El metodo Tomatis

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EL MÉTODO TOMATIS, UNA ALTERNATIVA PARA LOS AUTISTAS Por Tim Gilmor, Ph. D. y Paul Madaule, L. Ps.

Una niña cae dentro de un pozo. No se lastima, físicamente. En el fondo hay comida, aire y hasta un sitio donde dormir. Pero hay muy poca luz en el pozo y es muy profundo. Al principio, la niña grita pidiendo auxilio, pero finalmente se desespera al no ser oída y se queda en silencio. Ya ni siquiera oye los sonidos de las personas que corren por la superficie tratando de rescatarla. El autismo es ese pozo y se ha demostrado que el oído es una cuerda que llega a sus profundidades. Lo que hace el Método Tomatis es tender esa cuerda y fortalecer al niño autista para que pueda subir de nuevo a la luz. En el siguiente artículo podemos ver lo que dicen las madres de tres niños, Peter, Craig y Manuel acerca de cómo el Método Tomatis ayudó a "rescatar" a sus hijos. Los comentarios que preceden a estas tres historias provienen de un artículo que apareció por primera vez en el Newsletter of the Austristic Society of Canadá (Boletín de la Sociedad Autista de Canadá) en julio de 1987. EL METODO TOMATIS es un programa de Estimulación Auditiva desarrollado por el médico francés Alfred Tomatis que se basa en la distinción que existe entre el "oír" y el "escuchar". Oír es una función neurofisiológica; En el escuchar interviene además de esta función, la voluntad de hacer uso de ella. EL METODO TOMATIS se ha utilizado desde hace 40 años en Europa, y en Canadá, Estados Unidos, México, Centro y Sud-América desde 1985, ayudando a niños, adolescentes y adultos con problemas de aprendizaje, lenguaje y comunicación y también a niños autistas. Sólo en el Listening Centre de Canadá de 1986 a 1989 se atendieron con éxito 25 familias de niños diagnosticados como autistas, cuyos síntomas iban de medianos a severos.

El autismo es un "corte" de la capacidad de escuchar. El niño puede simplemente perder el deseo, y poco después, la habilidad de utilizar su oído como instrumento que le permite mantenerse en contacto con su medio ambiente. Esta interrupción del proceso de escuchar puede provocar, más adelante, dificultades en la adquisición del lenguaje y en la habilidad de poner atención y de concentrarse, o bien, trastornos de aprendizaje. Tomatis afirma que el autismo es la forma más profunda de "cortar" el proceso de escuchar. Es la manifestación más pura del "no escuchar". Por medio de sonido, el Método Tomatis simula las etapas principales del proceso de escuchar y de comunicarse en el desarrollo infantil. Los sonidos, tanto musicales como de voces, son modificados por un aparato electrónico llamado Oído Electrónico. El sonido filtrado se transmite por medio de audífonos en forma pulsátil lo que permite que sea procesado aún por el escuchador más reacio. Durante las primeras etapas del programa, el niño oye una grabación de la voz filtrada de su madre (con las frecuencias bajas omitidas) para simular el sonido de la audición intrauterina. Esta etapa se llama fase de memorización prenatal. También se utiliza música de Mozart filtrada de esta manera. Durante esta etapa del programa hemos observado las siguientes reacciones en el niño autista. Al principio, el niño se vuelve emocionalmente más expresivo, se ríe y llora, frecuentemente, por primera vez. También muestra un comportamiento más afectuoso, especialmente hacia su madre. Se dirige a ella con mayor frecuencia, la besa, la abraza y a veces recuesta la cabeza


