Introducing “The International Legal System and its Tensions: Fragmentation and Universal Ambition”, by Susana Czar de Zalduendo
4 - 15
Presentación: “El sistema jurídico internacional y sus tensiones: fragmentación y vocación universal”, por Susana Czar de Zalduendo
16 - 27
En el camino 17
Entrevista a Welber Oliveira Barral
19 22
Entrevista a Enrique Barreira
24
Entrevista a Antonio Remiro Brotóns
28 - 42
Entrevista a Martti Koskenniemi
Instrumentos de análisis 28
“El lado oscuro de la luna: fragmentación de las instituciones que aplican normas jurídicas internacionales”, por Cesare Romano
34
“El constitucionalismo en el derecho internacional: comentario sobre una propuesta alemana”, por Armin von Bogdandy
The Bridge (Puente @ Europa in English)
43 - 64
On the Road 44
Interview with Welber Oliveira Barral
46 49
Interview with Enrique Barreira
51
Interview with Antonio Remiro Brotóns
Interview with Martti Koskenniemi
Instruments of Analysis 54
“The Dark Side of the Moon: Fragmentation of Institutions Applying International Legal Rules”, by Cesare Romano
58
“Constitutionalism in International Law: Comment on a Proposal from Germany”, by Armin von Bogdandy
65 - 77
OBREAL/EULARO in itinere
78 - 79
Quiénes / Who’s who
Nota / Note En cada sección los autores están ordenados alfabéticamente / Authors are organised by alphabetical order within each section.
Año V - Número 2 (nueva serie) Vol. V, Issue 2 (new series) Junio de 2007 / June 2007 ISSN 1669-7146 Redacción / Edited at: Rodríguez Peña 1464 (C1021ABF) Ciudad de Buenos Aires Argentina Tel: (+54-11) 4878-2900 Fax: (+54-11) 4878-8628 puntoeuropa@unibo.edu.ar www.unibo.edu.ar Propietario / Ownership: Universidad de Bolonia, Representación en Buenos Aires University of Bologna, campus of Buenos Aires Director / Director: Giorgio Alberti
Esta publicación se ha realizado con la ayuda financiera de la Comunidad Europea. Su contenido es responsabilidad exclusiva de la Universidad de Bolonia, Representación en Buenos Aires, y en modo alguno debe considerarse que refleja la posición de la Unión Europea. Comisión Europea
This review has been produced with the financial support of the European Community. Its contents are the sole responsibility of the University of Bologna, campus of Buenos Aires, and do not reflect the views of the European Union. European Commission
2 Puente@Europa
Comité Directivo / Executive Board Giorgio Alberti Susana Czar de Zalduendo Arturo O’Connell José Paradiso Gianfranco Pasquino Lorenza Sebesta Ramón Torrent
Comité Científico / Scientific Board Alexandra Barahona (Instituto de Estudos Estratégicos e Internacionais, Portugal) Roberto Bouzas (Universidad de San Andrés, Argentina) Alvaro Camacho Guizado (Universidad de los Andes, Colombia) Julio Cotler (Instituto de Estudios Peruanos, Perú) Isabel Yépez del Castillo (Université Catholique de Louvain, Belgique)
Comité Editorial / Editorial Board Punto Europa - Buenos Aires, Universidad de Bolonia, Representación en Buenos Aires Lorenza Sebesta (Directora Ejecutiva / Executive Director) Emmet Boland (Traducciones / English Translation) Luciana Gil (Asistente Editorial / Editorial Assistant) Gisela Mazzarello (Traducciones / English Translation) Emiliano Montenegro (Diseño Gráfico / Graphic Design) Martín Obaya (Coordinador Editorial / Editorial Coordinator) Agradecemos a Susana Czar de Zalduendo por el planteo intelectual del número, la selección y coordinación de los autores y la elaboración de las entrevistas. Special thanks to Susana Czar de Zalduendo for her intellectual input, the choice and coordination of contributors, and the compiling of the interviews.
Puente@Europa 3
The International Legal System and its Tensions: Fragmentation and Universal Ambition by Susana Czar de Zalduendo Special Editor
F
ew branches of law can boast such a spectacular development as international law in recent times. The changes experienced related to the actors -which previously encompassed only statesand to the increase in the number of issues which then came under the regulation of international law, and brought about an expansion which would have seemed impossible before the Second World War. The specialisation of international law in different subject matters or regulatory frameworks reflects diverse interests, obligations and rights in a number of fields of international activity such as human rights, the law of the sea, environmental protection, international trade, transnational investment, scientific and technological cooperation, etc. At the same time, there has been a notable increase in the number of players in the global arena with the setting up of regional and international organisations. In a document on the diversification and expansion of international law1, the International Law Commission of the United Nations points out that this phenomenon has not come about in a coordinated manner, following consistent regulations governed by a general framework. It developed, rather, through a search for solutions to concrete problems2. An expansion in the number
4 Puente@Europa
of specialised areas (with a certain amount of autonomy) has resulted from this, as well as the setting up of forums to deal with possible controversies, thus giving rise to fears of fragmentation of international law. At the same time, reaction to this possible fragmentation promoted a tendency towards a greater unification of international law, where some favoured the application of identical laws to the relations between individual actors -unequal in their nature- and to distinct national realities, a suggestion that has been roundly rejected by others. This situation has rekindled the debate surrounding the precedence given to international law over domestic regulations, which has been reflected in the tendency to “constitutionalise� international law. The extent and scope of international law has progressed hand in hand with the creation en masse of international tribunals3 and this, in turn, increases the possibility of incompatible interpretations on fundamental issues within international law, or even contradictory judgements being passed in a dispute which, due to the existence of non-exclusive jurisdictions, could be brought before more than one international tribunal. With this in mind, some proposals have been made for the creation of a global and hierarchical legal structure
El sistema jurídico internacional y sus tensiones: fragmentación y vocación universal Por Susana Czar de Zalduendo Compiladora
P
ocas ramas jurídicas han tenido un desarrollo tan espectacular como la del derecho internacional en las últimas décadas. Los cambios relacionados con los distintos sujetos del derecho internacional -subjetividad limitada anteriormente a los estados- y la ampliación de los temas que han pasado a ser regulados por normas internacionales, implicaron una expansión que hubiera sido imprevisible antes de la Segunda Guerra Mundial. La especialización del derecho internacional en regímenes normativos sectoriales o temáticos diversos refleja intereses, deberes y derechos distintivos de varios campos de la actividad internacional, entre ellos: los derechos humanos, el derecho del mar, la protección ambiental, el comercio internacional, las inversiones transnacionales, la cooperación científica y tecnológica, etc. Por otra parte, con la creación de organizaciones internacionales y regionales se ha registrado un notable incremento en el número de actores en la arena mundial. Como bien señala el documento de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas sobre diversificación y expansión del derecho internacional1, este fenómeno no se ha dado de manera coordinada mediante regulaciones consistentes con un esquema general, sino que se fue desarrollando a partir de la búsqueda de soluciones a problemas concretos2. De ello resultó la multiplicación de
áreas especializadas, con cierta autonomía, y de foros para tratar sus eventuales conflictos, lo que llevó a que aumentara el temor a una fragmentación del derecho internacional. Paralelamente, la reacción frente a esa fragmentación promueve tendencias hacia una mayor unificación del derecho internacional, planteando algunos la conveniencia -rechazada por otros- de aplicar normas idénticas a las relaciones entre actores que, en algunos casos, son notoriamente desiguales, y a realidades nacionales distintas. Estas circunstancias han reavivado los debates sobre la primacía del derecho internacional sobre los ordenamientos internos, expresándose fundamentalmente en las tendencias hacia el “constitucionalismo” del derecho internacional. La ampliación y extensión de la normativa internacional se produce simultáneamente con la creación de una gran cantidad de tribunales3, lo que aumenta la posibilidad de interpretaciones diferentes sobre temas fundamentales del derecho internacional o, inclusive, de pronunciamientos contradictorios en una controversia que en razón de jurisdicciones no excluyentes pueda ser dirimida en más de un tribunal. Esto ha generado algunas propuestas para crear una estructura judicial mundial y vertical, ausente hasta el momento y de difícil implementación, según muchos de los internacionalistas.
Puente@Europa 5
which has been lacking, up to the present, and which would be difficult to implement, according to many international law scholars. The contributions to the current issue of Puente @ Europa discuss many of these issues. We will here briefly refer to their most salient aspects, dealing firstly with international constitutionalism, secondly, addressing the question of fragmentation versus unification/harmonisation to finish off, lastly, with the theme of the multiplication of international jurisdictions. International constitutionalism As a matter of fact, the influence of international law in domestic law has increased significantly. The old problem related to the relationship between national and international legal systems alternatively solved in accordance with monist and dualist theorieswould seem to have been overcome and replaced by the concept of the international community as a “legal community”. According to Hans Kelsen4, all that can be set as norms in domestic law can also be subject to international law, whose territorial validity significantly exceeds that of domestic law. In the first decades of the 20th century, The Hague Academy of International Law witnessed a series of debates between the dualists, such as Heinrich Triepel and Dionisio Anzilotti, and the monists, such as Alfred Verdross and Kelsen himself. The former contend that international law and domestic law constitute two independent legal entities with different sources: treaties and customary law as far as the international law is concerned, the constitution and the laws themselves in the domestic legal system. The monists, on the other hand, hold that the set of legal norms encompassed by the two structures are characterized by a substantial unity, and that it is possible to establish a relationship of subordination between them5. It is the view of Ingrid Detter Delupis, professor in International Law at the University of Stockholm, that the debate between the two has become essentially of a historical character, because the effect of international law in a country’s domestic affairs today often involves jus cogens, that is to say those international regulations which are of such a pressing and peremptory nature that the state cannot ignore them. Under the heading of these imperative norms, we may find certain aspects of human rights, humanitarian rights, or environmental protection6. Whatever a state does, or allows to be done, in its own territory in these areas of law may be of interest to third parties and could legitimately be of interest to one or more states. Furthermore, the regulatory competence assumed by some bodies of international organisations has been enriching the international law system with secondary norms which are of the same compulsory nature as treaties for their members and, in certain cases, are directly applicable in the territories of these states. Thus, international law, as well as having extended its reach, has managed to detach itself from its almost exclusive connection with states. The protection of human rights -which is one of the most significant developments of the 20th century- has raised the individual to the position of subject in international law and mechanisms that govern the efficacy and compliance of international rules have been strengthened producing, in turn, related systems for the resolution of international controversies. However, with the consolidation of representative democracy and the reinforcing of the republican character of governments after the Second World War, the legitimacy of international law has been questioned in relation to its validity within states: its norms have been seen as lacking a popular representative base as well as a constitutional foundation as a framework for its legitimacy. The legitimacy of international law started to be a source of concern for the internationalists. Thomas Franck, writing on the theme in the ‘80s7 and basing his work on his experience as a constitutionalist, wondered how an international politico-legal system could bring together the primacy of the rule of law and
6 Puente@Europa
impartial judgement by third parties to a controversy with the commitment to democracy8. Theories concerning international constitutionalism have been built upon the concept of a global legal community. Authors from both Europe and the United States have been developing a new branch of studies, known as “new approaches to international law”9. In an article in the European Journal of International Law, Mattias Kumm asks if the citizens of a country should be obliged to comply with the regulations as set out by international law, or if they should be free to reject them democratically, in the constitutional exercising of their own governance. He then goes on to answer the question by rejecting a rigid dualism, which would imply the need for different tools of analysis for international and domestic systems. He further reminds us that the legitimacy of international law should not be dismissed simply because of a lack of representative institutions to pass those regulations. What he proposes, rather, is that the application of international norms in the domestic arena should be accepted when, as it happens with the domestic legal system, its rationale fulfils the sought-after aim of the community and it protects citizens’ rights. These are the basis for the legitimacy of international law. He also considers the drawing up of a specific constitutional text to be unnecessary because his “constitutionalist” model implies a constitutionalism above and beyond that of the state10. These issues are also touched upon in the work of Armin von Bogdandy presented in this issue of Puente @ Europa. The piece looks at the work of Christian Tomuschat11, a distinguished representative of the German school of international constitutionalism. According to Tomuschat, international law also fulfils a constitutional role in the domestic arena, protecting human rights and turning individuals into the beneficiaries of international law. In his opinion, the international community is transforming itself from a system which is based on the sovereignty of states to another which is oriented to values and individuals, envisaging the state as a “unit at the service of human beings”. The author’s central idea is to consider the state but as an agent of the international community. Von Bogdandy then goes on to ask if, international law fulfilling a constitutional role, it would be necessary to establish a “quasi-federal” institutional organisation. Tomuschat, reminds us the author, uses the terms “federal” and “federation” with some caution. Resistance to the concept can still be found within such a sophisticated law-based integration scheme, involving such a strong delegation of competence, as the European Union is. Tomuschat, however, considers that we should, at least, conceive a structure which ensures the independence of the legislative functions from the regimes of the treaties. Furthermore, treaties should refrain from being the main source of international norms because, in as far as their membership is voluntary (in terms of signing up and withdrawal), the values which the international community consider worthy of protection are subject to decisions which are taken unilaterally and which are linked to a weak political system. Despite the fact that the international society recognises the existence of values worthy of protection independently from the recognition given to those same values by a state, Tomuschat maintains that the solution should not be found in a global government, as there will be no lasting international order if the national systems disappear. The contributor then addresses the problem of the legitimacy of international law given that, while domestic law is rooted on the people -the democratic source of legitimacy-, its international counterpart is generated by the states. He does not believe that the “international community” can be considered as the equivalent of the “people” and concludes that the foundations for the legitimacy of international law are to be found in shared values. Finally, von Bogdandy set Tomuschat’s thinking within the universalistic approach to international relations and refers to a
Varios de los temas recién señalados han sido considerados en las contribuciones de este número de Puente @ Europa. En esta presentación nos referiremos brevemente a los aspectos más salientes de esos aportes, tratando, en primer lugar, el constitucionalismo internacional; abordando después la fragmentación versus unificación/ armonización de las normas internacionales; para culminar con el tema de la multiplicidad de foros. Constitucionalismo internacional La realidad muestra que la influencia del derecho internacional en los derechos internos se ha acentuado notoriamente. El viejo problema de las relaciones entre los órdenes jurídicos nacional e internacional -explicitado conforme a las teorías monista y dualista- parece haber sido superado y sustituido con las ideas sobre la comunidad internacional como una “comunidad de derecho”. Hans Kelsen señalaba4 que todo lo que puede ser normado por el derecho nacional, puede ser también objeto del derecho internacional, cuyo ámbito de validez territorial excede en mucho al del derecho local. En las primeras décadas del siglo XX, la Academia de Derecho Internacional de La Haya fue testigo de los debates entre “dualistas”, como Heinrich Triepel y Dionisio Anzilotti, y “monistas”, como Alfred Verdross y el propio Kelsen. Los primeros sostenían que el derecho internacional y el derecho interno conforman dos órdenes jurídicos independientes con fuentes diferentes: los tratados y la costumbre en el derecho internacional, la constitución y las leyes en el orden local. Para los monistas, en cambio, existía una unidad en el conjunto de normas jurídicas que abarcaba ambos órdenes, entre los cuales podían establecerse relaciones de subordinación5. Ingrid Detter Delupis, profesora de Derecho Internacional en la Universidad de Estocolmo, afirma que la discusión entre monismo y dualismo ha pasado a ser esencialmente de interés histórico, porque la eficacia del derecho internacional en el orden interno de los países involucra hoy en muchos casos al jus cogens, es decir, a aquellas reglas internacionales tan apremiantes y obligatorias que los estados no pueden dejar de observar. En esas normas imperativas se incluyen algunos aspectos de los derechos humanos, del derecho humanitario, o de la protección ambiental6. En estos campos, lo que hace, o permite hacer, un estado en su propio territorio no es indiferente a terceros y puede ser legítimamente del interés de otro u otros estados. Por otra parte, la competencia normativa que asumen algunos órganos de las organizaciones internacionales enriquece el ordenamiento internacional con normas derivadas, tan obligatorias como los tratados para los estados miembros de esas organizaciones y, en algunos casos, directamente aplicables en sus territorios. De esta forma el derecho internacional, además de haberse expandido, se ha desprendido de su vínculo casi exclusivo con los estados. La protección de los derechos humanos, uno de los desarrollos más notables del derecho internacional en el siglo XX, ha elevado a las personas físicas a la categoría de sujetos del derecho internacional, y se han fortalecido los mecanismos de vigencia y observancia de las reglas internacionales, floreciendo sistemas vinculantes para la resolución de los conflictos internacionales. Sin embargo, al robustecerse la democracia representativa en los países y afianzarse la gobernanza de corte republicano después de la Segunda Guerra Mundial, se planteó el problema de la legitimidad del derecho internacional para su vigencia al interior de los estados, porque se le imputa la carencia de una base representativa popular en la elaboración de sus normas, así como la falta de fundamentos constitucionales como marco de legalidad. Legitimidad del derecho internacional comenzó a ser motivo de preocupación entre los internacionalistas. Thomas Franck escribió sobre el tema en la década del ochenta7. Sobre la base de sus trabajos como constitucionalista, se preguntó sobre la necesidad de un sistema político-legal internacional que combinara la preponderancia de las reglas de derecho y el juzgamiento imparcial a cargo de terceros en un conflicto con el compromiso democrático8.
Sobre la base del concepto de una comunidad jurídica global, se fueron edificando las teorías sobre el constitucionalismo internacional que se insertan, a su vez, en la corriente conocida como “nuevas aproximaciones al derecho internacional”9, reflejada en los trabajos de autores tanto europeos como estadounidenses. Mattias Kumm se pregunta si los ciudadanos de un país están obligados a cumplir las reglas del derecho internacional, o si, en cambio, son libres de rechazarlas democráticamente en el ejercicio constitucional de su propia gobernanza. Responde que debe evitarse un enfoque estrictamente dualista que considere que el orden nacional y el internacional necesitan diferentes instrumentos de análisis, y que no corresponde rechazar la idea de la legitimidad del derecho internacional por la falta de instituciones representativas que lo dicten. Propone, en cambio, que debe aceptarse la aplicación interna del orden internacional cuando, al igual que en el ordenamiento local, su rationale respeta la finalidad buscada y ampara los derechos de los ciudadanos. En eso radica la legitimidad del derecho internacional. Asimismo, considera innecesario un texto constitucional específico, porque el modelo “constitucionalista” que propone está comprometido con un constitucionalismo más allá del estatal10. Estos temas son abordados por Armin von Bogdandy en el artículo incluido en este número de Puente @ Europa, donde comenta el pensamiento de Christian Tomuschat11, ilustre representante del constitucionalismo internacional, conjuntamente con Hermann Mosler, Wilhelm Wengler, Walter Hallstein (quien acuñó el término “comunidad de derecho” y fuera el primer presidente de la Comisión Europea) y Andreas Paulus; así como internacionalistas de la talla de Pierre-Marie Dupuy, David Kennedy, Giovanni Biaggini y otros. Tomuschat considera que el derecho internacional cumple una función constitucional también en el ámbito nacional, al proteger los derechos humanos, haciendo a los hombres beneficiarios de este derecho. Indica que la comunidad internacional está pasando de un sistema fundado en la soberanía de los estados a otro orientado a los valores y a los individuos, visualizándose al estado como una “unidad al servicio de los seres humanos”. La idea central en este autor es la de considerar al estado como un agente de la comunidad internacional. Si el derecho internacional cumple una función constitucional, ¿habrá que establecer una organización institucional de tipo “cuasifederal”? Armin von Bogdandy señala que Tomuschat usa con sumo cuidado los términos “federal” y “federación”, conceptos resistidos aun en el caso de la Unión Europea, un esquema de integración fundado en el derecho y con un alto grado de delegación de competencias a una comunidad. Para Tomuschat se debería, al menos, tener una estructura que independice la función legislativa del régimen de los tratados. Estos deberían dejar de desempeñar el papel principal en la creación de normas, porque en la medida en que son de adhesión y denuncia voluntarias, los valores reconocidos por la comunidad internacional como merecedores de protección quedan sometidos a decisiones unilaterales y vinculados a un sistema político débil. Si bien la sociedad internacional reconoce valores protegibles independientemente del reconocimiento que haga de ellos un estado, Tomuschat sostiene que no se debe focalizar la solución en un gobierno mundial, porque no habrá orden internacional que perdure si los sistemas nacionales desaparecen. Aborda entonces el problema de la legitimidad del derecho internacional, dado que mientras el derecho interno proviene del pueblo -fuente democrática de legitimidad-, el internacional es generado por los estados. No encuentra que la “comunidad internacional” sea el equivalente de “pueblo” y concluye que la base de la legitimidad del derecho internacional está en los valores compartidos. Por último, von Bogdandy indica que el pensamiento de Tomuschat se enmarca en el enfoque universalista de las relaciones internacionales, y recoge una reciente contribución de Jürgen Habermas quien plantea que un ordenamiento internacional constitucionalizado, complementario del nacional, sería una garantía tanto contra posiciones hobbesianas como otras hegemónicas fun-
Puente@Europa 7
The specialisation of international law in different subject matters or regulatory frameworks reflects diverse interests, obligations and rights in a number of fields of international activity [...]. At the same time, there has been a notable increase in the number of players in the global arena with the setting up of regional and international organisations. [...] this phenomenon has not come about in a coordinated manner, following consistent regulations governed by a general framework. It developed, rather, through a search for solutions to concrete problems. recent contribution made by Jürgen Habermans who suggested that a constitutionalised international system, seen as a complement to the national ones, would work as a guarantee against both Hobbesian and hegemonic positions founded on liberal values. He believes in the possibility of an international constitutionalism exerting a civilising influence. A further signal of the spread of “international constitutionalism” can be observed in the project called “The emerging international constitutional order - Implications of hierarchy in international law for the coherence and legitimacy of international decision-making” sponsored by the Netherlands Organisation for Scientific Research and recently started at the University of Amsterdam, under the direction of Erika de Wet12. The author defines the pivotal questions encompassed by her research project in the following way: “The ‘constitutional’ nature of this order relates to the fact that it contains certain fundamental substantive and structural norms that form a supreme legal framework for the exercising of public power. The substantive elements primarily include the value system of the international legal order, meaning norms of positive law with a strong ethical underpinning (notably human rights norms) that have acquired a special hierarchical standing vis-à-vis other international norms through state practice. The structural elements refer to the subjects of the international legal order that collectively constitute the international community (polity), as well as the mechanisms for enforcement of the international value system”. Another issue which is strictly linked to the question of international constitutionalism seems to be the supremacy that ought to be granted, in the opinion of some, to the International Court of Justice in The Hague -but this aspect will be dealt with in the section related to international courts. The Fragmentation of International Law
VCLT; 3) the application of successive treaties relating to the same subject matter (Article 30 of the VCLT); 4) the modification of multilateral treaties between certain parties only (Article 41 of the VCLT) and; 5) hierarchy in international law: jus cogens, obligations erga omnes and Article 103 of the Charter of the United Nations as conflict rules. During 2004 and 2005, studies on different aspects of fragmentation were carried out and the Study Group decided to prepare a single document, divided in two parts: a) an extensive final report summarising the individual positions and debates in the group; b) a summary of the conclusions and directives emerging from these studies and debates14. These documents analyse the progressive homogenization of social life which has taken place in the context of globalization and its simultaneous fragmentation within areas which have become more and more specialized and autonomous. This phenomenon touches upon international law, as social fragmentation tends to be accompanied by juridical instruments grouped around rules and institutions which give rise to subject matter or regional regimes endowed with certain autonomy15. Assessment of the phenomenon has varied. Some observers think that special regimes erode general international law, as they increase the possibility of conflicting jurisprudence, leading to the loss of juridical security. Others see in this a predominantly technical problem and suggest that it be solved by technical remedies aimed at harmonizing the sub-systems. The ILC considers that the phenomenon presents positive as well as negative aspects and that fragmentation poses different kinds of problems: substantive problems, as the specialized legal frameworks and regimes can conflict with each other; institutional, as the various bodies, because of their different jurisdiction or competence, can dissent in the interpretation and enforcement of norms and regimes.
The work of the International Law Commission The maxim lex specialis derogat legi generali At its 54th session, in 2002, the International Law Commission of the United Nations (ILC)13 decided to create a study group on “Fragmentation of international law: difficulties arising from the diversification and expansion of international law”. The following year, the Study Group approved its work schedule for the period between 2003 and 2006. Five of its members were requested to draft schemes on the following selected issues: 1) The function and scope of the principle of lex specialis and the question of “self-contained regimes”; 2) the interpretation of treaties in the light of “any relevant rules of international law applicable in the relations between the parties” (Article 31.3.c.) of the Vienna Convention on the Law of Treaties,
8 Puente@Europa
This old legal technique suggests that whenever more that one norm deals with the same subject matter, priority should be given to the more specific one, as it better takes into account the particular features of the context where it is applied. The ILC puts forward that, within international law, this principle may be applicable between provisions within a single treaty or emerging from different treaties as well as between non-treaty standards. The special law does not derogate completely the general norm, as the latter is still valid in other contexts and for aspects not contemplated by the lex specialis. The ILC also takes a position on the complex question of the impossibility of derogating a general law. The ILC suggests taking into consideration the nature of the
dadas en valores liberales. Afirma que puede lograrse un constitucionalismo internacional que implique un avance civilizador. Una muestra de la difusión que ha adquirido el “constitucionalismo internacional” es el proyecto “The emerging international constitutional order - Implications of hierarchy in international law for the coherence and legitimacy of international decision-making” que, patrocinado por la Organización de los Países Bajos para la Investigación Científica, se ha establecido recientemente en la Universidad de Ámsterdam, a cargo de Erika de Wet12. En la presentación de este proyecto se afirma que “la naturaleza constitucional del orden internacional se refiere a ciertas normas fundamentales, sustantivas y estructurales, que contienen y que conforman un marco legal superior para el ejercicio del poder público. Los elementos sustantivos incluyen el sistema de valores del orden legal internacional, normas positivas con un fuerte sustrato ético (esencialmente reglas sobre derechos humanos) que han adquirido una jerarquía especial frente a otras normas internacionales a través de la práctica estatal. Los elementos estructurales se refieren a los sujetos del orden legal internacional que, colectivamente, constituyen la comunidad internacional, así como a los mecanismos para la observancia del sistema de valores internacionales”. Un tema vinculado al constitucionalismo internacional es también el de la supremacía que debería tener, según algunas opiniones, la Corte Internacional de Justicia establecida en La Haya por las Naciones Unidas, pero este aspecto se abordará al tratar el punto relacionado con los tribunales internacionales. Fragmentación del Derecho Internacional Los trabajos en la Comisión de Derecho Internacional En el año 2002, en su 54º período de sesiones, la Comisión de Derecho Internacional13 (CDI) de las Naciones Unidas decidió formar un grupo de estudio para analizar el tema “Fragmentación del derecho internacional: dificultades derivadas de su diversificación y expansión”. Al año siguiente, el grupo aprobó el calendario de trabajo que se desarrollaría entre 2003 y 2006. Se encomendó a cinco de sus miembros la elaboración de esquemas sobre los siguientes aspectos seleccionados: 1. Función y alcance del principio lex specialis y la cuestión de los regímenes autónomos. 2. Interpretación de los tratados a la luz de “toda norma pertinente de derecho internacional aplicable en las relaciones entre las Partes (art. 31, párrafo 3, apartado c) de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, en el contexto de la evolución del derecho internacional y de las preocupaciones de la comunidad internacional. 3. La aplicación de tratados sucesivos concernientes a la misma materia (art. 30 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados). 4. La modificación de tratados multilaterales entre algunas de las
Partes únicamente (art. 41 de la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados). 5. La jerarquía normativa en derecho internacional: el jus cogens, las obligaciones erga omnes y el art. 103 de la Carta de las Naciones Unidas como normas de conflicto. Durante los años 2004 y 2005, se presentaron informes y el grupo de estudio decidió preparar un documento único, dividido en dos partes: a) un estudio analítico amplio resumiendo las posiciones individuales y los debates en el Grupo; b) una versión resumida de conclusiones y directrices emanadas de esos estudios y debates14. En estos documentos se afirma que en el contexto de la globalización se produce una uniformidad mayor de la vida social pero, a la vez, una fragmentación en distintos ámbitos cada vez más especializados y autónomos. El derecho internacional no es ajeno a este fenómeno, ya que esa fragmentación social es acompañada por instrumentos jurídicos agrupados en reglas e instituciones que llevan a la aparición de regímenes sectoriales o regionales dotados de cierta autonomía15. Las actitudes frente a esta realidad han sido variadas. Algunos consideran que los regímenes especiales deterioran el derecho internacional general al posibilitar interpretaciones contradictorias que aumentan la inseguridad jurídica. Otros sostienen que siendo un problema técnico, surgido por la expansión del derecho internacional, debe ser resuelto técnicamente con medidas de compatibilización entre los subsistemas. La CDI considera que el fenómeno tiene aspectos tanto positivos como negativos, y que la fragmentación abarca temas de distinta naturaleza: “sustantivos”, al establecerse marcos (frameworks) especializados de normas y regímenes que pueden entrar en conflicto entre sí; e “institucionales”, al crearse organismos que por su jurisdicción y competencia pueden disentir al aplicar e interpretar esas normas y regímenes. La CDI decidió abordar sólo los aspectos sustantivos, algunos de los cuales se analizan a continuación. El principio lex specialis derogat legi generali Esta antigua técnica del derecho establece que cuando varias normas tratan una misma cuestión debe darse preferencia a la que es más específica, con fundamento en que ella toma mejor en cuenta las particularidades del contexto en que se aplica. El documento de la CDI manifiesta que en el derecho internacional este principio se aplica entre disposiciones de un mismo o de diferentes tratados así como también entre normas jurídicas que no provienen de los tratados. La ley especial no deroga completamente a la norma general, ya que ésta sigue aplicándose en otros contextos y, aun, para aspectos que la lex specialis no contempla. La CDI se pronuncia también respecto de un tema bien complejo, cual es la inderogabilidad de la ley general, lo que sucede cuando esa característica responde a la naturaleza de la ley general (el jus cogens es inderogable), o cuando la eventual derogación frustra la finalidad de la ley. Incluye otras
La especialización del derecho internacional en regímenes normativos sectoriales o temáticos diversos refleja intereses, deberes y derechos distintivos de varios campos de la actividad internacional [...]. Por otra parte, con la creación de organizaciones internacionales y regionales se ha registrado un notable incremento en el número de actores en la arena mundial. [...] este fenómeno no se ha dado de manera coordinada mediante regulaciones consistentes con un esquema general, sino que se fue desarrollando a partir de la búsqueda de soluciones a problemas concretos. Puente@Europa 9
general law (jus cogens cannot be derogated), the fact that the application of the special law should not frustrate the purpose of the general law, the balance of rights and obligations of the general law which should be safeguarded and interests of any third party, which should also be protected. Puente @ Europa asks Martti Koskenniemi for an example of the last occurrence. Koskenniemi recognizes this as a seldom treated aspect of international law doctrine. Protection of third parties, albeit not a jus cogens, is obligatory and its non compliance can give rise to state’s responsibility. He refers to “interdependent obligations”, arising from multilateral agreements, which cannot be contravened by unilateral actions. In relation to the question of special (self-contained) regimes, it can happen that concurrent rules over the same subject matter give rise to contradictory conduct when applied. According to Enrique Barreira, this conflict goes against the principle of non-contradiction when the norms belong to the same juridical system, but it does not do so if they belong to different systems. The essential thing appears to be, here, the meaning of juridical system. Barreira, taking Kelsen as a reference, explains that two or more laws are part of the same system when their validity derives from a common superior norm, which functions as a constitution. Speaking about general international law as a single system, Antonio Remiro Brotóns, in his replies to Puente @ Europa, reminds us how the International Court of Justice refers to its ubiquitous character, as it supports the various special regimes, helping in their interpretation and filling their gaps. Confronted with a question about the possibility of treating norms of regional integration agreements as lex specialis in relation to multilateral rules of GATT/WTO, Barreira states that if discrepancies arise with respect to multilateral rules, the norms of regional agreements prevail among their members, but they cannot be opposed vis-à-vis parties to the multilateral agreement. This seems to be an example of what art. 41.1.b. of the Vienna Convention on the Law of Treaties prescribes concerning the modification of a multilateral treaty by some partners. This possibility is indeed admitted by the Convention, as far as it does not damage the other parties to the multilateral treaty and it is not incompatible with the object and the aim of the treaty . Confronted with the same question, Welber Oliveira Barral adds another condition for the norms of the regional treaty to prevail, that is its compatibility with art. XXIV of GATT16. The need of consistency between regional regimes and this article is also reaffirmed by Remiro Brotóns. Self-contained regimes The conclusions of the ILC deal with the problem of a group of rules and principles concerned with a particular subject matter, which can be applicable as lex specialis, whether they derive from one or more treaties, or from customary law. These regimes can encompass a special field (the law of the sea, human rights), a special question (the use of special arms), or refer to a specific geographical area (protection of a river). They work as lex specialis in respect to general international law too. These kind of subsystems, more or less autonomous, are the major source of fragmentation of international law. Remiro Brotóns reminds us in his interview that, due to the absence of institutions granting a coherence between the sub systems, international law is a “law of coordination” and can give rise to discrepancies and even incompatibility between special regimes (environment and international commerce, for example) or inside the same regime, but at different territorial levels (universal or regional). Despite the complexities of the matter, one should not loose sight of the substantial unity of international law, Brotóns says, as it must be the framework for the various special regimes. Barreira, for his part, does not believe in their absolute
10 Puente@Europa
autonomy, but rather in specialities, as they must be considered by the one who interprets the law, whose final aim, according to Aristotle, is no less than Justice. Conflicts between successive norms Another topic under discussion in the document of the ICL is the conflict possibly arising from successive treaties dealing with the same subject matter. Art. 30 of the Vienna Convention takes account of this possibility referring to a traditional principle of law, lex posterior derogat legi priori (later law supersedes earlier law). The applicability of the principle is limited, however -this is the case, for example, when parties to the subsequent treaty are not identical to those of the earlier treaty. Moreover, the principle helps to solve conflicts between provisions belonging to the same regime, or intended to advance analogous objectives, but it does not apply in case of different regimes. Referring to the conclusions agreed by the ICL, Puente @ Europa asks Koskenniemi if multilateral norms of GATT/WTO and Latin American regional integration agreements, having a common objective, can be seen to give rise to mutual modifications, when a later law is approved which supersedes an earlier one. In order to answer properly, Koskenniemi says, one should clarify if the norms belong to the same regime, in the sense of treating the same subject matter, or to different regimes, as they treat different subject matters. In order to verify the applicability of the principle, one should also take account the membership of the treaties and their territorial scope, factors which would make the judgment rather complicated. For example, GATT and NAFTA are similar as far as the subject matter is concerned, but different in what concerns their members and their territorial scope. Normative hierarchy in international law The relations between jus cogens, obligations erga omnes and art. 103 of the United Nations Charter17 may also give rise to fragmentation in international law. The hierarchy of the sources of international law is not predetermined. Yet, some norms are more important than others. Their superiority may rest on their content, as in the case of jus cogens18, or on the scope of their applicability, as in the case of obligations erga omnes, that are obligations of states towards the international community as a whole. All jus cogens norms are also erga omnes norms, but these are not always peremptory ones in international law. Normative hierarchy solves conflicts establishing which norms prevail, but this is strictly linked to the context in which the normative difficulty arises. This theme emerges from the interview offered by Remiro Brotóns, who hints at the ongoing changes, especially in the field of human rights. This is the case of the prosecution for acts of torture and conflicts which can arise from this with the immunity recognized to foreign states and their agents. Remiro Brotóns trusts the art of juridical exegesis and the help offered by the principles of “harmonization” and “consistency in interpretation”. Unity or harmonization of international law The globalization of law hasn’t stopped prompting fears. For those who think that “law, unlike fire, does not burn in Persia like it does in Greece” the need to adapt juridical norms to society has been a necessity constantly invoked and put in danger, according to some, in the case of a marked unification of norms. This phenomenon, highlighted by globalization, has been touched upon by some scholars in Europe. During the last four years, for example, Mireille Delmas-Marty offered a course on juridical universalism at the Collège de France19. Delmas-Marty emphasizes that, for a long time, positivist
causas excluyentes de la derogación: cuando ella afecta el equilibrio entre derechos y obligaciones de la ley general, o cuando perjudica a terceros beneficiarios. Puente @ Europa preguntó a Martti Koskenniemi, quien completó el informe del grupo de estudio de la CDI, qué ejemplos habría sobre la inderogabilidad del derecho internacional general en razón de afectar derechos de terceros beneficiarios. La respuesta comienza por reconocer que es un aspecto poco tratado por la doctrina internacional. Estima que la protección de los terceros, sin llegar a la altura del jus cogens, es vinculante para los países y su no observancia puede originar la responsabilidad del estado. Se refiere a las llamadas “obligaciones interdependientes”, que resultan de compromisos multilaterales que no pueden dejar de observarse por acciones unilaterales. Con relación al principio de especialidad, puede ocurrir que normas concurrentes sobre una misma materia ocasionen conductas contradictorias al ser aplicadas. En las respuestas que ha dado a Puente @ Europa, Enrique Barreira expresa que esta colisión violenta el principio de no contradicción cuando las reglas pertenecen al mismo sistema jurídico, mientras que esto no ocurriría si corresponden a ordenamientos distintos. Entonces, parece que lo esencial es definir “sistema jurídico”, lo que para Barreira -siguiendo a Kelsenimplica que la pertenencia al mismo sistema existe cuando la validez de las normas depende de una norma común superior, que opera como constitución del sistema. Con relación al derecho internacional general como “sistema”, Antonio Remiro Brotóns, en sus respuestas a Puente @ Europa, señala que la propia CDI sostiene que ese sistema está omnipresente detrás de los regímenes especiales, ayudando a su interpretación y cubriendo sus lagunas. Ante la pregunta sobre si las normas de acuerdos regionales de integración pueden considerarse como lex specialis frente a las reglas multilaterales de GATT/OMC como ley general, Barreira sostiene que si las primeras discrepan respecto de las segundas, aquellas prevalecen entre las partes que las acuerdan, pero son inoponibles a los demás obligados por las reglas multilaterales, lo que sería una ejemplificación de lo prescripto por el art. 41.1.b de la Convención de Viena sobre la modificación de un acuerdo multilateral por algunas partes inter se. Ellas pueden hacerlo, ya que la Convención de Viena sólo limita esa posibilidad si afecta a las demás partes y si no se trata de una modificación incompatible con el objeto y fin del tratado. Ante la misma pregunta, Welber Oliveira Barral agrega otra condición para la prevalencia de las normas especiales de un acuerdo de integración: su compatibilidad con el art. XXIV del GATT16. La necesidad de consistencia con esta regla es también sostenida por Remiro Brotóns. Regímenes autónomos El documento de conclusiones de la CDI aborda el problema de los conjuntos de normas y principios que configuran regímenes autónomos, y se aplican como lex specialis, ya sea que surjan de un tratado, o de varios, o por derecho consuetudinario. Estos regímenes pueden abarcar un sector particular (derecho del mar, derechos humanos), una cuestión especial (usos de un arma determinada), o referirse a un área geográfica (protección de un río). Lo dicho respecto de la lex specialis se aplica también a las relaciones de estos sistemas con el derecho internacional general. Son estos subsistemas, más o menos autónomos, los que plantean el mayor riesgo de fragmentación en el derecho internacional. Remiro Brotóns nos recuerda que todavía -debido a la carencia de instituciones que aseguren la coherencia entre los subsistemas- el derecho internacional es un “derecho de coordinación” y que pueden producirse discrepancias y hasta competencia entre los distintos regímenes materiales (medioambiente y comercio internacional, por ejemplo), o en un mismo régimen temático, pero a distintos niveles territoriales (universal, regional, etc.). Concluye en que aun ante una normativa compleja no debe perderse la unidad del derecho interna-
cional y éste debe ser el contexto de los diferentes subsistemas. Barreira, por su parte, manifiesta no creer en autonomías absolutas de las ramas del derecho, sino que existen especialidades, cuyas normas deben ser aplicadas por el intérprete sin desentenderse del fin superior del sistema jurídico que es, afirma invocando a Aristóteles, la Justicia. Conflictos entre normas sucesivas Otro de los temas tratados por la CDI en el documento sobre fragmentación del derecho internacional se refiere a la aplicación de tratados sucesivos sobre la misma materia, que está considerado en el art. 30 de la Convención de Viena, reflejando otro principio tradicional del derecho, cual es el de lex posterior derogat legi priori. Uno de los límites para la aplicación del mismo se da cuando no todas las partes en el acuerdo posterior son idénticas a las del anterior. El principio lex posterior resuelve conflictos entre normas vinculadas a tratados conexos, o cuyos objetivos son análogos, no cuando se trata de distintos regímenes. Sobre la base del documento de la CDI, Puente @ Europa le plantea a Koskenniemi si, dado que tienen un objetivo común (liberalizar el comercio), las reglas multilaterales GATT/OMC y los acuerdos latinoamericanos de integración económica se verían mutuamente modificadas cuando se dicta una norma posterior en uno de ellos. Responde que el foco del problema radica en distinguir si los tratados pertenecen al mismo régimen, por tener igual ámbito material, o a diferentes regímenes por tratar materias distintas. Además, si para evaluar similitud o diferencia, se toman también en consideración a las partes y a su ámbito geográfico, la solución se complica. Por ejemplo, señala, el GATT y el TLCAN son similares por su materia pero distintos por su alcance personal y territorial. Jerarquía normativa en el derecho internacional Las relaciones entre el jus cogens, las obligaciones erga omnes y el art. 103 de la Carta de las Naciones Unidas17 pueden generar también la posibilidad de fragmentación del derecho internacional. Si bien no hay jerarquía preestablecida en el derecho internacional, algunas normas son más importantes que otras. La precedencia puede ser según su contenido, como es el caso del jus cogens18, o por su ámbito de aplicación, como las obligaciones erga omnes, que son las que tienen los estados con la comunidad internacional en su conjunto. Todas las normas del jus cogens son también obligaciones erga omnes, pero éstas no son siempre normas perentorias del derecho internacional. La jerarquía normativa resuelve conflictos estableciendo cuál norma prevalece, pero ello depende del contexto en el que se plantea la dificultad normativa. En la entrevista con Remiro Brotóns surge el tema de la jerarquía de las normas, y una tendencia a cambiar que se insinúa especialmente con relación a los derechos humanos. Por ejemplo, en la persecución judicial de la tortura, vis-à-vis la inmunidad reconocida a un estado extranjero y a sus agentes. Remiro Brotóns confía en el arte de la exégesis jurídica y en el apoyo que pueden brindar los principios de “armonización” y de “interpretación compatible”. Unidad o armonización del derecho internacional El fenómeno de la “mundialización” del derecho no ha dejado de generar algunas inquietudes. Por aquello de que “el derecho no es como el fuego, que arde igual en Persia que en Grecia”, la necesidad de adecuar las reglas jurídicas a la sociedad en la que se aplican, ha sido una premisa sostenida a lo largo del tiempo y “puesta en peligro” (según algunos) cuando se tiende a una marcada unificación de las normas. Este fenómeno, acentuado con la globalización, ha sido abordado por algunos trabajos en Europa. En los últimos cuatro años, Mireille Delmas-Marty dictó en el College de France unos cursos
Puente@Europa 11
relativism, embedded in the core of law systems, coexisted with the abstract universalism of the reason, but this relation has been changing. The internationalisation of law is rooted in juridical concepts with a universal vocation, but juridical universalism is flawed because of the problem of conflict of values. In our times of interdependence, the risk of being submitted to “a de facto dependence from the juridical system of the most powerful country” looms large. She calls for an “ordered pluralism”, set to organize the multiplicity without however reduce it to identical terms. Pondering over these questions, Puente @ Europa asks its interviewees whether they think that, despite the process of juridical globalization, differences at play in the international community must be taken into account, and whether they consider that a uniformity of law could negatively affect the juridical culture of national states. Martti Koskenniemi considers that structural diversities must be recognised, as they imply political consequences, meaning that the interests of some tend to emerge to the detriment of others, which then turn out to be subsidiary. According to Barreira, due to the human tendency to a centralization of power, the risk of repressing plurality in cultures and values must not be discarded. Barral notes a tendency towards unification, with the notable influence of common law over the other legal systems, but this will be a long-term historical process with important ups and downs. Harmonization diverges from unity, as it encompasses the concept of approximation of norms in order to achieve a compatible application of those rules which relate to the same juridical circumstances. The principle of harmonization is accepted in the interpretation of the law, with the aim of avoiding contradictory obligations. The increasing number of tribunals and the fragmentation of law The institutional aspect of the fragmentation of international law refers to the emergence, over the last decade, of various international juridical bodies, whether courts or arbitration tribunals. This aspect is addressed by Cesare Romano in his article. Different bodies have developed without an organic frame, nor a hierarchical principle. Observers do not coincide on the meaning of this development: some say that these tribunals and the possibility of contradictory interpretations are to be seen as a menace to the unity of law. According to others, the increasing number of institutions has a positive effect, as it inhibits the use of other, more dangerous and less juridical, mechanisms for the solution of controversies.
As a matter of fact, contradiction in jurisprudence has not emerged as a serious problem, because members of the different courts abide to precedents and have given rise to a de facto single international law system. The problem here has to do with the real legitimacy of this de facto consistency. Other contributors stress the difficulties created by this proliferation of tribunals. According to Remiro Brotóns, the absence of a formal hierarchy can give rise to contradictory decisions being handed down among courts, especially between those with similar competencies; indeed, it has already happened that different aspects of a same controversy have been submitted to different jurisdictions. Enrique Barreira thinks that, due to technological progresses in the field of communication, the absence of formal contacts between members of different courts does not prevent them from keeping informed about legal cases discussed by others. Welber Barral agrees with that, pointing out the increasing availability of rulings and awards of international tribunals. A danger which should not be discounted has to do with the fact that tribunals, in order to highlight their independence, may move away from the general principles of international law. Asked about their experience as judges of ad hoc Tribunals of Mercosur, the two Latin American jurists agree on the cautious attitude adopted by all members, ready to conform to previous awards, showing a great homogeneity in doctrine and avoiding divergent opinions. Barrals points out, however, that there has been a lack of consistency between Mercosur’s awards and the reports adopted by the dispute settlement bodies of the WTO. On this point, it is interesting to remember that in 1999, the Law School of the University of New York organized a conference on the proliferation on international tribunals to which prestigious internationalist were invited20. In his remarkable intervention, Georges Abi-Saab (of the International Institute of International Studies of Genève) argued that: 1) unity characterises legal thinking, but systems of law are different; 2) unity characterizes any system of law, but tribunals are diversified; 3) different tribunals are unified by their belonging to the same “judicial system”. These prepositions work within national and international systems, but the third is only applicable to the domestic systems, as an international judicial system does not exist per se. He then considers whether it is possible to talk about a judicial system in case of the absence of a centralized judicial power. He thinks that, indeed, this possibility exists. International law has been growing out of an accumulation process, partly transforming customary law into positive law. In a similar way, different
As always in law, the essential thing here is to consider the juridical goods protected by the norms. From this point of view, it is pretty clear that certain values encompass the whole of humanity (and, it is in this context that human rights and environment legislations become so crucial), while others are more connected to interests that, albeit legitimate, have effects on individuals more than on the whole of humanity. 12 Puente@Europa
Como siempre en derecho, lo esencial son los bienes jurídicos protegidos por las normas y, en este sentido, parece claro que hay valores que atañen a la humanidad toda, de ahí la importancia de los derechos humanos y del medioambiente, y otros más vinculados a intereses que, aunque legítimos, tienen efecto individual.
dedicados al universalismo jurídico19. Delmas-Marty afirma que por mucho tiempo coexistió el relativismo positivista, incluido en el corazón de los sistemas de derecho, con el universalismo abstracto de la razón, pero que esa relación ha cambiado. La internacionalización del derecho reconoce conceptos jurídicos de vocación universal, pero el universalismo jurídico presenta el problema del conflicto de valores. Agrega que en estos tiempos de interdependencia existe el riesgo de una “dependencia de hecho en relación al sistema jurídico del país más poderoso”. Propugna un “pluralismo ordenado”, organizando lo múltiple pero sin reducirlo a términos idénticos. Sobre la base de estas reflexiones, Puente @ Europa pregunta a sus entrevistados si consideran que a pesar del proceso de globalización jurídica deben tomarse en consideración las diversidades existentes en la comunidad internacional; y si una completa uniformidad de normas condicionaría la cultura jurídica de los estados nacionales. Martti Koskenniemi dice que la diversidad es un hecho que debe ser reconocido y que, por supuesto, tiene consecuencias políticas ya que emergen los intereses de algunos y se tornan subsidiarios los de otros. Barreira sostiene que dada la tendencia humana a la centralización del poder, existe el riesgo de condicionar la pluralidad cultural y de valores, por lo que hay que controlar los intentos excesivos de regulación a nivel internacional. Barral afirma que ciertamente hay un proceso hacia la uniformidad con la notoria influencia del common law sobre los otros sistemas jurídicos, pero que tratándose de procesos muy largos pueden darse variaciones históricas. Por contraposición a la uniformidad, la armonización involucra un concepto de aproximación de las normas para lograr una aplicación compatible de aquellas reglas que están relacionadas con las mismas situaciones jurídicas. El principio de armonización es aceptado para interpretar el derecho de manera que evite generar obligaciones contradictorias. Multiplicidad de tribunales y fragmentación del derecho La faceta institucional de la fragmentación del derecho internacional se refleja en la creación, durante la última década, de muchos tribunales internacionales, tanto judiciales como arbitrales. El artículo de Cesare Romano que presentamos en este número, analiza muy bien la “fragmentación de las instituciones” que se han desarrollado sin un marco orgánico, ni mucho menos jerárquico. Han surgido opiniones diversas acerca de esta realidad: una sostiene que esos tribunales y la posibilidad de interpretaciones contradictorias constituyen una amenaza para la unidad del derecho internacional; la otra, que la multiplicidad de instituciones tiene un efecto beneficioso porque evita que se recurra a mecanismos de solución de controversias no orientados por el derecho. Este autor estima que en la práctica, la posibilidad de jurisprudencia contradictoria no ha sido un problema tan serio como lo planteaba la teoría, porque los integrantes de los distintos tribunales
tratan con respeto a los precedentes de otros, y de facto se está conformando un sistema judicial internacional. Claro que se pregunta también si esa conformación de hecho tiene suficiente sustento para su legitimidad. Asimismo, otros de los colaboradores con este número señalan las dificultades que crea esta proliferación de tribunales. Remiro Brotóns indica que la falta de jerarquía formal entre esas cortes posibilita decisiones contradictorias, especialmente entre aquellos que tienen competencias similares; y recuerda, con algunos ejemplos, que ya ha sucedido que distintos aspectos de una misma controversia fueran sometidos a diferentes jurisdicciones. Enrique Barreira cree que debido a los avances tecnológicos en el campo de la comunicación, la ausencia de contactos formales entre los integrantes de distintos foros no impide que se tenga conocimiento de las causas ventiladas en cada uno de ellos. Adhiere a esa posición Barral, señalando la creciente facilidad de acceso a los fallos e interpretaciones de los tribunales internacionales. Hace reserva, sin embargo, del inconveniente que crean decisiones que, tal vez con la intención de destacar la independencia del tribunal actuante, se alejan de los principios generales del derecho internacional. Cuando se pregunta a estos dos juristas latinoamericanos sobre su experiencia como árbitros de los tribunales ad hoc del Mercosur, ambos manifiestan que hasta ahora, en las controversias sustentadas, los árbitros han sido muy cuidadosos en tomar en cuenta laudos anteriores, mostrándose una gran coincidencia doctrinaria y no registrándose pronunciamientos divergentes. Barral señala, sin embargo, que no ha habido compatibilidad en los laudos del Mercosur respecto a la interpretación de los acuerdos multilaterales de la OMC. Es interesante consignar que en 1999 se realizó en la Escuela de Derecho de la New York University, un symposium sobre la proliferación de tribunales internacionales, en el que participaron prestigiosos internacionalistas20. Allí, en una reflexión digna de ser recordada, Georges Abi-Saab, del Instituto de Estudios Internacionales de Ginebra, sostuvo que: 1) existe unidad en el pensamiento jurídico, pero diversidad de ordenamientos legales; 2) hay unidad al interior de cada ordenamiento, pero diversidad de tribunales; 3) los diversos tribunales están unidos por su pertenencia al “sistema judicial”. Agregando inmediatamente que las tres proposiciones son aplicables en los sistemas nacionales, pero que, en cambio, solo las dos primeras se corresponden con el orden mundial porque no existe un sistema judicial internacional propiamente dicho. A continuación, cuando se pregunta si puede haber un “sistema judicial” sin un poder judicial centralizado, considera que es posible. Recuerda que el derecho internacional se ha formado por un proceso acumulativo, en parte transformando la costumbre en derecho positivo, y que de manera similar los diferentes sistemas de solución de conflictos, sean consensuales (como el arbitraje voluntario) o vinculantes (ciertos tribunales judiciales) podrían condensarse y cristalizar en una estructura jurisdiccional. Para ello estima que sólo la Corte Internacional de Justicia, creada por la Carta de las Naciones Uni-
Puente@Europa 13
systems for dispute resolution, either consensual (as in the case of voluntary arbitration) or compulsory (as in the case of some judicial courts) could crystallize into a juridical structure. The pivotal role in this process should be played by the International Court of Justice, created by the United Nations. And here we come to our last consideration, devoted to the role of the International Court of Justice. The International Court of Justice as a superior court Benedict Kingbury21, addressing the conference of 1999, stated that no agreement exists on the question of whether the International Court of Justice should be a primus inter pares, or simply one among the various international tribunals, despite its general jurisdiction. Puente @ Europa elaborates on this issue, asking whether the International Court of Justice should be converted into a sort of constitutional tribunal, carrying out tasks of a quasi-constitutional nature, in order to avoid the fragmentation of international law. Remiro Brotóns considers the idea constructive, but he thinks that no material conditions exist nowadays for it to become a reality. He thinks, rather, that it would be better to recommend to all tribunals, be they judicial or arbitration courts, to be aware of the awards and rulings of each other, in the context of what PierreMarie Dupuy calls “an interjudicial dialogue”. Before creating other tribunals, he adds, it would be wise to consider whether their functions can be performed by existing ones. Taking into account the republican principle of representation, Enrique Barreira doesn’t agree with the idea of a quasi-constitutional tribunal without, firstly, a constitution which has been drawn up with the help of those who will have recourse to it (who should also elect their judges). Welber Barral sees the proposal as interesting from an academic point of view, but he is mostly concerned by the possible transient political pressures behind it. Some final words The contributions to this number reflect the vitality of international law, its increasing role in national systems and the “discovery” of new areas to be ruled by the international community. As always in law, the essential thing here is to consider the juridical goods protected by the norms. From this point of view, it is pretty clear that certain values encompass the whole of humanity (and, it is in this context that human rights and environment legislations become so crucial), while others are more connected to interests that, albeit legitimate, have effects on individuals more than on the whole of humanity. This leads us to consider the necessity of emphasizing the distinction to be made between international economic law, which is nowadays the field in which the majority of legal disputes arise (commercial ones within the WTO, disputes on investments within the International Centre for Settlement of Investment Disputes) and those sub-systems which ensure the protection of the essential rights -and not only those linked to property- of men and women. Notes International Law Commission, “The Fragmentation of International Law: difficulties arising from the diversification and expansion of International Law”, Doc. A/CN.4/L702, 18 July, 2006. See also, U.N. Doc. A/CN.4/L/.682, 13 de abril de 2006 (finalized by Martti Koskenniemi) (http://untreaty.un.org/ilc/texts/1_9.htm). 2 As a response to what sociologists call “funcional differentiation”: specialisation and autonomy. 3 With overlapping competences in some cases, especially in the commercial field.. 4 Hans Kelsen, Principios de Derecho Internacional Público, Buenos 1
14 Puente@Europa
Aires, Ed. El Ateneo, 1965 (orig. ed. 1952). 5 These relatioships may imply international law as being subordinate to domestic law (monism with domestic law given precedence), or domestic law subordinate to international law (monism with prevalence given to the international system). Cf. Eduardo Jiménez de Aréchaga, Derecho Internacional Público, Vol. I, Montevideo, University Cultural Foundation, 1996, p. 337. 6 Ingrid Detter Delupis, The International Legal Order, Darmouth , Aldershot, 1994, p. 20 ff. 7 Thomas Franck, “Why a Quest for Legitimacy”, in University of California - Davis Law Review, Vol. 21, n. 3, 1987, p. 535. 8 A homage was made to Franck in 2002 in the conference entitled “Neo-Madisonian Global Constitutionalism: Thomas Franck Democratic Cosmopolitan Prospectus for Managing Diversity and World Order in the Twenty First Century”. Works submitted at this conference were published in Vol. 35, n. 2 of the New York University Journal of International Law and Politics, 2003. 9 Cf. David Kennedy, “New Approaches to International Law: a Bibliography”, in Harvard International Law Journal, Vol. 35, 1994. 10 Mattias Kumm, “The Legitimacy of International Law: a Constitutionalist Framework of Analysis”, in The European Journal of International Law, Vol. 15, n. 5, 2004, p. 907. 11 Tomuschat, currently at the Humboldt University of Berlin, was professor at the Academy in the Hague after the Second World War. 12 In the words of de Wet, the project will deal with “four challenges facing the international constitutional order. These include: the (re)establishment of legal control over the political decision-making process within a larger constitutional whole; the impact of the emerging human rights hierarchy on international private law; the role of private (corporate) actors as members of the international community; and the legitimacy of the emerging international value system”. Armin von Bogdandy’s article contains a reference to the project. More information at www.jur.uva.nl. 13 The International Law Commission was established in 1948 by the General Assembly of the United Nations with the aim of promoting the progressive development and codification of international law. It is integrated by 34 members, elected by the General Assembly for a five-year period, and holds an annual session in Geneva, Switzerland for a period of ten to twelve weeks. 14 See Note 1. 15 Among other special regimes, the documents list: human rights law, environmental law, law of the sea, European law, and highly specialized forms of knowledge as “investment law” or “international refugee law”, etc. 16 As an exception to the most-favoured-nation clause, this article allows the signing of preferential agreements (under the form of free trade areas and customs unions) among members of the WTO as long as they fulfil the requirements established in this article. 17 Art. 103 of the Charter says: “In the event of a conflict between the obligations of the Members of the United Nations under the present Charter and their obligations under any other international agreement, their obligations under the present Charter shall prevail”. 18 In the article 53, the Vienna Convention (art. 53) says that a “peremptory norm of general international law is a norm accepted and recognized by the international community of States as a whole as a norm from which no derogation is permitted […]”. 19 “Les forces imaginantes du droit: le relatif et l’universel”, Collège de France, 2003; y “Face aux risques d’un ordre hégémonique ou d’un désordre anarchique, les chances d’un pluralisme ordonné”, Collège de France, 2005 (www.college-de-france.fr). 20 Among them Cesare Romano -who has collaborated with this issue-, Ernest-Ulrich Petersmann, Pierre-Marie Dupuy, John Jackson, Georges Abi-Saab, Jonathan Charney and Monica Pinto. Some of the articles were published in the New York Journal of International Law and Politics, vol. 31, n. 4, 1999. 21 Director of the Institute for International Law and Justice at the New York University.
das, podría desempeñar ese papel pivotante. Estas reflexiones nos conducen al último tema de esta presentación relativo a la función que puede cumplir esta Corte. La Corte Internacional de Justicia como tribunal superior Benedict Kingbury21, en el citado symposium de 1999, expresó que no había acuerdo entre los especialistas sobre si la CIJ debía ser la primera entre iguales, o un tribunal internacional más, aunque a diferencia de otros, su jurisdicción sea general. Puente @ Europa hace dos preguntas acerca de este tema: ¿debería transformarse a la Corte Internacional de Justicia en una especie de tribunal constitucional? y ¿desempeñándo la Corte un papel cuasiconstitucional, se evitaría la fragmentación del derecho internacional? Remiro Brotóns contesta que la idea es constructiva, pero estima que actualmente no están dadas las condiciones para llevarla a la práctica. Más bien propone que se recomiende a los tribunales actuales, sean judiciales o arbitrales, tener mutuamente en cuenta las decisiones de ellos, en el marco de lo que Pierre-Marie Dupuy denomina “diálogo interjudicial”; y además, que ante la posibilidad de crear nuevos foros se compruebe si ninguno de los existentes tendría competencia para cumplir iguales funciones. Enrique Barreira, con fundamento en el principio republicano de representación, no adhiere a la idea de un tribunal cuasi-constitucional sin tener una constitución en cuya elaboración hayan participado los que deben observarla y sin que los jueces puedan ser elegidos por ellos. Welber Oliveira Barral, considera la propuesta académicamente interesante, pero piensa que puede responder a presiones políticas momentáneas. Palabras finales Todos los aportes recibidos para el presente número muestran la vitalidad del derecho internacional, su gravitación cada día mayor en los ordenamientos nacionales, y el “descubrimiento” de nuevas áreas que pueden ser reguladas por la comunidad internacional. Como siempre en derecho, lo esencial son los bienes jurídicos protegidos por las normas y, en este sentido, parece claro que hay valores que atañen a la humanidad toda, de ahí la importancia de los derechos humanos y del medioambiente, y otros más vinculados a intereses que, aunque legítimos, tienen efecto individual. Por eso parece necesario marcar más claramente la distinción entre el derecho económico internacional, actualmente el que mayor número de conflictos genera (comerciales en la OMC y sobre inversiones en el sistema CIADI -Centro Internacional para el Arreglo de Controversias Relacionadas con las Inversiones), y aquellos subsistemas que protegen los derechos esenciales -no sólo patrimoniales- del ser humano. Notas Comisión de Derecho Internacional, Fragmentación del derecho internacional: dificultades derivadas de la fragmentación y expansión del derecho internacional, U.N. Doc. A/CN.4/L/.702, 18 de julio de 2006, párrafo 8. Ver también U.N. Doc. A/CN.4/L/.682, 13 de abril de 2006 (completado por Martti Koskenniemi) (http: //untreaty.un.org/ilc/texts/1_9.htm). 2 Respondiendo a lo que los sociólogos han denominado “diferenciación funcional”: especialización y autonomía. 3 En algunos casos con competencias que se superponen, especialmente en el ámbito comercial. 4 Hans Kelsen, Principios de Derecho Internacional Público, Buenos Aires, Ed. El Ateneo, 1965. 5 Esas relaciones pueden implicar un derecho internacional subordinado al interno (monismo con primacía del derecho nacional), o el derecho interno subordinado al derecho internacional (monismo con prevalencia del orden internacional). Cfr. Eduardo Jiménez de Aréchaga, Derecho Internacional Público, tomo I, Montevideo, Fun1
dación de Cultura Universitaria, 1996, p. 337. 6 Ingrid Detter Delupis, The International Legal Order, Darmouth, Aldershot, 1994, pp. 20 y ss. 7 Thomas Franck, “Why a Quest for Legitimacy”, en Davis Law Review, Vol. 21, n. 3, 1987, p. 535. 8 En el año 2002, se realizó un homenaje a Thomas Franck en el seminario “Neo-Madisonian Global Constitutionalism: Thomas Franck Democratic Cosmopolitan Prospectus for Managing Diversity and World Order in the Twenty First Century”. Los trabajos de ese seminario se publicaron en el New York University Journal of International Law and Politics Vol. 35, n. 2, 2003. 9 Cfr. David Kennedy, “New Approaches to International Law: a Bibliography”, en Harvard International Law Journal, Vol. 35, 1994. 10 Mattias Kumm, “The Legitimacy of International Law: a Constitutionalist Framework of Analysis”, en European Journal of International Law, Vol. 15, n. 5, 2004, p. 907. 11 Christian Tomuschat, actualmente en la Universidad Humboldt de Berlín, fue profesor en la Academia de La Haya después de la Segunda Guerra Mundial. 12 Y sigue: “El proyecto se focalizará en cuatro desafíos que enfrenta el orden constitucional internacional. Incluyen: el reestablecimiento de control legal sobre el proceso de decisión política en un ámbito constitucional amplio; el impacto de la emergente jerarquía de derechos humanos en el derecho internacional privado; el papel de los actores privados (y sociedades) como miembros de la comunidad internacional; y la legitimidad del sistema de valores internacionales emergente”. Del proyecto informa también el artículo de Armin von Bogdandy. Puede encontrarse más información en www.jur.uva.nl. 13 La Comisión de Derecho Internacional fue establecida en 1948 por la Asamblea General de Naciones Unidas con la finalidad de promover el desarrollo del derecho internacional y su codificación. Está compuesta por 34 miembros, elegidos por la Asamblea General, que permanecen en su cargo 5 años y sesionan anualmente entre diez y doce semanas. 14 Ver nota 1. 15 Los documentos enumeran, entre otros regímenes especiales: los derechos humanos, el derecho ambiental, el derecho del mar, el derecho europeo, y áreas temáticas especializadas como derecho de las inversiones, derecho de los refugiados, etc. 16 Este artículo admite acuerdos preferenciales entre algunas partes de la OMC -como excepción a la cláusula de la nación más favorecida que ordena extender a todos las ventajas acordadas- siempre que se cumplan los requisitos de ese artículo que, por otra parte, permite sólo la integración económica a través de zonas de libre comercio y de uniones aduaneras. 17 El art. 103 de la Carta dice: “En caso de conflicto entre las obligaciones contraídas por los miembros de las Naciones Unidas en virtud de la presente Carta y sus obligaciones contraídas en virtud de cualquier otro convenio internacional, prevalecerán las obligaciones impuestas por la presente Carta”. 18 Definido en la Convención de Viena (art. 53) como “aceptado y reconocido por la comunidad internacional de Estados en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario […]”. 19 “Les forces imaginantes du droit: le relatif et l’universel”, College de France, 2003; y “Face aux risques d’un ordre hégémonique ou d’un désordre anarchique, les chances d’un pluralisme ordonné”, College de France, 2005 (www.college-de-france.fr). 20 Entre ellos, Cesare Romano -quien ha colaborado con este número de Puente @ Europa-, Ernest-Ulrich Petersmann, Pierre-Marie Dupuy, John Jackson, Georges Abi-Saab, Jonathan Charney, Mónica Pinto. Algunos de los trabajos se publicaron en el New York Journal of International Law and Politics, vol. 31, n. 4, 1999. 21 Director del Instituto para el Derecho Internacional y la Justicia de la New York University.
Puente@Europa 15
En esta sección se recogen testimonios de quienes, tanto en América Latina como en Europa, participan como actores de los procesos políticos, económicos, sociales y culturales que son objeto de interés de la revista. Es en carácter de actores de la arena política (en el sentido etimológico de polis) que pediremos la intervención de nuestros invitados, aun sabiendo que muchos de ellos practican, al mismo tiempo, la actividad académica.
16 Puente@Europa
Entrevista a Welber Oliveira Barral El derecho internacional ha tenido una expansión enorme en las últimas cuatro décadas, pero ese crecimiento no se ha producido de manera coordinada. En consecuencia, existen ordenamientos jurídicos internacionales autónomos -entre otros, los relacionados con el derecho del mar, los derechos humanos, las disposiciones medioambientales y las reglas sobre comercio e inversiones- cuyas normas, en algunos casos, se superponen entre sí y generan conflictos. Por otra parte, se han multiplicado los tribunales dedicados a resolver las controversias originadas en la interpretación y cumplimiento de esos ordenamientos, y sus decisiones pueden estar orientadas por el principio de armonización, tratando de compatibilizar las distintas normas internacionales, o producir una fragmentación en el derecho internacional. Para contribuir a dar respuesta a los interrogantes que generan estas circunstancias, Puente @ Europa entrevistó al jurista brasileño Welber Oliveira Barral y su colega argentino Enrique Barreira.
Puente @ Europa (P@E): ¿Considera que el principio “lex specialis derogat legi generali” se aplica en todos los casos en que deba resolverse una situación jurídica que está regida por normas, igualmente vigentes, pertenecientes a distintos ordenamientos jurídicos? No. El principio lex specialis sigue siendo una fuente relevante para solucionar conflictos entre tratados, pero la creciente complejidad que presentan las distintas ramas del derecho internacional puede crear conflictos entre dos regímenes especiales, por ejemplo, normas de comercio y medioambientales.
P@E: ¿Si la superposición de disposiciones aplicables se plantea entre las reglas multilaterales de comercio (GATT/OMC2) y las de un acuerdo regional de integración, serían siempre estas últimas la lex specialis y prevalecerían sobre las multilaterales? No, este es quizás el principal problema jurídico que ha surgido como consecuencia de la multiplicación de procesos de integración regional: una excepción creada por un acuerdo regional prevalecerá siempre que esté en conformidad con los requisitos del artículo XXIV del GATT. En caso contrario, la norma nacional contestada puede ser considerada legítima por el sistema regional de solución de controversias, e ilegítima por el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC.
Puente@Europa 17
P@E: Dado que en virtud del Art. XXIV del GATT los ordenamientos de integración económica constituyen una excepción al principio de no discriminación, ¿cuál es su opinión sobre el alcance de esa excepción? ¿Se limita al compromiso de nación más favorecida o exceptúa también a las partes de cumplir entre ellas otras reglas multilaterales? En el parágrafo 8 del artículo XXIV2, que contiene el texto principal sobre áreas de integración, garantiza la adopción de excepciones comerciales en el marco de la nación más favorecida. Se pueden adoptar otras excepciones si no frustran los objetivos principales de la liberalización comercial de los acuerdos multilaterales. Esta es una regla general, que se puede encontrar incluso en la Convención de Viena.
P@E: ¿Estima que la armonización por el derecho internacional de algunas materias, antes sometidas exclusivamente a la legislación nacional, podría dar lugar a una uniformidad (hegemónica, según algunos autores) que condicionaría la cultura jurídica de los países? Seguramente hay un proceso hacia la uniformidad, con notable influencia del derecho anglosajón (common law) sobre los otros sistemas jurídicos. La continuidad de esta influencia, así como su potencia, sufren muchas variaciones históricas que se pueden incluir en la definición general de influencia cultural, un término amplio y que demanda siglos para hacerse notar. Notas
P@E: Es un dato de la realidad que los tribunales y foros establecidos por distintos acuerdos internacionales mantienen pocos vínculos formales entre ellos. ¿Cree que esa circunstancia conduce a interpretaciones contradictorias y fragmenta el derecho o, por el contrario, existe una tendencia a reiterar los principios y doctrinas en que fundamentan sus decisiones los diferentes tribunales internacionales? Creo que las tendencias son concomitantes. O sea, por un lado, hay una creciente facilidad de acceso a fallos e interpretaciones de tribunales internacionales que influencian a otros en su tema específico. Ejemplos en este sentido son las citaciones del Tribunal Internacional de Justicia y de la OMC. Pero, por otro lado, hay también una tendencia por parte de los tribunales internacionales y arbitrales de buscar principios alejados de la teoría general, quizás como una reacción inconsciente para asegurar su independencia. Pasa en controversias sobre inversiones y en derecho del mar. Creo que las dos tendencias nos van a acompañar por algún tiempo; la búsqueda de principios específicos tiene su justificación, pero aumenta el riesgo de fragmentación, y por ende de incoherencia, en el derecho internacional. P@E: ¿Adheriría a la opinión de algunos expertos en el sentido que la Corte Internacional de Justicia -creada por la Carta de la Naciones Unidas- debería desempeñar un papel “cuasi-constitucional” para evitar la fragmentación del derecho internacional? La propuesta, en términos académicos, es interesante. Sin embargo, en la vida real, las dos tendencias nombradas responden a presiones políticas del momento. P@E: En los laudos que se han pronunciado hasta ahora en los arbitrajes del Mercosur ¿considera que se han aplicado criterios divergentes, tanto respecto de la normativa Mercosur como del derecho internacional general? Los laudos hasta ahora han estado muy atentos en lo que se refiere a los principios generales. Lo mismo no se puede decir en cuanto a la compatibilidad con la interpretación de los acuerdos multilaterales. Al menos en dos casos (Brasil-carne de cerdo3 y Argentina-pollos4), la interpretación de los tribunales arbitrales contrasta vivamente con la OMC.
18 Puente@Europa
Nota del Coordinador Editorial: las notas han sido redactadas por el Coordinador Editorial; cualquier error u omisión queda bajo su exclusiva responsabilidad. Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés); Organización Mundial de Comercio (OMC). 2 “ Artículo XXIV. Párrafo 8. A los efectos de aplicación del presente Acuerdo, a) se entenderá por unión aduanera, la substitución de dos o más territorios aduaneros por un solo territorio aduanero, de manera: i) que los derechos de aduana y las demás reglamentaciones comerciales restrictivas (excepto, en la medida en que sea necesario, las restricciones autorizadas en virtud de los artículos XI, XII, XIII, XIV, XV y XX) sean eliminados con respecto a lo esencial de los intercambios comerciales entre los territorios constitutivos de la unión o, al menos, en lo que concierne a lo esencial de los intercambios comerciales de los productos originarios de dichos territorios; y ii) que, a reserva de las disposiciones del párrafo 9, cada uno de los miembros de la unión aplique al comercio con los territorios que no estén comprendidos en ella derechos de aduana y demás reglamentaciones del comercio que, en substancia, sean idénticos; b) se entenderá por zona de libre comercio, un grupo de dos o más territorios aduaneros entre los cuales se eliminen los derechos de aduana y las demás reglamentaciones comerciales restrictivas (excepto, en la medida en que sea necesario, las restricciones autorizadas en virtud de los artículos XI, XII, XIII, XIV, XV y XX) con respecto a lo esencial de los intercambios comerciales de los productos originarios de los territorios constitutivos de dicha zona de libre comercio. 3 Laudo del Tribunal Arbitral ad hoc del Mercosur constituido para entender en la reclamación de la República Argentina a la República Federativa del Brasil, sobre subsidios a la producción y exportación de carne de cerdo, 27 de septiembre de 1999 (http:// www.mercosur.int/msweb/portal%20intermediario/es/controversias/ arquivos/II%20LAUDO.pdf). 4 Laudo del Tribunal Arbitral ad hoc del Mercosur constituido para decidir sobre controversia entre la República Federativa del Brasil y la República Argentina sobre “aplicación de medidas antidumping contra la exportación de pollos enteros, provenientes de Brasil, (Res. 574/2000) del Ministerio de Economía de la República Argentina”, 21 de mayo de 2001 (http://www.mercosur.int/ msweb/portal%20intermediario/es/controversias/arquivos/ IV%20LAUDO.pdf). 1
Entrevista a Enrique Barreira
Puente @ Europa (P@E): ¿Considera que el principio lex specialis derogat legi generali se aplica en todos los casos en que deba resolverse una situación jurídica que está regida por normas, igualmente vigentes, pertenecientes a distintos ordenamientos jurídicos? El principio lex specialis derogat legi generali es una aplicación del principio lógico de no contradicción en los casos en que la nueva norma es parcialmente incompatible con el precepto anteriormente vigente. Para que esta situación tenga lugar es imprescindible que haya normas concurrentes, es decir, que una misma situación de hecho esté contemplada por dos o más normas que han entrado en vigencia en tiempos diferentes, que prestaciones o conductas que establecen como debidas entren parcialmente en contradicción, que no haya una disposición expresa que resuelva dicha incompatibilidad y, además, que ambas normas en colisión pertenezcan al mismo sistema jurídico. Este último requisito requiere precisar lo que entendemos por “sistema jurídico”. ¿Es que sólo podemos denominar como tal al derecho internacional en su totalidad o podemos también considerar un sistema jurídico a cada uno de los tratados o grupos de tratados que tratan una materia considerada como una rama “autónoma” del derecho internacional (derecho del mar, derechos humanos, protección del medio ambiente, integración económica, etc.)? Si seguimos las enseñanzas de Kelsen, dos o más normas pertenecerán a un mismo sistema si existe la posibilidad de hacer depender la validez de ambas de una norma superior común a ellas; esto es, cuando hayan sido dictadas con el contenido, por el órgano y con el procedimiento establecido por otras normas superiores que encuentran su respaldo final en una norma que obra como “constitución” del sistema. El problema se plantea cuando dos normas tienen contenidos contradictorios entre sí, sin que ninguna de ellas se contradiga con los contenidos de la norma superior, pero que no son creadas en el mismo momento, de manera que encuentren su compatibilidad desde un inicio, sino que una de ellas ve surgir con posterioridad otra que contradice sus contenidos dogmáticos, fuere que la concebida en términos generales fuese anterior o posterior. Los principios lex specialis derogat legi generali y lex posterior derogat priori, con las salvedades que este último reconoce en el art. 41 de la Convención de 1969 sobre Derecho de los Tratados1, contemplan entonces una situación en la cual, siendo el órgano competente y el procedimiento empleado el establecido por la norma superior, hay no obstante una contradicción entre el contenido axiológico de la norma general y la especial o entre la norma anterior y la posterior. No nos hallamos ante una contradicción entre
la norma superior y la norma inferior, sino ante una contradicción entre normas del mismo rango. Como desde un punto de vista lógico es inaceptable que en un mismo sistema jurídico haya dos normas contradictorias que sean igualmente válidas, la contradicción debe resolverse por la prevalencia de una sobre otra. No obstante, la norma especial no deberá prevalecer sobre la general cuando la primera fuera incompatible con el objeto mismo del sistema que viene a alterar. Si se tratara de sistemas jurídicos distintos, en cambio, no habría contradicción y, por ende, no sería necesario encontrar reglas que diriman el conflicto. Dejo a salvo mi opinión, sin embargo, que no creo que nos hallemos ante una contradicción. Con la ayuda del principio lex specialis derogat legi generali, la mente del intérprete discrimina el campo de actuación de la norma general respecto del campo de la norma especial, por lo que no hay derogación en el concepto técnico del vocablo, sino una armonización tendiente a la conservación de los efectos útiles de las normas aparentemente en colisión, quedando ambas válidas y vigentes aunque la más genérica padezca cierta limitación en su extensión. P@E: ¿Si la superposición de disposiciones aplicables se plantea entre las reglas multilaterales de comercio (GATT/OMC2) y las de un acuerdo regional de integración, serían siempre estas últimas la lex specialis y prevalecerían sobre las multilaterales? El ejemplo, que plantea la posible colisión entre una regla multilateral de comercio como es el GATT/OMC y las de un acuerdo regional de integración, exige detenernos a analizar en primer lugar si quienes firman el acuerdo regional son además partes del GATT/OMC. Es imposible que la totalidad de los Estados Partes del GATT/ OMC celebren un acuerdo regional pues en tal caso dejaría de ser regional y pasaría a ser modificación directa, por lo que el caso planteado sería que sólo algunos miembros de la OMC serían celebrantes del acuerdo regional. Si bien se ha dicho que la Convención de Viena de 1969 sobre Derecho de los Tratados no se ha preocupado por desarrollar el tema de los tratados multilaterales que se superponen sin obligar a las mismas partes aunque haya entre ellos lazos de interdependencia, los principios generales los encontramos en los arts. 30 y 41 de la Convención sobre Derecho de los Tratados. De acuerdo con estos principios, si el acuerdo regional mantuviera discrepancias con el acuerdo madre, no cabe duda que asistiríamos a una suerte de derogación relativa de éste por el tratado posterior. Hablamos de derogación relativa porque el tratado madre no quedaría derogado, sino debilitado en cuanto a su plena eficacia, y sería ineficaz en la medida de esa modificación respecto a los demás estados
Puente@Europa 19
partes del GATT/OMC que celebraron el acuerdo regional. No obstante, esto tiene sus limitaciones, pues el art. 41 apartado 1 inciso b) de la Convención de Viena de 1969 prohíbe que una parcialidad del acuerdo multilateral celebre un acuerdo inter se que afecte los derechos que corresponden a las demás partes o que ponga en peligro la consecución del objeto del acuerdo multilateral en su conjunto. Estas situaciones a mi juicio no darían lugar a la nulidad del acuerdo regional sino a su “inoponibilidad” a los demás miembros del acuerdo multilateral, pues el acuerdo regional seguiría siendo válido entre las partes aunque sin efecto frente a los terceros. Este, por otro lado, es el criterio que se desprende del art. 30 apartado 4 de la Convención de Viena. El hecho de que alguno de los celebrantes del acuerdo regional no fuera parte del GATT/OMC no cambiaría las cosas. P@E: Dado que en virtud del art. XXIV del GATT los ordenamientos de integración económica constituyen una excepción al principio de no discriminación, ¿cuál es su opinión sobre el alcance de esa excepción? ¿Se limita al compromiso de nación más favorecida o exceptúa también a las partes de cumplir entre ellas otras reglas multilaterales? Tal como hemos dicho antes, si dos o más países integrantes del GATT/OMC celebraran acuerdos económicos cuyas cláusulas fueran incompatibles con las del acuerdo madre, éstas serían válidas entre las partes mientras no afectaren normas sustanciales en las cuales estén interesados otros miembros del GATT/OMC. Ese acuerdo madre procura beneficiar a los que adhieren al mismo, y ninguna norma prohíbe que un estado renuncie voluntariamente a compromisos que lo benefician siempre que no perjudique a terceros ni viole normas imperativas que persigan el resguardo de valores que van mas allá del interés de los estados involucrados, lo que es difícil que suceda en materia de acuerdos de cooperación económica. La cláusula de la nación mas favorecida tendrá su ámbito de aplicación fuera de los sujetos de ese acuerdo especial pero no dentro de él. Dicha cláusula podrá ser invocada por los terceros si los estados partes del acuerdo más restringido se otorgan mayores beneficios que los reconocidos a los demás salvo, claro están, que se encontraren amparados por el paraguas del art. XXIV del GATT. Debe tenerse presente que el art. I del GATT hace extensibles a los demás estados partes cualquier ventaja concedida por uno de ellos a otro, en relación con las cargas de cualquier clase aplicadas a las exportaciones o a las importaciones entre ellos de sus productos originarios, así como también en relación con el pago de dichas transacciones. La interpretación de esta regla debe ser amplia pues no se limita a los derechos de aduana, sino que abarca supuestos similares que implican restricciones indirectas a la libertad de circulación, tales como los controles de cambio que impiden los pagos internacionales o la discriminación entre los procedimientos aduaneros aplicables a mercaderías procedentes de uno u otro origen. Entre estos últimos se han incluido, por ejemplo, los correspondientes a la investigación para la aplicación de derechos antidumping y compensatorios, tal como lo pusiera de resalto el director general del GATT en 1968 ante una consulta que se le hiciera. La vigencia de la cláusula de la nación más favorecida, por otra parte, ha desbordado el ámbito del comercio de mercaderías, abarcando también el comercio de servicios y los derechos sobre propiedad intelectual, tal como lo establecieron los acuerdos respectivos aprobados en el Acta de Marrakech que creó la Organización Mundial del Comercio3. P@E: Es un dato de la realidad que los tribunales y foros establecidos por distintos acuerdos internacionales mantienen pocos vínculos formales entre ellos. ¿Cree que esa circunstancia conduce a interpretaciones contradictorias y fragmenta el derecho o, por el contrario, existe una tendencia a reiterar los principios y doctrinas en que fundamentan sus decisiones los diferentes tribunales internacionales?
