cordillera!.. ¿Está nevado?... ¿Quién vive en esa casa?...hablé todo de una vez, casi sin respirar. En tanto continuaba hablando media embobada y alucinante, hasta que Natalia me dice… -¿Tu no conocía este campo tía? -¡No pues!, contesté. -¿Y de dónde vení tú? -pues yo vengo de Los Ángeles, eso queda lejos de acá, pero no es tan lindo como donde uds. viven, ¡Esto es el paraíso! -¿Dónde queda “Loh Ángeleh”? -eso queda al otro lado de las montañas, más allá del rio, -¿Y te viniste caminando o a caballo? -en auto la verdad, (perplejos en absoluto) -¡¿En auto?!…dijeron algunos. Mientras tanto las niñas se reían tapando su carita, los niños entonces decían; -¡La otra vez yo vi un auto!


-¡En la noche pasó una camioneta, grande y ¡así unas ruedas!, estiraban sus manitos para mostrarme que tan gigante era una camioneta. -¿Y ustedes andan a caballo? -¡Si puh!, decían -¿Conocí los caballos? -¡Si los conozco! Las niñas por lo general estaban más calladas, sólo tres de ellas hablaban más, los niños eran algo salvajes, pero silenciosos la mayoría. De pronto mi vista se fue hacia un gran mueble que estaba en el baño, la puerta parecía ya no sostener lo que había allí dentro, me preguntaba que habría tan oculto y bajo llave, fácil, pues sólo teníamos que descubrirlo. Poco a poco me empecé a desvanecer en la silla, hasta que estábamos todos sentados en el suelo, ellos me seguían sin darse cuenta, si me levantaba ellos hacían lo mismo, si me agachaba un poco más, también, estiraba un pie y me imitaban, es que la Winka era muy extraña. -¡Tengo ganas de leer un cuento! -¿Saben dónde están los cuentos? Uno de ellos se paró muy rápido, corrió hacia un rincón y trajo un par de hojas sueltas, rotas, y sucias, las letras mojadas, para ellos era su cuento, era, ¡Él cuento!; pues había un montón de libros empaquetados dentro del gran mueble arrinconado en el lujoso baño.


-¡Amigos y amigas vamos a descubrir que hay dentro de este mueble! Y antes que terminara la frase estaban todos en el baño, frente al imponderable estante café, lo abro y saco dos ó tres cajas, les digo: -¡Ábranlas!... Pero nadie hacia nada. -¡Ábranlas, son juguetes! Y es así como sentados en el piso tenían todos más de cuatro manos, unos tirados de guata, otros de espalda con pies cruzados alzaban sus brazos y descubrían libros, cuentos, fábulas y leyendas, muñecos, fichas, puzles, números, letras, láminas, cartas, lápices de colores, pinturas, autitos de colores, un mundo mágico que invitaba a soñar y a reír, si hasta yo misma me peleaba juguetes con los más pequeñitos, era simplemente una niña entre mis alumnos, todos hablaban a la vez en español ó Xedungün, gritaban de tanta emoción, se reían y comparaban sus juegos unos con otros, no se conoce la discusión, otros cantaban, hacían sonido de animales, hasta que un silencio estalla entre nosotros, pues estaba allí la felicidad dentro de un baño sucio y húmedo, desde siempre sus ojitos sabían que algo había en ese lugar sombrío. -¡¿Tía?! ¡Mira este es mi kaweyu! (caballo) -¡Mira esa soy yo Amandu!


-¡Aquí voy yo en un auto grande grande Leandro! -¡Mira Maikol Pailahueque!...Este es mi casa… Y así fuimos descubriendo un gran tesoro.


“No quiero arrepentirme cuando el tiempo haya pasado por las cosas que no pude hacer, y sentir que no he vivido todo lo que yo he querido por no haberme animado a crecer. No quiero arrepentirme por los sueños postergados y el camino que dejé sin recorrer, por no haberme permitido los deseos reprimidos cuando no tenía nada que perder. Quiero respetar mis ganas, disfrutar cada mañana como si fuera la última función; ser feliz a mi manera, cada minuto que queda como el día que conocí el amor. No quiero arrepentirme cuando me sienta cansado y no sepa lo que pueda suceder, aferrándome a la vida al llegar a la salida, cuando ya no tenga forma de volver”.

Daniel Gracia y Mario Schjris


Y TERMINÓ LA JORNADA Entonces empezamos a organizar nuestro espacio de juego con todo aquello que estaba escondido al punto que pasaran los años y se pudriera o fuese mordisqueado por las ratas. Armábamos el lugar, nuestro ambiente tenía que ser coherente a lo que realmente nos importaba y era pertinente a nuestra cultura. -Palu, ¿Qué hago con e´toh lápice? Eran unos lápices que más largos eran los dedos de Fabián y Amanda, una real vergüenza, todos envasados en tarros sin color ni atractivo. -¡Tíralos a la basura!, pondremos estos nuevos, sáquenlos, póngalos ustedes dentro de estas cajitas que decoraremos para luego ambientar los muebles y cada rincón de nuestra casa. -¡De la sala Tía!- decía Yulisa. Todo lo que allí había lo manipulaban con sumo cuidado, y lo observaban con toda la curiosidad de la ocasión, era esto algo diferente y bonito, la entretención hecho realidad en su propia sala, es que ya el Jardín Infantil de Callaqui tenía algo de aprendizaje, sin duda con significado, aunque faltaba muchísimo, pero ya se veía una construcción de verdad. -¡Qué bonito son e´toh cuentos!. -¡No Wilkun, no lo saque de ahí!...¡déjelo aquí!


-¿Cierto tía que esto no se toca? Eran unas fichas de lenguaje en español, con imágenes coloridas y frases cortas, o grafemas simples. - a ver déjame ver que es, esto la verdad se toca, es para que jueguen o sea es de cada uno de ustedes, ni siquiera es mío. - ¿¡Mentira!? Dijo Nicolás. La sorpresa en sus caritas era cada vez más notoria, es que todo era una sorpresa y algo inimaginable para tanta inocencia. -¿Cuándo compraste todo esta cosas tía? - ¡¿…Yo?!...no, yo no he comprado nada, esto estaba aquí y ustedes deben decir que les quieren y que se los den para jugar y leer, contar y escribir, pintar y dibujar. Entonces 17 pares de ojitos negros como el azabache me miraban deslumbrados, como diciendo; ¿Será verdad todo lo que habla la Winka? -¡Pero digan algo!, yo sé que tienen lengua. Pero no decían casi nada, no era necesario la verdad, era suficiente con el brillo de los ojos. - ¡Vamos, ordenen sus útiles!...agregué. Ya casi todo tomaba forma, pero faltaba como mínimo veinte años para derrotar la pobreza y la ignorancia, no en ellos, sino en los otros en el adulto ¨el que sabe¨ pero yo tenía paciencia, vocación y amor, pero con ellos, con mis pequeños retoños de montaña.


Ya se terminaba la jornada, los alumnos ingeniosos en preguntas y respuestas ya se tenían que marchar, había que alistar sus cosas y recordar allí mismo en el piso lo vivido, esto nuevo que comenzaba a nacer, una amistad lenta, pero con sentido de jugar casi todo el día. -¿Javier (Vilkun), te gustó venir al Jardin hoy? - mai…y se sonrojó. Él es hermoso, pequeñito, gordito, ojazos oscuros, cabello casi crespo, sin dientes y los que le quedaban con caries, hablaba extraño, es decir, no hablaba español, claramente yo no le entendía mucho, pero tenía traductores allí mismo todos bilingües, una riqueza única en mi historia. Así fui preguntando uno a uno como fue este día de lluvia y de Jardín Infantil, todos me dieron su parecer, aunque no todos hablaban, pero la sonrisa y los gestos o el ceño fruncido, su vergüenza al decir “bien”, mi dicha era única, les gustó estar allí. -¡Ya niñitos y niñitas, vamos a tomar el bus!. Todos caminan hacia la puerta, Leandro me pregunta mirándome desde abajo, inclinando hacia atrás su cabecita para mirarme bien de frente. -¿Mañana vai a venir Winka? Lo miré y sentí que me enamoraba de su inocencia. - ¿Qué quieren ustedes?... ¿Vengo o no?...la verdad sentí tanto frio hoy en la mañana, me mojé entera, la estufa no


encendió, (miro de reojo la salamandra y recién habían llamas dentro de ese cartucho), y Natalia mira la estufa y dice. -¡Buu…ahora prendió el “juego” chiquillo! -¡Que la leña tah mojah!, decía Gilda. -¿Vía a venir o no puh Tía? Insistía Leandro. - ¡Bueno, bueno vendré! -¿Qué vamos hacer mañana Palu?, preguntaban mientras caminábamos por un gran campo verde. -mmm…¡Sorpresa!, ¡Si vienen mañana sabrán! Miré hacia atrás y algunos venían jugando en el agua, y saltando en el barro, Gilda traía de la mano a Fabián su hermanito y Leandro su sobrino, Liliana venía entre trotando y caminando para alcanzar a Yulisa, Esteban y Javier lanzaban piedras al aire y los otros cabeza agachada caminaban a mi lado, limpiando los mocos con la manga, ya que el frio a todos nos traía con los sesos sueltos. Cruzamos la carretera y nos posamos en una parada de piedras y madera, se sentaron algunos, me preocupé que Leandro, Fabián, Amanda, Javier, Ángel y Esteban, los más pequeños no se mojaran tanto, ya que los demás era más difícil de controlar y las niñas siempre al lado mío, Yulisa y Liliana ya habían partido al otro lado de la carretera, ya que la mamá de Yulisa vino por ellas, Natalia debía subir en ese instante el cerro, se veía un sendero entre los canelos, ella me da un beso. -¡Weukai Palu!


-¿Qué me dijo? -¡Chao tía te dije! y se rió. -¡Chao Natalia, nos vemos mañana!... ¿Y te vas por aquí sola? -mai tía. -¿Pero sola? -mai tía. - ¿Y nadie te viene a buscar? - mi mamá me espera arriba cuando llego al cerro. -¡Ah!...bueno, ¿Hagamos algo?. Cuándo tu vayas caminando por el cerro, grítame, o haz un sonido con tu voz y yo desde acá te respondo, así sabré que estas bien. Y la niña desaparece por entre los árboles tupidos y verdes, por entre arbustos húmedos y un perfume a libertad y hierbas buenas, entre canelos, copihues, araucaria, menta y castaños. Le grité desde abajo, luego de unos segundos, ella me responde con un grito. -¡Uhh-uyy! La pequeña iba por la mitad del sendero, se asoma una manito desde aquella altura imponente, era la dulce Natalia que me certificaba que esto es costumbre, soy yo quien se asombraba de la autonomía con que ella resolvía volver a casa (ruka). -!El buss!…


Grita Eliana la monitora Pewenche, todos entonces bajan de los árboles, dejan de jugar con el agua, tiran las piedras al arroyo y se ordenan para subir a la micro, comienzan a subir uno a uno, Eliana los va tomando en brazos, son tan pequeñitos para alcanzar sus piernas a la pisadera, al fin suben, eran millones me parecía, ruje el motor y la máquina parte. -¡Chao tía!…uno ventanales… -¡Siéntate, desesperada.

o

dos

siéntate!,

¡Te

me vas

gritaban a

desde

caer!...les

los grité

Eliana se rió por fin. -¡E´tos chiquito son como chiva Tía… y si se caen, van a llegar a arar en la pata de lo chofer! Exploté en risa, es que me pareció asombroso el humor de mi nueva amiga Pewenche. Ya se terminó la jornada de reconocimiento y trabajo, conocí la voz de algunos, me faltaba el resto, pero mañana, en la semana o los meses se encargarían de eso, tenía todo el tiempo del mismo mundo para vivir a su merced, era cuestión de tiempo. Volvimos entonces a la sala, sola y vacía, la salamandra parece que me hacía burlas, encendida estaba, la miré y le dije. -¡No me importa, poco tiempo te durará ser tan destartalada, tu trabajo es calentar la sala, pero por la mañana!...¿Me entiendes?.


Mientras que Eliana barría y ordenaba algunos instrumentos pewenches, me decía: -¡Es media terca esta estufa! Ella tenía claro que así era la situación cada mañana. Así pues amigos míos empecé a preparar los materiales para el día siguiente, empecé entonces a crear, a inventar.


La Lluvia Lenta

Esta agua medrosa y triste, Como un niĂąo que padece, Antes de tocar la tierra desfallece.

Quieto el ĂĄrbol, quieto el viento, ÂĄy en el silencio estupendo, este fino llanto amargo cayendo!

G. Mistral.


NOCHE DE ESTRELLAS Me voy a casa, Eliana se ha ido unas horas antes que yo, ella habla muy poco, intenté preguntar cosas de su familia, del lugar, pero poco contestó. -“¡Ya señor, uuff!, gracias; te agradezco me trajeras aquí, sentí tu compañía, espero mañana estés presente otra vez, es que sentí ganas de reír varias veces con estos Pewenchitos, me imagino que tú sentías lo mismo, y quien no!”. Mientras sigo caminando hasta llegar a la carretera mis ojos van chocando con los rayitos del sol y voy girando y girando mirando en 360º mi nuevo desafío, que me parece sinceramente esplendoroso y que los tiempos hasta aquí son perfectos. Ahora ya se empieza a oscurecer, debo entonces pensar como Educadora de Párvulos para empezar a solucionar algunos vacíos y lagunas mentales potentes, pero no irreversibles en 18 almas que necesitan conocimiento y herramientas para ver distinto su alrededor y su interior indiscutiblemente, hay que hacer desaparecer los vicios de los padres, la lentitud de los abuelos y la represión de los señores con corbata, de actitud prepotente y altanera, esos que alzan la voz cuando se ven acompañados de sus asesores. Sin embargo, a estos últimos que los proteja y les de enseñanzas la vida y el destino, mientras yo voy en pensar


por los míos, que voy planificando el quehacer educativo, que no sea rutinario ni enmarcado en la pedagogía torpe y sin base sustentable, esto debe ser de esencia, de ángel y espontaneo, así de rápido, que el momento no me sorprenda mirando hacia el horizonte y se ajuste a esta realidad, a la necesidad de verdad, eso que se dice en mi lenguaje, la pertenencia, que sinceramente debe ser así, pero todos lo olvidan rápidamente cuando el andar se vuelve papel, oficios y cifras, la porquería que no soluciona absolutamente nada y al final todo queda dormido en el capital y en la inversión y de sensibilidad poco se habla. Esto debo hacerlo con convicción, motivación al comenzar cada día, no para mí, sino para que se encanten con la construcción y el descubrir, la creación y el romper la vasija de greda que nadie les enseñó, esa que también se puede llenar con otras hierbas, pensamientos y sentimientos, con mil emociones y tantos errores como historias les iré contando. Esto pues, es sin duda, aprender. Las estrellas me dan la bienvenida a este lugar montañoso y mágico, ellas hacen un camino deslumbrante allá arriba. ¿Quizá dónde irá tal sendero? -… ¿Dónde vive Natalia? ¿Quizá, Liliana o la Amanda? hoy Javier no quiso comer, Esteban es tan tímido y Yulisa junto con Nicolás rebeldes y esa doña de nombre Gilda, 5 años dijo y ya es una madre, ¿Cómo mejoraré todo aquello? ¡Así mismo!... minuciosa y lentamente pues nadie me apura; a fin de cuentas mi tiempo es su tiempo, ya lo dije, los tiempos son perfectos…este es nuestro tiempo.


