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Más Allá de los Cerros Jotaelecé Opalina Cartonera 2018 Diseño y diagramación a cargo de Juan Canales Impreso en Laguna Verde-Valparíso, Chile por Opalina Cartonera Primera edición
“Colección Recolección” Contacto autor: JL.Carreras.M@hotmail.com Este libro se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas- 3.0 Unported
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Mรกs Allรก de los Cerros
Dedicatoria Dedicado a quienes de una u otra forma inspiraron estos versos‌ y a todos aquellos seres consecuentes con lo que piensan, dicen y hacen.
"Cada hoja es una biografía, cada fibra una acción, cada flor una palabra”. JLC
La obra de un artista no es de su completa pertenencia, pues la esencia de ella, la extrae de la naturaleza, de la sociedad misma. Todo poeta podría escribir miles de versos si así se lo propusiera, pero éstos no tendrían sentido si no hubiera tras ellos una fuente de inspiración. Siempre he definido al escritor como un médium, un agente materializador de sentimientos y de emociones. El mundo es prosa, es verso, pero es emoción a la vez. Solo nacen palabras cuando se siente, cuando se topan dos miradas, cuando se está atento a escuchar a quien golpea a la puerta de tu corazón. La poesía es un estado de ánimo, latente, palpitante. Y si bien en estas hojas he tratado de mostrar mi veta poética, no es menos cierto que sólo constituyen estas líneas un abrazo póstumo a aquellos momentos que con aberración vemos que se alejan de nuestras vidas. Forma parte de ese rescate lleno de melancolía, de hechos pasados, de sueños pensados y pocas veces realizados. La poesía, es una salida más que digna y bella, a nuestro andar anónimo, intrascendente, por los caminos de la vida.
Te admiro cuando soportas mis jornadas de desdén y mi eterna pesadez que se lleva toda mi gentileza a la primera vuelta de esquina que ve. Te admiro porque me rescatas de los momentos de zozobra, cuando el mar seco de mis días se vuelve una corriente espesa e intransitable, y yo ahogado de hecho, tomo tu delicada mano de seda que me extiendes dulcemente para ponerme a salvo. Te admiro por ser tú la fortaleza de esta guerra, mientras yo no dejo de ser más que el plan estratégico buscando, sin éxito, otra manera de alcanzar la paz que irremediablemente llega con tu beso. Te admiro, cuando, no viendo más allá de mi tiempo, quiero abrazarlo todo empujado por un poderoso ego que choca a menudo con aquel entorno real que no puedo cambiar, y me llamas a la calma bajando mis altas revoluciones,
a las que yo llamó estrés, y tú, a no saber contar hasta tres. Te admiro cuando apuntas al cielo estrellado y me señalas las constelaciones, justo y donde, detenido, bajo una ruma de papeles no veo desde mi cabeza gacha otro universo que mis obligaciones, y me dices extasiada: "tú eres mi mundo, y yo, el sol que lo ilumina". Te admiro aún hoy, al darme cuenta que te sigo conjugando en presente, y me resulta imposible no recordar aquella última noche juntos cuando conjuraste maliciosamente: "me extrañarás eternamente", y yo musité soberbiamente "no digas locuras..." pero pitonisa como fuiste y eres, no dejaste de acertar en cada una de las tres palabras mágicas que componen tu embrujo, y no sé cómo evadir tal karma, ¡Por las patas de cabra!
No sĂŠ si admirar es amar, mas te admiro, y escucho tus palabras como si ellas enseĂąaran la gran cĂĄtedra de la vida.
Amada: Eres paz, eres serenata. Hoy te podría escribir cientos de palabras. Escribiría usando de cada idioma todos sus vocablos. De todas las cosas podría hacer semblanza. Ocupar cada adjetivo del español para componerte una canción y cantar tu nombre a todo pulmón. Amada: Ángel que da luz. Pedazo de dulzura. Te quiero diosa. Te idolatro hechizo de luna. Eres bella mariposa. Eres llama, pues enciendes estas páginas. Si mi último deseo se cumpliese con tu nombre venir a mi encuentro, yo estaría satisfecho de poder yacer muerto. Porque eres el corazón mío. La danzarina de mis adentros. Eres carne de mis pensamientos. Amada: Dulce mujer fetiche.
Tienes el encanto. El secreto milagro de abrir este corazón, de llenarlo con tu contacto. Si tú eres ángel de mi guarda. Sería para ti un soplo. Una caricia, un sentir. Un prófugo de ti. Amada: Linda niña de mi corazón. Te amo, te extraño. Te escribiría los 365 días del año. Te dedicaría cada noche una poesía. Un verso nuevo, un verso reiterado: de ti estoy enamorado.
Enero lleva tu nombre, como las aguas, el de mar, como aquel corazĂłn que grabamos en la arena, el de un tĂş y yo, como a este invierno que me congela hoy sin ti, le llamo tu regreso...
Te seguiría escribiendo en nuevas reencarnaciones, porque ese antiguo yo no termina de acertar, ni siquiera el yo crítico actual es capaz de rebatirle. Y pudiera reiterar centenares de veces las mismas escenas, las mismas que en su mayoría no tuvieron un final feliz, pero todas ellas respondían a fuerza de ilusión iluminando mis pasados días. Sí, el otro yo abandonado en otros lares, del cual lloro a veces su ausencia que lo vacía todo, tomó la más sabia de las decisiones que ha tomado cualquiera de mis evoluciones en esta finita existencia, por lo pronto. No podría cambiar el lugar, el momento, siquiera el consabido desenlace sufrido por otro, tampoco atisbar someramente un cambio a la historia que me trajo a pensarte millones de veces, a amarte infinitamente.
Porque el tiempo lo que te da, de una u otra manera jamás te lo quita, aunque pienses que aquello se va conjuntamente con la desaparición de otros yo, pues la esencia impregnada viaja, y trapasa la línea evolutiva, te acompaña siempre, el olvido no es frontera, al contrario, es una puerta abierta a tu presencia, pues la legitima y corporaliza eternamente, y te vuelvo a amar mil veces, como ayer o aún más, nuevamente.
Árbol, natural compañía. Tus hojas se deslizan, con cautivante monotonía. Árbol, en compañía de los tuyos, abres senderos, dejas huellas, hacia un camino de idolatría. Árbol, parte del papel donde escribo hoy, al tiempo me das cobijo para sentir tu calor. Árbol, compañero silente. Rincón verde, omnipotente. Árbol, tú que has visto a tantos otros, pensar, sentir y hacer bajo tu lecho. Árbol, por ti han pasado generaciones enteras, cientos de sueños distintos. Árbol, gracias por ser objeto de admiración, pues bajo tu regazo, reapareció la anhelada inspiración.
Cuando resplandeces, sol, y de tus rayos, luz. Cuando oscureces, noche, y hago vigilia bajo tu cuerpo, luna. Cuando brillas, estrella, y de manera fugaz, deseo. Cuando conjugas muchas partes, constelación, y el todo tú, universo. Cuando te contemplo desde lejos, galaxia, y mía y cercana te llamo, Vía Láctea. Cuando dilatas tu presencia, gas espacial, y regresas para perderme en ti, agujero negro. Cuando encantas, polvo interestelar lanzas, y no puedo alejarme de ti, campo gravitacional. Cuando no visualizo tu figura, nebulosa, y mis pensamientos giran fielmente a tu lado, satélites. Cuando cansado de este viaje diario retorno a casa, la Tierra, apoyo mi cabeza sobre tu hombro y me sostienes, y sé que todo ha terminado, vuelvo a habitar en ti, mi mundo.
