¿Qué es lo bello? ¿qué es lo feo? ¿quién determina si un objeto es magnífico o detestable? Un Shakespeare paradójico, a través de las brujas de Macbeth, nos responde: “lo bello es lo podrido y lo podrido es lo bello”, ante esta igualdad con fermentados ejemplos de la clase política; Umberto Eco nos recuerda, en su Historia de la fealdad, que ambos conceptos se encuadran por criterios estéticos, pero también por criterios políticos, religiosos y sociales, y que éstos se modifican según la época y los cánones del momento. Sin embargo, por lo regular definimos la fealdad simplemente por su oposición a la belleza a pesar de que hay expresiones artísticas y culturales de monstruos, guerras, demonios y reyes degollados, realmente hermosas y soberbias.