La importancia de las emociones

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La importancia de las emociones en las relaciones personales Se entiende la emoción como la información sobre la disposición a actuar para conseguir una finalidad determinada y concreta. Etimológicamente proviene del latín emovére que le da un significado de movimiento, de agitación. Las emociones también nos organizan para actuar, el miedo, por ejemplo, nos prepara para correr, por lo uq e podemos decir también que nos preparan para la acción. La emoción supone una evaluación perceptiva sobre lo que conviene o no para uno mismo. Las emociones nos proporcionan información muy valiosa sobre nuestros vínculos con otras personas, sin las emociones no estaríamos socialmente conectados, obviamente sirven para comunicarnos y relacionarnos. Las emociones se estructuran en esquemas emocionales que se van formando a medida que la persona se desarrolla, de forma que comienzan con las reacciones emocionales del niño ante lo que sucede, desarrollándose un modelo interno que no es más que la experiencia afectiva codificada del niño. Las sensaciones emocionales son codificadas junto con las situaciones que las ha evocado y a medida que la persona crece se van añadiendo a estos esquemas los aprendizajes y las creencias (personales, familiares, sociales, profesionales, culturales o de otro tipo). Por tanto, como personas que desempeñamos diferentes roles (profesionales, familiares, sociales u otros) en relación a otras personas (clientes, familiares, amigos u otros) ponemos en juego más aspectos personales de los que generalmente pensamos, sobre todo a nivel emocional. Debido a esta importancia proponemos un modelo integral de lo que denominamos competencia emocional en el ámbito de las relaciones interpersonales.

Habilidades emocionales: comunicación y relación intrapersonal. Constituye una labor personal previa y sumamente importante antes de establecer relaciones interpersonales exitosas. Para facilitar el autoconocimiento proponemos los siguientes pasos:

1. Tomar conciencia de uno mismo. A través de la autoobservación y el reconocimiento de los propios sentimientos se consigue adentrar en la toma de conciencia de uno mismo. Nuestra experiencia como consultores nos demuestra la dificultad de las personas, incluso de altos ejecutivos, para pones nombre a los sentimiento, afectos y emociones que experimentan. Aprender a poner etiquetas a los estados internos de cariz emocional constituye una ardua tarea que se debe complementar con el descubrimiento existente entre pensamientos (lo cognitivo), los sentimientos (lo emocional) y las acciones (lo conductual). Evocar una situación personal caracterizada por una carga emocional notable y analizar qué sentimos, describiendo los sentimientos, poniéndoles nombre, constituye un buen ejercicio para empezar a tomar conciencia de uno mismo, aunque a menuda puede resultar insuficiente para producir un cambio duradero.

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2. Identificar cómo tomamos las decisiones. Pensemos en algún evento, da igual la importancia, en el cual tengamos que tomar una decisión. ¿Qué predomina más la razón o la emoción? ¿Qué influye más, el pensamiento o el sentimiento? ¿Qué ocurre con la decisión tomada, qué consecuencias acarrea? Estas son algunas de las preguntas que podemos analizar en nuestra toma de decisiones y que nos ayudarán a conocernos mejor.

3. Dominar los sentimientos. Comprenderse a uno mismo a nivel emocional es básico en este punto, sobre todo para entender las emociones de signo negativo que predominan en nosotros. Una vez identificadas hay que intentar construir actitudes positivas que reemplacen a las negativas. Así por ejemplo, cuando sentimos enfado, es conveniente prestar atención a l calor de la cara, la presión de las mandibulas, los puños apretados, la respiración, etc. El sentimiento de enfado, muy probablemente, empezará a transformarse. Aquí es muy válido un pensamiento budista que nos viene a decir lo siguiente: cuando se acepta se transforma, cuando se resiste persiste aquello que nos es molesto. En este apartado es muy recomendable aprender a gestionar las emociones básicas que se consideran negativas: miedo, ansiedad, ira y tristeza.

