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ANTES DE UN TÉ
ANTES UN TÉ
(DRAMA)
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Heber Villatoro
Personajes
Adela
Santiago
Voz de la enfermera
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ACTO ÚNICO
En el fondo del escenario, dos puertas, colocadas cada una a un costado; una lleva a la habitación principal y la otra a la entrada principal. En el centro y también al fondo, una ventana desde donde se observa el jardín trasero de la casa. Un desayunador divide la cocina de la sala. En la sala hay un pequeño comedor, un librero, una silla mecedora, un antiguo teléfono, un perchero con sombreros y bufandas, algunos cuadros. En la cocina, una pequeña refrigeradora, una estufa, tazas y una colección de teteras.
Música a elección.
Santiago (aparenta 45 años) sale de la puerta de la habitación principal. Es de caminar lento como si tuviese mayor edad. Se detiene justo en la ventana, de espalda al público, y observa el jardín. Con calma transita por la sala de su casa, observa extrañado mientras recorre cada rincón, luego le grita a la enfermera.
Santiago: ¡Enfermera!... ¡Venga! ¡Algo extraño pasa!... Esta es mi casa, de eso estoy seguro, pero al mismo tiempo parece que no lo fuera… ¡No sé si lo que siento son escalofríos!...
(Santiago se sienta e inhala y exhala lentamente, coloca su mano en su pecho al costado izquierdo, como deteniendo su corazón.)
Santiago: ¡Enfermera!... ¡¿Qué pasa que no responde?!... ¡Mi corazón!...
(Santiago inhala nuevamente, se queda tieso un momento y después exhala, se relaja
Santiago: ¡Enfermera! ¡Ya no venga!... me siento mejor, solo es este frío que no es normal.
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46 (Santiago se pone de pie y nuevamente avanza a la ventana.)
Santiago: Mi jardín de suculentas necesita luz y hoy amaneció opaco, más que de costumbre.
(Santiago avanza con calma a la cocina, agarra una de sus teteras y con un paño comienza a quitarle el polvo.)
Santiago: El té de eucalipto y canela sin duda es mi preferido, aunque hace mucho que no lo bebo. Tal vez hoy sea diferente.
(Santiago se sienta nuevamente; siente frío, se pone de pie, avanza hasta el perchero, se coloca una bufanda y un sombrero.)
Santiago: Tengo que estar presentable, nunca se sabe cuándo puede llegar una visita inesperada.
(Santiago se sienta nuevamente. Saca un peine y un pequeño espejo de la bolsa de su pantalón y comienza a peinarse.)
Santiago: Hoy me veo más joven que de costumbre… (Un breve silencio, deja de peinarse.) ¡Enfermera!... no sé si es que estoy quedando demente, pero hoy me veo aterradoramente joven, como me veía hace unos treinta años… ¡Enfermera!... ¿cree usted que estoy quedando demente? ¿O será tan buena la crema que me envió mi hijo desde el extranjero?... Debería preguntarle dónde la compró.
(Santiago marca el teléfono.)
Santiago: ¡Aló hijo!... Aló…
(Se percata de que no funciona y cuelga.)
Santiago: ¡Enfermera!... ¡El teléfono no funciona!...
¿Tendrá usted algún amigo en Hondutel?... ¡Enfermera!... ¡Venga!... ¡Mi corazón!... ¡No está funcionando!
(Santiago se queda tieso nuevamente por un momento, luego se relaja
Santiago: ¡Ya no venga!... me siento mejor… me siento tan bien que hasta podría bailar.
(Santiago practica unos pasos de baile, lo hace hasta que se escucha el timbre de la casa.)
Santiago: Ese timbre no suena muy seguido…
(Santiago se acerca a la puerta principal. Antes de abrir se peina nuevamente. Abre. Entra Adela, aparenta unos 40 años, trae una pequeña bolsa. Santiago se queda tieso nuevamente. Adela avanza y deja la bolsa en la cocina, Santiago continúa tieso, Adela se acerca y lo besa en la mejilla. Santiago se relaja.)
Adela: Te dije que vendría.
Santiago: Por fin llegaste. Te estuve esperando todo este tiempo, desde el último día bajo la lluvia.