Avanzada la tarde, atisbé por la cortina corrida, luces de fuego caer tras las montañas. Un espectáculo tan habitual como fantástico, que pocos se detienen a contemplar. Un público distraído miraba vitrinas mendicantes, otros se detenían ante semáforos tricolores, y los menos, observaban de frente a otros rostros. Trepidando por las aceras del tiempo, detuve mi reloj en cuenta regresiva, y temiendo que ésta fuese la última vez, repasé entre mis pupilas ese mágico instante, en que el día se une con la noche.
Voy recorriendo antiguos pasos dados, sin razón danzo sobre recuerdos, hablando en el vacío de la nada todo el tiempo. Pero no estás aquí, y ya no estoy yo mismo. Repaso nuestros momentos, alzo la vista luego y te echo de menos. La casa se siente vacía, el silencio llega, pues no estás aquí, y ya no estoy yo mismo. Miro por la ventana, ojeo imágenes guardadas para siempre en mi memoria, es el último repaso de algo que ya no es más, como tú que ya no estás aquí, o como yo, pues ya no estoy yo mismo. Atisbo a la luna buscando partes nuevas, pero es todo tan habitual, que vuelvo a cerrar los ojos al caer la noche, y al querer llorar, las lágrimas tampoco están, quizás se fueron contigo, que ya no estás aquí, o tal vez conmigo, pues ya no estoy yo mismo.
Tierna maestra de la vida, que tus lecciones en mi vida sean igual de valiosas en otros. Aquellos de diminuta figura, esperan tus palabras, tu cariño y comprensión. La vida nos enseña que a menudo aparece en nuestro camino una que otra persona así. Alguien que entra dulcemente, con su sonrisa, a alojarse en nuestra alma hasta terminar comprendiéndola. Esas personas, ciertamente, tienen vocación, interés por entregar y dar a los demás, sin esperar recompensa, pues algo en su interior, las mueve a hacer lo que creen mejor. Mucho antes de ponerse un delantal, las podemos presenciar, pues irradian algo escaso, que por falto se valora mucho más. Ay dulce maestra de mis días, qué grata tu compañía. Guía mi camino con la luz de tu sonrisa y úsala para llenar mi vida de alegría.
Tú, mujer iluminada, darás la partida y me señalarás la senda seguida. La suerte echaré a correr con mis dados, guiados siempre por tu valiosa compañía. Ay señorita, de azul vestida hoy, tiñes tu alma siempre con el mejor color y en tu bolsa guardas mis miedos para caminar sin temor.
En el andén de la última estación, en el lugar donde se funden mi presente y mi pasado, dejo atrás un recuerdo, un instante de soledad, un pequeño momento para mí. Tren camino a mi diosa, a la persona que despierta este corazón. Tú eres aquella musa inspiradora, de estos versos, de estas palabras. No soy más de lo que puedo concebirme a tu lado. Despertaste esta alma en pena, en penumbra. La despenalizaste, la llevaste a la solana. Al gran sueño de sentir tu paso junto al mío. A enraizar de una vez mi vida. A salir al fin del túnel e iniciar contigo mi último gran viaje.
Nunca pensé que te habría de extrañar tanto, nunca sentí que te habría de querer tanto. Jamás te vi dentro de mi corazón cuando estabas, mas ahora que te perdí, sólo en él te encuentro. Nunca intenté amarte, mas te amo. Jamás te quise recordar, mas te recuerdo. Me tracé olvidarte, y no me costó, mas a amarte empecé luego. Pensé que extrañar y amar no era lo mismo. Mas te extrañé y te amé como nunca antes lo había sentido. Hoy te pierdo, porque te amo. Primero te olvidé y luego te amé. Cómo se olvida y después se ama, no lo puedo saber. Por qué no hablaste cautivo corazón. Qué fuerza te ataba para no dar rienda a tu pasión. Por qué no fuiste sincero. Por qué no tuviste voz. Por qué me dejaste solo y tomar una mala decisión.
Ese instante infinito de contemplarte, de observarte y de hacer de tu mirada una parte del todo, una razĂłn de peso, inigualable, para seguir. Es encontrar en ti la imagen de mis sueĂąos, el templo de mi culto eterno. Es hallar en ella un trozo de prosa, un verso, de un te quiero a ti.
Estas líneas te las escribo, para que por una vez por todas, sepas de mi propio puño y letra que yo de ti estoy enamorado. Te preguntarás por qué he tardado tanto en confesarte este sentimiento. Mas, he escogido este instante, porque muy probablemente ha llegado el momento en que a encontrarnos ya no volveremos. No quiero seguir viviendo en adelante, con esta estaca que yace clavada en mi corazón desde hace largo tiempo. Lo único que sé en realidad es que mucho te aprecio. Eres la luz que ha iluminado mi vida estas tres últimas rotaciones. Has sido mi ilusión, la razón por la cual muchas mañanas, me he levantado para un paso más dar. Sólo me queda agradecerte, pues te convertiste en mi musa inspiradora, en el sustento de mi alma. La que despierta los más bellos, puros y tiernos pensamientos. Gracias por existir,
agradezco a la vida por haberte conocido. Me despido, esperando que, si por algĂşn camino nos volvemos a ver, pueda sentir, por primera vez, que mi corazĂłn ya no late a mil por ti.
Me pregunté si tendría aún poesía que escribirte, me cuestioné si las palabras, ya no estaban demasiado ajadas por su uso, por la invocación diaria, que tantos otros antes han hecho de ellas. Me interrogué si ellas estarían a tu altura, cuando ciertamente, solo estaban. Se hizo tan precaria esta literatura, que pensé en blasfemarla, en odiarla. Odiarla del mismo modo que odio a las emociones, porque quedan vagas, se hacen impotentes ante la grandeza de este sentimiento. Pensé en convertirme en un nuevo dios de la creación, para hacer otro mundo, más amplio de lo que es hoy, donde el sol no iluminaría mis días, sino tú. Tantas cosas se me vinieron a la mente, que si no sopesara que toda la explicación de mi desazón es porque no te tengo, podría faltar un dios, un sol, y nunca el vacío de mi alma, y el frío de mi cuerpo, serían comparables al vacío, al hielo, que provocan a mi diaria agonía,
el no tener cerca tu voz, tu sonrisa, tu olor, tu corazรณn. ยกOh dios!, ยกOh sol!, ยกOh no!
Las palabras pensadas, escritas, dichas por alguien, para alguien, dejarán de ser suyas, serán de ella (o de él), pero pronto quedarán huérfanas, irán a parar a los aires, las respirarán otros hombres (o mujeres), se dispersarán por diversos cuerpos, y volverá el ciclo a repetirse... Te vi pasar y suspiré, inspiré aire de otros, lleno de la esencia de las palabras de otros, cargadas del amor, de la añoranza de otros. Una vez más expiré y volví a iniciar el círculo vicioso... El silencio, señor perverso, mantiene a las palabras encarceladas. Pero éstas escapan, están predestinadas a oírse, a escucharse, a dispersarse entre muchedumbres, tan pronto se alojan en los oídos del ser amado y éste inspira, expira y suspira por ti...