en su regazo durante largos períodos; sin embargo, quizás todavía no acepta que ella se le acerque, ni recibe sus expresiones de afecto. En niños autistas que no hablan, la vocalización aumenta. Generalmente se presenta en forma de gritos agudos ininterrumpidos. Más tarde estos gritos se vuelven más modulados y se transforman en una especie de balbuceo. El contacto visual aumenta, pero sigue siendo intermitente. La duración de la atención también aumenta. Los padres notan que el niño puede estar sentado durante períodos más largos y realizar con más éxito tareas o juegos sencillos. Los movimientos corporales repetitivos y la conducta auto-destructiva disminuyen. Se observa que mejoran las funciones motoras finas y que el niño maneja mejor las situaciones sociales, incluso las del salón de clases. En lugar de aislarse, comienza a buscar la atención de otros niños tocándolos, mirándolos o dándoles la mano. Los periodos de "retiro autista" disminuyen en intensidad y duración. En el niño autista el escuchar la voz filtrada de la madre provoca un aumento en el deseo de comunicarse. Con la participación activa de los padres se puede lograr aún más. La segunda etapa de progreso se inicia cuando el niño comienza a aceptar la influencia de los demás. Por medio de la asesoría, los padres aprenden la manera de fomentar esta apertura de la comunicación y a responder a las iniciativas del niño. Cada padre o madre posee recursos especiales que pueden acelerar el progreso, una vez que el niño está listo para aceptar la comunicación de ambos lados. Esta segunda etapa es alcanzada más rápidamente por aquellos niños que hablan un poco pero que no utilizan el lenguaje para "comunicarse". El uso del lenguaje se vuelve más adecuado. Los niños comienzan a referirse a ellos mismos y a los demás en términos más personales utilizando pronombres personales ("yo", "tu") o por sus nombres. Responden mejor a los intentos de hacerlos participar en la comunicación "Ahora me mira cuando le hablo, su comprensión ha mejorado mucho"; "Le gusta que su madre le cante mucho más que antes". "Puedo leerle un cuento y ahora ya lo escucha". Cuando resulta oportuno, los niños pueden participar en la fase activa del programa en la que escuchan, y si lo desean, pueden repetir canciones cortas, palabras, o frases. Esto fomenta la vocalización y permite que el niño, al hablar, se escuche mejor a sí mismo. El programa consiste de 150 a 200 horas de estimulación auditiva que se imparten en los centros Tomatis durante un período de seis a doce meses. El grado de progreso varía según el caso. Los signos de mejoría que hemos descrito fueron observados en aproximadamente 80% de los niños a quienes ayudamos. Los resultados son muy alentadores. El autismo es un enigma inquietante que afecta tanto al niño como a toda la familia. En los casos que hemos visto, el Método Tomatis parece resolver algunas partes importantes de este enigma. A continuación presentamos las historias personales de tres niños autistas, tal y como fueron relatadas por sus madres. LA EXPERIENCIA DE PETER Les voy a platicar acerca de mis dos hijos, Peter de ocho años y Jason de seis. Los dos fueron adoptados a los tres días de haber nacido. Peter era un bebé muy grande, y por eso no nos preocupamos de que fuera más lento que lo normal. Sin embargo, a los dos años de edad, su retraso en el desarrollo del lenguaje nos preocupó lo suficiente como para llevarlo a que le hicieran pruebas. Al año, siete meses podía decir palabras y pronunciarlas perfectamente bien, pero las decía una sola vez y nunca más las volvía a repetir. Durante el segundo año de su vida, se sabía todas las palabras de las canciones. Era el único lenguaje que utilizaba. Las pruebas mostraron que tenía problemas de desarrollo con "características de tipo autista". Solía jugar con trompos y se concentraba en las luces o jugaba con las ruedas de los carritos durante horas y horas; y siempre quería estar solo.