Adela: Traje eucalipto y canela. ¿Tenés una tetera?
Santiago: No es necesario que vos prepares el té, hay una enfermera en mi habitación, ella podría ayudarnos.
Adela: Dejá que ella descanse, debe ser agotador su trabajo. ¿Tenés una tetera?
(Adela avanza a la cocina y encuentra una tetera.)
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48 Santiago: Tengo una colección entera, ninguna ha sido usada. Si tanto insistís en preparar el té, utilizá la que más te gusta. Así es como te recuerdo, determinada en tus decisiones.
Adela: El té de eucalipto y canela es tu favorito.
Santiago: ¿Aún lo recordás?
(Adela se sienta.)
Adela: Lo recuerdo muy bien. Cuando nos despedimos bajo la lluvia te hice una promesa. ¿Qué creíste? ¿Que no cumpliría?... También traje rosquillas.
Santiago: Nunca dudé de tu promesa… También tengo una colección de suculentas en el jardín. Si querés luego te las muestro.
Adela: El agua no tardará en hervir.
Santiago: ¿Nos dará tiempo de platicar?
Adela: ¿De qué querés hablar?
Santiago: Del porqué.
Adela: No has cambiado en nada, Santiago, te ves igual al día del entierro, al último día en que te vi.
Santiago: Pudimos… ¿Te das cuenta, Adela?... Lo de nosotros pudo existir.
Adela: Pero no fue así.
Santiago: ¿Por qué?
Adela: Ya no tiene caso hablar de eso, mejor hablemos de lo que pasó luego.
Santiago: Han pasado treinta años desde entonces.
Adela: Ese día regresé a la gran ciudad, fue un viaje de doce horas en tren, lloré la mitad del camino, luego me dormí, desperté resfriada.
Santiago: Me quedé observando el tren mientras avanzaba, no me importó que lloviera tan fuerte, la lluvia disimuló las lágrimas… no te veía en muchos años y tenías que irte tan rápido nuevamente… intenté entenderte, pero te miré destruida. Debió ser muy duro para vos lo del entierro.
Adela: Tu corazón es noble, siempre lo ha sido.
Santiago: Mi corazón con el tiempo me ha empezado a fallar… ¿Te conté que contraté una enfermera?
Adela: Lo supuse, si no, por qué habría una enfermera en tu habitación.
Santiago: Hoy parece no escucharme, ni siquiera ha salido a saludar.
Adela: Deja que descanse, debe ser muy agotador su trabajo.
Santiago: Padezco de presión alta, ella me lleva el control de la azúcar y de los triglicéridos… solo que hoy no sé qué pasa que no responde, normalmente acude inmediatamente a mis llamados.
Adela: Tal vez tengas razón y no pueda escucharte.
Santiago: Eso es imposible, mi habitación está aquí cerca, si le grito me escucha fácilmente.
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50 Adela: Tal vez hoy sea diferente.
Santiago: ¿Hoy?... Es cierto, hoy es un día diferente.
Adela: ¿Ya te percataste?... Creí que no te dabas cuenta, es por eso que el día está nublado, y es por eso el frío.
Santiago: Lo sentí desde que entraste por esa puerta. Este momento al lado tuyo Adela, es extraño de explicar, pero es como si me sintiera de nuevo vivo.
(Adela ríe al escuchar a Santiago.)
Adela: ¡Una paradoja!
Santiago: ¿El qué?
Adela: Un vivo que se siente muerto, un muerto que se siente vivo.
Santiago: No estoy entendiendo.
Adela: No tardarás mucho en entender… ¿Creíste que no cumpliría la promesa?
Santiago: Tengo grabada en mi mente tu voz mientras me prometías: «Sí Santiago, en verdad te amé, como a nadie en la vida —me dijiste mientras subías al tren. Un día regresaré nuevamente, Santiago, y beberemos té, de eucalipto y de canela, tu favorito, te lo prometo».
Adela: ¡Soy una despistada!... Creo que no encendí la estufa, así nunca hervirá el agua.
Santiago: Yo iré a corroborar.
(Santiago avanza a la cocina. Adela observa los libros en el anaquel.)
