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ESTILO NEOCOLONIAL: ENTRE LA EVOCACIÓN HISPANISTA Y EL NACIONALISMO CRIOLLO
Horacio Ramos Filósofo e Historiador del Arte Pontificia Universidad Católica del Perú A grandes rasgos, el término estilo neocolonial alude a un conjunto de construcciones, proyectos y teorías que se dieron durante la primera mitad del siglo XX en distintas partes de América Latina, y que tomaron como referente obras producidas durante el periodo de dominación española¹. En Lima, los arquitectos que produjeron neocolonial usaron como modelo ciertas residencias prestigiosas de la aristocracia colonial e iglesias barrocas de la costa y la sierra. Una mirada a sus obras permite notar cómo un mismo estilo puede ser percibido de diferentes formas con el paso del tiempo.
La casa Fari en Chosica, diseñada en 1911 por el arquitecto peruano formado en Estados Unidos Rafael Marquina, fue el caso más temprano de neocolonial peruano². Su fachada presentaba un arco en el primer nivel y un balcón de cajón en un segundo nivel de mayor volumen. Su composición y volumetría asimétrica situaban a la casa dentro del pintoresquismo de inicios de siglo, tendencia predilecta en residencias de las clases altas. Lo novedoso de esta era su apropiación de elementos coloniales –balcones de madera tallada y arcos de medio punto– que desde el siglo XIX venían siendo tildados de “antihigiénicos” por las autoridades limeñas³. El pintor y escritor Teófilo Castillo fue uno de los primeros en reivindicar las artes y tradiciones coloniales⁴; no sorprende entonces que él también le dedicase a la casa una acuarela bajo el título de Evocación feliz. Tanto la pintura como la casa se afiliaron a un sentir nostálgico por “la Lima que se va”⁵, tópico presente en la literatura de la época y que respondía a la acelerada modernización de las costumbres y espacios de la ciudad.
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En adelante, construcciones neocoloniales empezaron a poblar Lima, primero a manera de residencias en las afueras, y luego en forma de edificios de instituciones privadas y públicas en el centro de la ciudad.
1. Jorge Francisco Liernur, “¿Arquitectura del Imperio español o arquitectura criolla? Notas sobre las representaciones ‘neocoloniales’ de la arquitectura producida durante la dominación española en América”, Anales del Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas, Buenos Aires, n. 27-28 (1989-91), pp. 138-143/ 2. “Casa de estilo colonial”, Ilustración Peruana, Lima, n. 149 (25 de setiembre de 1912) 3. Federico Elguera, “Construcciones urbanas”, El Comercio, Lima, 31 de octubre de 1903. 4. Entre 1913 y 1920, Castillo publicó críticas crónicas que reivindicaban lo colonial, y ejecutó pinturas de tema colonial. Véase Fernando Villegas, El Perú a través de la pintura y la crítica de Teófilo Castillo (18871922). Nacionalismo, modernización y nostalgia (Lima: Asamblea Nacional de Rectores, 2006). 5. Gabriel Ramón, La muralla y los callejones. Intervención urbana y proyecto político en Lima durante la segunda mitad del siglo XIX (Lima: PromPerú, 1999): 104-105.
El neocolonial resultó atractivo para encargos privados y oficiales debido a que conjugó el prestigio y modernismo de la arquitectura beaux arts con un rasgo de tradición local. En la década de 1920, el neocolonial asumió un carácter nacionalista y criollista. Para entonces distintos intelectuales y arquitectos latinoamericanos –sobre todo en Buenos Aires y Ciudad de México– venían escribiendo sobre el concepto de un “estilo nacional” en las artes de la región, y lo asociaron a formas de coloniales⁶. Adicionalmente, en Lima la cultura visual cobró un énfasis nacionalista auspiciado por el gobierno de Augusto B. Leguía (1919-1930). Tal impulso tuvo como exponente más visible la pintura de tema indigenista, y en la arquitectura se manifestó en el neocolonial⁷.
