Foros de la familia. Memorias

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FOROS DE LA FAMILIA MEMORIAS


Universidad Intercontinental Mtro. Bernardo Ardavín Migoni | Rectoría Mtro. Hugo Antonio Avendaño Contreras | Vicerrectoría Académica Ing. Raúl Alberto Navarro Garza | Dirección General de Administración y Finanzas P. Juan Francisco Torres Ibarra | Dirección General de Formación Integral

Primera edición, Ciudad de México, 2017 D.R.© UIC Universidad Intercontinental, A.C. Av. Insurgentes Sur, núm. 4303 Col. Santa Úrsula Xitla, C.P. 14420, México, Ciudad de México www.uic.edu.mx Coordinación editorial: Camilo de la Vega Transcripción y corrección de estilo: Karemm Danel Villegas y Eva González Pérez Formación y portadas: Norma Isela Nava García Prohibida su reproducción por cualquier medio sin la autorización del editor. Hecho en México


Índice Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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I. Divorcio y corresponsabilidad parental

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Palabras de apertura Bernardo Ardavín Migoni . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Diagnóstico, expectativas y retos de los valores de la familia, la persona y la sociedad María del Rocío Medrano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Importancia de la figura paterna para la salud emocional de los menores y la sociedad Anabell Pagaza Arroyo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Transgresiones biopsicosociales en restituciones de hijos previamente abandonados por la madre. Caso en la Ciudad de México Margarita Montes de Oca Colín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Responsabilidad parental, cuidado personal compartido en el nuevo Código Civil y Comercial de la república argentina María de las Mercedes Ladereche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Síndrome de alienación parental. Planteamiento judicial desde la perspectiva de los derechos humanos Roberto Luis Arés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Corresponsabilidad parental, una propuesta mediática de la violencia intrafamiliar Sonia Rocío Gómez Guerrero . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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El perdón en la separación de la familia Joaquín Huerta Reyes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Antología jurídica civil-familiar. De la teoría a los hechos Lázaro Tenorio Godínez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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II. Amoris laetitia. Antecedentes, contexto y expectativas

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Palabras de apertura Bernardo Ardavín Migoni . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Amoris laetitia Mons. Rodrigo Aguilar Martínez

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Construcción de la familia. Búsqueda y reflexión Margarita Pérez Nerey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Modelo de acción. Centro de Estudios de la Familia y Sociedad Jorge Luis Navarro Campos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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¿Qué es el papa Francisco?, ¿un hereje o un revolucionario? César Corres Cadavieco . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Vasco de Quiroga y la familia Raúl Martínez Rubio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Palabras de cierre Bernardo Ardavín Migoni

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III. Una sociedad que nos interpela. Familia y su actual problemática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Palabras de apertura Bernardo Ardavín Migoni

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Realidad y desafíos de la familia Gabriela Martínez Iturribarría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Tipos de familias en México Midelvia Viveros Paulín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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La familia, como grupo natural y espacio de transmisión, conformación y transformación psíquica María Eugenia Melgoza Magaña . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Generaciones diferentes, diversos conceptos de familia María Eugenia Melgoza Magaña, Eric Torrescano Valle, Juan Pablo Brand Barajas, Marisol Zimbrón y Pedro Domínguez . . :

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Perspectiva crítica de los estudios sobre la familia Georgel Moctezuma Araoz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Familias y migraciones Paola Hernández Salazar

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Familia psicotóxica: la precondición hacia el consumo de sustancias Daniela Flores Mosri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Una sociedad que nos interpela. Familia y su actual problemática Cecilia Gómez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Competencias parentales como factores protectores Juan Pablo Brand Barajas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Familia y espiritualidad Georgel Moctezuma Araoz

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Palabras de cierre Hugo Antonio Avendaño Contreras

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IV. Educación, cultura y familia

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Familia y novedad. Presupuestos para una renovación educativa y cultural Christian Duecker García . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Cultura, educación y familia: un desafío fundamental Adrián Ruiz de Chávez Villafuerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Educación, cultura y familia Emiliano Villavicencio Trejo

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Palabras de apertura Hugo Antonio Avendaño Contreras

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Palabras de cierre Hugo Antonio Avendaño Contreras

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V. Retos y perspectivas en el ámbito jurídico . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Palabras de apertura Hugo Antonio Avendaño Contreras

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Mediación familiar Juan Estrada Negrete

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Bioética Gabriel García Colorado

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Aplicación de los tratados internacionales en materia familiar en nuestro país José Abel Flores Ramírez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Cambio de acta por reasignación de género Mario Escalona Hernández . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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La adopción Gregorio Sánchez Gavito

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Subrogación de maternidad Antonio Ortega Quevedo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Controversias de orden familiar Mauricio Macotela Byron . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

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Mensaje de clausura Bernardo Ardavín Migoni

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Presentación

L

a reflexión y el diálogo sobre nuestra realidad hallan su lugar más natural en el espacio universitario; de ahí deben surgir las propuestas más pertinentes para responder con la verdad a los retos que nos confrontan, y así evitar perdernos en el camino de la confusión frente a nuevas ideologías y escenarios sombríos. El debate entre iguales, siempre que ocurre con un mismo espíritu, contribuye al crecimiento del individuo y, en consecuencia, de la sociedad. En los últimos tiempos, nuestro país se ha visto lastimado por una serie de sucesos desafortunados. De manera lamentable, México ocupa hoy uno de los lugares más altos en cuanto a violencia e inseguridad en el ámbito mundial. Ante estos hechos, las instituciones educativas no podemos permanecer impasibles y permitir que el deterioro continúe avanzando, pues estamos llamados a contribuir a la construcción de una mejor sociedad. Nuestra misión es formar líderes comprometidos con la libertad para procurar el bien común y, en el caso de la Universidad Intercontinental, también inspirados por una actitud de servicio desde el espíritu cristiano. Movidos por esta preocupación y con el deseo genuino de contribuir al cambio, hemos considerado necesario reflexionar sobre el individuo y su relación con su entorno más inmediato: la familia. Porque desde nuestro nacimiento, ella determina nuestra vida. La familia es el espacio donde se aprenden los valores y se cultivan las aptitudes que más tarde aplicaremos dentro de la sociedad; del mismo modo, el desarrollo y el progreso sociales dependen de tales valores y aptitudes. Sin embargo, no podemos ignorar que también en el seno familiar se adquieren prejuicios y psicopatías que terminan desencadenando hechos funestos; porque, contra la idea general, la familia no siempre nos cobija, ama y respeta, lo cual vuelve imprescindible indagar sobre los factores que provocan esta situación.


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También hemos considerado pertinente añadir a nuestra reflexión el propio concepto de familia, pues desde hace algunos años, presenciamos grandes cambios en su conformación y lo que la rodea, como es el caso, por ejemplo, del ámbito jurídico actual. La Universidad Intercontinental realizó cinco foros de reflexión y debate, con la participación de académicos y profesionales que han enriquecido nuestra percepción. A lo largo de 2016, tuvimos la oportunidad de escuchar los más variados puntos de vista: el divorcio y la corresponsabilidad parental; los antecedentes, el contexto y las expectativas de la familia desde el documento pontificio Amoris laetitia; la actual problemática que enfrenta la familia; la relación y compromiso de la educación y la cultura con la familia; y los retos y perspectivas que la actualidad familiar enfrenta en el ámbito jurídico. Reunimos los aportes de los especialistas en las memorias que aquí presentamos. Confiamos en que el conjunto de opiniones aporte la sabiduría que nos conduzca por el camino adecuado para llevar a buen fin nuestra misión. Si en verdad estamos comprometidos a formar nuevos seres humanos con valores de equidad y respeto, dispuestos a cultivar el conocimiento al servicio de la sociedad, no podemos soslayar nuestra responsabilidad de continuar abriendo espacios de diálogo como los de estos foros, pues constituyen un significativo medio para la construcción de una mejor sociedad Bernardo Ardavín Migoni Tlalpan, CDMX, junio de 2017


I. Divorcio y corresponsabilidad parental



Palabras de apertura Bernardo Ardavín Migoni*

U

n tópico que en la actualidad está discutiéndose en el mundo entero es el de la familia. Hoy día, nuestras sociedades son muy diferentes de las que teníamos hace siglos e incluso hace pocos años, por lo cual se dice que necesitamos nuevas soluciones y nuevos enfoques para mejorar esta institución. Lo mismo se señala acerca del matrimonio, puesto que es un asunto íntimamente ligado al de la familia. Todo esto se discute en los diferentes ámbitos de investigación —filosóficos, jurídicos, psicológicos, entre otros— de entidades internacionales. Sin embargo, no hay que dejar de ver que la humanidad ha transcurrido durante algunos milenios con estas instituciones, y la sociedad a veces se pregunta si en verdad todo esto está superado o si, en efecto, hay necesidad de buscar nuevos enfoques. En todo caso, el reto de los foros de discusión que abordan el tema es encontrar respuestas pertinentes que no se alejen de la verdad por concepciones ideológicas. Como afirman muchos especialistas —y ahora el papa Francisco lo repite en su último documento, Amoris laetitia—, la realidad siempre es superior a la idea; para hacerla válida, no hay otra salida consistente que la de conformarse con aquélla. Y la idea nada tiene que ver con la realidad, porque, si se intentara formar gratuitamente, el resultado nos llevaría a la confusión, muy lejos de la verdad, que es lo que nos convoca a todos en las universidades. En esta ocasión, los distinguidos académicos, especialistas y la Asociación de Padres de Familia Separados han escogido un ángulo especialmente perturbador, preocupante: la separación de los cónyuges. Indepen*

Rector de la Universidad Intercontinental.


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dientemente de su situación civil o religiosa o como hayan llegado a esa comunidad, las consecuencias para ellos, en primer lugar, para la prole, en segundo, y para la sociedad entera, son temas que atañen a todos. Los niños de la calle, la violencia que crece de manera aparentemente imposible de detener, las pandillas, los abusos contra los niños en todo tipo de situaciones de vulnerabilidad, son tan sólo algunas de las caras más dolorosas de esta problemática. En realidad, todo esto se relaciona con la raíz de la sociedad y de las personas: la otredad, como dijera el poeta mexicano, Octavio Paz. La relación vital con el otro necesita abrir nuevos caminos que faciliten la armonía, la complementariedad, la solidaridad, y finalmente el amor. Porque el amor no está fuera de moda, pues es la única relación auténticamente satisfactoria que está a la medida de la dignidad del hombre y la mujer de todos los tiempos que desean ser felices, lo cual, en última instancia, es una buena parte de nuestro destino.


Diagnóstico, expectativas y retos de los valores de la familia, la persona y la sociedad María del Rocío Medrano*

D

esde hace más de doce años, hemos estado viviendo una lucha contra el narcotráfico, que marcó un antes y un después en la historia de México. Esa guerra es un parteaguas, pues ha generado una polarización generalizada, no sólo de la sociedad, sino también en el nivel económico, entre otros. En el ámbito internacional, también se han hecho presentes problemáticas de enorme peso, como es el caso de la migración, hoy considerada como uno de los grandes cambios del siglo. Basta dirigir la mirada a lo que ocurre en Siria o en Alemania para observar los conflictos raciales que están despertando. Podría pensarse que son consecuencia del terrorismo, pero no siempre es así. Además, muchas de ellas afectan la vida de las personas y, en especial, la de los menores de edad. La globalización que trajo la tecnología nos permite presenciar el cambio social y dimensional de la forma de vida de las personas. No hay modo de escaparse de esta realidad y resulta perturbador el modo en que ocurren estos cambios, principalmente por su violencia. Comúnmente, los tratados internacionales sugieren hablar de prevención, sanción y combate, para dirigir, en especial, la prevención al desarrollo humano de la persona. Esto significa que la persona tenga el derecho de nacer, crecer, desarrollarse y recibir educación en un clima de paz. Sin embargo,

* Abogada independiente. Miembro de Niños y Niñas Adolescentes con MaPa, grupo que fomenta la vida libre de violencia y lucha contra la alienación parental. Asesora jurídica de la Asociación de Padres de Familias Divorciadas.


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fenómenos en las familias que parecían superados hoy se disparan de nuevo. Dentro y fuera de ellas pasa algo que influye de manera muy seria para que esta violencia aumente en lugar de disminuir. A lo largo de la historia de México, ha sido evidente que la familia es la célula que da vida a la sociedad; en especial, el modelo de la familia mexicana ha sido reconocido internacionalmente. Hace varias generaciones, cuando se proponía a alguien viajar al extranjero, mostraba reticencia. Se aducía que la droga era terrible en otros países, pero hoy, aquí, ya estamos peor. También se argumentaba que los problemas de tipo sexual era alarmante en otros países; hoy, en México, ya los superamos. Y así hay una serie de factores que hemos ido superando, por lo cual es necesario ver hacia dónde podemos avanzar. Desde el punto de vista jurídico, la protección de las familias se asienta en el artículo 4° constitucional; ahí se habla de todas sus prerrogativas. Además de este artículo y del 6° constitucional, que habla de moralidad, hay un cambio puntual en la historia del país del que no todos están enterados; se trata de una reforma que reconoce la prerrogativa de derechos humanos a nivel constitucional, elevada en 2011. Esta inclusión de derechos humanos en todo el marco jurídico mexicano es fundamental, porque no podemos continuar ignorando la realidad y porque nuestra propia vida cotidiana está invitada a ver desde un ángulo de derechos humanos. Estas nuevas dinámicas cambian los engranajes con los que nos manejábamos cada día. Nos conducíamos como familia donde había una autoridad o, eventualmente, dos autoridades —hay quienes dicen que la familia mexicana es un matriarcado escondido, lo cual siempre está a discusión—, pero al final funcionábamos con ese tipo de dinámicas. Con este cambio, ya no se hablará sólo de los derechos humanos del padre, sino también de los de la madre, los niños, las niñas y los adolescentes. Aunque no es ahora nuestro tema principal, no podemos dejar de mencionar que hay una omisión que no debe dejarse pasar: los derechos humanos de las personas de la tercera edad. A pesar de que desde hace años en México se dice que tenemos un bono demográfico porque el porcentaje de menores era altísimo en nuestro país, comienza a ser rebasado por el de personas que llegan a la tercera edad. Las condiciones en que hombres y mujeres llegan a esta etapa son afortunadas para muchos, pero hay que subrayar que esos casos tristemente son una minoría.


Diagnóstico, expectativas y retos

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En cuanto a las expectativas de vida, los jóvenes siguen considerando el matrimonio como una suya. La pregunta es en qué condiciones quieren casarse. Porque estamos entre los países con las cifras más altas en embarazo adolescente. Una causa posible se vincula con la religión, lo cual vino aparejado con una deficiente enseñanza en la educación sexual. Nos asustamos de los preservativos y, como resultado, los embarazos adolescentes se dispararon, como nunca antes se había visto. En cierta campaña política, un partido propone que las madres que estén estudiando en preparatoria o licenciatura no pierdan su escolaridad. Sin duda, la propuesta es buena, pues todos estamos de acuerdo en que la escolaridad ayuda a tener una vida diferente. Pero no podemos dejar de pensar que tal vez esta propuesta llega tarde, pues no se atiende a la situación previa que llevó a todas esas chicas a un embarazo no deseado. A ello se añade que son jovencitas que aún no cuentan con las condiciones de madurez: ni psicológicas ni económicas ni morales. Por causa de una falta de prevención, dos niños terminan juntos, aunque se diga que un joven de 18 años no es un niño. Tal vez para asuntos prácticos la edad de 18 está bien, pero para enfrentar el mundo cuidando a un bebé, es prematura. En el mejor de los casos —lo cual no es lo usual—, los muchachos deciden hacerse cargo de la criatura. Si no, entonces las familias, la de ella o la de él, intervienen. En la realidad, es común que el padre del bebé no responda y que la chica quede a su suerte. Y afirmar que las madres solteras tienen todo una estructura para salir adelante, tampoco es la solución. Todas las jovencitas pueden prevenir estas situaciones para no llegar a puntos extremos. Otra de las expectativas de los jóvenes es conseguir un buen empleo al término de los estudios universitarios. Lamentablemente, esto también suele provocar mucha frustración en México. El porcentaje de jóvenes con licenciatura e incluso con estudios de posgrado ha ido en aumento y en edades más tempranas. En México, a los 27 años, un gran número de gente ya cuenta con doctorado, a diferencia de muchos países de Latinoamérica. En ese rubro, fácilmente podemos compararnos con países como Suiza o Estados Unidos. Pero el punto principal es que, cuando esos jóvenes que han invertido tiempo y esfuerzo en sus estudios llegan a pedir trabajo, se les dice que están sobrecapacitados. Pero eso es falso, porque su formación es justo la que les dio su país. En el fondo,


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el problema real es que el porcentaje de trabajo es muy reducido e insuficiente para el número de aspirantes. En aras de ilustrar mi argumento, voy a referir un caso que conocí de primera mano. Un joven que trabaja conmigo y está por terminar la maestría fue citado para una entrevista de trabajo. Como muchos de nosotros, también se enfrentó al doble no circula y se vio en la necesidad de viajar en el metro. Al llegar a la estación y bajar del andén, se dispuso a revisar la dirección a la que debía acudir, pero no pudo: le habían robado tanto la cartera como el celular. Como es obvio, le fue imposible llegar a su destino y tuvo que visitar a alguien que vivía por el rumbo para que lo ayudara a salir de esa situación. Su enojo y frustración fue tal que resolvió levantar una denuncia, pero también estaba convencido de que procedía entablar una demanda en contra de las autoridades de la cdmx por no ofrecer las garantías de viajar seguro en el transporte público. La idea es buena, pero no creo que llegue a buen cause. Conversamos sobre lo sucedido y escuché cosas interesantes. Su nivel de frustración era muy grande y afirmaba, convencido de que ningún otro celular lo iba a compensar por lo sucedido. Pero incluso su reflexión lo llevó a concluir que aquí, en su país, él ya no puedo pensar en comprar un celular que le funcione, sino más bien en algo que no le represente una gran pérdida; es decir, está tomando decisiones en función de la delincuencia. Hoy su expectativa está determinada por la vida cotidiana, que no es la mejor; lo más triste es que es la expectativa que estamos dando no sólo a él, sino a muchos otros jóvenes. Las generaciones que van de los sesenta a los ochenta son muy distintas de las de ahora, pues nosotros no conocíamos la palabra inseguridad. En nuestros tiempos, nos decían que nos cuidáramos del señor del costal; en la actualidad, sí se roban a los niños. Éstos son los cambios —de problemáticas y expectativas— que están conformando nuestra vida cotidiana. Pero no podemos sentarnos a llorar. Hay que enfrentar la vida. Hay otro aspecto importante en nuestra sociedad actual; se relaciona con la parte jurídica y con el momento extremo en el que las parejas se enfrentan en las arenas judiciales. Llegan con la esperanza de resolver un


Diagnóstico, expectativas y retos

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conflicto, sin saber que el porcentaje de solución de situaciones como la suya está entre 35 y 40%. Es un porcentaje muy bajo que genera frustración tanto en el padre como en la madre; además, en medio del problema y de ellos, están los hijos que sufren. A principios de 2014, en el Senado de la República se consideró que una de las grandes aportaciones que podía hacer la Legislatura actual era abrir la Comisión de la Familia y de Desarrollo Humano. Esta comisión ha realizado importantes trabajos; no obstante, tiene un enfoque aún muy tradicional acerca de la familia, a pesar de que está integrada por personas de diferentes fuerzas políticas. Todas estas nuevas formas de vida en la sociedad —no sólo la mexicana, sino de nivel internacional— deben tenerse presente. La gente se mueve y no sólo por condiciones afectivas, sino también económicas o físicas. No puedo dejar de mencionar que, durante la preparación de este texto, acudí al artículo 4° constitucional, para revisar las garantías y prerrogativas de la familia como núcleo social. Un dato que llamó la atención es que en este mismo artículo también se habla del derecho al agua. Sin duda es bueno que se tome en cuenta, pero no es equiparable a otros derechos de mayor peso. Si imaginamos un día sin agua, bien podemos notar que no es lo mismo que si falta, por ejemplo, el derecho a la educación. Desde mi punto de vista, el reto más importante que encuentran las familias mexicanas es el derecho a la educación de los niños, las niñas y los adolescentes. Cuando una pareja está resuelta a separarse, es una realidad que la madre, el padre o la abuela no se detienen a pensar sobre la relevancia en la educación de niños, niñas y adolescentes que se hallan en medio del conflicto. Si, en efecto, la problemática paterna y materna trasciende en la forma de vida de los hijos, como parte de la sociedad es nuestra obligación no permitir que el conflicto permee a los derechos de los niños, las niñas o los adolescentes, porque tales derechos ya son objetivamente suyos. Desafortunadamente, pasamos por alto esto, a pesar de que podría ser una de las soluciones objetivas para detectar la responsabilidad de un padre o una madre respecto de los menores de edad. Un reto que enfrentamos con éxito fue la aprobación en México de la Ley General de Protección de Derechos a Niños, Niñas y Adolescentes. Junto con la reforma a los derechos humanos, es otro instrumento jurídico con el que nuestra sociedad marca un antes y un después. A partir de esta


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ley, los menores de edad pasan a ser sujetos de derechos, lo cual antes no ocurría, pues cualquier asunto se mediaba por el padre, la madre o la persona que estuviera a cargo del menor de edad. Entre los cambios relevantes que ahí se proponen está, por ejemplo, la supremacía de la infancia cuando tiene que presentarse a un juicio. Atiende a si deben ir o no, si les daña o no. La ley sostiene que el menor de edad tiene derecho a conocer el desarrollo judicial de su problemática, desde luego, no con la intención de ejercer intimidación sobre él, sino con el fin de que el niño, niña o adolescente sean escuchados por otra persona ajena a la madre o al padre. Es verdad que hay gente que goza de la oportunidad de vivir en núcleos familiares constituidos donde puede desarrollarse estructuralmente toda la parte afectiva, la emocional, la educativa, además de que con ello puede proyectarse un futuro, una esperanza, con la seguridad que garantiza las prerrogativas de desarrollo. Pero hay quienes ven las cosas muy distintas. Quienes, como yo, están en el manejo de problemáticas no deseadas, pero reales, ven un deseo de destrucción, a un padre o una madre capaces de acabar con lo que tengan enfrente, sin detenerse a pensar que hay menores de edad bajo su responsabilidad. Por eso, es fundamental que estos conflictos puedan resolverse de forma interdisciplinaria, desde la mirada psicológica, la pedagógica, la judicial, entre otras. Pero no podemos ignorar que la gente debe querer asumir un compromiso de vida real hacia su persona, hacia su familia, junta o separada, y hacia la sociedad. La sociedad debe asumir un compromiso pensando en las siguientes generaciones; seamos adultos y dejemos esperanzas. Si no sembramos en los jóvenes, en los niños, las niñas y los adolescentes esperanza, mañana tendrán todo el derecho de pedirnos cuentas.


Importancia de la figura paterna para la salud emocional de los menores y la sociedad Anabell Pagaza Arroyo*

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n tiempos recientes, es alarmante el aumento de madres y padres alienados que solicitan ayuda para resolver su problema, porque no encuentran ninguna salida y se sienten doblemente alienados: por el progenitor alienante y por la justicia, ya que el primero debe combatir no sólo contra el padre custodio, sino con los peritos y las autoridades que fueron engañados por la imputación de abuso o maltrato y con la familia extendida, la cual puede ser más violenta y peligrosa que el alienador por haberse convencido de que están defendiendo a los niños de un progenitor que les ha hecho daño. En la literatura sobre el tema aparecen datos respecto del reconocimiento del Síndrome de Alienación Parental (sap) en los tribunales de algunos países, y si bien no aparece como síndrome en el DSM-5, creo que aún queda mucho por lo cual luchar para que se le reconozca, porque así se podrá actuar sobre él según su avance. La responsabilidad de detener este tipo de abusos sobre los menores recae en todos aquellos profesionales de la justicia en el ámbito penal, familiar,

Directora de programas de maestría de Psicoterapia Psicoanalítica y del doctorado en Psicoanálisis de la Universidad Intercontinental; docente, analista y supervisora didáctica; vicepresidenta de Atención a Víctimas del Delito del Consejo Ciudadano de Seguridad Pública y de Justicia Penal; miembro de la International Association for Relational Psychoanalysis and Psychotherapy; miembro de la Interamerican Society of Psychology, y miembro del Comité Editorial de la Revista Intercontinental de Psicología y Educación.

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jueces, abogados, psicólogos, médicos, trabajadores sociales, padres, educadores, legisladores y sociedad, en general. Veamos, en primer lugar, los tipos de divorcio, para vincularlos con el sap, y luego revisar la importancia de la figura del padre para un sano desarrollo de los menores.

El divorcio La situación de la ruptura familiar en México es una realidad cotidiana que afecta a gran número de familias. Por ello, la gran preocupación entre los que participan profesionalmente en estas situaciones se encuentra en tratar de favorecer la adaptación de los menores a la situación y prevenir, en la manera de lo posible, la aparición de dificultades y trastornos psicopatológicos que interfieren en su correcto desarrollo. Si las separaciones familiares suelen ser difíciles, se vuelven conflictivas cuando la litigiosidad va más allá de la disolución matrimonial, o bien, cuando existe una falta de cooperación en las funciones parentales que se reflejan en disputas personales o judiciales y cuando los padres permanecen en una actitud belicosa en la que intentan perjudicar al otro, donde todo se vale, incluyendo la manipulación de los hijos. Entre los conflictos más difíciles de resolver en los procesos de ruptura familiar y que causa mayor ansiedad a todos los miembros de la familia —en especial, a los niños—, se encuentran los conflictos sobre la pauta de contacto y de relación a establecer entre los progenitores y sus hijos tras la separación y el divorcio. Este tipo de desacuerdo interparental lleva a colocar a los menores en el centro del conflicto.

Proceso de divorcio El proceso no tiene un tiempo determinado de evolución. Es posible identificar en él diferentes etapas y la emergencia de diferentes emociones; además, existen tareas propias en cada una esas etapas y la necesidad de llevarlas a cabo, debido a que se vuelven indispensables al momento de evitar la cristalización de este proceso. Entonces, el divorcio puede dividirse en: predivorcio, divorcio y posdivorcio. Si durante estas etapas no alcanza a elaborarse el duelo que conlleva cada una, pasará de un divorcio colaborativo a uno destructivo. En el colaborativo, se preserva la pareja parental; en el destructivo, se vuelve una pareja posconyugal.


Importancia de la figura paterna

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• Colaborativo: prima el cuidado y la protección de los hijos sobre el conflicto conyugal. Hay intermediarios, no litigantes; sobre todo, participan amigos o hay ausencia de intermediarios. Existe un reconocimiento de la propia responsabilidad y el deseo de llegar a acuerdos en función de las necesidades de los hijos. • Destructivo: prima el conflicto de la pareja sobre el cuidado de los hijos. Se dan peleas en la primera fase, dolor por la pérdida, un proceso de duelo estancado donde lo único que prevalece es la rabia y la necesidad de denigrar. Está lleno de abogados, de asuntos judiciales, expedientes y un involucramiento exagerado de los hijos, la familia y amigos en el conflicto. Hay límites difusos, alianzas y coaliciones. Sólo se busca identificar a quién fue el culpable. No hay intención de llegar a un acuerdo en función de las necesidades de los hijos. Es más común que sea el inicio de la instauración del sap. El divorcio también tiene categorías: asume ocho tipos de benignidad y malignidad. Si no se hace algo para terminar la situación, el grado de la malignidad crece con el tiempo. Destaco la palabra tiempo, porque el tiempo legal puede llevarse años y, conforme transcurre, se vuelve más crónico y más destructivo para los menores. • Tipo A. Se divorcian los esposos, pero no los padres. Los hijos conviven en territorio materno y paterno y genera una familia binuclear. Este tipo de divorcio es benigno. • Tipo B. Se divorcian los esposos y los padres, lo que dificulta el proceso educativo-familiar y genera una copaternidad insuficiente; es de grado de malignidad 1. • Tipo C. Se divorcian los esposos y los padres y, además, se genera una tercera separación, la de los hermanos. El tipo de tenencia es repartida: un hijo con cada uno. Grado de malignidad 2. • Tipo D. Se divorcian los esposos y los padres, pero uno de ellos trata de divorciar física y emocionalmente a los hijos sin justificación protectora válida y, como consecuencia de conflictos conyugales, recurriendo a falsas denuncias, sobre todo de tipo sexual y abuso de recursos jurídicos de protección, lo que trae como consecuencia la alienación parental. El grado de malignidad es 3. • Tipo E. Se divorcian los esposos y los padres; además, uno de los cónyuges logra divorciar a los hijos del otro progenitor, induciendo


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y programando su repudio. Se confunde la funcional parental con la conyugal; se instaura el sap. El grado de malignidad es 4. • Tipo F. Se divorcian los esposos y los padres y un progenitor logra divorciar a los hijos, utilizando los desacatos de las resoluciones judiciales, cambiando de domicilio y ocultando a los hijos. El grado de malignidad es 5. • Tipo G. Se arranca al hijo, formal o informalmente, del progenitor de manera injustificada y se atribuye a la nueva pareja; con esto, se roba al niño la representación interna de su verdadero progenitor. El acto recibe el nombre de robo de identidad filiatoria. El grado de malignidad es 6. • Tipo H. El padre alienador implanta falsas esperanzas y recuerdos en la memoria del niño. Ésta es una de las peores formas de dominación; se le llama abuso virtual. El grado de malignidad es 7. Por lo anterior, el sap puede ir de un estadio ligero a uno medio o uno grave: • Ligero. Las visitas suelen tener cierta dificultad en el momento de cambio de progenitor; en el medio, el progenitor alienador utiliza una variedad de tácticas para excluir al otro. • Grave. Los hijos están auténticamente perturbados y a menudo son fanáticos. Sus gritos, estados de pánicos y explosiones de violencia son tales que visitar al otro padre puede ser imposible.

El niño en proceso de alienación parental Un niño puede exhibir todos o unos cuantos de los siguientes comportamientos del sap, dependiendo de su severidad: • Una campaña de denigración contra el progenitor objeto en la que el niño contribuye activamente. • La animadversión hacia el progenitor rechazado carece de la ambivalencia normal de las relaciones humanas; sólo hay odio sin culpa. • El niño afirma que la decisión de rechazar al progenitor objeto es exclusivamente propia; sin embargo, se escucha un lenguaje prestado al niño, pues presenta argumentos que corresponden a un adulto. • El niño apoya al progenitor con cuya causa está alienándose; hay un rechazo absoluto del niño a la convivencia con el padre alienado: rehúsan llamadas telefónicas, organizan actividades en el tiempo de visitas, entre otros.


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Características del progenitor alienador Insultan y desvalorizan al padre frente al hijo; amenazan con castigar a los hijos si hablan con el otro progenitor; rehúsan pasar llamadas a los hijos; organizan actividades en los tiempos de visita; presentan a la nueva pareja como su padre o madre; hablan de manera descortés del nuevo cónyuge del otro progenitor; impiden al otro progenitor ejercer su derecho de visita; implican a su entorno en el lavado de cerebro de sus hijos; cambian o intentan cambiar apellidos o nombres; amenazan con castigar a los hijos si se atreven a escribir al otro padre o contactarlo. También hay una gran generalización de este odio a y sobre la familia extendida, es decir, impide la convivencia con los abuelos o tíos, e incluso acusan a los abuelos por abuso sexual, con el fin de crear una red de recursos jurídicos para impedir a toda costa el contacto con la familia del otro. Otro método es que cuentan al niño, con lujo de detalles, todo lo que corresponde a los conflictos del área de la pareja.

Características de los padres alienantes Para el médico estadounidense Richard Gardner, existen algunas características de personalidad de los padres alienantes que aplican tanto a padres como a madres. Cuantas más características aparezcan, mayor probabilidad de que el progenitor progrese de nivel moderado a grave. Se trata de un principio que también se aplica a los niños, quienes pueden progresar desde los niveles bajos hasta los más severos; el factor más importante que produce tal progresión es la duración de las maniobras de adoctrinamiento, en especial, durante los procesos de custodia. Los padres alienantes son mentirosos y creen que el fin justifica los medios, se consideran padres perfectos; están enfadados y utilizan a los hijos como armas. Hay una sobreprotección del hijo antes de la separación, así como una sobreidentificación patológica con el niño y, en casos extremos, pueden generar una relación simbiótica con él. Hay paranoia y sólo pueden ver maldad, sobre todo, proveniente del progenitor odiado, son fanáticamente luchadores y victimizados; reclutan adeptos y los programan como al niño. De igual manera, las demandas judiciales suelen ser teatrales: hay graves distorsiones cognitivas que les hacen perder la autocrítica; hay fuertes desacatos de las decisiones judiciales; presentan ansiedad ante la separación de los niños; hay características histéricas y personalidad narcisista y limítrofe


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con mecanismos de defensa muy primitivos; establecen vínculos de extrema dependencia y generan temor y minusvalía en los niños, creándoles la imagen de que el mundo es hostil y peligroso; hacen uso y abuso de recursos judiciales; el grupo alienador casi nunca es una persona; interviene la familia extensa, la sociedad, funcionarios judiciales y terapeutas mal calificados; el progenitor alienador tiene una gran dificultad para individualizarse, es decir, para reconocer que sus hijos son seres humanos independientes y separados de él. En consecuencia, puede decirse que buscan tener el control total sobre ellos y destruir su relación con el progenitor ausente.

Efectos psicológicos del sap Estos casos representan una auténtica guerra sin piedad, con saldo de muertos y heridos. En efecto, los progenitores mueren en calidad de representantes de la función parental, mientras que los hijos sufren heridas perdurables como resultado de haber sido utilizados como armas de combate. Estos padres están convencidos del valor positivo de lo que hacen; si llegan a mentir, será por una buena causa; si se muestran violentos, será por amor al niño, para defenderlo de los peligros a los que se expondrá si ve al otro padre. Es inútil tratar de convencer a un padre que transgrede las leyes y que ultraja los derechos de los niños. Frente a este escenario, se fortalece la premisa de prevenir, desalentar y evitar cualquier acto de alienación parental, a riesgo de deformar a la niñez que la sufre. La gravedad de sus efectos dependerá del nivel de desarrollo del niño; en los preescolares, tienden a manifestar conductas regresivas, insomnio, crisis de violencia, angustia pérdida de control de esfínteres, regresión en los hábitos de limpieza, estancamiento de las adquisiciones cognitivas, temores fóbicos y sentimiento de culpabilidad. En los jóvenes escolares, se muestra una intensa ira contra uno o ambos padres y pueden desarrollar cuadros depresivos, con una consecuente disminución del rendimiento académico y un deterioro de sus relaciones con sus compañeros. Los adolescentes son quienes más sufren a corto plazo, inseguridad, soledad y depresión, lo cual puede manifestarse como fracaso escolar, conducta delictiva, consumo de drogas, vagancia, actividad sexual temprana y dificultad para controlar sus impulsos. Los adolescentes y adultos jóvenes mantienen vivos los recuerdos de aquello que les angustia en cuanto a las relaciones amorosas y un posible fracaso matrimonial.


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De acuerdo con algunas investigaciones sociológicas, los niños huérfanos de padres vivos se distinguen porque son: • 5 veces más propensos a cometer suicidio. • 9 veces más propensos a abandonar estudios. • 9 veces más propensos a terminar en instituciones estatales para menores. • 10 veces más propensos a abusar de sustancias químicas y drogas. • 14 veces más propensos a cometer actos de precocidad y abuso sexual. • 20 veces más propensos a tener desórdenes de conducta. • 20 veces más propensos de acabar en prisión. • 32 veces más propensos a irse de casa. Si queremos una sociedad sana, debemos procurar que existan individuos sanos. En esta época, en la que hablamos de la equidad de género, no podemos referirnos sólo a lo femenino; una verdadera equidad de género también debe contemplar lo masculino. Resulta paradójico que la corriente cultural que reivindica la importancia de la relación paterna o filial coexista con el hecho de que a muchos padres divorciados no se les permite la convivencia con sus hijos.

Importancia del padre en la salud emocional de los hijos La mayor incidencia en divorcio que da lugar a una monoparentalidad es la conformada, generalmente, por la madre y los hijos, lo que conllevará a un poder materno más fuerte y a una presencia más intensa de la familia materna, con los consecuentes efectos psíquicos ligados a la inexistencia de la figura masculina en la crianza. Cuando ésta se excluye, hay más lucha de poder entre los hermanos, pues alguno de ellos intentará detentar la ley dentro en el núcleo familiar. Cuando se obstruye el vínculo de convivencia con el padre, éste lugar queda vacío en la identidad de los niños, con las consecuencias psíquicas que implica. La importancia del padre en la vida emocional del niño también influirá en sus relaciones cuando éste crezca. Es común que la madre y el hijo establezcan cierta alianza inconsciente, como consecuencia de la desvinculación del padre biológico, lo que se traduce en un vínculo madre-hijo indiferenciado, y asume un lugar omnipotente en el que no se ha echado de


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menos al padre; con ello, se dificulta el duelo que debe vivir. Cuando el hijo no tiene acceso a los límites paternos, se halla abandonado a lo que cierto autor denomina “una sopa materna de deseos imposibles de satisfacer”; son psíquicamente incapaces de apartarse de tal amor fusionado, simbiótico e imposible por la madre. La ausencia de los padres en la crianza de los hijos genera la desaparición de los sistemas de aprendizaje en medio de un entorno masculinizante; por ende, los niños aprenden el significado de masculinidad desde las mujeres, en particular, el tipo que sus madres les dicen que es. Cuando se obstruye el vínculo de convivencia con la figura paterna, también se obstruye el proceso de identificación del niño con el padre; entonces, el hijo elaborará un ideal de masculinidad por medio de las imágenes culturales de lo que es ser hombre; asimismo, será un hombre huérfano de padre con una orfandad paterna simbólica que resultará difícil de elaborar. Muchos niños comienzan a evidenciar carencias tempranas en cuanto a que las madres contemporáneas han acotado su función y no se ha permitido que los padres tomen su relevo; por ello, la participación paterna en la crianza de los niños es cada vez más necesaria. Hasta ahora, nuestras leyes han favorecido la convivencia de los padres con sus hijos en fines de semanas quincenales, y éstos, ansiosos por relacionarse con ellos, pero limitados o impedidos a hacerlo, buscan retener su amor, con lo cual, en ocasiones, se convierten en padres seductores y complacientes, más ocupados en agradar que en educar. Independientemente de que se requieren modificaciones legislativas profundas en esta materia, es imprescindible un cambio social en favor de la corresponsabilidad e igualdad. El sap no es una postura ni política ni ideológica, sino una entidad visible en la patología social contemporánea. No es una discriminación sexista, ya que cuando el sap se presenta, ambos padres pueden ser excluidos. No se combate el sap negando realidades penosas ni arriesgando niños. El abordaje del sap sólo por vía judicial promueve la cronificación del problema y se vuelve instrumento de alienación. Se tiene que reflexionar seriamente sobre los tiempos legales, porque en la vida de un niño, seis meses, un año o tres años —-periodo que duran los procesos judiciales— dejan una marca para toda su vida. El imperativo ético de funcionarios judiciales y operadores de la salud mental es descubrir con urgencia quién es el verdadero abusador y de quién es necesario proteger al niño. Prohibir el contacto con el padre alienado es la


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peor decisión en el caso del sap, ya que se deja al menor en manos del abusador. Lavado de cerebro, programación, manipulación o cualquier otro término con el que se quiera llamar a este proceso es destructivo tanto para el niño como para el progenitor alienado; ninguno de ellos será capaz de llevar una vida normal y saludable, a menos de que el maltrato se interrumpa. Mientras sigamos utilizando a los niños como herramientas, mecanismos o utensilios para golpear a la pareja que nos dejó o ya no nos ama, se causarán estragos en la población infantil que se proyectarán en adultos marcados para toda la vida. Por ello, es responsabilidad de todos los involucrados en la salud mental evitar más hijos huérfanos de padres vivos.



Transgresiones biopsicosociales en restituciones de hijos previamente abandonados por la madre. Caso en la Ciudad de México Margarita Montes de Oca Colín*

A

bordaré dos aspectos relacionados con el abandono del padre o la madre hacia los hijos. En primer lugar, señalo las consecuencias que la ausencia de cualquiera de los progenitores trae a la vida de los niños. En segundo lugar, expongo brevemente un caso concreto ocurrido en la Ciudad de México del que tengo conocimiento por mi trabajo en la Asociación Mexicana de Padres Familia Separados (ampfs), de la que también hablaré de forma concisa. La ampfs es una asociación civil sin fines de lucro. Su objetivo consiste en defender los derechos de los hijos de padres y madres de familia separados, a quienes no se les permite convivir con sus hijos, y que sufren diversos tipos de problemas, como el incumplimiento de sentencias de convivencia, denuncias falsas de abuso sexual o maltrato, ocultamiento de los hijos, sustracción de menores, inculcación maliciosa, alienación parental, reducido tiempo de convivencia o sólo en el Centro de Convivencia Infantil Supervisado, del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México. Los numerosos casos de los que hemos tenido conocimiento en la ampfs me han llevado a proponer a sus miembros la publicación de un libro. Las peculiaridades de los casos más relevantes que ocurren en esta asociación,

* Responsable académica y ponente del Diplomado en Pruebas Psicométricas y Proyectivas de la unam.


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así como las colaboraciones de especialistas de diferentes países harían del libro una herramienta muy útil. En más de una ocasión, la ampfs ha sido descalificada por asumir una postura de género, en la que, según cierta opinión, la balanza se inclina fundamentalmente a la protección del hombre. Ésa es la impresión de muchos, pero lo que ocurre es que a la asociación llegan más hombres que mujeres y tal vez eso influya para dar una falsa imagen. La realidad es que ambos han sido atendidos, siempre buscando lo justo para el hijo; no para el padre o la madre, sino para el hijo. Aunque para la mayoría de nosotros es normal reconocer la protección materna incluso en los animales y pensamos que es instintiva, los casos que han llegado a la Asociación dicen lo contrario. Hay madres capaces de abandonar a sus hijos, de gastar en asuntos personales la pensión que se destina a los descendientes y de descuidar a los hijos a tal grado que incluso éstos llegan a sufrir todo tipo de violaciones, incluida la sexual. La relación de la madre con su hijo comienza desde el útero. En general, durante el embarazo las mujeres suelen comunicarse con los que ya consideran sus hijos; ésa es la razón por la cual se espera que al nacer el contacto entre ambos surja de manera natural. El vínculo puede fortalecerse tanto que algunos experimentos han confirmado que, cuando la madre no está, los bebés se tranquilizan si se les acerca una prenda de ella, lo cual da una idea de la trascendencia que alcanza su ausencia por la causa que sea: por enfermedad, porque decide irse o porque la alejan. Pero cuando la mujer es indiferente tanto al embarazo como al producto, el fenómeno ha dado lugar a algo llamado abandono del útero. En la pirámide de necesidades del infante —un desarrollo teórico del psicólogo estadounidense Abraham Maslow—, constituida por cinco franjas, los tres primeros niveles de la base corresponden a la supervivencia y los dos restantes al crecimiento. En el grupo de la base se ubican las necesidades que la familia nuclear del niño debe satisfacer: las fisiológicas, las de seguridad y las sociales. Las dos franjas de la cúspide son individuales: la autoestima y autorrealización. Maslow afirmaba que, si las tres primeras no estaban satisfechas de manera adecuada, era muy seguro que la autoestima no tendría lugar. Por el contrario, continuaba el psicólogo, si se satisfacen, el infante tendrá creatividad; si hay creatividad, entonces la persona tendrá la capacidad de realizarse. Estas


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tres primeras franjas se relacionan con los padres, en especial con la madre, pues ella es muy necesaria durante los primeros años de vida. Cabe señalar que, paradójicamente, su presencia puede ser dañina después, porque tiende a sobreproteger a los hijos y no los deja crecer. Cuando estas necesidades se satisfacen de manera adecuada, el hijo tendrá muchas posibilidades de ser gente segura, de tomar decisiones. Si antes se decía que la inseguridad o la depresión sólo podían afectar en el aspecto conductual, hoy sabemos que también se relaciona de manera estrecha con las funciones cerebrales. La depresión afecta directamente a la amígdala y, cuando es prolongada, el hipocampo disminuye su tamaño, lo que demuestra que la afectación no es sólo social o psicológica, sino también biológica. Si estas necesidades son cubiertas adecuadamente, niños y niñas experimentan un conjunto de progresos evolutivos que los conduce de la dependencia inicial a la autonomía progresiva y a la participación activa en su grupo sociocultural. Otro punto digno de destacarse en este tema es el del apego, que refiere al vínculo de tipo emocional, sobre todo, con el principal cuidador, la madre biológica, en general. Este vínculo permite al lactante satisfacer necesidades biológicas y fisiológicas y las de seguridad. Ya antes hablamos de la importancia de soltar ese vínculo en el momento oportuno, para que los hijos desarrollen su autoestima y autorrealización. Hay que dejarlos ir para permitirles la independencia. Al respecto, Maslow señala que la personalidad del llamado psicópata es un claro ejemplo de la pérdida permanente de las necesidades de amor. Una forma de comprender esta disfunción de la personalidad es que quienes carecieron de amor durante los primeros meses de vida pierden ese deseo para siempre, es decir son incapaces de dar y recibir afecto. Aquí en México, lamentablemente, se piensa que las mujeres, por el solo hecho de serlo, son débiles e incapaces de agredir o de maquinar algo en contra de una ex pareja o de una pareja actual y menos aún en contra de los propios hijos. Los hechos hablan de una realidad muy distinta; sin embargo, estos peligrosos estereotipos continúan manejándose. Volviendo al apego, el psicólogo estadounidense Harry Harlow realizó un interesante estudio con monos; separó a algunos de su madre y les asignó dos madres sustitutas, una elaborada con alambre y que ofrecía alimento mediante un biberón, y la otra de felpa, que no ofrecía nada. Descubrió


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que las crías preferían estar con la madre afelpada, aunque no tuviera alimento. Sin alejarse de la madre de felpa, los monitos se las arreglaban para alimentarse estirándose para succionar el biberón. Cuando se les dejaba con la madre de felpa, se arriesgaban a explorar su entorno; pero cuando les era retirada, los monos experimentaban ansiedad y angustia. Si se les conducía a otro hábitat sin la madre, se rehusaban a tener actividad. Muchos se quedaban catatónicos, sin movimiento y se rehusaban a socializar con otras crías. Luego, Harlow encontró que, cuando los monitos hembra llegaban a ser madres, tenían poca capacidad de transmitir cuidados y protección a sus hijos. Harlow extrapoló estos estudios a la conducta humana. El abandono materno implica un duelo para el infante, una reubicación de las funciones de los familiares y, principalmente, el ser expulsado del continente materno. La contención materna es el gesto que hacen las madres cuando cuidan a los hijos: extender los brazos, apoyarlos con palabras cuando comienzan a caminar, por ejemplo. Muchos peritos han encontrado en pruebas gráficas la presencia de este tipo de abandono. Niños de cinco años en adelante con problemas elaboran dibujos con los brazos abiertos, en busca de la contención materna. Incluso algunos estudios de Argentina mencionan que los dibujos de hombres adultos que no fueron suficientemente contenidos por la figura materna o que fueron rechazados por ésta aparecen sin brazos. No está de más mencionar una experiencia que tuve en consulta con dos pequeñitas abandonadas por su madre. Ellas relataron que su madre es mala, porque las abandonó para irse con un taxista, a quien las niñas conocieron, pues su ella las llevaba consigo cuando lo veía a escondidas. En consulta, la menor, de cinco años, dibujó a toda su familia sin brazos. En cambio, la mayor, de siete años, dibujó a toda la familia sin boca; la razón es que cuando la madre habla con ella por teléfono, le ordena que no cuente a su padre nada de lo que presenció. Este tipo de pruebas es confiable, por la sensibilidad que refleja, por la estandarización y por su validez. No es posible hacer uso de pruebas sin estas características. Además, los peritos utilizamos herramientas como la entrevista, porque arrojan datos reveladores. Por ejemplo, el caso de la alienación parental es, en cierto modo, como la violación, pues también se evalúan a la presunta víctima y al presunto agresor para presentar resultados lo más científicos posibles. Porque en cuestiones de derecho familiar hay un im-


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portante porcentaje de acusaciones de violación que jamás ocurrieron, en general, dirigidas en contra del varón. Por eso, la pericia es fundamental para determinar si estos niños y adolescentes en efecto presentan indicadores emocionales o rasgos de psicopatología que evidencien agresión sexual. En este punto, creo conveniente destacar la responsabilidad de los peritos en psicología. Su obligación es conocer teoría que soporte las pruebas que se aplican, la metodología utilizada en un peritaje para sostenerlo y presentar bases sólidas y firmes para auxiliar al juez al momento de dictar sentencia. Lamentablemente, en la actualidad ha surgido una enorme cantidad de personas que se hacen llamar peritos; todos resultan ser “especialistas” en alienación parental. Es indudable que la alienación parental ha sido positiva para nuestro país, pero su aparición también ha sido un semillero de narcisismo de abogados, jueces, magistrados, psicólogos, trabajadores sociales y demás, que han hecho de ella un negocio. Cuando una madre abandona el hogar, toca al padre asumir la responsabilidad total. El asunto es que, por lo general, carece de competencias plenas para cuidar a un hijo. Con mucha voluntad, intenta peinar, bañar, alimentar al hijo, pero no sabe cómo hacerlo. Por ello, no falta el familiar o un vecino —lo común es que sean los padres del padre— que ofrezcan ayuda. En cuanto a los efectos del abandono, varían de acuerdo con el momento en que ocurre. Si sucede durante los primeros seis meses de edad del infante, le trae sentimientos de inseguridad, pues cuando llora no está la madre que solía consolarlo. Si, en cambio, ocurre entre el tercero y cuarto mes, la seguridad se trastoca aún más, pues es la etapa en la que el bebé comienza a reconocer las figuras significativas; la ausencia de la madre, en esta etapa, es más dura. El momento de abandono que mayores consecuencias trae al desarrollo de la psique es el que ocurre entre los seis meses y el primer año de vida del infante. Afecta los procesos mentales y emocionales, pues la inteligencia emocional tiene dos pilares: la empatía y la capacidad de tolerar la frustración. Los niños abandonados a esta edad sufren tal vez de forma más prolongada. Cuando el abandono aparece después del primer año, el bebé deja de sentir el afecto y también olvida el olor de la madre. Éste es muy importante; hay etapas en las que los niños no sueltan una prenda, por ejemplo, una cobijita; si se las lavan, luego ya no la quieren, porque lo que importa en


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esa prenda es el olor. Esto no es raro, porque también nos lo venden en la publicidad. En esta etapa, el tipo de vínculos que el niño haya establecido, si hubo un cuidador que tomara el papel de la madre, es importante. El abandono en el útero se relaciona con ignorar al feto que se lleva dentro. Hay evidencias de que el primer sentido que se desarrolla cuando somos fetos es el oído; también es el último en dejar de trabajar cunado morimos. Por ello, el feto registra las voces del padre y de la madre, al grado que al nacer gira la cabeza al escuchar las voces de uno u otro; se tranquiliza si escucha la de la madre. También hay evidencias de que si le hablamos a una persona adulta que llora en crisis estando ella sentada y nosotros de pie, dejará de llorar al dirigir su mirada hacia arriba, porque ese movimiento se relaciona con el recuerdo de cuando estaba en la cuna y su madre acudía a su llanto. Es fácil pensar que cualquier niño desearía que su madre estuviera bien, siempre de buen humor, que oliera bien y cuidara su apariencia. Y, sobre todo, que cuidara de él y lo protegiera. Sin embargo, en la realidad existen madres sumamente agresivas con sus hijos: les queman la cara o la boca con una cuchara calentada en parrilla o les ponen chile en el ano o en el pene por mentir. Lo más terrible es que, cuando los niños hablan con el juez, piden regresar con su madre, aduciendo que no volverán a portarse mal. Esto no es otra cosa que la desesperanza aprendida, la imposibilidad de escapar de un lugar o de una persona que los violenta, y no se van aunque les abran la puerta. Esto pasa mucho en los niños que son víctimas de violencia física, psicológica o sexual. El último tipo de abandono es la muerte física de la madre; el niño así lo vive: como abandono y pérdida de protección. Si alguna vez dijo o pensó algo con muerte (“muérete, mamá, te odio”), el hijo puede llegar a pensar que él es el causante del fallecimiento materno. Estos niños podrán sobreponerse en la medida de las habilidades del cuidador. Como es posible observar, sin importar la etapa de la que se trate, todo esto es neuropsicología y programación neurolingüística. Los peritos en psicología están obligados a saberlo, pues no es suficiente tomar un manual y diagnosticar sólo basándose en él. Un peritaje requiere un análisis profundo y especializado, así como mucha experiencia. No significa que los egresados no puedan realizar estas acciones, pero es indiscutible que deben estudiar mucho y practicar todavía más.