Santiago: Sí, encendiste la estufa, pero no funciona. Algo extraño pasa, tampoco funciona el teléfono.
Adela: Hoy es un día diferente, vos lo dijiste hace un momento.
(Adela agarra uno de los libros y lo hojea mientras habla.)
Adela: En la Divina Comedia, es Beatriz quien guía a Dante a través del paraíso, Beatriz baja del cielo para buscar al poeta en el purgatorio.
(Santiago busca entre las gavetas de la cocina, mientras habla.)
Santiago: Te soy sincero, nunca entendí bien ese libro… En parte entiendo el por qué no regresaste, siempre fuiste brillante, este pueblo te quedaba pequeño, vos siempre querías saber más, conocer más, y yo siempre fui tan cobarde ante lo desconocido. Por eso nunca me atreví a ir a buscarte hasta la gran ciudad… Por suerte tengo una pequeña estufa de gas, allí podemos preparar el té, así continuamos con la excusa para este insólito reencuentro.
(Santiago coloca una pequeña estufa. Antes de que la encienda, afuera suenan unas trompetas. Santiago se acerca a la ventana y observa hacia el cielo, Adela no se inmuta en ningún momento, se concentra en la lectura. Declama un fragmento de La divina comedia, «El paraíso», canto I. Afuera continúan escuchándose las trompetas.)
Adela: La gloria de quien mueve todo el mundo el universo llena, y resplandece en unas partes más y en otras menos.
En el cielo que más su luz recibe estuve, y vi unas cosas que no puede ni sabe repetir quien de allí baja;
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52 porque mientras se acerca a su deseo, nuestro intelecto tanto profundiza, que no puede seguirle la memoria.
(Las trompetas dejan de escucharse.)
Santiago: ¿Qué fue eso?
Adela: «El paraíso», canto I, La divina comedia.
Santiago: Lo supuse.
(Santiago saca el espejo de su bolsillo y se observa. Se sorprende de su reflejo.)
Santiago: Algo extraño está pasando, me veo más joven.
Adela: Te dije recién llegué que te veía igual al último día en que te vi, al día del entierro de mi padre.
Santiago: Hace más frío que de costumbre, y yo sin recordar donde coloqué los fósforos para encender la estufa. A este paso nos vamos a congelar antes de que el té esté listo.
Adela: Aprendí a ser paciente, llevo bastante tiempo esperándote.
Santiago: ¿Qué estás diciendo?... Yo soy el que lleva bastante tiempo esperando a que cumplieras, a que un día regresaras y que por fin bebiéramos del té que tanto me gustaba compartir a tu lado.
Adela: Esa promesa me ha mantenido atrapada en este lugar frío.
Santiago: Sin vos el té me parece insípido, Adela.
Adela: Yo te amé… Te amé como a nadie, Santiago, mi promesa fue sincera. Solo quería explorar el ambiente de la gran ciudad algunos años y luego regresarme a este pueblo, y rendirme en tus brazos, pasar con vos mis mejores años.
Santiago: ¿Qué fue lo que pasó?... ¿Por qué cambiaste de parecer?
Adela: ¿Y el fuego?
Santiago: Creo que recordé dónde guardé los fósforos.
Adela: Me perdí, era joven y quería fama. La gran ciudad me permitió desarrollarme como bailarina, aquí no existían esas oportunidades. Mi sueño tenía un precio, me alejó de mi familia, me alejó de vos.
Santiago: Nunca lo acepté, solo fingí aceptarlo.
Adela: ¿El qué?
Santiago: Tu pasión por la danza. Me encantaba ver tus ojos cuando te emocionabas hablando de la danza, y cuando bailabas para mí eras la mejor, pero al mismo tiempo odiaba la danza, pues sabía que era la única cosa que podía separarnos, y así fue.
Adela: Eras mi fan número uno, fuiste un gran apoyo en mis comienzos.
Santiago: Te dejé de ver por veinte años hasta el día de la muerte de tu padre y solo fue por un momento, unas cuantas horas, y ahora ya han pasado treinta años más desde entonces. ¿Te imaginas si todo este tiempo lo hubiéramos disfrutado juntos?
Adela: Pero no fue así.
