Revista Literaria Prosofagia - octubre 2009

Page 1


Número 4. Octubre 2009

Dirección

Colaboradores prosófagos

Elisabet

B. Miosi, D, Gabi, Laren, Nelo, ñam, Plásido, Coloso, ray12

Equipo de redacción Boris Rudeiko, Elisabet, Esther, pepsi Diseño e imagen

Colaboradores externos Federico Axat, Mario Fernández Ramos, Nancy de Paz

pepsi Publicidad y comunicación

Agradecimientos Montserrat Rico Góngora

Esther

La Redacción no se hace responsable de las opiniones expresadas por los colaboradores. Se prohíbe la reproducción de las imágenes y los contenidos publicados sin el consentimiento de su autor. Para la reproducción total o parcial de algún texto o imagen, se ruega contactar con la Redacción a: revistaliteraria@prosofagos.com © Prosófagos, 2009


EDITORIAL

La escritura artística, como muchos actos de creación, nace de un modo solitario. Casi todos los que nos dedicamos a escribir hemos comenzado a desgranar nuestras fantasías literarias envueltos en la soledad. Rodeados por los susurros de una biblioteca, en medio del bullicio de un café, o quizás inmersos en el retiro de nuestro estudio; acompañados por música o protegidos por el aura del silencio, hemos levantado a nuestro alrededor ese claustro desde el cual liberamos nuestro pensamiento y nuestras palabras. Pero llega un momento en que esos frutos de nuestra imaginación piden ver la luz. Es entonces cuando decidimos emprender otra aventura, más azarosa, si cabe, aunque quizás no tan grata como el mismo acto de escribir: dar a conocer nuestra obra, publicarla.

Décadas atrás, publicar significaba editar un libro impreso y difundirlo. Hoy, con las nuevas tecnologías y hábitos de lectura, ya no se necesita dar este paso. El autor puede dar a conocer su obra de manera gratuita a través de blogs, foros literarios e incluso en publicaciones digitales a demanda. Y esta forma, muy libre, donde el poder de editar y difundir sigue en manos del autor, aporta un público tal vez mayor: potencialmente, todo el conectado a la Red. Sin embargo, para el escritor novel aún existe una Meca: interesar a una editorial solvente y publicar sus libros por cuenta ajena, con una amplia distribución y una promoción adecuada. Para muchos, poder vivir dignamente de las ventas de sus libros es un sueño acariciado. Y quizás abrigamos la esperanza de llegar, algún día, a ser reconocidos y recordados, a lograr que nuestros libros se conviertan en grandes éxitos de ventas. ¿Son sueños? ¿Retos? ¿Motivaciones? ¿Son el éxito y la fama lo que realmente perseguimos? ¿O nos mueve quizás otro impulso interior, más esquivo a la hora de ser descrito, pero infinitamente más rico, más vibrante, más profundo? En este número abordaremos, como tema central, los desafíos del escritor novel. Lo haremos a través de las experiencias y reflexiones de algunos compañeros que han conseguido publicar o están a punto de hacerlo, y de las palabras de una autora ya consagrada. Acabamos citando a Rubén Darío(1), que expresa con palabras certeras aquello a lo que un aprendiz de escritor puede aspirar:

Juntar la grandeza o los esplendores de una idea en el cerco burilado de una buena combinación de letras; lograr no escribir como los papagayos hablan, sino hablar como las águilas callan; tener luz y color en un engarce, aprisionar el secreto de la música en la trampa de plata de la retórica, hacer rosas artificiales que huelen a primavera, he ahí el misterio. Tal vez el mayor reto para un escritor novel no sea llegar a publicar, sino perfeccionar su arte sin traicionarse a sí mismo; convertir en belleza las palabras que relatan su aventura. Porque una buena historia, fiel a su autor y hermosamente audaz, acaba brillando con luz propia y abriéndose camino en el campo más fecundo: el alma de sus lectores.

La Redacción (1) Rubén Darío: El Modernismo y otros textos críticos. Fuente: www.cervantesvirtual.com


contenido (Pág. 6)

(Pág. 8)

(Pag. 52)

Franz Marc creó junto a Kandisky y Macke el grupo Der blaue Reiter (‘El jinete azul’) que editó el almanaque del mismo nombre. En 1911 Kandisky escribía a Marc: Tengo un nuevo proyecto. El editor será Piper y nosotros dos los redactores. Una especie de almanaque con reproducciones, artículos... y una crónica. Es decir, críticas de exposiciones hechas únicamente por artistas... Un lazo con el pasado y una luz que ilumine el futuro deben dar vida a este espejo. Pondremos una obra egipcia al lado de un pequeño Zeh, nombre de un niño que dibuja bien, una obra china al lado de Rousseau el Aduanero, un dibujo popular al lado de un Picasso y así sucesivamente. Poco a poca atraeremos a escritores y músicos...

Franz Marc - El sueño (1912) Museo Thyssen Bornemisza

¿Cómo ve el mundo un caballo o un águila, un venado o un perro? ¡Qué pobre, qué falta de alma es nuestra convención de situar animales en un paisaje que pertenece a nuestros ojos, en lugar de sumergirnos en el alma del animal para descubrir su horizonte! F.M. Revista Literaria prosofagia - número 4 - OCTUBRE 2009


contenido (Pág. 11)

El caboso en el charco

(Pág. 12)

Lectores e ilusionistas

(Pág. 16)

La escribida en el siglo XXI

(Pág. 20)

por ñam

por Esther y Plásido

por DNAZ Franco (D)

(Pág. 24)

La voz interior

(Pág. 27)

Cómo presentar una obra a un agente o editor I

(Pág. 30)

Foros literarios, una experiencia positiva

(Pág. 35)

por Federico Axat y Elisabet

por Teo Palacios (Laren)

por Boris Rudeiko

Cómo presentar una obra a un agente o editor II

(Pág. 38)

El camino

(Pág. 43)

por Teo Palacios (Laren)

por Manuel Pérez Recio (Nelo)

Descubriendo el poder de la palabra

(Pág. 46)

Entre Montserrat Rico Góngora y Elisabet

Una visión del mundo editorial por Blanca Miosi (B. Miosi)

(Pág. 48)

Revista Literaria prosofagia - número 4 - OCTUBRE2009


Revista Literaria prosofagia - número 4 - OCTUBRE 2009

cartas

@ al director

Los textos destinados a esta sección no deben exceder de 150 palabras. Es imprescindible que estén firmados con el nick de registro en el foro Prosófagos o con el nombre y dirección de correo electrónico.

Las cartas deben enviarse a revistaliteraria@prosofagos.com, indicando en asunto: “Carta al Director”. Prosofagia se reserva el derecho de publicarlas. No se devolverán los originales ni se dará información sobre ellos.

De Javier Ribas Una maravillosa e interesante realidad El nacimiento de una revista literaria siempre se debe celebrar. Pero

un tercer número, de cuidada edición, fresco en sus imágenes y lleno de contenido debe ser motivo de admiración y aplauso. Porque la constancia es la virtud de todo buen escritor.

La frase «miligramos de inteligencia y toneladas de voluntad» encuentra su mejor acomodo en la tarea en la que estamos enfrascados todos los que escribimos. La idea si no pasa al papel (al ordenador en este caso) nunca será nada. Y todos sabemos que eso supone esfuerzo, sacrificio, dedicación y continuidad. Por eso ahora, al ofrecernos su cuarto número, los editores de Prosofagia nos demuestran su voluntad de estar presentes. Y debemos rendirles homenaje pagando el justiprecio de nuestra atención y lectura, además de ayudar a su difusión. Si lees esta carta es que el proyecto ha dejado de ser tal y es una maravillosa e interesante realidad. Javier Ribas Escritores en Red http://javierribas.blogspot.com

Foto: Ricardo Durán (Coloso) Ver índice Imágenes


Revista Literaria prosofagia - número .4 - OCTUBRE 2009

cartas al director revistaliteraria@prosofagos.com

De Raquel Roberti Un arte antiguo y placentero Reconfortada. Así me sentí al leer el artículo de Elisabet en el tercer número de

Prosofagia (por cierto, un ejemplo a imitar en publicaciones en línea, tanto por contenido como por forma). Porque al fin alguien señala, en un medio global y veloz, que a veces las palabras valen más que las imágenes y que detenerse en la lectura es ejercitar un arte antiguo y placentero, lamentablemente en vías de extinción. Es obvia la importancia de enseñarlo y transmitirlo en cualquier ámbito, por eso mi desesperación cuando veo que el sistema educativo, al menos en mi país, Argentina, es anacrónico. Cuento dos experiencias breves a modo de ejemplo. En el norte, en la provincia de Formosa, las comunidades aborígenes wichí viven en la pobreza. Los niños reciben clases al aire libre, bajo un árbol, porque no hay aulas suficientes. A pesar de que la mayoría llega al primer grado sin hablarlo, les enseñan en español porque no hay maestros que hablen la lengua wichí. Las madres, de 20 años, comparten grado con sus hijos, de seis. Y aprenden a multiplicar recién a los 14 años. En el centro del país, la provincia de San Luis implementa planes como «Todos los chicos en la red», mediante la entrega de pequeñas computadoras a los alumnos y la instalación de Wi-Fi en el territorio. Los niños no necesitan explicaciones para descubrir diversos juegos, pero los maestros sí para usar la tecnología en los contenidos y, en general, terminan por brindar los enlaces en lugar de dirigir las búsquedas. ¿Es necesario remarcar el abismo entre una experiencia y otra? A pesar de esa distancia, lo incongruente es que en ningún caso se fomenta la lectura, detenerse en las palabras para reflexionar y analizar, descubrir el placer de una buena historia. Y aquí es donde vuelvo a Prosofagia y mi valoración. Porque el contenido brinda esos buenos relatos que entusiasman o presenta a los maestros en ese arte, y porque mantiene la forma y el diseño de una revista en papel. Atributos que en un medio global y veloz, en una cultura donde predomina la celeridad, la convierten en un oasis al cual aquellos chicos de Formosa y de San Luis quizá puedan llegar algún día para descubrir que leer es una fuente de placer.

Raquel Roberti


noticias

Revista Literaria PROSOFAGIA

Hemos conseguido patrocinador para una tirada en imprenta de los tres primeros números. Gracias a EDICIONES LA BAHIA, los colaboradores de Prosofagia y aquellos prosófagos que lo soliciten recibirán un ejemplar de cada número; contaremos además con material para la difusión de la Revista.

Tenemos una noticia de última hora, recibida al cierre de este número: Ir a la noticia.

Ver índice Imágenes

Foto: Plásido

Nuestra biblioteca

La biblioteca de Prosófagos poco a poco se va llenando con libros publicados por compañeros del foro o antologías en las que han colaborado. Os invitamos a conocerlos. http://www.prosofagos.com/bibliotecaprosofagos.htm

8 prosofagia - número 4 - OCTUBRE 2009


recopilación de cuentos cedidos solidariamente por sus autores. Blanca Miosi (B. Miosi), Manuel Navarro Seva (Boris Rudeiko) y Santiago Morata (santi m), tres miembros de Prosófagos, han participado con sus relatos. Los beneficios de las ventas se destinarán a ayudar a la Fundación Vicente Ferrer.

El legado es la última

Estirpe salvaje es una novela de aventuras publicada por Montse de Paz (Elisabet) en 2008. Ubicada en tiempos remotos, nos muestra la lucha por sobrevivir de dos hermanos, en medio de un reino dividido y en guerra.

novela publicada de Blanca Miosi (B. Miosi). En ella explora la vida y secretos de uno de los consejeros más enigmáticos de Adolf Hitler y va relatando la historia de su familia, paralela a los grandes acontecimientos del siglo XX.

noticias

Atmósferas, 100 relatos para el mundo es una

El final del Ave Fénix de Marta Querol

Cuyabeno, la sangre de la tierra es la Haikus oscuros de

Luis Barrera Bermejo (Luis Bermer), nos invita, en cambio, a una incursión interior por el mundo lírico y fantástico de su autor.

primera novela publicada de Manuel Pérez Recio (Nelo), y nos adentra en una aventura asombrosa en las selvas vírgenes de la Amazonia.