4. Autoaceptación.

Recomendamos realizar el siguiente ejercicio. Describir una escena temida, entendida como una situación que nos cause problemas. Ante esta situación, reconocer e identificar qué puntos fuertes y qué puntos débiles tenemos. Tener una imagen adecuada de si mismo sintiéndose a gusto, con una autopercepción positiva y teniendo sentido del humor, son los principales ingredientes para alcanzar la autoaceptación. También es conveniente poseer autoestima, tener sentimientos positivos hacia sí mismo y confianza en las propias facultades para afrontar estas situaciones-reto que se plantean tan a menudo.

5. Manejar el estrés. Pensemos, por un momento, qué hacemos después de afrontar una situación difícil. Suele ser útil hacer un alto en nuestras tareas para darnos un respiro. Fumar un pitillo, pasear, tomar un café, beber agua, gritar, hablar con alguien, llorar, etc. Pueden constituir actos que nos ayuden a sobreponernos a un acontecimiento especialmente impactante. Con tal de adquirir hábitos para gestionar estados de estrés, sugerimos algunas habilidades: -

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regular la respiración: en sentimientos de “malestar” se suele respirar superficialmente o hiperventiladamente. Prestar atención a la respiración, focalizar la atención en las sensaciones que se producen en el momento, limpiar la mente de rumiaciones, se regula la respiración. Relajarse muscularmente: focalizar la atención explícitamente en la tensión y la relajación muscular. Regular la emoción: desarrollando sentimientos de compasión y empatía hacia uno mismo en estados de malestar y fomentando el estar aquí y ahora. A veces es conveniente cerrarse y evitar puntualmente la situación generadora de estrés, sobre todo cuando se elige hacerlo para cuidar de uno mismo.

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6. Demostrar empatía. La palabra empatía procede del inglés empathy y se entiende como la capacidad de compartir y comprender el estado emocional ajeno. Se ha hablado mucho acerca de esta palabra, primordialmente en el ámbito de la docencia, sin embargo persisten algunas confusiones. Así por ejemplo, hemos constatado lo fácil que resulta confundir empatía de simpatía. Con simpatía lo que conseguimos es participar en los estados afectivos de los otros, ya sea por un fenómeno de contagio o por un acto reflexivo. Con empatía se enfatiza la importancia de comprender el estado emocional de los demás. La habilidad que consideramos deseable es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, de entender sus sentimientos, sus puntos de vista, su perspectiva. En definitiva de aceptar que las personas poseen diferentes formas de sentir.

7. Expresar sentimientos. Hay personas que son incapaces de expresar sentimientos. Manifiestan alexitimia. Etimológicamente, alexitimia, quiere decir ausencia de palabras para expresar las propias emociones. Las personas con altos índices de alexitimia muestran alteraciones como las que siguen: - Dificultad para identificar y describir emociones, sentimientos y afectos. - Dificultad para diferenciar los sentimientos de las sensaciones corporales que acompañan a la activación emocional. - Pensamiento concretista y discurso desprovisto de tintes afectivos, con comunicación no verbal pobre. - Tendencia a la acción para afrontar situaciones conflictivas que conlleven un estado emocional displacentero. Existen procedimientos a través de asesoramiento personal para favorecer una mayor capacidad de transmitir y saber aceptar sentimientos.

8. Habilidades sociales: Realizado el trabajo intrapersonal, el habernos comunicado con nosotros mismos, estamos en condiciones para afrontar la interrelación con los demás, lo que denominamos habilidades sociales. En este apartado es necesario distinguir entre informar y comunicar. La información puede atribuirse a los aspectos técnicos, protocolos, guías, etc. y siempre podemos decidir qué es lo que informamos. En cambio, la comunicación entre dentro de la esfera de lo relacional y, tal como decíamos anteriormente, es imposible con comunicar, habiendo aspectos de la comunicación que escapan de nuestra voluntad. En el siguiente apartado comentaremos las fases que nos pueden ayudar e mejorar nuestra comunicación interpersonal.

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