20 Puente@Europa
Si bien es verdad que ha habido una gran expansión del derecho internacional, también es cierto que la misma no se ha limitado a la creación de acuerdos y regímenes de solución de controversias, sino que también hay una mayor actividad académica y más estudios y desarrollo de la materia. El incremento de las comunicaciones que ha caracterizado al mundo en los últimos años permite que los representantes de países que deben celebrar un acuerdo, así como los jueces o árbitros que deben resolver algún conflicto puedan tener al día la información relacionada de los países más alejados del mundo, lo que disminuye la posibilidad de que la fragmentación se deba a la ausencia de contactos entre foros y tribunales. La creciente formalización de reglas del derecho internacional consuetudinario en convenios institucionales, tarea en la cual se ha destacado con eficiencia la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, con ejemplos tales como el derecho de los tratados o la responsabilidad de los estados, va uniformando las reglas de base que influyen en la totalidad de las especialidades del derecho internacional. Reconocer que hay ámbitos especializados dentro del derecho internacional lleva de la mano a aceptar que, ante situaciones parecidas, las decisiones a las cuales llegan los tribunales que deben decidir en las mismas sean distintas, pues las especialidades obedecen a las distintas finalidades que buscan las disposiciones de un ordenamiento cuyos objetos son “bienes”, en este caso jurídicos. Aristóteles en su Ética Nicomaquea4 nos recuerda que los bienes son susceptibles de gradación y que algunos de ellos son medios para la obtención de otros que por ello son superiores, hasta llegar al fin que no es medio de ningún otro; el bien supremo, que en la vida social es la justicia. No es malo que el intérprete del derecho internacional aplique las normas buscando los fines específicos de la especialidad, pero ello no significa que pueda desentenderse de los fines superiores que son la razón de ser del sistema jurídico. No creo en las autonomías de las ramas del derecho, sólo hay especialidades que, como su nombre lo indica, reconocen la existencia del derecho como un todo, porque todas ellas tienen como finalidad última la búsqueda del ideal de justicia en las patologías de la coexistencia humana. Por ello pienso que un buen intérprete del derecho no debe exagerar la focalización en la rama que le toca operar, disminuyendo su ángulo de visión global del derecho. En ese contexto, considero que asistimos a una tendencia al reconocimiento de los bienes jurídicos superiores del sistema jurídico internacional, sin que las soluciones aparentemente divergentes en esa búsqueda deba necesariamente preocuparnos, sobre todo cuando se producen en la búsqueda de bienes jurídicos intermedios. Uno de los últimos laudos del Mercosur trató sobre la responsabilidad del estado argentino por su actitud tolerante respecto del bloqueo de un importante puente sobre el río divisorio de fronteras, practicado por vecinos bajo su jurisdicción, en protesta contra la construcción en la orilla de la República Oriental del Uruguay de una instalación fabril que tendría potencialidad para generar perjuicios ambientales y de orden turístico de carácter irreparable, lo que violaría un tratado bilateral entre ambos países5. Argentina adujo que una acción represora contra sus propios ciudadanos podría estar violando derechos humanos, en el caso de libre expresión, amparados por la Constitución argentina, que debían ubicarse en un rango valorativo superior al de la libre circulación dentro del bloque. El tribunal se encontró con un dilema. Debía resolver un conflicto sustentado en la violación del derecho de libre circulación económica consagrado en un acuerdo de complementación económica regional, en el cual la defensa de la conducta cuestionada se basaba en normas aparentemente ajenas a su competencia, ya que eran las normas del derecho argentino. El tribunal, del cual formé parte como árbitro, aplicó los principios del derecho internacional y, en lo que aquí nos interesa, sostuvo, en primer lugar, que como contrapartida del derecho de no intervención, los países deben hacerse cargo de elegir los medios que
consideraren mas apropiados para cumplir con los compromisos asumidos que, por lo tanto, constituían una obligación de resultado. En segundo lugar, que la posible violación del derecho internacional por el otro país no eximía de cumplir con los propios compromisos, sin perjuicio de ventilar la diferencia en el tribunal acordado en el tratado bilateral correspondiente, tal como se estaba haciendo ante la Corte Internacional de Justicia. En tercer lugar, que siendo ambas partes signatarias de los tratados de derechos humanos invocados por Argentina, los mismos debían interpretarse de manera que los derechos de unos no resultaran en el aniquilamiento del derecho de los demás. Lo relevante de este caso para el tema que tratamos es que un tribunal afectado a la solución de controversias en un acuerdo de integración económica, pudo resolver la cuestión sobre la base de normas que estaban más allá de la especialidad relativa a la circulación comercial sin por ello salirse de su competencia jurisdiccional, sin rehuir su responsabilidad de garantizar la vigencia de los fines jurídicos superiores del derecho y tomando el plexo valorativo del sistema como un todo, sin fragmentaciones. P@E: ¿Adheriría a la opinión de algunos expertos en el sentido que la Corte Internacional de Justicia -creada por la Carta de la Naciones Unidas- debería desempeñar un papel “cuasi-constitucional” en orden a evitar la fragmentación del derecho internacional? En el contexto de lo que dijimos antes, las alarmas sobre la aparente fragmentación no siempre son legítimas. En su célebre libro Sobre la libertad6, John Stuart Mill nos advierte sobre la tendencia del ser humano a obligar a los demás a obrar según el gusto propio o del grupo al cual pertenece, sin que él confiese que el regulador de su juicio es su propio gusto o interés, el cual es enmascarado tras la invocación de ciertos principios no sinceros. En ese formidable ensayo se señala la peligrosa y creciente tendencia a extender los poderes de la sociedad sobre el individuo, ejerciendo presión sobre la opinión pública y coartando la libertad a través de la legislación. El autor profetiza que esta intromisión es un mal que, lejos de retroceder, se hará más y más formidable cada día. No debemos echar esta enseñanza en saco roto. A la tendencia a traducir en tratados las normas consuetudinarias le ha seguido la peligrosa práctica inversa de los tribunales internacionales de reconocer como normas obligatorias de derecho internacional las disposiciones receptadas en tratados en los cuales el destinatario de la decisión no es parte. No olvidemos que en derecho internacional la decisión de los tribunales internacionales es creadora de derecho, pues a diferencia de lo que sucede en el orden nacional, no hay división de poderes que permita un equilibrio, por lo que designar a un tribunal internacional con un rol cuasi constitucional sin tener una constitución en cuya redacción hayan podido intervenir quienes deberán soportarla y sin que los jueces que van a juzgar tampoco sean elegidos por ellos, es una medida que juzgo contraria al principio republicano de representación en los órganos de gobierno y peligrosa para la libre determinación de los pueblos y sus individuos. P@E: En los laudos que se han pronunciado hasta ahora en los arbitrajes del Mercosur ¿considera que se han aplicado criterios divergentes, tanto respecto de la normativa Mercosur como del derecho internacional general? Debemos tener en cuenta que hasta que se aprobó el Protocolo de Olivos con la creación de un Tribunal Permanente de Revisión, hubo más de diez laudos en los cuales los tribunales ad hoc del Mercosur, no obstante estar integrados por juristas diferentes, se basaron en la doctrina de los tribunales ad hoc previos. Fue una espontánea preocupación de los juristas del Mercosur mantener cierta continuidad para cimentar líneas jurisprudenciales que generen seguridad jurídica. Debemos puntualizar que estos tribunales tienen acotada su competencia a la aplicación e interpretación de las normas del Mercosur, las cuales se encontraban determinadas en el Protocolo de Brasilia y ahora en el Protocolo de Olivos. No obstante, estos documentos
determinaron también las fuentes del derecho que el intérprete debe utilizar y entre ellas se menciona especialmente a los principios generales del derecho internacional, de los cuales los tribunales ad hoc así como el Tribunal Permanente de Revisión han hecho reiterado uso. Ello alejó la posibilidad de pronunciamientos divergentes tanto en relación con el derecho regional como respecto de los principios del derecho internacional general. Un ejemplo de ello es el caso del laudo arbitral del Mercosur que hemos reseñado anteriormente. P@E: ¿Estima que la armonización por parte del derecho internacional de algunas materias, antes sometidas exclusivamente a la legislación nacional, podría dar lugar a una uniformidad (hegemónica, según algunos autores) que condicionaría la cultura jurídica de los países? No podemos saber si ese será el resultado, pero me temo que el peligro de que eso suceda existe. Tal como se desprende de lo señalado antes, hay una tendencia humana a la centralización del poder, cualquiera fuese la manifestación de éste, y es función de las instituciones que ese fenómeno, que lleva en sí el germen del despotismo, esté controlado, velando por la preservación del derecho a la libertad del individuo, una de cuyas manifestaciones es la libre determinación de sus actos. Para la preservación de la pluralidad cultural y de valores es necesario estar alerta sobre los intentos excesivos de regulación de las normas a nivel internacional pues como decían los juristas romanos summum jus summa injuria, el exceso de normas ahoga la justicia. Notas Nota del Coordinador Editorial: las notas han sido redactadas por el Coordinador Editorial; cualquier error u omisión queda bajo su exclusiva responsabilidad. Artículo 41. Acuerdos para modificar tratados multilaterales entre algunas de las partes únicamente. 1. Dos o más partes en un tratado multilateral podrán celebrar un acuerdo que tenga por objeto modificar el tratado únicamente en sus relaciones mutuas: a) si la posibilidad de tal modificación esta prevista por el tratado: o b) si tal modificación no está prohibida por el tratado a condición de que: i) no afecte al disfrute de los derechos que a las demás partes correspondan en virtud del tratado ni al cumplimiento de sus obligaciones; y ii) no se refiera a ninguna disposición cuya modificación sea incompatible con la consecución efectiva del objeto y del fin del tratado en su conjunto. 2. Salvo que en el caso previsto en el apartado a) del párrafo 1 el tratado disponga otra cosa, las partes interesadas deberán notificar a las demás partes su intención de celebrar el acuerdo y la modificación del tratado que en ese acuerdo se disponga. Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, U.N. Doc A/CONF.39/27 (1969), 1155 U.N.T.S. 331, Viena, 23 de mayo de 1969; entró en vigor el 27 de enero de 1980. 2 Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés); Organización Mundial de Comercio (OMC). 3 Disponible en www.wto.org/spanish/docs_s/legal_s/marrakesh_ decl_s.htm. 4 Aristóteles, Ética Nicomaquea, Buenos Aires, Losada, 2004 (orig. 350 AC). 5 El laudo está disponible en www.mercosur.int/msweb/ portal%20intermediario/es/index.htm. 6 John Suart Mill, Sobre la libertad, Buenos Aires, Alianza, 2000 (ed. orig. 1859). 1“
Puente@Europa 21
Entrevista a Martti Koskenniemi
En la sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas de 2006, la Comisión de Derecho Internacional presentó las conclusiones del trabajo del grupo de estudio sobre “Fragmentación del derecho internacional: dificultades derivadas de la diversificación y expansión del derecho internacional”1. Considerando la importante participación de Martti Koskenniemi como presidente de este grupo, responsable del primer punto (función y alcance del principio lex specialis y la cuestión de los regímenes autónomos) y autor de las conclusiones, Puente @ Europa le ha realizado una entrevista referida al documento, solicitando a la vez una evaluación sobre algunos de sus contenidos.
Puente @ Europa (P@E): El documento adoptado por la Comisión de Derecho Internacional se refiere, en la sección “Antecedentes”, a distintas evaluaciones de expertos sobre la cuestión de la “fragmentación del derecho internacional”. Algunos de estos expertos afirman que esto aumenta la incertidumbre jurídica y argumentan a favor de una mayor armonización y unificación de los sistemas legales. ¿Cuál es su apreciación sobre los efectos de una eventual incertidumbre jurídica provocada por esta fragmentación vis à vis una unificación normativa que podría, por otro lado, omitir características jurídicas o culturales de un país o un grupo de países? La fragmentación surge de una diferenciación funcional en la esfera internacional. Es un reflejo de la creciente diversidad de actores, proyectos, intereses, etc., a nivel internacional. En este sentido, es un dato de la realidad que debe ser reconocido. Por supuesto, la diversificación también tiene consecuencias políticas -algunos intereses aparecen en una posición destacada, otros (viejos) intereses se vuelven secundarios. No hay una respuesta para la cuestión de la naturaleza (buena o mala) de la fragmentación que sea independiente y objetiva. Para aquellos que ganan, es buena, para aquellos que pierden, no lo es. El hecho de que los juristas internacionalistas estén especialmente preocupados por el tema de la fragmentación refleja su (justificable) sensación de que ésta debilitará los intereses y preferencias que han apoyado tradicionalmente. P@E: ¿Piensa que, a pesar del actual proceso de globalización, el enfoque del derecho internacional sobre cada una de sus áreas de especialización (derecho del mar, regulaciones medioambientales, derecho comercial, derechos humanos) debería tomar en consideración la diversidad que aun existe en la comunidad internacional?
22 Puente@Europa
Desde luego. Como señalé antes, la diversidad es un hecho. No considerarla sería insensato e inaceptable para quienes, de esa manera, verían neutralizadas sus preocupaciones. ¡Imaginemos, por ejemplo, si alguien se hubiera opuesto al surgimiento de la legislación de los derechos humanos simplemente porque “fragmentaba” el sistema jurídico estatal! Y es bueno recordar que cada uno de los regímenes jurídicos especializados está, a su vez, internamente “fragmentado”, de manera tal que existen interpretaciones divergentes sobre qué deberían significar “derecho del mar”, “protección medioambiental” o “derechos humanos”. P@E: Pasemos ahora a las cuestiones más técnicas del documento de la Comisión de Derecho Internacional. En el párrafo 10 de las conclusiones2, se indica una serie de circunstancias en las que algunas clases de leyes generales no pueden ser derogadas por leyes especiales, incluyendo los casos en los que una lex specialis afecta negativamente los derechos e intereses de un tercero o modifica los derechos y obligaciones de la ley general ¿Podría dar algunos ejemplos vinculados a la aplicación a terceros de una ley especial que no pueda ser derogada por una ley general? ¿Y en qué circunstancias un quiebre del equilibrio de la ley general por una lex specialis no derogaría a la anterior? Esta es una cuestión central y lamentablemente poco desarrollada por la doctrina jurídica internacional. Es un área que no ha alcanzado la altura del jus cogens (derecho imperativo) pero, sin embargo, es vinculante, de un modo tal que no puede haber desviaciones sin incumplimiento y responsabilidad estatal. Los relatores especiales Gerald Fitzmaurice y James Crawford3 abordan generalmente esta cuestión en términos de obligaciones “interdependientes”, es decir, obligaciones tales como el deber de desarme o muchos otros deberes en el campo del medio ambiente, donde la expectativa de cumpli-
miento de cada una de las partes depende de la expectativa de que la otra parte también cumpla. Esta misma situación se presenta donde hay una red multilateral de reglas de la que las partes no pueden separarse unilateralmente. Este puede ser el caso tanto de una red consuetudinaria o una red basada en un tratado. De esta manera, para tomar su primer ejemplo, parecería extraño que un estado suscribiese con otro estado un acuerdo de tipo lex specialis que se apartara de un tratado de desarme previo. Por supuesto, algo de esto se trata en el artículo 30 de la Convención de Viena4, aunque, como bien sabemos, de una manera no concluyente. Esta misma situación puede ser pensada en términos de “romper el equilibrio” entre los miembros de la red original que participa del tratado. Esto señala la necesidad de interpretar los tratados en vista de su objeto y propósito -y las dificultades que se vinculan a lo anterior surgen al trazar los límites a las leges speciales. P@E: En el párrafo 26, hay una afirmación sobre el principio de lex posterior que dice que en casos de disposiciones superpuestas entre distintos tratados, pero que tengan la intención de “promover objetivos similares”, la aplicación del último prevalecería. Si consideramos, por ejemplo, las reglas comerciales multilaterales del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) y un acuerdo de integración latinoamericano: ¿tienen la intención de “promover objetivos similares”? ¿Una nueva regla de la Organización Mundial de Comercio (OMC) debería prevalecer sobre un sistema regional que también rija sobre esa área? ¿Qué sucedería en el caso contrario, es decir, una regla sobre subsidios perteneciente a un acuerdo de integración regional latinoamericano que sea promulgada con posterioridad y se encuentre en conflicto con una norma del GATT/OMC? Es cierto, lo que es “similar” y lo que es “diferente” supone una delicada interpretación. Sobre este tema no podría ofrecer ninguna regla clara. Sin embargo, la distinción entre tratados “dentro de un régimen” (es decir, sobre la misma materia) y tratados en distintos regímenes (es decir, sobre distintas materias) parece crucial. En el caso anterior, la analogía legislativa es la más cercana. Un tratado posterior usualmente tiene la intención de suplantar a uno anterior. En el último caso, sin embargo, esta analogía no parece apropiada -y, de este modo, no se puede hacer una presunción de lex posterior. No se puede determinar desde el comienzo si al considerar los conceptos de “similitud” o “diferencia” se toman en cuenta también las partes que intervienen en un acuerdo. El GATT y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), por ejemplo, parecen ser “similares” en ciertos aspectos (al considerar su materia), pero también “diferentes” (si se consideran sus partes y el alcance territorial de su aplicación). P@E: Una última pregunta sobre el principio de armonización. El documento dice “cuando muchas normas tratan sobre una misma cuestión deberían, en la medida de lo posible, ser interpretadas para que den origen a un único conjunto de obligaciones”. ¿La expresión “en la medida de lo posible” permite incumplir el principio de armonización? La armonización no puede ser una regla absoluta. ¿Cómo podría serlo? “Armonizar” significa no cumplir alguna obligación en la misma magnitud en la que uno podría hacerlo (o debería hacerlo cuando no da el caso de normas conflictivas). Pero las normas, a veces, necesitan ser construidas estrictamente, especialmente aquellas normas que dotan a los sujetos jurídicos de derechos. En algunos casos, el derecho a la vida puede ser inconveniente al considerar las necesidades -por tomar un ejemplo al azar- de una “guerra contra el terrorismo” eficaz realizada bajo el auspicio del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Sin embargo, no puede ser “armonizado”. Exigir “armonización” es exigir una aplicación relajada (o la no aplicación)
de alguna disposición de un tratado. Muchas veces existe una razón para no permitir dicha relajación -especialmente, considerando el efecto que esto tiene sobre la disposición general de diplomáticos, soldados, políticos, hombres de negocios, etc., para aplicar la ley. Notas Nota del Coordinador Editorial: las notas han sido redactadas por el Coordinador Editorial; cualquier error u omisión queda bajo su exclusiva responsabilidad. Comisión de Derecho Internacional, Fragmentación del derecho internacional: dificultades derivadas de la fragmentación y expansión del derecho internacional, U.N. Doc. A/CN.4/L/.702, 18 de julio de 2006; y U.N. Doc. A/CN.4/L/.682, 13 de abril de 2006 (completado por Martti Koskenniemi) (http://untreaty.un.org/ilc/texts/1_9.htm). 2 “10) Tipos particulares de leyes generales. Sin embargo, ciertos tipos de leyes generales no pueden ser derogados por la ley especial. El jus cogens es expresamente no derogable, como se indica en las conclusiones 32), 33), 40) y 41) infra. Además, existen otras consideraciones que pueden justificar la conclusión de que una ley general prevalecerá, en cuyo caso no será aplicable la presunción de la lex specialis. Esas consideraciones son las siguientes: - Que esa prevalencia pueda inferirse de la forma o naturaleza de la ley general o de la intención de las partes, según corresponda; - Que la aplicación de la ley especial pueda frustrar el propósito de la ley general; - Que terceros beneficiarios puedan resultar afectados negativamente por la ley especial; y - Que el equilibro de derechos y obligaciones establecido en la ley general resulte afectado negativamente por la ley especial”. 3 Gerald Fitzmaurice fue relator especial de la Comisión de Derecho Internacional de Naciones Unidas entre 1956 y 1960. James Crawford fue relator especial de la misma comisión entre 1998 y 2001. 4 “Artículo 30. Aplicación de tratados sucesivos concernientes a la misma materia. 1. Sin perjuicio de lo dispuesto en el articulo 103 de la Carta de las Naciones Unidas, los derechos y las obligaciones de los Estados partes en tratados sucesivos concernientes a la misma materia se determinaran conforme a los párrafos siguientes. 2. Cuando un tratado especifique que está subordinado a un tratado anterior o posterior o que no debe ser considerado incompatible con ese otro tratado prevalecerán las disposiciones de este último. 3. Cuando todas las partes en el tratado anterior sean también partes en el tratado posterior, pero el tratado anterior no quede terminado ni su aplicación suspendida conforme al artículo 59, el tratado anterior se aplicara únicamente en la medida en que sus disposiciones sean compatibles con las del tratado posterior. 4. Cuando las partes en el tratado anterior no sean todas ellas partes en el tratado posterior: a) en las relaciones entre los Estados partes en ambos tratados se aplicará la norma enunciada en el párrafo 3: b) en las relaciones entre un Estado que sea parte en ambos tratados y un Estado que sólo lo sea en uno de ellos, los derechos y obligaciones recíprocos se regirán por el tratado en el que los dos Estados sean partes. 5. El párrafo 4 se aplicará sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo 41 y no prejuzgará ninguna cuestión de terminación o suspensión de la aplicación de un tratado conforme al artículo 60 ni ninguna cuestión de responsabilidad en que pueda incurrir un Estado por la celebración o aplicación de un tratado cuyas disposiciones sean incompatibles con las obligaciones contraídas con respecto a otro Estado en virtud de otro tratado”. Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados, U.N. Doc A/CONF.39/27 (1969), 1155 U.N.T.S. 331, Viena, 23 de mayo de 1969; entró en vigor el 27 de enero de 1980. 1
Puente@Europa 23
Entrevista a Antonio Remiro Brotóns En la última actualización de su libro Derecho Internacional1, Antonio Remiro Brotóns dedica una sección a analizar la diversificación material del derecho internacional y su expansión, preguntándose sobre el temor que ha surgido acerca de la pérdida de unidad del sistema y el riesgo de fragmentación del derecho internacional. En esta entrevista, Puente @ Europa le propone al autor manifestar sus opiniones sobre este interesante aspecto del derecho internacional actual.
24 Puente@Europa
Puente @ Europa (P@E): La diversificación material del derecho internacional ha dado lugar a regímenes normativos sectoriales (derechos humanos, derecho del mar, normas medioambientales, reglas de comercio internacional) ¿Estima que la autonomía de esos subsistemas socava la unidad del sistema internacional general? El ámbito material del derecho internacional se ha expandido espectacular y rápidamente. No hay campo de la actividad social que no cuente con alguna clase de regulación jurídica internacional. La vitalidad y la versatilidad del derecho internacional han conducido a una proliferación de “regímenes normativos” sectoriales, a escala universal, regional o particular, bien visibles hoy en ámbitos como los que se mencionan en la pregunta. Se trata de regímenes que suelen girar en torno de uno o más tratados-marco, dotados de una cierta -y en ocasiones intensa- institucionalización, capaces de generar normas y principios por vía consuetudinaria, con mecanismos de seguimiento de su aplicación, medios de solución de diferencias y reglas sobre la responsabilidad deducida de las infracciones. Su fuerza actual o potencial puede ser invocada como prueba de la buena salud del derecho internacional. Ciertamente, eso implica riesgos de “fragmentación”. ¿Qué ocurrirá, se dice, si los órganos que han de solventar las controversias y conflictos dentro de estos regímenes autónomos son incapaces de elevarse por encima de los principios específicos de su sector, si ignoran las reglas de otros sectores con los que se solapan, si interpretan y aplican normas generales de manera contradictoria? La causa fundamental del riesgo de fragmentación tiene su origen, como ha advertido Gerhard Hafner2, en la naturaleza preeminente del derecho internacional como un “derecho de coordinación”, carente de instituciones centralizadas que aseguren la homogeneidad de los distintos subsistemas o regímenes. Puede producirse así una suerte de “competencia entre regímenes materiales” (por ej. comercio internacional y medio ambiente), que a su vez puede cruzarse con una competencia dentro del mismo régimen material (por ej., derechos humanos), según su escala universal, regional o particular, todo ello sin entrar en el laberinto de relaciones entre tratados sucesivos sobre una misma materia, entre las mismas o diferentes partes… Haciéndose eco de la inquietud doctrinal y de la oportunidad de ofrecer pautas de comportamiento a los operadores jurídicos, un grupo de estudio de la Comisión de Derecho Internacional3 presentó en el verano de 2006 un informe con cuarenta y dos conclusiones que la Comisión señaló a la atención de la Asamblea General de Naciones Unidas4. De la misma forma que los sistemas jurídicos internos han de hacer frente a una realidad normativa compleja sin perder su unidad fundamental, el derecho internacional ha de ser capaz de guardar su unidad y ser el marco general al que se reconduzcan los diferentes subsistemas. Eso requiere, desde luego, que estos sean manejados por sujetos con la suficiente formación para contextualizar sus decisiones en el marco más amplio del sistema. P@E: A falta de una jerarquía clara entre las normas del sistema general, ¿se podrían resolver contradicciones entre las prescripciones de la Carta de Naciones Unidas y las normas imperativas (jus cogens) o divergencias de esas normas imperativas entre sí? La afirmación tradicional de que entre las fuentes de las obligaciones internacionales no hay jerarquía está hoy sometida a importantes correcciones. Las normas imperativas (jus cogens) prevalecen sobre las dispositivas y las obligaciones de la Carta de las Naciones Unidas sobre cualesquier otra obligación. Pero la pregunta se refiere al conflicto entre normas imperativas o de éstas con obligaciones de la Carta, conflictos que ya no son una hipótesis de laboratorio.
La interpretación jurídica es un arte y no me cabe duda que por esta vía pueden resolverse adecuadamente los hipotéticos conflictos entre normas de idéntica jerarquía. No obstante, el principio de “armonización” o de “interpretación compatible” que ha de iluminar la solución de éste como, de ser posible, cualesquiera otros conflictos normativos, puede no ser suficiente. Así, la práctica reciente ofrece bastantes casos en que la persecución judicial de torturas imputadas a un estado extranjero y/o a sus agentes choca con la inmunidad que les es tradicionalmente reconocida por el derecho internacional como corolario del principio fundamental de la igualdad soberana. Hasta ahora la inmunidad ha prevalecido5. No obstante, jueces en minoría han manifestado su discrepancia. La prevalencia de las normas imperativas sobre las obligaciones de la Carta plantea, a su vez, los problemas deducidos de la competencia para proceder a su evaluación. Esos problemas son especialmente agudos cuando las obligaciones resultan de resoluciones del Consejo de Seguridad aprobadas en el marco del Capítulo VII (mantenimiento de la paz y seguridad internacionales) sobre las que no cabe ningún control de conformidad con la Carta ni con las normas imperativas. Cabe proponer, no obstante, que un órgano competente para decidir una diferencia “de conformidad con el derecho internacional”, debería estimar inaplicables tales resoluciones (u otras obligaciones de la Carta) si las considera incompatibles con normas imperativas. El desistimiento con el que se cerraron los asuntos Lockerbie6 impidieron a la Corte Internacional de Justicia pronunciarse sobre un supuesto de estas características; pero el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia en el caso Tadić ha sido más atrevido7. El problema reside en determinar quién asume esa interpretación, si un tribunal internacional al hilo de la solución de una controversia que le ha sido sometida, un estado soberano que se siente maltratado por, digamos, el Consejo de Seguridad, o la “doctrina” colectiva ejerciendo la crítica, sustitutiva a menudo de las instituciones públicas de las que carecemos. P@E: Por ejemplo, entre normas GATT/OMC8 y las de acuerdos comerciales regionales, ¿cree que el principio de especialidad alcanza para interpretar discrepancias entre subsistemas sectoriales pero vinculados por su ámbito material? El principio de “especialidad” (y el de “posterioridad”) alientan las decisiones en cada régimen pro domo sua, instalando en él un suerte de -siquiera tácito- “dualismo”, que hace extrañas las reglas extramuros del régimen, a menos que sean objeto de una especial recepción. La solución de esta clase de conflictos entre “regímenes” internacionales o autónomos es ciertamente difícil. No obstante, la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados de 1969, que en gran parte codifica normas consuetudinarias, contiene reglas para ordenar la concurrencia y el conflicto entre tratados, en las que cabe profundizar, pues no en vano los regímenes internacionales o autónomos se configuran a partir de tratados fundacionales o constitucionales. En todo caso, ha de descartarse que los regímenes internacionales sean “autosuficientes”. Los recientes trabajos de la Comisión de Derecho Internacional sobre el riesgo de “fragmentación” han permitido llamar la atención sobre una regla del derecho de los tratados codificado (el artículo 31.3. (c) de la Convención de Viena) según la cual los tratados han de interpretarse “a la luz de toda norma pertinente de derecho internacional aplicable en las relaciones entre las partes”, pertinencia que se predica no sólo de las obligaciones convencionales conexas con el tratado en cuestión, sino también de cualesquiera otras, incluidas las deducidas de las normas consuetudinarias o de los principios generales del derecho. Como señaló la Comisión de Derecho Internacional, el derecho internacional general,
Puente@Europa 25
como “sistema”, está omnipresente detrás de las normas y regímenes especiales, ilustra su interpretación y colma sus lagunas. Este principio ha pasado casi desapercibido en la práctica arbitral y judicial hasta que en los años más recientes ha aflorado en decisiones de diferentes tribunales internacionales, incluido el Órgano de Solución de Diferencias de la OMC9. La misma Corte Internacional de Justicia ha tenido la ocasión de aplicar el principio de “integración sistémica” en el asunto de las Plataformas petrolíferas entre Irán y Estados Unidos en 200310. Este principio puede expresarse, como señala la Comisión de Derecho Internacional, tanto en forma de presunción “negativa” (considerando que las partes, al concertar obligaciones convencionales, no tienen la intención de actuar de manera no conforme con las normas consuetudinarias y los principios generales de derecho) como “positiva” (considerando que las partes se remiten a tales normas y principios en todas las cuestiones que el tratado no resuelve por sí mismo explícitamente o de otra manera). Cabe así suponer que los términos utilizados por un tratado tienen el significado que les reconoce el derecho internacional general, a menos que las partes convengan otra cosa y cabe, no sólo suponer, sino exigir que su interpretación y aplicación sea conforme en todo caso con las normas y principios de naturaleza imperativa. Tratando de responder más concretamente a su pregunta podría agregar que los acuerdos regionales comerciales deben ser compatibles con las reglas GATT/OMC. Los muy desarrollados, como la Comunidad Europea son, directamente, partes en la organización y las diferencias que pueden surgir con terceros se someten a su mecanismo de arreglo de diferencias. Ad intra, las partes en un acuerdo regional deben resolver sus contenciosos en el ámbito que les es propio, sin trasladarlos a la OMC. P@E: Las inquietudes sobre la posibilidad de fragmentación se acentúan ante la reciente proliferación de tribunales internaciones, ¿estima Ud. que es imposible impedir esta causa de fragmentación o cree que los diversos tribunales, judiciales y arbitrales, aplican principios generales del derecho internacional y observan los antecedentes de otros foros haciendo interpretaciones compatibles para preservar la unidad? La proliferación de tribunales internacionales es, hasta cierto punto, consecuencia de la expansión y diversificación material del derecho internacional y de los regímenes o subsistemas internacionales a que ha dado lugar. La Corte Internacional de Justicia, órgano judicial principal de las Naciones Unidas, de vocación universal y competencia general sobre las diferencias interestatales, ha encontrado la compañía de numerosos “tribunales” especializados, universales, regionales o particulares, abiertos en algunos casos a sujetos no estatales. Entre ellos, cabe mencionar el Tribunal Internacional de Derecho del Mar, los tribunales penales internacionales para la antigua Yugoslavia y para Ruanda, la Corte Penal Internacional, las cortes Europea e Interamericana de Derechos Humanos, el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, el Tribunal Permanente de Revisión del Mercosur. A ellos cabe añadir mecanismos cuasi-judiciales, como el Órgano de Solución de Diferencias de la Organización Mundial de Comercio de 1994; los numerosos tribunales arbitrales cobijados por la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya; y el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) del Banco Mundial. Esta proliferación, tal como se predica de la misma expansión y diversificación material del derecho internacional, es un signo de madurez, al ofrecer vías para la solución definitiva y vinculante de diferencias y/o abrir paso a la persecución de crímenes internacionales, pero es también una nueva dificultad para la unidad y coherencia del sistema jurídico internacional, un riesgo de fragmentación, por la falta de jerarquía formal entre unos y otros tribunales y la posibilidad de decisiones contradictorias, especialmente cuando sus respectivos ámbitos materiales de competencia son tangentes o secantes.