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El psicoanalista austro-estadounidense René Spitz, y el psicoanalista estadounidense de origen alemán, Erik H. Erikson, tienen planteamientos sobre el vínculo entre la madre y el hijo, e incluso entre los animales. El primero dice que no sólo se afecta el aspecto emocional, sino también lo biológico, lo psicológico y lo social, mientras que el segundo plantea que la existencia de la madre y la estabilidad del medio familiar durante el primer año de vida son elementales para que nosotros, incluso en la edad adulta, podamos permitirnos actitudes de confianza básica. Desde una perspectiva psicoanalítica, en las primeras etapas de la vida, entre la madre y el hijo se establece una relación en la que por la mirada y el contacto con la piel se transmite el conocimiento del otro significativo —incluso hay médicos que recomiendan el cuerpo desnudo de la madre y el cuerpo desnudo del bebé en contacto—. Si esta comunicación no se da, el niño lo registrará como una frustración y tendrá importantes repercusiones. El análisis es siempre indispensable; cuando no se realiza, los niños vivirán muy inquietos e incómodos de forma permanente. Así ocurre, por ejemplo, con un joven a quien estoy tratando actualmente. Cuando él tenía nueve años, solicitó ver a su madre, pero ella se negó. “Para mí, ambos —padre e hijo— están muertos”, dijo ella. El niño no entendió nunca que pudo haber hecho para que su madre se negara a verlo. Creció con problemas y se volvió muy conflictivo. Personas en estas condiciones se vuelven inseguras. El apego es sano y necesario cuando somos niños. Cuando llegamos a la adolescencia o la madurez, se torna patológico. Se vuelve un trastorno, porque vamos a querer cobrar a la pareja la factura que nos dejó nuestro padre o nuestra madre y no seremos capaces de relacionarnos como pareja. Buscaremos una relación como hijo o como hija, solicitando a una pareja lo que no nos puede dar, porque tal vez él o ella estarán en la misma condición en la que llegamos nosotros. Todo lo anterior es lo que dice la teoría, básicamente, y que la práctica lo ha confirmado. El caso que quiero presentar, por parecerme paradigmático en este tipo de problemáticas, tiene que ver con la restitución de una menor a su progenitora. La niña fue abandonada por su madre el día de su primer cumpleaños, lo que significa que ya la identificaba y estaba habituada a su presencia, a pesar de que aquélla siempre fue muy indiferente con la niña, sobre todo, en lo emocional. La madre siempre peleó con el padre, pues insistía en


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compartir con él los cuidados de la bebé; un día la madre corrió a ambos y les sacó las cosas por la ventana. El padre no tuvo más remedio que irse con sus padres, quienes se hicieron cargo de la niña. La abuela cuidaba muy bien de la nieta; el abuelo y el papá se convirtieron en figuras significativas para ella. Después de dos años y medio del abandono, la madre regresó y comenzó a pelear la guardia custodia de la niña y la patria potestad. No intentó negociar con el padre; una madrugada de 2013, la niña fue arrebatada con la intervención de cuarenta policías ministeriales armados que irrumpieron en la casa del padre y de su abuela. Introdujeron las armas por la ventana y poco les importó despertar a la niña, lo cual no es raro —los jueces suelen admitir este tipo de acciones e incluso llegan a ordenarlas—. Los policías armaron un escándalo y pretendían llevarse a la pequeña sola, sin ningún adulto conocido y cotidiano, para entregarla a la madre. Hoy, la niña está con la mamá. El padre acudió a la Asociación solicitando ayuda para recuperar a su hija, debido no sólo al trato negligente que durante años ha sufrido, sino sobre todo por tropiezos que ha tenido con la impartición de justicia de nuestro país. Incluso, ha encontrado trabas y posturas de protección hacia la madre en el centro de convivencias. Por parte de la ampfs, hemos objetado peritajes de psicólogos que ni siquiera cuentan con título de instituciones como el propio dif. El padre ha solicitado otros peritajes que le han sido negados. La madre ha recibido protección en el Centro de Convivencia del df para asegurarse de que los abuelos no puedan ver a la niña fuera de este recinto; es obvio que la encargada del Centro ha apoyado a la señora, ha tomado partido. Hoy, por fin, el juez aceptó una evaluación de la menor en un hospital público. El resultado es devastador: tiene un peso muy por debajo del que debería tener a su edad; le faltan piezas dentales; tiene muelas rotas, lo cual, según el odontólogo que la examinó, debió provocarle un dolor terrible cuando se rompieron; padece de infección en las vías urinarias y está mal de un riñón; está desnutrida, lo cual, debido a su corta edad, puede llevarla a la leucemia. El juez está a punto de dictar sentencia y esperamos que sea en favor de la niña, no del padre ni de la madre. Éste es uno de los muchos casos que se presentan en la Asociación de Padres de Familia Separados. El propósito de referirlo es para reflexionar sobre la situación, pues no es el único y ello pone en evidencia que aún falta mucho camino que recorrer en este tipo de situaciones.


Responsabilidad parental, cuidado personal compartido en el nuevo Código Civil y Comercial de la república argentina María de las Mercedes Ladereche*

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n Argentina, a partir del 1 de agosto de 2015, tenemos un nuevo Código Civil y Comercial. El primero contempla los temas de la familia y es un proyecto que inició desde 2011. Dicho Código sobresale por ser constitucionalista: en él, se respetan tanto la autonomía de la voluntad como la igualdad, por lo que no hay distinción de género entre padre y madre, una reforma resultado de que en Argentina el matrimonio es igualitario. De igual manera, no era posible continuar con las normas inconstitucionales del Código Civil, como aquellas que decían que los menores de cinco años, en caso de separación de los padres, debían permanecer con la madre, porque no hay nada que diga que las mujeres son mejores que los varones para la crianza de los niños. Este nuevo Código se perfila más hacia los derechos humanos, en comparación con el anterior, en el que únicamente había leyes complementarias que mejoraban la aplicación para los ciudadanos; además, tiene una identidad latinoamericana, porque antes se enfocaba más al derecho romano y al derecho francés y ahora se acerca más a la idiosincrasia de un pueblo en cuanto a las relaciones familiares, los temas multiculturales, la igualdad de género y el respeto a los derechos humanos. Por ejemplo, en Argentina tenemos un Código Civil Comercial para toda la República, mientras ustedes tienen uno para cada estado. Aunque

* Titular del estudio jurídico La Derecha y Asociados, especialista en derecho de la familia, abogada litigante, conferencista miembro del grupo de investigación y estudios sobre el Síndrome de Alienación Parental.


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nosotros sí tenemos un procedimiento para cada provincia, las normas de fondo (códigos) son para toda la nación. Respecto de la responsabilidad parental, a la que antes se llamaba patria potestad, había indiferencia a si era el padre o la madre; el nuevo considera que no puede haber un sujeto activo y uno pasivo, y que las relaciones jurídicas son importantes por su valor pedagógico y simbólico. La responsabilidad parental significa, más que un deber, el compromiso que tienen los padres con sus hijos; por ello, la doctrina se divide entre si se trata de un derecho o de un deber de los padres. Me inclino a que es un deber de los padres por que sus hijos se desarrollen de la mejor manera: en la libertad, en la autonomía, con ambos padres o con uno de ellos, independientemente de los roles. Esto apunta a que ellos ya no tienen la autoridad, sino la responsabilidad, que es lo más difícil. Y la relación no es vertical, sino pareja; no significa que los chicos tienen más poder que los padres, sino que ya no son sujetos sin voz ni voto. El artículo 638o del Código actual se refiere al concepto de responsabilidad parental como el conjunto de deberes y derechos correspondientes a los progenitores sobre las personas y bienes del hijo para su protección, desarrollo y formación integral mientras sea menor de edad y no se haya emancipado. Aunque el Código anterior decía lo mismo, no empleaba la palabra desarrollo, que es muy importante y por ello se dejó como un derecho de los padres. En otro tiempo, cuando los padres de separaban, la tenencia se otorgaba a un padre (los menores de cinco años permanecía con la madre), lo cual dejaba a un padre en la periferia. Ahora ya no hay compartimentos en los roles, sino responsabilidades de los padres, las cuales deben conservar la identidad de los chicos, tal como lo señala la Convención sobre los Derechos del Niño. Así, la responsabilidad parental, que antes era patria potestad, cambia el marco, puesto que no son lo mismo. El Código establece que la responsabilidad parental tiene que ser compartida, por lo que el término debe tener un ejercicio que se instrumenta como regla y es compartida. Hay ocasiones en que, como excepción, en casos determinados por el juez o si las partes están de acuerdo, puede ser unilateral; de no ser así, el juez puede otorgarlo por un plazo de sólo dos años. El Código distingue entre responsabilidad parental, cuidado personal compartido en la modalidad indistinta y cuidado personal compartido en la


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modalidad alternada (tenencia compartida). La primera es cuando el centro de vida está con el padre, mientras que en la segunda el niño debe permanecer el mismo tiempo con cada padre. Asimismo, en este nuevo Código se cambió la terminología, pero no la verdadera esencia. El artículo 706o otorga al juez todas las posibilidades para que el conflicto existente entre los padres pueda resolverse con cualquier medida que éste considere necesaria. Por ejemplo, cuando se realiza una etapa previa con consejeros de familia, la mayoría está bastante informada respecto de la problemática familiar y alienación parental, lo que es muy bueno, porque como no emite opinión, puede trabajar libremente con las partes; incluso, es posible acordar que los padres asistan a orientación antes de ir a un pleito; normalmente llegan a un acuerdo cuando el tema se encuentra dirigido de manera correcta. Para iniciar un proceso de divorcio, en Argentina, tenemos que acompañarnos de un convenio regulador en el que deben proponerse todas las cuestiones relativas a tal trámite. El papel del juez es importante, porque, si la audiencia se lleva correctamente, los padres llegan a un buen acuerdo para el niño. El Código también considera la capacidad progresiva de los chicos, lo cual no significa que el juez hará lo que los menores quieran, pero desde los 13 años ya son considerados sujetos activos, por lo cual se le debe respetar. Los padres ya pierden poder y los chicos tienen cierta autonomía. Además, hay una figura favorable para los menores: el abogado del niño, que no representa ni los intereses del padre ni de la madre. El juez debe tener conocimiento en derecho de familia y contar con la opinión de todos los auxiliares de la justicia, que pueden ser psicólogos, médicos, psiquiatras, entre otros, antes de tomar una resolución. Todo lo anterior es lo que señala la teoría; en la práctica, es notorio que es muy difícil cambiar la mentalidad hacia nuevas formas. En mi experiencia profesional, he estado con padres que hace muchos años no ven a sus hijos. Una pareja no debe separarse como padre y madre, sino sólo como hombre y mujer. Cuando alguno llega a decirme que no quiere pasar la pensión o que el niño tenga contacto con el otro, no soy la abogada para ellos, pues yo me formé en derecho de familia. Estoy convencida de que en una sociedad sana lo mejor es que un chico tenga una familia, instrumentada como sea, pero que tenga una familia; que no se borren afectos, sino se sumen.


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Por situaciones como las aquí expuesta, creo con firmeza que es necesario tratar de innovar siempre, no quedarnos con lo que dice la ley y buscar más; la convención se aplica en todos los países. Sugiero que nunca dejen de estudiar el tema ni trabajar en equipo, pues eso nos vuelve mejores profesionales. Si cada uno pone un granito de arena, se busca un abogado y se empieza a trabajar en conjunto, lo podemos lograr, sobre todo para las generaciones venideras. Los profesionales tienen que trabajar en equipo, porque el derecho de familia es interdisciplinario. No puede haber un abogado o un psicólogo que trabaje solo. En mi caso, cuando alguien solicita mis servicios y me dice que no va a terapia, le recomiendo que lo reconsidere, porque no todos los papás resisten el conflicto familiar y al final terminan abandonando los pleitos y al niño. También, converso mucho con los psicólogos de mis pacientes, porque a veces no conocen las leyes y pueden sugerir algo que se contraponga al Derecho. En suma, el profesional siempre debe trabajar en intercambio con otro profesional. Porque, cuando se corta un vínculo, inevitablemente habrá facturas que nunca se cobrarán; no obstante, cuando se cuenta con una buena mediación y con la asistencia de buenos terapeutas, al menos será posible no llegar al juicio.


Síndrome de alienación parental. Planteamiento judicial desde la perspectiva de los derechos humanos Roberto Luis Arés*

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asta 2010, el derecho universal de los derechos humanos en materia de la familia parecía inexistente; fuera del derecho penal, parecía que las garantías individuales y el juicio justo no correspondían al resto de las personas. Ésa fue la razón por la cual, a partir de ese año, comencé a investigar sobre el tema, a participar en congresos y escribir artículos para profundizar, con la esperanza de que con el tiempo se hiciera evidente la necesidad de esta inclusión, no sólo desde el punto de vista doctrinario, sino para que los magistrados tomaran conciencia de ello. La no aplicación de los derechos humanos en los derechos de la familia ha llegado a tal punto que, en 1994, en la Constitución Nacional de la república argentina se incorporaron los tratados de derechos humanos. No obstante, los jueces no aplicaban el derecho de familia, por lo que la reforma del código empezó a ser operativa a partir de agosto de 2015; en el artículo referente a la interpretación de la ley, se menciona que debe actuarse en consonancia con los tratados internacionales de derechos humanos. Hoy ya hay un imperativo legal expreso para que los jueces que no lo aplicaban tomen conciencia. En la Ciudad de México, lo atingente a la incorporación de los tratados internacionales surgió a partir de la Reforma Constitucional de 2011. El 6 y 10 de junio de ese año, se publicaron dos importantes reformas a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que impactan directamente en la * Secretario Letrado de la Corte Suprema de la Justicia de la Nación, conferencista en temas penitenciarios, de psicología forense, de derecho penal, procesal, constitucional, así como internacional de los derechos humanos en sus diversas manifestaciones, en particular el derecho penal, en cuestión de género y derecho de la familia.


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administración de justicia federal. Hoy ya los jueces no pueden hacerse los distraídos. Puesto que otros autores ya han planteado las dificultades que implica llevar las cuestiones de familia a los tribunales, me ceñiré a cuestiones de hechos y de pruebas del planteamiento judicial, partiendo del presupuesto de que existe una alienación parental de manera genérica. Cuando ofrezco mi consejo al profesional que va a hacer el planteo, no incursiono en los grados ni en la expresión alienación parental, porque, como es sabido, es un planteamiento bastante debatido: algunos niegan su existencia, mientras otros creen verla donde tal vez no la haya; otros más dicen que puede existir, pero incluso los jueces son a veces temerosos de mencionarla expresamente. Con la inclusión del artículo 323 septimus en el Código Civil del Distrito Federal, según el cual incurre en violencia familiar el integrante de la familia que transforma la conciencia de un menor con el objeto de impedir, obstaculizar o destruir sus vínculos con uno de sus progenitores, en la Ciudad de México ya debería haberse vencido cierto prejuicio judicial, porque se engloba la alienación parental bajo una forma específica de violencia familiar y se generan consecuencias tales como el traspaso de la patria potestad e incluso la prohibición de contacto. A su vez, el artículo 200 del Código Penal condena con unos seis años al autor de violencia familiar donde se involucra la violencia psicoemocional e incluso añade una figura agravada por un posible resultado: que la situación de violencia familiar genere algún trastorno mental diagnosticado. El reconocimiento expreso de la alienación parental en un marco normativo es un paso importante; sin embargo, no creo que haya —ni imagino que vendrá más adelante— ninguna condena penal por alienación parental, así se trate de una forma específica de violencia. Porque, en el marco penal, las garantías son muy marcadas respecto del imputado, y la prueba de una violencia psicoemocional, que es intangible, resultaría algo que los jueces resistirían. Aún más: en el derecho penal, las imputaciones delictivas son a título de dolo o de culpa; si decimos que alguien con dolo ex profeso quiere alinear al hijo contra el otro progenitor, entonces estaríamos en un delito doloso cuya demostración material tal vez no sería tan compleja. Si, en cambio, nos referimos al progenitor que por un problema emocional personal sí tuviera cierta malicia, pero no es consciente de todas las conductas alienantes hacia el menor, no veríamos una figura culposa. Otra


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diferencia es que en la condena habría un padre ganador y uno perdedor —en realidad, el que siempre pierde es el hijo, pues está en medio de un conflicto—. No es posible pensar que alguien comience como perdedor, porque era alienado y después, al terminar como ganador, el otro termine condenado. Ésa no sería una solución práctica. Tal vez tampoco la ultima ratio sea necesariamente la satisfactoria. En México, hay normas expresas; la alienación parental tiene nombre y apellido; está recogida legislativamente. Sin embargo, para que los jueces superen sus preconceptos, sus opiniones, el planteo judicial debe superar los prejuicios o preconceptos judiciales, de modo que el magistrado sí vea un terreno donde deba dictar una sentencia lo más aproximada a una solución justa del caso. Al iniciar una demanda, es común que estemos convencidos de que nuestra postura es la que merece la debida satisfacción; sin embargo, frente a nosotros hay una persona que piensa absolutamente lo opuesto, con maldad o convicción, y se genera un pleito. Los magistrados deben superar esa orientación jurídica o prejuicio para resolver con justicia el caso. La cuestión de la familia requiere ineludiblemente la actuación de un abogado especializado en derechos. En definitiva, la alienación parental produce una conculcación de los derechos fundamentales de la niñez; el principal afectado, la víctima de la alienación parental es el niño, quien tiene como consecuencia directa su afectación y la de los vínculos paterno-filiales, con el consecuente daño en su psique. Es evidente que el progenitor afectado no persigue un fallo que determine que sí existe alienación parental. Más allá de que se reconozca o no que existe alienación, lo que persigue el progenitor afectado es que se superen los condicionamientos que genera ese estado, y se logre un régimen de visitas, un contacto permanente. Esto vale tanto para lo que aquí se llama custodia compartida como para la alienación parental. Porque si superamos el nomen juris —los nombres estrictos—, nos referimos a los hechos y éstos tal vez nos permiten una mejor solución del caso. Indefectiblemente, la cuestión de la familia requiere la actuación de un abogado especialista en derecho familiar y honesto. Los planteos deben partir desde la realidad y desde un conocimiento sano, interdisciplinario, pues el abogado no puede actuar solo, sino que necesita el consejo del psicólogo para hacer un planteamiento serio que sea reivindicatorio para los derechos del menor.


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Si los especialistas en derechos de familia se conformaran con la existencia del 323 septimus y pensaran que sólo basta decir “creo que es alienación parental” para plantearlo ante el juez y éste decide que hay alienación y dicta sentencia, entonces terminó el juicio, pero no como debería. En mi opinión, el planteo jurídico debe partir desde un marco superador del derecho interno que, fuera de la nomenclatura cerrada y del propio planteo, no tenga que ver con la habilidad del abogado, sino con el hecho de llevar al juez a un terreno en una inteligencia superior. El abogado debería indicar al juez que existe una considerable cantidad de derechos vulnerados que tienen un amparo por encima de la norma, por lo cual el propio juez debe colocarse a la altura y tomar una decisión. Se trata, en síntesis, de exponer los hechos de manera contundente para que el juez pueda tomar la decisión. Apoyado en los especialistas, el abogado debe cerrar los caminos al juez. Si se hace una prueba, se plantea el caso desde cierta perspectiva y se atiende a la normativa, el juez tendrá que resolverlo desde arriba, no desde abajo. Lo que resuelva tendrá consecuencias, pero no sólo para el propio juez, sino también para el Estado; porque, si no decide apropiadamente, generará a éste una responsabilidad internacional, pues el abogado debería inconformarse con la corte local y presentar el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Una vez revisado el caso, conviene que el juez tenga razón, porque de no ser así, todo mundo se enterará de que no estaba informado, no conocía el derecho y generó consecuencias para su Estado. Por ello, para llegar a una solución más amplia, hay que olvidar los nombres e ir directo a los hechos; hay que revisar cómo surge en realidad el caso, para exponerlo desde esa perspectiva sustentada en las pruebas que puedan ofrecerse. Debe delimitarse el grado de afectación que la situación fáctica implica a los menores —la salud física, por ejemplo—; es decir, hay que enlazar la situación atingente a los hechos con los derechos vulnerados consagrados en la constitución. En México, existe la ventaja de que no sólo hay una solución normativa en el Código Civil ordinario, sino que, a partir de la reforma de 2011, la constitucional nacional fue receptora de los tratados. En el mundo jurídico, todos tienen claro que no pueden fallar en contra de la constitución ni de los tratados. En Argentina, por ejemplo, si bien no se dice expresamente en la constitución, en los tratados internacionales y en la interpretación que


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analiza, la Corte Interamericana de los Derechos Humanos de los derechos vulnerados está por encima de la constitución, debido a la responsabilidad internacional en la que caería el Estado de no fallar en consonancia con sus propuestas. Entonces, el planteo deberá realizarse con base en la normativa convencional, es decir en la del tratado universal de derechos humanos, y en la del derecho interno. Eso eliminará el peligro de que caiga en una opinión personal del juez, prejuiciosa o —sin desmerecer la función de la magistratura— que peque de algún desconocimiento del derecho internacional. Porque al dictar sentencia, el magistrado debe ajustar su fallo al principio de convencionalidad, el cual consiste en que el magistrado de cualquier instancia, al dictar sentencia, debe fijarse si la solución del caso que propone sobre la base del derecho interno no contradice su constitución nacional; después, si su segundo dictamen no contradice la normativa internacional de derecho universal de derecho humanos. Porque, cuando los estados firman un tratado internacional, éste se integra al sistema internacional de protección de los derechos humanos. Establece un estándar de garantías individuales. Cualquier Estado puede estar por encima de ese estándar, y no estaría violando ningún tratado. Antes bien, los nacionales del país deberían estar orgullosos de tener una instancia superadora del estándar internacional. De ninguna manera, pueden estar por debajo. Cuando un Estado firma la convención interamericana de derechos humanos, asume el compromiso de hacerla respetar y seguir los derechos consignados en ella. También asume la garantía de adecuar el derecho interno para garantizar el ejercicio de tales derechos, ya sea dictando normas que falten en el orden interno, o bien, suprimiendo o adecuando las que existieran y pudieran contradecir ese límite al que nos referimos. Además, aceptan como obligatoria la competencia de la Corte Interamericana sobre todos los casos relativos a la interpretación o aplicación de la comisión interamericana y se comprometen a cumplir las decisiones que esa institución dicte en todo caso en que ese Estado sea parte, mediante un fallo al que se le reconocerá el carácter de definitivo e inapelable.1 1 Este tipo de procesos parece interminable, pero cuando no hay más remedio que llegar a los tribunales, habrá que seguir adelante, en un proceso contencioso ante la Comisión Interamericana y, si ésta lo decide, llevarlo a la Corte Interamericana; es un requisito gratuito, para el que no se requiere patrocinio jurídico. Basta exponer los hechos y lograr que la Comisión se haga cargo —lo cual no es poca cosa—; después, no hay más que esperar la solución definitiva del caso.


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Como se señaló, si el magistrado se apartara del marco convencional por una opinión personal, dejando que el derecho interno prime sobre el supranacional, no sólo el poder judicial, sino también el estado nacional incurre en responsabilidad internacional, y el caso puede llegar ante la Convención y, si no, sin llegar a esa instancia, puede llevarse a la oea por la Corte Interamericana. Sentado de esta forma el marco universal de derecho universal de derechos humanos, entre los derechos vulnerados mencionados en todas las cuestiones de familia —la alienación parental, entre otras— hay un sinnúmero que se ve amparado en las comisiones internacionales. No es éste el espacio para señalarlo, pues se diluiría el sentido de este texto. Basta decir que, entre todos estos derechos, hay un expreso reconocimiento con base constitucional. Como es sabido, a partir del divorcio, en numerosas ocasiones todos estos postulados no se cumplen. La violación de tales derechos por medio de diversas acciones de uno de los padres puede llegar a alienar a sus hijos contra el otro progenitor o traducirse en traba para que el contacto con el progenitor no conviviente con el niño tenga la fluidez que en amparo a esa garantía debería existir. En tales supuestos, no hay más remedio que acudir a la justicia, porque la mejor solución siempre es a la que arriben los padres. Puede ocurrir que no sea la más justa, pero es una solución que está alejando el conflicto. Llevar esto a tribunales genera un conflicto, en el que un progenitor gana y el otro pierde; además, si en efecto existía alienación parental, habrá seguramente más perdedores. La demanda debería fundamentarse en la pluralidad de derechos derivados del marco convencional que se impone a los estados por encima de los ordenamientos internos, como consecuencia del principio de convencionalidad y, sobre dicha base, el juez o tribunal deberá resolver el litigio. En otras palabras, el juez no puede estar por debajo de esa obligación, porque la parte lo planteó y le hizo saber que no se conformará con lo que el juez decida. Y si lo que el juez decida no es lo esperado, la parte seguirá subiendo; cuando agote el debate interno y las garantías en los tribunales internos, continuará con la Comisión Interamericana que acepta el caso por correo electrónico, sin patrocinio jurídico. No se pretende dejar sin trabajo a los abogados de México, pero hay que señalar que sólo quien tenga un buen abogado será conducido hasta esta instancia.


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En Argentina, todas las cuestiones, como las vinculadas con sanciones a abogado, por ejemplo, se llevan a las instancias mencionadas. La Comisión las acoge y traslada al estado argentino como una oportunidad para no llegar a la instancia de la Corte. El estado argentino se hizo eco al punto que la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó una nueva regulación interna que hizo llegar a todas las cámaras y apelaciones para que éstas aseguren el contradictorio de los abogados en las cuestiones de aplicación de sanciones, so pena de incurrir en responsabilidad internacional el estado argentino. Uno va a la Corte Interamericana y se tienen por agotadas las instancias internas. Lo interesante sería que alguien cuyos derechos hayan sido violados no encontrara satisfacción del orden interno en la última instancia. De tanto ir, alguien algún día verá que algo está pasando, que en el orden interno se violan derechos. Por consiguiente, conviene llevar el caso de la Comisión a la Corte Interamericana para que sea ésta la interlocutora del estado. Cuando alguien ha firmado la Convención, los fallos de la Corte Interamericana son obligatorios para el estado. En Argentina, la Corte Suprema de Justicia revocó un fallo propio, pues la Corte Interamericana entendió que se habían violado los derechos internos, porque se había quedado sin investigar determinados casos que no tenían que ver con la violación de derechos humanos derivada de lesa humanidad, sino de crímenes comunes. En el caso de México, ignoro si ha habido la misma recepción; no obstante, es indudable la conveniencia de empezar a hacerlo: hay que llevar los casos, porque a partir de la decisión de la Corte Interamericana, el juez sabrá cómo terminara el asunto si no concluye como debería ser. Por último, es esencial recurrir al apoyo de los profesionales de la psicología y de los asistentes sociales, es decir, todos aquellos que participan en el proceso de familia y sin cuyo aporte tanto el abogado como el juez estarían casi fuera de contexto. Cualquiera de los dos podrá incursionar en algún tema de psicología por inquietud personal, pero de ninguna manera lograrán la profundidad que demanda el análisis de un caso de alienación parental. De ahí la obligación de que este tipo de personas se formen debidamente. La preparación es esencial, porque es un sustento importante con el que el juez decide. En Argentina, la Corte Suprema ha decidido que, cuando un juez se aparta del dictamen del perito, no sólo debe fundarse en un conocimiento propio superador, sino que además tiene la obligación de explicar por qué


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descarta algo y por qué su decisión es distinta de la de los peritos. Por consiguiente, subrayamos la necesidad de atender a dos aspectos fundamentales: primero, la responsabilidad de formarse y, en segundo término, que el juez necesita absolutamente ese aporte para poder dictar un fallo que no sólo sea justo, sino también una auténtica interpretación de los hechos de la problemática de la familia que se está llevando.


Corresponsabilidad parental, una propuesta mediática de la violencia intrafamiliar Sonia Rocío Gómez Guerrero*

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n el tema de la corresponsabilidad parental, primero debe definirse qué es la familia. Aun cuando muchos saben qué es, hay otros aspectos esenciales; por ejemplo: saber que la familia es la célula de la sociedad no basta para pensar que la sociedad nace en la familia, sino que partimos del hecho de que la familia es el medio socializador por excelencia de los individuos. El propósito de la familia es llevar al individuo, desde su formación en el vientre materno, a su participación como un ciudadano competente; es decir, la familia se vuelve el centro y la esencia de una persona. Por eso es importante comprender cómo intervenir en y pensar a familia y también cómo identificar que somos miembros de una. En la actualidad, presenciamos un cambio significativo de la sociedad; algunos fenómenos han evolucionado de tal forma que actualmente se habla de la existencia de diversos modelos y estilos de familia. Sin embargo, desde el punto de vista sociológico y antropológico se identifica a la familia nuclear —hombre, mujer e hijo— como el ideal de construcción de la sociedad. Entender la diversidad de familias existentes requiere comprender una forma de vida, una cultura y un contexto distintos. Cuando la familia se ha abierto al mundo entero, lo que de ahí se desprende es un modelo familiar común, multicultural o internacional. Por ejemplo, en este último caso, hablamos de niños que deben vivir con papá o con mamá en un país o en

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Abogada en derecho familiar y repatriación internacional de menores. Docente de la Universidad Intercontinental.


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otro, debido a que en la división de la familia no es posible decidir salomónicamente. Ésa la realidad humana. Con responsabilidad parental nos referimos a la patria potestad y a la custodia de cuidado personal. Y a todo lo que envuelve la responsabilidad compartida y solidaria de la crianza de nuestros hijos llamamos corresponsabilidad parental, que trata de la obligación inherente a la orientación, el cuidado, el acompañamiento y la crianza de los niños y adolescentes durante su proceso de formación, incluyendo la responsabilidad compartida y solidaria del padre y la madre de asegurarse de que puedan lograr el máximo nivel de satisfacción de sus derechos. Éste es el concepto más claro que se ha trabajado en varias legislaciones acerca del principio fundamental de la corresponsabilidad parental, expreso en el artículo 14 del Código de la Infancia y la Adolescencia, que inició en Colombia en 2006 y complementa nuestro Código Civil Federal. Cuando nos enfrentamos al análisis de quién es el responsable, se dice que todavía no existe legislación, que el ejemplo que recibe la familia viene de los medios de comunicación o que se trata de patrones culturales o conductas generacionales; pero cuando nos referimos a corresponsabilidad frente a las conflictivas familiares y a todo lo que trasciende la vida de un ser humano en el seno de la familia, es necesario hablar de una corresponsabilidad mutua entre el Estado, la familia y la sociedad. Nadie queda exento de la responsabilidad como personas, ciudadanos y adultos de construir la familia. Por ejemplo, en la corresponsabilidad, el Estado debe generar políticas públicas y normas, de modo que el Congreso haga las normas, el poder Judicial ejecute o sancione será, y el poder Ejecutivo permita la creación de políticas públicas que beneficien el avance en estos procesos. Además, está el marco de convenios internacionales a los que cada estado se compromete, que son las leyes macro, las cuales vinculan e integran a todos los países que se comprometen a trabajar. En este sentido, como Estado nos hemos comprometido con una serie de convenios internacionales que nos estimulan a actualizar nuestros códigos y pensar de una manera diferente. Al referirnos al Estado, ubicamos los cuatro poderes: los tres poderes y los convenios internacionales; mientras que la sociedad somos nosotros, cuando desde el seno de la familia construimos, con principio, valores, amor, cuidado y autoridad; se trata del momento en el que ejercemos el papel


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de padres. De esta manera, nos volvemos parte de la sociedad civil y contribuimos a la formación de la familia. Cuando hablamos como personas naturales y jurídicas, desde el actuar de cada ser humano, desde la organización de identidades, sin ánimos de lucro, o desde las organizaciones no gubernamentales, hacemos una sociedad y nos convertimos en corresponsables de lo que sucede con la familia. Así, desde el seno de este actuar civil nacen proyectos de ley muy importantes, impulsados por nuestras necesidades de legislar por nuestros hijos, por la familia, por los derechos de la mujer, entre otros, lo que nace de la sociedad civil. De igual manera, las instituciones educativas son corresponsables en la formación de un ser humano como un educando, con el propósito de forjar personas útiles a la sociedad. Lo mismo sucede desde la empresa. A grandes rasgos, Estado, familia y sociedad son los responsables de la construcción de nuestra propia familia. Entonces, no es que el Estado no permita o no haya hecho políticas públicas o que no legisle o que los jueces no funcionen; todos, de alguna manera, somos corresponsables.

Familias diversas Se trata de modelos de familia que han aparecido a lo largo de la evolución de la familia. Hoy sabemos que muchos niños nacieron fuera del matrimonio, de una unión con fines de no ser una pareja. Existen hijos extramatrimoniales y familias que debido a violencia o situaciones de orden público han quedado en condición de familias monoparentales; también encontramos familias constituidas multiculturalmente, y las que, además de tener hijos biológicos, adopta otros. Así que sea cual sea la familia, el Estado debe protegerla, porque la familia está conformada por seres humanos, plenos de dignidad; que a la luz del paradigma de los derechos, como personas, gozan de la protección total del Estado; por lo tanto, pertenecer a una familia a es un derecho fundamental que el Estado debe proteger. Por tanto, la responsabilidad parental permite la igualdad de condiciones; que los niños y adolescentes tengan derechos prevalentes por encima de todo y que la formación de los niños sea responsabilidad de ambos padres y un derecho de ellos por el hecho de ser niños. Hace tiempo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos dio la igualdad a hombres y mujeres, frente al matrimonio y después de él. Aquí


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es donde se deja de pensar en el menor: un niño o adolescente no es menos persona por no haber cumplido la mayoría de edad, por lo que los nuevos códigos están llamados a hablar del niño, niña, adolescente o menor de edad, pero no del menor. Esta Declaración agrega que la infancia posee un derecho prevalente, por lo que todos los niños tendrán igualdad de condiciones y prevalencia aún después del matrimonio. Otro tratado que da piso a la corresponsabilidad parental es el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que promueve la igualdad de los derechos y la responsabilidad de ambos esposos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de su disolución, en cuya situación deben adoptarse disposiciones que aseguren la protección de los hijos. Deciden que no se trata de cómo lo quiera el Estado, gobierno o ley, sino que son imperativos internacionales que deben integrarse a la normativa nacional, porque los tratados internacionales obligan por encima de la ley nacional. Por su parte, la Convención Americana sobre Derechos Humanos insiste en la igualdad y la adecuada equivalencia de las responsabilidades de los cónyuges en el matrimonio, durante él y en caso de su disolución; lugar en el que se ubica el trance que nos cuesta comprender a manera de costumbres y comportamientos, donde es necesario avanzar y dejar atrás el patriarcalismo, es decir, el viejo modelo de familia: papá protector, papá productor, mamá cuidadora, la sumisión de la mujer. Otro de los principios internacionales más importantes al conferir a la maternidad un lugar valioso y no de enfermedad o condición difícil y que establece la necesidad de educar a las familias sobre la condición de la maternidad es la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Así, se reconoce la responsabilidad de hombres y mujeres en la educación de los hijos y en el desarrollo de su formación. Lo anterior sugiere que se impone a los estados la obligación de contar con medidas tendientes a la igualdad de los derechos y de las responsabilidades dentro del hogar. Dicha igualdad se refiere a las tareas domésticas, a los aportes de la familia, a la crianza y a que la mujer embarazada no es una persona discapacitada, sino que se halla en una condición especial de la familia; se considera a esta Convención como uno de los tratados internacionales que más equipara el rol paterno y materno dentro del hogar. En 1989, en la Convención de los Derechos del Niño, se fijan los dos parámetros relevantes para la igualdad en la atribución de derechos y responsabilidades como progenitores y el interés superior de los hijos como


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criterio rector del ejercicio de las funciones parentales de los progenitores, que es la base de la corresponsabilidad familiar o parental. Usualmente los temas de corresponsabilidad parental y coparentalidad se tratan como si fueran lo mismo; sin embargo, conviene distinguir ambos términos para reconocer cuándo se habla de uno o de otro. En la coparentalidad, ambos progenitores se integran para actuar positivamente y cooperan entre sí con el fin de mantener su relación de apoyo centrada en la crianza de los hijos, por lo que están implicados activamente en su vida. Se trata de la responsabilidad puesta en los progenitores. Cuando se habla desde la perspectiva del hijo, se refiere al derecho que tiene el niño de relacionarse con sus padres y a ser cuidado por ambos. Es el principio de corresponsabilidad parental referido a las obligaciones comunes de los padres respecto de los hijos. Cuando trabajamos la coparentalidad desde el punto de vista de los padres, es el deber o la responsabilidad que tienen de la participación y la crianza de los hijos. Es un término que influye mucho en la custodia.

Familias interculturales Hoy en día, quienes —como nosotros— intervienen con familias deben transformar su manera de ver la vida. En diversas ocasiones, las circunstancias nos llevan a actuar con familias que viven en un contexto muy nuestro; sin embargo, otras veces nos encontramos con familias totalmente opuestas que, por desavenencia, deciden no continuar. Ése es el momento en el que corresponde a los operadores de familia tener un concepto cultural y social muy amplio para poder ayudarlos; porque se trata de un hijo a quien es necesario asignar una custodia. Por tanto, la situación de las familias interculturales nos lleva a replantear otra visión del derecho —la antropológica— para comprender las necesidades de los niños cuando se abren las fronteras. Igualmente, es necesario pensar que se deja atrás una familia materna y paterna extensa y que el niño será querido en dos países; desafortunadamente, también es posible que, por los conflictos de pareja, el niño pueda no retornar al país donde tienen la mitad de su vida. Cuando un niño llega al punto de ruptura, lo cual ocurre en los casos de sustracción o retención, llega al punto de no saber de dónde es, porque vive todos sus años de crianza en un país y luego se va a otro. En la espera de que un juez ordene la restitución, si el niño se entera de que su padre o madre se obligarán a cumplirla, no sabrá


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si hacer amigos, si dejar el colegio o dónde dejar sus cosas o si tendrá que volver a su lugar pasado. Son niños que prácticamente se vuelven fugitivos. La historia de los chicos repatriados por las autoridades bajo la Convención de La Haya (convención sobre aspectos civiles de sustracción internacional de menores) o los tratados que sea necesario aplicar es muy difícil y cruda, debido a que las restituciones se llevan a cabo con violencia y en ellas participa la policía, lo cual no puede controlarse, debido a que la diligencia de rescate en México funciona así: actúan de inmediato. Lo anterior tiene sentido porque en la mayoría de las operaciones, cuando van por lo niños, la madre ya se ha ido, entonces se utilizan estrategias inmediatas con el propósito de desaparecer a los niños; en otros casos, el padre paga para que no dejen ingresar. Por eso, para evitar inconvenientes, cuando se trata de una familia multicultural o internacional, se debe preparar a los padres, ya que, cuando comienzan a verse luces de ruptura, se vuelve necesario tomar medidas y se tiene que empezar a abarcar todo el contexto de los hijos correctamente. Como es frecuente que el conflicto los ciegue, lo más recomendable es negociar. Cuando se lleva a los niños a otro país, debido a una ruptura o conflicto familiar, se dan dos circunstancias difíciles: 1) los niños salen de vacaciones con permiso del padre y no vuelven; es decir, ocurre una retención ilegal, y 2) el padre o la madre decide irse con el niño sin permiso para salir del país o en medio de un conflicto, aun sabiendo que existe una custodia compartida o una custodia en cabeza de uno de los padres. Por lo general, cuando son familias interculturales y los padres entran en conflicto, uno de los dos decide retornar a su familia extensa y es el momento en el que se presenta el rapto o la retención de los niños. En los casos entre Colombia y México, la Convención de La Haya y la Convención Interamericana de Restitución Internacional de Menores son los mecanismos que se tienen para permitir que, de manera fácil y rápida, se restituya a un niño a su residencia habitual. ¿Cuál es el problema de esto? La Convención de La Haya ofrece una herramienta muy rápida: en menos de dos meses, el niño debe retornar a su lugar de residencia habitual, porque se demuestra que se le sustrajo o retuvo ilegalmente. Pero como cada estado tiene un proceso, la problemática es que cada país también tiene procesos diferentes, según los manejen los jueces y los abogados; se sabe que existen estrategias cuando se trata de dilatar o de no permitir. Además, todo proceso


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judicial debe apuntar a desarrollar pruebas y cumplir la norma y, cuando se trata de desarrollar pruebas, habrá algunas que se practican, se refutan y se echan atrás, por lo que el tiempo que da la Convención de La Haya no es el mismo; incluso, ésta menciona que luego de un año, es posible que el juez niegue el derecho a restituir, porque en el interés superior al niño, es necesario considerar que éste ya construyó un entorno, un contexto social, un apego. Dichos conflictos internacionales cuentan con leyes para resolverlos, aunque también existen trabas y demoras. Entonces, ante un posible caso de sustracción, lo mejor es pensar cómo mediar y cuál es la mejor estrategia y, de cierta manera, garantizar y prever qué puede suceder cuando las familias son interculturales. ¿Qué sustenta toda la plataforma de la restitución institucional? Se cuenta con el Derecho Internacional Privado; la Convención de La Haya, y la Convención Interamericana sobre Restitución Internacional de Menores. Todos construyen la familia, consider ando el pasado y el presente. Así como somos producto de lo que nos enseñaron nuestra familia y la sociedad, nos toca ser guías de lo que vendrá; en esa medida, todos somos responsables de lo que estamos viviendo y del porvenir. Algo muy importante en la familia es rescatar valores, porque cuando un verdadero acuerdo funciona, es porque a la persona se le enseñó desde pequeña a cumplir su palabra, porque se le formó bajo la construcción de un nosotros. Por todo lo anterior, seamos con nuestros hijos lo que hubiéramos querido para nosotros. Siempre hay que mediar; nadie gana. En familia, una sentencia vencida es una venganza que viene en camino y los desafortunados siempre serán los hijos.



El perdón en la separación de la familia Joaquín Huerta Reyes*

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n los tiempos actuales, cuando los padres pasan por un proceso de separación tocan fondo por las complicaciones que surgen y llegan al punto de no saber hacia dónde dirigirse para resolver su situación. No son pocos los casos en los que los progenitores experimentan diversos trastornos como consecuencia de la tensión emocional a la que se someten durante el divorcio. Tal es el caso de un padre que relató a su terapeuta cómo cierta tarde sufrió un vacío de conciencia —fue un brote sicótico— y, cuando la recuperó, caminaba descalzo en Viaducto. Ante estas situaciones, a veces resulta útil tomar partido durante las sesiones terapéuticas, por más que se esté contraviniendo uno de los principios de la psicología: no involucrarse con el paciente ni tener una intervención directa, porque con ello se invade la afectividad. Sin embargo, en muchos casos es necesario ignorar estas indicaciones en aras de obtener buenos resultados. Porque en medio de la separación de dos personas que descubren que ya no pueden convivir más, a menudo se encuentran los hijos que juntos procrearon. Por ello, ha sido necesario procurar medidas que protejan a los niños, como la firma de convenios para preservar sus derechos o el establecimiento de fechas que evidencien la necesidad de atención. Por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial, la población infantil se vio vulnerada y mermada de modo considerable, lo que llevó a que, en 1924, la Convención de Ginebra estableciera los derechos del infante e instituyera el Día del Niño el 30 de abril, para recordar el triste suceso y no repetir errores del pasado.

* Psicólogo de la Asociación Mexicana de Padres de Familia Separados desde 2005. Miembro de honor la Asociación de Cultura y Psicoanálisis, “Lapsus Toledo”, México.


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No obstante lo anterior, en México la violencia infantil se ha incrementado de modo significativo y ha adoptado diversas caras. Una de ellas aparece justamente en los procesos de separación: la alienación parental. El británico Ludwig F. Lowenstein, reconocido como una autoridad en el campo de la psicología, y autor de los libros Parental alienation and the judiciary, Parent alienation syndrome, at two stepp approach toward a solution y Parental alienation syndrome (pas), define la alienación parental como “la acción consciente de uno de los padres en contra del otro para que pierda el afecto, el amor, el respeto y la consideración de sus hijos”. Este tipo de situaciones trae a la memoria un conocido pasaje bíblico que sirve muy bien para ilustrar el dolor por el que pasan los padres y los hijos. Me refiero al momento en que Yahvé pregunta a Caín por Abel. Exclama: “¿Qué has hecho de tu hermano? Su sangre clama a mí desde el suelo.” En el original hebreo, la palabra sangre tiene la noción de pluralidad, es decir, “sangres”. Lo anterior lleva a pensar que la pregunta parece indagar no sólo sobre el hermano asesinado, sino que se dirige también hacia toda la descendencia. Como si Yahvé preguntara: “¿Qué has hecho, de modo que has coartado todo el linaje?” Algo semejante ocurre en los casos de alienación parental, cuando los padres llegan al punto en que se genera un gran odio que pasa por encima de los hijos. Bien puede preguntárseles: ¿Qué has hecho con la sangre de tu cónyuge y con la de tus hijos, que es tu propia sangre?

Sociedad y trasfondo generacional De acuerdo con las estadísticas, como consecuencia del divorcio, 30 personas son afectadas directa o indirectamente por cada generación. La médica pediatra y psicoanalista Françoise Dolto, famosa por sus descubrimientos en psicoanálisis de la infancia y por haber participado, junto a Jacques Lacan, en la creación de la Escuela Freudiana de París, afirma que lo que una generación calla las siguientes lo padecen. Esto tiene que ver, sin duda, con la transmisión de valores. Tal es el caso de una joven casada, hija de madre divorciada y con tíos también divorciados pero vueltos a casar. Un tanto en broma, su familia solía decirle que cuándo se separaría para contraer sus segundas nupcias; no hacerlo parecía señalarla como ajena a la familia. Es casi seguro que estos comentarios llevaran una carga lúdica, pero el peso de las palabras en el inconsciente es difícil de negarse.


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El asunto del divorcio comienza desde el momento en que una pareja decide casarse en circunstancias de idealización de la pareja. Cuando aparece la esencia del otro, todo se derrumba y sobreviene la decepción.

Experiencias en la Asociación Mexicana de Padres de Familia Separados Entre los principales síntomas que presentan quienes acuden a buscar ayuda a la Asociación Mexicana de Padres de Familia Separados (ampfs), puede señalarse la desesperación, la ansiedad, niveles altos de estrés, decepción, enfermedades, pérdida del empleo o problemas con él, trastornos en su sexualidad, onicofagia, calvicie, tics, obsesión, desarrollo de trastornos y sentimientos de venganza, odio, indiferencia. No es raro que también haya cambios de religión. El establecimiento de nuevas relaciones amorosas tras la separación es más frecuente en hombres que en mujeres. Dos frecuentes situaciones que pueden sumarse a esta lista son los hijos parentales y los abuelos parentales. La primera es común cuando los padres no se responsabilizan por lo que a cada uno corresponde. En la ampfs, hemos tenido casos en los que niños de entre 6 y 8 años cargan grandes responsabilidades —como cuidar a sus hermanos e, incluso, a sus propios progenitores—, debido a la indiferencia o egoísmo de sus padres. En cuanto a la segunda situación, surge cuando también los abuelos de los niños sufren las consecuencias de la separación, pues el yerno o nuera se niegan a llevar a los nietos de visita. E incluso si lograran acceder, no es raro que los abuelos terminen supliendo al hijo o hija en sus funciones paternales. Cuando los involucrados en la separación acuden a buscar ayuda, se establece el primer contacto que conduce a la entrevista de contención para determinar si conviene que los interesados participen en un taller, curso, grupo de contención o terapia. Durante la entrevista, es fundamental escuchar al interesado. Conviene que sea él quien proponga, quien habla, pues, a partir del habla, se rompe, a pesar de la resistencia inicial, el statu quo de confort. En este primer momento, debe entenderse confort como la situación a la que el involucrado, por dura que sea, está familiarizado y por ello mismo le resulta difícil salir de ella y dejarla atrás.


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Dinamismo del cambio De acuerdo con Silvia Satir, psicoterapeuta estadounidense y autora de varios libros enfocados en la terapia familiar, toda persona desea vivir sin dejar de ser ella misma, es decir, sin perder cierta libertad. Lo anterior está bien si se refiere al desarrollo de las libertades a las que todo individuo tiene derecho —y que Satir sintetiza en cinco—. Pero, cuando se trata de cierta resistencia al cambio, el asunto es distinto; abandonar la zona de confort es necesario. En términos generales, el proceso del cambio recorre las siguientes etapas o fases: 1) En el antiguo status quo, la productividad de la persona se encuentra en un punto medio y 2) sólo presenta un alza frente a las emociones temporales provocadas por un elemento externo. 3) En una segunda fase, cuando se hace necesario introducir cambios, aparece la resistencia. 4) Lo siguiente corresponde al subsecuente caos que sólo con el tiempo logra elevarse a la siguiente etapa, 5) la de integración, que a su vez nos llevará a la última y más alta: 6) un nuevo status quo, que es ahora la actual zona de confort. En el caso de los conflictos de separación de cónyuges, el cambio es indispensable para transitar hacia una nueva vida. Y el perdón es un elemento que no puede faltar en este nuevo cambio.

El perdón en la familia La familia es el encuentro de personas que han recorrido distintos caminos. Por más que se asemejen, cada historia tiene sus particularidades que no siempre son compatibles con los de la pareja. En la familia, conviven tres historias: la que el padre y la madre, por separado, traen desde su formación y la historia de los hijos, que se conforma con base en las de los padres. Este encuentro/desencuentro es fuente de muchas emociones: abandono, desamor, maltrato, difamación, familia extensa, toxicomanías, entre otras más. En este escenario, hay que diseñar estrategias enfocadas en la recuperación del trauma de la separación. Algunos de los aspectos que deben abordarse y que han llevado a la institución de talleres para apoyar a los padres son los siguientes:


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Autoestima

En su libro Los seis pilares de la autoestima, el psicoterapeuta Nathaniel Branden, experto en el tema de la autoestima, sintetiza las acciones nodales que conducen a la autoestima: 1. 2. 3. 4. 5. 6.

vivir conscientemente, ejercitar la práctica de la aceptación de sí mismo, practicar la responsabilidad de sí mismo, practicar la autoafirmación, vivir con propósito y practicar la integridad personal.

Codependencia A pesar de que todos los que acuden a la Asociación se presentan como víctimas, lo cierto es que las entrevistas dejan ver que no en todos los casos esto es cierto. En la codependencia, hay tres papeles que usualmente se asumen: a) El salvador (más yo, menos tú): • Rescata a la víctima en crisis. • Manipula con sobornarnos. • Necesita que lo necesiten. • Ofrece ayuda falsa. • En realidad, le disgusta ayudar. • Se esfuerza en que la víctima siga con su papel para poder seguir desempeñando su papel de salvador. • Se cree capaz de solucionar problemas ajenos, se hace cargo de los demás. b) El perseguidor (más yo, menos tú) • Critica al adicto por no dejar de consumir. • Manipula con miedo. • Necesita que le teman. • Elabora reglas poco prácticas y las hace cumplir de forma cruel. • Atormenta a personas débiles. • Exagera los defectos.


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c) La víctima (menos yo, más tú) • Se siente maltratado. • Manipula con culpa. • Necesita que lo persigan o lo salven. • Provoca a otros para que lo humillen, critiquen o hieran. • Envía mensajes de indefensión. • Finge estar desconcertado.

