Revista Código No. 32-2024-I-C

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Codirección General:

Manuel Muñoz, Federico Díaz Duarte

Dirección Editorial:

Manuela Cardozo Arenas, Julia Ramírez De Valdenebro

Coordinadora de Relaciones

Alejandra Toscano Neira

Directora de Diseño Y Diagramación: Ana María Quintero Ramírez

Coordinación de Redes Sociales:

Marisol S. Sáenz, Natalia Jassaii

Miembros del Comité Editorial:

Natalia Matiz Madriñán, Úrsula Díazgranados

Portada y Apoyo diagramación:

Salomón Medina Amaya @saloesundibujo

CONTENIDOS

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EDITORIAL

ARCILLAS ROJAS

TRATADO MICOLÓGICO DE LA NUEVA

TIERRA LAS TRENZAS DE MI MADRE

CABAÑUELAS

VIVIR EN EL CHTULUCENO

PERFILES

POEMA LA LLUVIA DE LA REVOLUCIÓN

PEQUEÑA RECONSTRUCCIÓN DE BOGOTÁ A TRAVÉS DEL AGUA CONTRA NUESTRA PROPIA ÉTICA

ÍGNEO INGOBERNABILIDAD PESQUERA ANTURIO CORAZÓN DE HOMBRE ACABEMOS CON LA JARDINERÍA

RNevista Código hoy presenta una nueva edición que, como siempre hemos buscado, ofrece un coro de voces, de abordajes diversos que se sobreponen unos a otros, tejiéndose de manera orgánica, como enredaderas. Hacer de la palabra y del pensamiento una savia que babea, reconocernos naturales, no desde la ingenuidad, no desde el romanticismo fácil, sino desde el pensamiento crítico, desde la localización de nuestras voces y el ecosistema que genera el entrelazamiento de estas. Como estudiantes y, ante todo, como personas amantes del saber hemos planteado la revista como la búsqueda de una voz al margen del academicismo. Una voz que intenta, desde lo personal, reconocer en los registros marginales la producción hegemónica del saber. Por eso los poemas, los cuentos, las fotografías e ilustraciones, así como los ensayos; lo que presentamos a continuación no solo es una apuesta por la voz sino también por la formación de campos de conocimiento en los que, como estudiantes, participemos, produzcamos y no solo recibamos.

Esta edición contiene en su ser una cantidad de personas dispuestas a repensarse su lugar en el mundo, en el ecosistema; a apostar por la acción que es la palabra incitadora, la palabra críti-

aturaleza Enredaderas: Enredaderas conflicto en

ca y desveladora. El pasto que se asoma terco entre el cemento de la ciudad, la selva incontenible y el hongo indestructibles no son herramientas, son pasos del pensamiento introspectivo y necesariamente colectivo de nuestro hacer como personas producto de este tiempo y todos los pasados y futuros que nos conforman.

En esta edición queremos incitar a lxs lectorxs, más que a una lectura y recepción pasiva del contenido, a una discusión y reflexión que lleven, a su vez, al ampliamiento del paradigma crítico y literario que trata sobre la Naturaleza. Invitar a la construcción de sus propias constelaciones de saber que estén abiertas a nuevas visiones, sin miedo a la contradicción, que al final del día no es más que un paso para la construcción, siempre en desarrollo.

Pensar como las plantas, más allá de una frase bella, es una apuesta por el reconocimiento de un saber nunca estático pero no por eso endeble, uno que se cultiva con cariño y con constancia, con fuerza y suavidad. No se trata de hablar sin saber sino de hablar como la planta que crece, constantemente construyéndonos tallos fuertes, capaces de trasplantarnos y de enredarnos.

Para esta edición, la revista gestionó también la realización de distintos eventos que anticiparon y mostraron la apuesta discursiva que aquí tenemos. Plantamos cerezos silvestres en botellas cortadas junto al grupo estudiantil Escuela de Botánica PUJ mientras recitábamos poesía, en un intento de entender la palabra como semilla. Abrimos espacios de diálogo entre profesores, escritoras y estudiantes, y estamos orgullosxs de haber podido materializar una de estas charlas, enmarcada en la FILBo 2024, en un fanzine que titulamos PENSAMIENTO. Invitamos a revisarlo, disponible en el repositorio, y agradecemos de nuevo a todas las personas que asistieron y se llevaron su edición impresa. Queremos, asimismo, agradecer a todxs aquellxs que escriben con nosotrxs, aquellxs que nos ofrecen su confianza para seguir siendo las páginas donde sus palabras gritan.

Que la naturaleza no deje de sonar.

Nos arrancaron del piso no sé quién ni cómo, y en ese momento dejé de ser [suelo nos lavaron se deshicieron de las piedras que cargábamos dentro nos metieron en una bolsa nos olvidaron en el fondo de un cajón

Un día alguien me arrancó y entonces dejó de ser nosotros

fui untada con agua dulce me moldearon a escondidas en una mesa de granito

Entonces vino la quema me pusieron quietecita en un estante lleno de otras [hijas del suelo y nos prendieron candela nos hicimos duras desde adentro

AR CI LLAS RO JAS

Por Alejandra Sarmiento Amarillo

Nueva Tierra Tratado micológico

Fotografía por ISAELLA BELLO

de la

Los nacidos en el siglo XXI hemos estado escuchando desde siempre que la conexión que existía entre el hombre y la naturaleza ya ha sido destruida. Crecimos viendo imágenes de animales atrapados en pozos de petróleo, de incendios forestales incontrolables, de montañas de basura que flotan en el mar. El concepto del humano que destruye su alrededor está firmemente fundamentado, es innegable; a mayor o menor escala nuestra especie se mete entre los canales verdes de la Tierra para sacar provecho. No parece haber una conexión entre el ser superior y aquello que le sirve, cuando lo natural se vuelve objeto, mercancía, ganancia.

Hablamos entonces de una unión intrínseca de lo humano y lo natural al referirnos a nuestros pueblos indígenas o a los campesinos que trabajan la tierra, como un bastión que permanece ante la expansión urbana y la imposición de ideales centrados en el progreso desmedido e inconsciente de sus consecuencias sobre el ambiente. El hombre de ciudad es precisamente lo contrario, sus pequeños puntos verdes esparcidos por entre el concreto no son suficientes para una relación aparentemente mística con lo natural: este pasará su vida moviéndose entre distintos edificios, respirando smog y llenándose de microplásticos, aunque quizás tenga la oportunidad de ver el cielo lleno de estrellas una o dos veces antes de morir.

Dicho hombre de ciudad, pequeño, común, no puede evitar su naturaleza estéril. La culpa es pequeña o inexistente, él no ha escogido que su corazón lata al ritmo de la producción, que la necesite para sobrevivir. Se le han enseñado los ciclos de la Tierra, pero no los vive; pocas oportunidades tiene para escuchar el sonido del agua en su caudal en lugar de contra las ventanas de su jaula de concreto.

Por más negativa que se vea la realidad o el futuro desde lo urbano, el humano y la naturaleza pueden considerarse inseparables. Lo humano es irremediablemente natural, no surge de lo artificial, sus construcciones y estructuras están hechas a partir de la Tierra y se erigen sobre Ella. Aun en las ciudades más contaminadas del mundo como Lahore, Hotan y Bhiwadi1, todavía se respira aire y la vida prevalece, sea humana o no. Según esto, no sería completamente ilógico pensar en una reconexión, en una recuperación de aquello que parece opacado por las gráficas de destrucción ambiental que se mantienen en rojo.

La posibilidad de revertir el daño parece cada vez más remota. Los puntos de inflexión del planeta llegarán en cuestión de años en vez de décadas o siglos: la temperatura va a seguir subiendo, los océanos se vuelven más ácidos y la atmósfera está cada vez más cargada (BBC News Mundo, 2021). Pensaríamos que, siendo las creaturas con más poder sobre el futuro de la Tierra, la conciencia de nuestra propia extinción nos haría activamente evitarla. Y es cierto, la conciencia ambiental del hombre está más presente que nunca. Pero a diferencia

1Ubicadas en Pakistán, China e India, respectivamente, fueron las ciudades más contaminadas del 2022 según la medición de calidad del aire de IQAir.

Qué nos queda entonces a nosotros, pequeños seres en jaulas de concreto

¿

de otros seres vivos, los humanos somos desiguales, a niveles tan desproporcionados que solo unos pocos definirán la trayectoria y posible restablecimiento de un porvenir para la vida humana en la Tierra.

¿Qué nos queda entonces a nosotros, pequeños seres en jaulas de concreto?

Nada más que una nueva forma de conectarnos. A pesar de todo, el llamado de lo natural resuena en los huesos de todos, como la canción más antigua que una garganta puede producir, o como las huellas rojas en las paredes de una cueva que aún encajan con nuestras manos. Dicha conexión es vital, lo será siempre, y quizás no podamos revertir lo que ya ha sido contaminado —aquello podrido y corrupto no volverá a su estado original, pero la nueva manera de conectarnos con lo que nos nutre será a través de la misma podredumbre. No es algo tan alejado de nuestra realidad y es un proceso que existe en la naturaleza como parte crucial del ciclo terrestre: la transformación desde lo micológico como nuestro nuevo ejemplo y esperanza de conexión con lo natural.

La micología se refiere al estudio de los hongos, los seres clasificados dentro del reino fungi. Es cierto que todo ser vivo tiene cadenas de conexión, el sistema terrestre depende de la interacción entre especies. La razón por la cual los hongos serán el ente reparador de nuestra conexión con lo natural va más allá de su rol en un ecosistema. Sabemos bien que muchos hongos son responsables de descomponer la materia orgánica, asegurando que los cadáveres de plantas y animales regresen al ciclo vital y este no se estanque.

Así asociemos comúnmente la presencia de hongos con lo estrictamente orgánico, esta va más allá de tales limi-

? ”

taciones. El hongo Talaromyces flavus se adhiere a las rocas y comienza a degradarlas mediante ácidos, mientras sus filamentos se meten en las capas para extraer el hierro que contienen (Hand, 2016). La piedra nunca ha estado viva, pocas veces se tiene en cuenta como un elemento del ciclo de transferencia energética de los seres vivos, y sin embargo el mundo mineral se conecta con los demás reinos gracias a hongos microscópicos como este, a través de los cuales el hierro y otros minerales pueden introducirse en la tierra en la que crecen las plantas. La simbiosis del hongo con el resto del mundo es el eslabón que mantiene las fuertes conexiones de la naturaleza, nos demuestra que incluso lo más aparentemente insignificante está inscrito en una red de vida en la Tierra.

Podría ser difícil vernos a nosotros mismos, humanos torpes e ingenuos, en algo tan sublime como la interacción exquisita entre seres, pero debemos recordar que la naturaleza no es ajena al caos. Pareciera hasta ahora que las conexiones naturales son exclusivamente apolíneas en su ser, basadas en el mutualismo absoluto, en un equilibrio delicado, en un orden definido y simétrico de cadenas de relación; y aunque parte de ellas es hermosamente balanceada, el error es profundamente natural.

Lo humano también conoce íntimamente lo equívoco. Los desastres, emergencias y otros hechos desconcertantes hacen parte de la historia terrestre, antes y después del hombre. Si pensamos en nuestro propio rol dentro del sistema natural, volvemos al concepto de nuestro control absurdo sobre la Tierra. El hecho de ser conscientes de la complicada cadena de organismos que rige el sistema vivo nos ha vuelto demasiado arrogantes, y el balance de la naturaleza ha sa-

bido darnos un contrapeso, precisamente a través del hongo.

La mano del hombre ha creado lo sintético, lo artificial, que creíamos demasiado alejado de sus orígenes orgánicos para considerarse parte de la naturaleza. Bien sabemos que el problema más grave de los desechos sintéticos no es que no se degraden, sino que tardan demasiado en hacerlo. Sin embargo, algunos hongos en su tarea de limpiadores nos recuerdan que lo desechable también hace parte del ciclo, aunque esté creado por el hombre. Hongos como Aspergillus terreus y Engyodontium album , que comúnmente se hallan en tierra y plantas, son capaces de biodegradar el polipropileno, uno de los plásticos más utilizados y difíciles de reciclar, ayudando así al estudio de las condiciones en las cuales los desechos plásticos se degradarían naturalmente (University of Sydney, 2023).

E incluso cuando el desastre sobrepasa a los humanos, el brazo armado de la naturaleza se encuentra presente para ocuparse de nuestro error. Es el caso de la planta nuclear de Chernóbil, la cual contiene la llamada “pata de elefante”: una masa extremadamente radioactiva que hace del sitio un lugar inhabitable. A pesar de la escala, de la magnitud de dicho error en nuestra historia, existe una especie de hongo, Cryptococcus neoformans, que crece alrededor de la pata de elefante y reduce la radiación que esta expulsa (Biolabtests, 2022). La existencia de estos organismos capaces de procesar la radiación en sus procesos naturales es una posible solución para la limpieza y manejo de desechos nucleares, cosa que preocupa a los científicos desde hace años.