Quiero escribir mas nada, deshojo la libreta, quiebro al lápiz desafiante, borro una última línea deambulante, arrugo la propia página antes escrita, y con ella lanzo un triple que se aloja justo al fondo del papelero, una ovación emerge de lo profundo, he ganado, tú perdiste, alzo la vista sobre ti, soy tu dios, el poeta, sin mí, eres nadie, sin ti... mueren mis palabras. Te pido perdón, soy yo, no eres tú, ¿Qué tal si lo volvemos a intentar mañana?
En la dulzura del amor nos sentimos embelesados, sentimos llover sobre nuestros cuerpos cálidos pétalos de colores. En la hora del desamor se precipita la añoranza, la amargura del tiempo perdido, de la insatisfecha felicidad entristecida. Pero caminantes somos, y como tales, los senderos seguirán abriéndose al son de los pasos, pasos de redención, de búsqueda, las más de las veces insabora, y en las menos, por azarosas y felices coincidencias, provechosa.
No puedo dejar de verte, aĂşn tras mirar a otra, porque en cada otra, antes te busquĂŠ, y ahora que te he hallado, no puedo perderte, y con ello, perderme.
Te sigo aguardando, y no me preocupa cuánto, cuánto, porque he tardado una vida entera para encontrarte, y si fuera necesario, daría el resto que me queda por esperarte, y si así y todo no llegaras, podría pasar toda la eternidad, y te olvidaría nunca jamás.
Oh mujer endiosada. No puedes ser tan descarnada, tan altanera, tan falta de alma. Te busqué con la mirada, y no me hiciste ni una seña lejana. Corazón roto. Fragmentado en pedazos. Voy juntando tus partes, como en un rompecabezas. Oh mujer ingrata. Eres mala, cruel, deshojada. Te quiero cuánto es posible hacerlo, mas, lastimas, hieres, eres cizaña. Corazón preso. Corazón penitente. Condena de muerte te espera en breve. Que sea rápida, no violenta, condescendiente con esta pena. Oh mujer Quintrala. Por qué juegas conmigo desdichada. Cuánto dolor provocas en este corazón. Qué pena más amarga. Por qué te escribo aún después de todo esto. Por qué no sales de estas poéticas andanzas.
Por qué sigues siendo el centro de mis pensamientos. Te expulso, te exilio, te exorcizo de mí. ¡Sal de una vez de aquí, malvada amada! Oh mujer poseída. No, no puede ser. Jamás escuché expresión más demoníaca. Finalmente te dediqué este poema, me respondiste: “sólo soy tu colega”.
El público repletaba el salón, descansaba de su día de tedio, de monótono trabajo. Todo estaba completo, lleno de olores, de formas, de vidas dispares, de anhelos distintos. Esto transcurría en un mismo aire, en un solo instante. Pero yo te veía sólo a ti. Resaltabas entre la multitud. Tus palabras eran las más sabias, como si ellas enseñaran la gran cátedra de la vida. Seguí tu mirada. Porque ella me transportaba a otro mundo. Me conducía a la paz. Yo sólo te podía contemplar. Tras de ti había nada más. Ese lugar estaba colmado de tu presencia. Mi alma se llenaba rápidamente, con tu hablar, con tu elocuencia. Luz, vida, guía de mi camino. Adjetivos se volvieron ciegos para ver todo lo que siento. Princesa, ángel, mi corazón… De todas maneras traté llamarte.
Mas, pensé que reemplazar tu nombre, era inalcanzable para un simple te quiero. Porque aunque no crea en milagros, te vi y pienso que he vuelto a vivir, aunque sólo sea para convertirme en un iluso soñador de tu mundo.
Para el tiempo de las decepciones: fortaleza interior. Para el lamento que llega a ocupar nuestra casa indefensa: fortaleza interior. Para aquel momento en que todo lo que hizo ilusiรณn se desvanece como la bruma que era y que nunca vimos: fortaleza interior. Para esta nueva revelaciรณn, cargada de violentos despertares a aquella escabrosa realidad ya vivida: fortaleza interior. En adelante y siempre, aunque parezca ordenanza o condicionalidad extrema: fortaleza interior. Para seguir viviendo con la vista de frente hacia la vida, y no bajo oscuras nostalgias, o temerosos ocultamientos de todo: fortaleza interior. Para contar de pronto esta historia y recordarla como fue y no como felizmente pudo haber sido: fortaleza interior. En espera de un nuevo comienzo: fortaleza interior. Para dar el siguiente paso: fortaleza interior.
Para soĂąar con que todo puede ser distinto y que de haber un nuevo final ĂŠste serĂĄ el deseado: fortaleza interior. Para cuando encuentres que nuevamente el destino te da vuelta la espalda: fortaleza interior. Para cuando te sientas triste y solo, cansado de las eternas andanzas por pedregosos caminos sin rumbo: fortaleza interior. Para vivir simplemente necesitas: fortaleza interior.
Ya son dos los meses que no te veo, ese lugar está lejos e invoco tu recuerdo hoy más que siempre. Tu voz en mis oídos aún está presente, tu mueca acechante, tu boca como rosa y tus dientes blancos como la nieve que hoy cae en la cordillera. Siento que te perdí, pero no porque piense que no volverás, sólo es que creo que no soy el único al que le embarga tu recuerdo y añora tu llegada. Hoy más que siempre te amo, porque yo más solo que nunca, no he podido esquivar mi mente, mi pensamiento, de tu figura. Eres lo que siempre soñé, mi cenit, la cima donde todos mis anhelos se mezclan, mi vida y mi sol. Hoy, sólo los estudios me atan al mundo, ya nada me sorprende ni me inquieta. Hoy, sólo anhelo verte, ni hablarte ni besarte.
Creo que me di cuenta con tu distancia que, lo que siento va más allá de una atracción física, es que me he enamorado, te amo. Mas, nuestros caminos nunca se cruzaron, pues no me di cuenta de lo que al lado tenía, tal vez tú tampoco lo notaste. Quizás fuimos tan iguales y tan distintos, que eso franqueó un hielo entre nosotros. Pero sentí que tú también me quisiste; quizás aún, bajo el refulgente candor de ese nuevo amor que vive hoy en ti, me encuentre yo, quien te ama sin tapujos ni barreras, pero que nunca jamás se atrevió a decírtelo. Soy un cínico ante el amor, mis sentimientos se guardaron y mi vida se vio privada de ese anhelo. Pero más que eso, es un espíritu inquieto el que hoy vive en mí, encarándome hora tras hora, el error que cometí. Martirio que siempre sostendré, pues mis estudios terminaré, me recibiré. Pero, ¿después qué? Sin tu amor, ¿para qué? ¿De qué sirve? Si el amor es la cúspide de la existencia. Y sin ti, mi vida, existencia vacía, pena amarga,
triste canciรณn, anhelo exรกnime que ya nada vale.