Balada de la Estrella Estrella, estoy triste. Tú dime si otra como mi alma viste. -hay otra más triste. Estoy sola, estrella. Di a mi alma si existe Otra como ella. -sí, dice la estrella. Contempla mi llanto. Dime si otra lleva De lagrimas manto. En otras hay más llanto. Di quien es la triste. Di quien es la sola, Si la conociste. Soy yo, la que encanto, Soy yo la que tengo Mi luz hecha llanto. G. Mistral.


GESTOS Y MIRADAS Aquí voy llegando sigilosa para que todo esté preparado y organizado al momento de recibirlos, cosa de no encontrar espacios dormidos y ellos no vuelvan a sentir que esto es aburrido como siempre lo ha sido, mis manos en la boca las entibio con el aliento, me abrigo e invito a Eliana a buscar a nuestros retoños, nos encaminamos y allí están, les ayudamos a bajar, esa rutina era inevitable por el resto de los días de invierno y verano, otoño y primavera, era la única forma de llegar, sin decir las caminatas con escarcha en el pelo y nieve en los zapatos, eso es pan permanente y los kilómetros de subida y bajada, como dijo Eliana son como chiva, pues muchas veces los vi caminar por donde ningún hombre y mujer citadino lograría tal azaña, menos un niño que no llevara esa sangre indígena fuerte y gloriosa. Ese ímpetu para sostenerse y colgar de los arbustos más altos, de los troncos más anchos, esa fuerza para agarrarse e impulsarse como si las rocas hablaran,¡Apúrate Peñi!.- amigos de la tierra al punto de cuidarla y dar la vida por ella, honrar el agua y sus fuentes, rezarle a la lluvia y orarle a los vientos, esos mismos que levantaban los pies para botarlos cuando oscurecía en la puebla. -¿Cómo han llegado mis niños y niñas?. - ¡En el bus puh tía! me dice Gilda. -perfecto, mal hecha la pregunta…vamos de nuevo. -¿Cómo están niños y niñas? -¡¡Bien!!.- dicen algunos.


-¿Tenían ganas de volver?... -sí, yo si tía,- dijo Yuliza, Natalia, Gilda y Leandro. -qué bueno y que alegría me da escuchar eso, es que si ustedes no vienen yo me aburriría mucho, yo vengo sólo porque están acá. -chi no vengimos, juega con los juguete!…habló Fabián, (primera vez que le escuchaba su vocecita). - ¿Y a qué podría jugar con ellos? A mí ya se me olvidó jugar con juguetes, soy un poco grande para eso, creo yo, ¿Qué podría hacer una persona grande con juguetes que son de niños y niñas? -hacer una casa. - hacer una carreta. -¡Hacer un kaweyu! gritó Leandro. - ¡Ya, perfecto! - ¿Y qué otra cosa se les ocurre?...nadie decía una palabra, pues interpreté las miradas y los gestos; ellos querían decir todo, pero no encontraban palabras precisas, su imaginación era más profunda que el rio Biobío, solo querían que los juguetes hablaran y cantaran, las muñecas serían sus madres, los legos una gran carretera con destino hacia las nubes, en donde habían mil kaweyus negros y blancos en preparativos para empezar el Guillatún y cargarlos con piñones del árbol del Pewen…y así soñaban, cada día lo fui descubriendo, es que hasta antes que les hiciera compañía no tenían ni sueños, ni talentos, como les he contado estaba todo misteriosamente escondido, pues nada ellos podían tocar ni manipular, estaba estrictamente prohibido jugar, ¿Quién lo dijo?, no lo sé, ¿Quién no supo dar el inicio?, ¿Quién pensó que el


proceder se hacía de esa forma? o ¿Quién entonces, propuso que la anterior a mí era oportuna en este espacio?, ¿Quiénes realizaban la observación y coordinación? o se trataba de conveniencias y de hacer que mis retoños no tuvieses voz. A olvidar entonces, a reinventar los sueños y potenciar talentos, vamos a caminar hasta que los pies se endurezcan en la montaña, los acompaño a jugar con las owichas (ovejas) y kaweyus, a investigar las wilkün (lagartija) y wilü (culebra), vamos a usar nuestras manos para dar forma a la tierra y a la greda, usemos los oídos, para reconocer los ruidos de la noche, los cantos de los bichos y reconocer cuando el Biobío está subiendo, usemos la lengua Pewenche para conocer la historia de nuestra historia, usemos nuestro cuerpo para hablar sin palabras, miremos nuestros ojos y aprendamos a decir te quiero. De pronto se abre la puertecita blanca que queda al centro del murallón en la sala…era la dama de blanco, la que prepara la merienda y el almuerzo, salen bandejas de color crudo con comida que huele a delicia… -¡A lavarse las manitos al baño! ya hijos vamos! Eliana limpia las mesas con un paño azul, ordena las mesas y sillas, mientras mis retoños lavan sus manitos con esa agua fría y caladora de huesos, les ayudo a secarse con toallas mugrosas y con olor a olvido, entonces les reparto uno a uno un largo trozo de papel higiénico, les lavo su


cara y les seco. Se sientan, toman su bandeja y comienzan a dar gracias a chaw chaw (Dios) por el alimento y otras cosas, cierran sus ojitos y otros entre abiertos miran la comida, Fabián comienza a comer mientras todos rezamos y Ángel le dice. - ¡Como hace eso Fabián, Diosito se va enojar con u´teh! Y sin separar sus manitos vuelve a cerrar sus ojitos. -me sonreí y agregué ¡Pueden servirse el almuerzo! El respeto a chaw chaw es único les diré, y para qué hablar como aman al sol, pero de eso les cuento otro día, ellos deben regresar a la ruka, presiento que nuevamente se han entretenido. - ¡Niñitos y niñitas para mañana necesitaremos hojas de distintos árboles y arbustos, plantas y de todas las flores que existan en la montaña! - ¿Y pah qué tía? me preguntó Johana. - para conocerlas y conocer su aroma, su color, saber para qué sirven o que poder medicinal tienen. -¡...Uhh! hay tanto árbol en la cordillera Palu, dice Gilda. - ya entonces, traigan todos los que encuentren, cuando salgan a jugar van buscando las hiervas y las traen al Jardín, yo no conozco muchas. -¡Buu…! Tú no conocí casi ninguna puh tía!, dice la hermosa Natalia.


-¡Pero si Uds. me tienen que enseñar! yo no sé nada...levantando mis hombros. Mis retoños ríen de lo niña que es la winka.

“Cuando eres natural, Cuando no tratas de aparentar ser otra cosa, Entonces te encuentras muy cerca de Dios.”

Ravi Shankar


CONOCER LA HIERBA Juntando hojitas por montones y ramas, aromas inconfundibles, si ahora cierro los ojos allí están como aquella mañana y escucho así también sus voces en mis oídos, cien palabras en Xedungün y luego la mezcla con el español que riqueza habitaba en ellos, solo me quedaba aprender y comprender las conclusiones de los efectos importantes de las matas y las hojas verdes y otras de colores intensos. -entonces a hora vamos a clasificar las hierbas que han traído… -¿Y qué es clasificar? ...esto es simple, ¿Cómo es la hojita que tengo en mi mano derecha? -¡Verde tía! Decían a coro. -¡Perfecto!... ¿Corta o larga? -¡Corta! - ¿Y la que tengo en mi mano izquierda cómo es? -¡Verde, pero larga tía! - ¡Muy bien!, entonces dejaremos en este lugar las verdes gorditas y las verdes largas en este otro recipiente, ahora; ¿Cómo es esta hoja? -amarilla y chica.- dijo Johana. - ¡Qué bien Johana! así es, entonces todas las amarillas pequeñitas quedarán en este otro lado, ¿Entienden ahora qué es clasificar?


-¡…Sii! es muy fácil Palu. -¡Hay que juntar los que se parecen no mah! -si pues eso es, así de fácil y bonito, ya hijos, ¡Vamos entonces a trabajar! Todos concentrados en grupo, en duplas, en tríos o de forma individual, buscaban sus hojas, las manos se perdían entre los montones, la verdad exageraron un poco, pero así era mejor el contacto, me impresionaba como conocían sus aromas y texturas, para que servían, en que se utilizaban, a que dolor le hacían remedio, Johana, Gilda, Natalia, Yulisa y Jennifer fueron yerbateras en su otra vida y en esta también, los nombres de cada una de las cien especies y clases dominadas por completo, ni siquiera se permitía el dudar de su procedencia y en qué lugar de la montaña crecían con mayor facilidad…y así, iba y venía la experiencia y la vida misma, yo medié la situación, el que se dieran cuenta que ahí estaba eso tan valeroso y altivo del conocimiento y del ambiente, pero la sinapsis, la cognición, es y será solo de su linaje. En ese instante me detuve a escuchar una conversación en Xedungün entre Johana y Natalia en lo que respectaba de medicina se trataba, para el estómago tal tratamiento era efectivo, para la fiebre era bueno este otro, los dolores óseos, también tenían su receta médica, la cura de las heridas e infecciones a la piel cubrírselas con tal hierva era sanar rápido y sin dolor, y me di entonces el placer de preguntar lo que hasta ese instante era ignorante a decir basta.


Clasificaron rayando en lo perfecto, pusieron cada especie en su lugar, las ordenaron y pegaron en dos o tres grandes papelógrafos, entonces otra vez necesité la ayuda de mis maestros… -Ya chiquitos a decirme los nombres de cada una…y otro baño en cultura. -ahora habrá que aprender quienes aún no saben sus nombres y para qué son utilizadas, no sólo acá sino, en todos los lugares que puedan imaginar. -¿Y dónde la usan esta hiervas tía? -en el mundo entero son usadas por el hombre y la mujer para mejorar enfermedades graves y no tanto, otras son usadas para embellecer el cuerpo. -¿De dónde creen que salen las cremas, los perfumes y remedios, o el shampoo?...minuto de silencio; ¡de las plantas y árboles pues niños!... -¿Y el shampoo lo hacen de pasto tía?... Es que eso sí que era impresionante. -¡Así es, como se los digo, es! -¿Y cómo se hace puh? -son muchos procesos por los cuales pasan las hiervas para llegar en definitiva a ser un shampoo u otro producto de limpieza o de belleza o para llegar a ser un remedio, pasan por maquinas todo a base de la computación, hay señores que trabajan en hacer funcionar esas máquinas o tal vez herramientas muy modernas, esos procesos por nombrar algunos son: de selección, de limpieza, de secado, de filtración, de pureza, de maduración y quizás el último


sea el de envasado, luego se lleva al mercado y se vende para que sean consumidos por todos nosotros y así serán utilizados por siempre. -¿Y cómo sabe eso la tía? ...creo yo era la pregunta más próxima y… no estaba tan equivocada; -¿Y cómo sabe tu eso tía? -¿O tú lo ha visto? -Pues… Lo estudié. -¿En el Jardín tamién? -¡...No! - solo lo leí para que ustedes lo aprendieran hoy, junto conmigo. - Un…¡Ahhh?!...a coro sonó con eco. En fin, la jornada fue extensa y removedora, de mucha acción, el protagonismo en mis alumnos era preciso, como debía de ser nada más, a esa altura del día yo estaba conforme, todos aprendíamos e intercambiábamos ideas, mis alumnos se veían cada vez más interesados en llegar a su Jardin movilizador y colorido, si hasta se le estaba quitando el olor a húmedo y a abandono. Era entonces todo una aventura llegar donde la Winka media loca, porque cada día tenía una historia nueva que contar, fuese cierto o invención de su imaginación les entretenía y sus ojitos hecho luceros la miraban atónitos.


“Asentir al destino es unir mi voluntad con la voluntad divina o superior. Asentir es dejarme ir ante esa voluntad que dice Para donde estĂĄn yendo los hilos.â€?

Bert Hellinger


¿QUIÉNES SOMOS? Hablemos de la vida, aceptemos quienes somos, como somos, de dónde venimos y a dónde vamos. -¿Quién empieza?…como no se atrevían a decir una palabra, agregué. -entonces, primero les hablaré de mí. Soy una mujer soltera, alegre, inquieta, llena de sueños, amo la libertad por sobre todas las cosas, tengo muchos amigos, aunque tengo más fe que amigos, nunca me he enamorado…o sea nunca he querido a un niño... -¿No tení pololo? -¡...No! no tengo, estoy solita, pero no me importa mucho eso, no tengo tiempo de estar enamorada de un señor, prefiero jugar con ustedes todo el día y estar aquí en la montaña. -¿Tení mamá? Si, si tengo. -¿Y cómo es tu mamá Tía? -ay ella es bella como las flores, es dulce y buena, yo sin mi madre no puedo vivir. -¿Y tení papá tamién? -sí, también tengo a mi papá, él es hermoso y muy trabajador, es bueno y desordenado, es gordito así como Fabián. -¡Goloso es puh tía gigante)

entonces! (Solté una carcajada

-… ¿Y es malo ser gordito?