A través de un programa del Institute for the Achievement of Human Potential (Instituto para la Realización del Potencial Humano) en Filadelfia, logramos que Peter adquiriera una buena coordinación física, y un muy buen control de su cuerpo. También aprendió a leer y algo de matemáticas. Cuando tenía siete años y medio, Peter había logrado mucho físicamente, pero no habíamos podido mejorar su lenguaje, ni que se diera cuenta de lo que es una conducta adecuada. Me enteré de The Listening Centre a través de una señora y me convenció de que debía ir. Lo que me dijo me hizo pensar inmediatamente en mi hijo más pequeño, Jason, que siempre estaba enojado. Su resentimiento se había estado acumulando durante aproximadamente un año y medio ya que yo siempre estaba buscando ayuda para Peter. Antes de ir envié una carta describiendo los problemas de nuestros hijos. Recibí una contestación muy amable que decía que el programa Tomatis sería muy útil para ambos casos. Como los dos habían tenido un inicio difícil en la vida, podían beneficiarse al revivir de una manera positiva esta etapa de su desarrollo. El primer período de tres semanas no fue nada fácil. Aunque Jason estaba muy contento, Peter se puso muy agitado y molesto. Estaba muy triste y quería llorar. Quería regresarse al hotel y quedarse acostado y llorar. También buscaba afecto de todos. Hacia el final del primer intensivo de tres semanas, los niños pasaron por la fase del nacimiento sónico. Este sonido transformador despertó de nuevo el coraje de Jason; en cambio en el caso de Peter, parece que aliviaba todas sus tensiones. En ese momento noté que hubo muy pocos cambios en Peter. Sin embargo, Jason, después de pasar por las dificultades del nacimiento sónico, dejó de estar tan enojado, y eso fue muy importante. Cuando regresamos para seguir con el segundo intensivo, ya todo fue mucho más fácil para Peter. Fue entonces cuando comencé a ver cambios tremendos en su uso del lenguaje. Tenía mucho más deseos de comunicarse. Ya no quería estar solo y siempre estaba buscando la compañía de otras personas. Comenzó a expresarse mejor, no perfectamente, ni era todavía lo que correspondía a su edad, pero ya decía frases completas y usaba adjetivos y finalmente, comenzó a expresar lo que sentía. Para mí, fueron cambios monumentales, y todos ellos ocurrieron entre la segunda y la tercera visita. Entre el primero y el segundo intensivo había notado muy pocos cambios en Peter. Quizás si lo hubiera pensado más, podría haber dicho que sus ojos estaban más atentos o que él estaba más alerta; pero después de la segunda visita, los cambios fueron muy notables. Ahora, en esta tercera visita veo que hay más adelantos; quiere compartir más lo que está pensando con todos lo que están a su alrededor, y definitivamente ya no se quiere aislar. A diferencia de muchos niños autistas Peter siempre quiso a la gente que lo rodeaba y siempre fue muy cariñoso. Al principio, a medida que iba cambiando buscaba el cariño de todos, pero ahora también quiere compartir algunas de las cosas que obviamente ha pensado. Esa es la diferencia. Ya no sólo es buscar afecto, sino querer compartir las cosas. Ahora ya puede ser un compañero para Jason. La relación del niño con su padre ha cambiado. Mi esposo vino a Toronto para ver que es lo que sucedía, y ahora, en casa desempeña un papel mucho más activo con los niños. Trata de ser el que se encarga de la disciplina y yo puedo dedicarme a darles el cariño que necesitan. Antes, la relación era de un solo lado porque Peter no contribuía nada. Ahora ya comparten más cosas y tienen una relación más íntima, no tan alejada. Peter ya le tiene más confianza a su padre y puede comunicarse con él.