Lo que todo lo anterior nos muestra en términos de nuestra humanidad en la

Tierra, y el estandarte principal del tratado micológico como nueva fuente de conexión con lo natural, es precisamente que nuestro rol, nuestro impacto y nuestras decisiones nunca serán aisladas. Mientras habitemos la Tierra, no podemos en ningún momento pretender separarnos totalmente de lo natural: lo que sea que creemos, el hongo evoluciona para destruirlo, degradarlo y devolverlo al ciclo. Es el eje fundamental de la cadena, el que mantiene a nuestra especie anclada a su origen, a su responsabilidad, a su hogar. Así nuestra relación con la Tierra esté interrumpida y obstaculizada por lo industrial, lo urbano y lo artificial, hay vida capaz de penetrar en todas esas capas. Quizás una vida microscópica, pero absolutamente vital como hilo conductor para con el ciclo y el sistema natural. Un organismo capaz de sobrevivir a nuestras condiciones más adversas nos asegura que existe la posibilidad de la reconstrucción.

Sobre este mismo aspecto, es clara la importancia de establecer una conexión con nuestro entorno, por más que este se encuentre en condiciones difíciles para una relación tradicionalmente “natural”. A una gran parte de la población humana no le es posible un “détox” de la ciudad, muchas veces cambiar de espacio en la búsqueda de algo más “puro” no es una opción. Los grandes centros urbanos pueden ser tratados como zonas muertas si nos olvidamos de que la muerte, la podredumbre y la descomposición son parte del proceso y progresión natural de la materia; y en cuanto al reino micológico, ese tipo de finales son indistinguibles del comienzo. Los hongos saprófitos son aquellos que descomponen la materia orgánica de organismos muertos como plantas y animales, y son vitales para el buen funcionamiento de los ciclos naturales del carbono, el fósforo y el nitrógeno (Cuevas Moreno, 2016). Así, la relación entre el hongo y su alimento no es en absoluto despreciable, pues las fronteras entre lo vivo y lo muerto se conectan a través de él, que crece de lo descompuesto. Debemos reconocer entonces que, aunque lo que nos rodea no sea verde, no significa que no sea natural, como lo puede ser lo desagradable o lo putrefacto. Hemos visto que la transformación extrema de la materia, hasta el punto de ser irreconocible de sus elementos iniciales, no la desconec-

ta totalmente de su naturaleza. Probablemente encontremos hongos creciendo allí.

Así, la reflexión micológica nos lleva a pensar en esos distintos estados de transformación, que no dejan de estar vinculados con los ciclos energéticos de la Tierra. Todos los productos que consumimos hacen parte de dicho ciclo. Lo que ponemos en nuestros platos para comer, animal o vegetal, alguna vez estuvo vivo y su muerte ahora nutre la vida de nuevo. Así el algodón ya no esté en la planta o la lana en la oveja, la ropa con la que vestimos también viene de algo que posee vida y está conectado con nosotros al cubrirnos. El concreto de nuestros edificios, el pavimento de las calles, el plástico de nuestros empaques, todo viene de lo natural y (probablemente) por acción del hongo volverá a ello; por lo que todo, sin importar su transformación, sigue siendo parte de la Tierra.

Podemos entonces llegar a una grata conclusión. La conexión que tiene el ser humano con la Tierra es indestructible, intrínseca a su ser, vital para su desarrollo. Todo lo construido y destruido se mantiene dentro de las redes de relación de la naturaleza mediante procesos de humanos y hongos, siendo estos un modelo de unión entre especies desde lo vivo y desde lo muerto. El hongo nos demuestra que por más lejos que creamos estar de lo natural, en realidad no podemos nunca escaparlo. Incluso la superficie más hostil puede albergar vida, el error más catastrófico puede empezar a borrarse, a descomponerse.

La presencia del hongo, en toda circunstancia, nos recuerda el origen de nuestras creaciones, nos cura de la arrogancia de pensarnos mejores que la Tierra. El hongo, que construye desde la podredumbre, desde lo imposible. El hongo que no tiene cerebro: no se necesita pensamiento para ser hijos de la Tierra, así como no se necesita estar en lugares específicos para experimentar una conexión con lo natural. La conexión primordial está incluida en nuestro ADN, en cada célula, en cada trazo que somos capaces de producir.

Sin importar el estado, el futuro o la desesperanza en la Tierra, la relación está ahí y puede volverse más fuerte, más resistente, más presente. Solo hace falta aferrarse, como el hongo se aferra a su alimento.

Fotografía por ISAELLA BELLO
CÓDIGO, 2024

Las trenzas de mi madre1

Tengo el cuerpo dividido en ocho campos y este corazón me tiembla…

Cuando tenía seis años, le pedí a mi madre unas chanclas Canchis Canchis. Para un día usarlas yo y al siguiente mi hermana Daysy. Vivíamos en una vereda llamada La Linda. En belleza su nombre no fallaba, desde esa loma alta se lograba ver nacer, encunarse, irse, alargarse y hasta desplazarse el municipio de Mistrató. Lo único feo del nombre La Linda aparece cuando empieza a ser el camino recurrente de muchos ejércitos.

Con la niñez pegada en los caminos, andábamos esquivando charcos, perros bravos y hombres. Mami todas las mañanas mientras nos hacía las trenzas nos repetía lo siguiente: cuando estén rumbo a la escuela caminen en silencio, si escuchan voces de hombres cambien de camino, es decir, trillen monte o escóndanse por dentro de la cafetera. Si ven pasos frescos sean precavidas, alisten el cuerpo y los sentidos, no griten, pero corran. Si por desgracia las ve ese señor con aspecto de vecino digan esto: hermana, sentémonos a esperar a papá, se quedó atrás, el cansancio lo hace lento; asómate a ese morrito y mira dónde viene. Terminaba mami de peinarnos y adentro de las trenzas sus palabras se enroscaban, eran como una suerte, como una protección.

Nuestras tres hermanas mayores actuaban como si fuesen nuestras madres también. Cuando mamá se iba a la cafetera a trabajar parejo con papá, ellas jugaban con nosotras a ese oficio de adultas. Nos cuidaban como mamá, nos castigaban como mamá. Una vez se robaron una cuartillada de café, eso eran como cuatro kilos que separaron de unas arrobas que

papá tenía secando en la casilla. Aunque eso no era mucho y aunque estaba verde, ellas bajaron al pueblo y lo negociaron, fue como un milagro. Hasta mandaron a hacer una complacencia por la emisora local, saludan desde la vereda La Linda, finca La Esperanza, a la señora Margarita Coosio de parte de sus hijas, quienes la complacen con las siguientes canciones: Es mi madre de Jhonny Rivera y Los versos para mi madre de Julio Jaramillo. Ellas pensarían que mamá no tenía cómo escuchar su complacencia, y para bien o para mal, a papá nunca le faltaba en un lado de la cintura el machete colgando adentro de la cubierta, y en el otro lado, con la antena medio salida, el radio negro de marca Sony. Ese día, por desgracia o por fortuna, papá tenía las orejas bien limpias, escuchó con atención de padrastro y dejó salir como una ira delgadita lo siguiente: oíste, mija, ¿esas muchachas de dónde sacarían la plata para esa complacencia? Son cinco mil pesos por canción, esas mujeres son unos diablitos, juuum ni que fuera el día de las madres. Mamá, como marchita por el sol o por el comentario de mi padre arruga el entrecejo, piensa, piensa y vuelve a su movimiento repetitivo, ese de buscar en el copo, debajo y encima de las ramas las cerezas bien maduras de café, darle la vuelta completa a cada árbol para recoger las que están tendidas en el suelo y evitar el vividero de la broca.

Se ocultó el sol indicando la hora de descanso de la familia caficultora. A mi mamá le brotó una vena de la garganta de la ira cuando les preguntó a mis hermanas mayores por lo que habían comprado. Peor fue el asunto cuando ellas respondieron de forma unánime: unas chanclas Canchis Canchis.

1Cuento seleccionado en el Concurso Departamental de Cuento “Cuente pues”, 2023.

Los meses que más nos divertíamos eran septiembre, octubre y noviembre. No anuncian la lluvia, ellos son todos líquidos. En ese tiempo era normal que las cosechas maduraran más rápido. La tierra de los caminos se convertía en un pantano amarillento que tenía la textura de la colada de Bienestarina y sobre la que era fácil resbalar y convertirse en una niña de ocho meses de nacida. Mi hermana y yo bajábamos a estudiar con la esperanza de salvar el año, con el bolsito de flores remendadas, ese que heredamos de nuestras tres hermanas mayores y que tenía flores desteñidas de tanto restregar sobre el lavadero carrasposo. Adentro de este bolso, juuummm ni que hablar, los cuadernos con la carátula del campesino deformada por el agua, o por el precio, o por los trotes, o por el barro. Porque siempre era la misma, en los cuadernos que el Comité de Cafeteros le regalaba a papá a inicio del año, la carátula del campesino siempre era la misma. Junto a los útiles inútiles también el almuerzo tomaba un aspecto de vómito, todo revuelto y con ese olorcito vinagroso. Con tanta lluvia empezaban a escurrir de la mochila condimentos, flores desteñidas, madres preocupadas y rostros de campesino deformado; esto salía y manchaba toda la espalda como tiñéndonos de nosotros, escurría por el uniforme que no podíamos ensuciar. Llegábamos a la escuela el Porvenir y respirábamos como quien se salva de las visitas de la muerte, con la carne envuelta en ese lodo amarillo que muchas veces se tragaban los zapatos.

Pero a Daysy y a mí nos gustaba ir vueltas olores, lluvias, barros y condimentos a clase. Porque la profesora Rosa Elena se derramaba en afectos, preparaba chocolate y nos vestía con la ropa de su hija Natalia, también nos prestaba sus crayolas y podíamos hacer un dibujo abierto. Nosotras siempre dibujábamos el rostro de un hombre que estaba en medio de un largo y solitario camino, donde mi hermana y yo éramos dos gusanos ciempiés con cien pares de chanclas Canchis Canchis tratando de escalar un barranco o de encontrar un hueco como refugio. La profe nos dejaba hacer ese paisaje y no teníamos que explicarle nada. A nosotras nos gustaba llegar chorreando barro a casa en la tarde, cuando en los brazos de mami los truenos, la lluvia y el hombre con aspecto de vecino no representaban amenazas.

El día favorito de nosotras era los domingos, ese día ¡sí que madrugábamos! Papá se iba tempranito para el pueblo y nosotras siempre le decíamos que por favor no olvidara las chanclas Canchis Canchis, que la talla era 28 y que el color no importaba. Daysy encaramada en un árbol de guamas, y yo en

uno de guayabas, para poder ver el momento en el que papá asomaba, apostábamos a la que lo viera primero. Lo reconocíamos desde lejos por el poncho, el sombrero, la estatura y porque el costal se veía lleno. Dibujábamos mentalmente el camino, los giros, las vagas, subidas, bajadas y hasta el lugar que elegiría para secarse el sudor y descansar. Papá llegaba a eso de las nueve de la mañana y nosotras gritábamos ¡allá asomó! ¡yo lo vi primero!, con tanta algarabía que mamá empezaba a alzar el sartén para calentar la manteca. Tendríamos un buen desayuno. Esa idea nos hacía volver agua la boca. Mamá movía los tizones para acosar el fuego, mientras nos iba diciendo: ojalá y a mi viejo le hayan pagado bien el café, porque siempre en la compraventa hay una excusa para pagar cualquier maraña. Ese boca de trocha me cae mal por eso, siempre sale con el cuento de que el café tiene broca, que tiene mucha espuma o que está verde. Así es el cuento con ellos.

Mientras mamá dice esto, nosotras esperamos encaramadas en los árboles a que papá asome, porque él siempre nos trae lenguas, cucas, rollos, pañoletas y hasta chicharrones para comer con leche. A mamá también le lleva cosas, nosotras alcanzamos a desempacar un kilo de carne, dos calambombos y las chocozuelas que todavía están tibias por el calor que se desprende de la espalda de papá. Esa es la carne para añadir a los fríjoles de la semana. Papá también le trae unos gordos y unos huesos más pelados al perro Tony. Pero este domingo es igual a todos los que ya pasaron: no nos compró las chanclas Canchis Canchis.