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54 Santiago: ¿Por qué?
Adela: No hagas tantas preguntas, es martirizante vivir con tantos hubieras.
Santiago: Encontré los fósforos, ¿Podrías venir y ayudarme?... Necesito tu ayuda para encender la estufa.
Adela: Claro, será un placer ayudarte.
(Adela avanza a la cocina, le ayuda a Santiago.)
Santiago: ¿Sabés cómo se encienden estás estufas?
Adela: Creo que debes de girar esta perilla, ahora enciende el fósforo.
Santiago: Yo nunca la he usado, me la regaló mi hijo… No sé si estás enterada, me casé. Ya vivía con ella cuando ocurrió lo de tu padre. Tuvimos dos hijos hermosos, ambos viven en el extranjero, vienen una o dos veces al año a visitarme.
Adela: ¿Has sido un buen padre?
Santiago: Lo he intentado, los hijos siempre toman su camino, es la ley de la vida.
Adela: Siempre creí que serías un gran padre… ¿Y con ella qué pasó?
Santiago: Se apagó la llama.
Adela: Suele pasar.
Santiago: Del fósforo, digo, se apagó la llama. Ayúdame a cubrir el viento para que no se apague de nuevo.
Adela: Entre nosotros siempre hubo chispa, lo recuerdo.
Santiago: Nunca pude olvidarte, mi Adela.
Adela: Dos intensos.
Santiago: Amor a primera vista.
Adela: Te conocí en verano, un día sábado. Yo tenía quince años y mi papá nos dejó a mi hermano y a mí ir a nadar al río. Vivíamos a unas cuadras, pero antes de llegar te cruzaste en el camino.
Santiago: Ese día un amigo me prestó la bicicleta, y no sabía que estaban malos los frenos.
Adela: Mi hermano te socorrió cuando te estrellaste en el pavimento.
Santiago: Tu hermano siempre me simpatizó, ¿qué fue de él?
Adela: Murió hace unos años, de un resfriado. Nos encontramos ese día, conversamos por un rato, luego él continuó su camino.
Santiago: Lo lamento tanto.
Adela: Era un tipo listo. Mientras él te socorría, notó de inmediato que quedé perpleja admirándote.
Santiago: Cuando te vi creí que había muerto del golpe y que era un ángel que venía a mi recibimiento. Me enamoré.
Adela: Tenías una cara de bobo.
Santiago: Cualquiera, con el golpe que me di. Me distraje viéndote de lejos, y no pude frenar, me tiré de la bicicleta. Lo malo es que caí de cara al suelo. Sentí vergüenza de que observaras mi torpeza.
56 Adela: Tu torpeza de cierta manera me cautivó. Te raspaste el cachete.
Santiago: Anduve dos semanas con el raspón… lo recuerdo porque fue el tiempo que tardé para pedirte que fueras mi novia.
Adela: ¿Querés comer una rosquilla en lo que hierve el agua para el té?
Santiago: No podría resistirme a tal oferta.
Adela: No me preguntes cómo las conseguí. (Adela come una rosquilla.) Están riquísimas.
Santiago: ¡Están de infarto!
Adela: ¿De infarto?
Santiago: Es solo un decir.
(Adela ríe.)
Santiago: ¿Por qué la risa?
Adela: Tenés un humor sarcástico… sos muy gracioso.
Santiago: ¿En serio?... ¿gracioso yo?... Es por eso que morí el último día en que nos vimos, ves cosas en mí que ni yo mismo percibo.
Adela: Es porque no querés darte cuenta… Hay algo que debo decirte… seguro ya lo has notado… es la razón por que la enfermera no te escucha.
Santiago: Más despacio, por favor, Adela, no nos apresuremos a hablar de eso, aún tenemos tiempo… He
practicado algunos pasos de baile durante estos años, estaba ensayando justo cuando llegaste.
Adela: Eso tengo que mirarlo, ¿Vos bailando? Siempre te rogué para que saliéramos a una discoteca, pero nunca te animaste.
Santiago: En parte comprendo por qué te desinteresaste de mí, vos bailarina y yo una tabla sin ritmo, ¿que podíamos tener en común?