-¡Si tía! -¿Y por qué es malo? -¡Porque no le dajaí comida a nadie! y Leandro agrega: -¡Bibo se come tora la comira de la aguela y la aguela está flaca como un coligue! Fabián era el más pequeño en edad y en tamaño también, (él se ríe), mientras me mira muestra un par de dientes, pues es gordito, razón por la que lleva casi quince minutos tratando de subirse a su sillita. - bueno ya hablé de mí, ahora les toca a ustedes…los escucho con toda la atención del mundo!...entonces aun nadie quería hablar de su vida y lo hice fácil, tomé un globito lo inflé, le puse unas patitas de cartón, con el plumón le dibujé una carita y lo lancé al aire, el globito caería y miraría a cualquiera de mis alumnos y a quien quedase mirando ese debía hablar, pues así lo quiso el globito juguetón, (Y Fabián entonces aun trataba de sentarse)…se reían pues les parecía gracioso el globito de color rojo, -ya Liliana te está mirando el globito, háblale de ti...ella era tímida como nadie, le dimos su tiempo, me acerqué, la abracé y le hablé al oído. -¿Con quién vives Lili? -con mi mami, (sólo escuché yo). -¡Con su mamá vive la Liliana! (yo repetía en voz alta). -¿Y con quién más?


-con mi tata. -¡Y con su tata!.. -¿Qué hace tu mamá? -Lava la ropa, hace la comida. -¡La mamá hace la comida y lava la ropa! ¿Y tú tata? -cuida lo animal y la chiva. -¡Cuida los animales y las chivas!...le dí un beso en el pelo, me puse de pie y me fui a mi lugar. -¡Un aplauso para Liliana porque conocimos a su familia!...y todos aplaudían algo nerviosos porque en cualquier momento el globito los miraría. Empieza a bajar el globito desde el cielo y cae a los pies de Javier (wilkün) gran personaje les contaré, gracioso como ninguno, adorable y falto de afecto en un cien por ciento, lo de wilkun era porque cuando pequeñito era tan negrito y chico que parecía una lagartija y en Xedungün se dice wilkun, me mira tímido también, agachando su carita mirando el piso y arrastrando un pie por el piso. -¿Javier tienes vergüenza?, incliné la cabeza hacia el lado y le pregunto. -¿Quieres qué me siente a tu lado? Es que ya no me salía más ternura para hablarle. -mai, me contesta. Me siento con él, le tomo su manito y le pregunto. -¿Con quién vives? -mama, guelo.


-¿...Ya?, ¡Con la mamá y con el abuelito!... -¿Con quién más Javier? -Guela. -¿Quién más vive en tu casita? -…pelo. -¿Tienes un perrito? -...ti. Me dice alegre y sonriente. -¿Con quién juegas en la casa Javier? -con pelo, Ñoño, Ico, (hay que traducir y comprender) -mmm…¿Con el perro? -“Ti” -con ¿Ñoño? ¿Y quién es Ñoño? -¡...Este!- y me señala a Esteban. -y ¿Ico quién es? -¡...Ese puh!..Se refería a Nicolás. -¡Perfecto Javier, muy bien hoy ya conocimos algo más de ti, regalémosle un fuerte aplauso, ya que hoy habló de su vida y de su perrito! El globito ahora mira a Macarena (hueso duro de roer) ella no hablaba ni siquiera con sus pares…español ni Xedungün. -¡Señorita Macarena que me puede decir Ud. de su linda vida aquí en la montaña!...silencio y el brazo en su cara…


-¿Maca?! ¿Estás ahí?...oye bonita… ¿Me siento cerquita de ti?...y nada, y una acotación llena de ingenio dice. -¡Tía! Parece se le quedó la lengua en el patio. -¿Por qué no la vai buscar? -...Macarena ¿Tienes tu lengua ahí verdad?...la niña aun con el brazo en su cara dice que si haciendo un movimiento hacia abajo. -¡Ah ven…Que la tiene ahí dentro de su boca, no se le ha perdido! -¡A lo mejor tiene flojera puh tía! Dice Gilda. -¿Quién tiene flojera? y lo digo muy seria… ¡La lengua tía!, dice Manuel. En fin fue imposible hacer hablar a Macarena, pero ya habría tiempo, hasta que ella se sintiera segura y confiada de hacerlo. El globito mira a Yulisa, (esto será difícil, pero para hacer que deje de hablar) -…señorita, cuénteme quien es Ud. -La Yulisa puh tía, si ya “sabí” -si sé Yulisa, pero háblame algo más de ti. -Mmm…¡Vivo con mi mami, mi aguelita, mi tío, y la Lili que vive más pal bajo!, pero a veces la Lili es peliaora conmigo, juega con la Jenny y no quiere jugar conmigo y no me pasa la muñeca, ¿Cierto Lili?


-¿Y qué cosas te gusta hacer? -jugar con las chivas, jugar en el campo, ir a buscar los huevitos de las pajaritas y todo eso puh tía. -que hermosa vida tienes Yulisa, bien hija, ya te escuchamos, dejemos que los demás también nos cuenten de su vida. -¿Te parece? -Mai Palu.- dice Yulisa. Mi Yuli es demasiado buena para conversar y pocas veces se queda callada, por lo general casi nunca y eso que su boquita parece un portillo y para que decir lo mucho que le gusta reír, eso me da indicios que es feliz, porque no hay mejor radiografía del alma, de las emociones, de la vida misma que reírse por todo y de todo, créanme que la preocupación empieza cuando un niño o niña, se reúsa a hablar y a sonreír, cuando agacha la mirada por motivos que se ignoran, cuando tartamudea o se aflige porque él cree entre su inocencia que está errado o que está pronto a errar. Que ignorancia pensar que un niño y niña pueden estar errado, y más aún cuando no tiene el conocimiento previo a lo que sea que tenga en frete o entre sus manos, que Dios me perdone si un día le dije a un pequeño que su trabajo estaba malo de forma tajante, pues qué culpa tiene el y ella que yo le diera mal una explicación o una instrucción, que los adultos no tengan claro nada de nada, ¿por qué siempre creemos ser dueños de la verdad absoluta? Si nuestra imaginación y creatividad está en decadencia,- el árbol es verde y la manzana roja.- y así vamos enseñándole nuestros errores y limitantes, y luego


ellos opinan lo mismo que todos.- la manzana roja cae del árbol verde.- y en la adultez entonces, todos pensamos igual, pocos son los que defienden otras posturas, fuera del marco sociocultural normal, claramente los días hay que colorearlos de todos los matices posibles, como yo los imaginé desde pequeña, pues yo fui dueña de mí árbol y de mí manzana. Y en relación a las limitantes que matan la creatividad, paso a narrarles mi historia de Jardín Infantil. Hace añares estaba en mi mesita del Jardín Infantil, recuerdo que estaba con una hoja de papel y lápices, pues había que dibujar supuestamente libremente, y así lo hice, dibujé el rostro humano de un señor cualquiera; con cejas, pestañas, párpados, nariz, fosas nasales, ceño en la frete, ojos rasgados, pupila, cristalino, lagrimal, era algo ojeroso, labios, mentón, pómulos, orejas…en fin era mi dibujo libre, entonces se acercó mi tía, me miró, tomó mi dibujo y se fue hacia la Educadora de Párvulos, algo se dijeron en silencio, entonces las dos fueron hacia mi mesa, miraron otra vez mi dibujito, que para mí era lindo, se hablaron en silencio nuevamente y llamaron desde la puerta a una profesora de la salita del lado, también se acercó a mi mesa, yo seguía encontrando lindo mi dibujo, pero nadie me decía nada, me recuerdo del susto que tenía porque sus caras decían que yo no sabía dibujar, y más encima le dirían a mi mamá, ella se molestaría conmigo, hasta ese momento todo mal y empeoró cuando tomaron mi hojita, me tomaron de la mano y sorpresa!, me llevaron donde el ponderado señor director, imagino para que tomará cartas


en el asunto de tan horrible desastre que dejé en una hoja de papel con un lápiz grafito. -¡Pase!...dijo el Director. Llegué con cara de desesperación y de bicho raro, todas las damas profesionales a la siga mía, mi tía le muestra mi dibujo y él abre unos ojos en ovalo, se sigue comentando todo en silencio, indicando mis errores gráficos, de líneas y sombra, todas esas cosas que yo tenía en mi imaginación, deduje entonces que yo, no sabía dibujar. Entonces guardé el secreto, no le dije nada a mamá, esperé que mi tía le contara, pues era la forma que dejara de crear e imaginar tanta cosa extraña que no me llevaría a ninguna parte. Hasta que llegó el día, mi madre me toma de la mano y me dice. -¡Hija dibujas hermoso! …la miré y pensé. (A mi mamá le gustó mi dibujo, porque ella si lo encontró bello, y eso fue un alivio. Cuantas marcas dejamos en un niño, cuantos recuerdos quedan en una niña, pues a los años descubrí que mi dibujo fue perfecto. La educación amigos entonces es, es liberar los pensamientos y deseos, la mirada aguda de un niño y finesa del color en una niña, decirles que bella es su creación y que talento tienen en sus manos, tomar su hojita con amor y respeto, agregar con impresión que magnifica


es tu tortuga rosada, o no sabes cómo me impresiona tu silla sin patas. Es así como serian miles los niños felices, seguros de sus nombres, de donde vienen y a donde quieren llegar. Y así todos mis retoños dijeron que querían para si mismos, que les gustaba y que les desagradaba, donde vivían y con quienes vivían…mucha historia para ser tan inmensamente inocentes, sin embargo las reseñas más atractivas jamás contadas, como para escribir un libro, entonces allí se tejía entre la majestuosa montaña la memoria de nuestra raza.

“Los hijos que de mi cuerpo faltaron, Me han ido apareciendo por ahí, No siguen mi ADN ni heredaron mi nariz, Pero sé que tendrán algo de mí…”

Marilina Ross.


GILDA, DAMA DE ACERO Viene bajando de los cerros y a cuesta trae el frio, manos partidas, hambre, tristeza y dos pequeños que debe cuidar como si los hubiese parido ella, Gilda la niña que me enseñó a ser mujer valiente y altiva, quien me entregó a manos llenas el amor por lo terrenal, ella fue quien me dijo con los ojos que la vida es aquí y ahora, que la vida se respira y se siente en la briza del viento en la cara, el ruido de las hojas secas cerro arriba, mi niña hermosa, mujer de ojos negros y fuertes, de sonrisa escondida entre la mugre, cabello oscuro y piel de luna, Gilda Muñoz Teresa dama de acero y voz gruesa. -¡Hola, buenos días! Le dije esa mañana gris, solo me mira, como diciendo entre reojo y que tendrán de buenas, si ya el frio no me deja caminar con mis críos de la mano. Un bolsito cruzado en su espalda, unos zapatitos negros y rotos, un pantalón amarillo y negro de uso, un polerón colorido a rallas y un delantal percudido por el tiempo, fue su presencia imponente y majestuosa la que me calló durante un largo rato, pues me sentí pequeña ante tal mujer, caminé a su lado observando su temple que parecía ser inmortal y otro tanto celestial. Se sentó sin decir palabra alguna, soltó de la mano a sus hijos, pues eran dos hombrecitos más pequeñitos que ella, a


quienes debía cuidar con su vida y la experiencia profunda de cinco años, Fabián su hermanito y Leandro su sobrino de dos años y medio cada uno, en ese instante le hablé a Dios. -¿Qué hago aquí Señor?- Entonces me contestó enseguida. -Ámalos, entrégales tu vida, defiéndelos de los otros y de tu raza, enséñales de lo bueno y de lo triste, hazlos reír de felicidad y cántales tus melodías, abrázalos cuando sientan frío, entrégales tus manos, porque ellos hoy, sólo a ti te necesitan. Y entonces me enamoré, y empezó la lucha para salvarles el alma. Nada fácil, pues me quedaba poco tiempo en días, pero la calidez era potente, la mediación sería mutua, estaba el ambiente, los recursos de la madre tierra, ellos y yo, calzaba perfecto para establecer lazos inmortales. Ese día no me hablaron, no quisieron mostrar su voz, ni la sonrisa, tenían hambre, recuerdo que comían con tal ansias, que valoré la comida que mi madre hace y que nunca aprendí a comer, quise mis zapatos rotos y la estufa, encontré linda mí chaqueta y necesaria, la vida misma ya tomaba sentido, mi felicidad era perpetua en la montaña con 17 almas, me crucé con los cerros y empecé a parir mis hijos.


La Mujer Fuerte

Me acuerdo de tu rostro que se fijó en mis días, Mujer de suya azul y de tostada frente, Que en mi niñez y sobre mi tierra de ambrosía Vi abrir el surco negro en un abril ardiente.

Alzaba en la taberna, honda, la copa impura El que te apegó un hijo al pecho de azucena, Y bajo ese recuerdo, que te era quemadura, Caía la simiente de tu mano, serena.

Segar te vi en enero los trigos de tu hijo, Y sin comprender tuve en ti los ojos fijos, Agrandados al par de maravilla y llanto.

G. Mistral


UN CANTO DIVINO Como todos los días llegan a tomar sus puestos y a contar anécdotas que van sucediendo por el camino a casa o al Jardín Infantil, pues ahora les narraré la vida de Leandro, es decir una de las muchas historias de las que es protagonista. Hoy llegó hablando del Guillatún y sus ritos tradicionales de antaño, hablaba entre español y Xedungün, entonces pregunté: -¿Qué me quieres decir Leandro?, háblame en español. -¡Yo fui al Guillatún anoche! -¿Sí?, agregué; ¿Y qué es el Guillatún si me puedes contar? -es ahí donde se habla con cultrún.

Dios y se canta con el

-¿Y cómo se habla con Dios Leandro? -tu “mirai” al cielo puh Palu y ahí él te escucha, le pedí por los animales, los árboles y las flores. -¡¿Enserio?!- ¡Qué emoción Leandro hablar con Dios! -¿Y tú que le pediste? -le pedí un caballo blanco, para salir en el campo y para venir al Jardín en el caballo. -¿Me llevarías en él? -¡Si puh…yo te llevo! agregó mi pequeño.


Pasamos a la sala, él se fue rápido al baño caminando algo confuso y como siempre mirando hacia otro lado, preparé el saludo de llegada y esperamos a Leandro que volviera, entonces al regresar siguió hablando de lo que vivió en el Guillatún, todos empezaron en ese momento a comentar sobre el ritual de agradecimiento por la tierra, el cielo y el sol, y como verán no me quedo más que invitarlos a todos a dibujar, colorear su mejor recuerdo y experiencia de su encuentro con su ceremonia. El silencio era perpetuo, único, los ojos brillantes y profundos, las palabras estaban de sobra, la imaginación extendida al máximo a crear el mejor dibujo, pues los dejé que me maravillaran, caminé por la sala observando sus inventos y así fue como uno a uno fue terminando, nos reunimos en nuestro rinconcito en el piso y cada quien me habló de su creación, fue mágico lo que me contaban, rescatando su cultura y sus creencias haciéndose pertinentes a lo que creen y se les enseña desde antes de ver la luz. Leandro en tanto, me regala su hermoso dibujo, en el que solo uso un plumón de color negro, estaba claro lo que quería decir en sus líneas; se pone de pie y me dice. -te regalo mi caballo tía para que vengas a la montaña cuando estés en tu casa. -¡Gracias mi amor!, y luego agrega… -esas son las alas para que se venga volando por el cielo y cruce las nubes!


