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Música para la Gastronomía Andina Por Miguel Peña Samuel La música y la comida parecen haber sido creadas para complementarse mutuamente. Esa sensual complicidad que se activa al combinarlas ha sido aprovechada por igual para la seducción amorosa, la consolidación de alianzas políticas o en ceremonias litúrgicas, logrando con ello enmarcar y enfatizar el mensaje que se quiere transmitir. Lo efímero que resultan una hermosa melodía y la degustación de un delicioso plato vincula a estas dos manifestaciones del ingenio humano que busca fórmulas para hacer más duradero el goce de ese momento. Encontramos profusa información gastronómica atesorada en textos de canciones de diferentes partes del mundo, lo que se constituye en una fuente inagotable de información para los investigadores. Si bien los documentos escritos se han tenido como una de las fuentes más confiables y apreciadas por los investigadores culinarios, a ellas se han ido sumando la literatura, las artes plásticas, la fotografía o el cine, por citar tan solo algunas, pero hasta ahora la música ha sido un tanto desaprovechada por quienes indagan en el campo gastronómico. El repertorio musical popular venezolano está cargado de claros ejemplos de cómo muchos compositores documentaron en sus obras aspectos de la cultura culinaria de su época, legando a las generaciones futuras información relevante acerca de preparaciones, ingredientes, personajes y lugares vinculados a la actividad gastronómica. Sin ir más lejos, basta con revisar el repertorio de Luis Mariano Rivera (El Sancocho, Cerecita, Guácara); Armando Molero (El cocotero, Todo eléctrico, El limonero); Adelis Freitez (Acidito, El pastelero, Cacho e`vaca); Luis Laguna (La comae Joaquina, Un heladero con clase, SOS) para percatarse de la riqueza en referencias gastronómicas de la música venezolana.
Hace exactamente un año, durante la realización de una investigación que tuvo como objetivo validar el potencial que tienen algunos géneros musicales como fuente documental para el conocimiento de la cultura gastronómica venezolana, me crucé en el camino con dos entusiastas creyentes y practicantes de esta teoría, quienes por vías y motivaciones diferentes habían iniciado un recorrido por la gastronomía andina, cargando a cuestas una maleta repleta de maravillosas historias y hermosas melodías. Desde ese punto de encuentro tuve el privilegio de caminar con ellos hasta llegar a la meta trazada que hoy se materializa en una significativa producción musical en la que se sintetiza un minucioso proceso de investigación y un trabajo de composición a varias manos. En este caso, el proyecto liderado por Freddy Lujano se apoyó en el trabajo de investigación y recopilación de canciones del repertorio popular venezolano que, desde hace más de 20 años, viene realizando Reinaldo Angulo Vivas. No se trató de reunir en un disco algunas canciones de la región andina que hablaran de su gastronomía y costumbres, sino que emprendieron la titánica tarea de componer un repertorio propio, sustentado por una categorización que incluye productos, procesos de elaboración, personajes populares e historias de amor vinculadas las costumbres gastronómicas de los estados Mérida, Táchira y Trujillo. Las letras de todos los temas son de Freddy Lujano quien se valió de una acuciosa investigación documental así como conversaciones con cocineros conocedores de la comida andina, entrevistas con amigos y miembros de algunas familias andinas así como recuerdos y vivencias personales ya que pertenece a una familia proveniente del estado Trujillo.