26 Puente@Europa
El supuesto de que los diferentes aspectos de una diferencia sean sometidos a diferentes jurisdicciones ya no es insólito. Así, por ejemplo, la diferencia entre Chile y la Comunidad Europea sobre el “pez espada” fue sometida al Órgano de Solución de Diferencias de la OMC en relación con la restricción de las libertades de tránsito (art. 5 GATT, 1994), afectadas por las medidas chilenas de conservación y gestión, y al Tribunal Internacional de Derecho del Mar en relación con las disposiciones de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 sobre poblaciones de peces transzonales. Asimismo, antes de plantear ante la Corte Internacional de Justicia el caso Avena y otros nacionales mexicanos10, México solicitó de la Corte Interamericana de Derechos Humanos una opinión consultiva en relación con “el derecho a la información sobre la asistencia consular en el marco de las garantías del debido proceso legal”, opinión que -estando ya sub iudice ante la Corte Internacional de Justicia el asunto La Grand12, consecuencia de una demanda de Alemania contra Estados Unidos, que interesaba la misma materia- la Corte Interamericana de Derechos Humanos emanó considerando que el ejercicio de su función consultiva no podía estar limitado por los contenciosos interpuestos ante la Corte Internacional de Justicia13. Finalmente, las conclusiones a las que llegaron, de un lado, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y, de otro, la Corte Internacional de Justicia en la interpretación del artículo 36 de la Convención de Viena sobre Relaciones Consulares de 1963 fueron similares. Muy recientemente, en mayo de 2006, Argentina demandó a Uruguay ante la Corte Internacional de Justicia por la construcción de dos fábricas de pasta de papel en la ribera uruguaya del río Uruguay14 que, según Argentina, es incompatible, procesal y sustantivamente, con el estatuto binacional del río, mientras que Uruguay demandaba a Argentina en el marco del Mercosur (Protocolo de Olivos) por su omisión en adoptar medidas apropiadas para prevenir y/o hacer cesar los impedimentos a la libre circulación derivados de los cortes en territorio argentino de vías de acceso a los puentes internacionales sobre el río protagonizado por piquetes locales. El eventual conflicto de interpretación de normas de derecho internacional general entre unos y otros tribunales preocupa, sobre todo si son los tribunales especializados los que entran en colisión con la Corte Internacional de Justicia. Así, en 1999 el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, en el asunto Tadić, fue más allá del precedente de la Corte en el asunto de las Actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua15, del que decidió apartarse deliberadamente al adoptar el criterio del “control general” -y no del “control efectivo” sostenido por la Corte Internacional de Justiciapara determinar cuándo podía considerarse que un grupo armado militar o paramilitar en un conflicto presuntamente interno actuaba por cuenta de una potencia extranjera. Sin embargo, no hay que ser alarmista. En el caso citado, el giro interpretativo puede explicarse por el hecho de que el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, a diferencia de la Corte Internacional de Justicia, trataba de establecer la aplicación de las normas del derecho internacional humanitario en un supuesto de responsabilidad penal individual; además, cabe sugerir que las decisiones de un tribunal especializado pueden incentivar posteriores cambios progresivos de la Corte Internacional de Justicia, siendo en ese sentido muy constructivas. La unidad del sistema jurídico internacional debería bastar para impedir contradicciones flagrantes, a menos que nos topemos con tribunales (arbitrales o judiciales) de composición muy sesgada y/o con miembros manifiestamente ignorantes del derecho internacional general (lo que tampoco ha de descartarse). P@E: ¿Qué opina sobre las ideas de transformar a la Corte Internacional de Justicia en una especie de tribunal constitucional? Se trata de una idea muy constructiva, pero los materiales para su realización no existen por ahora. Ya hemos señalado que si bien la proliferación de tribunales internacionales es una buena noticia, comporta riesgos en la medida en que, a diferencia de los tribunales
internos, los tribunales internacionales no se configuran piramidalmente y una mala selección de sus miembros podría privarles de un conocimiento del sistema más allá del pequeño mundo en que se desenvuelven sus actividades, haciéndoles creer que ese pequeño mundo es todo el mundo. Dicho esto, un tribunal internacional no debe aplicar las reglas de su subsistema en el vacío o como normas constitucionales, sino en el marco de las normas del derecho internacional general y respetando, en particular, las de carácter imperativo, con independencia de que el nivel de abstracción de muchas de éstas permitan diferentes juegos interpretativos. Los antecedentes con los que contamos son alentadores en la medida en que, en general, los tribunales internacionales suelen considerar la jurisprudencia de los otros. No se trata de seguir los precedentes, sin más; sino de tenerlos en cuenta antes de separarse de ellos, abriendo en su caso nuevas líneas que inspiren las decisiones de los demás. Entre las medidas de política judicial internacional ha habido propuestas, inspiradas en los sistemas de derecho interno, para hacer de la Corte Internacional de Justicia una suerte de corte suprema, de casación, para salvaguardar la unidad de doctrina, y la instauración de un procedimiento prejudicial que podrían experimentar otros tribunales que sustentaran dudas sobre la existencia, contenido u oponibilidad de una norma de derecho internacional general, amén de su apertura a sujetos no estatales, como demandantes y demandados16; pero estas propuestas parecen tan sensatas en su planteamiento como poco realistas en las posibilidades de realización. Así que lo más que cabe, por ahora, es: 1) recomendar a los órganos judiciales, cuasijudiciales y arbitrales presentes: continencia, prudencia y la debida toma en consideración de las decisiones de los demás que afectan al núcleo del derecho internacional general (lo que Pierre-Marie Dupuy llama el “diálogo interjudicial”17), particularmente las de la Corte Internacional de Justicia, por la auctoritas del órgano y el valor de sus precedentes18; y, 2) recomendar a los sujetos de derecho internacional, tal como hacía el antiguo Presidente de la Corte Internacional de Justicia, Gilbert Guillaume, que antes de crear un nuevo tribunal verifiquen si acaso las funciones que pretenden atribuirle no pueden ser desempeñadas adecuadamente por otro ya existente. Notas Nota del Coordinador Editorial: las notas han sido redactadas por el Coordinador Editorial; cualquier error u omisión queda bajo su exclusiva responsabilidad. Antonio Remiro Brotóns, Rosa M. Riquelme et al., Derecho Internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2007 (ed. orig. 1997). 2 Gerhard Hafner, “Risks Ensuring from fragmentation of International Law”, Official Records of the General Assembly, Fifty-fifth session, supplement No. 10, annex. 3 En esta misma sección se incluye una entrevista a Martti Koskenniemi, presidente del grupo de estudio. 4 Comisión de Derecho Internacional, Fragmentación del derecho internacional: dificultades derivadas de la fragmentación y expansión del derecho internacional, U.N. Doc. A/CN.4/L/.702 (18 de julio de 2006). 5 Arrest Warrant of 11 April 2000 (Democratic Republic of the Congo v. Belgium), Corte International de Justicia (disponible en www.icj-cij.org); Al-Adsani v. the United Kingdom [GC], no. 35763/ 97, Corte Europea de Derechos Humanos, 2001-XI. 6 En 1988 un avión de la compañía estadounidense Pan Am explotó sobre la ciudad escocesa de Lockerbie, causando 270 víctimas de 21 países. Luego de tres años de investigación conjunta entre el Reino Unido y Estados Unidos, fueron interpuestas acusaciones de asesinato contra dos ciudadanos libios. Libia se negó a entregar a los sospechosos, por lo que la Organización de las Naciones Unidas estableció sanciones contra el país a partir de 1992. Libia interpuso entonces dos demandas ante la Corte Internacional de Justicia por 1
violación de la Convención de Montreal sobre actos ilícitos contra la seguridad de la aviación civil, alegando que ésta autorizaba a juzgar a los sospechosos en su país. Los demandados objetaron la jurisdicción de la Corte y Estados Unidos manifestó que las resoluciones del Consejo de Seguridad, teniendo prioridad sobre cualquier disposición de la Convención, habían invalidado el derecho de Libia a reclamar. La Corte rechazó ambos cuestionamientos, el segundo por ser las resoluciones del Consejo posteriores a los reclamos de Libia. Las ordenanzas de la Corte Internacional de Justicia generaron un amplio debate que terminó cuando, en 1999, luego de largas negociaciones, el líder libio Muammar Gaddafi entregó a los acusados y, tres años después, entregó una compensación de unos 10 millones de dólares estadounidenses por víctima. En 2003, Libia aceptó formalmente la responsabilidad por el atentado y las Naciones Unidas levantaron las sanciones que habían estado vigentes por 15 años contra aquel país. Questions of Interpretation and Application of the 1971 Montreal Convention arising from the Aerial Incident at Lockerbie (Libyan Arab Jamahiriya v. United Kingdom), Decisión de la Corte Internacional de Justicia del 10 de septiembre de 2003 (disponible en www.icj-cij.org). 7 Caso Prosecutor v. Tadić, IT-94-1-A, Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (www.un.org/icty/cases-e/index-e.htm). Más sobre este caso en esta misma entrevista y en el artículo de Cesare Romano incluido en la sección Instrumentos de análisis. 8 Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés); Organización Mundial de Comercio (OMC). 9 Por ejemplo, en los casos Estados Unidos-Prohibición de importar ciertos camarones y sus productos, DS58, 1998; Comunidades Europeas-Medidas que afectan a la carne y los productos cárnicos (hormonas), DS26 y DS48, 1998; Corea-Medidas que afectan la contratación pública, DS169, 2000 (disponible en www.wto.org). 10 Oil Platforms (Islamic Republic of Islam v. United States of America), Corte Internacional de Justicia (disponible en www.icjcij.org). 11 Avena and Other Mexican Nationals (Mexico v. United status of America), Corte Internacional de Justicia (disponible en www.icjcij.org). 12 La Grand (Germany v. United Status of America), Corte Internacional de Justicia (http://www.icj-cij.org/docket/index.php?p1=3&p2 =3&code=gus&case=104&k=04). 13 Corte Interamericana de Derechos Humanos, El Derecho a la Información sobre la Asistencia Consular en el Marco de las Garantías del Debido Proceso Legal, Opinión Consultiva OC-16/99 del 1 de octubre de 1999. Serie A No. 16 (www.corteidh.or.cr/docs/ opiniones/seriea_16_esp.pdf). 14 Pulp Mills on the River Uruguay (Argentina v. Uruguay), Corte Internacional de Justicia (disponible en www.icj-cij.org). Sobre este caso, ver la entrevista a Enrique Barreira en esta misma sección. 15 Border and Transborder Armed Actions (Nicaragua v. Honduras) y Border and Transborder Armed Actions (Nicaragua v. Costa Rica), ambas de la Corte Internacional de Justicia (disponibles en www.icjcij.org). Sobre este caso, ver el artículo de Cesare Romano incluido en la sección Instrumentos de Análisis. 16 Francisco Orrego Vicuña y Cristopher Pinto, “The Peaceful Settlement of Disputes: Prospects for the Twenty-First Century”, informe preparado para la Conmemoración del Centenario de la Primera Conferencia Internacional de Paz, La Haya, 1999. 17 Pierre-Marie Dupuy, “The Danger of Fragmentation or Unification of the International Legal System and the International Court of Justice”, en New York University School of Law Journal of International Law & Politics, Vol. 31, n. 4, pp. 791-808, 1999. 18 Thomas Buergenthal, “International Law and the Proliferation of International Courts”, Cursos Euromediterráneos Bancaja de Derecho Internacional (CEBDI), vol. V, 2001, pp. 29 y ss.
Puente@Europa 27
28 Puente@Europa
El lado oscuro de la luna: fragmentación de las instituciones que aplican normas jurídicas internacionales por Cesare Romano
A
l igual que la luna, la cuestión de la fragmentación del derecho internacional tiene dos caras distintas, pero necesariamente contiguas: de un lado, la fragmentación de las normas y, del otro, la fragmentación de las instituciones que supervisan su implementación y conformidad y resuelven las controversias que se derivan de su interpretación. Al igual que la luna, una de las caras está claramente cartografiada, aunque raramente se la visita, mientras que la otra es mucho menos conocida. El grupo de estudio sobre “Fragmentación del derecho internacional” de la Comisión de Derecho Internacional de Naciones Unidas1 decidió desde un comienzo concentrar su atención sobre la cara luminosa de la luna: la fragmentación del corpus juris internacional y, especialmente, cuestiones claves como el principio de lex specialis y los regímenes autónomos2. Deliberadamente -y, quizás, atinadamente- la Comisión decidió dejar de lado “la cuestión de las competencias institucionales [para que] las tratasen las propias instituciones”3. Aunque el tema de la fragmentación en regímenes autónomos y especializados del derecho internacional sin dudas merece atención, difícilmente se trate de una cuestión candente. El derecho internacional ha estado fragmentado durante la mayor parte de su historia, quizás desde siempre. En realidad, la fragmentación es virtualmente inevitable en un mundo integrado por cientos de estados soberanos con intereses, agendas y políticas muy distintas. A medida que el campo de aplicación del derecho internacional se expande, tiene inevitablemente la necesidad de adaptarse a distintos desafíos y circunstancias. La integridad del derecho internacional ha sido siempre más un postulado, un supuesto conveniente, que un hecho empíricamente comprobable. El derecho internacional es único solo a un nivel más elevado de abstracción, que es precisamente aquel que analiza la Comisión de Derecho Internacional. El tema realmente candente y desafiante es, sin embargo, la fragmentación de las instituciones, especialmente aquellas que supervisan la implementación y conformidad y que resuelven las controversias que se derivan de la interpretación de las normas. Antes de 1990, más allá de unas pocas instituciones de arbitraje, como la Corte Permanente de Arbitraje, existían solo seis cortes internacionales plenamente desarrolladas, de las cuales solo la Corte Internacional de Justicia, el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y la Corte Interamericana de Derechos Humanos se podría decir que estaban vigentes; y una o dos docenas de órganos cuasi-judiciales en actividad. Actualmente, se pueden contar casi dos docenas de cortes y tribunales internacionales activos y alrededor de 75 órganos cuasi-judiciales, de control de implementación y solución de diferencias, como comisiones de conciliación4. Llevar un inventario preciso se hace difícil por su rápido y continuo crecimiento. Este extraordinario crecimiento tuvo lugar en ausencia de un marco jurídico global. En realidad, no existe una “magistratura internacional”, es decir, un sistema de cortes vinculadas entre sí en términos funcionales, orgánicos, jerárquicos y de procedimiento. No existe una “corte suprema” internacional a la que se puedan apelar las decisiones de las cortes y tribunales internacionales. Ni siquiera la Corte Internacional de Justicia, el mayor órgano judicial de la principal organización universal, las Naciones Unidas, puede desempeñar este rol. Como señaló la Cámara de Apelaciones del Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia en su famosa sentencia Prosecutor vs. Tadić: “El derecho internacional, debido a su falta de estructura centralizada, no establece un sistema judicial integrado que asegure una división del trabajo sistemática entre un cierto número de tribunales, donde algunos aspectos o elementos de la jurisdicción en cuanto poder podrían centralizarse o ser concedidos a uno de ellos pero no a los otros. En derecho internacional, cada tribunal es un sistema autónomo
Puente@Europa 29
En la década pasada, hubo un intenso debate sobre si la multiplicación no coordinada de jurisdicciones internacionales constituye un desarrollo positivo o negativo. A grandes rasgos, en uno de los extremos del espectro se encuentran los fatalistas, quienes advierten [...] sobre los peligros y amenazas a la coherencia y unidad del derecho internacional, describiendo escenarios de caos legal y político. En el otro extremo, se encuentran quienes [...] sostienen que, en realidad, la multiplicación de jurisdicciones multiplica las oportunidades de resolver controversias internacionales de manera segura y organizadamente, y podría tener un efecto global beneficioso ya que cuantos más estados se habitúen a litigar en controversias internacionales, más evitarán recurrir a otros mecanismos (el “efecto socializador” de los tribunales internacionales). [...] Ninguno de los dos grupos tiene totalmente razón. (cuando no se dispusiere otra cosa)”5. Aun cuando existe un marco unitario, como en el caso de Naciones Unidas, esto no es de por sí garantía de una división sistemática del trabajo entre, por un lado, las distintas cortes y tribunales, como deja en claro el caso de la relación entre la Corte Internacional de Justicia -el principal órgano judicial de Naciones Unidas- y, por el otro, el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia -una criatura del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas- y el Tribunal Especial para Sierra Leona -un tribunal híbrido de Naciones Unidas y Sierra Leona6. En la década pasada, hubo un intenso debate sobre si la multiplicación no coordinada de jurisdicciones internacionales constituye un desarrollo positivo o negativo7. A grandes rasgos, en uno de los extremos del espectro se encuentran los fatalistas, quienes advierten -a veces exageradamente- sobre los peligros y amenazas a la coherencia y unidad del derecho internacional, describiendo escenarios de caos legal y político. En el otro extremo, se encuentran quienes se hacen eco de la “Campaña de las Cien Flores”, el período de la historia de la República Popular China durante el cual las autoridades del Partido Comunista chino promovían una diversidad de perspectivas y soluciones a los problemas en curso, bajo el eslogan: “Dejemos que cien flores florezcan, dejemos que cien escuelas compitan”. Ellos sostienen que, en realidad, la multiplicación de jurisdicciones multiplica las oportunidades de resolver controversias internacionales de manera segura y organizadamente, y podría tener un efecto global beneficioso ya que cuantos más estados se habitúen a litigar en controversias internacionales, más evitarán recurrir a otros mecanismos (el “efecto socializador” de los tribunales internacionales). En otras palabras, cuantos más, mejor. Ninguno de los dos grupos tiene totalmente razón. El grupo de las “cien flores” pone excesivo énfasis en el litigio internacional como instrumento de “resolución pacífica de las controversias internacionales”, sugiriendo que la alternativa a los fallos internacionales es el recurso obligado a actos poco amistosos y a una escalada de la tensión. Así pasan por alto el provechoso rol que desempeñan los instrumentos no judiciales de resolución de conflictos (por ejemplo, la diplomacia) y tienden a exagerar los beneficios del litigio. También olvidan que la mayor parte -y, con certeza, todos los tribunales creados luego del fin de la Guerra Fría- tienen jurisdicción obligatoria8. Es decir, los procedimientos judiciales pueden ser activados unilateralmente por cualquiera de las partes. En gran medida como consecuencia de esto, desde el big bang que ha expandido el universo de tribunales internacionales, en muchos casos la misma controversia -o aspectos específicos de ella- ha sido sometida a múltiples tribunales, ya sea en forma paralela o sucesiva9. En este contexto, recurrir a los tribunales, en algunas ocasiones, no es un acto amistoso. Puede ser una estratagema, una suerte de continuación del duelo político a través de instrumentos legales. Los demandantes pueden sencillamente intentar utilizar el sistema de manera abusiva, para molestar a la contraparte y para modificar los plazos de las negocia-
30 Puente@Europa
ciones en curso, o para intentar anular los fallos definitivos de otros tribunales. Lograr cerrar un proceso legal, el principal, sino el objetivo último de este ejercicio, puede demorarse enormemente, si es que no se convierte en algo completamente imposible. Los “fatalistas” sostienen que si se recurre a distintos tribunales por controversias que atañen a las mismas cuestiones legales, éstos podrían dictar decisiones contradictorias, incrementando de este modo la incertidumbre sobre lo que ordenan ciertas normas del derecho internacional. Éste no cuenta con reglas claras de coordinación para la resolución de conflictos jurisdiccionales entre distintos tribunales internacionales10. No ofrece reglas para la regulación de la jurisdicción como la litispendencia o forum non conveniens (jurisdicción inapropiada)11. Sin embargo, los hechos prueban que los “fatalistas” están equivocados. Para todos los anuncios por el inminente “fin del mundo” hay pocos signos de que la fragmentación del derecho internacional haya sido en la práctica tan problemática como ellos preveían. En realidad, este es el aspecto más interesante y quizás más desconcertante de la cuestión12. En teoría, uno esperaría que se generasen problemas. Cuantas más cortes existan y más casos resuelvan, más oportunidades habría de que se producieran problemas de jurisdicción y de jurisprudencia. Para ponerlo en términos sencillos, cuantos más autos haya en un camino sin semáforos o señales, más probabilidades habrá de que se produzcan accidentes13. Sin embargo, en la práctica, nadie puede indicar un caso de colisión frontal entre dos órganos decisorios internacionales. A lo sumo, se registran algunas advertencias de choques que finalmente no sucedieron o algunos que fueron evitados por un margen estrecho. Por ejemplo, el caso que se cita generalmente para ilustrar los peligros de jurisprudencia contrapuesta son las interpretaciones divergentes de la Corte Internacional de Justicia y el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia sobre lo que constituye “control” para atribuir responsabilidad por las actividades de unidades paramilitares. A mediados de los años ochenta, en el caso Actividades militares y paramilitares, la Corte Internacional de Justicia encontró que las actividades de violación de los derechos humanos y de las leyes humanitarias por parte de los “Contras” (o sea, el grupo contrario al gobierno) en Nicaragua no podían ser atribuidas a Estados Unidos. El mando y el control de los Contras por parte de este país necesitaban ser establecidos caso por caso14. Una década más tarde, en la apelación del caso Tadić, el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia, para determinar si la guerra en Bosnia-Herzegovina se trataba de un conflicto internacional, adoptó un estándar mucho más estricto de “control global”. Asumió el criterio de que los actos perpetrados por los serbios de Bosnia podían dar lugar a la responsabilidad de la República Federal de Yugoslavia (actualmente Serbia) en base al “control global” ejercido por Belgrado sobre la Republika Srpska (República de Serbia), sin necesidad de probar que cada operación en la que se violaba el dere-
cho internacional fuera llevado a cabo por instrucción de Yugoslavia (Serbia) o bajo su control efectivo15. Pocas semanas atrás, en el caso Genocidio (BosniaHerzegovina), la Corte Internacional de Justicia tuvo la oportunidad de replicar al Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia. La Corte explicó contundentemente cómo dos cortes podían analizar la misma cuestión y encontrarla distinta. “La Corte observa que el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia no fue convocado en el caso Tadić, así como en general no lo es para pronunciarse sobre cuestiones de responsabilidad de los estados, puesto que su jurisdicción es de naturaleza penal y se extiende solo sobre personas. […] La situación no es la misma en lo que concierne a las posiciones adoptadas por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia sobre cuestiones de derecho internacional general que no se encuentren dentro del alcance específico de su jurisdicción y, además, cuya resolución no siempre es necesaria para resolver los procesos penales que le son presentados […]. Conviene observar en primer lugar […] que ninguna necesidad lógica conduce a adoptar forzosamente el mismo criterio para resolver las dos cuestiones enunciadas, que son de naturaleza muy distinta: el grado y la naturaleza de la intervención de un estado en un conflicto armado que se desarrolla en el territorio de otro estado, requeridos para que dicho conflicto sea calificado como internacional, pueden muy bien, y sin ninguna inconsistencia lógica, ser distintos a aquellos que son requeridos para dar lugar a la responsabilidad de ese estado por un acto específico cometido en el transcurso del conflicto”16. La Corte Internacional de Justicia concluyó que “[…] el criterio del ‘control global’ es inadecuado, porque estira demasiado, casi hasta romperlo, el vínculo que debe existir entre el comportamiento de los órganos del estado y la responsabilidad internacional de este último”17. En síntesis, la Corte Internacional de Justicia no dijo que el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia se haya equivocado, simplemente dijo que se trata de dos cortes distintas (la primera con competencia jurídica internacional de carácter general y la segunda penal) que pueden verse en la necesitad de recurrir a dos estándares distintos con objetivos distintos. Lo que funcionó para el Tribunal Penal no es viable en el caso de la Corte Internacional de Justicia. Ésta última resistió la tentación de instruir al Tribunal Penal o de pronunciarse ex cathedra. Muy por el contrario, se ha sometido a las pruebas de éste último cuando tuvo que determinar si había tenido lugar un genocidio en Bosnia-Herzegovina. “[L]a Corte concluye que, en principio, debe aceptar como altamente convincentes las conclusiones de hecho pertinentes alcanzadas por el Tribunal en primera instancia, a menos que, no sean invalidadas durante el proceso. Por las mismas razones, toda aclaración del Tribunal basada en los hechos establecidos, por ejemplo, respecto a la existencia de la requerida intención, merece debida ponderación”18. Por evitar un choque jurisprudencial puede producirse otro. En una controversia muy compleja entre Irlanda y el Reino Unido sobre el funcionamiento de una instalación nuclear (llamada planta MOX) intervinieron cuatro órganos jurisdiccionales internacionales: dos tribunales arbitrales distintos (uno conforme a la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar y otro a un tratado regional), el Tribunal Internacional del Derecho del Mar y el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. En mayo de 2006, este último encontró a Irlanda culpable de violar el derecho comunitario europeo porque no respetaba la jurisdicción exclusiva de este último tribunal sobre la interpretación y aplicación del derecho comunitario y porque no había consultado a la Comisión Europea antes de iniciar el procedimiento arbitral19. Con el caso pendiente ante el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, el tribunal arbitral constituido bajo la Convención sobre el Derecho del Mar decidió suspender el proceso judicial20, “teniendo en cuenta la consideración de respeto mutuo y cortesía que debería prevalecer entre dos instituciones a las que se ha pedido decidir sobre los derechos y obligaciones entre dos estados”21. La
cuestión aquí es que la jurisdicción del Tribunal Arbitral solo existe si las partes en litigio no “[han] convenido, en virtud de un acuerdo general, regional o bilateral, o de alguna otra manera, que esa controversia sea sometida, a petición de cualquiera de las partes en ella, a un procedimiento conducente a una decisión obligatoria […]”22. En este caso, se aplica el procedimiento o foro elegido en lugar de los procedimientos de solución de controversias establecidos por la Convención sobre Derecho del Mar. Queda por ver cómo considerará el Tribunal Arbitral el fallo del Tribunal de Justicia europeo, pero es muy poco probable que decida chocar con él y seguir adelante para fallar sobre el fondo, argumentando que no ha habido violación de la jurisdicción exclusiva del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas sobre la interpretación y aplicación del derecho comunitario. En realidad, ¿cuál sería la legitimidad del Tribunal Arbitral, un panel ad hoc integrado por cinco miembros, convocado por un tratado internacional que se ocupa de derecho del mar para cuestionar al principal órgano judicial de una organización regional sobre la interpretación de los tratados constitutivos de esta organización? Es más probable que el Tribunal Arbitral decida jugar la carta del “respeto mutuo y cortesía”, o prolongar los plazos hasta que Irlanda decida que ya no vale la pena insistir y se retire del caso. En resumen, si bien la jurisprudencia contradictoria es un problema en la teoría, en la realidad, parece que cada vez que los jueces de distintos tribunales internacionales están en desacuerdo sobre el alcance y la interpretación de una norma determinada del derecho internacional se inclinan por recurrir a distintas técnicas jurisprudenciales para evitar el enfrentamiento, intentando diferenciar los casos lo máximo posible o, en última instancia, a una suerte de autolimitación o respeto jurídico. Esto puede sonar muy familiar a quienes están acostumbrados a la tradición del derecho anglosajón (common law) y desconcertar a quienes lo están al derecho continental (civil law). Sin embargo, debería resaltar que las semejanzas con el discurso jurisprudencial del derecho anglosajón terminan aquí. Los tribunales, internamente, son parte de un sistema. Cómo las cortes de justicia contribuyen al proceso legislativo en un sistema de common law es un proceso altamente codificado que se ha desarrollado durante siglos. Los tribunales internacionales se han multiplicado durante los últimos años, no están jerárquicamente organizados, no existen o hay muy pocas reglas para coordinar sus acciones y, en cualquier caso, no están ni siquiera involucrados en el proceso de creación de las reglas. No hay principio stare decisis (mantenerse conforme a lo decidido) en el derecho internacional. Los tribunales no tienen que ser consecuentes con sus propios precedentes y la regla es que los fallos son ley solo en lo que concierne al caso y las partes involucradas. Y aún así, todo parece indicar que los tribunales internacionales hacen un gran esfuerzo para no desviarse de sus propios precedentes; tratan con respeto los fallos anteriores de otras cortes y, si consideran que deben apartarse, tienen cuidado en distinguir las situaciones y el derecho aplicable; y, sobre todo, los fallos de los tribunales internacionales son cada vez más vistos sino como leyes, en un sentido formal, al menos tan persuasivas como la existencia o contenido de una norma determinada. Un sistema judicial internacional está surgiendo de facto, en la voluntad y a través de las acciones de hombres y (pocas) mujeres que fueron jueces en tribunales internacionales23. Sin embargo, dada la importancia del tema, podríamos preguntarnos si un sistema jurídico de facto constituye una opción viable en el largo plazo y qué legitimidad democrática, legal e internacional tienen los jueces para encarar una revolución de este tipo24. El motivo por el cual la Comisión de Derecho Internacional ha tomado distancia del enjambre que representa la fragmentación de las instituciones que rigen el derecho internacional es que, al fin y al cabo, tendría pocas cosas prácticas para decir, y aun si las dijera tendría poca legitimidad para hacerlo. Como se ha señalado, “el hecho es que la proliferación de tribunales, la superposición de jurisdic-
Puente@Europa 31
[...] si bien la jurisprudencia contradictoria es un problema en la teoría, en la realidad, parece que cada vez que los jueces de distintos tribunales internacionales están en desacuerdo sobre el alcance y la interpretación de una norma determinada del derecho internacional se inclinan por recurrir a distintas técnicas jurisprudenciales para evitar el enfrentamiento, intentando diferenciar los casos lo máximo posible o, en última instancia, a una suerte de autolimitación o respeto jurídico. Esto puede sonar muy familiar a quienes están acostumbrados a la tradición del derecho anglosajón (common law) y desconcertar a quienes lo están al derecho continental (civil law).
ciones y la ‘fragmentación’ de los órdenes normativos surgen como efecto de la política y no como errores técnicos o desafortunados efectos colaterales de alguna lógica global”25. Por cierto, las cortes y tribunales internacionales no son creados por accidente o espontáneamente. Si no están legal y funcionalmente ligados entre sí, o lo están hasta un cierto punto, es porque ha habido una voluntad específica y deliberada de que así sea. Varias cortes internacionales han sido creadas ya sea porque aquellas que existían no podían cumplir esa función o porque no podían hacerlo satisfactoriamente. De tal modo, por ejemplo, el Tribunal Internacional del Derecho del Mar fue inventado en un momento en que la insatisfacción con la Corte Internacional de Justicia había alcanzado su punto máximo, especialmente entre los países en desarrollo. Además, como esta es una corte de jurisdicción general, algunos regímenes jurídicos sumamente técnicos y autónomos, como el régimen del comercio internacional de los acuerdos GATT/OMC26, requieren órganos especializados. Finalmente, como la Corte Internacional de Justicia es una “corte civil”, y solo los estados pueden comparecer ante ella, no es posible utilizarla para iniciar procesos penales. Para concluir, la Comisión de Derecho Internacional ha sido renuente a crear, o simplemente concebir puentes entre tribunales internacionales que intencionalmente se encuentran divididos. A pesar de todo, como estos puentes no obstante están siendo construidos de facto y cotidianamente por los jueces internacionales, podríamos preguntarnos si quizás en un futuro no muy lejano la Comisión de Derecho Internacional podría reconsiderar la cuestión y retomar el tema para delinear al menos los principios básicos a partir de los cuales podría o debería tener lugar un diálogo constructivo entre los tribunales. Si la Comisión de Derecho Internacional no se hace cargo del desafío, una generación de académicos (especialistas jurídicos, pero también en política, relaciones internacionales, antropología, historia, economía, para citar solo unas pocas disciplinas importantes) ya ha comenzado a trazar el mapa del lado oscuro de la luna. Notas En la sección En el camino de este mismo número, se incluye una entrevista a Martti Koskenniemi, presidente de este grupo de estudio (Nota del Coordinador Editorial, N.C.E.). 2 “Al principio, la Comisión reconoció que la fragmentación planteaba problemas de tipo institucional y sustantivo. Los primeros tienen que ver con la jurisdicción y competencia de las distintas instituciones que aplican normas jurídicas internacionales y las relaciones jerárquicas entre ellas. La Comisión decidió dejar de lado esta cuestión. La cuestión de las competencias institucionales es mejor que la traten las propias instituciones.”, Comisión de Derecho Internacional, Fragmentación del derecho internacional: dificultades derivadas de la fragmentación y expansión del derecho internacional, U.N. Doc. A/CN.4/L/.702, 18 de julio de 2006, párrafo 8. Ver también U.N. Doc. A/CN.4/L/.682, 13 de abril de 2006 (completado por Martti Koskenniemi) (http://untreaty.un.org/ilc/ 1
32 Puente@Europa
texts/1_9.htm). 3 Ibídem, p. 14. 4 Para un listado exhaustivo de los órganos decisorios internacionales, ver Cesare Romano, “The Proliferation of International Judicial Bodies: The Pieces of the Puzzle”, en Journal of International Law and Politics, Vol. 31, 1999, pp. 715-19. Una versión actualizada fue reimpresa en José Álvarez, International Organizations as Law-Makers, Oxford, Oxford University Press, 2005, pp. 404-407 (listado disponible en www.pict-pcti.org/ publications/synoptic_chart/Synoptic%20Espanol.pdf). 5 Prosecutor v. Tadić, Decision on the Defence Motion for Interlocutory Appeal on Jurisdiction, 2 de octubre de 1995 (www.un.org/icty/tadic/appeal/decision-e/51002.htm); ver también el comentario del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en Loizidou v. Turkey, en European Human Rights Report, Vol. 20, p. 133: “La Corte Internacional es un tribunal internacional independiente/ autónomo que no se vincula con un tratado normativo como la Convención”. 6 La Corte Internacional de Justicia consideró la cuestión de la inmunidad de las jurisdicciones de los jefes de estado y funcionarios nacionales de alto nivel en el caso Yerodia y el Tribunal Especial para Sierra Leona hizo lo mismo en el contexto del procesamiento del ex Presidente de Liberia Charles Taylor. Ver, Arrest Warrant of 11 April 2000 (Dem. Rep. Congo v. Belgium), Corte Internacional de Justicia, Sentencia del 14 de febrero de 2002 (disponible en www.icj-cij.org); Prosecutor v. Charles Ghankay Taylor, Case Number SCSL-03-01-I, Decision on Immunity from Jurisdiction, Tribunal Especial para Sierra Leona, 31 de mayo de 2004 (www.scsl.org/Documents/SCSL-03-01-I-059.pdf). 7 Ver, por ejemplo, Giorgio Gaja, “Relationship of the ICJ with Other International Courts and Tribunals”, en Andreas Zimmermann, Christian Tomuschat y Karin Oellers-Frahm (eds.), The International Court of Justice: A Commentary, Oxford, Oxford University Press, 2006, p. 532 y pp. 543-4; Shabtai Rosenne, The Law and Practice of the International Court, 1920-2005, Vol. I, Boston, Martinus Nijhoff Publishers, 2006, pp. 32-42; Pemmaraju Sreenivasa Rao, “Multiple International Judicial Forums: A Reflection of the Growing Strength of International Law or its Fragmentation?”, en Michigan Journal of International Law, Vol. 25, pp. 929-961, 2004; Gilbert Guillaume, “Advantages and Risks of Proliferation: A Blueprint for Action”, en Journal of International Criminal Justice, Vol. 2, n. 2, 2004, pp. 300-303; Société Française pour le Droit International, La juridictionnalisation du droit international, Paris, Editions Pedone, 2003; Yuval Shany, The Competing Jurisdictions of International Courts and Tribunals, Oxford, Oxford University Press, 2003, pp. 1-11; Nathan Miller, “An International Jurisprudence? The Operation of ‘Precedent’ across International Tribunals”, en Leiden Journal of International Law, Vol. 15, n. 3, 2002, pp. 483-526; Chester Brown, “The Proliferation of International Courts and Tribunals: Finding Your Way Through the Maze”, en Melbourne Journal of International Law, Vol. 3, n. 2, pp. 453-475, octubre de 2002;
Mireille Couston, “La Multiplication des Juridictions Internationales: Sens et Dynamiques”, en Journal du Droit International, Año 129, n. 1, pp. 5-53; Martti Koskenniemi y Päivi Leino, “Fragmentation of International Law? Postmodern Anxieties”, en Leiden Journal of International Law, Vol. 15, 2002, pp. 553-579; Thomas Buergenthal, “Proliferation of International Courts and Tribunals: Is It Good or Bad?”, en Leiden Journal of International Law, Vol. 14, 2001, pp. 267-275; Gilbert Guillaume, “The Proliferation of International Judicial Bodies-The Outlook for the International Legal Order: Speech to the Sixth Committee of the General Assembly”, 27 de octubre de 2000; Philippe Sands, Ruth Mackenzie e Y. Shany (eds.), Manual on International Courts and Tribunals, London, Butterworths, 1999; Symposium, “The Proliferation of International Courts and Tribunals: Piecing Together the Puzzle”, en New York University Journal of International Law and Politics, Vol. 31, n. 4, 1991, pp. 679-933; Hugh Thirlway, “The Proliferation of International Judicial Organs and the Formation of International Law”, en Wybo P. Heere (ed.), International Law and the Hague’s 750th Anniversary, La Haya, T.M.C. Asser Press, 1999, p. 433; Gerhard Hafner, “Should One Fear the Proliferation of Mechanisms for the Peaceful Settlement of Disputes?”, en Lucius Caflisch (ed.), The Peaceful Settlement of Disputes Between States: Universal and European Perspectives, La Haya, Kluger, 1998, p. 25; Jonathan Charney, “Is International Law Threatened by Multiple International Tribunals?”, en Recueil des Courts, Vol. 271, 1998, pp. 101-382; Alan Boyle, “The Proliferation of International Jurisdiction and its Implications for the Court”, en Derek W. Bowett et al. (eds.), The International Court of Justice: Process, Practice and Procedure, London, The British Institute of International and Comparative Law, 1997, p. 124; Gilbert Guillaume, “The Future of International Judicial Institutions”, en International and Comparative Law Quarterly, Vol. 44, 1995, pp. 848-862; Laurence Boisson de Chazournes (ed.), Implications of the Proliferation of International Adjudicatory Bodies for Dispute Resolution, actas de un foro co-auspiciado por la American Society of International Law y el Graduate Institute of International Studies, Genève, 1995. 8 Sobre los problemas creados por el hecho de que en la actualidad la mayor parte de las jurisdicciones sean obligatorias, ver C. Romano, “The Shift from the Consensual to the Compulsory Paradigm in International Adjudication: Elements for a Theory of Consent”, a publicarse en 2007 en New York University Journal of International Law and Politics. 9 Para algunos ejemplos (hasta 2002), ver Y. Shany, op. cit. Para ejemplos más recientes ver C. Romano, “The Shift from the Consensual to the Compulsory Paradigm in International Adjudication: Elements for a Theory of Consent”, cit. 10 Ver especialmente, Y. Shany, op. cit; Vaughan Lowe, “Overlapping Jurisdiction in International Tribunals”, en Australian Yearbook of International Law, Vol. 20, 1999, p. 191. 11 Vaughan Lowe sostiene que aunque sea debatible que las doctrinas de res judicata (cosa juzgada), lis alibi pendens (juicio pendiente en otro foro) y abuso de proceso puedan ser aplicadas como reglas de regulación de jurisdicción, en el derecho internacional hay pocas evidencias de una doctrina de forum non conveniens: V. Lowe, op. cit., pp. 198-203; Yuval Shany también concluye que hay pocas evidencias de principios aplicados generalmente sobre la elección de foro en el derecho público internacional: Y. Shany, op. cit., pp. 269271. 12 En la segunda mitad de la década del noventa, Jonathan Charney estudió la jurisprudencia internacional y encontró poca constancia de las calamidades temidas por los críticos de la proliferación de los tribunales. J. Charney, op. cit. Sin embargo, este estudio fue llevado a cabo cuando recién comenzaban a multiplicarse los foros y desde entonces no se ha realizado ningún otro estudio tan bien documentado y abarcador. 13 Sobre los problemas generados por el conflicto entre jurisdicciones, junto con algunas soluciones posibles, ver Y. Shany, op. cit.; Andrew Bell, Forum Shopping and Venue in Transnational Litigation,
Oxford, Oxford University Press, 2003; Laurence R. Helfer, “Forum Shopping for Human Rights”, en University of Pennsylvania Law Review, Vol. 148, n. 2, diciembre de 1999, pp. 285-400; AnneMarie Slaughter, “A Global Community of Courts”, en Harvard International Law Journal, Vol. 44, n. 1, 1993, pp. 191-221, 2003; Jenny S. Martínez, “Toward an International Judicial System”, en Stanford Law Review, Vol. 56, 2003, pp. 429-529; William W. Burke-White, “A Community of Courts: Toward A System Of International Criminal Law Enforcement”, en Michigan Journal of International Law, Vol. 24, 2002, p.1; Melissa A. Waters, “Mediating Norms and Identity: The Role of Transnational Judicial Dialogue in Creating and Enforcing International Law”, en Georgetown Law Journal, Vol. 3, n. 2, enero de 2005, pp. 487-574. Para un resumen y una crítica de las distintas soluciones propuestas, ver C. Romano, “The Shift from the Consensual to the Compulsory Paradigm in International Adjudication: Elements for a Theory of Consent”, cit. 14 Military and Paramilitary Activities (Nicaragua v. United States of America), Corte Internacional de Justicia, Sentencia del 27 de junio de 1986 (disponible en www.icj-cij.org). 15 Caso Prosecutor v. Tadić, IT-94-1-A, International Criminal Tribunal for the former Yugoslavia, Sentencia del 15 de julio de 1999 (www.un.org/icty/tadic/appeal/judgement/index.htm). 16 Application of the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide (Bosnia-Herzegovina v. Serbia and Montenegro), Corte Internacional de Justicia, Sentencia del 26 de febrero de 2007, párrafos 403-405 (disponible en www.icj-cij.org). 17 Ibid., párrafo 406. 18 Ibid., párrafo 223. 19 Commission v. Ireland, Case C-459/03, Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas, Sentencia del 30 de mayo de 2006. La sentencia y otros materiales vinculados se encuentran disponibles en www.curia.eu. Para un comentario sobre la sentencia, ver Constanze Semmelmann, “Forum Shopping Between UNCLOS Arbitration and EC Adjudication-and the Winner ‘Should Be’ the ECJ!”, en European Law Reporter, 2006, pp. 234-241; Karen Kaiser, “Ausschließliche Zuständigkeit des EuGH bei Auslegung und Anwendung von zum Gemeinschaftsrecht gehörenden Bestimmungen”, en Europäische Zeitschrift für Wirtschaftsrecht, Vol. 17, n. 15, 2006, pp. 464-472 y p. 470. 20 MOX Plant (Ireland v. United Kingdom), Order n. 3, Suspension of Proceedings on Jurisdiction and Merits, Tribunal Arbitral constituido de conformidad con el anexo VII de la Convención de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, 24 de junio de 2003, en International Legal Materials, Vol. 42, n. 5, septiembre de 2003, p. 1187. El Tribunal Arbitral constituido de conformidad con el anexo VII de la Convención de Naciones Unidas sobre Derecho del Mar, en su Order 4, suspendió el proceso judicial hasta que el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas emitiera su sentencia. 21 Order n. 3, párrafo 28. 22 Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, 10 de diciembre de 1982, artículo 282. 23 Sobre este punto, ver Daniel Terris, C. Romano y Leigh Swigart, The International Judge: An Introduction to the Men and Women Who Decide the World’s Cases, University Press of New EnglandOxford University Press, a publicarse en 2007, capítulo 4. 24 Los jueces internacionales solo tienen el poder que les ha sido conferido por los estados y que se encuentra codificado en los elementos constitutivos de la corte o del tribunal específico. Existen también los así llamados poderes implícitos. Ver, en general, Paola Gaeta, “The Inherent Powers of International Courts and Tribunals”, en Lal Chand Vohrah et al. (eds.), Man’s Inhumanity to Man. Essays on International Law in Honour of Antonio Cassese, La Haya, Kluwer, 2003, p. 353; S. Rosenne, op. cit., pp. 600-01. 25 M. Koskenniemi y P. Leino, op.cit., p. 561. 26 Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés); Organización Mundial de Comercio (OMC) (N.C.E.).
