"Cada año el gobierno mexicano gasta 200 mil millones de pesos para reducir artificialmente los precios de los energéticos. Desafortunadamente, estos recursos no benefician a las familias que más lo necesitan sino a quienes más consumen, que generalmente son los hogares con mayores ingresos y las empresas. Más aún, contar con precios de combustibles bajos promueve el despilfarro, pues induce a las personas a consumir más, lo cual tiene un efecto perjudicial sobre el medio ambiente. Además, gastar este dinero de manera tan ineficiente impide destinarlo a la solución de problemáticas más urgentes, como la educación o la reducción de la pobreza.