Violencia La violencia es otro elemento que refieren —en su calidad de víctimas— quienes acuden a solicitar ayuda. Se atiende a la violencia sutil para identificar cómo está la relación de pareja y como se da con los restantes miembros de la familia y con el propio terapeuta. Cuando pensamos en la violencia, nos viene a la mente la mujer; sin embargo, no sólo ella es susceptible a ser violentada, pues ha habido casos en los que también los padres sufren la violencia. Hubo un caso en el que la mujer, la cuñada y la suegra golpeaban al varón. Existen cinco tipos de la violencia (psicológica, física, patrimonial, económica, sexual) y cinco modalidades (familiar, laboral y docente, en la comunidad, institucional, feminicida).

EL PERDÓN

El término perdón proviene del latín. Está compuesto del prefijo per, que guarda la noción de <<pasar por delante, por encima de>>, y del verbo donare <<obsequiar, dar>>. Significa <<remisión, condonación>>, es decir, alude al cese de una falta o de una ofensa por el cual se exime a alguien de una obligación. En su texto de 2005, “Transforming trauma into tragedy: Oedipus/ Israel and the psychoanalyst as messenger”, B. S. Kane señala que la capacidad de perdonar se relaciona con la palabra hebrea arcaica rechem, que significa <<útero>>. Señala que tal vez los antiguos hebreos querían significar la posibilidad de abrir la puerta a una nueva vida, lo cual supone el reconocimiento de agravios, sin permitir que el pasado se cierna como una sombra sobre el futuro (cit. por J. L. Lillo, 2014).


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El duelo Según Kübler Ross, psiquiatra y escritora suizo-estadounidense y una de las más grandes expertas mundiales en el tema de la muerte, en el nivel de la energía del individuo existen cinco fases del proceso de duelo en las que predomina una emoción: 1. En la primera, surge la sorpresa y el miedo. La energía desciende debido al sentimiento de negación. 2. Después, aparece la ira, junto con la cólera, la indignación y el resentimiento; la energía se eleva. 3. En la fase intermedia, ocurre el proceso de negociación, que se caracteriza por la incertidumbre y el desconsuelo. 4. Una vez más sobreviene un descenso en la energía, esta vez, de forma muy marcada, pues aparece la depresión: el individuo experimenta tristeza, frustración y nostalgia. 5. Por último, la energía se recupera y alcanza su punto más alto cuando, en la última etapa, aparece la aceptación, que trae consigo la tranquilidad y la confianza. En cierto modo, podemos afirmar que el perdón no existe, pero sí la posibilidad de darle la vuelta y trascender. No se trata de destruir o de buscar reconciliación; tampoco de excusar al agresor o guardar sentimientos como el odio, la venganza o la tristeza, de dejar de buscar justicia o de dejar de luchar por los derechos humanos. Por el contrario, es el momento de construir, de abandonar la intención de venganza y el resentimiento; es más que aceptar, hacer cesar el enojo o mantener una actitud neutral hacia el otro. Se trata, más bien, de mostrarle benevolencia, y esto implica asumir un compromiso personal y gradual.

El proceso del perdón De acuerdo con el lugar que se ocupe, existen dos procesos del perdón: en uno se otorga; en el otro, se solicita. Para perdonar, es necesario analizar y reconocer el daño sufrido, elegir la opción de perdonar, aceptar el sufrimiento y la rabia, establecer estrategias de autoaceptación y expresar de forma explícita que se concede el perdón.


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Para pedir perdón, en cambio, es imprescindible reconocer que se causó daño o se ofendió al otro, sentir el dolor del otro, analizar la propia conducta, definir un plan de acción para no repetir el suceso, pedir perdón a la pareja de modo explícito y restituir el daño causado. Puesto que los conflictos que acarrean las separaciones y la alienación parental desgastan a padres e hijos, es necesario buscar las vías para dejar fluir el dolor y regresar a la calma, la serenidad. Sólo de esa forma puede emprenderse una nueva relación con amor. Pero además Santa Teresa de Calcuta afirmaba que si, en verdad queremos amar, también tenemos que aprender a perdonar.

Conclusiones A lo largo del texto, hemos procurado desarrollar con claridad cada punto, por lo cual no es nuestra intención redundar en lo expuesto. No obstante, viene a la mente una serie de acciones que contribuye a la fortaleza de quienes pasan por un proceso de separación o alienación parental, y al mismo tiempo brinda los elementos que permitan emprender una nueva vida. Hay que aprender del silencio. Hay que creer en la fortaleza del paciente y de la familia, y también en su sabiduría. Conviene usar su experiencia y ejercitar la paciencia en aras de la recuperación de lo abandonado. Es indispensable adaptarse a la nueva libertad, negociar y recuperar el sentido de identidad. Mahatma Gandhi decía: “No hay camino hacia la paz; la paz es el camino.” “Con el puño cerrado no se puede intercambiar un apretón de manos.”


Antología jurídica civil-familiar. De la teoría a los hechos Lázaro Tenorio Godínez* “La gratitud es la memoria del corazón.”

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e 1998 a 1999, trabajé como secretario Proyectista de Juzgado, en el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México. Mi primera experiencia memorable sucedió con un juez, quien muy paciente me dijo: “licenciado, en estos asuntos de divorcio necesario, lo primero que tiene que hacer es ver las demandas y leerlas; si no se mencionan las circunstancias de modo, tiempo y lugar, ya no profundice, el juicio está perdido”. Me sorprendí cuando descubrí que en más de la mitad de los asuntos, las partes no mencionaban las circunstancias en modo, tiempo y lugar; es decir, no explicaban cómo sucedieron los hechos, dónde, a qué hora, qué día, qué mes, qué año. El mismo juez también me obsequió la siguiente lección: las razones por las cuales se exigen dichas circunstancias son tres. 1. Para que el demandado pueda preparar debidamente su contestación respecto de los hechos que se le están imputando. 2. Para que el juez pueda valorar la gravedad de las conductas, porque no cualquier conducta es motivo de divorcio necesario.

Actual magistrado presidente de la Primera Sala Familiar del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México. Presidente del Consejo Nacional de Investigaciones Jurídicas, A. C., y del Instituto Iberoamericano de Derecho Familiar, A. C. Investigador del Sistema Nacional de Investigadores del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y miembro de la Asociación Nacional de Doctores en Derecho; del Colegio Nacional de Profesores de Derecho Procesal, y del Consejo Editorial del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam y de la Red Jurídica Internacional de Jueces de La Haya. *


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3. Para que el juez pueda calificar el término de la caducidad de las causales, que en ese entonces era de seis meses a partir de que se tiene conocimiento de los hechos. Si son causales instantáneas, de tracto sucesivo o de comisión permanente, mientras duren los hechos, y seis meses después de que cesa el tracto sucesivo a la Comisión Permanente. Al revisar varios casos, me causó extrañeza saber que los juicios se perdían. Las partes no satisfacían dichos requisitos y los juicios tardaban hasta dos años. Dictábamos sentencias conforme a derecho, pero nos llevábamos un sabor de boca muy amargo al saber que no habíamos resuelto la problemática de los miembros de la familia. En general, se absolvía al demandado, se dejaban sin efecto medidas provisionales y las partes quedaban obligadas a reincorporarse al domicilio conyugal. Tiempo después, fungí como proyectista en Sala y juez familiar durante siete años. Al principio, como juez, dicté resoluciones conforme a derecho. Recuerdo que, en cierta ocasión, a mi privado llegó una madre con su hijo —cuyo rostro sigue fresco en mi memoria—, y dijo: “¿Ya dictó usted la sentencia? Le traje a mis hijos para que dialogue con ellos; usted les ofreció resolver lo más conveniente para evitar el purgatorio que estamos viviendo. Pero hay una sentencia absolutoria, y no se consideraron nuestros estudios psicológicos, ni la averiguación previa ni las fotografías con hematomas, los videos, la plática donde mis hijos manifestaron maltrato físico”. Como Jurisprudencia de la Corte, no sabía qué decir al respecto. Y ésa no era la sorpresa mayor; porque promovían apelación y la Sala confirmaba; luego, promovían amparo, y éste decía que la resolución estuvo bien pronunciada. Nos preguntábamos de qué habían servido dos años de proceso judicial. Por otro lado, aun cuando en un proceso judicial se ven involucrados tanto hombres como mujeres, son éstas las personas más vulnerables en cuanto a lo económico. Vendían lo que podían e incluso pagaban al abogado con parte de la pensión alimenticia. Lo lamentable era que era en vano, pues luego de dos años, perdían el juicio. No sabíamos cómo explicarlo a la familia, cómo decir a los hijos que un Tribunal, la máxima autoridad, había resuelto que así tenía que ser. Las partes o los abogados decían que la culpa era de los jueces, que incluso se habían vendido a la parte contraria. Los abogados ni siquiera conocían la tesis de Jurisprudencia, o la conocieron hasta


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que la parte demandada contestaba o aclaraba sus excepciones y defensas y manifestaba esa tesis de Jurisprudencia. Como sea, el juicio se perdió. No estábamos resolviendo conforme a derecho. ¿Quién fue el responsable? Siempre he creído que todos, por victimizar a la familia con tecnicismos innecesarios. Por mi parte, debo aclarar que durante el proceso, como juzgador, tuve que utilizar ciertas tácticas y estrategias para erradicar esos tecnicismos. Igualmente, comenzamos a dialogar con las partes, les hacíamos saber el mayor beneficio para sus hijos, arreglábamos asuntos de violencia de todo tipo y cambiábamos de divorcio necesario a voluntario; asegurábamos la pensión alimenticia, los mandábamos a terapia psicológica; no entrábamos a la causal de divorcio necesario. Cuando había allanamiento, no entrábamos a las circunstancias de modo, tiempo y lugar y se terminaba el asunto. Nadie promovía apelación ni amparo. Entonces, publicamos el libro La suplencia de la queja en materia familiar. En él, se habla de las amplias facultades que tienen el juez de lo Familiar, las Salas de lo Familiar y los magistrados locales y federales. También se habla de la aplicación de los tratados internacionales, lo cual viene de hace mucho tiempo, pero apenas en 2011 volvimos al tema de los derechos humanos y los convenios internacionales. Nos dimos cuenta de que no estábamos resolviendo ni siquiera conforme a derecho, por lo que muchas cosas se pasaban por alto; también descubrimos que el juez, aun cuando no se acreditaran las causales de divorcio, tenía amplias atribuciones para entrar a las prestaciones accesorias. Así que cambiamos poco a poco. Luego, advertimos la recurrencia a esos tecnicismos de modo, tiempo y lugar y violencia familiar, por lo que publicamos otro libro respecto del último tema para erradicarlos. Partimos de la premisa de que el Estado debe garantizar a los peticionarios un procedimiento ágil, sencillo, eficaz y moderno en el que estos últimos puedan demostrar legal y humanamente sus pretensiones con el menor desgaste físico, mental y económico posible. Eludir esa responsabilidad es atentatorio de los derechos humanos de los peticionarios. Existe una gran cantidad de estudios jurídicos que no se han convertido en libro, pero que ha marcado a las instituciones. Muchos resultados legislativos y cosas que se han creado tienen un razonamiento y una explicación en este libro; ésa es su ciencia. Sus 25 estudios jurídicos son una aportación legislativa.


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Hoy por hoy, estamos desilusionados de la impartición de justicia. No nos percatamos de que algunas sentencias se dictan y pocas veces se ejecutan, de que, no obstante la existencia de una resolución que ordena la convivencia en ciertos periodos, las partes se desentienden con la mano en la cintura y nunca cumplen y, cuando están a punto de cumplirse, las partes se esconden, se llevan a los niños o éstos, después de unos años, se encuentran completamente alienados, se resisten, y para no violar sus derechos humanos, los dejamos en la situación en la que se encuentran y ya no podemos hacer nada. Lo anterior es muy lamentable, porque entonces el derecho no funciona y ni la impartición ni la administración de justicia están cumpliendo su cometido. El salario que pagamos a nuestros servidores públicos no se está justificando. Y, sin embargo, cada día se abren más instituciones; incluso se dice que se creará una fiscalía anticorrupción y un aparato de burocracia en los que se gastarán millones de pesos en salarios, pero sin que se ofrezca una respuesta a las demandas de la ciudadanía. En México hace falta tener soluciones más determinantes y concretas.


II. Amoris laetitia. Antecedentes, contexto y expectativas

 



Palabras de apertura Bernardo Ardavín Migoni*

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uiero dar la más cordial bienvenida a la celebración de este segundo foro de cinco que conforman una reflexión sobre la familia. Como recordarán, el primero estuvo organizado por el posgrado de nuestra escuela de Psicología, quienes dedicaron ese primer encuentro al estudio de las familias separadas, con todas las consecuencias que conlleva, no sólo para sus componentes, sino también para la sociedad entera. En todos los foros es posible encontrar el sustrato del documento Amoris laetitia, fruto de un sínodo, que constituye una cantera inagotable de material riquísimo, porque en él se reunieron obispos de todo el mundo. Ahí se tuvo la representación de la problemática global de la familia con todos sus aspectos, el sociológico, económico, cultural y, por supuesto, religioso, de manera que el documento Amoris Laetitia es fuente de observaciones extraordinariamente valiosas. Tal es la razón por la que el tema de la familia, que ahora es motivo de análisis y discusiones y seguramente de algunas redefiniciones para poner al día a esta institución milenaria, para que pueda responder mejor a las necesidades de este mundo, también se tratará en la Universidad. Como fruto final de estos foros, publicamos las conclusiones tratando de aportar a la universidad y a la sociedad los análisis, las discusiones y conclusiones, de manera que sean útiles para todos.

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Rector de la Universidad Intercontinental.



Amoris laetitia Mons. Rodrigo Aguilar Martínez*

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l documento Amoris laetitia, exhortación apostólica postsinodal del papa Francisco, es fruto de un caminar sinodal de dos años; incluye los sínodos realizados en octubre de 2014 y octubre de 2015, junto con las relaciones finales votadas por los padres sinodales. Aun cuando en el sínodo de 2014 algunos números no tuvieron las dos terceras partes, el papa Francisco dispuso que se publicaran con el voto de aprobación y de no aprobación. El camino sinodal considera dos consultas previas con preguntas-cuestionarios aplicadas a la Iglesia Universal, en las cuales participaron los obispos con sus comunidades diocesanas de todo el mundo; además de universidades, instituciones e individuos, quienes externaron su punto de vista; esto incluye más de 30 catequesis semanales que ofreció el papa entre los dos sínodos, que en conjunto conforman el documento Amoris laetitia que el papa Francisco reúne para compartirlo. En el sínodo de 2014, él mismo señala algunos rasgos importantes del camino sinodal, como actitudes para vivir el espíritu sinodal. Sínodo significa <<caminar juntos>>, por lo que él afirma que para ello es necesario hablar con claridad y valentía, y yo agregaría lo que dijo Benedicto xvi: “hablar con verdad y caridad”. Que cada una incluya a la otra, escuchar con humildad, acoger con apertura de corazón y estar dispuestos a escucharse mutuamente y a escuchar todos al Espíritu Santo. Éstos son algunos de los rasgos que indican el espíritu sinodal. En realidad, este espíritu no es para ser vivido sólo por los que están en la reunión del sínodo —poco más de 300—, sino que el papa Francisco, sobre todo ahora, en octubre de 2015, al celebrar 50 años del primer sínodo, motiva a que se *

Presidente de la Comisión Episcopal de la Familia, cem.


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viva en todos los niveles: el papa con los obispos; los obispos en la Conferencia del Episcopado; el obispo en su diócesis, con sacerdotes consagrados y laicos; en la parroquia, el sacerdote con sus feligreses; en la universidad, con los maestros, las autoridades y los alumnos; los grupos, asociaciones y movimientos, con la familia. Todos ellos dialogan con esos criterios, con esos rasgos. El fruto de este caminar con espíritu sinodal, dice el papa Francisco, es “un precioso poliedro lleno de belleza y luz”. A su vez, el camino de la sinodalidad es el que Dios espera de la Iglesia en el tercer milenio. Podemos concluir que si se camina en espíritu sinodal, la Iglesia tendrá una pastoral consistente y eficaz; de lo contrario, se pierde consistencia y eficacia, lo cual significa que todos estamos llamados a vivir este espíritu. También es posible relacionarlo con otros dos aspectos representativos de la vida de la Iglesia: la espiritualidad de la comunión, de la que nos hablaba el papa san Juan Pablo II, en el milenio que inicia, en el número 43; y también el discernimiento comunitario ignaciano. Dos aspectos claves para cultivar la comunión que, en este caso, sería la sinodalidad. Dicho camino sinodal permitió poner sobre la mesa la situación de las familias en el mundo actual, ampliar la mirada y reavivar nuestra conciencia sobre la importancia del matrimonio y de la familia. Al mismo tiempo, la complejidad de los temas planteados nos mostró la necesidad de continuar profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales morales, espirituales y pastorales, como indica el papa Francisco en el número 2. Según podemos resumir, la situación de la familia —como se señala, sobre todo, en el capítulo segundo de Amoris laetitia— tiene numerosas señales de crisis. Pero el deseo de familia permanece vivo. Hay muchos jóvenes que aspiran al matrimonio, incluso a la plenitud del matrimonio-sacramento, y muchos matrimonios que viven gozosamente su relación conyugal con el sacramento. Hacia el final de la introducción, el papa Francisco declara abiertamente que “las familias no son un problema; son una oportunidad”. Así, el Amoris laetitia presenta una visión no reactiva y pesimista, sino proactiva y de esperanza, al tiempo que promueve que ése sea el espíritu nuestro al hablar, pensar y trabajar en relación con la familia. El papa Francisco es consciente de lo que se da en los medios de comunicación y entre ministros de la Iglesia. Él no teme a la discusión; yo diría que incluso la suscita, con tal que sean mencionados los cuatro rasgos en Amoris laetitia, “fiel


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a la Iglesia, honesta, realista y creativa”. La unidad de doctrina y de praxis incluye variadas y diferentes propuestas inculturadas, desde posturas rígidamente definidas en la doctrina, hasta el otro extremo de posturas muy permisivas doctrinalmente hablando. Tal exhortación adquiere un sentido muy especial en el contexto del Año Jubilar de la Misericordia —que estamos celebrando—, para recibir misericordia y compartirla generosamente dentro de la familia y de toda pastoral, en bien de las familias. La doctrina del matrimonio y la familia en su totalidad todavía es válida. Podemos hablar de Humanae vitae, de Paulo VI; de Familiaris consortio, del papa san Juan Pablo II, que concentra una amplia y profunda presentación constante de lo que él mismo trató sobre el matrimonio y la familia (“Yo quisiera ser recordado como el papa de la familia”). También podemos hablar de otros documentos, como Donum vitae o De la dignidad de la persona. Sea como sea, no cambia esta doctrina. ¿Cuál es, entonces, la novedad del papa Francisco en Amoris laetitia? El énfasis en la persona como sujeto moral, con su conciencia, sus disposiciones interiores y su responsabilidad personal. Más que resaltar la doctrina, destaca a la persona que viva esta doctrina. Además, con un lenguaje cercano, incluso tan coloquial que pierde la precisión conceptual a la que estábamos habituados en este tipo de escritos, pero con esa cercanía que provoca su lenguaje, a lo cual ya nos habituamos en sus homilías, intervenciones y entrevistas; sugerente, existencial, con sus variadas situaciones particulares, positivo, esperanzador y sugerente nos habla de la realidad de los matrimonios y las familias. Tanto el documento como la intervención del papa Francisco no están para condenar o reglamentar respecto del matrimonio y la familia, sino para ofrecer palabras y gestos de misericordia, discernimiento e integración. Dice el cardenal italiano Ennio Antonelli, ex presidente del Pontificio Consejo para la Familia: “La novedad de Amoris laetitia está en la amplitud de aplicación que se da al principio de la gradualidad en el discernimiento espiritual y pastoral de los casos particulares”. Entraremos poco a poco en este punto. Podríamos hablar en general de todo el documento, que incluye varias dimensiones no clasificadas en los capítulos, sino presentes en diferentes partes, aun cuando algunos capítulos se encuentren marcados, con especial énfasis, en alguna de estas dimensiones. En primer lugar, hay una dimensión bíblica. Es constante la referencia a la Biblia, sobre todo, en el capítulo primero de Amoris laetitia, donde el


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papa Francisco comenta el Salmo 128 —un salmo de la liturgia matrimonial judía y cristiana, utilizado en las celebraciones eucarísticas de matrimonio—; también en el capítulo cuarto, donde habla del himno de la caridad o himno del amor de san Pablo. Los comentarios sobre tales textos son muy valiosos y sugerentes para quienes aspiran al matrimonio y para los propios matrimonios; incluso a los sacerdotes nos sirve como meditación y preparación para la particular homilía que podamos dar en una celebración eucarística de matrimonio de familia. Otra dimensión de la Encíclica es la sociológica, que refiere a la realidad, a la situación tan compleja de la familia en el mundo entero; que encontramos en el capítulo segundo. La dimensión teológica destaca, principalmente, en el capítulo tercero, en el cual se menciona la riqueza del tema de la familia y su vinculación con la Trinidad. En esto todavía no se ha profundizado mucho teológicamente, si bien ya aparece el cardenal Marc Ouellet, quien ha escrito dos libros al respecto. Para los teólogos —los pastoralistas de la familia— será bueno continuar profundizando y procurando el ejercicio de esta vinculación de la familia con la Trinidad. Hay otros aspectos de la dimensión teológica; algunos ya más conocidos, como el matrimonio y la familia, especialmente, la Iglesia doméstica, o también el matrimonio en su condición de sacramento, que es signo del amor de Cristo con la Iglesia. Otro aspecto teológico que no se ha profundizado, pero que el papa Francisco ya lo introduce bastante, es el matrimonio como una vocación. Si contemplamos esto según otras vocaciones, vemos todo lo que ha faltado y lo que estamos llamados a cultivar. El sacerdote o el consagrado se preparan largos años para la ordenación, para su profesión; sin embargo, la preparación para el matrimonio es a menudo de apenas unos cuantos meses. En ocasiones, el noviazgo sí es de varios años, pero con frecuencia puede ser más breve. Por ello, es importante que se viva una adecuada preparación y se considere como una vocación; es decir, no se trata sólo de elegirse mutuamente, sino que asumir que Cristo Jesús está llamándote para que te cases con determinada persona. Nos referimos a una vocación que viene de más lejos: de Cristo que te llama para el matrimonio con la persona concreta. Es toda una riqueza teológica que luego vincularemos al aspecto antropológico.


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La dimensión antropológica se menciona en varios capítulos, como la condición sexuada del varón y la mujer, iguales en dignidad, diferentes para complementarse y para que en esta unión y de ella tenga lugar la procreación. También aparece una dimensión psicológica, relacionada, por ejemplo, con el mundo de las emociones, de los sentimientos, de la libertad; va muy unida a la pedagógica, que es muy constante en el documento. Es una de las riquezas que relaciona con estas otras dimensiones. La pedagogía es el acompañamiento en la vivencia de las emociones y del amor, de los problemas, de los miedos, de los anhelos. La dimensión moral tiene que ver con la búsqueda del bien, de la rectitud, de la alegría en el amor. También se alude a una dimensión pastoral. En todas estas dimensiones: pedagógica, psicológica, moral, lo bíblico y lo teológico con lo muy humano siempre se trata de acompañar pastoralmente a los jóvenes hacia el matrimonio en su vivencia conyugal y de familia. Asimismo, la dimensión espiritual está presente en la Encíclica. Durante siglos, se ha hablado mucho de la espiritualidad, de la vida consagrada, de la espiritualidad sacerdotal, pero no de la espiritualidad conyugal y familiar. Ya el papa Francisco menciona algunos aspectos, es decir, el propio camino de la relación con Dios, del matrimonio y de la familia; que no sea una simple copia de lo que vive el consagrado o la consagrada y que tiene su propia riqueza. Así, al entretejer estas dimensiones, la exhortación presenta la pastoral del matrimonio y la familia como una pedagogía del amor con alegría, incluso con misericordia hacia el matrimonio y en el matrimonio y la familia. Y, como menciona el mismo papa Francisco, en el número 211, que dicha pedagogía del amor incluya convicciones doctrinales, recursos espirituales, caminos prácticos, consejos bien encarnados, tácticas tomadas de la experiencia y orientaciones psicológicas, que deberán incluir la pastoral del matrimonio y la familia. Veamos algunos capítulos específicos.


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Amor en el matrimonio

Para el papa Francisco, el capítulo iv y el v son los centrales de Amoris laetitia. En él se nos habla del amor en el matrimonio, enfocado en la pareja, tanto de los que están casados como de los que aspiran a casarse. Algunas frases que pueden resumir el capítulo son las siguientes: • “La gracia del sacramento del matrimonio está destinada, ante todo, a perfeccionar el amor de los cónyuges” (núm. 89). • “Después del amor que nos une a Dios, el amor conyugal es la máxima amistad” (núm. 123). El papa Francisco presenta no sólo una doctrina sobre el amor conyugal, sino sugerencias sobre cómo vivirlo. Por ejemplo, conforme al himno de la caridad o el himno del amor de san Pablo, sito en la primera Carta a los Corintios, capítulo 13, podemos formularnos algunas preguntas: ¿cómo he vivido algunos de los rasgos? Recordemos que el amor es paciente, compasivo, servicial; el amor todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Con las sugerencias bíblicas, teológicas, humanas, pedagógicas del papa Francisco, nos vemos interpelados: ¿cómo he vivido eso yo?, ¿en qué me veo deficiente?, ¿en qué me veo motivado a crecer? ¿Nos sentimos involucrados ahí los matrimonios y quienes acompañamos a los matrimonios? Para los jóvenes surgen preguntas: ¿estoy preparado para el matrimonio, viviendo el amor de esa manera?, ¿en qué puedo prepararme más? Y quienes acompañan a los matrimonios deben preguntarse: ¿estoy dando testimonio de este amor?, ¿cómo puedo acompañar a los matrimonios en esta vivencia de amor, en este crecimiento de su amor?

Los frutos del amor conyugal El tema es el amor que ya se vuelve fecundo; es decir, los esposos que se convierten en padres. También presento varias frases que podrían sintetizar todo el capítulo v: • “El amor siempre da vida; por eso, el amor conyugal no se agota dentro de la pareja. Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo” (núm. 165).


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• “Cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y que ha sido abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres” (núm. 166). Considerando la realidad dolorosa y conflictiva, el papa Francisco sugiere lo que debe ser, y frente a la idea de que la familia pequeña vive mejor, argumenta que las familias numerosas son una alegría para la Iglesia. Aquí pueden brotar varias interrogantes: ¿estoy de acuerdo con esa mentalidad?, ¿cómo la he vivido?, ¿cómo no la he vivido? Pensemos en nuestra propia familia: todos somos hijos. En mis primeros años de sacerdote, yo veía muchos testimonios de padres de familia que daban la vida por el bien de sus hijos; la actitud era de entrega total ante lo que fuera necesario para su bien. Ahora ya no lo veo así. Hay mucho individualismo, mucho egoísmo, mucho “pienso en mí y ya después ellos que se las averigüen”. Entonces, debo preguntarme si creo en esta postura del papa Francisco. Jóvenes, pregúntense si se preparan para un matrimonio que incluye esta mentalidad, para un matrimonio que se convierta en familia. Es importante tener todo esto en cuenta, cuál es nuestra postura respecto de ello. Y también cuál es la postura de nuestro entorno. En el mismo capítulo, el papa dice “todos somos hijos”, lo cual tiene que ver con nuestra condición filial; incluso los ancianos somos hijos. Siempre está la referencia de relación con nuestros papás; por ello, hay que seguir cultivándola. En cuanto a los ancianos, ellos ayudan a percibir la continuidad de las generaciones con el carisma de servir de puente, así que el anciano debe valorar su misión en su familia; ¿cuántas veces es él quien vela esa vinculación de los hijos con los nietos y la educación de los nietos y la transmisión de la historia, de la memoria histórica? A su vez, la familia ha de acoger, amar, atender a los ancianos de su casa. Sepamos ser hermanos, puesto que todos somos hermanos —aunque ahora ya hay muchos casos del hijo único—. Yo tuve siete hermanos; recuerdo varios pleitos, aunque también gozos. Así, hay que ser hermanos, ayudar y ser ayudados, y tener un corazón grande para acoger a las madres adolescentes, las mujeres solas, las personas con discapacidad, los parientes del


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cónyuge, es decir, lo que llamamos, la familia política. Todo esto se explica ampliamente en este capítulo.

Acompañamiento pastoral Algunas perspectivas pastorales se vierten en el capítulo VI: ¿de qué manera podemos involucrarnos y colaborar en la preparación al matrimonio? Quienes se preparan o quienes ayudan a los que se preparan para el matrimonio deben recordar que, en Familiaris consortio, el papa san Juan Pablo II hablaba de una preparación remota, otra próxima y una más, inmediata. El papa Francisco sólo alude a las dos primeras, pero en ellas incluye los tres aspectos. La preparación remota: como niños, como adolescentes y jóvenes; es decir, que el niño vaya preparándose al matrimonio ya desde la niñez, cuando los niños juegan a ser papá o mamá. También como adolescentes, como jóvenes o niños; a los primeros, frecuentemente en mis celebraciones de sacramentos, les digo: “¿has pensado a qué te llama Cristo Jesús?, ¿a qué vocación: matrimonio, sacerdocio, vida consagrada?” Bueno, eso requiere un acompañamiento de preparación remota al matrimonio. Hay que preguntarse de qué manera los matrimonios necesitan acompañarse o cómo podemos acompañarlos en sus primeros años. Se trata de un momento clave en el que se requiere el apoyo pastoral, en la preparación hacia el matrimonio y luego durante sus diversas etapas. En realidad, los primeros años son importantes en todas las vocaciones —el matrimonio, el sacerdocio, la consagración— para consolidar la opción y mantener la preparación. La lectura del documento Amoris laetitia provoca preguntas: ¿cómo hemos afrontado las crisis en el matrimonio?, ¿cómo podemos acompañar a los matrimonios en situaciones imperfectas? El papa Francisco no habla de situaciones irregulares; prefiere hablar de situaciones imperfectas: separados, divorciados en nueva unión —o, como se llama ahora, divorciados vueltos a casar— y abandonados. ¿Qué significa esta situación para ellos?, ¿cómo podemos acompañarlos en esas situaciones complejas? También se refiere a los matrimonios mixtos, es decir, cuando ambos creen en Cristo, pero no son católicos; o cuando hay disparidad de cultos, porque uno cree en Cristo y el otro no; las familias monoparentales; igualmente, la problemática de familias con personas homosexuales en su hogar y la experiencia de muerte. Respecto de esta última situación, hace unos días visité un área


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de la diócesis donde hay ordeña de combustible y muchas llamadas de extorsión, secuestros, ajustes de cuentas, que provocan la muerte violenta de personas y afectan a las familias. De ello habla el papa en Amoris laetitia. En cuanto al tema del sexo-género y frente a la mentalidad que está invadiéndonos, el papa Francisco habla con claridad y energía. Recordemos la pregunta que se le hizo durante un viaje: “¿qué piensa de los gays?” Su respuesta fue: “Si el gay tiene buena voluntad y busca a Dios, ¿quién soy yo para condenar?” Cuando yo supe de esta declaración, me dije, “¡Bien pensado! Con eso está resumiendo la doctrina del catequismo de la Iglesia católica, en los números 23, 57 y los siguientes tres”. Algunos reporteros sólo se centraron en la última frase: “¿Quién soy yo para condenar?” y de ahí han concluido que él aprueba la homosexualidad y que avala plenamente la ideología de género. Pero también declaró: “si tiene buena voluntad y busca a Dios”. En este punto, yo preguntaría a todos los que defienden la ideología de género: ¿de verdad tienen buena voluntad?, ¿de verdad buscan a Dios? Los que han pintarrajeado el exterior de las oficinas de la Arquidiócesis de México, ¿tienen buena voluntad y buscan a Dios? La pregunta queda para que la respondamos. El papa Francisco se refiere a la ideología de género con conceptos muy planos y precisos.

La educación de los hijos El capítulo vii, “Fortalecer la educación de los hijos”, armoniza como una prolongación de la pastoral en bien de los matrimonios, y también de los papás en el acompañamiento de sus hijos (capítulo iv). Según declara el papa Francisco, la gran cuestión no es dónde se encuentra el hijo físicamente, con quién está en ese momento, sino dónde en un sentido existencial. “Lo que interesa principalmente es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía” (núm. 261. Aunque, igualmente, los jóvenes pueden pensar: ¿dónde estoy existencialmente?, ¿qué uso estoy dando a mi libertad, a mi responsabilidad? Y eso hay que preguntarnos ante nosotros mismos, ante la sociedad, ante Dios.

Situaciones de imperfección El tema que toca el capítulo VIII, “Acompañar, discernir e integrar la fragilidad”, es el más discutido. Trata de las situaciones irregulares que el papa


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Francisco prefiere llamar situaciones de fragilidad o de imperfección (núm. 296), a las que, con una intención llena de misericordia, exhorta para que puedan ser oportunidad de camino hacia la plenitud del matrimonio y de la familia, a la luz del Evangelio. Una situación vivida en la Iglesia es que el énfasis de sus documentos se hallaba sobre la doctrina; el mismo papa san Juan Pablo II, en Familiaris consortio, define la situación de quienes están fuera del sacramento del matrimonio como situaciones irregulares. En lo práctico, no pueden comulgar, pero en concreto esto provocaba en la vida de la comunidad eclesial que quien se encontraba en matrimonio se sentía digno; en cambio, a quienes no estaban bien casados, más aún, eran divorciados vueltos a casar o vivían en unión libre, se les veía con cierto desprecio. Eran comunes preguntas como: “¿por qué vienes a la iglesia?, ¿por qué no estás casado? No eres digno, no eres digna.” Al sentirse indignas, esas personas dejaron de ir a la misa dominical. Tal situación se combinó con una mentalidad de más libre pensamiento, en las que ya no se veía qué era pecado y qué no era pecado. La sorpresa es que a veces nos encontramos con personas que estaban en pecado y no lo sabían. Por ello, el papa Francisco prefiere evitar la expresión situaciones irregulares, porque condenaba. En su lugar, prefiere utilizar situaciones imperfectas y suscitar pastoralmente el acompañamiento, para que la pareja anhele y vaya dando pasos hacia el sacramento o, al menos, si ya no es posible, que no lo descarte en relación con sus hijos. De ese modo, educarían a sus hijos en la perspectiva del matrimonio-sacramento. Tal es la clave de la actitud del papa Francisco, por lo cual ha sido aprobado por unos, pero rechazado por muchos. Sabemos de comentarios de cardenales, obispos, sacerdotes, maestros y de la Universidad Pontificia que están en desacuerdo con el documento del papa Francisco, sin embargo, el papa dice: “hemos de aprender de Jesús, quien, al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera” (núm. 38). Las personas divorciadas en nueva unión o divorciados vueltos a casar son parte de la Iglesia, no están excomulgadas. Hay que evitar discriminarlas; en cambio, debemos ofrecer acompañamiento y discernimiento a su situación concreta, porque un caso puede ser muy diferente de otro. Lo anterior no significa un debilitamiento de la indisolubilidad matrimonial y


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de la fe de la comunidad; significa, por el contrario, un ejercicio de caridad. Según afirma el papa Francisco, resulta obvio que, si alguien ostenta un pecado objetivo como si fuera parte del ideal cristiano o quiere imponer algo diferente de lo que enseña la Iglesia, no puede pretender dar catequesis o predicar. En tal sentido, hay algo que los separa de la comunidad. Necesitan volver a escuchar el anuncio del Evangelio y la invitación a la conversión. Esto quiere decir que quien no se encuentre en esa situación no puede presumir: “estoy bien así”, sino que debe dolerle si en verdad quiere ser discípulo misionero de Cristo. Los divorciados en nueva unión, por ejemplo, pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, por lo que el discernimiento de los pastores siempre debe hacerse con una mirada que distinga bien las situaciones. Sabemos que no existen recetas sencillas, aunque nosotros —obispos y sacerdotes— quisiéramos tenerlas para aplicarlas de inmediato a los fieles. Del sínodo o de esta exhortación Amoris laetitia, no debía esperarse una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos. Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares. Un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones irregulares, como si fueran rocas que se lanzan sobre la vida de las personas. Valiente, audaz, el papa Francisco declara, en este número 305: “es posible que en medio de una situación objetiva de pecado, que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno, se pueda vivir en gracia de Dios; se pueda amar y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello, la ayuda de la Iglesia”. Recordemos las tres condiciones para que haya pecado grave: 1) que de suyo sea materia grave, 2) que haya pleno conocimiento, y 3) que haya pleno consentimiento. El papa Francisco enfatiza que a veces no se da el pleno conocimiento y el pleno consentimiento. Más todavía: en la nota 351, de ese mismo número 305, en ciertos casos, para recibir la ayuda de la Iglesia, los sacramentos también pueden ayudar. El confesionario no debe ser un lugar de torturas, sino de la misericordia del Señor. La eucaristía no es un premio para los perfectos, sino un generoso remedio y un gran alimento para los débiles. Para mí, aquí está el meollo del problema que se ha discutido y, para muchos, la postura del papa que ha sido rechazada (núm. 305, nota 351 y, en realidad, todo el capítulo viii).


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El papa Francisco presenta una nueva postura: no fijarnos nada más en la doctrina, más bien en la situación personal de las parejas. Desde luego, la misericordia no excluye la justicia y la verdad; y la misericordia es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad ante Dios. Ciertamente, la misericordia no significa que Dios sea bonachón y a todos nos va a salvar; la misericordia requiere nuestra conversión y que ésta se distinga. Lo anterior nos otorga un marco y un clima que nos impide desarrollar, dice el papa Francisco, una fría moral de escritorio al hablar sobre los temas más delicados. Más bien, nos sitúa en el contexto de un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso que siempre se inclina a comprender, perdonar, acompañar, esperar y, especialmente, a integrar. Ésa es la lógica que debe predominar en la Iglesia para realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales (núm. 312). En efecto, puede haber riesgos y abusos, tanto entre los pastores, obispos, sacerdotes, como entre los fieles. Por ejemplo, confusión entre verdad objetiva y responsabilidad subjetiva; confusión entre ley de la gradualidad y gradualidad de la ley. La ley de la gradualidad existe, la segunda no; ya lo había rechazado el papa san Juan Pablo II, ahora también el papa Francisco. En ésta se entiende un ideal que, al no poder alcanzarlo, puedo ir pasándomela; se trata de un criterio de mediocridad que no es adecuado. Existen riesgos y abusos en el caso de confusión entre ética de la situación y relativismo moral. El segundo no está permitido; es muy diferente de la ética de la situación. Que se valore el divorcio y la nueva unión como moralmente lícitos también es riesgo y abuso; nos creemos adultos y con eso todo parecería que está bien. Es un riesgo tomar la eucaristía sin la necesaria disposición. El papa Francisco no está afirmando que los divorciados vueltos a casar ya puedan volver a comulgar. No. Hay una serie de requisitos de acompañamiento y discernimiento para poder decir “sí” sin provocar escándalo, como ya lo decía también san Juan Pablo II, en Familiaris consortio. La relajación de la doctrina y una amplia permisividad son un riesgo; sobre todo, si la permisividad se promueve mediáticamente en lo general. Sin embargo, la reiterada actitud del papa Francisco es la disposición de cercanía, de acompañamiento para reconocer —y ayudar a reconocer— y desarrollar las semillas de bien y verdad que ya existen en las personas, los matrimonios y las familias. Debemos cuidarnos de olvidarnos de todos los aspectos de rectitud que hay en los matrimonios y las familias, por ver el problema.


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Espiritualidad en la familia En el capítulo ix, el papa Francisco presenta la espiritualidad del amor familiar, hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad de dones y de encuentros que maduran la comunión, Dios tiene su morada. Del mismo modo, en el “buenos días”, en el cruce de miradas, del beso, del cariño; también en el rechazo del saludo está expresándose la espiritualidad o la ausencia de ésta. La vida diaria, los detalles hacia el otro, el apoyo físico, moral, psicológico, el acompañamiento mutuo… todo eso es espiritualidad, siempre que no se quede en el nivel horizontal, sino que nos una con Dios. Recordemos el matrimonio y la familia como una vocación, entonces, en el matrimonio y en la familia que cultive su amor —no sólo en los seres humanos, sino en esa relación humana—, ahí dentro está Dios. Ésa es espiritualidad. En el número 320 de Amoris laetitia, el papa Francisco afirma que hay un punto donde el amor de la pareja encuentra su mayor liberación y se convierte en un espacio de sana autonomía: cuando cada uno descubre que el otro no es suyo, sino que tiene un dueño mucho más importante: su único Señor. Así, cada cónyuge puede decir acerca de su esposa o esposo: “me perteneces”, pero más todavía debe decir: “le perteneces al Señor, y yo quiero ser tu cuidador o tu cuidadora, tu acompañante en esa pertenencia”. Toda la vida de la familia es un pastoreo misericordioso. Ésa persona que vive con nosotros lo merece todo, ya que posee una dignidad infinita por ser objeto del amor inmenso del Padre. Caminemos, familias; aquí todos somos miembros de una familia. “Sigamos caminando”, dice el papa Francisco. Lo que se nos promete es siempre más. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud de amor y de comunión que se nos ha prometido, y que ya vamos viviendo. No seamos tan pesimistas de ver sólo los defectos, veamos las cualidades en nosotros, en los demás. El contenido de Amoris laetitia es hermoso; si alguno lo ha leído, ojalá pueda hacerlo de nuevo de manera más profunda, porque siempre hay algo más que rescatar. A los matrimonios, a los jóvenes que están en la perspectiva de matrimonio, a los sacerdotes, a los consagrados y consagradas: acompañemos a los matrimonios para vivir todos nuestra relación familiar, porque los consagrados no dejamos de ser miembros de una familia. Antes se pensaba


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en la profesiĂłn como un rompimiento con la familia; ahora ya se ve en otra perspectiva; es importante asumir la historia y acompaĂąar a la familia de sangre en la relaciĂłn con muchas otras familias que Dios nos va concediendo acompaĂąar.


Construcción de la familia. Búsqueda y reflexión Margarita Pérez Nerey*

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n su capítulo segundo, la exhortación apostólica del papa Francisco, Amoris laetitia, aborda la realidad y los desafíos a los que se enfrenta la familia. En particular, el primer párrafo del número 31 declara que el bien de la familia resulta decisivo tanto para el futuro del mundo como para el de la Iglesia. La declaración anterior es la referencia para presentar una propuesta sobre la familia; de manera indirecta, también me gustaría mover el ánimo de los lectores para continuar investigando sobre quién es la familia y qué se espera de ella. No pretendo influir en alguna decisión, pero sí deseo promover la búsqueda común de la verdad, que da plenitud y sentido al hombre. El punto de partida de esta reflexión se inserta en un marco antropológico: quién es el hombre. Desde esta postura, surge otra pregunta: quién es la familia. Estas dos interrogantes llevan a la tercera: cuál es el escenario posible para esta institución social.

¿Quién es el hombre? Todo hombre, al menos como supuesto, conoce al hombre y a la mujer desde la experiencia; por eso, cree saber que no se trata de una falsa generalización. Hombre y mujer, como individuos o como especie, han sido justamente comprendidos: el hombre ha sido expuesto como esencia y en coexistencia con los demás seres en el mundo. Cada persona humana es un misterio, entendiendo el misterio de la forma más universal, como un concepto totalmente separado de una doctrina en particular, desconocido

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Rectora de la Universidad Motolinía del Pedregal.


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o incapaz de traducirse en una realidad ya establecida. Cada uno de nosotros es único, irrepetible, inefable; un hápax legómenon, lo dicho una sola vez, es decir, somos inéditos, inconfundibles, nos manifestamos como una individualidad; sólo una vez mi riqueza y mi grandeza se encuentran ahí; sólo soy yo. En la antropología filosófica se ha acuñado el término mismidad para designar este rasgo característico del ser humano. Somos una soledad ontológica, lo cual no significa aislados. Nos referimos, más bien, al hecho exacto de que cada ser humano es único: sólo yo tengo la experiencia de ser yo y sólo tú la de ser tú, y en este sentido somos absolutamente irremplazables y estamos solos. Es el misterio de nuestra interioridad, nuestra clausura constitutiva que nadie puede violar y a la que nadie entra si nosotros no lo permitimos. Desde la postura de Edith Stein, a quien recurriré en un afán argumentativo para lo que después comentaré, el hombre no es un ser clausurado; su ser único y su autonomía no se revelan, sino en la comunión interpersonal y en el trato con los demás. Se es persona siendo con los otros y para los otros. Aunque el ser humano ya es persona en su constitución originaria, no se realiza como tal de modo completo, sino en la relación social y comunitaria que, por otra parte, comienza a ejercerse desde la concepción.

¿Quién es la familia? Los estudiosos europeos ya reconocían una realidad doméstica con más espacios de libertad: un reparto equitativo de cargas, responsabilidades y tareas; se valora la comunicación personal entre los esposos y la contribución a humanizar la convivencia familiar; porque la sociedad en la que vivimos y aquella hacia la que caminamos no permiten la pervivencia indiscriminada de formas y modelos del pasado. Al hablar de la familia, hablamos de la célula de la sociedad; aquélla, constituida como tal, ofrece la oportunidad de construir una sociedad íntegra. Desde una posición universitaria, existe el compromiso serio por la regeneración del tejido social que se desarrolla en la familia; por eso, afirmamos que la familia está constituida por el padre, la madre y los hijos, y que pueden existir otros miembros por inclusión, como abuelos, tíos, primos, entre otros. También se constituyen acuerdos familiares derivados de situaciones o alianzas; por ejemplo, la Familia UIC o la familia de los Misioneros


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de Guadalupe o la de las Misioneras de Jesús Sacerdote son, llamémoslas así, contratos y alianzas. En este sentido, la originalidad de la familia es relevante porque, naturalmente, la familia es generadora de vida; son el hombre y la mujer, sin ningún otro aporte, los que pueden traer la vida y así conformar la nueva familia humana. Cuando hablamos de otras familias, hay una participación asistida para que la realidad se dé: un acuerdo, una alianza, un contrato.

Luces y sombras sobre la familia En un mundo donde la economía ocupa el primer lugar, y haciendo a un lado los valores morales que dan fuerza a la sociedad, se hace necesario reflexionar sobre la familia y su presencia en la sociedad. Aunque al nacer tenemos ciertas disposiciones biológicas, los valores culturales y las formas constitucionales se aprenden primordialmente mediante la familia; una persona no es realmente humana hasta que aprende acerca de sí misma y de la sociedad que la rodea y, como se sabe, la familia es clave en este proceso de aprendizaje. Si este proceso evoluciona en el desarrollo de una buena familia, tendremos buenos padres, hijos, alumnos, ciudadanos, gobernantes; ocurrirá lo contrario si se carece de lo que acabo de resumir. La familia es una célula social forjadora de los ciudadanos de hoy y del futuro. En el tenor de una libertad malentendida, los medios de comunicación y las sombras que se enhebran en la sociedad actual están destruyendo el sentido comunitario de la familia. Algunos problemas actuales son la desintegración, la ausencia de valores, la capacidad para la comunicación, la no convivencia, el abandono de hogar y la falta de sacrificio. En este sentido, el malogro de la formación familiar en la sociedad en decadencia resulta una clara evidencia de que la familia ha fracasado. Cuando en el hogar hay desorden, falta de armonía, maléficas amistades, malas conversaciones, literatura barata, una crianza descuidada e indisciplina; cuando los padres renuncian a su deber más sagrado, que es la formación de los hijos, éstos crecen desamparados, en desequilibrio, faltos de educación, sin ideales, sin formación. La sociedad carece de amor, cortesía, urbanidad, abnegación. De este modo, es posible reflexionar que nunca se acabarán los problemas sociales si no corregimos primero los defectos de las familias. Todos —quizás algunos padres de familia y otros formadores—


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debemos pensar que de nosotros depende que nuestras familias sean un lugar de felicidad y no una gruta de amargura. Por otra parte, según el número 33 de Amoris laetitia, se vuelve indispensable considerar el peligro de un individualismo exasperado que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que, en ciertos casos, prevalezca la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos asumidos con carácter absoluto. El ritmo de la vida actual, el estrés, la organización social y laboral son factores culturales que ponen en peligro la posibilidad de opciones permanentes. Si estos riesgos se trasladan al modo de entender la familia, se puede convertir en un lugar de paso al que uno acude cuando le parece conveniente para sí mismo o adonde uno va a reclamar derechos mientras los vínculos quedan abandonados a la precariedad voluble de los deseos y las circunstancias. En el fondo, hoy es fácil confundir la genuina libertad con la idea de que cada uno juzga como le parece; como si más allá de los individuos no hubiera verdaderos valores, verdades, principios que nos orienten; como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse. En este contexto, el ideal matrimonial con un compromiso de exclusividad y estabilidad termina siendo arrasado por las conveniencias circunstanciales o por los caprichos de sensibilidad; se teme la soledad, se desea un espacio de protección y fidelidad, pero al mismo tiempo crece el temor a ser atrapado en una relación que puede postergar el logro de las aspiraciones personales.

¿Cuál es el escenario posible para esta institución social? Las siguientes líneas constituyen nuestro aporte sobre el tema de la familia. Respecto de la familia lastimada por la violencia, la corrupción, la impunidad, los atropellos al ser humano y sus derechos, consideramos sin reserva alguna que el respeto a la vida y la dignidad de cada ser humano es un valor fundamental y esencial para la convivencia. Nadie puede ser objeto de desprecio o discriminación en razón de raza, credo o preferencia sexual. En este punto, la Antropología, la Ética, las Ciencias Sociales y de la Salud ofrecen un valioso aporte. Si la unión de parejas del mismo sexo fuera equiparable al matrimonio, ello provocaría una discriminación regresiva hacia una institución que por


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naturaleza y sentido común sólo tiene cabida en la unión entre hombre y mujer. ¿Qué sociedad nos imaginamos? ¿Cómo queremos enfrentar los retos en relación con la célula de la sociedad? Si recurrimos esta analogía de la familia como célula de la sociedad, nos viene a la mente que también hay cuerpos con cáncer. Es decir, hay familias que generan vida y hay otras que no. ¿Qué modelos de familia, matrimonios, comunidades queremos inspirar y promover?

Conclusiones Sin duda, aún debe abrirse la oportunidad de dialogar y dar un poco más de espacio a las relaciones objetuales totales. Tenemos, por ejemplo, una construcción del padre Amedeo Cencini sobre el hombre y el ser humano, en la que hombre y mujer poseen un ethos que los iguala como especie masculina y especie femenina. Se trata de una modalidad que aporta gran riqueza a la humanidad, por lo cual es necesario ahondar en el estudio de la diferencia específica existente entre ambos, para su mayor aportación en la construcción de una humanidad cada vez más comprendida: el hombre, como unidad integrada de cuerpo y alma que no hace una dicotomía de sí mismo, sino que la unidad consistente se manifiesta al mundo. Tener un concepto claro de hombre puede conducirnos a una base sólida para construir un concepto de familia. Porque no está todo dicho, debemos comprometernos en la construcción de la familia.



Modelo de acción. Centro de Estudios de la Familia y Sociedad Jorge Luis Navarro Campos*

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l tema de familia ha movilizado e incluso reestructurado la dinámica de la upaep, al incrustarse como un catalizador para favorecer el proceso de integración interno de la universidad, y como su proyección hacia la sociedad. Como en la mayoría de las universidades de inspiración cristiana, las asignaturas de formación de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (upaep) tienen el objetivo de proponer criterios y abrir un diálogo con los estudiantes sobre temas que nos interesan y que la generación adulta debe transmitir y comunicar a las nuevas generaciones. No hace mucho tiempo, un grupo de profesores que imparten estas asignaturas cuenta que, diez años atrás, hablar a los jóvenes de sexualidad y familia hacía surgir un malestar, al presentar como modelo la suma de los siguientes elementos: hombre, mujer, hijos y amor. Por ello, algunos estudiantes se acercaban a comentarnos que no tenían papá o que vivían sólo con su mamá, y que esa visión que se presentaba no era justa ni exacta. Parecía que cuando pretendíamos hacer algo positivo, constructivo, el discurso hería. Entonces, surgió un proyecto, una especie de seminario para retomar los temas de la familia. Como dicha iniciativa estaba abierta a la comunidad universitaria, gran parte del personal se acercó para inscribirse. A partir de ese momento, el asunto de la familia y la incidencia del discurso del género, por ejemplo, fueron temas que comenzaron a crecer en los medios de

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Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.