Puente@Europa 33
34 Puente@Europa
El constitucionalismo en el derecho internacional: comentario sobre una propuesta alemana1 Por Armin von Bogdandy2
C
on la consolidación de dos superpotencias luego de la Segunda Guerra Mundial, el poder internacional de los estados europeos decayó. Mientras que alemanes e italianos comprendieron esto a partir de sus derrotas militares, fue la crisis de Suez la que instruyó a los políticos de Francia y el Reino Unido3. Tres visiones europeas sobre el orden mundial y el rol del derecho internacional pueden ser interpretadas como una respuesta a esta apreciación. La primera sugería seguir a la superpotencia más afín a los propios intereses y convicciones. Esto implicaba una interpretación más bien realista del derecho internacional, en particular sobre los temas vinculados a la paz y seguridad internacional. La segunda visión tuvo como objetivo construir una Europa unificada capaz de estar a la altura de los otros poderes globales, en una perspectiva multipolar. Esto llevaría a una visión dual para el futuro del derecho internacional: un derecho especial de naturaleza constitucional para los estados que forman parte de ella y un derecho tradicional para el resto de los estados. La tercera implicaba pugnar por una comunidad jurídica global que estructurase y controlara el poder político a la luz de valores comunes y un bien común. Esto hubiera significado una reconfiguración del derecho internacional muchas veces resumida bajo el nombre de “constitucionalismo”4. Comúnmente estos tres enfoques son atribuidos al Reino Unido, Francia y Alemania respectivamente. Sin embargo, sería erróneo identificar el constitucionalismo con el pensamiento del derecho público internacional alemán. Existen claramente otros enfoques en el derecho internacional alemán5 y, viceversa, no hay dudas de que el constitucionalismo internacional es enseñado también en otros países6. Aun así, la idea de concebir el derecho internacional actual como cimiento de una comunidad jurídica global ha sido un hilo conductor común a muchos estudiosos alemanes del derecho internacional. De los tres académicos que han dictado el Curso General en la Academia de La Haya desde 1945 (Hermann Mosler, Wilhem Wengler y Christian Tomuschat), dos fueron destacados exponentes de este enfoque (Mosler y Tomuschat). En 1974, Hermann Mosler dictó el curso general bajo el título “La sociedad internacional como una comunidad jurídica”7. Por ser dictado durante la Guerra Fría, ofreció una visión tenue del constitucionalismo. Sin embargo, se hacía eco del concepto central de Walter Hallstein, su antiguo superior en el recién nacido servicio exterior alemán y primer presidente de la Comunidad Económica Europea. Hallstein había presentado la idea de una “comunidad jurídica” (Rechtsgemeinschaft) para concebir y dirigir el embrionario proyecto de integración europea8. Logró inspirar la jurisprudencia “constitucionalizadora” del Tribunal de Justicia9, estableciendo la base conceptual para el enorme poder que esgrimió por décadas el servicio jurídico de la Comisión Europea, que además daría forma al discurso político. Luego de la caída de la cortina de hierro, Christian Tomuschat, en 1999, dictó un curso mucho más audaz, titulado: “Asegurando la supervivencia de la humanidad en la víspera de un nuevo siglo”10. Este artículo no presentará una reseña de los distintos autores11, sino que se concentrará en algunos elementos de la reconstrucción teleológica realizada por Tomuschat de conceptos centrales del actual derecho internacional. En primer lugar, se presentarán las ideas de Tomuschat sobre los roles y la normatividad del derecho internacio-
nal (Los roles y la normatividad del derecho internacional). Entre las distintas funciones del derecho internacional, es de particular importancia su función constitucional a través de la legitimación, delimitación y guía de las políticas. En consecuencia, Tomuschat invierte la visión dominante de la relación entre derecho internacional y derecho constitucional interno, planteando una situación en la que el estado se convierte en un agente de la comunidad internacional (El estado como agente de la comunidad internacional). En tercer lugar, se analizará la organización de la comunidad internacional y se discutirá la interpretación de Tomuschat de las instituciones internacionales. Dado que él atribuye a estas instituciones un rol sustancial y autónomo, se abordará la cuestión del federalismo internacional (El sistema institucional: ¿un orden internacional federal?). Sin embargo, Tomuschat no utiliza este término en su modelo. Esta reticencia puede ser explicada por el hecho de que el derecho internacional solo tiene credenciales democráticas “derivadas” y por la incertidumbre sobre su “sustrato social” en la “comunidad internacional” (El sustrato y la legitimidad del derecho internacional). Finalmente, situaremos la visión de Tomuschat del derecho internacional en la amplia corriente del pensamiento universalista, encontrándose su último desarrollo en un reciente texto de Habermas (La visión de Tomuschat en el contexto universalista). Una evaluación cerrará el artículo (El camino por delante). Los roles y la normatividad del derecho internacional El desarrollo de Tomuschat confiere una nueva importancia al derecho internacional que, en muchos sentidos, considera que ha superado a todos los otros tipos de derecho. Esta importancia es en gran parte el resultado del desafío de la globalización. En la medida en que el estado pierde o está obligado a ceder su rol de garante del interés común de sus ciudadanos, deberían establecerse, a nivel regional o universal, instituciones comunes para compensar las pérdidas sufridas”(42). Según Tomuschat, algunas reglas del derecho internacional cumplen una función constitucional no solo en la esfera internacional sino también en la esfera nacional, “particularmente, velar por la paz internacional, la seguridad y la justicia en las relaciones entre estados, y por los derechos humanos, así como por el estado de derecho en el ámbito interno, en beneficio de los seres humanos que, en esencia, son los destinatarios últimos del derecho internacional”(23). Los principios fundamentales del derecho internacional se refieren a todas las formas de poder político y deben delimitarlo en todos los casos: ésta es la esencia del argumento constitucional. Él sostiene que la función tradicional del derecho internacional -regular las relaciones interestatales- no solo se enriquece por una función constitucional, sino también con una función adicional que es similar a la del derecho administrativo y privado interno: el nuevo derecho internacional presenta un “modelo (blueprint) para la vida social”(63). “El derecho internacional se ha convertido en un cuerpo de derecho multifacético que permea todos los ámbitos de la vida, dondequiera que los gobiernos actúen para promover un objetivo público” (70 y ss.). Actualmente el derecho internacional es “un ordenamiento jurídico común para toda la humanidad” (28 y ss.). La
Puente@Europa 35
Una de las innovaciones conceptuales de Tomuschat que se ha vuelto corriente en el discurso académico es su calificación de algunas partes importantes de los tratados internacionales como “völkerrechtliche Nebenverfassungen”, es decir, como derecho internacional que tiene una función complementaria del derecho constitucional interno. Este concepto es radicalizado en el curso general. aquí, los principios centrales del derecho internacional, antes que una mera función complementaria, asumen una función fundacional para el estado y su constitución. concepción tradicional por la cual derecho internacional y derecho interno tratan distintas cuestiones es reemplazada por una en la que ambos tipos de derecho enfrentan y regulan, en gran parte, los mismos temas. La visión de Tomuschat no es una de esferas separadas, sino más bien la de un sistema integrado, de múltiples capas. La idea de Tomuschat descansa sobre la premisa de que el derecho internacional puede dirigir y controlar la realidad social y, en particular, el poder político, de manera similar a como lo hace el derecho constitucional o administrativo interno -un supuesto que no es compartido por muchos. La defensa de Tomuschat del derecho internacional no niega que sus normas a menudo sean vagas y controvertidas (26 y ss.). Tampoco ignora Tomuschat la continuidad de la soberanía del estado y la falta de instituciones globales fuertes, lo que impide que el derecho internacional y el derecho interno sean considerados en términos totalmente análogos. A pesar de estos límites, el sostiene un discurso jurídico “positivista” del derecho internacional, y asume que este puede funcionar de manera similar al derecho público interno. Este supuesto descansa sobre todo en un imperativo moral: [E]l discurso sobre los temas del derecho internacional debe […] ser formulado en un lenguaje que permita a todos aquellos afectados por su acción que su voz sea escuchada, para comprender plenamente los argumentos invocados por otros y así participar en un diálogo constructivo que posibilite poner de relieve una base de comprensión común para cualquier cuestión controversial. […] El discurso sobre aquello que está bien o mal debe ser claro como el agua y no debería caer en manos de unos pocos ilusionistas que invariablemente son capaces de demostrar que el derecho y la justicia están de su parte (28). Tomuschat es un positivista ilustrado. Conoce las limitaciones del derecho internacional como instrumento de orden social y conoce también los límites racionales del razonamiento jurídico clásico. Sin embargo, ve en este la mejor posibilidad que hasta el momento hayan tenido los juristas de atenerse a los indiscutidos postulados de su profesión. Además, la teoría social y la filosofía política, en particular, nunca se han mostrado capaces de liderar el debate sobre “lo bueno o lo malo” mejor de lo que lo han hecho las líneas establecidas del razonamiento jurídico12. La respuesta pragmática kantiana del siglo XX al relativismo -la filosofía del “como si” (“als-ob”)13puede apoyar este enfoque metodológico y constructivo, cuya base (¡no de la ley como tal!) es una premisa ética. El estado como agente de la comunidad internacional Una de las innovaciones conceptuales de Tomuschat que se ha vuelto corriente en el discurso académico es su calificación de algunas partes importantes de los tratados internacionales como “völkerrechtliche Nebenverfassungen”, es decir, como derecho internacional que tiene una función complementaria del derecho constitucional interno14. Este concepto es radicalizado en el curso general: aquí, los principios centrales del derecho internacional, antes que una mera función complementaria, asumen una función fundacional para el estado y su
36 Puente@Europa
constitución. En la historia se encuentran muchos tentativos teóricos para invertir la relación entre derecho interno y derecho internacional, entre el estado y la comunidad internacional15. Los desarrollos del derecho internacional a partir de 1990, momento en el que el derecho formulado en 1945 parece haber adquirido una considerable normatividad (principalmente, aunque no exclusivamente, a través de las actividades del Consejo de Seguridad), dieron la oportunidad para un intento de redefinir esta relación. La novedad del enfoque de Tomuschat ya se aprecia en su afirmación por la que el locus classicus relevante -el debate sobre monismo y dualismo- es “en gran medida ilusorio” (363). El rol fundacional del derecho internacional no está concebido en términos formales como una relación de delegación de competencias (Kelsen) o de acuerdo a la doctrina de dédoublement fonctionnel (Scelle) (367). La construcción de Tomuschat trabaja más bien sobre la sustancia del derecho internacional, concentrándose en particular en los derechos humanos internacionales, que fuera solo posible concebir luego de la Segunda Guerra Mundial: “El hecho de que la sociedad internacional se esté desplazando progresivamente desde un sistema centrado en la soberanía a uno orientado a los valores o a los individuos ha dejado marcas profundas en su alcance y significado” (237). Incluso para Tomuschat el estado sigue siendo el principal “actor” de la escena internacional. Sin embargo, asume su “rol” -y en este punto radica su innovación- en una “obra” escrita y dirigida por la comunidad internacional. “[L]a comunidad internacional ofrece protección a ciertos valores básicos aun en ausencia de la voluntad de los estados, y lo hace incluso contra su voluntad. Todos estos valores derivan de la noción de que los estados no son más que instrumentos cuya función inherente es servir los intereses de sus ciudadanos tal como se expresan legalmente en los derechos humanos” (161 f.). “La comunidad internacional […] ve al estado como una unidad al servicio de los seres humanos de quienes es responsable. No solo se espera que ningún disturbio a otros estados se origine en el territorio del estado, compete además a cada estado realizar servicios específicos para el beneficio de sus ciudadanos” (95). Esta interpretación del estado como instrumento de la comunidad internacional para implementar sus principales valores jurídicos no se corresponde con la interpretación dominante de las ciencias legales, políticas o de los medios de comunicación. El mismo Tomuschat reconoce que “la transformación desde el derecho internacional como sistema centrado en el estado a un sistema centrado en los individuos no ha encontrado aun un nuevo equilibrio definitivo” (162) y que, además, “[e]n estos momentos […] no está de ninguna manera claro cuál de las dos Grundnorms rivales (igualdad de soberanías o protección de los valores básicos por parte de la comunidad internacional, A versus B) prevalecerá o debería prevalecer en caso de conflicto” 16(162). Esta “debilidad” no necesariamente reduce el valor y utilidad del desarrollo de Tomuschat. Debería ser más bien una prueba de cómo los textos normativos pueden evolucionar a partir de estudios innovadores sobre el derecho -o, en términos de Hegel: una vez que las ideas han sido revolucionadas, la realidad ya no puede oponer resistencia.
El sistema institucional: ¿un orden internacional federal? El derecho internacional, según la interpretación de Tomuschat, sustenta un sistema de gobernanza internacional. En el debate actual, las características institucionales de este sistema son vagas y controvertidas. Tomuschat enriquece este debate conectando la idea de “gobernanza internacional” con el pensamiento del derecho público del estado tal como fue desarrollado durante los últimos tres siglos. Este es un enfoque completamente jurídico: mira (al menos con un ojo) hacia el pasado para resolver un nuevo desafío con la ayuda del razonamiento analógico (analogia juris)17. Su argumento está basado sobre la premisa de que la comunidad internacional -como cualquier otra comunidad- necesita “un conjunto de normas legales suficientemente amplio para ser capaz de afrontar los muchos desafíos surgidos en el curso de la historia” (305): ubi societas, ibi ius (donde hay sociedad, hay derecho). Para satisfacer esta necesidad se necesitan instituciones capaces de desempeñar las siguientes funciones de gobierno tradicionales: una “función legislativa” para promulgar “un conjunto de normas suficientemente amplio” y especialmente para tomar “decisiones políticas fundamentales” (305); una “función ejecutiva”, es decir, un “aparato encargado de traducir en hechos concretos la legislación producida” (358); y una función concerniente a “la resolución de controversias”, o sea, la “aplicación de estas reglas a las controversias” (390). Así, se fijan las funciones de las instituciones globales, lo que da una guía para la interpretación, para avanzar en la investigación y las propuestas políticas. Si una gobernanza global consistente necesita instituciones internacionales legislativas, ejecutivas y judiciales, surge la pregunta de si esta gobernanza requiere la creación de una federación global. Tomuschat utiliza los términos “federal” o “federación” muy cuidadosamente. Éstos no ocupan un lugar destacado en sus textos. Podríamos suponer que ha aprendido la lección a partir de las reacciones hostiles con las que se encontraron estos términos cuando fueron utilizados respecto a la Unión Europea. Es posible, sin embargo, calificar su enfoque como uno de tipo federal básico, entendiendo como “federal” cualquier sistema multinivel de gobernanza18. El sistema internacional, tal como lo propone Tomuschat, es un sistema multinivel, en el que el estado “debe aceptar vivir en una relación simbiótica con las instituciones de la comunidad internacional tanto a nivel regional como universal” (436). Además, el sistema en su conjunto presenta más elementos integradores. En primer lugar, se considera que el carácter constitucional del sistema internacional es el que consagra y protege los valores jurídicos fundamentales. Los principios del art. 2 de la Carta de las Naciones Unidas y el núcleo de los derechos humanos internacionales consagran aquellos valores “que la humanidad debe preservar en orden para poder seguir viviendo en condiciones pacíficas que permitan a los individuos un goce real de los derechos humanos”(85)19. Por lo tanto, algunas obligaciones internacionales son fundamentales para los ordenamientos legales nacionales y puede considerarse, por lo tanto, que ejercen una función constitucional para todo el mundo. En segundo lugar, Tomuschat propone un sistema político internacional con un nivel de autonomía considerable respecto a los estados adherentes. Esto es especialmente cierto en el caso de la función legislativa: El sistema internacional ya no puede descansar únicamente sobre los tratados, en cuya elaboración los estados soberanos gozan de un irrestricto poder unilateral de decisión. En principio, los tratados son instrumentos a partir de los cuales los estados se auto-imponen compromisos. Ninguno puede ser forzado a adherir a un régime convencional determinado, no importa cuán importante pueda ser ese régime en la promoción de los intereses comunitarios. En la medida en que en la sociedad internacional sean reconocidos otros valores -valores que merecen protección independientemente de la aceptación que reciban de un estado individualmente-, los tratados deben perder su rol primordial como instrumentos para la creación de normas jurídicas (306 y ss.) 20.
La visión de Tomuschat de la gobernanza internacional se asemeja parcialmente a la forma específica del federalismo materializada en Alemania y en la Unión Europea. En ambos sistemas, la legislación que es promulgada por las instituciones a nivel más alto es ejecutada por órganos de menor nivel. Él sostiene: “sería erróneo […] presuponer que el modo más promisorio de enfrentar los desafíos del futuro sea centralizar cada vez más funciones en las manos de una burocracia mundial como núcleo de un gobierno mundial. La supervisión y el monitoreo internacional juegan un rol esencial […]. Pero no puede haber un auténtico orden internacional sustentable si los sistemas nacionales de gobernanza se desintegran” (435). Algunos autores creen que la Unión Europea señala la dirección que debería adoptar el sistema internacional21, en tanto que Tomuschat es mucho más cauteloso al presentar la integración europea como un ejemplo (100). Al mismo tiempo, en ninguna parte sostiene que la experiencia de la integración dentro de la Unión Europea esté limitada a su escenario regional específico o que estos desarrollos no puedan replicarse en un contexto internacional más amplio. El sustrato y la legitimidad del derecho internacional Un sistema federal “sustancial”22 no solo requiere una organización global de gobierno, sino también un auténtico “sustrato social”, es decir, un pueblo o una ciudadanía que proporcione a la organización la legitimidad original (no solo derivada). El derecho interno encuentra fundamento en un pueblo, en una ciudadanía, y a ésta se refiere. Las instituciones públicas del estado (parlamentos, gobiernos y tribunales) son instituciones que pertenecen a este grupo; los actores del sistema institucional estatal (políticos, grupos de interés y funcionarios) son -de alguna manera- representantes de los intereses o valores de ese pueblo. El concepto de “pueblo” representa el punto de referencia central de todos los procesos políticos y legales. Si el derecho internacional asume cada vez más funciones que eran anteriormente ejercidas por el derecho interno, surge un interrogante respecto a su punto de referencia. Hasta que no se resuelva esta cuestión, hay buenas razones para ser cautelosos respecto a la aplicación del término “federal”. Según la doctrina tradicional del derecho internacional, “los estados” son el punto de referencia central. Mientras que el derecho interno se origina en el pueblo, el derecho internacional se origina en los estados. Comúnmente éstos son vistos como actores unitarios que animan y controlan los procesos políticos y legales internacionales. Sin embargo, cada vez más, en el discurso internacional “los estados” están siendo reemplazados por un nuevo término: la comunidad internacional. En un creciente número de discursos, la noción de “comunidad internacional” en el derecho internacional y en la política internacional juega un rol similar al del concepto de “pueblo” en el ámbito interno. Tomemos, por ejemplo, los siguientes pasajes de Tomuschat: “Como cualquier otra comunidad humana, la comunidad internacional requiere un conjunto de normas legales suficientemente amplio para que sea capaz de ocuparse de los muchos desafíos surgidos en el curso de la historia” (305); “en la última década del siglo XX, la comunidad internacional ha entendido que los esfuerzos nacionales para combatir el crimen deben ser complementados por el aparato internacional” (431)23. La comunidad internacional es presentada sobre todo como una comunidad de valores, consagrada ante todo en las obligaciones internacionales erga omnes y de jus cogens (75 y ss.). El rol que Tomuschat atribuye a los estados se adapta bastante bien a esta interpretación de la comunidad internacional. Los estados solo tienen legitimidad en la medida en que respetan e implementan aquellas obligaciones fundamentales. Se considera incluso que la comunidad internacional tiene algunas instituciones propias. Así, de acuerdo a Tomuschat, “el Secretario General debería siempre promover el in-
Puente@Europa 37
terés de la comunidad internacional con resuelta determinación”; es “un agente de la comunidad internacional” (399). Además, el Consejo de Seguridad es descripto como una institución “comunitaria” embrionaria24. Sin embargo, reconoce que quedan muchas diferencias entre las comunidades internacional y nacional. Entre las distintas diferencias, la que aparece como fundamental para el pensamiento de Tomuschat concierne al ya mencionado concepto de “pueblo”. Como se ha afirmado, en el derecho interno, el “pueblo” es el punto de referencia fundamental, porque es visto como la fuente de legitimidad democrática que a su vez es la primera fuente de legitimidad de gobierno. Con respecto al derecho internacional, Tomuschat ve la “comunidad internacional” como una fuente de legitimidad a través de valores (comunes), pero no es una fuente democrática. Él reconoce que el derecho internacional como “modelo (blueprint) de la vida social” es problemático cuando es examinado bajo el principio democrático, ya que “la cantidad y calidad de las obligaciones internacionales han alcanzado un nivel que pone en riesgo el derecho a configurar el orden constitucional interno de manera independiente” (184). En el pensamiento de Tomuschat, no hay un sustituto a nivel internacional para la fuente interna de legitimidad democrática que se encuentra en el pueblo. En consecuencia, el término “comunidad internacional” no es presentado en sus textos como un sustituto del “pueblo”. Algunos académicos consideran las organizaciones no gubernamentales como el embrión de una comunidad internacional capaz de proporcionar legitimidad democrática25. Tomuschat rechaza este enfoque: “Puesto que [las organizaciones no gubernamentales] son productos de la libertad dentro de una sociedad, no tienen el tipo de legitimidad formal que normalmente ostenta un gobierno a partir de elecciones democráticas libres. Más allá de sus miembros, no son institucionalmente accountable para nadie más. Por consiguiente, las organizaciones no gubernamentales nunca han sido consideradas como las verdaderas voces de los pueblos que representan” (155). Una característica distintiva del desarrollo de Tomuschat es que el derecho internacional no tiene una fuente propia de legitimidad democrática: sus credenciales democráticas dependen de los procesos democráticos que tienen lugar dentro de los estados, y no ve la manera de superar esta dependencia. La reticencia de Tomuschat respecto al federalismo se debe a que entiende que el nivel superior de un sistema federal requiere su propia base democrática. Su escepticismo al respecto diferencia su enfoque sobre el federalismo cosmopolita26. En muchos casos, Tomuschat presenta la comunidad internacional como un grupo de seres humanos que funciona como “sustrato social” (aunque no como fuente de legitimidad democrática) del derecho internacional y como un posible punto de referencia similar al “pueblo” en el contexto interno. Por otro lado, en algunos casos su utilización es mucho más restringida e indica un número de desarrollos estrictamente jurídicos. Incluso define el término “comunidad internacional” como “un conjunto de reglas, procedimientos y mecanismos designados para proteger los intereses colectivos de
38 Puente@Europa
la humanidad, basados en una percepción de valores normalmente compartidos” (88). Mientras la sociedad internacional se dividía en tres bloques ideológicos que perseguían objetivos distintos e incluso contradictorios, cada uno podía tener la sospecha de que los principios generales abrirían la puerta a intentos para introducir un sesgo político en el orden jurídico internacional. Las controversias no han desaparecido del todo del escenario internacional. Sobre muchas cuestiones, los estados occidentales, Rusia, China y los países en desarrollo siguen manteniendo distintos puntos de vista, con muchos matices intermedios. Pero la fuerte división ideológica ha desaparecido. En principio, ningún grupo de países se opone al reconocimiento de los derechos humanos como un elemento importante del orden jurídico internacional, así como casi ningún grupo rechaza la democracia como un principio guía de los sistemas internos de gobierno de los estados. Gracias a este acercamiento hacia el surgimiento de una verdadera comunidad internacional, las objeciones respecto a los principios fundamentales del derecho están progresivamente perdiendo el peso que han tenido veinticinco años atrás (339). Tomuschat muestra que el derecho internacional actual tiene muchas características que consienten su evolución en un “derecho común de la humanidad” -un derecho a través del cual la humanidad puede abordar sus acuciantes problemas. Sin embargo, esta evolución solo se dará si, en su mayoría, los seres humanos adquieren una percepción global de ellos mismos como parte de un grupo común. La construcción de Tomuschat del derecho internacional en su curso general puede contribuir adecuadamente a impulsar esta percepción entre los futuros políticos. La visión de Tomuschat en el contexto universalista El modo en que Tomuschat entiende la esencia y el telos del derecho internacional contemporáneo puede ubicarse dentro de la amplia corriente de pensamiento universalista de las relaciones internacionales que caracteriza a autores muy distintos entre sí, como algunos escoláticos españoles, Grotius y Kant. Comparten la premisa de que es posible un orden público que vaya más allá de los estados, un orden público con leyes e instituciones que promuevan el bien común. Jürgen Habermas ha realizado una reciente contribución a esta corriente. Su obra sobre el futuro del derecho internacional arroja luz sobre la construcción de Tomuschat. El mismo título de la obra de Habermas (“¿Existe aun la posibilidad de constitucionalizar el derecho público internacional?”) parece ser una defensa del supuesto fundamental de Tomuschat, o sea, que el derecho internacional juega un rol constitucional en el ejercicio de cualquier autoridad pública. Habermas considera que esta visión del derecho internacional y de las relaciones internacionales compite con otros tres enfoques: el
“[L]a comunidad internacional ofrece protección a ciertos valores básicos aun en ausencia de la voluntad de los estados, y lo hace incluso contra su voluntad. Todos estos valores derivan de la noción de que los estados no son más que instrumentos cuya función inherente es servir los intereses de sus ciudadanos tal como se expresan legalmente en los derechos humanos” [Tomuschat, 1999].
primero -un enfoque tradicional- ve la pluralidad de distintos estados como el horizonte último del derecho internacional; el segundo enfoque aboga por un orden mundial basado en los valores liberales, pero sujeto a la hegemonía americana antes que a la internacionalización del derecho y de las instituciones internacionales comunes; y el tercer enfoque sostiene un debilitamiento del poder público que amenaza las premisas de cualquier regla constitucional. Desde la perspectiva de Habermas, el telos que subyace bajo el enfoque de Tomuschat hace que éste sea conceptual y normativamente el más convincente. La razón práctica requiere que el telos de toda ley sea garantizar la paz y la libertad en el marco de un estado de derecho antes que la mera seguridad, como en la perspectiva hobbesiana, a través de la fuerza bruta (o la hegemonía americana)27. El eje teórico central de la obra habermasiana consiste en la reconstrucción del pensamiento de Kant intentando superar el problema conceptual que aqueja a muchos enfoques kantianos. En 1793, Kant señaló que la garantía legal efectiva y duradera de la paz y la libertad requiere instituciones transnacionales investidas de poder público sobre los estados constitutivos28. Sin embargo, solo dos años después, abandonó esta idea, proponiendo solo un “federalismo libre” sin instituciones comunes para hacer cumplir el derecho internacional contra las violaciones de los estados. El cambio de rumbo de Kant no se debe a apreciaciones empíricas, es decir, a un reconocimiento de renuencia de los estados de la época a aceptar organizaciones con poder transnacional, sino más bien a una inconsistencia conceptual. En 1795, consideró que las instituciones internacionales investidas de poder público eran incompatibles con la idea de un derecho internacional29. Habermas demuestra que este cambio es el resultado de una restricción conceptual innecesaria: entender la soberanía como algo “indivisible”30. Bajo este enfoque, desarrollado durante la revolución francesa, solo puede existir un único centro político. En consecuencia, las instituciones globales guiarían el mundo del mismo modo en que París ha guiado Francia desde el siglo XVIII. Este orden político centralizado terminaría asfixiando la pluralidad de formas de vida a la que muchos ciudadanos están ligados, conduciendo a un “seelenlosen Despotism” (despotismo desalmado) bajo el cual la libertad desaparece31. Sin embargo, tal como ha demostrado la Constitución de Estados Unidos desde 1787, la soberanía sí es divisible. Esto permite concebir un sistema federal que consiste en distintos estratos de autoridad pública. Así, el federalismo internacional con instituciones internacionales operativas no es conceptualmente inconsistente con la organización de la vida política en comunidades política “densas”, es decir, en estados. No se trata, por lo tanto, de elegir un modelo excluyendo otro, sino que el tema fundamental es cómo diseñar un sistema multinivel de manera que cada nivel de autoridad ejerza solo aquellos poderes que corresponden a sus recursos de legitimidad. Al igual que Tomuschat, Habermas es muy consciente de los limitados recursos de legitimidad democrática sobre los que pueden descansar las distintas instituciones globales; y, al igual que Tomuschat, considera que solo puede provenir de estados democráticos32. Ni la participa-
ción de organizaciones no gubernamentales, ni las instituciones parlamentarias globales parecen constituir fuentes adecuadas de legitimidad para las instituciones globales. De este modo, el verdadero poder de las instituciones internacionales debería circunscribirse a campos en los que se requiere poca legitimidad democrática. Según Habermas, este es el caso del mantenimiento de la paz y de los requisitos fundamentales de los derechos humanos. Estos principios gozan de una amplia legitimidad, ya que sus graves incumplimientos despiertan la misma indignación moral a lo largo de todo el mundo. Esta comunidad de indignación moral puede ser vista como un agente de la comunidad internacional de Tomuschat. Habermas presenta dos tipos de regímenes globales. Uno se centra en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, investido como una institución supranacional con poderes genuinos para garantizar la paz internacional y las condiciones (más) fundamentales de los derechos humanos. El otro régimen, que debe abordar cuestiones legislativas33, no es de carácter supranacional sino más bien transnacional: A la luz de la idea kantiana, podríamos imaginar una constitución política para una sociedad global descentralizada, basada en las estructuras existentes, como un sistema multi-nivel que por buenos motivos carece, por lo general, de un carácter estatal (staatlichen). Bajo esta concepción, una organización global apropiadamente reformada sería capaz de desempeñar funciones vitales en manera eficaz y no sectorial e, inclusive, especificadas con precisión, de mantenimiento de la paz y de los derechos humanos a nivel supranacional sin tener que asumir la forma estatal de una república global. En un punto intermedio -el nivel transnacional-, los grandes actores globales competentes se ocuparían de los difíciles problemas no solo de coordinación, sino de configuración de la política global interna, especialmente, los problemas de la economía global y la ecología, en el marco de conferencias y sistemas de negociación permanentes […]. En las distintas regiones del mundo, los estados nación tendrían que agruparse como regímenes continentales bajo la forma de una suerte de Unión Europea “con competencias en política exterior”. En este nivel intermedio, las relaciones internacionales en una manera modificada continuarían -ya modificadas porque bajo un sistema de seguridad efectivo de las Naciones Unidas a los actores globales y otros les estaría prohibido recurrir a la guerra como un medio legítimo para la solución de conflictos34. Un orden internacional constitucionalizado no es tan utópico como podría parecer a primera vista. Junto a numerosas observaciones empíricas, Habermas hace un recordatorio conceptual. La esfera internacional no se comprende adecuadamente si es concebida como un estado de naturaleza hobbesiano. Al menos algunos de los principales actores son democracias constitucionales, cuyas acciones en el plano internacional estarán guiadas por los principios inscritos en sus constituciones35. Por lo tanto, se necesita un esfuerzo menos
Puente@Europa 39
“Mientras la sociedad internacional se dividía en tres bloques ideológicos que perseguían objetivos distintos e incluso contradictorios, cada uno podía tener la sospecha de que los principios generales abrirían la puerta a intentos para introducir un sesgo político en el orden jurídico internacional. [...] Sobre muchas cuestiones, los estados occidentales, Rusia, China y los países en desarrollo siguen manteniendo distintos puntos de vista, con muchos matices intermedios. Pero la fuerte división ideológica ha desaparecido. En principio, ningún grupo de países se opone al reconocimiento de los derechos humanos como un elemento importante del orden jurídico internacional, así como casi ningún grupo rechaza la democracia como un principio guía de los sistemas internos de gobierno de los estados” [Tomuschat, 1999].
evolutivo para avanzar desde un sistema internacional en gran medida horizontal a uno con instituciones globales, velando por los principios constitucionales fundamentales, que para abandonar el estado de naturaleza hobbesiano entre individuos. El constitucionalismo internacional, en este sentido, es simplemente un complemento de constitucionalismo nacional y un paso adelante en un proceso de civilización. Así, a diferencia de los contextos polarizados de “estado de naturaleza” versus “estado policial” del constitucionalismo interno, el constitucionalismo internacional no impone tal elección, siendo compatible con otros sistemas. El camino por delante La perspectiva expuesta más arriba para el derecho internacional aboga por un orden público internacional que vele eficientemente por principios universales y que de solución a problemas globales. Se basaría en instituciones adecuadas que seguirían siendo de carácter internacional. Estas instituciones son impulsadas por gobiernos nacionales (preferentemente elegidos de manera democrática) que, sin embargo, ya no tendrían el poder para bloquear individualmente la promulgación o aplicación del derecho internacional. Las mismas serían, en cambio, conscientes de sus recursos mediados por el estado (y, por lo tanto, limitados) de legitimidad democrática y respeto de la diversidad de los estados que las integran. No puede existir una federación democrática global, pero puede haber un mundo mejor, más pacífico e integrado, compuesto por democracias que cooperen más estrechamente y con mayor éxito a través de sus instituciones internacionales. Corresponde a los estudiosos del derecho internacional contribuir a la realización de este objetivo. Los especialistas en constitucionalismo internacional interpretan el derecho internacional a la luz de un telos audaz (pero no irreal), asumiendo que uno acepta la premisa de que el orden internacional es posible36. Esto ofrece una visión conceptualmente coherente basada en la trayectoria evolucionista del constitucionalismo americano y europeo. Quienes sostienen este enfoque no niegan que el actual derecho pueda leerse desde distintas ópticas, ni que el impulso de los actuales desarrollos a escala global no siga precisamente su visión, dada la resistencia que tienen países como China, India, Rusia o Estados Unidos a un orden internacional fuerte. Al mismo tiempo, no hay motivos para abandonar un proyecto científico solo porque políticamente no esté de moda37. Koskenniemi38 acusa al proyecto de tener una naturaleza hegemónica39. Es difícil, sin embargo, ver cómo podría tenerla -excepto, quizás, presentándolo como una construcción universal-
40 Puente@Europa
mente válida40. Quizás sea más sustancial la crítica que sostiene que persistirá una diferencia sustancial en la normatividad entre el derecho público en los estados liberales desarrollados y el derecho público internacional siempre que no existan instituciones internacionales fuertes con un sólido ethos de derecho internacional. Como proyecto legal, el constitucionalismo internacional puede ser simplemente un paso demasiado grande y puede conducir a una extensión normativa demasiado amplia41. También el peligro de establecer un régimen burocrático poderoso requiere ser tratado más cuidadosamente42. A pesar de que existen ciertas debilidades, una evaluación final requiere observar las alternativas. Según Koskenniemi, la visión alternativa para el desarrollo del derecho internacional es dar mayor poder a aquellos grupos privados de sus derechos que se encuentran en su mayor parte fuera de las instituciones internacionales43. Visto objetivamente, dados los desafíos, es difícil decir que ésta sea una mejor alternativa. Esto es especialmente cierto si uno percibe el estudio del derecho, sobre todo, como una ciencia práctica. En el mundo actual, las propuestas prácticas hechas por los autores “constitucionalistas” son en muchos casos más plausibles que las de otros. Parafraseando a Kant: esta visión puede ser en teoría vulnerable, pero en el estado actual de las relaciones internacionales y considerando las alternativas, ofrece para un gran número de cuestiones una orientación convincente para una práctica responsable. Si esta perspectiva no tiene actualmente oportunidades de llevarse a cabo plenamente, estamos tentados a aludir a la ética de Camus establecida en el “Mito de Sísifo” y concluir: “La lutte elle-même vers les sommets suffit à remplir le cœur d’un homme. Il faut imaginer Sisyphe heureux”44. Notas Este artículo está basado en una versión más extensa publicada con el mismo título en el Harvard International Law Journal, Vol. 47, n. 1, 2006, pp. 223-242, editada, bajo la supervisión del Autor, por el Comité Editorial (Nota del Coordinador Editorial, N.C.E.). 2 El autor desea agredecer los comentarios de Sergio Dellavalle, Stefan Kadelbach y Erika de Wet sobre un primer borrador y el apoyo de Isabel Feichtner y Robert Stelzer. 3 Bino Olivi, L’Europa difficile: Storia politica dell’integrazione europea 1948-1998, Bologna, Il Mulino, 1998, p. 61. 4 Dicho constitucionalismo tiene raíces profundas en proyectos anteriores a la guerra, ver Hans Kelsen, Reine Rechtslehre, Wien, Franz Deuticke, 1934, pp. 115 y ss.; Georges Scelle, Le Pacte des Nations et sa liaison avec le traité de paix, Paris, Sirey, 1919, pp. 101 y ss., pp. 105 y ss.; Id., Précis de droit des gens, Paris, Sirey, 1932, pp. 188 y ss.; Walther Schücking, “Die Organisation der Welt”, en 1
Al igual que Tomuschat, Habermas es muy consciente de los limitados recursos de legitimidad democrática sobre los que pueden descansar las distintas instituciones globales; y [...] considera que solo puede provenir de estados democráticos. Ni la participación de organizaciones no gubernamentales, ni las instituciones parlamentarias globales parecen constituir fuentes adecuadas de legitimidad para las instituciones globales. De este modo, el verdadero poder de las instituciones internacionales debería circunscribirse a campos en los que se requiere poca legitimidad democrática. [...] este es el caso del mantenimiento de la paz y de los requisitos fundamentales de los derechos humanos. Esto principios gozan de una amplia legitimidad, ya que sus graves incumplimientos despiertan la misma indignación moral a lo largo de todo el mundo.