Se sienta me mira y me dice… -¡Guárdalo puh tía! Me quedé mirándolo y me sonreí con orgullo y una emoción tremenda. Al rato ya estábamos por salir al patio, cuando de pronto sentí un canto desde el fondo del alma, comunicando fuerza y sangre, me asomé desde una de las puertas y en un rincón cerca de una mesa tallada a mano estaba mi retoño Leandro sentado en el piso, en una de sus manos tenía un cultrún y en la otra un palo con el que golpeaba el instrumento, su canto era melódico como tarareando un grito suave y fino, pero potente. Caminé hacia el niño y lo observábamos todos, yo estaba con la boca abierta, deslumbrada, me tiré al piso y así todos los demás me siguieron, Leandro está como con el espíritu ensalzado, ya que no nos veía, estaba embrujado por su canto al cielo ese que se cantaba en su Guillatún, ese que nos explicó como diez veces en una sola mañana, Amigos y amigas cierro los ojos en este momento que escribo y lo veo con su polerón café claro, su pelo largo y castaño, piel blanca, nariz fina y ojos cafés, pues no era Pewenche sino mestizo, pero amaba esta raza como si la llevara en las entrañas, era lo mismo que me pasaba sin ser, ni merecer. Nadie decía palabra alguna, le escuché sorprendida y gustosa, un cuerpo pequeñito, sus manitos mínimas y partidas, pero fuertes para tomar ese cultrún desgastado y


viejo, en ese instante uno de los niños quiso hablar, pero el resto a viva voz y al compás le dicen. -¡Cállese! -¡...No ve que queremos escuchar a Leandro! También estaban fascinados con el concierto más hermoso que he podido presenciar. La libertad de oír gratuitamente la fascinación de los deleites de la vida, todo, todo es perfecto, aunque se terminen los días, la dicha estaba en mis manos.


Caballito Blanco Caballito blanco, Llévame de aquí, Llévame a mi pueblo Donde yo nací. Tengo, tengo, tengo, Tú no tienes nada, Tengo tres ovejas En una cabaña. Una me da leche Otra me da lana, Y otra mantequilla Para la semana.

Canción infantil.


IMAGINACIÓN, MÁS QUE CONOCIMIENTO Ya ha pasado el tiempo y a orgullo parido soy a quien más quieren y obedecen, pues me he dado por declarada domadora de corazones indígenas y salvajes, ojos llenos de destellos y felicidades acumuladas, porque se les ha cruzado la suerte y un pequeño ángel fortaleciendo a veces la imaginación y por momentos el conocimiento, pues como dijo un grande “más vale la imaginación que el conocimiento”, hemos pasado por todos los momentos descriptibles en este tiempo, pasamos del amor al dolor, rasguñando la rabia y la desolación, la dulzura y pureza, hambre y abundancia, las carcajadas y la seriedad del caso. Pero sin duda alguna que la imaginación de mis retoños fue y será la más ventajosa y refinada de las conocidas por el conocimiento. Estábamos todos reunidos para empezar la clase del día, ya nos habíamos abrazado y roto esquemas, pues se supone que en ese momento es obligatorio pasar por la rutina diaria curricular como si fuera un rezo, pero como no había pauta, ni libreto ellos hacían su día, la llegada, el aprendizaje mismo y la despedida. Nos preguntábamos entonces donde estaban nuestros genitales, porque éramos niños y niñas sin culpa, ni vergüenza, la naturaleza estaba entre nosotros desde el día de abrir los ojitos, ya se sabían bellos y amados por la tía, pero faltaba el reconocer como única diferencia de género nuestros genitales. Y empezó la preguntadera vergonzosa y loca, y ahí voy:


-¿Por qué eres niño Esteban?...minuto de silencio, dos minutos de silencio… -porque juego a la pelota puh tía -pero yo también juego a la pelota con ustedes en el potrero y soy mujer. -pero yo uso pantalón si puh, dice Esteban. -y ella también tiene pantalón Esteban! dice Liliana. -¡Entonces soy niño porque soy Esteban no más tía! Pues me parecía claro que aún no sabía por qué era niño y empecé a preguntar uno a una la pregunta poco virtuosa, las respuestas más ingeniosas del mundo, enumero algunas para su conocimiento: -porque tengo las orejas más grandes que la Amanda. -para que mi perro me conozca. -porque ando a caballo por el monte. -porque tengo músculos en los brazos. -porque soy feo. -porque no lloro cuando Wilkün me pega. -porque me gustan las flores y las mariposas. -porque uso vestido como mi mamá y mi abuelita. -porque que soy linda y tengo una trenza. -porque los niños vamos a buscar piñones. -porque las niñas tenemos guagua y le damos leche. -porque me subo a los árboles como chiva.


-porque recojo leña pal frío. -porque no le tengo miedo a la noche. -porque soy indio. -porque soy de Callaqui.

Así fueron diciendo de todo lo inimaginable, dando rienda suelta a la imaginación, entonces intervino mi gran argumento del por qué somos diferentes hombres y mujeres, (diciendo fuerte y claro). -¡Los niños tienen pene y las mujeres vulva! (o vagina) Entonces un silencio remoto y largo, mírense ahí debajo del pantalón y vestidito tienen la única razón por la cual son distintos, lo demás viene con los años. Leandro entonces dice: -¡Yo “meo” por ahí puh tía! -sí, y las niñas también, pero por la vulva. Boca abierta me miraban todos, medios sorprendidos y gustosos de saber tal secreto. -¿Y tú que tení tía? -¿Qué tengo yo? piensen que tengo, que será lo que tiene su tía. -¡Tú tení un pene grande porque eres grande! Algunos soltaron una carcajada gigante y tentadora,


-pero yo soy niña y las niñas ya les dije que tienen distinto a un niño. -¿Tía, y no se llama tula? No diré los diversos nombres que decían, ya que son realmente feos, indeseables, pues solo inventos de nuestro folclor traspasado a ellos desde antaño. -¡No, así no se llama! y así tampoco, no eso es muy feo, no para nada, ¡Ay que horrible ese nombre! Pues fui descartando posibles nombres y sobrenombres, apelativos y sinónimos desparejos a la biología o naturaleza de hombre y mujer. Los invité a que cada uno pasara al baño a observar con detenido cuidado y seriedad su genital, solos en silencio, la privacidad del momento ameritaba que eso ocurriera, fue de ese modo como fueron turnando su lugar para pasar y mirar su genital, les comenté de la importancia de ser niño y niña, razón por la que algún día serán hombre y mujer, razón así mismo por la que serán padres en un futuro, dije que era de valor incalculable el no dejar que jamás nadie tocara su cuerpo ni menos esos órganos tan preciosos y maravillosos que Dios nos ha regalado, para ser respetados y vistos con ojos puros y normales. Fue pasando el rato y ya nadie tenía duda de su género, se sentían orgullosos de tenerlo escondido entre sus ropas, era el mejor regalo que ese día descubrieron, sabían que allí está, pero a que se debía, cómo se llamaba, cuál era la diferencia entre uno y el otro y por sobre todo tamaña


importancia de esa cosa tan pequeñita y sin utilidad alguna a la fecha. Al día siguiente la experiencia continuaba, recordamos algunos pasajes, ellos llegaron felices como siempre, además repletos de preguntas, hablaban todos a la vez, tenían claro que debían cuidar de su genital, que tenían una única diferencia nada más, que aquello los hacía distintos en esta vida, ni el cabello, ni el olor, ni los dientes, ni los pies, pantalones, aros, solo un pene y una vagina. Entonces empecé a recordar lo vivido el día de ayer, ya todos a mi tranquilidad sabían de su valor y existencia natural, pero a mi sorpresa uno de mis queridos inocentes, aun no comprendía donde estaba dicha partecita de su cuerpo y la pregunta fue: -¿Dónde tienes tu pene?...pues no se si no quería responder, porque no se acordaba o no tenía idea alguna de donde estaba su pene, y vuelvo a repetir. -¿Dónde tienes tu pene Roberto?...algo desesperado me dice. -¡Aquí Palu! y se toca el hombro izquierdo, muevo mi cabeza y digo… -¡No!, Se toca un pie y dice. -¿Aquí Palu? -no, tampoco está allí. Se toca el abdomen, se toca la cadera, luego asegura tenerlo en una de sus rodillas y así va indicando partes de


su cuerpo intentando recordar donde dejó su pene y cuando ya ve que no está en ninguna parte agrega triste y asustado. -¡Se me cayó en el lio (río) tía! Niños y niñas ríen sin poder parar, fue tan gracioso e inocente que entre lágrimas de risa, intenté corregir pero aun no podía hablar, claramente si no lo encontraba se debió caer de su cuerpo, entonces me puse seria, ya que el caso así lo ameritaba, agregué. -¿Se te cayó hijo? -¡Pero vamos a buscar el pene perdido, no puede ser! -...A lo mejor ya se lo comió la chancha o el perro agregaban los demás. -¡Y si se te cayó en el rio quizá donde va con la corriente! -¡Pero como no se dio cuenta que se iba cayendo su pene!...¡Tan pajarón que es!. dice Ángel. Salimos en busca del pene perdido, nos sentamos en el pasto, ya cansados de buscar hasta por debajo de las raíces, pero nada, entonces Fabián dice. -¿Y por qué no se mira otra vez? a lo mejor está ahí puh en la ropa. Y el pequeño Roberto entonces mira en su ropa y dice: -¡No chi no está! -le pregunto ¿Quieres que te ayude? -¡Ya tía!


-y le sugiero que toque su pantalón por todos lados, y empieza a tocar entre sollozos, mientras tanto los demás le decían -¡Búscalo bien Roberto! -¡Su mamá le va a dar una ¨apaliaura¨ si no lo tiene! En tanto, yo lo alentaba a que lo buscara tranquilo y confiado, porque sé que lo encontrará entre su cuerpo, de pronto toca algo y le digo: -¿Qué tienes ahí?... ¿A ver?, mira quizá ahí está. Roberto mira y dice: -¡Aquí lo tengo tía!... ¡No che me cayó en el lio!...Lo encontré, lo encontré!... Gritaba de alegría, los demás niños se abrazaban, otros lo miraban tirados en el pasto y decían. -¡Tan tonto que es usted Roberto! Como pueden ver fue una situación llena de sorpresa, única, con inocencia desprendida en mis niños y niñas, fantástica, llena de imaginación, un extraordinario aprendizaje por la búsqueda de un pene. En fin fue así como fuimos aprendiendo de cada uno de nosotros, de nuestro cuerpo y sus misterios, la imaginación era extensa, amplia y desbordante, ese día me fui con el rostro lleno de paz, pues amigos lectores lo que viví no se dará en un millón de años más.


“Un libro, una pintura no se terminan nunca, simplemente se detienen en sitios interesantes.�

Paul Gardner.


HÉROES Y HEROÍNAS Geniales entre los geniales, mis héroes sin duda alguna, en este capítulo les contaré las innumerables ocasiones en que me han defendido, protegido y cuidado de las adversidades de la montaña y del hombre, pues me han salvado en todas las formas en que se puede salvar a una mujer. Me han salvado el cuerpo y el alma. Éramos sin duda un gran equipo de trabajo, cada quien pieza fundamental en este cuerpo de energías, debía hacer cada semana visitas a los hogares de mis retoños, verificar como se encontraban en sus rukas, ya que por días y otras por semanas se perdían del Jardín. Es así como debía dejar una silla de ruedas para nuestra Paola, quien llevaba tiempo dentro de un cajón sin poder caminar o desplazarse, sin tener la oportunidad de recorrer los cerros, escuchar el rio y el viento. El calor era irrespetuoso y abrumador en el cuerpo entero, entonces subí con ellos al bus, ya que precisamente debía bajar en uno de los paraderos donde casi la gran mayoría debía caminar cerro arriba hacia sus casas, y así lo hice. El trabajo de subir sería enorme pero más aún que debía llevar la silla de ruedas, acomodaron sus mochilas, me ayudaron a tomar la silla y emprendimos el viajecito aquel. El campo se veía imponente, más si le sumo la montaña, le agrego el aroma a canelo y los copihues que se cruzaban por el sendero, era esto el paraíso mismo, sentía que ya me


podía morir si Dios así lo estimaba, pues además los ángeles de la guarda estaban en cuerpo y alma. Les miraba cada vez que corrían sobrepasándome en la puebla y otros me ayudaban a cargan la silla, otros cazaban insectos, las niñas tomaban las mariposas y cortaban flores diciendo: -¡Me quiere mucho poquito nah! -¿Tía tú me quiere? Sorteaban mi cariño con una flor de color amarillo. -¡Te amo!...era siempre mi respuesta. Empezamos a subir poco a poco el cerro, los canelos y hualles se empezaron a cerrar y el sendero cada vez más angosto. Hasta que llegamos a un riachuelo (estero), yo a esas alturas ya estaba agotada, y el calor incesante me tenía derrotada. -¿Te ayudo tía? -¡Pásame pah cah la silla! -¡A ver…pásame tu bolso! -¡No te vía a caer! -¡Dame la mano tía! Y así me iban salvando del cansancio que llevaba mi pequeño cuerpo, pues ellos y ellas saltaban el tronco que había de puente en el estero y los más pequeños lo cruzaban arrastrándose sobre él para no caer a las aguas algo rápidas y frías.