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comunicación y, junto con esto, la percepción de que era un tema al que debíamos prestar más atención como institución universitaria. Con el tiempo, el tema de la familia dejó de ser sólo una preocupación de los profesores y terminó incorporándose a una estructura y como parte de un gran proyecto de la Universidad. Así surgió el Centro de Estudios de la Familia y Sociedad (Cefas), dirigido a la atención de diferentes problemáticas sociales, ya sea mediante la prevención o la intervención. Para alcanzar su objetivo, el Centro ha desarrollado tres proyectos específicos: el Centro de Atención a la Familia (caf), el de Educación Afectivo-Social (eas) y el Observatorio. Antes sería conveniente destacar la existencia de los Sistemas Académicos de Pertinencia Social (saps), cuyo propósito consiste en que la institución incida en los problemas sociales mediante su propia vocación académica y con proyectos específicos para establecer contacto con la sociedad. Uno de esos sistemas es justo el tema de la familia. El Cefas trata de integrar las funciones sustanciales de la Universidad: investigación, extensión y docencia, para otorgar formalidad a tales funciones. De ahí debemos partir para luego hacer un desarrollo que llegue hasta la familia y la sociedad. Para lograrlo, es necesario averiguar qué camino recorrer a fin de que nuestra institución tenga una presencia efectiva con la investigación, la docencia y la extensión universitaria pertinente en relación con la problemática. Entonces, identificamos las áreas que debíamos desarrollar, según el trabajo en este Centro y al margen de las carreras y las funciones normales de la Universidad. En el caso específico de la familia, existe una vinculación interna con la escuela de Psicología para instituir un trabajo de terapia. En concreto, los psicólogos planteaban qué tipo de servicios o propuestas se requerían, de cara a la incidencia en la sociedad y en las propias áreas de la Universidad que, de una manera u otra, podían aportar algún elemento para canalizarse. Se hizo necesario elaborar una fundamentación con el objetivo de integrar esta perspectiva de familia en la upaep, en la expusimos qué queremos hacer, cómo podemos integrarnos o de qué forma cada uno puede participar desde su propia especialidad. Como una actividad de extensión interna, el Cefas tomó la decisión de realizar una jornada anual de familia, dirigida a estudiantes, lo más interdisciplinaria posible y con una temática que responda a necesidades actuales.


Modelo de acción. Centro de Estudios de la Familia y Sociedad

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Se procura no presentarla sólo como un tema filosófico o de clase, sino con investigaciones y aportaciones de las diferentes ciencias; con nuevos cursos, diferentes proyectos y convenios que permitan la integración de la comunidad universitaria, lo cual fue una de las principales preocupaciones desde la planeación. No se trata únicamente de qué haremos a la sociedad, sino de cómo podemos hacerlo más consistente dentro de la institución con el trabajo interdisciplinario. El Centro también estableció una vinculación externa con otras universidades, asociaciones, fundaciones y gobierno, gracias a las jornadas internas. Más tarde, otras instituciones sociales se interesaron, lo cual abrió la puerta a muchas nuevas perspectivas, algunas muy diferentes de las que tenemos como institución de inspiración católica, pero todas con un deseo de diálogo y entendimiento. Reconocemos que aún no hemos asimilado y reformulado adecuadamente el tema en la realidad contemporánea, sin embargo, estamos en el camino de hacerlo. Asimismo, su estructura dentro de la Universidad permitió dar seguimiento a la organización de los dos sínodos sobre la familia, el ordinario y el extraordinario. Frente a la evolución de los signos y la exhortación apostólica, descubrimos claves que iluminan muchas de las necesidades que no percibíamos claramente, tal es el caso de cómo formular y enfocar el trabajo hacia la sociedad. En este sentido, consideramos prioritario fortalecer una propuesta de educación afectivo-social, por lo que también contamos con el proyecto Educación Afectivo Sexual (eas), relacionado con la familia, debido a que la clave de la familia radica en la pareja y, más allá de las problemáticas del matrimonio sacramental o civil, el punto fundamental es que la Antropología contemporánea y la Psicología nos permitían centrar el tema del hombre y la mujer; aunque, actualmente, el papel de la mujer adquiere una significación sociológica nueva, poniendo en jaque los roles tradicionales de la familia. Por ende, esto debe replantearse desde una perspectiva socioafectiva; es decir, es importante la formación de la afectividad del encuentro entre hombre y mujer, no porque excluyamos el tema de la homosexualidad, sino porque hay un núcleo antropológico que debemos explorar. Para lograrlo, no bastan clases de educación sexual, también es necesario recuperar la dimensión antropológica de la apertura al otro: porque el varón es distinto de la mujer y viceversa.


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Hay escuelas y padres de familia interesados en acercarse a la Universidad o en que nos acerquemos a sus instituciones para tratar problemas, donde no se excluye el tema de la homosexualidad. Hay que estar abiertos; tenemos que aprender un diálogo que antes no concebíamos. La lectura apostólica puede ser muy enriquecedora. Otro elemento destacable es el Centro de Atención a la Familia (caf); en esto recurrimos a la fórmula del papa Francisco, “hospital en campaña”, con el fin de acercarnos a la realidad de las familias en dificultad: madres solteras o en proceso de divorcio, entre otros, que requieren un trabajo de terapia, orientación y acompañamiento. La Universidad ofrece diversidad de recursos, que pueden ser sencillos, pero muy importantes para una madre, quien podría contar con el apoyo de un taller de tareas, por citar alguno. De igual forma, hemos identificado la pertinencia de estudiar e investigar con detenimiento las herramientas de la Sociología para el asunto de la familia, pues esta disciplina ha estudiado el tema desde hace tiempo, sin moralizar ni imponer modelos. Por último, nuestro proyecto llamado Observatorio tiene un propósito muy definido: que la universidad pueda contribuir y colaborar en la formulación de políticas públicas, con investigación y señalamientos de lo que el gobierno debe impulsar en función de la familia.


¿Qué es el papa Francisco?, ¿un hereje o un revolucionario? César Corres Cadavieco*

C

on la aparición del tan polémico documento Amoris laetitia, que ha suscitado gran revuelo en el mundo, el papa Francisco produce una conmoción semejante a la que provoca el Concilio Vaticano II, al afirmar temas distintos y tocar actitudes ancestrales de una Iglesia que, desde mi punto de vista, se ha mostrado homofóbica y misógina a lo largo de diversas épocas de la historia. En la Iglesia, la mujer no tiene más papel que servir y callar, excluida de la toma de decisiones y de la participación en los órganos de dicha institución; además, dicha exclusión llega a los homosexuales, lo cual es vergonzoso. No podemos declarar que amamos y respetamos a todos y luego decir a alguien: “No, ve al psiquiatra para que te quite eso que tienes”. En el programa televisivo “La dirección correcta”, de un conocido locutor, se presentó un grupo que afirmaba ser representante de la postura católica; su participación fue penosa; entre ellos se encontraba un ex profesor mío del seminario, el padre Mario Ángel Flores, sin embargo, hay que precisar que la postura del padre Flores no es la de la Iglesia, sino la suya y la de algunos obispos que están en contra del matrimonio igualitario. Ninguna de esas opiniones representa la totalidad del pensamiento católico, sino sólo una facción. En Amoris laetitia, el papa Francisco nos presenta un documento con un estilo completamente nuevo; no existe otro semejante. Pone en práctica la autorreferencialidad en su Encíclica. No conozco otro documento pontificio en el que el autor no se limite a citar a sus antecesores o a grandes

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Coordinador de la Facultad de Derecho, Universidad La Salle.


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pensadores católicos. En cambio, el papa Francisco se toma la libertad de citar a Jorge Luis Borges, a Octavio Paz; él se atreve a romper los límites de lo tradicionalmente católico. Quiere mover a la Iglesia para ir más allá, hasta las periferias existenciales. Pero a los miembros católicos les da pánico salir de los límites. Durante siglos, se ha llamado ecumenismo a los esfuerzos de la Iglesia para que los que “están en el error” vuelvan al redil católico, a la obediencia al papa y a la aceptación de la doctrina sacramental católica y a la devoción a María Santísima. Sin embargo, eso no es ecumenismo, sino falta de respeto a la diferencia. Si continuamos creyendo que en eso consiste el ecumenismo, no habrá avances. Es posible encontrar en Amoris laetitia, un texto particularmente bello, de estilo fresco, a ratos poético. Parece que leemos los consejos de un párroco de barrio hacia su comunidad para ser tiernos el uno con el otro. Sin embargo, puesto que también es un documento que rompe con la tradición, cita al cardenal presbítero Walter Kasper, uno de los grandes defensores —cada vez hay menos— del papa Francisco, frente a las críticas del prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Gerhard Müller, quien está claramente en contra de los postulados del papa Francisco. Si continúa en el puesto, tal vez sea porque el papa es muy misericordioso. Al referirse a una aparente ruptura del magisterio respecto de posturas anteriores, Kasper afirma que continuidad no significa la repetición lineal y lógica de lo que se dijo antes. Uno puede estar en continuidad con el magisterio y también avanzar en las posturas que el propio magisterio se ha atrevido a proponer en épocas pasadas. De no hacerlo así, ¿dónde estaría el progreso de la Iglesia? Debemos repetir, sostiene este cardenal, lo que dijeron los primeros cristianos: “Podemos avanzar en nuestra manera de pensar la fe”. Entonces, Kasper señala una auténtica discontinuidad de la continuidad cuando se refiere al Syllabus, el famoso documento papal del siglo XIX que condenó las ideas del Modernismo, incluida la de la libertad religiosa, y a los documentos del Concilio Vaticano II —Gaudium et spes y Dignitatis humanae—, que asumen de modo crítico constructivo esas ideas del Modernismo y de la libertad religiosa. Hablamos de libertad religiosa, aunque parece que sólo aplica al respeto a la propia y no a la de los otros.


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Kasper también afirma que no hay continuidad de uniformidad entre la Encíclica Mortalium animos, de 1928, que rechaza abiertamente el movimiento ecuménico y el decreto conciliar del ecumenismo Unitatis redintegratio, que califica al movimiento ecuménico como un impulso del Espíritu Santo. ¿Quién se equivoca en este asunto?, ¿el papa de 1928 o los cardenales y obispos y el papa del Concilio Vaticano II? Lo único que sucede es que la Iglesia está en movimiento, y debe continuar haciéndolo, a pesar de que le cueste trabajo. Tiene la fama de llegar tarde a todos los movimientos sociales; cuando ya todo fue dicho, declara: “Nosotros también”. Pero si lo pensamos bien, es mejor decir lo que tengamos que decir, aun cuando tardemos 50 años. ¿Cuándo nos va a tocar ver que la mujer acceda a las órdenes sagradas? Seguramente no en este pontificado, pero con Juan Pablo V, tal vez sí, porque no hay ningún motivo para excluir a las mujeres de estos menesteres. Los argumentos hasta ahora esbozados por el Vaticano no bastan, incluso son risibles, pues son de índole biologicista o historicista. En la actualidad, el papa Francisco ha establecido una comisión para estudiar la posibilidad del diaconado femenino. A ver si lo dejan, porque con el revuelo actual, es difícil que le permitan actuar como él cree conveniente. También hay que reconocer que estamos ante una Iglesia cada vez más desafiada por los retos de la sociedad. Eso no significa que tenga que dar gusto a los criterios de moda. Debemos ser sensibles. Ésa es la preocupación del papa Francisco desde la primera página de Amoris laetitia: ser sensibles a la problemática de las personas. Se trata, según explica, de una dinámica que requiere mover a la Iglesia hacia la integración, no hacia la marginación. Porque a lo largo de la historia se han dado dos vertientes. La primera es la corriente marginadora de los fariseos, que se escudan detrás de la doctrina para lanzar piedras a quienes no se ajustan a sus criterios de pureza o de moralidad. Esta afirmación es una crítica a los pastores de la Iglesia; el papa Francisco no se refiere a los fariseos históricos que criticó Jesús; más bien, recurre al término fariseo para referirse a quienes actualmente se sientan en la cátedra de la verdad. La otra corriente es la dinámica, es la actitud de reintegrar. El papa Francisco declara cosas motivo de escándalo: que se puede estar en una situación objetiva de pecado y también en gracia. Frente a esto, no entiendo cómo hay quienes continúan pensando que no existe forma alguna de que


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un divorciado que se vuelve a casar, por ejemplo, viva en la gracia. Pero eso es lo que escuchamos en todas las predicaciones en la mayoría de las posturas oficiales de los pastores de la Iglesia. En cierta ocasión, un pensador francés dijo que el papa Paulo VI, junto con Juan XXIII, trajo al mundo el Concilio Vaticano II; que san Juan Pablo II trajo el pontificado que llegó a los últimos rincones del planeta, y que Francisco trajo la confusión. Esa afirmación es injusta, aunque no deja de tener algo de veracidad. El mismo papa Francisco lo acepta en Amoris laetitia, al señalar que tal vez algunos desearían una postura más clara, una actitud canónica rígida que definiera las situaciones; sin embargo, eso no puede darse. El papa Francisco busca suscitar una actitud diferente: cómo integrar más a los divorciados vueltos a casar. San Juan Pablo II ya había señalado que debe llamarse indiscriminadamente adúlteros a todos los divorciados vueltos a casar, por lo que se refiere a ellos como “las así llamadas situaciones irregulares”, a las que Francisco prefiere denominar situaciones complejas. También se les permitió participar de la eucaristía —aun cuando no pudieran comulgar— y de vivir en la Iglesia como miembros de derecho pleno. Hoy, el papa Francisco sencillamente lleva adelante las consecuencias de tal postulado, porque si esas personas viven en la gracia, cabe preguntar cuáles son los criterios de la pastoral para acompañarlos. Si para comulgar es necesario estar en la gracia, parece que dichas personas podrían comulgar. Entonces, sería necesario abrir mecanismos de acompañamiento y discernimiento, a fin de no dar permiso indiscriminadamente; es decir, para actuar según el caso, puesto que no todos son iguales. Sin embargo, como ese discernimiento cuesta trabajo y lleva tiempo, el papa Francisco coloca la responsabilidad en los hombros de los propios cónyuges, destacando la conciencia individual. A propósito de esto, recuerdo una carta a los padres de familia sobre paternidad responsable en la que los obispos mexicanos aterrizan la doctrina universal a la situación concreta de México y afirman que, en última instancia, quienes tienen que tomar su decisión de limitar o no los nacimientos en su propia familia y qué métodos utilizar para ello son los esposos. Nadie tiene derecho a gravar su conciencia con una culpabilidad de pecado; ni el Estado ni la sociedad ni la Iglesia puede violentar el sagrado umbral de la conciencia del esposo. La mayoría de los católicos de misa dominical utiliza anticonceptivos, cuando la doctrina


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oficial de la Iglesia es “no a los anticonceptivos”, pues sólo admite los métodos naturales —hay quienes bromean diciendo: “Yo soy hijo del método natural”—. Y aquí viene una pregunta: ¿El Espíritu Santo asiste sólo a los pastores o también al singular bautizado? Si alguien toma una decisión en conciencia, ¿los sacerdotes tenemos derecho a gravar esa conciencia con una culpabilidad pecaminosa? Yo creo que no. Opino que a menudo extrapolamos nuestro papel como pastores. No podemos sustituir la conciencia de las personas; nuestra función es sólo iluminarla, no sustituirla. Puesto que en la práctica hemos marginado a esas personas, el papa Francisco invita a superar estas posturas excluyentes de la pastoral, sin tocar la doctrina, sino la disciplina sacramental. Hay una modificación, una nota a pie (351) de página, en letra pequeña —que también obliga, como en todo contrato—, en la que el papa Francisco afirma que puede abrirse un proceso de discernimiento, de búsqueda, de esclarecimiento de cada situación particular; pero menciona que podría darse el auxilio de los sacramentos a las personas divorciadas vueltas a casar. Esto es una superación de la postura de san Juan Pablo II, quien sólo admite tal posibilidad “si viven como hermanitos”. No tengo idea de cuántas parejas logren eso, aunque debo decir que sí conocí a una, pero sólo una, en mis 25 años de sacerdocio, porque la mayoría de las parejas se casan no para vivir como hermanitos. Por eso, pretender que ése es el único camino para acceder a una comunión más plena en la Iglesia es una postura más ideológica que respetuosa de la tradición y de la doctrina inspirada. Como ya señalamos, el cambio nos atemoriza. Cambiar cosas en las que siempre hemos creído y que hemos visto como sagradas provoca pánico. Así sucedió a algunos cuando les dijeron que la misa pasaría a la lengua vernácula. “¿No más el latín?”, se preguntaron; “¿qué no es la lengua sagrada de la Iglesia?” Incluso, hubo quien se separó cuando esto ocurrió, y los lefebvristas continúan pronunciando la misa en latín, pues se indignan: ¿Cómo es posible que en una lengua impura como el español se digan las cosas sagradas del misterio? Hemos sacralizado lo que no tenía razón de ser sacralizado. También hemos desacralizado lo que siempre debió ser sacro: la dignidad de la persona, tan sonada en los discursos oficiales y que, no obstante, día a día pisoteamos en la práctica pastoral.


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No nos engañemos: somos una Iglesia homofóbica y misógina. Ojalá se nos quite pronto ese mal; porque, además, el mundo va en otra dirección y la Iglesia también debe hacerlo. La Iglesia mayoritaria no es la que representan quienes hoy tienen voz y pueden hablar en órganos oficiosos de la arquidiócesis o del episcopado. No. La Gaceta Oficial y el Semanario de la Fe no son la opinión de las instituciones, sino sólo de un grupo muy conservador. Por ello, quienes no estamos de acuerdo con tales posturas debemos hablar y expresar nuestra postura, decir, al menos, cosas que puedan generar debate. La postura actual de la Iglesia respecto de la homosexualidad es contradictoria; no me refiero a la opinión del papa Francisco en el avión de los periodistas; eso no llega a ser la opinión oficial de la Iglesia, sino el punto de vista personal del papa Francisco. Pero la postura oficial, de acuerdo con la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, es que la homosexualidad como tal, como tendencia, ya no puede considerarse como pecaminosa. Aunque la Organización Mundial de la Salud ya había declarado esto hace años, la Iglesia lo afirma ahora y añade que, si bien la homosexualidad no es pecaminosa en sí misma, su ejercicio sí lo es; una postura absurda, porque no puede afirmarse que algo no es pecaminoso y declarar al mismo tiempo que practicarlo sí lo es. Por otra parte, nuestra actual práctica en la confesión a los homosexuales favorece la promiscuidad. Porque cuando un joven homosexual se acusa en el confesionario de haber tenido una relación ocasional homosexual, pero que está arrepentido, la doctrina oficial lo absuelve. Si el joven repite esta acción cada mes, si en cada ocasión confiesa otra relación con otra persona y continúa diciendo estar arrepentido y que se esforzará por cambiar, también la absolución seguirá dándose y él podrá comulgar. En cambio, a una persona homosexual que dice en el confesionario que tiene una pareja estable, que vive con ella y que le es fiel, le negamos la absolución y la comunión, porque vive en situación de pecado, aun cuando esté con pareja estable; o tal vez por eso mismo. Hay que reconsiderar nuestra praxis. ¿Qué estamos ofreciendo? ¿Pueden tener derecho a casarse los homosexuales o no? La postura actual de algunos obispos es que no; a eso se llama discriminación. Así lo llama la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos; porque si todos somos iguales en cuanto a derechos, todo mundo debería tener derecho a casarse, lo cual no significa un atentado a la familia ni que se


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acabará el matrimonio heterosexual. Esa consecuencia está extrapolada. No veo cómo el matrimonio de una pareja lesbiana atente contra la familia. ¿Cuántos modelos de familia existen? ¿Uno solo? ¿Cuántas familias han salido adelante sin papá? Imaginemos una familia conformada por abuela, mamá e hijos, y a esas dos mujeres sacando adelante a los niños. ¿No es familia eso? ¿No pueden vivirse todas las categorías del amor, de la comunión, de la entrega, de la generosidad, del sacrificio? ¿Una pareja de homosexuales no puede educar a un niño? ¿Por qué?, ¿cuál es la evidencia científica de que si el niño ve a dos papás, en lugar de mamá y papá, se deformará para siempre y él también será homosexual? No existe ninguna evidencia científica. Sostener que sí existe es ideología, no teología. Son respetables quienes vivan esa ideología, pero que no llamen a eso evangelio o doctrina de la Iglesia. Sólo que acepten que viven una ideología, no pueden pretender imponerla a todos los demás. Esa llamada que hicieron los miembros del Episcopado Mexicano para marchar el 10 y el 24 de este mes contra la iniciativa presidencial de los matrimonios igualitarios es un atentado contra el pluralismo de esta sociedad. ¿Tenemos derechos los católicos de imponer a una sociedad pluralista nuestra manera de ver la vida?, ¿el Estado debe someterse a nuestros criterios morales para legislar? Yo no lo creo.



Vasco de Quiroga y la familia Raúl Martínez Rubio*

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a misión de la Universidad Vasco de Quiroga es “formar personas integralmente, inspirados en el humanismo católico de don Vasco de Quiroga, para que sean agentes de cambio comprometidos con el bien común de la sociedad”. Con ello, esta institución se compromete a la construcción de una civilización, que busca perfeccionar al ser humano, respetando su dignidad, sus derechos naturales y la satisfacción de sus necesidades materiales y aspiraciones más profundas. En el ámbito universitario, resulta fundamental no sólo instruir, sino, ante todo, educar a la persona, sustentándola firmemente en los principios y convicciones que le servirán de referencia para la toma de decisiones y los actos de su vida, desde las cuales encontrará el sentido de su transcurrir cotidiano. Don Vasco de Quiroga afirmó que no basta la recta conciencia, es decir, no basta incubar ideas nobles y verdaderas. Éstas tienen que dar fruto y proyectarse en lo social. Los pueblos-hospital que él propuso son un reflejo de lo que pensaba sobre la sociedad: una comunidad de seres humanos que colaboran mutuamente para el bien común, que se esfuerzan, con su trabajo y con su vida en producir los bienes materiales, culturales y espirituales necesarios. Vasco de Quiroga pretendía que los indígenas evangelizados y civilizados de los pueblos-hospitales fueran el fermento para mejorar la vida social y construir una sociedad más justa y humana. Más que un recinto donde se atendían enfermos, los hospitales fundados por don Vasco constituían el núcleo de un pueblo al que se acercaban indios quienes, bajo un sistema de formación desarrollado y propuesto, habrían de construir una sociedad cristiana.

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Universidad Vasco de Quiroga.


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La universidad no puede continuar como una torre de marfil o un oasis de egoísmo, sino la comunidad humana en cuyas aulas se forman los líderes que, conocedores de la problemática social, sean capaces de ofrecer auténticas soluciones a los problemas humanos —tales como la dignidad humana— y proponer el Evangelio de Cristo. Ante el avance de la cultura de la muerte, se requieren universitarios comprometidos con la construcción de la civilización del amor. Todas las iniciativas sociales promovidas por don Vasco de Quiroga tienen como punto de partida a la familia. En palabras textuales del historiador Benedict Warren: “la familia era también la unidad sobre la cual se construía la vida social del pueblo”. Es esencial que la universidad sea capaz de comprometerse en la defensa de la persona, la vida y la familia, tan amenazadas en el momento presente. Estas realidades constituyen una tríada indisoluble, ya que la familia tiene por vocación dar vida y coadyuvar en el desarrollo integral de la persona. En esta perspectiva, asumimos de manera permanente en la comunidad universitaria la vida y obra de don Vasco de Quiroga, de manera que informe y dé sentido a nuestra vida personal, así como al ser y quehacer universitarios. Un elemento fundamental en nuestro tarea de formación es el diálogo entre fe y razón, por lo cual se imparten siete materias con contenidos filosóficos, teológicos y doctrinales durante los primeros siete semestres de todas las carreras, pues como dice la encíclica Fides et ratio en el último párrafo de la introducción, “la filosofía tiene la gran responsabilidad de formar el pensamiento y la cultura por medio de la llamada continua a la búsqueda de lo verdadero”. En cuanto a Amoris laetitia, el documento no nos muestra un ideal de familia, sino su realidad rica y compleja. Hay en sus páginas una mirada amplia y profundamente positiva del tema, que se nutre no nada más de abstracciones y proyecciones ideales, sino de una atención pastoral a la realidad. Nuestro papa ha insistido en que todo lo que se realice sea conforme a la realidad. Es un documento de una lectura densa, de sugerencias espirituales y de sabiduría útil para cada persona, para quienes desean construir una familia o a quienes, teniéndola construida, desean mejorar su vida familiar. Es un texto, fruto de una experiencia concreta con personas que saben por experiencia qué es la familia y el vivir juntos por muchos años. La exhortación habla, en sí misma, el lenguaje de la experiencia. Comienza recordándonos que la Biblia se encuentra poblada de familias, generaciones, amor y crisis


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familiares. La pareja que ama y genera la vida es la verdadera escultura viviente, dice, capaz de manifestar al Dios creador y salvador. Por ello, el amor fecundo llega a ser el símbolo de las realidades íntimas de Dios. De los valores que promovemos en la universidad el primer valor en orden asumido es el amor, entendido como el origen, fin y síntesis de todos los bienes. En cuanto a los desafíos de la familia, al papa le preocupa el asunto demográfico. Soy el mayor de trece hermanos, nueve hombres y cuatro mujeres, hijo de campesinos. Mi madre cursó hasta segundo de secundaria y mi padre, hasta tercero. Nunca faltó en nuestra mesa nada qué comer. Y quienes quisimos fuimos a la universidad. Hoy suele pensarse en tener pocos hijos para darles más amor, pero el amor no es un pastel que se reparte. Los hijos son una gracia y una bendición. Por desgracia, los católicos hemos caído en error de afirmar que ya somos muchos. ¿Muchos dónde?, ¿en la Ciudad de México?, ¿en Guadalajara, Monterrey, Nueva York? Si todos los habitantes del planeta nos distribuyéramos donde se pueda vivir, quitando mares, desiertos, lagos, nuestro vecino más cercano estaría a 16 km. La crisis familiar tiene su origen en la revolución feminista, en la revolución sexual y, hoy, en la revolución de género. Se nos ha menospreciado como seres humanos y hoy estamos en remate mercantil. En las redes sociales de este país, los golpes que, en una tienda de mascotas, un empleado propinó a un perro porque no se dejaba cortar el pelo causaron escándalo. Sin embargo, en la Ciudad de México se han realizado más de cien mil abortos y nadie, ni la prensa, dice nada. Ésta es la crisis antropológica en la que estamos inmersos. Sin lugar a dudas, es muy loable defender a los animales, pero no somos capaces de defendernos a nosotros mismos. En Amoris laetitia, el papa toca los temas de la explotación infantil, de la violencia, del abuso sexual a la mujer, a los niños, y se duele, sobre todo, cuando el abuso es cometido por quienes debieran proteger: la familia, la escuela y las comunidades de instituciones cristianas. A este respecto, en la universidad tiene tres centros de atención social, en Morelia, Michoacán. A las colonias más pobres de la ciudad asisten los universitarios y ofrecen talleres para niños, adolescentes, papás, todo desde un punto de vista preventivo. Los universitarios efectúan esa labor con el fin de que, durante su crecimiento, jóvenes y niños cuenten con herramientas formativas para defenderse ante las situaciones propias de vivir en las colonias marginadas. Desde luego, el


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papa se duele de la miseria, de la eutanasia y otras plagas como las drogas, el alcohol y todas aquellas en las que terminamos confiriendo valor a lo que no lo tiene. En la actualidad, la crisis antropológica afecta directamente a la familia. Los jóvenes no se quieren casar, entre otras razones, por huir de la responsabilidad y de las dificultades. La felicidad se finca en bienes como la escuela, el coche, el vestido, o bien las personas. Sin embargo, las cosas se acaban, pierden su brillo, se dañan y los seres humanos fallamos. El problema reside en que depositamos la felicidad en quienes fallan y al único que no falla lo ignoramos y lo sacamos de nuestra vida. Las personas de más edad seguramente recordarán que para ellos no hubo adolescencia, pues desde niños debieron trabajar; no había tiempo para las crisis de la adolescencia. Los niños de hoy en día no trabajan, porque están protegidos por la ley y en la casa no hacen nada porque se considera explotación y abuso; incluso se pueden quejar ante la cndh. Los niños tienen todos los derechos, pero no tienen ninguna obligación. Muchos jóvenes están instalados en una permanente crisis de adolescentes; llegan a la edad adulta y continúan siendo adolescentes, porque no asumen responsabilidades. Hay miedo a las responsabilidades. Lo que los musulmanes no lograron hacer en Europa con las armas y con la guerra, hoy ocurre con los hijos. El promedio de hijos en Europa es menor de dos. La reposición social para que no muera una sociedad debe ser de por lo menos 2.9, es decir, tres hijos. En México, estamos a menos de dos. Estados Unidos masacra a los musulmanes creyendo que todos son el Estado islámico; pero ellos se recuperan, pues en promedio tienen ocho hijos. Esta crisis antropológica ha llegado a nosotros; sin embargo, existen otras culturas que no lo ven así. Y ¿por qué no? Porque los hijos son una bendición de Dios, y nosotros, la cultura occidental, hemos autorizado asesinarlos antes de crecer. No les hemos dado siquiera derecho a defenderse. Desde luego, el papa habla de no debilitar a la familia, de no volver a los hijos una especie de negocio, de no hacerlos una mercancía. En cuanto el tema de género, estamos enredados a más no poder, pues no existen evidencias científicas de nada. Cada quien da su opinión, la cree única, y las demás quedan fuera. En días pasados, participé en un panel en la ciudad de Chicago. Llamó mi atención la participación de una religiosa que atiende a enfermos terminales


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de sida. Ella refirió: “podrán decir todo lo que quieran sobre el tema de la homosexualidad, pero un alto porcentaje de enfermos que debo atender antes de morir son homosexuales, y al final de su vida se arrepienten de la decisión equivocada que tomaron”. Estas son las palabras de una monja que entrega su vida a personas con enfermedad terminal. Respecto del tema de los matrimonios entre personas del mismo sexo, haré una paráfrasis de las palabras del padre Jorge Loring: aunque la suprema corte, la cámara de senadores o de diputados autorizaran que los burros vuelen, no por eso les saldrían alas. El papa nos habla del derecho de los niños a ser educados. Este tema encierra una gran complejidad, sobre todo, para quienes somos padres. En realidad, no hay mucho que hacer en la educación de los hijos: debemos ser testimonio de lo que queramos que sean, sólo eso. Podemos darles a nuestros hijos una catequesis de Dios, pero se educa más cuando ellos ven a sus padres arrodillarse delante de Dios. Si el hombre, que es su héroe para ellos, se arrodilla ante Dios, entenderá que Dios es más grande que uno. La educación de los hijos está en el testimonio, y allí debemos ser congruentes. Si algo le faltara a Amoris laetitia, en mi opinión, sería profundizar en el tema del noviazgo. Yo recomendaría a los jóvenes que no tengan novios o novias: tengan amigos, pues en la amistad se conoce a las personas. En la amistad conocerán su verdadera forma de pensar, de ser, de actuar, y el día que decidan casarse conocerán a aquel con el que van a pasar el resto de su vida. Acepten y busquen al mejor. ¿Cuál es el mejor? El mejor es una persona inteligente, piadosa, trabajadora. En el tema de la belleza, es la persona con quien puede uno salir a la calle y sentirse orgulloso. La felicidad en el matrimonio se construye desde el noviazgo y es una conquista día con día. Ser infeliz en el matrimonio es muy fácil; por supuesto, existen los problemas, los celos, las dificultades; sin embargo, buscar es para toda la vida y deben ponerse los medios para que así sea. El papa pone muchos ejemplos prácticos: no irse enojados a dormir, perdonarse, volver a empezar, disfrutar de las fiestas, de la vida. Ésa es la única manera de ser felices, la voluntad del hombre y la mujer para poner, todos los días, los medios para mantenerse juntos. Concluyo con una frase que dice el padre Espinosa de los Monteros: “quienes dejan a la esposa y buscan a otra y otra y otra es el mismo infierno, pero con diferente diablo”.



Palabras de cierre Bernardo Ardavín Migoni*

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l contenido del documento Amoris laetitia tiene mucho para comentar y puede ser leído desde diversas posturas. Como dijo san Juan Pablo II, en sus comentarios sobre el Concilio Vaticano, hay dos maneras de leerlo: la primera, en una lectura de continuidad, en la cual la Iglesia demostraba su congruencia, desde nuestro Señor, pasando por los padres de la Iglesia, hasta nuestros días; la segunda, en una lectura de ruptura. El papa Francisco asume que la libertad es fundamental. Sin embargo, no hay que confundirse, como si no hubiera verdades valores o principios que nos orienten o como si todo fuera igual y cualquier cosa debiera permitirse. Como una muestra de sabiduría no sólo de la Iglesia, sino humana podemos considerar el sexto mandamiento del Decálogo: “no fornicarás”. Este principio es positivo para heterosexuales, homosexuales, religiosos, solteros y demás. Romper este mandamiento trae serias consecuencias para la sociedad; una de ellas es el adulterio, la destrucción de la familia. Como ya se ha señalado en los textos anteriores, el papa tiene una visión sumamente cercana a la realidad, yo diría casi fenomenológica, pero iluminada por la doctrina. Es decir, no se limita sólo a los fenómenos; no es la primera vez que la Iglesia hace esto. Cito un par de capítulos de la historia de la Iglesia, que me impactaron profundamente desde que los conocí. Uno ocurre en el virreinato, donde había muchos hijos de españoles peninsulares e indígenas. Cuando la esposa, que se había quedado en la península, venía a la Nueva España, ello se convertía en un gran problema. En este caso, la Iglesia tomó medidas que incluso hoy podrían escandalizar, si no se lee bien. Obligó a esos varones a dar el nombre a los hijos, a registrarlos, a mantenerlos y a educarlos.

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Rector de la Universidad Intercontinental.


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El segundo caso sucedió en Francia, donde el rey san Luis creó una zona roja para las prostitutas en Montmartre. El rey pensó en la conveniencia de que las damas y las prostitutas estuvieran separadas. Fundó un servicio sanitario para atender a las prostitutas y evitar la proliferación de las enfermedades venéreas. Ello muestra que la Iglesia es bastante más realista en su historia de lo que nosotros, a veces, sabemos. Dice el papa en el parágrafo 52: “nadie puede pensar que debilitar a la familia como sociedad natural fundada en el matrimonio es algo que favorece a la sociedad. Ocurre lo contrario: perjudica la maduración de las personas, el cultivo de los valores comunitarios y el desarrollo ético de las ciudades y de los pueblos. Ya no se advierte con claridad que sólo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena, por ser un compromiso estable y por posibilitar la fecundidad. Debemos reconocer la enorme variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad; pero las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo, por ejemplo, no pueden equipararse sin más al matrimonio. Ninguna unión precaria o cerrada a la comunicación de la vida nos asegura el futuro de la sociedad”. Ya el fascismo y el socialismo real intentaron sustituir desde el Estado a la familia. Los fracasos han sido estrepitosos. Las palabras del papa Francisco describen una realidad que hemos vivido. También asegura que el deterioro de la familia ha sido ayudado por una decadencia jurídica. Los usos y costumbres —que no son aplicables sólo a los pueblos indígenas, sino a toda la sociedad— son fuente de derecho. Y alguien podrá preguntar cuáles son los usos y costumbres de nuestro pueblo, es decir, en relación con la familia, qué dice el pueblo, cuál es la cultura del pueblo. La respuesta es clara: la familia está formada por padre, madre e hijos, y sirve para educar. Hombres y mujeres no son seres que únicamente requieren alimentación y vestido, sino que deben educarse, como decía Napoleón, desde antes de nacer. Los seres humanos evolucionamos de forma continua, de manera muy notable hasta los 17 o 18 años, pero seguimos evolucionando, gracias a Dios, si así lo procuramos, hasta el momento de la muerte. Esto debe ser respetado. La institución familiar no se está inventando: existe en toda la historia de la humanidad. En el parágrafo 56 toca el tema de la ideología de género; lo trata como un desafío. Afirma que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer; presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el


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fundamento antropológico de la familia. Esta ideología, como se pretende hacer en la reciente iniciativa presidencial, conduce a proyectos educativos y directrices legislativos que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. Impartir esta ideología en la escuela provoca que se vuelva el único pensamiento que reciben los niños, cuando, como dice el papa, deberían estar en relación con la realidad, la cual es bastante más sencilla. A final de cuentas, la vida familiar es una escuela indiscutible del amor. Sobre esto abunda en el último capítulo, aunque también aparece en muchos otros apartados. En el 172, declara: “Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre; ambos son necesarios para su maduración íntegra y armoniosa. Como dijeron los obispos de Australia, cada uno contribuye ‘de una manera distinta a la crianza de un niño. Respetar la dignidad de un niño significa afirmar su necesidad y su derecho natural a una madre y un padre’”. En el mismo apartado, agrega: “No se trata sólo del amor del padre y de la madre por separado, sino también del amor entre ellos, percibido como fuente de la propia existencia”. En efecto, la familia es una auténtica escuela del amor. Para los católicos, el concepto amor es de una riqueza inigualable, a tal grado que se considera una forma de participación de la divinidad. Dice san Juan: “Dios es amor”. Nuestro concepto de amor es simplemente una relación de extraordinaria generosidad, de donación, que de alguna manera “nos explicaría” por qué Dios, quien no necesita nada, ha sostenido la creación e hizo al hombre y a la mujer inteligentes, a su imagen y semejanza. Ellos fallan y luego, sostiene la liturgia, de una manera todavía más maravillosa, los rescata por amor. De esta manera, la familia es la mejor escuela —no la única— donde se aprende el amor, el respeto por el otro. Todos hemos sido hijos de familia, aun cuando ya existen hijos de probeta. Algunos estudios analizan el terrible fenómeno de las tecnologías artificiales de reproducción, donde existen vacíos afectivos dramáticos, que pueden traer consecuencias sumamente serias. El hombre inventa negocios terribles, como los vientres subrogados. En la India, las mujeres más pobres alquilan sus vientres para que les implanten artificialmente el embrión, las programan y tienen a los niños por cesárea. Hay edificios que son prácticamente fábricas de niños. Si a los


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compradores no les gusta el niño, entra al remate. Existen dos reportajes en Youtube sobre este terrible fenómeno. Lo anterior muestra la importancia de la familia y del matrimonio. El papa insiste en que preservemos estas instituciones ancestrales de la humanidad, que han demostrado su valía justo porque es visible para todos que, cuando la familia falla, desgraciadamente las consecuencias son dolorosas. Quienes hemos estado en contacto con la educación en las escuelas nos damos cuenta de la problemática debida al deterioro de las familias. Los muchachos están desconcertados, experimentan muchas dudas acerca de cuál debe ser su comportamiento, cuál es su identidad, de dónde vienen, cuál es su destino. Las fallas del afecto, del amor, de la estabilidad, del ejemplo, que provienen de la familia constituyen un peso tremendo, que, sin duda, puede superarse. La exhortación apostólica Amoris laetitia puede entenderse desde diferentes puntos de vista; es una cantera inacabable de gran valía. No existe otro documento semejante. Ni la onu ni la Unesco han hecho un estudio a partir de 300 personas que están en contacto con el pueblo y que exponen la problemática de las familias de prácticamente todo el mundo. La Iglesia se encuentra siempre en la punta no sólo desde la perspectiva doctrinal, sino fenomenológica, humana. Por ejemplo, en su Tertio millennio adveniente, san Juan Pablo II realiza un estudio del tercer milenio como no hay en ningún otro lado; en ese texto, propone puntos clave para el progreso de la humanidad. Aunque de otra manera, esto es lo mismo que hace el papa Francisco en el documento que hemos comentado. Espero que Amoris laetitia se lea con cuidado y no se extrapolen aspectos que no dice; ojalá que nos permita apreciar cada vez mejor a la madre Iglesia. Los católicos decimos madre Iglesia porque su parte humana tiene dolores, defectos; pero no hay que olvidar que también tiene al Espíritu Santo. Es una institución divina y humana. Padece todos los vicios y deficiencias de una sociedad, pero es sostenida por la gracia. Y cuando se trata de Su Santidad, tiene un auxilio especial por medio del cual nos acompañará hasta el final de los tiempos.


III. Una sociedad que nos interpela. Familia y su actual problemรกtica



Palabras de apertura Bernardo Ardavín Migoni*

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ste III Foro de la Familia contará con diversos enfoques relacionados con el tema que nos atañe. Se discutirá aquí la manera en que las distintas generaciones conciben y viven la familia, con el objetivo de acercar estas visiones diferenciales. Estos enfoques son más que pertinentes debido a la importancia de la discusión sobre el tema y el abordaje multidisciplinario de su investigación. Sin duda, al cabo de estas reflexiones tendremos un conjunto rico de expresiones sobre la fenomenología de la familia. La Universidad Intercontinental tiene una filosofía humanista cristiana, puesto que ha sido fundada por los Misioneros de Guadalupe, dedicados a llevar el Evangelio a comunidades donde el cristianismo no se conoce. Los misioneros dedican sus vidas a llevar este mensaje, muchas veces en condiciones adversas. Para quienes somos parte de la universidad que ellos han fundado, este es un testimonio que debe impulsarnos a interrogarnos sobre las razones de estos hombres para dedicar su vida a la realización de esta labor. Por tanto, nuestra institución tiene una visión filosófica y antropológica de la familia, muy vasta, y tiene una tradición que se remonta no sólo a hace dos mil años, sino anterior. Nos interesa mucho confrontar los puntos de vista que sustentan nuestra filosofía institucional con los actuales. En la uic tenemos como valores primordiales el respeto, la apertura y la libertad hacia las opiniones de los demás. Esperamos que este espacio posibilite nuevos caminos y genere propuestas que nos permitan comunicar esto a la sociedad, que necesita de una orientación en este tema. Aun cuando no hay familias perfectas, como dice el papa, todos hemos tenido oportunidad, primero, de nacer y, segundo,

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Rector de la Universidad Intercontinental.


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muchas veces de crecer, gozar y recibir un soporte único en la familia. Porque la familia no sólo implica el sustento de los hijos, sino primordialmente su formación. Esto implica tener la conciencia de la naturaleza humana, que está en evolución continua, sobre todo, desde que se es pequeño hasta que se tiene la mayoría de edad.


Realidad y desafíos de la familia Gabriela Martínez Iturribarría*

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esde su fundación, la Universidad Intercontinental ha pugnado por mantener un diálogo permanente con la sociedad. Se mantiene atenta a todo lo que sucede en la sociedad, con el fin de reflexionar sobre diferentes temas y, en la medida de lo posible, concretarlos en proyectos, siguiendo los tres principios rectores: alto nivel académico, orientación social e inspiración cristiana. Este texto se centra en algunos pasajes del segundo capítulo de la exhortación apostólica del papa Francisco, Amoris laetitia o La alegría del amor, en especial. En general, Amoris laetitia ofrece un rico y profundo contenido que aporta numerosas pautas de reflexión, y del cual probablemente cada uno realizará su propia interpretación. El documento es producto de dos sínodos en los que confluyeron obispos y sacerdotes de todo el mundo para analizar el tema de la familia. El papa Francisco afirma que “la complejidad de los temas planteados mostró la necesidad de seguir profundizando con libertad algunas cuestiones doctrinales, morales, espirituales y pastorales”. En ese mismo sentido, declara que “en la Iglesia, es necesaria una unidad de doctrina y de praxis; pero ello no impide que existan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que derivan de ella”. De acuerdo con lo que señala el papa, en la actualidad, “el cambio antropológico cultural hoy influye en todos los aspectos de la vida y, para su análisis, se requiere un enfoque analítico y diversificado”,1 como lo refleja la elaboración del propio documento sinodal, pues en él participaron diferentes autores del saber. Siguiendo este mismo enfoque, en mi opinión, podemos señalar los *

1

Directora Divisional de Ciencias de la Salud, Universidad Intercontinental. Amoris laetitia, II, p. 9.


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puntos más relevantes del documento. Su elección no ha sido sencilla, pues hay otros temas también fundamentales, pero no es éste el espacio ni para exponerlos todos ni para profundizar en cada uno. Por ahora, basta un imagen del contenido de Amoris laetitia, trazada en grandes rasgos que tienen que ver con la sociedad, la economía, lo psicosocial, la salud reproductiva y la cultura.

Contexto social El papa alude a dos sociedades: una, en la cual vivimos y otra, hacia la que caminamos. En sus propias palabras, ninguna “permite la pervivencia indiscriminada de formas y modelos del pasado […] Pero somos conscientes de los cambios que están tomando los cambios antropológico-culturales, en razón de los cuales los individuos son menos apoyados que en el pasado por las estructuras sociales en su vida afectiva y familiar”.2 Lo anterior tal vez sea más evidente para quienes trabajamos en el campo de la psicología, la filosofía y teología, pues en estas áreas disciplinares no contamos con un sustento teórico suficiente y necesario para incidir en la problemática relativa a la familia. Por ello, Francisco exhorta a emprender acciones para atender los siguientes puntos que marcan nuestra realidad social actual: • Época de gran individualismo; sólo importan los beneficios personales. • Disminución demográfica, que afecta al desarrollo de la familia. • Futuro profesional incierto y, por lo tanto, inseguridad económica, seguida del temor por el porvenir de los hijos. • Pérdida de la capacidad de la familia para reaccionar y brindar protección. • Legislaciones que promueven la deconstrucción jurídica de la familia hacia forma basadas en la voluntad. • Desarrollo de proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad gender.

2

Ibidem, pp. 10-11.


Realidad y desafíos de la familia

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Aspectos económicos • De acuerdo con la exposición del papa, las cuestiones económicas también han impactado significativamente en las familias, como lo revelan los siguientes aspectos: • Carencia de casa propia, lo que retrasa el compromiso y origina una falta de autonomía. • Migración, como resultado de la búsqueda de una mejor realidad. • Miseria.

Aspectos psicosociales • • • • •

Ausencia de la figura paterna. Drogodependencia. Explotación sexual. Violencia familiar, que promueve nuevas formas de agresividad social. Predisposición a la personalidad violenta.

Aspectos de salud reproductiva • Alquiler de vientres o instrumentación y mercantilización del cuerpo femenino en la actual cultura mediática. • Revolución biotecnológica en el campo de la procreación humana. • Paternidad y maternidad como realidades componibles y descomponibles, sujetas a los deseos de los individuos y de las parejas.

Culturales • Derechos de la mujer y su participación en el espacio público, aún débiles en algunas culturas. • Conductas inaceptables, como la mutilación genital femenina. • Poligamia y matrimonio combinados, en algunas culturas. • Huellas de sociedades patriarcales. Podemos concluir—aunque la reflexión sobre Amoris laetitia abre los espacios para un diálogo permanente y respetuoso— señalando que, desde el punto de vista del papa Francisco y de las reflexiones sinodales “no queda un estereotipo de familia ideal, sino un interpelante collage de diferentes realidades colmadas de gozo, dramas y sueños. Las realidades que nos preocupan son desafíos”.


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La exhortaciĂłn del papa cierra con tres propuestas: 1) despertar la creatividad misionera, 2) dejar los lamentos autodefensivos, y 3) que la Iglesia continĂşe atendiendo a la necesidad de decir una palabra de verdad y esperanza.


Tipos de familias en México Midelvia Viveros Paulín*

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e acuerdo con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, “la familia se define como el elemento natural y fundamental de la sociedad que tiene el derecho a la protección de la misma y del Estado”,1 pues constituye el grupo social elemental en la que la mayoría de la población se organiza para satisfacer las necesidades más esenciales de la persona. Para referirse a la familia, el inegi2 recurre al constructo hogar, al cual define como “el conjunto de personas que pueden ser o no familiares, que comparten la misma vivienda y se sostienen de un gasto común”. Y añade, además, que “una persona que vive sola también constituye un hogar”. En la Encuesta Intercensal 2015 del inegi, es posible hallar datos muy interesantes respecto de las familias en México. Los tipos de hogar se clasifican de la siguiente forma: 1. Hogares familiares: al menos uno de los integrantes tiene parentesco con el jefe o la jefa del hogar. A su vez, se dividen así: a) Hogar nuclear: integrado por papá, mamá e hijos; puede estar formado por un solo progenitor y sus hijos; también una pareja sin hijos cabe en esta categoría. b) Hogar ampliado: formado por un hogar nuclear más otros parientes (tíos, primos, hermanos, suegros y demás). c) Hogar compuesto: integrado por un hogar nuclear o ampliado, más personas sin parentesco con el jefe del hogar.

Directora Académica de la Licenciatura en Psicología, Universidad Intercontinental. Declaración Universal de los Derechos Humanos, artículo 16, 3. 2 inegi, Encuesta Intercensal 2015. *

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2. Hogares no familiares: ninguno de sus integrantes tiene una relación filial. También se subdivide: a) Hogar unipersonal: conformado por personas que viven solas. b) Hogar corresidente: personas que viven con otras, ajenas a su familia. En la misma Encuesta hallamos los siguientes datos: 1. De cada 100 hogares familiares: a) 70 son nucleares, b) 28 son ampliados, c) 1 es compuesto, y d) 1 corresponde a los no especificados. 2. De cada 100 hogares: a) 93 son unifamiliares y b) 7 son corresidentes. Además, el inegi reporta también la siguiente información: 1. 2. 3. 4. 5.

96% de los mexicanos vive en hogares familiares; 73.6% de los hogares tiene como jefe de familia a un hombre; 24.6% de los hogares tiene como jefe de familia a una mujer. Actualmente, hay 9 millones 266 211 hogares con una jefatura femenina. Los hogares familiares tienen 4 integrantes, en promedio.

Por último, citamos una investigación realizada durante el sexenio de Vicente Fox, por un comité académico. El punto central de este estudio versa sobre la transformación de la familia en el siglo xx, y su propósito consistió en conocer los siguientes temas: 1. La evolución en las interacciones de las familias nucleares extensas y unipersonales. 2. La convivencia de tres generaciones en un hogar. 3. Los factores que transforman las relaciones familiares (la expansión de la escolaridad, el incremento de la inserción de las mujeres en el campo laboral y el control de la natalidad). 4. Conocer los estilos de parentalidad.


Tipos de familias en MĂŠxico

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Los datos de las investigaciones citadas son la fuente de la cual surgieron ejes de anĂĄlisis como el de la familia, que actualmente es motivo de numerosos debates.



La familia como grupo natural y espacio de transmisión, conformación y transformación psíquica María Eugenia Melgoza Magaña*

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l sistema social, en cuyo centro reside la familia, se conforma de cuatro elementos: el sujeto, el imaginario social, la institución y la organización. El primero —el sujeto— forma y transforma a la familia y a cada uno de sus miembros. A su vez, los elementos biológicos, genéticos, sociales, culturales y jurídicos, así como las organizaciones, también intervienen en la construcción de la familia y de los sujetos. Por familia puede entenderse un pequeño grupo fundamental, donde tiene lugar la transformación del sujeto, la transmisión psíquica y los significados sociales, a partir del imaginario social, es decir, lo colectivo. Históricamente, una forma de configuración básica para la permanencia de las ideas y de los significados a lo largo del tiempo es justamente la familia. Estos significados están íntimamente ligados a la sexualidad, es decir, a lo que conocemos como género masculino y femenino. El imaginario social tiene que ver con los paradigmas y lo simbólico de la sociedad y de los individuos. Afecta tanto a la sociedad como al individuo. Además, da significado a las configuraciones vinculares que nos ayudan a comprender las relaciones, entendiendo como vínculo la estructura compleja que incluye un sujeto más un objeto, más su mutua interrelación mediante procesos de comunicación y aprendizaje. La configuración vincular adecuada será aquella que tramite los aspectos pulsionales y determinantes de una relación. Todos tenemos vínculos diferentes

* Coordinadora General en el cogobierno de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo, A. C.