No había visto las flores crecer, sucumbido en el vértigo del tiempo actual. Ni observar el amanecer en el continuo despertar de las seis, por estar cubierto entre telarañas de un sueño demasiado espeso como para poder contemplar algo tan diario, pero míseramente atendido. De tanto refunfuñar un ¡Otra vez más lo mismo!, y no detenerme a pensar, a decir, ¡Una vez más, qué suerte que he tenido! Lo mismo las tardes, eternas esperas del anochecer, de ese milagro en que día y noche se confunden en el crepúsculo, y yo mirando al lado, al suelo poblado de gris, revisando papeles sobre una mesa, tomando un té sumido en el fondo de una taza, sencillamente, obviando. Y la noche misma, sembrada de estrellas, convertida en campo florido que crece silvestre y muere salvaje, ve marchitarse a sus pétalos ausentes de miradas, sin poeta cosechando versos con la vista hacia el firmamento. Como la jungla de cemento
que ha robado espacio al cerro, el tiempo que escogimos transcurre quitándole a nuestra existencia los detalles pequeños, aquellas mágicas postales encerradas en un álbum de recuerdos, que de no haberles conservado, más de algún olvidadizo seguiría ignorando que la vida es un sueño.
Nuestra historia, fue cultivada entre un ramillete de flores, y sin importar colores ni aromas éstas llegaron a ser protagonistas de nuestro jardín. Incluso en aquellos viajes cargados de ilusión, donde partía yo, el uno, para encontrarme contigo, la otra, en aquel frío terminal sureño, amplio como nuestra distancia, allí tampoco faltaron las rosas. De seguro, no se ausentaron, sobre todo en los días de larga espera, de incertidumbre por el tiempo que transcurría sin novedades, cuando los pétalos de las pitonisas margaritas se deshojaban mustias en un "me quiere nada" sobre el agua del jarrón. Pero las flores no se marcharon, siquiera aquella última vez, cuando fue sólo un crisantemo quien acompañó la cita de nuestro nunca jamás, y éste, presumiendo el triste desenlace, se marchitó rápido como mi visita, dolorido de raíz por tu desprecio, una escena tan cruenta, para la que ni las flores más robustas están preparadas ni hechas.
Y si miras al cielo estrellado, ¿qué figura ves formar con la constelación de ellas? ¿o la inmensidad de la noche dispersa las siluetas? Llevo media hora atisbando al firmamento, pero te puedo recrear imaginariamente, como un puente que une lo real con lo ficticio. Y sé que esto no es un sueño meramente, porque dibuja una sonrisa tu rostro recreado entre paredes de masa gris. Pues si pudiera alcanzar la más lejana estrella con la mirada, no me es difícil llegar a ti transportado por la luz interior, aquella que no conoce de crepúsculos para aparecer ni de amaneceres para ya no estar más. Creo que si bien dejé un tiempo de construir paraísos de literatura, el camino siempre está abierto, de cara a un más allá. No sé después de días si lo que hago hoy es poesía,
o simples mezclas de historias ya vividas, como un racconto en pleno presente asolador. La llama sigue dentro, pues la oscuridad puede vencer al resplandor de los astros oscilantes, y no necesariamente desaparecerĂĄ la contemplaciĂłn. BajĂŠ la cortina, y la silueta no se desvanece, al contrario, se llena de colores y brilla, se luce de fiesta, el poeta baila entre sus brazos, sobre el papel, el lĂĄpiz descansa otra vez...
Con el paso del tiempo, he comprendido que no todo debe ser escrito, ni la pena silenciosa, ni la alegría indiscreta, ni el sollozo pasajero, ni la risa fingida, ni la lágrima ennegrecida, ni la mueca oscilante. Doy vuelta la página que no ha de ser escrita, y el borrador se cierra formándose sobre él nuevamente una impermeabilizante capa de polvo. La musa no halla paraderos donde descender, pese a que se repite persistentemente sueño a sueño, noche a noche. El lápiz descansa en el vaso roto, mientras el ritual, que no ha de ser descubierto, se reitera una y otra vez sin cesar, pues no trasciende si nadie le nota. Y las mejores melodías se resignan a no ser oídas y desaparecer en silencio, pues sordo el compositor, el soplo del viento lleva su sonido lejos, donde el ruido en el desierto no existe, pues nadie le oye, y muere.
La mujer más linda del mundo, es única, porque la veo con todos los ojos y la confundo con muchas, lleva en sí múltiples rostros, es todas y es ninguna otra a la vez. La mujer más linda del mundo es real, y hoy la tuve muy cerca mío, tanto, que pude escuchar su silencio, porque la mujer más linda del mundo sigue llenando todos los rincones vacíos, y así y todo abre nuevas dimensiones en mí. Porque la mujer más linda del mundo purifica mis pensamientos y se hace parte en todos mis sentimientos, porque la mujer más linda del mundo sigue siendo poema, y confieso que aún, es razón en mi existir.
Fue tan espeluznante como conocerte otra vez, no contaba en ese instante con que a menudo las siluetas se asemejan, y vi su o tu cabello largo y castaño caer sobre su o tu espalda, mientras, su o tu perfil daba un celestial giro irradiado por su o tu mirada provocativa dirigiéndose justo hacia mí, la única estrella apagada entre una veintena de soles en movimiento dentro de un bus que se volvió allí mismo un completo universo. Y desplazaste su o tu cuerpo, precisamente al único asiento que nos separaba, y ruborizado pensé en escapar, pero ya sin salida, simulé dormitar apoyado sobre la hilachenta cortina, pero su o tu aroma no tiene comparación inmediata, y lo soslayé todo cautivo de su o tu encanto, hasta que aquella melodiosa voz, que no pudo ser más suya que tuya, me pidió que quitase el tirante torpe de mi bolso celoso, que usurpaba su o tu trono, princesa, ella, reina, sólo tú. Y recordé tanto nuevamente, que no sé si viajé o viajamos en el tiempo a nuestro mundo destruido,
quizás también llevamos a la otra que se te parece, pero siento que no, eras tú misma vuelta ella en tu afán de sorprenderme, fue así, definitivamente, intrusa de mis más cotidianas cosas, viajera mía, asidua visitante de los más remotos rincones donde estoy, persistente aparición de mis sueños, pesadilla de mis días. Y tendiente a encontrar una razón por la cual un nuevo paso dar, me convencí que soy sonámbulo de tu recuerdo, fantasmal aparición entre calles que se visualizan en gris, ausencia de ti. Y me percaté que descendió mi cuerpo y ella o tú junto a mí, en aquel mismo paradero que fue nuestro, mientras vi silente alejarse por la pasarela de cemento a ella o a ti, hasta desaparecer por aquella misma esquina donde encontré tu último beso, y me perdí...