Adela: No te hagas la víctima, mejor enséñame lo que en estos años has aprendido.
Santiago: Con mucho gusto acepto, su reto mi bella amada.
(Música y baile a elección.)
(Hablan mientras bailan.)
Adela: Estoy gratamente sorprendida, bailas muy bien.
Santiago: He practicado mucho, tenía que estar a la altura de una espectacular bailarina… Te conté que tengo una colección de suculentas. Si querés luego vamos al jardín y te las muestro.
Adela: Es mejor no salir, la neblina se pondrá más densa.
Santiago: Aquí nunca hay neblina, al contrario, es por eso que cultivo suculentas, aquí el sol pega fuerte.
Adela: Pero hoy es un día diferente, vos lo dijiste ya varias veces.
(La música termina y dejan de bailar. Santiago se asoma a la ventana, se percata de la neblina)
58 Santiago: Hoy es un día diferente… afuera está nublado… si no querés salir por lo menos acercate a la ventana… podemos ver algunas suculentas desde aquí.
(Adela se acerca.)
Adela: No sabía que te gustaban las plantas.
Santiago: Algunas cosas han cambiado. Renuncié a la finca bananera antes de la gran huelga. Comencé a trabajar la tierra que me heredó mi padre, sembré café. El país de repente se convirtió en uno de los mayores productores de café, y eso me benefició. Lo chistoso es que a mí ni siquiera me gusta el café, siempre preferí el té.
Adela: Lo sé, en eso no has cambiado.
Santiago: ¿Miras aquellas?... Son crasuláceas… son de las suculentas que más me gustan, siempre te recordaba al mirarlas, son como flores que no se marchitan, yo me identifico más con aquellas otras… las cactáceas, con muchas espinas, son de las que menos agua necesitan, así como mi relación con el amor… he mantenido en mis reservas las gotas de cariño que alguna vez me diste, Adela.
Adela: Solo fueron tres años el tiempo en que estuvimos juntos.
Santiago: Los mejores tres años de mi vida… pudimos conocer un manantial, pero en cambio nos conformamos con algunas gotas. Pudimos… ¿te das cuenta, Adela?... lo de nosotros podía durar más, pudimos disfrutar por más tiempo de nuestro amor.
Adela: Pero no fue así.
Santiago: ¿Por qué?
Adela: El agua ya debe estar hirviendo… por fin cumpliré mi promesa y podré continuar mi camino.
Santiago: ¿Puedo ir con vos?
Adela: Las trompetas sonarán nuevamente.
Santiago: ¿Eso qué significa?
Adela: ¿No te has dado cuenta?… El agua ya debe estar hirviendo. ¿Me podés ayudar y colocar la tetera en la mesa?, yo llevaré las tazas.
Santiago: Con mucho gusto.
Adela: Tené cuidado, está caliente.
Santiago: Tengo tantas preguntas… vos también te ves como el último día en que te vi, lo cual es raro, ya que han pasado treinta años desde ese día.
Adela: ¿Al fin lo notaste?
Santiago: Durante el velorio, ¿por qué te escapaste un momento conmigo, si sabías que no ibas a regresar?
Adela: ¿Y vos por qué no me dijiste que te habías casado?
Santiago: No quería arruinar ese maravilloso momento, en que te tenía después de tanto tiempo en mis brazos.
Adela: No estaba preparada para afrontar la muerte de mi padre. A pesar de eso, fue lindo estar con vos nuevamente. Me fui creyendo que regresaría.
Santiago: En ese tren se fue mi vida. Una parte de mí murió ese día.
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60 Adela: ¿Y hoy cómo te sentís?
Santiago: Hoy me siento vivo. Gracias por la visita.
Adela: Te lo prometí bajo la lluvia.
(Suenan nuevamente las trompetas, Santiago se acerca a la ventana y observa el cielo. Adela, mientras tanto, sirve el té.)
Santiago: Es la segunda vez que se escuchan.
Adela: En realidad es la sexta vez. Las primeras cuatro sonaron antes de nuestro encuentro.
Santiago: ¿Crees que suenen nuevamente?
Adela: ¿Cómo podría saberlo?… Te serví un poco de té, deberías de sentarte… ¿Querés que le ponga azúcar?