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en cada una de nuestras relaciones; siempre vamos a estar vinculados. La única variante es la razón por la cual nos vinculamos; para algunos, será la amistad; para otros, será formar una pareja, e incluso para otros más puede tratarse del mero placer sexual. Según el vínculo que hacemos, serán los diferentes tipos de configuraciones. Por ejemplo, encontramos vínculos, acuerdos o alianzas —conscientes o inconscientes— para la crianza, para la pervivencia de la especie. Las configuraciones vinculares se dan en el sistema intersubjetivo, de acuerdo con el porqué y para qué nos vinculamos; esto es lo que origina los diferentes tipos de familias: nuclear, extensa, monoparental, homosexual, construida, reconstruida o ensamblada, todo de acuerdo con los significados construidos desde el imaginario social mediante las relaciones psíquicas entre los individuos. La familia no es una organización estática; depende de cada sociedad y cada momento histórico, es decir, cambia con los tiempos. Los cambios de la realidad social, económica, tecnológica, científica y las formas de comunicación le afectan y es afectada por ellos. Como institución, la familia es un constructo que sirve a la sociedad para transmitir valores, los cuales también van modificándose, de acuerdo con las relaciones de producción, del modo de los hombres para relacionarse entre ellos y con el medio ambiente. En el centro de la sociedad está la familia, en el campo de lo grupal, es decir en el conjunto restringido de personas que, ligadas por constantes de tiempo y espacio y articuladas por su mutua representación interna, se proponen una tarea que constituye su finalidad, interactuando mediante mecanismos de asunción y adjudicación de roles. También entendemos por familia el lugar por excelencia donde se producen las interacciones entre los individuos y sus efectos sobre la configuración del mundo interno de cada uno de quienes lo integran. La estructura del aparato psíquico conforma el aparato grupal o familiar. El desarrollo va desde la indiferenciación total, cuando nacemos. La pregunta es cómo empezamos desde ahí y llegamos a la estructura total. Cada aparato psíquico forma parte de la familia, lo cual no quiere decir que todos los individuos alcancen este aparato; algunos se quedan a la mitad, otros avanzan más. Eso determinará el grupo de familia resultante.


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En un principio, las familias eran las encargadas de la educación, de la transmisión de valores, del afecto. Sin embargo, ahora es la escuela la que ayuda a la familia a educar al niño. Ahora encontramos que también los medios de comunicación, los avances tecnológicos contribuyen a la educación de los hijos. Esta educación no se centra en la familia, sino más bien tiene que ver con el entorno del individuo; ella ayudará en su formación y transmisión de valores. La relación entre la familia y el sujeto está estrechamente ligada: si la familia cambia, el sujeto también lo hará; de igual modo, si el sujeto se mueve, cambia la familia. Todo esto conlleva a que las instituciones, las organizaciones cambien; ahí interviene la simbolización, la ideología. Si cambia un paradigma, junto con él se mueve todo el contexto del individuo. Por otra parte, el sujeto y la familia se sostienen y rigen por la institución, ese cuerpo jurídico normativo compuesto de ideas, valores, creencias y leyes que determinan las formas de intercambio social. La sexualidad, la vejez, la religión y la justicia, entre otros, son instituciones que apoyan y dictan las normas y valores tanto a la familia como al sujeto. De la institución emana lo instituido, lo que ya rige. Esto instituido pretende el carácter de universalidad, perennidad y verdad; siempre pondrá a esta última como el único elemento que lo norma. Por otro lado, en el imaginario social, conformado por las ideologías y lo simbólico, reside lo instituyente. Todo instituido trae consigo lo instituyente, que no es otra cosa, sino la propuesta y la negación de lo establecido. Cuando los movimientos que van en contra de lo instituido cobran fuerza, la familia o el individuo se ven afectados. Una vez que algo queda instituido, en seguida aparece su contraparte, lo que va en contra —lo instituyente—. Se trata de un movimiento social que se repite a lo largo del tiempo, por más que lo instituido pretenda ser lo verdadero, perenne y definitivo. En cuanto a la organización, es ella quien produce las normas, procedimientos, sistemas y cultura; contiene procesos de adjudicación y asunción de roles; de planificación y control; de resolución de conflictos en el marco de las relaciones instituidas de poder y autoridad, de sus cambios y transformaciones. Apoya a la institución. La organización también tiene que ver con las tecnologías en uso, los modos de transformación de la realidad que operan e inciden en los procesos de adjudicación de roles. Transforma, produce, reúne


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y mantiene; tiene que ver con los medios de comunicación y es mediadora entre las instituciones y los sujetos. De este modo, puede señalarse en síntesis que la organización adjudica y propone; la institución norma y valora; el sujeto demanda y asume; el imaginario social tiene que ver con los significados y los significantes. Desde el punto de vista del sociólogo estadounidense Daniel Bell, en términos históricos hay tres grandes momentos clave de cambio en los modos de producción, entendidos como la forma en la que los hombres se organizan para la producción, distribución y consumo, todo lo cual conlleva transformaciones en las relaciones sociales. El primer momento corresponde al paso de nomadismo al sedentarismo. Ello aumentó la producción agrícola y transformó la relación entre los individuos. Ya Engels aludía al Estado y al nacimiento de la familia justo por los cambios de producción; la aparición de la propiedad privada hizo necesario un papá, una mamá y los hijos, para ver a quiénes heredarán las propiedades y bienes. La revolución industrial es el segundo momento. Entre muchas otras consecuencias, trajo el desplazamiento del hombre por la máquina. En este siglo, aparecen las luchas sociales y sus demandas por más salarios y más tiempo libre. La tercera etapa corresponde a la revolución digital y tecnológica que ha ocasionado grandes cambios en la producción, en la prestación de servicios, la educación, las comunicaciones, las ciencias y las relaciones interpersonales. En la historia de occidente un cambio tecnológico o social, un nuevo paradigma bastan para que una sociedad entera cambie radicalmente su estructura y gobierno. Esto también ha afectado a todo el ámbito social y psicológico, donde se halla la familia; ahora existen otras formas de organizaciones, por el cambio en los modos de la relaciones, lo cual conduce a nuevas formas de familia. El cambio de las familias y sus configuraciones vinculares también afecta al psicoanálisis. Por ejemplo, Freud basó la teoría edípica en la relación papá-mamá-hijo(a) y parecía algo fijo: la idea estable de madre y padre. Estos cambios que afectan a las instituciones también impactan en el psicoanálisis. Es necesario replantearnos muchos de los conceptos que aún hoy manejamos como supuestos básicos.


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El vínculo para dar constancia objetal ya no se liga necesariamente a la relación sexual genital hombre-mujer para la concepción, debido a los avances tecnológicos. Con los actuales cambios, no se requiere un varón para engendrar. Hoy día, una mujer puede elegir el color de ojos y piel que ha de tener su descendencia. Han sobrevenido muchos cambios, algunos ya anunciados de algún modo. Por ejemplo, el filósofo Jacques Derrida declaraba que incluso podíamos pensar en un sujeto que tuviera tres madres: la que dona el óvulo, la subrogada —a quien se implanta el óvulo y pare— y aquella que recibe el hijo para la crianza. Esto ha generado una discusión que llevó incluso a la diferenciación entre mamá y madre. La primera es la que lo trae en el vientre, pone el óvulo y lo pare, mientras que la segunda es quien cría al recién nacido. Esto demuestra la variedad de vínculos, entre los que se halla la crianza y la transmisión de valores y afectos. Pensemos en la variedad de parejas que en la actualidad conforman familias. Dos mujeres, dos hombres, un hombre y una mujer. La relación establecida entre ellos nos conduce a las configuraciones vinculares: establecen un vínculo para la crianza, para el amor, para la transmisión de valores. Si ambos tienen el amor, el deseo y se vinculan para la crianza, entonces podría pensarse que un hijo suyo puede tener un buen fin. Lo importante no es la configuración, sino el fin. Lo importante es el amor con el que criamos y el vínculo que establecemos para la transmisión de valores. Nunca dejará de existir ese algo llamado familia, que se desarrolla en torno de la procreación. Sin embargo, hoy vemos otras configuraciones: las que tienen como función principal la crianza, las que se forman en función de la compañía, las que se unen por el amor. Concluyo con una cita del pensador galo, Jacques Derrida: “Con un hombre y una mujer, se pueden hacer muchas cosas. Con la diferencia sexual (y la homosexualidad no es indiferencia sexual), pueden imaginarse tantas configuraciones llamadas familiares.”



Generaciones diferentes, diversos conceptos de familia María Eugenia Melgoza*, Eric Torrescano Valle**, Juan Pablo Brand Barajas**, Marisol Zimbrón ** y Pedro Domínguez***

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n el III Foro, “Una sociedad que nos interpela, la familia y su actual problemática”, se discutió sobre las diferentes percepciones de familia, según las características de diferentes generaciones: Baby Boomers, Generación X, Generación Millenial y Generación Z. Cada uno de los participantes relató su experiencia y la vigencia que generacionalmente se otorga a los diferentes modelos.

Baby Boomers

Juan Pablo Brand Barajas (JPB): Nacidos entre 1946 y 1965, esta generación destaca por ser revolucionaria: es la de los jóvenes del 68, quienes rompieron con todo el modelo estructural de la sociedad y de la familia. Tuvo altos grados de empoderamiento y actualmente constituye la mayor parte de la población. Se dividen en mayores (padres de familia de la generación X) y menores (padres de millenials). El compromiso con su trabajo es una parte central de sus vidas. María Eugenia Melgoza (MEM): Las familias estaban constituidas por padre, madre e hijos. El primero era quien tenía más poder por ser el proveedor. Incluso, en aquel tiempo existía un dicho que pretendía mostrar esa realidad: “las mujeres, como las escopetas, cargadas y atrás de la puerta”. A mí me tocó una familia conformada por once hermanos. En ese entonces, se presentó una dificultad debido a que las familias estaban construidas Coordinadora General de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica de Grupo, A. C. Catedráticos de la Universidad Intercontinental. *** Estudiante de la Universidad Intercontinental. *

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bajo esa estructura: mi madre quedó viuda y ella sola tuvo que sostenernos; volver a casarse era casi impensable. También me tocó vivir una contradicción: me enseñaron a coser, tejer y bordar; en ese entonces, a lo máximo que podías acceder como mujer era a hacer una carrera comercial. Sin embargo, después se volvió necesario poseer una carrera e inició el auge de las universidades. Así fue como comenzaron a abrirse los espacios para que las mujeres pudieran trabajar y, con ello, vino la triple jornada laboral: el trabajo en la casa, fuera de la casa y el de la noche. JPB: Me parece que el cambio más importante ocurrido fue respecto del rol de la mujer, un tema que Freud empezó a tocar hasta llegar a la conclusión de que anatomía no era destino y los roles no estaban preestablecidos. Después de la Segunda Guerra Mundial, como Europa estaba vacía de hombres jóvenes, las mujeres tomaron las riendas de la sociedad, lo cual impactó al resto del mundo, convirtiéndose en el antecedente de la revolución sexual. MEM: Me gustaría hacer hincapié en la idea de matrimonio, porque no había divorcios, era imposible. Sin embargo, nos alcanzó la revolución sexual con la pastilla anticonceptiva, cambio importantísimo para los modelos familiares.

Generación X JPB: Se trata de personas que nacieron entre 1968 y 1980 aproximadamente. Su nombre se debe a la novela de Douglas Coupland, en la que se describe a una generación de jóvenes desencantados de la vida en las ciudades. Les tocó vivir el nacimiento de internet y de lo digital, así como adaptarse a esos cambios. Eric Torrescano Valle (ETV): La generación X ha sido etiquetada de manera negativa. Se caracteriza a las personas que la conforman como individualistas, egocéntricas, ensimismadas, apáticas, poco participativas, superficiales, preocupadas más por asuntos de la imagen. Con las divisiones generacionales, se pretende caracterizar a una población, sobre todo, de Inglaterra y Estado Unidos. En el caso de México, tales etiquetas resultan sumamente limitantes debido a la diversidad que existe. Dentro de las familias se vive una incongruencia de fondo por parte de los padres: por un lado, buscan el progreso y se guían por ideales, pero, por


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otro lado, se alinean al sistema de manera acrítica. De esta manera, se vive una situación que genera cierta desesperanza. Los miembros de la Generación X solemos poner en duda la autoridad de los padres o el modelo propuesto por ellos; sin embargo, debemos reconocer que no teníamos tantos argumentos como para cambiarlo. Entre esta desesperanza y el mundo globalizado y consumista, se ha orillado a que quienes somos padres X modifiquemos los roles de la familia tradicional; por ejemplo, ser proveedor no es una tarea exclusiva del padre, sino que se distribuye entre los dos cónyuges y ambos salen a trabajar. Esto tiene varias implicaciones: un desarrollo exponencial en el ámbito profesional de las mujeres y, desde luego, un cuestionamiento respecto de la figura patriarcal. Esta incursión obliga, por un lado, al asunto de ser proveedores, lo que significa dejar el hogar por un tiempo considerable; es decir, fuimos una generación olvidada por los Baby Boomers, algo que también está haciendo la Generación X. Los roles han cambiado. Quienes pertenecemos a la Generación X y hoy nos toca ser padres hemos acuñado la frase “dar calidad de tiempo” a nuestros hijos. De la misma manera, hoy en día, algunos hombres nos involucramos más en la crianza de los hijos; por ejemplo, asistimos a las juntas escolares y a las firmas de boletas. Lo anterior implica muchos cambios, como replantear la influencia que se tiene en los hijos y el tiempo que se les dedica. Las familias de padres X solemos padecer estrés financiero, porque se vive una preocupación muy grande por el futuro, la educación de los hijos y el bienestar de la familia. Para finalizar, en México, hemos tenido momentos significativos que, de alguna manera, marcan esta generación. Como se mencionó, nos tocó la resaca del 68: tratar de mantener los ideales de esa época, luchando contra la apatía generacional. Nos tocó vivir las crisis económicas de los 80 y 90, lo que obligó al cambio de roles en las parejas. También el surgimiento de la sociedad civil cuando ocurrió el terremoto de 1985. Aunque fue una llamarada muy fuerte que después se vino abajo, permitió cambios significativos en diversos sectores. La participación y decepción en 1988, año en el que se realizaron las elecciones que pudieron ser las más democráticas y, sin embargo, mermaron las expectativas de un nuevo cambio, de una nueva estructura social, lo


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que generó bastantes conflictos. En 1994, otro suceso marcó a nuestra generación: el surgimiento del ezln, que fomentó la participación de la sociedad civil y propició profundos cambios en ella. Al mismo tiempo, ha surgido una especie de contracultura que de manera paralela ha intentado mantener vivos los ideales y valores que en algún momento pudieron ser significativos, los cuales, aún hoy, todavía promueven la esperanza por tener un cambio. JPB: En ocasiones, los millenials nos preguntan por qué los X somos tan pesimistas. En 1987, durante el sexenio del entonces presidente Miguel de la Madrid, el peso se devaluó 3 mil por ciento, algo impensable en la actualidad. Cuando creíamos que había esperanza, llegaba alguien que se encargaba de destruir el sueño. El movimiento zapatista, que tuvo alcances mundiales, atrajo a muchos jóvenes de diferentes partes del mundo y se volvió como un sentido de esperanza hacia los jóvenes, sobre todo, porque ante el auge de la globalización, hizo énfasis en lo local. Esto dio origen a lo que ahora llamamos glocal. En esos años sí se tendió a lo local, a una vida más tranquila, lo cual se proyecta en los modelos familiares, en contraste con los valores de la generación Baby Boomer, que, de cierta manera, es más introspectiva. Como planteó Zygmunt Bauman, esta generación creció con el modelo institucional, así que había bastante certeza: se tenía la seguridad social otorgada por el Estado, las instituciones educativas y religiosas funcionaban bien. Después de la caída del muro de Berlín y de la urss, se estructura un modelo que toma el centro: el mercado, que es sumamente dinámico. De ahí que Bauman hable de la modernidad líquida, que toca al tema de la familia: nos hacemos familias líquidas, estamos en movimiento. Desde mi punto de vista, resulta difícil asegurar que antes era mejor. Antes había instituciones con las que uno podía sentirse sostenido, mientras que hoy en día estamos totalmente abandonados a nuestra suerte, por lo que si no nos movemos, “nos lleva el río”. ETV: A pesar de todo eso, la Generación X representa casi 40 por ciento de la población económicamente activa; es decir, es la que continúa moviendo a México y tiene una fuerza increíble en el asunto de la formación de las nuevas generaciones, que no está tan matizada con esa decepción, aunque el contexto económico, cultural y social no era para menos.


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Generación Millenial JPB: Se trata de una generación que ha provocado mucho movimiento en varios sentidos. Se integra de lleno al mercado, al modelo neoliberal, a internet y a las redes sociales. Son hijos de los Baby Boomers o de miembros de la Generación X, y se contagian de todo su impulso. Esta generación conoce, mejor que las anteriores, los cambios en los modelos de familia. Poseen la tasa más alta de padres divorciados. La estrecha relación con la tecnología marca a esta generación. Marisol Zimbrón (MZ). Comenzaré con una pregunta: ¿qué hacemos los millenials? Ahí surge gran parte de nuestra investigación, de nuestro planteamiento de cómo vemos y cómo somos en el mundo. En esta oportunidad que hemos tenido de dialogar con otros colegas, hemos visto que las ideas, las personas y las sociedades evolucionan. ¿Qué nos hace pensar que la concepción y definición de la familia no tendría que evolucionar también? Yo no nací en la era de internet, pero, en efecto, hoy en día no concibo mi vida sin el uso de esta tecnología, debido a un elemento esencial, que valoro mucho: internet es una ventana al mundo y sus posibilidades, pues con la tecnología tenemos el poder del conocimiento en la palma de la mano. Ese poder implica responsabilidad, porque así como hay información verídica, confiable, también hay una infinita industria de la desinformación, de donde surge la importancia de fortalecer nuestro pensamiento crítico; de otra manera, estaríamos perdidos en la vasta gama de datos verídicos, datos falsos, posturas. Creo que debemos funcionar como cuestionadores e integradores del conocimiento para encontrar aquellos asuntos que realmente aporten valor. Con el internet, surgen las redes sociales y el espacio de libre expresión y de difusión que éstas abren, lo cual genera un poco de activismo, quizá heredado de los Baby Boomers, pero adaptado a la realidad que nos toca vivir. Se trata de un activismo que a menudo sólo se queda en formular sólo una crítica para el muro de Facebook o en un foro. Sin embargo, poco a poco ha tomado forma gracias a varias iniciativas, por ejemplo, change.org, donde cualquiera pueda generar una petición y compartirla para que sea firmada. Allí se crea un movimiento. Al inicio, la postura activista por las redes era muy cómoda, pero no trascendía. Hoy en día, se ha transformado y hacer que un asunto trascienda se vuelve un reto.


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En cuanto a la idea generacional de familia, mi experiencia y lo que he observado a lo largo de los años me conducen a opinar que lo esencial de la familia, más allá de su conformación, son los valores: el respeto, el amor, la seguridad y el vínculo, lo cual debería ser lo que prime en la defensa de nuestra familia, como estructura esencial de la sociedad. En el caso de que haya hijos, lo más relevante sería que las figuras parentales fueran suficientemente buenas para ellos. En ocasiones, pregunto qué es más relevante, si el que la familia tenga una estructura tradicional o que sus miembros sean personas de bien que ofrezcan un entorno adecuado a los niños que se desarrollan ahí y que les permitan aportar para construir un mundo menos amenazante, deprimente, inseguro e inestable. Lo importante es el valor de la diversidad y de la aceptación implicada en ella. Desde mi punto de vista, es un sinónimo de lo que muchas ideas religiosas plantean como el amor al prójimo; no entiendo el amor al prójimo si no hay respeto y, en ese sentido, debemos partir de respetar el libre albedrío y la diversidad. Hace poco leí una frase de Charles Evans Hughes donde afirma que “cuando perdemos el derecho a ser diferentes, perdemos el derecho a ser libres”. Esto define la experiencia de muchos millenials grandes (porque ahora ya se señala la diferencia entre los jóvenes y los grandes). Debemos aceptar y respetar la existencia de muchos tipos de familia. La experiencia de familia que tenemos cada uno de nosotros es diametralmente diferente; yo vengo de una familia que podría parecer tradicional (padre y madre), pero mi padre es divorciado y yo soy hija de su segundo matrimonio; tengo cuatro hermanos, uno de ellos es homosexual y otra, divorciada. En ese mismo núcleo, hay una diversidad enorme, lo cual implica que la experiencia de esta familia, la forma en que se percibe, se vive y se internaliza, es diferente. Aprovechando todos los medios a nuestro alcance, resulta esencial asumir que, más allá del concepto, la propia vivencia interna provoca la multiplicidad de definiciones de familia. Me pregunto qué se teme cuando consideramos que la inclusión y diversidad amenazan algo tan esencial para la sociedad como la familia, si generaciones anteriores nos han enseñado que el miedo, la discriminación, el rechazo y la falta de aceptación merman valores y las familias, y son el sustento tanto de estos conflictos bélicos como de la violencia que sufrimos día con día. Lo que se ve es un mundo que necesita urgentemente un planteamiento desde una postura más integradora


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y conciliadora de las diferencias culturales, sociales, raciales, generacionales, sexuales y de género. Por último, son estas diferencias a las que tenemos acceso por medio de las tecnologías de la información y las que nos enriquecen como millenials, porque tenemos acceso a otras maneras de vida, a otras culturas, a otros idiomas y a otros conocimientos. Al final, creo que el concepto de familia va más allá de una definición. Si tuviera que dejar un mensaje desde esta perspectiva, sugeriría que nos abramos a otras posibilidades, que nos ubiquemos en una perspectiva empática hacia las distintas posturas y privilegiemos aquellos elementos que nos unen, y no a los que nos dividen. Más allá del modelo de familia del que provengamos o del que hayamos formado, todos somos seres humanos y deseamos bienestar para nosotros y para nuestros seres queridos; todos queremos vivir tranquilos y en paz. Cuando navegamos en la vasta información de internet, para no ahogarnos, debemos considerar esos puntos en común, esos factores comunes que nos permiten crear y manifestar nuestras identidades; no somos tan diferentes como a veces las ideologías nos quieren hacer pensar. El respeto y la diversidad tienen que ir en ambas vías: hacia quienes no compartimos una ideología específica y hacia quienes sí creen, porque todos tenemos la responsabilidad de crear, mover, cuestionar la realidad actual para generar esos cambios —más allá del miedo que nos puede dar lo distinto de nosotros—, con el fin de conocerlo y comprenderlo. Y, si vamos a criticarlo, al menos que sea con conocimiento de causa, con respeto y con una propuesta de por medio. Esto es lo que puedo compartirles sobre lo que el entorno y la revolución tecnológico-conceptual han dejado en mí, como representante de los millenials. Quisiera invitarlos a plantear nuestros conocimientos y nuestras posturas desde algo que nos una y no que nos divida. Internet y la globalización generan una nueva forma de masificación; los fenómenos de masa que antes veíamos en físico, ahora también se llevan al mundo cibernético, con gran impacto. JPB: Yo digo que el modelo familiar millenial es aquel en el que duran más los preparativos que el matrimonio, porque al ser generación Facebook, los millenials cayeron en esta trampa de vivir para dicha red social, y cuando se cae el encanto de la imagen, llega la crisis.


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MZ: A pesar de eso, creo que ya está ocurriendo un cambio, porque los millenials ya nos cansamos de la plasticidad y la intranscendencia que tiene esa foto en la que parece que toda tu vida es maravillosa, porque si tu vida fuera así, ¿con quién vas a compartir aquellas cosas que no lo son? Hay bastante gente que sigue viviendo para posar en Facebook, pero también hay muchos otros que ya cierran esa página al parecerles aburrida y deprimente; así que están siendo víctimas de ese vacío de construir una identidad que tenga sustento, basada únicamente en la imagen y no en el ser ni en la forma de vivir, y no algo que realmente pueda trascender. Como antes opiné, este activismo busca maneras de consolidarse en cambios reales

Generación Z JPB: Conformada por jóvenes que nacieron entre 1995 y el 2000, es parecida a la de los miIlennials, pero con más conciencia social. Ha sido marcada por lo ocurrido el 11 de septiembre de 2001 y han crecido con una idea de inseguridad, lo que ha generado en ellos otro tipo de conciencia. Ellos abandonan los medios tradicionales de comunicación y operan básicamente por internet. No suelen ver televisión, pero son seguidores de youtubers, de quienes aprenden habilidades para la vida. Se trata de una generación que ha visto que el mundo no se cuida solo, sino que hay que cuidarlo todos. Pedro Domínguez (PD): Aún no vemos los alcances de esta generación, pero me di a la tarea de investigar y encontré que somos la generación que nadie quiere: porque no le creemos ni hacemos caso a nadie, porque sólo nos importa nuestra opinión y no respondemos bien ante la autoridad, entre otras cosas. Es posible ver claramente la influencia que ha tenido la oleada de los millenials, quienes crecieron y tuvieron acceso a la tecnología; igualmente, se puede ver en la sociedad la manera en que ha influido el entorno; fue la manera como ellos utilizaron todas estas tecnologías para afectar el medio, mientras que en nuestro caso se trata de cómo el medio nos ha afectado a nosotros. Por ejemplo, a mí me tocó formar mi personalidad teniendo Facebook, pero cuando dejó de complacerme lo que ofrecía, dejé de utilizarlo, y yo me sentía especial por eso, pues todos la usaban. Éste es un fenómeno muy común en mi generación, pues busca mucho la individualidad; sin embargo, al estar en contacto con tantos medios, nos volvemos todos iguales


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y la individualidad no resulta como uno creía: es una búsqueda para ser diferentes y únicos, no sólo repitiendo los patrones. Nos ha tocado un concepto de familia que busca acercarse a la solidez, cuando se acerca más a uno de ruptura, porque el concepto por sí mismo está rompiéndose. A mí me tocó tener muchos compañeros con padres divorciados; también yo vengo de una familia así. Recuerdo cuando mi madre me platicaba que su hermana mayor se divorció y tuvo que cargar con todo ese peso. De igual manera, crecí con todas las tecnologías: desde que yo era muy pequeño, mi papá me enseñó a usar la computadora, aunque cinco años después yo estaba enseñándole a él cómo utilizarla. Todo eso nos ha dado poder; somos una generación que interviene en los medios; sin embargo, nos enfrentamos a la problemática de ser críticos con las fuentes, debido a la cantidad de información a la que tenemos al alcance. También buscamos que se escuche nuestra voz, lo que nos gusta y lo que no; de ahí viene que digan que a esta generación no le gusta nada. Puedo añadir que tenemos mucha hambre de nuevas cosas, de crear, no por no querer ser como el otro, sino porque nos dimos cuenta de que somos únicos precisamente por esa individualidad. Buscamos la aceptación. No hemos podido seguir adelante sin eso, al vivir en un contexto social donde es lo que se ha fomentado. JPB: El modelo institucional de familia de la Generación Z ya piensa en términos de red, lo cual considero positivo, porque entre los X, con su depresión y los millenials con su narcisismo, nos perdimos; así que cuando llegan los Z, con su pensamiento en red, nos vinculan nuevamente al concepto de humanidad, de colaboración, de “sí estamos viviendo nuestra vida, pero siempre conectados a otros” y el efecto que mi conducta afecta a los demás. Entonces, esta generación ha logrado una perspectiva más ecológica, más compleja en aquello que tiene que ver con los conceptos de familia, porque se quita peso a lo estructural al decir que funciona como red de apoyo; mientras exista esa red, hay familia.



Perspectiva crítica de los estudios sobre la familia Georgel Moctezuma Araoz*

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n los últimos tiempos, entre los numerosos problemas que se enfrentan en psicología, podemos destacar el relacionado con la investigación sobre la familia. Desde mi punto de vista, el conflicto actual de las familias y todas las contrariedades y asuntos derivados de él tiene un fondo teológico, espiritual, en concomitancia con otro problema: la hegemonía de la investigación actual. Con esta frase, me refiero al predominio de los estudios cuantitativos y a los realizados con epistemologías positivistas. En sí misma, esa preponderancia no está mal; incluso podríamos afirmar que es necesaria. El inconveniente es que, desde esa perspectiva, todos los matices y significados relacionados con la subjetividad no salen a flote. Si no son visibles, difícilmente pueden atenderse, y ello impacta en todos los asuntos relacionados con la familia, la salud, la seguridad, la educación. Con una revisión del estado del arte, es posible concluir que no sólo no se atienden, sino incluso están empeorando. La anorexia, el autismo, la violencia y la propia familia como instancia soporte o formadora de éstos son situaciones que reflejan de modo claro el deterioro. Los conflictos han aumentado y, en mi opinión, esa problemática se relaciona con temas espirituales y teológicos. En una universidad como la UIC, el asunto cobra relevancia, porque justo uno de sus principios rectores es la inspiración cristiana. Además, el profesor, cuya labor es la de transmitir procesos formativos en los estudiantes,

* Coordinador clínico de las clínicas de Autismo, Psicosis infantil y alteraciones en el desarrollo, y del Maltrato infantil y adolescente del Centro de Atención a la Salud Integral (asi) en la Universidad Intercontinental.


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también tiene el deber de responder por este principio rector. Sin embargo, es difícil imaginar que alguno de los docentes haya preguntado a sus estudiantes si conocen a Cristo. Hacerlo no estaría fuera de lugar; porque inicial y finalmente, lo espiritual tiene que ver con la vida de las personas. Quienes estamos en el ámbito de la salud mental o integral sabemos que en el corazón de todos estos problemas habita una cantidad enorme de sufrimiento que está desbordándose. Respecto de la investigación, en mis 17 años de experiencia como docente con estudiantes de preparatoria hasta aquéllos de estancias posdoctorales, he tenido el hábito de empezar mis cursos preguntando qué es ciencia, qué entienden por conocimiento científico. Invariablemente, los jóvenes contestan mencionando algo relativo al método. Sin embargo, la metodología no define al conocimiento científico, porque aplicar metodologías sin antes definir los objetos de estudio, los terrenos epistémicos con los cuales vamos a trabajar, no conduce a nada. En los hechos, este espíritu investigativo positivista se basa en muchos textos filosóficos, entre otros, pero no en la metodología; en general, ésta es ignorada, tal vez por una reticencia de volver a los fundamentos. No obstante, si nos asentamos en la convicción de ser creyentes y tener solidez, nos daremos cuenta de que lo que define el éxito con los hijos no son los pares, sino los padres. A pesar de que no estamos descubriendo el hilo negro con la afirmación anterior —que tiene base bíblica—, hay persistencia en ocupar ideologías del relativismo, del subjetivismo y rechazar la Verdad (así, con mayúscula). En la exhortación del papa Francisco, Amoris laetitia, también se halla presente esta idea. La investigación cuantitativa se funda principalmente en August Comte. Pero otras obras pueden ofrecer nuevos puntos de vista; por eso, los invito a leer el texto Discurso sobre el espíritu positivo, del cual yo he extraído cinco conceptos que aquí comparto: 1. El conocimiento científico se caracteriza según un modelo acumulativo. 2. Se privilegia la observación y comprobación empírica de los hechos (empirismos y pragmatismo).


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3. Hay una formulación de leyes, a partir de las observaciones, es decir, una implementación rigurosa del método experimental y del uso de las estadísticas. 4. La utilidad y el poder de la ciencia radica en la previsión racional de los hechos, es decir, la predicción. 5. Existe una priorización del dogma del progreso. Sobre el último punto, y como dije al principio, sostengo que no hay progreso. Si observamos de cerca y con ojo crítico todos los fenómenos sociales y humanos que tocan el tema de la familia, descubriremos que el progreso brilla por su ausencia. Por esa razón, me parece urgente cambiar la perspectiva en la investigación y tomar en cuenta que, desde hace muchos años, apareció el concepto de los paradigmas. No me refiero a los de Thomas Kuhn, sino a los de investigación en ciencias sociales, donde los temas tratados se estudian desde una perspectiva subjetiva relacionada con la producción de conocimiento desde los significados. Con los significados tenemos más posibilidades y elementos para definir en qué consisten las problemáticas de las familias actuales. Delimitar todos los fenómenos subyacentes a la familia con la intención de medirlos es complejo. Pero insistimos: no queremos medir, sino comprender y explicar. Porque el objetivo de las ciencias es describir, explicar y comprender. Sin embargo, cuando leemos estudios con la perspectiva tradicional en investigación de la familia, hallamos que 1) son estudios cuantitativos, 2) tienen corte epidemiológico, 3) se centran en aspectos sociodemográficos, y 4) están centrados en la noción de hogar y de relación de pareja, lo que en sí mismo supone otra problemática, otra producción cultural, social, educativa. Si vemos esto desde la perspectiva crítica cualitativa, los cables se cruzan. Ante esto, hay que recordar la utilización de los paradigmas: como epistemología, no existe sólo el positivismo, ni como neo ni como post. También están la fenomenología, la teoría crítica, la hermenéutica y el mismo psicoanálisis, entre otros. El tema de investigar no tiene que ver con aplicar metodologías, sino con concebir, problematizar, definir territorios epistémicos que permitan acercarnos de un modo distinto y más apropiado a lo que tenemos que resolver.


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Lo anterior se basa en que nuestras familias se embrollan cada vez más en conflictos. Si revisamos el estado del arte de las revistas llamadas científicas, podríamos hallar lo siguiente: en salud pública, hay una desorientación muy grave, pues la investigación acerca del impacto y los costos —en términos económicos y de la salud— en la violencia familiar es escasa. Si nos centramos en la violencia en el contexto familiar, apenas ni dos décadas se han cumplido de que el sector salud internacional definió la violencia como tema prioritario; es decir, hace 18 años no estaba entre los problemas de urgente atención. Los factores asociados a la violencia familiar, que se relacionan con la sociedad patriarcal y con la dominación masculina, es un tópico que aparece de modo reiterado. De forma análoga, cuando se habla de religiones o sendas espirituales a menudo se tiende a vincular eso con alguna doctrina machista. Sin embargo, desde mi perspectiva, un auténtico cristiano no es machista ni ejercerá violencia de género. Por ello, no habría que ligar la violencia de género y el machismo con las religiones o con los caminos espirituales. Al respecto, existe la propuesta de la teoría crítica y de los estudios críticos, cuyo objetivo descansa en la interrupción de la realización forzada del ideal. Mucho se ha comentado sobre la difuminación de la cuestión del ideal de familia, por lo cual una alternativa consiste en una invención de líneas, de contextos, de estructuras familiares que tengan solidez. Ni los estudios cuantitativos ni los epidemiológicos son suficientes, porque de ahí se derivan políticas públicas y, al menos en el momento actual, estamos viendo que ningún problema ha sido resuelto, sino más bien se ha agravado. Las líneas de acción o estrategias relacionadas con modelos que desde la psicología se implementan a nivel conductual o farmacológico son, sin duda, necesarias. No obstante, si estamos definiendo a la familia dentro del campo de la subjetividad —lo cual tiene que ver con procesos socioculturales—, la medición es insuficiente. Si echamos mano de las metodologías y estrategias de investigación distintas, las que pertenecen al campo de lo cualitativo, vemos que podemos extraer indicadores, categorías, dimensiones, en suma, mayor conocimiento, para instaurar nuevas formas de tratar estos temas. Desde hace muchos años, en la UIC estamos haciendo eso, aunque a veces no sea tan evidente para todos. Los ejemplos vivos de lo que afirmamos


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son la Clínica de Autismo, la Clínica de Maltrato Infantil, que cuenta con modelos y dispositivos dirigidos a lo que he expuesto. Van más allá de la perspectiva cuantitativa, en aras de contar con la mayor información posible con miras a resolver de mejor forma la problemática que se enfrenta. Tal vez las instancias del Área de la Salud exijan que se reporten cifras o datos duros en las investigaciones; no obstante, no tendríamos por qué forzar las estrategias a estas cuestiones. El muestreo y la comprobación frente a la verificabilidad de resultados son caminos insuficientes. Mi propuesta es cambiar esa perspectiva para no reproducir lo mismo: el modelo acumulativo que apuesta al progreso —que no existe—. Y en virtud de que el lenguaje está lleno de significación, también creo conveniente no referirnos a objetos de estudio, sino a terrenos epistémicos. Por último, hay que destacar que los dispositivos se hallan en la misma situación. En este tema, hay potencial para extraer muchas prácticas desde diversas disciplinas sociales y humanas. Porque dispositivo no es una palabra, sino un concepto que viene de la filosofía contemporánea y se relaciona con la construcción de procesos de subjetividad. Esta noción filosófica es muy útil para vincular la formalidad y el rigor de las disciplinas sociales y humanas desde lo cualitativo, con los problemas sociales que nos aquejan, en cuyo corazón se ubica la familia. Todo lo anterior son propuestas cuyo único fin apunta a la búsqueda de nuevas formas para acabar con el sufrimiento de las personas y, en el mejor de los casos, mostrarles un camino espiritual que puede ser de gran ayuda.



Familias y migraciones Paola Hernández Salazar*

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omenzaré con una contextualización mundial respecto de la migración para llegar al modo en que se relaciona con la familia. La migración es un flujo no sólo de personas o de bienes materiales, como estamos acostumbrados a pensar, sino también de bienes simbólicos, ideas y representaciones, lo cual va de la mano de dos conceptos centrales: globalización y desterritorilización. Esto significa que hay procesos que ya no están atados a un lugar específico, sino que fluyen en nuestro entorno y todos, de alguna manera, nos vemos influidos por ello. En general, las migraciones pueden ser de sur a sur, de norte a norte, de sur a norte y de norte a sur, aunque las más comunes son de sur a norte: de los países en vías de desarrollo a los desarrollados. En el mapa, puede observarse en verde a aquellos países que son receptores, sobre todo de inmigrantes, y en amarillo a los expulsores. Nuestro país es, obviamente, un país expulsor.

* Catedrática de la Universidad La Salle y en el Centro de Investigación y Docencia Económicas. Psicoterapeuta en consulta privada.


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Figura 1. Direcciones de la migración

Los expulsores son aquellos que presentan un índice alto de pobreza y marginación, desigualdad social y otras circunstancias que caracterizan a algunas zonas de México. Ahí se ve con claridad cómo los mexicanos suelen emigrar hacia Estados Unidos; aunque también está el otro tipo de migración, que se relaciona con quienes emigran de norte a norte. Por ejemplo, la gente que se va a estudiar a Estados Unidos o Europa, y no lo hacen para mejorar sus condiciones de vida o superar la pobreza en la que viven o alguna otra situación estructural. Diversos factores explican la migración: el económico, es uno de los más relevantes, pues mueve a la gente hacia otros lugares; en especial, otro rubro llama la atención y preocupa, y es el que las personas están moviéndose debido a conflictos armados y a la violencia. En este sentido, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo indica que para finales de 2015, 65.3 millones de personas se encontraban desplazadas, incluyendo refugiados, a quienes solicitaron asilo y a quienes solicitan asilo dentro de su propio país buscando vivir mejor, debido a situaciones de violencia. Hoy la gran mayoría de las migraciones no son voluntarias. Un alto porcentaje de la gente que migra lo hace porque no tiene otra alternativa.


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De igual manera, existen otros detonantes.

Causas que impulsan a las personas a migrar

1. Factores económicos 2.Gobernanza y servicios públicos 3. Conflictos y violencia 4. Factores ambientales 5. Redes transnacionales

En el caso de Centroamérica, los países están en una crisis social y política muy fuerte y utilizan a México como país de tránsito hacia Estados Unidos. Hoy se vive una crisis humanitaria por todo lo que viven los migrantes a lo largo de su recorrido. El caso de México es complejo debido a los diferentes tipos de migración, a diferencia de otros países, que suelen ser sólo de origen o sólo de destino, es decir, que expulsan o reciben migrantes. Aquí recibimos y expulsamos gente; también la tenemos en tránsito, como es el caso de los centroamericanos; además, en últimos tiempos, recibimos gente que solicita protección internacional porque en su país de origen se vulneran sus derechos humanos. México es, entonces, uno de los pocos países con este cruce de corrientes migratorias.

¿Qué traen las migraciones? El fenómeno de la migración trae consigo una serie de intercambios en todos los niveles, lo cual genera cambios culturales, lingüísticos, racionales, psicosociales y sociales. Este manifestación compleja da lugar a las llamadas comunidades trasnacionales, conformadas por personas en un lugar de origen, pero también fuera del país o bien en otra comunidad del país de origen; se trata de lugares donde las relaciones no se dan cara a cara, sino que se están mediando gracias a elementos como, por ejemplo, los dispositivos tecnológicos. Tristemente, esto ha dado como resultado discriminación, xenofobia, violencia y racismo; sin embargo, las fronteras permean a la vez que se cierran, porque se están recrudeciendo los nacionalismos, punto de origen de muchos conflictos interétnicos y religiosos. Hablar de migraciones ya resulta insuficiente, porque es necesario tomar en cuenta el desplazamiento forzado, el cual hace notar que la gente no está saliendo por voluntad, sino por la fuerza. Frente a ello, todos tendríamos que hacer algo.


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¿Qué ocurre con la familia en el contexto de migración? La familia es el grupo primario, la célula básica de la sociedad y, desde luego, es permeada por todas las situaciones que ocurren en el mundo. Por supuesto, trae consigo consecuencias negativas, pero también se ha visto beneficiada de los procesos migratorios. La familia es una construcción social e histórica, que va modificándose a lo largo del tiempo. En este sentido, menciono al sociólogo Anthony Giddens, quien expresaba que la familia es un cajón de sastre, porque existe una gran cantidad de configuraciones, ni mejores ni peores. Frente a los cambios sociales, la familia se transforma a la par: los vínculos cambian y se encuentran otras salidas para resolver los problemas que se desprenden de estas dinámicas. Por ejemplo, a mí se me dificultó representar a la familia trasnacional o a aquella afectada por la migración, es decir, la que está cerca y al mismo tiempo lejos; aquella que nos lleva a relativizar los conceptos de presencia y ausencia, ubicándose como una más entre todas las demás. El término transnacional se refiere a cuando una parte de la familia ha migrado del país de origen, pero también cuando se desplazan al interior del país, como ocurre mucho en México; cada semestre muchos migrantes del sur del país se van hacia el norte para cosechar. Este es un tipo de migración distinta, porque lo hace la familia completa, lo que acarrea cuestiones muy interesantes; incluso, el gobierno ofrece algunos programas educativos para los niños migrantes. ¿Qué define a una familia transnacional? Que los lazos se deslocalizan, es decir, quienes la componen no se encuentran en el mismo territorio ni bajo una interacción cara a cara. A pesar de la distancia existen formas para expresar el amor y el cariño, incluso, algunos autores han hablado de la conyugalidad y parentalidad a distancia, en términos de cómo han tenido que resolver las parejas y las familias, en general, la circunstancia de la tierra de por medio. No necesariamente lo toman de manera negativa, pues a veces, las relaciones mejoran. En la siguiente figura, se observan los grandes cambios que la familia está sufriendo en el contexto de la migración. Por un lado, en la estructura familiar, los roles se ven alterados: las mujeres se han vuelto las jefas de familia cuando es el varón quien migra, y la suegra puede ocupar un lugar de bastante importancia al representar al hijo que migró.


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Figura 2. Retos de la reunificación

La dinámica familiar se vincula con las relaciones, con el modo de comunicarse, y aunque no lo hagan cara a cara, buscan la manera de hacerlo, con ayuda de las tecnologías. El caso de los hombres resulta distinto, ya que hay mujeres que aun en ausencia de sus parejas continúan pidiéndoles su opinión para tomar decisiones de peso.


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Respecto de las repercusiones psicosociales y de los síndromes de Ulises (en hombres) y Penélope (en mujeres), diversos estudios arrojan que las mujeres presentan depresión y ansiedad una vez que se da la desintegración familiar, sobre todo aquellas que se quedan. Sin embargo, esto también ha generado controversia en términos de que no todas las mujeres se deprimen ni tienen ansiedad, pues su vida ha cambiado al tomar las riendas de la familia. Por otra parte, los niños también sufren por el abandono, aunque algunos lo toman muy bien, porque sus padres o la persona que lo maltrataba se fue. Finalmente, está la cuestión económica, pues, con las remesas, algunas familias mejoran su nivel de vida. Ello genera movilidad social y otorga una serie de satisfactores que antes no se tenía, lo cual cambia la composición y las actividades familiares. Sin embargo, el reto sigue siendo la reunificación familiar. Un aspecto fundamental es que las familias están expulsando a los niños de su entorno, que deja de ser un espacio de protección, para convertirse en lo contrario. En el caso de Centroamérica y México, esto detona una crisis humanitaria: existen muchísimos niños migrando solos. Recomiendo revisar el informe Arrancados de raíz, de la Agencia de la onu para los Refugiados, que expone un estudio cualitativo con niños migrantes donde ellos explican por qué tomaron la decisión de migrar. La mayoría habla de violencia familiar y de entornos sociales violentos. No obstante lo anterior, la esperanza de mejorar sus condiciones de vida los motiva a desplazarse, aun cuando a veces resulta igual o peor la violencia que continúan sufriendo. En ocasiones, en las estaciones migratorias, no se les da la atención debida, ni siquiera se le informa que pueden pedir asilo como refugiados. Entonces, regresan a su lugar de origen a vivir situaciones de violencia. Las familias impactadas por el fenómeno migratorio no son ni fallidas ni disfuncionales; por supuesto, pueden mencionarse algunas cuestiones rescatables de tales procesos. También es necesario recalcar que esta problemática requiere tanto de investigación como su atención.


Familia psicotóxica: la precondición hacia el consumo de sustancias Daniela Flores Mosri*

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n este texto, me propongo exponer cinco puntos principales relacionados con la familia psicotóxica para comprender mejor el tema: 1) una introducción, 2) la historia feliz: el pacto ilusorio, 3) el pacto perverso: el acuerdo tácito entre la pareja; 4) el pacto criminoso y, 5) conclusiones.

Introducción En la actualidad, la sociedad puede definirse como depresiva y liberal, pero al mismo tiempo también como reforzadora de conductas autodestructivas que terminan induciendo un alto dolor psíquico en el individuo. Esta situación social nos lleva a encontrar una familia en crisis, básicamente conformada por parejas con el deseo de tener hijos, pero con imposibilidad de cuidarlos de manera apropiada. Como es de esperarse, lo anterior repercute en el plano afectivo, en específico, en el apego, el cual termina siendo inseguro y, por tanto, traumático. Lo esbozado en las líneas anteriores es lo que el psicólogo y neurocientífico estadounidense, Jaak Panksepp, denomina Panic System. De acuerdo con él, en la familia actual, ya no existe una figura en casa que cuide a los hijos de manera constante; en su lugar, hay muchas otras que asumen esa función, lo que suele provocar confusión en los hijos, con un consecuente resultado traumático.

* Investigadora y catedrática de la licenciatura en Psicología y del Posgrado en Psicoterapia Psicoanalítica. Coordinadora regional para la Sociedad Internacional de Neuropsicoanálisis en México, Centro y Sudamérica.


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El tema del consumo de sustancias psicotóxicas se relaciona con esta crisis de la que hablamos. Las causas que llevan a tal consumo son múltiples. Dos de ellas son a) las causas concurrentes que son las que llevan al joven a experimentar por curiosidad, por ser aceptado socialmente por pares, por cuestionamientos filosóficos, sentimientos de creatividad o curiosidad intelectual; todas ellas son valederas, pero suelen llevar a los jóvenes a consumo de sustancias. b) La otra causa es la precipitante que tiene que ver con la fácil disponibilidad de la droga. Asumimos que éstos dos son los motivos principales del consumo de sustancias. En la clínica, hemos encontrado que a estas causas antecede la precondición, una herida narcisista, producto del apego inseguro y vinculada con la familia psicotóxica, concepto de Eduardo Kalina. Según este autor, la familia psicotóxica es aquella que desarrolla un potencial adictivo —si bien no todo el que consume sustancias es adicto, sí tiene un potencial que está desarrollando—. La precondición, entonces, es también un tipo de causa específica, que dispara el trastorno, la crisis de esa herida narcisista. La familia suele considerarse como un sistema microsocial que a su vez conforma macrosistemas, hasta llegar al macro último, la sociedad, donde encontramos el reforzamiento de conductas abiertamente patológicas; es decir, la gente está viviendo con un malestar subjetivo, constante, que no sabe manejar adecuadamente. La familia como microsistema nos conduce la familia psicotóxica que, como ya dijimos, también refuerza las conductas patológicas y favorece el desarrollo de síntomas adictivos. Ante esta situación, en la que participan micro y macrosistemas, el individuo recurre a la “automedicación”, de acuerdo con la propuesta de Khantzian (1985), en busca de hallar una mejoría anímica.

La historia feliz: el pacto ilusorio

Cuando nos referimos al pacto ilusorio, pensamos en el encuentro de dos jóvenes —un chico ideal y una chica ideal— que, cuando se conocen, experimentan una atracción sobre la que se construye una ilusión: el enamoramiento. Este fenómeno no es otra cosa que la idealización del otro, porque cada uno considera al otro maravilloso. Por eso, ante la presencia de ese otro también yo me idealizo. El argumento que subyace es que, si ese individuo que me parece grandioso me acepta, significa que también yo soy grande.


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En situaciones como la anterior, surge un pacto manifiesto entre la pareja que va por el voto de la felicidad: queremos ser felices juntos, amarnos y pasarla bien. Esto nos llevará a la llamada prueba de la realidad, que no siempre se corresponde con la idealización motivada por el enamoramiento.

Pacto perverso: el acuerdo tácito Sin embargo, el pacto ilusorio se vuelve perverso. La idealización de la que hablamos junto con el deseo de formalizar la relación de pareja, ya sea por matrimonio o por unión libre, nos lleva por dos vías posibles. Por un lado, la vía ideal, relacionada con la expectativa de necesidad propia, se corresponde con una idea que no es privativa de los países latinoamericanos, sino más extendida de lo que podría pensarse. Se trata de la premisa de un hombre que es activo, produce y gana más que su pareja; es decir, es un proveedor. En cuanto a la mujer, la imagen se representa como pasiva; una mujer que trabaja porque quiere, no porque lo necesite; o, en todo caso, por desarrollarse. A final de cuentas, es común que trabaje. Eso es lo que dará paso a la realidad: que la mujer termine siendo más activa que el hombre, mientras éste continúa siendo muy pasivo en cuanto a las labores familiares y de casa, como si sólo fuera un asunto de fin de semana o, si tiene tiempo, del final de la jornada. En contrapartida, la mujer, además de trabajar, producir y aportar, aún debe llegar a casa para atender las necesidades cotidianas de la familia y del hogar. En la realidad, los papeles terminan invirtiéndose y aquí surgen los reclamos entre los miembros de la familia sobre la idealización que llevó a formalizar el compromiso. Aparecen las preguntas respecto del qué ocurrió, cómo se vino abajo y por qué ya no hay armonía.

