Revista Literaria Prosofagia N.º 13, septiembre 2011

Page 1


Número 13. Septiembre 2011

Dirección Elisabet Comité editorial Boris Rudeiko, Elisabet, Esther, pepsi Editores Boris Rudeiko, Elisabet, Esther, Gabi, Gothian, pepsi Diseño e imagen pepsi y Plásido P ubl ic id ad y comu n ic ac ión Esther

Secciones

. Hu mor

Gr á f ico

.

Nelo

. Se a bu e n A l b a ñ il

.

Colaboradores Cesare Croci (Fotografía), Margarita Holzwarth (Artículos),

Boris Rudeiko

Gemma Nieto (Artículos),

. L i t er at u r a y T ec nol o gí a Digi ta l .

Melusina (Artículos).

zoquete

Guillermo Martínez (Sobre la Literatura)

. S obr e l a

L i t er at u r a

Agradecimientos

.

Elisabet

La Redacción no se hace responsable de las opiniones expresadas por los colaboradores.

Se prohíbe la reproducción de las imágenes y los contenidos publicados sin el consentimiento de su autor. Para la reproducción total o parcial de algún texto o imagen, se ruega contactar con la Redacción a:

© Prosofagia, 2011

prosofagia@prosofagia.com


Editorial Fieles a nuestros lectores, luego de un descanso de seis meses, volvemos con el ánimo renovado, el sosiego que da un largo periodo de reflexión, ideas y colaboradores nuevos que aportan experiencia, conocimientos y generosidad. En esta nueva andadura Prosofagia mantiene su pasión desmedida por la literatura y los objetivos iniciales de calidad, diseño gráfico y voluntad de ser una revista útil para quienes desean crecer como escritores. Cambiamos el formato, la periodicidad —que pasa a ser trimestral—, añadimos contenidos y ampliamos el número de colaboradores, tanto externos como del colectivo procedente del foro Prosófagos. Encontrarán nuevas secciones: Sobre la Literatura, Ortografía y Gramática —dentro de la anterior sección de Albañilería— y Literatura y Tecnología Digital. Mantenemos la sección de Humor Gráfico, entrevistas a autores reconocidos y artículos diversos de interés para ­quienes aman la literatura. Durante este tiempo la vida literaria continuó y nos deparó acontecimientos relevantes que no podemos dejar de compartir: Elisabet, nuestra directora, fue galardonada con el Premio Minotauro 2011 y publicó su tercera novela. Prosofagia ha logrado mantenerse durante dos años en los que han visto la luz doce números, así que, con un ritmo más pausado, seguiremos trabajando con entusiasmo para continuar publicándola.

L a R ed a cc ió n


Índice de contenidos

Secciones

(Pág. 6)

Humor Gráfico Mi primer desengaño literario por Nelo (Manuel Pérez Recio)

(Pág. 9)

Sea Buen Albañil De sintagmas, oraciones y otras yerbas por Elisabet

(Pág. 10)

La coma, ese infierno tan temido I por Esther

(Pág. 16)

La coma, ese infierno tan temido II por Esther

(Pág. 22)

Literatura y Tecnología Digital Novelas para celular por zoquete

Sobre la Literatura La preparación de una conferencia (Extractos de la

novela Yo también tuve una novia bisexual, de Guillermo Martínez, Ed. Planeta, julio de 2011)

por Guillermo Martínez Introducción por Esther

prosofagia - número 13 - septiembre 2011

(Pág. 36)

(Pág. 30)


Índice de contenidos Entrevista a Elisabet

Entrevistas y Artículos

por Boris Rudeiko

(Pág. 44)

Entrevista a Juan Eslava Galán

(Pág. 54)

Crónica de la Semana Negra de Gijón

(Pág. 66)

por Elisabet

por Elisabet

La Lect u ra (Pág. 72)

Elogio de la lectura por Boris Rudeiko

Fan Fiction Introducción por Esther

(Pág. 76)

(Pág. 70)

¿Por qué había leído no El Dr ácul a? misterio por Gothian del Sol ar

(Fernando Ca stellano Ardiles)

por pepsi

(Pág. 82)

(Pág. 78)

Leer es vivir muchas vidas I

por Margarita Holzwarth (Pág. 86)

Lectores y lecturas

por Gemma Nieto (Pág. 96)

La lectura tiene una historia por Plásido

Leer es vivir muchas vidas II por Margarita Holzwarth

(Pág. 90)

El lector editorial

por Melusina (Pág. 100) (Pág. 106)

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia


Mediante la lectura nos hacemos contemporáneos de todos los hombres y ciudadanos de todos los países. Antoine Houdar de la Motte

6

prosofagia - número 12 - febrero 2011

Fotos de Cesare Croci, CesareOne: Noruega, EE. UU., México, Croacia, Noruega.


Revista Literaria prosofagia - nĂşmero 13 - septiembrre2011 nĂşmero 12- febrero 2011 - Prosofagia 7


Revista Literaria PROSOFAGIA

8

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


humor gráfico Manuel Pérez Recio (Nelo) Escritor. O el sueño de un idiota con un lápiz en la mano. número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 9


Revista Literaria PROSOFAGIA

10

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


t a g ma s , o r ac iones y si n

o t ras yer b a s Elisabet

sea buen albañil

De

De sintagmas, oraciones y otras yerbas

M

e piden mis amigos de Prosofagia que escriba algo sobre los sintagmas y demás. Recuerdo mis deberes escolares, desempolvo mis apuntes universitarios…, y pienso, ¿cómo escribir sobre un pétalo sin hablar de la flor, y cómo hablar de las flores sin referirme a la planta; y qué sentido tiene una planta fuera de su prado? Así que hoy no me limitaré a hablar de sintagmas, sino también de otras yerbas curiosas que conforman esa pradera enorme y variada que forma el lenguaje humano. En otros artículos de esta sección hablamos de la gramática como ese conjunto de reglas del juego que nos permiten articular el discurso del lenguaje. Si la gramática o la sintaxis son las reglas, esto implica la existencia de unas unidades que forman cadenas lingüísticas: las piezas del juego. Siguiendo con la comparación del Lego, podríamos decir que la gramática ­dicta las normas que nos permiten dibujar el plano de un castillo. Este castillo forma una unidad completa y coherente: vendría a ser un discurso, un cuento, un número septiembresto 2011 - Prosofagia 11


De sintagmas, oraciones y otras yerbas poema o una novela. Esta gran unidad está formada por partes que tienen una ­función ­en sí: la muralla, el patio, las cocinas, los establos, los salones, los dormitorios... Cada una de estas partes no se entiende sin el todo que forma el edificio, pero también es verdad que tienen una completitud y una unidad interna entre sí. En el discurso, poema o cuento, serían un párrafo, estrofa, capítulo o secuencia. A su vez, cada dependencia del castillo está formada por unidades menores: techos, paredes, puertas y ventanas, un puente levadizo, unas escaleras… Estas unidades vendrían a ser, en el lenguaje, las oraciones o lo que vulgarmente llamamos frases. Una oración es la menor unidad gramatical capaz de expresar un enunciado o lo que tradicionalmente se llamaba «un significado completo». En un escrito, aparece normalmente entre dos puntos u otros signos de puntuación, como los de interrogación y admiración. Finalmente, nos encontramos con que una escalera está formada por peldaños; el tejado, por el entramado de vigas y la techumbre; una puerta, por un conjunto de jambas, bisagras y hojas de madera… ¿Cómo se llaman en lingüística estas unidades menores, que conforman una oración o frase? ¡Hemos llegado a los sintagmas! Por último, cada una de estas partes se constituye de otras unidades menores, las básicas: el bloque de piedra, la viga de madera, la teja, el azulejo, la losa del pavimento… En el lenguaje, esta unidad mínima que en sí tiene significado es la palabra. Sí, nuestro Lego está formado por muchos bloquecitos ―palabras― que se combinan formando sintagmas; que a su vez forman frases; que se reúnen para convertirse en párrafos o secuencias que, finalmente, construyen la obra: sea poema, relato, novela o discurso. Existen unidades menores, que solas ya no tienen significado: son los ­morfemas, que añaden información o matizan el significado de una palabra (por ejemplo, las desinencias que marcan el género y el número de un nombre, o el tiempo y la persona de un verbo). Y finalmente, la unidad atómica del lenguaje sería el fonema, que es la representación de un sonido. Una palabra es una amalgama de fonemas y puede estar formada por uno o varios morfemas.

Las partes de la oración Los sintagmas son los componentes básicos de una oración y tienen funciones específicas en ella. Sintagma es una palabra griega que significa agrupación ordenada, coordinación, unión de varios. Un sintagma es un conjunto formado por una sola o varias palabras, pero siempre existe una que es su núcleo y determina la función de las demás. En el sintagma nominal, el núcleo es un nombre; en el verbal un verbo, y así con todos. Los sintagmas pertenecen al nivel morfológico, o de la forma. Las partes principales de la oración, en castellano y, en general, en las lenguas indoeuropeas, son el sujeto y el predicado. Según la lógica aristotélica, el sujeto es aquello de lo que se puede decir algo; el predicado es lo que se dice del sujeto. Cada uno 12

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


De sintagmas, oraciones y otras yerbas

Los sintagmas se agrupan para formar frases, y cada idioma, en su gramática, contempla una serie de combinaciones posibles, limitadas y en cierto orden. Son sus reglas del juego. En español, lo más habitual es que una frase completa esté formada por sujeto y predicado con sus complementos. Un ejemplo:

sea buen albañil

de ellos puede llevar uno o más complementos. Sujeto y predicado designan funciones sintácticas, pertenecen al nivel gramatical o sintáctico ―el de las reglas de juego.

― El sujeto en este caso es un sintagma nominal: Mi amiga, el núcleo es «amiga». ― El predicado suele ser un sintagma verbal: escribió ayer una carta a su abuelo, el núcleo es «escribió». ― Los complementos pueden ser sintagmas nominales, preposicionales, adverbiales o de adjetivos: ayer es un complemento circunstancial de tiempo, sintagma adverbial; una carta es el complemento u objeto directo, sintagma nominal; a su abuelo es el complemento indirecto, sintagma preposicional. Pero, atención, este esquema básico no debe hacernos olvidar que el lenguaje es mucho más flexible. Recordemos que en el estudio del lenguaje hay dos niveles: el de la forma y el de la función. Una palabra, o un sintagma, pueden desempeñar funciones número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 13


De sintagmas, oraciones y otras yerbas ­ iferentes. No podemos concluir: todos los sujetos son sintagmas nominales, porque no d es verdad. Podemos encontrarnos sujetos que sean sintagmas preposicionales, adverbiales, o frases enteras. Y no todos los predicados siguen la fórmula verbo + complementos. El lenguaje literario, especialmente, admite muchas variantes y combinaciones, estructuras complejas e imbricadas entre sí ―oraciones compuestas―, hipérbatos y, a menudo, elipsis que complican el panorama. Para un escritor que comienza bueno es recordar que, por muy originales, rompedoras y complejas que sean sus frases, la gramática debe permanecer impecable. Es decir, un lector, que conoce instintivamente las reglas del juego, ha de poder descifrar las partes, comprenderlas en un todo lógico y captar el sentido de la frase, párrafo o secuencia sin malentendidos ni ambigüedades. La complejidad de la estructura no ha de entrañar un caos. Pues el caos, normalmente, suele ser lo más opuesto a lo estético. Y en literatura, finalmente, perseguimos despertar la emoción estética del lector. Dejo como reto a los lectores que intenten analizar, o al menos, buscar el sujeto, el predicado y los complementos, en las frases de este párrafo de Javier Marías (Los enamoramientos, Alfaguara, 2011). Tarde para qué, me pregunto. La verdad es que lo ignoro. Es sólo que cuando alguien muere, pensamos que ya se ha hecho tarde para cualquier cosa, para todo —más aún para esperarlo—, y nos limitamos a darlo de baja. También a nuestros allegados, aunque nos cueste mucho más y los lloremos, y su imagen nos acompañe en la mente cuando caminamos por las calles y en casa, y creamos durante mucho tiempo que no vamos a acostumbrarnos.

Puede ser más complicado que resolver un sudoku… Ahí queda, para quienes hayan tenido el valor de llegar al final de este artículo.

Elisabet Licenciada en Filología Inglesa. Escritora de ensayo y ficción. 14

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


De sintagmas, oraciones y otras yerbas

sea buen albañil

Fotos de Cesare Croci, CesareOne: México

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 15


Revista Literaria PROSOFAGIA

16

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


La coma: ese infierno tan temido I

ese infierno ta n tem ido I Esther El mundo humano es un mundo lingüístico. Julián Marías

sea buen albañil

L a c o m a:

Estos artículos recogen algunas inquietudes que me acompañaron en el foro Prosófagos, en las revisiones de cuentos, las dudas, las discusiones, mis propios relatos y los interrogantes que me surgieron gracias a ellos: el buen uso de las comas, las rayas y las comillas constituían el pan nuestro de cada día. No escribo desde el lugar del experto: lejos estoy de serlo. Más bien he leído o estudiado un poquito, y si algo he logrado aprender, ¿por qué no compartirlo con otros compañeros de ruta en esto de la escribida? número septiembresto 2011 - Prosofagia 17


La coma: ese infierno tan temido I

E

lisabet habla de los sintagmas. Sintagmas que forman oraciones, con las que a su vez se construyen unidades mayores hasta llegar a disponerse del plano completo del castillo (el texto). Mas ¿cómo se organizan esas diferentes unidades gramaticales y semánticas para producir el plano del castillo? Como parte de la respuesta a esta pregunta aparecen, en todo su esplendor, los signos de puntuación.

Y eso nos lleva a la coma: el signo de puntuación que mayor complejidad presenta en su utilización. La coma nos atormenta. Causa fiebre y temblores en nos, humildes aspirantes a escribas. Una y otra vez vacilamos ante su uso. ¿Por qué esta dificultad? Intentando una primera aproximación al problema, cito un fragmento de la Ortografía de la lengua española, 2010 («Capítulo iii. El uso de los signos ortográficos»): 3. Signos de puntuación Los signos de puntuación son los signos ortográficos que organizan el discurso para facilitar su comprensión, poniendo de manifiesto las relaciones sintácticas y lógicas entre sus diversos constituyentes, evitando posibles ambigüedades y señalando el carácter especial de determinados fragmentos (citas, incisos, intervenciones de distintos interlocutores en un diálogo, etc.). […] De la puntuación depende en gran medida la comprensión cabal de los textos escritos, de ahí que las normas que la regulan constituyan un aspecto básico de la ortografía. El hecho de que, junto a usos prescriptivos, existan usos opcionales no significa que la puntuación sea una cuestión meramente subjetiva.

De la lectura surgen conceptos importantes: — Los signos de puntuación son signos ortográficos. Su correcta utilización forma parte de la ortografía tanto como la escritura correcta de la palabra «árbol». — Existen normas para su uso. Sin embargo, y a diferencia de lo que ocurre en la ortografía de la palabra (incluyo letra y sílaba dentro de palabra), estas normas no definen unívocamente el resultado final. Existe una única forma aceptada de escribir «árbol»: árbol1, pero pueden darse múltiples formas (todas correctas) de puntuar un texto; cada autor tomará ciertas decisiones, en función del estilo, contexto, intenciones comunicativas, etc. — Los signos de puntuación intervienen en la organización del discurso. Se utilizan para delimitar y establecer relaciones entre los constituyentes del texto escrito. Ajá. Interesante. Y... digo yo..., ¿cómo era eso de las pausas? Porque, a mí, en la escuela, me enseñaron que los signos de puntuación están para marcar las pausas a hacer cuando se lee en voz alta. Pero... ¡los fragmentos citados ni las mencionan! ¿Entonces?

Por favor, adicionar una coma en algún lado, ¡me quedé sin aire al leer! ¿Cuántas veces uno ha escuchado (leído, en el caso de foros literarios) una advertencia de esta naturaleza? ¿O, a su vez, la ha hecho? Muchas. Yo misma debo hacer un mea culpa. (1) Aunque existen palabras en las que se admite más de una grafía… 18

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La coma: ese infierno tan temido I

(La respuesta a ese interrogante está dada en su propia escritura: aunque hacemos una pausa oral luego de la conjunción adversativa pero, esa pausa no se marca con coma ni siquiera si a continuación se abre una interrogación o exclamación.) La escritura se originó a partir del lenguaje hablado, como un sistema de representación gráfico que permite codificar, en soporte físico, la comunicación oral. Por lo tanto, la lengua oral y la lengua escrita guardan relaciones estrechas. Pronunciamos [árbol] y escribimos árbol y no arból. Sin embargo, pronunciamos [estáble] y escribimos estable. En la lengua oral y en la lengua escrita se mantiene el acento en la misma posición, pero no todos los acentos prosódicos se traducen gráficamente en una tilde. Eso, que nos parece tan obvio a la hora de utilizar el signo ortográfico acento, deja de parecernos obvio a la hora de utilizar los signos ortográficos de puntuación. Recurramos de nuevo a la Ortografía de la lengua española. Expone, como funciones básicas de los signos de puntuación, las tres siguientes: — indicar los límites de las unidades lingüísticas; — indicar la modalidad de los enunciados; — indicar la omisión de una parte del enunciado.

Con respecto a la primera, dice: 3.1.1 Indicar los límites de las unidades lingüísticas Gran parte de los usos de los signos de puntuación están orientados a la delimitación de las unidades sintácticas y discursivas del texto escrito, paralelas a veces, pero no siempre, a las unidades fónicas.

sea buen albañil

En los años de foros y blogs aprendí que, a ambos lados del Atlántico y con independencia de la edad, todos (o casi todos) estamos convencidos de la existencia de una correspondencia biunívoca entre signos de puntuación y pausas en la oralidad. Es una idea profundamente arraigada y que se origina en la escuela primaria. Pero ¿es siempre así?

Como información adicional, explica que: Las unidades lingüísticas son de muy diverso tipo. En el plano fónico, cabe distinguir, entre otras, el grupo fónico, que es el fragmento de habla comprendido entre dos pausas sucesivas (la casa de mis padres), y la unidad melódica, fragmento al que corresponde un patrón entonativo (La casa de mis padres está cerca). En el ámbito sintáctico, son unidades lingüísticas los sintagmas o grupos sintácticos, estructuras articuladas en torno a un núcleo que admite diversos modificadores y complementos (el hotel; lleno de orgullo; desde su ventana; compra comida). Los grupos sintácticos combinados dan lugar a las oraciones, unidades que relacionan un sujeto y un predicado (Mi hermano compró comida). Finalmente, en el plano discursivo, interesan aquí el concepto de enunciado, unidad mínima capaz de constituir un mensaje verbal, y el de texto, que es la unidad máxima de comunicación y está generalmente formada por un conjunto de enunciados interrelacionados. Debe tenerse en cuenta que el enunciado es una unidad de sentido —una unidad mínima de comunicación— y, por lo tanto, no tiene por qué ser necesariamente una oración; así, son enunciados secuencias como ¡Cuidado!; De acuerdo; ¿Cuándo llegaste?, o Cómete la sopa que te he preparado.

En otras palabras, tenemos tres clases de unidades lingüísticas: las que pertenecen al plano fónico, las que pertenecen al plano sintáctico y las que pertenecen número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 19


La coma: ese infierno tan temido I al plano discursivo. El uso de los signos de puntuación se correlaciona directamente con las dos últimas clases. Su función es organizar y delimitar unidades sintácticas y discursivas para la plena comprensión del texto y la también plena transmisión de aquello que se quiere comunicar. Estas unidades pueden o no superponerse con las fónicas. Hay pausas orales que no se marcan en el discurso escrito y hay signos de puntuación que, exigidos por razones de orden sintáctico o semántico, no se corresponden con pausas orales. Al considerar que la puntuación es una mera transcripción mecánica de las pausas orales se deja de lado tanto elementos distintivos del discurso oral como del discurso escrito. Llegado a este punto, creo que es conveniente distinguir dos situaciones: la del lector y la del escritor. Lo que aquí me interesa es el segundo caso. Me interesa porque sospecho que algunos de los problemas que tenemos con el uso de la coma provienen de que, convencidos de la necesidad de ajustarnos a rajatabla a un criterio fonológico, implícita o explícitamente primero pensamos en las pausas orales y luego, en función de esas pausas, distribuimos las comas. Intentamos reproducir gráficamente, y de la forma más fiel posible, el discurso hablado. Nuestra mente inicia primero una ruta fonológica y posteriormente «la convierte» en una ruta gráfica. Cuando no existe correspondencia entre las unidades fónicas y sintácticas cometemos errores.

Tensiones y complejidades Aunque sería tentador «culpar» a la escuela por habernos «enseñado mal», conviene ser cauto y no caer en simplificaciones. En la Ortografía se lee: 3.2.3 Puntuación, prosodia y sintaxis (conclusión) [ ] La puntuación y los elementos prosódicos mencionados son, pues, a menudo, sistemas paralelos, pero no puede decirse que uno refleje el otro, aunque el intento de reproducir las características prosódicas de oralidad está en el origen de los signos de puntuación. […] Este enfoque es esencial para entender las actuales reglas ortográficas de la puntuación. Como se verá en el siguiente apartado, los criterios que subyacen a la puntuación han variado a lo largo de las historia: mientras que en unas épocas se ha privilegiado la lengua como fenómeno sonoro a la hora de puntuar, hoy la puntuación se basa principalmente en la estructura sintácticosemántica de los enunciados y los textos.

En síntesis, las tensiones existentes entre el código oral y el gráfico —y sus posibles rasgos autónomos e interdependencias— vienen desde lejos... Son tensiones complejas y toda simplificación, peligrosa. La escritura es una de las actividades cognitivas de mayor complejidad: implica un alto número de procesos y subprocesos que no se ponen en juego en forma secuencial sino simultánea e integrada. De allí que el adecuado dominio de los aspectos ortográficos represente una ventaja para el escritor: en gran medida son procesos factibles de ser automatizados. Cuanto más automatizamos el uso de las normas ortográficas, más libres serán nuestras neuronas para ocuparse de los procesos que

20

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La coma: ese infierno tan temido I

Me gustaría cerrar esta primera parte con un excelente —y delicioso— fragmento de Perdón imposible (Guía para una puntuación más rica y consciente), de José Antonio Millán, que nos recuerda cuán extraordinario es este universo puntuación y cuán ricas son sus relaciones con otros aspectos de la escritura: ¿Para qué sirve la puntuación? Para introducir descansos en el habla (pero no se descansa en cada signo, y se puede descansar donde no hay signos), para deshacer ambigüedades (pero no todas se pueden eliminar mediante la puntuación, ni ésta es el único modo de hacerlo), para hacer patente la estructura sintáctica de la oración (pero esto se hace también por otros medios), para marcar el ritmo y la melodía de la frase (aunque no todos los signos tienen estos efectos), para distinguir sentidos o usos especiales de ciertas palabras (pero para eso se pueden usar también tipos de letra, como la cursiva), para citar palabras de otro separándolas de las propias (pero eso se logra también con tamaños de letra y sangrados), para transmitir estados de ánimo o posturas ante lo que se dice o escribe (pero no todos tienen un correlato en la puntuación, ni éste es único), para señalar la arquitectura del texto (pero eso también lo hacen los blancos, y las mayúsculas).

sea buen albañil

nos importan a la hora de escribir: aquellos que tienen que ver con la elaboración de un discurso comprensible y también expresivo, bello, creativo. Dado que la puntuación funciona como organizador de ese discurso, su ortografía no puede ser considerada una cuestión menor. Interiorizarla nos permite ser más libres a la hora de imaginar los signos de puntuación como uno de los recursos que tenemos para otorgarle a nuestros escritos la cadencia, el ritmo, las pausas y las entonaciones que deseamos. Después de todo, los escritos también tienen su propia melodía.

Esther número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 21


Revista Literaria PROSOFAGIA

22

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


La coma: ese infierno tan temido II

ese infierno tan temido II Esther

sea buen albañil

L a c o m a: ¿Estilos literarios? Muchos. Pero sospecho que todas esas páginas que nos hacen sentir el puro placer estético de, simplemente, leer, tienen algo en común: sus autores manejan con maestría las reglas de juego de las que habla Elisabet. Incluso para saltárselas: la condición sine qua non para poder saltarse una regla es conocerla muy bien. Por lo tanto, si las comas se utilizan para delimitar fronteras sintácticas o semánticas, deberíamos conocer las reglas y no guiarnos exclusivamente por las pausas orales: emplear los procesos de la escritura y no solamente los procesos del habla. Así que acomodé una pila de hojas, lápices y biromes, abrí la ­O rtografía, preparé un buen mate amargo, suspiré profundamente y me lancé de cabeza contra las benditas comas.

número septiembresto 2011 - Prosofagia 23


La coma: ese infierno tan temido II

Francamente, querida, me importa un bledo … dice Clark Gable en Lo que el viento se llevó, da media vuelta y se pierde en la niebla, dejando atrás a una Scarlett sumida en la desesperación y a generaciones de espectadores embobados. A riesgo de cometer un crimen de lesa majestad, me atrevo a gramaticalizar una de las frases más famosas del cine: querida oficia de vocativo. Con respecto a los vocativos la Ortografía nos dice: 3.4.2.2.1.3 Vocativos Se aíslan entre comas los sustantivos, grupos nominales o pronombres personales que funcionan como vocativos, esto es, que se refieren al interlocutor y se emplean para llamarlo o dirigirse a él de forma explícita.

Uno de los frecuentes errores en el uso de la coma viene de la mano de los dichosos vocativos porque, siguiendo el código oral, omitimos una coma. O las dos. Si usted googlea esa frase encontrará una y otra vez: Francamente querida, me importa un bledo. (Lo cual vendría a querer decir algo así como: él la quiere con franqueza, con sinceridad. Scarlett lo hubiera preferido...). También suele omitirse la coma en casos como: Hola, María. Claro, ¿quién hace, en el lenguaje oral, una pausa antes del nombre? Yo, nunca. Sin embargo, la norma indica que los vocativos siempre deben aislarse con comas. La Real Academia Española no nos deja otra opción; no hay clemencia, excepciones o perdón. Aunque se trate, como en este ejemplo, de un brevísimo enunciado de dos palabras. La regla no es arbitraria. La ausencia de coma puede llevar a confundir un vocativo con el sujeto de la oración. Por ejemplo: a. b.