Benèch (Malube), fue novela finalista del premio Planeta 2007. Publicada en el 2008, nos relata la historia de dos familias muy diferentes durante los años de la guerra civil española y la época de la posguerra.

número 4 -OCTUBRE 2009-Prosofagia 9


Revista Literaria PROSOFAGIA

Foto: Mario Fernández Ramos prosofagia - número 4 - octubre 2009

Ver índice Imágenes


nĂşmero 4 -octubre 2009-Prosofagia


Revista Literaria PROSOFAGIA

ñam

Q

uizás no lo crean, pero hasta llegar al último año de carrera, ni un solo profesor de literatura (y a esas alturas habíamos conocido legiones) se había atrevido nunca a darnos una definición simple y convencional de literatura, una definición del tipo “la literatura es...”. Desde el primer día de facultad y hasta ese momento, esa palabra, literatura (e igualmente novela, verso, poema, significado, metáfora, y tantas otras del mismo tenor, pero no vayamos tan lejos), había sido pronunciada, leída, escuchada, escrita, dictada, corregida, borrada, repetida, subrayada, pintarrajeada y, en definitiva, empleada entre aquellos muros de todas las formas posibles y en mil contextos distintos, de lunes a viernes, durante catorce horas diarias, y en todos esos contextos (literatura medieval o contemporánea, realista o modernista, arabigoandaluza o hispanoamericana), en todos ellos, invariablemente, sobreentendiendo que allí todo el mundo sabía de qué se estaba hablando. O sea, que nunca vi a nadie levantar la mano en mitad de, por ejemplo, Fuentes clásicas de la literatura española, para decir, perdone, profesor, eh... Ovidio, Esopo, Horacio... vale, bien, pero... ¿podría especificar qué entiende usted por literatura? No, como imaginarán el asunto se desarrollaba de otra manera, de una otra manera en la que alumnos y profesores conveníamos de forma tácita un cierto significado, general, abstracto, impreciso, para esa palabra. Y con eso había que tirar. Lo cual no impedía que luego, en la práctica, no hiciéramos otra cosa que hablar de corrientes, contracorrientes, teorías, contrateorías, argumentos, contrargumentos... La literatura se convertía entonces en el caboso (1) del charco, fugaz, entrevisto, inaprensible. ¿Creías tener alguna certeza sobre algo? Con suerte te llegaba hasta mañana. Porque lo sabías ahora, en esta hora equis, pero siempre podías contar con que por ahí, en alguna parte, existía una revisión posterior, un estudio que aportaba un matiz determinante, una tesis reveladora, un novedoso punto de vista. Siempre había un teórico que rebatía, un autor que cuestionaba, un movimiento que rompía. Siempre había otras escuelas, otras cosmovisiones, otros presupuestos, otros enfoques. Y entre unos y otros, resultaba que ese maldito, el concepto en cuestión, no acababa nunca de concretarse. En efecto, no era como un número o una ley física, no era absoluto, universal y necesario, sino que había venido dando tumbos a través de la historia como cualquier 12

prosofagia - número 4 - octubre 2009


El caboso en el charco

Así que, si bien es cierto que, como fuera, todos sabíamos qué quería decirse cuando se decía literatura (entendíamos que no se hacía referencia al arte de plantar cebollas, por ejemplo), la realidad era que cuando se nos pedía concisión, cuando se nos pedía delimitar con exactitud cuál era nuestro objeto de estudio, patinábamos miserablemente. Esto lo puso en evidencia este profesor que les digo. Nos daba una optativa llamada Literatura Universal. A nadie, a tres bichos que éramos en clase, diez cabezas como mucho. Nos preguntó, a ver, qué es literatura, y cada uno, por turnos, empezó a largar una parrafada sumamente creativa y sumamente absurda con la que lograba que el profesor, sin esperar demasiado, negara con la cabeza y pasara al siguiente. Al acabar la ronda nos dijo, verán... la literatura es... una falacia. Y eso fue todo: la literatura es una falacia. Lo que viene a decir, con un poquito más de retórica, que la literatura es algo así como el arte de componer mentiras.

articulo

otra convención. De modo que primero significó esto, luego significó aquello y más tarde todo lo contrario.

¿Cómo se les queda el ojo?

El arte de componer mentiras

En el imprescindible prólogo de su Música para camaleones, Truman Capote dice: Mis tareas literarias me tenían enteramente ocupado: el aprendizaje en el altar de la técnica, de la destreza; las diabólicas complejidades de construir los párrafos, la puntuación, el empleo del diálogo. Por no mencionar el plan general de conjunto, el amplio y exigente arco que va del comienzo al medio y al fin.

Lo dice un maestro, componer una mentira es costoso. De hecho, hay que sudar tinta. Y sobre todo si se pretende que funcione, es decir, si se pretende que esa mentira se convierta en verdad, en una especie de verdad. Para eso vamos a necesitar escuadra, cartabón, calculadora científica y cuatro o seis pares de ojos (si son más, mejor). Primera pregunta: en este asunto de las mentiras, ¿se trata de saber ver o de saber decir? O sea, la historia, lo contado, ¿es previa al texto o es el propio texto? Es importante posicionarse ante esta cuestión antes de ponerse manos a la obra. Y es importante porque va a determinar la forma en que vamos a elaborar nuestra mentira. Si partimos de la idea de que la historia ya está hecha —flotando en alguna parte, en el Mundo de la Ideas o algo así—, nuestro mayor reto (no el único, obviamente) será descubrirla y, una vez descubierta, afinar nuestra sensibilidad al máximo y hacer todo lo posible por que esa historia se exprese a través de nosotros. De modo que ella misma sea la que decida cuáles son sus paisajes y cuáles sus confines. Véase cómo: Cuando comencé a escribir el cuento no sabía que Ph. D. acabaría con una pierna de madera. Una buena mañana me descubrí a mí misma haciendo la descripción de dos mujeres de las que sabía algo, y cuando acabé vi que le había dado a una de ellas una hija con una pierna de madera. Recordé al marino bíblico, pero no sabía qué hacer con él. No sabía que robaba una pierna de madera diez o doce líneas antes de que lo hiciera, pero en cuanto me topé con eso supe que era lo que tenía que pasar, que era inevitable.

número 4 -octubre 2009-Prosofagia 13


El caboso en el charco Así habla Flannery O’Connor (citada por Raymond Carver en su ensayo Escribir un cuento) del proceso de escritura. Son palabras muy reveladoras, a través de ellas resulta casi sencillo vislumbrar un determinado modus operandi. Este modus operandi consistiría, básicamente, en un dejarse llevar. Es decir, que en el acto de crear, el autor le toca un papel, en cierto modo, pasivo. De médium, de transmisor, de ejecutante, aunque en absoluto neutral. O’Connor cuenta que se descubre a sí misma tomando tal o cual camino, que al empezar no sabe lo que les ocurrirá a sus personajes y que si acaso lo sabe es apenas diez o doce líneas antes de que les suceda. O sea, que más que escribir el cuento, se deja hacer por él. Como autora, su razón de estar allí es la de hacer lo que él demande. Algo muy diferente de lo que subyace en la cita de Capote (y de lo que es él, de hecho, como autor). El altar de la técnica, la construcción de los párrafos, el plan general... Capote es un técnico del texto, un estudioso, un analista, y sobre todo un poeta sin arrobo, y así, donde O’Connor no sabe o no es consciente, él impone reflexión y criterio: la historia es lo que las palabras del escritor dicen que es. Sus palabras, ni siquiera él. Por eso, el acto de escribir debe ser un ejercicio de voluntad sumamente meticuloso, para que todos y cada uno de los elementos que intervienen cumplan su exclusiva función dentro de ese plan general. Pues bien, siguiendo con la pregunta que nos hacíamos antes, la de si ver o si decir, y poniendo a estos dos autores como referencia, diríamos que O’Connor es una autora que sabe ver y Capote uno que sabe decir. Y aquí salta la segunda pregunta: ¿hay una manera mejor que la otra? Como no queda espacio para contestarla, podemos acabar sencillamente con la opinión que le merece a Carver la declaración de O’Connor. Interesantísima: Cuando leí esto hace unos cuantos años, me chocó el que alguien pudiera escribir de esa manera. Me pereció descorazonador, acaso un secreto, y creí que jamás sería capaz de hacer algo semejante. Aunque algo me decía que aquel era el camino ineludible para llegar al cuento.

(1) Caboso: pez costero característico de las Islas Canarias (España), de roca o charca, pequeño y escurridizo. Gobio.

ñam 14

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


El caboso en el charco

articulo

Foto: Natalia Rubio Losada (ray12)

Ver índice Imágenes número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 15


Revista Literaria PROSOFAGIA

Esther y Plásido

D

urante un par de meses y buscando formas de ampliar el horizonte en pos de esto de aprender a escribir, ambos, Esther y Plásido, mantuvimos una charla informal e inconexa en Prosófagos, saltando de foro en foro y de tema en tema, pero siempre con la página web del escritor Guillermo Martínez(1) como hilo conductor. Aquí van algunas de las reflexiones que se suscitaron a través de las lecturas y conversaciones.

L

ectora voraz desde la niñez, siempre he leído como lectora. Desde hace un año leo como aprendiz de escritora. Es diferente: se lee intentando descubrir las claves que convierten un texto en una obra literaria. Así, con Infierno Grande(2), cuento de Guillermo Martínez, practiqué la lectura minuciosa de los primeros párrafos, palabra por palabra, coma por coma. Increíble: lenguaje coloquial, estilo llano al máximo… ¡y he aquí que no repite siquiera el verbo “ser”! La construcción de las oraciones carece de monotonía: no hay forma de aburrirse con ella. La puntuación funciona. Leyendo en su Web, encontré:

Para mí el registro coloquial no es, no debe ser, un ejercicio de oído sobre el habla corriente, sino, otra vez, una construcción. (3)

Justamente. De eso se trata. Desde mi óptica, el estilo coloquial es difícil. Requiere sostener un habla sencilla, con la cual el lector se identifique, que la reconozca como propia, y al mismo tiempo mantener las exigencias de un texto literario. El autor debe crear la ilusión de estar charlando en un café con sus amigos; solo la ilusión, porque en verdad él está escribiendo literatura. Y así, si la ilusión es buena, entonces el lector puede incluso pensar: «¡Pero qué simple es escribir! No se necesita manejar palabras difíciles». ¡Ja! Cortázar se sabía todas las palabras difíciles: por eso fue capaz de manejar el voceo argentino con la soltura suficiente como para volverlo elegante sin que se notara que lo estaba volviendo elegante. 16

prosofagia - número 4 - octubre 2009


Lectores e ilusionistas

Regreso. En Infierno Grande encontré el acto de un mago. Cuando uno cree estar cómodamente instalado en la historia aflora otra, diferente; y ambas, la primera y la segunda, se entrelazan en una trama que obliga a pensar en dos dimensiones disímiles: la de las historias individuales en un pequeño pueblo y la de sucesos mucho más vastos y significantes. En un punto de la lectura el título del cuento literalmente invadió mi mente y comprendí que el mago me había engañado, pero también que no me había engañado, porque no cambió de realidad. Me mostró simultáneamente más de una realidad, solo que una de ellas había estado oculta debajo de la otra. En uno de esos raros instantes de lucidez, comprendí cuál es la diferencia entre intentar un final tipo shock y hacer verdadera magia sorprendiendo al lector. Así, entusiasmada, comencé a revolver en su Web hasta… claro… ¡hasta encontrar que yo había vuelto a descubrir la pólvora! Caramba. En sus palabras, este acto de magia queda mejor explicado:

articulo

Infierno Grande, leído desde mi perspectiva actual, me supo a una suerte de magia. Me explico. Cuando empecé a borronear cuentos, gané en el foro donde participaba una merecida y poco halagüeña fama: mis finales de cuento siempre eran polémicos. Siempre los discutían: «que te sobra, que te falta, que es débil, que no lo entiendo». El comprender dónde estaba la falla me llevó bastante tiempo, mucho pensar en las críticas recibidas, y volver a los grandes autores para releer atentamente sus cuentos. Quería impresionar al lector con una salida genial a último momento, con una vuelta de tuerca que lo impactara, provocarle un shock. No digo que no sea posible o que sea inválido como recurso; pero sí que no es un tipo de final que vaya conmigo; sin saberlo, me estaba forzando a escribir en contra de mí misma. En la escritura, la infidelidad con uno mismo se paga en moneda contante y sonante.