Recuerdo ese viernes de noviembre, ese viernes del mes de los muertos, ese día que estaba vestido de un color tristísimo, creo que fue por tanto llanto de mamá. Nosotras no presenciamos el agarrón porque estábamos en clase, fue mamá quien contó con un rencor vivito que mis hermanas se habían largado de la casa, que ella sospechaba que se veían con unos cazadores que venían de la vereda El Naranjo. Explicó que esos cazadores, de tanto comer chuchas, gurres, tatabras y guaguas estaban enfermos, que el hombre que usa una escopeta siempre actúa mal porque la pólvora causa en ellos una especie de monstruosidad. Y que esa carne de monte en resumidas cuentas éramos nosotras. Que mis hermanas eran menores de edad y que ellos unos malditos cazadores enfermos, hasta con mujer e hijos en la casa y con la excusa de buscar carne de monte se habían propasado manoseando a mis tres hermanas. Miren ustedes para que aprendan, continuaba ella, también su hermana mayor tenía la barriga llena de huesitos. Yo no le voy a cuidar hijos a ninguna, con la crianza de ustedes tengo suficiente. Se frotaba los ojos mientras clavaba su cara en la selva oscura y espesa.

Ahora entendemos por qué mi madre nunca dejó que nos compraran las chanclas Canchis Canchis.

Pero Daysy y yo nos mirábamos y temblábamos culpando al frío, habíamos visto a papá haciendo oficios adultos con mis hermanas mayores. Era fácil para él porque mamá las mandaba a garitear y ayudaban a empradizar los potreros del frente de la vereda. Recolectaban café y sacaban arracachas para que el arriero las cargara, papá siempre estaba con ellas como buen macho de la familia. Por esta razón, cuando ellas estaban con Daysy y conmigo actuaban como si fuesen nuestras madres también, ellas jugaban con nosotras a ese oficio de adultas. Nos cuidaban como mamá, nos castigaban como mamá. Después de esperar por cinco años seguidos el gran regalo, después de aumentar la talla de los zapatos, mi hermana y yo nos dimos por resignadas. Entendimos que las chanclas Canchis Canchis no nos hubieran protegido caminando estos terrenos, ellas no estaban hechas para estos trotes, donde los pasos se deben dar de prisa, con el mayor silencio, y estar tres meses bajo la lluvia. Las chanclas Canchis Canchis no son para niñas campesinas, porque avisan desde muy lejos con su «canchis, canchis, canchis» que quien va caminando es una mujer. Esas chanclas no sirven ni para soñar, porque en el momento de correr se revientan las correas y entiende el hombre con aspecto de vecino que esas huellas son de una mujer. Lo sabe por el tamaño de sus pies o por el escondite que muestra la dirección de sus huellas. Las chanclas Canchis Canchis no fueron hechas a la medida de una emergencia… Y ahora que crecimos, jummmm ni que hablar, aún estamos con el cuerpo dividido en ocho campos y estos corazones nos queman.

Ahora entendemos por qué mi madre nunca dejó que nos compraran las chanclas Canchis Canchis. Hasta hoy entiendo por qué mi hermana y yo caminábamos solas hasta de padre.

Hasta hoy entiendo por qué mi hermana y yo caminábamos solas hasta de padre.

CÓDIGO, 2024

Mi abuela dice que los primeros doce días de enero predicen el clima de los doce meses del año.

A mí me gustaría creerle, tenerles fe a esas cabañuelas, pero al clima indomable y descontrolado no hay quién lo prediga.

Porque aquí estoy, a la espera de los días fríos, de los cantos de los villancicos y de la compañía de un chocolate tibio.

Pero la espera es intermitente, porque hoy sentí la nevera, La Bogotana, como un pueblo caliente

y al rato escuché un ruido, uno muy fuerte y son las gotas que revientan en las tejas azules de mi casa.

Por eso ya no me fío. Dudo qué ropa usaré, cuándo viajaré y qué planes puedo hacer.

Porque el clima ya no es tan estable como un día fue, pero lo podría ser si fuéramos más humanos.

CA B AÑ U E

Por Valentina Diaz Quiroga

ceno thu Vivir en el Chthuluceno: aprender a llorar-con

“Cuando un perro leal está en duelo, por un humano o por otro perro, lo está porque ha amado”. King (2013, p. 35)1.

1Traducción propia de: “When loyal dogs grieve, for a person
Por Raúl Mateo Bernal Mendoza

El presente escrito tiene como punto de llegada el duelo en los animales como una vía para entender nuestra respons-habilidad en el Chthuluceno. Se quiere resignificar y re-entender la visión de lo humano y lo no humano, tomando la corporeidad y la significación como puntos en común para una relación distinta entre seres en el Chthuluceno. Para trabajar en esta reflexión tendremos tres momentos. Primero, se definirá el Chthuluceno como una era para entender el mundo de modo alterno al Capitaloceno y al Antropoceno, propuesta que se toma de la autora Donna Haraway. Luego, se trabajará el cambio de visión del excepcionalismo humano, situándonos desde el cuerpo con la lectura de Jean-Luc Nancy, y la definición de semiótica de Eduardo Kohn. Finalmente, se ilustrará la reflexión teórica de la mano con Barbara J. King, quien brinda ejemplos de duelos animales.

Chthuluceno: nuevo espacio-tiempo

El Chthuluceno es una era que se presenta como posible en la práctica SF (Science Fiction, Speculative Feminism, Scientific fact, entre otros); la cual se puede entender como una teoría de compost de la autora Donna Haraway –bióloga, científica y filósofa estadounidense–. Para ella, la práctica de la SF es un modo de hacer ciencia, pensar, vivir y morir. Haraway (2019) afirma que el “Chthuluceno es una palabra simple. Es un compuesto de dos raíces griegas (khthôn y kainos) que juntas nombran un tipo de espacio-tiempo para aprender a seguir con el problema de vivir y morir con respons-habilidad” (p. 20). Pero antes de entender el Chthuluceno, veamos por qué la necesidad de este espacio-tiempo que propone la filósofa. Esta era se propone porque nos encontramos en una era geológica denominada Antropoceno y Capitaloceno, la cual amenaza la vida humana desde la destrucción del propio hábitat. Estas eras son propuestas desde la idea de que el hombre y su modo de producción han sido capaces de cambiar la forma de la tierra, de ahí su nombre de Antropoceno y Capitaloceno. Entre otras razones, las eras son el resultado de una visión de mundo y de hombre. Visiones de excepcionalismo humano e individualismo ilimitado (Haraway, 2019) de la filosofía y ciencia modernas. Estas perspectivas de hombre, separado de la naturaleza, han llevado a acciones de producción desmedida, consumo irresponsable de materias primas, quema de combustibles fósiles o explotación animal para alimentación. Como resultado de estas hoy tenemos y vivimos problemas ambientales2. Con las palabras de la autora se puede definir que:

estos tiempos llamados Antropoceno son tiempos de urgencia para todas las especies, incluidos los humanos: tiempos de muertes y extinciones masivas; de avalanchas de desastres cuyas impredecibles especificidades son tomadas estúpidamente como si fueran la ininteligibilidad en sí misma; del rechazo a conocer y cultivar la capacidad de respons-habilidad (Haraway, 2019, p. 66).

Cabe anotar que hay una diferencia entre el Antropoceno y el Capitaloceno. El primero tiene que ver con la idea de que el hombre, refiriéndonos en específico a lo masculino, tiene un

rol especial en el planeta tierra y cree que es el centro. Esto lo lleva a desplazar a la mujer de esa idea de lo humano, y cómo no, a los animales también, sin mencionar a otros seres. Aquí se juega el excepcionalismo del hombre, junto con la razón, la cual tiene un papel preponderante en esta visión. En cuanto al Capitaloceno, basado en esta idea antropocéntrica, genera un modo específico de producción y relación con otros. Desde la quema de combustibles fósiles, llegando a las diferentes “redes que conectan azúcar, metales preciosos, plantaciones, genocidios indígenas y esclavitud, con sus innovaciones laborales y sus desplazamientos y recomposiciones de bichos y cosas barriendo a trabajadores humanos y no humanos de todo los tipos” (Haraway, 2019, p. 85).

El Chthuluceno se presenta como una lugar para seguir con el problema, es decir, no se tiene como objetivo solucionar el problema ecológico de una vez por todas, sino trabajarlo, pensarlo y responder a él desde una forma distinta. El Chthuluceno parte de la idea de que los seres que habitan en este tiempo-espacio están conectados unos con otros, por lo que han de estar enredados de múltiples formas. La autora lo expresa así: “los seres tentaculares crean sujeciones y separaciones, cortes y nudos; crean una diferencia; tejen senderos y consecuencias, pero no determinismos; son abiertos y a la vez anudados, de algunas maneras y no de otras” (Haraway, 2019, p. 61). Estos seres tentaculares que habitan

2 Baste mirar las noticias climáticas. Huracanes, tormentas tropicales, inundaciones sin precedentes en distintos países. Por estos días (octubre - noviembre de 2022), tanto Australia como Estados Unidos, sin mencionar la realidad de Colombia, están viviendo tormentas e inundaciones, ejemplos de países ubicados en hemisferios distintos. Un ejemplo australiano: https://www.abc.net.au/news/2022-11-13/heavy-rain-could-bring-more-flooding-tovictoria/101648006 Un ejemplo estadounidense: https://edition.cnn.com/2022/11/13/us/florida-evictions-hurricane-ian/index.html

CÓDIGO, 2024

el Chthuluceno son lo que hoy pensaríamos desde microbios, hasta redes académicas y científicas. Por estas relaciones tentaculares la era del “Chthuluceno en curso es simpoiética, no autopoiética” (Haraway, 2019, p. 63). La creación es una que se hace entre varios individuos, y que permite la apertura entre estos seres, además de dar la posibilidad de tener “transformaciones […] para vivir y morir bien” (Haraway, 2019, p. 97). Para esta creación común –simpoiesis–se ha de cultivar la respons-habilidad. En el lenguaje de la autora, esta se puede entender como responder con otro ser a la realidad, teniendo en cuenta las habilidades mutuas. En el Chthuluceno es la capacidad de hacer-con, pensar-con, responder-con, vivir-con, morir-con. Ya que, si bien como humanos hemos gestado el Capitaloceno y el Antropoceno, podemos pensar el Chthuluceno con otros. Quizá responder-con los seres no humanos sea el cambio radical para tener respons-habilidad y hacerle frente al Antropoceno y Capitaloceno.

Lo común, cuerpo y significación

La pregunta que sigue a la propuesta del Chthuluceno podría ser: ¿cómo entendemos a los seres humanos y a los seres no-humanos? Para el propósito del presente escrito se acota la pregunta a: ¿cómo podemos entender a los animales? Ya que, si la idea es responder-con, debemos plantearnos cómo entendemos –vemos– a aquellos con los que queremos responder. Entender cómo vemos a los animales puede ser un primer paso. Lo anterior suponiendo que los animales pueden darnos pistas para empezar a tener respons-habilidad, ya que son quizá los seres que pueden interpelarnos más fácilmente.

Para esta tarea se tomará de un modo amplio y breve el pensamiento de Eduardo Kohn. Este antropólogo ve a los animales desde lo que pueden tener en común con nosotros y no desde la diferencia. Pensar desde lo común parece ser un ejercicio que puede ser más rico que pensar desde la diferencia, ya que puede llegar a sorprender cuánta similitud hay. Lo primero que podríamos señalar en similitudes con los animales es que tenemos cuerpo, punto en el cual Kohn no se detiene mucho e incluso parece estar en desacuerdo. Afirmará que: “lo que compartimos con los seres vi-

vos no humanos, entonces, no es nuestra corporeidad […] sino el hecho de que todos vivimos con y a través de signos” (Kohn, 2021, p. 13).

Teniendo en cuenta los planteamientos de Kohn, y contrastándolos con el pensamiento de Jean-Luc Nancy, se puede hacer un ejercicio de desantropomorfización de lo corpóreo. Además, el cuerpo es una situación que podemos reconocer como propia de los seres vivos: alude a lo que puede estar vivo. Pensando en los animales, por simple que sea el animal, lo podemos reconocer o imaginar a partir del cuerpo. Ahora, siguiendo al filósofo francés Jean-Luc Nancy, diríamos que el cuerpo es un ser expuesto: expone al ser. Ser cuerpo expuesto significa que se da un sentido a la existencia y lo expone (Nancy, 2003), hay una dirección en la que se muestra el ser con el cuerpo. Un común denominador entre el animal y lo humano es la situación corpórea. Ambos tienen un cuerpo, un ser y un sentido, algo quizá obvio, pero importante recordar para empezar a ver de modo diferente a los animales. Agregando a lo anterior, Nancy (2006) plantea que:

la impresión de que el mundo permanece pese a todo esencialmente como en “el mundo del hombre”: no es tal, en efecto no es el mundo de los hombres sino en cuanto es lo no-humano a lo que lo humano se expone, y que lo humano expone a su vez (p. 34).

