2 minute read

Un Javier de piedra en Quito

Imagen de san Francisco Javier, tallado en piedra, a la entrada del templo La Compañía, en la ciudad de Quito. Foto: Carlos Julio Cuartas Chacón.

Los turistas que llegan a Ecuador no pueden dejar de visitar los dos sitios más destacados en todas las guías de viajeros publicadas sobre ese país: el monumento levantado en la “Mitad del Mundo”, lugar al norte de Quito, por donde pasa la línea ecuatorial; y la Iglesia de la Compañía de Jesús, construida en el centro histórico, en estilo jesuítico sobre planos enviados desde Roma; que El más célebre de “con su estructura barroca se distingue los hijos de Navarra por la acentuación de la riqueza ornaviste una simple mental, por la decoración lujosa de los sotana, ajustada a interiores y por la fachada cubierta con la cintura mediante abundante decoración tallada en piedra” un cordón, (Quito - estirpe artística y cultural, 2015). acompañada Ciertamente, todo el conjunto arquide esclavina. tectónico y en particular el frontis, “que por su esplendor se ha convertido en un distintivo de la ciudad”, atrapan la mirada de los visitantes. Parados frente a la puerta principal, cruzando la antigua calle de las siete cruces, hoy denominada García Moreno, se puede admirar la “pequeña joya del siglo XVIII, un monumento

carlos julio cuartas chacón* UN JAVIER DE PIEDRA EN QUITO

Con ocasión de la festividad de san Francisco Javier, patrono de nuestra Universidad, recordamos la estatua que engalana la fachada de La Compañía, uno de los principales atractivos de la capital ecuatoriana.

lítico, de gris andesita y labrada en la cantera de la hacienda de Yurac que los religiosos poseían en la parroquia de Pintag” (Quito colonial, 1991). El ingreso a La Compañía -así se le llama al templo- está flanqueado por dos juegos de tres columnas salomónicas, “cuyas espiras dialogan, como una oración encarnada en la piedra”, que recuerdan las pilastras del baldaquino de Bernini en la Basílica de San Pedro en Roma (Tesoros de Quito, 1991). Entre estas y las columnas de estilo romano-corintio que enmarcan cada una de las puertas laterales, se encuentran las hornacinas en las cuales están ubicadas las imágenes de san Ignacio de Loyola, a la izquierda, y la de san Francisco Javier, a la derecha. El más célebre de los hijos de Navarra viste una simple sotana, ajustada a la cintura mediante un cordón, acompañada de esclavina. Sus manos, sobre el pecho, mantienen abierta la vestidura, rasgada por el fuego que arde en su corazón. Esta es una de las más conocidas representaciones de Javier, el universitario de París que logró fijar su mirada en el cielo y se consagró a la evangelización en tierras muy lejanas, con tal celo y entusiasmo que mereció ser llamado “el divino impaciente” (José María Pemán, 1933).

Las obras de la fachada de La Compañía, “relieve de encaje obtenido sobre la dura consistencia del material” (Tesoros de Quito, 1991), iniciadas en 1722, fueron terminadas el 24 de julio de 1765, apenas dos años antes de la expulsión de los jesuitas de los dominios españoles. En este extraordinario retablo de piedra, donde “los indígenas plasmaron el estilo barroco como máxima expresión del arte hispanoamericano” (Quito - estirpe artística y cultural, 2015), sobresale un Javier que en fría piedra nos recuerda cómo fue su apasionada relación con Dios

This article is from: