Cartera Adentro / Carolina Fritz Melo

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Cartera

adentro

L


Carolina Fritz Melo Opalina Cartonera 2019 Diseño y diagramación a cargo de Juan Canales Impreso en Laguna Verde-Valparíso, Chile por Opalina Cartonera Primera edición

“Colección Recolección” Contacto autor: carolinafritzmelo@gmail.com Este libro se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas- 3.0 Unported

Se permite la reproducción parcial o total de la obra sin fines de lucro y con autorización previa del autor


La cartera no es la misma tampoco lo de adentro



Agradezco a todas las mujeres que son parte de este libro. A las mujeres que ya estaban conmigo y a las que generosamente, sin conocernos, abrieron la llave de sus carteras.



Cuando tenía diez años, usaba lentes y bigotes, un jumper siempre debajo de la rodilla y un refugio de alas bajo mis hombros. Un día me regalaron mi primera cartera, era roja y salía con ella a comprar, la cartera me hizo mujer y supe por fin, que los bigotes no eran para siempre. Desde entonces, la cartera ha cambiado, la cartera pasó a ser mochila, bolsito artesanal, cartera de mujer joven, cartera de mamá (ahí cabe todo, desde la mamadera hasta ropa de cambio, juguetes, termómetro, pañales, pañitos, comida, entretenciones y quita lágrimas), un día supe que lo principal de la cartera eran las llaves y que tener llaves significaba que tenía un lugar en el mundo. Ahora sé, que prontamente, cuando mis hijos crezcan, la cartera volverá a ser mía y que llevaré mis propios remedios, como la cartera de mi mamá, donde los hijos siguen pequeños en la billetera y todo parece tan lejano que ya no sabes donde dejas las llaves y dejas que el mundo siga corriendo mientras lo miras.



Labiales Toco un pedazo de aire con la boca


Perdono las risas atrapadas bajo mi jumper de colegio perdono los abandonos una calle la furia la tristeza de tantas puertas llorando su ĂĄrbol Me perdono el pasado animal con taco aguja invisible mi cuerpo desbordado Mapocho abajo Pido perdĂłn por pedir ese vino sin saber que habĂ­a un abismo por caminar bajo tu paraguas por gritar con un hijo adentro por escribir aire y nunca hacer nada.


Hay algo de pez en el amor algo de tierra y moldura de barro, nace el dĂ­a, la noche en un solo temblor de bocas como si el cuerpo nos saliera de la sombra como si fuĂŠramos un pedazo de luz antigua olvidada en el ojo de Dios.


Abierto el cuerpo ya no hay como cerrarlo no se puede separar el deseo de la muerte la tierra nos invade por la nariz y el olor es tibio Aumenta el ciclo de los dĂ­as deja un rastro al aire pero nadie aparece pierdo mis nombres y la ropa sangro un ĂĄrbol desde adentro.


La del espejo no soy yo se parece. Ella mira el jardín: el aromo de afuera perdió el tacto y no deja de mirarnos, ella se cree Caperucita en el bosque pintado del cuadro. Ella no sabe si ama más al hombre o al árbol, ella solo conoce la ventana y al hombre desconocido que la obliga a mirarse cuando el árbol aúlla.


Nos toma por la sombra y canta deja un sol bajo la piel se nos incendia la lengua se atardece el mar que llevamos se nos salen sonidos inventados y también caemos en un enredo de dios, árboles y sal La caída no basta el latido de dios nos devora y cantamos, cantamos para no tener miedo Sales de mi ojo con las manos arriba con un pañuelo blanco y es demasiado tarde Huimos cuando amanece.


Me vuelves desde el sonido inicial de mis orígenes anclados al insomnio, como si el aire fuera capaz de abrirse y vaciarnos de nuevo, como si agosto no fuera agosto y los días no se mordieran entre sí porque no puedo (a pesar de los cien días) quitarme este abrazo.


Me pinto la sonrisa para que nadie vea mi herida de los quince años Ya no quiero perder no quiero seguir gritando que vuelvas quiero sentirte de nuevo abrazar tu pequeño cuerpo y esta vez que sí

respires


Llevo un puñal de lágrimas guardado un pañuelo partido en dos un vestido roto mis piernas tendidas al sol mi antigua casa llorando muñecas y cardenales.


Alguien grabĂł nuestros nombres a cuchillo nos expulsaron del mundo nos buscamos desde entonces: ando oliendo el aire por si apareces aĂşllo con una serpiente enroscada al cuello te busco he buscado tacto a ciegas desde el inicio del tiempo.