La segunda la enuncia Ricardo Piglia en sus Tesis sobre el cuento, en un artículo aparecido en Clarín hace algunos años. Dice allí que todo cuento es la articulación de dos historias, una que se cuenta sobre la superficie y otra subterránea, secreta, que el escritor hace emerger de a poco durante el transcurso del cuento y sólo termina de revelar por completo en el final. Esta idea coincide con la imagen más frecuente que tengo yo del cuentista: un ilusionista que desvía la atención del público con una de sus manos mientras realiza su acto de magia con la otra. Un mérito adicional de esta aproximación es que permite mirar al cuento no como un objeto terminado, listo para los desarmaderos de los críticos, sino como un proceso vivo, desde su formación.(4)

¡A

y, el lector que llevamos dentro! Por él y para él es toda la literatura. Sin el lector, los escritores nada son. La literatura realmente comienza cuando el lector abre el libro. Antes: ¿qué hay? También podríamos afirmar que el lector inteligente proviene de una escritura inteligente; y estaríamos, entonces, concluyendo que el escritor hace al lector. Creo que en este doble aspecto de la misma cuestión se podría condensar el hecho literario. número 4 -octubre 2009-Prosofagia 17


Lectores e ilusionistas

Hablemos del escritor. Ya que aun pensando como pienso que la literatura la hace el lector, en la escritura está el secreto. Es la escritura el hecho que determina la apertura de un abanico de posibilidades, el viaje, el encuentro, la enseñanza. Así que me pregunto: ¿cómo se puede llegar a ser un buen escritor? Buscando respuestas a esta pregunta, encontré claves interesantes en algunos artículos de Martínez. Solo claves; como él mismo dice:

Es en este sentido que yo le hago decir a uno de los personajes que la literatura es, sobre todo, vigilia. Tengo la convicción platonista de que las historias llevan en sí una forma acabada, que uno debe descubrir a partir de los fragmentos siempre decepcionantes, siempre incompletos, del texto, y que esta aproximación es la verdadera batalla que libra el escritor.(5)

Después, la técnica resolverá aquello que nos ha dado esa vigilia, ese trabajo. Cuando escribía PercepciónAlterada, un micro, encontré necesario hablar del final antes de haber llegado a él, con lo que el interés en la lectura se reduciría a cero. Salvo que contara lo que ocurriría sin contarlo. El cuento como sistema lógico me ayudó. Comprendí, mientras leía: «… la articulación de dos historias…» que allí estaba la solución: referirme al final sin descubrirlo, crear una ilusión. Dos historias; una, el cuento, y la otra, el significado implícito en el cuento. ¿Me sigues? Contar sin desvelar. En Un plan a futuro, Martínez —como lector— intenta desentrañar los porqués de su admiración o rechazo de un texto literario; reflexiona acerca de cómo «hacer inteligible al menos el criterio propio de valoración; llevar al plano racional y compartible de los conceptos, de la argumentación, la impresión estética íntima, inmediata, del orden de la seducción, que constituye el erotismo de la obra, en los términos que reclamaba Susan Sontag»(6). Concluye en tres valores que le resultan significativos: originalidad, resolución, escritura. Originalidad. Es un recurso muchas veces mal comprendido: no por innovar ya se es original. En todo caso sería «aquello que lucha por abrirse paso entre la marea de lugares comunes». Se trata de, como dice Guillermo Martínez citando a Joseph Conrad:

A la frase de Conrad «Por el poder de la palabra escrita, hacerte oír, hacerte sentir, hacerte ver» yo agregaría de otro modo.

La originalidad de la escritura determina su capacidad para hacernos viajar, y es “este hacernos viajar” la muestra evidente de su valor. Pero la originalidad de una escritura que no sepa qué dice, se muere. Yo creo que cuando la necesidad de hablar es mayor que la necesidad de callar la escritura puede empezar a funcionar. Hacerse oír.

Resolución:

Que también podríamos llamar maestría en la ejecución. Es decir, la suma de elecciones en cuanto a punto de vista, tono, registros del lenguaje, ángulo, etcétera, que dan la ilusión platónica de que la idea adoptó una forma perfecta y única. La suspensión de la incredulidad es para mí, como lector, ceder a la seducción de una autoridad narrativa.

Resolución o “redacción”, término más coloquial. Cómo lograr que lo escrito nos meta en la cápsula de la lectura, en el ir y venir con imágenes. 18

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


Lectores e ilusionistas

Escritura. Aquí se condensa la idea más sugerente:

Escritura: no es solamente una herramienta, sino el medium en el que vive el texto. Si no hay ideas originales, ningún alarde de escritura podrá solucionarlo, pero del mismo modo, toda idea languidece si no se manifiesta en la escritura algo también único, hecho y reinventado cada vez de nuevo, la retórica propia de la obra en particular.

La escritura es el vehículo que puedo utilizar para dar al lector lo que siento como lector. Para lograrlo, pienso en la elocuencia, no como cantidad —más es mejor, ¡no!—, sino como la «mínima expresión con máximo alcance», parábola de Guillermo Martínez. Una escritura sin adjetivos rebuscados o sin adjetivos; una escritura natural, sencilla, coloquial, llana. Quizás aligerar las frases en su estructura. Ya sabemos lo difícil que es lo sencillo.

articulo

Leer es emprender un viaje. Porque buscamos eso en la literatura. Creo que este traslado se logra con una escritura que parece que no lo es, aquella que nos habla en nuestro propio lenguaje y de su mano nos introduce en un mundo de otro mundo, del que no podemos bajarnos. Esa escritura coloquial, que ya vemos es una construcción, es la que creo le da al lector lo que busca.

Este es todo el secreto. ¡Aquel que consiga dominar la escritura de esa manera será un maestro!

(1)

http://guillermo-martinez.net

Dentro de su web: (2)

Infierno Grande (Ir al cuento)

(3)

Los robos gentiles (Ir al artículo)

(4)

El cuento como sistema lógico (Ir al artículo)

(5)

Lo que repito tres veces (Ir al artículo)

(6)

Un plan a futuro (Ir al artículo)

Esther Plásido número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 19


Revista Literaria PROSOFAGIA

DNAZ Franco (D)

A

h, que pareciera que a todos nos infunde la musa con la obsesión de plasmar ideas y sentimientos en letras… Claro, en la antigüedad era sencillo y simple: cuestión de tomar implemento de escritura en mano y trazar garabatos en donde se pudiera. Lo importante era dejar constancia escrita de esas imágenes mentales. De hecho, hasta tiempos recientes lo único necesario para escribir era tener una idea. Aunque también siempre ha sido necesario conocer el idioma, con todas sus reglas y excepciones, por supuesto. Pero los autores que gozaban de la fortuna de ser publicados podían fiarse de la pericia de las casas editoriales para que transformaran sus palabras escritas con puño, sudor y sangre en textos legibles impresos y encuadernados. Bah, la tipografía era mera artesanía, comparada con el verdadero arte del escritor. Un ejemplo famoso de esto es la famosa novela 1984, de Orwell, que fue escrita con pluma y papel. Pero los tiempos cambian: Margaret Mitchell escribió Lo que el viento se llevó con una máquina de escribir Remington. Y durante la década de los ochentas, autores como Douglas Adams realizaron la hazaña de primero crear sus obras con ordenadores y programas de tratamiento de textos, y después hacer la composición tipográfica ellos mismos en sus ordenadores. En el presente nos encontramos con una situación inusitada por motivo de la Internet: todos los rincones del mundo están enchufados los unos con los otros. Está virtualmente garantizado que cada persona que siente la inquietud de escribir de hecho publique sus aciertos o desatinos literarios por variados y numerosos conductos. Existen foros literarios, revistas literarias, talleres literarios, bitácoras electrónicas, «dominios» propios en Internet, agrupaciones sociales, tablones de mensajes, etc. Con tantos puntos de difusión posibles para cualquiera que guste publicar un texto, ¿cómo cerciorarse de que los amables lectores elijan los míos? ¿Cómo lograr captar su atención entre semejante marejada de letras despeinadas y tropos desbocados? Ser buen escritor es lo de menos. La modestia me obliga a decir que existen millones de personas que escriben mejor que yo. Sin embargo, todavía preso de esta inusual modestia, les informo que soy un escritor conocido a nivel mundial (excepto por los africanos, que parecen no visitar mis escritos en lo absoluto). Sin importar que sea fama o infamia, el reconocimiento del que gozo se debe al simple hecho de la presentación de mis textos. Habrá millones de escritores mejores que yo, pero la gran mayoría de ellos no se esfuerza en publicar sus textos con un formato agradable a la vista y correcto conforme a las costumbres de impresión. Por eso, cualquier escritor —ya sea novato, amateur o hasta famoso— debe aprender a dominar las herramientas de formato que estén disponibles donde sea que publique.

20

prosofagia - número 4 - octubre 2009


La escribida en el siglo XXI

articulo

Un error común es confiar que el formato del programa de ordenador para tratamiento de textos que uno prefiera (por ejemplo, Word, WordPerfect, WordStar, etc.) será asimilado sin problema alguno por el medio de difusión elegido. El ejemplo clásico es la raya larga, que muchos activan en Word al pulsar el guión dos veces, puesto que es el atajo habitual de ese programa para activar la raya larga. Por lo general, al publicar el texto en foros, blogs, etc., en casi toda ocasión mostrarán los dos guiones en lugar de la raya, porque no siempre reconocen los atajos de otros programas. Por eso, uno debería usar el comando ALT+0151 en toda ocasión, aún en Word. De esa manera, casi se puede garantizar que el texto aparecerá exactamente como uno lo desea. Es más: vale la pena memorizar todos los comandos de «teclado alterno» que sea posible, para cerciorarse de que todas esas virgulillas que plagan nuestro idioma queden perfectamente bien escritas. Y ya que mencionamos virgulillas varias, hay unas que casi nunca aparecen en ningún teclado. Son las comillas españolas, o circunflejas, o de ángulo o como les plazca llamarles, que son tan comunes en los textos en español. Se escriben con los comandos ALT+174 («) y ALT+175 (») (también ALT+0171 y 0187) en la mayoría de los ordenadores. Hay una gran cantidad de tildes y símbolos que son comunes, pero no se pueden marcar con una sola tecla. Es menester que cada quien investigue la manera de activar los comandos del teclado alterno en su propio ordenador, porque en ocasiones existen variantes de acuerdo al modelo particular. O sea: ¡hay que memorizar los comandos! También existen costumbres de publicación que los lectores anticipan en los textos. Por ejemplo: —que los títulos solo tengan mayúscula inicial y que no lleven punto y aparte; —que haya sangría al comienzo de cada párrafo; —que haya “salto de renglón” entre párrafos y entre líneas de diálogo; —que se marquen énfasis con cursivas en lugar de mayúsculas (costumbres de Internet: escribir todo en mayúscula equivale a gritar); —que se respeten las reglas de ortografía y gramática; —que el tamaño de la fuente sea agradable a la vista… Por cierto, en materiales impresos el tamaño habitual de las letras es de diez a doce caracteres por pulgada. Sin embargo, muchos de los programas para visualizar el Internet (browsers) ajustan los tamaños de acuerdo a la “definición” de la pantalla. Si el sistema tiene alta definición, las letras se verán microscópicas. Se recomienda entonces que los textos se publiquen con tamaños mayores. Opino que las letras 120 % de la norma son las más agradables a la vista en pantallas electrónicas. Otro aspecto importante para facilitar la lectura en medios electrónicos es el color de fondo. En el mundo “real” uno está acostumbrado a leer páginas blancas con letras negras. Pero una pantalla electrónica emite luz, y el alto contraste causa fatiga a la vista en un corto período. Recomiendo que la publicación de textos en Internet sea con un fondo de color más bien apagado. Por ejemplo, hay varias tonalidades de gris cercanas al azul, que propician una lectura mucho más cómoda.

número 4 -octubre 2009-Prosofagia 21


La escribida en el siglo XXI También, otro error común es utilizar fuentes de letras «contemporáneas», por no llamarlas estrafalarias. Fuentes que asemejan manuscrita, o que tienen rizos y trazos caprichosos son fantásticas para captar la atención, pero su uso debería limitarse a anuncios o títulos. En un texto de extensión normal, digamos, mayor de quinientas palabras, causaría fatiga —si no es que hasta inquina— en los lectores. Recomiendo entonces usar fuentes de estilo conservador, preferiblemente sans serif. Este texto es ejemplo de ello: está presentado en fuente “Calibri”, pica 12. Para los que consideren someter sus textos a casas editoriales, recomiendo muy encarecidamente que indaguen primero cuál es su fuente predilecta, puesto que ello es un punto a favor del escritor en ciernes. Por ejemplo, en algunas casas editoriales en los EE.UU. prefieren la fuente Courier New. Algunas otras no manifiestan preferencias en este sentido. Sería decepcionante que un detalle tan nimio pudiera impedir el surgimiento de una nueva luminaria autoril… Claro, uno se preguntará, ¿pero dónde consigo todas las indicaciones para domar el formato? Por lo general los blogs y los foros tienen páginas de respuestas a las preguntas más frecuentes. Hay foros, como “Prosófagos”, que cuentan hasta con un manual del editor del foro. Y para los que tienen un poco más de experiencia con los medios de difusión electrónicos, hay mucha información en la Internet sobre el uso preciso de los comandos HTML para formato de textos. Existen también programas como el “AutoHotKey”. Estos programas trabajan en la periferia del browser, y deben ser obtenidos por descarga electrónica e instalados en el ordenador personal. Uno establece “atajos” que son vinculados con un grupo de instrucciones de formato, y se vale de ellos para automatizar repeticiones tediosas. Por ejemplo, en páginas de Internet escritas en HTML (hypertext mark-up language), al igual que en algunos blogs y foros, el comando para presentar un texto “justificado” (es decir, donde todos los renglones tienen las palabras alineadas en ambos márgenes, como en este texto) es: <div style=”text-align: justify”;>texto texto texto</div> Entonces, para evitar teclear vez tras vez este comando (y muchos otros que son necesarios en HTML), uno puede usar el “AutoHotKey” y pedirle que vincule ese comando con la clave .jus (o el que uno elija). Después, en toda ocasión que uno guste «justificar» su texto, lo único que se escribe es .jus y, ¡listo! El ordenador inserta el comando necesario por sí mismo. Reitero, entonces: en estos tiempos modernos, no es suficiente ser buen escritor para acaparar lectores, sino que hay que dominar los comandos de formato donde sea que uno publique.

