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Instrucciones para plastificar el baño [BI(S) PERO NO]
Marcelo Neyra
Colección Latinoamericana Poesía & Narrativa Contemporánea Mendoza, Argentina PROYECTO EDITORIAL ITINERANTE
Proyecto Editorial Itinerante
Advertencia al lector
Esto no es una antología. Esto no es un nuevo canon. Esto no es cofradía literaria. Esta es la palabra que tiende a desaparecer. La Colección Latinoamericana de Poesía y Narrativa Contemporánea en Mendoza será un zonda. No creemos en las voces nacionales esas que responden a la referencia de <<poesía argentina o chilena o taiwanesa>> porque sencillamente sospechamos de la homogenización arbitraria de las identidades. Y el Proyecto Editorial Itinerante cree en el pueblo y no en tu patria. O bien, creemos que la única patria posible es la ciudad, el pueblo, el barrio, la esquina, la propia vida: es desde ahí donde sentimos, vivimos, escribimos, decimos nuestra palabra. Es desde ahí donde usted lee.
El Editor / Buenos Aires, Mayo 2013
- la mejor manera de hacer proselitismo civilizado www.proyectoeditorialitinerante.wordpress.com proyectoeditorialitinerante@gmail.com
ÂĄay! cosita buena dame masa venĂ que te chupo las tetas Armando Flores
INTRODUCCIÓN
- Vení acercate. ¿Tenés ganas de leer? - No mucho ahora. - Bueno, te leo yo, dale. - ¿Ahora tiene que ser? - Sí, sí, ahora. Esto esta bueno. No te va a llevar más de 15 minutos. Es cortito. - Pucha, bueno, dale. - Dale, ponete ahí. Aprovechemos y me hacés masajes en las piernas. Este puto tratamiento. - No te quejés, no me gusta cuando te ponés así. Dale, te hago masajes y vos lees. - Encendete un porro. - Ok. - Bueno, así empieza esto….
CARNE ASADA
Mi nombre es Verónica, tengo 45 años y confieso que nunca había imaginado tantos placeres carnales influenciados por mi mente inquieta. He sido consecuente con mi naturaleza humana. Ustedes, lectores, pueden adjudicarme demencia o perversión. Lo cierto es que, tarde mucho tiempo en darme cuenta del maravilloso estado que genera el cuerpo y sus variantes. No me arrepiento de ser la más puta de todas, no me arrepiento de contar este episodio en mi vida que marcó en mí nuevos caminos hacia el estado más delicioso del alma propiciado, justamente, por eso que la envuelve: el Cuerpo. Esta es mi historia. Estábamos los tres sentados alrededor de la pileta. Daniel, Luis y yo, los tres en traje de baño, contemplando la cálida noche de Tortuguitas. Estábamos pasando el fin de semana en la quinta de Daniel. La idea era huir de la horripilante rutina que nos tenía atrapados de lunes a viernes en el microcentro, encerrados en nuestras asfixiantes oficinas de banco. Llegamos un viernes a las ocho de la noche y bien dejamos el poco equipaje que traíamos, nos metimos en la pileta. Pasadas las diez de la noche habíamos acordado cenar. Pero aún seguíamos ahí, al borde de la piscina, medios mojados y súper relajados. En un momento sopló una leve brisa que me recordó lo que había experimentado un año atrás con Germán en su cabaña de Mendoza. Miré a los chicos y me vino una idea algo atrevida, recorrí con mi mirada de una manera muy discreta, sus entrepiernas e imaginé lo que para mí podía llegar a ser una locura. No podía confesar mi idea, mi deseo, y temía que si lo hacía podía recibir agravios y burlas por parte de mis compañeros de oficina y que todo eso que se me iba ocurriendo casi involuntariamente, podía manchar nuestra amistad. Dejé pasar la idea y seguí relajándome fuera del ruido virulento del microcentro. Daniel dijo de ir a cenar y se sentó a mi lado. Me miró a los ojos y bajó la mano con mucha delicadeza hasta mi entrepiernas, me tomó totalmente desprevenida pero, la insistencia de su suave y cálida mano hizo hinchar mi concha y produjo una sequedad atónita en mi boca. Daniel, que miraba esta acción a centímetros, poco a poco se fue acelerando y en un momento me quitó el traje de