Demasiado iluso por estar haciéndote real en mi día a día, mientras algo te saca de mis pensamientos solo un momento. Cuando vuelves a ellos sé finalmente que a su casa perteneces y no a mi mundo tedioso que simula dirigir mi cuerpo preso. Pero cuando la imaginación da síntomas de fatiga y languidece, tú tiendes nuevamente a traspasar aquella puerta paralela que mal separa y bien une lo abstracto y lo práctico. Siento que es entonces cuando el tiempo se vuelve mi aliado pues puedo al fin cobijarte entre mis brazos aunque sea un instante nada más, ya que atraviesas jugueteando las dimensiones de mi transversal soledad, quien te toma y luego te suelta, o eres tú la que viene y va. Veo tus ojos y el amanecer se hace eterno, y me sostienes con tu mano cálida dando calor a todo mi universo, me sonrojo y comienzo a agitar un papel exigiendo oxígeno,
me incomoda que me puedas dominar y eso bien parece que lo sabes tanto o más que yo, y no desistes hasta dejar alguna huella de tu paso, para no poderte olvidar ni en sueños. De esta manera cierro mis ojos y allí te vuelvo a hallar, y no sé si será la lágrima que se secó años atrás, o la melancolía perversa que no quiere dejar a tu figura convertirse en mi arcoiris, temiendo que tú, huracán, deshagas desde las bases de una vez tanta estructura, tanto plan, desarmando a este necio cargado de razón para transformarme a través de una curiosa mutación, en un indisciplinado aprendiz de mí mismo.
Ayer me pasaron varias cosas, volví a realizar aquel recorrido aprendido en el tiempo, fingiendo que éste no había hecho mella en mis años. Tome un descanso, tras la cita con la velocidad y el viento, luego de sortear los baches de ayer con la resignación de siempre, pero con la certeza de que las distancias se acortaban al pasar por ellos. Ayer me pasaron varias cosas, me detuve en aquella plaza y me senté a respirar, dejando caer suavemente la bicicleta a mis pies. Pensé seguir siendo el de antes, una curiosa involución de mí mismo, una estación repetida que detiene el paso a las siguientes. Ayer me pasaron varias cosas, repasé a través de una nítida película imaginaria mi año, las sombras y las luces, las alegrías y los sinsabores, contrastando al hombre con los sueños de enero, con el hombre de las evaluaciones de diciembre, me equivocaba, era otro, señor don Tiempo
no había dejado de marcarme con su huella. Ayer me pasaron varias cosas, la recordé a Ella como no lo hacía en meses, refugiado entre deberes y obligaciones, lo cierto es que anoche la vi en mis pensamientos, le sentí en mi corazón, frágil órgano que no ayuda mucho en estos asuntos. Ayer me pasaron varias cosas, la pensé como el amor que fue mágica presencia en días pasados, sin rencores. Y aunque de haber historias terminadas, ésta ya tuvo su consabido final, en los balances no existe olvido tal como para no derramar una última lágrima, mirar de cara a la luna y bajar la vista luego, emitir un fuerte suspiro, y cobijado bajo la soledad de la noche, simplemente, seguí respirando...
Escribir los versos más alegres, sería posible si te tuviera a mi lado. Pero el corazón sangra de desilusión, llora a tu alma esquiva, comienza a morir sin ti. La distancia lastima, ahoga, envenena, asesina, mata. Termina con todo lo que era, hace imposible todo aquello que pudo ser. Sólo podría escribirte tristemente, con una pena, con una daga clavada. Eso es lo único realmente verdadero, mi única pertenencia: este dolor. Dolor de no tenerte, de no dejar de amarte, de llevarte conmigo a donde esté. De estar tú cautiva en mis pensamientos, y ser el único lugar donde te encuentro. Deseo ser yo, sólo por un momento, sin pensar que mi vida te pertenece, y que no tiene razón sin tu presencia. Que esa gota de vida exigua que me da la misma, se justifica nada más que por la esperanza de tu venida. Soy un fantasma que pisa, que camina, que atraviesa calles, senderos y montañas, buscando un norte, la redención de todos mis pecados, del gran pecado de amarte sin tenerte.
Fuimos dos perfectos desconocidos el uno del otro hasta que nuestras miradas y un hola qué tal se entremezclaron en ese lugar. A partir de entonces ya no fuimos los mismos, ni ahora tú, después de mí, ni yo, luego de tan solo un segundo, desde aquel día sin ti...
No había visto en años ojos tan luminosos, mirar sorprendidos las pupilas de un ser que ya no era tan joven, pero lo suficientemente experimentado, como para entender que tras ellos se ocultaba una bella alma suspirando por dentro. Sólo cuando se dio cuenta de que nadie habitaba su casa vacía, notó a esas dos luciérnagas en pleno amanecer pulular en un continuo ir y venir por sus pensamientos. La película de su vida tenía un par de luceros de protagonistas, que a fuerza de destellos le fueron conquistando, y pese que a sus días el paso del tiempo los seguía marcando, decidió de una buena vez ver con los ojos del corazón, y no siguió pensando.
Nuestra historia no es de hadas, de príncipes ni de princesas. Ni de grandes hazañas caballerescas. No soy tu Quijote y yo jamás he pensado en ti como mi Dulcinea. Nuestra historia ni siquiera es de amor, si se puede definir qué es él. De locos tampoco lo es, puesto que ni yo soy un loco, ni tú mi razón perdida, porque todas mis supuestas locuras han sido pensadas, sino por mi mente, al menos por mi corazón. No soy yo una boca y tú sus labios peregrinos que regresan con el sabor de los más sabrosos besos. Ni siquiera soy una lágrima y tú el pañuelo que la cobija. Pero si existe algo que para mí hace a nuestra historia distinta, es que ya no soy lo que era antes de conocerte, y simplemente temo ya no ser yo sin ti.
Hoy más que siempre te amo, porque tu recuerdo no se escapa de mi mente. Porque mi corazón sigue prendido del tuyo, de tus palabras, de tu silencio. Sólo busco un dolor que me redima de este gran amor, y me duela tanto que me lleve a la inconsciencia, a no saber, a no sentir, a desprenderme de mí. Pero el olvido es frágil, como para acallar este dolor si no te veo, la desilusión de no poder ir a tu encuentro. Simplemente con una sonrisa, con una mirada, me vuelves a convertir en un arlequín. En un payaso que sólo sin ver tu figura, la tristeza le llega al fin. Cómo no poder perdonarte, no contestar a tu voz gentil. Imposible borrar de mi memoria aquello que siento por ti. Podría ocultar mi pasado, ver más allá de donde te vi. Mas, es cierto, hoy te quiero, no te puedo olvidar. Haría mal si lo hiciese,
porque existen cosas que no se pueden ocultar. Tu llegada ya es parte de mi pasado, de mi vida. Y este presente loco, no te quiere dejar partir. Y si eres parte de este dolor que no cesa, si tu piel es causa de mi padecer. No debes sentirte culpable, no lo hagas. Sólo piensa que sin quererte, me podría tampoco a mí tener. Tú me das pertenencia, me defines y me vuelves a descubrir. Tú colonizaste mi alma, eres más que todo de lo que yo jamás nunca por alguien sería capaz de sentir. Pues sólo soy una parte de un todo, que hoy vive de ti. Porque si fueras una bruma que cubriese mi horizonte, preferiría no ver más allá, a que ella se disipara, y no verte… No topar mi mirada con la tuya nuevamente.
No ames a quien llora por él, por no tenerte. Ama a quien llora por ti, por no poder acompañarte y hacerte feliz. No ames a quien piense qué va a ser de él sin ti. Ama a quien te desee lo mejor sin importar con quien estés. No ames a quien te imponga soluciones a tus problemas. Ama a quien te guíe a darles solución. No ames a quien te ensombrece con sus logros y te culpa de sus fracasos. Ama a quien hace suyos tus logros y propios tus fracasos, y comunes los de ambos. No ames a quien te agende la vida, la planifique para ti. Ama a quien comparte tus sueños y metas, y que está dispuesto a hacer lo imposible para que se cumplan. No ames a alguien que no respete tu historia de vida anterior. Ama a quien sabe distinguir que eres una persona aparte, que no vive sólo por él. No ames a quien te hable todo el día sobre sus problemas.
