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También se ama desde el cuerpo

• Respuesta a la carta del Pulso 316

Cuauhtémoc, Ciudad de México, 10 de marzo del 2023

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Querido Eduardo, espero que tengas mejoría de tus afecciones de salud y que pronto puedas usar tus manos para responder mis cartas. Los días calurosos empiezan, ten mucho cuidado, no camines tanto tiempo bajo el sol.

Pienso en aquella frase con la que abres el inicio de tu primera carta, en donde mencionas, ¿Que relación guarda el pensamiento con lo que se hace? Quizá ninguna. Sin embargo, en tu segunda carta, también al comienzo, dices, te pediré que me cuentes más sobre ese mundo que desconozco y sobre esa época que no me ha tocado vivir; en otras palabras, me gustaría que hicieras viajar mi pensamiento por medio del discurso de tu mundo, por medio del verbo que lo puede todo y que parece permanecer en todo tiempo. Hay una contradicción en tu pensamiento, pues si todos creen amar con pasión y verdadero sentimiento, es que tienen prácticas, medianamente claras, de lo que es amor, aunque eso no implica necesariamente conocer el origen de ellas, las cuales provienen del logos, ya que como dijo Wittgenstein, los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo. Es decir, que el amor sea asociado a la sin razón, la carencia de reglas y lo eterno va a tener consecuencias en nuestra forma de concebir nuestra realidad. Entonces, lo que afirmabas en tu primera carta es refutado por el inicio de la segunda.

Si bien no hablas de un amor en específico, así como nosotros, el lenguaje va transformándose para acoplarse al mundo que designa. Hay una concepción muy específica del amor que es muy difundida en la actualidad, es el amor romántico. De hecho, pareciera que tu discurso se engarza con el mismo. Este amor, que se nos ejemplifica hasta el cansancio en canciones, películas, programas de tv, responde a lógicas muy concretas, como la de la propiedad privada. Si bien existen casos en donde la mujer ejerce control sobre el hombre, al menos en un Estado -y concepción del mismo- heteropatriarcal, esta situación no es la norma.

Querido Eduardo, lo que comprendemos lo hacemos a través del pensamiento y nuestro pensamiento es esencialmente logocéntrico. Entenderlo como algo más, es decir, más allá de lo que no se puede decir, en ese espacio irracional, es contradictorio, pues es incognoscible y no se puede estudiar.

El movimiento de los astros, desde esta concepción de macho y hembra, donde el sol tiene propiedades masculinas y de acción, mientras aquellos que mantienen características atribuidas a las mujeres suelen ser pasivos y casi estáticos, sí, la analogía detrás de esta concepción es patriarcal y violenta.

Comprendo que tratas de hablar de un amor metafísico, desentrañarlo y plasmar (de alguna u otra manera) su esencia, pero a estas alturas de la historia de la filosofía sabrás los problemas que conllevan este tipo de cuestiones. Ahora, querido Eduardo, si sólo los seres humanos sentimos amor, sí. Al menos como nosotros lo concebimos. El amor es un concepto o conceptos que hemos acuñado para explicar ciertas interacciones y afecciones que nos interpelan. Así, si bien los animales pueden segregar sustancias como las que nosotros emitimos cuando “sentimos amor”, difícilmente podríamos llamarlo igual, pues esto, es algo que ya hemos racionalizado (tanto así que en este ejercicio de hacerlo, ya llevas dos cartas). Con esto no digo que los animales no humanos no sean racionales, pero no como nosotros. Tratar de extender nuestra ontología del mundo a otros seres, es antropocéntrico.

Por otro lado, si te refieres a un amor más divino, sin dejar de fijarnos en las problemáticas de la metafísica, posiblemente Dios, de sentir amor, al tener otros atributos, sería distinto a lo que nosotros concebimos. En cambio, si crees que esta cuestión ha sido altamente buscada por pensadores y pensadores más hábiles y que probablemente no la encontremos, pues entonces esta dinámica carece de sentido.

El decir que no existe una verdad absoluta es más bien una cautela y no una aseveración extrema.

En cuestión del cuerpo, otra vez recaes en cuestiones metafísicas y oscuras.

El cuerpo, como este cúmulo de carne, tripas, pelo y sangre es el espacio que habitamos y, al menos en el caso de los cuerpos femeninos, es el principal territorio de conquista en la dinámica heteropatriarcal. En cambio, esta mente de la que tanto hablas, la consciencia, es algo que realmente no sabemos dónde está, pero históricamente le ha pertenecido a los hombres.

En este sentido, si hemos de darle importancia a algo, esperaría que nos centremos en este espacio que habitamos. Llevamos siglos pensando que lo importante es la razón, y no cualquier razón, sino una muy particular. Así, te invito a que reflexiones sobre esta situación. Hablar del cuerpo, como seres del logos, no es una preferencia por una u otra, sino reivindicar esto que también somos, es decir, psique en soma.

Hablas de sentir y pensar, yo, en este sentido, respondo a tu invitación al debate. Ambos encajamos en esta crítica. Incluso, para qué desdeñar al cuerpo, si el amor repercute en él. Veo que te gusta citar autores antiguos, así que te comparto un poco de Safo, poeta griega, porque sí, aunque sientas en el pensamiento (que no es otra cosa que la racionalización de un estado mental) la piel de gallina, las mariposas en el estómago y los sudores fríos los llevas a cuestas.

En cambio, en mi pecho el corazón se estremece. Apenas te miro, la voz no viene más a mí, la lengua se me inmoviliza, un delicado incendio corre bajo mi piel, no ven ya mis ojos y zumban mis oídos, el sudor me cubre, un temblor se apodera de todo mi cuerpo y tan pálida como la hierba no muy lejana de la muerte me parece estar.

Pero todo debe soportarse si así es.

Quizá sea conveniente poner más atención a tu cuerpo, y no es necesaria la intervención de un especialista, que a través de su saber apruebe y le dé sentido a tus afecciones, puedes hacer un reconocimiento de las palabras sobre tu cuerpo, como un mapa, te invito a dibujarlo. Espero que haya quedado claro que no repudio la palabra, todo lo contrario, pero creo en su magnífica posibilidad y peligrosidad plástica, la de esculpir, la de acentuar matices, cubrir otros, incluso borrar.

Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

¿Pero la carne puede volver a ser verbo? Yo creo que sí, porque podemos reconfigurar nuestra forma de entender el mundo a través de la palabra, pero eso es viable sólo porque hemos visto los estragos y mutilaciones por medio de ellas, y por lo tanto, se vuelve a modelar su forma y a crear y descubrir mundos distintos, tan necesarios en la actualidad.

Lo recorres todos los días, cuando lo trazas lo caminas. En cada una, una afección oscila.

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