baño de una sola vez. Daniel observaba mi cuerpo desnudo y húmedo, y se acercaba de apoco con su boca. Luis se arrimó a Daniel, totalmente desnudo y lo despojó de su slip. Yo estaba acostada sobre el césped que nacía al borde de la pileta, tenía a Daniel sobre mí que, se aproximaba con la intención de lamerme la concha. Luis le abrió las piernas y comenzó a besarle los muslos, hasta llegar al agujero del culo, donde jugueteó con la lengua. El grito de placer de Daniel fue tal, que se hundió entre mis piernas. Me chupaba la concha tan exquisitamente que provocaba dulces y sutiles espasmos involuntarios en mi vientre. Me lo hacía tan bien que sujeté su cabeza con mis manos y lo hundí aún más dentro de mí. En ese momento, en el que experimentaba por primera vez ese nuevo placer, Luis apareció de pie frente a mí, con la pija entre sus manos. El miembro en media erección, despertó en mí, un apetito irracional, una extraña sensación. Una sensación desconocida me perturbó por unos segundos. Lo vi a Luis alejarse y Daniel se detuvo, bajó hasta mis tobillos y los escupió salvajemente. Se puso de pie y los pisó de tal manera, que mis pies quedaron medios enterrados en el césped. Mis gemidos, confusos entre dolor y placer, lograron excitarlo y perforó mi vagina con los dedos de su pie derecho, yo, en esos momentos había logrado una gran dilatación vaginal. Mientras me penetraba con su pie, me contuve por unos segundos, hasta estallar en salvajes gritos donde desahogaba aquella sensación desconocida. Sentí las manos de Luis que apretaban mis muñecas, cerré los ojos y me levantaron los dos a la vez. Sobre una parrilla de dos metros de largo, recostaron mi cuerpo. Sentí la grasa fría y húmeda hacer contacto con mi carne. El terror me enmudecía, me crispaba cada músculo, mi concha se hinchaba a punto de reventar. No sabía lo que seguía pero, ansiaba el desprecio, la degradación, la reprimenda por haberme dejado llevar hasta ahí. Luis ató mis brazos sobre los extremos superiores de la parrilla, por encima de mi cabeza, lo hizo con hilo sisal. Daniel con dos cinturones de cuero rodeó mis tobillos y los amarró en las barras inferiores del asador. Alcancé a ver un látigo, hecho precariamente con la mitad de un palo de escoba y cables de algún prolongador, después me vendaron los ojos con una camiseta sudada, creo que era de Daniel. Con otra camiseta me amordazaron la boca.
Los brazos se me adormecían al no tener una buena circulación, presentía la brutalidad vejar mi inocencia. Pero para ese momento me sentía de lo más despreciable y no pedía límites y tampoco necesitaba clemencia. Estaba todo en silencio, no sentía ruidos ni movimientos, mis pechos tiritaban, el poco aire comenzaba a dificultarme la respiración y fue en ese momento cuando sentí el primer latigazo sobre mis tetas, un dolor picante exaltó mi sangre. Vino el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y el dolor se mezclaba con un gradual aumento de placer. El dolor de esos latigazos me provocaban una reacción desquiciada sobre mi misma: la necesidad de más golpes para envolverme en ese infinito goce que experimentaba cuando los latigazos alborotaban mi sangre. Cuando los golpes pararon, sentí algo que se introducía en mi vagina, fue algo frío, muy frío, que adormeció toda la zona. Una lengua rozó mi clítoris y ese calor volvió a reanimarme. Ahora me quedaba sin aire, percibía imágenes saturadas, multicolores. Tenía miedo. Alguien soltó la camiseta de mis ojos y después de la boca. La primera bocanada de aire fresco me alivió y me compuso. Vino un pisotón sobre mi cara y quedé inmóvil. No podía contener mis gritos, cosa que ofuscó a mis verdugos. Luis y Daniel estaban enmascarados y con los pies desnudos y embarrados pisaban mi rostro. Estaba perturbada, estaba siendo acechada y no sé si quería seguir con eso... Al detenerse por un momento, les pedí que pararan, que ya estaba de juegos. A Daniel no le cayó bien mi súplica y me abofeteó. Las lágrimas sacudieron mis ojos y entre los dos lamieron mi cara. Se apoderaron de la parrilla conmigo encima y la dieron vuelta. Quedé boca abajo sobre el pasto húmedo y con la parrilla sobre mi espalda. Los dos a la vez, con sus manos abrieron mis muslos hasta llegar a mi culo y hacer lo mismo. Escupieron abundante saliva e introdujeron un par de dedos. Sentí un líquido caliente y sedoso chorreándose por mi ano. Había sido el esperma de Luis, que después de masturbarse lo desparramó en mí, para que funcionara como lubricante. Sus dedos insistieron nuevamente, me fueron penetrando de apoco. Mi propia excitación, comenzaba a persuadirme. Sentía mi culo abriéndose y mi clítoris hinchándose.