Motivo del acuerdo tácito: dolor subjetivo individual En estas circunstancias, descubrimos que, cuando los dos miembros de la pareja decidieron unirse, llevaron a la relación expectativas que no eran compatibles ni consigo mismos ni con el otro, lo cual les ocasiona un dolor subjetivo individual. De aquí surgirá más tarde el llamado motivo del acuerdo tácito. En el fondo, la idealización siempre es la necesidad de que el otro cambie el rumbo hacia donde yo deseo; no hacia lo que le favorezca o le haga bien, sino lo que yo deseo. Eso se explica porque, en realidad, yo no me


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siento satisfecho conmigo mismo y por ello pido al otro que haga modificaciones. Esto se deriva de la familia de origen, responde a lo que en ella me ocurrió, lo que hicieron conmigo mis padres y que es generacional. La necesidad de que el otro cambie difícilmente se cumple, por lo cual aparece constantemente la frustración, lo que a su vez provoca desesperanza, porque se vivía bajo la ilusión de cumplir un sueño que nunca se realiza. Y aparece la agresión, los reclamos. Con mayor frecuencia es la mujer quien más reclama y se queja, hasta que el hombre ya no desea llegar a casa. Comienzan los síntomas de conflicto en la pareja, ya sea por infidelidad o por ausencia. Se desgasta la relación, sobreviene la crisis y se entra en una solución maniaca. Esto significa que se hace “algo” para “resolver” el problema, lo cual es una forma de negar el problema existente. Así, muchas parejas para solucionar este trance se embarazan. De este modo, llega un hijo con una misión: reparar el vínculo entre los padres, si es que realmente existía, o construirlo si nunca existió. Resulta evidente que esta situación es sumamente agresiva para él, pues se le está encomendando un imposible: construir lo que nunca existió, lo que sólo fue una ilusión. Ante esta imposibilidad, hay un fracaso inminente. La tragedia aparece justo con el hijo destinado a unir a los padres y a asegurar que no se separen, porque no nace para recibir, sino para dar y eso es lo que nos lleva a la herida narcisista que implica un dolor psíquico temprano, porque tiene una encomienda imposible. Además, la falta del control sobre el otro, es decir, el del padre sobre la madre y viceversa, trae como consecuencia la intolerancia narcisista ante los otros. La madre cae en depresión, pues se siente desesperanzada porque su historia no se verá realizada ni con el nacimiento del hijo ni con la llegada de más hijos. Por su lado, el padre se vuelve cada vez más ausente y pasivo. El hijo vive para la madre, en un intento de paliar su tristeza, pero ello le ocasiona nuevos fracasos, nuevas frustraciones, y su sentido de vida se ve comprometido. Ignora su razón de ser; lo busca filosófica, religiosamente, pero no acaba de cuajar. Entra en un dolor psíquico elevado que hace crisis alrededor de la adolescencia, cuando surge el autocuestionamiento y una angustia ante la proximidad con los padres, lo cual es normal en esta etapa, pero se exacerba. En una sociedad como la actual, esta crisis de la herida narcisista rebota frecuentemente en una curiosidad por las sustancias psicotóxicas. Lo que lleva a los jóvenes al consumo de las drogas no siempre es el deseo de hacerse daño, sino el de experimentar. En esta curiosidad,


Familia psicotóxica: la precondición hacia el consumo de sustancias

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la aceptación por parte de sus pares, el intento de distanciamiento de los padres y lo que aquí llamaremos el pacto criminoso acompañan al joven en este proceso. El hijo carece de identidad y toma la de la madre; el padre pasivo es el responsable de esta entrega. La intención es que el hijo se encargue de los reclamos maternos y que sustituya al padre, volviéndose en un gran hombre, con atributos exacerbados y, de algún modo, se erige como un ideal del héroe que nunca será, porque la misión que le fue encomendada es imposible. El fracaso lo angustia y puede conducirlo a la droga. Por un lado, saber que no es omnipotente lo lleva a un sentimiento de fracaso exacerbado y, en la búsqueda de ese ideal que se le ha propinado, vuelve a encontrar la droga donde genera el sentimiento momentáneo y temporal de omnipotencia. Esto se da ante el abandono psíquico de los padres preocupados por sus propias necesidades y no por las del hijo. Por otro lado, surge el riesgo de un proceso adictivo, porque buscando libertad, encuentra esclavitud, pues la droga no lo soltará cuando consume frecuentemente.

El pacto criminoso Así llegamos a una etapa en la que el hijo fracasa ante las necesidades de los padres y se topa con el sentimiento del filicidio, que se explica del siguiente modo: Los padres son sabedores de que su hijo tiene un problema con sustancias psicotóxicas, pero se defienden con argumentos narcisistas. Primero niegan el hecho y arguyen que se trata sólo de una etapa que el hijo superará pronto. En un segundo momento, aparece la proyección de los padres hacia el hijo que, si la recibe, suele llamársele paciente identificado o chivo expiatorio, pues termina recibiendo la patología del grupo familiar. Surge la idea: “Somos infelices porque él está mal; si no lo hiciera, todos estaríamos bien”. De esta manera se explica el filicidio: se autoriza al hijo para su propia destrucción, mediante el uso de consumo de sustancias psicotóxicas. Los padres lo prefieren muerto antes que enfrentar su propio dolor psíquico, aun cuando el uso de tales sustancias sea un intento del hijo por separarse y sobrevivir, lo cual es entendible, pero no válido puesto que se trata de un medio corrupto.


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Esto nos recuerda el complejo edípico freudiano, según el cual Edipo fue, en efecto, un perverso parricida; pero su padre Layo sólo podría haberse salvado con la muerte del propio Edipo. Desde este punto de vista, tanto Bergeret (1984) como Kalina (2000) sostienen que los padres están de acuerdo en que el hijo sufra si es que no sirvió para la meta inicialmente pensada. En este contexto, el consumo de drogas aún es una llamada para pedir ayuda. Indican que el joven se siente mal. Como dijimos antes, recurrir al uso de las sustancias psicotóxicas puede ser válido, pero el medio es corrupto. Aunque termine seducido y traicionado, los padres, sin embargo, no van a rescatarlo de esta condición. Los padres depresivos, entonces, producen hijos depresivos. Depresión entendida como autoagresión pasiva, lenta, pero siempre presente, con un registro neuroquímico. Cuando hay depresión, se afectan varios sistemas —las depresiones generalmente provienen del sistema de apego—, entre los cuales se encuentran el sistema gaba, el endocannabinoides y, principalmente, el dopaminégico y el opioide —la famosa serotonina no es un gran problema en la depresión—. Con el registro neuroquímico, los patrones de la interpretación de la realidad generan un malestar crónico y surge una adicción, detrás de la cual siempre hay una depresión. La persona se autodestruye con el consumo de drogas, pero no podemos ignorar que la intención inicial del individuo consumidor era pasarla mejor.

Conclusiones Todo lo anteriormente expuesto nos conduce a cerrar, de manera breve, con la siguiente síntesis. Hemos dicho que la familia es un microsistema social que a su vez genera macrosistemas, ambos con sus contradicciones y ambivalencias. En el nivel macro, se ubican los gobiernos en los que no creemos, las mafias dirigidas por los propios gobiernos, la corrupción, el engaño, frente a la idealización del dinero, el poder y las marcas caras como una posibilidad —irreal— de hacernos felices; ahí también se ubica la educación acrítica, que nos hace memorizar, aprender cosas, pero no pensar ni cuestionar. Desde esta perspectiva de los ideales, tenemos un pacto criminoso a nivel social que no ayuda a la población adictiva, al menos de forma apropiada. En mi opinión, la única prevención posible sería el diagnóstico de


Familia psicot贸xica: la precondici贸n hacia el consumo de sustancias

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las depresiones latentes, que en este caso se representan por un sinsentido y deseo de muerte. En el mismo sentido, nos pronunciamos en contra de toda idealizaci贸n psicot贸xica. Legal o no, lo que importa es que quien consume se siente mal, tiene un problema y necesita ayuda.



Una sociedad que nos interpela. Familia y su actual problemática Cecilia Gómez*

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ara hablar de familia y educación, me centré en el hecho de que la educación en la familia es informal; es decir, no existe una estructura con programas, objetivos y mucho menos una evaluación. Asimismo, en que no nos encontramos en una época de cambio, sino en un cambio de época, lo cual es determinante al hablar de la familia, porque no podemos hablar del mismo tipo de sociedad o de ser humano que hace unos años. Hasta hace unos meses, se habló del tema de la familia; sin embargo, aún existen muchos tabús, malentendidos y cuestiones poco sistematizadas al respecto, por lo que no se ha llegado a una conclusión.

Características de la educación en la familia Todos los miembros involucrados en la educación en la familia son, al mismo tiempo, educandos y educadores, característica que puede dificultar qué acciones realizar, pues no se sabe quién dirige. Esta educación en la familia se encuentra en manos de personas que no siempre tienen los conocimientos o competencias requeridas. A la vez, nadie está seguro de que sus acciones son correctas o incorrectas al relacionarse con lo más elemental: comer, hablar, caminar y dormir, y lo más complejo: la moral, el manejo de los afectos, las emociones, las relaciones

* Directora del cie sur, coordinadora Pedagógica y directora General, y encargada del área de Seguimiento de Estudiantes de la Salud; asimismo, creó la consultoría educativa Ad Hoc.


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humanas. De manera general, el objetivo de dichas enseñanzas es aprender y enseñar a vivir, lo que se aprende a través de la familia. Las competencias para la vida se ubican en la educación formal (escuela) y en el campo laboral (capacitación) y poco se habla de la familia.

El cómo Se trata de la metodología para la educación de la familia; inicia en la formación de la familia y es permanente y continua. Dentro de ella, los integrantes se convierten en modelos permanentes, de todos contra todos, lo cual resulta muy cansado. He escuchado a personas —sobre todo, a jóvenes universitarios— diciendo que no quieren casarse, porque ya está de moda vivir en unión libre y así ahorran dinero; ni tener hijos, ya que es muy cansado, agobiante y requiere mucha responsabilidad; prefieren tener animales o nada. Por supuesto, uno se convierte en el modelo permanente de un hijo (aunque también resulta al revés), pero, al mismo tiempo, hay un lado positivo. Entonces, recomiendo realizar todas estas acciones de manera consciente a fin de reducir el margen de error, que en realidad son errores de vida.

¿Qué nos toca atender en la familia? Es la parte de cómo y qué enseñamos en ella. La familia reproduce lo que sucede en una sociedad de la cual nos quejamos sin considerar que todo surge de ésta. ¿Cuántas veces le hemos dejado pasar a un hijo el llegar tarde, reprobar una materia, molestar a su hermano, faltar el respeto a alguien? ¿Cuántas veces hemos aceptado que el papá se estacione en doble fila, diga mentiras o se gaste el dinero en banalidades, en lugar de pagar la colegiatura a tiempo? Así comienza la impunidad. Incluso, los padres realizan ese tipo de corrupción de la competencia, en detrimento de la colaboración, lo cual comienza desde los hermanos, continúa con los padres que ponen a competir a sus hijos (o que permiten que vivan de la competencia), y sigue en las escuelas, donde lo único que se busca es ser el mejor o ganar el primer lugar. Se fomenta la competencia en lugar de la colaboración. Los valores para convivir son la solidaridad, la inclusión y la empatía; aunque también están los avatares, esa inmediatez: todo es ahora, en este momento. Entonces, lo que requiere un proceso, lo desechamos. No re-


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conocer tales procesos en la vida y no permitirlos convierte, incluso, a la educación en algo al vapor. Respecto de los tiempos llenos, los niños y los adolescentes tienen muchísimas actividades a lo largo del día, lo cual incide en que no sepan tomar decisiones acerca de qué hacer con su tiempo ni entiendan la necesidad de decidir sobre una actividad u otra. Lo público contra lo privado ha modificado qué exponer, transmitir y comunicar sobre uno, sobre los demás y de la información que se posee, algo que suele suceder en las redes sociales. Estas redes sociales no se refieren sólo a las virtuales, también existen las físicas; son formas que nos han llevado a aprender una manera distinta de comunicarnos. Entonces, ¿qué se debe enseñar en la familia? A tomar decisiones. Al respecto, en mi consultorio ofrezco orientación vocacional y he observado que el mayor problema de la decisión vocacional es que nunca les hemos permitido a los hijos o alumnos tomar decisiones; todo está dado, se los vamos armando o decidimos por ellos. Sin embargo, esperamos que a los 18 años decidan qué quieren hacer toda la vida, cuando no sólo van a decidir su vocación, sino infinidad de cuestiones. Así que hay que formarlos, a comprometerse y cumplir. Hoy en día, los jóvenes no quieren casarse, porque piensan que no es lo mismo vivir con alguien que tener un papel oficial. Esto también se refleja en los trabajos, pues se contrata a las personas por menos tiempo, lo que provoca que se relacionen con la organización de una manera distinta de como ocurría hace algunos años. Ahora todo es pasajero y la gente se preguntan sobre el sentido de involucrarse en algo si sólo durará un rato, por lo que hay que ser congruente con lo que uno hace y dice. En cuestión de la familia, esto se refiere a ser congruente con lo que se determina dentro de ella y en lo que sucederá en la educación formal de los hijos; porque si no hay congruencia entre la educación que se da en la familia y la que reciben en la escuela, será muy difícil que ellos comprendan un doble mensaje constante; con estas situaciones surge una confusión terrible no sólo para los jóvenes, sino a cualquier edad. Los últimos estudios sobre bullying en instituciones educativas formales arrojan que, en gran parte, los conflictos son iniciados por las madres de familia, lo cual es sorprendente. Ellas utilizan las redes sociales —como los grupos de conversaciones— para organizar eventos y pedir que no se


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invite a tal niño; hablan mal de los compañeros y de la maestra. Así, si este conflicto existe en la casa, en la propia familia, entonces desde ahí podemos procurar que los miembros eviten el conflicto o aprendan a enfrentarlo.

Límites frente a la libre demanda Desde el nacimiento, el ser humano comienza a aprender sólo con límites; en cambio, la libre demanda se da por muchos lados. Cuando impartía clases, los alumnos solían pedirme permiso para salir antes o para comer o fumar en el salón; comenzaban a solicitar muchas cosas, y había que poner un límite, de lo contrario, se habría convertido en un caos absoluto. En una familia, no tener límites provoca lo mismo. Otro punto significativo es que en la actualidad las personas se quedan más tiempo viviendo con sus padres, por lo cual se recomienda atender a la independencia y a la dependencia de los jóvenes. Saber separarse e individualizar es absolutamente necesario en el desarrollo de un ser humano.

El uso adecuado de la tecnología En cuanto a los recursos tecnológicos, resulta sorprendente ver cómo están empleándose. Imaginemos, por ejemplo, una reunión típica a la que acuden adultos y niños; la mayoría de éstos tiene un celular o un iPad en sus manos, mientras los papás conversan tranquilos y despreocupados; en la misma reunión, sin embargo, hay otros papás que pelean con sus hijos, justo porque no sueltan el teléfono. Sin duda alguna, se trata de una nueva adicción que, además, causa problemas neurológicos. Por esa razón es fundamental saber cuándo es conveniente usar la tecnología y cuándo no. No obstante, yo estoy en desacuerdo en exigir a los alumnos que dejen sus dispositivos móviles en una caja, pues considero que así no aprenden; ellos deben tener las cosas en sus manos y aprender a usarlas: cómo, cuándo y para qué. Por lo que toca a la permanencia en casa, hoy las familias tienen una estructura diferente. La madre ya no es la persona que se queda en casa a cuidar de los hijos; a veces es el padre quien lo hace. Cualquiera de los dos modos es bueno, pues lo fundamental radica en que ambos padres deben aprender a decir “no” a los hijos: fijar límites es formativo.


Competencias parentales como factores protectores Juan Pablo Brand Barajas*

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lgún autor expresó con mucho tino: “El amor parental es el nido donde crece la confianza en la vida de todo ser humano. El exilio de este nido es el origen del dolor existencial”. De esta opinión, podemos concluir que amar a un bebé es salvarlo. En las facultades de psicología, es común que la teoría se enfoque más hacia situaciones muy ideales respecto de los temas de familia —los padres y los hijos—, pero se descuida la parte más básica: qué cuidados requieren un bebé o un niño, por ejemplo. Uno de los autores psicoanalíticos más innovadores en la actualidad, Peter Fonagy transitó de un psicoanálisis muy clásico al tema del apego y la mentalización. Refiere lo siguiente: “yo me dedico a lo que Joseph Sandler, otro psicoanalista, sugirió: ‘modifico mis conceptos para poder abarcar la nueva evidencia’”. Éste es un aspecto central en la actualidad que, por lealtad a los conceptos, dejamos de atender y no entendemos lo que está pasando; es decir, no renovamos nuestros conceptos. En esta exposición, parto de la teoría de Fonagy: si una teoría no te explica, cambia de teoría; porque, entonces, no estás entendiendo nada. En tal contexto, surgen autores como Jorge Barudy y Maryorie Dartagnan, quienes comenzaron a trabajar con exiliados y niños y a partir de

* Catedrático del área de la Salud en la Universidad Intercontinental. Socio fundador de la Asociación Mexicana de Psicoterapia, Comunicación e Investigación. Director y coeditor de la revista electrónica “Transiciones”; autor del libro “Elemento para la clínica psicoterapéutica con niños y adolescentes en proceso, y tiene 16 años de práctica psicoterapéutica con niños, adolescentes y adultos.


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toda esa investigación hacen su propuesta en la base de las competencias parentales. El concepto competencia ha sido polémico, pero, al final, la idea de base es “si no lo sabes, lo puedes aprender”; en este sentido, hay, como yo les llamo, papás iguanas, que afectivamente no responden, pero que son papás. La idea es que podemos enseñarles a desarrollar ciertas competencias básicas para que puedan cuidar a sus hijos. El concepto parentalidad surge de la discusión de si debe haber un padre y una madre biológicos para el cuidado de un niño. Estos temas comienzan a plantearse luego de la Segunda Guerra Mundial, cuando no hay papás; en ese entonces, no podía seguirse un modelo donde tiene que estar el padre biológico. Por ello, algunos autores —como Jacques Lacan— se plantean que, en efecto, hay un papá y una mamá biológicos, pero es más importante que existan las figuras que cumplan tales funciones. Aquí es donde se vuelve relevante el concepto de parentalidad en el cuidado del desarrollo de los niños: la función maternal se enfoca más en lo que Donald Winick llama holding (cargar), handling (mover al bebé) y mostrar el mundo al bebé; mientras que la función paterna tiene que ver con llevar al niño del hogar a la sociedad. El punto central es que no tienen que ser el padre ni la madre biológicos, ni hombre y mujer. Ocurre, sobre todo en países nórdicos, donde la función materna no necesariamente tiene que cumplirla una mujer: también un hombre puede cumplirla en ciertas condiciones; del mismo modo, una mujer puede desempeñar la función paterna. Ya no se trata de pensar en términos de papá y mamá, sino de los roles que se juegan en el desarrollo de los bebés. La parentalidad no es una capacidad automática, sino un proceso con varios aspectos, que pueden resumirse en tres: 1) Las posibilidades personales marcadas por factores hereditarios; parte de que todos traemos una herencia. El psicoanálisis no había prestado mucha atención al tema del temperamento; más bien fueron los humanistas quienes le dieron un gran peso. Poco a poco, nos hemos dado cuenta de que lo genético se impone: desde el nacimiento hay ciertas características más complicadas de modificar en las personas. 2) Los procesos de aprendizaje influidos por los momentos históricos, los contextos sociales y la cultura. Lo que entendemos como maternidad y paternidad son constructos que van modificándose en cada época. El


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ritmo de cambio en la actualidad muestra que aproximadamente cada diez años se modifican algunos patrones. 3) Las experiencias de buen trato o maltrato que la futura madre o el futuro padre hayan conocido en sus historias personales, en especial durante su infancia y adolescencia. Es esencial tomar en cuenta cómo fue la niñez de las personas: por ejemplo, si se les maltrató o no, si se les dio un lugar social, si el mensaje que recibieron es que eran queridos, amados y bien recibidos. Esto también dependerá de las propias historias de maltrato. Todas estas huellas, según Alice Miller, están alojadas en el cuerpo. Así que ayudar a estos padres a zafarse de esos antecedentes de maltrato constituye un trabajo bastante profundo. Cualquier adulto que ejerza la parentalidad social debe asegurar los siguientes aportes para que sea considerada competente: Aporte nutritivo, de afecto, cuidado y estimulación. Un niño requiere, en primer lugar, una adecuada alimentación para un sano desarrollo. De igual manera, requiere experiencias sensoriales, emocionales y afectivas para construir un apego seguro. La maduración del cerebro depende de una buena nutrición tanto alimenticia como afectiva. Esto puede verse mermado por el estrés y las carencias de los padres, así como por violencia y consumo de tóxicos o enfermedades mentales. Aportes educativos. La educación no empieza en lo formal, sino desde antes. Cuantas más experiencias de buenos tratos hayan conocido los padres, más modelos y herramientas positivas y eficaces tendrán para ejercer una influencia educativa, competente y moralmente positiva sobre sus hijos. La madre que es capaz de traducir los llantos y los gestos de su bebé como indicadores de necesidades y responde para satisfacerlas está promoviendo un proceso que se traducirá en el desarrollo de las capacidades de autocontrol emocional y conductual. A los niños que no han sido escuchados ni reconocidos les cuesta mucho trabajo integrarse a la educación formal. Los modelos educativos intrafamiliares y extrafamiliares deben contemplar cuatro contenidos básicos para asegurar la finalidad educativa de la parentalidad, a saber, el afecto, la comunicación, el apoyo en los procesos de desarrollo y las exigencias de la madurez, así como el control de los impulsos emociones y de los deseos. Siempre tenemos que promoverlos,


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pero no desde lo que esperamos de ellos, sino lo que sigue en su desarrollo normal. Aportes socializadores. Se refieren a la contribución de los padres a la construcción del concepto de sí mismo o de la identidad de sus hijos. Deben facilitarse experiencias relacionales que sirvan como modelos de aprendizaje para vivir de una forma respetuosa, adaptada y armónica con la sociedad. En esto existe un gran cambio de perspectiva. Estábamos situados en el lugar del yo, donde las personas se convertían en un individuo que interactuaba socialmente y que se hacía un nombre a lo largo de su historia. Hoy que ya no puede ser así: siempre somos otros. Arthur Rimbaud lo dijo muy bien: “Yo soy otro”, porque aquello que llamamos identidad, personalidad, es un conjunto de identificaciones que vamos tomando de las diferentes personas. Entonces, no existen “derechos de autor” sobre nuestra personalidad, puesto que se conforma de un conglomerado de todos aquellos con los que crecimos. En tal sentido, nuestras experiencias relacionales — como el apego— nos marcan desde la infancia y de cierta manera repetimos esos patrones. Las narrativas de los padres también son apropiadas por los hijos. Aportes protectores. Estos aportes se aplican en dos niveles: el primero consiste en proteger a los hijos en contextos externos, familiares y sociales, que pueden dañarlos directamente o alterar su proceso de maduración, crecimiento y desarrollo. El segundo, en protegerlos de los riesgos y peligros derivados de su propio crecimiento y desarrollo. Recordemos que durante su crecimiento, los niños cambian de necesidades, lo cual puede conducirlos a ponerse en situaciones riesgosas. Promoción de la resiliencia. Este concepto —relativamente nuevo en el campo de la salud mental y proveniente de la física para indicar la resistencia de los materiales— se refiere al conjunto de capacidades para hacer frente a los desafíos de la existencia —incluidas las experiencias con contenido traumático—, con miras a mantener un proceso de sano desarrollo. La resiliencia es un replanteamiento a la teoría del trauma; la teoría clásica del trauma era la de Freud y se refería a que éste se quedará inconsciente y se repetirá en un proceso compulsivo una y otra vez, provocando daño al individuo. Los teóricos de la resiliencia plantean que, si se tuvo un trauma y hubo adultos que acompañaron y ayudaron a enfrentar esta situación


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adversa, ello fortalece al niño; entonces, de alguna manera, la resiliencia es la capacidad de niños y niñas que vivieron situaciones adversas, lo cual los dota de nuevas fuerzas. Existen dos tipos de resiliencia: la primaria, que es el conjunto de capacidades para hacer frente a los desafíos de la existencia; la secundaria, que emerge en niños y jóvenes que no han conocido una parentalidad adecuada, pero que logran salir adelante con el apoyo de los tutores resilientes. Para concluir, propongo alguna competencias parentales que deben tomarse en cuenta con objeto de propiciar un sano desarrollo en los niños. Capacidad de apego. Es la capacidad de los padres para generar apego, de preferencia, apego seguro porque también puede ser inseguro y desorganizado. Se trata de generar las condiciones adecuadas; los bebés, por ejemplo, ya nacen con las capacidades para apegarse, aunque depende de que quienes los cuidan también se las aporten. Empatía. En diversas ocasiones, se toma como la capacidad de ponerse en los zapatos del otro; sin embargo, es algo más complejo. Consiste en tener la capacidad para sintonizar con el mundo interno de los hijos y reconocer las manifestaciones emocionales Esto lo explican mucho mejor los humanistas, entre ellos, Carl Rogers, quien la aborda desde el punto de vista fenomenológico. ¿Cómo ver las cosas como las ve el otro? No se trata de aplicar mis criterios o las vivencias personales con el fin de entender, sino colocarse en el lugar del otro. Es muy importante aplicar esto con niños y adolescentes, porque, de lo contrario, no entenderemos nada y los veremos como seres trastornados. Modelos de crianza. Son modelos culturales que se transmiten de generación en generación y se relacionan con los procesos de aprendizaje que desarrollan los padres con sus hijos. Existen ciertas inercias que muchas veces estaban dadas por una condición y se transmiten porque “así tenía que ser”. Esta realidad exige, desde luego, replantearse los estilos de crianza. Habilidad para participar en redes sociales como la familia, la comunidad, así como saber y saber utilizar adecuadamente los recursos comunitarios. Para concluir, cito un fragmento de una canción de Cat Stevens, “The father and the son”: “alguna vez fui como tú y sé que no es fácil estar tranquilo cuando te das cuenta de que algo está pasando, pero tómate tu tiempo; piénsalo bien, piensa en que todo lo que has logrado estará aquí


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mañana, pero tus sueños puede que no”. Estas palabras resumen las competencias parentales. ¿Cuál es nuestra función como adultos? Cuidar los sueños de los niños, porque son los que más tarde florecen.


Familia y espiritualidad Georgel Moctezuma Araoz*

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odos los conflictos que se derivan del tema familiar tienen de base un problema teológico. Si bien hay aspectos que las ciencias sociales y humanas, la educación y la psicología han abordado, la base continúa siendo fundamentalmente espiritual. Sin la intención de ser pesimistas, en el momento actual todo parece haber empeorado; no hay mejora en los ámbitos relacionados con la familia. De acuerdo con los datos del inegi, entre 84 y 85% de la población mexicana profesa la religión católica; del resto, 10% somos cristianos. En este punto, hay que distinguir entre lo religioso y lo espiritual, pues, desde mi punto de vista, se trata de dos temas diferentes, aunque relacionados. En mi opinión, la religión se centra en las personas, en los individuos; es la respuesta a la investigación y la explicación de los deberes humanos respecto de Dios. La espiritualidad, en cambio, es una senda, un camino, una decisión; tiene que ver con una vida orientada y conformada por principios que derivan de establecimientos de una relación con Dios. El primer capítulo de la última encíclica del papa Francisco, Amoris laetitia, lleva por título “La luz de la palabra”. Considero atinado comenzar este texto refiriéndome a la palabra de Dios, porque es la base sin la cual es imposible entender la espiritualidad católica o la espiritualidad cristiana. Aquí empleo las palabras católica y cristiana sólo para distinguir la religión preponderante en nuestra sociedad de aquella que, sin ser católica, suscribe también el ejemplo de Cristo. Ambas coinciden en que en el cristianismo es indispensable establecer una relación singular con Dios, la

* Coordinador clínico de las clínicas de Autismo, Psicosis infantil y alteraciones en el desarrollo, y del Maltrato infantil y adolescente del Centro de Atención a la Salud Integral (asi) en la Universidad Intercontinental.


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cual se acompaña tanto de la fe en este andar por la vida, como del arrepentimiento. La palabra arrepentimiento proviene del griego metánoia, derivada de un verbo cuyo significado nos remite a <<cambiar de opinión>>, <<reflexionar>>. Esto es importante, porque no tiene nada que ver con la idea de un arrepentido lleno de culpa, alguien compadeciéndose de sí mismo, sino con el deseo de cambiar de mentalidad. Las investigaciones, las doctrinas de Freud, de Lacan o de Marx son un buen referente para orientarnos en la vida, pero no bastan. Gracias a ellos, conocemos muchas facetas del ser humano, pero en esta senda —prefiero emplear esta palabra, en lugar de recurrir a la tan llevada religión—, la espiritualidad es imprescindible. Ella no sólo orienta, sino también conforma y tiene que ver con Dios, que nos busca. Imaginemos una puerta que sólo puede ser abierta por dentro; así es la que permite la entrada a Dios en la vida del individuo. Corresponde a éste abrirla para dar paso; él es el único que puede tomar la decisión de permitir el acceso que, a su vez, lo conducirá a la espiritualidad. Como puede observarse, en esta reflexión parto de dos supuestos: 1) de la existencia de Dios —por más que haya quienes sin autoridad y sin argumentos suficientes la nieguen— y 2) que es un Dios revelado. Este segundo punto es fundamental, porque nos referimos a un conocimiento que no es construido por los seres humanos, sino que más bien les ha sido revelado. La revelación se vincula con la comunicación; en el ámbito del cristianismo, el medio por excelencia de manifestarse es la Escritura —también la palabra es importante, pero incluso ésta se basa en la escritura—, aun cuando la mención de la Biblia cause prurito en mucha gente, más todavía cuando nos referimos a ella como la palabra de Dios. Por lo que toca a mi experiencia, estoy convencido de que, en efecto, se trata de la palabra de Dios, por cuatro aspectos. El primero tiene que ver con el solo hecho de declarar que Dios es el autor de ellas nos remite a un punto elevado de moralidad. Si bien las diversas propuestas educativas, psicológicas o de las ciencias políticas nos hablan de la idea de estar bien, ninguna de ellas alcanza el tono elevado de moralidad que, con firmeza y definición, denota la Biblia.


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En cuanto al segundo, tengo la convicción de que las llamadas Sagradas escrituras no son un texto hecho por los humanos, sino de una revelación a los humanos. El tercer aspecto es que ofrece una descripción detallada que se remonta hasta el principio del todo —Génesis— y explica no sólo en ese pasado primigenio, sino que también alcanza lo futuro en el Apocalipsis. Por último, es un libro que está al alcance de todos. Ningún otro libro cumple estos cuatro aspectos o requisitos. Sin duda, existen otras muchas obras que enriquecen el espíritu, pero no cubren las características de la Biblia. Por ejemplo, los textos de Confucio, que alimentan lo espiritual de cierto modo, fueron escritos por un hombre, es decir, no provienen de Dios. El Rig-veda es uno de los textos hinduistas más antiguos de la literatura india y fue compuesto de forma oral, también por los hombres. Los textos sagrados de la antigua Persia —el Avesta— pertenecen a la religión del persa Zoroastro, quien dirige ciertas religiones del medio oriente, pero tiene un tono moral bajísimo, pues incluso motiva a la gente a matar, a cobrar venganza, y tampoco es de autoría divina. En cuanto al Corán de Mahoma, aun cuando se afirma de origen divino, no cumple los otros tres requisitos. A lo largo de más de dos mil años, la Biblia ha permanecido como obra de Dios; casi la mitad de sus textos son profecías y la mitad de éstas ya se ha cumplido. Es, además, el mejor código de ética para vivir. Cada año se publican y venden 200 millones de ejemplares y ha sido traducida a más de 700 idiomas. Comprende miles de años; en todo momento hay coherencia y congruencia; está libre de contradicciones; tiene diferentes trasfondos, textos y lenguajes. La Biblia tiene un poder transformador, pero no basta leerla. Hay quienes dicen haberla leído hasta tres veces y uno se pregunta: “¿Y qué pasó?, ¿por qué todo sigue igual?” Y es que la palabra de Dios no es una novela ni un texto más. Su poder trasformador abre las puertas para conocer la voluntad de Dios y esto acontece por revelación. Su función espiritual está muy lejana de una actualización o un aprendizaje académico, pues ella se vincula con la fe.


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En cuanto a Amoris laetitia, en el mismo primer capítulo hallamos un pasaje que tiene que ver con los hijos, digno de mencionarse. Enlisto algunas ideas rescatadas del texto: 1. Los hijos son una bendición, no una dificultad. 2. La crianza de los hijos es un gozo, no una carga. 3. La victoria en la crianza de los hijos se evalúa por lo quisieron los padres, no por lo que hace el hijo. 4. Las influencias más importantes para el hijo proceden de los padres, no de los iguales —menos aún de las redes sociales—. Todos estos lineamientos son bíblicos, no invenciones. Si optamos por un camino distinto del de la palabra de Dios, hallaremos mil opciones, pero tal vez no sean las más idóneas. Estudiosos de sociología y antropología de Harvard opinan que no hay razón para buscar en otros lugares y que no hay razón para dejar pasar más tiempo sin acercarse a la espiritualidad. En el caso de la familia, cuatro acciones contribuyen a la armonía y propician un buen ámbito de crecimiento y acompañamiento: 1. La disciplina del padre debe ser firme, justa y consistente. 2. La madre debe saber dónde están sus hijos y qué están haciendo en cada momento; además, debe acompañarlos el mayor tiempo posible. 3. Los niños necesitan recibir afecto de los padres y también verlo entre ellos mismos. 4. La familia ha de pasar más tiempo junta. Puede aducirse que en este mundo, en esta cultura, en el apuro característico de la época, esto es cada vez más difícil. Lamentablemente, la iglesia tiene ya muy poco impacto en el mundo y, en cambio, el mundo sí impacta en la iglesia, lo cual no es bueno. La situación debería ser a la inversa, ya que la iglesia, palabra que viene del griego ekklesía quiere decir <<reunión>>, <<asamblea>>, pues es el medio propiciador de la espiritualidad cristiana. La situación del mundo de hoy es así porque se ha buscado amoldar la iglesia al mundo y se han perdido los principios.


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Los elementos bíblicos que conforman una familia sana —entendiendo por sana el significado cercano del hebreo salum, que significa <<elevado>>, <<cerca de Dios>>— se vinculan con un ideal: la cercanía a Dios. Cuatro puntos fundamentales para la armonía de la familia se resumen del siguiente modo: 1. Un marido que ame a su esposa de manera sacrificial, en congruencia con el amor ágape, que expresa la incondicionalidad, como en el cristianismo, cuyo modelo es Cristo (“como Cristo amó a su iglesia”). 2. Una esposa caracterizada por su sujeción. Este término causa incomodidad en los ámbitos del género. Pero, si la mujer cuenta con un hombre espiritual, cristiano, no violento y sí amante, la sujeción no es una carga. Cuando el marido está alejado de Dios y hay violencia y agresión, la protesta entonces adquiere sentido. 3. Hijos que obedezcan y honren a sus padres. 4. Finalmente, padres que instruyan y disciplinen a sus hijos mediante un ejemplo consecuente y piadoso. Por simples que parezcan, estos elementos se vuelven onerosos cuando no se ha tomado la decisión de recibir a Jesús. Hay que abandonarse, ceder y dejar nuestra antigua forma de ser. Cuando se recibe a Cristo, paulatinamente el poder transformador de la palabra proveerá de esa obediencia. Habría que detenernos unos momentos para reflexionar qué clase de creyentes somos, pues tal parece que a veces la obediencia se procura por conveniencia. Quien fábrica o inventa a Dios incurre en la egolatría, pues su oración es como estar hablando con el espejo. Incluso el acto de la oración debe estar bien dirigido. Hay quienes expresan extrañeza a pesar de las oraciones y afirman: “Es que sí oro. Siempre imploro a mi ángel de la guarda”. La oración, en este caso, se dirige a una especie de energía cósmica que proviene de la luz de Dios, lo cual nos lleva al tema de los atributos de Dios, que aquí no abordaremos. Dios no es un invento de la psicología, de las ciencias políticas o de la educación. Él nos creó para vivir con una pasión transformadora, absoluta, única, que puede vivirse alegremente para glorificar a Dios. La glorificación conlleva el gozo, la alegría e impregna todas las esperas de la vida.


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Vivir de este modo garantiza no desperdiciar la vida. Y esto también es una realidad en el seno de la familia. Porque la familia, desde mi perspectiva, es una bendición. Es una estancia espiritual donde por medio de otras bendiciones, con el matrimonio, la paternidad y la maternidad, podemos adquirir, desarrollar y cultivar la voluntad y el propósito para nosotros por parte de Dios. Dar sustento y prioridad a este propósito sólo es posible cuando decidimos andar en la senda de la espiritualidad. Si no se adopta esta postura, el individuo se pierde como papalote en tormenta. Si sembramos la indefinición, eso mismo cosecharemos. No basta llamarse católico o cristiano si eso no nos lleva a la acción, a una nueva forma de vida. La falta de certeza de lo que uno cree, la indefinición de las propias creencias genera desorientación y eso complica una relación con Dios. Hay que cambiar la mentalidad, reflexionar y decidirse por Dios. Si se está resuelto a fincar una relación con Él, hay que cuidarla, mantenerla, darle un soporte día a día. Si no lo hacemos, estaremos desperdiciando la vida. No la desperdiciemos.


Palabras de cierre Hugo Antonio Avendaño Contreras*

E

n esta jornada hemos aprendido sobre las diferentes perspectivas de cómo se vive e interpreta la familia hoy en día. Ha sido una gran oportunidad para reflexionar sobre la vida misma, sobre las convicciones personales, sobre nuestros proyectos de vida. Estamos en una universidad con la primera intención de estudiar una licenciatura y ser profesionistas, pero la uic siempre aspira a más y siempre quiere proponer más. Si sólo otorgáramos, como ocurre en muchas otras casas de estudio, un título profesional sin fomentar valores, quedaríamos muy cortos. Esa no es una visión humanista cristiana. Un título profesional es una herramienta más en nuestra vida, pero la trascendencia en la existencia va más allá de una mera capacidad profesional. No sólo el conocimiento puede hacernos felices, sino también la solidaridad, el respeto a la dignidad de la persona y el amor. Cuando tenemos la oportunidad de construir una familia, podemos vivir un estadio trascendente. Sin embargo, eso no es fácil. Para llegar a esos momentos de felicidad, de amor, hay que construirlo diariamente, Y en esta universidad queremos proponer una vida de trascendencia, más allá de una vida profesional.

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Vicerrector de la Universidad Intercontinental.



IV. Educaciรณn, cultura y familia



Palabras de apertura Hugo Antonio Avendaño Contreras*

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n jornadas anteriores, hemos abordado diversos temas con total apertura y escuchado posturas distintas de nuestra filosofía institucional, incluso contradictorias. Como universidad de identidad católica y misionera, estamos abiertos a la escucha y al diálogo, pues resulta valioso conocer las diferentes corrientes de pensamiento más allá de las aulas. Todos los hombres de cualquier raza, condición y edad, en tanto participantes de la dignidad de la persona humana, tienen el derecho inalienable a una educación que responda al propio fin, al propio carácter y sexo conforme a la cultura, a las tradiciones patrias; que, al mismo tiempo, esté abierta a las relaciones fraternas con otros pueblos en el mundo, con el propósito de fomentar la verdadera unidad y la paz. Desde nuestra filosofía institucional, la educación se propone la formación de la persona humana en orden a su fin último y al bien de las sociedades de las que el hombre es miembro y cuyas responsabilidades deberá tomar una vez llegado a la madurez. Tenemos la tarea de ayudar a los niños, adolescentes y jóvenes, considerando el progreso de la psicología, la pedagogía y la didáctica para desarrollar sus condiciones físicas, morales e intelectuales, con el propósito de que adquieran gradualmente un sentido más perfecto de la responsabilidad y la libertad, superando los obstáculos con valor y constancia de alma. Es necesario preparar a las personas para participar en la vida social, de manera que, bien instruidos en los medios necesarios y oportunos, puedan participar activamente en los distintos grupos de la sociedad humana, estén abiertos al diálogo con los otros y presten su fructuosa colaboración en la consecución del bien común.

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Vicerrector de la Universidad Intercontinental.


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Entendemos que los padres, al dar la vida a sus hijos, tienen la responsabilidad de educarlos, lo cual los convierte en sus principales formadores. Dicho deber de la educación familiar es de tal trascendencia que, cuando falta, difícilmente puede suplirse. La obligación de los padres consiste en formar un ambiente familiar animado por el amor, que favorezca la educación íntegra, personal y social de los hijos. En ese sentido, la familia es la primera escuela de las virtudes sociales que todos necesitan. Hoy tendremos la oportunidad de conocer las propuestas de estudiosos de la familia desde el contexto de la educación y la cultura. Lo haremos respetuosamente, con la genuina disposición de descubrir nuevos elementos que nos permitan perfeccionar nuestros criterios acerca del tema.


Familia y novedad. Presupuestos para una renovación educativa y cultural Christian Duecker García*

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a familia es la instancia que permite que la realidad —con toda su desproporcionada novedad— no sea extraña a quien entra en la existencia de forma tan abrupta como lo hace el ser humano. Ella realiza para la persona la primera y primaria estructuración de la realidad sin la cual la cultura y la educación no pueden articular su específica dinámica de continuidad y renovación. La relación entre novedad, cultura y educación necesita del fenómeno de la familiaridad. Este fenómeno se comprende mejor si partimos de su opuesto, a saber, el de la extrañeza. Éste se caracteriza por sentirnos rodeados por algo de lo que no podemos encontrar el camino, por algo que no entendemos y, en consecuencia, no nos habla. Es la misma extrañeza que el pequeño príncipe del famoso texto de Saint-Exupéry tiene ante los adultos durante su viaje por los distintos planetas que recorre para buscar amigos. Después de cada viaje, el Principito concluye de modo continuo con la frase “¡qué extraños son los adultos!” El caso más breve es el del borracho. Cuando el Principito llega al planeta de éste y le pregunta “¿Por qué bebes?”, el borracho responde: “Para olvidar”. “¿Para olvidar qué?”, agrega el jovencito. “La vergüenza”, contesta el borracho. “¿De qué?”, insiste el Principito. “De beber”, dice el borracho. El Principito calla.

* Encargado del acompañamiento académico y tutorado de alumnos, así como del Desarrollo de la Educación Personalizada, en el Instituto Miguel de Cervantes. Docente de tiempo completo en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla.


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La posibilidad de que algo sea comprensible, que nos hable, que podamos encontrar el camino hasta aquello, constituye la base de la familiaridad. A diferencia de la extrañeza, en la cual la realidad se presenta como algo inaccesible, la familiaridad refleja algo del ritmo de la continuidad de nuestra vida. Que la realidad se presente como algo familiar depende de que encuentre en nosotros una íntima resonancia con aquello que, de alguna forma, nos ha hablado en el pasado, posibilitando que aquello que nos habla en el presente no nos resulte extraño. Este fenómeno de la familiaridad está vinculado al de la vida; gracias a éste, nuestra vida puede articularse como una continuidad, donde toda la novedad que entra no resulta completamente extraña. Conviene observar cierto conservadurismo a quien toda novedad le parece extraña por no coincidir con lo ya conocido de antemano, o por estar fuera de aquello a lo que está acostumbrado. Los hombres que viven constituidos por este conservadurismo llevan, a consideración del filósofo y teólogo alemán, Dietrich von Hildebrand, “el fardo de la extrañeza”. Sin embargo, la novedad no es por sí misma fuente de extrañeza. La extrañeza resulta de nuestra incapacidad de penetrar la realidad y comprenderla, de llegar a ella. En este sentido, la familia es la instancia fundamental que permite sortear la extrañeza. La familia ofrece dos vivencias fundamentales al respecto: 1) las de amparo y 2) las de arraigo. Mediante estas vivencias, todo hombre está incorporado a un ámbito determinado de bienes y valores, de igual modo que sus relaciones con otras personas se fundan, en primer lugar, justo en un ámbito común de bienes y valores. Desde este punto de vista cultural y educativo, resulta decisivo atender a este ámbito, así como a la adecuada o inadecuada comprensión que se tenga al respecto, es decir, al grado de familiaridad o extrañeza. La extrañeza más radical que la familia salva es la de la propia existencia. La desproporción de la novedad, que es el propio existir y que encuentra en el nacimiento la asignación más abrupta ante la cual todo hombre se encuentra completamente desvalido, comienza a hablarnos por medio de la presencia de nuestros padres. El misterio radical de la propia existencia se vuelve familiar, gracias al amparo y al arraigo en una familia. El sacerdote, escritor y académico Romano Guardini sostiene que nacer significa que yo tengo consistencia en mí mismo, que me tengo, que tengo mi asiento frente al mundo en mí; pero también significa que yo no


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soy más que yo mismo, que me diferencio de todo lo demás, que estoy separado de todo lo demás, enfrentado, desposeído, expuesto; que yo tengo estas propiedades y posibilidades, pero sólo éstas, en este lugar del universo, en este momento del tiempo. Que la propia existencia no resulte extraña encuentra sus primeros auxilios en la actitud de acogida con que una mujer secunda la rotunda novedad que irrumpe en ella en el embarazo. Esta actitud —nos recuerda Rocco Gutilione— está muy ligada a la experiencia de la acogida de ella misma en la interioridad de otros que la llevan en su corazón. En consecuencia, también están los padres y todas las relaciones familiares. Es un dato preciso que innumerables casos de rechazo al embarazo se originan en función de un rechazo dado de antemano por la familia y que, en gran medida, la capacidad que una familia tenga de aceptación y de acogida permite que también, a pesar de las circunstancias más difíciles, encuentre la disposición para que esta novedad no resulte completamente extraña y, por lo tanto, enemiga. La familia es pues la instancia, el primer ámbito común de bienes y valores vivos a través de los cuales se puede encontrar el camino, la comprensión y el diálogo con la propia existencia y, en consecuencia, con el propio mundo. A tal grado es relevante esta presencia de los padres y, con ellos, de la familia, que de un modo u otro en las más diferentes circunstancias humanas en las que se da una figura concreta que pone orden y protege la vida, reaparece la figura del padre o de la madre. Si la relación con ellos no se realizó concretamente, eso se hace sentir en otras relaciones. Interfiere en su sentido, trastorna su función vital. Toda relación de orden se ve perturbada por una propensión radical al no reconocimiento. Ahora bien, la familia tiene como tarea, no sólo la superación de esta primera y radical extrañeza; también ella ha de permitir la superación de la extrañeza frente al mundo. Claramente aquí la familia se encuentra con los límites de su propio horizonte. El mundo es siempre algo más que el horizonte familiar y, sin embargo, aquí también es decisiva la actitud ante el hecho de que nacen seres humanos en el mundo, de que entran realidades novedosas. La novedad más radical es la existencia de una persona. Si bien ahora no se trata de la posición particular de los padres, sí nos referimos a una posición cultural; es decir, de una determinada comprensión del nexo entre un particular y la totalidad. La cultura como horizon-


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Foros de la familia, memorias

te último del encuentro de la conciencia con la realidad define la forma profunda con que surge del corazón del hombre la imagen global de sus relaciones consigo mismo, con las personas y con las cosas. En la cultura, una determinada concepción del mundo está en juego; a ella, se remite todo ejercicio educativo. Como nos lo recuerda el teólogo estadounidense Harden, éste nunca se queda como está, sino que se renueva constantemente por medio de los nacimientos, pues el mundo que le antecede como una realidad extraña no puede mantener su continuidad sin que llegue a serle familiar. La educación, por una parte, prolonga la familiaridad originaria ofrecida por los padres, permitiendo que la novedad del mundo siga hablándole más allá del ámbito familiar, de bienes y valores entregados por el amparo y arraigo originarios de los padres. Por otra parte, permite una introducción progresiva a la responsabilidad para con el mundo. La meta de toda auténtica educación no es otra que la generación de un adulto. Es decir, de la asunción de la propia responsabilidad con el mundo. La crisis educativa hoy, nos recuerda Harden, radica en la capacidad de generar adultos. Es decir, sujetos capaces de amar la novedad y el riesgo que cada nacimiento representa y de asumir la responsabilidad que comportan. Me parece que aquí está la extrañeza radical del Principito delante de adultos que fundamentalmente quieren administrar a otros adultos; aquí no se salva esa extrañeza; en ella hay una forma de desconocimiento último en el que las realidades que nos son entregadas bajo este carácter de responsabilidad y cuidado son vistas de forma funcional. Allí echa pie la extrañeza por la cual el Principito no entiende el mundo de los adultos; y sin embargo, es la figura que le permite a un adulto resignificarse, continuar esta familiaridad con la realidad. Y sobre todo integrada aquella experiencia que vive con el zorro: la capacidad de domesticar, de introducir en la propia casa, en el propio corazón, las experiencias más extrañas. Es inevitable pensar en el Año de la Misericordia, porque justamente nos representa la capacidad máxima de esta incorporación en sí mismo de algo que sin este principio de familiaridad resultaría completamente extraña. Así pues, este camino de maduración no puede soslayar el carácter religioso de la experiencia humana. Es preciso mantener la apertura originaria al carácter misterioso de la existencia humana. Por ello, también es


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preciso enfatizar que la novedad no es exterioridad pura; más bien, es un fruto. Es algo propio del desarrollo de algo ya dado, pero que se presenta como diverso por la integración de aquello ya presente desde el comienzo y, sin embargo, pide ser integrado de forma armónica en la vida personal, es decir, bajo el signo de la libertad y de la responsabilidad. En esto va la tarea educativa, como proceso de acompañamiento entre generaciones, bajo la conciencia de un deber común: la conservación de un mundo donde sea posible el despliegue de una genuina humanidad.



Cultura, educación y familia: un desafío fundamental Adrián Ruiz de Chávez Villafuerte*

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l sociólogo, filósofo y ensayista Zygmunt Bauman escribió diferentes obras que tienen un elemento común: todas aluden a lo líquido. Él habla de tiempos líquidos, vida líquida y modernidad líquida. El sociólogo alemán Ulrich Beck se refiere, a su vez, a la sociedad del riesgo. Por su parte, James Martin augura tiempos apocalípticos si no cambiamos cosas. Bauman sostiene que las estructuras que daban solidez y significado a nuestra existencia están licuándose, es decir, han perdido solidez. Hace diez años, los obispos latinoamericanos reunidos en Aparecida, Brasil, publicaron un documento en el que precisan que no estamos viviendo una época de cambios, sino un cambio de época. Afirma el Documento de Aparecida (en lo sucesivo, da): La humanidad entera ha entrado en una nueva época. Este hecho interpela nuestra identidad de discípulos misioneros. La realidad muestra “sucesivas transformaciones sociales y culturales”, agitando intensamente nuestro mundo y resquebrajando el referente de nuestros valores. Vivimos, pues, en “una sociedad inestable y en transición, con sus luces y sus sombras”. Nuestra Iglesia no es ajena al cambio epocal, es interpelada en la perspectiva de un profundo discernimiento de “los ‘signos de los tiempos’, a la luz del Espíritu Santo”; también se siente desafiada en su identidad y

* Coordinador académico del programa de Liderazgo y de Alta Dirección del Instituto de Desarrollo Empresarial Anáhuac, Universidad Anáhuac. Coordinador del Departamento de Humanidades. Miembro del Consejo Directivo y vicepresidente de la Unión Social de Empresarios de México (usem). Socio fundador y director general del Centro para el Liderazgo Creativo y el Desarrollo Humano, S. C.


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misión para ponerse “al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y ‘para que la tengan en plenitud” (Juan 10, 10).1

Además, en el texto se nos dice también lo siguiente: Todos los ámbitos de la vida de nuestros pueblos se ven influenciados en esta era de la globalización: “la cultura, la economía, la política, la ciencia, la educación, el deporte, las artes y también, naturalmente, la religión”. El interés de la Iglesia es discernir la incidencia de este cambio epocal en la dimensión religiosa y ética de las personas que buscan a Dios, puesto que “sin una percepción clara del misterio de Dios, se vuelve opaco el designio amoroso y paternal de una vida digna para todos los seres humanos”.2

Los temas que abordan los tres autores referidos y los dos pasajes citados del da revelan que estamos ante un problema que requiere mucho discernimiento antropológico y no sólo en su dimensión religiosa. En otro fragmento del da (36), agrega: “Frente a esa complejidad, el interés de la Iglesia son las personas concretas [los hijos de Dios], pues ellas ‘suelen sentirse frustradas, ansiosas, angustiadas’, ya que están inmersas en una realidad que las desborda, sintiéndose insignificantes ‘sin injerencia alguna en los acontecimientos’”. vica

Volátil, incierto, complejo y ambiguo son las palabras que dan origen al acrónimo vica para describir al mundo actual, el mundo en el que vivimos. La globalización, tecnología, redes sociales, precariedad del empleo son algunos de los fenómenos que han hecho líquida nuestra sociedad. De acuerdo con Marx y Engels, en el Manifiesto comunista, todo lo sólido se disuelve en el aire, todo lo sagrado es profanado. Vivimos, por un lado, en el Jardín de las Delicias terrenales, descritas en el cuadro del pintor holandés Jerónimo Bosch: todo parece una orgía; por otro, la angustia, la migración, una economía que crece continuamente, pero que no genera empleos. La desigualdad también crece y trae como resultado que unos cuantos —los que más tienen— se protejan casi en búnkers. En este mundo, todo es desechable; desde las botellas de agua, hasta el empleo, el matrimonio y la familia. Éste es el contexto al que se refiere el da y Bauman, entre otros.