Me habita su rostro su paisaje construido en sueño su voz de niño que no pude llevar es una vela encendida es mi cara tocando su cara es su mano abrazando mi culpa es mi boca gritándome que no desaparezca el rostro de mi niño azul.


Mi cartera es mi imagen mi fotografía de Facebook mi andar seguro Nadie sabe de los parches curitas y analgésicos que están al fondo Nadie sabe que allá en el fondo llevo el maquillaje que oculta este miedo


Cuando los árboles han viajado tanto que sobrepasan el miedo no se puede encontrar sus palabras de árbol. Cuando vuelven hay un breve suicidio del tronco un contagio de brotes una voz naciendo con temblores de río. Tengo espejismos de árbol: sueño que un pájaro me atraviesa que toco y toco un pedazo de aire con la boca y si hay abrazos el abrazo es de árbol con lengua verde en un baile ciego de hojas de Eva mordida por su propio cuerpo y hay un salirse un arrancar a tirones la raíz una huida de árbol: un viaje.



EcografĂ­as Bailas ahĂ­ adentro


El canelo está tibio con su corazón pequeño de niño no nacido juega carrusel bajo la tierra mi niño mi niño árbol mi niño nube mi niño canelo pirigüín el hijo me salió antes brotado cerro abajo sus ojos se lanzaron al aire: El mundo entero es su corazón.


Camino despacio para no envejecer de golpe para que mi herida desborde esta tristeza para que mi niĂąo muerto alcance su sitio para que la tierra lo guarde en el canelo Miro los canelos los canelos me despiden con mi hijo en su vientre.


Caballito mío, late tu corazón de caballito mientras las hojas inventan nuevos bailes Mis manos convertidas en las mismas con las que mi papá dirigía su música, esa música con la que tu también bailas ahí adentro, porque así eres tú: mi corazón de caballito.


La raíz de mi niño se mueve con los días tiene lagunas y pedazos de cielo mi niño baila volantín, baila hojas y su danza más antigua que el nombre: me habita.



Llaves La casa con un pie al aire


Desde el cerro nada es importante los eucaliptus se miran dibujando pedazos amarillos de sol nosotros escuchamos los pies de nuestro hijo Desde el cerro nuestra casa es pequeña y redonda la miramos para vivir ahí hasta arrugarnos hasta crecer junto al canelo hasta que el sol nos separe y lleve a otro sitio Desde el cerro nuestra casa se abre como un árbol de cien años que nunca dejó de conocernos.


Miramos las gotas abrazadas al árbol saco una y la coloco en tu cara te ríes Todos los días sacas gotas invisibles del árbol y las pegas a tu cara riéndonos.


Abro el huracĂĄn dejĂł cosas olvidadas los zapatos reciĂŠn aprendidos el mordisco en el pan las galletas con la primera palabra bajando por el mantel un cuento de bruces contra el piso la casa con un pie al aire todavĂ­a saltando.


Cuando duermen el tiempo se acuesta detrรกs de las puertas yo pienso en la tarde en las hojas de los plรกtanos orientales bailando allรก lejos pienso en la ropa tendida en el olor a galletas de miel y busco tu mano antes del nacimiento de los tres busco mi cuerpo ciego y me habito.


Mi niño canta la lá sentado en la jardinera del balcón juega a ser planta riéndose estira sus brazos para tocar árboles nos mira barre la casa sacude con un pañito habla por un teléfono invisible come come come y canta la la lá.


Ignacio dibuja sus ojos han visto ascensores y cables y los cables de los cables Ignacio dibuja conexiones desde afuera hasta llegar a Dios en un solo dibujo Ignacio juega con Marcelo son bomberos y rescatistas obrero y patrĂłn conserje y seĂąor que viene de visita arman ciudades, estacionamientos un planeta entero Marcelo juega con Gonzalo Gonzalo corre desde mis brazos sus pies bailan con las risas de sus hermanos su baile atrapa aromas del magnolio en flor.


Odio los espejos me voy al trabajo con una mochila mĂĄs grande que mi espalda con las ropas de mi niĂąo sus paĂąales sus llantos mi llanto


Ya no llevo cartera todo lo que necesito estรก conmigo



FotografĂ­as blanco , negro y color


Mientras riego mis ĂĄrboles pienso en ellas a esta hora volverĂĄn a sus casas les preparo a la distancia unas tostadas su leche de niĂąas las abrigo les canto Los ĂĄrboles llevan mi saludo y espero en mi celular su llamada


Cuando llevo esta cartera soy otra dejo atrĂĄs los dĂ­as de miedo la espera el grito la puerta golpeando mi cara La llevo y soy otra me descubro y celebro

agradecida


Tengo atardeceres interminables un silencio más grande que los atardeceres me acuesto sueño que aún los llevo bajo mi brazo


En estos dĂ­as el amor se refleja cuando me levanto y preparo sus remedios cuando ĂŠl me lleva una taza de tĂŠ y miramos la tarde.


