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Nunca es demasiado tarde para perdonar
de Ron Hansen, Mariette in Ecstasy (Mariette en éxtasis):
Tratamos de ser formados y retenidos por [Dios], pero en su lugar él nos ofrece libertad. Y ahora cuando procuro conocer su voluntad, su bondad me inunda, su gran amor me sobrecoge y lo escucho susurrar: Sorpréndeme.
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Entregamos nuestra libertad usándola, “sorprendiendo” a Dios con ofrendas de amor. Pero, su confirmación o rechazo, conformará y moldeará nuestra libertad a su voluntad. En otras palabras, le hacemos una ofrenda a él, y su respuesta es guiarnos para vivir según su voluntad.
En nuestra vida cotidiana, nuestras propuestas de amor generalmente no serán tan grandes como ir a Jerusalén o caminar descalzos por kilómetros. Pero cada día nos presenta oportunidades para “sorprender” a Dios haciéndole ofrendas de amor, aunque sean pequeñas, y luego actuando conforme a ellas. Si por alguna razón nos vemos impedidos de actuar sobre nuestra ofrenda, entonces debemos entregársela al Señor. Por ejemplo, quizá hemos decidido asistir a la Misa diaria, pero una larga llamada telefónica de parte de un amigo que está sufriendo provocó que nos la perdiéramos. Consolar a ese amigo podría ser exactamente lo que Dios quería que hiciéramos ese día. Aprender a discernir entre “cosas buenas” es esencial para el discípulo cristiano. Aprendemos cuando reconocemos las señales de confirmación o redirección.
Una ofrenda matutina. Debido a que la oración del Examen se utiliza a mediodía y en la noche, sugiero que reces la oración de Suscipe en el momento en que te levantas por la mañana. Hace unos cuantos años, comencé esta práctica yo mismo. Eso porque comencé a observar que la primera cosa que estaba haciendo al despertarme era revisar mi teléfono. Un día, en oración, pensé: ¿Por qué estoy revisando mi teléfono antes de haberme puesto en la presencia de Dios?
Entregamos nuestra libertad usándola, “sorprendiendo” a Dios con ofrendas de
amor.
Y así hice una resolución, una ofrenda de amor a Dios. Ahora, antes de hacer ninguna otra cosa, digo una plegaria de ofrenda al Señor. Luego salgo de mi cama de rodillas (esto requiere algo de práctica). Este es el momento perfecto para realizar el Acto de entrega de sí, para hacerle otra ofrenda a él.
Más tarde en el día, reviso mi fidelidad a esta ofrenda matutina cuando hago el Examen. Pero en ese momento, solamente me ofrezco a mí mismo. Me recuerdo que “tu amor y tu gracia” son suficientes para mí. Esto es todo lo que realmente necesito hacer cada día para confrontar a mi Mentira; esto es todo lo que necesito para vivir en la Verdad un día más. Luego, y solo luego, miro mi teléfono, me visto y preparo el café.
Todos deseamos ofrecer nuestra vida al Señor por amor a él y seguirlo como sus discípulos. El Examen y la Suscipe nos ofrecen herramientas para hacerlo. Rezo para que conforme ustedes puedan adoptar estas prácticas, descubran que se están entregando cada vez más al Amante Divino que ya les ha entregado todo. n
Las citas de la autobiografía de San Ignacio fueron tomadas de la Autobiografía de San Ignacio de Loyola como fue contada a Luis González de Cámara. Otras citas fueron tomadas de los Ejercicios espirituales de San Ignacio.
Nunca es demasiado tarde para perdonar Por Dan Dowsett
Encontré la paz después de cincuenta años albergando resentimiento
Si tan solo estuvieras aquí, pensé, esto no estaría sucediendo. La negligencia de mi padrastro se había convertido en abuso, y yo odiaba el hecho de que mi padre biológico nos había abandonado y no estaba cerca para protegernos a mi mamá, mi hermano y a mí de mi padrastro. Cuando cumplí diecisiete años, mi madre se divorció de mi padrastro, pero la huella del abandono y el abuso había marcado mi corazón. Sin saber qué hacer con el enojo que sentía contra mi padrastro y mi padre biológico, me escapé a los falsos consuelos del sexo casual y el abuso de las drogas.
Un testimonio amable. Conocí a mi futura esposa, Lou Ann, en la secundaria. A pesar de que yo no compartía su fe católica, ella y yo con frecuencia hablábamos largo tiempo sobre su fe. Después de casarnos, tanto sus palabras como su ejemplo me ayudaron a convertirme en un esposo y padre cuidadoso. Ella asistía a Misa regularmente y era amable en sus explicaciones cada vez que yo le preguntaba sobre el catolicismo. Ella me animaba a involucrarme en la educación de nuestros hijos, especialmente cuando llegaba el momento de rezar con ellos antes de acostarse por la noche.
La paternidad no siempre era fácil para mí. El único modelo que tenía era mi padrastro, y él era un hombre agresivo y exigente. Me gritaba por el más pequeño de los errores, como aquella vez en que le llevé la herramienta equivocada o cuando me reprendió por enredar el hilo de pescar en las pocas ocasiones en que fuimos juntos a pescar. Inevitablemente, este patrón de comportamiento afectó mi propia paternidad; yo no era un padre amable al principio.
“Perdonar” a mi padre. Cuando tenía aproximadamente veintinueve años, supe que mi padre biológico estaba muriendo después de años de abusar del alcohol. Llegaron entonces a mi memoria los recuerdos de muchos años atrás cuando me sentaba a esperarlo en la entrada de la casa en los días de visita, y cómo lloraba cuando él no aparecía. El dolor del abandono seguía estando fresco. Pensé en lo inadecuado que me sentía educando a mis hijos y lo culpé a él por abandonarme al trato agresivo de mi padrastro. Siendo honesto conmigo mismo, yo odiaba a mi papá.
Sin embargo, cuando él nos pidió a mi hermano y a mí que acudiéramos a su lecho de muerte, decidí ir. Sin decir mucho, él pidió perdón por habernos abandonado. Sintiéndome atrapado e incapaz de expresar cómo