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¿Qué ocurre con la familia? En la Universidad Anáhuac, hace poco se realizó un foro que tuvo mucho éxito entre los jóvenes, pues abordó varias series televisivas. Con este tipo de emisiones, la televisión pierde un poco su carácter de “caja idiota”, pues permite analizar la realidad de diferentes modos que pueden ser muy atractivos: violencia y drogas (Narcos), la desacreditación de la política (House of cards), los problemas antropológicos y el miedo (Walking dead). En otro foro, la reflexión sobre nuestro entorno tuvo como tema las familias alternativas y la ideología de género y se analizaron tres series conocidas: Two and a half men, Modern family y Friends. Aunque en su libro La política, Aristóteles define a la familia como la base de la sociedad, de la comunidad y del Estado y que aporta plenitud y corrige nuestras insuficiencias por medio de la virtud y del amor. Pero eso no siempre ocurre así. Por ejemplo, en Two and half men sí hay amor, pero surge del encuentro de insuficiencias y heridas muy profundas, pues la historia versa sobre dos hermanos bastantes disfuncionales. Uno de ellos se divorcia y se va, junto con su hijo, a vivir con el hermano, un alcohólico misógino. Por su parte, Friends presenta un fenómeno interesante: los amigos han desplazado —más bien, suplido— a las familias. Todos estos amigos provienen de familias disfuncionales. Por ejemplo, la historia personal de uno de los jóvenes es intensa: vivió en la calle, su madre se suicidó y tiene una hermana estrella porno a la que odia. Los únicos dos personajes cuya familia es, digamos, razonable son Mónica y su hermano Ross; no obstante, ella es una neurótica compulsiva, mientras que el hermano tiene un doctor, es un profesor de universidad, pero es un idiota; además, lleva tres matrimonios, uno de los cuales ocurrió estando borracho en Las Vegas. Otro personaje tiene un padre mujeriego con numerosas amantes. En fin, todos tienen historias peculiares, pero su amistad muégano es lo que le va dando sentido a su vida. Los medios, las series sí crean cultura; tal vez más de lo que intentamos en las universidades, en las familias o las instituciones religiosas. Sex and the city y Desperate housewives son dos muestras más del mundo vica. De la primera, cito, el siguiente pasaje que ilustra muy bien lo que señalo: “Ustedes están locos al casarse. Casarse lo arruina todo. ¿Lo amas?


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¿Eso implica decir su nombre 50 veces al día y poner sus necesidades antes que las mías?” Más o menos en el mismo sentido va la siguiente cita extraída de Desperate housewives: “¿Has conocido a la pareja perfecta? ¿Dos almas gemelas cuyo amor nunca muere? ¿Dos amantes cuya relación nunca se ve amenazada? ¿O un marido y una mujer que confían el uno en el otro por completo? Si no has conocido a la pareja perfecta, permíteme que te la presente: están en lo alto de una capa de merengue. ¿El secreto de su éxito? Bueno, nunca tienen que mirarse a la cara.” Como puede observarse, el mensaje implícito es que esa pareja sencillamente no existe. Las historias de estas series son de desencuentros, de rupturas, pero que al final se resuelven de una manera muy diferente de la que sería la esperada (En cierto modo, son situaciones parecidas a las que alude el papa Francisco, en Amoris laetitia). En esta época de crisis metafísica y antropológica, cuando lo sólido se desvanece, los valores se pierden y lo único sólido es el entorno. Es el mundo que niega todo. “Dios ha muerto, las grandes finalidades se apagan, pero a nadie le importa un bledo: ésta es la alegre novedad”, afirma Lipovetsky. A finales de los ochenta, se estrenó La decadencia del imperio americano, una cinta extraordinaria. La trama tiene lugar en una universidad de Montreal. Involucra a varios profesores y profesoras: historiadores, filólogos, literatos y hasta un filósofo, todos con familias rotas. Se reúnen un fin de semana, en una cabaña en el bosque de Quebec, ninguno con acompañante. El encuentro transcurre tranquilo; después de la comida y abundante vino comienza la sobremesa, la plática, la reflexión. Digamos que la conversación sigue este camino: “Si ya no creemos en Dios —porque Dios ha muerto— ni en el progreso —porque el sueño de la Ilustración terminó en Auschwitz e Hiroshima— ni en la revolución política —porque el marxismo fue espeluznante—, ¿entonces, en qué podemos creer?” Al parecer, no hallan respuesta y se dedican al placer. Tales son los problemas que se dan en este contexto. Vivimos en un estado de “salvajismo moral”, como sostiene Alasdair McIntyre en su obra After virtue, porque la ética se ha separado de la vida comunitaria y, con 1 2

DA, 33. DA, 35.


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ello, se ha perdido toda posibilidad de construcción social desde los valores que dan contenido a la ética y cauce a la vida en común. Afirma que, en cuanto a los contenidos éticos, nuestra vida transcurre en un estado de profundo desacuerdo. Nadie sabe, a ciencia cierta, qué es bueno y qué cosa no lo es. Se ignora cuáles son los valores que deben perseguirse y cuáles las reglas morales que deberían regir nuestra conducta. Por su parte, el rabino y filósofo Abraham J. Eschel, en su libro Quién es el hombre, aventura una hipótesis acerca de lo que ocurre en nuestros días: “¿No es acaso que nuestra entera civilización está construida sobre una equivocada interpretación del ser humano?” Esta interrogante es la que lo lleva a declarar que la tragedia del hombre moderno reside en que ha olvidado la pregunta fundamental: ¿quiénes somos?¿Qué significa “persona”? El político e ingeniero español y autor del libro La sociedad desvinculada, Josep Miró, sigue, en la parte introductoria de su obra, a Marx Horkheimer y su Eclipse de la razón.

Tránsito de la civilización cristiana a la civilización poscristiana En términos de Horkheimer, hay un eclipse de la razón. Miró dice que es como si hubiéramos perdido el domo que nos cobijaba; un domo cultural que tenía dos elementos: por un lado, la tradición bíblica y, por otro, la griega, de búsqueda de una razón objetiva. Pero no una razón objetiva que desde el realismo nos ubicaba en el Cosmos. Esa razón objetiva primero se subjetivizó y, entonces, cada uno encuentra fragmentos de verdad y, finalmente, se instrumentalizó. Es decir, la gran crisis de la Ilustración es la dialéctica —de la ilustración que después señalaron Marx Horkheimer y Theodor Adorno a mediados del siglo pasado—; el gran problema de la razón ilustrada es que se quedó en la pura operatividad justamente instrumental. Es una racionalidad que se enfoca a los medios para hacer cosas y que se olvida de la pregunta por los fines. Porque, como de alguna manera, le echamos tierra a la especulación metafísica, los fines acaban siendo subjetivos, parciales, terrenos, cortoplacistas. Cuando perdemos el referente de qué es la realidad, qué somos dentro de ella, cuál es su sentido, su valor, el significado de la vida humana y cómo deberíamos vivir y qué deberíamos hacer, perdemos un importante número de cosas. El mundo se trivializa, según Miró, y del hombre que hablaba con Dios y encontraba sentido en el Cosmos, pasamos a una subjetividad


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que, para algunos, tiene sus cosas interesantes. Por ejemplo, el sociólogo alemán Ulrich Beck afirma en su libro Los hijos de la libertad que no debemos escandalizarnos de los nuevos cambios, porque por primera vez, como nunca antes, la dignidad humana cuenta. Desde su punto de vista, el individuo es respetado —sin embargo, aquí están exceptuándose los no nacidos—. Frente al escenario que hemos dibujado en grandes rasgos, surgen las preguntas: ¿cuál es el papel de la universidad?, ¿cómo debería responder ante esta realidad actual? El español Rafael Alvira, de la Universidad de Navarra y autor de El filósofo de la vida cotidiana, sostiene que estamos viviendo la macdonalización de la universidad, porque ha dejado de asumirse, en parte, como la gran institución civilizadora, transmisora y renovadora de la cultura para orientarse esencialmente al mercado, a la técnica: se ha corporativizado (y nos referimos a todas las universidades, entre ellas, las católicas). Está muy orientada a formar administradores de empresas, ingenieros, médicos, odontólogos, entre otros. Cubrir todo no alcanza. Se hace urgente leer a Ortega y Gasset, La rebelión de las masas. El hombre masa que se hace poderoso vendiendo seguros, chicles, galletas y chocolates, pero puede ser un poderosísimo director de Hershey o de General Motors. En realidad, podríamos llamarlos los nuevos bárbaros. Con mucho poder, con mucha potencia en su racionalidad instrumental, pero extraviados en la reflexión sobre los fines de la vida humana, sobre el sentido de la civilización, sobre la trascendencia. Muchos autores liberales —como la filósofa Martha C. Nussbaum, especialista en filosofía antigua, política, ética y del derecho— señalan la necesidad de enseñar humanidades en la universidad, pues afirman que ésta ha perdido el pensamiento crítico y este fenómeno comenzó desde las escuelas y facultades. Porque estamos orientados hacia la técnica, hacia el mercado, pues es imposible dejar de seguir al mercado; no obstante, eso nos plantea un problema digno de reflexión. Esta macdonalización de la universidad ha motivado un sinnúmero de críticas, algunas expresadas de forma jocosa. Como el chiste que refiere lo que un padre dice a su hijo adolescente: “Lo siento, hijo. No te voy a pagar una universidad donde quienes enseñan son las mismas personas que reventaron nuestra economía”.


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Hay un filme muy bueno —Inside job, que en español se tituló Trabajo confidencial— sobre la crisis financiera de 2008. Destaca dos valores ordenadores de la acción racional: la rentabilidad y la capacidad técnica. En el documental, resaltan muchas entrevistas a profesores eméritos de las universidades de lo que hoy llaman The ivory league —Columbia, Yale, Harvard, entre otras—, varios de ellos con asientos en los consejos directivos de las empresas que de manera muy irresponsable generaron la crisis financiera de 2008: Bank of America, A&G, Lehman Bros., entre otros. Estos “grandes profesores perciben sueldos extraordinarios. Uno de ellos cobró casi 200 mil dólares estadounidenses por escribir un paper de 15 páginas sobre la situación económica de Islandia, un mes y medio antes de que reventara la crisis. Cuando se le preguntó cómo es que no identificó la crisis que venía, no supo que responder; pero cobró. El cinismo se enseñorea de nuestra sociedad: “¿Que para qué enseñamos finanzas? Para maximizar el rendimiento sobre el capital. ¿Que para qué, mercadotecnia? Para penetrar mercados y fortalecer marcas. ¿No es acaso eso un fin en sí?” Esto es lo que enseñamos en las universidades.

¿Qué podemos hacer en este escenario? El filósofo y sociólogo francés de origen sefardí, Edgar Morin, lanza una crítica al pensamiento dominante y al modelo de educación superior. Entre los varios cuestionamientos que hace, señalamos tres: • Hay una nueva ignorancia ligada al propio desarrollo de la ciencia. • Hay una nueva ceguera ligada al uso degradado de la razón. • Las amenazas más grandes que enfrenta la humanidad están ligadas al progreso ciego e incontrolado del conocimiento. En estos puntos, es posible ver rasgos del pensamiento de Horkheimer, Miró e incluso de Benedicto XVI. El tema de la crisis en las universidades es de dominio público. Si echamos una mirada, por ejemplo, en Amazon, hallamos numerosos títulos que lo abordan: Abelard to Apple, College (un)bound, University Inc. The corporate corruption of higher education, Universities in the marketplace, We’re losing our minds, The fall of faculty y The last professors son sólo algunos que aquí citamos. Todas ellas muestran cómo la universidad ter-


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mina sirviendo al capital, más que a la civilización y al hombre, cómo las universidades se gestionan de manera no tan distinta de como se gestionan General Motors o Procter & Gamble. En la Universidad Anáhuac, buscamos propiciar el repensamiento de la universidad. Está sobre la mesa, pero aún no se ha digerido bien a bien y tal vez lleve tiempo, porque estamos atrapados en inercias culturales y financieras muy poderosas. Es verdad que no puede renunciarse a eso, pues la sostenibilidad cuenta y el crecimiento que deseemos también depende de eso. Nuestra propia capacidad de transformación finalmente dependerá de la lógica financiera.

Papel de la universidad de inspiración católica en este contexto En varios de sus discursos, el papa Benedicto XVI reiteró la necesidad de ampliar los horizontes de la razón, salir de este eclipsamiento de la racionalidad dominada por la instrumentalidad y volver a reflexionar sobre los fines, sobre el hombre, sobre la creación. En su opinión, hay que partir de la situación actual del pensamiento, superar las autolimitaciones que la razón moderna se ha autoimpuesto y ampliar el horizonte haciendo que la razón y la fe se encuenstren de un modo nuevo. Señala, además, que el papel de la universidad es pensarlo todo. Hoy, sin embargo, sería necesario no pensarlo, sino repensarlo. Por ello, las universidades deben invitar a todos los profesores de planta y de honorarios, de todas las escuelas y facultades a hacerse estas preguntas: ¿Qué es lo que realmente enseño? No en términos técnicos ni en función de lo que dice el programa magisterial, sino hay que ir más allá. Preguntémonos qué visión del hombre es la que enseñamos; qué sentido de bien y de mal, cuáles son los referentes éticos de los cuales partimos; dónde está el sentido de la armonía y dónde el sentido trascendente de la vida humana en lo que enseño. También preguntémonos si podríamos enseñar de otra manera; si es posible enseñar la dirección de empresas, la mercadotecnia, la ingeniería industrial desde otro piso firme, o si sólo se trata de automatizar la enseñanza porque es rentable. Conviene poner a la comunidad académica a dialogar y reflexionar sobre esto. Queremos que todo lo que enseñamos lleve un toque de humanismo cristiano. En términos de formación integral, ¿qué debemos hacer para que tengan el pensamiento crítico que hace falta para cuestionar este mundo en


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el que viven? Hay que buscar combatir la barbarie profesionalizante, restaurar la civilización desde el pensamiento para que la universidad sea un centro de enseñanza auténticamente superior, civilizatoria. Debemos tomarnos muy en serio que la universidad es matriz del tejido social y la incubadora de la civilización. La universidad, desde el principio, tuvo la vocación ser una institución no de mera enseñanza para un grupo de personas jóvenes, sino de formación de personas que fueron constituyendo el núcleo de una sociedad transformada por y desde la universidad. Así, si reflexionamos sobre el hombre y la cultura con la juventud, desde la posmodernidad —puesto que eso es lo que a ella le tocó vivir—, pero con un sentido muy crítico; si invertimos fuerza, horas, dedicación, podremos restaurar la formación humanista filosófica.



Educación, cultura y familia Emiliano Villavicencio Trejo*

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l poeta y ensayista estadounidense Lewis Thomas escribió: “Las cosas vivas tienden a unirse, a establecer vínculos, a vivir unas dentro de otras, a regresar a ordenamientos anteriores, a coexistir cuando es posible. Éste es el curso del mundo”. Me parece fundamental comenzar este texto con planteamientos conceptuales, porque los conceptos definen y, sobre todo, delimitan. En este sentido, ofrecen contexto y orientación al análisis y a los planteamientos; por lo anterior, recupero algunas definiciones etimológicas del tema que nos compete.

Familia El término viene del latín y su raíz etimológica significa <<sirviente>> o <<esclavo>>; sin embargo, esta concepción se ha matizado por diferentes situaciones históricas y culturales. Por ejemplo, las primeras agrupaciones usaban la residencia sólo como estrategia de protección y sobrevivencia; desde ahí, se conformaron diferentes agrupaciones que no necesariamente se encuentran unidas bajo el vínculo de la herencia, sino con fines instrumentales. En Roma, también se concebía a la familia como el espacio donde convivían los esclavos, quienes pertenecían a una casa. Por tanto, la filiación por parentesco no constituyó el inicio en la conformación de la familia, tal cual la concebimos ahora. Los lazos sanguíneos no marcaron la pauta ni el inicio de la convivencia en un mismo espacio. Los miembros de una familia no siempre tienen lazos sanguíneos y, aun cuando los tuvieran, no agota toda semejanza familiar. Entonces, para concebir y entender el término familia, no debemos circunscribir nuestra perspectiva sólo a la parte de los lazos sanguíneos. Pueden existir otros elementos que generan * Psicología, Ciencias de la Educación, Pedagogía, Psicología Educativa y de las maestrías de Psicoterapia e Intervención Educativa, en el área de Psicopedagogía.


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y motivan la convivencia, por ello debemos preguntarnos si esos espacios de convivencia son dignos de considerarse un sistema familiar. No quiero ser contundente ni definitivo en los planteamientos, sino poner sobre la mesa diferentes dimensiones para comprender el concepto familia. La familia no necesariamente está conformada por los lazos sanguíneos, porque la generan otros elementos que justifican su convivencia, su unión. Para delimitar con mayor precisión el término, es fundamental que, al momento de comprender los sistemas familiares, consideremos, al menos, tres dimensiones que constituyen a una familia, matizando el concepto con los elementos que propongo. Desde el punto de vista estructural, una familia se conforma por el tamaño del sistema o el número de personas. Desde el punto de vista dinámico, nos remite a los vínculos o a las relaciones que los elementos que conforman a la familia construyen. Finalmente, desde el punto de vista evolutivo, las familias pasan por diferentes etapas o momentos que nos ayudan a comprender diversos comportamientos del propio sistema. La dimensión estructural, dinámica y evolutiva debe permitir adoptar una visión en permanente cambio y transformación de este sistema. En este entendido, resulta fundamental darnos cuenta de la existencia de diferentes tipos de familia y sensibilizarnos hacia ellos. Puesto que la construcción del sistema familiar no está necesariamente conformada por el elemento de la herencia, vale la pena preguntarse qué otros elementos participan en su conformación, para después darse cuenta de que todos esos elementos vuelven complejo el sistema y permiten pensar en diferentes tipos de familia: Nuclear. Conformada por papá, mamá —una pareja heterosexual— y los hijos; es decir, aquellos elementos que pertenecen a, por lo menos, dos generaciones. Extensa o ampliada. Pueden cohabitar diferentes elementos o personas de distintas generaciones en una misma habitación. Unipersonal. Conformada por una sola persona que, estructural, evolutiva o dinámicamente puede pasar por las mismas etapas o periodos que una familia natural o extensa. Multipersonal. Aquellas familias o sistemas conformados por dos personas, o bien, aquellas personas que se encargan estructural o dinámicamente de las responsabilidades. La responsabilidad se distribuye en diferentes elementos del sistema.


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Monoparental. Conformada por mamá e hijo o hijos o papá e hijo o hijos, esta estructura familiar es cada vez más común. Homoparental. Una estructura familiar que ha justificado una serie de planteamientos sociales y movimientos y marchas particulares, dando pauta a diversos puntos de reflexión. De origen o reconstituida. Una estructura donde alguno de los padres tiene hijos de una pareja previa y decide convivir y conformar una nueva familia. De suplencia o complementación. Cuando la familia se hace cargo, por diversas circunstancias, de personas que no tiene un lazo consanguíneo directo con el sistema familiar. Todos estos tipos de familia ofrecen una perspectiva lo suficientemente amplia para que, al momento de analizar y reflexionar sobre el tema de la familia, se adopte una postura flexible y se advierta que nuestros propios alumnos pueden venir de y tener origen en diferentes estructuras y dinámicas familiares. De alguna manera, todas estas estructuras que anteceden y conforman el contexto de los alumnos y de cada uno de nosotros participan en nuestro comportamiento, cosmovisión y postura ante la vida. ¿Qué criterios debemos considerar para sensibilizar y flexibilizar nuestra postura, insisto, dinámica cambiante de la familia? Primero, darnos cuenta de que una familia se conforma por estructuras, dinámicas o convivencias; además, de acuerdo con el último tipo de familia, una familia también puede conformarse por las funciones que cumple, como la psicosocial y de inserción a la cultura; por parte de sus integrantes, las funciones instrumentales también pueden justificar y ayudarnos a comprender la naturaleza y el tipo de familia. Plantearnos esos cuestionamientos que han levantado ámpula permite y obliga a hacer una lectura más objetiva de la estructura y dinámica familiar. Adoptar una postura inmediata que pudiera resultar absolutista y quizá hasta rígida, a veces puede reflejar la falta de reflexión sobre la evolución del sistema familiar. En espacios de discusión, debemos ser cuidadosos al asumir posturas rígidas ante cualquier objeto. Debemos fomentar el pensamiento analítico y crítico para cuestionarnos y desarrollar estructuras, incluso, de pensamiento acerca de la realidad y distintos objetos de la realidad. En mi opinión, es obligación de los académicos sensibilizarse a la dinámica cambiante del sistema familiar y percatarse de que, para los que se dedican a


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la academia o quienes estudian este objeto de la realidad, es fundamental asumir que se trata de un objeto en constante transformación. Aquí, las estadísticas ayudarán a comprender cómo ha cambiado la estructura familiar. En 2012, 17 de cada 100 matrimonios pasaron por una situación de crisis familiar, es decir, el divorcio. El término crisis hace referencia a la tensión, por lo que no tiene matiz despectivo. Una crisis implica cambio y el cambio implica tensión. Cada vez es menor el tiempo entre el matrimonio y el divorcio. Del total de parejas encuestadas, 54.4% había durado más de diez años entre el matrimonio y el divorcio, lo que significa que casi la mitad estuvo en convivencia antes del divorcio menos de cinco años. La institución familiar está en crisis, pero desde el punto de vista de cambio, de transformación. Las estadísticas dirigen la mirada a dos escenarios inmediatos, primero el compromiso. El interés por el compromiso implica una fuente de ansiedad. En cuanto a los sistemas de referencia primarios, desde el punto de vista de la psicología evolutiva, la familia es el sistema de referencia en términos de comportamiento, valores, de la estructura axiológica que en la juventud y adultez normará el comportamiento. Se trata de elementos que se introyectan, sin cuestionar, en los primeros momentos de interacción. Si la familia se encuentra en transformación, si el concepto compromiso permea la dinámica y las estructuras familiares, valdría la pena preguntarse cómo vivirán los hijos de tales estructuras familiares en transformación permanente. En ese sentido, no me sorprende ver que los hijos recurren, cada vez más, a fuentes de información (internet o televisión) como referentes para la construcción del sistema axiológico de su comportamiento o para la propia cosmovisión y postura hacia la vida; lo anterior no debe llevar a pensar en un panorama deprimente, aunque yo declaro mi preocupación si el sistema familiar no existe como un marco que ayude al niño a comprender e interpretar esta información cultural, esta cantidad de datos a los que se encuentra expuesto. Las estructuras y dinámicas familiares se modifican, al igual que la convivencia. Cada vez es más cotidiano salir a comer y ver a familias con su celular; en casa, los espacios de convivencia se reducen, ya no hay salidas. Por ello, invito a observar, con ojo analítico, esos espacios de “convivencia” donde sólo se cohabita sin crear canales de una comunicación real. Se trata de una tendencia de muchos de los sistemas familiares.


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En términos de estructuras y dinámicas, es necesario asumir que las estructuras familiares están diversificándose. Existen familias monoparentales y homoparentales, por mencionar algunas, y como educadores debemos ser sensibles a la diversidad de estructuras, esquemas y dinámicas familiares, porque ésa es una de las responsabilidades de la educación: sensibilizar ante la diversidad. Ante este movimiento, transformación y diversidad de estructuras familiares, ¿cuál es la implicación educativa? ¿qué papel desempeña la academia? Comenzaré con lo que considero obligaciones para el sistema educativo. En El ocaso de los ídolos, Friedrich Nietzsche habla sobre cuestionar o derrumbar la verdad. Con ello se refiere a darnos cuenta del fin de la vieja escuela. La diversidad de las estructuras familiares ha transformado, de alguna manera, la estructura a la que tradicionalmente estábamos acostumbrados a mirar como referente primario. Como institución educativa, debemos sensibilizarnos ante este cambio sin asumir nada y, como educadores, es necesario acercarnos cada vez más a esta posición de diversidad e inclusión de distintas estructuras familiares. Lo natural contra lo normal sólo precisa que lo natural, en el contexto de las ciencias humanas, remite a lo biológico; en términos de psicología, lo natural en la persona se circunscribe a lo instintivo, y a ciertas funciones, como la percepción, es todo. Lo normal hace referencia sólo a la tendencia de los grupos; por lo tanto, lo normal es histórico, cultural y relativo. Así que ambos conceptos, al momento de emplearlos como referentes para comprender estructuras familiares, implican un riesgo. Bajo esta dinámica y transformación, debemos considerar que la pareja o su elección no es un asunto de género; existen otros factores que se involucran en el proceso de decisión, como el cuidado, la compañía, el amor, la atracción. Asimismo, hay otros intereses y funciones que dificultan el fenómeno, la estructura y la dinámica de una familia. Ante esta situación, la escuela se encuentra frente a los nuevos modelos de familia. Cabe señalar que la familia también se ubica frente a nuevos modelos educativos; las aportaciones de la psicología educativa, la pedagogía, en general, y de las ciencias de la educación han cuestionado y contribuido a plantearnos de manera diferente lo que es enseñar y aprender.


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No sólo la estructura familiar, sino también la escuela se ha modificado, lo que constituye un fenómeno muy interesante. Son dos realidades —la familia y la escuela— complejas, multidimensionales y en permanente transformación; intentar plantearnos la familia ante la escuela implica un problema dos sistemas en transformación. Intentar objetivarlos, clasificarlos y comprenderlos implica el riesgo de categorizar y ser absolutistas. Abundan los ejemplos de cómo la escuela ha conformado concepciones distintas acerca de lo que es la enseñanza y el aprendizaje. El empleo cada vez mayor de las tecnologías ha modificado el actuar del docente, incluso la manera de concebir el aprendizaje. Por otro lado, la manera de gestionar los diversos grupos educativos ha permeado la lógica del sistema educativo. En ese sentido, me permito replantear la lógica de este foro: nuevas familias, nueva educación. Es fundamental comprender los dos sistemas, las dos realidades como entes diferentes, pero el riesgo es asumir que son autónomos e independientes, porque no es así. La psicología cognitiva lo afirma: son sistemas interdependientes y en permanente interrelación, donde no se puede comprender uno sin entender la existencia y dinámica del otro; por ello, como educadores, estamos obligados a comprometernos con nuestro campo de conocimiento y, sobre todo, a conocer, cada vez más, al ser humano que tenemos enfrente. Pensar en tales planteamientos en el contexto o nivel de la educación universitaria es complejo. Muchos colegas me han cuestionado cómo pretendo que se ocupen de la persona que tienen enfrente cuando tienen tantos alumnos y materias por atender, a lo que respondo que no es una aspiración, sino una obligación, porque —insisto— familia y escuela son sistemas en permanente interrelación. Independientemente del nivel educativo, el papel como docentes o educadores es construir puentes entre el hogar y la escuela. Debemos ocuparnos no sólo de transmitir la información científica que el grado académico me obliga, sino también debemos preocuparnos por el contexto de cada uno de nuestros alumnos, porque de ello dependerá su postura ante el aprendizaje y la vida. Cabe preguntarse cuál es nuestra postura ante la educación: una postura más integral y humanista. Uno de los retos es adoptar esta mirada inclusiva e incluyente de la humanidad de los alumnos y de la diversidad de estructuras familiares.


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Un sistema no se encuentra frente al otro, sino en constante y estrecha relación. Si estas dos realidades se subordinan una a la otra, se pasarán por alto contribuciones, atribuciones y, especialmente, corresponsabilidades en el proceso formativo del estudiante. ¿Qué tenemos en nuestras manos como educadores? Generar transformación dentro del aula. Quizá no impactará directamente en la estructura familiar, pero sí es importante adoptar una postura sensible a la diversidad de estructuras familiares y, desde ese lugar, ocuparse y preocuparse por incluir la diversidad de la historia de los alumnos. Retomo la cita inicial: “las cosas vivas tienden a unirse“. La familia y la educación, en sus orígenes, no eran dos escenarios distintos; los conocimientos que culturalmente se generaban y acumulaban eran transmitidos por la familia o los más sabios del grupo. Sin embargo, algo hizo que se separaran; se concluyó que sólo una correspondía a uno de los sistemas y la función de la educación se dejó para la escuela, lo cual es un error.



Palabras de cierre Hugo Antonio Avendaño Contreras*

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os foros de discusión —como el que en esta ocasión nos convocó con el tema de “Educación, cultura y familia”— siempre ofrecen múltiples elementos de reflexión. Con este tipo de actividades, contribuimos al pensamiento crítico, pues es indispensable reflexionar de manera continua sobre algunos referentes cotidianos. El Jubileo de la Misericordia se celebró en 2016. Fue un Año Santo, en el que papa Francisco invitó a anteponer la misericordia al juicio. Pocos meses después de haberlo declarado, el Sumo Pontífice dio a conocer su encíclica Amoris laetitia, una exhortación en torno del tema del amor a la familia. En este documento, el papa Francisco plantea de forma clara la realidad que impera en el mundo. Es inclusivo y sumamente respetuoso a la diversidad; presenta un análisis profundo de la realidad y describe las diferentes crisis por las que pasan las personas. Lo más destacable es que no se queda en la sola descripción, sino que también invita a la acción. En el foro al que acudimos hoy, hay tres universidades —la Anáhuac, la Popular Autónoma del Estado de México y la Intercontinental— con un elemento común: en su filosofía institucional contemplan el concepto de transformación social. Con ello, queremos responder al llamado que hace la Iglesia Universal para, primero, entender la realidad y acogerla con caridad, para después intervenir, transformar. Para lograrlo, es indispensable tener una referencia, una identidad, lo que a su vez demanda un posicionamiento con visiones y también con riesgos. Porque asumir una posición clara inevitablemente da pie al juicio de los otros. En alguna de las ponencias, se mencionó el concepto de Bauman referido a las sociedades líquidas, lo que define bien el gran problema por el que

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Vicerrector Académico de la Universidad Intercontinental


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estamos pasando: las crisis en la educación, en la familia, en la cultura en general, en gran medida son resultado de la pérdida de bases sólidas. Otro factor que contribuye a la disolución es la tendencia de las universidades a estandarizarse. La impresión que queda al final es que todos somos iguales. Y los jóvenes de hoy así lo pregonan. Pero es nuestro deber dejar clara la distinción entre la igualdad y la equidad. Las razas no son iguales; el hombre y la mujer tampoco son iguales. No obstante, todos tenemos derecho a un trato equitativo. No permitamos que los jóvenes se confundan y piensen que todo es igual. Y una forma de lograrlo es reforzando la identidad de las personas y de las instituciones. Hay otro problema. En gran medida, estamos transmitiendo la responsabilidad de la educación al sistema educativo, y hemos erigido al Estado como el gran maestro. Ése es un gran problema que, además, tiene diferentes matices según las comunidades donde nos encontremos. Porque, por ejemplo, resulta interesante escuchar la opinión respecto de que, en la Ciudad de México, es poco común ver a mamá, papá e hijos juntos, cuando en otros estados de la república —como Veracruz, Monterrey, Puebla, entre otros— no ocurre lo mismo. Los juicios van cambiando al respecto. No obstante, lo cierto es que al final hay una realidad sobre la cual necesitamos involucrarnos más para identificar las causas que dan lugar a los conflictos en ella. Tal vez nos hemos enfocado más en las consecuencias que en la fuente del problema. Sin duda, las universidades tienen una gran responsabilidad en este escenario. Nuestra comunidad universitaria está formada por las personas, por lo que no hay que olvidar que también debemos atender a su aspecto individual e integral. En la Universidad Intercontinental, somos conscientes de que la persona siempre necesita acompañamiento educativo. El hombre debe ser formado hasta su muerte, como decía Aristóteles; porque hasta el último momento de nuestros días, necesitamos seguir perfeccionando y reflexionando en la verdad. Las universidades tenemos que arriesgarnos a tomar un posicionamiento. Las tres universidades aquí presentes hablamos del bien, porque pensamos que existe y, por lo tanto, debemos proponer algunos elementos educativos para alcanzarlo. Ésa es la tarea de los docentes cuyo objeto más preciado de nuestra actividad es la persona humana.


V. Retos y perspectivas en el ĂĄmbito jurĂ­dico



Palabras de apertura

Hugo Antonio Avendaño Contreras*

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on las ponencias que hoy se presentan en este quinto foro, concluye una serie de reflexiones que parte desde distintos ámbitos y se dirige toda a la familia. En los foros anteriores, se han expuesto realidades éticas, educativas y de medios de comunicación propias de nuestra sociedad, en un ejercicio transdisciplinario que ha privilegiado la libertad de expresión de las diversas opiniones de los conferencistas. En la mesa de esta ocasión, la Dirección Divisional de Negocios ha convocado a especialistas de nuestra propia universidad para abordar la temática de la familia desde el ámbito jurídico, destacando los aspectos ético y práctico. Sin duda, presenciamos un ejercicio muy valioso que parte desde la razón fundada en la libertad y la inteligencia, para que de forma clara reflexionemos sobre lo que debe hacerse y lo que es preciso evitar. Desde la perspectiva institucional, la ley positiva debe considerar siempre respeto a la dignidad de la persona y debe reconocer los derechos que corresponden de forma natural a cada individuo. Sólo de ese modo el ámbito jurídico puede asegurar algunos propósitos básicos para el adecuado desarrollo y protección de la familia; me refiero, por ejemplo, a la libertad de fundar un hogar, de tener hijos y de educarlos de acuerdo con las propias convicciones morales; a la necesidad de proteger la estabilidad del vínculo conyugal y de la institución familiar; a la libertad de profesar la fe que uno elija y de trasmitirla a los hijos, con los medios y las instituciones que considere necesarios; al derecho a la propiedad privada, a la atención médica, a la asistencia a las personas de la edad avanzada y a los razonables subsidios familiares de manutención; a tener un trabajo, una vivienda; al derecho de emigrar; a la protección frente a peligros como la droga, la pornografía, el alcoholis-

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Vicerrector Académico de la Universidad Intercontinental


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mo; a la libertad para formar asociaciones con otras familias y de estar así representadas ante autoridades civiles, entre otros muchos aspectos más. Puesto que las comunidades humanas se componen por personas, gobernarlas bien no puede limitarse a garantizar los derechos y cumplimiento de deberes, como tampoco a la sola fidelidad a los compromisos. Las relaciones entre gobernantes y ciudadanos, y entre los propios ciudadanos suponen la benevolencia natural del ser humano para formar un ideal de fraternidad universal. Deseamos que este foro cumpla los objetivos planteados y que responda a las expectativas de todos los participantes, no sólo en cuanto a los conocimientos de los expositores, sino también en cuanto al aprendizaje de criterios humanistas que sirvan para formarnos como mejores personas al servicio de nuestra comunidad. Porque ése es nuestro ideal; porque el servicio es parte de la esencia de la filosofía institucional en la Universidad Intercontinental.


Mediación familiar Juan Estrada Negrete*

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n los últimos tiempos, la mediación familiar es un tema que ha cobrado mayor presencia. En la administración de justicia, es posible observar fuerzas contrarias en todos los juicios de divorcio o de controversias de orden familiar, donde se discuten cuestiones relativas a la custodia de los hijos, el régimen de convivencias, el pago de alimentos, entre otros. De un lado, hallamos al papá y del otro, a la mamá, en el “estira y afloja”. Eso es el pan de cada día en los litigios. ¿Pero qué pasa con los medios alternos de soluciones de conflictos? En estos casos, se habla de la mediación, de la conciliación, del arbitraje, de la negociación. En 2008, se reformó un apartado de la Constitución, en el que se habla de los medios alternos de solución de conflictos. Si bien se enfocan a la materia penal, se abrió lo relativo a los juicios penales y también se dio paso a las demás materias: la civil, la mercantil, la familiar, entre otras. Así, el establecimiento de los mecanismos alternativos de soluciones de controversias o de conflictos en la Constitución representa ya un derecho humano para todas las personas: todos tenemos un derecho humano denominado mediación, conciliación, arbitraje. Con ello, se abre la posibilidad de entablar negociaciones en los tribunales y llegar a acuerdos, sin necesidad de acudir a los juzgados, o bien de acudir a ellos, pero con una disposición al acuerdo. Ésa es la finalidad que se persigue con los medios alternos de solución de conflictos. En México existe un proyecto de constitución política para la cdmx. En concreto, en el artículo 40 de ese proyecto, se alude a los medios alternos de

* Doctorando en Derecho Civil, en el Centro de Estudios Superiores de Ciencias Jurídicas y Criminológicas (cescjc). Juez interino adscrito al Juzgado Cuarto de lo Familiar, especializado en Adopciones Internacionales, y Juez integrante de la Red Mexicana de Cooperación Judicial para la Protección de la Niñez. Docente del Instituto de Estudios Judiciales del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México.


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solución de conflictos; también se establece que la ciudad debe contar con un centro de justicia alternativa, dedicado a la mediación y a la conciliación. La cdmx cuenta con una ley de justicia alternativa que, a su vez, tiene un reglamento, donde se especifica por materia las situaciones en las que interviene el centro de justicia alternativa. Con todo esto, se pretende que las personas con algún conflicto acudan también al centro de justicia alternativa para que resuelvan sus conflictos mediante el trabajo de los especialistas, es decir, los mediadores. En ese proyecto de constitución política de la cdmx —capítulo tercero, inciso C, que se refiere a la función judicial y que regula lo relativo al poder judicial—, se mencionan medios alternativos de justicia en estos términos: “El sistema integral de justicia de la cdmx privilegiará los medios alternativos de solución de conflictos, en especial, la mediación. Para garantizar el acceso a estos medios, establecerá el Centro de Justicia Alternativa y Conciliación”. En el numeral 3 de ese mismo inciso, también se habla de las facultades de ese centro, entre las cuales se encuentran las siguientes: facilitar la mediación con mecanismos de solución de controversias civiles mercantiles, familiares y penales; mediar de manera obligatoria los conflictos vinculados con el régimen de condominios; coordinarse con las instancias de acción comunitaria establecidas por la ley, para la mediación y solución de conflictos vecinales, comunitarios, de barrios y pueblos. Aquí cabe mencionar que el Tribunal Superior de Justicia de México ha realizado convenios con las diferentes delegaciones políticas de la ciudad para realizar mediación comunitaria. Además, la Ley del Notariado de la Ciudad de México otorga a los notarios facultades de mediadores y de árbitros; eso es un aporte para resolver conflictos y, en su caso, reducir la carga de trabajo que actualmente impera en los tribunales. A la fecha, se han recibido 2 300 asuntos nuevos por juzgado y aún hay que agregar todos los que ya están en trámite; en números redondos, tendríamos alrededor de 6 mil asuntos por cada juzgado, lo que arroja un total aproximado de 252 mil asuntos por resolver cuando se multiplica por los 42 juzgados existentes. No obstante que hace dos años, por la cuestión relativa a la familia, se crearon diez juzgados de oralidad y les fueron asignados ciertos asuntos, eso no disminuyó la carga de trabajo; al contrario. Esto significa que tal vez el Tribunal, la administración de justicia o el sistema de justicia va ser obsoleto y que habrá que mirar a los medios alternos de soluciones de


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conflictos, porque no existe una obligatoriedad en cuanto que, antes de ir al tribunal, se acuda a un mediador privado o a un centro de justicia alternativa; no existe esa opción. Lo único que nos da la ley —en este caso, el Código Civil, el Código de Procedimientos— es que el juez podrá exhortar a las partes dentro del procedimiento para que acudan al Centro de Justicia Alternativa; pero no es más que una mera exhortación. Siendo voluntaria la mediación, ellos deciden si asisten o no a buscarla. Lo anterior no sólo involucra a las partes o a los interesados en estos asuntos, sino también requiere una sensibilización y una conciencia en los abogados. No significa que la mediación, la conciliación o el arbitraje vayan a quitarles el trabajo; por el contrario, si son inteligentes tal vez podrían cobrar lo mismo por una mediación o por una conciliación que lo que cobran por un juicio que puede durar dos o tres años. Hay países —como Argentina— donde ya se ha asentado una obligatoriedad en la conciliación o mediación. Antes de acudir al tribunal, van a la mediación, con una especificación acerca de en qué temas puede procederse de este modo. Por ejemplo, si esto se trasladara a la sociedad mexicana, un divorcio puede resolverse por el tribunal, pero el interesado puede acudir al centro de justicia alternativa con un notario público o un mediador privado para llegar a un convenio sobre guardia y custodia, régimen de convivencias, pago de alimentos, entre otros. También puede llegarse a un convenio sobre la adjudicación de los bienes que forman parte de la sucesión. Todas las cuestiones de esa naturaleza van ayudando a reducir los conflictos ante el tribunal. En mi experiencia, he observado que en lo primero que suele pensarse ante conflictos como los mencionados es en una demanda. Por ello, conviene mirar atrás; antes de la reforma de la Constitución Federal, en la ciudad de México ya existía el Centro de Justicia Alternativa; además, también existe la Ley de Justicia Alternativa. De facto, alrededor de 17 estados de la república ya cuentan con este tipo de centros y tienen su propia ley. El problema que persiste es que no hay una obligatoriedad, por lo cual la carga de trabajo en los tribunales sigue aumentando. En el proyecto de Constitución Política de la cdmx se alude a los medios alternos de justicia, pero no se establece una obligatoriedad para acudir a ellos antes de ir al tribunal. Éstas son cuestiones que habría que ponderar para desintoxicar de tanta carga. La ley marca plazos para fijar audiencias


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o resolver asuntos; por ejemplo, si se necesitara una audiencia, tendría que estar fijándose cuatro meses antes, lo que evidentemente impide cumplir los principios de prontitud y celeridad que debe haber en la resolución de asuntos. Por lo anterior, es fundamental que los involucrados en este tipo de situaciones sepan de la existencia de un centro de justicia alternativa que les puede ayudar; incluso pueden llegar a un convenio privado que debe presentarse en un juzgado para ser sancionado y tener la fuerza jurídica necesaria para ser ejecutado y cumplido. En mi experiencia como conciliador, surgió el interés por investigar el tema para saber qué puede hacerse; llegué a la conclusión que ya he mencionado: debe haber una obligatoriedad para disminuir la carga de trabajo en los tribunales. El marco legal de los medios alternos de soluciones de conflicto está establecido en el Código Civil de la Ciudad de México, en el Código de Procedimientos, la Ley de Justicia Alternativa y, próximamente, en la Constitución Política de la Ciudad de México. Algunos asuntos en los juzgados son más expeditos; por ejemplo, un juicio de divorcio. Ahora que se ha reformado la cuestión relativa a él y ya no existen causales para solicitarlo a la autoridad, el único requisito para proceder es la mera manifestación de querer disolver el vínculo matrimonial. Si hubo hijos, alguien deberá pagar los alimentos de éstos, tener la guardia y custodia o determinar que alguien pueda convivir con ellos. En este trámite, las partes deben presentar la solicitud con una propuesta de convenio para regular cuestiones relativas. Del mismo modo, cuando se reciba una respuesta a la solicitud, deberá presentarse una contrapropuesta. Esto ocurre en la audiencia con el fin de que las partes acuerden al respecto; en caso de no lograrlo, el juicio sigue. Por fortuna, en la mayoría de los casos se logran convenir; no obstante, hay que destacar que lo importante es que se cumpla lo pactado, pues aunque es posible ayudar a los implicados para coincidir en los términos de la separación, suele ocurrir que alguno de los dos —si no ambos— pierda la percepción y sólo busque quitarse el problema de encima. Cuando así sucede, después llega la complicación y no es raro que después de un tiempo —más temprano que tarde— regresen al juzgado.


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Situaciones así son comunes y obedecen a que, aun llegando a un convenio, las personas no han solucionado lo relativo a las emociones y sentimientos. Ésa es la materia con la que se trabaja en los juzgados, las emociones, los sentimientos, pues de ello estamos formados los individuos. Sin embargo, si no se busca un equilibrio, habrá un conflicto permanente no sólo de las partes consigo mismas, sino también con los demás. Es sabido que, en el caso de la disolución de un matrimonio, quienes pagan más caro las consecuencias son los hijos, pues son los receptores de toda la cuestión moral. Así, para proteger el interés superior del menor y su integridad física, psicología, emocional, moral, económica, sexual, también debe concientizarse a los padres; de hecho, la Convención de los Derechos de los Niños indica que los padres son los primeros obligados a que los hijos estén bien; cuando ello no sucede, entonces, el Estado debe intervenir para ofrecer las herramientas necesarias para asegurar su cumplimiento. Casos como los anteriores suelen presentarse diariamente; si bien no todos son iguales, comparten las mismas características. Por fortuna, se ha logrado conciliar en muchos asuntos; ante aquellos que no se cumplen, hay que ejecutar con intervención de la autoridad judicial. Las cuestiones relativas a los medios alternos de soluciones de conflicto no sólo abarcan a los matrimonios. También hay personas que viven como parejas —concubinos— que tienen los mismos derechos, salvo lo relativo a la parte patrimonial, que en el matrimonio se celebra bajo un régimen patrimonial; que sea conyugal o por separación de bienes no exime del cumplimiento de esas obligaciones entre cónyuges y, en su caso, para con los hijos. De acuerdo con el artículo 45 del Reglamento de la Ley de Justicia Alternativa de la cdmx, se consideran conflictos objeto de mediación familiar surgidos entre personas unidas en matrimonio o por concubinato, con hijos en común los siguientes: por crisis de la convivencia para alcanzar los acuerdos necesarios que les evite iniciar cualquier procedimiento judicial; con motivo de la modificación o terminación del régimen patrimonial a que esté sujeto su matrimonio; para concretar los términos del convenio en los casos de divorcio o separación que regirán durante la tramitación de éstos; con objeto de modificar las medidas establecidas por sentencias dictadas por un juez familiar en los casos de circunstancias supervenientes


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(Este punto es muy importante, porque pudo realizarse un trámite judicial o un proceso ante el juez familiar, pero pueden ir a mediación para efecto de convenir sobre el cumplimiento de esa sentencia o puntos derivados de ella, para establecer la forma de cumplir las sentencias para acordar cuestiones referentes a personas económicamente dependientes de la pareja, relativas a compensaciones o pensiones alimenticias, así como a su cuidado); en los conflictos relacionados con los ejercicios de la patria potestad y la tutela, y cuando se trate de acordar cuestiones referentes a los hijos comunes o adoptados, entre otros. ¿Qué pasaría si todo lo anterior se trasladara a una circunstancia en la que se fincara una obligatoriedad? Estaríamos privilegiando los medios alternos de solución de conflictos. El tribunal ha estado preparando mediadores privados y se haya aproximadamente en la décima primera generación —hay como 550 mediadores privados en la actualidad—. El tribunal también diseñó un programa para capacitar a los secretarios actuarios de juzgados como conciliadores y mediadores, con la finalidad de que también ellos pudieran ellos realizar esta función. Este trabajo ya se realiza, pero desafortunadamente no se ve reflejado, porque los tribunales continúan con la misma carga de trabajo, como consecuencia de la idea básica de acudir directo al tribunal y no buscar antes otras soluciones.

Conclusión Si en México tuviéramos una justicia alternativa en forma y que fuera obligatoria, las partes involucradas en situaciones judiciales podrían recibir justicia. Cabe señalar que en las instituciones de enseñanza superior donde se imparte la carrera de Derecho, sería valiosa la inclusión de alguna asignatura cercana a lo que son los medios alternos y la solución de conflictos; incluso, podría crearse un diplomado o una especialidad en medios alternos de solucionen de conflictos. Por último, hay que agregar que en la justicia oral familiar hay un privilegio para la mediación; se lleva a cabo por medio del secretario judicial y, en algún momento, en el juicio en la justicia ordinaria, aparte del secretario conciliador, de los secretarios de acuerdos, también el juez tiene esas facultades.


Bioética Gabriel García Colorado*

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a biótica ocupa hoy el primer lugar en publicaciones en el ámbito mundial, debido a que desempeña un papel fundamental tanto para el derecho como para la familia. Hace millones de años, los homínidos aparecieron sobre la superficie de la Tierra, y en todo ese tiempo no ha habido una gran evolución, pues la ciencia muestra que mantenemos la misma capacidad cerebral. Pero hay dos aspectos en los que es posible afirmar que sí hemos evolucionado: en la hominización y en la humanización. Hemos creado cultura, ciencia, arte y, lo más importante, podemos convivir entre nosotros, los homínidos. Hoy día no es el macho dominante quien come o tiene sexo antes que otros, pues hemos aprendido a convivir, a ser educados: eso es parte de nuestra hominización. Además, hemos aprendido buenas costumbres: esta es la humanización. Estos dos aspectos del desarrollo cerebral se dieron en una forma natural, conocida en el ámbito religioso como teleología, y teleonomía, en el biológico: cada especie tiene una vocación, una definición, y la nuestra nos ha llevado a dominar el planeta. En los últimos 200 años, hemos testigos de numerosos cambios que ni siquiera imaginábamos; lo lamentable es que incluye cosas muy graves y de agresión al ser humano. No me refiero a las guerras, pues ellas siempre han existido y tal vez habría que agregar que en algunos casos terminan bien. Por ejemplo, hace 150 mil años, los Neandertal y Cro-Magnon se enfrentaron y creíamos que unos habían ganado a los otros; sin embargo, hoy, gracias al adn, sabemos que en realidad no hubo un grupo triunfador. Y basta mirar con atención nuestro aspecto físico para comprobarlo, pues * Jefe del Departamento de Estudios Clínicos de la Facultad de Medicina de la unam; jefe del Departamento de Posgrado del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía; asesor parlamentario en Bioética en la Cámara de Diputados. Presidente de la Asociación Bioética y Derechos Humanos Netemachillizpan (“tiempo de esperanza”), A. C.