María, corrió antes de que pudiese detenerla. María corrió antes de que pudiese detenerla.

En a) se le dice a María (vocativo) que alguien corrió. En b) es María (sujeto) quien corrió. 24

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La coma: ese infierno tan temido II

Leer las normas acerca del uso de la coma me asusta. Me digo, ¿podré aprender todo esto? Me pregunto si alguna vez me enseñaron estas normas en la escuela. Lo dudo. Recuerdo haber olvidado las reglas ortográficas referidas a la palabra. No recuerdo haber olvidado nadita de nada acerca de las normas de puntuación. Pienso, antes de que el pánico me paralice, que soy lectora empedernida. Leer buena literatura publicada por buenas editoriales hace que uno se dé cuenta, instintivamente, de muchas cosas. No hay que desesperarse. También pienso que lo que mata es la calor, no el estudiar. (El mate ya está frío y lavado. Hago una pausa, preparo otro, regreso a la tarea, abro los libros de nuevo.)

Permiso, señora oración, le pondré una coma en el medio La Ortografía nos dice que una de las funciones de la coma es: 3.4.2.1 La coma como signo delimitador La coma aísla unidades lingüísticas inferiores al enunciado, como la oración (Aunque no te guste, tendrás que hacerlo) o el grupo sintáctico (David, el contable, no ha venido hoy). Frente al punto, principal separador de las unidades discursivas y, por tanto, fundamental en el plano del texto, la coma adquiere su mayor protagonismo en el plano del enunciado y sus constituyentes. 3.4.2.2.2 Como regla general, la puntuación no debe romper la dependencia que se establece entre los grupos sintácticos más fuertemente vinculados desde el punto de vista sintáctico y semántico, con independencia de que, en la pronunciación, esos grupos se separen del resto del enunciado mediante una pausa o una inflexión tonal. Esta regla es la que determina que sea incorrecto escribir coma entre el verbo y los grupos sintácticos que este necesita para que la oración tenga sentido y sea gramatical —como el sujeto, el complemento directo, el complemento indirecto, etc.— o entre un grupo nominal y un complemento preposicional que lo especifica (un complemento partitivo, por ejemplo).

sea buen albañil

El contexto de un enunciado en el discurso escrito difiere significativamente del contexto en el discurso oral. Aunque Clark Gable no separe con pausas su «querida», ni Scarlett ni los espectadores confundirán el significado de sus dichos: la escena, el ambiente, el lenguaje corporal permiten identificar ese significado. De la misma forma, el interlocutor no dudará si el que habla utiliza a «María» como sujeto o como vocativo, porque el interlocutor sabe si él es María o no es María.

Concepto fundamental: no separar con coma el verbo de aquellos grupos sintácticos (sintagmas) fuertemente relacionados con él. ¿Es lógico? Sí. Mientras los sintagmas son unidades estructurales, las funciones sintácticas (sujeto, complementos, etc.) son unidades relacionales: una lo es en relación a otra. Por ejemplo, el sujeto. El sujeto, sin el verbo, ¿qué es? Una nada, una idea no esbozada, una tenue bruma que se deshace al menor soplo. Las oraciones sencillas no presentan problemas: no hacemos una pausa oral entre el sujeto y el verbo, y al escribir nos damos cuenta de que «la coma no va». Pero muchas veces, si el sujeto es extenso o complejo, hacemos una pausa al ­hablar… número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 25


La coma: ese infierno tan temido II Caso I:

Los relatos, novelas y poesías, constituyen su verdadera vida. La primera coma reemplaza a la conjunción «y». La segunda coma es incorrecta: separa el sujeto del verbo. La puntuación correcta es:

Los relatos, novelas y poesías constituyen su verdadera vida. Se trata de un error frecuente. Cuando el sujeto está constituido por varios núcleos (relatos, novelas, poesías) tendemos a colocar una última coma, justito antes del verbo. Podríamos reemplazar la conjunción «y» por una coma:

Los relatos, novelas, poesías constituyen su verdadera vida. Pero... ¡Oh... ! ¿No le parece que esa coma previa al verbo, que decíamos incorrecta, está ahora haciendo falta? No sé, me suena que debería ser:

Los relatos, novelas, poesías, constituyen su verdadera vida. ¡No, no! ¡Fuera de mi cabeza, pausas orales!¡Es incorrecto, es incorrecto! La puntuación correcta es la incial: Los relatos, novelas, poesías

constituyen su verdadera vida.

(Tarea para el hogar: Escribir cien veces no separar el sujeto del verbo con una coma no separar el sujeto del verbo con una coma no separar el sujeto… ).

¿Excepciones? Obvio. ¿Creía usted que iba a salvarse de las excepciones? No. Hay varias. Citaré una: la presencia de incisos explicativos u otros elementos que siempre se aíslan con comas (¡como los vocativos!). Caso II

María, la menor de las hermanas, era una niña silenciosa. Un inciso explicativo requiere dos signos de puntuación, uno al inicio y otro al final. Será incorrecto, entonces:

María la menor de las hermanas, era una niña silenciosa. Y si escribiéramos:

María, la menor de las hermanas era una niña silenciosa. 26

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La coma: ese infierno tan temido II

Caso III: Si ahora regresamos al primer enunciado del Caso I, que habíamos analizado como incorrecto:

Los relatos, novelas y poesías, constituyen su verdadera vida. Nos encontramos que sí puede ser correcta la puntuación desde el punto de vista sintáctico..., siempre y cuando consideremos que novelas y poesías es un inciso explicativo, siendo la oración principal: Los relatos constituyen su verdadera vida. Pero otra vez aparecerá un problema de naturaleza semántica. El significado es otro: estamos afirmando que existe una categoría llamada relato, y que esa categoría incluye a las novelas y poesías. No seré yo quien afirme tal cosa delante de un poeta. Estimo mi vida en alto grado. Caso IV:

Su risa, espléndida como pocas, y su mirada, chispeante, agradaron a los concurrentes. ¿Correcta la coma antes del verbo? Sí, porque chispeante, encerrado entre comas, funciona como un inciso que explica cómo es la mirada, de la misma forma que espléndida como pocas es un inciso que explica cómo es la risa.

sea buen albañil

Habríamos transformado el sujeto María en un vocativo; le decimos a María que existe una niña, que esa niña es la menor de sus hermanas y es silenciosa. Pero esa niña es otra, ya no es María, hemos cambiado el significado del enunciado. La coma puede interpretarse como correcta sintácticamente, pero no lo es por razones semánticas.

En cambio, en:

Su risa, espléndida como pocas, y su mirada chispeante, agradaron a los concurrentes. La situación es muy distinta. La coma detrás de chispeante es incorrecta. Al igual que antes, la mirada se califica como chispeante, pero esa calificación no aparece como inciso, sino como un simple adjetivo; estamos ante el mismo caso de: El árbol viejo se secó. Caso V: A veces equivocamos las fronteras de los incisos a la hora de colocar las comas. Los gramáticos de la Ortografía nos hacen un guiño cómplice y nos cuentan cómo superar el problema: un inciso contiene información incidental; por lo tanto, si se elimina, la oración resultante debe mantener su gramaticalidad.

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 27


La coma: ese infierno tan temido II Tomaré un enunciado de la parte I de este artículo:

Intentamos reproducir gráficamente y, de la forma más fiel posible, el discurso hablado. Intentamos reproducir gráficamente y el discurso hablado. a.

Intentamos reproducir gráficamente, y de la forma más fiel posible, el discurso hablado. Intentamos reproducir gráficamente el discurso hablado. b.

En a) el resultado de la eliminación pone la piel de gallina: es feo, ¡feísimo! En b) el resultado de la eliminación deja una oración intachable. La puntuación es correcta. (Dado que los incisos explicativos pueden, también, encerrarse entre rayas o paréntesis, otra forma de resolver las dudas es «jugar a cambiar» las comas por rayas o paréntesis, que permiten visualizar con mayor facilidad los límites de estos sintagmas.)

Epílogo (provisorio) Obsérvese que al tratar la función de la coma como signo delimitador surgió, en los ejemplos y de forma natural, que la coma es clave a la hora de diferenciar significados. Su uso incorrecto, ya sea por omisión o por presencia inadecuada, puede alterar drásticamente el sentido del discurso; confiar en las pausas orales como única regla a la hora de puntuar un escrito puede llevarnos a resultados indeseados. Una moneda tiene dos caras. ¿Podemos fabricar monedas de cuatro, seis, veinte caras? Sí. Pero no podemos fabricar una moneda de una cara: una lámina, por más fina que sea, presenta dos superficies; si existe una, existe la otra. Si la coma puede ser ese infierno tan temido (una cara de la moneda), también puede ser ese cielo tan deseado (la otra cara de la moneda). Después de todo, a la hora de escribir el número de grados de libertad crece a medida que nos movemos desde la unidad menor (el morfema) hasta la mayor (el texto). El uso de la coma —signo delicado a la hora de establecer relaciones entre sintagmas y oraciones— es complejo; pero es en esa complejidad donde encontraremos mil y una variaciones que, en combinación con otros elementos propios de la escritura, nos permitan inventarnos a nosotros mismos a la hora de escribir. Bienvenido sea, entonces. Esther Nota del Autor: El proyecto inicial consistía en escribir un artículo. Ese artículo se desdobló y luego volvió a desdoblarse. Queda, entonces, el verdadero epílogo de este infierno tan temido a la espera de ser publicado en Prosofagia 14, diciembre. 28

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La coma: ese infierno tan temido II Bibliografía consultada, partes I y II:

Nueva Gramática de la lengua española. Manual (2010), Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Ed. Espasa. «Hacia una visión integrada de la ortografía: comunicativa, cognitiva y lingüística» (2000), Mario Pujol Llop. Tabanque: Revista pedagógica, Nº 15. Perdón imposible. Guía para una puntuación más rica y consciente (2004), José Antonio Millán. Ed. RBA, Barcelona. «Comas sin pausas y pausas sin comas: dos problemas de escritura y de lectura» (2010), ­Miguel Ángel de la Fuente González. Espéculo. Revista de estudios literarios, Nº 45. Universidad Complutense de Madrid.

Bibliografía que, lamentablemente, no pudo ser consultada: Ortografía y ciencia del lenguaje (1974), José Polo. Ed. Paraninfo, Madrid.

sea buen albañil

Ortografía de la lengua española (2010), Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española. Ed. Espasa.

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 29


Revista Literaria PROSOFAGIA

30

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


pa r a

celular

zoquete

Mi abuelo es analfabeto. No sabe leer. Además, tiene el síndrome ese de Diógenes. Acumula ­toneladas de papel, amarillo ya todo, devorado por ­p ececillos de plata.

D

eberían probarlo. Garabatear con el móvil, claro. Una experiencia única, oiga. Luego, envíense el mensaje a ustedes mismos. Les parecerá extraña su lectura, acostumbrados como están a leer sobre papel o a recibir solo mensajes del tipo: k tlwapa, &sts? nsvmsdspsxacnar? ##**#(1) ¿En qué cambia nuestra experiencia lectora cuando usamos un teléfono móvil? ¿Y nuestra experiencia como escritores? Bueno, aparentemente, en ciento y pico caracteres. Esa es la limitación..., y en entrenar bien el pulgar.

Foto por zoquete

literatura y tecnología digital

Novelas

Novelas para celular

Pero hay más. Podrían considerar las líneas que encabezan este artículo como micro, inicio de novela u holema2 y enviarlo a quien gusten sin filtro editorial ni más limitación que la que disponga su operadora de telefonía, a modo de esos mensajes de «Feliz Navidad» que tanto éxito y perjuicio, se dice, suscitan a fines de año. número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 31


Novelas para celular ­ ensándolo bien, podríamos estar superando la era Gutenberg, olvidándonos no P solo del código ASCII, sino también de todo tipo de teclado que haya traído la imprenta. Podríamos pasar directamente nuestras notas manuscritas al móvil, gracias a su omnipresente cámara, que tantas indiscreciones están cometiendo últimamente. ¡Oh, qué felices habrían sido con el móvil aquellos poetas que tan severamente proclamaban que una obra digna de su condición jamás podría ser alumbrada desde una máquina de escribir!

Creación novela-celular e ilustración por zoquete

Quizás podríamos complementar nuestros escritos con algunos esbozos, sin ánimo, claro está, de sustituir la palabra, pero sí al más puro estilo de las novelas gráficas de siempre, tebeos o cómics. Para eliminar la grafía, nos basta volver a la primitiva comunicación oral, aquella arraigada antes de que nuestros ancestros palidecieran al encontrarse por vez primera con el alfabeto. Después de todo, el habla es la forma natural que tienen los celulares para recoger toda nuestra capacidad narrativa, inventiva y novelesca. Hacia finales de los noventa, ya se preguntaba el profesor Joaquín Mª Aguirre: «¿Modifica en algo un texto el hecho de que sea compuesto con un instrumento u otro?».3 En su ensayo, el autor señala algunos aspectos aún vigentes al abordar las posibilidades del móvil como medio de comunicación literario: Los medios no son un elemento neutro; juegan un papel importante en la construcción de la cultura. Sea por placer, por casualidad, por prescripción, los libros van a parar a nuestras manos después de recorrer diversos y a veces complejos procesos. En Occidente, todos somos miembros de una sociedad lectora. Las máquinas de escribir provocaron una enorme expansión en la venta de diccionarios. […] Se daba tanta importancia al toque personal de la carta manuscrita que los puristas descartaron la máquina de escribir para usos comerciales. […] la imprenta no supuso la desaparición inmediata ni del manuscrito ni de la cultura que soportaba, sólo su transformación progresiva. 32

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Novelas para celular Referido a los nuevos medios digitales, advierte:

La advertencia entronca con el alto riesgo que se está detectando en la autoedición digital, donde la masa de publicaciones mediocres que inunda la Red termina siendo, más que una oportunidad, «un pajar donde resulta imposible encontrar una aguja»4. ¿Es esto una puerta o un obstáculo para los autores noveles? Ustedes sacarán sus propias conclusiones. A mí me interesa más ser práctico, expe­rimentar, observar y dejarme llevar. Ya lo decía Pérez-Reverte al opinar sobre el libro electrónico: «Mi trabajo es ocuparme del contenido: contar historias y que la gente las lea. Del soporte se ocupan otros. Editores y gente así»5. Entonces, volviendo a la tradición del cuentista, tengo que confesar que algunos indicios me hacen pensar que el fenómeno de escribir textos literarios en los móviles es un fenómeno aún por explotar, quizás no como novelas, pero sí como literatura, como arte, como transmisión de emociones, sensaciones y pensamientos, como bien lo ilustra la incursión en el género del conocido escritor Juan José Millás6. El primero de ellos es que el móvil está sustituyendo incluso al más preciado de nuestros fetiches, ese medallón recibido cuando nacimos o esa ropa interior preferida. Jamás nos desprendemos de él, casi ni para ir al baño o precisamente porque vamos al baño. Tal presencia permanente lo convierte en objeto de culto para verter sobre él todas nuestras frustraciones, pero también toda nuestra creatividad. Cuando nos aburrimos, tendemos a filosofar como nunca, a buscar la transgresión o a drogarnos, y no pocas veces a todo a un tiempo. Ahora tenemos este minúsculo dispositivo que puede recoger esas inquietudes. El segundo de ellos es que, a diferencia de la televisión, radio o cine, el celular es un dispositivo fundamentalmente activo, que exige nuestra interacción y que, como tal, difunde cualquiera que sea nuestra aportación a la humanidad. El tercer indicio es que este cacharro está acaparando toda la cultura digital para sí. Lo que en los tiempos 2.0 exige cierta disciplina, como el mantenimiento de una web, participación en foros o seguimiento de las redes sociales, mediante nuestro gadget personal podemos realizarlo de forma sencilla y casi sin esfuerzo. Tan pronto como localizamos algo sorprendente por la calle, basta un fogonazo de nuestra cámara integrada para trasladarlo a nuestro blog o citarlo en Twitter.

literatura y tecnología digital

El autor puede ser su propio editor, […] no necesita de esos filtros que supone el mundo de la edición impresa […] La posibilidad de la edición masiva de textos no significará necesariamente un aumento de la calidad, sólo eso, un aumento de los textos en circulación. La frustración del autor rechazado se sustituirá por la también tradicional del autor poco leído, que existirá siempre.

Para terminar, el cuarto indicio viene dado por la noticia publicada por Dana Goodyear en The New Yorker sobre una joven que crea un nuevo género de novela mediante el teléfono móvil7: «Moné comenzó a subir la novela directamente desde su teléfono a un portal de intercambio de medios llamado Maho i-Land (Isla Mágica), número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 33


Novelas para celular sin examinar sus escritos ni tener en cuenta la trama.[…] Para mediados de abril, Moné había completado su novela, diecinueve días después de haberla comenzado». Quienes deseen conocer el impacto editorial que tuvo esta curiosa iniciativa —aunque me consta el amor por la literatura y no por las cifras de la mayor parte del público lector— encontrarán en el artículo que: «De pronto, a través de Maho i-Land, supo que un editor estaba interesado en publicar su primera novela en papel impreso. En diciembre del 2006, Sueño eterno se publicó con más de trescientas páginas. El distribuidor Tohan lo situó entre los diez libros de pasta dura mejor vendidos durante la primera mitad del 2007. Para finales de ese año, las novelas celulares, todas escritas por anónimos de cursis seudónimos de una sola palabra, ocuparon cuatro de los cinco primeros lugares en la lista de best sellers literarios. El hilo rojo, por Mei, que vendió un millón ochocientas mil copias, fue el segundo. Cielo de amor de Mika, fue el primero, y su secuela, el tercero, vendiendo entre los dos más de dos millones seiscientas mil copias». Lo curioso es que tal iniciativa no haya tenido especial eco en nuestras latitudes, al menos no hasta donde he investigado. Todo lo que he encontrado sobre novelas para el celular me lleva hasta versiones de El Señor de los anillos o Harry Potter, autores superventas como Dan Brown, Stephen King o Paulo Coelho, o bien versiones manga de lo que ya es más que una realidad en la lengua nipona, pero nada, ¡nada! que pueda verificar en el idioma de Cervantes. Como excepción, parece que hubo un par de intentos, promovidos por una operadora de telefonía móvil, de explorar este mercado en Argentina, a través de los escritores Camilo Zaffora y Patricia Suárez. No he podido acceder a ellos, pero gracias a un blog dispongo de un fragmento de la obra Switch8, descrita como «máxima economía lingüística, diálogos cortos, pocas comas, sin metáforas… […] pensada para gente de entre 16 y 25 años y es una historia romántica que, según la autora, tiene algo de folletín, ya que no se puede ser demasiado filosófico en tan pocas palabras»: Él es un idiota, pero yo me enamoré de él igual. ¿Por qué? ¿Es que tengo inclinación a engancharme con tipos idiotas? ¿Es que los idiotas son más encantadores que los otros? (Una especie de selección natural: la naturaleza los hace tan idiotas que debe compensarlos con el encanto…) O a lo mejor es el destino. Pero seamos optimistas. Eso no deja de ser, a juzgar por las cifras que maneja el imperio del Sol Naciente, una oportunidad para todo escritor en ciernes con ganas de experimentar, porque he dejado de apuntar lo que quizás sea más interesante, aún no demasiado explotado: la ruptura con dogmas tradicionales de la escritura, que desde su nacimiento ha sido concebida como un proceso secuencial, estructurado y solitario, unidireccional, del escritor al lector. Las nuevas tecnologías, y en particular el móvil, abren la puerta a todo un amplio abanico de nuevas maneras creativas, de crecimiento orgánico e imprevisto y basado en la interacción. Así, ahora que ya sabemos que mi abuelo es analfabeto, ¿qué más quisierais saber sobre él? ¿Que fue un republicano en plena Guerra Civil española o un miembro vocacional de la división azul, o tal vez ambos a la vez? ¿Que era de quienes quemaban 34

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Novelas para celular

Pueden ustedes votar en Facebook… ;)

(1) Para los neófitos, consúltese http://es.wikipedia.org/wiki/Diccionario_SMS (2) ¿Qué es un holema? Plásido, «Cuando brevedad e intensidad se unen» (Revista Prosofagia N.º 5 ). (3) Joaquín Mª Aguirre Romero, «La incidencia de las Redes de comunicación en el Sistema literario» (Revista Espéculo n.º 7, noviembre 1997 ). (4) Meditaciones trascendentes, Esther y pepsi. Comunicación Oral. (5) «Leer con luz de luna» (Revista XLSemanal - 15/11/2010). (6) «La imaginación de Millás viaja en mensajes de móvil» (Diario El País - Cultura, julio 2009). (7) I ♥ Novels, «Young Women Develop a Genre for the Cellular Age», by Dana Goodyear, The New Yorker, December 22 & 29, 2008 Traducido al español en «Querido celular» (Etiqueta Negra

n.º 68, abril 2009), por Carlos Cavero. (8) «Novela para leer a través del móvil: Switch» (Papel en blanco, por Eva Paris, 23 de enero de 2007).

zoquete

literatura y tecnología digital

iglesias y blasfemaban, o un beato de misa diaria partidario de la pena de muerte? ¿Un seductor liberal que provocaba sentimientos encontrados entre sus amigas, o un caballero machista recalcitrante de honor intachable? ¿Quizás un ciudadano anónimo que, al encontrarse su libro más querido profanado por esos bichitos de lomo grisáceo, fue conducido al reino de los Incas, donde dicen que tuvo lugar el origen de los hombres?

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 35


Revista Literaria PROSOFAGIA

36

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


preparación de

una conferencia (Extractos de la novela Yo también tuve una novia bisexual, de Guillermo Martínez, Ed. Planeta, julio de 2011)

Guillermo Martínez Cuando contactamos con el escritor Guillermo Martínez, solicitándole una colaboración suya para iniciar la sección Sobre la literatura, no imaginábamos que pudiera, con esa sencilla generosidad difícil de hallar, ofrecernos nada más y nada menos que el poder publicar, en carácter de inéditos, algunos fragmentos de su última novela, en ese momento aún en proceso de edición. Estos fragmentos constituyen un ensayo sobre crítica literaria, al que el personaje denomina como una «Teoría de los refinamientos dicotómicos», y el autor explica que surge de sus reflexiones sobre la obra de Wittgenstein, Todorov y Calvino. La novela, Yo también tuve una novia bisexual, fue publicada mientras preparábamos este número de Prosofagia, y confieso que esperaba que apareciera en las librerías, curiosa por conocer cómo se inserta un ensayo de teoría literaria en una novela cuyo título parece ser o un guiño irónico o un encabezamiento casi frívolo para un relato acerca del sexo en las relaciones humanas. Interesantemente, los fragmentos que publicamos se integran con verdadera naturalidad a la trama y a los personajes. Sin embargo, al finalizar la novela me quedó una suerte de inquietud, de desasosiego íntimo: me pregunté qué pasaría si la leyera de nuevo (o la recreara de nuevo), esta vez considerando el ensayo como el núcleo desde el cual interpretar la novela como hecho literario y a la historia que cuenta como historia humana. Una segunda dimensión que subyace debajo de la superficie de la breve y fulgurante relación entre un escritor argentino que llega como profesor a una universidad de Georgia y Jenny, una de sus alumnas.

sobre la literatura

La

La preparación de una conferencia

Esther número septiembresto 2011 - Prosofagia 37


La preparación de una conferencia

6 de setiembre. Por la tarde: Apuntes mentales para la charla en Savannah. Usé por primera vez el carnet de la biblioteca y me traje varios libros. Quizá conviene empezar con la frase inicial de Seis propuestas para el próximo milenio, de Ítalo Calvino. Después de todo, esas conferencias fueron pensadas y escritas para su viaje a los Estados Unidos, supongo que este libro lo conocerán en las universidades. (¿Será así? Preguntar a Rachel.) «Dedicaré la primera conferencia a la oposición levedad-peso y daré las razones de mi preferencia por la levedad. Esto no quiere decir que considere menos válidas las razones del peso...». Ya en esta aclaración, que parece a primera vista sólo un acto de cortesía, está en germen toda la cuestión, que Calvino es demasiado agudo para pasar por alto. La cuestión que es el tormento y la desesperación de cualquier crítica de valores (hacer aquí un recuadro): Cualquiera sea la afirmación de un término y sus razones no pueden considerarse menos válidas las razones del término opuesto.

