´ FEDERAL DE POLICIA ´ UNION
ETA, LA HEROÍNA Y EL PLAN MAESTRO ETA asesinó a 43 personas acusándolas falsamente de distribuir droga “del Estado español” en el País Vasco (*) Por Alejandro Gallo
H
ace aproximadamente seis años, un politólogo muy conocido en los medios de comunicación saltó a la opinión pública dando veracidad al constructo conspirativo creado por el independentismo vasco respecto a que el Estado español había distribuido heroína para diezmar el natural potencial revolucionario de la juventud vasca. De ahí que ETA, en defensa de la salud y la moral de esos jóvenes, comenzase a asesinar a los que señalaba como traficantes. En un periódico digital, el politólogo citado enumeró las evidencias que a su juicio sostenían ese plan maestro desde el Estado. Cualquiera que lea ese artículo se dará cuenta de inmediato que lo esgrimido como pruebas, ni eran pruebas ni eran nada.
“El escritor Pablo G. Varela demuestra en su libro la doble moral de ETA; muchos terroristas eran drogodependientes”
En la imagen, el jefe de policía y escritor Alejandro Gallo, autor del artículo
Constructo conspiratorio Las reacciones en la opinión pública no se hicieron esperar, lo mismo que en el mundo de la investigación histórica. El primero que contestó fue el historiador Juan Carlos Usó en su trabajo ¿Nos matan a heroína? (2015), donde buceó entre centenares de fuentes primarias y desplegó un certero catálogo de argumentos, un impresionante cúmulo de hechos, pruebas y sentencias que desplazaron ese constructo conspiratorio de nuevo a la franja lunática de la
Revista de ciencias policiales de UFP
atmósfera cultural, de donde no debió haber salido nunca. Y nos situó que ese constructo conspiratorio por el que se defendía que ciertas organizaciones políticas habían sido derrotadas porque el Estado o sus agencias habían distribuido droga en barrios o ciertas comunidades, tenía sus orígenes a finales de la década de los setenta del siglo pasado, cuando militantes de Black Panthers Party acusaron al FBI de distribuir heroína en los guetos afroamericanos para alejar a la juventud de aventuras contestatarias. Todo se centraba en que desde 1956 hasta 1971, el FBI había puesto en práctica el programa COINTELPRO, para desmantelar aquellos grupos políticos de los dos extremos ideológicos que denominaba antisistema. Entre ellos se encontraban el Partido Comunista de los Estados Unidos (tendencia estalinista), el Partido Socialista del Tra-
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