Wilhelm van Calker (ed.), Festschrift für Paul Laband, Tübingen, Mohr, 1908, p. 533; Alfred Verdross, Die Verfassung der Völkerrechtsgemeinschaft, Wien-Berlin, Springer, 1926. 5 Para distintas perspectivas, ver, por ejemplo, Wilhelm Wengler, “Public international law: paradoxes of a legal order”, en Recueil des cours, Vol. 158, 1977, pp. 9-86; entre los estudios actuales, Ulrich Haltern, “Internationales Verfassungsrecht?”, en Archiv des öffentlichen Rechts, Vol. 128, 2003, pp. 511557; Christian Hillgruber, “Souveränität-Verteidigung eines Rechtsbegriffs”, en Juristenzeitung, Vol. 57, n. 22, 2002, pp. 10721079: 1072 y 1075. 6 Ver, por ejemplo, Pierre-Marie Dupuy, “The Constitutional Dimension of the Charter of the United Nations Revisited”, en Armin von Bogdandy y Rüdiger Wolfrum (eds.), Max Planck Yearbook of United Nations Law, Vol. 1, Leiden, Martinus Nijhoff Publishers, 1997. En los Países Bajos, en 2004, hasta se ha creado una cátedra de derecho constitucional internacional en la Universidad de Ámsterdam, cuya primera y actual titular es Erika de Wet; ver, Erika de Wet, The International Constitutional Order, ceremonia inaugural de la cátedra de Derecho Constitucional Internacional en la Universidad de Ámsterdam, 25 de febrero de 2005 (www.aup.nl/do.php?a=show_visitor_book&isbn=9789056293871); ver también Id., “The Prohibition of Torture as an International Norm of Jus Cogens and its Implications for National and Customary Law”, en European Journal of International Law, Vol. 15, n. 1, 2004, pp. 97-121. 7 Hermann Mosler, “The International Society as a Legal Community”, en Recueil des cours, Vol. 140, 1974, pp. 1-320; Id., The International Society as Legal Community, Alphen aan den Rijn, Sijthoff and Noordhoff, 1980. Sobre este curso, ver Robert Kolb, Les cours généraux de droit international public de l’Académie de La Haye, Bruylant, 2003, pp. 541 y ss. 8 Walter Hallstein, Der unvollendete Bundesstaat, Düsseldorf/ Vienna, Econ Verlag, 1969, pp. 252-255. 9 Sobre esta cuestión, ver Joseph Weiler, “The transformation of Europe”, en Id., The Constitution of Europe. “Do the New Clothes Have an Emperor?” and Other Essays on European Integration, Cambridge, Cambridge University Press, 1999, pp. 10-96. 10 Christian Tomuschat, “International Law: Ensuring the Survival of Mankind on the Eve of a New Century, General Course on Public International Law”, en Recueil des cours, Vol. 281, 1999, pp. 9-438 [Los números de página indicados en el texto hacen siempre referencia a este texto (N.C.E.)]. Sobre este curso, R. Kolb, op. cit., pp. 1057 y ss. 11 Existe una enorme variedad de ideas, cf.: Bruno Simma,
“From Bilateralism to Community Interest in International Law”, en Recueil des cours, Vol. 250, 1994-VI, pp. 9-216: 221; Bardo Fassbender, “The U.N. Charter as a Constitution”, en Columbia Journal of Transnational Law, Vol. 36, 1998, pp. 529-620: 574; Michael Cottier, “Die Anwendbarkeit von völkerrechtlichen Normen im innerstaatlichen Bereich als Ausprägung der Konstitutionalisierung des Völkerrechts”, en Zeitschrift für Internationales und Europäisches Recht, Vol. 9, n. 4/5, 1999, pp. 403-440; Jochen Frowein, “Konstitutionalisierung des Völkerrechts”, en Berichte der Deutschen Gesellschaft für Völkerrecht, Vol. 39, 2000, pp. 427-447: 431; Giovanni Biaggini, “Die Idee der Verfassung”, en Zeitschrift für Schweizerisches Recht, n. 1, 2000, pp. 445-476; Jost Delbrück, “Structural Changes in the International Legal Order and its Legal Order”, en Zeitschrift für Schweizerisches Recht, Vol. 11, n.1, 2001, pp. 1-36; Robert Uerpmann, “Internationales Verfassungsrecht”, en Juristenzeitung, Vol. 56, n. 11, 2001, pp. 565-573; Christian Walter, “Constitutionalizing (Inter)national Governance”, en German Yearbook of International Law, Vol 44, 2001, p. 170; Hauke Brunkhorst, Solidarität: von der Bürgerfreundschaft zur Globalen Rechtsgenossenschaft, Frankfurt, Suhrkamp, 2002; Otfried Höffe, Demokratie im Zeitalter der Globalisierung, München, Beck, 2002 (ed. orig. 1999); Brun-Otto Byrde, “Konstitutionalisierung des Völkerrechts und Internationalisierung des Verfassungsrechts”, en Der Staat, Vol. 42, n. 1, pp. 61-76; Thomas Cottier and Maya Hertig, “The Prospects of 21st Century Constitutionalism”, en Max Planck Yearbook of United Nations Law, Vol. 7, Leiden, Martinus Nijhoff Publishers, 2003, pp. 261-328; Stefan Kadelbach, “Ethik des Völkerrechts unter Bedingungen der Globalisierung”, en Zeitschrift für ausländisches öffentliches Recht und Völkerrecht/Heidelberg Journal of International Law, Vol. 64, n. 1, 2004, pp. 1-20; Matthias Ruffert, Die Globalisierung als Herausforderung an das Öffentliche Recht, Stuttgart, Boorberg, 2004, p. 38. Muy discutido ha sido el enfoque constitucional de Ernst-Ulrich Petersmann sobre el derecho comercial internacional; entre sus escritos, ver Constitutional Functions and Constitutional Problems of International Economic Law, Fribourg, Westview Press, 1991; Id., “The WTO Constitution and Human Rights”, en Journal of International Economic Law, Vol. 3, n. 1, 2000, pp. 19-25; Id., “Constitutional Economics, Human Rights and the Future of the WTO”, en Aussenwirtschaft, Vol. 58, 2003, pp. 49-91. 12 Esto es confirmado por autores que anteriormente prestaron poca atención o incluso criticaron el “formalismo jurídico”, ver Jürgen Habermas, “Hat die Konstitutionalisierung des Völkerrechts noch eine Chance?”, en Id., Der gespaltene Westen, Frankfurt, Suhrkamp,
Puente@Europa 41
2004, pp. 113-193; Marti Koskenniemi, The Gentle Civilizer of Nations, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, pp. 502 y ss. 13 Hans Vaihinger, Die Philosophie des Als Ob, Berlin, Reuther & Reichardt , 1911. 14 Christian Tomuschat, “Der Verfassungsstaat im Geflecht der internationalen Beziehungen”, en Veröffentlichungen der Vereinigung der deutschen Staatsrechtslehrer, Vol. 36, pp. 7-63: 51 y ss.; Robert Uerpmann, “The Constitutional Role of Multilateral Treatises”, en A. von Bogdandy y Jürgen Bast (eds.), Principles of European Constitutional Law, Oxford, Hart, 2006. 15 En particular, Hans Kelsen, Reine Rechtslehre, Wien, Deuticke, 1934, p. 150; Id., “Die Einheit von Völkerrecht und staatlichem Recht”, en Zeitschrift für ausländisches öffentliches Recht und Völkerrecht/ Heidelberg Journal of International Law, Vol. 19, 1958, pp. 234-268. Sobre la relación entre estados y comunidad internacional desde la perspectiva de la seguridad, véase Puente @ Europa, Vol. III, n. 2, junio de 2005 (N.C.E.). 16 En una etapa posterior, incluso sostiene que “el sistema internacional aun descansa sobre la soberanía nacional” (389). Aparentemente, es difícil para un estudioso del derecho (así como para cualquier otro) situar su posición dentro del curso de la evolución historia. 17 Ulrich Schroth, “Hermeneutik, Norminterpretation und richterliche Normanwendung”, en Arthur Kaufmann et al. (eds.), Einführung in Rechtsphilosophie und Rechtstheorie der Gegenwart, Heidelberg, C. F. Müller, 2004 (7ma. edición), pp. 270 y 278. 18 Mauro Cappelletti, Monica Seccombe y Joseph Weiler (eds.), Integration through Law: Europe and the American Federal Experience. A General Introduction, Vol. 1: Methods, Tools and Institutions, Berlin, de Gruyter 1985, pp. 3, 7-8, 12 y ss. 19 Con más detalle en C. Tomuschat, “Die internationale Gemeinschaft”, en Archiv des Völkerrechts, Vol. 33, n. 1, 1995, pp. 1-20: 7. 20 Este punto es elaborado en C. Tomuschat, “Obligations Arising for States without or against their Will”, en Recueil des cours, Vol. 241, 1993-IV, pp. 195-374. 21 Una visión más audaz es la de Daniel Thürer que sostiene: “Desde el punto de vista del orden mundial global, la UE me parece representar la manera más promisoria de crear una estructura capaz de detener el abuso de poder económico y social y de dirigir las actividades sociales hacia fines comunes esenciales. La UE parece estar haciendo los esfuerzos más exitosos hasta el momento para hacer frente a los efectos problemáticos de la globalización y, quizás, ofrezca un modelo para la creación de nuevas instituciones jurídicas a escala mundial”; ver Daniel Thürer, “Discussion”, en Rainer Hofmann et al. (eds.), Non-State Actors as New Subjects of International Law, Berlin Duncker & Humblot, 1999, p. 92; para un punto de vista sociológico, ver Klaus Friedrich Röhl,”Das Recht im Zeichen der Globalisierung der Medien”, en Rüdiger Voigt (ed.), Globalisierung des Rechts, Baden-Baden, Nomos, 2000, p. 103. 22 Stefan Oeter, “Federalism and Democracy”, en A. von Bogdandy y J. Bast, op. cit. El tema de la legitimidad del derecho internacional aborda los fundamentos racionales para explicar por qué el derecho internacional merecería ser observado. Daniel Bodansky, “The Legitimacy of International Governance: A Coming Challenge for International Environmental Law”, en American Journal of International Law, Vol. 93, n. 3, 1999, pp. 596-624; Sabino Cassese, “Lo spazio giuridico globale”, en Rivista trimestrale di diritto pubblico, Vol. 52, 2002, pp. 323-340: 331 y ss.; Mattias Kumm, “The Legitimacy of International Law: A Constitutionalist Framework Analysis”, en European Journal of International Law, Vol. 15, n. 15, 2004, pp. 931-960. 23 Una visión más directa y audaz es presentada por el juez ruso Vereshchetin en la Corte Internacional de Justicia: “La humanidad en general […] intenta manifestarse en la arena internacional como un actor, como una entidad”; V. Vereshchetin, “Discussion”, en R. Hofmann et al. (eds.), op. cit., p. 136. 24 Esta interpretación desentona con la afirmación de que “las orga-
42 Puente@Europa
nizaciones internacionales […] no tienen sustrato social por sí solas, pero funcionan esencialmente como agencias/órganos comunes de sus miembros” (91). 25 D. Thürer, “The Emergence of Non-Governmental Organizations and Transnational Enterprises in International Law and the Changing Role of the State”, en R. Hofmann et al. (eds.), op. cit., p. 37 y p. 46. 26 Para una taxonomía de las distintas posiciones, ver A. von Bogdandy, “Globalization and Europe: How to Square Democracy, Globalization, and International Law”, en European Journal of International Law, Vol. 15, n. 5, 2004, 906-930. 27 J. Habermas, op. cit., p. 120. 28 Immanuel Kant, “Über den Gemeinspruch: Das mag in der Theorie richtig sein, taugt aber nicht für die Praxis”, en Id., Kleinere Schriften zur Geschichtsphilosophie, Ethik und Politik (editado por Karl Vorländer), Hamburg, Meiner, 1964, pp. 67, 112 y ss. 29 I. Kant, “Zum ewigen Frieden: Ein philosophischer Entwurf”, en Id., op. cit., p. 131. 30 J. Habermas, op. cit., pp. 125 y ss. 31 I. Kant, “Zum ewigen Frieden: Ein philosophischer Entwurf”, cit., p. 147. 32 J. Habermas, op. cit., pp. 140 y ss. 33 Habermas, por lo tanto, también sostiene el uso controvertido (ver David Fidler, “Discussion”, en R. Hofmann et al. (eds.), op. cit. pp. 158-160) de la separación de poderes en el ámbito internacional, J. Habermas, op. cit., p 173. 34 Ibídem, pp. 134-35, con omisión de las notas; ver también las propuestas de reforma al Consejo de Seguridad en Ibídem, p. 172 y ss. 35 Decisión de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, Rasul v. Bush, n. 03-334, argumentación: 20 de abril de 2004 - decisión del 28 de junio de 2004. 36 Para una reconstrucción del pensamiento filosófico pertinente a esta cuestión, ver Georg Cavallar, “Cosmopolis. Supranationales und kosmopolitisches Denken von Vitoria bis Smith”, en Deutsche Zeitschrift für Philosophie, Vol. 53, 2005, pp. 49-68. 37 Similar a los estudios jurídicos críticos, Duncan Kennedy, “Two Globalizations of Law & Legal Thought: 1850-1968”, en Suffolk University Law Review, Vol. 36, n. 3, 2003, 631-679. 38 Ver en la sección En el camino de este mismo número la entrevista a Martti Koskenniemi (N.C.E.). 39 Ver también Martti Koskenniemi, “International Law and Hegemony: A Reconfiguration”, en Cambridge Review of International Affairs, Vol. 17, n. 2, 2004, pp. 197-218. 40 Debe reconocerse que la reconstrucción constitucionalista necesita tomar en cuenta con mayor atención la relación entre los principios del derecho internacional actual y la dramática situación en el Sur. Sin embargo, la siguiente crítica de Koskenniemi también necesita más pruebas: “el orden público global […] está totalmente involucrado en lo que solo puede verse como un sistema de distribución material y valores espirituales profundamente injusto”; Ivi, en el segundo párrafo de las conclusiones. 41 Este argumento ha sido elaborado para el derecho comercial internacional, ver A. von Bogdandy, “Law and Politics in the WTO”, en Max Planck Yearbook of United Nations Law, Vol. 5, Leiden, Martinus Nijhoff Publishers, 2001, pp. 609-674: 615 y ss; Robert Howse y Kalypso Nicolaidis, “Legitimacy and Global Governance: Why Constitutionalizing the WTO is a Step Too Far” (www.ksg.harvard.edu/m-rcbg/Conferences/trade/howse.htm). 42 Joseph Weiler, “The Geology of International Law - Governance, Democracy and Legitimacy”, en Zeitschrift für ausländisches öffentliches Recht und Völkerrecht/ Heidelberg Journal of International Law, Vol. 64, 2004, pp. 547-562: 561-62. 43 Martti Koskenniemi, “Global Governance and Public International Law”, en Kritische Justiz, Vol. 37, 2004, pp. 241-254: 253 y ss. 44 “La sola lucha hacia las cumbres basta para llenar el corazón de un hombre. Hay que imaginar a Sísifo feliz”. Albert Camus, Le mythe de Sisyphe. Essai sur l’Absurde, Paris, Gallimard, 1977 (ed. orig. 1942), p. 166.
Puente @ Europa in English
Puente@Europa 43
Interview with Welber Oliveira Barral The field of international law has experienced a great expansion over the past four decades, but that growth has not come about in a coordinated manner. As a result, autonomous international legal orders have emerged -for example, those related to the law of the sea, to human rights, to the environment and to trade and investment- and the rules associated with these sometimes overlap or even generate conflict between them. On the other hand, the number of tribunals which have been set up to resolve disputes which originate in the interpretation and implementation of these various legal orders has multiplied and their decisions either tend in the direction of the principle of harmonisation, in an effort to make different international rules more compatible, or they may lead to a fragmentation of international law. From these circumstances, many questions arise. To help answering them, Puente @ Europa interviewed the Brazilian lawyer Welber Oliveira Barral and his Argentine colleague Enrique Barreira.
Puente @ Europa (P@E): In your opinion, does the principle of lex specialis derogat legi generali apply in all cases in which a solution must be found to a legal situation which is governed by (equally applicable) regulations belonging, however, to different legal systems? No. The principle of lex specialis can still be seen as a relevant source for the resolution of conflicts between treaties, but the
44 Puente@Europa
growing complexity of the various branches of international law may create conflicts between two special regimes as, for example, between trade and environment regulations. P@E: In the case of overlapping between multilateral trade regulations (GATT/WTO2) and a regional integration agreement, should the latter always be considered the lex specialis and, therefore, take precedence over the multilateral agreements?
No, this may be considered to be the main legal problem that has appeared as a consequence of the sharp increase in the number of regional integration processes: an exception created by a regional treaty will prevail as long as it is not at odds with the requirements of article XXIV of GATT. If the contrary is the case, the national norm in question could be considered legitimate by regional dispute settlements bodies at the same time as being considered illegitimate by the WTO Dispute Settlement Body. P@E: Given that, by virtue of art. XXIV of GATT, economic integration associations constitute an exception to the principle of non discrimination, what should be, in your opinion, the scope of that exception? Should it be limited to the most favoured nation principle, or does it also create exceptions whereby the parties to the agreement may refrain from abiding by the rule of the multilateral treaty? Paragraph 8 of Article XXIV2, which contains the most important reference to the areas of integration, guarantees exceptions to the most favoured nation. Other exceptions may be adopted if they do not inhibit the achieving of the primary objectives of trade liberalisation within other multilateral treaties. This is a general rule that also the Vienna Convention on the Law of Treaties contains. P@E: As a matter of fact, there are very few formal links between the tribunals and forums which have been established by various international agreements. In your opinion, does this situation lead to contradictory interpretations and a fragmentation of available rights or, on the contrary, do the different international tribunals tend to converge on the same principles and doctrines? In my opinion, the tendencies coexist. That is to say, there is a growing access to judgements and interpretations of international tribunals which can have an influence on others in their specific field. Examples of these may include the quote from the precedents of the International Court of Justice or the WTO. On the other hand, international and arbitration tribunals also tend to look to principles far away from the general theory, which is perhaps a subconscious reaction in an attempt to ensure their independence. This has been the case, for example, in controversies surrounding investments and the law of sea. I think that both of these tendencies will be with us for some time yet. There is some justification in this search for specific principles but, at the same time, this risks to increase fragmentation and, therefore, incoherence within international law. P@E: Would you agree with the opinion of some experts who say that the International Court of Justice, created by the Charter of the United Nations, should take on a quasi-constitutional role in order to avoid the fragmentation of international law? What is being proposed, in academic terms, is indeed interesting. However, in the real world, the two currents mentioned seemed to be linked to political pressures of the moment. P@E: In the judgements thus far made in cases of arbitration undertaken by Mercosur, do you believe that inconsistent criteria have been applied both with respect to Mercosur norms as well as to general international law?
The judgements which have been passed thus far have been very attentive to the general principles of law. However, the same cannot be said when it comes to the question of the compatibility with the interpretation of multilateral treaties. In at least two cases (Brazilpork3 and Argentina-chicken4) the interpretation of the tribunals of arbitration are in significant contrast with those of the WTO. P@E: Is it your opinion that the harmonisation brought about by international law in certain areas, areas which may previously have been subject to national legislation, could result in a uniformity (hegemonic, according to some authors) which infringes upon the legal culture of those countries? There seems to be a trend towards uniformity, with the notable influence of Anglo Saxon law (the so-called “common law”) on other legal systems. Its long-term influence, as well its strength, will be submitted to historical ups and downs which can be generally referred to as “cultural influence”, an all-encompassing term whose real significance will take centuries to emerge. Notes Editorial Coordinator’s Note: all footnotes included in this article were written by the Editorial Coordinator. Any mistakes or omissions are his sole responsibility. General Agreement on Tariffs and Trade (GATT); World Trade Organisation (WTO). 2 “Article XXIV. Paragraph 8. For the purposes of this Agreement: (a) A customs union shall be understood to mean the substitution of a single customs territory for two or more customs territories, so that (i) duties and other restrictive regulations of commerce (except, where necessary, those permitted under Articles XI, XII, XIII, XIV, XV and XX) are eliminated with respect to substantially all the trade between the constituent territories of the union or at least with respect to substantially all the trade in products originating in such territories, and, (ii) subject to the provisions of paragraph 9, substantially the same duties and other regulations of commerce are applied by each of the members of the union to the trade of territories not included in the union; (b) A free-trade area shall be understood to mean a group of two or more customs territories in which the duties and other restrictive regulations of commerce (except, where necessary, those permitted under Articles XI, XII, XIII, XIV, XV and XX) are eliminated on substantially all the trade between the constituent territories in products originating in such territories.” 3 Judgement of the Mercosur ad hoc Tribunal of Arbitration set up to hear the claim lodged by the Republic of Argentina against the Federal Republic of Brazil concerning subsidies for the production and exportation of pork meat, 27th September, 1999 (www.mercosur.int/msweb/portal%20intermediario/es/controversias/ arquivos/II%20LAUDO.pdf). 4 Award of the Mercosur ad hoc Tribunal of Arbitration set up to decide on the conflict between the Federal Republic of Brazil and the Republic of Argentina on “applying antidumping measures against the exportation of whole chickens originating in Brazil”; Res. 574/2000 of the Ministry of Economyic Affairs of the Republic of Argentina, 21st May, 2001 (www.mercosur.int/ msweb/portal%20intermediario/es/controversias/arquivos/ IV%20LAUDO.pdf). 1
Puente@Europa 45
Interview with Enrique Barreira
Puente @ Europa (P@E): In your opinion, does the principle of lex specialis derogat legi generali apply in all cases in which a solution must be found to a legal situation which is governed by (equally applicable) regulations belonging, however, to different legal systems? The principle of lex specialis derogat legi generali is the application of the logical principle aimed at avoiding contradiction in cases in which the most recent law is seen to be partially incompatible with that which was previously applied. This situation emerges when the conflicting laws belong to the same legal system, when the same situation has been anticipated by two or more laws which came into force at different times, when obligations or behaviours they establish as obligatory are at least partially contradictory, and, finally, when no specific provision directed at solving this incompatibility exists. It may be of some use to clarify what we mean as “legal system”. Should we apply this name to the whole of international law or could we regard as a legal system each and every treaty or group of treaties that deal with a topic considered to be an “autonomous” branch of international law (law of the sea, human rights, environmental protection, economic integration, etc.)? Taking Kelsen as a reference, two or more laws belong to the same system when their validity drives from a common superior norm. This means that their content, the bodies which approved them and the procedures used must be rooted into higher laws that encounter their final justification in a law which operates as the “constitution” of the system. The problem arises when two laws are seen to include contradictory elements -without the content of either being at odds with the contents of the superior law-, the two having been created at different times in such a way that they at first seem compatible but, with the passage of time, the later is seen to contradict the dogmatic contents of the previous, whether that which was conceived in general terms in fact came before or after the other. The principles of lex specialis derogat legi generali and lex posterior derogat priori, with the exceptions recognised by the latter in art. 41 of the 1969 Convention on the Law of Treaties1, therefore, provide for a situation in which, being the competent body and the procedure followed established by a superior set of laws, there nonetheless exists a contradiction between the axiological content of the general law and the specific one, or between the law which came into force later and its predecessor. We are not speaking here of a contradiction between superior and inferior laws, but rather between laws of the same status. Since, from a logical point of view, it is unacceptable that there exist two incompatible laws, each with
46 Puente@Europa
the same validity, within the same legal system, the contradiction is to be solved by the preponderance of one over the other. However, the more specific law should not have precedence over the more general one when the former is seen to be incompatible with the very objective of the system that it is altering. If, on the other hand, two distinct legal systems are involved, there is no contradiction and, therefore, no need to find rules with which to settle the conflict. Indeed, I do no believe we should talk about a contradiction in this particular instance. With the aid of the principle of lex specialis derogat legi generali, the mind of the person interpreting the laws discriminates between those areas where the general law has validity and those where the specific one applies. Therefore, it should not be necessary to speak about derogation in the technical sense but, rather about a harmonisation which keeps valid those useful effects created by the apparently conflicting laws. Thus, both would continue to be valid and effective, although limitations would be placed on the scope of the more general of the two. P@E: In the case of overlapping between multilateral trade regulations (GATT/WTO2) and a regional integration agreement, should the latter always be considered the lex specialis and, therefore, take precedence over the multilateral agreements? The example, which supposes a possible conflict between a multilateral trade agreement (as in the case of GATT/WTO) and a regional integration agreement, first prompts us to ask whether those who signed up to the agreement are also signatories to GATT/WTO. It is impossible that all those who have signed up to GATT/ WTO then go on to form part of a regional agreement since, in that case, this last one would then become a direct modification of the global agreement; I therefore presume that the case mentioned would involve but a few members of the WTO being party to the regional agreement. Even if it has been stated that the 1969 Vienna Convention on the Law of Treaties does not deal explicitly with the topic of multilateral agreements which overlap, without any obligation being placed on those overlapping parts, even in the case of interdependence between them, art. 30 and art. 41 of the Vienna Convention contain useful general principles. In accordance with these principles, any eventual discrepancy between the regional and “mother” agreement creates a sort of partial derogation from the latter (the “mother treaty”) in relation to the former. We speak here of a partial derogation because the “mother” agreement would not be derogated as such, but rather weakened in terms of its complete effectiveness and would be rendered invalid as far as the contents of this very modification with respect to the other members of GATT/WTO who signed up
to the regional agreement. However, limitations do exist because, as stated in art. 41, section 1, point b) of the 1969 Vienna Convention, a prohibition exists for some parties to a multilateral agreement to sign up to an agreement inter se, affecting the rights which correspond to the other parties to the first agreement, or which put in jeopardy the attainment of the aim of the multilateral agreement in its totality. Any such situations, I believe, would not actually nullify the regional agreement, but rather bring about a situation of inadmissibility of opposition. The regional treaty, thus, would remain valid for its signatories, despite being ineffective towards third parties. Art. 30, Section 4 of the Vienna Convention provides for this criteria and the fact that some of the signatories to the regional agreement were not part of GATT/WTO would not modify the above-mentioned situation. P@E: Given that, by virtue of art. XXIV of GATT, economic integration associations constitute an exception to the principle of non discrimination, what should be, in your opinion, the scope of that exception? Should it be limited to the most favoured nation principle, or does it also create exceptions whereby the parties to the agreement may refrain from abiding by the rule of the multilateral treaty? As we mentioned before, if two or more member states of GATT/ WTO sign up to agreements whose clauses are in conflict with the umbrella agreement, those agreements remain valid between the signatories while not affecting the core values which concern other members of GATT/WTO. It is the intention of the umbrella agreement to bring about benefit for those who form part of that agreement and there exists no rule which prohibits a state from voluntarily renouncing commitments which are to its benefit once that action in no way has a negative affect on third parties nor violates the peremptory regulations which seek to safeguard general values well beyond those of the states involved, a situation which is unlikely in the field of economic cooperation agreements. The most favoured nation clause will be applied outside of this special agreement, but not within. The said clause may be invoked by third parties if the members who have signed up to the more limited treaty agree to provide greater benefits than those offered to the others except, of course, if they are protected under art. XXIV of GATT. It must be taken into account that art. I of GATT extends to all other states whatever concession is given by one member to another in relation to tariffs of whatever type applied to exports or imports between them of products of domestic origin as well as in relation to payment for such transactions. This point needs to be interpreted liberally, as it is not limited to customs regulations, but rather to other possible situations which lead to indirect restrictions on the freedom of movement (such as exchange controls which inhibit international payments), or discrimination between customs procedures which are applied to goods from one region or another. Here, we can mention, for instance, those included in the investigation related to the application of antidumping and compensation rights, as highlighted by the director general of GATT in 1968. What’s more, the validity of the most favoured nation clause has moved beyond the sphere of trade in goods and is now applied to the trade in services and intellectual property rights as was established in the respective agreements agreed upon in the Marrakech Act which created the World Trade Organisation3. P@E: As a matter of fact, there are very few formal links between the tribunals and forums which have been established by various international agreements. In your opinion, does this situation lead to contradictory interpretations and a fragmentation of available rights or, on the contrary, do the different international tribunals tend to converge on the same principles and doctrines?
For sure, there has been a great expansion of international law, but it has not been limited to the creation of agreements and mechanisms for the settlement of disputes, but encompasses an increase in academic activities, in studies, and, in general, a development of the field. The increase in global communications in recent years has allowed the representatives of countries which are to sign an agreement, as well as the judges or referees who must resolve any conflict arising from it, to have the most up-to-date and relevant information from the most distant countries of the globe. In this way, the possibility that a lack of contact between forums and courts causes a break down in international law is decreased. The growing formalisation of customary international law -a task which the International Law Commission of the United Nations has carried out with efficiency in areas such as treaty law or state responsibility- is evening out the fundamental rules which preside over any special regime within the international law. If we accept the existence of specialist areas within international law, we have also to accept that, faced with similar situations, the decisions taken by different courts can vary, since the specialisations are rooted in the differentiation of objectives pursued by the different legal systems whose purposes are “good”, in this instance legal goods. Aristotle, in his Ethica Nicomachea4, reminds us that it is possible to grade goods and some of them are means to achieve others, thought to be superior. We then continue until the final good is reached which is no means to any other end. This is the highest good of all which, in social life, is justice. The interpreter of international law can be aiming at the specific ends of a selfcontained regime, but he cannot refrain from acknowledging the superior aims which are the raison d’etre of the legal system. I do not believe in the autonomy of the different branches of law; only specialisations can be said to exist and, as the name indicates, they refer to the existence of a general law because the ultimate aim of all of them is the search for an ideal justice within the pathologies of human coexistence. For this reason, I believe that a good interpreter must not overstate his/her focus on a specialized branch of law, narrowing his/her perspective from the general law. In this context, I consider that we are witnessing a trend towards the recognition of the highest legal goods of the international legal system. The apparently conflicting solutions which emerge from this search should not be a cause for concern, above all when they come up in the search for intermediate legal goods. One of the last decisions made by Mercosur concerned the responsibility of the Argentine state in the tolerant attitude displayed towards those who blocked an important bridge crossing the river which marks the border between Argentina and Uruguay. The bridge was blocked by people of the area under Argentine jurisdiction, to protest against the construction on the Uruguayan side of a paper mill which some think may cause irreparable damage to the environment and to tourism, thus violating a bilateral treaty signed by the two countries5. Argentina claimed that any repressive action against its own citizens could be in breach of their human rights, in this case the right to free expression, which is protected by the country’s Constitution, this document holding a higher value status than that of the right of free movement within the bloc. The Tribunal was confronted with a dilemma. It was being called upon to resolve a conflict which sprang from the violation of the right to free economic movement enshrined in an agreement on regional economic integration and in which the defence of the questioned conduct was based on values which were apparently beyond its competence, being norms of Argentine law. The Tribunal (the board of which I was a member) applied the principles of international law and, as far as what interests us here, stated, firstly, that to offset for the right of non-intervention, the countries concerned had the obligation to choose the most appropriate means to comply with commitments undertaken which, therefore, were obligatory but in their final results. Secondly, that the possible violation of international law by the another party does
Puente@Europa 47
not imply an exemption from complying with ones own obligations -this, in turn, not affecting the right to air a grievance in the tribunal agreed upon in the corresponding bilateral treaty, as happened to be the case when the matter was taken to International Court of Justice. Thirdly, as both parties to the dispute are signatories to the treaties on human rights invoked by Argentina, those should be interpreted as to granting that the rights of one party do not steamroll those of all the others. This case is relevant to the topic under discussion here in that a tribunal involved in the search for a solution to a conflict connected with an economic integration treaty was able to find a solution to the problem making reference to laws which went well beyond the specialized area of the movement of goods, without exceeding for this reason its legal competence and, at the same time, without avoiding its responsibility to guarantee the validity of the superior legal objectives of the law, taking the plexus of values of the system as a whole, thus avoiding fragmentation. P@E: Would you agree with the opinion of some experts who say that the International Court of Justice, created by the Charter of the United Nations, should take on a quasi-constitutional role in order to avoid the fragmentation of international law? In the context of what we have said before, the alarm raised concerning the apparent fragmentation may sometimes appear excessive. In his celebrated book On Liberty6, John Stuart Mill warns us of the tendency of human beings to oblige others to submit to their own preferences, or those of the group to which they belong, without admitting the existence of their own specific preferences or interests hidden behind an appeal to certain insincere principles. In this wonderful essay, Mill points to the dangerous and growing tendency to widen the powers of society over the individual, exerting pressure on public opinion and weakening freedom through the use of legislation. The author predicts that this interference is an evil which, far from receding, will become stronger by the day. We should make good use of this learning. We have witnessed during the past a marked tendency to translate customary laws into treaties. The reverse practice is now spreading, by which provison of treaties to which the party is not a member are interpreted by the international tribunals as obligatory norms of international law. Let us not forget that, in international law, the decision of the international tribunals creates the law. In the absence of a division of powers, which allows for a balance in the domestic field, the granting of a quasi-constitutional role to an international tribunal, acting without reference to a constitution (in the writing of which those who should be affected by the document have been given the opportunity to contribute) and made up by judges who are not elected by those same people, is a measure which runs contrary to the republican principle of representation in government bodies and is a danger to the self-determination of peoples and individuals. P@E: In the judgements thus far made in cases of arbitration undertaken by Mercosur, do you believe that inconsistent criteria have been applied both with respect to Mercosur norms as well as to general international law? It should not be forgotten that, before the Olivos Protocol which created a Permanent Tribunal of Revision, ten judgements were passed by Mercosur ad hoc tribunals which, despite being made up of different members, based their oppinions on the doctrine of previous ad hoc tribunals. This was a spontaneous response of jurists who were concerned about maintaining a certain consistency of decision in an effort to lay the foundations for the jurisprudence deemed necessary to create legal security. We must here point out that the competence of these tribunals is limited to the application and interpretation of Mercosur rules,
48 Puente@Europa
in turn determined in the Brasilia Protocol and later in the Olivos Protocol. However, these documents also determine the legal sources to be used by the person interpreting and among these special mention is made of the general principles of international law which both the ad hoc tribunals and the Permanent Tribunal of Revision have repeatedly had recourse to. This measure to some extent curbs the possibility of inconsistency both in relation to regional law and to the principles of general international law. The arbitration judgement made by Mercosur mentioned in response to the fourth question is a good illustration of this. P@E: Is it your opinion that the harmonisation brought about by international law in certain areas, areas which may previously have been subject to national legislation, could result in a uniformity (hegemonic, according to some authors) which infringes upon the legal culture of those countries? We can not be sure that this will happen, but, I fear, the danger cannot be discarded. As we can infer from the answer to the fifth question, the trend towards the centralisation of power is embedded in human nature, whatever form this may take, and it is a function of institutions to check this phenomenon, which contains the seed of despotism, thus guarding over the preservation of the right to freedom of the individual, one of the manifestations of which is self-determination. In order to preserve a plurality of culture and values in this case, it is necessary to remain vigilant about any attempt at excessive regulation of laws at an international level for, as Roman jurists held, summum jus summa injuria, extreme law is extreme injustice. Notes Editorial Coordinator’s Note: all footnotes included in this article were written by the Editorial Coordinator. Any mistakes or omissions are his sole responsibility. “Article 41. Agreements to modify multilateral treaties between certain of the parties only. 1.Two or more of the parties to a multilateral treaty may conclude an agreement to modify the treaty as between themselves alone if: (a) the possibility of such a modification is provided for by the treaty; or (b) the modification in question is not prohibited by the treaty and: (i) does not affect the enjoyment by the other parties of their rights under the treaty or the performance of their obligations; (ii) does not relate to a provision, derogation from which is incompatible with the effective execution of the object and purpose of the treaty as a whole. 2.Unless in a case falling under paragraph 1 (a) the treaty otherwise provides, the parties in question shall notify the other parties of their intention to conclude the agreement and of the modification to the treaty for which it provides.� Vienna Convention on the Law of the Treaties, U.N. Doc A/ CONF.39/27 (1969), 1155 U.N.T.S. 331, Viena, 23rd May 1969; entered into force on 27th January 1980. 2 General Agreement on Tariffs and Trade (GATT); World Trade Organisation (WTO). 3 Available at www.wto.org/spanish/docs_s/legal_s/marrakesh_decl_ s.htm. 4 Aristotle, Nicomachean Ethics, Oxford, Oxford University Press, 2002 (orig. 350 BC). 5 The judgement can be seen at www.mercosur.int/msweb/ portal%20intermediario/es/index.htm. 6 John Suart Mill, On Liberty, New Haven, Yale University Press, 2003 (orig. ed. 1859). 1
Interview with Martti Koskenniemi
At the 2006 Session of the United Nations General Assembly, the International Law Commission presented the conclusions of the work of the Study Group on “Fragmentation of International Law: Difficulties arising from the Diversification and Expansion of International Law”1. In view of the relevant role played by Martti Koskenniemi as president of the Study Group, responsible for the first item (the function and scope of lex specialis and the question of “selfcontained regimes”), and author of the conclusions, Puente @ Europa asked him a few questions about the document and his evaluation of some of its contents.
Puente @ Europa (P@E): The International Law Commission document, in section “Antecedents”, refers to diverse evaluations from experts on the issue “fragmentation of international law”, some asserting that it creates greater juridical uncertainty, and arguing for more legal harmonization and unification of legal systems. What is your appraisal of the effects of an eventual juridical uncertainty originated in this fragmentation vis à vis a legal unification which could, on the other hand, risk to disregard juridical or cultural characteristics of a country or group of countries? Fragmentation emerges out of functional differentiation in the international world. It is a reflection of the increasing diversity of international actors, projects, interests and so on. In this sense, it is a “fact of life” that has to be recognized. Of course, diversification has also political consequences -some interests emerge in a leading position, other (old) interests become subsidiary. There is no answer to the question about the normative nature (good/bad) of fragmentation that would be independent from one’s standpoint. For those who win, it is good, for those who lose, it is not. That traditional international lawyers are particularly concerned over fragmentation reflects their (justifiable) sense that it will undermine the interests and preferences they have usually supported.
P@E: Do you think that, notwithstanding the present globalization process, the approach of international law with regards to special regimes (law of the sea, environmental regulations, international trade; human rights) should take into account diversities still existing in the international community? Absolutely. As I said above, diversity is a “fact of life”. Not to take it into account would be foolish and unacceptable for those whose concerns would then be overridden. Imagine, for example, if one were to have opposed the emergence of “human rights law” merely because it appeared to “fragment” the traditional state-centered legal system! And it is good to remember that each of the specialized legal regimes is also internally “fragmented” so that there are divergent understandings of what “law of the sea”, “environmental protection” or “human rights” should mean. P@E: Let’s change now to the more technical issues of the International Law Commission document. In paragraph 10 of the conclusions2, a set of circumstances are indicated in which some types of general law cannot be derogated by special law, including cases in which a lex specialis affects negatively third party rights and interests; or alters the rights and obligations of general law. What examples would you give relating to the application of a special law to third parties, that cannot derogate general law?