Es ahora cuando empieza mi tortura al intentar cruzar, los nervios se hacían nudo en la garganta y las piernas como lana las sentía, la tía se puso cobarde y temerosa, pero ellos me alentaban y tomaban mis manos sosteniéndome para no caer, mis guías no sobre pasaban de los 5 años y otros que parecían chivas saltando de un lado a otro, esos tenían algo así como 3 años. Hasta que por obra y gracia de Leandro, Fabián, Gilda, Johana, Amanda y otros Pewenchitos que se sumaban a la aventura pude cruzar sana y salva de caer a las aguas, o que se yo, morir de susto. Seguimos nuestro camino y por lo que me daba cuenta faltaba bastante, una media hora. Hasta ese instante iba ya una hora, para mí era eterna la caminata, los niños y niñas seguían como si nada, y a mí señores y señoras ni el habla me salía, sudaba como ninguno, de pronto descansaba debajo de un arbusto y ellos tomaban otra vez de mi mano me tironeaban hasta que me levantaban y decían: - ¡Camina Palu!...¡O si no a la vuelta llegarás de noche! No me abandonaban ni dejaban vencer, me apoyé en sus hombros como 730 veces durante los dos años que estuve con ellos. Y así fueron pasando momentos entre nosotros, cada vez que me protegieron de un dolor o de la tristeza que de vez en cuando también quería venir. Recuerdo que una mañana llegué con doña melancolía en el cuerpo, pues el joven que me estremecía me dijo que ya no me quería,


mis retoños se dieron cuenta de mis ojos brillosos y preguntan sin recelo: -¿Qué te pasa Palu? -el hombre que quiero, ya no me quiere. -¿Y cómo sabe tú eso? -Porque me lo dijo anoche -¿Cómo te dijo ese? -¡Andrea, ya no te quiero más! ...Y entonces un silencio respetuoso e incomprendido se tomó la sala, el potrero y la montaña. -¿Y por qué no le pusiste un combo?! Exclamó Esteban. -¡Dile a ese winka que yo te quiero puh! Aseguró de nuevo con rabia en su mirada. -¡Tienes la razón Esteban, le diré que tú me quieres! -¡Y dile que yo también y yo también y yo, yo también te quiero tía! Uno a uno me gritaba que me querían y de repente se escuchaba -¡Era tan feo ese winka Palu! A ese segundo ya se me había olvidado la pena que tenía, porque de la nada no existía el joven arrogante aquel. En otra oportunidad modelábamos con greda, estábamos tirados en el pasto en el campo debajo de un pino frente a


nuestra salita, todos construían con sus pequeñas manitos, hacían vasijas, jarritos, platos, pan, canastos con huevitos, no sé…eran tantas sus creaciones y expresiones, Leandro sin duda modeló un caballo, cuando ya terminaron de modelar pusimos todos los trabajos al sol en la terraza de la capilla Pewenche. Miré las manos de cada uno de mis pequeños, hasta la cara la tenían teñida y sacar la greda de las uñas me tomo como tres días. Ya habíamos entrado a la sala y al baño fue la primera instrucción que les entregué. -¡A lavarse las manos! ...Todos se fueron en fila a tomar el jabón, se subían las manguitas, mientras más se pasaban las manos por la cara era peor, entonces empecé uno a uno a lavar las manos, hasta que llegó el turno de mi Fabián. -¡Ya Fabián, te cambiaré de ropa!. Había que entrar a trabajar con este hijo mío, lavé la cara, limpie el cabello, le restregué las manitos, cuando estaba por terminar, me mira hacia arriba, me sonríe y agrega. -¡Tía, ahora yo lavo las tuyas manos! El corazón se me recogió como podrán imaginar. Se echó jabón en sus manitos y empezó a lavar las mías, con una suavidad infinita dejaba correr el agua entre sus manos y las mías, de pronto agregaba. -¡Tan cochinitos tus dedos, yo te voy a retar si jugai con greda otra vez!


...describía mis dedos, mis palmas, mis unas quebradas, y un par de heridas que aún no cicatrizaban, entre tanto yo cerraba los ojos de dolor cuando torcía mis dedos. Me sentía emocionada y protegida por ellos, como dije, en todas las formas en que se puede salvar a una mujer, curaban mi corazón de las enfermedades del contacto con los otros, poniendo paños fríos cuando el ambiente se calentaba con las actitudes y palabrazos de aquellos que no median sus dichos, porque debo decir también, que me peleé con justa razón con aquellos y aquellas que no tenían más argumento que ganar un buen sueldo, sin mucho que solucionar por más que el medio así lo necesitara. De lo anterior hay muchos cuentos, unos sabrosos y otros asquerosos, pues le han querido faltar el respeto un millón de veces, ninguna llegó a buen puerto, claro está, que ahí estaba mi temple, mis argumentos, pues plata y miedo nunca he tenido. En ese contexto me gané más de un adversario, y hubo más de alguien que quiso callar mi voz altiva, y otros que quisieron atribuirse mis logros como los propios. Sin embargo hubo las razones para que todo fluyera en pos del amor, había que devolver la mano, mis retoños me la tendieron para protegerme de mi pueblo, esa que dice ser mi gente y mi cultura.


LIBERTAD “Amada libertad, te convoco desde hoy no solo para mi vida y para las de quienes busquen una vida más digna. Desde hoy me libero del pasado que dolió y lo llevaré en el recuerdo del crecimiento. Desde hoy me libero de las influencias oscuras que permití y las despido echándoles luz. Desde hoy me libero de cualquier camino que no se dirija hacia lo que es esencial: libertad, disfrute y amor. Gracias amada libertad por hacerme sonreír, por posibilitarme encontrar personas tan lindas y en lugares tan diferentes. Gracias por mostrarme mi belleza en el espejo y en los ojos de cada espejo humano. Gracias por contagiarme esas ganas de hacerle el amor a la vida y de reírme a carcajadas de mis torpezas. Gracias porque sí, porque no necesite llegar a mis últimos días para reconocerte como el motor principal, el inicio y el fin de cualquier camino. Gracias querida mía, que vivas siempre en mi corazón y en el de todos quienes te buscan. Viva tu grandeza, viva tu esplendor y tu generosidad. ¡Viva la libertad!”


LAS HOJAS Y ALGO MÁS Eran fieles a su raza, domadores de corazones dolidos y abatidos por quienes no obedecían razones poderosas del alma, solo alcanzar el poder, monedas ganadas con la pereza del sueño y el letargo nauseabundo del racismo. Queriendo alzar las manos cortándosela a ellos, a mis amigos, a mi gente, a mis antepasados, a mis retoños y sus sueños. Hacer de la pobreza un alarde y una gloria. Muchos winkas iban y venían por desmerecer la pobreza de los indígenas, hablarles con voz indiferente ante las mil necesidades de la noche y del día, del invierno y verano, cada día era una angustia, el estancamiento apoderado de los corazones y de los ojos; entonces ellos miran desde arriba…y nunca entendí claramente a que se debía esa arrogancia mal parida. Recuerdo como si fuera hoy por la mañana, que estábamos trabajando en la ansiada navidad, cuando de pronto llaman a la puerta, entonces abrí y era la señorita que siempre me encontraba por la carretera, aquella que fotografiaba a niños y niñas en cualquier lugar de la montaña, como si fueran cosas, sin emociones, sin pedir permiso, fotografiar para enviar al extranjero por apadrinamiento; mientras más sucios, rotosos y hambrientos sería mejor la venta de la hermosa fotografía…y el objetivo, a despertar lástima.


La saludé amablemente, pero no sonriendo -¿…Qué desea?, -necesito que los niños y niñas dibujen la navidad, cada dibujo será enviado al extranjero a sus padrinos, ellos los recibirán y así enviaran un regalo para sus ahijados, esto motiva a la relación y que sea cada vez más estrecha y que ellos sepan cómo se encuentran estos niños en la montaña. -¿Y para cuándo debe ser esto? -para hoy. -¡Si no es molestia para Ud. Tía! Hice pasar a la señorita y les expliqué a mis retoños a que se debía su visita, ellos se ilusionaron tanto que sólo querían dibujar y crear porque recibirían un regalo. La dama en tanto, sacó de entre un bolso negro, unas pequeñas hojitas con bordes de colores y dos cajitas pequeñas de lápices de colores, Nicolás se ofreció a compartir los materiales. Dibujaban y dibujaban creaban en un silencio absoluto, pensando en la línea precisa para retratar su propia navidad, aquella que desde siempre debía ser perfecta. Algo así como 30 minutos se tomaron en crear sus sueños, me los entregaron los pusimos dentro de un sobre que hice de colores, lo cerramos y se lo entregamos a la señorita esta.


Entonces le dimos las gracias por venir, le pedimos que ojalá los amigos de los otros países recibieran pronto los dibujos para que así los regalos llegaran junto con el Viejito Pascuero o que él los trajera. Pasaron los días y las semanas y los meses, y les confieso que jamás llegó aquello que se prometió, me dolió el alma por tal deslealtad y gruesa burla, mi afán y mi trabajo durante todo ese tiempo fue mentir todos los días, pues tuve que adornar las vicisitudes y dar paz a las preguntas de ellos por la ansiedad obvia de saber cuándo llegarían sus regalos. Finalmente recorrí todos los lugares de la cuidad buscando regalos, ya ni recuerdo que fue lo que hice, el fin era la felicidad y la sonrisa de mis hijos, que ellos vivieran la magia de la navidad, la verdad de una carta que sería leída por el Pascuero, que viajaría kilómetros en su trineo y les traería uno a uno su regalo tan inmensamente merecido sólo por el hecho de haber nacido. Al fin llegó la navidad, y el arbolito estaba vestido con la ayuda de todos, pues sólo faltaban los obsequios, pero estos ya estaban por llegar, la sorpresa sería cuando escucharan que el mismísimo viejito los traería y pondría debajo de nuestro arbolito. Entonces ya estaba todo preparado, jugábamos y cantábamos cuando de improviso les digo con nervios. -¡Hijitos, escuchen suena una campana a lo lejos! Un silencio como pocos he escuchado. -¿Tía qué es eso?


Los ojos saltones y brillosos, la ansiedad se mete en el cuerpo de cada pequeño. -¡Creo que viene el viejito!...vamos al baño porque si estamos acá no entrará, no le gusta que lo vea cuando deja los regalos. -¡Entonces párate puh tía! -¡Vamos al baño tía! Y los más pequeños querían llorar de nervios o felicidad. Nos encerramos en el baño, nadie quería hablar, les temblaba todo su cuerpecito y se aferraban a mi falda, me apretaban las piernas y las manos, unos se tapaban los oídos, los otros los ojos. Y así la magia instalada nuevamente en esa sala de baño, porque se podía escuchar que el viejito estaba debajo del árbol, ahí mismo, a metros de nosotros, visitando el jardín, acordándose de nosotros, había leído y visto los dibujos, nada pero nada podía opacar la dicha de ese momento inmortal. En silencio abrí la puerta, salí de allí, miro hacia atrás y nadie se movía estaban paralizados absolutamente: -¡Salgan pues! Salieron lentamente tomaditos de la mano, y aun algunos con los ojitos tapados por sus manos. Yo por dentro también estaba gritando.


Se tiraron literalmente de cabeza debajo del árbol abriendo sus regalos, eran precisamente lo que ellos habían pedido, era ese el regalo, se hacía justicia a su infancia por fin, se hacía justicia a la ilusión de creer por fin. Les ayudé a abrir sus bolsitas, otros se arrinconaban solos en un lugar de la sala, suspiraban de alegría y gritaban de tanta felicidad, unos se asomaban por la ventana para ver donde se había metido el trineo, o corrían de un lugar a otro, me besaban y abrazaban, como si yo fuera otro regalo.


WETRIPANTU Como cada año, el Guillatún o Wetripantu forma parte de la pertenencia, de sus raíces, de creencias y de la vida en la cordillera. El Guillatún es un rito, es una celebración al Cielo y al Sol a los Dioses más potentes para la cultura Pewenches, es un dar gracias por los frutos, por los alimentos, por el apareamiento de animales, por el buen año de cosecha, por la lluvia y el viento, para que la madre naturaleza se apiade durante meses de inverno y cobije a su hijos en esos días de nieve y frío intenso, para que el descanso y la organización tengan buen comienzo y término.

Entre los días 18 y 24 de junio los habitantes Pewenches forman parte del solsticio de invierno. Esta fecha marca el fin del ciclo anual de la Tierra y el comienzo de un nuevo año. Siendo El Wetripantu la nueva salida del sol, en donde 13 lunas configuran el sol. Del 21 de diciembre al 20 de marzo es el tiempo de la abundancia es el Walüng. En esta época, ya empiezan a abundar los frutos, semillas y verduras, los animales y aves ya están en tiempo de poder consumirlos y de esta forma preparar los mejores platos Pewenches y ser degustados pos ellos y sus visitas en estos meses del año. Durante estos meses todo es verde, sin embargo escasea el agua por un incesante sol que no deja terreno ni estero alguno sin secar. Por lo tanto los Pewenches deben restringir el


agua en ocasiones, pues en momentos deben lavar pertenencias y utensilios en el Rio Bio bio. Del 21 de marzo a 20 de junio es el tiempo del descanso, es para ellos el Rimü, sin ir más lejos es el periodo de la organización, de la conversación a orillas del fogón, del dialogo y el formular ideas para los tiempos venideros. Las comunidades Pewenches se reúnen en sus rukas cada día para contemplar los días manteniendo el respeto por su cultura, aunque año tras año son invadidos por influencias externas de sub-culturas tanto sociales, como religiosas, con mate de hiervas y agua hirviendo mantienen diálogos en Xedungün los más antiguos, mientras niños y adolescentes van descubriendo nuevos aprendizajes rodeados de su naturaleza. Pues del 21 de junio al 20 de septiembre es el tiempo de lluvias intensas, es donde el pueblo Pewenche se cobija en sus rukas esperando que pase la tempestad y los hielos, en este caso el Pukem, es en este tiempo donde pasan invernando a orillas del fogón, comiendo piñones cocidos, muday y chaví y otros alimentos tanto de su cultura como alimentos impuestos por el folclor chileno. Del 21 de septiembre al 20 de marzo es el tiempo de los brotes y los nacimientos, es el Pewü, tiempo de la producción y donde se ven los frutos del invierno, las crías de los animales, los arboles floridos, los aromas de las flores y el verde del campo, en esta época es donde escampa la lluvia, los días son más claros y ya


cada insecto hace su aporte a la naturaleza, influyendo de esta manera a la cadena natural del planeta. Es también donde se realiza la recolección de frutos, hierbas y alimentos propios de su zona para aportar a su dieta alimenticia y guardar estos durante la época de invierno.

CANTO PARA ESPERAR LA LLEGADA DE LOS PECES Cuando lleguen otra vez los peces A la orilla de la playa Tejeremos el tiempo De los abuelos de este mundo. (Juan Paulo Huirimilla Oyarzo)

ULKUNTUN TA UNGUMEFIEL TI CHALWA Ka wüño akutule pu challwa Ina lafken Püramtuymatuafiyiñ ñi düngu Tüfachi mapa pu fúchake che yem.