El hecho de que yo haya escuchado el programa para los padres ha sido muy útil. No tengo ni la menor idea de por qué, pero así es, por alguna razón te relaja, te hace sentir todo lo que has estado guardando dentro y luego todo se vuelve más ligero. Una vez que dejas correr las emociones, te sientes mejor. Y así ya estás preparada para soportar otra carga. También las pláticas con Tim Gilmor han sido muy útiles. Me ha aconsejado para poder reaccionar mejor. Jason, por ejemplo, trata de empujarme al máximo, pero ahora sostengo mi posición y me aseguro que él no tenga el control. Lo más importante es que ya no me siento culpable de lo que digo o lo que hago. Tengo el valor de ser firme. Ya terminamos con el tercer intensivo y nos iremos a casa durante algún tiempo. Vamos a tomar seis meses de descanso para ver que cambios ocurren, o siguen ocurriendo. Durante este tiempo trataré de evaluar el tipo de hostilidad que todavía tenga Jason y si es que necesita regresar. Definitivamente traeré de nuevo a Peter. Mientras tanto, me fijaré en los progresos que haga en cuanto al lenguaje, y en sus cambios de conducta. Quiero que esté aún más feliz. De hecho ya está mucho más feliz. La conducta de Peter todavía no es la apropiada para su edad, pero creo que aún es muy pronto para ver esos resultados. Creo que tiene que relacionarse más con más personas para darse cuenta de que lo que él hace no es lo que los demás están haciendo. Su conducta sí está cambiando, pero el cambio más notable es en el uso del lenguaje. Ese siempre fue su mayor problema, la falta de deseo de comunicarse y de compartir. Ahora todo esto es totalmente distinto después de tan solo seis meses. Todos los padres llegamos al programa Tomatis sintiéndonos escépticos. No tenemos ninguna confianza en lo que puede hacer el método, pero estamos dispuestos a arriesgarnos, sobre todo porque sabemos que esto no le puede hacer ningún daño a nuestros hijos. Mi escepticismo ha desaparecido por completo después de seis meses porque realmente veo los cambios. Durante una entrevista, el Dr. Tomatis dijo que en el caso de Peter había un 100% de posibilidad de recuperación. En ese momento me dije a mí misma, "Me conformo con el 50% por ahora", porque me pareció que lo que él decía era una mentira. Te vuelves tan escéptico, y al mismo tiempo quieres arriesgarte. Después de seis meses, cálculo que ya estamos en el 80%, ¡y seguimos hacia arriba!. LA EXPERIENCIA DE CRAIG Tengo dos hijos que nacieron con 16 meses de diferencia. Nuestro primer hijo, Zack, tenía tan solo seis meses cuando me enteré de que iba a tener a Craig. Estábamos recién casados, con casa nueva, bebé recién nacido, los dos trabajando y yo embarazada de nuevo. No lo habíamos planeado así, y por lo tanto, yo estaba muy molesta y enojada. Mi segundo embarazo no fue dichoso y feliz como el primero. Tuve problemas de salud porque tenía el azúcar elevada y problemas de peso, además de los trastornos emocionales debidos a nuestra situación. Recuerdo que hasta la manera en que se movía el bebé dentro de mí era distinta. Era como si estuviera reflejando mi propia angustia. Daba de saltos en lugar de flotar como lo hacia Zack. En el momento en que di a luz, el bebé lloró y lloró y no respondió a mis esfuerzos por calmarlo. Desde entonces supe que iba a ser diferente de mi primer hijo. Yo esperaba que mis bebés iban a disfrutar el estar juntos, pero Craig rechazaba a su hermano cada vez que trataba de acercarse o jugar con él. Toda su actitud era bastante indiferente. No lloraba cuando tenía hambre o cuando estaba mojado. A mí también me empujaba pero decidí que de todas maneras lo seguiría abrazando tanto como fuera posible. Creo que esa es la única razón por la cual Craig es más sociable que la mayoría de los niños autistas.