DNAZ Franco (D) Intérprete médico profesional de inglés a español, en Texas. Escribe ensayos y relatos. 22

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


Foto: Plásido

Ver índice Imágenes número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 23


Revista Literaria PROSOFAGIA

Ver índice Imágenes

Foto: Boris Rudeiko

Café Gijón Se cuentan muchas anécdotas sobre el Café Gijón. Tal vez alguna no sea cierta. Esta ocurrió el día que tomé las fotos, sobre las once de la mañana. El local estaba casi vacío, en silencio. Elegí para sentarme una de las mesas del fondo, cerca de la pared, dominando la sala con la vista. En una de las mesas había un chino; en otra, junto a una de las ventanas, dos hombres trajeados; a mi izquierda una mujer de unos cuarenta que escribía sobre un folio. Pedí un cortado al camarero más joven. Hice varias fotografías. Al terminar el café, me acerqué a la mujer y le dije: «Perdone, ¿puedo hacerle una foto mientras escribe?, es para una revista». Ella asintió, sonriendo. «Es usted escritora, ¿verdad?». «No, no, qué va, solo estoy haciendo la lista de la compra», dijo. Pedí la cuenta al otro camarero, y oí que el joven le decía: «Oye, majo, esa propina es mía».

Boris Rudeiko prosofagia - número 4 - octubre 2009


NĂşmero 4 - octubre 2009-Prosofagia


Revista Literaria PROSOFAGIA

Foto: Boris Rudeiko 26

prosofagia - número 4 - octubre 2009

Ver índice Imágenes


articulo Federico Axat y Elisabet ¿Cuándo llega el momento? En la carrera del escritor hay un instante singular, un hito clave, único y decisivo, que pasará más o menos desapercibido; que no tendrá el embriagador efecto de un contrato de edición o la paralizante sensación de mareo de ver nuestra obra en un escaparate. Se trata, en apariencia, de un paso lógico y necesario, que a priori no parece revestir en sí mismo una importancia fundamental. Hablamos del momento de salir al ruedo, de mover nuestra obra, pero por encima de todo, hablamos del fatídico instante en que las cosas van a dejar de depender enteramente de nosotros. Es posiblemente nuestra última decisión como reyes absolutos de los mundos que hemos creado; a partir de ahora cederemos nuestra potestad. Se ha escrito muchísimo acerca de cómo presentar nuestra obra a agentes o editores, redactar una carta de presentación bonita, una sinopsis clara y efectiva; en definitiva, el equivalente literario a prepararse para esos concursos caninos, donde cada dueño se pasea con una sonrisa en el rostro y llevando de la correa a su mascota que acaba de salir de la peluquería y ha practicado todas las monerías para impresionar al jurado. Pero aquí viene algo de lo que no se ha dicho gran cosa: ¿cuándo empezamos? ¿Cuál es el momento de quitarnos la corona y embellecer nuestros manuscritos, que han descansado cómodamente en el cajón de nuestro escritorio, para que sean, a partir de ahora, escrutados y rechazados una y otra vez? La primera respuesta, la más tentadora, la que podría darnos un amigo entusiasta es ¡empieza ya mismo! ¿Qué pierdes? Si tienes material escrito y crees que tu vocación es dedicarte al oficio de escribir de manera más o menos seria, entonces es lo que cabría esperar. ¡Envía tus manuscritos durante cinco años, o diez, o quince, hasta que alguien se interese en ellos! ¡Persevera y triunfarás! Aquí llegan las malas noticias: primero, los agentes y los editores no son tontos, y no se comprometerán a representarte o publicarte si consideran que tu trabajo no posee una calidad mínima; no encontrarás caridad, si acaso, alguien inescrupuloso que se aprovechará de ti. En segundo lugar, cuando muevas tu obra, lo quieras o número 4 -octubre 2009-Prosofagia 27


La voz interior no, aparecerá una inevitable y desgastante ansiedad. Habrá esperas por respuestas que tardarán en llegar o no lo harán nunca y que forzosa e inevitablemente harán mella en ti, no importa cuán firmes y categóricas sean tus convicciones. Se trata de un proceso amargo. Y el mejor consejo para un trago amargo es hacer que dure lo menos posible, y para esto es mejor prepararse: exactamente lo contrario a lo que nos ha aconsejado nuestro bien intencionado amigo entusiasta. No por mucho madrugar amanece más temprano. El mejor consejo es esperar. Perfeccionarse. Madurar. Y esto nos lleva al inicio de estas líneas. ¿Esperar hasta cuándo? ¿Cuál es exactamente ese punto singular de nuestra carrera en el que estamos listos para salir al ruedo? Convengamos de antemano que no existe una respuesta sencilla, como presentar nuestra sinopsis en Arial cuerpo 12, nunca enviar manuscritos que no han sido solicitados u otro tipo de recomendaciones prácticas, que están más que bien para lo que viene. No se trata siquiera de escribir a puertas cerradas durante un determinado número de años, o de alcanzar una cierta edad. Dependerá de nuestra formación, madurez y talento natural; en definitiva, dependerá de nosotros. Afortunadamente, parece haber algunas cuestiones más o menos generales —lo más parecido a consejos prácticos que podemos pretender para visualizar este huidizo mojón temporal— y las iremos analizando a continuación, en orden de aparición.

Imprescindibles Nunca envíes manuscritos que no has revisado por lo menos dos veces, y con periodos de tiempo intermedios de varias semanas. La corrección es esencial para cualquier escritor; autores con años de ruedo y algunos libros publicados se sorprenden de las cosas que pasan por alto en el fragor de la batalla. Algunos fallos incluso se las arreglan para llegar a los escaparates, engañando camaleónicamente los ojos de autores y correctores. Tampoco es recomendable dar tus escritos a amigos o personas de tu confianza hasta no someterlo tú mismo a este proceso de corrección. Quizás sientas al principio una necesidad imperiosa de que te lean —es la vanidad del escritor, no te asustes— pero intenta refrenar el impulso. Tus amigos pueden esperar. Y los agentes y editores deben esperar. Todavía no es tu momento. El siguiente paso parece lógico. Es tiempo de que tu obra tenga contacto con los primeros lectores. Puedes elegir amigos, familiares, valerte de un foro. Pero, eso sí, deberás someter todas esas opiniones a un filtro, pues vendrán contaminadas con el peso de la relación que te una con cada persona; sea estrecha o nula, en ambos casos pesará. Desconfía de los ¡geniales! pero también de las críticas encarnizadas. Recuerda que estás aprendiendo, evolucionando; aprende a separar las opiniones cuando estas se basan en gustos, pero escucha todos los puntos de vista e intenta sacar algo en claro de cada uno, algo que te sirva para perfeccionarte. Si desoyes las opiniones por completo o las tomas al pie de la letra, en algo te estás equivocando. No dejes de someter tu manuscrito a cuantos lectores puedas. No te saltes este paso. Y sobre todo, intenta encontrar lectores que sientas que conectan con lo que escribes, que sean objetivos y certeros en las críticas. ¡No los aduladores! Sé sincero con ellos respecto a tu situación de aprendizaje; no les entregues tu obra como si fuera la octava maravilla porque seguro los condicionarás. Háblales con franqueza y pídeles la verdad. Puede no ser una buena idea escuchar demasiado a tu mejor amigo, ni a tu novio o novia o a tus padres. Quizás esos lectores especiales sean 28

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


La voz interior

Encuentra tu voz Y aquí viene algo un poco más difícil: deberás ser capaz de encontrar tu voz. Es lógico que al principio copies a tus escritores preferidos, ya sea de modo consciente o inconsciente. Francisco Umbral (1) habla de piratería literaria: robamos algo de aquellos autores que amamos y, como en un crisol, fundimos esos tesoros acumulados tras años de lecturas para forjar nuestras obras, con su brillo y su color peculiar. Durante este aprendizaje todo es válido. Lentamente irás encontrando tu propia identidad e incorporando detalles de tu propia cosecha. No se trata de crear el realismo mágico, por supuesto, simplemente de sentirte cómodo con tu estilo. Y aquí estás solo. Tus lectores te podrán aconsejar y ayudar, pero serás tú el encargado de determinar cuándo crees que has encontrado esa voz única que te caracteriza.

articulo

aquellos que no te conozcan demasiado. Búscalos y escúchalos, y sigue trabajando en función de sus observaciones. Posiblemente debas volver sobre tus manuscritos, retocarlos o incluso descartarlos.

Lee y escribe mucho, todo lo que puedas. Procura no estancarte en un escrito o corregir indefinidamente. Piensa que tus mejores escritos son los de mañana. Con el tiempo verás tus primeros trabajos sumamente imperfectos, pero son pasos necesarios para llegar a consolidar esa voz. Este proceso puede llevar tiempo. Años. Pero tómalo con calma, no te has propuesto llevar adelante una carrera deportiva; el tiempo está de tu lado. Un escritor que da su primer paso en el mundo editorial entre los treinta y los cuarenta no es la excepción, es la regla. Tienes tiempo. Aprovéchalo para mejorar y adquirir confianza en ti mismo. Y una cosa más: cuando te encuentres a puertas cerradas, ni siquiera pienses en el mercado editorial y en la batería de estrategias para intentar penetrar en él. Si desde el minuto cero piensas en publicar, tener fama o ganar mucho dinero con tus libros, lo más probable es que te apresures a la hora de tomar decisiones y pases por alto el proceso interno que forzosamente debe tener lugar para que un escritor se desarrolle. Una palabra es clave para este proceso: paciencia. Piensa que muchos escritores talentosos han escrito durante años, dos o tres o más novelas, antes de ser publicados. No te precipites. Ponte como meta cautivarte. Nosotros estamos convencidos de que este oficio es el más maravilloso del mundo y, si tú crees lo mismo, entonces disfrutarás enormemente tus horas de soledad frente al ordenador y no habrá sensación más gratificante que sentir que has conseguido un escrito aceptable.

Lee mucho. Escribe mucho. Y sé honesto contigo mismo.

(1) Francisco Umbral , Las palabras de la tribu. Editorial Planeta 1996.

Federico Axat Escritor. Elisabet número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 29


Revista Literaria PROSOFAGIA

Teo Palacios (Laren) Saber vender Una vez escrita nuestra primera novela, si estamos convencidos de su calidad y decididos a intentar su publicación, comienza una batalla ardua y compleja. Algunos se deciden por la autoedición o la co-edición, otros buscan editoriales tradicionales. Muchos empiezan por las más grandes, entre otras cosas porque son las más conocidas. Si la opción elegida es intentar la publicación a través de una editorial, digamos, “tradicional”, hay algo que hay que tener en cuenta: la presentación de la obra. En este mundo hay que saber venderse para todo: ya sea para conseguir trabajo o para conseguir pareja. Cualquier acto que implique que se nos elija a nosotros por encima de otros no depende exclusivamente del azar. Podemos hacer mucho para obtener el éxito, y en el mundo editorial, eso pasa, necesariamente, por una buena presentación de tu obra. ¿Cuántas novelas pensáis que puede recibir una editorial importante al día? El director de Anagrama indica que reciben unos dos mil originales al año, es decir, seis diarios. Y más o menos ocurre lo mismo con las demás. Y a todas esas, ha de sumarse la nuestra, siendo además de un autor del que nadie, jamás, ha oído hablar en caso de ser novel. Encuadernada igual que las demás: papel blanco con letras negras y espiral negra; cubierta transparente y contracubierta roja, o negra, o azul. Una más. Y de inmediato es colocada al final de la pila, lugar en el que, tras varias semanas de espera, la tomará alguien que lleva leídas ese día quinientas páginas de diez o quince novelas distintas, tal vez veinte o treinta páginas de cada una de ellas. Y en esas veinte o treinta páginas de cualquier porción de vuestra novela, el lector encargado de realizar el informe editorial tiene que descubrir algo que le llame

30

prosofagia - número 4 - octubre 2009


Cómo presentar una obra a un editor o un agente I

Bien, pues actuar de ese modo es un error. Alguno llega, claro… uno de cada mil, o dos mil, consigue llamar la atención de este modo. Puede tener la suerte de ser el primero del día, cuando el lector está descansado. O su obra ha sido abierta por una escena especialmente buena. O puede ser, por supuesto, que se trate de un auténtico mago de las palabras, que también los hay. Hay otro modo de presentar nuestro trabajo ante una editorial, o ante un agente, si es lo que prefieres. Y esa forma es saber venderte; y saber venderte mejor que los demás, porque, de entre todos esos cientos de originales, algunos también se habrán vendido. De lo que se trata es de convencer al editor para que decida gastar SU dinero para que nuestro nombre aparezca en el lomo de cartoné de un libro impreso.

articulo

la atención, que le impacte, que le marque de alguna manera para que decida que quiere leer algo más.

Por tanto, hay que intentar ser más inteligente que todos esos “rivales”. Así que toca pensar. Pensemos pues. Imaginemos que somos nosotros quienes vamos a comprar un libro a una librería. No buscamos uno concreto, vamos sencillamente a ver qué nos traemos a casa. Normalmente, lo que haremos será ir a la sección en la que se encuentren los libros que tratan los temas que más nos gustan, o que nos apetece leer: novela histórica, romance, fantasía, thriller, policiaco… Una vez allí, cogemos uno. No suele ser al azar. Algo nos llama la atención, normalmente la portada o el lomo, el tipo de letra del título, o el título en sí mismo. Cuando lo tenemos entre las manos, el 90 % de las veces lo primero que hacemos es ver quién escribió aquello. Lo segundo es darle la vuelta y leer la sinopsis. Y (y este condicional es muy importante) si la sinopsis nos ha parecido interesante ojeamos las primeras páginas y comenzamos a leer. Y (y este condicional también es importante, aunque menos) si nos gusta lo que leemos, pasamos varios cientos de páginas y volvemos a leer un párrafo, esta vez sí, al azar. Si nos gusta lo que leemos, si nos parece interesante, si ha hecho vibrar algo dentro de nosotros, y (de nuevo un condicional) si pensamos que el valor del libro es menor de lo que puede hacernos disfrutar, tal vez (y esto es lo más importante de todo) compremos el libro.