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es evidente que somos una mezcla de ambos homínidos. Tal ambos grupos terminaron separándose geográficamente, pero el adn mitocondrial de las mujeres Neandertal y de Cro-Magnon nos revela que triunfó el amor. En contrapartida, los últimos dos siglos hemos visto una serie de cosas gravísimas, frente a las cuales la sociedad se ha visto rebasada, mientras los abogados no hacen nada para constituir las normas de convivencia que permitan hacer frente a tales dificultades. Cuando afirmo que las familias están siendo transformadas, no me refiero a los matrimonios igualitarios ni a los que se contraen entre personas del mismo sexo, sino a que, en esencia, la familia ha sufrido una transformación desde nuestra intimidad biológica y genética. En estos dos últimos siglos, surgieron las políticas eugenésicas, dirigidas a la selección de los más aptos en la humanidad. La frase “los más aptos” es de la autoría de Thomas Malthus, un clérigo anglicano, hombre estudioso, racista, clasista, xenofóbico, del siglo xviii; enunció la teoría de que la humanidad se acabaría por la ineptitud de la propia humanidad. Sostuvo que mientras la humanidad crecía en forma geométrica, la producción de alimentos lo hacía en forma aritmética; anunció que en unos cuantos años no habría nada que comer y sobrevendrían las guerras. Con esa teoría, Malthus convenció a políticos y legisladores para que se comenzara a buscar la forma de reducir la natalidad de los que él consideraba indeseables: los pobres, los que no eran de la realeza, los negros, los extranjeros y a todo aquel que no estuviera en las capas superiores económicas y políticas de la población. Su argumento era que el hecho de pertenecer a tales grupos demostraba que no eran aptos. Lo asombroso es que aún hoy continúe siendo citado por algunos estudiosos. En el siguiente siglo, fue claro que su teoría no convencería a toda la humanidad; sin embargo, ya había sembrado la teoría de la selección eugenésica. Así, más tarde, aparecieron los eugenésicos modernos, una moderna escuela que propuso que la pieza clave que debía regir la mencionada selección debía basarse en la inteligencia de los individuos, siguiendo la propuesta del genetista inglés Francis Galton. De continuar con esos criterios, hoy nosotros podríamos proponer seleccionar a los seres humanos por su belleza, lo que resultaría ser un criterio bastante cuestionable, pues da lugar a la pregunta de qué se considera bello, es decir, cuáles son los criterios para calificar a algo o a alguien como


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bello. Incluso recuerdo que en mis tiempos de estudiante, en la carrera de medicina, se hablaba de tres tipos de enanismo: el acondroplásico, el hipocondroplásico y el displásico. En tiempos recientes, recibí una invitación para hablar sobre este tema, así que me dediqué a investigar y encontré que en realidad existen 200 tipos de enanismo —confieso que el hallazgo me hizo pensar que ya estoy viejo, pues sentí como si hubiera dejado de ser médico porque lo que aprendí ya no es tan actual; pero ya comencé a estudiar más—, entre los cuales figura el enanismo esencial. De acuerdo con los datos que hallé, quienes lo padecen miden alrededor de 90 cm de estatura, tienen un cerebro más chiquito de lo habitual y, sin embargo, son tan inteligentes como cualquiera. Por ello, de seguir por la misma línea de la necesidad de una selección, tal vez en un futuro hipotético todos deberían ser enanos esenciales, pues ocuparían poco espacio, demandarían pocos alimentos, el transporte sería suficiente. Ante esta corriente de eugenismo científico, hoy la humanidad está cambiando en verdad, aunque es lamentable que sea respecto de otras cosas. Para explicarlo, recurro a una obra de Shakespeare, Macbeth. Para muchos, el protagonista era la crueldad pura, al que nadie podía matar, a no ser alguien no nacido de mujer. Al final, el rey es quien acabará con él, porque nació en lo que hoy conocemos como cesárea, pues su madre murió durante el parto. Así, de modo análogo, si en la actualidad quisiéramos acabar con el Señor de los Cielos y necesitáramos un no nacido de mujer, tendríamos muchos candidatos; porque las tecnologías de reproducción humana asistida nos lo permiten desde hace más de 34 años. Nuestro primer hábitat fue el vientre de nuestra madre. Desde hace pocos años, el de muchos humanos es la caja de Petri. Pero además, después de esto, a algunos les ha tocado como segundo hábitat un vientre que no es el de la madre, sino uno subrogado. El proceso de gestación inicial es idéntico en todos, salvo que en la actualidad hay quienes se generaron en un vientre externo y luego se alojaron en otro con el que no tiene ningún parentesco. Ante tal situación, no hemos podido decidir a fondo, con detenimiento, cuáles procedimientos y qué técnicas son permitidas por los científicos o por los tecnólogos. No hemos cambiado el derecho familiar ni el derecho civil; y menos hemos cambiado el derecho de filiación. Por otra parte, el que hoy haya niños que están naciendo del vientre de una mujer que no es su madre trae un problema adicional para la población


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mexicana, porque hay muchas extranjeros —sean solos o en pareja— que llegan a nuestro país sin estar embarazados, pero que donaron meses previos óvulo y espermatozoides, y que luego, al regresar a su patria, parten con un bebé. El asunto es que estas personas que sólo vienen a recoger a un niño recién nacido se amparan en un contrato que, en realidad, debería carecer de valor —aun cuando los legisladores de Tabasco lo hayan permitido en su estado—, pues Relaciones Exteriores no puede avalar legislaciones destinadas sólo a unos 20 sujetos de la república mexicana. En consecuencia, los extranjeros no deberían tener el poder de llevarse al recién nacido, pues no son sus padres. Si hoy nos preocupa el matrimonio igualitario, ello no proviene de una posición homofóbica, sino porque no están atendiéndose los derechos del niño. No extrañaría que en un futuro los niños nacidos de la forma descrita levanten una demanda contra quien procediese. En los últimos meses de 2016, se difundió una noticia que causó polémica en varios círculos. Se anunció el nacimiento de un niño con el adn de un padre y de dos madres; la primera donadora del material genético padecía un problema de su adn mitocondrial, lo que impedía el buen desarrollo en su gestación; de hecho, en dos ocasiones anterior tuvo dos abortos espontáneos por ese padecimiento. Mediante la manipulación científica, al final se logró el nacimiento de un bebé sano, pues otra donante de material genético permitió el reemplazo del núcleo de las células dañadas.1 Pero atenta contra la dignidad que otorga el genoma humano: todos los hombres y mujeres somos dignos y libres por las condiciones de nuestro adn, pues en él traemos 7 millones de evolución y él determina nuestras enfermedades, el color de ojos y pelo, entre otras cosas. Lo anterior es muy importante, porque mientras en México no tengamos una legislación en materia de genoma humano, entonces un grupo de científicos cree que puede copiar los descubrimientos de otros países y aplicarlos de forma idéntica en nuestro país. Todo este tipo de experimentos es lo que podrían modificar nuestra evolución; incluso podría hablarse 1 El adn mitocondrial es lo que nos confiere las especificidades como individuos; incluso permite descubrir de quiénes descendemos. Por ejemplo, en el mundo se han encontrado hasta 3 mil descendientes de Cleopatra; sin embargo, no es posible hacer lo mismo con los de Marco Antonio, porque el adn mitocondrial de la madre es el que permite realizar este rastreo de generación en generación.


Bioética

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de un futuro posthumano, como afirma el politólogo Francis Fukuyama, refiriéndose al cambio del ser humano. El grave problema de desfamiliarización2 se genera tanto por las tesis eugenistas como por las posibilidades tecnocientíficas actuales del mundo. Porque hace cien años había otras costumbres familiares; por ejemplo, una mujer aún remendaba la ropa de la familia o, en tiempos más recientes, a muchos nos tocó heredar la ropa de los hermanos mayores o los primos y eso a nadie ofendía; sin embargo, hoy día, la juventud necesita la llamada ropa de marca para sentirse bien. Es claro, entonces, que la desfamiliarización sólo beneficia a las grandes transnacionales. Regular este tipo de situaciones es responsabilidad de los abogados; debe tomarse en serio. Urge que los abogados incursionen también en la bioética para regenerar el tejido social. En 1963, surgió una crisis por la llegada de misiles procedentes de la Unión Soviética, y se dijo que eso sería la antesala del fin del mundo, pues había suficientes bombas para acabar con él. Por esos tiempos, en una entrevista realizada al escritor estadounidense Alvin Toffler, autor de algunas de las predicciones más lúcidas sobre el cambio tecnológico de la segunda mitad del siglo xx, se le preguntó si creía posible una tercera guerra mundial. Su respuesta fue que la mayoría de los actuales gobernantes no son muy inteligentes, pero no son tan imbéciles como para destruir la humanidad. Agregó que las agresiones a la dignidad y a la persona emanarían de otros puntos: desde el campo de la cibernética y desde el campo de la genética. Hoy vemos que Toffler tenía razón, porque en estos dos terrenos, olvidados por abogados, legisladores y políticos— es de donde proviene la mayor agresión a la humanidad.

2 Este término fue acuñado por el escritor argentino Andrés Oppenheimer, en su obra Cuentos chinos. El engaño de Washington, la mentira populista y la esperanza de América Latina, donde busca las claves para entender la razón por la cual América Latina no avanza mientras los llamados países emergentes lo hacen de forma acelerada.



Aplicación de los tratados internacionales en materia familiar en nuestro país José Abel Flores Ramírez*

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n el derecho familiar —ese conjunto de normas e instituciones jurídicas que regula los derechos humanos de niños, niñas, adolescentes e incluso de las mujeres dentro de la familia—, hay un sinnúmero de tratados internacionales que de alguna forma han tenido influencia en México, y en el legislador como tal. Sin embargo, desde mi perspectiva, el cuerpo legislativo ha abusado de ciertas figuras. Por ejemplo, en la Convención de los Derechos de los Niños (1990), por primera vez se menciona el concepto interés superior del menor, concepto que no genera una visión clara de a qué se refiere. La propia Corte de Justicia, por medio de la Primera Sala, ha dicho que se trata de un concepto vago sobre el cual se ha intentado ofrecer nuevas luces sin éxito alguno. Para comprender mejor este tipo de situaciones, conviene revisar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de 1917. En estedocumento —que en el ámbito internacional es el primero en reconocer derechos—, aparece el conocido término derecho social.1 El derecho social, en principio, ofrece garantías de igualdad y libertad, y reconoce a los llamados grupos vulnerables. Con este término, se designa a un conjunto de personas que no cuenta con las mismas condiciones que

* Encargado de la Dirección General de Delitos Cometidos por Servidores Públicos de la Institución. Fue representante de México ante la convención de las Naciones Unidas contra la corrupción y es presidente de la Comisión Mexicana de Derechos Humanos, así como catedrático de la Escuela Libre de Derecho. 1 La clasificación clásica del Derecho comprende tres áreas: el derecho público que regula las relaciones entre el Estado y los particulares; el derecho privado, que regula los derechos entre particulares; y el derecho social, que se basa en principios y normas, cuyo fin consiste en integrar, pautar, proteger y velar el comportamiento y las actitudes de quienes viven de su trabajo y de aquellos que pueden ser descritos como económicamente débiles.


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otras y que, por su misma condición, son susceptibles de abuso por otros grupos. La Constitución de 1917 sólo reconocía inicialmente a dos grupos vulnerables: los trabajadores y los campesinos. Cuando el Estado reconoce a los grupos vulnerables, provoca que el país se divida en distintas personas o clases sociales. Porque el principio del que parte puede ser entendido como una discriminación, pues subyace la opinión de que los campesinos, por ejemplo, no pueden regular el precio de los productos básicos por medio del libre comercio o por la ley de la oferta y la demanda, porque alguien puede aprovecharse de ellos. Ante esa posibilidad, el Estado se erige como defensor de los también llamados grupos débiles y determinará cuándo y dónde pueden realizar sus actividades. De esa misma forma y con resultados semejantes, se ha actuado con los trabajadores. Por ello, cabe preguntar si la intervención del Estado ha resultado en una mejora evidente. La respuesta es que no, porque, cuando la propia ley distingue entre grupos y parte de la definición grupo vulnerable, da al traste con su buena intención. Algo semejante ocurre con las familias. Los tratados internacionales y los derechos que establecen van destinados a niños, niñas, adolescentes y mujeres, grupos reconocidos hoy como también vulnerables. En este nuevo ámbito, es común escuchar, por ejemplo, sobre el derecho superior del menor para referirse a las acciones que tienden a garantizar el desarrollo integral y la vida digna del niño, así como las condiciones materiales y afectivas que le permitan una vida plena y el mayor bienestar posible. Con este nuevo panorama, surgen varias preguntas. Por ejemplo, en un hipotético caso en el que la vida de un menor y la de un adulto se hallen en riesgo, ¿debe suponerse que es más valiosa la del menor que la del adulto? Otro ejemplo de esta clase de asuntos —no tan hipotético, pues en mi experiencia como abogado penalista, he enfrentado varios— se ubican entre los que con frecuencia suceden en las escuelas, incluso las del nivel universitario. En esos lugares, ya no es posible, literalmente, tocar a un niño o un joven, porque pertenecen a grupos vulnerables y se acogen a este concepto. Ni siquiera es posible levantar la voz, porque eso, según dicen, les puede ocasionar algún trauma de por vida. Desde el punto de vista de los derechos de grupos vulnerables, cualquiera de estas dos actitudes estaría violando su derecho humano.


Aplicación de los tratados internacionales en materia familiar en nuestro país

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En materia de lo familiar, desde el ámbito de lo jurídico, también estamos dañándola, pues es evidente una desigualdad en las familias en cuanto a las relaciones. En la práctica, cada vez con más frecuencia las mujeres presentan demandas de violencia intrafamiliar, pero no se sabe de ningún hombre que presente una denuncia porque su mujer lo violente psicológicamente y tampoco imaginamos que el ministerio público llegara a aceptar protegerlo. En la realidad, estamos sobreprotegiendo a mujeres y niños; la propia ley establece una brecha no sólo en la relación entre hombres y mujeres, sino también en la de padres e hijos. Hoy, tal parece que el Estado es quien indica al padre cómo educar a sus hijos, porque él solo es incapaz de comprenderlos y conducirlos. De manera semejante, el Estado establece de qué forma debe tratarse a los estudiantes, con el riesgo de que, si el docente no actúa acatando los mandatos, la culpa será suya, porque el menor tiene la razón. Tenemos un ejemplo análogo en el derecho laboral; cuando el empleado presenta una demanda ante la Junta Local de Conciliación y Arbitraje, se asume que lo que dice es verdadero y que quien debe demostrar lo contrario es el patrón. Eso mismo está pasando en el derecho familiar, y ello provoca que hoy en las familias haya una división cada vez más grande. Basta aproximarse a los juzgados para notar cuánta gente acude a entablar alguna demanda: las oficinas están llenas día y noche, y los elevadores repletos, mientras que las filas para recibir atención son sumamente largas. Se habla de un aforo aproximado de 18 mil personas diarias. Todo ello responde a que existe una gran problemática a nivel familiar, y una buena parte de esta situación es porque la ley está haciendo diferencias. La ley no está siendo clara ni sus leyes están ayudando al crecimiento de la familia. Esta diferenciación en grupos es más evidente en el proyecto de constitución de la ahora Ciudad de México. Por ejemplo, el artículo 16 consigna la frase “vamos a ser una ciudad incluyente”, en tanto que, en el inciso a, hallamos la expresión “grupos de atención prioritaria”. En estas dos frases, es posible señalar un mensaje subyacente: “no somos iguales, no se equivoquen; cada uno tiene sus derechos, porque somos distintos. Las personas en posición de vulnerabilidad tienen más derechos”. Y si esto no es claro, en otro apartado, se dice que “la cdmx protege los grupos de personas que, debido a la desigualdad estructural, enfrentan discriminación, exclusión,


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maltrato, abuso, violencia y constantes riesgos de vulneración de sus derechos, libertades fundamentales, por lo que se les garantiza una atención prioritaria”. Estos dos pasajes evidencian que no todos los conflictos de la aplicación de la ley dependen de los abogados, sino también de los propios legisladores. En cuanto a los derechos de los niños y de las niñas adolescentes, los últimos se ubican en el rango de edad entre los 12 y 29 años. No sólo ellos tienen sus derechos, digamos, específicos; también las personas mayores. No obstante, los primeros artículos de la Constitución afirman que “todos somos iguales ante la ley”. Si atendemos a este principio, entonces, niños, indígenas, mujeres, homosexuales, discapacitados, víctimas del delito, migrantes, indigentes, presos, madres solteras, entre otros muchos grupos más, todos son iguales. Pero hoy, la cdmx y su proyecto de constitución están marcando la diferencia entre las personas. En México, nos ha dañado mucho tener derecho social, porque provoca la sobreprotección y eso impide el crecimiento. Porque hay una diferencia abismal entre sobreproteger y crear las condiciones para que la sociedad entera pueda tener acceso a las mismas oportunidades. Desafortunadamente, en ese sentido, la familia es considerada hoy día un grupo vulnerable, sólo con la visión de la mujer, de los niños, niñas y adolescentes. Eso marca diferencias y hace que las condiciones sean inequitativas. Si la propia ley distingue entre los individuos, el resultado será que tendremos una sociedad dividida. Un último ejemplo. En 2001, fueron encontradas más de 20 mujeres en una fosa clandestina ubicada en Chihuahua, Cd. Juárez. El Estado mexicano no investigó de forma adecuada esas muertes, por lo cual los familiares fueron a la Corte Interamericana a denunciar esta situación y, en 2009, por primera vez, la Corte sancionó al Estado, señalando que no investigó de manera adecuada ante el feminicidio, es decir, la muerte de una mujer por discriminación de su sexo. Para combatir esta situación, el Estado mexicano creó el delito de feminicidio, como si eso fuera a solucionar el problema de las muertes contra la mujer por discriminación de su sexo. En realidad, era innecesario crear esa figura para castigar, porque ya existe el delito de homicidio; sea con ventaja, traición o violencia, no hay diferencia, porque se trata de la muerte de un humano que debe ser castigada.


Aplicación de los tratados internacionales en materia familiar en nuestro país

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En resumen, al parecer la política de Estado piensa que, si sobreprotegemos a un grupo por medio de la ley, eso bastara para que todos sean iguales, cuando en la vida real la brecha está haciéndose más grande, porque se corre el riesgo de afirmar que la vida de una mujer o la de un niño vale más que la de un hombre. Y eso crea división.



Cambio de acta por reasignación de género Mario Escalona Hernández*

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l tema que se aborda en este espacio es la reasignación para la concordancia sexo-genérica. Esta acción implica el levantamiento de un acta que suple a otra anterior, con el fin de establecer una conformidad entre el sexo biológico y el género de una persona. Lo anterior surge de la existencia de personas que, desde el punto de vista biológico, son hombres porque poseen tejido testicular, o mujeres porque poseen tejido ovárico; sin embargo, ambos tienen la firme convicción de estar en un cuerpo que no corresponden al sexo que psicológicamente sienten como propio. A este grupo de personas suele denominársele como transexuales. En este mismo sentido, hay personas cuyo sexo no es posible determinarse al momento de nacer, o bien, tienen un sexo definido, pero con el correr del tiempo su aspecto anatómico-genético cambia. En este caso, quienes se ubican en esta clasificación suelen recibir el nombre de intersexuales. En cualquier parte del mundo, tanto unos como otros —trans e intersexuales— buscan la manera de que la legislación de su país les ofrezca alguna orientación o apoyo que les posibilite llegar a la concordancia entre su sexo y su identidad de género. En México, antes del 13 de enero de 2004, ninguna disposición legal hacía referencia u ofrecía alguna alternativa para dichas personas. No obstante, dos afamadas doctrinarias, Leticia Bonifaz e Imelda Guevara, comentan que la sentencia más remota de la que se tiene conocimiento tuvo lugar en 1980; el caso fue registrado en el Juzgado Séptimo de lo Familiar y en él se niega el cambio de sexo, pero se permite el cambio de nombre, no

* Catedrático de las asignaturas Títulos y Operaciones de Crédito y Práctica Forense del Derecho Mercantil, en el programa académico de Derecho de la Universidad Intercontinental. En julio de 2016, recibió de manos del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa, un reconocimiento por su trayectoria y desempeño.


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obstante que la persona afectada demostró en el Juzgado que había obtenido la reasignación de sexo. Esta situación marcó un hito para la Ciudad de México, porque originó una reforma al artículo 135, fracción II, del Código Civil, referida a la rectificación de acta. En la segunda sección de esta reforma, se establece que, cuando se solicite modificar algún nombre o dato esencial que afecte el estado civil, la afiliación, la nacionalidad, el sexo y la identidad de la persona, procede la rectificación de acta o de enmienda. A partir de ese momento, se abre una posibilidad para las personas que deseen hacer el cambio de sexo puedan demandar. No obstante que en la práctica se ha observado una reticencia por parte de los jueces de lo Familiar, al menos sí conceden el cambio de nombre, aunque no de sexo. Trece años más tarde —12 de junio de 2007—, el Juzgado Décimo de lo Familiar dictó una sentencia en oficio de rectificación de acta de nacimiento y determinó como procedente el cambio del nombre y el sexo de la persona. Por primera vez en la Ciudad de México, este Juzgado dictó la sentencia que otorgó a una persona el derecho para que acudiera ante el oficial del Registro Civil y se realizara el cambio de nombre y sexo. Sin embargo, la persona no había demandado sólo eso, sino también que se le expidiera una nueva acta y que fuera privada para que no se supiera de su cambio de sexo. El Juzgado dijo que no y, además, de acuerdo con el artículo 138 del Código Civil, el Registro está obligado a asentar en el acta de nacimiento una anotación al margen, donde se explique la razón del cambio de nombre. Asimismo, la sentencia estableció que sus derechos civiles quedaban limitados. Ante tal situación, el actor solicitó una aclaración de sentencia en cuanto a su alcance y pidió al juez que le explicara que implicaba la limitación de sus derechos civiles; preguntó, incluso, si podría casarse o no. El Juzgado respondió que el demandante tenía derecho únicamente a la rectificación —tal como se había ordenado— y que tampoco podía expedirse una nueva acta, porque no estaba previsto en la nueva legislación. En este proceso, el actor buscaba que su caso se equiparara a la sentencia de adopción, según la cual, cuando se adopta a una persona, se reserva su acta primigenia y se expida una nueva. Inconforme con la situación anterior, el actor apeló, pero la Sala resolvió en el mismo sentido; confirmó la sentencia de primera instancia, aunque hizo una modificación: “respecto de tus derechos civiles, no se te


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pueden limitar; en cuanto a que puedas casarte o no, no me pronuncio ni a favor ni en contra, porque eso no fue materia de litigio”. De nuevo inconforme, el actor solicitó un amparo, que marcó un precedente para la reasignación de la concordancia sexo-genérica. En un amparo, el quejoso solicitó la inconstitucionalidad del artículo 138 del Código Civil, porque, desde su punto de vista, viola su derecho a la intimidad y a la privacidad, atenta contra su dignidad y va en contra de varios preceptos constitucionales, como es el caso del artículo 1.o Con la trascendencia que reviste el asunto, la Suprema Corte ejerció su derecho de atracción e indicó que resolver el asunto correspondía a la Primera Sala. Se designó al ministro Sergio Báez Hernández como ponente para dictar la resolución. Tiempo después, en noviembre 24 y 25 de 2008 y enero 5 y 6 de 2009, se discute en el pleno. Luego de una serie de discusiones en cuanto a los derechos humanos, se asientan importantes precedentes que no están en el catálogo —por llamarlo de alguna manera— de derechos humanos contenidos en la Constitución, es decir, en el capítulo I, título primero, artículos 1° a 29; no está previsto ahí, pero sí en otros tratados internacionales. Tal es el caso de la dignidad humana, la libertad al libre desarrollo de la personalidad, el derecho de toda persona a la salud, a la identidad sexual, y a la propia imagen. Aun cuando se encuentran en la Constitución, estos derechos se discuten en la Suprema Corte. Al final, se emite la resolución, que determinaría si el artículo 138 del Código Civil es o no constitucional. La sentencia lo declara constitucional, pero al mismo tiempo lo señala como inconstitucional en cuanto a su aplicación, porque evidencia el desconocimiento acerca de lo subsecuente, porque esto no está previsto en la Constitución. Entonces, ¿tiene que darse una nueva acta o no? Alguno diría que eso debió haberlo previsto la Sala al momento de resolver, aplicando los principios generales del Derecho contenidos en el artículo 19 del Código Civil. Es decir, aunque no haya norma jurídica expresa en la Constitución, el juez tiene que resolver, pues de no hacerlo, quedaría de manifiesto ese vacío. En pocas palabras, no puede dejarse la puerta abierta para que la persona arregle por su cuenta el asunto y haga justicia por su propia mano. Porque en su artículo 17, la Constitución prohíbe rotundamente esto. En consecuencia, el juez debe resolver, aunque no a su capricho, sino aplicando los principios federales.


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En resumen, en este episodio que referimos se declaró inconstitucional la aplicación del artículo 138 del Código Civil. No obstante, el 10 de octubre de 2008, en la Gaceta Oficial se publicaron diversas disposiciones que reformaran y adicionaran el Código Civil y el Código de Procedimientos Civiles; de esta manera, en este último se crea el juicio especial para la reasignación para la concordancia sexo-genérica. Se instituyó un procedimiento especial para aquellas personas que quieren llevar a cabo el procedimiento judicial, para su concordancia sexo-genérica. El 5 de febrero de 2015, se registraron diversas disposiciones que reformaron el Código Civil en la materia que nos interesa. Con esta reforma, se crearon los artículos 135 al 135 bis del Código Civil; en ellos se establece un nuevo procedimiento administrativo —ya no jurisdiccional—, que consiste en presentarse ante el oficial del Registro Civil para llevar a cabo la reasignación de identidad de género. Este procedimiento ya no implica un peritaje que indique que se está en el proceso de reasignación sexo-genérico. Por último, cabe mencionar que, entre las reformas al Código Civil relacionadas con la familia, se crea una nueva forma de familia y también de algunos derechos respecto de la sucesión. Ambas situaciones suscitan interrogantes que abren nuevos campos de reflexión, pero, sobre todo, de legislación. Por ejemplo, ¿qué sucede cuando alguien designa como heredero a cierta persona que después realizó un procedimiento de reasignación y ahora lleva otro nombre? ¿Qué sucede si una persona se casa y luego descubre que su cónyuge no es quien pensaba? Modificaciones como éstas implicaron que, por ejemplo, en el artículo 95 del Código Civil, se establezca como requisito para contraer matrimonio el presentar una declaración por escrito, y bajo protesta de decir verdad, de que la persona de que se trate inició un proceso de reasignación sexo-genérica.


La adopción Gregorio Sánchez Gavito*

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a adopción es una institución que se remonta a sociedades primitivas, tales como la antigua Mesopotamia, donde se instituyó para que los reyes no se quedaran sin herederos al trono. En esa región occidental, el Código de Hammurabi —1750 a. C.— da cuenta de las primeras leyes que normaban este acto jurídico. A lo largo del tiempo, aparecen otras figuras jurídicas relacionadas con la adopción. En específico, la obra de Federico Engels, El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, publicada en 1884, arroja mucha luz sobre el tema. Las tres principales instituciones que se ligan a la adopción son el levirato, el matrimonio nigoya y el alumnato.

Levirato Es la práctica en la que una mujer que no haya concebido hijos durante su matrimonio, al morir el marido, debe desposarse con uno de los hermanos del difunto. El levirato se remonta al derecho mosaico del pueblo hebreo y halla su base en el libro de Deuteronomio, donde se señala que “el primer hijo que ella dé a luz llevará el nombre del hermano muerto, con el fin de que su nombre no desaparezca de Israel”.1 La ley del levirato establece de forma clara la aspiración de todo hombre a perpetuar la especie mediante los hijos.

* Catedrático del programa académico de Derecho de la Dirección Divisional de Negocios, en la Universidad Intercontinental. 1 Deut. 25, 6.


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Matrimonio nigoya De origen hindú, esta figura jurídica era de efectos muy parecidos a los del levirato. La diferencia estriba en que, en el matrimonio nigoya, la unión de los dos cuñados tenía lugar antes de la muerte del hermano y ocurría por casos de impotencia o ausencia prolongada o forzosa de éste. El hijo, al igual que en el levirato, era considerado como hijo del impotente o ausente.

Alumnato

Si bien se remonta a tiempos anteriores, el alumnato se perfila de forma más clara en Roma. Puede decirse que es el auténtico antecedente de la adopción. La relación entre adoptante —el pater— y adoptado —filii familias— era directa, no llevaba ius familiae, es decir, no intervenía la familia; sólo había efecto jurídico entre el adoptante y el adoptado, no con la familia. En otras palabras, el adoptado no se integraba a la familia del adoptante.2 En el derecho romano, la adopción tenía dos clases: plena y minus plena. La segunda sólo otorgaba la ius filii, es decir una ficción entre adoptante y adoptado; además, el primero no tenía ningún lazo consanguíneo con el segundo. En cambio, la adopción plena parece haber surgido por la influencia de varios emperadores romanos movidos por intereses políticos, para heredar el imperio —asimismo, el adoptante era ascendiente del adoptado—. No obstante, hubo un caso en el que un emperador llegó a adoptar alrededor de 150 hijos, lo cual se prestó a malas interpretaciones. Más tarde, en el país galo, surge el Código Civil francés —también llamado de Napoleón o napoleónico— que institucionalizó la adopción con miras a tener un heredero al trono. El propio emperador tenía dificultades para engendrar; lo intentó en repetidas ocasiones, todas fallidas y algunas que culminaron con divorcio, pero siempre con el mismo resultado: la ausencia de un hijo. En consecuencia, según parece, Napoleón ya planeaba adoptar y tal fue la razón por la cual se institucionalizó el proceso. En cuanto a nuestro país, también aparecieron varias leyes que normaban la adopción —en su mayoría, minus plenae o simples. Entre ellas, podemos mencionar el Código civil de Oaxaca, de 1828; el Código de Veracruz, de 1869; el Código del Estado de México, de 1860; y el Código de Tlaxcala, de 1885.


La adopción

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México fue uno de los primeros países que permitió la adopción a solteros. No hay que olvidar que, respecto de la adopción, en el derecho justinianeo, Digesto 1.7.1., se decía: “[filios familia] non solum natura, verum et adoptiones faciunt” (“No sólo la naturaleza da hijos, sino también las adopciones”), por medio de una ficción jurídica, entendida ésta como el procedimiento mediante el cual, por ley, se toma por verdadero algo que no existe para fundamentar en él un derecho; de ese modo pierde el carácter de ficción y se conforma como una realidad jurídica. De este modo, la adopción va conformándose como una institución de ficción legal, jurídica. Más adelante, en Francia, se convirtió en una ficción de interés, de beneficencia para dotar a todos aquellos que no podrían tener hijos. Las clases de adopción son numerosas, pero baste aquí citar las más comunes. Adopción plena o especial Es la que otorga ius familiis, es decir el adoptado se integra plenamente a la familia adoptativa, para que no tenga problemas sucesorios ni en materia testamentaria, es decir, para no excluir a un hijo de su derecho hereditario. Adopción simple o minus plena Sólo otorga el ius filii. Tiene un carácter revocable, si bien es inverosímil que una adopción se revoque por ingratitud. Tal vez sí haya casos que la supongan, aunque no sólo ocurre con los adoptivos, sino también con los naturales. Adopción internacional Tiene ventajas y también muchas cosas en contra. En México, por ejemplo, debido a que la Ley de Adopción no está bien reglamentada, se han propiciado adopciones masivas internacionales, es decir, el tráfico ilegal de menores, quienes son sustraídos de nuestro país; van a un país de recepción —únicamente a uno de aquellos con los que tenemos tratados internacionales de adopción—. La adopción internacional se lleva ante los juzgados familiares, mientras que la internacional se lleva a los juzgados familiares orales. En mi opinión, esto debería ser al revés. Porque sería mejor que el juzgador tuviera la prerrogativa de analizar personalmente, dictar una resolución en


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Foros de la familia, memorias

una misma diligencia, en una misma audiencia, si el adoptante cubre los requisitos para llevarse a nuestra criatura al extranjero. Adopción histórica Es la adopción remuneratoria; procedía en casos en los que el hijo adoptivo salvaba la vida del padre adoptante. Tal es el caso que presenta la cinta Ben Hur, en la que el protagonista salva la vida del pretor y éste adopta a Hur. Adopción ordinaria Resulta de un contrato simple y llano, como acto jurídico. Puede ser revocada. Adopción testamentaria En esta modalidad, el testador, al morir y convertirse en de cujus (en el derecho civil, éstas son las primeras palabras de la fórmula latina de cujus succesione agitur, que significa <<aquel de cuya sucesión se trata>>; en nuestros días, para designar al difunto causante de la sucesión se utilizan sólo las palabras de cujus), deja estipulado en su testamento su voluntad de que su representante legal adopte a determinadas personas, con el fin de dejarlas a la deriva. Adopción privilegiada En ella, se extingue el parentesco del adoptado con su familia de sangre y pierde todos sus efectos jurídicos, con la excepción de los impedimentos matrimoniales. No obstante, adquiere, en la familia del adoptante, los mismos derechos y obligaciones del hijo biológico. Este tipo de adopción es irrevocable. Adopción pública de la I Guerra Mundial La modalidad de adopción pública surge como consecuencia de la enorme cantidad de niños huérfanos y abandonados que en Europa y en Francia, entre otros lugares arrojó la I Guerra Mundial. 2 Luis Martínez Calcerrada, “La filiación extramatrimonial. Manifestaciones de su fenómeno discriminador en la dicotomía ilegítima y adoptiva”, Revista de Derecho Privado, abril, Madrid, 1974. Cit. por Gregorio Sánchez Gavito, “Problemas inherentes a la adopción internacional de menores”, tesis de licenciatura en Derecho, p. 15.


La adopción

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Adopción póstuma Es coetánea a la testamentaria, se caracteriza porque el de cujus, al morir sin descendientes, deja instruida la adopción de un hijo, un testador. Adopción por voluntad del niño Con este tema, ya estamos en el terreno de las convenciones internacionales, como lo muestra la adopción de Uruguay de septiembre de 1990, la cual establece, por primera vez en la historia, que no medie una institución filantrópica, sino que debe seguirse la voluntad del niño. Acogimiento familiar en vísperas de adopción plena Se trata de una idea socialista del Soviet Supremo de la Unión Soviética; fue una figura que se conoció mejor como patronato. Consistía en que el Soviet Supremo ofrecía a una pareja —tal vez unos ancianos abandonados por su familia— hacerse cargo de un niño, a cambio de lo cual le daba dinero para hacerse cargo de su educación integral. Adopción a domicilio Coetánea con la internacional, es común que en esta adopción los adoptantes jamás hayan salido del país receptor ni el niño adoptado del suyo de origen. En esta parcela de las adopciones, el adoptado suele ser tratado como mera mercancía. Esto supone delitos como la sustracción o el tráfico ilegal de menores. Lo más penoso es que se basa en meras presunciones. Lo ideal sería que en cada hospital haya alguna oficina del Registro Civil para asentar el nacimiento del niño en el hospital. Incluso se habla de códigos dactiloscópicos para evitar el robo de los menores. Legitimación adoptiva Es semejante a la plena, pero no otorga la ius familia. Hoy día, el artículo 390 de la Carta Magna dice que la adopción en México es un acto jurídico por el cual el juez de lo familiar constituye de manera irrevocable una relación de filiación entre el adoptante y adoptado. Al mismo tiempo, establece un parentesco consanguíneo entre el adoptado y la familia del adoptante, y entre éste y los descendientes del adoptado. En la actualidad, no sólo un matrimonio de hombre y mujer pueden adoptar. También pueden hacerlo quienes viven en concubinato siempre


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que comprueben determinado tiempo de convivencia y cumplan los requisitos, pueden adoptar una criatura. Incluso una persona sola puede adoptar si tiene la edad y cubre todos los requerimientos. Ante estas situaciones, nosotros debemos optar por que las adopciones internacionales se ejecuten mediante un juicio oral. Lo ideal es que sea el juzgador quien decida, porque abundan los problemas con los peritajes en psicología. En general, en los procesos de adopción, el trabajador social rinde su dictamen en menos de 15 días; sin embargo, en ocasiones el psicólogo tarda más de un año. Es sorprendente que instituciones como el dif tengan sólo dos psicólogos, lo cual retarda el proceso de la adopción. Cuando un extranjero quiere adoptar a un niño mexicano, suele quedar decepcionado por lo tardado del proceso. No son raros los casos en los que deben permanecer en México seis meses y hasta un año para llevar a cabo la adopción; con ello, los costos se elevan considerablemente. De ahí que no extrañe —aunque no se justifica— que muchos opten por pedir por catálogo al niño, es decir por adopción a domicilio. Insistir en la necesidad de contar con más psicólogos en el Centro del Desarrollo Integral de la Familia sería de gran utilidad. De lograrlo, sería un gran adelanto porque de ese modo se incrementarían las adopciones. Después de todo, no hay que olvidar que un niño adoptado es un niño salvado.


Subrogación de maternidad Antonio Ortega Quevedo*

A

ntes de abundar sobre el tema que trataremos, viene bien definir su objeto principal de estudio: la subrogación. Por este término, se entiende la sustitución de personas o cosas en una relación de tipo jurídico que, por tanto, implica obligación. El panorama de esta materia revela que su legislación es precaria, si bien también refiere una sustitución en la que se puede estar sujeto a una cuestión meramente contractual. Veamos lo concerniente a la subrogación de maternidad. En una situación como ésa, existe una madre contratante que busca a una madre gestante, con la intención de que ésta preste su vientre durante nueve meses para dar a luz a un niño. En México, existen dos legislaciones —en los estados de Tabasco y Sinaloa—, donde parece que se pretende tomar y aplicar un aspecto de la legislación positiva a una cuestión, incluso, privada-biológica; en este caso, se eleva al nivel de un contrato, porque está en juego —según ciertas doctrinas o creencias— un ser humano. En otras palabras, no se trata de un tipo de mercancía o de un servicio o acto de comercio. Si a la pregunta “¿a qué te dedicas?” alguien respondiera “a rentar mi vientre”, nadie diría que, entonces, esa actividad corresponde al artículo 75 del Código de Comercio, porque se lucra con la situación. No puede decirse eso. En este escenario, la ética y la moral están presentes; por ello, cabe la invitación para reflexionar y valorar el tema a profundidad. Así que veamos la definición que ofrece la legislación, tanto para Sinaloa —artículo 283 del Código Familiar— como para Tabasco —artículo 380 del Código—: * Socio de la Firma O&P (Ortega y Pelayo Abogados, S. C.). Miembro de la Barra de Profesionistas en Derecho y Peritos en Ciencias Forenses, A. C. Abogado Postulante de las materias Familiar, Civil y Mercantil, así como de Amparo.


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“La reproducción por subrogación es la reproducción humana asistida que comprende el conjunto de prácticas clínicas y biológicas para la creación de un nuevo ser humano”. Bien podría considerarse esta definición como si viniera del ámbito industrial. Sin embargo, el artículo 4o constitucional refiere que el Estado debe garantizar a toda persona un medio ambiente sano para su desarrollo. ¿Cómo debemos entender este artículo?, ¿qué se entiende por el buen desarrollo de un menor? Porque, por ejemplo, hay una gran polémica respecto de si los bebés nacen con traumas o no, pues algunos argumentan que no hay tales, en tanto los infantes no tienen conciencia de sí mismos. Pero volvamos a nuestro tema. La gestación por contrato implica que se insemine a la madre gestante —quien aporta sus propios óvulos— para que, tras el parto, entregue al recién nacido a la madre contratante, bajo la figura jurídica de la adopción, que consigna el artículo 280 bis 2 del Código de Tabasco. En estos términos, no cabe la posibilidad de configurar una demanda de incumplimiento de contrato en caso de pérdida del producto a los siete meses, por decir cualquier número. Es imposible fijar un precio a esta situación, porque ni siquiera habría claridad de a qué instancia correspondería, si a lo civil o a lo familiar. Del mismo modo, tampoco es posible determinar la duración de tal contrato, sobre todo cuando media un elemento de carácter eminentemente médico; por ejemplo, que la madre gestante adujera que no puede entregar al recién nacido, porque éste necesita lactar. Sí es posible, en cambio, añadir al contrato con un convenio por medio del cual se modifican las condiciones. Lo anterior evidencia, entonces, que el citado contrato está ya determinado. 1. Por otra parte, el Código Civil de Tabasco siempre debe destacar la condición de imposibilidad de la madre a embarazarse. No puede ser una mujer de 50 años o más; la edad de la mujer debe ser de entre 25 y 35 años. Y éste no es el único requisito que acota dicha cuestión. En el artículo 380 bis 3 de Tabasco, se señalan de forma muy clara las tres siguientes condicionantes: 2. Plena estabilidad psicológica y física de la madre gestante. Tiene que ser una mujer en plena aptitud para procrear y llevar a buen término su embarazo; no debe tener vicios ni adicciones, porque esto podría tener repercusiones en el bebé. 3. No haber estado embarazada en el término anterior a un año.


Subrogación de maternidad

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4. Realizar el contrato frente a notario público, por la controversia que puede surgir de ello, pues el aspecto de la certeza jurídica debe quedar totalmente establecida, sin vicios del consentimiento. El artículo 380 bis 4 del Código de Tabasco señala que puede existir algún vicio en la voluntad, relativo a la identidad de las personas. Nos referimos que, al celebrar este contrato ante notario público, la madre contratante designara a otra persona para representarla en dicho contrato, cuando es importante que el notario tenga presentes a las partes: la madre contratante, la madre gestante y, si fuera el caso, el padre contratante. De igual manera, existe un vicio de la voluntad relativo a la identidad de las personas que no cumplen los requisitos y las formalidades de este código; aunque se sabe de ello, es imposible conocerlo con precisión, pues no hay un censo en los estados que no tienen esta legislación. Se ignora cuántas subrogaciones de este tipo se hacen de manera clandestina, incluso entre familiares. Porque, a pesar de que se trata de un contrato privado, las personas no creen que después pueda haber un problema y, cuando surge el pleito, no saben a quién recurrir y surgen otras muchas dudas: ¿hay incumplimiento de contrato?, ¿se cobra por el contrato?, ¿hay riesgo de caer en el artículo 75 del Código de Comercio? De igual manera, deben establecerse compromisos o cláusulas que aseguren el interés superior del niño, el cual se asienta en el artículo 4o constitucional. Se prohíbe la intervención de agencias, despachos o terceras personas que establezcan compromisos o cláusulas que contravengan el orden social y el interés público. Para efectos del contrato de subrogación de maternidad, el notario tiene que dar aviso al Registro Civil —de Sinaloa o Tabasco— y a la Secretaría de Salud, dentro de las 24 horas, que las partes celebran el contrato, con el propósito de llevar un control y evitar irregularidades. Las partes también deben avisar mensualmente —en específico, en Tabasco— cómo va desarrollándose el embarazo.


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En cuanto a los tipos de subrogación de maternidad existentes, el Código de Tabasco señala los siguientes: a) Subrogación total: la madre gestante aporta sus óvulos y entrega al recién nacido a la madre contratante o a los padres. b) Subrogación parcial: la madre gestante lleva en su vientre un óvulo y un espermatozoide aportado por sus contratantes. c) Subrogación onerosa: se fija un precio (¿cuál es el objetivo del contrato?, ¿tener un bebé u ofrecer un servicio?). d) Subrogación altruista: se realiza a título gratuito y lo regula el Código de Tabasco. Por lo que respecta a la Ciudad de México, hay una propuesta de ley que viene desde la V Legislatura que, en mi opinión, atenta contra una cuestión política. De acuerdo con este proyecto, el contrato deberá ser suscrito por el padre o la madre subrogada y la mujer gestante, quienes deben ser habitantes de la Ciudad de México; además, deben cubrir los siguientes requisitos: poseer capacidad de goce y ejercicio; acreditar, mediante certificado médico, su incapacidad para llevar a cabo la gestación; contar con el consentimiento de la gestante para llevar a cabo la implantación de la mórula, y realizar todas las formalidades por las partes implicadas ante notario público. No sobra decir que este proceso debe realizarse sin fines de lucro.


Controversias de orden familiar Mauricio Macotela Byron*

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asta antes de 1971, en la Ciudad de México, no existían los juzgados familiares. En su lugar, los juzgados civiles fueron las instancias que se encargaron de la impartición de justicia en ese ámbito. Esta decisión por parte de los legisladores respondió a la necesidad de especializar la materia familiar, en el conocimiento de la enorme dificultad de que un juez conozca todas las materias. Tres años más tarde, en algunos estados, ya encontramos la materia familiar separada de la materia civil. El estado de Hidalgo creó un código familiar y un código de procedimientos familiares; en consecuencia, en este momento cuenta con cuatro códigos en total: civil, de procedimientos civiles, familiar y de procedimientos familiares. Desde 1974, durante la gubernatura del arquitecto Guillermo Rossell de la Lama, Hidalgo se reveló como un pionero en este ámbito, gracias a la implementación del concubinato en un registro. La propuesta de registro de concubinos era totalmente novedosa y polémica en 1975. Se trataba de un tema muy polémico y casi intocable; cuando se aprobó, las críticas contra el gobernador y la legislatura se desataron implacablemente. En la actualidad, la Ley Orgánica de los Tribunales determina la competencia en materia familiar. Las competencias de un juez familiar son numerosas: matrimonio, registro civil, paternidad, declaración de ausencia, presunción de muerte, concubinato, entre otros. En este contexto, cuando hablamos de las controversias de orden familiar, nos referimos a las facultades que los jueces tienen en este sentido. En una materia de orden público, no se requiere algún tipo de formalidad; por * Abogado litigante en materias civil y mercantil. Catedrático del programa académico de Derecho en la Universidad Intercontinental. En 2015, recibió de manos del Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángela Mancera Espinosa, un reconocimiento en el Día del Abogado.


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ejemplo, la ley permite que, respecto de una pensión alimentaria, una madre acuda directamente al Tribunal Superior de Justicia para presentarla, en el área de Oficialía de Partes. Es posible que en ese mismo lugar se levante su comparecencia, se asigne a un juez competente y de inmediato se gire un oficio para efecto de que se aplique el descuento a la parte que debe cumplir la pensión. En otras palabras, hay mayores facilidades para resolver el conflicto. Sin embargo, el problema más grande tiene que ver con la saturación, pues hay que responder a las necesidades de una ciudad con 23 millones de habitantes. Lo preocupante, además, es que, cuando se piensa que eso es importante y justifica la creación de más juzgados familiares, resulta que cada vez son menos. En 1978, desaparecieron los juzgados de arrendamiento inmobiliario, porque a alguien se le ocurrió que una mitad podría convertirse en juzgados civiles y la otra, en juzgados familiares, lo cual fue una pena. Porque, en lugar de aumentar la creación de jueces de arrendamiento inmobiliario, cuya necesidad era muy justificable, los desaparecieron y crearon los ya señalados. La realidad nos dice que todo gobierno debe tener tres prioridades para con los ciudadanos, en cuanto a la inversión de su presupuesto: la educación, la seguridad y la justicia. Buenos sistemas de salud, de educación y de impartición de justicia son imprescindibles. No obstante, en el caso del último, los presupuestos se asignan cada vez menos a los juzgados. Porque si ni la familia ni los amigos ni el abogado lograron convencer a alguien para que no presente este tipo de juicio, es difícil que un tercero ajeno desconocido lo haga. En otras palabras, tal vez estos presupuestos que se crean en los centros de justicia alternativa o centros de mediación —cuya intención es buena— sean para crear más juzgados familiares. Sobre todo, tomando en cuenta que, si no se ejerce coerción, así sea como una simple invitación para acudir al juzgado, quedará como una mera invitación y no se concretará en la realidad. Porque el individuo tiene plena libertad para acudir o no al juzgado —las consecuencias son harina de otro costal—. Tal vez por ello convenga revisar qué tanto del presupuesto podría utilizarse en otro sentido. Porque en materia familiar, con la existencia de una audiencia de conciliación en el juicio, es posible conciliar en el momento procesal que queramos, hasta antes que se dicte una sentencia.


Controversias de orden familiar

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Entonces, no sería mala idea invertir recursos en este tipo de instancias que, sin duda, realmente requerimos. Por otro lado, entre las facultades de los jueces en materia familiar debería estar la de poder solicitar a la Secretaria de Hacienda las últimas declaraciones del posible acreedor alimentario. También puede dirigir un oficio a la Comisión Nacional Bancaria para conocer cuáles son los estados de cuenta de dicho acreedor, cuáles sus recursos. Incluso, puede averiguar en la Secretaría de Relaciones Exteriores cuántas veces ha viajado fuera del país, si es que se alega no contar con los fondos para cumplir su obligación. Todo lo anterior dotaría de mayores argumentos a los jueces para que el día de mañana decidan sobre un hogar de custodia provisional, por citar un caso. De contar con estas facultades en materia familiar, la impartición de justicia, la guarda y custodia, las medidas provisionales tendrían que ser inmediatas —como una pensión alimentaria provisional, por ejemplo—. No son raros los casos en los que el juez no tiene esos elementos inmediatos para poder decretar, porque sencillamente no conoce a las partes. A menudo, se resuelve sólo con base en lo que declaren las partes. Por eso, es indispensable allegarse de otros elementos. Otra facultad que vendría bien al juez familiar consiste en acceder de forma directa en las cuentas bancarias, de modo que exista la posibilidad de incautarlas, gravarlas o bloquearlas para asegurar el pago de las cuestiones alimentarias. Por otro lado, es innegable que uno de los grandes avances en este ámbito son los juicios orales en materia familiar, pues realmente el trámite es muy sencillo, tratándose de divorcio incausado, por ejemplo. El proceso tarda alrededor de un mes; desde el momento en que se presenta la solicitud de un divorcio incausado bilateral, la resolución se obtiene en un lapso de 30 días. En la audiencia del juicio oral, lo deseable es que el juez oral familiar determine revisar el convenio, dicte la sentencia en ese momento, cause ejecutoria de las partes —si están de acuerdo—, determine esa resolución y lleve a cabo el trámite administrativo de hacer la anotación marginal en el registro civil. En la práctica, algunos litigantes continúan esperando que entren en vigor estas competencias de los juicios orales en materia familiar en otros asuntos; porque los había, pero se estableció suspenderlos, puesto que aún


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no se contaba con la infraestructura adecuada. Uno se pregunta, entonces, cómo va a entrar un juicio oral el día de mañana. Imaginemos por un momento el caso de un juicio testamentario donde haya seis o siete herederos y cada uno con sus abogados; es obvio que resultaría complicado tener un juicio oral en materia sucesoria en estas condiciones. Todo lo anterior es sólo una muestra de la diversidad de temas y controversias que se suscitan en materia familiar y que tienen como competente a un juez familiar. Entre ellas, se cuentan el divorcio incausado, el matrimonio entre personas del mismo sexo, los famosos centros de mediación, la anterior ley de sociedades de convivencia, por citar sólo algunos casos. Son temas que tal vez se queden en el tintero. De ahí la necesidad de reflexionar, debatir y, en el mejor de los casos, crear un código familiar y un código de procedimiento familiares, separado de la materia civil. Por último, si no se dota de mayores recursos, si no se crean más juzgados, si no se cuenta con más personal en los juzgados familiares, no podrá resolverse nada ni se acabará con el rezago de los asuntos en materia familiar. Si no es todo esto, sólo estaremos escuchando bonitas intenciones que nunca llegarán a acciones. Sin la idea clara de cuáles son los tres principales retos de nuestras autoridades y sin la decidida disposición de velar por ellos: 1) dotarnos de un sistema de salud adecuado, 2) de un sistema de educación y 3) de justicia, entonces, nunca soltaremos los lastres que impiden nuestro crecimiento.


Mensaje de clausura Bernardo Ardavín Migoni*

E

l interés de la Universidad Intercontinental por un tema trascendente como el de la familia en México ha quedado claro con su formación humanista. A lo largo de una serie de cinco foros sobre este tópico, hemos reflexionado desde la perspectiva psicológica, desde la salud; desde la destrucción o desde el rompimiento del vínculo familiar, entre otras. También lo abordamos desde el punto de vista del Derecho, pues nos concentramos en el documento Amoris laetitia, para incursionar en la doctrina cristiana frente a esta importante institución, la familia. Desde luego, los universitarios necesitan interesarse en ilustrarse con estos y otros documentos o estudios respecto de temas de su interés. No obstante, deseo destacar la reflexión sobre la encíclica del papa Francisco, Amoris laetitia. Como la mayoría de nosotros sabemos, este documento es producto de diversas reuniones con los casi 300 obispos, sínodos de la familia y dos obispos internacionales, quienes han vivido los problemas existentes en el mundo entero, en países desarrollados y en vías de desarrollo, con conflictos políticos. Sus experiencias contribuyen al entendimiento de cómo una institución tan importante como la familia tiene que pasar por esos avatares. En cada una de las distintas opiniones aquí vertidas, hemos hecho énfasis en el rescate de la naturaleza de esta institución. Los expositores hablaron del contrato matrimonial, que a veces es tácito y otras explícito. También opinaron sobre el concubinato como una relación formal, en cuanto es fuente de obligaciones y derechos; su trascendencia es obvia, debido a que quienes hemos tenido la oportunidad de nacer y crecer en una

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Rector de la Universidad Intercontinental.


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familia estamos consciente de cuánto ha influido esta institución en nuestro carácter y en nuestra personalidad, pues nos beneficia al proporcionar los medios para realizarnos como personas. Desde otro punto de vista, todos los que participamos de este ciclo de conferencias somos privilegiados por estar en una universidad. Porque, en México, pocas personas tienen acceso a realizar estudios superiores. Hay mucho que agradecer a nuestras familias por su preocupación por nuestro desarrollo humano y, en consecuencia, por la educación que a menudo ofrecen con grandes sacrificios. Aunque hay quienes creen que los padres que mantienen la educación de sus hijos en una universidad privada son privilegiados, porque les sobra el dinero, ustedes saben que ese pensamiento no es tan certero. Así, por todo lo anterior y en el contexto de los valores y objetivos de la universidad, estamos seguros de que la celebración de los foros ha sido de gran trascendencia, por su aportación a nuestro pensamiento, a nuestras vidas. Estamos ciertos de que las opiniones aquí vertidas permanecerán y harán su obra en cada uno de los asistentes.



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