Fue su retraso en el lenguaje lo que nos llevó a pensar en la posibilidad de que Craig podía ser autista. Cuando a la edad de 19 meses no hacía ningún intento por hablar, busqué la opinión de un médico. El médico al principio, no me hizo mucho caso, pero finalmente arregló una cita para que le hicieran a Craig una prueba de audición. Después nos recomendó una terapia de lenguaje. Para entonces Craig ya tenía dos años y medio. Y no fue sino hasta un año después que el terapista de lenguaje dijo que podía existir un problema más grave. Craig nunca iniciaba las conversaciones, ni siquiera para obtener algo, porque en ese entonces no había nada que realmente quisiera. No pedía ningún juguete en particular. Desde la edad de aproximadamente dos años y medio, hasta los tres, vivió en su propio mundo. Yo realmente sentía que estaba tratando con una persona inexistente, un niñito que vivía en nuestra casa, metido dentro de un caparazón. No tenía absolutamente ningún contacto con otros niños. En realidad, yo era la única persona en su mundo, porque no veía a su padre, y no se relacionaba para nada con su hermano. Para mí era como tener en casa a dos hijos únicos. Craig se portaba diferente con cada uno de nosotros. Con su padre era más dócil, parecía que le hacía más caso, que se comportaba mejor. No había ninguna verdadera interacción, pero aceptaba mejor el control de su padre que de mí. A veces irrumpía en llanto cuando parecía que recordaba algo triste. En otras ocasiones se reía, especialmente en medio de la noche como si estuviera recordando un chiste. Era realmente extraño. Oíamos esos ruidos que provenían de su cuarto oscuro. No estaba soñando, sólo se reía de nada. Craig tenía cinco años y medio cuando llegó a The Listening Centre para que le hicieran una evaluación. Esta fue la primera vez que alguien me dijo directamente cual era su problema. Paul Madaule dijo que era "el clásico niño autista" encerrado en sí mismo, sin permitir que se le acerquen, sin contacto visual, con movimientos repetitivos. Todos los demás me habían hablado con rodeos diciendo que tenía "tendencias autistas". Al finalizar el primer intensivo de tres semanas, Paul estaba tan entusiasmado como yo con los cambios que pudo observar. El cambio que más me impresionó fue que Craig se volvió más afectivo. Comenzó a dejar que lo abrazara y me abrazaba de regreso. Yo pude hablar abiertamente de lo que sentía con Paul, es una persona capaz de sentir una gran comprensión por las madres. Cuando mi esposo estuvo aquí durante una semana, Paul le dijo, "Debes hacer todo lo posible porque la mamá de Craig esté feliz. Si la madre está feliz, el niño estará feliz". Y es muy cierto que Craig reacciona a mis estados de ánimo. Durante el segundo intensivo observé más cambios, y tuve la oportunidad de experimentar cómo era el mundo de Craig. Podía oír la circulación de mi sangre y sin embargo, no podía oír a las personas que hablaban. Paul me explicó que así era como Craig oía. Estaba sumergido en sus sonidos corporales, que lo confortaban. Probablemente se resistiría a abrir su oído a los sonidos exteriores porque en su propio mundo se sentía seguro. Esto me atemorizó, pero así comprendí por qué Craig se resistiría mucho a dejar ese mundo que era el único que conocía. Craig tuvo un ataque fuerte de depresión a la mitad del tercer intensivo, pero esto no pareció sorprender a Paul, dijo que era un signo de progreso, como la oruga que pasa por la etapa de ser crisálida antes de convertirse en mariposa. Craig tuvo que pasar por muchos cambios emocionales y fue muy doloroso. Quería salir, pero se resistía porque se aferraba a su antiguo ser, el autista. Era una lucha tremenda. Cuando nos fuimos de Toronto, después del tercer intensivo, los cambios bruscos en su estado de ánimo habían desaparecido. Todavía hubo momentos en que seguían los antiguos patrones autistas. Ocasionalmente veía venir la tormenta. Entonces lo abrazaba y le decía, "Craig, te quiero, por favor no nos dejes". Después de un rato él me miraba de soslayo y sonreía como si me dijera, "Esta bien, me quedaré si realmente me quieren". Era sorprendente ver que ahora ya podía convencerlo. Nuestro hijo aún no habla, pero hace gestos y ademanes. Me toma de la mano y la coloca