Acabamos de convertirnos en editores.

Eso es el proceso, reducido y simplificado, que sigue una editorial. ¿Queremos que nos publiquen? De acuerdo, pues hay que jugar con sus reglas. Y lo primero que debemos hacer es seleccionar la editorial a la que enviar nuestra obra. No hay una sola editorial (o agencia) que trabaje todo tipo de historias. Algunas tendrán línea juvenil y otras no. Algunas tendrán línea de novela histórica y otras no. Algunas tendrán línea de fantasía y otras no. Y hay muchas que están especializadas en una de esas líneas y que prácticamente no publican otra cosa. Elegida la editorial o agencia a quien queremos dirigirnos, es buena idea ponernos en contacto para comprobar si aceptan o no manuscritos no solicitados. Y en número 4 -octubre 2009-Prosofagia 31


Cómo presentar una obra a un editor o un agente I caso de una respuesta positiva, cuál es el procedimiento: enviar la novela completa, o una muestra previa para comprobar si puede interesarles o no, etc. Luego, claro, hay que seguir esas instrucciones al pie de la letra. Hacer una buena elección previa de la editorial a la que enviamos nuestro texto aumentará las posibilidades de alcanzar nuestro objetivo, pero no lo es todo. Llega el momento de prepararnos para argumentar sobre nuestra obra. Porque, si antes tuvimos que convertirnos en editores, ahora tenemos que cambiar el chip y ser un híbrido entre guionista y vendedor. Volvamos a pensar un segundo. Imaginemos que vamos a comprar, por ejemplo, un coche. Normalmente, suele haber dos o tres modelos que nos interesan. Pero siempre hay algo que nos decide por uno u otro. Y lo que nos decide es lo que hace DIFERENTE a ese coche sobre el resto. Puede ser el equipamiento, el interior, la carrocería o el precio. Lo que marca la diferencia ya lo sabemos. Es decir, solemos informarnos acerca de un modelo u otro y sabemos lo bueno y malo de cada vehículo. Es entonces cuando el vendedor del concesionario entra en acción y, si hace bien su trabajo, salimos de allí con los papeles de la compra firmados. En nuestro caso sucede algo parecido, aunque algo más complicado porque no hay un contacto directo con el editor. Pero el principio básico no cambia: tenemos que presentar nuestra obra de manera que sea diferente al resto de novelas que reposan sobre la mesa de la editorial.

Y para eso contamos con dos armas: la sinopsis y la carta de presentación.

La sinopsis La sinopsis no es más que un resumen de la obra. Un agente literario asegura que si un autor no es capaz de resumir su obra en una sola frase, probablemente esa novela no esté bien trabajada. De esas palabras se desprende que la sinopsis es fundamental. Depende de si la sinopsis nos llega o no que nuestro deseo de comprar la novela aumente o se desvanezca por completo.

Veamos un ejemplo.

La sinopsis original de un libro muy conocido es esta: Corre el año 1123, el pueblo de Kingsbridge asiste al ahorcamiento público de un inocente que entona una quejumbrosa melodía en francés, la lengua de la nobleza normanda, dirigida a una joven embarazada. La chica, tras el ajusticiamiento, maldice a los siniestros personajes y huye al bosque. Inglaterra se halla sumida en una cruenta lucha sucesoria en la que se suceden injusticias como ésa. En Kingsbridge se inicia la construcción de una catedral gótica, el sueño de Tom Builder, un sencillo maestro de obras que quiere erigir el monumento en celebración de la gloria del Señor. Pero los intereses que se oponen a tan ingenua empresa, representados por un monje ambicioso y un obispo corrupto empeñados en destruir el proyecto y arruinar la reputación de sus impulsores, darán lugar a un conflicto entre el clero y la monarquía.

32

Así se vende Los pilares de la Tierra.

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


Cómo presentar una obra a un editor o un agente I

Imaginemos que la sinopsis hubiera sido algo parecido a esto:

En la ficticia ciudad de Kingsbridge, en 1123, una familia al borde de la inanición consigue una oportunidad para salir de la pobreza al iniciarse la construcción de una catedral. A su alrededor, se crea una guerra de poder entre los nobles y el prior de la ciudad, lo que dará lugar a matanzas y violaciones. El pueblo mismo está a punto de sucumbir a los numerosos problemas que lo acosan, pero el hijo bastardo de una mujer a la que consideran bruja aparecerá para solucionar los asuntos.

articulo

Para nada se habla en la sinopsis de Lady Aliena, ni de Jack, ni del prior Phillips, ni de los problemas económicos, ni de los ataques a la ciudad… ¡y sin embargo, de eso trata la novela! Quien la haya leído reconocerá que, si bien es cierto lo que se dice en la sinopsis, en realidad, la novela no se fundamenta en esas cuestiones. Los pilares de la Tierra es la historia de una familia humilde, que intenta sobrevivir en un mundo violento donde tienen pocas probabilidades de continuar con vida, y la lucha de una familia noble venida a menos. Pero de nada de eso se habla en la sinopsis.

Desde luego, la diferencia es obvia. Para empezar, en la sinopsis original se nos habla de un inocente al que le quitan la vida, de una madre que se ve obligada a abandonarlo todo y refugiarse en el bosque con su hijo, de un sencillo maestro de obras que se encuentra con el sueño de su vida, pero que se verá amenazado por una guerra de intereses… Todo eso son virtudes de la primera sinopsis que atraen al lector y favorecen la compra. Pero es que, además, la segunda, la que acabamos de inventar, tiene debilidades: Hablar de que el lugar donde transcurre la acción es ficticio, en una novela histórica, es tirar la novela por tierra. Quien va a comprar novelas de este género sabe que no todo será cierto, ¡hay que dejar algún espacio a la ficción!, pero espera una buena dosis de veracidad y rigor. Se habla también de matanzas e incluso de violaciones, hechos que, en general, el gran público suele rechazar si se plantean abiertamente. Por último, que la solución llegue casi como por acto de magia, termina de darle un aire inverosímil al tema.

¡Y lo cierto es que todas esas cosas también suceden en la novela!

La sinopsis debe maquillar la historia, presentarla de forma novedosa, creíble, interesante y, además, planteando cuestiones y preguntas que solo tienen respuesta a lo largo de la lectura de la novela. El poder de la sinopsis no puede ser despreciado. Es el primer contacto con el tema de nuestra novela. Si conseguimos atraer al editor con ese resumen, estaremos un paso más cerca de publicar nuestra obra.

Teo Palacios (Laren) Escritor y coordinador de cursos de literatura creativa. número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 33


Revista Literaria PROSOFAGIA

Foto: Boris Rudeiko 34

prosofagia - número 4 - octubre 2009

Ver índice Imágenes


N

articulo

Boris Rudeiko

o sé por qué cuando mis compañeras de la Redacción me pidieron que escribiera sobre foros literarios me vino a la cabeza el Café Gijón, un lugar emblemático de la capital de España. Ubicado en el Paseo de Recoletos, abrió sus puertas en mayo de 1888. Dicen que escritores como Jacinto Benavente, Benito Pérez Galdós, Valle Inclán o Pío Baroja fueron sus primeros asiduos; más tarde acogió a escritores de la Generación del 27, y a Camilo José Cela, Arturo Pérez-Reverte, Antonio Gala, Paco Umbral y otros muchos. Se convirtió así en un café literario, un lugar de encuentro donde se compartían ideas, opiniones, y se conversaba de literatura para el deleite de quienes pretendían convertirse un día en escritores. Fue también un lugar de inspiración donde se escribieron, acompañados del aroma de un buen café y del humo del tabaco, folios y folios de conocidas obras. Si uno entra y se sienta a una de sus mesas, tal vez consiga que una musa le susurre al oído un poema, o le inspire un buen cuento o el comienzo de una interesante novela. Quién sabe. Creo sinceramente que de haber vivido en aquellos años hubiera asistido de oyente a las conversaciones de tan insignes maestros. Hoy en día la Red brinda la posibilidad de compartir conocimientos, ideas, herramientas, opiniones, a cualquier persona, en cualquier lugar del mundo, sin salir de tu propia casa; permite publicar en diferentes espacios, conseguir lectores que te ayuden a mejorar tu obra con sus comentarios y sugerencias; y todo eso con solo darse de alta en uno de los muchos foros de literatura existentes. Basta para ello con proporcionar un seudónimo, o tu propio nombre si lo prefieres, y una dirección de correo electrónico. Para mí el Café Gijón representa el pasado de una literatura de estilográfica, mientras que los llamados foros literarios son el presente de esos otros escritores que utilizamos un teclado de ordenador e intentamos aprender el oficio de la creación literaria, o abrirnos camino en el mundo editorial o, simplemente, dar a conocer nuestras obras, pues sentimos la necesidad de escribir y ser leídos, de saber qué opinan otros de lo que hemos escrito. Como usuario de foros literarios mi experiencia ha sido relativamente corta, pero muy interesante y positiva. Cuando comencé a escribir sólo disponía de dos lectores: yo mismo y mi esposa. El resto de la familia no se dejaba convencer con número 4 -octubre 2009-Prosofagia 35


Foros literarios, una experiencia positiva facilidad cuando les pedía que leyeran uno de mis relatos: «Luego, papá, ahora estoy ocupada», decían mis hijas; además, estos favores, como es sabido, no deben demandarse a los amigos más allá de un par de veces, y el comentario que puede obtenerse nunca es objetivo. Pedirle a tu esposa que lea tus textos y te dé su opinión es un recurso, vale, pero no suficiente si se quiere llegar a escribir bien. Todavía hoy le ruego que lea alguno de mis relatos antes de publicarlos en mi blog o en los foros literarios que frecuento, pero ya no con la frecuencia con que solía hacerlo antes de inscribirme en uno. Mi iniciación en un foro virtual fue casual. Participaba, hace ahora unos seis años, en un programa de radio en el que un famoso escritor recibía relatos de los oyentes, seleccionaba cada semana unos pocos y leía en antena algunos de los seleccionados, solo dos o tres. Eran relatos cortos, de unas quince o veinte líneas. Yo enviaba alguno a lo largo de la semana, y los viernes me pegaba a la radio para oír los que leía el famoso escritor, con la esperanza de que alguna vez leyera uno mío. Luego de leerlos, el famoso escritor hacía un comentario, una escueta valoración del texto. Un determinado viernes, leyó mi nombre y mi relato. Fue una sensación tan placentera que me animó a continuar escribiendo y a buscar la forma de aprender a escribir. El programa de radio dejó de emitirse y algunos de los oyentes decidieron fundar un foro literario en el que poder dar a conocer los relatos que ya no podían enviarse al programa. Entre las secciones de ese foro existía una llamada «Café de la Esquina», más tarde «Bagdad Café», un pequeño Café Gijón, si se me permite la comparación, en el que cabían tertulias, noticias, felicitaciones de cumpleaños o para los ganadores o finalistas de algún concurso literario. Una de las actividades que recuerdo con nostalgia de este foro era el concurso mensual de relato corto, no más de 30 líneas, que daba lugar, una vez fallado, a las críticas que los foreros participantes hacíamos a los relatos presentados al concurso. Una buena manera de aprender a escribir. Este foro literario, que todavía existe, aunque actualmente con una actividad muy baja, se llama Ventanianos, nombre que proviene del programa de radio La Ventana en el que Juan José Millás leía los microrrelatos de los oyentes. El programa de radio volvió a emitirse un año después, pero con un diferente formato. Diría que fue en este foro donde empezó mi sueño de escribir y mi aprendizaje como escritor. El deseo de continuar aprendiendo y de conocer nuevas y distintas opiniones y maneras de escribir me llevó a otro foro llamado Bibliotecas Virtuales. Llegué a él a través de Google, buscando con las palabras «foros literarios». Hoy, si uno tiene la curiosidad de saber qué es un foro, cuántos puede haber, qué tipos, etc., y utiliza esos términos para buscar en la Red obtendrá más de veinte millones de resultados o entradas. Interesante, ¿no? Conocí en Bibliotecas Virtuales a escritores y escritoras, algunos con obras publicadas, que me ayudaron a seguir creciendo con sus estupendos comentarios y acertadas correcciones, y con mis lecturas de los escritos de los compañeros de foro. Después de un tiempo recibí la invitación de una compañera, y también amiga, de Bibliotecas Virtuales para sumarme a un foro recién fundado, Prosófagos, del que los lectores habrán oído hablar y hasta puede que hayan visitado alguna vez, en el que actualmente continúo progresando como escritor, y como lector, claro, que la capacidad de lectura también hay que mejorarla si se quiere llegar a ser escritor. La ayuda inestimable de los análisis y comentarios de muchos de sus miembros (obviaré dar nombres, pues sería injusto olvidar alguno), personas generosas, capaces de, además 36

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


Foros literarios, una experiencia positiva

¿Que si tienen algo de negativo los foros literarios? Claro que sí. En primer lugar, señalaría la adicción que crean. Es peligroso engancharse, como con cualquier clase de droga. En segundo lugar, hay que ser sensatos a la hora de interpretar tanto los elogios como las críticas, y las actitudes de los foreros. Además, es triste ver cómo algunos van desapareciendo sin dejar rastro; por último, hay que tener en cuenta que los que intervenimos somos seres humanos, con nuestras debilidades y miserias. Conviene, pues, tomar ciertas precauciones para que los efectos secundarios no sean mayores que la enfermedad de querer ser escritor.

articulo

de escribir bien, leer, analizar y comentar un escrito, descubrir en él facetas que ni el propio autor habría imaginado al escribirlo, han sido y siguen siendo primordiales en mi formación como escritor. Dispone también, como habrán visto, de un apartado General, una especie de Café en el que a veces tomamos mate, donde cualquier usuario puede abrir un tema de discusión o dar a conocer sus logros literarios o informar de convocatorias de concursos o de sus experiencias en el mundo editorial.