DULCE PRIMAVERA Cuando habla el corazón todo el mundo alrededor calla, todo es hermoso, sus palabras son besos, caricias, son melodía para aquel al que va dirigido. Cuando habla el corazón, todo cuanto pasa en él, su tiempo, su miedo, su amor y su desdicha es fruto del sentimiento más inmenso creado nunca. Cuando habla el corazón todo aquello que dice parece desbocado, loco, sin rumbo pero no es así, tiene un único sentido, y su camino eres tú. Sus palabras hablan de lo maravilloso que fue el conocerte, hablan de la ilusión creada, sus frases están llenas de fuerza, de ganas de vivir y de luchar. Gracias a ti cada uno de sus latidos son eternos, no entiende de tiempos y toda su intensidad depende del momento en el que tu lo estés mirando. Cuando habla el corazón cada uno de sus poemas, están escritos como si este fuese su última vez, quieren llegar a ti y que los oigas ya sea a voz en grito o en silencio, algunas veces con su dicha y otras con su lamento, dejando que sientas que cada suspiro entregado al verte, al mirarte, al hablarte, al sentirte al lado son hilos de vida entrelazados que dan forma a este amor que siente. Cuando habla el corazón, son sus sentimientos los que definen sus mil maneras de amarte, su magia, su pasión es


capaz de transformar todo aquello negativo que pueda destrozar la felicidad que le das al estar a su lado sin haber hecho absolutamente nada. Cada segundo, cada minuto sin ti cambia su tristeza de no tenerte por una sonrisa con tan sólo pensarte y retenerte en mi pensamiento una noche tras otra. Cuando habla el corazón toda su belleza, es capaz de escribir todo aquello que dice hoy mi alma, se que si miras dentro de él encontrarás una mirada, un beso eterno, una pasión encendida, una caricia entregada. Cuando habla el corazón a veces no todo lo que se escucha es lo que uno espera oír porque sus pensamientos y razones crean dudas al respecto y no sé si tú me extrañas como yo a ti. A veces por tu silencio, otras por tu ausencia el llora y acaba arropándose con tu recuerdo. A veces a pesar de gritarte lo que siente, tú eres incapaz de oírlo y sus palabras lo ahogan dejándolo sin aliento. Cuando habla el corazón este se suele encontrar inundado de sensaciones dispares, ilusiones, miedos, dudas, esperanzas, sueños, alegrías, tristezas, momentos vividos y otros anhelados. Pero créeme cuando te digo que... Cuando habla el corazón es el único instante donde el verdadero amor es capaz de mostrarse en toda su esencia llegando a comprender sin dudas lo que realmente siente.


“Pero hagamos un trato, yo quisiera contar contigo, es tan lindo saber que existes, uno se siente vivo…” Mario Benedetti


EL MILAGRO Recuerdo un día de primavera, fue en el mes de octubre o noviembre del año 2006, estábamos con los pequeños en sala trabajando, descubriendo y aprendiendo de todo lo que los ojos alcanzaban a ver, de pronto Angely una de las más pequeñas del grupo se va a mis brazos y se desvanece como agua, en ese momento la sostuve y tomé en brazos, me senté con ella intentándola hacer reaccionar pero por un momento perdió el conocimiento, pues se había desmayado, quizá por algún dolor o lo más probable de hambre. Entonces corrí hacia el potrero al patio que daba hacia nuestro ventanal y pedí ayuda a un señor que trabajaba para la comunidad, llevaba tiempo ya en el lugar instalando un gran motor para extraer agua y así esta llegara a todos los hogares de la comunidad y abastecer con este recurso a todos los Pewenches de Callaqui. Como les decía entonces, le pedí ayuda, ya que no había en esa inmensidad nadie más que él y su camioneta, en ese momento el trabajaba y debió ser mucha mi desesperación y cara de angustia que no dudó en ayudarnos, yo entonces corrí a buscar a Angely a la sala, tomé su certificado de nacimiento, la tome en brazos y corrí hacia el patio donde me esperaba el señor que les menciono, en ese momento el resto de mis pequeñitos se quedaron con Eliana, recuerdo que sus caritas estaban asustadas y preocupadas por Angely y me decían al salir de la sala: -¡Que te vaya bien Palu!.


Mientras yo corría hacia afuera. Íbamos camino a Villa Ralco en donde está el pequeño hospital que atiende a más de 12 comunidades. En Ralco hay otras instituciones, organismos, oficinas municipales y privadas, a demás de la plaza y del museo, existe una Escuela Básica, el Liceo Intercultural, almacenes, un hostal, cabañas de arriendo, unos dos restoranes y botillerías en donde hombres y mujeres pueden estar horas bebiendo hasta quedar dormidos en la calle y no volver a su comunidad hasta el día siguiente. Como les relataba entonces, íbamos camino a Ralco, creo llegamos en unos cinco minutos o quizás menos, yo estaba tan asustada que creo no hablé nada camino al Hospital, mientras Angely se veía débil y más indefensa que nunca. Entré con la pequeñita al pabellón, di su nombre a un joven en una ventanilla y a los pocos minutos me hicieron pasar con ella. El auxiliar paramédico de turno la revisó, hizo que la acostara en una camilla, tomó su temperatura y presión, revisó sus ojitos, la boca, fue muy competente y atento debo decirlo, era un muchacho joven y creo que Pewenche. Me hizo algunas preguntas respecto a Angely, en cuanto a su familia y en las condiciones que vivía, pues entonces era lo que me temía, la pequeñita se desmayó de hambre y


agotamiento, ya que su cuerpo, cerebro y estomago no tenían nutrientes alguno que la pudiesen mantener en pié. Ya no sabía qué hora era, pero esto fue como a las 12:45 poco antes de almorzar, ya que si mi pequeñita hubiese comido, nada de esto habría sucedido. Por fin el paramédico nos dejó ir, dio algunas recomendaciones para la niña y nos marchamos, ya empezaba a llover, el cielo se tiño de gris y en tanto pensaba como llegaría al Jardín, sin duda mi preocupación mayor era que estaba con la pequeña, no llevábamos abrigos y quedaríamos empapadas si caminábamos hasta el Jardín, por lo menos serían unas dos horas camino abajo. Entonces ya se dejaban caer las gotas y se empezó a levantar el viento, mientras la Pepa era cubierta por nubes negras cargadas de agua en plena primavera. Salimos en eso del hospital, cuando veo que afuera aún permanecía estacionado el señor que nos llevó con urgencia sin dudarlo hasta Ralco, pues allí estaba, esperando con paciencia o voluntad a prueba de su trabajo, del tiempo y de la lluvia, nos abrió la puerta del vehículo, nos preguntó si todo estaba bien y si estábamos ya más tranquilas, sin duda su preocupación y solidaridad en ese momento fue tremendamente agradecida por la vida…por nosotras. Nos llevó hasta el Jardín nuevamente, hablaba con Angely, le regaló una rosa roja y le dijo:


-“Para que te mejores y no vuelvas a asustar a la Tía”. (Con voz suave y calmada como él). Creo fue la única vez que alguien que no fuera Pewenche nos prestó ayuda y nos tendió la mano sin interés de por medio, sin dudarlo, sin importar el tiempo que jugaba en su contra, lo hizo, reitero nuevamente con voluntad y amabilidad, con entendimiento y educación, había corazón, de esto estoy y estaré siempre agradecida, pues fue él nuestra única compañía durante meses en la inmensidad. Luego de este episodio fue como un guardián sigiloso, siempre atento.


PARA QUE NADIE ME MIRE

Al estero de aguas brillantes corría yo cuando su voz me alcanzaba. Él viene silbando por el bosque él viene a sonreír junto a mí. Qué contenta era mi vida, qué contenta era mi vida. Una noche (de esas sin estrellas) él viajó a un lugar nuevo y mi cántaro encontró su lugar en el fondo del estero. Ya no quiero adornar mi cabello ya no quiero cantar cuando el sol aparezca en la mañana. Iré a la montaña a esconderme, para que nadie me mire, para que nadie me mire.

(Jacqueline Canihuan)


LAS NIÑAS DE CABELLO NEGRO Los esfuerzos por llegar a nuestro refugio eran una lucha permanente de todos los niños y niñas, no importaba frío o lluvia incesante que impidiese llegar a jugar y a reír a nuestro Jardín, fue así como cada mañana por más frío que fuera el aire, dos de mis queridas mujercitas llegaban con tremendo afán para estar a mi lado. Vivian pues tan lejos como hermoso era el lugar, tan distante como Winkas y Pewenches, pero nada, nada era tan fascinante como llegar al lugar más bonito del mundo. Natalia una hermosa Pewenche de apellido Rapi, con ojos negros y grandes un pelo oscuro como el azabache vivía camino arriba al cruzar la carretera, vivía en el alto como ella me decía, tenía que subir un cerro lleno de espinos y árboles frondosos, arbustos aromáticos, flores y copihues y uno que otro insecto amigo de Natalia, cada vez que nos marchábamos a casa yo debía dejar a mis niños en el bus como se los comenté en capítulos anteriores, pues también debía dejar a Natalia en un sendero que se perdía en el verde de la vida. Una vez recuerdo la acompañé para saber cuan distante estaba su ruka del Jardín, cuanto tenía que caminar camino arriba y camino abajo para llegar a mi lado, y así lo hice. Caminé como nunca creo lo había hecho cerro arriba, pues las piernas ya no soportaban la presión de la altura,


quizá no era tanto, pero yo no tenía ni la fortaleza, ni la costumbre de Natalia, cada cierto trecho me detenía y sentaba a descansar y respirar, mientras tanto ella me decía. -¡Camina Palu!, ¡queda cerca mi casa! adelantándome como tres metros y más. No sé cuanto caminamos parece que un día entero según yo y mi fatiga, y ella en tanto me decía: -¡Es cortito el camino tía! Pero para mí era eterno. Hasta que por fin llegamos a una planicie verde como el verde jamás visto, árboles en fila y hermosamente guapos, el aroma de esa puebla era un perfume fino y delicado y allí estaba la inmensidad de la montaña al pie de la ruka de Natalia, me parecía que si extendía mi mano tomaba la punta de una cordillera y podía comer un poco de nieve que aun se mantenía blanca como la leche. Si alguna vez me imaginé el paraíso creo estaba allí, respirando, jadeando de cansancio con el sudor en mi cuerpo y mis piernas desechas pero con la dicha de conocer y saber en carne propia cuanto le gustaba ir al Jardín a mi bella Natalia, tenía que caminar incansablemente con ese cuerpo delicado e inocente sin importar lluvia, ni frío, pues la verdad hasta yo caminaría día a día para encontrarme con tal naturaleza y creación de Dios. Recuerdo también que una vez acompañé a Liliana, ella era de pelo castaño, ojos color miel y de tez muy blanca,


era mestiza, de madre Pewenche pura sangre y de Chileno desaparecido sin asumir responsabilidad paternal. La llevé hasta su hogar, ya que su mamá no pasó por ella, entonces me interné río abajo, en esa oportunidad el sendero era por otro lado, tuvimos que bordear la carretera y bajar hasta el rio Bio-bio, y como he dicho el verde y el aroma del lugar era el más delicioso, perfume incomparable a nada ni siquiera con el perfume más fino francés, íbamos de la mano y ella me hablaba sin parar, su lengüita reía y cantaba, me mostraba las maravillas del sendero y por el camino iba saludando a otros Pewenches y me decía el nombre de cada uno, me mostraba donde vivían y cuantos animales tenían. Esta vez no fue cansador, ya que era un camino en una puebla, pero largo como el mismo rio que se escuchaba sonar mientras avanzaba nuestro paso, de pronto se detenía a acordonar sus zapatos o simplemente sacaba un fruto de espinos que estaban a orillas del camino y me los daba para probarlos o se subía a algún árbol frutal y desde arriba me lanzaba frutas, ciruelas o manzanas y así nos fuimos felices de estar juntas. Nos acercábamos a una casa con muchos chivos y gallinas, Liliana me hizo tomar un garrote de cerezo y me dice. -¡Aquí hay perros bravos, toma ese palo Palu o te van a morder!


Yo claramente me asusté, no sabía si pasar caminando, correr, devolverme, llorar, gritar, en fin…ella como mi protector y guardián, espantó tres perros con dientes filosos, pero mi pequeña valiente y altiva los espantó, haciéndome pasar mientras ella los miraba y les hablaba con el seño fruncido, tan o más furiosa que las bestias. Llegamos a su casa, un lugar maravilloso, también lleno de verde y árboles y el Bio-bio que cantaba cerca de donde estábamos, había aves y unos pequeños pollitos comiendo lombrices en un estero que cruzamos para entrar en la puebla, Liliana dio un grito diciendo. -¡Vengo con la Tía Andrea! Y se asomaron otras familias que vivían allí mismo, había bebes jugando en el pasto y otros niños con agua dentro de una piscina de tronco de árbol. Dejé a Liliana sana y salva en su hogar y la mamá me dice que no pudo pasarla a buscar, pero que sabía que yo no la dejaría sola y que la llevaría hasta su casa, me dio las gracias y me regaló una bolsa con cerezas rojas color sangre intensa, me despedí con un beso de mi pequeñita y me vine. En tanto Liliana a lo lejos me grita. -¡Lleva el palo Palu, para espantar los perros del camino! Le moví la mano y le dije -¡No te preocupes seré tan valiente como tú!


Y así me perdí en el camino mientras todos me miraban, ya que era un seceso que la Tía visitara la ruka de un Pewenche común y corriente, para mi eran las aventuras más maravillosas que pude hoy recordar y vivir.

DANZARINA ETERNA Danza sobre el viento lentamente Con suaves movimientos. Remolinea su silueta a contra luz, Penetrando las manos del aire; Buscando el espacio correcto Con un vaivén hipnotizante Que estremece la tierra. Su caminar es eterno. Su brillo deslumbra en cada vuelta, Su energía crece Y su efímera vida Se alza, Revolotea… Danzarina eterna, Por un día…

(Ayliñ Nancucheo)


EL CORAZÓN MÁGICO Yohana apareciendo de entre los cerros…ella es tan silenciosa como todos, pero tan solitaria como ninguna, cuando la vi por primera vez, me pareció tan ruda y terca como una mula, pero era la niña con el cabello más bello y oscuro que jamás he visto, era tan oscuro como la misma noche. Aprendí de ella para vivir y para luchar, me enseñó a reír y a llorar, compartió sus secretos, sus miedos, su tristeza y esa soledad inmensa que habitaba en sus ojos cada mañana al entrar a la sala. Le faltaban caricias, había ausencia de amor o quizá comprensión, los abrazos que cada ser humano necesita para saber que existe, sin duda alguna lo fundamental para ser feliz. Estaba llena de odio y rabia porque no hubo momentos para ella, no hubo juegos, ni canciones, ni rondas, una danza con el pelo al viento o una sonrisa plena que refleje el amor infinito de una madre presente. La observé durante meses, intenté día tras día acercarme a ella para hablar, para sonreír y reemplazar en una caricia, en un hondo abrazo en una tierna mirada todo lo que ella buscaba, únicamente que la quisieran tanto como la quiso por siempre la tía del Jardincito de Callaqui.