Puente@Europa 49
And in what circumstances would a breaking of the balance of the general law by lex specialis not derogate the former? This is quite a key issue, and deplorably unelaborated by international legal doctrine. This is the area that does not quite reach the height of jus cogens but is still binding in a way that it cannot be deviated from without breach and state responsibility. Special rapporteurs Fitzmaurice and Crawford3 deal with this usually in terms of the “interdependent” obligations, that is, obligations such as disarmament duties or many duties in the environmental field, where the expectation of compliance on each single party relies on the expectation that every other party, too, will comply. This situation arises mostly where there is a multilateral network of rules from which parties cannot detach themselves unilaterally. This may be either a customary or a treaty-based network. Thus -to take your first example- it would seem odd if a state could engage in a lex specialis arrangement with some state in a fashion that deviates from a prior disarmament treaty. Of course, some of that is dealt with in article 30 of the Vienna Convention4, though, as is well known, in an inconclusive manner. This same situation may also be rationalized in terms of “breaking the balance” between the members in the original (treaty) network. This highlights the need for interpreting treaties in view of their object and purpose -and the difficulties that relate to the latter emerge once limits to leges speciales are being drawn. P@E: Included in paragraph 26, there is a statement on the principle of lex posterior saying that in cases of overlapping provisions between different treaties, but being those treaties “[…] intended to advance similar objectives”, the application of the latter would prevail. Considering the multilateral trade rules of GATT and a Latin American regional integration treaty, are they “intended to advance similar objectives” (supposedly free trade)? Should a new WTO rule on countervailing duties prevail over a regional system also governing that area? And, how about the contrary: the prevalence of a Latin American regional posterior rule on subsidies in conflict with a GATT/WTO norm? Yes, what is “similar” and what is “different” involves delicate interpretation. I cannot give any clear rules here. The distinction between treaties “within a regime” (i.e. with the same subjectmatter) and treaties in different regimes (i.e. with different subjectmatters) seems crucial, however. In the former case, the legislative analogy is closest. A later treaty is usually intended to supersede the earlier one. In the latter case, however, no such analogy seems appropriate -and thus, no presumption of lex posterior can be made. Whether “sameness” and “difference” takes into account the parties cannot be determined at the outset. GATT and the North American Free Trade Agreement (NAFTA), for example, seem to be in some regards (namely as regards their subject-matter) the “same”, but on the other hand also “different” (namely as regards their parties and territorial scope of application). P@E: One last question about the principle of harmonization. The document says “when several norms bear on a single issue they should, to the extent possible, be interpreted so as to give rise to a single set of obligations”. Does the expression “to the extent possible” allow non compliance with the principle of harmonization? Harmonization cannot be an absolute rule. How could it? For to “harmonize” means not to fulfill some obligation as fully as one could (or should, were there are no conflicting norms present). But norms need sometimes to be strictly construed, especially norms that endow legal subjects with rights. A right to life may sometimes be inconvenient in view of (to think of a random example) the needs of the efficient “war against terrorism” waged under the auspices of the United Nations Security Council. Nevertheless, it cannot be
50 Puente@Europa
“harmonized”. To call for “harmonization” is to call for a relaxed application (or non-application) of some treaty provision. There is often a reason for not allowing such relaxation -especially in view of what this does to the general readiness of diplomats, soldiers, politicians, tradesmen, etc., to apply the law. Notes Editorial Coordinator’s Note: all footnotes included in this article were written by the Editorial Coordinator. Any mistakes or omissions are his sole responsibility. International Law Commission, Fragmentation of International Law: Difficulties Arising from the Diversification and Expansion of International Law, U.N. Doc. A/CN.4/L/.702, July 18th, 2006; U.N. Doc. A/CN.4/L.682, April 13th, 2006 (finalized by Martti Koskenniemi) (http://untreaty.un.org/ilc/texts/1_9.htm). 2 “Particular types of general law. Certain types of general law may not, however, be derogated from by special law. Jus cogens is expressly non-derogable as set out in conclusions (32), (33), (40) and (41), below. Moreover, there are other considerations that may provide a reason for concluding that a general law would prevail in which case the lex specialis presumption may not apply. These include the following: - Whether such prevalence may be inferred from the form or the nature of the general law or intent of the parties, wherever applicable; - Whether the application of the special law might frustrate the purpose of the general law; - Whether third party beneficiaries may be negatively affected by the special law; and - Whether the balance of rights and obligations, established in the general law, would be negatively affected by the special law.” 3 Gerald Fitzmaurice was special rapporteur of the International Law Commission of the United Nations between 1956 and 1960. James Crawford was special rapporteur of the same commission between 1998 and 2001. 4 “Article 30. Application of successive treaties relating to the same subject matter 1. Subject to Article 103 of the Charter of the United Nations, the rights and obligations of States Parties to successive treaties relating to the same subject matter shall be determined in accordance with the following paragraphs. 2. When a treaty specifies that it is subject to, or that it is not to be considered as incompatible with, an earlier or later treaty, the provisions of that other treaty prevail. 3. When all the parties to the earlier treaty are parties also to the later treaty but the earlier treaty is not terminated or suspended in operation under article 59, the earlier treaty applies only to the extent that its provisions are compatible with those of the later treaty. 4. When the parties to the later treaty do not include all the parties to the earlier one: (a) as between States Parties to both treaties the same rule applies as in paragraph 3; (b) as between a State party to both treaties and a State party to only one of the treaties, the treaty to which both States are parties governs their mutual rights and obligations. 5. Paragraph 4 is without prejudice to article 41, or to any question of the termination or suspension of the operation of a treaty under article 60 or to any question of responsibility which may arise for a State from the conclusion or application of a treaty the provisions of which are incompatible with its obligations towards another State under another treaty.” Vienna Convention on the Law of the Treaties, U.N. Doc A/ CONF.39/27 (1969), 1155 U.N.T.S. 331, Viena, 23rd May 1969; entered into force on 27th January 1980. 1
Interview with Antonio Remiro Brotóns The latest updated version of the manual Derecho Internacional (International Law)1, by Antonio Remiro Brotóns, contains a section devoted to an analysis of the diversification of international law and of its expansion. The manual looks into the rising concerns about the possible loss of unity in the system and the risk of fragmentation. In this interview, Puente @ Europa invited the author to share his thoughts on this fascinating aspect of current international law.
Puente @ Europa (P@E): The diversification of international law as regards its subject-matter has allowed for normative regimes which are sectorial in nature (human rights, maritime law, environmental law, laws concerning international trade). Do you believe that the autonomous nature of these subsystems undermines the unity of the overall international system? There has been a rapid and spectacular spreading in the reach of international law and there remains no field of social activity which does not count on international legal regulation in some manner or form. The vitality and the versatility of international law has led to a proliferation in “normative regimes” which are indeed sectorial in nature -whether at an universal, regional, or national leveland which are today more than evident in contexts such as those mentioned in the question. What we are referring to here are regimes which are normally centred on one or more framework agreements and which boast a certain (or, indeed, on occasions, a vigorous) institutionalisation. They can give rise to norms and principles by conventional ways, and they include follow-up mechanisms that help to keep check on the application of the regime, tools for dispute resolution, and regulations concerning the responsibility for violations. Their current or potential strength might be seen as proof of the good health of international law. As a matter of fact, it implies a risk of “fragmentation”. What would happen, we may ask, if the bodies which were set up to solve controversies and conflicts within these autonomous regimes are unable to lift themselves above the principles specific to their sector, if they ignore the rules of other sectors with which they overlap, or if they interpret or apply general norms in a contradictory fashion? The fundamental reason for this fragmentation, as Gerhard Hafner2 pointed out, is the predominant nature of international law as a “law of coordination” which lacks, however, those centralised institutions which could help to ensure the homogeneity of the distinct subsystems or regimes. Therefore, a kind of “competition” between regimes of a different scope (e.g. international trade versus the environment) may arise, mixed up with further competition within distinct special regimes (e.g. human rights), according to its universal, regional or national context, all of this to be considered without even entering the labyrinth of relations which exists between successive treaties dealing with the same topic, whether between the same or different parties.... Reflecting doctrinal concern and with an eye on the possibility of creating guidelines for juridical operators, a study group of the International Law Commission3 presented a report in 2006 including forty two conclusions that the Commission then, in turn, brought to the attention of the General Assembly of the United Nations4. Just as internal legal systems have to face up to a complex normative reality without losing fundamental unity, international law should be capable of maintaining its own unity and should, furthermore, be the overall framework to which the different subsystems will be directed. What is
needed, of course, is that these same subsystems should be managed by sufficiently trained operators, able to contextualise their decisions within the greater framework of the system. P@E: As no clear hierarchy exists between norms in the overall system, how could contradictions between the principles of the United Nations Charter and peremptory laws (jus cogens) be solved, or, even, inconsistencies within the latter? The principle of the absence of hierarchy between the sources of international obligations, which was once generally shared, has today undergone important corrections. Peremptory law (jus cogens) prevails over any other rule and obligations of the United Nations Charter over whatever other obligations. However, the question refers to inconsistencies within peremptory laws or between these same and obligations laid down in the Charter -and this is no longer just a hypotheses. Legal interpretation in itself is an art and there can be no doubt that hypothetical conflicts between norms of the same importance can be resolved by means of this quality. However, the principle of “harmonisation”, or “consistent interpretation”, which should help to bring about a solution to this problem, may not be sufficient. For instance, recent practice has offered many cases in which the legal prosecution of torture attributed to a foreign state and/or its agents has clashed with the traditionally recognised immunity granted by international law as a corollary of the fundamental principle of sovereign equality. This immunity has prevailed up to the present day5. However, a minority of judges have dissented from this position. The preponderance of peremptory law over and above the obligations of the Charter, moreover, exposes problems about the entitlement to assess practical cases. These problems become especially acute when the obligations derive from Security Council resolutions within the framework of Charter VII (on the maintenance of international peace and security), which need no checks of conformity with the Charter nor with peremptory norms. It is worth suggesting, however, that a body with the necessary competence to adjudicate conflict “in accordance with international law” should consider those resolutions (or other obligations contained within the Charter) inapplicable if they are considered to be incompatible with peremptory law. The way the Lockerbie6 affair came to an end, i.e. by desistance, prevented the International Court of Justice from offering its view on the question, but the International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia was more daring in the Tadić case7. Here, the problem is the following: who is to take responsibility for this interpretation? Should it be an international tribunal, while acting on a controversy, or a sovereign state which feels, for example, mistreated by the Security Council, or should it be, finally, the collective “doctrine” exercising its critical power, and somehow substituting the public institutions which we lack?
Puente@Europa 51
P@E: Is the principle of specialisation, in your opinion, sufficient to interpret discrepancies between special regimes which share the same field of application (for instance, between GATT/WTO8 norms and regional trade agreements)? The principle of “specialisation” (and that of “posteriority”) can be said to encourage pro domo sua decisions within each regime, granting it a sort of “dualism” (even if tacit) which makes regulations from without of the system “out of place”, unless they are granted a special status through legal means. Finding a solution to this type of conflict between international or self-contained regimes is by no means simple. However, the 1969 Vienna Convention on the Law of Treaties, which codified pre-existant customary laws to a great extent, contains rules aimed at solving competition and conflict between agreements. This subject merits further analysis, as it is not by chance that international or autonomous regimes actually do refer to founding or constitutional treaties. We must remember, at any rate, that international systems can not be considered “self-sufficient”. Recent work by the International Law Commission on the risk of the fragmentation of international law has highlighted a rule of the codified law of treaties (art. 31.3, c) of the Vienna Convention) according to which treaties will be interpreted taking into account “any relevant rules of international law applicable in the relations between the parties”. Indeed, this clause applies not only to conventional obligations related to any treaty under consideration, but to any other law, which derives from either customary law or from the general principles of law. As was pointed out by the International Law Commission, general international law, as a system, is omnipresent behind any special regime norms, informs its interpretation and makes up for its gaps. This principle passed almost unnoticed in arbitration and legal practice until its use became much more frequent in the decisions of various international tribunals, including the WTO Dispute Settlement Body9. The very same International Court of Justice was offered the occasion to apply the principle of systemic integration in the Oil Platforms affair between Iran and the United States in 200310. This principle may express itself, as stated by the International Law Commission, both in the form of a “negative” presumption (in which the parties, whenever they agree on treaty obligations, do not intend to act against generally recognised norms and the overall principles of law) and a “positive” one (in which the parties duly accept to refer to those norms and principles in all questions which a treaty does not itself resolve in express terms or other ways). It may be inferred that the meaning of the terms used in any treaty is the one attributed to them by general international law, unless the parties to the treaty agree otherwise and we may not only suppose, but also demand that its interpretation and application should, therefore, be in agreement with the laws and principles of peremptory nature. So as to try to respond in a more concrete way to your question, I could add that regional trade agreements must be compatible with GATT/WTO regulations. For the most sophisticated, like the European Union, which belongs to the organisation, differences that may arise with third parties are subject to the mechanisms of dispute settlement. Ad intra (between them), parties to a regional agreement should solve their disputes within the framework of their own organisation, without having recourse to the WTO. P@E: With the recent proliferation of international tribunals, concerns about the possibility of fragmentation have become more acute. Is this an inevitable path, or do you believe that the various tribunals, judicial or arbitral, apply the general principles of international law and refer to precedent of other forums, thus offering compatible interpretations so as to preserve unity of law? The proliferation of international tribunals is, to some extent, a consequence of the expansion and diversification of international law
52 Puente@Europa
and of the international systems and subsystems produced by it. The International Court of Justice, the most fundamental judicial body of the United Nations, with a universal vocation and overall jurisdiction in disputes between states, came to be blended with several specialised, universal, regional or national tribunals which are sometimes open to non-state subjects. Among the aforementioned can be found the International Tribunal for the Law of the Sea, the International Criminal Tribunals for the Former Yugoslavia and Rwanda, the International Criminal Court, the European and InterAmerican Courts of Human Rights, the European Court of Justice, and the Permanent Review Tribunal of Mercosur. To these we should add quasi-judicial mechanisms such as the WTO Dispute Settlement Body set up in 1994; the numerous arbitration tribunals under the umbrella of the Permanent Court of Arbitration in the Hague; and the International Centre for the Settlement of Investment Disputes of the World Bank. The proliferation of these bodies (and the same could be said of the diversification and expansion of international law) is, on the one hand, a sign of maturity as it offers new avenues towards finding a permanent and binding solution to disputes and it opens the way for the prosecution of international crimes. On the other hand, it could also be seen as a new obstacle to the unity and coherence of the international legal system, posing a risk of fragmentation, due to the lack of formal hierarchy between the tribunals themselves and leaving the way open to the possibility of contradictory decisions, especially when their respective special jurisdictions are of a tangential or secant nature. The idea that various aspects of a dispute could be submitted to different bodies is no longer considered surprising. The dispute between Chile and the European Community over swordfish was taken to both the WTO Dispute Settlement Body , in relation to Chilean conservation and administration measures which were seen as affecting the freedom of transit (granted in art. 5, GATT, 1994), and the International Tribunal for the Law of the Sea in relation to the question of fish stocks between zones in the provisions of the 1982 United Nations Convention on the Law of the Sea. Likewise, prior to submitting the Avena and other Mexican nationals10 case to the International Court of Justice, Mexico requested an advisory opinion from the Inter-American Court of Human Rights regarding “the right to information on consular assistance in the framework of the guarantees of due process of law”. Despite the fact that the La Grand case12, involving a similar matter, had been initiated by Germany against the United States before the International Court of Justice, the Inter-American Court of Human Rights considered that its consultative function could not be limited by the fact that this case was still sub judice in the International Court of Justice13. In the end, the conclusions arrived at by, on the one hand, the InterAmerican Court of Human Rights and, on the other, the International Court of Justice in the interpretation of Art. 36 of the 1963 Vienna Convention on Consular Relations were similar. More recently, in May 2006, Argentina took Uruguay to the International Court of Justice following the construction of two cellulose pulp mills on the banks of the Uruguay River14 which, according to Argentina, is neither in procedural nor substantive compliance with the statute of the river signed between the two countries, while Uruguay, in turn, has resorted to Mercosur’s legal procedures, under the Olivos Protocol, for the non-adoption of appropriate measures to prevent and/or stop the obstruction to free movement caused by the blocking of roads on Argentine territory by local pickets which hinder access to the bridges over the river which join the two countries. The possible conflict between one tribunal and the other in the interpretation of the norms of common international law is definitely of concern, above all if the specialised tribunals are the ones which clash with the International Court of Justice. Thus, in 1999 the International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia (Tadić case) went beyond the precedent set by the Court in the case of Military and Paramilitary Activities in and against Nicaragua14
from which it decided to depart when it used the criterion of “general control” -and not that of “effective control” upheld by the International Court of Justice- so as to pass judgement on when an armed military or paramilitary group, which is taking part in a supposedly internal conflict, is actually acting on behalf of a foreign power. However, there is no need for alarm. In the case mentioned, the interpretative twist may be explained by the fact that the International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia, in contrast with the International Court of Justice, was attempting to establish the application of norms of international humanitarian law in an alleged case of individual criminal responsibility. Furthermore, it should also be noted that the decisions of a specialised tribunal may encourage later progressive changes by the International Court of Justice, becoming a very constructive contribution to the development of international law. The unity of the international legal system should provide the necessary buffer against patent contradictions, unless we come up up with tribunals (of arbitration or legal) which are biased in the extreme and/or if the members of which are manifestly ignorant of general international law (the possibility of which we should not discount either). P@E: What is your opinion of the idea of transforming the International Court of Justice into a type of constitutional tribunal? This is indeed a very constructive idea, but the conditions for this to happen do not exist at present. As we have already pointed out, even if the proliferation of international tribunals is a good thing, risks exist in the sense that, in contrast with national tribunals, the international ones do not enjoy a hierarchy and a misjudging of the selection of their members may deny them the necessary knowledge of the system beyond the little world in which their activities take place, making them believe that their little world is, in fact, the world in toto. Having said that, an international tribunal must not apply its regulations in a vacuum or as constitutional norms, but rather within the framework of general international law and respecting, most of all, those of a peremptory nature -while not forgetting the fact that the level of abstraction of many of these allows for various sets of interpretations. What has happened previously in this area is encouraging in the sense that, in general, international tribunals make an attempt to take the jurisprudence of others into consideration. It is not a question of only following the rule of the judicial precedent, but, rather, of taking precedents into account before, eventually, departing from them, opening up new paths of interpretation which could, in the future, inspire decisions of other actors. Based on analogies with the national legal systems, there have been proposals to turn the International Court of Justice into a kind of supreme court, or an appelate court, with the intention of saving the unity of the doctrine. It has been also suggested to set up a prejudicial procedure which could be used by other tribunals which are not sure of the existence, contents or compatibility of a norm in general international law, as well as of its viability for, for example, individual claimants and defendants as opposed to states16. These suggestions appear, however, as simple to propose as they are unrealistic to put in place. All that can be done for the moment is: 1) recommend that legal, quasi-legal and arbitration bodies exercise restraint and prudence, taking into account, at the same time, decisions made by others which affect the core of general international law (what Pierre-Marie Dupuy17 calls the “transjudicial dialogue”), particularly those made by the International Court of Justice because of the auctoritas of that body and the importance of its precedents18; and 2) recommend to everybody concerned with international law, as was done by the former President of the Internal Court of Justice, Gilbert Guillaume, that, before establishing a new tribunal, it should be verified that its functions could not be adequately undertaken by another, already existing, body.
Notes Editorial Coordinator’s Note: all footnotes included in this article were written by the Editorial Coordinator. Any mistakes or omissions are his sole responsibility. Antonio Remiro Brotóns, Rosa M. Riquelme et al, Derecho Internacional, Valencia, Tirant lo Blanch, 2007 (ed. orig. 1997). 2 An interview with Martti Koskenniemi, head of the study group, is included in this same section. 3 Gerhard Hafner, “Risks Ensuring from fragmentation of International Law”, Official Records of the General Assembly, Fifty-fifth session, supplement No. 10, annex. 4 International Law Commission, Fragmentation of International Law: Difficulties Arising from the Diversification and Expansion of International Law, U.N. Doc. A/CN.4/L/.702, July 18th, 2006. 5 Arrest Warrant of 11 April 2000 (Democratic Republic of the Congo v. Belgium), International Court of Justice (available at www.icj-cij.org); Al-Adsani v. the United Kingdom [GC], no. 35763/ 97, European Court of Human Rights, 2001-XI. 6 Questions of Interpretation and Application of the 1971 Montreal Convention arising from the Aerial Incident at Lockerbie (Libyan Arab Jamahiriya v. United Kingdom), Decision of the International Court of Justice, 10th September, 2003 (available at www.icjcij.org). 7 Case Prosecutor v. Tadić, IT-94-1-A, International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia (www.un.org/icty/cases-e/indexe.htm). See more on this case below and in the article by Cesare Romano in the section Instruments of Analysis. 8 General Agreement on Tariffs and Trade (GATT); World Trade Organization (WTO). 9 For instance, in the cases United States-Import Prohibition of Certain Shrimp and Shrimp Products, DS58, 1998; European Communities-Measures Concerning Meat and Meat Products (Hormones), DS26 and DS48, 1998; Korea-Measures Affecting Imports of Fresh, Chilled and Frozen Beef, DS169, 2000. 10 Oil Platforms (Islamic Republic of Iran v. United States of America), International Court of Justice (available at www.icj-cij.org). 11 Avena and Other Mexican Nationals (Mexico v. United status of America), International Court of Justice (available at www.icj-cij.org). 12 La Grand (Germany v. United Status of America), International Court of Justice (available at www.icj-cij.org). 13 Inter-American Court of Human Rights, “The Right to Information on Consular Assistance in the Framework of the Guarantees of Due Process of Law”, Advisory Opinion OC-16/99, 1st October, 1999. Series A No. 16 (www.corteidh.or.cr/docs/opiniones/seriea_16_ esp.pdf). 14 Pulp Mills on the River Uruguay (Argentina v. Mexico), International Court of Justice (available at www.icj-cij.org). See more on this case in the interview with Enrique Barreira included in this section. 15 Border and Transborder Armed Actions (Nicaragua v. Honduras) and Border and Transborder Armed Actions (Nicaragua v. Costa Rica) both from the International Court of Justice (available at www.icj-cij.org). On this case, see the article by Cesare Romano included in the section Instruments of Analysis. 16 Francisco Orrego Vicuña and Cristopher Pinto, “The Peaceful Settlement of Disputes: Prospects for the Twenty-First Century”, Centennial of the First International Peace Conference, La Haya, 1999. 17 Pierre-Marie Dupuy, “The Danger of Fragmentation or Unification of the International Legal System and the International Court of Justice”, in New York University School of Law Journal of International Law & Politics, Vol. 31, n. 4, pp. 791-808, 1999. 18 Thomas Buergenthal, “International Law and the Proliferation of International Courts”, Cursos Euromediterráneos Bancaja de Derecho Internacional (CEBDI), vol. V, 2001, pp. 29 et seq. 1
Puente@Europa 53
On the Road
The Dark Side of the Moon: Fragmentation of Institutions Applying International Legal Rules by Cesare Romano
L
ike the moon, the question of the fragmentation of international law has two distinct, but necessarily contiguous, faces: on the one side, the fragmentation of the norms and, on the other, that of the institutions that oversee their implementation, compliance with, and settle disputes arising out of their interpretation. Like the moon, one is clearly mapped, albeit seldom visited, while the other is significantly less known. The Study Group on “Fragmentation of International Law” of the International Law Commission of the United Nations1 from the outset decided to focus on the bright side of the moon: the fragmentation of the international corpus juris, and particularly on key issues like the lex specialis maxim and self-contained regimes2. It deliberately -and perhaps wisely- left the “issue of institutional competencies [to] the institutions themselves”3. While the question of the fragmentation into self-contained and specialized regimes of the body of international law is surely a topic worthy of attention, it is hardly a burning one. International law has been fragmented for most of its history, perhaps always. Indeed fragmentation is virtually inescapable in a world made of hundreds of sovereign states with widely diverging interest, agenda and policies. As the scope of international law expands, it inevitably needs also to adapt to different challenges and circumstances. The oneness of international law has always been more a postulate, a convenient assumption, than an empirically verifiably fact. If international law is one, it is one only at a higher level of abstraction, which is exactly where the International Law Commission decided to reconnoiter. The real burning and challenging issue is, however, the fragmentation of institutions, particularly those that oversee the implementation, compliance with, and settle disputes arising out of the interpretation of norms. Prior to 1990, besides a few arbitral facilities, like the Permanent Court of Arbitration, there were only six full-fledged international courts in existence, of which only the International Court of Justice, the Court of Justice of the European Communities, the European Court of Human Rights, and the InterAmerican Court of Human Right, could be said to be operative, and a dozen or two of active quasi-judicial bodies. Nowadays, one can count almost two dozens of active international courts and tribunals, and about 75 quasi-judicial, implementation control and other dispute settlement bodies, like commission of conciliation4. A precise accounting is made difficult by their continuous rapid growth. The remarkable growth has occurred in the absence of an overarching judicial framework. Indeed, there is no “international judiciary” to speak of, that is to say a system of courts, functionally, organically, procedurally and hierarchically related to each other. There is no international “supreme court”, to which decisions of international courts and tribunals could be appealed. Not even the International Court of Justice, the principal judicial organ of the main universal organization, the United Nations, can play this role. As the Appeals Chamber of the International Criminal Tribunal for Yugoslavia in its famous dictum in Prosecutor v. Tadić observed: “International law, because it lacks a centralised structure,
54 Puente@Europa
does not provide for an integrated judicial system operating an orderly division of labour among a number of tribunals, where certain aspects or components of jurisdiction as a power could be centralised or vested in one of them but not the others. In international law, every tribunal is a self-contained system (unless otherwise provided)”5. Even when a unitary framework exists, like in the case of the United Nations, that is not, per se, a guarantee for an orderly division of labor among the various courts and tribunals, as the case of the relationship between, on the one hand, the International Court of Justice, the principal judicial organ of the United Nations, and, on the other hand, the International Criminal Tribunal for Yugoslavia, a creature of the United Natios Security Council, and the Special Court for Sierra Leone, a hybrid United Nations-Sierra Leone court, make clear6. In the past decade, there has been a robust scholarly debate over whether the uncoordinated multiplication of international jurisdiction is a positive or negative development7. To roughly summarize, on the one end of the spectrum there are the doomsayers, who warn about, and sometime exaggerate, the dangers and threats to the coherence and unity of international law, depicting scenarios of judicial and political chaos. At the other end, there are those who echo the “Hundred Flowers Campaign”, the period in the People’s Republic of China history during which the Chinese Communist Party authorities encouraged a variety of views and solutions to ongoing problems, launched under the slogan: “Let a hundred flowers bloom, let the hundred schools of thought contend”. They contend that the multiplication of jurisdictions in reality multiplies opportunities to orderly and safely dispose of international disputes, and might have an overall beneficial effect as the more states get used to litigate international disputes, the more they will avoid resorting to other means (i.e. the “socializing effect” of international courts). In other words, the more, the better. Neither of the two groups is on mark. The “Hundred Flowers” group unduly stresses that international litigation is a means of “peaceful settlement of international disputes”, implying that the alternative to international adjudication is necessarily resort to unfriendly acts and escalation of tension. This way they neglect the useful role played by non-judicial (i.e. diplomatic) means of settlement, and tend to overstate the benefits of having disputes litigated. They also forget that most -and surely all international courts created after the end of the Cold War- have compulsory jurisdiction8. That is to say, judicial proceedings can be activated unilaterally by either party. Largely because of this, since the Big Bang that has expanded the universe of international courts, in several occasions the very same dispute -or specific aspects of it- have been referred to multiple tribunals, in parallel or serially9. In this context, sometimes resort to courts is not a friendly act. It might be just a ploy, a sort of continuation of political dueling by legal means. Applicants might simply try to use the system in an
required to give rise to that State’s responsibility for a specific act committed in the course of the conflict”16. The International Court of Justice concluded that “[…] the ‘overall control’ test is unsuitable, for it stretches too far, almost to breaking point, the connection which must exist between the conduct of a state’s organs and its international responsibility”17. In sum, the International Court of Justice did not say the International Criminal Tribunal for Yugoslavia got it wrong, it just simply said that the International Court of Justice and International Criminal Tribunal for Yugoslavia are two different courts (the latter criminal and the former of general international legal competence) that might need to resort to two different standards for different purposes. What worked for the International Criminal Tribunal for Yugoslavia is not viable in the case of the International Court of Justice. It resisted the temptation to lecture the International Criminal Tribunal for Yugoslavia or to speak ex cathedra. Quite the contrary, it deferred to the International Criminal Tribunal for Yugoslavia findings of fact when it had to determine whether genocide had taken place in Bosnia Herzegovina. “[T]he Court concludes that it should in principle accept as highly persuasive relevant findings of fact made by the Tribunal at trial […]. For the same reasons, any evaluation by the Tribunal based on the facts as so found for instance about the existence of the required intent, is also entitled to due weight”18. For one head-on jurisprudential clash averted, another might happen. In a very complex dispute between Ireland and the United Kingdom over the operation of a nuclear facility (called MOX plant), four different international adjudicative bodies have been seized: two different arbitral tribunals (one under the United Nations Convention on the Law of the Sea and another under a regional treaty), the International Tribunal for the Law of the Sea and the European Court of Justice. In May 2006, the Court of Justice of the European Communities found Ireland in violation of European Communities laws because it failed to respect the Court of Justice of the European Communities’s exclusive jurisdiction on the interpretation and application of European Community law, and because it had not consulted with the European Commission before initiating arbitral proceedings19. Pending the case before the European Community, the Arbitral Tribunal constituted under the Law of the Sea Convention decided to suspend proceedings20, “bearing in mind consideration of mutual respect and comity which should prevail between institutions both of which may be called upon to determine rights and obligations as between two States”21. The question here is that the jurisdiction of the arbitral tribunal exist only if the parties to the dispute have not “[…] agreed, through a general, regional or bilateral agreement or otherwise, that such dispute shall, at the request of any party to the dispute, be submitted to a procedure that entails a binding decision”22. In that case, the procedure or forum chosen applies in lieu of the disputes settlement procedures established by the Law of the Sea Convention. It remains to be seen what consideration the Arbitral Tribunal will give to the Court of Justice of the European Communities ruling, but it is highly unlikely that it will decide to clash head on with the Court of Justice of the European Communities and move on to rule on the merits, arguing that there has been no violation of the Court of Justice of the European Communities’s exclusive jurisdiction on the interpretation and application of European Community law. Indeed, what would be the legitimacy of the arbitral tribunal, a five member ad hoc panel convened under a global treaty dealing with law of the sea issue, to second-guess the principal judicial organ of a regional organization over the interpretation of that organization’s constitutive treaties? It is more likely that the Arbitral Tribunal decide to play the “comity and mutual respect” card, or buy time until Ireland decides that it is not worth to insist any further and withdraw the case.
Puente@Europa 55
On the Road
abusive way, to harass the opposing party and to change the terms of ongoing negotiations, or to try to overturn final rulings passed by other courts. The attainment of legal closure, the primary, if not the ultimate, goal of the exercise, might be greatly delayed, if not made altogether impossible. The “doomsayers” claim that, if different international tribunals are seised of disputes concerning the same legal issues, they might render conflicting decisions, thus accruing uncertainty over what exactly certain norms of international law require. International law lacks clear rules of coordination for the resolution of jurisdictional conflicts between different international tribunals10. It does not provide for any jurisdiction-regulating rules, such as litispendence, or forum non conveniens (inappropriate forum)11. However, they are proven wrong by facts. For all the calls for the imminent “end of the world” there is little sign that the fragmentation of international jurisdiction has proven, in practice, as problematic as they said it was going to be. Indeed, this is the most interesting and perhaps most perplexing aspect of the question12. In theory, one would expect problems. The more courts there are, and the more cases they decide, the greater the chances that jurisdictional and jurisprudential conflicts might arise. To put it in simpler terms, the more cars in the road -and the road does not have traffic lights or signals- the greater the chances for accidents13. Yet, in practice, no one can point to a case of head-on collision between two international adjudicative bodies. At most, there have been a few announced clashes -which eventually did not take place- or some narrow escapes. For instance, the example that is usually cited to illustrate the dangers of contrasting jurisprudence is the divergent interpretations between the International Court of Justice and the International Criminal Tribunal for Yugoslavia of what constitutes “control” to attribute responsibility for activities of paramilitary units. In the Military and Paramilitary Activities case, in the mid80s, the International Court of Justice found that the actions of the “Contras” (i.e., the anti-governmental group) in violations of human rights and humanitarian law in Nicaragua could not be attributed to the United States. Command and control by the United States of the contras needed to be established act by act14. A decade later, in the appeal to the Tadić case, the International Criminal Tribunal for Yugoslavia, to determine whether the war in Bosnia and Herzegovina had been an international conflict, adopted a much stricter “overall control” standard. It took the view that acts committed by Bosnian Serbs could give rise to international responsibility of the Federal Republic of Yugoslavia (nowadays Serbia) on the basis of the overall control exercised by Belgrade over the Republika Srpska, without there being any need to prove that each operation during which acts were committed in breach of international law was carried out on the Yugoslavia’s (Serbia’s) instructions, or under its effective control15. A few weeks ago, in the Genocide case (Bosnia and Herzegovina), the International Court of Justice had the chance to reply to the International Criminal Tribunal for Yugoslavia. It bluntly explained how could it be that two courts had looked at the same issue and found differently. “The Court observes that the ICTY was not called upon in the Tadić case, nor is it in general called upon, to rule on questions of State responsibility, since its jurisdiction is criminal and extends over persons only. [...] The situation is not the same for positions adopted by the ICTY on issues of general international law which do not lie within the specific purview of its jurisdiction and, moreover, the resolution of which is not always necessary for deciding the criminal cases before it […]. It should [...] be observed that logic does not require the same test to be adopted in resolving the two issues, which are very different in nature: the degree and nature of a State’s involvement in an armed conflict on another State’s territory which is required for the conflict to be characterized as international, can very well, and without logical inconsistency, differ from the degree and nature of involvement
On the Road
To summarize, while conflicting jurisprudence is a problem in theory, in reality, it seems that whenever judges of different international courts disagree on the scope and interpretation of a given norm of international law they tend to resort to various jurisprudential techniques to avoid collision, trying to differentiate cases as much as possible, or, ultimately, a sort of judicial restraint or comity. This might sound very familiar to those trained in the common law tradition, and perplexing to those used to the civil law way. Yet, it should be stressed that similarities with common law jurisprudential discourse end at that. Courts, domestically, are part of a system. How courts of law contribute to lawmaking in a common law legal system is a highly codified process that has evolved over centuries. International courts have just recently emerged in significant numbers, they are not hierarchically organized, there are little or no rules to coordinate their actions and, in any event, international courts are not even supposed to engage in law-making. There is no stare decisis (to stand by things decided) principle in international law. Courts are not required to be consistent with their own precedents, and the canon is that rulings are law only as far as the given case and the given parties are concerned. And yet, everything seems to indicate that international courts go at great length not to depart from their own precedents; they treat with respect prior rulings of other courts and, if they feel the need to depart, are careful to distinguish situations and applicable law; and, most of all, rulings of international courts are increasingly looked at if not as law, in the formal sense, at least as highly persuasive as to the existence or content of a given norm. An international judicial system is arising de facto, in the minds, and through the actions, of the men and (few) women who sit on the bench of international courts23. Yet, given the stakes, one can wonder whether a de facto legal system is a long-term viable option and what democratic and international legal legitimacy international judges have to undertake such a revolution24. The reason why the International Law Commission has steered clear of the shoal of the fragmentation of the institutions that govern over international law is that, in the end, it might have little practical to say, and, if it did, it might likewise lack the legitimacy to do so. As it has been remarked, “the fact is that proliferating tribunals, overlapping jurisdictions and ‘fragmenting’ normative orders arise as effects of politics and not as technical mistakes or unfortunate side-effects of some global logic”25. International courts and tribunals are not created accidentally or spontaneously, indeed. If they are not legally and functionally related to each other, or to the extent that they are, it is because there has been a specific and deliberate will to make it so. Several international courts have been created either because those existing could not do the job or because they could not do it satisfactorily. Thus, for instance, the International Tribunal for the Law of the Sea was invented at a time when dissatisfaction with the International Court of Justice, particularly amongst developing countries, was at its peak. In addition, as the International Court of Justice is a generalist court, certain highly technical and self-contained legal regimes, like the international trade regime of the GATT/WTO26 agreements, called for specialized bodies. Finally, as the International Court of Justice is a “civil court”, and only states can appear before it, using it to hold criminal trials was not an option. To conclude, the International Law Commission has been reluctant to create, or just envisage, bridges between international courts when international courts are, by design, divided. Yet, as these bridges are being built nonetheless, de facto and day by day by international judges, one can wonder whether in a perhaps not too distant future the International Law Commission might reconsider the issue and return to the topic to sketch at least the barebones principles according to which the a constructive dialogue between courts could or should take place. If the International Law Commission will not pick up the challenge, a generation of scholars (legal, but also in politics, international relations, anthropology,
56 Puente@Europa
history, economics, to cite but a few relevant disciplines) has already started mapping out the dark side of the moon. Notes See, on this issue, the interview with Marttin Koskenniemi (Editorial Coordinator’s Note, E.C.N.). 2 “At the outset, [we] recognized that fragmentation raises both institutional and substantive problems. The former have to do with the jurisdiction and competence of various institutions applying international legal rules and their hierarchical relations inter se. The Commission has decided to leave this question aside. The issue of institutional competencies is best dealt with by the institutions themselves”; International Law Commission, Fragmentation of International Law: Difficulties Arising from the Diversification and Expansion of International Law, U.N. Doc. A/CN.4/L/.702, July 18th, 2006, para 8. See also U.N. Doc. A/CN.4/L.682, April 13th, 2006 (finalized by Martti Koskenniemi) (http://untreaty.un.org/ilc/ texts/1_9.htm). 3 Ibidem, p. 14. 4 For a comprehensive listing of international adjudicative bodies, see Cesare P. R. Romano, “The Proliferation of International Judicial Bodies: The Pieces of the Puzzle”, in Journal of International Law and Politics, Vol. 31, 1999, pp. 715-19. An updated version is reprinted in International Organizations as Law-Makers, Oxford, Oxford University Press, 2005, pp. 404-407 (www.pict-pcti.org/ publications/synoptic_chart/Synoptic%20Espanol.pdf). 5 Prosecutor v. Tadić, Decision on the Defence Motion for Interlocutory Appeal on Jurisdiction, October 2nd 1995 (www.un.org/ icty/tadic/appeal/decision-e/51002.htm); see also the comment of the European Court of Human Rights in Loizidou v. Turkey, en European Human Rights Report, Vol. 20, p. 133: “The International Court is a free-standing international tribunal which has no links to a standardsetting treaty such as the Convention.” 6 The International Court of Justice considered the question of immunity from jurisdiction of heads of states and high-level national official in the so-called Yerodia case and the Special Court for Sierra Leone did the same in the context of the prosecution of the former Liberian president Charles Taylor. See, Arrest Warrant of 11 April 2000 (Dem. Rep. Congo v. Belgium), International Court of Justice, Judgment of 14th February 2002 (available at www.icj-cij.org); Prosecutor v. Charles Ghankay Taylor, Case Number SCSL-03-01-I, Decision on Immunity from Jurisdiction, Special Court for Sierra Leona, 31st May 2004 (www.sc-sl.org/ Documents/SCSL-03-01-I-059.pdf). 7 See, e.g., Giorgio Gaja, “Relationship of the ICJ with Other International Courts and Tribunals”, in Andreas Zimmermann, Christian Tomuschat and Karin Oellers-Frahm (eds), The International Court of Justice: A Commentary, Oxford, Oxford University Press, 2006, p. 532, pp. 543-4; Shabtai Rosenne, The Law and Practice of the International Court, 1920-2005, Vol. I, Boston, Martinus Nijhoff Publishers, 2006, pp. 32-42; Pemmaraju Sreenivasa Rao, “Multiple International Judicial Forums: A Reflection of the Growing Strength of International Law or its Fragmentation?”, in Michigan Journal of International Law, Vol. 25, pp. 929-961, 2004; Gilbert Guillaume, “Advantages and Risks of Proliferation: A Blueprint for Action”, en Journal of International Criminal Justice, Vol. 2, n. 2, 2004, pp. 300-303; Société Française pour le Droit International, La juridictionnalisation du droit international, Paris, Editions Pedone, 2003; Yuval Shany, The Competing Jurisdictions of International Courts and Tribunals, Oxford, Oxford University Press, 2003, pp. 1-11; Nathan Miller, “An International Jurisprudence? The Operation of ‘Precedent’ across International Tribunals”, in Leiden Journal of International Law, Vol. 15, n. 3, 2002, pp. 483-526; Chester Brown, “The Proliferation of International Courts and Tribunals: Finding Your Way Through the Maze”, in Melbourne Journal of International Law, Vol. 3, n. 2, 1
Shopping for Human Rights”, in University of Pennsylvania Law Review, Vol. 148, n. 2, December 1999, pp. 285-400; AnneMarie Slaughter, “A Global Community of Courts”, in Harvard International Law Journal, Vol. 44, n. 1, 1993, pp. 191-221, 2003; Jenny S. Martínez, “Toward an International Judicial System”, en Stanford Law Review, Vol. 56, 2003, pp. 429-529; William W. Burke-White, “A Community of Courts: Toward A System Of International Criminal Law Enforcement”, in Michigan Journal of International Law, Vol. 24, 2002, p.1; Melissa A. Waters, “Mediating Norms and Identity: The Role of Transnational Judicial Dialogue in Creating and Enforcing International Law”, in Georgetown Law Journal, Vol 3, n. 2, January, 2005, pp. 487-574. For a summary and criticism of the various proposed solutions, see C. Romano, “The Shift from the Consensual to the Compulsory Paradigm in International Adjudication: Elements for a Theory of Consent”, cit. 14 Military and Paramilitary Activities (Nicaragua v. United Status of America), International Court of Justice, Judgment of 27th June, 1986 (available at www.icj-cij.org). 15 Case Prosecutor v. Tadić, IT-94-1-A, International Criminal Tribunal for the Former Yugoslavia, Judgment of the 15th July, 1999 (www.un.org/icty/tadic/appeal/judgement/index.htm). 16 Application of the Convention on the Prevention and Punishment of the Crime of Genocide (Bosnia-Herzegovina v. Serbia and Montenegro), Judgment of 26th February 2007, para. 403-405 (available at www.icj-cij.org). 17 Ibidem, para. 406 18 Ibidem, para. 223. 19 Commission v. Ireland, Case C-459/03, Court of Justice of the European Communities, Judgment of 30th May, 2006. The judgment, along with other materials associated with it, is available at http: //curia.europa.eu. Sweden intervened in support of Ireland. For a commentary of the judgment, see Constanze Semmelmann, “Forum Shopping Between UNCLOS Arbitration and EC Adjudication-and the Winner ‘Should Be’ the ECJ!”, in European Law Reporter, 2006, pp. 234-241; Karen Kaiser, “Ausschließliche Zuständigkeit des EuGH bei Auslegung und Anwendung von zum Gemeinschaftsrecht gehörenden Bestimmungen”, in Europäische Zeitschrift für Wirtschaftsrecht, Vol. 17, n. 15, 2006, pp. 464-472, p. 470. 20 Mox Plant (Ireland v. United Kingdom), Order No. 3, Suspension of Proceedings on Jurisdiction and Merits, Law of the Sea Convention Annex VII Arbitral Tribunal, 24th June, 2003), in International Legal Materials, Vol. 42, n. 5, September, 2003, p. 1187, suspended proceedings until 1st December, 2003. The Law of the Sea Annex VII Arbitral Tribunal, in its Order No. 4 of 14th November, 2003, suspended proceedings until the Court of Justice of the European Communities has issues its judgment. 21 Order No. 3, para. 28. 22 United Nations Convention on the Law of the Sea, December 10th, 1982, art. 282 (www.un.org/Depts/los/convention_agreements/texts/ unclos/unclos_e.pdf). 23 On this point, see Daniel Terris, C. Romano and Leigh Swigart, The International Judge: An Introduction to the Men and Women Who Decide the World’s Cases, University Press of New EnglandOxford University Press (forthcoming 2007), chapter 4. 24 International judges have only the powers that have been conferred on them by states and codified in the constitutive instruments of the specific court or tribunal. They may also have some residual powers that are implicit in the judicial function. These are the so-called implied powers. See, generally, Paola Gaeta, “The Inherent Powers of International Courts and Tribunals”, in Lal Chand Vohrah et al. (eds.), Man’s Inhumanity to Man. Essays on International Law in Honour of Antonio Cassese, The Hague, Kluwer, 2003, p. 353; S. Rosenne, op. cit., pp. 600-01. 25 M. Koskenniemi y P. Leino, op.cit., p. 561. 26 General Agreement on Tariffs and Trade (GATT); World Trade Organization (WTO) (E.C.N.).