¿Que no sirven todos los foros?, de acuerdo, pero es cuestión de buscar el que convenga a cada cual, el que de verdad te ayude a mejorar como escritor, y en el que te encuentres a gusto. Por cierto, hace unos días, antes de terminar de escribir estas notas, estuve en el Café Gijón con un cuaderno y un bolígrafo Bic de tinta azul. No conseguí escribir ni una línea, pero me dije que tenía que volver. El café es excelente.

Boris Rudeiko número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 37


Revista Literaria PROSOFAGIA

Teo Palacios (Laren) La carta de presentación La última fase del envío de la novela a las editoriales o agencias consiste en argumentar los motivos por los que el editor debería adquirir nuestra novela.

Pero vamos a dividir esta fase en otras dos.

Lo normal es que en la editorial o agencia nos pidan una muestra de la novela. Ya que somos nosotros los que elegimos qué fragmentos vamos a enviar, elegiremos aquellos que sabemos que tienen más fuerza, más belleza. Habrá quien diga que esto es hacer trampa… En absoluto, es jugar nuestras cartas. Lo que tenemos que lograr es llamar la atención por encima de todos aquellos otros manuscritos que se acumulan en la mesa del editor. De manera que lo haremos sin escrúpulo alguno, porque el éxito o no de nuestra obra depende directamente de la presentación que hagamos de ella. Elegidas las porciones a presentar (no más de dos capítulos, unas 30 o 40 páginas) ya estamos listos para hacer el envío. En algunos sitios nos pedirán que lo remitamos por correo ordinario, pero es más habitual que esta primera toma de contacto se realice vía e-mail. Por lo tanto, llega el momento de volver a teclear. En primer lugar, redactaremos el cuerpo del correo electrónico. En él nos presentaremos y explicaremos que hemos concertado el envío de la novela. Haremos un brevísimo resumen de la conversación, comentaremos que en los archivos adjuntos encontrarán una muestra de la obra para que puedan valorar su posible interés, así como una carta de presentación de la misma. Nos despediremos enseguida con toda educación y agradecimiento.

Sin embargo, aún no hemos presentado la novela… ¿entonces?

Como veis, estamos haciendo una DOBLE presentación: el cuerpo del e-mail y la carta de presentación propiamente dicha. ¿Por qué? Muy sencillo: la persona que reciba el e-mail o el correo ordinario no tiene por qué ser la que debe valorar nuestra 38

prosofagia - número 4 - octubre 2009


Cómo presentar una obra a un editor o un agente II

Adjunto a él irán los capítulos seleccionados y, además, la carta de presentación. Mejor dicho, la primera carta de presentación.

¿Y qué explicamos en ella?

De entrada, debemos presentarnos al, ahora sí, agente o editor que valorará nuestro trabajo. Sobre todo, debemos ser sinceros. Si no tenemos nada publicado, yo aconsejo decirlo directamente. ¿De qué sirve esconderlo? ¿Qué pasa, que soy un escritor novel? Pues sí… ¿Y? ¿Dónde está el problema? ¿Dónde está el complejo? Todos los autores, desde Stephen King a Ken Follet, fueron noveles en su día. Añadiremos también el currículum literario del que dispongamos: premios literarios, etc. A continuación, presentamos una sinopsis de la obra, no más de unas líneas muy generales y sin entrar en mucho detalle. Un simple bocado para abrir boca, que sea sugerente y anime a la lectura.

articulo

novela. Esta primera persona tiene que saber qué acaba de recibir y qué tiene que hacer con ello. De ahí el cuerpo del e-mail.

A continuación, deberemos explicar un poco qué hace diferente a nuestra novela sobre el resto de novelas de ese género que se publican cada año: historia, personajes, tramas secundarias, época… cualquier cosa vale para destacarla.

Por último, explicaremos de una pincelada el público al que va dirigida.

Sí, eso también es trabajo nuestro. ¿Quién mejor que el autor sabe para quién ha escrito? El autor escribe una historia que le gusta, pero escribe para que otros lo lean, de lo contrario, ¿para qué tomarnos todo este trabajo para intentar ser publicados? Es el autor quien debe decir para quién ha escrito la novela. ¿Es novela fantástica, de terror, histórica, costumbrista, dramática, romántica…? Es su trabajo decidir esto pues, dependiendo de ello, irá dirigida a un público o a otro. Si nosotros “catalogamos” la novela, le estamos ahorrando trabajo al editor. ¿Y quién no mira con buenos ojos a aquel que hace parte de su trabajo? ¿Y acaso no es nuestro deseo que el editor/agente vea con buenos ojos nuestra novela? Para concluir esta primera carta anotaremos nuestros datos de contacto: email, teléfono, etc. Ahora solo queda esperar, más o menos tiempo, a que valoren estos primeros capítulos. Si hemos hecho bien el trabajo hasta ahora, y la novela es interesante y está bien escrita, hay muchas opciones de que nos pidan la obra completa para valorar su posible publicación.

Entonces será cuando mandemos la segunda carta de presentación.

Y un buen día, normalmente varias semanas, o mejor varios meses después de haber mandado la primera carta de presentación junto con la muestra del texto, si la agencia o editorial a la que la enviamos considera que lo que ha leído le resulta interesante, nos encontramos en la bandeja de correo un mensaje en el que nos dicen que les ha gustado lo que han visto y quieren que enviemos la obra completa para valorarla. O recibimos una llamada de teléfono, aunque esto es más raro.

número 4 -octubre 2009-Prosofagia 39


Cómo presentar una obra a un editor o un agente II Tras leer el mensaje o repasar la llamada quinientas veces con la emoción a flor de piel, comenzamos a pensar que la novela no está terminada, que deberíamos repasarla de nuevo, que seguro que tiene mil y un detalles que mejorar antes de enviarla… Pero, ¡ay! Se te ha terminado el tiempo. Te han pedido la obra completa, y será mejor que la envíes pronto, porque el interés y la paciencia de las editoriales son limitados. Y volubles. De modo que hay que aprovechar el recién despertado interés.

Y no sólo eso: hay que estimularlo.

Y eso pasa por una nueva carta.

La propuesta editorial A esta segunda carta se le suele llamar propuesta editorial, aunque en realidad se trata de ahondar un poco más (bastante más) en los aspectos en los que ya incidimos en la primera. Hay que demostrar que sabemos qué decimos, y qué escribimos, y que conocemos el mundillo editorial. Y es importante hacerlo. ¿Cómo? Pues aportando información veraz y contrastable. Para ello podemos buscar información en la Federación de Gremios de Editores de España, que publica informes muy detallados. Muchos de los datos que aparecen no nos servirán. Otros, pueden ser incluso perjudiciales. Pero incluso así se les puede dar la vuelta y utilizarlos en nuestro provecho. Os pongo un ejemplo: imaginemos que nuestra obra es una novela de fantasía juvenil. Bien, pues en un informe que presentó la Federación de Gremios de Editores de España, se comenta que el sector con mayor hábito de lectura es el de las mujeres de hasta 34 años, con formación universitaria. Los jóvenes de entre 14 a 24 años, es decir, el sector al que va dirigido el libro, aparece no como lector habitual, sino como lector ocasional. Pero ese mismo informe indica que, cuanto menor es la tasa de edad, mayor es el porcentaje que lee habitualmente, llegando a superar el 70% de los encuestados.

Imaginad el impacto de esta línea en la mente del agente/editor:

Me gustaría presentarle algunos datos, que no sé si conocerá, del informe XXX presentado por YYY: «La tasa de lectura es más elevada cuanto más joven es el grupo de edad. Así entre los jóvenes de 14 a 24 años alcanza el 72,1 %, un 66,1 % entre las personas de 25 a 34 años». Le estamos diciendo que 7 de cada 10 jóvenes de entre 14 a 24 años y 6 de cada diez de los comprendidos entre 25 a 34, son lectores potenciales de nuestra obra. Así, sin más. Eso es lo que queda en la mente del editor. Por supuesto, son lectores potenciales, no reales. Algunos ni siquiera se interesan por el tipo de novela que presentamos, pero están ahí, son una realidad. Y el editor es una persona que se mueve en el mundo real y necesita datos reales. Es evidente que es este último dato el que tenemos que reflejar en nuestra carta, pues es el que nos interesa. Le estamos dando al editor el sector al que va dirigida la obra y le recordamos (porque él ya lo sabe) que el nicho de mercado es enorme. Y además, dejamos claro que nosotros también sabemos de qué hablamos, que no estamos perdidos, que somos personas que trabajan para saber qué hacer y cómo ha-

40

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


Cómo presentar una obra a un editor o un agente II

Se puede incluso tratar el tema de las películas que se encuadren en el mismo género que nuestra novela y que generan miles y millones de euros en beneficios. No significa eso que nuestra obra vaya a ser llevada al cine, pero sí que la gente, el público, se interesa por ese tipo de historias. Por supuesto, debemos conocer a nuestros rivales directos. En nuestra España, la literatura juvenil mueve una gran cantidad de títulos todos los años. Entre tantos títulos… ¿por qué tendría que decidirse el agente o editor por el nuestro? Pues ahí es donde debemos explicar en profundidad qué hace distinta a nuestra novela, explayarnos en ello. ¿Es un libro que trata de magia? Bien, pues ¿por qué es diferente a Harry Potter? Por ejemplo. Y si es de fantasía épica, ¿qué lo distingue de El Señor de los Anillos, o…? ¿Qué aporta nuestro libro? ¿Qué tiene que pueda atraer a varios miles de personas para que lo compren, lo lean y lo recomienden? Si no lo sabemos, más vale que nos pongamos las pilas, porque si nosotros mismos no sabemos vender nuestro libro, ¿cómo lo va a vender el editor si llegara a comprarlo?

articulo

cerlo. Y un escritor que se tome la escritura como un trabajo, es algo importantísimo para el editor.

Otra cosa que debemos añadir es una sinopsis ampliada. De nuevo, no hay que contarlo todo. Hay que jugar con el lenguaje, crear expectación, presentar una historia interesante, con tramas secundarias, con personajes vivos que atrapen al lector. Desarrollar ampliamente la obra, sí, pero dejando una parte oculta, que invite a la lectura. Si le damos todos los detalles, todos los sucesos, todo lo que ocurre… lo dejamos sin magia. Y el lector debe sorprenderse, debe dejarse llevar por la narración. Si esto no sucede porque ya ha andado el camino, será difícil que la obra le impresione lo suficiente como para adquirirla. Es evidente que si tenemos algo publicado, colaboramos con alguna revista o periódico, si tenemos algún tipo de crítica hacia nuestra obra publicada, cualquier cosa que hable a favor de nuestro trabajo como escritores, hay que incluirlo en esta carta. Es necesario que se vea que nos tomamos el tema en serio, que no nos hemos sentado un día porque sí a rellenar una página en blanco, sino que detrás de eso hay una trayectoria. Incluso si somos noveles seguro que habrá quien haya leído nuestra novela. Podemos, por tanto, incluir los comentarios que nos hayan hecho.

La cuestión es venderse, venderse y venderse.

Evidentemente terminaremos nuestra carta agradeciendo el interés, diciendo que estamos a su disposición para cualquier consulta, reunión o entrevista que crean conveniente, que su experiencia y ayuda será de gran valor para nosotros…, en fin, hay que ser agradecidos, y que se note que lo somos. No es lo mismo que hacer la pelota, claro. Se trata de ser educados y sinceros. ¿O es que no os hace ilusión que un editor se interese tanto por vuestra novela como para pedírosla completa?