Renazco cada dĂ­a vuelvo a bailar retomo mi espejo mis llaves mis manos que ahora crean flores converso con las plantas las saludo les pido que guarden su belleza para cuando nos visiten


Mi historia comienza muchos aĂąos atrĂĄs recuerdo las flores la carreta con mi madre muerta nosotras las cinco a su lado este llanto de mis cuatro aĂąos esa despedida que no quise este andar sola sin mi mano tomando su vestido salir de ella volver a ella.


Yo bailo mis aros suenan abro las ventanas llevo a mi hija adentro vibrando bailamos juntas a veinte aĂąos de su partida.


Cuando era niña las letras eran enormes aprender era difícil pude ser la última del curso hasta el día cuando por fin (después de sacarme un 5 ) pude abrir el mueble del tesoro, donde la profesora guardaba los dulces toffe. Su invitación a sacar uno el aroma de los dulces el latido de los aplausos me decían al oído que yo también existía


De tanto vestirnos iguales nos llevamos en los mismos recuerdos en los cuentos infantiles en la sopa de pelos que debíamos tomar en los bolsones grandes que llevábamos a la Escuela. Te llamo y me sanas la espalda después de tener a mi primer hijo y conoces mi mano mi sonido y tu creces te descubres llegas al día del origen y sin llevar hijos, nos llevas a todas en tu bolso de viaje.


A mi mamá

Algún día tendré el poder de sus cejas veo la ciudad tan lejos nuestra casa antigua mi leche con chocolate la ropa lista para ir a la escuela a veces cuando me canso vuelvo a ser niña deshago mis heridas y dejo que ella me abrigue.



Remedios Miedo al atardecer


Miedo a los atardeceres a las visitas a que nunca venga nadie a poner la mesa a estirar los brazos a encogerme de pronto y que nada alcance miedo a dormir y a despertar a las puertas al ruido al silencio miedo a los espejos a esperar el vacĂ­o y no encontrar nada.


A Gabriela Mistral

Me habita una herida en el espejo traigo fiebre que no es mía llevo manos viejas en el vientre vacío cuando nos encontramos en un giro del tiempo como si no hubiera muerte hablemos en el ojo de Dios: ¿es tanta la belleza que no tiene rostro? bailemos la ronda de reinas que no fuimos y miremos los días a la orilla del espejo.


¿Cuánto tardaremos para llegar al estado de hojas? ¿Cuánto tardaremos para dejar de movernos? llegar a contemplar el canto mirar hasta que nos ardan las manos extinguir el movimiento desdibujar el pasado sentarnos para siempre mirar desde esta silla lo que pasa allá afuera.


Se vendió la casa teníamos un pequeño jardín un aromo triste que no tenía tacto y amaba el aire con la humedad de sus huesos. La casa de las vacaciones mirando el mar de lejos se quedó desvestida cerró los ojos y nos olvidó para siempre.


Caían los libros tu colección de llaveros las fotos con la memoria de nuestros hijos tu tiempo marcado con horarios la mesa puesta tus camisas planchadas nuestros paseos a la estación nuestra plaza donde comíamos almendras cada tarde a las seis cuando todo caía supe que aunque ya no estabas nuestra casa aún era nuestra.


Sé que sueño con mi niña cuando era niña sus trenzas oscuras se liberan y por más que la miro no puedo recordarla.


Me soltaste la mano ibas en tu barco azul llevabas de la mano a tu otra hija la de antes de nosotros y tu miedo me daba miedo yo te hablaba del ĂĄrbol del patio de tu casa te hablaba de tus hijas las de nosotros te hablaba de tu terno cafĂŠ de la harina tostada de tus viajes en motoneta te hablaba del concierto del piano que usamos como mesa antes de todas las mesas te hablĂŠ de tus nietos del cerro y los volantines y tĂş ya no estabas y soltaste mi mano.





Cartera adentro de Carolina Fritz Melo se terminรณ de imprimir en el mes de junio del 2019 en los talleres de Opalina Cartonera


Los libros de la editorial opalina Cartonera SON OBJETOS DE ARTE COMPLETAMENTE ARTESANALES - fabricados con nuestras patas delanteras todos hechos con dedicaciรณn, delicadeza y amor

V OP!





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