Santiago: Mejor no, por lo de la diabetes… La enfermera debió de irse y no me percaté. Normalmente se despide antes, pero hoy es un día diferente.
Adela: Bebé tu té.
(Ambos beben. Un silencio mientras se observan.)
Santiago: Se llama Sofía.
Adela: ¿Quién?
Santiago: Mi ex esposa… Te esperé por varios años. Yo estaba casi en los cuarentas cuando conocí a Sofía. Ella acababa de cumplir veintiuno. Juró que la diferencia de edad no sería un problema, pero mintió… Envejecí y ella por fin aceptó que la edad sí era un problema. Se fue un día y no regresó… rehízo su vida junto a otro tipo más
joven que ella. No le guardo rencor, yo realmente nunca la amé con la intensidad que te amé a vos… eso nunca se lo dije… No me quejo, me dio dos hijos hermosos: Rodrigo, el mayor, es ingeniero, y Ernesto, el segundo, es profesor de idiomas. Ambos viven en el extranjero, ya te lo había comentado. Mis hijos son mi orgullo… ¿Y qué fue de vos?... ¿te casaste?... ¿tuviste hijos?
Adela: Bebé otro poco de té, mi querido Santiago… te lo preparé con mucho cariño.
(Ambos beben. Un silencio mientras se observan.)
Adela: No tuve hijos, no me casé. Tuve algunos amantes, ninguno sorprendente. Mi vida giró en torno a la danza. Viajé por muchas ciudades, pisé grandes escenarios, brillé, recibí millones de aplausos. No me quejo de la vida que me tocó vivir, tuvo su recompensa el sacrificio, no me arrepiento de nada.
Santiago: Está delicioso el té, muchas gracias.
Adela: Estaba en lo mejor de mi carrera, cuando ocurrió el accidente… Hace quince años que deambulo en este lugar frío al que hoy has llegado.
Santiago: Deberíamos de beber té con más frecuencia, mi amada Adela, el eucalipto ayuda a disminuir el azúcar en la sangre y la canela es un estimulante natural de la actividad de la insulina.
Adela: Regresé para cumplir mi promesa. Una vez que terminemos la última gota de té, me marcharé, y al igual a como lo hizo mi hermano, yo continuaré mi camino.
Santiago: Dejaré que se enfríe el té por un momento.
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62 Me parece muy interesante esta plática, solo que me avergüenza aceptar que no termino de entender lo que exactamente tratas de decirme.
Adela: ¿Ya te asomaste a la habitación?
Santiago: Salí de ella antes de que vinieras.
Adela: Pero, ¿miraste hacia atrás?
Santiago: ¿Por qué debía hacerlo?
Adela: Hay un cuerpo tendido en la cama
Santiago: ¡¿La enfermera?!... ¿es por eso que no me contesta?
Adela: ¿Por qué no vas y lo comprobás?
(Santiago se levanta y se dirige a la puerta que conduce a la habitación principal. Se sorprende de lo que ve y guarda silencio por un momento antes de hablar.)
Santiago: ¿Por qué no me lo habías dicho?
Adela: ¿Dirás que no lo sospechabas?
Santiago: Me pareció raro despertarme con la sensación de que esta era mi casa, pero que al mismo tiempo era un lugar diferente… Empecé a sospecharlo cuando observé mi reflejo, mucho más joven… y lo supe cuando te vi entrar, igual de hermosa… igual al último día en que nos vimos… Aquí nunca hay neblina, y ese extraño sonido de las trompetas… Te esperé por tanto tiempo y nunca regresaste, y hoy así de repente estás aquí… Lo que no me queda claro, es qué fue lo que ocurrió con la enfermera.
Adela: Está aquí, en este momento, en la habitación, intentando revivirte.
Santiago: Eso no es cierto, no la veo por ningún lado, lo que veo es el cuerpo de un anciano que acaba de morir de un infarto. ¿Qué está pasando?
Adela: El amor que me tenés es tan grande que me ha mantenido atrapada en este lugar tan frío durante quince años… La promesa que te juré fue verdadera y no podía continuar mi camino sin antes cumplirla. Ya era en aquella vida como lo es ahora en esta. Cuando terminemos la última gota del té que preparamos, yo quedaré libre de cualquier promesa que me mantiene atrapada en este limbo, me podré ir y descubrir qué es lo que sigue.