Calvino argumenta a favor de la levedad, tanto en el estilo —por una «agilidad nerviosa y punzante» para la escritura— como en lo estructural: «He tratado sobre todo de quitar peso a la estructura del relato y al lenguaje». Y lleva incluso esta preferencia al plano existencial, como elección filosófica: «la búsqueda de la levedad como reacción al peso del vivir» (a la inercia, a la opacidad del mundo). Pero en la quinta conferencia, sin que ni siquiera parezca advertirlo, bajo el nombre más benévolo de «multiplicidad» hace reaparecer una por una las obras más paradigmáticas y las razones del «peso». La vieja dialéctica contraataca y lo que se echa por la puerta con un adjetivo descalificativo vuelve por la ventana bajo otro adjetivo más amable. Habla de la vocación de la novela contemporánea por representar el mundo «sin atenuar su inextricable complejidad», un mundo en el que «cada mínimo objeto está visto como el centro de una red de relaciones que el escritor no puede dejar de seguir, multiplicando los detalles de manera que sus ­descripciones

38

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La preparación de una conferencia

Lo mismo ocurre con cada uno de los otros términos que propone. Cuando habla de la rapidez —segunda conferencia— tiene que reconocer que la velocidad no es un valor en sí, y que el tiempo narrativo puede ser también “retardador” o cíclico, o inmóvil. Porque, por supuesto, de inmediato se alzarían a protestar las novelas de la espera, de las postergaciones infinitas: Tristam Shandy o El desierto de los tártaros, La bestia en la jungla, de James, o El castillo, de Kafka. Cuando expone a favor de la exactitud —tercera conferencia— dice en un momento, de la manera más explícita: «queda por ver si con argumentos igualmente convincentes no se puede defender también la tesis contraria». Y cita a uno de sus poetas más admirados, precisamente Leopardi, para quien el lenguaje es «tanto más poético cuanto más vago, impreciso». Y lo mismo, exactamente lo mismo (generalización abrupta, pero que no puedo evitar si sólo tengo una hora) ocurriría con cualquier otro término que se propusiera para valorar o juzgar, para decir sí o no sobre una obra: cualquiera sea la afirmación que se quiera sostener, la negación siempre podrá reclamar sus propios derechos, sus encantos y credenciales. («Cada libro contiene su contralibro», diría Novalis.) Más aún, despojada de las partes puramente descriptivas, de citas de autoridad, del juego circular y vacío de las comparaciones, toda crítica valorativa puede reducirse a una sucesión de términos en pares dicotómicos, de los que el crítico escoge —o ya escogió a priori— uno o su opuesto según su preferencia, su formación, su prejuicio. (Puedo mencionar aquí el programa de computación que me mostró mi director al llegar a Cambridge: la reducción de un texto crítico a la sucesión lacónica de sus pares dicotómicos y el esqueleto lógico de la argumentación.) ¿Significa esto que la crítica de valores, la crítica que opina y que juzga y que pretende establecer jerarquías, está en un callejón sin salida? ¿Significa que no se puede salir ni avanzar más allá del gusto personal, de la moda académica, del prejuicio, de la mera preferencia?

sobre la literatura

y divagaciones se vuelvan infinitas». Y así, ya estamos de regreso en el territorio de los paréntesis incesantes, de la densidad programática, del ladrillo monumental. Una tras otra, entre signos de admiración, reaparecen las obras más paradigmáticas del «peso», desde La montaña mágica, de Thomas Mann, hasta Bouvard y Pécuchet, desde El hombre sin atributos, de Musil, hasta el edificio abrumador de Perec. En cada una la ambición megalómana y recurrente de encontrar una forma literaria capaz de contener el universo, una ambición siempre amenazada por «el demonio del coleccionismo» (dice Calvino) y el tedio del índice (diría Borges). E incluso, para completar la simetría, también aquí da Calvino una razón «existencial» para defender esta clase de novelas: «Cada vida es una enciclopedia, una biblioteca, un muestrario de estilos donde todo se puede mezclar continuamente y reordenar de todas las formas posibles».

número septiembresto 2011 - Prosofagia 39


La preparación de una conferencia

Esa fue justamente (segundo recuadro) la pregunta que me propuso mi director como problema para mi tesis de doctorado. ¿Cuánto contaré de la tesis en sí? Esto debo pensarlo con cuidado. (Y recordar lo que me dijo Rachel, que aquí en los Estados Unidos, aunque hayan dejado atrás el New Criticism, entre los estudios culturales y las teorías de género, pueden ser un poco hostiles a cualquier posibilidad de un regreso a la crítica de valores.) ……………………………………………………………………….. 7 de setiembre. Por la tarde: Más apuntes y notas para la conferencia en Savannah. ¿Cuánto decir, entonces, de mi tesis? Les ahorraré, por supuesto, la parte del «peso» (el peso desgraciadamente necesario): la recolección y revisión, en los primeros tres años, junto con el grupo de becarios, de todos los pares dicotómicos que aparecen en trabajos críticos, desde los primeros ejemplos en la antigüedad (Aristóteles, Demetrio, Cicerón, Horacio) hasta la crítica contemporánea. La agrupación en clases, la cuidadosa separación de solapamientos y ambigüedades, la distinción de esferas (los filosóficos, los estéticos, los técnicos, los ideológicos), la depuración de los que llevan ya en sí una carga de valoración o prejuicio y su reemplazo por otros equivalentes pero puramente descriptivos. Todo esto (la limpieza del establo, lo llamábamos) lo reduciré a una sola imagen, el cuadro final en power point, con el centenar de pares que quedaron en pie. Sobre la idea principal de la tesis, quizá lo mejor sea mencionar la primera inspiración, el libro de Todorov que apareció en esos años, Crítica de la crítica, que vi casi por casualidad en una librería, cuando ya desesperaba de encontrar un desfiladero en el marasmo de los relativismos. Podría leer la frase del principio, que copié en el pizarrón de mi oficina, y que tuve como lema para el resto de mi trabajo: «La posibilidad de oponernos al nihilismo sin dejar de ser ateos». Y de allí, ir directamente a la línea crucial de su conversación con Paul Bénichou, cuando Todorov intenta resumir la posición crítica de Bénichou «como una tentativa, primero de poner en evidencia, luego de articular un cierto número de antinomias». A lo que Bénichou responde con una pequeña precisión invalorable (tercer recuadro): «Usted tiene razón en decir que articulo antinomias, pero es después de haberlas constatado, o para decirlo mejor, experimentado». Este fue el hilo oculto en la madeja, del que sólo tuve que tirar poco a poco, con cuidado, hasta sacarlo enteramente a la luz. En efecto, en vez de la práctica habitual frente a las antinomias: lo uno o lo otro, la elección de bando, las escuelas críticas contrapuestas, la argumentación ofensiva-defensiva, la antinomia es mucho más reveladora —y productiva— en el momento de vacilación en que se experimenta en el propio sistema, cuando los dos términos opuestos conviven a la vez con toda su tensión en la misma mente (como contradicción, como incoherencia, como crisis de postulados que se tenían por firmes, como 40

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La preparación de una conferencia

(interrumpido) ………………………………………………………………. Pasé en Savannah sólo un día con su noche. Di mi conferencia a las tres de la tarde, para un grupo distraído y adormilado de profesores. Imaginé los esfuerzos que seguramente tuvo que hacer mi anfitrión para reclutarlos uno a uno de sus oficinas y reunirlos después del almuerzo, con la promesa modesta de café y galletitas al terminar. Aún así, había un alumno de doctorado joven y despierto —los alumnos, esa última esperanza inextinguible— que me hizo al final una pregunta interesante. Quiso ver otra vez el cuadro con la lista completa de todos los pares dicotómicos esenciales. Del mismo modo que yo había mostrado ejemplos parcialmente «contradictorios», donde dos términos dicotómicos de la lista se aplicaban a la vez (y esto, según mi teoría, debía dar lugar a un refinamiento de esos términos y a una nueva dicotomía), uno podría pensar, de manera hipotética, en una novela lo suficientemente compleja, lo suficientemente ambivalente, como para que convivieran en ella todas las

sobre la literatura

conciencia en el pensamiento de sus oposiciones, diría Hegel). Porque este momento de suspensión fuerza al crítico a volver sobre sus pasos, a inclinarse otra vez hacia el texto para releer (para leer de una manera desnuda, despojado transitoriamente de sus aparatos, con sus reflejos condicionados por un instante desactivados). Es el momento raro, infrecuente, en que se invierte otra vez la relación: ya no es el sistema cristalizado el que va hacia el texto para doblegarlo como «otro ejemplo» bajo sus requerimientos y sus preconceptos, sino que el texto, lo que está ahí escrito, vuelve a ser lo primordial, lo que revela la insuficiencia de la maquinaria. Lo genérico tiene que volver a lo concreto y refinar la dicotomía que dio lugar a la contradicción, sustituirla por otro par de términos que permitan incorporar dentro de la preferencia el ejemplo aparentemente díscolo o contradictorio. Ya no es lo uno o lo otro, sino quizá no todo lo uno y algo de lo otro, y los nuevos términos dicotómicos deben hablar ahora de proporciones, de mezclas necesarias, o establecer otra clase de división, una partición más sutil, que permita calibrar de nuevo las diferencias. De aquí al programa de mi tesis hay un solo paso: convertir en práctica consciente y deliberada, puesta por escrito, la exploración y resolución de estos momentos de incertidumbre, de colisión de aparentes contrarios. Pensar a la crítica como búsqueda introspectiva, como experimentación individual, personalísima, apegada al texto, al ejemplo concreto, del límite y extensión de cada término, y como una sucesión (un ahondamiento) de refinamientos dicotómicos. Ya no importarán tanto entonces los presupuestos iniciales de cada crítico (sus preferencias, sus prejuicios, sus axiomas), que el crítico con honestidad intelectual tomará siempre como puntos de partida provisorios —y como estado de relativa ignorancia—, sino la puesta a prueba de estos axiomas con los ejemplos «contradictorios», y los refinamientos dicotómicos a que puedan dar lugar uno u otro sistema. La mera preferencia —siempre algo aplastante y ciega— se reemplazará así por una preferencia fundada, que se diferencia de la pura arbitrariedad del gusto en que ha sido puesto a prueba, desplegada y refinada —incluso a veces convertida— frente a las tesis opuestas.

número septiembresto 2011 - Prosofagia 41


La preparación de una conferencia

dicotomías de la lista. Pero si esa lista era de verdad exhaustiva, ya no habría modo de encontrar nuevas dicotomías para aplicar: ¿cómo proseguiría entonces mi juego crítico? Aquella lista era exhaustiva sólo hacia atrás, expliqué. Y de ningún modo definitiva. Contemplaba todos los términos dicotómicos que se habían empleado en la crítica hasta ahora. Era algo así como un resumen brutal, pero no desleal, de la historia de la crítica. Lo que mi tesis proponía, justamente, era desarrollar, frente a los casos «contradictorios», nuevos conceptos dicotómicos, nuevos refinamientos, que pudieran prolongar esa lista cuanto fuera necesario. La tarea crítica debía ser también siempre actual, y no menos infinita que la escritura de obras. En el viaje de regreso me entretuve pensando un poco más en la pregunta de ese chico. ¿No sería una magnífica contrainte, digna del propio Calvino y sus compañeros de Oulipo, concebir una novela que pudiera atravesar indemne, sin ser apresada del todo en el centenar doble de brazos, la lista íntegra que yo había expuesto? Una novela que fuera a la vez objetiva y lírica, intimista y social, privada y política, realista y simbólica, clásica y rupturista, irónica y dramática, conceptual y terrena. Que fuera exploración del lenguaje y reinterpretación del mundo, asimilación de una tradición y vuelta de tuerca original, representación de una época y mundo ficcional autónomo. Una novela al mismo tiempo intensa y leve, sutil y contundente, exuberante y despojada, lineal y laberíntica, transparente y cifrada... ¿Qué clase de monstruo informe resultaría de un experimento así?

Guillermo Martínez

42

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La preparación de una conferencia

nació en 1962, en Bahía Blanca, A rgent ina.

E n 1982 obt u vo el Pr i mer Prem io del Cer t a men Nac ion a l de Cuento s Rob er to A rlt (c ategor ía ju ven i l) con el l ibro L a ju ngl a s i n bes t i a s. Su c uento Inf ie r no G ra n d e (del l ibro homón i mo, 1989, Prem io del Fondo Nac ion a l de la s A r te s) h a sido publ ic ado en T he Ne w Yo rke r (20 0 9), d ist i nc ión que solo obt u vo ot ro ú n ico e sc r itor a rgent i no, Borge s. I ntere sado en la f i lo sof ía , Do c tor en C ienc ia s M atem át ic a s y e sc r itor, e s autor no solo de c uento s y novela s de f icc ión si no t a mbién de en sayo s. Novela s y en sayo s publ ic ado s: Ace rca d e R od e re r (novela , 19 92, E d. Pla net a); L a m u je r d el m aes t ro (novela , 19 98, E d. Pla net a); B o rges y l a m ate m át i ca (en sayo s , 20 03, E d. Sei x Ba r r a l); C r í m e nes i mpe rce pt ibl es (novela , 20 03, Prem io Pla net a A rgent i n a y Prem io M a nda r ac he, E spa ñ a); L a fó r m ul a d e l a i n m o r t ali d a d (en sayo s , 20 05, E d. Sei x Ba r r a l); L a m u e r te l e nt a d e Lu c i a n a B . (novela , 20 07, E d. Pla net a); G öd el ( pa ra tod os) (en sayo s , 20 0 9, E d. Sei x Ba r r a l) C oautor: Gu st avo Pi ñei ro; Yo t a m bié n t uve u n a no vi a bi sex u al (novela , 2011, E d. Pla net a).

sobre la literatura

Guillermo Martínez

Pág i n a web: http://guillermomartinezweb.blogspot.com/

número septiembresto 2011 - Prosofagia 43


Revista Literaria PROSOFAGIA

44

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


entrevista

Montse

de Pa z , Elisabet Por Boris Rudeiko

Con Elisabet compartimos dos años en la redacción de Prosofagia y seguimos trabajando juntos. Nos conocimos personalmente el 22 de marzo de este año en la Taberna del Gijón, en Madrid, por el mejor motivo del mundo: la presentación de su novela Ciudad sin estrellas, ganadora del Premio Minotauro 2011. Entre ese momento y ahora, finales de junio, cuando nos encontramos de nuevo (esta vez virtualmente) para esta entrevista, otra novela suya ha llegado a las librerías: El heredero del clan, editada por Espasa, la misma editorial que publicó en 2008 Estirpe salvaje.

número 13 - esptiembre 2011 - Prosofagia 45


Elisabet ―Elisabet, ¿qué ha significado para ti la consecución del Premio Minotauro? ―Una alegría y un empuje muy grande, con todo el entusiasmo de quien ha logrado un hito. Luego, cuando lo piensas mejor, ganar un premio así da vértigo. Te preguntas si estarás a la altura, comienzas a pensar en el público lector, en todas las personas que han apostado por tu obra… y te das cuenta de que es una responsabilidad enorme. La novela está escrita, pero esperas que no defraude y que el premio te ayude a conseguir muchos lectores satisfechos. ―Como escritora te has presentado escasas veces a un concurso. ¿Qué te llevó a presentarte en esta ocasión? ―La verdad es que no era la primera vez que me presentaba a un concurso, incluso gané un premio de relato breve, en mis inicios como escritora. He enviado novelas a cuatro o cinco certámenes. Pero después de las primeras veces, me di cuenta de que era una enorme ingenuidad hacerlo, con mi poco rodaje, con la enorme competencia de escritores de prestigio que concurren y por el tipo de novela que escribo. Realmente, no encajaban con lo que perseguían los premios a los que me presenté. Así que me dije: se acabaron los concursos. Esta novela, concretamente, estuve tentada a enterrarla en el olvido. Pero dos personas de las que me fío me animaron a presentarme al premio. ¡Y salió bien! De no ser por ellos, quizás nunca la habría publicado. ―Mientras tus otras novelas corresponden al género de fantasía épica, ambientadas en sociedades que, aunque ficticias, corresponderían al pasado, Ciudad sin estrellas es una novela de ciencia ficción, cuya trama se desarrolla en un futuro post-apocalíptico. ¿Cómo fue la génesis de esta historia, tan distinta a las otras? ¿Cuál fue la fuente de inspiración? ―Concebí la historia original como un cuento. Quería escribir algo así como una metáfora futurista inspirada en el mito de la caverna, de Platón. Pero a medida que iba escribiendo me di cuenta de que la historia se alargaba, los personajes reclamaban su lugar y, en cuanto terminé el segundo capítulo, supe que aquello tenía que ser una novela. Y así fue. ―Estirpe salvaje se presenta como una novela juvenil. ¿Es el caso de Ciudad sin estrellas, o es un libro para todos los públicos? ―Qué difícil pregunta. Me cuesta clasificar mis obras en este aspecto. Según los editores de Minotauro ―yo también lo creía así― es una novela para todos los públicos. Algunos lectores, sin embargo, opinan que es juvenil. Puede ser, dado que la historia es sencilla, iniciática, con un protagonista casi adolescente. Tal vez los jóvenes la disfruten más. Personalmente, diría que es una lectura apta para cualquiera a partir de los doce años. ―Perseo Stone, el personaje central, es un inconformista, un rebelde. Si hiciéramos una comparación con la actualidad de España, ¿podría decirse que es un «indignado»? ―Es tentador hacer la comparación. Pero creo que hay muchas diferencias entre Perseo y un indignado. En primer lugar, la mayoría de los acampados protesta por la falta de trabajo y de unas condiciones de vida dignas. Perseo tiene dinero y trabajo; en cierto modo es un triunfador, al menos profesionalmente, y 46

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Elisabet

―¿Tu novela es una crítica a nuestra sociedad? ―En ella muestro algunas tendencias de nuestra sociedad, quizás llevadas a un extremo. El lector es muy libre de extraer conclusiones. Evidentemente, he elegido mostrar y subrayar ciertos aspectos de forma deliberada. Me inquieta ver cómo un pretendido estado del bienestar puede llegar a convertirse en una cárcel dorada para personas que no se conforman con vegetar y consumir.

entrevista

no sufre problemas económicos. En segundo lugar, el movimiento 15-M se manifiesta públicamente, expresa de manera llamativa su indignación. Perseo no formula una protesta en voz alta: pasa directamente a la acción y lo hace de manera clandestina. Porque, y esto es otra diferencia, su actuación es ilegal. Comete una infracción, mientras que nuestros indignados, pese a los brotes de violencia puntuales, utilizan un cauce legal permitido en nuestra sociedad, que es la libertad de expresión y asociación. Otra diferencia es que la movida indignada ha sido recibida con simpatía por mucha gente; en cambio, Perseo se inscribe en círculos minoritarios y mal considerados, incluso despreciados, por la mayoría de ciudadanos. Más que un indignado, diría que es un insatisfecho. Su rebeldía no es tanto una manifestación pública de enojo, sino un inconformismo de índole, digamos, espiritual. Perseo es un buscador, no va abiertamente contra el sistema, pero está dispuesto a salir de él para buscar fuera lo que no encuentra dentro.

―¿Cómo fue el proceso creativo? ¿Cuánto tardaste en escribirla? ―Fue muy rápido, como me sucede con todos los cuentos. La idea brota de improviso, la elaboro mentalmente y me pongo a escribir. Esta novela me llevó unos tres meses. Eso sin contar con el tiempo de corrección. Suelo ser bastante perfeccionista y puntillosa y puedo corregir un manuscrito hasta seis o siete veces. Este proceso me lleva bastante más tiempo que escribir la obra en sí. Por otra parte, Ciudad sin Estrellas ha sido publicada casi cuatro años después de ser escrita. Cuando la presenté al concurso no cambié nada sustancial, pero sí retoqué algunos diálogos y párrafos. Un amigo me sugirió que añadiera algo al final, que podía quedar excesivamente brusco y tajante, y así lo hice. Posteriormente, la última corrección tras el premio y antes de publicar la novela fue veloz. La editora y yo íbamos a contrarreloj y tardamos apenas doce días, consultándonos dudas y sugerencias a golpe de e-mail. Las correcciones fueron nimias, arrugas y flecos, y algunas expresiones que no siempre quise retocar y que me respetaron. Dos anécdotas: la Editorial Minotauro no sigue la normativa de la rae acerca del solo adverbio y lo mantiene con tilde ―cosa que me encantó, al parecer hay unos cuantos autores y editores que están en contra de este cambio. Y tampoco me hicieron quitar una sola palabra malsonante: «En Minotauro nos gustan los tacos», me dijo Vicky, la correctora. Otro detalle importante que cambió la editorial fue el título de la novela, y esto sí que me dolió un poco, es como cambiar el nombre de un hijo al que ya te has acostumbrado a llamar así. Pero resulta que, además de una película y una serie televisiva, ya existe otra novela bastante reciente que se titula igual, así que por exigencias de marketing, hubo que cambiar. ―¿Tendrán una continuación las aventuras de Perseo? ¿Proyectas una segunda parte de la novela? ―Ya la estoy escribiendo, ¡voy por más de la mitad! número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 47


Elisabet ―La promoción de Ciudad sin estrellas te ha llevado a recorrer España, con presentaciones, distintos eventos, entrevistas, en una magnitud que es nueva para ti. ¿Cómo te has sentido? ―Sorprendida por el esfuerzo publicitario que hacen las editoriales cuando apuestan por una novela. Y muy agasajada, la verdad. En todas partes me han acogido con una amabilidad exquisita, y allí donde he ido ―Madrid, Valencia, Bilbao, León― las agentes de comunicación tenían concertadas muchísimas entrevistas con los medios. Han sido unos días de maratón mediático, agotadores, pero muy estimulantes. Mientras estás en plena entrevista, ni te das cuenta de que pasa el tiempo. Te entusiasmas hablando de la novela, de temas que te apasionan… Conoces a profesionales de radio, prensa, televisión, todos tan diferentes y tan interesantes. En Madrid, incluso conocí a un grupo de blogueros ―futuros lectores― además de encontrarme contigo, Boris… Ese fue quizás el mejor momento del día. También me gusta que me hagan preguntas diferentes, originales o incluso polémicas, que me obligan a pensar. Solo después sientes el cansancio y un deseo casi irrefrenable de parar, de volver al retiro, para continuar escribiendo. En las presentaciones, tanto en León como en Barcelona, he sentido mucho el cariño y el arropo de familiares y amigos, algunos de ellos me han demostrado su cercanía de una manera inesperada, y eso ha sido muy gratificante. ―Hace pocas semanas ha llegado a las librerías El heredero del clan. Esta es una novela que, por lo que nos has contado, te resultó particularmente especial y querida. ¿Por qué? ―Porque cuando la pensé tenía muy claros los dos grandes temas que vertebran esta historia. Son dos temas que me han marcado profundamente y, aunque la novela no tenga nada que ver con mi vida real, en ella plasmo de algún modo lo que he aprendido al respecto. Y, por otro lado, es una novela que tardé más de seis meses en terminar, la escribí con más calma y minuciosidad que las anteriores y la he corregido y retocado a conciencia, cambiando incluso algunos capítulos. Creo que en ella he hecho una progresión como escritora. ―Has publicado un par de libros más, un libro de autoayuda y un ensayo: Cómo curar los sentimientos negativos y Mujeres de Dios. Háblanos de ellos. ―El primero lo publiqué casi por casualidad. Se trata de una serie de reflexiones sobre siete sentimientos negativos que se me ocurrieron durante un verano, mientras hacía footing por las mañanas. Es psicología casera, basada en la pura experiencia, y pensé que podía ser útil a personas que tienen que capear con emociones y sentimientos bastante incómodos, pero que pueden convertirse en fuerza interior constructiva. Puse todas estas ideas por escrito, las envié a tres o cuatro editoriales de libros de autoayuda y tras recibir algunos «no» o silencio total, decidí olvidarlo. Más tarde, cuando comencé a escribir novela y entré en los foros literarios, contacté con una editorial de reciente creación, Doss Ediciones, que aceptaba manuscritos. Les escribí, les dije lo que tenía y ellos, en vez de interesarse por las novelas, dijeron que querían publicarme el ensayo sobre los sentimientos. ¡Fue mi primer libro publicado! La verdad, fue una coedición y se ha distribuido muy poquito, solo a demanda y en tres o cuatro librerías de Sevilla, Badalona y Barcelona. Pero me consta, sorprendentemente, que es uno de mis libros que más éxito ha tenido entre sus lectores. Incluso hace 48

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Elisabet

―Tienes otras novelas ya escritas. Creo que un total de ocho. ¿Qué tipo de novelas son?, ¿hay alguna de ellas en proceso de publicación? ―Pues sí, tengo ocho… ¡y media! De ellas, tres ya publicadas, así que me quedan cinco. En Espasa tienen dos para lectura, una es la continuación de Estirpe Salvaje. Las tres primeras que escribí forman una trilogía que estoy comenzando a reescribir, pues la quiero remodelar de arriba abajo. Todas ellas, salvo la continuación de Ciudad sin Estrellas, son fantasía épica y están relacionadas entre sí, como una especie de gran saga. Espero ir publicándolas algún día, pero de momento no hay fechas. La continuación de Ciudad sin Estrellas, si todo va bien, quizás se publique el año que viene, o el otro.

entrevista

poco una lectora me dijo que había seguido sus consejos y le había resultado muy bien. Mujeres de Dios tiene otra historia curiosa. Lo escribí a partir de unas charlas sobre las mujeres de la Biblia que di en mi anterior parroquia. Varias personas me propusieron recopilarlas y hacer un librito, y así lo hice. Lo envié a unas cuantas editoriales religiosas, hubo cuatro o cinco que se interesaron y una de ellas, Mensajero, rápidamente aceptó publicarlo. Lo sacaron a los pocos meses, casi sin darme opción a corregir nada. Es otro libro del que también he recibido muchas impresiones positivas. Algunos lectores, cuando me ven, me piden que escriba más sobre este tema… Algún día lo haré.

