Paisajes Oníricos / Nelson Salazar

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Nelson Salazar

Paisajes OnĂ­ricos

Opalina Cartonera ~3~


Paisajes Oníricos Nelson Salazar Opalina Cartonera 2017 Diagramación a cargo de Juan Canales Diseño por Francisco Escobar Impreso en Valparaíso-Chile por Opalina Cartonera Primera edición

“Colección Ecolección” Contacto autor: jp.paulina@gmail.com Este libro se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercialSinDerivadas- 3.0 Unported Se permite la reproducción parcial o total de la obra sin fines de lucro y con autorización previa del autor ~4~


Paisajes OnĂ­ricos

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Al inicio de este prólogo, es inevitable pensar en aquello de todo principio es difícil. Cita de uso obligado, cada vez que se inicia una empresa. En especial, cuando alguien se inicia en el mundo de la poesía, aventurándose en su primer libro, esa presentación obligada en sociedad. Sucede que a veces, este primer escrito, con los años, su autor recusa de él, porque revela un inicio que avergüenza.

En el caso del poemario que nos reúne, “Paisajes oníricos” del joven poeta Nelson Salazar, se produce uno de esos casos en los cuales el texto cautiva en su primera lectura; y en una segunda, definitivamente, no defrauda.

Con versos muy bien construidos, donde el yo lírico debate sus vivencias, en un permanente ensayo eclíptico de espacios: urbano y rural; tiempos: pasado y presente, día y noche, en los cuales nuestro joven autor encuentra el espacio oportuno para estampar el discurso necesario y desnudar la imperfección del mundo, como se evoca en un pasaje de “Te invité a caminar”, a modo de ejemplo:

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“Te invité a caminar y me dijiste que ya no creías, y entre rocas negras y sonidos muertos el portón y el abuelo que lento camina que decía respira animal, respira después de vivir.”

Con un lenguaje simple, con total ausencia de figuras literarias recargadas de rocambolesca vanidad poética, los quince poemas que componen esta muestra invitan a caminar por la sensibilidad con la cual Nelson interpreta la teoría de la vida.

“Paisajes oníricos” es un libro necesario, un libro que se debe leer de vez en vez; un libro que se debe guardar con celo, porque en unos años más, cuando el nombre de su autor sea reconocido, sorprenderá su evolución poética. Al menos, quien escribe estas líneas, apuesta por ello.

Jaime Magnan Alabarce Lebu, agosto 2017

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Caeremos por fin Han de aparecer movimientos y luces más allá de las predicciones, que nadie conoce y crean donde se mueven los átomos, tomarán las cicatrices doradas la ruta del tiempo, dejaremos el círculo y las ruedas, caeremos por fin entre infinitas líneas rectas, corroeremos el caos y el orden, un vacío llenara lo impensado y sin darnos cuenta emergerán las ánimas más simples y más poderosas.

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Causalidades utópicas emergen desde las estrellas, en el mismo sonido del viento. La ciudad tiñe los pasajes y recrea colores y formas, expira su creatividad vacía situada desde los más profundos cimientos de la creación. Desenvuelven las pesadillas, y desconecta las rutas que se cruzan para mantenerte tranquilo, quieto. Entonces cada luz cada rastro de luz, encarnarán lo incomprendido, lo que miras cuando envuelves tus ojos con tus manos, lo que miras cuando abres tus pupilas y emergen serpientes.

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Cuando por fin se desaparezcan los tormentos más superficiales del océano, ahí recién te veré, ahí, recién. Entre estallidos de color negro y rojo impulsados por el enlace cósmico, ahí te veré, donde las palabras no existen, el cuerpo tampoco, cada vez más se realzan entre las nubes ese color ámbar lejano que la piel emana desde el espíritu. Ni brujos ni creadores, no habrá cabida en este momento, nada, solo la luna y sus entidades, solo la bruma y sus hijos, solo el sonido y su despertar. O caminante, lento para ciegos, rápido para quien desde otro tiempo parece haber viajado al futuro.

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Esa cuerda en la que todos caminan, tan tensa que solo la mirada cierta permite mantener el equilibrio, parece nadie se da cuenta, mejor caminar por la cuerda atravesando la tierra, el infierno, el cielo, la luz, caerĂŠ, pieza por pieza sobre las estacas de cuarzo platinado que brillan sobre las oscuridad del fondo del ocĂŠano.

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Eternos dirán que fueron los dioses que ayudan a quien entiende que está solo y que poco es lo que desea.

Eternas las palabras que a cada uno rompe en las neuronas y explotan las mínimas y minuciosas esencias del mito eternos los que se niegan los que dicen que no los que no quieren perder su historia tan simple como profunda se niegan a perder lo que nadie quiere que desean olvidar de sus deseos más profundos

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Estos ojos nada ven estos ojos no tienen colores mis manos no tienen piel, las ideas crean en el destello de las últimas luces de lava bajo la tierra.