Santiago: Disculpa, Adela, que sea tan maleducado, hace frío y no te he ofrecido un abrigo. También tengo algunas bufandas que podrían servirte.
Adela: ¡Ya cállate, por favor!... ¡Sólo decís estupideces!... ¿Por qué nunca fuiste a buscarme?... Ambos somos culpables de que nuestra historia haya sido tan corta… El tiempo ya pasó y no podemos hacer ya nada. Lo que ahora te pido es que me dejes ir. Sé que me has amado y te lo agradezco, pero ya es necesario que me dejes marchar de este lugar tan frío. Llevo mucho tiempo aquí atrapada.
Santiago: No te creo que estoy muerto. Al contrario, hoy me siento vivo, como hace mucho no me sentía, como el último día bajo la lluvia.
Adela: Un vivo que se siente muerto, un muerto que se siente vivo. ¿Ahora lo entendés?
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64 Santiago: Lo entendí desde la primera vez, solo fingí no entenderlo. Quiero alargar al máximo posible este hermoso reencuentro. Nunca ha sido mi intención atraparte, simplemente he mantenido vivo mi amor por vos.
Adela: Yo también me enamoré, desde el primer día en que te estrellaste en el pavimento, mis cachetes raspados… Cuando me pediste que fuera tu novia fue el día más feliz de mi vida. Los tres años a tu lado fueron maravillosos. Nunca me volví a enamorar, la danza y vos fueron mis amores más entrañables.
Santiago: Pero ahora estamos juntos nuevamente. Este puede ser un nuevo comienzo, no tenemos por qué volver a separarnos.
Adela: En el largo camino de la vida y de la muerte, cada quien tiene su propio camino. Es cruel aceptarlo, pero es cierto. Nuestros caminos se separaron hace tanto tiempo.
(Suena el palpitar de un corazón. Se escucha la voz de la enfermera, combinado con el sonido de choques eléctricos.)
Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡regrese!... ¡sus hijos lo están esperando!... ¡Don Santiago!
Adela: Este es nuestro destino… Fue lindo verte de nuevo… Vos tenés ahora la oportunidad de regresar. No puedo ser egoísta y pedirte que no lo hagas. Tus hijos te necesitan. Si no regresás ahora, te quedarás atrapado en este lugar frío.
Santiago: ¿Y por qué no caminamos juntos por el mismo camino?... No me importa estar una eternidad en un limbo si es a tu lado. No quiero que nuevamente tomemos caminos diferentes… Pasaron veinte años hasta el día del velorio, en que nuevamente hicimos el amor en el baño del salón de vela, y luego tan rápido tenías que irte. Te fui a dejar hasta la estación del tren, sin importar la tormenta
que azotaba, y desde entonces pasaron treinta años más. En total son cincuenta años que pudimos compartir… pero no fue así… ¿Por qué?... No quiero regresar a aquella realidad que llaman vida. Para mí la vida es este momento que estoy a tu lado. ¿Por qué decís que no podemos irnos juntos? No quiero regresar a aquel cuerpo de anciano.
Adela: No estás entendiendo. Yo, al cumplir mi promesa, podré salir de este lugar a vos, en cambio te atrapará el amor de tus hijos, no podrás salir de aquí hasta que ellos te dejen ir y continuar, así como vos lo has hecho conmigo.
Santiago: Esto me parece tan absurdo.
Adela: ¿Por qué te parece absurdo?
Santiago: O sea que somos espíritus atrapados en un limbo, bebiendo té y comiendo rosquillas.
Adela: Son tantas las cosas que ignoramos sobre la vida y sobre la muerte.
Santiago: Te amo, Adela. Este es el día más feliz de mi vida.
Adela: Hoy moriste Santiago, date cuenta, pero tenés la oportunidad de regresar… Terminemos rápido de beber el té, tal vez no quede mucho tiempo.
Santiago: No quiero terminar de beber el té, quiero vivir este momento eternamente.
Adela: Este momento debe terminar.