―Quienes te hemos leído en los foros literarios sabemos que tus cuentos rara vez pertenecen a la literatura fantástica o de ciencia ficción; más bien retratan personajes y sucesos del mundo real. ¿Existen razones determinadas para esa diferencia entre tus relatos breves y tus novelas? ―No lo sé. Mis cuentos son experimentos, me gusta jugar con múltiples temas, estilos y enfoques. Y es verdad, muchas veces están basados en situaciones reales. Son totalmente distintos a las novelas, a veces pienso que me sirven como ejercicios de entrenamiento y recreo, donde puedo ser audaz y probar efectos un poco arriesgados. En cambio, las novelas son carreras de fondo y en ellas debo mantener un pulso regular y constante. Son historias que piden extensión y hondura, relatos largos que abarcan etapas de una vida o vidas enteras. Los ejes de mis novelas son los personajes, más que la trama o la acción. Por eso no puedo ―o quizás no sé― condensarlos en cuentos breves. Me siento más cómoda desarrollándolos en novelas. ¿Por qué épica fantástica? Porque casi todas las historias relatan un proceso de crecimiento y maduración, o incluso de liberación. Y para describir esto, creo que el género fantástico es ideal. ¿Hay algo más épico en la vida de una persona que el paso de la infancia a la adolescencia, y las decisiones que toma durante esos años? Debo precisar que mi fantasía es bastante realista y en ella, más que lo mágico y lo fabuloso, prima lo iniciático. ―Háblanos de ti, Elisabet. Nos has contado de tu infancia, vivida en un ambiente con una fuerte impronta en literatura clásica. ¿Cómo influyó en las decisiones posteriores que has tomado con respecto a la literatura? ―En una conferencia de Carmen Martín Gaite a la que asistí en mis años universitarios escuché algo que se me grabó: las primeras lecturas marcan lo que vas a escribir algún día, cuando seas adulto. Y creo que así ha sido en mi caso. Esas lecturas han sido la leña que alimenta mi hoguera. Y de tal madero, tal llama… número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 49


Elisabet ―¿Cuáles eran y cuáles son tus autores y lecturas favoritas? ―En mi infancia y adolescencia, las novelas de aventuras: desde Tolkien hasta Emilio Salgari, pasando por Julio Verne, Walter Scott, Alejandro Dumas… También, cómo no, Homero. Y los libros de caballerías. A los ocho años mi madre me regaló una versión adaptada del Amadís de Gaula, Tirant lo Blanc y otros, y poco después un librito que leí una y otra vez, La antigua saga de Gudrun. Devoraba aquellas historias con fruición. Hoy, mis preferencias son muy eclécticas: desde los españoles de las generaciones del 98 y el 27 ―Delibes, Unamuno, Galdós, Pío Baroja― hasta autoras como Mercè Rodoreda o Virginia Woolf. Bécquer me fascinó de niña, y creo que conservo algún poso de sus leyendas que se me remueve cuando me pongo a escribir. Me gustan las románticas Brontë, rompedores como D. H. Lawrence o esteticistas como Flaubert, Daudet o Gerald Durrell. Disfruto con la novela histórica (Robert Graves, Colleen McCullough, Umberto Eco), y de tanto en tanto me distraigo con algún bestseller de Noah Gordon, John Grisham o Ken Follet, aunque cada vez menos. Durante la carrera me fascinó una autora africana poco conocida, Bessie Head (leí y trabajé a fondo sobre sus tres novelas). García Márquez o Vargas Llosa me deslumbran. Y me deleita Ana María Matute desde niña ―fue la autora que me hizo descubrir que se podía escribir y se podía ­escribir bello. Valle-Inclán, lo leo y releo porque creo que con su prosa aprendo a escribir-de-verdad. ¡Es una gozada! Y uno de los pocos autores que me obliga a usar el diccionario. Hace poco descubrí a Baricco, otro maestro. Y volviendo a los clásicos, cuando me canso de todo y quiero releer algo que me alimente por dentro… siempre regreso a Homero y a los relatos de la Biblia. ―Cuando decidiste estudiar filología, ¿pensabas ya en dedicarte a escribir, o tus aspiraciones eran otras? ―¡Qué va! Me gustaba leer, amaba la literatura, pero jamás pensé dedicarme a escribir en serio. De niña o de jovencita nunca me dije: «Voy a ser escritora». Es más, cuando caí atacada por la fiebre de las letras, ni yo misma era consciente hasta que alguien me dijo: «Tú ya eres una escritora». Luego he pensado que esto me ha ocurrido más veces, con otros aspectos de mi vida. Pasado un tiempo, vuelvo la mirada atrás, ato cabos y pienso: todo esto tiene sentido. Tenía que ser así. Pero las cosas más importantes de mi vida ―y escribir ahora es una de ellas― siempre han sido sorpresas, algo que brota como una flor inesperada en el camino. ¡Aún estoy saliendo de mi asombro! ―¿Crees que la carrera de filología contribuyó a tu formación como escritora? ―Claro que sí, aunque entonces, cuando era estudiante, nunca me planteé escribir. Lo que aprendí, mis lecturas de esa época, mis trabajos ahondando en las entrañas del lenguaje y en el alma de los autores, todo ha sido más leña para la hoguera de mi inspiración, estoy segura. ―¿Qué significan para ti los foros literarios? ―Han sido una parte importantísima en mi vida como escritora. Ahora, los considero como una especie de escuela donde he hecho amigos excelentes, de esos a los que quieres y quieres conservar toda la vida. Desde una perspectiva puramente literaria, han sido una etapa de formación, aprendizaje e intercambio 50

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Elisabet

―¿Y la dirección de la revista Prosofagia? ¿Qué destacarías de estos dos años en la revista? ―Que es un ejemplo magnífico de algo que se proclama mucho y se practica poco y mal: el trabajo en red. Con mis compañeros de staff, sin conocernos personalmente ni hablar cara a cara, cada uno en una punta del mundo, por así decir, hemos logrado una compenetración increíble que nos ha permitido editar regularmente la revista, sin fallar, durante dos años. Pero, además del trabajo, ha sido un tiempo de afianzar nuestra amistad, una amistad puesta a prueba por toda clase de complicaciones y problemas, naturales en cualquier iniciativa que se haga en grupo. Me parece que hemos salido bien parados y con ganas de seguir, además de aprender muchísimo. La verdad, mi sentimiento después de estos dos años es sobre todo de gratitud, de cariño hacia mis colegas de equipo y de deseos de ir a más con la revista.

entrevista

muy intensa, que me ha hecho crecer como escritora y que, además, ha posibilitado que hoy esté publicando mis libros. Gracias a los foros contacté con mi primera editorial; gracias a ellos recibí consejos de otros escritores consagrados y decidí buscar agencia, y la encontré. Debo muchísimo a las personas que he encontrado en los foros, a sus críticas y lecturas de mis textos. Entre otras cosas, ¡he aprendido a escribir cuentos!

―¿Cómo compaginas tu trabajo y la escritura? ¿Tienes una rutina diaria de escritura y lectura? ―Mi trabajo en la Fundación arsis me pide mucho, es a dedicación completa y no tengo intención de dejarlo, pero la literatura me estira… Así que lo compagino como puedo, casi siempre tirando de noches y robando horas al sueño. Intento leer un libro cada semana, cosa que no siempre consigo cuando tengo mucha faena. Y cuando estoy escribiendo una novela, procuro dedicarle un par de horas o tres cada noche, o a días alternos si estoy muy cansada. Y luego, cuando corrijo, lo mismo. Al terminar, me doy unos meses de descanso antes de emprender la escritura de una nueva obra. Así lo he hecho durante seis años, aunque este 2011, con el premio y la promoción de Ciudad sin Estrellas he roto un poco la rutina y me encuentro haciendo algo raro: interrumpiendo una novela, reanudándola… ¡y con otra a medias! Bueno, ya saldré de esta. ―Has escrito muchos artículos sobre literatura y sobre el camino a seguir para publicar con una editorial. ¿Qué consejos darías a un escritor novel que quiere publicar la novela que tiene guardada, sin saber qué hacer? ―Primero, que la dé a leer a otras personas. No solo amigos o familiares, sino a personas con formación en literatura que le puedan dar una opinión sincera y con fundamentos. Así sabrá si la novela es potable o debería retocarla, o mejor lo deja o se pone a escribir otra cosa. Siempre tiene la opción de llevarla a un lector profesional, pagando. Ahora bien, si está convencido de que su obra reúne la calidad suficiente y es de interés, que se lance a buscar editorial o agente literario, o ambas cosas. Mi estrategia hasta que fiché con Sandra Bruna fue la de «fuego a discreción» y no rendirme nunca. Eché todas las cañas al mar hasta que conseguí los primeros resultados. Y si con la primera novela no logra nada, le diría que siguiera escribiendo. A menudo, la ópera prima es impublicable, por poco madura, y la primera que se logra publicar es la tercera o la cuarta. Aunque número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 51


Elisabet hay casos bien sonados que desmienten esta afirmación. En todo caso, a este escritor le preguntaría si realmente quiere escribir, ahora y siempre, si está seguro de que la literatura forma parte intrínseca de su vida y no puede vivir sin ella… Si es así, entonces seguirá escribiendo, irá mejorando, no desfallecerá y algún día conseguirá ver su sueño hecho realidad. Pero tiene que estar convencido, enamorado, y lanzarse de cabeza. ―¿Cuáles son tus proyectos futuros como escritora? ―Terminar la continuación de Ciudad sin Estrellas. Reescribir mi primera trilogía. Escribir ―y publicar, claro― unas cuantas novelas más: las que tengo en mente y las que aún no han nacido en mi imaginación, pero que lo harán algún día. Y, con cada nueva obra que termine, mejorar, depurar mi estilo y conseguir una mayor belleza y profundidad en todo cuanto escribo. ―Muchas gracias, Elisabet. Me he sentido como en casa hablando contigo. Y, aunque ya lo he dicho alguna otra vez, me gustaría repetirlo: «Gracias por ser como eres». Un fuerte abrazo. ―¡Gracias a vosotros! Y un abrazo para ti, Boris.

Elisabet y Boris inmortalizados al estilo Cheers, pero en Madrid, en

La Taberna del Gijón

Boris Rudeiko 52

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Elisabet

un caluroso 4 de julio de 1970. De sa ng re mez clada ent re u n a c at a la n a y u n leoné s , c rec ió e sc uc h a ndo c uento s y le yenda s de b o c a de s u s pad re s y abuelo s. A lo s siete a ño s emp ez ó a i nvent a r s u s propia s h istor ia s , que e s c r ibía e i lu st r aba a modo de cóm ic s. E st ud ió Fi lolog ía I ngle sa , p ero u n a dec isión p er son a l la apa r tó del mu ndo l iter a r io y ac adé m ico pa r a ent reg a r se en c uer p o y a l m a a t r abaja r en do s a so c iac ione s hu m a n it a r ia s. C omen z ó como volu nt a r ia en s u s a ño s u n iver sit a r io s y a hor a e s u n a de la s d i rec tor a s de la Fundación ARSIS. La vo c ac ión l iter a r ia , si n emba rgo, e s a lgo que se l le va en la sa ng re, de m a ner a que la pa sión p or la e sc r it u r a volv ió a s u rg i r en el la c ier t a no c he de ver a no de 20 0 4…

entrevista

Elisabet, Montse de Paz, nació en Lérida

E l re sto de la h istor ia p odéis leerlo en s u blog ( http://comollegarapublicar.blogspot.com). De sde entonce s , h a publ ic ado c i nco de s u s d iez l ibro s e sc r ito s. Tr a s u n a ép o c a mu y ac t iva en a lg u no s foro s l iter a r io s , se u n ió a u n g r up o de compa ñero s del foro P rosófagos pa r a f u nda r la re v ist a Prosofagia. Y sig ue e sc r ibiendo, p orque qu ien a m a la s let r a s « no v ive de el la s», si no p or el la s. C on f ía en que s u s obr a s , la s i néd it a s y la s que ex isten solo en s u mente, l leg a r á n u n d ía a ver a la lu z , au nque e so no e s lo que m á s le preo c upa , a hor a.

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 53


Revista Literaria PROSOFAGIA

54

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


entrevista

Juan Eslava Galán Por Elisabet Define su vocación como una amalgama de lector, novelista e historiador. Nacido en Jaén en los duros años de la Posguerra y el miedo, profesor de lengua y literatura inglesa durante tres décadas, el Premio Planeta, asegura, le abrió las puertas para poder dedicarse por completo a su pasión: escribir. Una pasión que en él se convierte en artesanía que practica a diario, con disciplinado tesón, y que se traduce en decenas de novelas y ensayos que deleitan a muchos lectores y que exploran las profundidades del ser humano, sus anhelos y sus inquietudes. Juan Eslava nos regala una prosa ágil y rica, no exenta de gracia andaluza y del preciosismo, en su justa medida, de un orfebre de las letras que busca en ellas la transparencia y la fluidez del agua.

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 55


Juan Eslava Galán ―Juan, ¿cómo nació tu afición a la literatura? ¿Qué primeras lecturas te marcaron? ―Mis primeras lecturas son muy simples. En mis tiempos, cuando iba a la escuela, en muchas casas no había libros. En la mía solamente había dos: el libro de familia y un recetario antiguo que todavía conservo, de un cocinero gallego. En la escuela del pueblo leíamos el Quijote, y como solo había un ejemplar, cada tarde, como un rito, todos nos poníamos en fila junto a la pared y cada uno leía un párrafo. Ese fue mi inicio. Yo lo debo todo a Cervantes, como dicen a veces las folclóricas cuando hablan de sus ídolos. Empezó por ahí la afición. Después, con doce años, descubrí a Julio Verne y a un autor hoy olvidado, Rafael Sabatini, de novelas de aventuras y espadachines, que publicaba la editorial Molino. Me inicié leyendo este tipo de cosas. ―Novelista, historiador… ¿Quién fue primero? ―No estoy muy seguro. Tengo un conflicto íntimo, porque cuando estoy haciendo una novela me gustaría estar escribiendo un ensayo, y cuando escribo un ensayo me gustaría estar haciendo una novela. Al final he llegado a un cierto acuerdo conmigo mismo, y escribo ensayos novelados. En ese género me siento cómodo. Mientras a los lectores les guste, adelante. ―También está la novela histórica… ―Sí. La última, que ahora estoy corrigiendo, es histórica pura. Pero, a pesar de esto, tiene un apéndice donde se habla de la verdadera historia de la novela. No me desprendo del prurito de historiador. Aparte de que esta última obra es del momento en que hice mi tesis doctoral sobre el siglo xiii, y tenía que hablar de este período. ―¿Por qué crees que la novela histórica está tan de moda y gusta tanto? ―Creo que ha sido un descubrimiento reciente. Antes, no había una gran afición a la novela histórica en España. Esto partió de la fama que alcanzó El nombre de la rosa, en los años ochenta. ¿Por qué? Primero, porque entonces los españoles ya tienen más acceso a la cultura. Para leer novela histórica necesitas tener un mínimo de bagaje cultural para poder entender su contexto. En segundo lugar, porque a lo mejor la novela histórica nos evade más. Antes se había impuesto la moda de la novela realista, que era un poco sórdida. Todavía leemos novelas excelsas como Tiempo de silencio, pero esos ambientes sórdidos nos están rodeando todavía hoy y quizás perseguimos un refugio, una huida de la realidad que no nos gusta. Y un tercer dato. A lo mejor buscamos, en ciertas novelas históricas, no las de acción, sino las reflexivas, como Memorias de Adriano, modelos temporales antiguos que iluminen un poco nuestro presente. Adriano vive en un momento de crisis de civilizaciones, y esto es muy actual. ―¿Crees que es posible para un historiador ser objetivo o, al menos, lo suficientemente ecuánime como para no tomar partido por ciertos personajes o filosofías? ¿Es realmente deseable esta objetividad? ―Todos los historiadores creen que son objetivos; realmente, ninguno lo es. Todos creen que lo que hacen es una ciencia. Yo creo que la historia es un arte que usa procedimientos científicos. Pero realmente no es una ciencia. De hecho, 56

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Juan Eslava Galán

―¿Quiénes son tus maestros, en historia? ―Tengo muchos. Un referente clásico es Georges Duby, que hace una historia legible, cosa que envidian muchos historiadores españoles, que escriben unos tochos pensando en los colegas, no en la gente común. Otros: Huizinga, todo un clásico. A mí me interesa, cómo no, Graves, porque en sus novelas tiene mucho en cuenta las fuentes y las maneja bien. Entre los modernos, citaría también a José Luis Corral, que es un gran historiador y un gran novelista. ―Tu primera obra publicada, ¿fue la primera que escribiste? ―La primera obra publicada fue un ensayo, La leyenda del lagarto de la Malena y los mitos del dragón. Partí de un dato local, una leyenda de Jaén muy parecida a la de San Jorge, sobre un preso a quien liberan para que mate al monstruo, que es un lagarto… Y me propuse escribir un ensayo de tipo histórico, mítico y antropológico. Eso fue lo primero que publiqué, a los treinta años. Ya tenía novelas escritas. Soy un autor precoz, empecé a los trece años, calculo. Pero no empiezo a publicar hasta los treinta.

entrevista

nadie escribe una obra definitiva en historia, sino que cada generación reescribe y muchas veces el discípulo le da la puñalada al maestro. Ciertos fantasmones actuales debieran tenerlo en cuenta: sus discípulos les pagarán con la misma moneda con que ellos pagaron a sus maestros.

―Vamos a tus ensayos. Te apasionan los misterios históricos, los mitos, las religiones. Son temas que nos fascinan a muchos lectores. ¿Cómo nació en tu caso la inquietud por estos asuntos? ―Creo que es por lo mismo que le interesan tanto a la gente. En cierto modo nos hemos apeado de la creencia universal, el catolicismo, que fue opresiva e hizo mucho daño a mi generación. Personalmente soy agnóstico, pero me ha gustado siempre buscar la verdad, he indagado y me interesan mucho las creencias de la gente, religiosas, folclóricas. Y uno escribe de lo que lee y observa. Tengo una actitud ante el mundo muy observadora, me gusta aprender. Y he descubierto que el mejor modo de aprender es escribir ensayos: te obliga a leer muchísimo. ―El amor y el erotismo son otros dos temas que afloran en tus obras y ensayos. ¿Qué has aprendido tras escribir sobre el amor en la antigua Grecia, en Roma, en España… y sobre cómo mantener el amor en pareja, hoy (tu ensayo Homo erectus)? ―Eso es la salsa de la vida, claro. Una persona de sesenta y tres años tiene una experiencia erótica, en el sentido más noble de la palabra. A lo largo de una vida dilatada, un alma tiene cierta introspección, se observa y ha aprendido muchas cosas de sí. Y he leído bastante. Me ha interesado la poesía erótica y he escrito libros sobre estos temas, pero me gusta añadirles cierto gracejo, porque el asunto se presta a ello. En lugar de ver la poesía de Catulo, por ejemplo, como algo apergaminado, lo vistes, lo pones en un contexto actual, y lo que dice tiene un valor universal. Al fin y al cabo, en la vida del hombre no hay más que dos preocupaciones esenciales, el amor y la muerte. Cuando ya tenemos qué comer, solo nos preocupa ser felices en el amor y lo que ocurrirá cuando envejezcamos, cuando llegue la muerte… Todo esto lo proyecto en mis ensayos. número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 57


Juan Eslava Galán ―Y la poesía, ¿de qué manera influye en tu prosa? ―Tengo publicado un único libro de poesía, que me lo arrancó un amigo en un momento en que había bebido de más (Ríe). Solo escribo sonetos, y lo hago como una actividad privada, vergonzante. He publicado algunos en un par de revistas y ese cuadernillo que me publicaron hace años. Aunque no escriba poesía, leo mucha. Escribí, en mi juventud. ―Todos los jóvenes hemos escrito poesía… ―Lógico. Hay un cursus honorum en todo escritor. Uno empieza enamorándose, cuando es joven, y escribiendo poesía. Después pasa al relato corto, al cuento. Un día, un relato corto te sale largo y ya es una novela corta. Y de ahí pasas a la novela. Hay gente que no, que se queda en la poesía. ―Y hay gente que salta directamente a la prosa larga. ―Verás, yo creo que a estas personas les falta algo. El crecimiento tiene que empezar por la poesía, que es la que realmente nos hace valorar las palabras. En una poesía, te lo juegas todo. No tiene excipientes. La prosa, sí. Una novela es un maratón, puedes descansar. En una poesía no puedes tener un fallo, es precisa como los cien metros lisos. ¿De qué manera nos acercamos a la precisión del lenguaje? Por medio de la poesía, de su lectura y de su realización. ―Pero mucha gente podría decirte que ahora se lleva el verso libre… ¿dónde está el límite entre el arte y lo que no lo es? ―Bueno, yo aprecio el verso libre. Pero con esto sucede como con la pintura abstracta. Muchas veces el arte abstracto es una manera de ocultar que no tienes ni remota idea. En el verso libre también ocurre esto. Escribes algo que en prosa no tiene gracia ninguna, lo partes en versos libres y queda bonito, al menos en la página. Luego lo lees y no te dice nada. Del mismo modo, para ser un buen pintor uno tiene que pasar por un cierto academicismo, y después llega un momento en que te puedes liberar, como lo hicieron Picasso y Dalí. Con el verso ocurre lo mismo. A veces, leyendo una rima, encuentras un adjetivo que puesto al lado del sustantivo te produce una iluminación. Te lo ha dado el idioma, y esto es importante. Uno no se puede saltar las etapas. Tenemos demasiada prisa. Cogemos un trozo de basura que hemos encontrado en la calle, lo pintamos de verde y eso es ya una escultura que se llama… Obsesión. ―¿En literatura pasa esto? ―Sí, por supuesto, hay libros malísimos que salen porque tienen apoyo mediático, o porque su tema es oportunista, más que oportuno. Sin embargo, a veces me critican cuando afirmo que no creo que haya que destruir El Código da Vinci. Ha iniciado en la lectura a millones de personas en el mundo que antes no leían nada, como no fueran las revistas del corazón. Algunos han seguido leyendo otras cosas. Tiene que haber de todo para todos. No desprecio nada. Obviamente, evalúo las cosas, pero tiene que haber de todo. ―Has traducido a T. S. Eliot. ¿Cómo ha sido tu experiencia como traductor de poesía inglesa? ―Muy buena. 58

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Juan Eslava Galán

―Y ahora hablemos de tu Premio Planeta, En busca del unicornio. ¿Cómo se logra escribir en castellano del siglo xv y a la vez cautivar al lector actual? ―Se trata de tomar el equilibrio exacto. Es como cuando cogemos una fotografía moderna y le damos un tono sepia para que parezca antigua. Es una falsificación, pero en realidad, todo lo que se escribe es una falsificación. Tomo el vocabulario antiguo pero sobre todo el sentimiento, eso es lo más importante. El protagonista tiene esa mentalidad que a algunos lectores les choca, y dicen que es una novela racista. No, es simplemente una novela del siglo xv. Un señor que está en la frontera en el siglo xv piensa así, y así lo transmito.

entrevista

―¿Sigue siendo un traidor, el traductor? ―Siempre. La poesía tiene un contenido y, si lo cambias de botella, lo estás modificando totalmente. Tienes que hacer una poesía nueva. Y hay muy malos traductores, hay que decirlo. A mí me enseñó mucho traducir a Eliot. Empecé porque un profesor muy inteligente que tuve en la universidad me tomó cierta afición como conversador y me dijo: en lugar de examinarte, te cambio el examen por una traducción de The Waste Land de T.S. Eliot. Que, por cierto, siempre traducen en español por La tierra baldía, cuando tenemos una palabra bellísima que es yermo. Yo la traduje por El Yermo y le encantó, me dio matrícula. Como ya estaba familiarizado con la otra poesía de Eliot, la traduje toda. Lo que ocurre es que no la he publicado porque todavía están vigentes los derechos de otras editoriales.

―Quizás un problema de algunos novelistas es el anacronismo, ¿no? Querer trasladar ideas o pensamientos actuales al pasado. ―Yo soy absolutamente enemigo de eso. A veces puedo hacer un guiño moderno, siempre que se vea bien ese guiño. Tengo una novela en la que salen elfos y otros seres imaginarios ―me pidieron que fuera fantástica―, y ahí me permití todas las libertades. Así, salía uno diciendo, a otro que lo apremiaba: «yo no soy una agencia de viajes». Es un anacronismo buscado. Pero cuando escribo novela histórica como Dios manda, me ciño a la historia, incluso en cosas que sé que el lector no va a percibir. Tengo una en la que aparecen yacimientos arqueológicos que casi nadie sabe que existen, no están documentados pero están ahí. Basta que yo lo sepa. Hago ese tipo de cosas. ―¿Qué nos dices de tu último ensayo, De la alpargata al seiscientos? ―Es un ejemplo de ese tipo de ensayo novelístico que estoy haciendo ahora. Quiero abarcar todo el siglo xx. La primera entrega fue La Guerra Civil, que no va a gustar a nadie; después Los años del miedo, que fueron los años de la Posguerra; y este, que es de los años cincuenta. Me he saltado los sesenta, que son los más fáciles para mí, y ahora estoy escribiendo sobre la Transición. No me importa levantar ampollas, llega uno a una edad en que escribe lo que quiere y ya está. ―Cuando comienzas una novela, ¿tienes la historia entera en mente, o vas creando sobre la marcha? ―Verás, soy muy riguroso. Hago un guion. Luego, un censo de personajes. A cada personaje ―a los diez o doce principales― le invento una biografía, bien completa. En el momento en que le hago la biografía, ese personaje está vivo. Después, empiezo a escribirla siguiendo el guion. No escribo en orden. Como número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 59


Juan Eslava Galán ya tengo el guion, dividido en capítulos, sé lo que tiene que ocurrir en cada uno. Un día me levanto y me apetece hacer el final de la novela; otro día vuelvo atrás… Primero pongo todo el material, sin mirar las costuras. En el segundo repaso, limo las incoherencias y lo hago encajar todo. Hasta entonces no me preocupo del estilo. Escribo lo que sale, como cuando le cuento una película a un amigo. Y por fin le doy un tercer repaso, cuando todo es coherente, escribiendo y reescribiendo con el estilo que quiero. ―Es un método muy estricto. ¿Lo has empleado siempre? ―Siempre. No me enseñó nadie, lo he ido desarrollando desde las primeras novelas. No dejo nunca nada al azar. Eso sí, cuando estoy metido de lleno en la novela, a veces veo que, de pronto, un personaje que tenía una importancia secundaria está creciendo. Eso es muy buena señal. Y lo dejo crecer. ―¿Eso es buena señal? ―Sí, sí. Cuando dominas completamente tu material, es mala señal. Te está saliendo cartón piedra. Cuando el material empieza a dominarte a ti, hay que dar rienda suelta a los personajes. Todos tenemos cierto conocimiento de nosotros mismos, hasta una cierta profundidad. Pero cuando sale ese personaje, que brota del subconsciente, eso es lo mejor, porque lo que está saliendo es vida, pero vida como cuando sale la lava de un volcán. ―¿Piensas en tus lectores mientras estás escribiendo? ―Sí y no. Cuando acabo una novela o un ensayo se lo doy a leer por lo menos a unas diez personas, de distintos niveles culturales, de mi entorno, y a algunos lectores que se han puesto en contacto conmigo. Siempre les digo lo mismo: no quiero que me digas que el libro es estupendo. Quiero que me señales en qué se podría mejorar, o qué fallos le ves, en qué página te aburre, o dónde le ves un bache. Desde luego, como coincidan dos, por muy convencido que esté, cambio. Y el libro siempre mejora. Puedes cambiarlo todo, y la historia permanece igual. No hay textos definitivos e intocables. Siempre hay que escuchar y aprender. La parte crítica es la que te enseña. ―Premio Planeta, Premio Ateneo de Sevilla, Premio Fernando Lara y Pre­ mio de la Crítica Andaluza… ¿qué han supuesto estos galardones en tu carrera como escritor? ―Estoy agradecidísimo con todos los premios. Pero el Premio Planeta para mí fue absolutamente básico. Habrá muchos autores en España tan buenos o mejores que yo que no tienen posibilidad de publicar como lo he hecho simplemente porque gané el Planeta. Eso sí, a partir de entonces, he tenido que mantenerme sin aburrir, intentando mejorar siempre. Siempre digo que no hay autor que le tenga tanto que agradecer al Premio Planeta. Te abre todas las puertas. Pero las puertas, del mismo modo que se abren, se cierran. Si aburres a la gente, las puertas se cierran. Tienes que tener muy claro que escribes para ti, muy bien, pero también escribes para la gente. Si quieres que te lean no puedes aburrir. Un premio te pone en un podio. De pronto, te haces visible ante mucha gente que no te conocía. Entre muchos autores, algunos tan buenos o mejores que tú, tu cabeza destaca. Pues mantenla así de alta y no la bajes, ese es el desafío. 60

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Juan Eslava Galán

―¿Cuál es tu primer deseo, una vez la obra que has escrito ha sido publicada? ―Cuando acabo una novela me desprendo de ella como la serpiente de la piel. Para hacer esa novela he llenado una estantería o dos de libros, papeles de periódico, fotografías…, toda la documentación. Todo eso lo quito de en medio y pongo, el mismo día, lo que me va a servir para la obra siguiente. Tiene que ser el mismo día. Y el mismo día, también, en el ordenador, abro una carpeta con el título provisional del siguiente libro y los veinte o treinta archivos que son los capítulos que va a tener. ―O sea que no paras, escribes cada día. ―Cada día. Únicamente dejo de escribir dos o tres veces al año, cuando hago un viaje, como mucho de una semana, al extranjero o por España, y siempre a sitios que, en realidad, me servirán para lo que voy a escribir. Es una trampa que me hago a mí mismo, o a mi mujer, aunque ella ya me conoce. Lo que no hago, que muchos escritores sí lo hacen, es documentarme con sitios, porque es una pérdida de tiempo. Por ejemplo, piensan: voy a escribir una novela que ocurre en Florencia. Voy a ir a Florencia para documentarme. No. Primero escribo la novela, obviamente con un mapa de Florencia y cierta documentación. Y cuando la tengo escrita me voy a Florencia, compruebo y corrijo. El exceso de documentación te entorpece y hasta puede matarte la novela como el exceso de abono mata a la planta. Escribir un libro es emprender un viaje. Si llevas cincuenta kilos en la mochila, no vas cómodo, vas lastrado. Hay que ir ligero de equipaje. Cuando ya tienes hecho el esfuerzo, entonces metes el equipaje necesario y no pierdes el tiempo documentándote con cosas que no te van a servir.

entrevista

―¿Has escrito libros por encargo? ―Sí, algunos. De hecho, en mis primeros años, todo fueron encargos. Obviamente, en novela el encargo es escribir una novela, y no te dicen sobre qué. Pero los ensayos los he escrito por encargo, o te dan tres títulos posibles a elegir. Con el tiempo, he adquirido cierta conciencia de lo que el público pide y quiere, no pierdo del todo el punto de vista comercial, y ya no me tienen que indicar sobre qué escribir.

