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Kant y Bentham, ¿qué hacer frente a una infidelidad?

Alfonso Flores Verdiguel

Ricardo e Israel que desde el primer semestre se hicieron grandes amigos siempre se han comentado sus problemas, sus gustos, sus viajes con la familia, etc. Pero hoy Israel notó raro a Ricardo, y en el transcurso del día no ha querido comentar nada con su amigo.

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Israel le preguntó a Ricardo si algo le pasaba, pero este evadió la pregunta. —Algo te pasa, le dijo. Ricardo contestó de forma austera y en tono bajo: “No me pasa nada”.

Israel insistió:

—Dime, ¿qué te pasa, qué problema te aqueja?, cuéntame, que para eso somos amigos.

—Te voy a contar, pero vamos a salir del Plantel y caminemos hacia la parte del estacionamiento de arriba ahí nos sentamos en los pequeños cubitos que se encuentran cerca de la reja amarilla del Plantel.

Caminaron en silencio los dos amigos, llegaron al lugar que habían convenido para conversar y Ricardo le empezó a charlar a Israel por qué en el transcurso del día había actuado de forma inusual y como preocupado.

—Te voy a contar: sucede que este fin de semana unos primos míos me invitaron a una fiesta; la verdad no tenía nada de ganas de ir, pero mis primos insistieron, incluso, fueron a decirles a mi mamá y a mi papá que si me dejaban ir y ellos estuvieron de acuerdo que fuera, y que si se me hacía tarde me quedara en casa de mis tíos.

—¡Pero ¡qué hay de malo en eso!

—Pues hasta ahí todo bien; llegamos a la fiesta, había demasiada animación, había más botellas de alcohol que comida. Al principio me hice el remolón para tomar, pero se me acercó una chica, ya un poco tomada que traía una botella en la mano, y me empezó a bailar muy juntita a mi cuerpo, con algunos movimientos cadenciosos llevándose la botella a la boca, y me insistía en que yo le tomara de esa misma botella, hasta que le di el primer trago, bailamos un rato, nos sentamos a platicar, me preguntó qué hacía, le comenté que estaba por terminar mi CCH, ella me platicó que ya no quiso estudiar y trabajaba con su mamá vendiendo ropa en los tianguis, y entre plática y baile nos acabamos ya no sé cuántas botellas.

—¿Hiciste el oso de tu vida? —preguntó Israel.

—No, bueno hubiera sido —Ricardo hizo una pequeña pausa, y continuó—: ya estaba medio borracho, abracé a esta chava, qué te cuento, y la empecé a besar; mi libido se me subió hasta el cielo, y terminamos teniendo sexo en el baño de la casa donde se realizó la fiesta, ella se salió y yo me quedé un rato mirándome al espejo y echándome agua en la cara para que se me bajara un poco la borrachera, salí de baño; una buena parte de los invitados yacía en los sillones, algunos otros sentados en los rincones perdidos por tanto alcohol que habían ingerido. Uno de mis primos estaba sentado en una silla y sobre la mesa recostado su cabeza en un sueño profundo de lo borracho que estaba.

—Y, luego ¿qué pasó?

—Lo que viene es lo que me tiene con una cruda moral terrible. Busqué a esta chava, ya no estaba, nadie me supo dar razón de ella, ya que ni su nombre le pregunté. Ya levantamos a mi primo el que estaba durmiendo sobre la mesa, y salimos de la fiesta. Todos mis primos y yo nos fuimos a la casa más cercana de uno de mis tíos.

—Pero ¿no pasó nada en el camino verdad? —hizo la inte rrogación Israel.

—Afortunadamente no.

—¡Bueno!, fue una fiesta loca y ya.

—Sí, pero a la mañana siguiente, tempranito, me habla Jazmín, mi novia, diciéndome que me echa mucho de menos, recor dándome lo mucho que me quiere y preguntándome cómo me había ido con mis primos; créeme, Israel, que por un momento me quedé mudo, por este sentimiento de culpa por haber traicionado a mi novia. ¿Qué hago, se lo cuento o lo calló para siempre?

—No lo sé, Ricardo, yo creo que fue un momento de debilidad y a lo mejor Jazmín lo comprende.