Ama a quien te escucha atentamente porque piensa que tus palabras son las mรกs sabias. No ames a quien te traiga la felicidad desde afuera. Ama a quien te haga descubrir la felicidad dentro de ti.
Sé que alguien más profanó tu templo, fui iluso al creer que sería para siempre su único peregrino, si la eternidad no existe en los asuntos humanos, siquiera en los sagrados. Así es como tu santidad también se ha ido, exorcizada por el encanto de otro, entrampada en promesas de amor mundano. Pagana mía, que otros cantos divinicen tu existencia mortal y pecadora, que otras bocas beban de tu caliz dominical, y ¡ostias!, he de aceptar que tu cuerpo viva en el de otro más. Mas no olvides aquella primera comunión de nuestros cuerpos virginales, juntos entrelazados entre mi oración de tenerte cerca, diosa, y tu inquebrantable deseo de ser mujer y carne en mi paraíso terrenal antes, en mi infierno, luego. Y hoy, desarraigado de mis creencias de ti, he pululado por el agnosticismo de tu presencia, una postura desaprehensiva por la vida que me lleva a negarte persistentemente por más que aún sienta la magia de tu milagro, mi pedacito de cielo estrellado sobre esta oscura noche de plegaria.
Te amo, y siento tanto decirlo como otros tantos. Porque el mío es un amor diferente, es de voces, de silencios, de pensamientos, de latidos, de soledades eternas, de encuentros terminales, y tú sabes bien a qué me refiero. Pero por beber de tus besos, el fin del mundo no es frontera, porque mi amor por ti no conoce de límites. No se detiene en esfuerzos, en cansancios. Porque si así estuviera escrito en mi destino, en el tuyo, o en el de ambos. Yo iré por ti sin importar las piedras del camino, porque siento flotar cuando voy en tu búsqueda. Y el dolor, sólo es tal, cuando no te tengo. Porque qué es el amor, amor, más que tú, y sentirlo cerca, no es otra cosa que una mirada, un abrazo, una caricia, simplemente, es respirar el mismo aire junto a ti.
No hay razón para tapar con el dedo un sol, para hacer llorar a un ser que da luz, a un ángel que purifica nuestro frívolo andar. Como tú hay nadie. Jamás alguien podrá apagar tu luz. Porque las estrellas resplandecen, brillan por sí solas. No necesitan un sol para guiarse en la oscuridad. Dichosa debes sentirte de ser una de ellas, porque formas una constelación. Tú misma eres un universo aparte. Una galaxia que da vida, que encierra mundos dispersos. Eres una síntesis perfecta del milagro de la creación. Eres el punto más alto de la teoría de la evolución.
Y si bien un año completo ha transcurrido, y tras nuestra historia, unas y otras personas más pasaron como extras en la escena para recorrer en exclusiva la mía y la tuya, ahora por separado, sin pedirnos permiso ya, no hay pretexto suficiente como para no regresar. Pienso a veces que el retorno está a la vuelta de la esquina, pese al tiempo, a la distancia misma. Y es porque del mundo nunca hice frontera, ni el mismo se convirtió en tal como para no hallarte y luego ir a tu encuentro. Porque los imposibles no existen, injusto sería creer en ellos ahora, pues tenerte fue hacer de mi vida perfecta, algo impensado un segundo antes de ti. Y por esto, yo siempre te tendré un verso más, porque tras cada uno de ellos pienso, pero sobre todo, siento, y si lo que fue ya no está más, algo queda, definitivamente. Y después de todo, no fuimos culpables, sólo aprendices, y como tales teníamos derecho a errar, independientemente de los porcentajes que en ello nos cupieron
a cada cual. Porque decididamente yo fui más contigo que sin ti, y obviar tu paso sería no reconocer cómo de una u otra manera llegué a ser quien soy hoy. Porque en el libro de mis olvidos, aún queda espacio para tu recuerdo, y con el reloj avanzando, atisbo las 21:30 hrs., en un día y año que ya no importan, porque no soy “escribidor” de datos, siquiera escritor me apresuro a confesar, y no me consume la rabia, ni tristes nostalgias que lloran a la nada, simplemente regreso a nuestro tiempo, con toda la calma y te agradezco, por volver a recrearte, mágicamente, de frente y dentro de mí, una sola vez más. * Por los amores que no conocen del tiempo, más allá de su propio final, pues perduran y viven, dentro de sus protagonistas, rescribiéndose eternamente, con viejas escenas ensayadas una sola vez y malamente, pero necesarias para llenar el baúl de nuestras experiencias. Por los amores que cubiertos por los nuevos no dejan de enseñarnos, de hacer cátedra en nuestras vidas, por todos aquellos añorados amores que nos hicieron despertar en ilusión, librándonos del mal... Amen...izando nuestros días y en consecuencia, haciendo mejor los de todos quienes nos rodean. Y por supuesto, por ti...
Huele a pétalos florecientes, semillas germinan bajo un sol cálido. La danzarina estación furtiva, deja a su paso un camino de colores. Y para cuando miro a lontananza, celebro a la dichosa naturaleza, que particularmentre en estas fechas, se llena de belleza. Sólo me queda por decir: ¡bienvenida primavera!
Cuando escribo, la soledad huye de la hoja como los patos del tranque al oír pasos extraños. El papel vuelve a tomar toda clase de formas, no precisamente diáfanas ni cristalinas, como si fueran el reflejo de las aguas que representan hoy la gran obra de la naturaleza. Y tú, pasto, que tiñes estas páginas de húmedo verde, describes en un lenguaje no precisado escenas que jamás seré capaz de descifrar, como una pintura surrealista cuya interpretación es a ojos de quien le contempla una realidad subjetiva e infinita que jamás terminará de desarrollarse. Y tú, radio, ¿Qué escuchas? Tu desintonizada señal que se marcha rebelde hacia la nada del silencio o el temblor del lápiz que se sacude por temor de decir algo no permitido por este escribidor. Y tú, mi yo escribidor, ¿Qué haces viviendo en casa de la distancia, lejos de mi mundo y de sus murallas?
Qué o a quién buscas perdido en el patio de atrás de la civilización, como aquel ermitaño que ha huido de todo para al fin dejarse encontrar. Y tú, lápiz, carcelero de mis pensamientos y a la vez fiel esclavo de mi mano izquierda, es a ti a quien dedico estas últimas líneas, pues te libero! Ve y besa a la generosa tierra madre, no dejes que nunca más te engrillen dioses falsos, ya eres libre, navega en la inmensidad de ti y (re)escribe tu propia historia, pues las autobiografías, lo mismo que los sueños hechos realidad, sí existen.