Ahora me inundaba de delicia tras la repentina desaparición del dolor. Sus dedos buscan entrar cada vez más en mí, a tal punto que la dilatación permitió la penetración completa de cinco dedos. Me sentía tan llena que dejé entrar el puño entero. Saciaba mi apetito con esa cosa metida en mí, partiéndome en dos. Cuando por fin me soltaron, de rodillas, a cuatro patas camine hacia ellos. Tomé sus miembros y los chupé alternándome, hasta dar de mí e introducirme las dos vergas al mismo tiempo en mi boca. Abrí mis piernas y me ofrecía a Luis, él me montó, fue de apoco hasta dar en mi orgasmo. No saciada le permití a Daniel que también lo hiciera. Ahora estaba entre medio de los dos, ellos me cogían, por atrás, por adelante, de arriba a bajo. Tenía incrustado sus dos miembros en mí. Mis orgasmos se producían continuamente, al borde del desmayo sentí por ambos lados, como el semen de mis compañeros me inundaba. Y los movimientos fueron censando fuimos acabando, fuimos tres gozando.
INTERMEZZO
- ¿Y? - No sé. Bien. Aunque me parece que apuraste el final, no sé, eso no me gustó mucho. - Bueno, es la idea, aparte no se me ocurría que más contar. - Ahora, porqué se te dio por mandarte con esta historia. No sé, es como que me parece un poco exagerada, fantasiosa. Aparte el final es pedorrísimo, suena muy berreta. - Es que es la idea, nena. Qué se una linda historia exagerada, para eso abrí la cuenta en Facebook, esa es la idea, de gente de verdad. Meter relatos verídicos pero que todos sabemos que no son reales, que hay más de fantasía que de verdad. Así nos animamos. - Sí, lo que pasa es que yo te conozco y no te veo, bueno es un decir je je, en esa situación, bah, es como que no me la puedo imaginar. Cómo hacés con las fotos, porque en el Facebook, también vas a subir fotos. - Obvio. Y qué tiene, una foto con los ojos censurados con es cosita negra que le ponen a las fotos sobre los ojos. - Ah…, está bien. Pero ¿y lo otro? - Bueno, bueno, qué te pareció la historia, va bien, ¿te calienta? - Más me da para la risa, yo qué sé. Pero como te digo, es porque yo te conozco y no puedo se objetiva, pero sí da como para que se la crean. - Es que se lo van a creer. Mirá, ya me metí en algunas páginas y tiré la idea, algunos se prendieron, se coparon con la cosa. - Qué loco todo esto, nosotras acá montando un Facebook erótico o porno y de allá nadie se imagina nada, nos creerán dos conchudas re sacadas. - Esta bueno, al menos se pasa el rato. - Sí, como te decía, yo no puedo imaginarte en una parrilla y cogida por dos vagos. - Ta bien, pero no sabés las cosas que se pueden hacer en una silla de ruedas… - Guauhhhh, algo de eso tendrías que contar y ahí sí te creo. - Mirá me llegó una historia también, recién la abro, es de un tal Chelo Fan. - ¡Uh! qué estúpido nik.