—He evaluado esa situación, pero también he pensado que si ella me lo hiciera enloquecería de rabia. Siempre he pensado que mentir a quien quieres es inmoral y que tarde que temprano tendrá sus consecuencias.

Israel entonces le propuso a Ricardo: “vamos a ver a nuestro maestro de filosofía, y él que te oriente”. Fueron en busca del maestro de filosofía. El maestro le dijo a Ricardo:

—Realmente tu problema es un dilema filosófico-moral. Te voy a plantear dos posiciones filosóficas y tu tendrás toda la libertad de elegir la que creas correcta o más prudente para planteárselo a tu novia. Desafortunadamente no hay tiempo de ir a visitar a estos filósofos que te voy a explicar; ya en otra ocasión que quisieran abundar sobre el tema nos pondríamos de acuerdo e invitaríamos a sus demás compañeros y compañeras para que nos acompañaran e irlos a ver. Pues bien, Immanuel Kant1 te diría que necesariamente tendrías que cumplir con tu deber, hacer lo correcto, aun y cuando las consecuencias fueran adversas y dolorosas e incluso para tu novia que tantas amas, a eso le llama Kant Imperativo Categórico2. Pero también te diría que si quieres, puedes no afrontar tu deber, pero te preguntaría, si realmente, el incumplir con tus obligaciones morales lo consideras correcto Si fuera así, te estarías engañando tu solo para mantener tu conciencia un poco tranquila. Sin embargo, Ricardo, también Kant te preguntaría que qué has pensado, y concretamente qué es lo que deseas hacer concretamente de la traición a tu novia, le dirás la verdad o la ocultarás para no hacer sufrir a tu novia.

Antes que decidas contestar te diría Kant que reflexionaras lo siguiente: el Imperativo Categórico se va a imponer como un deber moral ante tu razón de forma tal que obliga, sin excepción, el cumplir tus obligaciones morales, y ser un ejemplo para todos, y ese deber se convierta en una ley moral universal. Te preguntaría Kant: ¿romperías ese principio? Piénsalo, razónelo, la mentira no puede ser nunca moral, ya que nadie desea que lo engañen. Ahora bien, Kant te haría reflexionar y te diría: “Aplica el imperativo categórico” y te cuestionaría: “¿Te gustaría que tu pareja te fuera infiel? ¿Qué te ocultase su infidelidad? ¿Crees que un mundo en el que todos usásemos la mentira sería mejor?”3. Si tu respuesta ha sido negativa, entonces tu deber es buscar a tu novia, mirarle a los ojos y contarle lo ocurrido. Si las cosas salen mal y tu novia terminara contigo, al menos recuperarías tu dignidad.

2 Ibid. págs. 32-33. Kant plantea que: “El imperativo categórico, que sólo enuncia en general lo que es obligación, reza así: ¡obra seg ú n una máxima que pueda valer a la vez como ley universal! Por consiguiente, debes considerar tus acciones primero desde su principio subjetivo: pero puedes reconocer si ese principio puede ser también objetivamente válido sólo en lo siguiente: en que, sometido por tu razón a la prueba de pensarte por medio de él a la vez como universalmente legislador, se cualifique para una tal legislación universal”.

Pero espera, antes de que decidas qué hacer, si decirle o no a tu novia de tu infidelidad, te daré otra opción, y de ahí tú decidirás qué hacer — le dijo nuestro maestro de filosofía a Ricardo—: Te voy a plantear las ideas de un filósofo inglés y padre del utilitarismo, él es Jeremy Bentham4 Este filósofo te diría: “descubre por ti mismo qué es lo correcto y lo útil en este asunto de tu infidelidad”, pero, además, te recomendaría: “Si quieres hacer el bien, deberás llevar a cabo una acción de tal forma que no vaya en detrimento de la felicidad de tu novia, no olvidando que tu felicidad vale tanto como la de ella, y al mismo tiempo que la de cualquier otra persona. Es decir, tu felicidad o de cualquier persona a las que quieres, tienen igual valor que las demás personas”. Además, Bentham te diría de manera enfática: “debes calcular bien el

3 Op. cit. pág. 33-34. pas. 226. “El principio supremo de la doctrina de las costumbres es, pues: obra según una máxima, que pueda valer a la vez como ley universal. Cualquier máxima inepta para ello es contraria a la moral.” grado de felicidad de tu acción que has cometido, y su implicación moral; ese cálculo solo vale en tanto valor cuantitativo, dicho de otra manera, la duración e intensidad de tu placer, y tu felicidad efímera de ese día, debes cualificar bien y pensarlo ya que no hay, propiamente dicho, diferencia cualitativa entre placeres5”.