Mis oídos no son más que espejos del canto que se escucha en las vidas pasadas. De qué lugar, de que eternidad proviene la risa las lágrimas el silencio Ya no hay preguntas aún queda mucho

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La pobre existencia se queda quieta

mientras

dan vueltas los paisajes las personas cada lenguaje, la pobre existencia quiebra en lágrimas al ver estos giros incesantes Pobre existencia ya tu romance no es entendido y los placeres vividos no son de tinta son agua y el ángel que te cuidaba desde las sombras, se autoproclamó el último existencialista el último espiritista el último romántico ~ 17 ~


Cuando las estereotipadas muecas de los árboles en invierno elevan sus raizales y el frio se esparce bajo la tierra, como las siluetas de los espantapájaros por la noche, una neblina espesa reconoce las pocas intuiciones que nunca percataste mientras creías seguir a la luna, la luna que te llevaría donde empezaron las primeras fases cíclicas de tus rostros mirando de esa forma, que alguna vez reflejara siluetas propias nunca antes vistas, en el mar en las lagunas en los riachuelos que dejaste caer desde una ave en las que ibas montado sobre su ala, oníricos tormentos disfrazados de alegría ~ 18 ~


Te invité a caminar

Te invité a caminar y me dijiste que ya no creías en la luna, se inquietaron los vientos, te escucharon los árboles mis pies se convirtieron en polvo, ya no hubo quien dijera dónde ir, ni un letrero de madera podrida, ya no iras, ya no habrá por que ir.

Resuenan las raíces y los brotes quieren ser parte de aire, quieren esparcir ese pedazo de alma que extrajo de los confines de la tierra. Te invité a caminar y me dijiste que ya no creías, y entre rocas negras y sonidos muertos el portón y el abuelo que lento camina que decía respira animal,

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Cuanto nos cuesta, cuanto, el filoso paisaje deja entrever cuanto te has equivocado, y el calor de las almas derrite los espejos, nadie quiere ser visto, nadie quiere sentir que será la última vez.

Ojala detengas al tiempo, mires a tu alrededor lentamente, Percibirás el movimiento que no existe, al árbol que crece entre quienes aseguran su extinción, y ya no serás más que un parpadeo, hasta que te vuelvas a encontrar con quien te hizo reír hace mucho tiempo.

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A cada centímetro, la sedosa capa de elocuencia que se desliza por la serpiente que fija te observa, se va desvaneciendo. El recuerdo de tus miedos, de tu vejez, el miedo del momento que vuelvan estas imágenes, descarnadas, sembradas en la quietud, pero purificada por cada tormento, cada desesperación. Aquel segundo en el riachuelo caído de los árboles, arrastrado por las piedras, y abandonado por tus recuerdos, un segundo será suficiente para limpiar mis ojos, para limpiar mi rostro y dejar caer gotas de humedal.

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Gritos vacíos resuenan en las máscaras de madera, dudas y pasos abrirán camino a las hojas tubulares, caberneras de esa brisa de esta tierra. Cuan más se aferran las copas más se hacen sordos los labios y lo que llamas alegre se convierte en la más pura insatisfacción, el miedo de aburrirse. Quizá no sea la más antigua de las maderas esta mascara, pero tu rostro me recuerda la pena y las grietas de arcilla, moldes tintos en un cajón despierta, ya lo aburrido seguirá siendo nuestro.

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Como caminar por los pasajes de esta poblaciĂłn, si no hay cuentos que proclamen a cada callejuela como la madrugada que me vio volver, la que me embriagĂł segĂşn el plan de darle a la noche una nueva oportunidad.

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“Junto a la ventana que cae a latigazos y que crucifica mis ojos en sus negras cicatrices.” Omar Cáceres Por el sendero en la orilla del pueblo que deja caer la sombra de cada árbol, impulsado por el rio, camina el profeta En una esquina profetisa

a quienes

ya dejaron caer sus ojos de cristal sobre la puerta de piedra, que nunca fue abierta. A quienes

no creyeron,

sin oír los secretos de la anciana sin ver la raíz del cerro sin respirar. Sentados en el viejo balancín solo escuchan los amigos de la banca de madera podrida. que dejan en sus zapatos lucir el tiempo en que la miga y el canto eran de oro ~ 24 ~


Muy cómodos cada uno renacen las antiguas canciones, profundas cicatrices. En una esquina profetiza la última condena el más desesperado cuento y la alegría de quien entendió, sin importar, el profundo sonido del crujir de la mar.

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Cuando el último ladrido resuena en la lejanía, la noche es silente las capas de frio queman el antiguo uniforme de caminante diurno que parece unirse a la piel cruda y podrida

Cuando el último ladrido resuena en la lejanía las luces parecen más tenues la voz se hace humo y el licor de cada noche no abrigo el alma la esencia se pudre sobre la escarcha y te vuelves al invierno que intentaste engañar dormido entre el cartón, orina y un perro dejas tu aliento, tu cantar

borracho solitario

dejas tu cuerpo.

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Paisajes OnĂ­ricos Nelson Salazar se terminĂł de imprimir en el mes de agosto del 2017 en los talleres de editorial Opalina Cartonera

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Los libros de la editorial opalina cartonera SON OBJETOS DE ARTE COMPLETAMENTE ARTESANALES - fabricados con nuestras patas delanteras todos hechos con dedicaciรณn, delicadeza y voluntad

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