- El moj贸n de Dios, te la leo. - Dale.
EL MOJÓN DE DIOS
Las cortinas de un azul oscuro marmolado impedían cualquier insinuación de luz natural en la pieza. Era de tarde, las piernas de Ángela venían hacia mí sobre la cama de una plaza, medio herrumbrada; ella fumaba a los pies y yo desde la cabecera me concentraba en mirar un pedazo de techo que en cualquier momento caería sobre nosotros, el yeso había cedido y se alcanzaba a ver un hueco. Imaginé un nido de cucharas y cuando se viniera encima de nosotros el pedazo de ese coso volarían las cucarachas, una cosa que me tenía preocupado, jodido por la situación si es que pasaba. Habíamos cogido de una manera muy histérica todavía con la resaca encima de la noche anterior. De manera que exhaustos pinchábamos el tiempo en la pieza que Ángela alquilaba en una pensión de San José. Estiró las piernas y apoyó uno de sus pies en mi boca y con el otro sobó mi entrepierna. No logré reaccionar a la estimulación, cosa que enfureció a Ángela y en un solo movimiento estrelló la colilla de cigarrillo, todavía encendido, en la planta de mi pie y luego saltó de la cama. El puto ardor que me dejó la yegua con el pucho me despabiló y también salté de la cama con bronca. Detuvo mi mano con mucha agilidad antes de que pudiera romperle la jeta de una trompada. – ¡Despertate, maricón! – Dijo, sentada en el piso. Tenía ganas de partirle el orto a patadas, pero la muy yegua, se arrastró a cuatro patas y empezó a chupármela. Traté de desquitarme del ardor que todavía me producía la quemadura y la tomé de la cabeza y le hundí la pija hasta la garganta. Casi ahogada seguía succionando mientras más se la metía, en eso, con sus dientes mordisqueó parte del glande y salté de la cama tirando a Ángela a un costado de la habitación. Así nos quedamos por unos minutos, en silencio y con música de fondo, no sé qué era, creo que algo de Dead Kennedys, pensé en las cucarachas en el techo y pensé en que bueno sería metérselas en la concha a la yegua de Ángela. ¡Ja! Un nido de insectos en la concha abierta, debería filmarlo a eso.
– Vení, comeme la concha. – Dijo, abriéndose de piernas y sobándose con un dedo la punta del clítoris. Lo que más me más me calentó fue ver su concha abierta y dilatada, hinchada y rosada. Me acerqué y comencé a lamerle el clítoris pegajoso y erecto. En un momento estábamos haciendo un sesenta y nueve, ella sobre mí y yo de espalda sobre el piso. Mi visión se limitaba al rojizo agujero de su culo que se abría entre sus muslos, estaba a punto de meter mi lengua ahí pero la posición me lo impedía, incómodo, traté de levantarme un poco más pero Ángela se detuvo. Cuando la vi estaba tomando ginebra, me sorprendió. Sin tiempo a la reacción escupió sobre mi pija, el alcohol y la saliva se mezclaron en un solo líquido que chorreo por mi cuerpo. La cosa esa ardía muchísimo y en un acto reflejo grité y traté de sacarme a Ángela de encima, pero la mina me sujetó con las piernas y quedé inmóvil debajo de ella. Chupaba mi pija con restos de ginebra y con la mano me masturba, tal era la lubricación en la verga que sus movimientos se agitaban fácilmente, a punto de eyacular se paró de golpe. –Tengo ganas de mear. – Balbuceó. – Hacelo. – Respondí, imaginando su hinchada concha derramando la meada sobre mí. Un chorro caliente y grueso se abrió paso en la concha abierta de Ángela y se estrelló por debajo de mi boca. El líquido me bañaba parte de la cara y el cuello, era como una eyaculación prolongada y gigante que me hervía sobre la cabeza. Ángela gemía mientras meaba, me estaba inundando de esa mierda y era tan exquisito que no quería que terminara. Un último goteo se desparramó sobre mis labios y quería más de eso, así que le mordisqueé el clítoris que la llevó al orgasmo. Durante la vibración de su cuerpo dio un salto sobre mi cuerpo y de pie se abrió de gambas y mostrándome su culo. Con mi verga insertada en el orto nos agitábamos de pie. Su movimiento de caderas parecía poseído por algo o alguien, se agitaba con tal fuerza que no podía controlarla.