El peligro de muchos escritores reside en que para escribir cualquier novela, sobre todo una novela histórica, levantan un andamiaje innecesario. Si antes de ponerte a escribir vas a la hemeroteca nacional y pasas cinco días investigando el escándalo del estraperlo en la época de la República y rellenas cien fichas, cuando te poner a escribir intentarás embutirlas en la novela. Para mí, la cosa no funciona así. Primero, escribe la novela. Y después documenta sus minucias para que sea creíble. Se ahorra mucho tiempo y esfuerzo. ―No puedes saturar al lector de información… ―Claro. La excesiva documentación, cuando lees cosas que ya te suenan a enciclopedia, estropea la novela. ―¿Qué consejos le darías a un escritor novel que desea ardientemente publicar? ―Que lea mucho, y que corrija. La parte más importante de un escritor es leer. Y el joven va tan apresurado que no lo tiene en cuenta. Depende de la época en que esté. Un escritor de tu edad debe leer un setenta por ciento, y escribir un número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 61


Juan Eslava Galán treinta. Y lo que escribe, corregirlo mucho. Cuando llegas a mi edad, ¿sabes lo que nos pasa? Que ya no leemos nada. ―No puede ser. ¡No me lo creo! ―Verás, estoy metido en dos o tres jurados y leo las novelas del premio. Pero lo que hacemos los de mi edad es releer. Yo releo continuamente a Cervantes. Y crónicas medievales, eso me gusta mucho. Una de las últimas obras que he leído ha sido el Tirant lo Blanc. O Cunqueiro, o Ramón J. Sender, Borges…, algunas cosas de Galdós. Y no releo el libro entero, sino la parte que me apetece. Hay autores que me gustan, como Vargas Llosa, y cuando sacan algo nuevo lo leo entero. Pero eso es algo que nos pasa a todos los escritores. Algunos, no leen nada. Es una cuestión de la edad. Escriben, pero no leen. ―¿Cómo ves el panorama narrativo actual en el mundo hispano? ―Del mismo modo que nunca ha habido tantos lectores como ahora, a pesar de que siempre nos quejamos, y con razón, de que se lee poco, tampoco ha habido nunca tantos escritores como ahora. Y hay muchos buenos. Obviamente, el aspecto comercial quizá tiene más importancia que nunca. Y arrastra al público a leer best sellers que a lo mejor no tienen una calidad literaria descollante. A lo mejor estos libros no están educando el gusto literario del público, pero en cualquier caso el gran público también tiene derecho a que no le eduquen el gusto, si no quiere. ―Leer, de hecho, es una actividad de ocio. ―Claro. Hay que verlo también como una actividad de ocio, no solo de cultura. ―La frontera entre cultura y ocio se diluye… ―Hay que procurar que la cultura invada el ocio, ese es nuestro negocio y nuestro reto. Lo ideal es hacer algo que sea ocio y a la vez cultura. Eso que dicen algunos, quiero ser un escritor de minorías… Fracasado es lo que eres, solo tienes doscientos lectores porque aburres a las ovejas. Pero claro, te sientes superior a los que venden más que tú. ―¿Y cómo crees que va a evolucionar la literatura teniendo en cuenta el auge progresivo de las nuevas tecnologías y los formatos de lectura digital? ―Esto ya nos está influyendo. El ordenador nos hace escribir más fluido. Además, no tienes que corregir continuamente, es más fácil que cuando lo haces a máquina. Soy muy partidario de las nuevas tecnologías. No me voy a apuntar a ciertas cosas, pero sé que tendré un lector digital, porque si tengo la opción de viajar con cincuenta libros metidos en una tablilla que no pesa, con la letra que quiero, no voy a renunciar a eso. Es un avance para la humanidad. A mí me sigue gustando mucho leer libros y subrayarlos, pero sé que la humanidad tiene que evolucionar, y del mismo modo que dejamos los manuscritos y el pergamino, también acabaremos adoptando este nuevo formato. ―Y esto, ¿puede modificar el estilo, la forma de hacer literatura? ―Sí. Pero de hecho, el estilo lo estamos modificando desde hace mucho tiempo. Hemingway, y ciertos autores a lo largo del siglo xx, han modificado el estilo, y ya no podemos escribir una obra como Dostoievski. No podemos describir una tormenta de nieve en cinco páginas, como hacía Tolstoi, 62

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Juan Eslava Galán

―¿Desaparecerán los libros impresos? ―No, creo que no. Van a coexistir con los e-books, pero el placer de un libro impreso, de pasar las páginas… Es un gozo. Uno de los paseos que me gusta hacer cada fin de semana es ir al mercado de San Antonio. Y todos los domingos vuelvo con una bolsa llena de libros viejos. Encuentras cosas estupendas. ―Sigues leyendo, entonces. ―Sí, pero es raro que vuelva con una novela. Siempre son ensayos. Cuando era joven estuve unos años en Inglaterra y me perdí un momento en que España cambió muchísimo: la muerte de Franco, la llegada de la democracia… Ahora estoy recuperando todo esto a través de los libros que se publicaron en esa época. ―Escribir con sabor a agua… ¿qué es? ―El agua no sabe. Si vas buscando tener un estilo, lo estropeas siempre. Un estilo es un exceso. Tiene que venir sin buscarlo, absolutamente espontáneo, por el uso. Pero no busques tener un estilo. Simplemente, escribe como hablas. Y procura hablar lo mejor posible. Llegará un momento en que los lectores notarán tu estilo. Pero la escritura ha de ser como el agua. Cuidado con los adjetivos, cuidado exquisito con los adverbios, sobre todo los que acaban en -mente. Hay que podar mucho. Por eso hay que aprender de los grandes maestros. Comprueba cuántos adverbios acabados en -mente utiliza García Márquez. Tendrás que buscar mucho, siempre hay otra manera de decir las cosas. Y, en general, las palabras demasiado largas, en castellano, dan un estilo verboso. De eso hay que huir. La metáfora del agua nos sirve muy bien: voy a escribir claro y fluido. El lector no te ve a ti. Cuando cierra la novela, le queda un buen sabor de boca; solo entonces se da cuenta de que está bien escrita. La sombra del hortelano molesta en la huerta.

entrevista

porque todo el mundo ha visto tormentas de nieve en la tele, mejores que las de la realidad. Decía Borges: «No tengo memoria de los crepúsculos que he visto, sino de los que he leído». La literatura a veces nos inf luye más que la vida. Si el cine, que es un gran revulsivo para la literatura, nos indica cómo es una tormenta de nieve, pues hemos de escribir que hay una tormenta de nieve, y ya está.

―O sea, que al ego del escritor hay que mantenerlo a raya. ―Sí. Lo puedes sacar dos o tres veces al año, cuando vienen a decirte que eres cojonudo… Pero cuando te encierras con tu mismidad, tienes que pensar: soy un aprendiz y jamás seré un maestro. Puedo ser un escritor lo mejor posible. Tengo que competir conmigo para mejorar lo que yo hago. Pero no con otros. Si intentas competir con Borges, nunca lo vas a conseguir, porque Borges es Borges. Y Faulkner es Faulkner. Tienen su mundo, y tú el tuyo. Tienes que competir contigo, acrecentar aquello en lo que eres mejor. Y entonces consigues algo. No hay que imitar, ni ver por dónde soplan el viento o las modas… Tienes que ser tú mismo, natural. Cuando vas a firmar libros y no firmas ninguno…, afortunadamente ya no me ocurre, pero al principio me pasaba bastante. Eso te da una lección, te coloca en tu lugar. Si te han dado un premio, no pienses que eres nadie. Has número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 63


Juan Eslava Galán salido dos o tres veces en los periódicos, porque tenían que cubrir un espacio cultural y tal. Pero no eres nadie y tienes que buscarte la vida, como siempre. ―Un último mensaje para los lectores de Prosofagia. ―Al lector que quiere ser escritor, le recomiendo lo que he comentado antes: que lea mucho. Esto es una profesión en la que no llegas a ser maestro nunca. Señalamos algunos maestros, pero no llegamos nunca a serlo. Esa es la belleza, la meta es el camino. Cuando llega la muerte, te retira con un grado de aprendizaje mayor o menor. Pero mientras tanto, escribir te ahonda la vida. Y leer te la ensancha. Como alargarla no podemos, más vale que pensemos en ahondarla y en ensancharla.

Juan Eslava Galán y Elisabet en el

Café Vienés

de Casa Fuster (Barcelona)

Elisabet Licenciada en Filología Inglesa. Escritora de ensayo y ficción. 64

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Juan Eslava Galán

en A rjona, Jaén, en 1948.

E s l icenc iado en Fi lolog ía I ngle sa p or la Un iver sidad de G r a n ada y do c tor en L et r a s con u n a te sis sobre h istor ia med ie va l. Pa só u n t iemp o en el Rei no Un ido a mpl ia ndo e st ud io s y f ue profe sor a sis tente de la Un iver sidad de A shton Bi r m i ngh a m. D u r a nte t rei nt a a ño s se h a ded ic ado a la en señ a n z a , compag i n a ndo s u s cla se s en el i n s t it uto con la e sc r it u r a de novela s y en sayo s de tem a s h istór ico s. E sto s ú lt i mo s le h a n hec ho u n e sc r itor mu y p opu la r, pue s se c a r ac ter i z a n p or s u a men idad y p or el i nteré s de lo s tem a s que to c a , de sde el erot ismo en la a nt ig üedad h a st a d iver so s en ig m a s med ie va le s. Su s ú lt i mo s ensayo s ex plor a n e i lu st r a n con v ivez a la h istor ia rec iente de E spa ñ a.

entrevista

Juan Eslava Galán nació

H a g a n ado lo s prem io s Pla net a (1987 ) con s u novela E n b u sca d el u ni co r nio; A teneo de Se v i l la (19 91) con E l co m edi d o hi d algo; el Fer n a ndo La r a (19 98) con Se ño r it a y el Prem io de la C r ít ic a A nda lu z a (19 98) con L a m ul a. Pa r a sab er m á s del e sc r itor, s u v ida y s u obr a: www.juaneslavagalan.com

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 65


Revista Literaria PROSOFAGIA

66

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


¿Qué hace un mexicano, escritor e hijo de escritor, de sangre rebelde y corazón que no le cabe en el pecho, tan buen orador como cocinero, afincado en Asturias? La respuesta es: levantar polvareda con la movida que convierte a Gijón, cada verano, en una pequeña capital del mundo. Fui invitada a la Semana Negra porque el Premio Minotauro tiene un lugar, allí, desde hace unos años. Ahora, escribo esta pequeña crónica pasados los dos días en Gijón. En esta ciudad de conquistadores y de conquistados, de luces ilustradas y de sangre revolucionaria, ciudad asomada al Cantábrico por oriente y occidente, apuntando al norte con su cerro verde y rocoso, antaño fortín militar y hoy apacible colina que elogia al horizonte…, el equipo de Paco Ignacio Taibo II y sus colaboradores lleva 24 años conquistando el mundo. No con espadas o cañones, sino con palabras, imaginación, entusiasmo y un tesón admirable. A quemarropa La Semana Negra es… ¿Cómo definirla? Mucho más que un evento. Es una fiesta de letras, música, arte vivo y popular. Es un encuentro de gentes de muy diversos orígenes, artistas y admiradores, escritores y lectores, gente despierta y ávida de explorar la dimensión más gratuita del ser humano: la lúdica, la artística, la buscadora de belleza, de emoción, de risa y estremecimiento.

Elisabet

Las cifras tal vez son frías, pero dicen mucho. Los visitantes pasaron de unos pocos miles a ¡un millón! en los últimos años. Gijón, durante esos días, es una ciudad tomada. No hay una sola plaza libre en los hoteles y las calles, la playa y el paseo marítimo están invadidos por grupos que acuden a la Semana Negra: adultos, familias y muchos, muchos jóvenes. De todas partes. Algunos se reconocen por las camisas negras con el logotipo de la Semana Negra, o porque llevan en las manos el periódico que diariamente se edita y se distribuye durante esos siete días, A quemarropa. A quemarropa define bien el ritmo trepidante de la Semana. Cada día se suceden conferencias, mesas redondas, conciertos y presentaciones sin pausa. A veces, uno desearía poder estar en dos lugares al mismo tiempo… número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 67

crónica semana negra gijón 2011

Dos d ías e n l a S emana Negra


Revista Literaria PROSOFAGIA

Caras, nombres y un ­mismo espíritu ¿Quiénes están detrás? Paco Ignacio Taibo II es el alma de todo. Prepara unos calamares o unos pulpitos con salsa con el mismo garbo que presenta a un escritor o suelta un discurso improvisado. Rotundo en sus convicciones y enemigo de burócratas, no se muerde la lengua ante los políticos. Pero, al mismo tiempo, es capaz de dar un abrazo a quien acaba de conocer, como si fuera su amigo de toda la vida. Una de sus colaboradoras ―la que corta el bacalao, en sus propias palabras―, lo define así: «Debe ser el único jefe de quien todos hablan bien a sus espaldas; en cambio, cuando lo tenemos delante, le echamos bronca». Unas broncas, eso sí, llenas de franqueza y afecto. El

Rufo es la mascota de la Semana Negra de Gijón

68

prosofagia - número 13 - septiembre 2011

cansancio se hace sentir en el equipo, pero no los rinde. ¡Tomen nota los consultores, coaches y formadores de las escuelas de liderazgo! Jorge Iván Argiz, animador y presentador, es dinamismo puro. Se ocupa, entre otras muchas cosas, de las ruedas de prensa y de moderar las mesas redondas, y es capaz de proezas tales como presentar a dos, tres o cinco autores en una sola tarde. Y con conocimiento de causa. Lector incansable, también editor, Jorge asegura que no habla de ningún libro que no haya leído, y tampoco acepta presentar una obra que no le haya gustado. Podría hablar también de Marisa y de Cristina, las eficientes organizadoras en jefe, y de tanta gente como está detrás: técnicos de luz y sonido, fotógrafos, cocineros, traductores, redactores del periódico… La mayoría de ellos se mantienen tras los bastidores, pero salta a la luz su enorme trabajo. En la zona universitaria, cientos de carpas atraen a una multitud variopinta llegada de todos los rincones de nuestra geografía, incluso del extranjero. Algunas imágenes emblemáticas, una reproducción a gran escala de La escuela de Atenas, de Rafael, y la escultura gigante del Thor vikingo, se erigen como dos hitos de este inmenso campamento de la cultura. Entre medio, el visitante puede admirar una exposición de obras originales de Guido Crepax, reponer fuerzas tomando unos «pulpines con patatines», adquirir productos típicos asturianos o artesanía senegalesa, cubrirse la cabeza de trenzas africanas, escuchar un concierto de rock o participar en un happening.


Asistí a una mesa redonda sobre literatura de terror, en la que diversos autores participaron en un animado coloquio sobre el cómo y el porqué tantas personas amamos el mordisco del miedo, del pánico, del tocar nuestros límites y traspasar esa delgada raya hacia lo desconocido, lo que escapa a nuestro control, lo que desencadena una catarsis que nos mantiene vivos y despiertos. También disfruté de la charla con Laura Gallego, una escritora que, pese a su juventud, echó por tierra el mito de la espontánea inspiración. Ante las preguntas de sus fans adolescentes, declaró que jamás se bloquea, pues planifica cuidadosamente todas sus obras, y se mostró rotunda en sus con­ vicciones: solamente escribe las historias que quiere escribir, y jamás permitiría que llevaran al cine una sola de sus novelas si ella no puede supervisar el guión. Otra de las conferencias a la que acudí fue la de Ramsey Campbell, un hombre entrañable y simpático que declara, con toda

Cartel Semana Negra Gijón 2011

Presenté mi novela ante una inmensa reproducción de La libertad guiando al pueblo, de Delacroix. Me emocionó hablar ante la imagen de esa libertad que no se logra sin lucha, a veces con sangre; esa libertad que mueve al artista, al escritor, al espíritu inquieto, a romper los moldes sociales impuestos y a ser creativo. A ser él mismo y a compartir su obra. Esta imagen, sin duda, es un emblema del espíritu que alienta en la Semana Negra.

la naturalidad del mundo, que «escribe literatura de terror», y a quienes dicen que no les gusta este género, les pregunta si realmente han leído algo de él… Campbell explicó con sencillez cómo su dura infancia de niño que vivió aterrado, oprimido por un padre distante y una madre con desórdenes mentales, lo convirtió en un lector amante de las historias de miedo. De lector pasó a imitador de los autores que adoraba, y de ahí a escritor con voz propia que explora este campo de la literatura y cree que aún tiene mucho que descubrir. Con una sonrisa, afirmó que estaba contento con su vida, porque gracias a esa difícil niñez ahora podía dedicarse a lo que más le gustaba. Qué lección, pensé para mí, escuchar cómo un hombre convierte el miedo y el sufrimiento en arte. Me fui con buen sabor de boca. Con ese deje suave del habla asturiana que se me quedó en los oídos, su gracejo y los diminutivos: tomamos una sidrina, te lo sirvo en la mesina, espera un momentín… Espero regresar. Web de la Semana Negra: www.semananegra.org

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 69

crónica semana negra gijón 2011

Algunos momentos para recordar


— Ahora digo — dijo a esta sazón don Quijote— que el que lee mucho y anda mucho ve mucho y sabe mucho. Cervantes, Miguel. El Quijote, ii. cap. xxv

70

prosofagia - número 12 - febrero 2011

Fotos de Cesare Croci, CesareOne: Croacia, México, Croacia, Rusia, EE. UU.


nĂşmero 12- febrero 2011 - Prosofagia 71 Revista Literaria prosofagia - nĂşmero 13 - agosto 2011


Revista Literaria PROSOFAGIA

72

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


Elogio de la lectura

la lectura Boris Rudeiko

artículo

Elogio de U

na de las conclusiones del estudio La lectura y sus circunstancias, del catedrático Jesús Contreras, es: «Existe una contradicción entre una valoración muy positiva de la lectura y de los libros en general y una escasa práctica de esta actividad». Por otra parte, y aunque no sea determinante en los hábitos de lectura, la industria editorial española se sitúa, por número de títulos, entre las mayores de Europa. Sin embargo, de acuerdo con los datos publicados en El Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros de 2010, un 43 % de la población española de más de 14 años nunca lee libros. Y casi un 10 % de esa población (mayor de 14 años) no lee nada, es decir, ni libros ni revistas ni periódicos ni cómics. Aunque este indicador ha mejorado con respecto al año anterior en casi dos puntos porcentuales, la población no lectora en España sigue estando lejos de la media europea (43 % frente a 30 %) y muy lejos de los países nórdicos, en los que Suecia figura a la cabeza de los ciudadanos que más leen. ¿Que hay aún analfabetos en nuestro país? Sí, claro, pero el índice de analfabetismo se ha reducido hasta un escaso 2 % de la población total, y más de la mitad de los analfabetos españoles son personas mayores de 70 años. Entonces, ¿por qué en España existe este bajo índice de lectores en comparación con los países de nuestro entorno europeo? ¿Cuáles son las causas? Según El Barómetro, el nivel educativo es la variable que más se correlaciona con la lectura. A medida que aumenta la formación, se incrementa el porcentaje de lectores. Mientras que la falta de tiempo es la principal razón que suele argüirse para no leer. La edad es otra variable que influye negativamente con la lectura. En general, las personas mayores aducen dificultades físicas o mentales, en la medida en que sus facultades —vista, memoria…— se van deteriorando. La actividad de leer exige un gran esfuerzo, en especial en estas personas, al contrario que la televisión, uno de los principales enemigos de la lectura. número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 73


Elogio de la lectura Cuando yo era niño, en casa aún no teníamos televisión; era un invento poco extendido, solo disponían de ella algunas familias acomodadas. Recuerdo que por la noche nos reuníamos frente al fuego de la chimenea y los mayores, mis abuelos, mis padres, contaban historias sobre nuestra Guerra Civil, el hambre, los milicianos, los nacionales, o aquello que le había ocurrido a nuestra vecina o al tendero de enfrente. Hablaban de sus experiencias personales, de sus recuerdos. Yo oía estas historias con verdadero placer, el mismo quizás que me proporcionaban los cómics de entonces y, más tarde, los libros de Verne o Salgari. La primera forma de comunicación humana fue oral. Los individuos se reunían —como cuando yo era niño— alrededor del fuego para contar historias, narraciones que hablaban de lo que les había acontecido a ellos o a otras personas, narraciones que proporcionaban explicaciones sobre los orígenes del mundo, del hombre y de las distintas sociedades. Las limitaciones de la transmisión oral de información dieron lugar a que el hombre se planteara un cambio a fin de mantener inalterables los contenidos de la comunicación. Antes de inventarse la escritura el hombre utilizó distintas formas de mantener y transmitir la información: la forma oral ya mencionada, pinturas rupestres, monumentos de piedra, muescas en palos de madera… No se sabe con certeza dónde se inventó la escritura. En Egipto, en Oriente Medio. La teoría más probable la sitúa en la antigua Mesopotamia, en una región llamada Sumeria. Los sumerios utilizaban signos cuneiformes que se hacían con un punzón en tablillas de arcilla. La escritura fue, primero, pictográfica, luego ideográfica y finalmente fonética. Esas tablillas de arcilla dieron lugar, posiblemente, al primer libro de la historia, creado por los sumerios en el iv milenio a. de C. ‘Libro’ viene del latín liber, libri, y significa según el drae: «Conjunto de muchas hojas de papel u otro material semejante que, encuadernadas, forman un volumen». Los avances de la tecnología permiten hoy, en el siglo xxi, hablar de soportes digitales, del e-book. La gran pregunta es si el libro electrónico acabará sustituyendo al libro de papel o podrán convivir juntos. Todo tiene ventajas e inconvenientes, así como defensores y detractores. El libro, en el soporte que queramos elegir, es sin lugar a dudas uno de los instrumentos más extraordinarios creados por el hombre, que le ha permitido conservar y difundir su historia, ha facilitado el intercambio de información y ha permitido desarrollar la comunicación entre personas. Hoy sería impensable imaginar un mundo en el que se usara casi exclusivamente la forma oral para comunicar experiencias y transmitir conocimientos. El avance de la tecnología y de la ciencia habría sido imposible sin él. El libro tiene la facultad de fascinar, entretener, construir la memoria; sirve para vivir más, nos ayuda a pensar y a desarrollar nuestras capacidades cognitivas, a escribir, a crear un mundo propio. Dice Umberto Eco que el libro sirve para vivir más. Dice que uno vive no solo su propia vida, sino aquella que nos contaron nuestros mayores y los libros que leímos. Cuando uno es muy joven no piensa que merece la pena vivir mucho, pero cuando uno va entrando en años, haber vivido más no es un asunto baladí. Por tanto, leer es un buen seguro no solo para la vejez, sino para la madurez que no tardará en llegar. El profesor y catedrático Juan Delval dice que los libros nos estimulan a pensar. El lector tiene que realizar un trabajo considerable al leer, que varía con la dificultad del texto, pero que resulta extremadamente beneficioso para desarrollar las capacidades 74

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Elogio de la lectura

Aprendí a leer a los cinco años, en la clase del hermano Justiniano, en el Colegio de la Salle, en Cochabamba (Bolivia). Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida. Casi setenta años después recuerdo con nitidez cómo esa magia, traducir las palabras de los libros en imágenes, enriqueció mi vida, rompiendo las barreras del tiempo y del espacio y permitiéndome viajar con el capitán Nemo veinte mil leguas de viaje submarino, luchar junto a d’Artagnan, Athos, Portos y Aramís contra las intrigas que amenazan a la Reina en los tiempos del sinuoso Richelieu, o arrastrarme por las entrañas de París, convertido en Jean Valjean, con el cuerpo inerte de Marius a cuestas.

artículo

cognitivas del individuo. La lectura de cuentos e historias de ficción favorece el poder entender otro tipo de textos, incluidos los científicos. Ante la televisión los sujetos tienen un papel mucho más pasivo que ante el texto escrito. Sirven para aprender a transmitir significados a otros por medio del texto escrito. A Borges se le atribuyen algunas frases como: «Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído»; o esta otra: «Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído». Dice Caballero Bonald: «Un escritor lleva siempre a un lector que lo estimula a escribir y que incluso lo corrige». Para recrear un mundo propio. Un libro reúne tantas lecturas como lectores y ninguna de ellas tiene necesariamente que coincidir con cualquiera de las otras. De manera que el lector completa la creación literaria, la recrea y le da un sentido personal a lo que leyó. Mario Vargas Llosa, en el primer párrafo de su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura, dice:

Para concluir, podríamos afirmar que hay un doble beneficio en la actividad de leer. De una parte, la lectura nos permite el acceso al conocimiento y a la información; de otra, es una fuente de placer y enriquecimiento personal, desde el mundo de las emociones y la recreación imaginativa. Y como dice Caballero Bonald: «El lector justifica la literatura».