En un rincón sombrío, húmedo, frío, te pienso, te sueño, mas no te tengo. Alcanzo un estado superior, llego al nirvana, mas no desaparezco, porque aún te siento. Desprenderme de esta naturaleza carnal, no me eximiría de nada. El dolor queda, el alma pena, tu ausencia me mata. Ser o no ser no es mi dilema, no ser de ti, es mi problema. No dejar de extrañar tu luz, no poder dormir en estas oscuras noches sin ti, se ha convertido en mi karma, en el gran peso que carga mi espalda. Mis ojos se llenan de lágrimas, dejan de ver, tropiezo, caigo. Inconsciente vuelvo a observar imágenes, la vida pasa fugazmente. Se posa, se detiene finalmente. Despierto, me levanto, vuelvo a sentir, a pensar, a ver… Re-vivo. Pero no te siento, te pienso y mas no te veo… Re-muero.
Escritor de palabras ajadas, invocadas infinitas veces, defensor de libros condenados a leerse menos, representante de la minoría pisoteada, devastada por la cultura de masas. Ordenador de letras hechas prosa, agrupadas en versos y vueltas melodía... Pero volver otra vez a hacer poesía ¿para qué? Por hoy ya basta, pues toda la hermosura que existe se ha alojado en tu rostro yerto, y mi pluma, incapaz de redimir tu milagro, ha preferido dejar en esta página, entre esta última línea escrita y el punto final que yace más abajo, un amplio espacio en blanco, donde no llegarán las palabras para entorpecer tu descanso ni el lamento de mi inconsolable sollozo a interrumpir el canto eterno de tu silencio.
Había pensado escribir tras las líneas del tiempo, tres historias nuevas de un largo comienzo. Ver de nuevo la luz del sol con otros ojos sorprendido. Atisbar la última imagen del atardecer junto a aquel llamado maternal de un entra ya. Volver a jugar entre la tierra y el florido jardín, con las cosas sencillas pero imperiosamente necesarias, con aquella mueca de felicidad eterna, natural, sincera. Jamás antes había visto tan claro el reflejo del pasado caer ante mis espaldas llenas de cansancio, y hacerse añoranza tras un rato. Y aunque en la mágica agonía de las horas, el reloj daba vueltas en progreso, soñé con regresar al andén y partir desde cero.
Vuelvo y hallo la armonía plena, cierro los ojos y vence el otro olvidado, la otredad dejada en casa por la mañana, la misma que quedó haciendo vigilia entre almohadas, y que ahora se levanta y prepara un té para el yo despojado de fuerzas, aquel que dirige por última vez en el día sus pupilas al cielo, ése que ya no ve a su propia sombra alejarse tras la cortina, y observar como dos partes de una sola esencia confluyen nuevamente, sin notar que ya falta nadie, y todo resta, para que vuelva a haber nada.
Sólo en un pedacito de tu corazón, pido estar guardado en tu recuerdo. No importa si la neblina me cubra, si otro amor no me haga ver. Sólo quiero ser un lugar en tu alma, ocupar un rincón en tu pecho. Ser un latido náufrago que zozobra, pero que no se ahoga. Una boya en pleno océano, que flota en tu búsqueda. Ser alguien que aún no exhala su último suspiro, sólo por la esperanza de tu encuentro.
La poesía es hermosa, y poesía eres tú. Los adjetivos más excelsos no bastan, porque tú eres terrenal: eres cuerpo. Lo diré en palabras simples: alegras mi cotidiana vida, apagaste los fuegos que incendiaban mi casa vacía, con tus llamas de pasión, con tus palabras prácticas, ninguna de ellas escogidas para la belleza, todas sí para la realidad del presente, esa que forma hoy un tú y yo, pero bellas igualmente por emitirse de tu boca, por salir desde tu esencia: eres alma. No, definitivamente la poesía no es suficiente, siquiera para bajarte la luna, las estrellas, la noche entera. Porque no eres sueño, estás ahí, allí, aquí. Porque eres materia, eres letras cuando leo, eres latidos cuando siento, eres ideas cuando pienso, eres soledad cuando no te tengo, eres esperanza cuando te espero. Porque yo mismo ya no soy yo sin ti, simplemente eres el amor, mi amor.
Si pudiera ser un astro oscilante en el firmamento, que rotase en torno a sí, no me ocuparía de agradarte, por intentar girar a tu alrededor. Pero voy pululando en tu búsqueda, soy un péndulo, vivo en eterno vaivén. Tus olas me desplazan bruscamente hacia tu orilla. Antes de llegar a ella, el tortuoso camino dejará en mí heridas. Valdrá la pena, me pregunto. Pero es tan irracional todo esto, que no encuentro respuestas. Sólo hallo la necesidad de encontrarte en mi vida. A veces me siento tan cerca de ti, Que creo topar tu mirada. Acariciar tu pelo, rozar tus labios. Desvanezco en este sueño, en este pensamiento loco. De alcanzarte, de llegar hasta ti. De fundirnos en un beso eterno que traspase las eras, las piedras, mis grietas, y me absuelva de esta triste condena.
Y justamente cuando cae la puesta de luna, el sol emerge en el atardecer, y languideciendo la noche, se vuelve día otra vez, de esa forma que es tan habitual nunca. Y las horas retroceden como es costumbre, porque el tiempo continúa extendiéndose, y se detiene minuto a minuto, segundo a segundo, sin dejar de parar, de esa forma que es tan habitual nunca. Y abrazado a tus labios, besamos nuestras manos, que nos dan y nos quitan todo y nada, y acaricio tus pensamientos, que me recorren sin tocarme, mientras tú haces lo posible por demostrar que me odias con cada sonrisa un poco más, de esa forma que es tan habitual nunca. Y al caminar con paso firme por las nubes, vuelvo a tropezar con la misma masa de aire de jamás, y entonces subo a la tierra y vuelo por las calles, traspasando los alambrados sin sufrir daño, de esa forma que es tan habitual nunca. Y al no escuchar de ti nuevamente,
termino por decĂrtelo todo por primera vez, porque no puedo recordarte, sin borrarte antes por completo, y sĂłlo renombrĂĄndote te logro olvidar por otro momento, de esa forma que es tan habitual nunca.
Aún extasiado de descanso, raptor del tiempo de su propio cautiverio, conceptuado en ausencia, hizo planes de deshaucio, de huida de su mísera celda. Pero languideció su pupila cansada, llevando su recuerdo en andas para que no cayese como todo cae, incluso los días y las noches que se van descontando a su condena, sus mismas energías, el propio párpado pesado que ya cierra su cortina de hierro... pero ella está a salvo de todo lo que se desploma a diario, no puede su mente ni su corazón conservar con mayor esmero algo más que su presencia, pues su búsqueda de la belleza, aún entre cuatro frías paredes y óxidados barrotes, terminó en ella... su único tesoro.
Todo poeta, podría escribir miles de versos si así se lo propusiera. Pero éstos no tendrían sentido, si no hubiera tras ellos una fuente de inspiración. El mundo es prosa, es verso, pero es emoción a la vez. Sólo nacen palabras cuando se siente, cuando se topan dos miradas, cuando se está atento a escuchar a quien golpea a la puerta de tu corazón.