– ¡Llename de leche, puto! Que tengo algo para vos. – Gimió. Con mis manos apreté sus caderas y me hundí lo más que pude, sentía brotar mi eyaculación, Ángela gritó y saltó mi leche adentró su culo abierto. Me separé de su cuerpo pegajoso y caí acabado en la cama; no percibía ni el calor, ni la temperatura, ni la música, ni nada de lo que hubiera en la pieza. Sólo una cosa se me venía: Cucarachas, mientras que una sensación de lo más neutralizante me dejaba en la esquina de algo sobre algo, flotaba o nadaba, o no sé. Levanté la mirada y Ángela en cuclillas sobre el piso a pocos pasos de mí, chillaba todavía poseída por algo. Me fijé bien y cayó un pedazo de mierda. Un mojón de color verdoso con restos de semen, la mina estaba cagando y disfrutaba la salida de cada pedazo de excremento como si fuera una prolongación de su orgasmo. Siguió así por unos minutos hasta que exhausta cayó sobre su propia mierda en el suelo. Todavía en la cama, vi como ese charco de excremento enchastraba a Ángela que excitada se revolcaba y lo esparcía por su cuerpo. A pesar de mi estado débil tuve una nueva erección, me acerqué a ella pisando todo el lío de líquido que había. Con restos de caca en su boca me chupaba la pija muy suavemente, cosa que me la endurecía más. – Cagame encima. – Dijo con el glande entre sus muelas. – Cagame encima, que el mundo está hecho mierda, que somos una mierda. El planeta es un gran mojón de Dios. Cuando Dios se tiró un pedo nosotros lo llamamos el gran Big Bang, después se cagó en el Universo y aparecieron los planetas que no son más ni menos que los Sagrados Mojones de Dios. Ni siquiera tuve fuerzas para eyacular, cuando soltó mi pija, caí al costado de su cuerpo y por primera vez me besó en la boca. Sentí su lengua en el paladar y pensé en una cucaracha anidando en mi garganta.
EPÍLOGO
- Mmmm… - ¿Qué? - Este me parece que escribe. - Y, sí, esto lo ha escrito él, más vale que escribe. - No, que esta historia tiene más forma de cuento, de eso. - Puede, a mí me gustó. - Sí, es que me parece que tiene otros elementos, no lo veo como una cosa muy común, muy ordinaria. Como que algo que pasó y después lo escribiste. - No te entiendo muy bien, pero creo que sé lo que me querés decir. Pero está bueno, eso. Ya podemos abrir la página. - Con dos historias, nada más. - Sí, así e copan los demás y empiezan a mandar. - Y ¿las fotos? - Hay chiquita, te voy a hacer unas muy ricas esta noche… - ¡A mí! - Sí. - Sos enferma. Yo no. - Dale, una cieguita porno. Me parece genial. - No, yo sólo soy para vos. - Bueno, sabés que te quiero, que nada de lo que haga te haría daño. Qué Dios me libre, sino, sino me quedo sin nadie que me empuje la silla. - Sos graciosa. Te quiero. - Dale. - Aunque se me ocurre una idea mucho mejor. Que nos hagamos unas fotos las dos juntas. Imaginate, una paralítica y una ciega, qué morbo. Para todos los pajeritos de la red. - Me gusta, me gusta. - ¿Cómo se llama el Facebook? - Se me había ocurrido algo como “La mano que no escribe” - No, qué tonto. Una que no ve, otra que no camina y para colmo una página de un manco. - Esa no es la idea.
- Bueno, eso me da a pensar. Que tal: “Instrucciones para plastificar un baño”. - ¡Sos una guarra!
