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La Escuela Taller y el regreso de los oficios del pasado

Ricardo Ruiz Caro Villagarcia Director de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Cusco. Período 2014-2015

Desde la tenacidad de la piedra, el metal y la arcilla cocida, transitando por la expresiva firmeza de la madera y las fibras naturales, y explorando la ductilidad de los morteros de barro, cal y argamasa, los jóvenes estudiantes de la Escuela Taller Cusco, aprendieron a transitar con toda naturalidad por todo el espectro de los antiguos oficios propios de la arquitectura virreinal y prehispánica del ande peruano, como si los centenarios claustros de La Almudena que los cobijaron, hubieran detenido el tiempo para ellos.

Sin embrago, la recuperación de antiguos oficios (en riesgo de perderse), fue apenas uno de los aciertos que trajo consigo la creación de esta Escuela Taller. Las numerosas generaciones de estudiantes que pasaron por esos claustros, ayudaron a formar un colectivo de hábiles restauradores (en diversas disciplinas) que forman el soporte vital para la recuperación continua y la valoración del Patrimonio Cultural, incluso más allá de las fronteras regionales cusqueñas.

El enfoque asumido desde su concepción permitió que jóvenes de escasos recursos y en inminente riesgo social, encontrasen (luego de su periplo por la Escuela Taller) oportunidades laborales en el mundo de la restauración, precisamente en los tiempos de mayor pobreza que vivió el Perú de las últimas décadas, a consecuencia de la aguda crisis económica y la secuela de la violencia terrorista.

Otro gran acierto fue haber elegido para su creación un edificio muy simbólico, edificado a fines del siglo XVII en la tradicional Plazoleta de La Almudena y dedicado desde su origen al servicio, siendo por más de dos siglos un hospital regentado por los Betlemitas para atender a sacerdotes e indios enfermos, y albergando hoy a la Beneficencia Pública del Cusco. La restauración de este edificio histórico por parte de sus propios estudiantes, fue como una bocanada de aire fresco, que devolvió a sus vetustos claustros todo el brillo y esplendor de sus mejores años.

Al repasar lo mucho que se logró en apenas dos décadas de labor1, resulta inevitable caer en nostalgia y preguntarse ¿Por qué un proyecto tan virtuoso tuvo que llegar tan pronto a su fin? Posiblemente la falta de visión de algunas autoridades conspiró en este triste desenlace. Sin embargo, creemos posible que en algún momento vuelvan a converger voluntades y podamos ver renacer a una Escuela Taller, en la que, sus antiguos alumnos sean ahora los maestros que transmitan el conocimiento de estos viejos oficios a nuevas generaciones.

1 En las páginas siguientes, se puede apreciar los diversos edificios, calles y plazas en los que participaron los estudiantes de la Escuela Taller en sus más de 20 años de labor.

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