El horizonte nacionalista del periodo dio lugar al diseño de 1916 para el nuevo palacio arzobispal de Ricardo Malachowski, arquitecto polaco formado en París y entonces director de la Sección de Arquitectos de la Escuela de Ingenieros. La recargada portada y los balcones neobarrocos del proyecto se inspiraron directamente en la casa colonial de Torre Tagle, la cual tuvo un lugar privilegiado en la cultura visual de la época⁸. El escritor Abraham Valdelomar dedicó una crónica al diseño, describiéndolo como poseedor de un “estilo propio” a Lima⁹. La construcción inició en 1917 pero no se concluyó hasta 1924. Durante su inauguración, en el marco del centenario de la Batalla de Ayacucho, un escritor señaló que el nuevo palacio arzobispal era un símbolo de la “reconciliación con el colonialismo hispano”¹⁰. También en 1924 Emilio Harth-terré, primer titulado de la Sección de Arquitectos de la Escuela de Ingenieros, propuso su diseño para reformar los portales de la plaza de armas de Lima, proyecto que no se concretaría sino décadas después¹¹. Desde su puesto en la Inspección de Ornato de la municipalidad, Harth-terré propuso demoler los portales coloniales de piedra y reemplazarlos por edificios neocoloniales de cuatro niveles. El que una reforma implicara la destrucción de edificios tradicionales en nombre de la modernidad no generó controversia durante el periodo. Si bien existió una valoración de la arquitectura colonial, esta estuvo restringida a ciertas iglesias y residencias y dejó de lado construcciones “menores”¹². En ese contexto, se percibió como más importante reformar la plaza, primero porque sus pasajes eran muy angostos para el tráfico peatonal y vehicular modernos, y segundo porque el edificio municipal había sufrido un incendio en 1923¹³. Pese al interés oficial, el proceso padeció numerosas demoras. El concurso público no fue lanzado sino hasta 1939, del cual salió ganadora una propuesta de Harth-Terré junto con José Álvarez Calderón¹⁴. Este diseño fue similar al de 1924, pero presentó molduras y fachadas de decoración más moderada, siguiendo una tendencia de la arquitectura oficial de los treinta. La nueva municipalidad fue terminada en 1944, pero las obras en los dos portales no terminaron hasta 1952¹⁵. Para entonces, el neocolonial no contaba con el mismo prestigio que a inicios de siglo. Tendencias modernistas como el art déco y el funcionalismo habían hecho eco desde los treinta entre el gremio de arquitectos. Adicionalmente, numerosas voces se alzaron contra la reforma de la plaza de armas y contra otros proyectos neocoloniales, acusándolos de “falsear el pasado”. Arquitectos como Luis Miró Quesada Garland y Adolfo Córdova caracterizaron al neocolonial de “anacrónico”¹⁶, “colonialista” y “aristocrático” en artículos y caricaturas. Los alegatos de esta nueva generación de arquitectos lograron sacar al neocolonial de su lugar privilegiado en el medio, a la vez que posicionaron en su reemplazo al funcionalismo. Así, el neocolonial dejó de ser el estilo predilecto para encargos oficiales y tuvo solo décadas después un tímido resurgir en la arquitectura residencial de clases medias y altas¹⁷. La percepción negativa del estilo en la historia de la arquitectura ha llevado al olvido de las pretensiones reivindicativas y modernizadoras que alguna vez inspiró a sus edificios.
6. De los debates de la década de 1910 se derivaron los influyentes Fusión hispano-indígena en el arte (1925) de Ángel Guido y Fundamentos para una estética nacional (1926) de Martín Noel, textos pioneros en la imaginación de un arte latinoamericano/ 7. Para un estado de la cuestión sobre indigenismo y criollismo en el arte y la cultura visual de la primera mitad del XX, véase Natalia Majluf y Luis Eduardo Wuffarden, Sabogal, catálogo de exposición, Lima: Museo de Arte de Lima, 2013/ 8. Resulta difícil identificar un canon de arquitectura colonial en un periodo de exigua producción historiográfica. Es indudable, sin embargo, el lugar de Torre Tagle. Véase “La regia mansión de los marqueses de Torre Tagle”, Variedades, Lima, n. 700 (30 de julio de 1921)/ 9. [Abraham Valdelomar] Conde de Lemos, “El proyecto Malachowsky”, La Prensa, Lima, 11 de diciembre de 1916, p. 2/ 10. “Discurso del doctor Alejandro Maguiña, Ministro de Justicia, instrucción, Culto y beneficencia, al inaugurar el Palacio Arzobispal”. En El Perú en el Centenario de Ayacucho. Recopilación efectuada por la Secretaría del señor Presidente de la República de los discursos pronunciados en las ceremonias conmemorativas (Lima: Editorial Garcilaso, 1924)/ 11. “Por el embellecimiento de Lima”, Mundial, Lima, n. 195 (8 de febrero de 1924): [6]/ 12. Los debates sistemáticos sobre conservación de monumentos históricos no se dieron sino hasta la década de 1940, lejos del contexto local. Véase Françoise Choay, La alegoría del patrimonio (Barcelona: Gustavo Gili, 2007): 10/ 13. José de la Riva-Agüero, “Invocación del doctor Riva-Agüero por la tradición de la Casa Consistorial”, El Comercio, Lima, 9 de noviembre de 1934. Véase además “Embellecimiento de la Plaza de Armas”, Boletín Municipal, Lima, 30 de setiembre de 1938: 29/ 14. “Concurso para la reconstrucción de los inmuebles de la Plaza de Armas”. El Arquitecto Peruano, n. 26 (setiembre de 1939): [49-56]/ 15. Archivo Histórico Municipal de Lima, Obras Públicas, Expediente Letra C, N.° 4444, folio 74. Serie 1, año 1952, primer semestre/ 16. Luis Miró Quesada Garland, “Colabora la Agrupación Espacio. La feria de los balcones”, El Comercio, Lima, 11 de noviembre de 1948, edición de la tarde: 8; “Reformas urbanas para Lima: las plazoletas de la Plaza de Armas”, Espacio, Lima, n. 7 (mayo de 1951): 2/ 17. Luis Rodríguez Cobos, Arquitectura limeña. Paisajes de una utopía (Lima: Fondo Editorial C.A.P 1983): 65-73.