Marcelo Neyra Marcelo Neyra (1973, Mendoza) es activista cultural, actualmente coordina y dirige el sello editorial ANTI ediciones, proyecto que se originó tras la disolución de ZEDICIONES. A través de ZEDICIONES se publicaron unos 60 título de autores emergentes. En septiembre de 2008 organizó y coordinó el espació INDYGENTES dentro de la FERIA DEL LIBRO de la provincia de Mendoza, experiencia que repitió en el 2009. Ha organizado distintos encuentros de música y literatura en distintas ciudades del país. Organizó y dirigió el ciclo de cine “Domingos Sangrientos”. A fines del 2009 estrenó el documental INDY-GENTES EN EL SUBSUELO. Dicta talleres literarios de narrativa, poesía y de género. Ha publicado Semillas de pez salmón (Ediciones de Webo, Mendoza 2001), The Black Queens (Ediciones de Webo, Mendoza 2001, Ediciones V, España 2004), Deshoras –canción de amor mientras tanto– (Ediciones V, Mendoza 2004), XXX (ZEDICIONES, Mendoza, 2008), Bardo (ZEDICIONES, Mendoza, 2009), Instrucciones para plastificar un baño (Ediciones del Trinche, Rosario 2010, Bizarre Trip (ANTI ediciones, Mendoza 2012) Contacto: mxlney@yahoo.com.ar www.proyectoatrece.blogspot.com
[Instrucciones para plastificar el baño, Marcelo Neyra] Instrucciones para plastificar el baño fue anteriormente publicado por Ediciones del Trinche (Rosario, 2010) Para la presente Edición Formato Artesanal 50 Ejemplares. Buenos Aires, Primavera de 2012 Impreso en los Talleres Del Proyecto Editorial Itinerante proyectoeditorialitinerante@gmail.com Todos los derechos son de los Autores
Colección Latinoamericana de Poesía & Narrativa Contemporánea
“Anti-férula”, Karen Wild Diaz. Montevideo N°1 “Ariel [los ecos de mi garganta]“, Alexander Correa. Santiago de Chile N°2 “Autista y otros poemas”, Agustina Randis. Mendoza N°1 “Carne”, Daniel Rojas Pachas. Santiago de Chile N°6 “Coprolalia”, Jorge Abarca. Santiago de Chile N°7 “Cuídate Mucho”, Francisco Enríquez Muñoz. Ciudad de México N°1 “El deslenguadero”, Pablo Grasso. Mendoza N°7 “El violín del diablo”, Carvacho Alfaro. Valparaíso N°5 “Entre barro y ceniza”, Javier Piccolo. Mendoza N°4 “Escritos de Culpa”, Karen Devia. Valparaíso N°1 “Fúlbol & brisca”, Pietro Vukowski. Valparaíso N°3 “Hombres de Negro”, Juan Montaño. Mendoza N°2 “Instrucciones para plastificar el baño”, Marcelo Neyra. Mendoza N°6 “La cosecha en 1991, el cotipeto y la manera”, Darío Zangrandi. Mendoza N°8 “La Danse Macabre”, Tito Mandred. Santiago de Chile N°3 “La pequeña casa en la pradera. [Los Ingalls: 1° parte]“, Mauro Gatica Salamanca. Santiago de Chile N°4 “La pequeña casa en la pradera. [La pequeña casa: 2° parte]“, Mauro Gatica Salamanca. Santiago de Chile N°5 Nada”, Leandro Bosco. Mendoza N°5 “Tiempoemas”, Violeta Glaría. Valparaíso N°4 “Todos los hombres son todos los hombres”, Juan Carlos Cortes. Santiago de Chile N°1 “Tótem”, Álvaro Patricio Robles. Valparaíso N°6 “Unidad del fragmento”, Carlos Peirano. Valparaíso N°2 “Variaciones en órbita [bitácora de una astronauta”, Romina Freschi. Buenos Aires N°1 “Vidrio Molido”, Gabriel Jiménez. Mendoza N°3
Lo que más me más me calentó fue ver su concha abierta y dilatada, hinchada y rosada. Me acerqué y comencé a lamerle el clítoris pegajoso y erecto