Se entiende que el humano está expuesto al mundo, pero también recibe su exposición. En las palabras que hemos manejado hasta ahora formularíamos cómo el cuerpo humano se expone a los animales y los cuerpos animales se exponen al cuerpo humano. Con ello hay una relación del mundo que descentraliza a lo humano. No es el mundo del hombre, sino el mundo de los cuerpos. Si compartimos situación corpórea, entonces, qué más podemos compartir con los animales. La respuesta con Kohn sería la significación o la semiótica del mundo. Para nosotros, la significación está en simultáneo con el cuerpo.

Para el antropólogo Eduardo Kohn, los animales –como los bosques– son capaces (tienen la habilidad) de representar el mundo, pero “no quiere decir que necesariamente lo hagan como nosotros” (Kohn, 2021, p. 2). Los seres que están en el mundo tienen cuerpo y con ello podríamos decir que tienen la

capacidad de interpretar el mundo. A aquellos capaces de hacer esta interpretación, Kohn los denomina como selves, o sí-mismos, que tienen la habilidad de reconocerse y reconocer a otros. Los animales parecen ser un gran ejemplo para ello. Kohn ilustra lo anterior con la idea que tienen los runas3 de los jaguares. Los jaguares a quienes se les devuelve la mirada reconocen al que mira como un otro, como un alguien, por lo que no atacan. De no llegar a ver esa mirada interpretan que es una presa. Por ello se debe dormir boca arriba: para devolver la mirada al jaguar y no ser presa de este (Kohn, 2021).

Kohn postula que la capacidad de representación se puede entender desde los seres no humanos, siempre y cuando seamos capaces de deslindar la idea de representación del lenguaje humano. Para ello se sirve de la teoría de Charles S. Pierce de la representación en la cual se encuentran los íconos, los índices y los símbolos. El ícono tiene cosas similares a lo que representa. El índice se ve afectado, o tiene relación, con lo que representa. Y el símbolo es arbitrario y hay consenso para su interpretación. Para el antropólogo, los humanos “compartimos estas otras modalidades semióticas [íconos e índices] con el resto de la vida biológica no humana” (Kohn, 2021, p. 12). De esta manera los seres vivos tienen capacidad semiótica. Claramente afirmará Kohn (2021): “la vida es constitutivamente semiótica. Es decir, la vida es en su totalidad el producto de procesos sígnicos” (p. 13). Comenzar a ver a los demás seres como seres semióticos parece ser un paso en el Chthuluceno, ya que podríamos pensar en la pregunta de cómo responder-con. Ver a seres capaces de significar puede llevarnos a ver seres con los cuales responder, seres que nos pueden enseñar o mostrar formas de estar en el mundo.

Hasta aquí se podría afirmar que ver a los animales como seres corpóreos nos abre la posibilidad de pensarlos con capacidad semiótica, la cual a su vez abre la puerta claramente a que podamos responder-con estos seres en el Chthuluceno. Haciendo eco con Kohn (2021) se tiene que “entender la relación entre formas de representación distintivamente humanas y estas otras formas es clave para encontrar una manera de practicar una antropología que no se separe radicalmente a los humanos de los no-huma3 Comunidad indígena en la que Kohn hace el estudio antropológico de su libro Cómo piensan los bosques.

nos” (p. 13). Así entonces lo que podemos hacer es mostrar un ejemplo, no muy lejano, de cómo es posible empezar a responder-con o acercarnos a una antropología no humana.

Llorar los unos a los otros

Para lo anterior, Barbara J. King mostrará el duelo en los animales y se hará uso de esto para mostrar que es posible interpretar el mundo-con, para hacer de este tiempo y este espacio un Chthuluceno. Ya hemos desenmarcado el excepcionalismo humano en dos formas, en lo corpóreo y en lo semiótico. Junto con este último queremos desenmarcar el duelo como un comportamiento humano y ver que los animales también viven duelos. Esto nos invitaría a asumir una postura de comunidad con aquellos que no son de nuestra especie, con no humanos. Barbara J. King, en su libro How animals grieve, nos muestra algunos ejemplos de animales en duelo, pasando por gatos, perros, conejos, elefantes, entre otros. Aquí retomaremos un duelo entre animales de la misma especie, conejos, y un duelo interespecie, entre una elefante y una perra.

Barbara J. King defiende la postura de que los animales viven el duelo (grief), ya que reconoce que algunos animales lloran la muerte (mourn) de sus amigos, familiares, o compañeros. El duelo es indicado por comportamientos que muestran el estado emocional del animal (King, 2019). Pensando con Eduardo Kohn se podría formular que los animales interpretan la muerte de los seres que los rodean, y tienen una respuesta en su comportamiento frente a ello. En una descripción del duelo animal, a propósito de conejos, King (2013) relata que después de la muerte de su compañera Lucy, Vicent “cayó en una suerte de estado de depresión que sonará familiar: él dejó de comer y se negó de dejar su ‘condominio conejuno’. Dentro de esa casa, él se sentaba en el lugar preferido de Lucy y no hacía mucho. El vigor que había mostrado cuando jugaba con Lucy estaba completamente ausente”4 (pp. 46-47). Con ello estamos viendo cómo el conejo –self– que vivió la muerte de su pareja vive unos días de duelo. En la documentación, la autora se apoya en una comparación de antes y después de la actitud del conejo para argumentar que puede interpretarse como un duelo.

Pero quizá ante este comportamiento se pueda argumentar que el duelo solo se vive en relación con la misma especie, objeción sobre la cual queremos trabajar y que la propia King niega. Ella trae un ejemplo de duelo interespecie, en el capítulo titulado “No boundaries. Cross-Species grief” del libro arriba mencionado. Acá se narra el duelo de una elefante, Tarra, hacia su compañera Bella, una perra. Dentro del santuario de elefantes de Tenessee, Tarra y Bella compartían el tiempo juntas. Un día Bella apareció muerta, presuntamente asesinada por coyotes. Tarra fue quien la descubrió y movió el cuerpo de Bella cerca al granero, aparentemente para que las personas encargadas sanaran las heridas de esta. Una vez los guardianes se hicieron cargo del cuerpo de Bella, Tarra no mostró interés, ni siquiera en el momento del entierro. Sin embargo, al día siguiente se descubrió que Tarra había visitado a Bella en su tumba por una huella de elefante y heces fecales frescas cerca de la tumba (King, 2013). El cuidado de Tarra

4Traducción propia de: “he fell into the sort of depressive state that will by now sound familiar: he stopped eating much and refused to leave his ‘rabbit condo.’ Inside that house, he sat in Lucy’s preferred spot and did little else. The vigor he had shown playing with Lucy was completely absent” (King, 2013, pp. 46-47).

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hacia Bella, tanto en el hecho de mover su cuerpo a un lugar donde cuidaran de ella, como en la visita a su tumba, muestra una interpretación que hace la elefante. Cuida de una amiga y compañera, se aflige por ver lo que pasa con el cuerpo de esta y llora su muerte. Muestra un comportamiento interespecie de cuidado y atención, con sus límites. Pero nos resulta interesante, ya que destruye preceptos antropomorfizados de la vida y de cómo nos relacionamos los unos con los otros. Creemos, en conclusión, que el duelo que muestran los animales nos reporta un comportamiento que puede cuestionarnos sobre cómo estamos viviendo la muerte de otras especies con las que compartimos la vida. Es decir, el duelo animal invita a pensar si acaso se está, estamos, permitiendo tejer la vida en el Chthuluceno, o si estamos pensando que somos el centro del mundo en el Antropoceno. La misma Haraway (2019) recordará que “la aflicción por la muerte es un sendero hacia la comprensión del enredo de vivir y morir; los seres humanos deben afligirse con, ya que estamos dentro y somos parte de esta tela del deshacer” (p.71). Por lo que vivir en el Chthuluceno es una apuesta por vivir-con, que inmediatamente nos hace afirmar cuidar-de. Hasta aquí se vio que ante la emergencia del Antropoceno y Capitaloceno se pueden encontrar respuestas para seguir con el problema siempre y cuando se tenga la capacidad y disposición de pensar junto con las especies con que compartimos la vida. Para esto, verlas como iguales, seres con cuerpo y seres semióticos, es indispensable. Abrirá la puerta a percibirlos como seres que viven y mueren como nosotros, y son capaces de llorar por quienes han sido compañeros de vida, como nosotros. La vida en el Chthuluceno será posible si nos dejamos conmover por estos comportamientos, y nuestra vida como raza se verá enriquecida y quizá prolongada.

Fotografía por REBECA HERNÁNDEZ

Fotografía por EMMA PY

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APor Manuela Cardozo Arenas

Alguna vez, mientras merodeaba por su finca en “Villavo”, probablemente con un tinto en una mano y un cigarrillo en la otra, C salió de su cuarto a ver tortugas rondando por la casa. Otra vez fueron “monitos chiquitos,” como dice él, subidos en los árboles. Alguna otra, lo que vio fue a sus seis perros gigantescos deambulando los perímetros del muro de ladrillo.

La cosa es que, sin importar el día, la exuberancia y riqueza de la finca siempre están presentes, desde el momento en que C gira la perilla de la puerta. Panorama diferente al que se ve desde la ventana de su casa que saluda a las grandes avenidas, a menudo congestionadas, de Bogotá, al ruido de los carros y el smog de la ciudad. No, en Villavo C puede hacer lo que la ciudad no le permite, desde dormir grandes cantidades de horas hasta escuchar los ritmos de vida que su cuerpo le exige. Diferente a lo que la biología demanda en Bogotá, donde Tik Tok, WhatsApp y el estrés universitario se apoderan de las horas del día. Distante, todavía más, de lo que le exigía viviendo en el llamado “primer mundo”, léase Frankfurt o Madrid. Pues, como dice él, tres naturalezas distintas requieren tres ritmos de vida diferentes y tres ensamblajes únicos.

C nació en 1999, entre el limbo de una generación y otra, no del todo Generación Z ni tampoco Millennial. Creció en Bogotá, en un colegio gomelo donde en vacaciones sus compañeros anhelaban el paisaje parisino o castellano. Mientras, C convivía con el del Huila. De niños a cosas de niños, la vista de Europa o Estados Unidos, en su momento, le parecía mejor que la de un departamento colombiano. Hasta que él mismo vivió el panorama alemán y español. Entonces el banano subió de precio, el mamoncillo no se encontraba y los bosques, antes húmedos y tropicales, se tornaron en pinos o se encarnaron en paseos por el Parque del Retiro.

De ser un bogotano, pasó a ser relacionado con lo exterior. En los ojos de los demás su cuerpo era símbolo de la naturaleza mágica y las mariposas amarillas con las que a menudo se describe Colombia. Él era consejos de ecoturismo o conversaciones sobre el Amazonas. En los ojos propios, veía el impacto de las “ciudades viejas” y de un campo “industrializado” en el paisaje.

En Madrid vivió en un barrio obrero, levantándose al sonido de los “chinos de al lado”, los buses y los carros; en Alemania habitó un pueblo chiquito rodeado de bosque por el que resonaban sus pasos al pisar el asfalto.

En Bogotá vive con los cerros, los carros, los trancones y los pájaros que en las mañanas cantan a la ciudad.

Villavo aún lo habita. Lo vive en las noches de lluvias. Cuando se va la luz y, en medio de la penumbra, él se sienta a ver el agua caer sobre las baldosas terracota. A sus pies, sus seis perros mojados.

E“En diez años me imagino conociendo el mundo, porque fue el mundo que desde el inicio me negaron”. Esta fue una de las respuestas que M ofreció a mis extravagantes preguntas. Una respuesta extraña y frankensteana a mis oídos, porque a una mujer cuya pasión es el campo y el desafío de las fronteras no me la hubiera imaginado definiendo el cultivo como su jaula.

M nació en el campo colombiano y se crió en una finca cafetera. Creció en una familia de siete. En una hectárea de tierra que vivía de los ciclos de café que ellos cuidaban y aguardaban. A tiempos del día recogía semillas y a tiempos escribía; una soñada lectura en una familia que la impulsaba a estudiar agroindustria, a industrializar la tierra y tornar las imágenes de sus poemas en maquinaria y producción. Porque, como dice ella, en lo rural si sales a estudiar no es porque te gusta, es porque vas a conseguir plata. El problema radicaba en que sus ojos cafés no veían la tierra con ojos de capital, sino de poeta.

Dejando Risaralda atrás, se trasladó a la cumbre capitalina para estudiar literatura. Dejó los cultivos de café estancados en el suelo y los jardines de plantas medicinales que su madre cultivaba para los cólicos. Bogotá al principio la agobiaba, no tenía sus árboles terapéuticos y no tenía conocimiento de dónde venían las plantas que la nutrían a diario. Pero con el tiempo los ojos tornaron de los edificios a los árboles junto a ellos, a los montes, a su árbol de Cannabis y los pajaritos que se escuchan cantar desde su ventana. En la ciudad encontró un espacio donde convivir con la naturaleza. Poco a poco armó un cultivo literario y natural que no la anclaba al suelo y a la cosecha. Una naturaleza viva y en movimiento.

Fotografía por ISAELLA BELLO
CÓDIGO, 2024
Ilustración y Poema por Tatiana Ortiz
CÓDIGO, 2024
Ilustración y Poema por Tatiana Ortiz
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“Y así dura bastante tiempo cae sobre mi ciudad nadie la puede frenar ella sola parará unos la bendecirán a otros les dará igual pero a algunos les hará daño mucho daño les hará”. -De Lluvia de Franco de Vita.

La lluvia y las cenizas de la de la negligencia revolución

Ya se cumplen casi 25 años desde que, el día del referéndum constitucional de 1999, el presidente electo Hugo Chávez citó la famosa frase de Simón Bolívar, “si la naturaleza se nos opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”, a raíz de la catástrofe de Vargas, el mismo día de la votación por la constituyente. Mientras Chávez estaba dando discursos en plena radio nacional, promocionando su plan político, los cerros que estaban alrededor de la ciudad de Vargas se caían encima de los hogares, las piedras acompañando a la tierra convertida en lodo, causando numerosas pérdidas cuyas cifras siguen siendo desconocidas hasta hoy en día.

El pueblo venezolano considera esa coincidencia entre la catástrofe natural

y la constituyente de Chávez como un “mal augurio”: mera superstición inmersa en el imaginario de las personas que vivieron en Venezuela antes del siglo XXI y han visto las consecuencias de la revolución chavista en el país. Muchas veces se oye decir que “Vargas nos advirtió de lo que estaba por venir”: una hecatombe que abriría el milenio y empezaría la destrucción del país en otras áreas como la económica, social, política y cultural.

Todo ciudadano reconoce que ese día hubo un cambio en la sociedad venezolana. Además de los aires de revolución del Partido Socialista Unido de Venezuela, el deslave, conocido como uno de los grandes “desastres naturales” del territorio venezolano, tuvo los mismos efectos de ruptura por su impacto en la

vida de las personas. Así lo explica el reconocido sociólogo Russell Dynes: “Los desastres parecen contradecir la rutina de la vida social, crean caos y desorden, destruyen la estructura social y sustituyen el orden con desorden” (Thomas cita a Dynes, 1993). Lo destacado en la cita anterior es que cada desastre tiene la capacidad de romper con la cotidianidad determinada de un país específico, pero los desastres naturales también son fenómenos que homogenizan experiencias entre distintas naciones: “De esta manera, estos eventos se transforman de desgracias aisladas, idiosincráticas y no sociales, para convertirse en verdaderos fenómenos sociales de importancia, con patrones compartidos y significativos para avanzar el conocimiento sociológico” (Thomas cita a Dynes, 1993). Te-

niendo en cuenta esto, la naturaleza cumple un rol dentro del estudio de la sociedad de un determinado período histórico. En el momento específico a analizar, es decir, el deslave, se da cuenta de una ruptura de lo que había sido una Venezuela que parecía incapaz de ser alterada: Rafael Caldera, del partido socio-cristiano Copei, apenas había terminado su período que sería seguido por una persona que él mismo había mandado a sacar de la cárcel en 1994. En 1999, Hugo Chávez cambiaría paradigmas y se convertiría de exconvicto a presidente de la nación.

La canción de Franco de Vita nos da un vistazo a este acontecimiento en una nación que recién comenzaría a decaer. Franco no nos da un mensaje de optimismo como si fuera una famosa balada a la esperanza al estilo Wind of Change de Scorpions. La canción refleja el transcurso de una persona durante el diluvio, de comienzo a fin, describiendo lo que ocurre en el cielo y en la tierra: “Ese trueno anuncia la lluvia / las palomas se refugian / luego de volar muy libres / dando vueltas al campanario. / El cielo se torna oscuro / y de repente por el Este un relámpago / y se sabe qué tan duro será el trueno” (Vita, 1999). La canción empieza por demostrarnos que antes de la lluvia primero fue el trueno que alarmó a la gente del pueblo. El trueno, la señal, la alarma, ese sonido que notifica que tu día capaz se verá arruinado por la lluvia que caerá o por el trueno que te despertará en la madrugada. El trueno en la sociedad venezolana era el llamado de atención sobre Chávez por sus supuestas intenciones políticas y económicas. Más de una vez se ha escuchado a las personas de las generaciones del segundo mediado del siglo XX decir: “¡¿Qué comunismo?! Si Hugo estuvo metién -

“la naturaleza cumple un rol dentro del estudio de la sociedad de un determinado período histórico.”

por Isabella Bello

doles coba a las empresas privadas de que les iba a dar no sé qué”; “Ese sinvergüenza solo quería robarse esa plata y seguir en el poder cuanto pudiera, y eso que prometió y le juró al país que no lo haría nunca”. O acerca del deslave: los ingenieros le decían que evacuara a la gente de Vargas y que cancelara la votación de la constituyente, a lo que Chávez dijo que no, que seguiría con lo planeado. Más que simples prejuicios, estereotipos y expresiones ideológicas, lo importante a recalcar de estas asimilaciones es darse cuenta de los patrones: la constituyente de Chávez –que contenía una nueva legislación que lo iba a mantener en el poder por más años de lo anteriormente permitido –y el deslave, unidos, se vuelven parte de algo más grande: el desastre de la nación entera. Por ende, dígase que en Venezuela ha estado lloviendo por casi 25 años. Un país que hoy en día sigue dentro del desastre ahora vive acostumbrado a él. Subsumida en una gran pobreza, la gente, como dice la canción, mira hacia el cielo sin un techo encima y no le queda más remedio porque vive acostumbrada, y al parecer la nube negra nunca termina de moverse.

Entonces, ¿cómo ampliar la significación del deslave de Vargas-constituyente de Chávez hacia otro plano? ¿Cómo ver la naturaleza y la sociedad como un tejido que se comunica y hasta se entrecruza? Los patrones nos siguen hasta el territorio colombiano. Noviembre fue el mes más difícil para Colombia en 1985, cuando seis días antes de la tragedia de Armero, en Bogotá, el Palacio de Justicia estaba pasando de manos del Estado a las del M-19. La diferencia con Vargas es que acá el desastre social y político fue la señal del desastre natural: del 6 al 7 de noviembre el Palacio de Justicia fue zona de guerra

Fotografía

“en Colombia todavía caen las cenizas del Nevado del Ruíz.”

entre los guerrilleros y el Estado. La institución se estaba convirtiendo en ruinas por la balacera y los tanques del estado que disparaban y dañaban la estructura del edificio. Los motivos del ataque fueron los intentos fallidos del presidente Belisario Betancur de establecer diálogos con los grupos guerrilleros y, además, la muerte de numerosos líderes de dichos partidos durante los años anteriores al 85; es decir, el país sufría una polarización casi asesina. Nadie se hubiese imaginado que siete días después, en la mañana del 14 de noviembre, el Nevado del Ruíz y el río Lagunilla expulsarían materia que sería letal para la civilización de Armero. Una tragedia social y política precedió a una nueva tragedia que para ese entonces iba a ser natural. Algunas fuentes1 indican que la explosión del Nevado fue causada por un descuido en los métodos de predicción de la actividad del volcán, pero la causa de las pérdidas de vidas humanas se le atribuye al presidente al que una semana atrás el M-19 estaba intentando sacar del poder. El pueblo colombiano conserva en la memoria el recuerdo del incumplimiento de la promesa de la administración de este presidente de sacar a las personas atrapadas de los escombros producidos por el desastre natural. En la toma de decisiones, Betancur y Chávez minimizaron el poder de la naturaleza. El primero, que prometía que en su gobierno “no se derramaría ni una sola gota de sangre”, se resignó a irse como el culpable de las muertes en Colombia durante esos años. La explosión del Nevado pudo demostrarle al pueblo lo incapaz que fue Betancur de cumplir su promesa inicial de gobierno. En ese período de siete días se vieron las dos caras del presidente: la del represor extremo y la del negligente soberano.

Pero, volviendo a la problemática inicial, ¿acaso seguimos en los tiempos de Armero? Un país que todavía sufre por una devastadora polarización, por violencias sistemáticas que terminan en el derramamiento fútil de sangre inocente, por desafíos de la naturaleza y por ser incapaz de percatarse de que capaz los desastres naturales nos mandan un mensaje sobre nosotros mismos. Yo digo que sí, que en Colombia todavía caen las cenizas del Nevado del Ruíz.

1. Usma, L. (2022, noviembre) Armero: se cumplen 37 años de la tragedia volcánica que Colombia nunca olvidará. El Tiempo.

Pequeña reconstrucción de Bogotá a través del agua y por qué es necesario su cuidado

El territorio en donde hoy se levantan Bogotá y su sabana era, hace unos 10 mil años, un gran lago; una cuenca hídrica enorme sostenida por las manos de los cerros orientales. De ella emergía vida y su cambio de masa hídrica, dado por diferentes factores ambientales, daba la impresión de que el lago respiraba: se expandía, se encogía y, algunas veces, se congelaba. Su cuerpo empezó a reducirse hace 30 mil años, cuando su agua empezó a caer por lo que hoy conocemos como el Salto del Tequendama. Esto dio paso a multiplicidad de lagunas, ríos, riachuelos, lagos, vertientes, humedales y pantanos, así como a los primeros pobladores de la zona. Entre ellos, la comunidad indígena muisca, una subrama de la comunidad chibcha.

En su visión de mundo, la tierra es considerada como familia, por lo que debe ser cuidada y respetada. A través de cultivos de bajo impacto ambiental que constaban de plataformas y canales, el uso de los ríos para comercializar y ceremonias espirituales que reconocían a la tierra y el agua como un organismo vivo, implementaron formas sostenibles y amigables de convivir con la geografía hídrica restante de la zona. Más allá de ser un recurso natural aprovechable, el agua es un eje central para la formación de su identidad colectiva. Ya en sus relatos de creación y las respectivas variaciones de estos, el agua nos inunda en todas direcciones. Ella está, en muchos casos, relacionada con el origen de todas las cosas: el relato de Bachué, madre de todos los hombres, quien sacó de las aguas a un niño que sería su esposo, con quien poblaría la tierra y, posteriormente, se sumergiría en la laguna de Iguaque; y la narración sobre la ceremonia que se realizaba en la laguna de Guatavita donde el Zipa debía sumergirse para ser reconocido como el nuevo cacique. Adicionalmente, las personas también arrojaban a la laguna ofrendas que llevaban para Chimchacum, señor universal, y para la diosa de las aguas, Badini. Vale mencionar que Chimchacum aparece en otra de sus narraciones. En ella, inunda la sabana como castigo a los humanos. Es el dios Bochica que, movido por la compasión, golpea el suelo y abre un gran abismo para que las aguas caigan y se seque la tierra (Paredes, 2015).

Estos y otros relatos, así como las formas de trabajar la tierra y entender el agua, fueron desplazadas con la llegada de los españoles. Fue en el período colonial, en 1584, que se construyó el primer acueducto en Santa Fe de Granada1, es decir, el primer sistema “masivo” para el tratamiento de las aguas. Aquello cambiaría por completo la relación entre las personas y las fuentes hídricas de la zona al drenarlas de los valores sociales y culturales que la rodeaban en la cosmovisión muisca. En la actualidad, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, así como varios acueductos comunitarios, como el de Nazareth, son necesarios y posibles debido a la primera iniciativa colonial de instrumentalizar el agua y sistematizar su distribución.

Sin caer en un pensamiento binario en el que una u otra forma de manejar el agua es mejor, es un hecho que cada una la dota de concepciones y usos particulares. No es lo mismo vivir en contacto constante con un cuerpo de agua ni tener que transportarla en un cántaro que abrir la llave de la cocina y esperar que el vaso se llene. Incluso convivir con un río u otra fuente hídrica que esté contaminada o limpia

1. Uno de los primeros nombres que le dieron los españoles a lo que hoy se conoce como Bogotá.

implica un cambio de sentido importante. ¿Hubieran sido posibles las narraciones muiscas con los altos niveles de contaminación hídrica del hoy? ¿Cuáles son los tipos de relatos posibles? La separación que se ha instalado entre los habitantes de la ciudad y su geografía ha dado lugar a la pérdida paulatina de la cultura del agua.