Podría caer del cielo toda la lluvia vertida de los ojos más tristes que existen. Podría explotar el cielo con los truenos más sonoros que oído humano pudiera soportar, y con él salir rayos y relámpagos que enceguecieran la vista de los lugares más hermosos que hay sobre la Tierra. Podría pasar todo esto y más, y todo lo soportaría. Mas, jamás podría dejar de ver, de escuchar, de estremecerme, por una lágrima caída desde tu mejilla. Y nada, jamás nunca, sería más esperanzador, más necesario, más lleno de vida, como el sol después del diluvio, que tras mi desesperanza llegara tu sonrisa.
Te amo, y siento tanto decirlo como otros tantos. Porque el mío es un amor diferente, es de voces, de silencios, de pensamientos, de latidos, de soledades eternas, de encuentros terminales, y tú sabes bien a qué me refiero. Pero por beber de tus besos, el fin del mundo no es frontera, porque mi amor por ti no conoce de límites. No se detiene en esfuerzos, en cansancios. Porque si así estuviera escrito en mi destino, en el tuyo, o en el de ambos. Yo iré por ti sin importar las piedras del camino, porque siento flotar cuando voy en tu búsqueda. Y el dolor, sólo es tal, cuando no te tengo. Porque qué es el amor, amor, más que tú, y sentirlo cerca, no es otra cosa que una mirada, un abrazo, una caricia, simplemente, es respirar el mismo aire junto a ti.
Dónde estás cuando te pienso. En qué piensas dónde estás. Yo pienso en ti donde estoy. ¿Tú piensas en mí en ese lugar? Seré la neblina que cubra tu alma. Un dolor que no puedas callar. Un latido que golpea a tu puerta. Un silencio que se haga escuchar. Busco un tiempo que me lleve al tuyo, un momento en el que pueda sentir. Sólo un espacio de vida en este cuerpo, que sienta que el tuyo le da. Un segundo, un minuto le pido a la vida, que a tu lado me pueda llevar. Viajaré por un susurro en tu oído, por un soplo del viento otoñal. En una brisa de tarde de playa, en una noche de cruel tempestad. Caeré como una lágrima tibia de amante, clamando entrar en tu vida otra vez.
Supe mucho de todo lo banal, de todo aquello que valor interior jamás tendrá. Supe mucho de eso que llaman saber, mas no supe amar. Busqué un libro para poder aprender, mas no pude de ello conocer. Me acerqué a la vida sólo vía teoría, mas no mediante la poesía. Busqué en mi pensar un escape total, mas a mis sentimientos no los pude ahogar. Con cuanto corazón busqué olvidar, mas cuanto me falto de él para mucho amar.
Voy recorriendo antiguos pasos dados, sin razón danzo sobre recuerdos, hablando en el vacío de la nada todo el tiempo, pues no estás aquí, y ya no estoy yo mismo. Repaso los momentos, alzo la vista luego y te echo de menos, las casa se siente vacía, el silencio llega, pues no estás aquí, y ya no estoy yo mismo. Miro por la ventana, ojeo imágenes guardadas para siempre en mi memoria, es el último repaso de algo que ya no es más, como tú que ya no estás aquí, o como yo, que ya no estoy yo mismo. Atisbo a la luna buscando partes nuevas, pero es todo tan habitual, que vuelvo a cerrar los ojos al caer la noche, y al querer llorar, las lágrimas tampoco están, quizás se fueron contigo, que ya no estás aquí, o tal vez conmigo, pues ya no estoy yo mismo.
Caminando por la plaza del lugar, todavía se mantenía anclado a pasos distantes, cercanos al sol. Lloviendo en sus mejillas, inventaba una historia donde reía. De vuelta, las voces le decían: te está esperando más allá de las luces, de aquel foco que alumbra tu faz. Retorna a ella, háblale a través de la luna, recítale todo aquello que no le pudiste decir. Cumple tu misión, visita los antiguos rincones olvidados en medio del rencor, recurre a tu memoria copada de razón, pues algo aún late lentamente. Torna el reloj, termina lo empezado y estrecha la mano que un buen tiempo atrás se llevó la tibieza de tu respirar. No dejes de regresar, cruza los océanos inmensos, nada lo que sea necesario, sigue a las olas en su ir y venir, no esperes recompensa inmediata, la dicha está muchas veces sencillamente en buscar, no desistas. Levántate nuevamente,
observa una estrella y date cuenta que ella también te contempla, aprovecha, dibuja una sonrisa, deja que luego de este encuentro te recuerde de esta manera, de ninguna otra forma es mejor que así. Ve y sube la montaña, escribe bellas semblanzas, no oscuros borrones dictados por la nostalgia, haz de cada sitio del mundo el paraje más hermoso para vivir, no tardes, vuelve a ti.
Últimamente vivo, más aferrado a la realidad que a la ilusión. He escrito, escribo y seguiré escribiendo. Practico el ciclismo, también salgo a excursionar a la naturaleza. Soy fome: No fumo ni bebo. Soy nada especial: un simplemente yo más. No soy perfecto, sí, bastante sincero. Habitualmente soy serio, pero puede que ría al último y mejor. A veces lloro, no siempre. Escucho como pocos. Generalmente aconsejo. Me gano la vida enseñando, aunque más bien lo hago por vocación. Me saludan a diario por las calles, de repente no miro. De seguro estoy pensando...
Traspaso el umbral de la puerta pese al tiempo amenazante, llevo conmigo lápiz y papel, y escribo... Agilizo el paso en horas de tarde, avanzo por la mitad de la calle, y escribo... Recorro la última cuadra, alcanzo el límite entre lo mundanal y lo natural, y escribo... Cruzo la frontera, la misma que les divide en lo alto, y escribo... Inspiro en un cambio de aires brusco, exhalo, y escribo... Camino en sentido contrario, al margen de otros pasos, y escribo... Siento un aire de libertad, apunto la vista al cielo, y escribo... Me enfilo por la verde arboleda de eucaliptos, huelo sus hojas, las mismas parecen murmurar, y escribo... Sopla el viento norte, acecha mi rostro, mece mi propio interior, y escribo... Contemplo todo el conjunto desde lo alto, alzo los brazos en señal triunfante, pero he vencido a nadie, bajo mis manos, y escribo...
Continúo por el sendero aprendido por mí y mis perros, por los de hoy, por los de entonces, por los que vendrán, los observo correr, saltar, hurgar, jugar, y escribo... Va quedando pronto todo el resto atrás, las expresiones de una realidad paralela que espera en otro lugar, en otro momento, y escribo... A lontananza las luces de la ciudad se encienden, robando protagonismo al hoy inasistente fuego del atardecer reemplazado por el gris, y escribo... En la inmensidad del horizonte, las montañas surgen rodeadas de nubes que bajan opacas, y escribo... Aferrado al ocaso de la luz en penumbra, doy marcha atrás, y escribo... Cae una solitaria gota de lluvia, perdida en mi mundo, y escribo... Comienza a llover, guardo lápiz y papel, siento que nada alcanzó a ser escrito más allá de los cerros... ni un verso, siquiera un sueño, pero llueve. No escribo.
Más Allá de los Cerros de Jotaelecé se terminó de imprimir en el mes de agosto del 2018 en los talleres de Opalina Cartonera
Los libros de la editorial opalina Cartonera SON OBJETOS DE ARTE COMPLETAMENTE ARTESANALES - fabricados con nuestras patas delanteras todos hechos con dedicaciรณn, delicadeza y amor
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