Referencias: — Historia del libro desde Mesopotamia hasta el siglo xxi. Ministerio de Educación. Gobierno de España. — Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros del año 2010. Federación de Gremios de Editores de España. — Algunas razones para leer. Umberto Eco. — Del amor a la lectura y sus provechos. Juan Delval. — De lectores y lecturas. José Manuel Caballero Bonald. — Elogio de la lectura y la ficción. Mario Vargas Llosa. — La animación a la lectura: reflexiones y perspectivas. Kepa Osorio.

Boris Rudeiko número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 75


Revista Literaria PROSOFAGIA

D

pronto comprendí que a menudo los libros hablan de otros libros, o sea que es casi como si hablasen entre sí. A la luz de esta reflexión la biblioteca me pareció aún más inquietante. A sí que era el ámbito de un largo murmullo, de un diálogo imperceptible entre pergaminos, una cosa viva. e

(Adso, El nombre de la Rosa, Umberto Eco.)

76

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


todos los lectores de Prosofagia amamos

leer literatura. Quizás algunos llegamos a la literatura en nuestra infancia, otros en la adolescencia, aque-

llos otros en la vida adulta. Llegar a un mundo infinito de libros… Y en esa infinitud siempre habrá algunos libros, algunos autores, a los que conocimos para amarlos o detestarlos, que se cuentan entre los que citamos de continuo o entre los que desaconsejamos fervientemente. ¿Cómo llegamos a ellos, a esas obras o escritores particulares? ¿Cómo logramos aislar sus voces en ese inmenso diálogo entre libros? O, más bien, a partir del siglo xx deberíamos decir: en ese inmenso diálogo entre libros y películas. Muchas veces, por caminos extraños, casuales.

fiction

S

eguramente

fa n

De eso nos hablan, Gothian y pepsi, en los siguientes relatos de ficción.

Esther

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 77


Revista Literaria PROSOFAGIA

Bela Lugosi (Drácula), David Manners (Jonathan Harker), Helen Chandler (Mina), Dwight Frye (Renfield) y Edward Van Sloan (Van Helsing), protagonistas de Drácula (1931), leyendo la novela de Bram Stoker.

C uandoamanecer el conde guardó silencio, ya estaba a punto de y nos separamos para irnos a dormir.

(Este diario se parece mucho a los cuentos de Las mil y una noches, ya que todo acaba con el canto del gallo. También hace pensar en la aparición ante Hamlet del fantasma de su padre.) Stoker, Abraham. Drácula, del diario de Jonathan Harker.

78

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


¿Por qué no había leído Drácula?

no había leído Gothian

C

(Fernando Castellano Ardiles)

fiction

D r ác u l a ?

fa n

¿Por q ué

ada libro tiene su tiempo, su oportunidad, y deben conjugarse una infinidad de factores para que leamos un volumen en particular. Agreguemos otra variable: no importa lo rápido que leamos, siempre quedarán libros en una eterna lista de espera. Podríamos leer un libro diario durante cincuenta años y, aun así, apenas rascaríamos la superficie de lo que tiene la literatura para ofrecernos. Gracias a esta limitación debemos crear nuestros criterios para descartar libros que, de entrada, suponemos no serán de nuestro agrado. A manera de ejemplo: si alguien leyó Los pilares de la tierra de Ken Follet, y no le gustó, sería una terquedad rayana en el masoquismo intentarlo con La catedral del mar de Ildefonso Falcones. Nací en la segunda mitad del siglo pasado. Antes de aficionarme a la lectura, este libro ya era viejo —se publicó en 1897—. Yo era de las personas —como hay muchas— que identifican al conde Drácula sin haber leído la novela original; por mis manos pasaron varios libros de vampiros, y vi diversas adaptaciones para la televisión y la pantalla grande, suponiendo que todas estaban basadas, en mayor o menor medida, en la novela original. Aún no sabía que incluso la famosa versión de 1931 estelarizada por Bela Lugosi no representa fielmente al personaje que creó Bram Stoker, sino que es más bien una

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 79


Revista Literaria PROSOFAGIA

¿Por qué no había leído Drácula?

versión comercial y romántica adecuada a los años dorados de industria del celuloide. Craso error. El mío, no el de Hollywood. Crecí con películas de vampiros hermosos, seductores, intrigantes. Imposible evitarlo. En los años noventa invitabas a salir a una chica y en el cine transmitían Entrevista con el vampiro; ¿cómo sugerirle que había otras diez salas proyectando otra cosa? Años después un amigo organiza una reunión en su casa un domingo por la tarde: «Veremos una peli —te dice—. Te toca comprar los refrescos». ¡Qué bien!, piensas, ya no tendré que ir a visitar a mi tía Joaquina con mis padres. ¿Y qué es lo que encuentras al llegar a la reunión? La película de Crepúsculo. ¡Bah! No está mal; además, todo el mundo dice que es buena... Y la ves. Claro que fue mejor que soportar a la tía Joaquina, pero sientes que algo no te satisface del todo. Hay una piedrita en el zapato que crece cada vez que un vampiro se cruza por tu camino. Llega un punto en el que basta con que alguien mencione el nombre de Lestat o ­Edward Cullen para que salgas por la puerta trasera. Un día visitas tu librería favorita y, tras apartar la gruesa capa de best sellers que colma las mesas de exhibición, te topas con el fatídico nombre: Drácula. Y no solo eso, sino que en la portada aparece una fotografía de Gary Oldman y Keanu Reeves en su interpretación del filme homónimo de 1992. Vamos, son buenos actores y todo eso, pero ya no más, por favor. Abandonas el libro para seguir buscando y observas por el rabillo del ojo que un señor lo toma para examinarlo. Eso te distrae. Te desconcentra. Ahora estás atento a sus movimientos mientras finges leer la sinopsis de otras novelas. Debido a que el ejemplar ha sido manoseado por un sinfín de personas que no lo han comprado, ya no tiene el celofán protector. El hombre invierte más tiempo de lo normal con el libro y adviertes que lo abre para leer fragmentos. No lo hace aleatoriamente, es evidente que busca algo en particular. Te las arreglas para observar con mayor detenimiento al sujeto: unos cincuenta y cinco años de edad; el cabello y el perfecto bigote de lápiz totalmente blancos; atuendo sobrio; nariz aguileña y postura erguida: un caballero. Estás intrigado. Supones que no es el tipo de persona que se interesaría en una película de ­vampiros. Está decidido, le darás otra oportunidad al libro, pero justo cuando lo piensas, el señor se retira con él bajo el brazo. Demasiado tarde. Te lamentas mientras buscas otro ejemplar: edición de bolsillo, tapa dura, lo que sea, pero no encuentras ninguno. Recorres todos los estantes e incluso pides ayuda a un empleado, sin éxito: era el último. Sales de la librería con las manos vacías y te sientas en los ­escalones de piedra de la fachada. El aire frío te golpea el rostro, es otoño. Las personas grises con sus gabardinas de igual color caminan por la acera, vehículos con los vidrios empañados, el vapor subterráneo escapa por las ­alcantarillas. Buscas en los bolsillos de tu cazadora los cigarrillos. «Iré por 80

prosofagia número 13 - número - septiembre 13 - agosto 2011 - Prosofagia 2011 80


¿Por qué no había leído Drácula?

fa n

un café», piensas, cuando una mano se posa en tu hombro. Es el varón. Te ofrece un paquete que aceptas en silencio; intuyes su contenido. Estás tan desconcertado que ni siquiera le agradeces. «Que lo disfrutes, muchacho», te dice antes de perderse entre la multitud.

Fernando Castellano Ardiles (Gothian)

del mito

1431-1436 Vida de Vlad Tepes (Vlad el empalador), empalaba a sus enemigos de batalla. Príncipe de Valaquia. 1487 Malleus Maleficarum (Martillo de las brujas). Tratado de la Inquisición, recopilatorio de creencias y mitos de la época, que incluye la primera descripción escrita de cómo destruir vampiros. 1734 La palabra ‘vampyre’ aparece en la lengua inglesa. 1810 Primeros relatos escritos (en Escocia) sobre ovejas desangradas por vampiros. 1819 Publicación de El vampiro, de John Polidori. 1897 Se publica Drácula, del escritor irlandés Abraham Stoker. 1922 Estreno de Nosferatu, de Murnau. Basada en la obra de Stoker (citado en los créditos, pero sin permiso expreso. La cinta fue perseguida por la viuda del escritor hasta su destrucción. Solo una copia fue rescatada). 1931 Película Drácula, protagonizada por Bela Lugosi (con el beneplácito de la viuda de Stoker). Su magistral interpretación recreó e inmortalizó al vampiro en la imaginería mucho más que el monstruo victoriano de Bram Stoker. 1976 Publicación de Entrevista con el vampiro, de Anne Rice. Convertida en ícono de la estética gótica y trasladada, también, al cine. 1992 Estreno de Drácula de Stoker (o de Francis Ford Coppola), protagonizado por Gary Oldman, y un, más cruel que hombre de ciencia, profesor Van Helsing interpretado por Sir Anthony Hopkins. 1997 Serie televisiva Buffy cazavampiros, de la 20th Century Fox (7 temporadas), con un gran equipo de guionistas que transforman a la chica rubia en apuros en la heroína, y se abren interrogantes sobre la «no-alma» del vampiro. 2005 Publicación de Crepúsculo de Stephenie Meyer, y siguientes volúmenes (Eclipse, Luna Nueva y Amanecer). Al igual que en la novela de Drácula, el relato es casi un diario del personaje subyugado por el vampiro. Revolucionó la Red con blogs de fans que intentaban prever los acontecimientos de cada nuevo libro y sobre todo, el final. Novedoso final, sin redención del monstruo que triunfa sobre el amor. número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 81

fiction

Cronologí a


Imagen: Mrsmoke y las criaturas de la noche.

Revista Literaria PROSOFAGIA

G

uardamos silencio durante largo rato. Miré a mi alrededor y, al alzar la vi sta hacia una ventana, vi que comenzaba a amanecer. Sobre toda s la s cosa s que nos rodeaban parecía pesar un opresivo silencio; al cabo de un rato, y al escuchar con atención, creí oir el aullido de los lobos en el valle. Los ojos de mi anfitrión brillaron cuando me dijo:

—Escúchelos... ¡Las criaturas de la noche...! Es un hermoso concierto.

82

Stoker, Abraham. Drácula, del diario de Jonathan Harker.

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


El misterio del Solar

R

pepsi

que en las primaveras de mi niñez y primera juventud, acosada por mi alergia primaveral, pero resistiéndome a no permanecer en casa en las fiestas de San José, me gustaba comprarme un polo o una manzana de caramelo de las ferias y sentarme en el viejo solar entre el parque y los astilleros, junto a la ría, donde jugábamos los niños o quedábamos las pandillas de mocitos. El aire de la bahía, cargado de sal, y creo que también del hierro de las imponentes grúas, refrescaba mis irritados ojos. Aunque en esos días mi mayor preocupación era reponerme rápido, ¡toda la diversión del planeta me estaba esperando! Una de aquellas primaveras, lluviosa, soleada, ventosa…, ¡florida!, estaba resultando demasiado irritante y todo un descalabro económico. Invitaba a mis amigas de la pandilla para que me acompañaran al solar. No por miedo, más bien por envidia, pues no me gustaba estar allí sola pensando en lo que las chicas estarían divirtiéndose y lo injusto que era el mundo para mí. A la hora de cenar, tenía que pedir dinero para poder salir a la verbena. Mi madre estaba harta de mis dispendios (ella no sabía, por supuesto, que yo retenía a mis amigas en el solar con chucherías), así que comenzó a racionarme las ­pagas. Me daba lo justo para cada verbena, y sin quererlo me obligaba de esta forma a salir ya cuando los pólenes se habían posado. «¡Quédate a leer por la tarde, de pequeña leías mucho! Ahora solo sabes callejear», me decía. No te jode, le hubiera contestado. Yo estaba harta de leer cuando el asma no me dejaba otra opción. Cuando no podía acostarme porque me ahogaba, cuando no podía salir a la calle porque estornudaba, porque… Además, ¿qué me quedaba por leer? No me gustaban, como a mis amigas, los cómics de Esther y su mundo o Don Miki. No quería más los libros de Salgari, ni de Julio Verne, siempre a vueltas con piratas y capitanes renegados en extraños artilugios. Asterix y Obelix, menudo rollo con sus guerras gabachas. Por no hablar de la turística Odisea, que me quitó las ganas de tocar la Ilíada, claro, o la colección que me tragué en el ­bibliobús de La ballena alegre. Solo me quedó buen recuerdo de uno de sus libros: Apache, mi querido mapache, pues Apache es el animal más sensato y más malo sobre el que había leído nunca. Estaba harta de aventuras sin sentido con animales parlanchines tipo Disney que decían bobadas, o de la maldita historia de Moby Dick, mucho hablar de la ballena, mucho yuyu, mucha... ecuerdo

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 83

fiction

del Sol a r

fa n

El misterio


Revista Literaria PROSOFAGIA

El misterio del Solar

¡Nada! Yo quería más acción, ¡una ballena asesina que destruyera la Tierra y luchara contra Godzilla!, no la sarta de memeces sobre el capitán Ahab y sus neuras. Deberían haber titulado la novela: El pesado del capitán Ahab. ¿Leer los libros rusos de mi madre? ¡Puaj! ¿Qué título era aquel de El don apacible cuando yo tenía el de la mala leche? ¿Por qué no escribían novelas sobre Godzilla y punto? No me resignaba a no salir, y salí. Sin un duro y enfadada con mi madre, con mis amigas, con Julio Verne, que podría haber inventado algo para la rinitis alérgica en lugar de tanto cachiTip protector n.º 1: vache absurdo. Enfadada hasta con San José, maldito santo primaveral, tenía ganas de ir a la iglesia y partirle la vara floreEn Transilvania, además de colgar ristras de ajos (no cida en las costillas. Y me fui directamente al solar, y me senté tan efectivas como la flor dando la espalda a la iglesia, a la noria, a la montaña rusa, padel ajo), esparcían puñados sándome al lado oscuro. Colgando mis piernas, balanceándolas de semillas por el suelo. Los vampiros no podemos en el muelle con rabia, inmersa en mis planes de destrucción resistirnos a contar. Así mundial. Entonces me fijé en el gigantesco barco que estaban nos pillaba el amanecer, arreglando en los astilleros. Fuera del agua lucía el óxido bajo ¡contando! la línea de flotación, al amparo de las grúas que parecían cigüeñas amarillas preparando sus nidos al atardecer. Me pareció buena idea subir al barco, aunque me arrepentí nada más posar mis pies en cubierta. Las cigüeñas de­saparecieron entre una niebla repentina y, también, el ruido de las ferias, ni las bocinas de los coches de choque se escuchaban allí. Alcé la vista y descubrí un viejo velamen extendido, desgarrado y azotado por un viento más raro que la niebla y que el viento en una niebla. ¿Madera?, ¿velero? Eso no tenía mucho sentido. Caminé hacia proa, pensando en que quizá me encontraría un arpón con el que disparar, si no a Moby Dick, sí a todos mis enemigos. Aquellos pensamientos automáticos formaban parte de mi táctica habitual para no perder el control en medio de un ataque de asma. Me reí un poco imaginando el arpón de Ahab floreciendo como la vara del santo en el momento del disparo. No había arpón, empero. Un sillón orejero y la vista del agua negra respirando niebla, y me senté. A mi derecha, sobre un velador, había un libro. Lo tomé sin curiosidad porque no tenía ganas de leer, pero aunque las hubiera tenido, con la niebla no se veía. De inmediato se encendió la luna. Al bajar del barco, las piernas me temblaban hasta casi doblarse. La niebla desapareció cuando de nuevo sentí el firme del muelle, exhibiéndose las luces de la noria y la música de la verbena. Era bien de noche y ya no me picaba la nariz pero tampoco me apetecía ir a la verbena. Marché a casa con el libro, ¡tenía que terminarlo! Así pasé la noche, leyendo y sumergida en su olor dulzón, no de manzanas de caramelo o de algodón de feria. Un olor como de melocotones maduros, pudriéndose en un sótano, insano, que nunca había olido antes, ni después. Un olor leído. El olor de la sangre robada que duerme en los ataúdes de los vampiros. Muy de mañana, a las siete, lo acabé y, cuando suena la sirena de los astilleros, corrí al solar y pasé al muelle. A tiempo de ver partir el barco. No había madera, ni velas, pero en su costado el nombre: Démeter. 84

prosofagia número 13 - número - septiembre 13 - agosto 2011 - Prosofagia 2011 84


El misterio del Solar

fa n

Y por eso leí Drácula de Bram Stoker. En la bahía de las cigüeñas ­amarillas. Gracias al libro que encontré en el barco. Puede que parezca una historia ­extravagante, pero no más que el llamar a un pueblo Jerusalem por una cerda de granja huida al bosque. «¡No os metáis en el solar de Salem si no queréis acabar destripados!», gritaba Tanner el granjero a los niños que se acercaban allí. Y este libro aparece en los escenarios más inverosímiles. ¿Saben ustedes qué libro hay junto al zombie «amaestrado», Bub, en la película de George A. ­Romero El día de los muertos vivientes (Day of the Dead)? Sí, es Salem’s Lot de Stephen King, El misterio del Solar de Salem.

Dr ácula: Una

lectur a inspir a dor a pa r a

Stephen K ing

[...] Una de las ideas que tuve durante aquellos viejos y buenos tiempos fue que sería perfectamente posible combinar el mito vampírico del Drácula de Bram Stoker con la ficción naturalista de Frank Norris y los cómics de horror de la firma E. C. que tanto me gustaban cuando era joven... y plasmarlo todo en una gran novela americana. Tenía veintitrés años, recuérdalo, así que dame un respiro. Tenía un título de profesor en el que la tinta apenas se había secado, unos ocho relatos cortos publicados y una enfermiza confianza en mi capacidad creativa, por no mencionar mi ridículo ego. Además, tener una esposa con una máquina de escribir a la que le encantaban mis historias convirtieron estas dos últimas cosas en lo más importante de todo. ¿De verdad pensaba lograr fusionar Drácula y Cuentos desde la cripta para llegar a Moby Dick? Sí. Realmente lo pensaba. Incluso tenía planeada una sección al comienzo llamada «Extractos» donde incluiría notas, comentarios y apuntes sobre los vampiros, de la misma forma que Melville lo hizo con las ballenas al principio de su libro. ¿Me desalentó el hecho de que Moby Dick solo vendiera una docena de copias a lo largo de la vida de Melville? No; una de mis ideas era que un novelista debe tener una mirada amplia, una mirada panorámica, y eso no incluye preocuparse por el precio de los huevos. (Mi esposa no estaría de acuerdo con eso, y creo que la señora Melville tampoco.) En cualquier caso, me gustaba la idea de que mi novela de vampiros sirviera de balanza para la de Stoker, novela de terror que pasó a la historia como la más optimista de todos los tiempos. El conde Drácula, a la vez temido y adorado en su pequeño y oscuro feudo europeo de Transilvania, comete el fatal error de echarse a la carretera. En Londres conoce a hombres y mujeres de ciencia y razón: Abraham Van Helsing, experto en transfusiones de sangre; John Seward, que conserva su diario en cilindros fonográficos de cera; Mina Harker, que taquigrafía el suyo y además trabaja como secretaria para los Valientes Cazadores de Vampiros. Las modernas invenciones e innovaciones de su época fascinaron a Stoker y la tesis subyacente es clara: en una confrontación entre el hijo extranjero de los Poderes Oscuros y un grupo de buenos y ejemplares ingleses equipados con todo tipo de comodidades, los poderes de la oscuridad no tienen ninguna posibilidad de vencer. Drácula es perseguido desde Carfax, su residencia británica, regresa a Transilvania y finalmente le clavan una estaca durante el alba. Los Cazadores de Vampiros pagan un precio por su victoria —esa es la genialidad de Stoker—, pero sin lugar a dudas saldrán victoriosos. [...] Introducción a Salem’s Lot por Stephen King, (edición ilustrada de coleccionista, septiembre de 2007). número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 85

fiction

pepsi

Bram le quitó la novia. No le guardo rencor porque escribió Drácula, mi novela favorita. Menos mal que me libró de Florence, esa mujer tiene muy malas pulgas.


Revista Literaria PROSOFAGIA

86

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


Leer es vivir muchas vidas I

artículo

e e r es vivir muchas vidas I

L

Margarita Holzwarth

Lector no se nace, se hace Leer es vivir en buena compañía. Leer enriquece y multiplica el alma, la hace más amplia, más profunda, más sabia, más tibia. Leer nos llena de risas y sonrisas, de gritos y silencios. Leer nos ingresa en otras vidas. Nos abre ventanas a otros mundos. Por eso, quienes descubrimos estas enormes ventajas somos lectores y esperamos cada día el reencuentro con los compañeros de historias que despiertan al posar la vista en la página que nos marca un señalador. Todos los lectores tenemos nuestra propia historia de lectura. Algunas suelen comenzar antes de aprender a leer, otras historias revelan un inicio más tardío. No obstante, en ellas siempre aparece un elemento común: la presencia de un mediador que transmite el gusto por la lectura. Se trata de un familiar, un amigo, alguien que en algún momento compartió la experiencia de leer y produjo un encuentro con un libro. En muchas historias aparece también un título, un fragmento, una ilustración, un personaje, un relato, una poesía que despertó el interés por leer. Luego de ese inicio, cada texto, con mayor o menor intensidad, de una forma u otra, deja huellas en los lectores y así se van construyendo historias singulares de lectura que se transforman con el transcurso del tiempo. De niños, algunos hemos tenido la oportunidad de escuchar un cuento por las noches, la experiencia de ver a nuestros padres leer el diario o a algún familiar leyendo una novela. Cada una de estas escenas forma parte de nuestras historias lectoras y posibilita la relación con los libros. No obstante, no todos atraviesan estas experiencias. Muchas veces, la escuela es el único espacio en el cual niños, jóvenes o adultos pueden iniciar y/o continuar sus recorridos lectores. En este contexto, es imprescindible que cada integrante de los equipos escolares asuma el compromiso de mediar número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 87


Leer es vivir muchas vidas I entre los estudiantes y los libros, y acepte convertirse en iniciador y/o agente continuador de las historias lectoras de los estudiantes. La escuela tiene la posibilidad —única en muchos casos— de generar momentos en los cuales los estudiantes puedan sentirse cautivados por un texto. El desarrollo de las historias lectoras de muchos niños, jóvenes y adultos depende, en un alto porcentaje, de que los docentes propongan espacios en los que se fomente la construcción de itinerarios individuales de lectura, tal que cada estudiante-lector se vaya nutriendo, transformando, enriqueciendo con cada lectura. Después de cada lectura ya no somos los mismos, somos otras personas con más experiencia, más vida interior.

Docentes y lecturas Es preciso recuperar el hecho de que leer es una práctica social, pues hay padres que piensan que a leer se va a la escuela. Tal vez el malentendido esté en que en la escuela se enseña a leer, pero no es lo mismo saber leer que ser lector, no es lo mismo enseñar a leer que formar un lector. Un lector es quien adquiere el hábito de la lectura. Por eso es necesaria la presencia de maestros que, más allá de enseñar a leer, se proponen formar lectores, docentes que provoquen encuentros amistosos entre libros y niños, docentes mediadores que saben que para ser lectores, sus alumnos recorrerán lecturas guiados por una mirada atenta y una actitud generosa. Docentes que invitan a leer, que no fuerzan lecturas. Constituirse en mediadores de lectura, muchas veces iniciadores de libros, implica transmitir la propia relación con los libros. Los docentes juegan este papel en las vidas de sus alumnos: generar la sospecha de que entre todos los libros habrá uno que seguramente sabrá decirles algo distinto, cercano, necesario y especial. Entendemos que no se llega a ser lector a la fuerza. Daniel Pennac1 en su libro Como una novela menciona que hay verbos que no admiten el modo imperativo, no se puede ordenar ¡ama!, ¡quiere!, tampoco ¡lee!, pues leer es una invitación que debe prepararse, disfrutarse y presentarse de manera tal que el convidado a la Fiesta no pueda resistirse a ella. Por otra parte, es habitual escuchar quejas respecto del tiempo que pasan los chicos frente a la televisión, los juegos, el celular o la computadora, sin embargo son otras modalidades de lectura que hacen a su realidad y forman parte de su vida. Por eso es preciso considerar que nosotros, como docentes, tenemos un tiempo valioso en el aula para hacer que la lectura de libros atraviese sus vidas, pues solamente quienes hemos experimentado el inexplicable gusto de leer sabemos de qué se trata. Entendemos que en buena medida un eje a atender es la intervención docente, es decir, la manera en que se promueve la lectura en las aulas, y aquí nos hallamos frente a una larga tradición, bien intencionada siempre, pero que es preciso sacudir. Surgen los supuestos de que si los chicos saben leer y los textos están allí, bastará con leerlos: que hay que leer porque hay que leer, porque si no leen en la escuela los chicos nunca van a leer. Pero cuando la escuela impone la lectura, seguramente puede lograr que determinadas obras sean leídas, pero está lejos de contribuir al desarrollo de los alumnos como lectores. Si acordamos con Graciela Montes2 en que la escuela tiene la gran ocasión de producir el encuentro entre libros y lectores; si tal como ella señala, se trata de generar grietas por donde penetre el sano virus de la lectura, entonces tendremos que concluir que el gusto por la lectura no se enseña: se contagia. Como docente he comprobado el gusto de compartir lecturas. En mi tarea de formar docentes me topo con estereotipos instalados hace muchos años. Que se repiten 88

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Leer es vivir muchas vidas I

• • • • • •

recomendar; comentar pasajes con otros, opinar; releer pasajes preferidos para volver a disfrutar o confusos para poder entender; releer a alguien un fragmento elegido; repetir poesías y disfrutar de su sonoridad; guardar silencio.

artículo

porque «siempre se hicieron». En un taller conversaba con docentes sobre cómo llevan adelante las situaciones de lectura y una docente de educación primaria contestó que leería un cuento, daría preguntas y pediría una «ilustración». Con esta propuesta acordaban casi todos los maestros presentes. Y acá estamos en el problema que fuimos señalando antes: se toma a la lectura como práctica escolar y eso no es bueno porque la escuela puede transformarse en un lugar que forma no lectores. Sabemos que es preciso acortar las distancias entre lo que sucede en las aulas y lo que acontece fuera de ellas. Por eso en clase hay que replicar los quehaceres de los lectores. Cuando leemos algo que nos gusta fuera del contexto escolar, lejos estamos de hacer un resumen, lo que sí hacemos es:

Solo en la escuela y probablemente por una cuestión de «control», desarrollamos actividades para «comprobar» que se ha leído el texto obligado y además tergiversamos el sentido de la expresión plástica imponiendo ilustraciones u otras manifestaciones artísticas que no tienen por qué surgir de un texto leído que a cada lector le produce cosas diferentes, o nada. Cada lector con su historia, su recorrido, su relación personal con los textos. Historias y recorridos en los que debemos colaborar. No se enseña cómo ser lector, el gusto por la lectura se contagia y tenemos que trabajar para que la lectura se propague. Precisamente, la lectura va abriendo senderos en el alma por donde se van filtrando sentires, pensamientos, identificaciones. Desde nuestro rol de mediadores entre libros y niños debemos abrir las rendijas que permitan el ingreso de esa luz que significa el encuentro con una buena obra.

(1) Pennac, Daniel: Como una novela. Anagrama. Barcelona. 1993. (2) Montes, Graciela: La gran ocasión. La escuela como sociedad de lectura. M.E.CyT. Argentina. 2007.

Margarita Holzwarth número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 89


Revista Literaria PROSOFAGIA

90

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


Leer es vivir muchas vidas II

artículo

e e r es vivir muchas v i d a s II

L

Margarita Holzwarth

La selección de textos Decía que hay ciertos hábitos muy instalados en la formación escolar, algunos promovidos incluso por la industria editorial, que se basan en que los estudiantes lean un número elevado de libros. Algunos docentes, incluso, invierten muchas horas en la elaboración de cuestionarios, cuyo objetivo es comprobar que los estudiantes hayan leído y en ocasiones se incluyen algunas trampas para cazar a aquellos que no leyeron. Cuando las prácticas escolares se centran en verificar que los estudiantes leen, se deja de lado otro objetivo: promover el gusto por la lectura. ¿Cuál es el valor de comprobar que los estudiantes lean lo que les exigimos leer, si esto promueve la pérdida de un potencial lector? No se trata de correr una carrera contra el tiempo en la cual se dé prioridad a la cantidad de textos que deben ser leídos. En efecto, junto al concepto de cantidad suele aparecer también el de obligatoriedad. Ciertamente, el acercamiento a la lectura nos enfrenta al conflicto entre lo obligatorio y lo electivo. No podemos desconocer que los docentes nos situamos en un lugar de difícil equilibrio: promover ineludiblemente la lectura y, al mismo tiempo, quitarle el carácter obligatorio. En el medio de esta difícil situación, muchas veces, pareciera que dejamos de lado un objetivo central: desarrollar en nuestros alumnos el comportamiento lector. En general, cuando prevalece el concepto de cantidad, este opera en detrimento de la calidad, y las lecturas obligadas construyen no lectores, pues representan un castigo. En las historias de los sujetos no lectores siempre aparecen lecturas de este tipo, que dejan una mala experiencia y que los alejan de la lectura. En definitiva, para promover la lectura es necesario invitar a leer, contagiar el gusto por la lectura. Es preciso sacudir nuestras prácticas lectoras: las personales, número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 91


Leer es vivir muchas vidas II para recuperar, en algunos casos, al lector que somos, fuimos o deberíamos ser y también las que profesionalmente llevamos adelante. Es necesario pensar, entonces, alternativas que superen algunos estereotipos instalados en las aulas y que, si bien nos aseguran (¿nos aseguran?) la lectura de textos, no fortalecen ese tránsito hacia la formación de lectores. Esto requiere analizar qué damos para leer, teniendo en cuenta los objetivos profesionales e institucionales, pero también contemplando los diferentes intereses que los estudiantes manifiesten o logremos interpretar a través de diversas intervenciones. Para hacerlo debemos tener en cuenta que la selección de textos no tiene tanto que ver con utilizar criterios etarios —que uniforman a los alumnos en categorías rígidas— sino con una consideración atenta y oportuna del recorrido lector de los alumnos.

Los clásicos en el aula En los últimos tiempos es común ver a alumnos de escuela secundaria leer obras clásicas como Antígona, de Sófocles. Una obra compleja, profunda, ajena para quienes no tengan un camino lector transitado. Y he visto cómo esos jóvenes se sentían ante la inconmensurable barrera que significaba abordar la obra. Me he preguntado si era justo para ellos luchar con un modo de decir que no les era cercano y también me he planteado si era justo para Sófocles. Yo no hablo de no leer a Sófocles, hablo de que para llegar a Sófocles, por ejemplo, hay que tener en cuenta las lecturas que recorrieron los jóvenes desde sus inicios como lectores y, sobre todo, el modo de ingresar en la obra. Para abordar un clásico hay que considerar situaciones didácticas que tomen en cuenta los saberes previos de los alumnos, la lectura por parte del docente, los intercambios orales acerca de lo que sucede en la obra, la relectura de fragmentos especialmente seleccionados, el anclaje con situaciones producidas en otras obras clásicas o no clásicas, asociaciones con películas o hasta telenovelas o hechos reales difundidos a través de los medios masivos de comunicación. En síntesis, a través de la utilización de estas u otras propuestas (que no prescripciones), no dejar solo a un niño-joven o adulto con una obra de alta complejidad. Considerar además si conviene o no la lectura de la obra completa, o simplemente abrir el camino. Particularmente, prefiero leer un fragmento divertido o sublime del Quijote, que despierte el interés en los jóvenes, para que en una semana, un año o cinco o diez, cuando vean el libro rememoren un buen momento de su vida lectora, recuerden a su profesor leyendo, se digan: «acá hay algo bueno» y quieran volver a él, y no que por leerlo «a la fuerza», una vez cerrado el libro no deseen abrirlo nunca más. Como una vez escuché de un estudiante al salir de su último año de escuela secundaria: «Yo ya leí todo lo que tenía que leer ¡no leo más!». Pensemos nuevamente en el riesgo de que la escuela forme no lectores. También se puede disfrutar la lectura de otros textos que no sean literarios; por ejemplo, hay alumnos que se acercan a la lectura a través de diarios, libros, revistas o enciclopedias, que tratan distintos temas tales como los deportes, la aviación, los avances en la mecánica, los autos de carrera. Hay quienes optan por libros de autoayuda, tan difundidos por estos días. Pues bien, como mediadores hay que ser abiertos y reparar en lo que se lee para aportar algo más, para poner en el camino otras lecturas que capten la atención y lleven a otros destinos. La literatura es nuestra joya más preciada. Así como leemos para saber, para actualizarnos, para hacer, para escribir, leemos para disfrutar; pues entonces respetemos 92

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Leer es vivir muchas vidas II

artículo

los derechos que como lectores tienen nuestros alumnos. Un lector tiene derecho a sentir la literatura sin verse obligado a «dar cuenta» de lo leído. Pero eso solo es posible en un clima en que permitimos a los alumnos vivirla como arte, sin cuestionarios «de comprensión», sin re-narraciones que repetirían lo que se leyó minutos antes, sin «ilustro». No es que no debamos promover intercambios para analizar una obra o algunas preguntas que apunten al para qué o al porqué de lo sucedido (preguntar sobre qué y cómo en general solo genera repetir lo leído), pero una lectura no puede reducirse a «leer para responder». Hay cuentos que dan para opinar, cuentos que generan otros cuentos, pero, sobre todo, hay cuentos que requieren del silencio que permita al lector disfrutar hacia adentro de su emoción. Si queremos saber qué comprendieron nuestros alumnos hagámoslo sobre textos de estudio, en todo caso, pero libremos a la literatura de ser una excusa para enseñar. Es el caso, por ejemplo, de que elija un cuento que se desarrolle en el campo y en la ciudad porque deba trabajarse las diferencias entre ambos lugares. Si hiciéramos eso rebajaríamos este arte a un mero instrumento que perdió de vista su propósito fundamental: generar placer. Leamos más nosotros como profesionales formadores de lectores, y seleccionemos los cuentos proponiéndoles a los alumnos que escuchen ese cuento elegido especialmente porque nos gusta mucho. Cuando se comparte lo que a uno le gusta… se nota.

La lectura como camino de inclusión En Argentina, también desarrollamos talleres de lectura en contextos de severas carencias, lugares donde flagelos como la droga cobran dimensión. La situación de desamparo invade la atmósfera y se respira desazón. Allí es donde un mediador actúa para rescatar de esa nada envolvente a las personas privadas de la libertad, siembra el poder benefactor de la literatura que enriquece el alma y propicia que la escritura sea una manera de decir y decirse. De dejar marca y ser. Recorremos escuelas donde los docentes, en algunos casos, bajaron los brazos y eso permite que la nada avance. Maestros que nos comentan al llegar «con estos chicos no se puede», «ni lo intenten, no pierdan el tiempo», y señalan a aquellos que han tenido ingresos en institutos de menores por haber delinquido. Sin embargo, comprobamos cada vez que el espacio de lectura puede ganar su lugar y crecer. Para eso es preciso contar con la pasión por compartir lecturas, abrir una valija de libros como cofre de tesoros, mostrar su interior, presentar aquellos libros que nos conmovieron o divirtieron y compartirlos. En esos espacios reina entonces el silencio paulatino para dar escucha a la literatura que nuevamente se manifiesta y produce la magia. No por efecto mágico sino porque se convocaron los ingredientes necesarios: niños y jóvenes + libros + mediador de lecturas. Y tenemos los seguidores de recreos, aquellos que nos piden en las pausas que sigamos leyéndoles. En estas experiencias como en otras, la lectura y la intervención de un mediador dispuesto y generoso sacuden el alma y contagian alegría. Permiten vislumbrar futuro. La lectura opera milagros, mínimos, a veces imperceptibles, cotidianos pero a su vez inmensos, imprescindibles en cada vida. número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 93


Leer es vivir muchas vidas II

Sugerencias didácticas

Formar lectores no es tarea fácil, pero tampoco es imposible y, sobre todo, es nuestro compromiso: hacen falta los niños, los textos y los docentes mediadores de lectura. Entonces, podríamos compartir algunas recomendaciones: — Leer textos a los chicos, para lo cual es preciso una selección previa que tenga en cuenta tanto a los destinatarios y sus historias lectoras como al gusto del docente por esos textos seleccionados. — Leer con los alumnos en silencio y luego intercambiar o no ideas con ellos acerca de sus impresiones. — Evitar cuestionarios que lleven a dar cuenta de lo comprendido, atentos a que no hay interpretaciones únicas. Si queremos saber qué comprendieron nuestros alumnos hagámoslo sobre textos de estudio. — Narrar aquellos cuentos que permitan ser recreados con sus palabras y darles vida a los relatos a través de la voz. — Invitar a algún familiar a leer o contar alguna leyenda de su tierra, los abuelos en general son especiales para ello y se enriquecen todos con la experiencia. — Proponer la lectura de varias obras de un autor que les guste en especial a los chicos. — Seguir un tema en diferentes cuentos si los chicos muestran interés hacia algún tema en particular (cuentos de amor o de piratas o de misterio, por ejemplo). — Pensar en llevar adelante actividades permanentes, también denominadas habituales, de lectura de literatura. Por ejemplo, la hora semanal del cuento o de los narradores de cuentos, o la hora de lectura de poesía o de la novela. — Promover la lectura silenciosa. Leer en voz alta solo se justifica cuando la situación lo demanda, que es cuando socialmente se lee en voz alta. — Fortalecer, revitalizar y optimizar el funcionamiento de la biblioteca escolar como instrumento indispensable para el desarrollo curricular y como centro de animación cultural que proyecta su beneficio a alumnos, docentes y miembros de la comunidad en general. También el rol del bibliotecario como figura clave que participa de proyectos de mediación, que actúa en equipo con el grupo de docentes. — Prestar especial atención a los recorridos lectores de los alumnos; no es posible tener en cuenta solamente las prescripciones editoriales que otorgan clasificación etaria a lo que es destinado a niños, jóvenes o adultos. Solamente el docente de cada grupo sabrá qué seleccionar para cada grupo en particular. El docente mediador de lectura debería ser un lector experto, apasionado, conocedor de los recorridos lectores, conocedor de la realidad de la escuela. Reitero entonces que no hablamos de enseñar a leer, hablamos de formar lectores…, que no es lo mismo. No hablemos de trabajar la literatura sino de disfrutarla, de vivirla. La literatura es una manifestación artística, no nace para enseñar nada, aunque enseñe tanto. Compartamos con nuestros alumnos lo que significa leer. Podemos explicar el proceso de lectura, pero no la maravilla que nos sucede al leer. En lo personal, pude y puedo, solo a través de la lectura: • ser un tiempo un investigador de la policía sueca y pensar con la lógica detectivesca de Wallander, de la mano de Mankell, y recorrer y conocer la ciudad de Ystad y otras ciudades de Suecia; • transformarme, al abrir un libro, en una adolescente japonesa y vivir una cultura tan diferente y sin embargo con sentimientos tan cercanos, acompañando a Banana Yoshimoto; 94

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Leer es vivir muchas vidas II

Imposible recordar todas las vidas que me permitieron transitar estos y otros escritores. Ser otra persona, pensar con otra lógica; vivir la riqueza y conocer de cerca muchas necesidades; enamorarme de un amor imposible; reír, sufrir, caminar por calles increíbles, escalar montañas, nadar en medio del océano tan temido, luchar con dragones y tomar el té con una tal Alicia… Leer es eso, es la posibilidad de vivir dentro de otras pieles, con otros pensamientos, otras culturas. Es tener mucha más vida. Tengo la certeza de que ser buenos mediadores nos permite ganar la vida eterna ya que viviremos en el recuerdo de nuestros alumnos. Es una gran oportunidad que no nos podemos perder.

artículo

• caminar temerosa por campos de batalla en la Edad Media con la protagonista de Historia del Rey Transparente, de Rosa Montero, y ser esa protagonista; • ser una experta en computadoras y muy talentosa en matemática a través de Lisbeth Salander, creada por Stieg Larsson; • acariciar París en las líneas de Cortázar; • respirar otra Buenos Aires a través de Borges; • transitar las calles de la colonia con Mujica Láinez; • o palpitar la maravillosa Macondo de García Márquez.

Margarita Holzwarth

Margarita Holzwarth Nació y vive en Argentina.

Es Profesora en Letras y desde 1984 se desempeña como tal en Institutos de Formación Docente para los niveles inicial, primario, secundario y superior. Ha realizado dos posgrados: Especialista en Lectura y Escritura (Asociación Internacional de Lectura) y Especialista en Promoción en Lectura y Escritura (Universidad Nacional de Córdoba). Desde 2001 ha formado parte de Equipos Técnicos de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, tanto en educación inicial como primaria, y desarrollado una intensa actividad de capacitación docente. Actualmente coordina la capacitación provincial de docentes, directivos y supervisores de Educación Primaria, en el área de Prácticas de Lenguaje. Asimismo, es coautora del Diseño Curricular para la

Educación ­S uperior en las carreras de Profesorado para Educación Inicial y Profesorado para la Educación Primaria. Desde 2006 hasta la fecha ha sido conferencista o coordinadora de paneles en congresos tanto en el país como en el exterior, y jurado de concursos en distintos Programas referidos a literatura y educación. Es co-autora de: La lectura en el nivel inicial (DGCyE); Orientaciones Didácticas para el nivel inicial, Partes 1: La lengua en el nivel inicial, 2: La lectura en el jardín de infantes, 3: La escritura en el jardín de infantes, y 4: Hablar y escuchar en el jardín de infantes (DGCyE); Los docentes como mediadores de ­l ectura (DGCyE). Es autora de artículos relacionados con lectura, escritura y comunicación oral para distintas publicaciones, así como de documentos de trabajo en capacitación presencial, a distancia y virtual. 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 95 númeronúmero 13 - agosto 2011 - Prosofagia 95


Revista Literaria PROSOFAGIA

96

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


ectores ecturas y

artículo

L

Lectores y lecturas

Gemma Nieto

C

uando finalicé mis estudios de periodismo sentí cierta frustración porque era la carrera que más se aproximaba a mi vocación: escribir. Y, sin embargo, aunque en la Facultad de Ciencias de la Información te enseñaban muchas materias diferentes, nunca nos dijeron cómo escribir buenas novelas. Esto lo podrán constatar las hornadas de licenciados que han salido por sus puertas desde hace más de cuarenta años. Entonces, ¿dónde se enseña a escribir? Si exceptuamos los numerosos talleres de escritura creativa que, de unos años a esta parte, han proliferado como hongos ante la lluvia, a escribir se aprende escribiendo, y leyendo. Estoy de acuerdo con el genial novelista de terror Stephen King cuando dice que para ser un buen escritor hay que leer mucho y escribir mucho. Generalmente, el escritor se hace con la práctica. Como en cualquier otro oficio, en este tan personal, las palabras no se encadenan solas la primera vez que uno se coloca ante un folio en blanco, ni forman frases geniales por arte de magia. El escritor aprende a concatenarlas adecuadamente a medida que lo intenta, con cada nueva tentativa. Y a través de la lectura de sus iguales consigue aprender nuevas técnicas, nuevas maneras de comunicar lo que desea y de traspasar al papel sus emociones, sus sentimientos, e incluso, sus vivencias y sus angustias. número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 97


Lectores y lecturas Por eso, aunque los profanos piensen lo contrario, el escritor nunca está solo. Al menos, dentro de su cerebro. En él siempre bullen las voces de otros escritores, de los libros que han escrito, de lo que esas lecturas han significado para él y lo que le han aportado tanto a nivel personal como profesional. Y, quizá, solo quizá, es probable que, por su propio y necesario aprendizaje, el escritor no solo se dedique a escribir obras literarias. Es más que posible que compagine su redacción con escrituras más prosaicas, gracias a las cuales siempre continuará aprendiendo. De este modo, ese escritor del que estamos hablando quizá escriba reportajes en profundidad para la prensa diaria, guiones de televisión, tiras cómicas, críticas literarias Su motivación es la escritura, se presente en la forma en que se presente. Una de mis motivaciones para decantarme por la crítica literaria al tiempo que continuaba escribiendo mis novelas de aventuras y de acción fue que con la crítica aprendía más deprisa. Como lectora compulsiva que he sido desde que aprendí a leer, mis ojos se han posado en casi todos los géneros posibles. Sin embargo, sentía que eso no era suficiente, que necesitaba profundizar más en las obras que «devoraba» semana tras semana para apreciar los diferentes estilos literarios de cada autor, para percibir sus errores en la trama o en la caracterización de los personajes y, desde luego, para no repetir esos errores en mis propias narraciones. Hace ya casi dos años que Anika Lillo me ofreció la posibilidad de colaborar con ella en su web literaria y, tras muchas críticas y numerosas entrevistas después, puedo decir que hoy soy una autora más madura que antes. Perfecta, no. Nunca se puede alcanzar la perfección por mucho que se intente y, además, ¿hasta qué punto es deseable esa perfección? Sin embargo, sí he aprendido nuevas técnicas que resultan estimulantes para los lectores y también he aprendido lo que no se debería hacer cuando intentas captar su atención. Las webs de Anika Lillo comenzaron su andadura en la red en el año 1996. Y digo bien, webs, en plural, porque la pasión de Anika por el cine hizo que creara Anika Cine Magacine (hoy relegada al museo de las webs de Anika), también vio la luz La Guardería de los famosos, Zona Casting y Vinilo, esta última dedicada a la música. Sin embargo, su entusiasmo por las letras hizo que Anika Entre Libros, la web dedicada a la literatura, destacara por encima del resto. De tal forma, que ya cuenta con una «hermana siamesa», dedicada en exclusiva a las obras de terror, La casa de Kruela. Desde sus inicios, Anika entre libros se convirtió en la pionera de lo que sería la información literaria en Internet ofreciendo no solo críticas literarias, sino también entrevistas a autores, crónicas de presentaciones o de viajes de prensa, información sobre las principales ferias del sector, tanto generales como temáticas y, desde este año 2011, también cuenta con su propio certamen literario, denominado I Encuentro Nacional Anika Entre Libros, que acogió numerosas presentaciones tanto de autores noveles como ya consagrados y que alcanzó un gran éxito de público y crítica. A fecha de hoy, la web cuenta con 14 000 visitas diarias y una impresionante andadura que ha provocado que medios escritos como El País, Cinemanía, Año Cero; de radio: Onda Cero, Radio Nacional; y de la televisión: Página2, entre otros, se hagan eco de su buen hacer. Con sus más de 30 colaboradores repartidos por toda la geografía española, se asegura llegar a todo tipo de obras, desde la literatura infantil o juvenil, hasta la adulta de cualquier género. Y, ahora, si el tiempo lo permite, para después del verano la web contará con una nueva imagen, más dinámica, interactiva e intuitiva que la actual. Para Anika Entre Libros yo solo soy una colaboradora más, aunque Anika nos hace sentir a todos de una forma especial y valora, anima y complementa nuestro trabajo cada vez que lo necesitamos. Según ella, más que «reseñadora» me he convertido, con la experiencia, en una crítica literaria que analiza con rigor el argumento de una novela, su trama o subtramas si las tuviera, la naturalidad de los personajes, la credibilidad de los diálogos... En fin, creo que 98

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


Lectores y lecturas

Gemma Nieto www.gemmanieto.com

artículo

piensa que soy una crítica excesivamente dura que no concede ni un respiro a los escritores que señalo con mi pluma. De lo que estoy totalmente segura es de que mi paso (y espero que larga estancia) por Anika Entre Libros me ha conformado como una autora diferente a la que era cuando llamé a su puerta. Hoy no solo continúo disfrutando de la lectura de esas novelas que nos trasladan a mundos inexistentes con una sola arma, las palabras, sino que también he aprendido a manejar con más soltura esa arma tan voluble que te vuelve loca con sus plurales, sus sinónimos, sus tildes, buscando siempre la voz que más se acerque a aquello que deseo contar. Si hoy tuviera que volver a escribir mi última novela, El alfabeto sagrado, es muy posible que la obra resultante continuara siendo un thriller trepidante con mucha acción y un lenguaje cinematográfico, pero estoy totalmente segura de que sería un alfabeto sagrado muy diferente, más redondo, más compacto. Y todo eso se lo debo a mi capacidad de observación y a mis numerosas lecturas, pero también a Anika Lillo por haberme ofrecido su mano para caminar juntas por el peligroso sendero de las letras.

Gemma Nieto Es licenciada en Periodismo y ha cursado estudios de Marketing y Relaciones Públicas. Dios sus primeros pasos profesionales como redactora política para distintos semanarios locales y sus siguientes ocupaciones la hicieron decantarse, definitivamente, por la prensa escrita. A pesar de haber hecho del periodismo su forma de vida, su verdadera vocación es la «escritura ficcionada». Con el tiempo decidió abandonar sus anteriores obligaciones profesionales para dedicarse por completo a su carrera de escritora y a la crítica y corrección literaria.