Según la UNESCO, la cultura del agua es “el conjunto de creencias, comportamientos y mecanismos utilizados para satisfacer las necesidades relacionadas con el agua y todo lo que depende de ella” (Ministerio de Ambiente). Es cómo el convivir con un cuerpo hídrico configura unas formas particulares de habitar el mundo y de entenderlo. Puede evidenciarse en el uso del lenguaje —como en los refranes—, en las creencias y saberes, en las leyes, normativas, entidades y organizaciones. De igual forma, la ausencia de una conciencia hídrica se hace presente en la alta contaminación de los ríos, la poca enseñanza sobre la historia del territorio o la falta de énfasis en que el agua, siendo patrimonio de la humanidad, también exige ser cuidada.

Actualmente existen diferentes iniciativas para crear una palabra de agua 2, así como varios proyectos de resolución para que se adopten planes de manejo ambiental en algunos humedales en Bogotá3. También, la empresa Aguas de Bogotá S.A. ESP y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá tienen en su página web noticias relacionadas con el estado del agua en la ciudad, informando y promoviendo conocimiento ambiental. Resalta igualmente la labor del Viceministerio de Agua y Saneamiento Básico, una iniciativa del Gobierno Nacional para promover el desarrollo sostenible a través de políticas públicas, programas, proyectos y la regulación del agua potable (Ministerio de Vivienda, 2022). Y no se puede perder de vista lo estipulado en el POT (Plan de Ordenamiento Territorial) sobre asegurar la sostenibilidad ambiental en los procesos de desarrollo urbano.

Aún con todo lo anterior, muchas de estas leyes y planteamientos poseen problemas al momento de su ejecución. Primero, faltan garantías para el cumplimiento de las leyes existentes, además de nuevas políticas públicas que respondan a las necesidades ambientales emergentes. Segundo, el conflicto histórico sobre la posesión de tierras en Colombia afecta directamente a los defensores medioambientales. Su posición como entes de protección los coloca en peligro constante de ser asesinados por interponerse en los objetivos de las empresas interesadas en la explotación ambiental, así como del mismo estado. Por último, y sin desvalorizar el impacto positivo de varias iniciativas medioambientales, se reconoce que las acciones colectivas pueden ser el primer paso para garantizar un cambio, pero que estas son un eje integrado a una estructura ambiental más compleja y por sí solas pierden potencia. Las acciones del estado, individuales y comunitarias, son fundamentales para reconstruir nuestra relación con el agua y reclamar el derecho a tener una cultura del agua. Es necesario entender y hacer de conocimiento público los caminos hídricos de la ciudad y su historia; impulsar proyectos pedagógicos sobre el cuidado y la restauración del medio ambiente; apoyar iniciativas fundamentadas en la acción e intervención directa del entorno inmediato, la defensa de los derechos ambientales y sus defensores; y apoyos para fomentar la creación de un vínculo que permita reconocer al agua como compañera de vida.

Fotografía por Isabella Bello

2La enseñanza primordial de preservar el agua como un líquido sagrado en la comunidad muisca.

3Estos pueden ser consultados en la página de la secretaría Distrital de Ambiente.

Fotografía

Contra nuestra propia ética1

Por Felipe de Wasseige Mantilla 2

1Texto elaborado con el apoyo del Docente Miguel Camilo Pineda Casas (miguel.pineda@liceochicocampestre.edu.co) y presentado en el Foro de Filosofía del Colegio Liceo de Cervantes en 2022, con el tema: Filosofía, energías limpias, y medio ambiente.

2Actualmente es estudiante de grado décimo del Liceo Chicó Campestre; se desempeña como representante de curso y presidente del Consejo estudiantil. Este texto fue elaborado en el 2022, cuando cursaba grado octavo.

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Introducción

La ética ambiental es una ciencia que reflexiona sobre los deberes y responsabilidades que tiene el ser humano frente al medio ambiente3. Sabiendo que sin esta el futuro del humano estaría acabado, es necesaria especialmente para estos momentos donde estamos frente a un cambio climático drástico y antinatural. Hoy más que nunca se necesita la ética para estas circunstancias. El medio ambiente es nuestra responsabilidad y tenemos que cuestionar cada acción que ejecutamos, saber que lo que hagamos sea para que el humano siga en el mundo.

La realidad cruda de la naturaleza es que está cambiando, y no es un buen cambio: calor extremo, frío extremo, cambios antinaturales, alta producción de gases invernadero, deterioro de la capa de ozono, sequías extremas, etc. Esta es la realidad y toca procesarla. Si no se actúa pronto posiblemente el planeta tierra no será habitable.

A mediados del siglo XX el medio ambiente empezó a sufrir cambios antinaturales producidos por el hombre. A esto se le atribuye el nombre de cambio climático, no siendo ni más ni menos que una acumulación de gases invernaderos en la atmósfera: dióxido de carbono, vapor de agua, metano, óxido nitroso y clorofluorocarbonos4. Inicia cuando el humano descubre formas de producción masiva y avances tecnológicos, ignorando por completo las consecuencias que causaría.

auténtica”5. Lo que dice el filósofo sobre el comportamiento y los valores que el humano debería usar es que todo lo que hagamos debe ser acorde para que futuras generaciones sigan en la tierra. Se puede afirmar que tenemos una responsabilidad con el medio ambiente, porque al hacer actos para permanecer, ya sea en el presente o futuramente, es necesario hacer que la naturaleza siga viva. El único problema es que esto no se está haciendo.

Vive y deja vivir: ¿Cómo nos responsabilizamos del medio ambiente? ¿Cómo paramos de afectarlo?

Basándonos en la ética ambiental de Hans Jonas de que nuestras acciones sean compatibles con la permanencia del humano en la tierra, debemos vivir y asegurarnos de que lo que hagamos permita un presente y futuro humano. Para lograr esto se necesita a la naturaleza, ya que sin esta no habría oxígeno en la tierra, comida, animales, etc. Entonces, si queremos hacer esto, debemos vivir y al mismo tiempo permitir que la naturaleza y el humano vivan en completa armonía mutua, donde ninguno se haga daño, donde los dos se ayuden.

Para parar de afectar el medio ambiente y apropiarnos de nuestra responsabilidad, es necesario salir de la idea de que el humano es el centro del mundo y de que los animales son un objeto de este, una herramienta. Si no entendemos que los animales y plantas no son inferiores nunca podremos dejar de afectar el medio ambiente.

Al entender que somos iguales y que debemos cuidarnos el uno al otro, podremos dejar de afectarlos. Para este propósito la ética hindú tiene como máxima de su ética la consigna “eso eres tú” 6 Es decir, eso que nos parece lejano o diferente, como los animales y la naturaleza, constituye nuestra identidad, pues no puedo ser sin ellos. Si esta idea parece lejana y no relacionada con nosotros, pensemos nuestra existencia sin los animales o sin la naturaleza: no sería posible; así que aquello lejano, en definitiva, también soy yo mismo en tanto que me permite vivir. En ese sentido, si nos queremos responsabilizar de nuestra propia existencia, está implícita la responsabilidad sobre la naturaleza.

Masoquismo ético ambiental

6 Wikipedia. (S.f.). Hinduismo. 32

El problema de todo esto llega al presente; los afectados somos nosotros, pues sufriremos el calentamiento extremo y las sequías. Ya es hora de reflexionar y arreglar nuestros problemas, además de los problemas para el futuro. Para esto usaremos la ética ambiental para reflexionar y analizar nuestras acciones frente al medio ambiente.

¿Por qué tenemos una responsabilidad con el medio ambiente?

Para esta pregunta tomaremos en cuenta la postura del filósofo Alemán Hans Jonas, el cual plantea un imperativo de la responsabilidad sobre cómo el humano debe actuar con la naturaleza o la vida misma: “Actúa de tal modo que los efectos de tus actos sean compatibles con la permanencia de una vida humana

3LECAROS, Juan. (2013, p. 1).

4NASA. (S. f.). Las causas del cambio climático.

5Jonas, Hans. (2009. P. 2).

CÓDIGO, 2024

Esta es nuestra ética y debemos aplicarla para poder existir en un presente y futuro, pero para lograr esto debe haber un cambio a nivel mundial. Las empresas deben dejar de explotar la tierra, el humano debe dejar de usar carros que producen CO2, la deforestación debe ser regulada y debe haber reforestación. Esta es nuestra responsabilidad con la naturaleza: si queremos vivir tendremos que dejarla vivir. Si no se deja vivir nosotros tampoco viviremos: somos dependientes del otro. Tenemos la responsabilidad de cuidar del medio ambiente para que él cuide de nosotros.

Respondiendo a la pregunta, el responsabilizarnos del medio ambiente, ya sea desde animales, plantas o basura, entre otras cosas, se hace desde uno mismo. Hay que reciclar y manejar de una forma consciente nuestros residuos y todo lo que hacemos, desde no tirar basura a la calle o cuidar las plantas y las zonas verdes hasta manejar el flujo de agua de la casa. Toca hacer un cambio en nuestra forma consumista y exagerada de vivir para dejar vivir y subsistir a las otras especies.

El ser humano sabe lo que está pasando, las personas poderosas saben el estado actual del planeta, pero ¿por qué seguimos contaminando y matando?, ¿acaso no nos importa? Yo lo describo como un masoquismo ético ambiental: sabemos que nos hace daño, pero al mismo tiempo nos gusta o lo seguimos haciendo. Sabemos que comer animales, éticamente (depende de la persona), está mal, ya que estamos atentando contra la vida de un ser vivo, pero igualmente lo seguimos haciendo. Claro que la moral tiene criterios estéticos: matar una vaca no tiene importancia, pero un gato sí es un acto mal visto. Deberíamos todos dejar vivir, pero igual seguimos sin hacerlo llevando a cabo este masoquismo ético ambiental donde preferimos una bolsa plástica a una diferente.

El mundo está como está porque no queremos cambiarlo, porque nos alimentamos del maltrato, la explotación, la urbanización. El cambio inicia por uno mismo, si uno no puede cambiar, ¿cómo espera que el mundo entero sí? Si crees que no hacer nada está bien, pues resulta que estás totalmente equivocado, ya que esto sería una negligencia total de

la responsabilidad frente a la naturaleza. Es nuestra ética, y si la rompemos nada cambiará. Paremos este masoquismo ético ambiental y paremos de hacernos daño, el cambio inicia por uno.

Siguiendo con que la responsabilidad ambiental es la ética ambiental, y que es nuestro deber cuidar de este para que podamos subsistir, se encuentra un gran problema: el humano. Ya sabemos qué se debe hacer, pero aun así no lo hacemos, cada vez nos contradecimos más y pareciera que solo algunos siguen la ética ambiental. Esto no es cuestión de algunos, esto nos incumbe a todos, pero estamos viviendo sin ética alguna, con un gran vacío; estamos nadando contra la corriente y simplemente nos estamos lastimando.

Sabemos, como humanidad, que el planeta y toda su naturaleza es nuestra responsabilidad, pero aun así se sigue explotando la tierra; se siguen matando animales; se sigue haciendo fracking; se sigue botando basura al mar; se sigue contaminando; se siguen usando carros que expulsan gases. Entonces, no estamos siguiendo nuestra ética, la propia que dijimos que se haría, la misma que dijimos aplicar. ¿Qué pasó con esta ética? ¿Decimos una cosa y hacemos otra? ¿Es algo propio del humano? ¿Acaso nadie quiere un cambio? ¿Es porque estamos en una zona de confort?

La crisis ambiental es una ausencia de educación

Imaginemos que somos los inventores de un cigarrillo que ayuda a quitar el estrés, como realmente pasó. Rápidamente crece su fama y nos volvemos ricos, medio mundo fuma. El problema viene después, cuando sale que el cigarrillo da cáncer, pero las futuras generaciones seguirán fumando porque no tienen educación sobre esto. Es en un futuro lejano cuando se prohíbe y además se educa para no fumar, pero antes de eso todos fumaban porque no tenían educación para dejarlo. Es lo mismo con el cambio climático y el ambiente: nadie cuidaba de él porque él se cuidaba solo, pero apenas nos comienza a afectar es que nos educan para cuidarlo y responsabilizarnos de él.

7 Curadas. (S.f.). La filosofía de Maquiavelo. 33 CÓDIGO, 2024

Para que este mundo pueda tener una ética ambiental necesitamos educar a todos para ser capaces de hacerse responsables del planeta en el presente y el futuro. De lo contrario todo seguirá como está y cada vez estaremos peor hasta tal punto que no haya planeta habitable en el futuro. Es desde los colegios que se debe implementar la ética ambiental: somos el futuro y somos los encargados del futuro, del mismísimo futuro. Con educación y tiempo, este planeta estará educado y preparado para dejar el confort pasado e iniciar una nueva etapa donde la ética ambiental y la responsabilidad ambiental se cumplan, dejando lugar para futuras generaciones y permanencia de humanos en la tierra.

Conclusión

La sociedad de hoy en día vive bajo el confort, y como dice Nicolás Maquiavelo, “Es peligroso liberar a un pueblo que prefiere la esclavitud”7. Vivimos viajando en aviones que contaminan; vivimos comiendo carne y haciendo matar animales; vivimos viajando en carros que liberan dióxido de carbono; vivimos comprando comida que está envuelta en plástico; vivimos en casas con puertas de madera que vino de bosques talados. Entonces, ¿estaríamos dispuestos a dejar de comer carne?, ¿de viajar en avión?, ¿de comprar paquetes?, ¿de gastar agua?, ¿de tener una puerta? Aquí recae el problema de nuestra responsabilidad frente al medio ambiente: es el confort. No queremos dejar lo que tenemos, ni mucho menos perderlo; no queremos aguantarnos comer solo vegetales y frutas. Es el confort el que hace que el humano no quiera cambiar y resolver esta crisis ambiental. Hemos perdido nuestra ética porque, para el humano, el confort pesa más que su propia ética y responsabilidad.

ÍG NEO

Cuánto no arde, el alma, la montaña, entre codicia y añoranza.

Cuánto no arde, el cielo, el miedo, con mis sueños llenos de fuego.

Cuánto no arde, mi tierra, mi pasado, levantando humo al futuro.

Fotografía por Emma Py

Cuánto no arde, el mar, el aire, que me duele mientras lo respiro.

Cuánto no ardí, al verte, el bosque, que llora en llamas por perderte.

Cuánto no arde, mi patria ígnea, dejando cenizas, donde no florece ni el olvido.

I N GOBERNABILIDAD PESQUERA

La descentralización es un sistema de distribución de poderes administrativos del gobierno central hacia los gobiernos locales que requiere estudios para comprobar la efectividad en su uso y el punto de quiebre del mismo. Para ello, daré a conocer un caso particular que demuestra cómo la asignación de actividades administrativas no es la única solución para satisfacer las necesidades de un pueblo históricamente abandonado por el Estado. En su lugar, hay alternativas más funcionales que generan mayor dignificación y reconocimiento de tierras violentadas y de personas que tienen la voluntad de obtener ayuda de un ente estatal.

En Colombia, desde décadas inmemorables, se reconoce a un pueblo llamado Tangui (ubicado en el Pacífico colombiano) como un territorio conquistado en el siglo XVIII por los españoles, donde estos desarrollaron actividades extractivas de minas de oro y, posteriormente, se apropiaron del paisaje forestal (Leal, C.E., 2018). Esto generó en el desarrollo de su economía bajos ingresos, altas tasas de analfabetismo, mortalidad infantil, servicios públicos restringidos y una infraestructura limitada (International Journal of the Commons, 2022). Esta violación histórica de derechos, la falta de presencia del Estado y su relación socioeconómica han dado paso a una mala administración de los recursos naturales. Por su parte, la pesca en el río Atrato es actualmente la principal fuente de proteínas para las familias de la zona (International Journal of the Commons, 2022).

Como alternativa de solución, el Estado colombiano le otorgó el poder de manejo de los recursos naturales al Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral de Atrato (COCOMACIA) con el fin de desarrollar acuerdos institucionales más eficaces; esto debido a que la comunidad local es quien conserva mayor información sobre los ecosistemas y la pesca. Sin embargo, el manejo desmedido de esta práctica ha generado que los bienes comunes se disminuyan y, asimismo, perjudiquen al territorio. Para llegar a ello es necesario comprender a profundidad los elementos de discusión: descentralización, consejos comunitarios y bienes comunes.

La descentralización es una figura muy utilizada en América Latina con el fin de reconocer las tierras y derechos de las comunidades (Larson et al., 2010). Colombia hizo uso por primera vez de dicho instrumento en 1990, en el marco de una política de identidad étnica que tuvo como propósito el otorgamiento de propiedades colectivas de tierra a

comunidades negras. A partir de ello, la descentralización ha sido una de las finalidades del Estado al implicar la repartición equitativa, justa y dignificada de poder en territorios que no han tenido oportunidad de salir adelante (International Journal of the Commons, 2022). No obstante, de acuerdo con Bocanumenth (2016), otra alternativa para lograr el control administrativo es a partir de la figura de los Consejos Comunitarios: la autoridad étnica encargada de administrar los Territorios Colectivos de comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras. De ellos es el deber de salvaguardar los ecosistemas y desarrollar sus prácticas productivas tradicionales con responsabilidad. Están conformados por todas las personas que hacen parte de la comunidad que ha habitado ancestralmente el territorio y que

cuenta con unas tradiciones culturales, una historia y una conciencia de identidad compartida. Es decir, todas las personas que se autorreconocen como parte de la comunidad étnica y que las demás personas de la comunidad reconocen como tal (Bocanumenth, 2016).

En el año 2018, el Estado colombiano estructuró el Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato (COCOMACIA) para que, por la defensa del territorio, este generara el reconocimiento del derecho a la propiedad del territorio colectivo y exigibilidad de sus derechos técnicos, cumpliendo con la ley 70 de 1993 (Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato, s.f.). Bajo la resolución 04566 de 1997, la ley 70 de 1993 y el decreto 1745 de 1995 se le otorgó a COCOMACIA la administración del río Atrato por las siguientes razones:

1. Posee una estructura organizativa compleja compuesta por órganos administrativos de distintos niveles dentro de la toma de decisiones;

2. El río Atrato es la única vía por la que las comunidades locales pueden entrar y salir de sus territorios, produciendo efectos de restricción al derecho de entrar en los lugares de pesca o al derecho de capturar peces dentro del territorio colectivo;

3. Autoridades y comunidades locales son quienes conocen y tienen mayor información sobre los ecosistemas y usuarios locales, por tanto, son los indicados de desarrollar acuerdos institucionales más eficaces.

Sin embargo, el Consejo Comunitario COCOMACIA no tiene pleno control de las actividades pesqueras. Al ser el río

un bien limitado y de dominio público, según el decreto 2811/1974, cada día que pasa es más complejo administrar la cantidad de peces que la comunidad consume porque las personas del territorio no necesitan de autoridad alguna para dicha actividad.

Al tratarse de una problemática de distribución y regulación de los recursos pesqueros, y teniendo como eje central la sobreexplotación y agotamiento de los mismos, se está frente a un escenario económico denominado “la tragedia de los comunes”. El creador de la teoría económica, Garrett Hardin, (2019) establece que la tragedia de los comunes es: la maximización individual de los recursos públicos con el fin de obtener un beneficio propio. Cada hombre está encerrado en un sistema que lo incita a incrementar su beneficio ilimitadamente, en un mundo limitado. La ruina es el destino en el cual todos los seres humanos corren, cada uno buscando su mejor provecho en el mundo que cree en el libertinaje de los recursos comunes.

Es decir, el ser humano siempre buscará su propio beneficio por encima de los demás y, por tanto, su consumo tendrá consecuencias negativas para los otros. De igual manera, se debe diferenciar el río como bien público y los peces como un bien limitable. El primero tiene rivalidad y exclusión baja; en otras palabras, cualquier persona que use el río no perjudicará a otra para que también haga uso de él. Los segundos, sin embargo, son un bien que entre más es consumido, menos probabilidad tendrán los demás de consumirlo.

y ecosistemas necesarios para la flora y fauna y, por tanto, la extinción de diversas especies. Como resultado, el Estado colombiano ha optado por ejercer una descentralización en el sector para que un Consejo Comunitario, COCOMACIA, obtenga gobernabilidad sobre la actividad económica pesquera. Sin embargo, tal descentralización no ha sido eficaz en la regulación de la pesca debido a que los habitantes que tradicionalmente llevan a cabo dicha actividad no ejercen una práctica controlada. Por el contrario, realizan tal actividad de forma desmedida para obtener su sustento. De esta forma se ha dado una extracción irracional y no planificada que se ha constituido en uno de los principales impulsores de pérdida de peces en el Atrato. No obstante, la comunidad no tiene otro medio para financiar su economía, por lo que no han cedido ante los controles del Consejo Comunitario para disminuir sus ganancias.

En consecuencia, la costumbre de los habitantes de Tangui ha generado una grave sobreexplotación y agotamiento de los recursos. Gracias a ello ha aumentado la desaparición de los hábitats

Para concluir, los recursos comunes no podrán estar sujetos a una regulación administrativa debido a que, por su naturaleza de dominio público, ninguna ley o decreto tendrá validez y vigencia para prohibir el uso exclusivo de estos. La comunidad de Tangui es un ejemplo, pues al vivir de aquella actividad no aceptará la regulación de la pesca, especialmente cuando el río carga con la figura de dominio público. Los seres humanos tienden a ser seres irracionales en su consumo, entendiéndose la irracionalidad como el actuar impulsivamente en un escenario donde cualquier decisión que se tome será trascendente en el futuro. Por lo tanto, cualquier oportunidad que obtengan para mejorar y maximizar sus beneficios la tomarán sin pensar en las consecuencias negativas que esta pueda tener frente a terceros.

Anturio (Anthurium)

“Señor presidente, qué honor estar con usted en este momento histórico”, Beatriz González, (1987).

omo el corazón de una nación, el Anturio es misterioso y salvaje. Es una planta endémica de Colombia, Perú, Venezuela y algunas partes de Centro América. Fue descubierta en Costa Rica cerca de 1803, pero no se ha escrito tanto de su familia, la tribu Anthurieae. Puede que su espada aturda a los estudiosos y no permita que ninguno se acerque con la confianza del descubridor. Cada año, cuando el cielo se posa cerca de la tierra, y el sol en el trópico se vuelve redondo y completo, se descubre una nueva especie de Anturio. Otro color, otra forma bestial y terrible de la belleza.

A los niños no les gustan los Anturios. Son plantas escogidas por los viejos para decorar salas y patios suntuosos y estáticos; porque el tiempo no pasa a través de sus tallos y hojas, siempre lucen quietos y ensimismados, aunque son trepadores como cualquier organismo epífito —que se alimenta de otro, que se superpone a una superficie viva—. Los anturios no se mueven con el viento o danzan al tacto. Se mantienen rígidos, erectos en todas sus formas y disposiciones.

Sus flores no son las que pensamos y en ese secreto se funda su gracia. La que vemos en colores rojos, amarillos, negros o rosados es una hoja más a la que se le llama espata y la cual tiene como único fin la defensa de ese órgano viril siempre apuntando al cielo, del que están adheridas miles de minúsculas flores que no responden preguntas sobre el amor.

Cuando cae el granizo, satisfecho de su letalidad, las hojas no pueden cerrarse. Sufren los corazones clavados por flores.

El hielo que cae del aguacero perfora una a una las hojas del anturio. Nadie cuida la planta porque se sabe que quien pisa el granizo con pies descalzos pierde la cabeza. Se vuelve loco. Y en casa nadie usa zapatos.

Cuando sale el sol, nos acercamos para besar al herido, presentamos nuestro arrepentimiento como ofrenda.

Recalcamos nuestra humanidad llamada al error.

El anturio, sin embargo, conoce el centro de nuestra desidia, hecha de una oscuridad incondicional. No es la planta del sacrificio. Es la flor sobre la tumba.

Destrozado por la tormenta, mutilado y vuelto una forma de la naturaleza sin forma alguna, el anturio clava su venganza.

Dentro de los estudios y documentaciones que se han realizado sobre las plantas anturio, se ha

encontrado que son altamente tóxicas porque contienen cristales de oxalato de calcio, un compuesto químico que en algunas vegetaciones forma cristales con forma de agujas.

Este corazón natural espera nuestro roce, la punta de la lengua extendida sobre su miembro, arrodillados suplicando misericordia por dejarle morir.

Pero no ha muerto del todo, justo después de la primera pose sobre sí, el anturio se abre dispara entierra clava atraviesa y hunde sus alfileres en garganta, ojos y pulmones.

El cuerpo del anturio reemplaza al de los muertos de la historia.

Custodiado por presidentes y militares, Su venganza íntima, no retrocede.

CORAZÓN DE HOMBRE

(CALADIUM HORTULANUM)

En forma de flecha o de corazón. De la familia de las Araceae, plantas de vocales abiertas y hojas que surgen de la tierra y se extienden sin pudor en la superficie. Como un grito en el abismo, el corazón de hombre tiene eco en la naturaleza que le rodea, por eso puede caminar entre las raíces de otras plantas. Su movimiento es posible gracias a que es rizomatosa. Es decir que su tallo subterráneo tiene unos órganos complejos llamados yemas que crecen de forma horizontal y de donde surgen raíces y brotes que, al mismo tiempo, cumplen la función de órgano reservante de nutrientes. Todas las yemas son un huevo. Todos los huevos son embarazos. El corazón de hombre late dentro y fuera de la tierra.