Teo Palacios (Laren) Escritor y coordinador de cursos de literatura creativa. número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 41


Revista Literaria PROSOFAGIA

Foto: Ricardo Durán (Coloso) 42

prosofagia - número 4 - octubre 2009

Ver índice Imágenes


articulo Manuel Pérez Recio (Nelo)

S

Sobre la pregunta que se me formula, respecto a mi experiencia en el mundo literario, cito antes a Don Alonso Quijano, quien dijo a su fiel amigo Sancho: «Por la libertad se puede y se debe empeñar la vida». Y es que libertad es lo que siento cada vez que escribo. Hacerlo se ha convertido en una necesidad ineludible, como respirar, comer o dormir. Mi faceta creativa comenzó con la talla de madera. Y no por introversión o mandato divino. Más bien fue una cuestión de necesidad: creaba mis propios juguetes (confieso que no tenía muchos, eran tiempos difíciles para el bolsillo, pero iba sobrado de imaginación). Hasta que un día encontré un lápiz y una pared blanca, y di rienda suelta a mis instintos. Aquella primera obra de arte no fue muy comprendida entre mis familiares, pero sirvió para demostrar mi valía como dibujante. No lo hacía mal, un buen número de concursos ganados avalaba mi trayectoria pocos años más tarde. Incluso elaboré, por encargo, un cómic didáctico; también realicé algunos trabajillos de diseño gráfico, publicidad... Llegué a creer que con ello podría ganarme la vida. Pero me equivoqué. El siguiente reto, o experimento, era una consecuencia del primero: abordaría en serio la literatura (la vena literaria me llegó sobre los 30 años, para que se hagan una idea del tiempo que invertí en la mesa de dibujo con el lápiz de carbón, la tinta china, las plumillas, el papel Caballo y los famosos A3). Llevé las viñetas a la máquina de escribir (una Olivetti Lettera; qué tiempos). Así nacieron o se transformaron muchas de mis historias, relatos o ensayos. Como encontré placentera dicha forma de creación, busqué el perfeccionamiento (tarea siempre inacabada) leyendo, estudiando, participando ocasionalmente en foros literarios, talleres… incluso publicando artículos, sin ánimo de lucro, en algunas revistas culturales. Y no he de olvidar las memorias y rimas para los carteles de las escenas de algunas Fallas de Valencia. número 4 -octubre 2009-Prosofagia 43


El camino

Llevado por la ilusión, en el último año del milenio, un buen amigo y yo, compañeros de innumerables viajes de mochila y aventuras por Centro y Suramérica, auto-publicamos El Expreso de Iguazú, breve compilatorio de relatos cortos, redactados con humor y entusiasmo, destinado a regalarlo a familiares y amigos; unos 100 ejemplares, que volaron rápidamente de nuestras manos. Por culpa de los ánimos recibidos y las buenas críticas (de amigo, claro. Y es que, a caballo regalado…), dos años más tarde repetimos con Atardeceres y Lápices de colores, nuevo recopilatorio de relatos, auto-publicado también, que tratamos de vender a través de una web y dos librerías amigas. Resultado: el 90 % de las ventas fueron a familiares y amigos, un 9 % a compañeros de trabajo, curiosos, amigos de amigos… y un 1 % (dos libros) gracias a una entrevista en un programa de TV local. Conclusión: aquel no era el camino adecuado, aunque admito que fue muy divertido y estimulante. Y entonces llegó el milagro, corría el año 2007: quedé finalista en un concurso de literatura convocado por serios patrocinadores. No digo que fuera debido a ello, pero al poco tiempo estaba vendiendo relatos a una editorial alicantina (a 50 euros más o menos). Fuimos cinco autores los seleccionados por Novaltea Ediciones para su primer anuario Nunca en las cenizas del olvido, editado en Junio de 2008 (a la venta en librerías). A principios de 2009, y tras quedar seleccionado en un nuevo concurso de relatos cortos, organizado esta vez por la Editorial Bohodón, salió a la venta Tarta de manzana, un recopilatorio de los mejores textos presentados al concurso, en el que van cuatro míos. También redacté el prólogo, en representación del resto de autores. Fue dicha editorial la que el año anterior se interesaba por mi primera novela terminada: Cuyabeno. Al ser autor desconocido, me propusieron que vendiera yo un número determinado de ejemplares, para al menos cubrir la mitad de los gastos de imprenta en la primera tirada. No era una cantidad muy importante. Se trataba de una buena oferta, la mejor que había recibido hasta la fecha, tratándose de una novela cuyo borrador ocupaba casi doscientas ochenta páginas. (Había recibido otras propuestas, aduladoras siempre, claramente enfocadas a la autoedición, que rechacé de inmediato, pues este tipo de editoriales, normalmente, solo buscan su propio beneficio). Contacté de forma anónima con la imprenta de Bohodón Ediciones y comprobé que no había gato encerrado. Prácticamente vendí todos los que me habían sugerido en la presentación (ayudaron las notas de prensa que envió la editorial y la entrevista que me realizaron en una radio local de la población donde se realizó el evento). Admito que la primera edición salió a un precio un poco elevado, considerando que se trataba de un autor desconocido para el gran público, y su distribución por librerías fue lenta y accidentada, pero al fin, después de dos años, se han vendido casi todos los ejemplares de la primera edición; suficiente como para que la editorial contactara recientemente conmigo para ofrecerme un nuevo contrato, de cara a una segunda edición, mejorada en muchos aspectos, como el económico, cuya distribución y venta correrá enteramente a cargo de la editorial. Mucho han tenido que ver en este importante avance las opiniones, agradecimientos y muestras de apoyo de los lectores (conocidos y desconocidos), que en su gran mayoría comentan la obra con palabras entusiastas, como las que pueden leer en el blog: http://www.cuyabeno.blogspot.com.

44

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


El camino

No es un tema en boga, pero a mí, personalmente, me apasiona. Ya os dije que escribía con libertad, por placer, porque como dijo Don Alonso: «La libertad, querido Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos». ¿Un deseo? Me gustaría que, si un día llegas a tener un relato, artículo o novela de mi autoría entre tus manos, disfrutes de ella tanto como yo lo hice durante su gestación.

articulo

A finales del año pasado me zambullí en la escritura de una nueva novela, que espero terminar durante el año en curso si las circunstancias me lo permiten. Se trata de una novela histórica. La narración se desarrolla en una época de transición, los años setenta, con idas y venidas a la convulsa España de la posguerra. Los personajes principales son un padre y su hija, inmersos en un viaje existencial al norte de la península, donde buscarán los fragmentos del pasado oscuro y misterioso de un conocido guerrillero de la Resistencia apodado el Lobo, implicado en una trama urdida para acabar con un personaje oculto en la sombra del anonimato, pieza clave en algunos de los acontecimientos más traumáticos de la guerra civil española.

Un fuerte abrazo, futuro lector.

Manuel Pérez Recio (Nelo) Articulista y escritor. O el sueño de un idiota con un lápiz en la mano. número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 45


Montserrat Rico Góngora y Elisabet Hablando con Montserrat Rico, autora ya consagrada y dedicada al mundo de las letras y de la historia, le pregunto acerca de sus inicios como escritora, y cómo descubrió que su pasión por la literatura podía convertirse en algo más.

—Montse, ¿cuándo y cómo supiste que lo que escribías era lo bastante bueno como para ser publicado?

—Es difícil concretarlo, pero posiblemente fue cuando descubrí que mis personajes tenían vida propia y que las historias surgían con naturalidad. Sin embargo, he de decir que descubrí el poder de mi palabra, por extraño que parezca, por derroteros bien distintos. Creo que en alguna ocasión confesé que de niña me llevé una buena reprimenda de mi profesora por burlarme con algunos medidos versos de los compañeros que me acosaban, en eso que hoy se ha dado en llamar bullying. El director de la escuela fue más benévolo y reconoció ante mi madre mi maestría, poco habitual en una niña de mi edad. Al fin y al cabo, él me había embarcado con su pasión en esos mundos tras enseñarme a recitar a Gabriel y Galán y a Machado. ¿Qué podía decir? Años más tarde, leí públicamente al alcalde de mi ciudad un escrito tan elocuente que Luis del Olmo lo volvió a leer delante del mismísimo Ministro de Trabajo, pero que donde resido me granjeó el desafecto de algunos mandatarios del consistorio. El edil me llamó entonces a su despacho para saber qué grupo opositor me había enviado a deslucir su campaña. ¡Craso error, soy apolítica! Solo expresé el descontento de una joven que esperaba una oportunidad para acceder al mundo laboral y que sentía que su derecho a un trabajo digno se había convertido en una especie de suerte aleatoria que no respondía ni a la eficacia ni a la previsión. Ahí descubrí el poder de mi palabra: un insignificante peón había puesto en jaque a todos los que se repartían el pastel de la cultura.

—¿A quién diste a leer tus manuscritos antes de ser publicados?

—Los primeros —inéditos— a algún compañero, pero los que han sido publicados no los leyó nadie ajeno al mundo editorial. Entiendo que la seguridad en mí misma me hizo más celosa de mis cosas.

—¿Cómo conseguiste publicar la primera novela, Cartas a Lucrecia?

—Tras dos años de espera en Plaza Janés, es decir, con paciencia. No conozco mejor aliada.

46

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


Descubriendo el poder de la palabra —¿Cómo crees que aprende y va madurando en su estilo un escritor?

—Leyendo y escribiendo, no hay otra alternativa. Los años solo ponen contenido a las cosas.

—¿Algún consejo para los noveles?

—Siempre lo he dicho: perseverar. Nota biográfica Montserrat Rico (Barcelona, 1964) es historiadora y escritora, además de miembro del jurado en numerosos certámenes poéticos y literarios. Colabora asiduamente en diversos medios de prensa escrita, así como en programas de radio, y mantiene una prolija y conocida actividad como conferenciante por su forma de conjugar para el gran público el rigor histórico y la amenidad en los temas que aborda. Ha publicado, entre otras, las novelas históricas Cartas a Lucrecia, Bajo un cielo púrpura, La abadía profanada y Pasajeros de la niebla.

Foto: pepsi

CHARLA

Ver índice Imágenes número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 47


Revista Literaria PROSOFAGIA

E

Blanca Miosi (B. Miosi)

scribir es fácil» fue lo que pensé mientras terminaba mi primera novela; apenas habían transcurrido cuatro meses desde que la había empezado. Creo que es la misma sensación que tienen todos los que empiezan a escribir, y no están muy equivocados, pues se trata simplemente de imaginar historias y pasarlas al papel o al ordenador. «

Pero tarde o temprano al escritor principiante le pica el gusanillo del deseo de publicar, más si, como en mi caso, se es asidua participante de un foro literario donde la meta de algunos es ver nuestra obra en librería. Empieza entonces el calvario. Nuestro mundo hasta ese momento tan feliz y diáfano se trastoca y empezamos a ver obstáculos y oscuridad en el horizonte. En nuestro atropellado afán de que nos reconozcan los méritos que nos distinguen del resto de los mortales, presentamos el manuscrito a las editoriales esperando que se peleen por él. Craso error. Las respuestas suelen ser amables, y al principio tienen en nosotros el efecto deseado por la editorial: «nuestra obra es genial, pero ellos no están preparados para semejante derroche de talento». A medida que los rechazos se van acumulando empezamos a sospechar que existe un complot editorial en contra de nosotros: «prefieren a los escritores conocidos», «las editoriales son cómodas, no les gusta arriesgar», «los agentes no saben reconocer el talento, algún día se arrepentirán», y como tenemos tendencia a la inventiva imaginamos varias excusas antes de darnos cuenta de la dura realidad: nuestro manuscrito es impresentable. Así de sencillo. ¿Cuántas veces nos hemos topado con algunos participantes que aparecen en un foro precedidos de una miríada de premios de concursos de dudosa procedencia —como casi todos los concursos—, y al colgar su cuento salen con las tablas en la cabeza? Exactamente esa es la sensación que se tiene cuando uno abre los ojos y empieza a comprender que nuestra extraordinaria novela que ha sido rechazada tantas veces necesita ser corregida. Que necesitamos aprender a escribir, ojo: no aprender a ser escritores, que eso se lleva en las venas, pero si no contamos con la técnica, es probable que nuestro manuscrito permanezca engavetado por el resto de sus días.

48

prosofagia - número 4 - octubre 2009


Una visión del mundo editorial

Voy a contar mi experiencia. Di a leer mi novela a un amigo que conocí en los foros literarios pidiéndole encarecidamente que fuese sincero en su apreciación. Porque no se trata de dar a leer nuestro trabajo a un amigo para que sea complaciente con nosotros, se trata de saber la verdad, y para esto es necesario que la persona que vaya a leer la novela sea un buen lector, y esté dispuesto a realizar una lectura crítica. La respuesta que recibí fue muy esclarecedora: mi novela era muy interesante —un adjetivo que de tan usado se ha vuelto sospechoso—, pero tenía graves fallas de continuidad, las ideas no estaban muy claras, y siendo el tema tan descarnado faltaba profundidad en algunos aspectos. Pero no era solo eso. Algunas partes estaban explicadas de tal manera que el resultado era exactamente contrario a lo que yo quería decir. Suele suceder a menudo, producto del apuro y de la falta de madurez literaria.

articulo

Una vez conscientes de nuestra situación y después de habernos hecho una cura de humildad, lo primero que debemos hacer es buscar ayuda. Pero no la ayuda de un corrector profesional que lea nuestra novela y se limite a cambiar los sinónimos, ordenar la sintaxis, y poner a valer la gramática. No, señor. Debemos esforzarnos por aprender a escribir, utilizando adecuadamente el lenguaje y los recursos literarios que, a lo mejor, intuimos pero no sabemos aplicarlos debidamente. ¿Cómo se puede empezar a corregir un manuscrito si no se sabe qué corregir? Es la siguiente pregunta.