Recuerdo una mañana de frio y lluvia sin piedad, el frio aun lo siento en mis huesos si cierro los ojos, y las copas de los arboles bailaban al compás de los chiflidos del viento, yo mientras tanto animaba el fuego y mis hijos hojeaban sus libros con esas manitos pequeñas, enrojecidas y entumidas por la vida. Mi Yohana aquella mañana no llegó, y mi razón inmediata fue el frio perverso no la dejó bajar el cerro, y así fue como pasaron las horas hasta que el corazón me avisó que echara un vistazo por la ventana y desde los arboles que vestían la montaña vi bajar sigilosa y acalambrada, mi pequeña niña enfurecida caminando venía, mi Yohana atrevida y erguida llegaba hacia a mí, a buscar ternura, latidos del corazón y a esa madre que Dios puso en su camino. Cuando recuerdo aquel día, solo las ganas de llorar perpetuán esa imagen de dolor y amor profundo, sólo con el tiempo voy dando riqueza sobre riqueza a la fortuna embravecida que el destino sabio puso en mi camino. La fui a buscar sorteando la lluvia en mi cara, mi paso se hacía lento, pues iba empujando al viento, llegue a ella, venia húmeda y fría, tomó mi mano fuerte y sentí que su rabia ya había cesado. -¡Llegaste mi amor! -¡Si tía, aquí vengo!


-¿Pero por qué no tomaste el bus? -¡Me quedé dormi´a tía! Caminamos hacia ese lugar cálido y acogedor, sequé su cabello, abrigué sus pies y la mujer de la cocina entregó un vaso de leche caliente y pan recién horneado, la observé mientras comía y una sonrisa de pronto asomaba en sus labios…estaba feliz, gozosa porque allí estaba la magia, estaba la paz, la protección de su corazón. Simplemente ella estaba feliz de haber llegado al fin.


UN VIAJE MARAVILLOSO Un día tomé la decisión de hacerles un regalo a un par de mis alumnos y entre ellos un regalo consistió en llevar a Gilda a la cuidad de los Ángeles y así lo hice. Me tomó un par de días hablar con sus familias, y que ellos cedieran para yo traer a los niños al pueblo, pero confiaban de manera ciega en mí, me veían responsable, sin duda se me salía por la mirada mi buena fe. Al cabo de unas semanas traje a Gilda, era su primera vez en Los Ángeles, estaba muda, atónita, asombrada, asustada, nerviosa y extasiada. La primera parada del bus fue en Santa Bárbara: -¿Qué miras tanto Gilda? -¿Por qué esos palos tienen luces arriba? -¿Cuáles palos?...¿Los postes de luz? -¿Así se llaman tía? -¡Así se llaman y son la luminaria de las calles! Ella miraba y miraba nerviosa y feliz por la ventana, estaba oscuro y frío, pero cálido y claro a la vez. Ya pronto llegaríamos a destino, yo cargaba un bolsito de género amarillo donde iban ropas de la niña, nada que le sirviera para la ocasión.


Entonces llegamos a la cuidad, cargué mi maleta, tomé de la mano a la niña y caminamos hasta una parada cercana, allí esperamos unos minutos, mientras Gilda miraba casi sin respirar los vehículos, micros, algunos edificios, luces y gente que pasaba por nuestro lado. Había quienes nos miraban, pues Gilda no parecía ser mi hija, algo no encajaba entre nosotros, quizás su sencillez, quizá su rostro, quizá su pelo opaco, sus manos partidas, sus zapatos rotos, su ropa parchada…que se yo. Por fin se detuvo un taxi…subimos y Gilda no sabía cómo subir en él, se puso algo nerviosa, pero le dije que lo hiciera tranquila. Ella iba empapada en alegría, se sonreía y cantaba, de pronto me hacía preguntas sobre algunas cosas tan cotidianas para mí y para ustedes, no se…como por ejemplo: -¿Y es un edificio tía? -¿Por qué hay tanto ruido? Y yo respondía de manera fácil: -¡Aquí están todos locos! Llegamos a casa de mis padres…nos esperaban. Allí estaba mi madre, mi padre y mi fiel Malevo, algo así como un toro o caballo, aunque en efecto era un perro.


-Hola Gilda, dijo mi madre... ¿Cómo estás? -¡Hola…bien! Fue lo único que dijo en a lo menos una hora, pero ya luego empezó a tomar confianza nos sentamos a la mesa, cenamos, ella jugaba con algunos juguetes de mis sobrinos y cosas que yo tenía para ocasiones especiales, le indiqué que debíamos darnos un baño de tina, pero ella no entendió: -¿Qué cosa tía? -¡Una ducha!…bañarnos antes de dormir. -¡Ah que rico tía!... ¿Y aquí adentro? -¡Sí, acá en el baño!...mientras yo me sonreía de su inocencia y gracia. Miró el baño y le pareció hermoso, mi casa era un castillo según ella y todo, todo lo que allí había era un sueño. Pero créanme que mi casa era así como una ruka en comparación con otras maravillas. La pequeña Gilda se sumía en el agua, jugaba, estaba calientita, rica, espumosa y ella se perfumaba…era una maravilla este viaje de placer que por primera vez vivenciaba. Luego vio un poco de tv y de vez en cuando olía su ropa, limpia y perfumada, estaba echada atrás mirando dibujos animados, con galletas, chocolates y bebidas, yo…era feliz y miraba su inocencia y me preguntaba qué haría cuando en algún momento llegara el fin de esta historia, donde guardaría tanto amor, donde


dejaría mi pasión por el servicio, que sería de mí y mis caminatas a plena lluvia…que sería de mi sin ellos. A las dos horas la pequeña pewenche se durmió, cálida y tranquila, pues nadie llegaría con olor a tinto, ni golpearía a su madre, no escucharía llantos de niños con hambre o perros ladrando, no pasaría el viento colado por las rendijas de la puerta, ni tendría que levantarse a dormir en el piso para dejar que su padre alcohólico duerma en su catre. Llegó el día siguiente y despertó con la carita llena de risa: -Buen día Gilda. -Hola tía. -¿Cómo amaneciste? -¡Bien, calentita tía! -jajaja… ¿Enserio? -si puh, ¡Si estoy tan feliz tía! Aún recuerdo como si fuera ayer esa expresión de gozo, de plenitud…yo en tanto apreté la garganta que parece quería llorar por emoción o por injusticia, no lo sé, sólo sentí ganas de llorar, pero como siempre lo guardé en mi pecho y allí se quedaron mis emociones por mucho tiempo.


VIVIR CON HONORES Ya quedaba poco en este lugar, mi corazón lo sabía, pues por más miedo que me dé, siempre se, es que a veces veo con los ojos cerrados y así supe que una traición ya venía. Pasó lo que el destino tenía preparado para mis niños y para mí, como dicen por ahí ya estaba escrito y así debía de ser, pues el ensañamiento de algunos o de unos pocos hizo cumplir lo que estaba sentenciado. Siempre alcé mi voz cuando había que hacerlo y actué de acuerdo a valores de vida y principios básicos de ser justa, pues eso me lo enseño mi madre y mi padre y luego yo lo creí cierto cuando empecé a buscar mis sueños, dándome cuenta que la sonrisa se engrandece si extiendes tu mano sin intereses de por medio. Más de alguien quiso atribuirse mis aciertos como los suyos y quiso hacer que su voluntad desmedida y sin juicio gobernara mi criterio, ordenar y mandar con despotismo, haciendo sentir su jefatura sin humildad alguna, pero la vida y el mismo Dios que nos mira dirá quien sí y quien no, y mi tranquilidad está allí mismo donde la encontré desde niña. Hubo días donde vi temores de muchas que hacían lo mismo que yo, mujeres temblorosas de tanta voz grosera y altanera que les ordenaba ejerciendo un poder torpe y


brusco, las vi llorar llenas de inseguridad al hacer su trabajo, llenas de dudas y miedos. Hubo una serie de episodios turbios y que a mí me daban risa por la falta de criterios y las ganas de poner el pie en sima a mujeres sencillas, de pronto pensaba ¿Qué las haría tan distintas y tan distantes?, con tanta arrogancia y falsedad, ¿Sería el apellido, el cargo? pues bien, ni ayer ni hoy entendí tanto error hacia la vida y el conocimiento. Recuerdo que más de una vez quisieron que mi voz callara y mi nariz no se metiera más allá de lo que a ellos les correspondía y jamás hicieron, fue así como con mis manos y la inteligencia de cualquier cristiano empecé a interpretar los deseos y las ganas de salir de un pozo profundo y oscuro a la gran mayoría de las madres con quienes tuve contacto, ya que tenían el convencimiento mismo que los días eran así de injustos, que los beneficios no existían ni para ellos ni para sus hijos, que la ayuda no existía por ser indígenas o por tener esposos alcohólicos y parientes con discapacidades severas, es entonces donde apareció la Tía Andrea quien día por día les aclaró todo lo que les correspondía, desde exigir recursos didácticos para sus hijos e hijas, hasta una sala abrigada y digna donde poder pasar los días de invierno crudo, pues las autoridades que se llenaban las ganas sentados en mesa con mantel largo, pues todo lo que habían prometido en algún momento, ya todo lo habían olvidado.


Ahora la intensión era quedarse aquí, tener poder y renombre, los egos subidos al cielo y las ansias de comerse el dinero para que nadie más pudiese disfrutar de aquello que era del pueblo Pewenche. Al paso del tiempo golpeé la mesa y así como a muchos no les gustó, había que eliminar a quien contaminaba la buena ejecución del trabajo, otros lucharon porque la Tía de Callaqui continuara defendiendo a su pueblo querido, entonces había que hacerlo en silencio, sin piedad, había que deshacerse de tal amenaza antes que destronara a quienes se sentían en el mismo trono. Unas de las cosas tristes fue que perseguían en sus propios intereses, sin pensar en los niños y niñas de Callaqui, les quitaban a su madre, les arrebataron a su guía, la protectora de días cálidos y fríos. Recuerdo en una oportunidad ganamos un proyecto educativo y llevé a mis pequeñitos a conocer las dependencias de la municipalidad, todos y todas vestidos con trajes típicos Pewenches, se veían tremendamente imponentes y auténticos. Entramos a una oficina y había una serie de personas sentadas tomando café, mirando revistas del momento, otros fumaban y así cada quien en lo suyo, en un esforzado trabajo. Entonces hago entrar a mis alumnos, pido permiso a los presentes y hago que uno a uno de los niños y niñas se sienten en una gran mesa, la mesa de juntas y de reuniones, allí donde se acordaban con tanto profesionalismo el presente y futuro de la comunidad indígena.


Fue así entonces que se produce un silencio entre los señores y señoras, quienes miraban y murmuraban lo que en ese instante se respiraba, rompo el silencio y digo: - “¡Acostúmbrense niños, ya que acá es donde deben estar en un tiempo más, serán ustedes al paso de los años los que gobiernen su tierra, sus intereses y hagan realidad sus sueños, serán ustedes quienes se encarguen de su pueblo y llegue el buen día donde no pasen necesidades ni hambre!”. El silencio fue más agudo aún y a mis hijos les brillaban los ojitos de tanta ilusión, de sentirse tan importantes, tan grandes, sólo por unos segundos respetados.


LLORAR CON LEÑA SECA La navidad ya había terminado, y quedaba poco para mi partida, ya todo estaba trazado, la decepción que me hacían sentir aquellos era temblorosa, pero mi nombre era tan fuerte que resonaba en cada estancia mapuche. Yo sin duda gané lo que ellos en años no lograrían y no han logrado, soy la vida misma hecho un canto y un grito en lo más alto. He sido respetada y obedecida, seguida y admirada, imitada y observada, recibida con honores en sus casas y pueblas, regalada por sonreírles y abrazarles, les regalé mis oídos para escuchar sus lamentos y su historia, les enseñé la lucha y la comprensión de este pueblo, pero ellos me regalaron su espacio, su cielo, su sol, su historia y sus sueños. Ya estaba casi sola en mi sala, en mi casa, en mi palacio, estaba el sol, la cordillera, el olor a canelo y el rio que lloraba porque yo ya me marchaba, era el último día, la última vez, desde hoy ya no más, porque esos se lo propusieron en una mesa redonda entre risas y poca sensatez, o en oficinas llena de nada y vacía de compromiso, con un interés lleno de ceros. Mi compromiso no fue con los cargos, porque no me vendo. Recuerdo que durante los dos años que allí hice alegría, nadie de los de arriba me dijo gracias porque ellos están felices, porque ellos se reconocen, porque hay reconocimiento a su pertenencia y su tierra, sólo las ansias de despojarme de mi gente, como los cobardes, como los desleales y los farsantes, como todo mediocre podrido de tanto hacer


nada, como aquel que no alcanza a luchar por miedo a perder antes la batalla. Le otorgaron silencio a la tierra Pewenche que me vio vivir, mintiendo en mi nombre para quedar en el olvido “¡Es que ella no quiso volver, es que ella dijo “no quiero volver!” Ay mi Dios que está mirando, ay mi cielo que me cubre y apaña tanta tristeza, ay el destino que se cobra y no olvida. Pobres mujeres llenas de miedos ardientes, de soledad perpetúa en sus mentes, de vacios llenos de nada y de grises, que hablan sin propiedad y sin contacto con ellos, porque los libros y los estudiosos, las teorías y las palabras, los títulos y renombres…hoy no son nada. Pues bien señoras el estudio no se hace palabra si no lo hago acto para los míos, las teorías son palabras bien formadas para creer que existe el saber y el saber se hace propio cuando lo compruebo con el frío y con hambre. Los niños de Callaqui quedaban solos, abandonados, por orgullo de unos cuantos o de unos pocos, por temores a la verdad de una sola alma que hizo temblar a los juiciosos, a esos que son distintos y distantes de nosotros. Entonces sola vi que levanté una bandera majestuosa, mis brazos arriba tocando el cielo y aquellos derrotados por su egoísmo inamovible de su propia ignorancia. Y así me fui, con el dolor calcinando mis ojos sendero arriba.