4 Jeremy Bentham fue un filósofo inglés considerado como el padre del utilitarismo moderno, el axioma central de su filosofía se basa en el principio de conseguir la máxima felicidad en el mayor número posible, ya que es la medida de lo bueno y lo malo. El principio de utilidad es fundamental, ya que aprueba una acción entre todas las posibles, ésta genera un incremento en la felicidad de los seres afectados por la misma.

Ricardo interrumpió al maestro, diciéndole que no entendía bien el calcular el grado de felicidad y que no hay diferencia entre lo cuantitativo y lo cualitativo.

—Te voy a poner un ejemplo —le contestó el maestro—, el placer que te proporciona tu amigo Israel y el que te produce un viaje para conocer otros lugares es esencialmente el mismo: su diferencia, estriba en los niveles y el grado que tú les des. Nuevamente Ricardo preguntó: “¿pero ¿qué tiene que ver con mi infidelidad y la solución que debo darle según Bentham? Porque ya entendí que Kant me diría, sin más preámbulo: cumple con tu obligación que te impone tu imperativo categórico y no ocultes la verdad”.

—Pues bien, Ricardo —contestó el maestro—: si aplicamos el principio de utilidad diseñado por Bentham a los remordimientos que ahora te están taladrando la conciencia, ya tienes la solución; simplemente te diría Bentham: calla y guarda el secreto, y olvídate de esa fiesta, de esa muchacha que ni su nombre sabes y tal vez ni siquiera la vuelvas a ver; sé feliz y haz feliz a tu novia. Si dices la verdad, tu novia tendrá días y días de sufrimiento, tu sufrirás también y sumarás más dolor a este sufrido mundo. La mentira no es mala en sí misma: su maldad o su bondad dependen de las consecuencias que genere. Ahora tú debes elegir, Ricardo —dijo el maestro—, tienes dos opciones: la de Kant, que es la ideal para bien de todos los seres humanos del mundo, y la Bentham, que lo ve en un sentido de lo que es útil para ti y tu felicidad.

5 Cfr. Deontología o ciencia moral, vol. I, cap. IV, pág. 51. Ed. librería de Mayen y sobrino, Valencia , España, 1836.

Israel intervino: “Pero usted maestro qué le aconsejaría a Ricardo”, a lo cual el maestro contestó: —Ricardo tiene que pensarlo bien, tiene dos posiciones de filosofía moral, de esas dos, debe libremente él elegir, evaluar las consecuencias, conservar su dignidad y hasta qué punto menguar o aumentar su felicidad. Aunque yo le aconsejaría que en otras ocasiones examine bien antes de poner en marcha cualquier acción y que a partir de ahora trabaje sobre valores que lo conviertan en mejor ser humano. Que cuando vaya con sus primos o amigos a alguna fiesta modere sus apetitos, en esa misma fiesta puede platicar de cosas interesantes, recomendar un libro, comentar una película que le haya gustado, y seguir el consejo que daba a sus alumnos Aristóteles: mente sana en cuerpo sano, es decir, realiza un deporte y lleva a cabo cosas positivas.

Ricardo e Israel se despidieron y le dieron las gracias al profesor. Los dos amigos caminaron hacia “el triángulo” para tomar su transporte. En el camino le preguntaba Israel a Ricardo: “¿Qué decisión vas a tomar?”. Ricardo contestó: “no lo sé, tengo que evaluarlo conforme lo que nos explicó nuestro maestro y de ahí, tomar una decisión”.

¿Quieres saber más sobre el tema? Consulta: Kant, Immanuel. La Metafísica de las Costumbres. Ed. Tecnos, Madrid, 2008.

Bentham, Jeremy. Deontología o ciencia moral, vol. I, Ed. librería de Mayen y sobrino, Valencia , España, 1836.

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