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 99


Revista Literaria PROSOFAGIA

100

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


El Lector Editorial

Editorial Melusina

artículo

El Lector E

lisabet me ha pedido que escriba un artículo acerca del trabajo del Lector Editorial. Y como es lo que vengo haciendo desde hace años, algo puedo contar que interese a los seguidores de Prosofagia, aunque puedo hablar solo desde mi experiencia personal. El Lector Editorial es una figura tan discreta y anónima en el mundo del libro, que se sabe que existe, pero que pocos han visto de cerca. Todos los escritores y los aspirantes a publicar han oído rumores de que hay quienes se dedican a leer y valorar los muchos manuscritos que cada día llegan a las editoriales; que ellos redactan informes siguiendo unas determinadas pautas y criterios, y que finalmente recomiendan, o no, la publicación. También se sabe que algunas escuelas de escritura imparten cursillos donde aprender las técnicas del oficio, las herramientas necesarias para poder sopesar todos los aspectos de una obra. Que las editoriales se sirven del Informe de Lectura, donde constará la sinopsis o resumen del argumento, los aspectos positivos y los negativos, y se analizarán factores como género, estructura, tramas, personajes, estilo, léxico, diálogos, ambientación, etc., así como su adecuación a la línea editorial y al tipo de público al que va destinado. Pero ¿cómo trabaja realmente un Lector Editorial? Pues bien, voy a intentar desvelar algunos secretos de esta ocupación (o mejor vocación, que no creo que pueda llamarse profesión) que pueden interesar a los lectores de esta revista, que a fin de cuentas pertenecen (como yo y como los editores) a la estirpe de los que hemos nacido con ese extraño virus que produce un amor desmesurado por los libros. Hay una frase que circula por Internet: «Cobran poco, ganan enemigos diariamente, trabajan en el anonimato y, sin embargo, son los primeros responsables de cargar de buenos textos los anaqueles de las librerías». Aunque parezca un contrasentido que aun en el anonimato se puedan ganar enemigos, luego matizaré un poco esa cuestión. número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 101


El Lector Editorial Para empezar, lo primero que me viene a la cabeza es que si por una vez yo no hubiera traspasado de alguna manera los límites de la regla implícita que nos exige discreción, no hubiera tenido el gusto de conocer a Elisabet, ni estaría ahora escribiendo este artículo. En alguna ocasión, al leer un manuscrito o hacer un informe, he pensado en el autor y en cuánto le ayudaría saber mi opinión, para bien o para mal. Pero enseguida me apartaba de ese fugaz pensamiento, pues estaba haciendo un trabajo que alguien, un editor que confiaba en mi criterio, me había encargado y por el que me iban a pagar unos honorarios (bastante reducidos, eso sí). A eso se limitaba mi misión, a poner un humilde granito de arena en el tinglado editorial. Lo que luego se hiciera con el informe, eso ya escapaba de mi control e incluso de mi conocimiento. La satisfacción que se obtiene de este trabajo (bastante ingrato y sufrido, eso puedo asegurarlo) está en los escasos momentos en que te reúnes con el editor para tener un fructífero intercambio de opiniones, donde se va forjando la confianza y la complicidad necesaria entre ambos. El buen editor dará a sus colaboradores orientación, comentando cada manuscrito en particular, informándole del porqué quiere que sea leído ese en concreto. Pues es cierto que no todo lo que llega se lee: él ya ha hecho antes una criba, eligiendo lo que en principio le parece interesante (sea por el motivo que sea, literario o comercial) y eliminando lo que, seamos realistas, va a ir directamente a la papelera. Porque un editor es alguien que nunca tiene suficiente tiempo, que siempre está entre dos reuniones o viajando entre una y otra feria, y necesita esta pequeña ayuda; pero no va a explicarnos mucho más. Eso será todo. Incluso sé de algunos lectores que nunca conocen a su jefe personalmente y que de la editorial solo han visto el vestíbulo. Sea como sea, al final, el informe y sus posibles consecuencias desaparecen en las interioridades de la casa. Y al lector también le pica la curiosidad por lo que no sabe: ¿quién más lo leerá?, ¿dónde lo archivan y por cuánto tiempo?, ¿cómo serán los otros lectores?, ¿quién forma el comité de publicación?, ¿se tendrán en cuenta mis recomendaciones a la hora de la corrección? Ahora bien, tengo que decir que no sabemos mucho de estas cuestiones, pero que no es cierto que solo se lean unas pocas páginas: se lee minuciosamente, con mucha atención y tomando notas, pues de otro modo no se podría redactar el resumen completo que nos piden. Es por eso que este trabajo está muy mal pagado y no se puede vivir de él: si se divide la tarifa por la cantidad de horas trabajadas, el resultado sería seguramente menos que lo que gana un empleado de la limpieza. Por lo demás, una vez terminada cada novela, se olvidan todos aquellos datos, nombres, aventuras y personajes que nos mantuvieron ocupados durante unos días; esta capacidad de olvido es una suerte, porque en la mayoría de los casos lo que nos toca leer es tan malo que ocurre lo mismo que con aquellas asignaturas plomizas que empollan los estudiantes, pero que una vez pasado y aprobado el examen se borran del archivo cerebral. Y aquí entraríamos en la cuestión más peliaguda, esto es, hablar de la calidad de lo mucho que se publica, y del oficio o talento de los escritores (sean noveles o no). Pero antes contaré otro momento de satisfacción personal. Algunas veces, recorriendo librerías (es un deporte que practico mucho, y no me importa perder el tiempo fisgoneando aquí y allá con la coartada de que tengo que estar al día para hacer bien mi trabajo), se tiene la sorpresa de reconocer en alguna novedad aquella cosa que hace tiempo cayó en tus manos, y que obtuvo una buena nota. Entonces se siente un pequeño y soterrado orgullo, porque ese libro que ahora aparece perfectamente maquetado y presentado, no estaría ahí si tú no hubieras detectado sus cualidades. 102

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


El Lector Editorial

artículo

Pero son muchos los que se preguntan, ¿cómo se llega a ser lector? Pues un poco por preparación (saber idiomas cuenta también) y otro poco por casualidad. Las vacantes no suelen publicarse en el periódico, ni se necesita tener un título, lo mismo que en otros tiempos para ser periodista contaban solo aptitud y vocación (para bien o para mal, la manía reglamentaria y corporativista no ha llegado hasta aquí, y por eso seguimos siendo pobres y desconocidos, pero libres). Un informe no es un comentario de texto ni un trabajo universitario. Tampoco es una crítica literaria, donde el crítico puede permitirse el lujo de expresar su opinión crudamente. En mi caso se unieron suerte y curiosidad. Hice un cursillo porque quería comprender un misterio: por qué se publicaban tantos libros que a mí me parecían inaceptables, tanta mala literatura. Y si algo aprendí es que para este negocio es imprescindible tratar de ser objetivo; dejar de lado lo que te gusta y encontrar siempre algo positivo en lo que se lee, coincida o no con las propias preferencias; entender las exigencias del mercado, del público y las tendencias, pues como se repite hasta la saciedad, una editorial es una empresa y su objetivo es vender; tener en cuenta que cualquier escritor ha puesto energía, ilusión y tiempo en sus páginas, y que a veces ese producto puede y debe mejorarse. De hecho, la mayoría de las obras, incluso de escritores consagrados, necesita retocarse, cuando no reescribirse completamente, en un proceso que en la jerga editorial se llama ‘editing’ y que consiste en equilibrar, limar, pulir, cambiar, añadir, recortar... También puede el lector editorial sopesar hasta qué punto vale la pena el esfuerzo invertido en tales retoques. Quien sabe enfocar su visión bajo ese prisma ofrecerá al editor una ayuda muy valiosa. En contrapartida a esa imparcialidad, en el informe de lectura hay también un apartado donde el Lector puede expresar su opinión personal o, como consta en algunos, su «sensación epidérmica». Un Lector tiene también que saber redactar y presentar su escrito de manera impecable. Y no basta con ser un consumidor de libros empedernido, aunque sin serlo la cosa sería casi imposible. Hay que haber leído mucho, muchísimo, para criticar y por supuesto para escribir. Esa es la razón por la que no creo demasiado en ciertos talleres literarios, y opino que quien ha leído ya tiene en su poder muchas herramientas necesarias; que no necesita preocuparse de ortografía ni sintaxis, porque cuando algo no está bien, sus ojos lo detectan como algo que les hace daño. Desgraciadamente, hoy en día, jóvenes o principiantes se dejan llevar por la ambición y por la tentación del triunfo fácil, y se sienten capacitados para escribir sin tener ni formación ni bagaje suficiente. No dudan en copiar, plagiar o recurrir descaradamente a las modas, y se podría decir que solo un 10 % de lo que llega a una editorial es publicable. E incluso me atrevería a recomendar a los que protestan tanto por lo difícil que es publicar unos principios que parecen desfasados: humildad, honradez y, por supuesto, trabajo duro. Por poner un ejemplo de esto, copio algo que he leído en un foro: «Pienso presentarme al premio X, tengo cuatro meses para escribir y corregir la novela que tengo en mente». Sobran los comentarios, porque a no ser que seas el mayor genio de la historia, una novela difícilmente puede hacerse en ese tiempo. A no ser que lo que se tenga en mente proceda del «Google» y del «corta y pega». Aunque los editores también merecerían un buen rapapolvo. Pero esa es otra cuestión. Aquí retomo aquella frase de que los Lectores «ganan enemigos». También se pueden perder «amigos». Sobre todo cuando tus conocidos te piden que leas su novela, o les hagas las correcciones (en resumen piden que hagas tu trabajo gratis); pero ¡ay!, mucho cuidado, porque también querrán recibir más halagos que críticas, las cuales hay que suavizar para no dañar mucho sus egos.

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 103


El Lector Editorial Y ahora vuelvo al principio de este texto, porque si no me voy a quedar sin explicar la trasgresión de la que hablaba al principio. Como dije antes, conocí a Elisabet por un impulso o atrevimiento que me hizo salir un poco de mi cometido, y fue así: se entregaba en Madrid un premio importante, en el que yo había sido lectora en varias ediciones. Y la única manera que tenía de enterarme del resultado era buscando la noticia al día siguiente. En mi pantalla apareció la foto en la que sonreían felices la ganadora, el editor y varias personas que no conocía. Leí la reseña de la novela premiada y reconocí una historia que había leído muchos meses atrás, que había merecido mi informe positivo. Ahí volví a sentir la evidencia de mi pequeñez y mi invisibilidad, pues aquello me alegraba y me hubiera gustado estar en aquella cena y compartir la alegría con ellos, en vez de estar tras mi ordenador, sola en Barcelona. Sentí el impulso de escribirle a la ganadora un mensaje de felicitación y luego nos conocimos y desde entonces la tengo por amiga; porque en este mundo tan difícil y complicado también hay gente maravillosa, como ella y como el editor, y por una vez, la historia tuvo un final feliz.

Melusina

Melusina Reside actualmente en Barcelona, ciudad que eligió después de haber vivido varios años en París, y largos periodos en Bélgica, Italia y Andalucía. Estudió Filosofía y Pedagogía, pero abandonó la universidad para dedicarse a las artes plásticas. Después de realizar varias exposiciones de pintura, probó también el mundo del cómic, la ilustración, la fotografía y el diseño, colaborando con algunas revistas. Mientras tanto se iba ganando la vida como secretaria, bibliotecaria y traductora, y leía compulsivamente. La vocación literaria le llegó bastante tarde y sin previo aviso. Empezó escribiendo varios poemarios y siguió después con dos e incluso tres novelas, inéditas hasta ahora: La secretaria del escritor (novela erótica), La niña astróloga (literatura fantástica) y El destino de Natacha (autoficción delirante). Ha editado el fanzine neo-dadaísta Tocino y Velocidad, y mantiene un blog llamado El Cielo Virtual.

104

prosofagia - número 13 - septiembre 104 prosofagia 2011 - número 13 - septiembre 2011


El Lector Editorial

artĂ­culo Fotos de Cesare Croci, CesareOne: Islas Maldivas nĂşmero 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 105


Revista Literaria PROSOFAGIA

106

prosofagia - nĂşmero 13 - septiembre 2011


La lectura tiene una historia

tiene u na 1 h istor ia

artículo

La lectura Plásido La lectura es a la ficción lo que la materia a la realidad. Plásido

¿C

ómo ha llegado la lectura a ser una herramienta tan vigorosa, capaz de acercarnos a un mundo que sin ella no alcanzaríamos, capaz de construir vidas pasadas, otras vidas? La lectura hace posible viajes inesperados, hombres magistrales, pícaros globales, infancias rebeldes, historias ocultas, y nos cualifica para burlar fronteras. La lectura es una gran aventura, nos da amigos que solo oímos y sentimos, maestros conspicuos, verdaderos instructores, y accedemos a las voces de viejos o coe­ táneos sabios. Es pasión, terapia, búsqueda, encuentro. Hoy forma parte sustancial de lo insustancial, de la imaginación, recurso más valioso que cualquier otro. Este «hábito de lectura», que para nosotros es cotidiano y natural, es el resultado de un largo proceso evolutivo de siglos, que la llevó, a la lectura, de ser una actividad administrativa a ser una ocupación creativa. Se inventó con la escritura, y si alguien escribió fue porque otro habría de leer y desde el momento en que, con una cuña, se dejó grabado un pensamiento, también se dejó el camino abierto a la interpretación, al relato, a la ficción. Se entendía por leer, en la cultura griega, cuna de nuestra civilización, desenrollar, distribuir, recitar, cantar, escuchar la ley. ¡Lee!, ordenaba al esclavo el jefe del ejército para que se distribuyeran entre los soldados las tareas; ¡lee!, ordenaba el aristócrata número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 107


La lectura tiene una historia para saber quiénes eran los novios de la hija que esperaban la bienvenida. Los esclavos prestaban su voz a lo escrito cuando la escritura tenía la forma de scriptum continuo, una secuencia inacabable de letras enlazadas, sin espacios, sin puntuación. La escritura, sin frases, sin párrafos, es un continuo ininteligible, que el lector lee sin sentido, que balbucea hasta encontrar la composición correcta, quizás como hace el músico hasta encontrar el sentido musical de la partitura; claro, los lectores estaban acostumbrados a su trabajo, siendo la lectura similar a la pederastia, con un lector pareja pasiva de un oyente. Lo escrito solo servía como recordatorio de lo dicho y necesariamente había que usar el habla para leer. Escribir era trascribir lo hablado; leer, escuchar lo escrito, oír, y la lectura, por medio de la voz, era la conclusión de lo escrito, el epílogo. Con la voz se reconocía la secuencia gráfica, y dice Joseph Sbenbo en la Historia de la lectura occidental, hablando de esa época helénica: «El escritor que lograba hacerse leer, actuaba sobre el aparato vocal del otro, sirviéndose como de un esclavo aún después de su muerte». La comprensión lectora provenía del oído, de recordar por medio de lo escrito el habla. Se trataba, con la escritura, de un recordar lo que se iba a decir, para lo que el esclavo tenía, delante, lo escrito. La lectura en la Roma Imperial toma un segundo impulso cuando pasó a convertirse, en las bibliotecas de ricos comerciantes, de políticos adinerados, a las que asistía entre otros Cicerón, en un acto íntimo, casero, por el que se conocía la historia de la Gran Ciudad, los orígenes, las virtudes de sus grandes hombres. Para facilitar la lectura de ese scriptum continuo, en la época de Quintiliano se comenzó a separar, escritura interpuntata, las palabras por un punto y también en párrafos las líneas con el mismo sentido. Seguía siendo, la lectura, para leer en voz alta y se enseñaba «dónde contener la respiración, en qué punto dividir la línea con una pausa, dónde se concluye el sentido y dónde empieza, cuándo hay que alzar o bajar la voz, con qué inflexión se debe articular cada elemento con la voz, cuándo es más lento o más rápido, cuándo se dice con más ímpetu o más dulzura»2. Y aunque la lectura podía ser un acto íntimo era una puesta en escena, con movimientos de cabeza, de tórax, de brazos…, y si «se observa en la iconografía de la época al lector solo con su libro o mientras lee ante un auditorio, al maestro en plena lectura en el aula, al viajero leyendo en el carruaje, al comensal leyendo un rollo que tiene en sus manos»3, la lectura era oír lo escrito, interpretar, con la voz, lo escrito. En la obscura Alta Edad Media el codex, libro de páginas, como sustituto del papiro, es un instrumento que hace más fácil la lectura, libera una de las manos, un brazo, no olvidemos que la lectura seguía siendo una performance. La lectura, en voz alta, es la que daba sentido a lo escrito aunque ya la voz interior, la lectura en silencio, era del gusto de los monjes pues ayudaba a concentrarse en la palabra de Dios, en la sacra scritura. La enseñanza de la lectura consistía en la ‘lectio’, reconocer las partes del discurso, letras, palabras, párrafos, la ‘enmediato’, mejorar los textos leídos, con la lectura en silencio como procedimiento más sencillo para volver sobre lo escrito, la ‘enarratio’, identificación de las formas del discurso, retórica, poética, la ‘iudicum’, identificación de la enseñanza moral, ética, religiosa. Entre las normas de las órdenes monásticas se encontraba la lectura en voz baja, que ayudaba a una mayor comprensión de los textos religiosos, a mayor recogimiento, y entre otras formas de lectura existían: en ‘silentio’, guiados por la voz interior, en ‘rumiato’, murmurando, como manducando palabras, y la lectura en voz alta. Los monasterios se extendieron por Europa y llegaron hasta Irlanda, y el latín comenzó a ceder terreno a las lenguas vernáculas. Los monjes, al traducir a las lenguas ­vernáculas, al copiar los textos de la Sagrada Biblia, para su mejor comprensión, unificaron las 108

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La lectura tiene una historia

artículo

letras, que variaban de formas, y se identificó una unidad fonológica y gráfica para cada letra, nacieron las letras minúsculas como las conocemos hoy en día; luego con la necesidad en el discurso escrito de resaltar los comienzos de párrafos, y como llamamiento visual al sentido de lo escrito, instituyeron las letras mayúsculas como las conocemos hoy en dia. Se señala esta época como la de Word divison, cuando el discurso escrito, la scriptum continuo, dejó de existir y aparecen separadas la palabras, haciendo silencios entre ellas. Con la Word divison el significado de las palabras era más fácil de identificar, la gramática de las frases, sujeto-verbo, predicado-adjetivo, el sentido se hace más claro de construir, lo que dio mayor posibilidad tanto a la lectura como a la escritura. Era más sencillo aprender a leer al estar las frases construidas como el mismo lenguaje hablado, y la escritura al volverse cómoda ya no necesitaba del dictado a un secretario que tradujera la frase al papel, sino que el mismo escritor podía escribir y corregir lo escrito mediante notas en los márgenes de los folios. Los copistas empezaron a introducir en los textos la puntuación, guiños, paradas para que el lector entendiera mejor el significado de lo escrito. Se comentaban párrafos de otros libros que se señalaban dentro de lo escrito con letras remarcadas, o distinguidas. Los libros comenzaron a ser compendios de diferentes temas y se hicieron necesarios los índices, que, gracias al codex, pudieron implementarse dentro del texto. Con el codex era posible volver sobre lo escrito, ya que las páginas hacen posible ojear los textos. Carlomagno ordena la enseñanza sistemática de la lectura en sus centros palatinos y se extiende luego a las catedrales e iglesias, donde al maestro se le conocía como scholasticus. En las escuelas escolásticas se estableció la lectura como fundamento de la enseñanza, y «tomar la lección» deriva de la palabra lectio, lectura. La lectura, que era alimento espiritual, pasó a ser adquisición de saber. Con las opiniones de los autoritas, con fragmentos de otros textos, se constituían las guías del estudio de Dios. Los libros se instituyeron como libros de consulta que gracias al índice fueron de más fácil manejo. Las salas de lectura de los monasterios, habitáculos individuales o salas separadas por tabiques, se convirtieron en bibliotecas comunes, y, encadenados a las mesas para evitar que desaparecieran, los libros podían ser consultados por todos. Era común aprender a leer repitiendo más que entendiendo, hasta que maestros avanzados a su tiempo encontraron que era mejor enseñar comprendiendo, método que facilitó el aprendizaje de la escritura. En la enseñanza escolástica la pronunciación fue sustituida por la vista, era común leer mirando, aunque también era notorio que un alumno no leyera más de treinta líneas al día, claro, y es que iba acompañado de su pluma para copiar los textos de los escasos libros. La lectura, como la escritura, se convirtió en un acto personal, no se necesitaban intérpretes ni secretarios. Desde la época de la Word divison creció la posibilidad de la escritura íntima, donde el escritor se encerraba con el texto, lo corregía hasta dejarlo a su gusto, y entre otros fueron posibles los relatos eróticos. La práctica de la lectura comenzó a ser normal en los reyes, que escribían de puño y letra, y de la lectura íntima formaron parte tanto los libros de horas y meditación como los subversivos y eróticos; pero la generalización de la lectura entre los monjes y las clases alfabetizadas dio origen a una libertad de interpretación que no le gustaba mucho a la Iglesia, tachando de hereje cualquier otra interpretación distinta de la clásica. En la Baja Edad Media los grandes intelectuales escribían en Word divison y la letra informal sobre folios, la cursiva, era normal, no como la escritura delicada y cuidada sobre pergaminos, la gótica. Entre las famosas obras de impresión de Gutemberg están el diccionario Catholicon y la Biblia de 42 líneas. Después de que Gutemberg se arruinara sin poder llevar a

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 109


La lectura tiene una historia cabo la impresión de 150 Biblias en el tiempo récord que había prometido, su sobrino las terminó y las vendió a altos cargos del clero, del Vaticano, a muy buen precio. La rápida entrega de los pedidos, que antes se demoraban años, el precio asequible y el exquisito mimo y terminado de los ejemplares hicieron de la imprenta un éxito. En Europa, gracias a ella el aumento de libros fue casi exponencial, llegando a alcanzar la cifra de 13 millones de ejemplares en el Renacimiento. El Renacimiento promovió lo auténtico, la necesidad de recurrir a las fuentes sin pasar por el filtro religioso. Surgieron nuevos formatos como los libros en octavo de Aldo Manuzio, libros de bolsillo, con los que Maquiavelo se acercaba a los plácidos riachuelos, o acompañaban a Petrarca (Las confesiones de san Agustín) en sus ascensiones a la montaña. Y fueron muchos poetas, nobles, estudiosos, que agradecieron a Aldo Manuzio su invento, entre ellos el noble y capitalista húngaro Sigismund Thurzo escribió agradeciéndole: «tan manejables que puedo leerlos mientras camino, e incluso me permiten galantear cuando se presenta la ocasión…». Con la reforma luterana, siglo xvi, predicación y lectura fueron parte de una misma evangelización. El aprendizaje de los catecismos, de los mandamientos, sería más fácil sabiendo leer, creía Lutero. En las familias debía existir un miembro que supiera leer, para que en las noches, alrededor del fuego, leyera las escrituras, los mandamientos. Luego la contrarreforma, por medio de la inquisición, puso en marcha el Index librorum prohibitorum. La revolución de la lectura, el acceso colectivo a la lectura, se produjo a finales del siglo xviii, cuando los mayordomos, choferes, cocineras, jardineros, al servicio de la burguesía, quisieron imitar a sus señores y consiguieron aprender a leer, cuando los soldados leían novelas subidas de tono que llevaban a las campañas, cuando los panfletos eran seguidos por todos, cuando en las ciudades la riqueza dio tiempo libre a sus habitantes, cuando surgió el interés por los derechos de los hombres. Esta manía lectora modernizó la distribución, el objeto del libro, el papel del autor, el escritor libre, la libertad de prensa. En las primeras ferias del libro de Leipzig surgieron catálogos, que en 1765 tenían 1384 libros; en 1775, 1892 libros; en 1790, 3222 libros; en 1800, 3903 libros, de los que eran 276 novelas; había libros de autoayuda, pedagogía, geografía, política, ciencias naturales. Los periódicos aumentaron sus tiradas hasta 25 000 ejemplares y aparecen los folletines, o en las mismas hojas del periódico, o como suplementos, publicaciones de capítulos de novelas. En el siglo xix la mitad de la población europea y norteamericana sabía leer y escribir. La reducción de la jornada laboral, más tiempo para la lectura, hizo posible, por ejemplo, que las novelas de Julio Verne llegaran a tener tiradas de 30 000 ejemplares, y fueron un rotundo éxito los folletines, novelas por entregas, publicadas en los periódicos, que hacían a las gentes esperar, agolpadas en los puertos neoyorquinos, las entregas de las novelas de Dickens. Entre otras fueron folletines famosos: Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo, Los miserables, Madame Bovary, Flecha Negra, Sandokán, Las aventuras de Pinocho, Crimen y castigo, Guerra y paz… Aparecen las bibliotecas de préstamos y las sociedades literarias que serían pronto tuteladas por el poder, y más tarde perseguidas, la lectura era caldo de cultivo para soñadores, rebeldes, iluminados que proponían el desorden, la frivolidad, «la lectura tiene efectos narcotizantes, estimula la fantasía y produce efectos escapistas, y se decía: “la postura forzada y la ausencia de movimiento físico durante la lectura, combinadas con esa sucesión tan virulenta de ideas y sentimientos… crea pereza, hinchazón y obstrucción de las vísceras, conglutinación, en una palabra hipocondría…”»3 110

prosofagia - número 13 - septiembre 2011


La lectura tiene una historia

(1)

Las ideas de este artículo están inspiradas en dos libros: Historia de la lectura en el mundo

occidental, un compendio de estudios históricos elaborado por diferentes profesores europeos, y la Historia de la lectura, de Alberto Manguel (Ed. Lumen). (2)

Pág. 107. Historia de la lectura occidental. Editorial Taurus (Pensamiento).

(3)

Pág. 459. Historia de la lectura occidental. Editorial Taurus (Pensamiento).

artículo

La ficción dio a las mujeres, con novelas como Madame Bovary, Anna Karenina, alas para rebelarse contra el orden establecido y mucho tiene que ver la liberación de la mujer con la manía lectora, que los impresionistas plasmaron con sus pinceles. También para los niños, al pensar en ellos como entidades autónomas, con sus problemas y frustraciones, se creó literatura, que en principio fue moralizadora, para pasar a ser aceptada como vía para vivir aventuras inimaginables.

Plásido

número 13 - septiembre 2011 - Prosofagia 111



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.