Una vez tuve claro qué era lo que tenía que atacar, empecé a corregir y es el método que hasta ahora utilizo: la revisión consiste en copiar párrafo por párrafo y volverlo a escribir utilizando mejores expresiones, unas veces más concretas, otras más hermosas, y siempre eliminando lo superfluo. Una cuestión de estilo. Antes de esa última corrección yo había escrito mi novela tres veces, pero la corrección final valió la pena. Una vez terminada la presenté a Editorial Roca y en quince días la evaluaron y me enviaron el contrato para su publicación. Creo que logré publicar porque seguí los pasos adecuados. Pero el que piense que ahí acaba todo está muy equivocado. Publicar es la meta inmediata, claro, ¿y después qué? El reto era poder repetir la hazaña, lo que me confirmaría como escritora. Escribir y publicar otra novela se convirtió entonces en mi más caro deseo, un desafío al que dediqué todo el año siguiente, y esta vez mi novela tenía que ser superior, para que la editorial volviese a apostar por mí. El legado se convirtió en una obsesión, leí todo lo referente al tema, compré libros viejos, busqué en Internet, leí Mi lucha, uno de los textos más áridos con que me he encontrado, pero todo valía para empaparme del espíritu hitleriano. Busqué libros de demonología, ocultismo, apelé a la Biblia, no para pedir un milagro, sino para que un párrafo de dos líneas que formaba parte de un diálogo tuviera el sentido correcto, y finalmente empecé la consabida corrección. Presenté El legado a Roca Editorial, y después de dos meses interminables no obtuve respuesta. Decidí entonces dar un paso que había dejado de lado debido a que no lo había necesitado antes: buscar agente literario. Y como soy una persona metódica, empecé por la letra A. Mandé una pequeña sinopsis de mi novela a Antonia Kerrigan y me dispuse a esperar, pensando que en el lapso de seis meses que ellos fijan como plazo mínimo para una respuesta, Roca podría dar el ansiado sí. Mi sorpresa fue mayúscula cuando al cabo de seis días recibí un correo de la propia

número 4 -octubre 2009-Prosofagia 49


Una visión el mundo editorial Antonia Kerrigan: «No acostumbro saltarme el orden de los manuscritos, pero me gustaría leer el suyo, ¿podría enviármelo como archivo adjunto?». Seis días después volví a recibir un correo: «Leí El legado este fin de semana y me ha encantado, me gustaría representarla». Llegado a este punto, queridos amigos, yo estaba al borde de un infarto. De inmediato supe que había algo extraño en todo esto, pues si la respuesta automática de la agencia había dicho que tardarían seis meses en contestar, y seis días después Kerrigan pidió el manuscrito y seis días más tarde dio su aprobación, la cifra resultante era el 666. Pero no voy a enervarlos con ese detalle que podría servirme para otra novela. Lo cierto del caso es que seis meses después mi novela fue publicada por Editorial Viceversa. ¡Vaya! He aquí un cuarto seis, pero creo que eso es harina de otro costal. Olvidaba decir que finalmente Roca dio la ansiada aprobación y también otra editorial, pero dejé la elección en manos de mi agente, que al fin y al cabo es la experta. El camino recorrido desde el momento en que empecé a escribir, hasta el día de hoy, tomó ocho años y puedo decir que han sido los más excitantes de mi vida. ¿Quién dijo que los escritores somos seres apartados del mundo? Desde que empecé a escribir he obtenido muchas satisfacciones, el acceso a Internet me ha brindado momentos inolvidables, hoy puedo decir que tengo más amigos que nunca, y todos con las mismas inquietudes que yo, asunto muy importante a la hora de escoger amistades, que por ahora son virtuales, pero que un día no muy lejano pienso que tendré la posibilidad de que sean reales. Espero que mi experiencia les haya servido para aclarar un poco el panorama del mundo editorial; no es un universo cerrado ni las agencias son tan inaccesibles, se trata más que nada de ser respetuosos. Es inadmisible que los aspirantes a escritores presenten trabajos mal hechos, eso en la universidad equivaldría a ser suspendido. ¿Por qué una editorial que arriesga tiempo y dinero debería actuar de forma diferente? El problema no está en las editoriales, está en nosotros. Y de ello se aprovechan unos cuantos. Mi principal recomendación: aléjense de las editoriales de co-edición; no llegarán a ningún lado con ellas, lo mejor que podría sucederles es que terminen vendiendo su libro ustedes mismos, y lo peor, que jamás aprendan a escribir, porque su evaluación es completamente inválida. Ha sido un placer colaborar con esta magnífica revista, y estoy muy agradecida, porque a medida que escribía me percaté de que en lo que me ha sucedido existe un elemento que no había tomado en cuenta antes, y pese a que no soy aficionada a los números cabalísticos y a la numerología, pienso que es hora de que me ponga en ellos. El 6666 me parece un número extraordinario.

Blanca Miosi (B. Miosi) Escritora, actualmente tiene un taller de alta costura 50

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009


articulo

Foto: pepsi

Ver índice Imágenes número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 51


índice de

Casita de la comarca del Bierzo (León, España)

Buenos Aires (Argentina)

Tema de Portada La portada se “asoma” a un patio de una casa de Buenos Aires. La belleza del lugar inspiró a un juego de té, café, o quién sabe si mate —solo sabemos que no es el de Alicia— a colarse por la madriguera. El Rey Rojo y Terenci Moix defenderían que no es un sueño, pero Franz Marc se empeñó en titular su obra así: El sueño. Y el Museo Thyssen, muy acertadamente, plasmó el cuadro de Franz Marc en esta porcelana.

¿Qué diría Borges?

La contraportada (al otro lado del espejo): En los pueblos del norte de España, cuando el verano remolonea y los rayos de sol se hacen caros de ver, flores y ventanas se abren para dar la bienvenida a la primera luz estival.

Cartas al Director

La Quinta Montes Molina se encuentra ubicada en el Paseo Montejo, la avenida más emblemática de la ciudad de Mérida (Yucatán, México); como es también una avenida muy transitada, me vi obligado a “torear” los coches para lograr encuadrar esta fotografía, una de las que obtuvimos ese día con mi esposa, recorriendo la ciudad buscando, justamente, conseguir imágenes para Prosofagia. La Quinta es una mansión en la que se llevan a cabo eventos tales como bodas, y, a veces, conciertos (entre otros, Air Supply, INXS y Alan Parsons Project). Vista completa de Quinta Montes Molina

52

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009

Ricardo Durán (Coloso)


imágenes Noticias

Esta fotografía fue tomada en las islas Hébridas, unas inhóspitas islas en el meridiano de Helsinki. La biblioteca pertenece a un castillo-museo del siglo XII, de una familia cercana a la realeza. Cuentan que esta familia tuvo amistad con Walter Scott, y en las paredes de ese castillo se encuentran originales de su puño y letra. Posee el castillo un tremendo bosque, que en verano se llena de flores, minúsculas, pero que proliferan por doquier. Y una rada defendida por cañones.

Plásido

Artículos La instantánea de una casa del paseo marítimo de La Coruña (Galicia, España), enviada a Prosofagia por Mario Fernández Ramos es, a través de sus ventanas, la imagen conductora de los artículos: «El caboso en el charco», «Lectores e ilusionistas» y «La escribida en el siglo XXI».

La foto está tomada en Paderne de Allariz (Galicia, España). Se trata de una típica aldea gallega, que en la actualidad cuenta con escasamente diez pobladores. Es un lugar tranquilo, antaño dedicado a la agricultura y ganadería. La muerte y el éxodo rural han hecho de las suyas, y sin embargo las casas siguen igual que cuando mis abuelos vivían allí: son las mismas piedras, bajo el mismo sol. En la imagen se presenta la calle principal, tal y como la he conocido siempre, aunque con más cables de luz y antenas parabólicas. Señal inevitable del progreso… bajo el mismo sol.

Natalia Rubio Losada (ray12)

La fotografía está tomada en mi tierra, en San Juan de Rambla, situado en el norte de la isla de Tenerife (Islas Canarias, España). Es un pueblo norteño, de los que crecieron gracias al mar. La puerta, entreabierta, da a un patio interior, y pertenece a una casa posiblemente del siglo XVI.

Plásido

número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 53


índice de Los desafíos del escritor novel

En esta fotografía, realizada desde el fondo del Café Gijón (Madrid, España), se intenta obtener una panorámica del salón que años atrás reunió a tantos escritores famosos. Ignoramos qué profesión tienen el chino y los dos hombres trajeados, pero sabemos que la mujer que aparece en la foto no es escritora. En el ángulo inferior izquierdo, el lector puede ver la taza de café cortado que acaban de traer a Boris.

Boris Rudeiko Una vista parcial de la fachada del Café Gijón (Madrid, España). Boris toma esta fotografía desde la acera, poco antes de entrar en el establecimiento. Si se hubiera alejado unos metros, pongamos que hasta la terraza del café, en el bulevar, habría podido sacar también la puerta de entrada (a la izquierda fuera de la imagen); y la placa conmemorativa del primer centenario (1888-1988), de la que solo puede verse una parte; y el nombre del café, escrito en lo alto de la fachada con letras de oro. Pero no se alejó, así que nos conformamos con esta vista parcial de la fachada.

Boris Rudeiko Foto tomada en el Café Gijón, (Madrid, España). En primer término, el bolígrafo Bic de tinta azul sobre el bloc de notas de Boris, quien acaba de tomarse un café cortado. La taza vacía aparece en un segundo plano y un poco más allá, en el cenicero, un papel arrugado. No, no es la factura, sino el sobrecillo del azúcar que usó Boris para el café. El tablero de la mesa es de mármol negro con vetas blancas. Un amigo de Boris le contó que en un bar de su pueblo los tableros de las mesas son lápidas de mármol.«Si miras debajo de una de ellas», continuó el amigo, «puedes ver grabado el nombre de un difunto». ¡Qué mundo tan extraño!

Boris Rudeiko

El Café Peón Contreras es contiguo al Teatro José Peón Contreras, en el centro de la ciudad de Mérida (Yucatán, México). Debe su nombre al poeta, novelista, dramaturgo, ensayista, médico y político yucateco José Peón Contreras (1843-1907). El teatro fue inaugurado en 1908, y tras diferentes destinos (incluso el haber sido cerrado) fue reinaugurado en 1981, y es, actualmente, el Centro Cultural más importante del Instituto de Cultura de Yucatán. La foto la tomé momentos antes del concierto tributo a los Beatles que dieron Yanina y Rachel (mi cuñada y mi esposa) en el Teatro Daniel Ayala, a solo una calle de distancia.

54

PROSOFAGIA - número 4 - octubre 2009

Ricardo Durán (Coloso)


imágenes “Me escapé” a tomar fotos del Café de Pombo el 30 de septiembre, festividad de “San Migueluco”. En muchos lugares de Cantabria celebramos San Miguel, y al día siguiente, San Migueluco, quizá porque los santanderinos sentimos tanto aprecio hacia lo pequeño y arrinconado que hasta nos inventamos santos de segunda. Digo que me escapé porque estaba yo de lo más atareada ayudando a mi hermano en el bar que tiene en Heras. Ganas me dieron de tomar fotos de su terraza, ya que el pueblo ahora es literario, ¡tema de portada del número anterior de Prosofagia! Salí espiritada del parking de la plaza de Pombo como un paparazzi loco. Mi objetivo era el café, claro. Pero qué queréis, el objetivo de la cámara parecía el camarero. Incluso me subí al templete de los músicos para sacar mejores vistas, y el zoom erre que erre a por las suyas propias.

pepsi

El Café de Pombo de Santander (Cantabria, España), se abrió como homenaje al desaparecido Café de Pombo de Madrid, donde se desarrollaron las memorables tertulias literarias de vanguardia capitaneadas por Ramón Gómez de la Serna, e inmortalizadas en algunos de sus libros como Pombo y La sagrada cripta de Pombo, y en el cuadro de Solana La tertulia de Pombo. En el de Santander también se llevan a cabo tertulias literarias. Se encuentra en un edificio típico del centro: Los arcos de Regules. Durante su paso por España, en ese mismo número 21, portal del café, vivió unos días el poeta José Martí.

Vista completa desde el templete de los músicos

pepsi

¿TRUCO O TRATO? Y la calabaza se convirtió en la revista de las franjas naranjas. Nos acaban de dar la noticia: EDICIONES LA BAHÍA imprimirá también este cuarto número de Prosofagia. volver a noticias

Durante la confección de esta revista, el equipo de Redacción tuvo que tomarse todos los cafés que la ilustran.

número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 55

número 4 - octubre 2009 -PROSOFAGIA 55



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.