sobre lo que desea, por ejemplo, si quiere salir, la pone sobre la perilla de la puerta. También toma más la iniciativa para demostrarnos su afecto y ya no sólo se conforma con aceptar mis caricias. Desde el primer intensivo me sorprendió cuando llegó a sentarse en mis piernas; ahora me abraza y eso es fantástico. También se acerca a otras personas y las sorprende, a veces porque sus iniciativas son táctiles. Le gusta tocar el cabello rizado y la piel de distintos colores. Tengo que explicarles a los demás que esta es su manera de entablar una amistad. Lo que resulta muy emocionante es la relación con su hermano, al principio Zack se quedó un poco sorprendido cuando Craig se le acercó. Le expliqué que su hermanito estaba cambiando y que quería jugar. Quizás para muchos no tiene nada de especial que dos niños estén jugando en una caja vieja de cartón, pero a mí me encanta oírlos reía y retozar. Hace poco Craig demostró realmente sus sentimientos por primera vez. Había desconectado el teléfono mientras su padre hablaba, e inmediatamente se dio cuenta de que había hecho algo malo. Cuando su padre lo regañó, comenzó a balbucear, e irrumpió en llanto. Esto fue muy bueno porque era la primera vez que mostró que se sentía ofendido. También me dejó que lo abrazara y lo consolara. Ahora Craig realmente está presente. Hay contacto visual que comenzó casi inmediatamente después de que iniciamos el programa y ya entiende lo que se le ordena. Se ríe y llora en situaciones adecuadas y puede sentarse y formar parte de un grupo. Todavía no participa, pero pone atención. También ha madurado en varios aspectos. Se viste solo, está aprendiendo a esperar su turno y pone atención para luego imitar. Ahora siento la seguridad de que se quedará a mi lado en la calle; y ya no tengo que darle la mano constantemente. También yo he cambiado. Estoy mucho más contenta, más tranquila y me he vuelto más comprensiva. Al estar yo contenta, todos los demás miembros de la familia están más contentos. Esto hace que todo sea más fácil. Siento como si hubiera salido de un estado de coma. Diez años de mi vida pasaron en blanco, pero ahora me siento más viva y más capaz. Tengo más energía y mejoró mucho más mi concentración. Hemos estado viniendo a The Listening Centre durante más de año y medio. Esta es nuestra cuarta visita y, a pesar de que quizás tengamos que venir de nuevo, todo lo que me dijeron que sucedería se ha vuelto una realidad. Es como si tuviera un hijo nuevo. Me advirtieron que en el caso de Craig el proceso sería largo, pero lo que me mantiene optimista es la promesa de que realmente hay un niñito normal dentro de ese caparazón. Estamos viendo los cambios a medida que él va surgiendo. Zack está feliz de tener un hermano de verdad, y yo finalmente ya tengo dos hijos. LA EXPERIENCIA DE MANUEL Manuel nació a los seis meses y tres semanas de embarazo con un peso de 1,30 Kg. Al nacer respiró inmediatamente, sin embargo presentó episodios de apnea (olvidos de respiración). Tuvo dos muy prolongados. Estuvo internado en el hospital 49 días y su peso bajó hasta 1,04 Kg Al año dos meses de Manuel nació su hermana (dicen que esto pudo afectarlo psicológicamente). Justo cuando ella nació, él dio sus primeros pasos sólo. Era muy, muy, torpe y generalmente tenía "chipotes" en la cabeza. El grado de hiperactividad que presentaba era impresionante: no podía jugar con ningún juguete ni un solo minuto. Todo tiraba, todo rompía. Era extraordinariamente cariñoso conmigo y aceptaba de buena gana la compañía de mujeres (si estaba yo dentro de su campo visual). Con excepción de su papá y abuelo, odiaba a los hombres. Lloraba y berreaba, si alguno quería acercársele y hablarle, a pesar de verlos con frecuencia.