Me despido Callaqui, me despido vida, me voy montaña y rio, recuérdame cielo y canelo, no me llores niño, no me llores frío, la magia está entre nosotros, el apego ya se hizo y somos uno solo, me enseñaste a amamantar y yo como pude te hice hablar. MANUEL MELÍN Cuando mataron a Manuel algo se rompió de nuevo en mi interior. (¿Sería pequeño y moreno o tal vez tuvo ojos claros?) Todo es verde las hojas y los tallos. Delgados chorillos reflejan el cielo y me llenan los ojos desbocándose. Manuel, joven como yo y de igual vocación en mi sangre encabritado moría y nacía diez veces en cada golpe que le dieron (Erwin Quintupill


VILKUN Abril 2007, esa tarde era todo cotidiano, quizá un tanto aburrido, pero como siempre el corazón me dijo al despertar que algo estaría por venir. El día ya casi se iba, yo mientras tanto saliendo de una jornada laboral quizás por donde…y con recuerdos vivos de Callaqui, puestos en la retina desde que amanecía hasta el anochecer. Es entonces y lo recuerdo como si fuese ayer que suena mi celular a eso de las 20:30 horas, un número extraño pero insistente...contesté y era para mi grata sorpresa desde allá de mi nido de recuerdos, una voz me decía -¿Cómo está tía? -¿Muy bien y ud Eliana? -¡Bien, con frio, pero estamos bien! -¡Qué alegría escucharle! -¡Si tía, tanto tiempo…! -¿Qué pasa Eliana, porque me llama? -Pasa tía Andrea que Vilkun está enfermo, no está muy bien y la mamá ni a médico lo ha llevado, el chiquito lleva días sin comer nada, con fiebre y mi papá amanece con él, porque no duerme del dolor de la boca. -¿Qué le pasó en la boca a Javier? -¡Las caries, tiene todo “podrío” el pobre! -Voy para allá Eliana, es tarde pero veré en que subo.


Corté la llamada de inmediato, mientras se me apretada el corazón entre rabia y angustia, pena y miedo. Tomé el teléfono de la casa, llamé a una amiga de ese entonces y le conté lo que me acababa de pasar, ella sin dudarlo me dice: -subamos, vamos a verlo. -tengo que traérmelo, le respondí…está mal y no lo puedo dejar allí. -te voy a buscar ya, me dice Paola. Llegó en unos 10 minutos y nos fuimos, hacía frío y ya estaba oscuro, por el camino mi cabeza pensaba de todo, pero a la vez no quería pensar nada, no sabía con qué me encontraría, pues Javier vive casi solo su infancia, una vez recuerdo lo fui a ver, ya que llevaba tres o más días sin ir al jardín, cuando llego a la ruka, Javier, mi Vilkun, estaba completamente desnudo sentado entre unas piedras y tierra suelta, comiendo algo junto a unos perros, o Javier comía del plato de los perros o los perros comían del plato de Javier, no lo sé, pero aparte de ver hermandad allí en esa imagen, vi la soledad, vi abandono en todas sus formas…en mi Javier Vilkun y en sus perros. Y así se venían recuerdos de él a mi cabeza con impotencia de haberlo dejado tan solo a la suerte del día y la noche.


Se me hacía eterno el camino, entre suspiros cortos le pedía a Dios que nada grave fuera, que protegiera a mi niño hasta que yo llegara, pues estando con él en algo calmaría su dolor. Por fin llegamos a casa de Javier Vilkun, estaba todo tan oscuro y frío, grité fuerte para que me escucharan y a lo lejos se ve una mujer. -¡Hola, soy Tía Andrea! -ah sí tía, ¿Cómo está?, que anda haciendo a esta hora. -supe que Javier está enfermo quiero verlo. -sí, está mal, tiene dolor de la boca y con el fiebre que no le baja. -quiero verlo, vaya a buscarlo por favor. La mujer caminó sigilosa perdiéndose en la oscuridad, los perros ladraban de vez en cuanto, con mi amiga caminábamos alrededor del auto para contener los nervios y aminorar el frío. -¿Tanto se tardan? me decía Paola. -Debe estar en la casa del fondo y para allá es largo el trecho, yo le decía. En eso aparece Javier Vilkun junto a su madre, la mujer venia nerviosa, en realidad es una niña con algún problema cognitivo y además perdida en la inmensidad sin haber recibido ayuda de quizás nadie.


-¿Hola Olga, cómo están? -Hola tía… ¡Mah o meno! -Si supe, por eso estoy acá. -¡Hola Javier!, ¿Cómo estás? El niño se abalanzó sobre mí, me abrazó y me dice: -“Men”, con voz frágil y a dolorida. -hijo te llevaré al doctor, ¿Bueno? quiero que te vean la boquita, eso está feo y él te dará un medicamento para que ya no duela más, ¿Está bien? -Chi, me decía él, tembloroso de frío y dolor. -Olga, me llevo a Javier al doctor, para que lo examinen y saber qué pasa con los dientes que perdió por las caries, esto está infectado y hay que ponerle fin. -Ya tía. La mujer estaba llena de ignorancia y fragilidad, de pronto de torpeza e indiferencia ante su hijo, sumidos los dos en el más absoluto abandono, vulnerables a todo y todos. Olga la madre de Javier me pasó una bolsa con algo de ropa (si se le puede llamar ropa) y un papel sucio y viejo, era un certificado de nacimiento de Javier, para así presentar en el Centro Asistencial al momento de ingresarlo para que lo examine un médico. Subimos al auto, abrigué con una manta a Javier, puse cinturón de seguridad y nos fuimos directo a Los Ángeles.


Ya era muy tarde casi las 23:00 horas, entré con Javier a la sala de urgencia para hacer ingreso, y pasé por una ventanilla el papel viejo a la Sra. de turno. -Buenas noches…dije yo. -¿Por qué viene? -Le cuento, traigo a mi alumno por una infección en sus dientes, él es Pehuenche y lleva mucho tiempo en esta condición, lo fui a buscar ahora para que lo vea un médico con urgencia. La mujer se puso de pie miró por la ventanilla hacia donde estaba Javier, abrió los ojos e hizo un gesto de dolor. Comenzó entonces rápidamente a ingresarlo a la computadora, en tanto me hacia otras preguntas. -¿Y ud. es su profesora? -Fui su Educadora de Párvulos hasta el año pasado. -¿Y cómo supo que estaba con esa infección? -Me llamaron hoy ya tarde y lo fui a buscar. La Sra. me miró y esbozó una leve sonrisa, diciendo: -¡Ingréselo de inmediato! Y sin más, llaman a Javier por una puerta, Paola sigilosa entra con Vilkun, mientras yo completo datos y preguntas aun con la Sra. de la ventanilla.


Luego de un momento corto, entro a ver a Javier y hablar con el médico de turno, hablamos largo rato, me hizo una serie de preguntas entre esas: -¿Y ud. es su profesora? -Fui su Educadora de Párvulos hasta el año pasado. -¿Y cómo supo que estaba con esa infección? -Me llamaron hoy ya tarde y lo fui a buscar. -¿Él es Mapuche? -Sí, Pehuenche, contesté.

El médico me miró, esbozo también una sonrisa y siguió escribiendo en la ficha que hacía para dejar hospitalizado a Javier Vilkun. -Haremos algunos exámenes al niño, pues es una infección bastante compleja, tomaremos un escáner de cerebro para ver si hay infección allí también o descartar algo peor. Termina de decir aquello y mis piernas se volvieron frágiles ó frías, esbocé yo ahora entonces un par de garabatos entre dientes, cerrando los ojos tomándome la cabeza y rostro, miro hacia el cielo y digo.- “no puede ser Padre”.


Vilkun estaba tendido en una camilla, ya empezaban a ponerle suero, calmantes, a tomar signos vitales, temperatura, las enfermeras se movían de un lado a otro, me entregan ordenes de exámenes, escáner y que se yo. Terminada esta escena, nos llevan a rayos X, Javier apretaba mi mano sin quererse soltar, entre sollozos me decía: -“¡Tía, no te vai!” -Claro que no mi amor, estaré aquí junto a ti todo el tiempo. -ya tía… y le corrían lágrimas por sus mejillas. Estaba asustado, todo era extraño para él, pero para mí era terrible, un desgarro por mi pecho y de vez en cuando cerraba mis ojos pidiendo a Dios todo poderoso se quedará allí junto a nosotros. Llegamos a rayos y el joven pregunta: -¿Y ud. es la profesora del niño? -Fui su Educadora de Párvulos hasta el año pasado. -¿Y cómo supo que estaba con esa infección? -Me llamaron hoy por la noche y lo fui a buscar. -¿Él es indígena? -Sí, Pehuenche, contesté.


¿Qué creen ustedes que hizo el joven?...me miró y esbozó una sonrisa. Viví esa misma escena como 10 veces, en que me miraban y se sonreían levemente y las preguntas de rigor. Pero claramente era casi extraño lo que ellos veían en ese contexto…una mujer, educadora de párvulos a esas horas de la noche, con un niño ajeno, con un niño indígena, queriendo salvarle la vida y la infancia, yo los entendía a ellos, más no sé si ellos a nosotros. Entonces trascurría la hora y de pronto el médico de turno se acerca a mí y me dice, que Javier tiene una grave infección, inflamación en los drenajes de la nariz, boca y por llegar al cerebro, que hay que dejarlo internado por muchos días con cuidados especiales, antibióticos, que está desnutrido y con graves síntomas de paracitos, que le harán otros exámenes específicos de sangre para descartas otras enfermedades propias del abandono. En ese momento quise morir de tristeza, quise zamarrear a la madre de Javier y parentela completa, estaba en furia plena y en ira candente, mí Javier Vilkun echado a la suerte, desnutrido, adolorido, maltratado, viviendo en carne propia la miseria de todos…que Dios nos perdone, que Dios nos ayude y se apiade de todo aquel que trae a esta vida o esta muerte a tantos Javier Vilkun.


Y así pasaron las horas de incertidumbre de pasillo en pasillo y un café que apenas tragaba. Al rato entonces hospitalizan a Javier, nos llevan a la habitación donde permaneció 15 días y algo, yo lo visitaba cada día luego de salir del trabajo, era yo quien tenía en ese momento la tutela o custodia de Vilkun, nadie más que yo en ese tiempo decidía sobre el niño, sobre su bienestar, su felicidad, sobre su alma. Al tiempo le dieron el alta médica y me lo llevé a casa, a mi casa, jugué con él, lo abracé, cuidé, reí y lloré, le di de comer, vinieron las jornadas de lucha con el baño y risas a destajo. Javier permaneció algo de dos semanas en casa a mis cuidados y cada día que pasaba ese ser salvaje que llevaba dentro sólo le decía que ya quería volver a su tierra, a jugar con sus perros hambrientos, corriendo cerro arriba, saltando en los esteros, lanzando piedras y gritando al viento. Hasta que llegó el momento de devolverlo a la madre tierra, partí con desconfianza, pero había que hacerlo, pues el pertenecía allá donde quedó gran parte de mi vida. Nos miramos y nos abrazamos, le dije que lo quería y que siempre lo llevaría en mi corazón, lo dejé ir, el corrió tras sus perros leales que lo esperaban para comer juntos, para hacerse compañía, para vivir ó sin duda para sufrir…sólo sé que nunca más regresé.


AL FINAL

Ni los estudios, ni el conocimiento me dieron tanta sabiduría como lo hicieron ellos y ellas, la pedagogía del amor es quien salva la infancia y la adultez, la pedagogía de la vida nos dice como formar hombres y mujeres. El sacrificio de amar sin condición nos empapa de coraje con espíritu libre y puro. Cerraré mis ojos cada vez que necesite encontrarme conmigo y con el amor que aún perdura por los rincones…siempre seré indomable, para que nadie me mire.

Andrea Moncada Aburto.


Dedicado a las comunidades indígenas de nuestro país… a los niños y niñas de Alto Bio-bio. A mis padres que me formaron a base de amor y rigurosidad. A Nina, mi amiga Y a mi mejor maestro, Dios.



ÍNDICE

Portada …………………………………………………………. 5 Prólogo …………………………………………………………. 7 Presentación …………………………………………………. 9 En busca del descanso ……………………………………. 11 La salvación ………………………………………………….. 14 Un nuevo mundo . ………………………………………….. 18 Día de aprendizaje ………………………………………… 21 El niño solo, poema ………………………………………. 25 Almas ………………………………………………………….. 26 Buscando un tesoro ………………………………………. 30 Fragmento, Daniel Gracia, Mario Schjris ………. 34 Y terminó la jornada …………………………………….. 35 La lluvia lenta, poema, G Mistral ………………….. 42 Noche de estrellas ………………………………………… 43 Balada de la estrella, poema, G Mistral ………….. 45 Gestos y miradas ..………………………………………… 46 Conocer la hierba ....………………………………………. 51 ¿Quiénes somos? ………………………………………….. 56 Gilda, dama de acero …....………….……………...……. 65 Un canto divino .………..……………………….….……. 68 Caballito Blanco, canción infantil …….….………… 72


Imaginación, más que conocimiento ……………….. 73 Fragmento, Paul Gardner ……………………………… 60 Héroes y heroínas ……..……….………………………… 81 Libertad ……………….………………………………………. 87 Las hojas y algo más ………………….………………….. 88 Wetripantu ………………………….……………………….. 93 Dulce primavera …………….…………………………….. 96 El milagro …………….……………………………………… 99 Para que nadie me mire, poema ….…………..…….. 103 Las niñas de cabello negro ………….…………………. 104 El corazón mágico …………….………………………… 109 Un viaje maravilloso …….……….…………………….. 112 Vivir con honores ....………….………………………… 116 Llorara con leña seca ….………………………………… 120 Vilkun ………………….…………………………………….. 123 Al final …………………….…………………………………. 132 Dedicado a …………………….……………………………. 133 Índice ………………………….……………………………… 135


PARA QUE NADIE ME MIRE LA PEDAGOGIA DE LA VIDA Y DEL AMOR De Andrea Moncada Aburto se terminรณ de imprimir en el mes de agosto del 2018 en los talleres de Opalina Cartonera


Los libros de la editorial opalina Cartonera SON OBJETOS DE ARTE COMPLETAMENTE ARTESANALES - fabricados con nuestras patas delanteras todos hechos con dedicaciรณn, delicadeza y amor

V OP!




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