Santiago: Eso significa que será el final de nuestra historia.
Adela: Y el principio de una nueva. Por fin descubriré qué es lo que sigue. Por favor, ya no me mantengas aquí atrapada.
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66 Santiago: No quiero que te vayas… El pensar que un día vendrías y nos reencontraríamos me mantuvo vivo todos estos años. Quería verte de nuevo. Mi mayor deseo era volver a verte al menos una última vez.
Adela: Ese deseo es el que me ha mantenido aquí, sin poder salir, y hoy por fin nos reunimos una última vez, así como lo deseabas. Ahora debo continuar y descubrir qué es lo que sigue.
Santiago: ¿Y yo?
Adela: Vos ya sabés lo que debés hacer.
(Se escucha nuevamente el palpitar de un corazón, seguido de la voz de la enfermera.)
Voz de la enfermera: ¡Don Santiago! ¡Regrese por favor!… ¡Sus hijos lo están esperando!... ¡Regrese por favor!
Adela: Te están esperando.
Santiago: Para mí este no será un adiós, sino un hasta luego. Te amo tanto, Adela, tanto, desde el primer momento en que te vi y no pude frenar la bicicleta. Sé que debo dejarte ir y desear que tu felicidad también sea la mía. Ha sido un placer verte de nuevo… Al final saldrás por aquella puerta y yo entraré a esa habitación, donde está tendido mi cuerpo, pero eso no quiere decir que no estaremos juntos. Vos no sabés lo que nos depara la vida o la muerte. Nadie jamás podrá negarnos que estuvimos hechos el uno para el otro. Yo ahora, al igual que vos, debo resolver un asunto pendiente. Es por eso que regreso a esa muerte que llaman vida, para enseñarles a mis hijos que deben dejarme regresar a esta muerte que para mí es vida, porque estoy a tu lado. Quizás nos veremos luego, Adela.
(Santiago bebe hasta la última gota del té.)
Adela: Ha sido un placer para mí volverte a ver, y disfrutar este momento tan grato a tu lado.
Santiago: ¿Ahora te irás?
Adela: Aún no.
Santiago: ¿Y entonces?
Adela: Antes una última cosa.
(Adela besa a Santiago, él se entrega perdidamente. Suenan nuevamente las trompetas.)
Adela: Se me anunció que al cumplir la promesa sonarían las séptimas trompetas, que marcarían el fin y el inicio… el momento de mi partida… pero antes de irme… ¿en qué estábamos?
Santiago: Me estabas guiando por el paraíso.
(Ambos se besan nuevamente.)
Adela: Me tengo que ir.
Santiago: Lo sé, no puedo ser egoísta, te deseo un lindo destino.
Adela: Igual yo.
Santiago: ¿Debería de acompañarte a la salida?
Adela: Sería un lindo detalle.
Santiago: Encontraré la manera, ahora soy yo el que promete buscarte.
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Adela: No prometas nada.
Santiago: Tu promesa fue cumplida, te dejo ir en paz.
Adela: Gracias, Santiago, vos fuiste el amor de mi vida, te amaré por toda la eternidad.
Santiago: Adiós, mi amor. Gracias por la visita.
(Adela sale. El sonido del palpitar de un corazón se escucha nuevamente, seguido de la voz de la enfermera.)
Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡Por favor regrese!... ¡Su hijo Rodrigo sigue en el teléfono!... ¡Conteste por favor, don Santiago!
(Santiago avanza por la sala. Se detiene a la par de la puerta que conduce a la habitación y observa su interior luego entra.)
Voz de la enfermera: ¡Don Santiago!... ¡Es un milagro!... ¡Está con vida!... ¡su corazón funciona!... ¡Su hijo está al teléfono, don Santiago!... ¿Quiere hablar con él?... ¿Se siente capaz?
Voz de Santiago: ¡Enfermera!... Muchas gracias por su ayuda, quiero hablar con mi hijo… ¡Hijo!... ¡hijo querido!... ¿cómo estoy me preguntas?... ¿Qué puedo decirte hijo querido?... el amor es tan difícil de explicar.
(Se escucha la voz de Santiago mientras se apagan las luces y se cierra el telón.)
FIN.
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