Mas o menos entre uno y los dos años, no podía dejar de verme un segundo. Si iba yo al baño o a la cocina, él me acompañaba, porque si dejaba de verme lloraba desesperadamente. No obedecía órdenes, a pesar de llevarse manazos por coger las cosas. Le tenía pavor, (cuando digo esto, no estoy exagerando, el niño lloraba, sudaba, gritaba desesperado) a tantas cosas, que era imposible evitárselas del todo, entre ellas: a todos los aparatos domésticos que hacen ruido, (como licuadora, lavadora, etc.) a las "pompitas de jabón", a los elevadores, a una rueda de la fortuna de juguete que tenía una amiga. Continuamente se despertaba atemorizado por las pesadillas que tenía en las noches. Había dos momentos en los que estaba tranquilo: en un columpio de cuerda y cuando tiraba una tapita y veía como daba vueltas balanceándose. Entonces si se carcajeaba para volver a cogerla y darle vueltas y vueltas. Al año ocho meses, Manuel decía palabras complejas y oraciones largas con una pronunciación impresionante. Tenía una memoria prodigiosa: con repetirle un par de veces el Padre Nuestro, él era capaz de recitarlo completamente. A pesar de esto el no comunicaba nada y presentaba una ecolalia muy fuerte. Había poco contacto visual y no respondía a estímulos externos. No jugaba ni se peleaba con otros niños. Decir todo lo anterior, es fácil, pero la vida en nuestra casa era un terremoto diario. No estaba quieto, todo tiraba, todo rompía, no podía ni bañarme en paz, porque a los pocos minutos de dejarlo, se percataba de mi ausencia y empezaba a berrear con todas sus fuerzas. Cuando fui con el pediatra para comentarle estas cosas, él mandó un electroencefalograma y una tomografía. El electro salió inmaduro y con actividad desorganizada, la tomografía fue normal. Como a los dos años de edad, Manuel ingresó para tratamiento en el Centro Tomatis. Recibió de inicio tres semanas de tratamiento al cual le llaman "Fase Pasiva" que según dicen provoca el revivir desde la vida intrauterina y que culmina con el "Parto Sónico". En estas semanas, conforme se acercaba al parto, Manuel estuvo cada día más inquieto. En las noches las pesadillas eran tremendamente angustiantes y día con día aumentaron. Cuando terminó la primera fase del tratamiento, y empezó otras tres semanas de estimulación en la "Fase Activa", los cambios en su conducta fueron impresionantísimos. Como a los tres días, de golpe y porrazo empezó a comunicarse: "Mira mamá esos payasitos jugando" (en un alto en la calle). Esa fue su primera frase comunicativa, y así día con día me hacía emocionarme hasta las lágrimas porque sus avances fueron brusquísimos. El domingo siguiente al inicio de la fase activa, fue la primera vez que logró jugar con un juguete... ¡ y duró 20 minutos con él! Dejó de caerse continuamente al caminar o correr. Si lo llamabas, volteaba. Comprendía todo lo que uno le decía. Recuerdo un día, que no encontraba las llaves de mi coche, mismas que había dejado sobre la mesa. Las busqué durante 30 minutos hasta que se me ocurrió preguntarle a él si las había visto (aún no sabía yo que él era capaz de decírmelo) y me respondió (para mi sorpresa) "en el excusado" y yo le pregunte en cual y me respondió "en éste" y se dirigió a un baño. Al fondo de la taza pude ver mi preciado llavero de cuero. Nunca he metido la mano a un W.C. con tanta alegría. De entonces a la fecha, Manuel ha recibido algunos refuerzos del Método Tomatis, básicamente para ayudarle a mejorar atención y coordinación motriz. Actualmente va a un colegio tradicional y bilingüe. Ya sabe leer y es un niño normal. Su memoria ya no es la de


antes, pero es superior a la de otros niños de su edad. Es un niño inquisitivo, inteligente y con mucha alegría de vivir. Ya no le teme a pequeñas cosas (elevador, etc.) a las que antes no podía enfrentarse. De ser un niño corrido de un Montessori, ahora es un niño feliz y normal con un pequeño problema de coordinación.


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