Su origen data del tiempo antes del sol, se sabe que viene del sur del mundo, donde la tierra es mullida y fértil. En los meses de calor, florece. Tiene una espata en forma de embudo, escondida entre las hojas. Huele poco. Cuando hace frío, el tallo queda huérfano de corazón.

Entre las Araceae se encuentran más de tres mil especies hermanadas por las mismas venas expuestas. Llegan a medir más que una niña de tres años, pero menos que una mujer de veinte. Sin embargo, sus hojas son débiles y resentidas. Si uno, por ejemplo, se queda mirándolas con el deseo de la belleza ajena, se vuelven pálidas y se desmayan.

Hay que verlas con la esquina del ojo, pero atenderlas con la dedicación del que custodia a un recién operado.

Difícil de cuidar.

No hay corazón que no sea una flecha.

Su madera es de raíces envueltas con la forma de la aurora.

El llanto nace en una o como los suspiros, derramados sobre ataúdes y cunas.

El corazón de hombre siempre es frágil nunca sutil, puede mover el cuerpo de una bestia que atraviesa bosques y detenerse por un alfiler clavado en su centro.

Dicen que el corazón no duele, pero cuando se abre un hormigueo recorre los tallos, o sea los brazos, y la planta, o sea la mujer, da vueltas sobre sí misma. Una fuerza estruja ese pedazo de carne o de sabia y lo estrella contra la pared interna de la espalda.

Pero en el patio de una casa verde mi corazón sigue cerrado. Tomó las magnitudes mitológicas de un recuerdo que se niega a morir, y nunca se le cayó una hoja.

Esa planta, atravesada por la espada de un dios que quiere ser visto, la sembró un hombre que ya no existe. Sus manos se abrieron en la oscuridad y echaron frutos invisibles.

Todo corazón es un nervio expuesto y con la capacidad de un volcán subterráneo, rompe toda placa tectónica.

Caladium hortulanum

Acabemos con la Jardinería1

“El ecologismo sin lucha de clases es jardinería”. Chico Mendes.3

Un fantasma recorre y envuelve a todo el mundo, se mete en la mente y controla los hábitos y actitudes de todas las personas, desprende un olor a basura y quemado al que parece que todos estamos acostumbrados y deja un sinsabor tremendo en la boca de las personas cuando hace de las suyas. Este fantasma horrible, apático y asesino se llama capitalismo, culpable único de la cuestión que se va a tocar en el foro.

Para dar de forma clara y extendida estas ideas, debemos retomar las palabras del sindicalista brasileño Chico Mendes: hay que dejar la jardinería a un lado y empezar a actuar de verdad contra el verdadero enemigo4

Primero que todo considero que debemos dejar de decir mentiras piadosas y aceptar que nosotros, como personas, no somos los culpables y que no está en nuestras manos, dentro de este sistema, la solución frente a toda esta destrucción. Los culpables son los grandes capitales que, siempre con la locura y ego por los aires, nos han hecho creer que debemos limpiar y pagar los platos rotos que deja su acumulación excesiva y ridícula de bienes y dinero. Un ejemplo sencillo y medianamente famoso de esto

son los vuelos que varias estrellas como Beyoncé y Jay Z, Drake o Kim Kardashian realizan casi a diario, causando con un par de estos 600 veces las toneladas de CO2 que genera una persona común en todo un año. Entonces, ¿cómo se puede comparar el hecho de que yo utilice un aerosol a que Drake vuele 15 minutos en avión?

Žižek, en algún momento en sus redes sociales, dijo que “la tendencia del capitalismo consiste en ‘dejar atrás’ al 80% de nosotros”, y esto se puede confirmar con los ejemplos que acabo de dar, pues la hipocresía y ego de estos personajes se demuestra cada vez que lanzan una frase o campaña contra el cambio climático aun sabiendo que lo único que es de su interés en el tema es su imagen y fama a costa de esparcir la misma idea de hacer jardinería. Cosas como el reciclaje, no usar carro o ahorrar agua quedan cortas si son vistas como única solución, sin reconocer lo inútil que es la acción individual y lo cursi y fantasioso que es decir que a punta de tirar botellas de plástico en una bolsa blanca o bañándonos en 5 minutos vamos a salvar al mundo. De igual forma, por más deprimente y poco útil que sea para el objetivo mayor ahorrar agua, reciclar, ahorrar energía, etc., debemos continuar con nuestro granito de arena, solo que sin hacernos falsas ilusiones de que somos los héroes salvadores del pla-

neta, pues lo que desmarca este tipo de acción de la jardinería es la conciencia e ideología.

Ahora, si en el párrafo anterior decía que debíamos seguir con lo deprimente y poco útil, debemos preguntarnos ¿por qué continuar con el reciclaje y demás si no ocupan el porcentaje necesario para lograr algo decente? Porque la acción conjunta puede evitar uno que otro desastre mínimo y pequeño, como un parque lleno de escombros y basura. Entre nosotros también debemos cuidarnos y una forma de hacerlo es reciclando, manteniendo los espacios públicos limpios y “cuidando” recursos. Debemos evitar lo evitable.

De igual forma, como se aclaró al principio, es la sociedad basada en el consumo e hiperproducción la que causa este problema, y decir que un consumidor es culpable antes que el sistema es un acto grosero contra un condenado a la cadena inevitable de consumo y desecho rápido. Es un insulto al condenado; como lo expone De Olaso (2018) al analizar el deseo de Lacan, se presenta el círculo vicioso donde la supuesta satisfacción de un deseo solo amplía la brecha de insatisfacción. La idea sistémica es producir para ser y consumir para llenar temporalmente con pseudo-felicidad un vacío que el mismo sistema creó para encadenar.

1. Texto elaborado con el apoyo del Docente Miguel Camilo Pineda Casas (miguel.pineda@liceochicocampestre.edu.co) y presentado en el Foro de Filosofía del Colegio Liceo de Cervantes 2022, con el tema: Filosofía, energías limpias, y medio ambiente.

2. Actualmente es estudiante de grado once del Liceo Chicó Campestre; se desempeña como personero estudiantil y miembro del Consejo Directivo de la institución. Este texto fue elaborado en el 2022, cuando cursaba grado noveno.

3. Chico Mendes fue un líder sindical y activista ambiental brasileño, conocido por su defensa de la Amazonía y los derechos de los trabajadores rurales. Se le atribuye esta cita comúnmente difundida en diferentes medios, a pesar de que no fue explícitamente mencionada en alguno de sus discursos conocidos.

4. Información recogida del artículo “La ecología sin lucha social es solo jardinería” del portal Tierra Viva, del 5 de abril de 2022.

Esta última idea me recuerda una discusión que tuve con un antiguo compañero de clase, donde él me decía que deseaba irse a Estados Unidos a trabajar solo para tener propiedades y lujos con la idea de ser alguien en la vida, razón por la cual me pregunto, ¿la vida debe ser tomada como un simple círculo vicioso de consumo y desecho rápido?

Aunque parezca que con esto último me alejo del tema, no es así, pues acá volvemos a la crítica a las estrellas hipócritas ya que su estilo de vida, poco ecológico y extravagante, es precisamente el que se está imponiendo a la gente y es, al mismo tiempo, el que acaba con el medio ambiente.

De igual forma, volviendo un poco a lo que no está por debajo de la mesa, hay que tener en cuenta que todos necesitamos consumir, desde lo básico como comida hasta cosas necesarias, pero no básicas, como un cepillo de dientes, solo que comprar productos supuestamente ecológicos creyendo que haces algo bonito por el planeta es, en un sentido literal, hacerle el juego al sistema. Da igual si consumes aerosoles o consumes algo diferente, puesto que los productos contaminan desde su fabricación y no desde que son consumidos. Nuevamente, nosotros no somos los culpables: dejemos de jugar a la jardinería.

En este sentido, podemos agregar el hecho de que el sistema de hiperproducción está diseñado para un planeta con recursos inagotables, cosa que la tierra no cumple, pues sus recursos son finitos y pertenecen a unos pocos. Ahora, viendo esto desde un punto de vista cultural, nos damos cuenta también de cómo las ideas de protección y respeto a la naturaleza que eran autóctonas de nuestra región latinoamericana han sido desplazadas por ideas, costumbres y hábitos extranjeros basados en proseguir con el sistema de explotación humana y ambiental que actualmente nos domina. Con motivo de esto podríamos recordar las palabras del comandante Fidel Castro en el discurso pronunciado en Río de Janeiro en la conferencia de Naciones Unidas sobre medio ambiente y desarrollo, el 12 de junio de 1992: “No más transferencias al tercer mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente”.

Parece que el capitalismo ha penetrado de tal forma que nuestro sentido de pertenencia y respeto a la flora y fauna local ha desaparecido. Para el sistema son superiores los estilos de vida del norte y por eso debemos nosotros, los del tercer mundo que vivimos al sur, acoplarnos a esas ridículas ideas y estilos. Teniendo en cuenta todo lo anterior podemos llegar a dos conclusiones: la primera es que Hugo Chávez no se equivocaba al decir que “si el clima fuera un banco capitalista de los más grandes, ya lo hubieran saqueado los gobiernos ricos. ¡No cambiemos el clima, cambiemos el sistema, y en consecuencia comenzaremos a salvar el planeta!” 5 Y la segunda es que debemos hablar de soluciones.

“las ideas de protección y respeto a la naturaleza que eran autóctonas de nuestra región latinoamericana han sido desplazadas por ideas, costumbres y hábitos extranjeros”

5. Discurso ante la XV Conferencia Internacional de la Organización de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, celebrada en Copenhague, el 19 de diciembre de 2009.

Entonces, si pensamos en soluciones, creo que la frase “¡socialismo o barbarie!” comúnmente atribuida a Rosa Luxemburgo6 toma sentido, ya que existen ejemplos de pueblos dignos, africanos y latinos, donde el planeta ha sido un tema importante, como Cuba o Burkina Faso en la era del gobierno de Thomas Sankara.

En el caso cubano, este país figura entre los que menos contaminan la atmósfera, logrando que Cuba, para el 2016, solo representara el 0.11% de las emisiones totales de CO2 en el mundo. De igual forma, se fomentó el incremento de la superficie boscosa en todo el territorio nacional, ha-

“Páguese

la deuda ecológica y no la externa, desaparezca el hambre y no el hombre”.

ciendo que del 13,4% que había en 1959 aumentara al 28,6% para el 2014. Cuba ha demostrado ser un país comprometido con la lucha contra el cambio climático y el seguimiento de los objetivos de desarrollo sostenible7

El caso de Burkina Faso también es interesante, pues una de las principales campañas promovidas por el gobierno del comandante Sankara fue la conocida como “las tres luchas”: contra la quema de los bosques y sabanas, contra la deforestación, y donde se promovía la sedentarización del ganado que vagaba por la sabana. En los primeros 15 meses de la revolución burkinabé se plantaron unos 10 millones de árboles en todo el territorio, para poder talar se debía hacer en zonas específicas y tener un carnet expedido por el gobierno, y las personas que deseaban aplicar para los programas de vivienda gratuita debían plantar un míni-

mo de árboles. Dicho de forma resumida, el centro de la revolución burkinabé fue el socialismo ecológico, cosa que se demuestra en un fragmento de un célebre discurso del “Che Guevara” africano que decía: “Como dijo Carlos Marx, los que viven en un palacio no piensan en las mismas cosas, ni de la misma forma, que los que viven en una choza. Esta lucha para defender los árboles y los bosques es, ante todo, una lucha antiimperialista. El imperialismo es el pirómano de nuestros bosques y de nuestras sabanas”8

Entonces, si somos un poco analíticos nos damos cuenta de que, efectivamente, el ecologismo sin lucha de clases es jardinería, pues son dos causas que deben ir y van de la mano, razón por la cual se afirma: ¡acabemos con la jardinería y hagamos que surja, desde el horizonte, el amanecer rojo! Tal y como lo expresó Fidel Castro en su discurso de Río de Janeiro citado anteriormente: “Páguese la deuda ecológica y no la externa, desaparezca el hambre y no el hombre”.

6.A pesar de que esta cita no está explícitamente en alguna de sus obras, encapsula su firme compromiso con la lucha por el socialismo como alternativa al capitalismo y sus devastadoras consecuencias, incluidas las correspondientes al cambio climático.

7. Datos tomados y analizados de: https://datosmacro.expansion.com/energia-y-medio-ambiente/emisiones-co2/cuba?anio=2016

8. Este discurso tuvo lugar en la Primera Conferencia por la Protección del Árbol y el Bosque, llevada a cabo en París el 5 de febrero de 1986.

Referencias Bibliográficas

Tratado micológico de la Nueva Tierra

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Fotografía por Emma Py

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