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El universo

Miranda Balmori

Son más de las 3 de la tarde de un sábado helado. A ratos dormían y a ratos se revolvían debajo de las cobijas negándose a salir. Se enredaban y entrelazaban hasta fundirse en una sola forma cubierta por el edredón. En un momento, abrió los ojos y tenía frente a ella las figuras de dos gatos que se besan mientras dos perros los sobrevuelan a bordo de la canastilla de un globo aerostático.

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–¿Qué haces aquí? –preguntó.

–¿Qué hago aquí? –respondió sin abrir los ojos. –Justo aquí es dónde empieza el universo. Tú eres el origen de toda la energía y la materia. El plano espacio-tiempo se comba con mayor intensidad en ti y todo gira en una helicoidal de dimensiones astronómicas en torno tuyo. La luz no puede escapar ni las galaxias ni las estrellas ni yo tengo la intención de hacerlo. Soy polvo estelar precipitándose a su origen.

–¿Hasta cuándo? –preguntó ella.

–Hasta que esto que llamo cuerpo se convierta en mundo y esto que llamo espíritu se convierta en electricidad y magnetismo puros. Hasta que tú dejes de ser tú y yo deje de ser yo en el ciclo infinito del día y la noche que nos hace volver aquí en otras personas pero en las mismas a la vez. –Pronto te olvidarás de mí.

–Cuando te encuentro, redescubro en tus manos el color y la forma, en tu voz el sonido y en tu cuerpo el silencio. Me llevas una y otra vez por el camino de las matemáticas musicales y de los sabores de la tierra, aunque es en tu piel que me reencuentro con la sal. Tus palabras me hacen entender de nuevo el mundo y tus pensamientos me hacen recordar quién soy. Porque te olvido en cada vida pero nunca dejo de buscarte. Se hizo un silencio profundo, largo y cálido. El silencio se rompió hasta que ella dijo: –La eternidad es mucho tiempo.

–La eternidad es un instante seguido de muchos más y nosotros sólo vivimos un instante a la vez de una de las muchas dimensiones y realidades que existen. Antes de que ella pueda articular su siguiente frase, la mira y une sus labios a los de ella, que cierra los ojos y se pierde en un suspiro eterno.

Andy, did you hear about this one?

Alejandro Valdés Barrientos

Hace algunos años, cuando empezaban a ponerse de moda entre los académicos mexicanos ciertas interpretaciones extremas de la deconstrucción que –a mi entender- rayan en la comedia, escuché a una de las personas más pretenciosas que he conocido en mi vida decir en la radio que había que defender la “familia unipersonal” (“¿familia interpersonal?”, pensé, pues ¿qué no la idea del concepto familia está justamente basada en oposición a la noción del individuo?”)1.

La posmodernidad ha venido a sacudir las nociones tradicionales de la cultura y el lenguaje. En ese proceso ha secuestrado el curso de la discusión pública hacia terruños tan áridos e inhóspitos que hoy en día se ha vuelto tendencia en redes sociales un documental en el que se da cuenta de cómo un sector de la población sencillamente no puede responder a la –sencilla, pienso yo- pregunta “¿qué es una mujer?” (What is a woman de Matt Walsh, un director que se define como un pensador de tendencia ideológica conservadora).

Asimismo, en este siglo el cine ha abrazado conceptos que logran levantar las cejas de quienes nacimos en el milenio pasado y que estábamos acostumbrados a realidades menos gelatinosas que las que hoy nos entrampan. Un ejemplo de ello es I, me wed (Craig Pryce, 2007), una cinta que parte de la premisa de explorar la llamada sologamia. Una práctica que consiste en que un individuo se case consigo mismo (o consigue misme, si lo prefieren) en una ceremonia similar a la que se estila entre las parejas convencionales: vestido de novia o traje, auto entrega de anillo de compromiso y matrimonio y la lectura de los compromisos que adquiere el / la contrayente.

1 Juro por lo más sagrado que he leído todo lo que ha estado en mi mano leer sobre el tema. Ya tomé mi decisión. Gracias.

O ¿qué decir de la desconcertante (para muchos) The divorce party? (Hugues William Thompson, 2019) que –adivinaronintenta atraer a las audiencias a través de la idea de que un divorcio es una ocasión para celebrar con pastel, banquete y baile y que pensar que dedicar tiempo al proceso de duelo es un error y una pérdida de tiempo pues ¿acaso no estamos en este mundo para gozar siempre y en todo lugar, a pesar de todo?

Ya muy desfasado del pensamiento dominante actual en nuestras esferas intelectuales estaría siquiera entrar el cuestionamiento de los límites o definiciones del cine de temática poliamorosa, desde la sensacional e incitante Vicky, Cristina Barcelona (del cancelado Woody Allen) o del clásico francés Jules et Jim (del genio François Truffaut, 1962).

Pienso, como última instancia del presente desarrollo, que en caso de que el comediante neoyorkino Andy Kauffman no haya muerto debe estar disfrutando muchísimo del mundo actual desde donde quiera que se encuentre escondido, contemplando sus títulos de campeón de lucha inter género o recordando sus travesuras en la feria de Long Island con su amiga Laurie Anderson o en el zoológico de San Diego con su guionista Bob Zmuda.

Como quiera que sea, deseo de todo corazón que sea cual sea tu definición de los límites (o no) del concepto del término amor hayas pasado esta fecha cubiert@ de apapachos y besos, que para eso es que realmente sirven estas fechas y celebraciones.

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