Puente@Europa 57
On the Road
pp. 453-475, October 2002; Mireille Couston, “La Multiplication des Juridictions Internationales: Sens et Dynamiques”, in Journal du Droit International, Vol. 129, n. 1, pp. 5-53; Martti Koskenniemi and Päivi Leino, “Fragmentation of International Law? Postmodern Anxieties”, in Leiden Journal of International Law, Vol. 15, 2002, pp. 553-579; Thomas Buergenthal, “Proliferation of International Courts and Tribunals: Is It Good or Bad?”, in Leiden Journal of International Law, Vol. 14, 2001, pp. 267-275; Gilbert Guillaume, “The Proliferation of International Judicial Bodies-The Outlook for the International Legal Order: Speech to the Sixth Committee of the General Assembly”, 27th October, 2000; Philippe Sands, Ruth Mackenzie and Y. Shany (eds.), Manual on International Courts and Tribunals, London, Butterworths, 1999; Symposium, “The Proliferation of International Courts and Tribunals: Piecing Together the Puzzle”, in New York University Journal of International Law and Politics, Vol. 31, n. 4, 1991, pp. 679-933; Hugh Thirlway, “The Proliferation of International Judicial Organs and the Formation of International Law”, in Wybo P. Heere (ed.), International Law and the Hague’s 750th Anniversary, La Haya, T.M.C. Asser Press, 1999, p. 433; Gerhard Hafner, “Should One Fear the Proliferation of Mechanisms for the Peaceful Settlement of Disputes?”, in Lucius Caflisch (ed.), The Peaceful Settlement of Disputes Between States: Universal and European Perspectives, La Haya, Kluger, 1998, p. 25; Jonathan Charney, “Is International Law Threatened by Multiple International Tribunals?”, in Recueil des Courts, Vol. 271, 1998, pp. 101-382; Alan Boyle, “The Proliferation of International Jurisdiction and its Implications for the Court”, in Derek W. Bowett et al. (eds.), The International Court of Justice: Process, Practice and Procedure, London, The British Institute of International and Comparative Law, 1997, p. 124; Gilbert Guillaume, “The Future of International Judicial Institutions”, in International and Comparative Law Quarterly, Vol. 44, 1995, pp. 848-862; Laurence Boisson de Chazournes (ed.), Implications of the Proliferation of International Adjudicatory Bodies for Dispute Resolution, Proceedings of a Forum Co-Sponsored by the American Society of International Law and the Graduate Institute of International Studies, Genève, 1995. 8 On the problems created by the fact that most contemporary jurisdiction exercise compulsory jurisdiction, see C. Romano, “The Shift from the Consensual to the Compulsory Paradigm in International Adjudication: Elements for a Theory of Consent”, in New York University Journal of International Law and Politics (forthcoming 2007). 9 For some examples (up to late 2002), see Y. Shany, op. cit. For more recent examples, see C. Romano, “The Shift from the Consensual to the Compulsory Paradigm in International Adjudication: Elements for a Theory of Consent”, cit. 10 See especially Y. Shany, op. cit.; Vaughan Lowe, “Overlapping Jurisdiction in International Tribunals”, in Australian Yearbook of International Law, Vol. 20, 1999, p. 191. 11 Vaughan Lowe has argued that while it is arguable that the doctrines of res judicata (adjudicated issue), lis alibi pendens (dispute elsewhere pending) and abuse of process might be applied as jurisdiction-regulating rules, there is little evidence of a doctrine of forum non conveniens in international law: V. Lowe, op. cit., pp. 198-203; Yuval Shany also concluded that there is little evidence of any generally applicable principles on choice of forum in public international law: Y. Shany, op. cit., pp. 269-271. 12 In the second half of the ‘90s Jonathan Charney researched international jurisprudence and found little evidence of the woes feared by the critics of the proliferation of courts; J. Charney, op. cit. Yet, that study was carried out in the early days of the multiplication of fora and since then no other equally authoritative and comprehensive study has been carried out. 13 On the problems raised by competing jurisdictions, along with possible solutions, see generally Y. Shany, op. cit.; Andrew Bell, Forum Shopping and Venue in Transnational Litigation, Oxford, Oxford University Press, 2003; Laurence R. Helfer, “Forum
Constitutionalism in International Law: Comment on a Proposal from Germany1 On the Road
Armin von Bogdandy2
W
ith the establishment of two superpowers after World War II, the international power of the European states waned. While Germans and Italians realized this from their military defeats, it was the Suez crisis that taught it to policy makers in France and the United Kingdom3. Three European visions of a world order and the role of international law can be understood as a response to this insight. The first vision suggested following the superpower closest to your proper interests and convictions. It entails a rather realist understanding of international law, in particular on issues
58 Puente@Europa
of international peace and security. The second vision aimed at building a unified Europe that could look eye to eye with the other global powers, the multi-polar world vision. It would lead to a dual vision for the future of international law: a special law of a constitutional nature for those states taking part, and a rather traditional one with respect to all other states. The third vision implied the attempt to strive for a global legal community that could frame and direct political power in light of common values and a common good. This would entail a reconfiguration of international
as well as the rule of law domestically inside States for the benefit of human beings, who, in substance, are the ultimate addressees of international law” (23). The core principles of international law address and limit all forms of political power: this is the essence of the constitutional argument. He sees the traditional function of international law -to regulate interstate relations- as not only being supplemented with a constitutional function, but also with a further function similar to that of municipal administrative and private law: the new international law presents a “comprehensive blueprint for social life” (63). “International law has become a multi-faceted body of law that permeates all fields of life, wherever governments act for promoting a public purpose” (70 f.). International law now is “a common legal order for mankind as a whole” (28 f.). The traditional understanding of international law and municipal law as respectively dealing mostly with different issues is replaced by one in which fundamentally the same issues are addressed and regulated. Tomuschat’s vision is not one of separate spheres, but rather of an integrated, multilayered system. Tomuschat’s understanding rests on the premise that international law can direct and control social reality and (in particular) political power similarly to municipal constitutional or administrative law -an assumption not generally held. Tomuschat’s defense of international law does not deny that its norms are often vague and contested (26 f.). Nor does Tomuschat ignore the permanence of state sovereignty and the lack of strong global institutions, which do not allow international law and municipal law to be regarded in fully parallel terms. Despite these limits, he advocates a “positivist” legal discourse on international law, and assumes that it can operate similar to municipal public law. This assumption rests above all on a moral imperative:
The Roles and the Normativity of International Law
The State as an Agent of the International Community
Tomuschat’s construct attributes new prominence to international law, which he sees as having become paramount to all other law in many respects. This importance largely results from the challenge of globalization. “To the extent that the state forgoes or is compelled to relinquish its role as guarantor of the common interest of its citizens, common institutions should be established at regional levels or the universal level to compensate for the losses incurred”(42). In his view, some rules of international law fulfill a constitutional function with respect to the international realm and the municipal realm, “namely to safeguard international peace, security and justice in relations between States, and human rights
One of Tomuschat’s conceptual innovations that have become part of common scholarly discourse is the qualification of some important international treaties as “völkerrechtliche Nebenverfassungen”, i.e. as international law having a supplementary function for municipal constitutional law14. He radicalizes his former concept now in his General Course: here, the core principles of international law assume a foundational, rather than a merely supplementary, function for the state and its constitution. In the history of international scholarship, one finds several attempts to turn “upside-down” the relationship between municipal law and international law, between the state and the international
[D]iscourse on issues of international law must […] be couched in language that allows everyone affected by its operation to make its voice heard, fully to grasp arguments invoked by others and thus to engage in meaningful dialogue permitting to highlight on a common basis of understanding any controversial issues. […] Discourse on what is right or wrong must be crystal-clear and should not fall into the hands of a few magicians who invariably are able to prove that law and justice are on their side (28). Tomuschat is an enlightened positivist. He knows the shortcomings of international law as an instrument of social order as well as the rational limits of established legal reasoning. Nevertheless, he sees this established form of legal reasoning as the best way so far for lawyers to live up to undisputed postulates on how to carry-out their profession. Moreover, social theory and political philosophy, in particular, have never proved able to lead the debate on “right or wrong” better than have the established paths of legal reasoning12. The 20th century Kantian pragmatic response to relativism -the philosophy of the “as if” (“als-ob”)13- can support this methodological and constructive approach, the foundation of which (not of the law as such!) is an ethical premise.
Puente@Europa 59
On the Road
law often summarized as “constitutionalism”4. Commonly these three approaches are associated with the United Kingdom, France and Germany respectively. It would be, however, erroneous to equate constitutionalism with German public international law thinking. Certainly there are other approaches in German international law scholarship5, and international constitutionalism is most assuredly taught in other countries6. Nonetheless, the idea of understanding current international law as a building block of a global legal community has been a constant thread of thinking among many German international law scholars. Of the three German scholars (Hermann Mosler, Wilhelm Wengler and Christian Tomuschat) who have taught the General Course at The Hague Academy since 1945, two were prominent exponents of this approach to international law (Mosler and Tomuschat). In 1974, Hermann Mosler held the General Course under the title “The international society as a legal community”7. Since it was offered during the Cold War, it provides a dampened version of constitutionalism. Yet, it echoes the core concept of Walter Hallstein, his former superior in the nascent German Foreign Service and first president of the European Economic Community’s Commission. Hallstein had devised the term “legal community” (Rechtsgemeinschaft) in order to conceive and direct the embryonic European integration project8. It succeeded in inspiring the “constitutionalisation” jurisprudence of the Court of Justice of the European Communities9, laying the conceptual basis for the enormous power the Commission’s Legal Service wielded for decades as well as generally framing the political discourse. After the fall of the Iron Curtain, Christian Tomuschat taught (in 1999) a much bolder course titled: “Ensuring the Survival of Mankind on the Eve of a New Century”10. The present paper shall focus on certain elements of his teleological reconstruction of core concepts of current international law, rather than presenting a “night of the proms” from various authors11. The strengths of this thinking, as well as inherent tensions, will be addressed. Tomuschat’s ideas about the roles and the normativity of international law will be presented first. Among the various roles of international law, of particular importance is its constitutional function through legitimating, limiting and guiding politics. As a consequence, Tomuschat turns the dominant understanding of the relationship between international law and municipal constitutional law “upside-down”, whereby the state becomes an agent of the international community. The third step looks at the organization of the international community and discusses Tomuschat’s understanding of international institutions. Since he attributes to such institutions a substantial and autonomous role, the issue of international federalism is addressed. Yet, Tomuschat does not use this term for his model. This reticence may be explained by his view that international law possesses merely derivative democratic credentials and by an uncertainty about its “social substratum” in the “international community”. Finally, Tomuschat’s vision of international law is placed in the broad stream of universalistic thinking with its latest development being found in a recent text by Habermas. An evaluation will close this contribution.
On the Road
community15. Developments in international law after 1990, a point in time when the law formulated in 1945 appeared to have acquired substantial normativity (mainly, though by no means exclusively, through the Security Council’s activities), allowed for a fresh attempt to redefine this relationship. The novelty of Tomuschat’s approach is already apparent in his statement that the pertinent locus classicus -the debate over monism and dualism- is “fairly illusory” (363). The foundational role of international law is not conceived in formal terms as a relationship of delegated competences (Kelsen) or according to the doctrine of dédoublement fonctionnel (Scelle) (367). Tomuschat’s construction is based rather on substance, in particular on international human rights, a conception only possible after World War II: “The fact that the international community is progressively moving from a sovereignty-centred to a value-oriented or individual-oriented system has left deep marks on its scope and meaning” (237). Even for Tomuschat, the state remains the most important “actor” on the international plane. However, it assumes a “role” -and herein lies the innovation- in a “play” written and directed by the international community. “[P]rotection is afforded by the international community to certain basic values even without or against the will of individual States. All of these values are derived from the notion that States are no more than instruments whose inherent function it is to serve the interests of their citizens as legally expressed in human rights” (161 f.). “The international community […] views the State as a unit at the service of the human beings for whom it is responsible. Not only is it expected that no disturbances for other States originate from the territory of the State, it is moreover incumbent upon every State to perform specific services for the benefit of its citizens” (95). This understanding of statehood as an instrument of the international community to implement its core legal values does not correspond to the general understanding in legal scholarship, political science or the media. Tomuschat himself concedes that “the transformation from international law as a State-centered system to an individual-centered system has not yet found a definitive new equilibrium” (162) and that it is, moreover, “[a]t the present time … by no means clear which one of the two rivalling Grundnorms [sovereign equality or protection of basic values by the international community, A versus B.] will or should prevail in case of conflict” (162)16. This “weakness” does not necessarily diminish the value and usefulness of Tomuschat’s construction. Rather, it may be proof of the potential for normative legal evolution within legal texts through innovative legal scholarship -or as Hegel put it: once the ideas have been revolutionized, reality will not resist. The Institutional Set-up: a Federal International Order? International law, as Tomuschat construes it, supports a system of international governance. In current discussions, the institutional features of this system are hazy and disputed. Tomuschat enriches the pertinent debate by linking up the notion of “international governance” with public-law thinking on state government as developed over the last 300 years. This is a thoroughly legal approach: it looks (at least with one eye) to the past in order to meet a new challenge, with the help of analogy (analogia juris)17. His argument is based on the premise that the international community -as with any community- needs “a sufficiently broad set of legal norms in order to be able to deal efficiently with the many challenges arising in the course of history”(305): ubi societas, ibi ius (where there is society, there is law). Satisfying this need requires institutions with the following traditional governmental functions: a “legislative function” for enacting a “broad set of legal norms” and particularly for making “basic political decisions” (305); an “executive function”, i.e. a “machinery mandated to translate into concrete facts the law produced” (358); and a function concerning the “settlement of disputes”, i.e. the “application of these rules in
60 Puente@Europa
disputes” (390). Thus, at least the functions of the global institutions are fixed, something which gives direction for interpretation, further research and political proposals. If a convincing form of global governance needs international legislative, executive and judicial institutions, the question arises whether this governance requires the creation of a global federation. Tomuschat uses the terms “federal” and “federation” most carefully. They do not figure prominently in his text. One might assume that he has learned a lesson from the hostile reactions these terms encounter when used with respect to the European Union. It is possible however to qualify his vision as a federal one, thinking as reference a basic concept of federalism which define as “federal” any multi-level system of governance18. The international system as proposed by Tomuschat is such a multi-level system, in which the state “must accept to live in a symbiotic relationship with the institutions of the international community at regional and universal levels” (436). Moreover, the overall system features further integrative elements. First of all, it is the constitutional character of the international system which is understood as enshrining and securing (though not always successfully) the fundamental legal values. The principles of article 2 of the Charter of the United Nations and the core of international human rights enshrine those values “which humankind must uphold in order to be able to continue to live under peaceful conditions which permit individuals real enjoyment of human rights” (85)19. Hence, some international obligations are fundamental for municipal legal orders and, may therefore be considered as performing a constitutional function for the entire world. Secondly, Tomuschat proposes an international political system with a considerable degree of autonomy vis-à-vis the constituent states. This is particularly true for the legislative function: The international system cannot rely any more solely on treatymaking, where the sovereign State holds an unrestricted power of unilateral determination. In principle, treaties are instruments of self-commitment. No State can be forced to adhere to a given conventional régime, no matter how important that régime may be with a view to furthering community interests. To the extent that in international society other values are recognized, values that deserve protection irrespective of consent given by an individual State, treaties must lose their primary role as instruments for the creation of legal norms (306 f.)20. Tomuschat’s vision of international governance partially resembles the specific form of federalism realised in Germany and the European Union. In both systems, legislation that is enacted by the institutions at the higher level is executed by lower-level bodies. He holds: “it would be an erroneous assumption […] that the most promising way of facing up to the challenges of the future would be to centralize ever more functions in the hands of a world bureaucracy as the nucleus of a world government. International supervision and monitoring play an essential role […]. But there can be no genuinely sustainable international legal order if national systems of governance disintegrate” (435). Some authors believe the European Union indicates the direction the international system should take21, whereas Tomuschat presents European integration as exemplary for the global level far more cautiously (100). At the same time, nowhere does he assert that the experience of integration within the European Union is limited to its specific regional setting or that such developments cannot be replicated in a broader international context. The Substratum and Legitimacy of International Law A “thick” federal system requires not just an overarching organization of government, but also a genuine “social substratum”, i.e. a people or citizenry which provide that organization with original (not just derived) legitimacy22. Municipal law rests on
Take, for example, the following passages by Tomuschat: “As any other human community, the international community requires a sufficiently broad set of legal norms in order to be able to deal effectively with the many challenges arising in the course of history” (305); “the international community has realized in the last decade of the twentieth century that national efforts of combating crime must be complemented by international machinery” (431)23. The international community is presented above all as a community of values, enshrined above all in the international obligations erga omnes and of jus cogens (75 ff.). The role attributed by Tomuschat to states fits nicely into this understanding of the international community. States have legitimacy only to the extent that they respect and implement those fundamental obligations. The international community is even considered as having some institutions of its own. Thus, according to Tomuschat, “the Secretary-General should always promote the interest of the international community with resolute determination”; he is “an agent of the international community” (399). In addition, the Security Council is seen as an embryonic “community” institution (89)24. Yet, he recognises that many differences remain between the international community and the national community. Among the various differences between the international community and the national communities, the one which appears fundamental to Tomuschat’s thinking concerns the aforementioned concept of “the people”. As stated, “the people” is the fundamental point of reference in municipal law, because it is seen as the source of democratic legitimacy, which in turn serves as the foremost source of governmental legitimacy. In other words, the concept of “the people” gives an ultimate point of reference to the legitimacy discussion. With respect to international law, Tomuschat sees the “international community” as providing a source of legitimacy through (common) values, but it is not a source of democratic in-put. He concedes that international law “as a blueprint for social life” is problematic when examined under the democratic principle since “the quantity and quality of international obligations have reached a level that puts in jeopardy the right of framing independently the internal constitutional order” (184). In Tomuschat’s thinking, there is no substitute at the international level for the municipal source of democratic legitimacy that lies with the people. Accordingly, the term “international community” does not appear in his construction as a substitute for “the people”. Some scholars consider non-governmental organisations as the embryo of an international community that provides democratic legitimacy25. Tomuschat rejects this approach: “Since they [i.e., the
non governmental organisations] are products of societal freedom, they lack the kind of formal legitimacy which a government emerging from free democratic elections may normally boast of. Apart from their membership, there is no one to whom they are institutionally accountable. Therefore, non governmental organisations have never been regarded as the true voices of the peoples they are representing” (155). It is a defining feature of Tomuschat’s construction that international law has no source of “democratic” legitimacy on its own: its democratic credentials rest on the democratic processes within the states, and he sees no way to overcome this dependency. Tomuschat’s reticence with respect to federalism is due to an understanding that the upper level of a federal system requires its own democratic base. His scepticism in this respect distinguishes his approach from cosmopolitan federalism26. In many instances, Tomuschat presents the international community as a group of human beings which serves as the “social substratum” (though not as a source of democratic legitimacy) of international law and a possible point of reference similar to “the people“ in the municipal context. On the other hand, sometimes his usage is far more restricted and only succinctly indicates a number of legal developments without reference outside the law. He even defines the term “international community” “as an ensemble of rules, procedures and mechanisms designed to protect collective interests of humankind, based on a perception of commonly shared values” (88). As long as international society consisted of three different ideological blocs pursuing different and even contradictory objectives, each side could have the suspicion that general principles were the opening gate for attempts to introduce political bias into the international legal order. Controversy has not disappeared altogether from the international stage. On many issues, Western States, Russia, China and developing countries continue to hold different views, with many intermediate shades. But the sharp ideological divide has disappeared. No group of countries is opposed in principle to the recognition of human rights as an important element of the international legal order, almost no group rejects democracy as a guiding principle for the internal systems of governance of States. Given this rapprochement towards the emergence of a true international community, objections to general principles of law are progressively losing the weight which they carried 25 years ago (339). Tomuschat shows that current international law contains many features that allow for its evolution into a “common law of humankind” -a law through which humankind might address its pressing problems. Yet, this evolution will only happen if most human beings acquire a global perception of themselves as being part of a common group. Tomuschat’s construction of international law in his General Course may well contribute in driving forward such a perception for future decision-makers. Tomuschat’s Vision in the Universalist Context Tomuschat’s understanding of the essence and telos of contemporary international law can be located within the broad strand of universalistic thinking on international relations which features authors as diverse as certain Spanish scholastics, Grotius, and Kant. They share the premise that the possibility exists for a public order beyond the states, a public order with law and institutions that further the common good. An important contribution to this strand has recently been made by Jürgen Habermas, whose account of the future of international law sheds further light on Tomuschat’s construction. The title of Habermas’s piece (“Is there still a chance for the Contitutionalization of Public International Law?”) itself already appears to be a defence of Tomuschat’s core assumption: international law plays a constitutional role in any exercise of public authority.
Puente@Europa 61
On the Road
and refers to a people, a citizenry. Municipal public institutions (parliaments, governments and courts) are institutions of that group; the municipal institutional actors (politicians, lobbyists and officials) are -in one way or another- representatives of interests or values of that people. The concept “people” represents the focal point of reference for all political and legal processes. If international law increasingly assumes functions previously exercised by municipal law, a question arises concerning its point of reference. As long as this issue has not been settled, caution with respect to application of the term federal has good reasons. Under the traditional doctrine of international law, the focal point of reference is “the states”. Whereas municipal law originates from the people, international law originates from the states. States are usually understood as unitary actors which animate and control the international political and legal processes. However, in international discourse “the states” are being increasingly replaced by a new term: the international community. In a growing number of discourses, the notion of “international community” plays a role for international law and international politics similar to that played by the concept of the “people” in the municipal realm.
On the Road
Habermas considers this vision of international law and international relations to be in competition with three other approaches: the first, a traditional approach, sees the plurality of diverse states as the ultimate horizon of international law; the second approach advocates a world order based on liberal values, but subject to American hegemony rather than international law and common international institutions; and the third approach asserts a waning of public power, which undermines the premises of any constitutional rule. From Habermas’ perspective, the telos underlying Tomuschat’s construction makes it the one which is conceptually and normatively most convincing. Practical reason mandates that the telos of all law be the assurance of peace and freedom under the rule of law, rather than mere security, as in a Hobbesian perspective, via brute force (or American hegemony)27. The theoretical centrepiece of the Habermasian text consists of a reconstruction of Kant’s thought meant to overcome a conceptual problem which afflicts many “Kantian” approaches. In 1793, Kant indicated that the effective and enduring legal assurance of peace and freedom requires transnational institutions vested with public power over the constituent states28. Only two years later, however, he dismissed this idea, proposing only a “free federalism” without common institutions to enforce international law against wrongful state behavior. Kant’s reversal is not due to empirical insights, i. e. recognition of the unwillingness of the states of his epoch to accept entities with transnational power, rather to a conceptual inconsistency. In 1795, he considered international institutions vested with public power as incompatible with the idea of international law29. Habermas proves that this reversal results from an unnecessary conceptual straightjacket: the understanding of sovereignty as “indivisible”.30 Under that understanding, developed during the French revolution, there can be only one political centre. As a consequence, global institutions would steer the world as Paris has steered France since the 18th century. Such a centralized political order would probably trample on the plurality of forms of life which many citizens cherish, leading to a “seelenlosen Despotism” (soulless despotism) under which freedom vanishes31. However, as the United States Constitution has shown since 1787, sovereignty is indeed divisible. This allows for conceiving a federal system which consists of different layers of public authority. Thus, international federalism with operative international institutions is not conceptually inconsistent with the organization of political life in “thick” political communities, i.e. states. The core issue is not an either/or question, but rather how to design a multilevel system in a way that each layer of authority exercises only those powers matching its resources of legitimacy. Like Tomuschat, Habermas is well aware of the limited resources of democratic legitimacy upon which global institutions can rely; and like Tomuschat, he finds that such legitimacy can only be derived from democratic states32. Neither the participation of non governmental organisations nor global parliamentarian institutions appear as possible sources of proper legitimacy for global institutions. Thus, true powers of international institutions should be confined to fields which require little “democratic” legitimacy. According to Habermas, this is the case both for the “enforcement” of peace and for the basic requirements of human rights. These latter principles enjoy broad legitimacy since serious infringements meet throughout the world with the same moral indignation. This community of moral indignation could be seen as an agent of Tomuschat’s “international community”. Habermas advocates two types of global regimes. One is centred in the United Nations Security Council, which is vested as a supranational institution with true powers in order to “enforce” international peace and (the more) basic requirements of human rights. The other regime, which must deal with all legislative issues33, is not supranational, but rather transnational in nature:
62 Puente@Europa
In the light of the Kantian idea, one can imagine a political constitution of a decentralized global society, based on currently existing structures, as a multi-level system that for good reasons lacks state [staatlichen] character “in general”. Under this conception, an appropriately reformed global organization would effectively and non-selectively be able to fulfill vital, yet precisely specified, peacekeeping and human rights functions on the “supranational level” without having to assume the statal form of a global republic. On a middle, “transnational level”, the large globally competent actors would deal with the difficult problems not only of coordinating, but of configurating world domestic policy, particularly problems of the global economy and of ecology, in the framework of standing conferences and negotiating systems [...]. In the various regions of the world, nationstates would have to band together as continental regimes in the form of “foreign-policy -competent” EUs. On this middle level, international relations in a modified form would continue -modified already because under an effective United Nations security system the “global players” as well as others would be barred from resorting to war as a legitimate means of conflict resolution34. A constitutionalised international order is not as utopian as it might appear at first glance. Alongside numerous empirical observations, Habermas places a conceptual reminder. The international realm is not properly understood if conceived as the Hobbesian state of nature. At least some of the main actors are constitutional democracies whose constitutional tenets direct their action on the international plane35. Therefore, less evolutionary effort is needed to proceed from a largely horizontal international system to one with global institutions safeguarding core constitutional principles than would be to leave the Hobbesian state of nature between individuals. International constitutionalism, in this sense, is simply a complement to municipal constitutionalism and a further step in a process of civilization. Thus, unlike the municipal constitutionalism situation with its polarized “state of nature” versus “police state” context, international constitutionalism is not one of the alternatives in an either/or situation. The Way Ahead The above vision for international law advocates an international public order that efficiently safeguards universal principles and solves global problems. It would build on proper institutions which remain international in nature. These would be propelled by national governments (preferably democratically elected), which would be, however, no longer in a position to individually block the enactment or enforcement of international law. These international institutions would be in turn conscious of their statemediated (and thus limited) resources of democratic legitimacy and respectful of the diversity of their constituent states. A democratic global federation cannot exist, but there can be a better, more peaceful and more integrated world of closely and successfully co-operating democracies by way of efficient international institutions. It is incumbent upon the profession of international scholarship to contribute in achieving this objective. International constitutionalisation scholarship construes international law in light of a bold (but not unrealistic) telos, assuming one accepts the premise that a global order is possible.36 It provides a conceptually coherent vision that builds on the evolutionary path of American and European constitutionalism. The advocates of this approach do not deny that the current law can be read in different lights, nor that the thrust of current developments on the global scale does not precisely follow their vision, given the resistance towards a strong international public order by countries such as China, India, Russia or the United States.
Notes This paper is based on a broader version published with the same title at the Harvard International Law Journal, Vol. 47, n. 1, 2006, pp. 223-242, which was edited, under the supervisions of the Author, by the Editorial Board. 2 The author is grateful for comments by Sergio Dellavalle, Stefan Kadelbach and Erika de Wet on an earlier draft and for support by Isabel Feichtner and Robert Stelzer. 3 Bino Olivi, L‘Europa difficile: Storia politica dell’integrazione europea 1948-1998, Bologna, Il Mulino, 1998, p. 61. 4 It has deep roots in pre-war projects, see Hans Kelsen, Reine Rechtslehre, Wien, Franz Deuticke, 1934, pp. 115 et seq.; Georges Scelle, Le Pacte des Nations et sa liaison avec le Traité de Paix, Paris, Sirey, 1919, pp. 101 et seq., pp. 105 et seq.; Id., Précis de droit des gens, Paris, Sirey, 1932, pp. 188 et seq.; Walther Schücking, “Die Organisation der Welt”, in Wilhelm van Calker (ed.), Festschrift für Paul Laband, Tübingen, Mohr, 1908, p. 533; Alfred Verdross, Die Verfassung der Völkerrechtsgemeinschaft, WienBerlin, Springer, 1926. 5 For different views see, e.g., Wilhelm Wengler, “Public international law: paradoxes of a legal order”, in Recueil des cours, Vol. 158, 1977, pp. 9-86; among current scholarship, Ulrich Haltern, “Internationales Verfassungsrecht?”, in Archiv des öffentlichen Rechts, Vol. 128, 2003, pp. 511-557; Christian Hillgruber, “Souveränität-Verteidigung eines Rechtsbegriffs”, in Juristenzeitung, Vol. 57, n. 22, 2002, pp. 1072-1079: 1072 and 1075. 6 See, e.g., Pierre-Marie Dupuy, “The Constitutional Dimension of the Charter of the United Nations Revisited”, in Armin von Bogdandy y Rüdiger Wolfrum (eds.), Max Planck Yearbook of United Nations Law, Vol. 1, Leiden, Martinus Nijhoff Publishers, 1997. In the Netherlands even a chair for international constitutional law has been created at Amsterdam University in 2004, whose first and current incumbent is Erika de Wet; see, Erika de Wet, The International Constitutional Order, inaugural ceremony of the chair in International Constitutional Law at the University of Amsterdam 1
on February 25, 2005 (www.aup.nl/do.php?a=show_visitor_book&isbn=9789056293871); see also Id., “The Prohibition of Torture as an International Norm of Jus Cogens and its Implications for National and Customary Law”, in European Journal of International Law, Vol. 15, n. 1, 2004, pp. 97-121. 7 Hermann Mosler, “The International Society as a Legal Community”, in Recueil des cours, Vol. 140, 1974, pp. 1-320; Id., The International Society as Legal Community, Alphen aan den Rijn, Sijthoff and Noordhoff, 1980. On this course, see Robert Kolb, Les cours généraux de droit international public de l’Académie de La Haye, Bruylant, 2003, pp. 541 et seq. 8 Walter Hallstein, Der unvollendete Bundesstaat, Düsseldorf/Wien, Econ Verlag, 1969, pp. 252-255. 9 On this, see Joseph Weiler, “The transformation of Europe”, in Id., The Constitution of Europe. “Do the New Clothes Have an Emperor?” and Other Essays on European Integration, Cambridge, Cambridge University Press, 1999, pp. 10-96. 10 Christian Tomuschat, “International Law: Ensuring the Survival of Mankind on the Eve of a New Century, General Course on Public International Law”, in Recueil des cours, Vol. 281, 1999, pp. 9-438 [the number of pages indicated in the text always refers to this text (E.C.N.)]. On this course, R. Kolb, op. cit., pp. 1057 et seq. 11 There is an enormous variety of ideas, cf.: Bruno Simma, “From Bilateralism to Community Interest in International Law”, in Recueil des cours, Vol. 250, 1994-VI, pp. 9-216: 221; Bardo Fassbender, “The U.N. Charter as a Constitution”, in Columbia Journal of Transnational Law, Vol. 36, 1998, pp. 529-620: 574; Michael Cottier, “Die Anwendbarkeit von völkerrechtlichen Normen im innerstaatlichen Bereich als Ausprägung der Konstitutionalisierung des Völkerrechts”, in Zeitschrift für Internationales und Europäisches Recht, Vol. 9, n. 4/5, 1999, pp. 403-440; Jochen Frowein, “Konstitutionalisierung des Völkerrechts”, in Berichte der Deutschen Gesellschaft für Völkerrecht, Vol. 39, 2000, pp. 427-447: 431; Giovanni Biaggini, “Die Idee der Verfassung”, in Zeitschrift für Schweizerisches Recht, n. I, 2000, pp. 445-476; Jost Delbrück, “Structural Changes in the International Legal Order and its Legal Order”, in Zeitschrift für Schweizerisches Recht, Vol. 11, n.1, 2001, pp. 1-36; Robert Uerpmann, “Internationales Verfassungsrecht”, in Juristenzeitung, Vol. 56, n. 11, 2001, pp. 565-573; Christian Walter, “Constitutionalizing (Inter)national Governance”, in German Yearbook of International Law, Vol. 44, 2001, p. 170; Hauke Brunkhorst, Solidarität: von der Bürgerfreundschaft zur Globalen Rechtsgenossenschaft, Frankfurt, Suhrkamp, 2002; Otfried Höffe, Demokratie im Zeitalter der Globalisierung, München, Beck, 2002 (orig. ed. 1999); Brun-Otto Byrde, “Konstitutionalisierung des Völkerrechts und Internationalisierung des Verfassungsrechts”, in Der Staat, Vol. 42, n. 1, pp. 61-76; Thomas Cottier and Maya Hertig, “The Prospects of 21st Century Constitutionalism”, in Max Planck Yearbook of United Nations Law, Vol. 7, Leiden, Martinus Nijhoff Publishers, 2003, pp. 261-328; Stefan Kadelbach, “Ethik des Völkerrechts unter Bedingungen der Globalisierung”, in Zeitschrift für ausländisches öffentliches Recht und Völkerrecht/Heidelberg Journal of International Law, Vol. 64, n. 1, 2004, pp. 1-20; Matthias Ruffert, Die Globalisierung als Herausforderung an das Öffentliche Recht, Stuttgart, Boorberg, 2004, p. 38. Much debated has been Ernst-Ulrich Petersmann’s constitutional approach to international trade law, among his writing see Constitutional Functions and Constitutional Problems of International Economic Law, Fribourg, Westview Press, 1991; Id., “The WTO Constitution and Human Rights”, in Journal of International Economic Law, Vol. 3, n. 1, 2000, pp. 19-25; Id., “Constitutional Economics, Human Rights and the Future of the WTO”, in Aussenwirtschaft, Vol. 58, 2003, pp. 49-91. 12 This is confirmed by authors who earlier on paid little importance or even criticized “legal formalism”, see Jürgen Habermas, “Hat die
Puente@Europa 63
On the Road
At the same time, there is no reason to abandon a scientific project only because it is politically unfashionable37. Koskenniemi38 accuses the project of as having a hegemonic nature39. It is, however, difficult to see how this could be so -except perhaps that by presenting itself as a meaningful construction for all concerned it asserts itself as being universally acceptable40. Perhaps more substantial is the critique that there will remain a fundamental difference in normativity between public law in developed liberal states and public international law as long as there are no strong international institutions with a strong international law ethos. As a “legal” project, international constitutionalism might simply be a step too far and might lead to normative over-extension41. Also the danger of establishing powerful (yet evasive and irresponsive) bureaucratic regimes needs to be more thoroughly addressed42. Although there are some weaknesses, a final evaluation needs to look at the alternatives. According to Koskenniemi, the alternative vision for the development of international law is empowering disenfranchised groups largely outside of international institutions43. Objectively seen, it is difficult to explain this as the better alternative given the challenges. This is particularly true if one perceives legal scholarship above all as a practical science. In the current world, the practical proposals by “constitutionalist” authors appear in many instances preferable to those by others. Paraphrasing Kant: this vision might be vulnerable in theory, but in the current state of international relations and in view of the alternatives, it provides for a number of issues a convincing orientation for responsible practice. If that vision currently has no chance of full realization, one is tempted to refer to Camus’ ethics laid down in the “Mythe de Sisyphe” and conclude: “La lutte elle-même vers les sommets suffit à remplir le cœur d’un homme. Il faut imaginer Sisyphe heureux”44.
On the Road
Konstitutionalisierung des Völkerrechts noch eine Chance?”, in Id., Der gespaltene Westen, Frankfurt, Suhrkamp, 2004, pp. 113-193; Marti Koskenniemi, The Gentle Civilizer of Nations, Cambridge, Cambridge University Press, 2002, pp. 502 et seq. 13 Hans Vaihinger, Die Philosophie des Als Ob, Reuther & Reichardt, Meiner, 1911. 14 Christian Tomuschat, “Der Verfassungsstaat im Geflecht der internationalen Beziehungen”, in Veröffentlichungen der Vereinigung der deutschen Staatsrechtslehrer, Vol. 36, pp. 7-63: 51 et seq.; Robert Uerpmann, “The Constitutional Role of Multilateral Treatises”, in A. von Bogdandy y Jürgen Bast (eds.), Principles of European Constitutional Law, Oxford, Hart, 2006. 15 In particular, Hans Kelsen, Reine Rechtslehre, Wien, Deuticke, 1934, p. 150; Id., “Die Ei,nheit von Völkerrecht und staatlichem Recht”, in Zeitschrift für ausländisches öffentliches Recht und Völkerrecht/ Heidelberg Journal of International Law, Vol. 19, 1958, pp. 234-268. On the relationship between states and international community from a security perspective, see Puente @ Europa, Vol. III, n. 2, June, 2005. 16 At a later stage, he even asserts that “the international system still rests on national sovereignty” (389). Apparently, it is difficult for the legal scholar (as with anyone else) to situate his or her position within the course of historic evolution. 17 Ulrich Schroth, “Hermeneutik, Norminterpretation und richterliche Normanwendung”, in Arthur Kaufmann et al. (eds.), Einführung in Rechtsphilosophie und Rechtstheorie der Gegenwart, Heidelberg, C. F. Müller, 2004, pp. 270 y 278. 18 Mauro Cappelletti, Monica Seccombe and Joseph Weiler (eds.), Integration through Law: Europe and the American Federal Experience. A General Introduction, Vol. 1: Methods, Tools and Institutions, Berlin, de Gruyter 1985, pp. 3, 7-8, 12 et seq. 19 In more detail, C. Tomuschat, “Die internationale Gemeinschaft”, in Archiv des Völkerrechts, Vol. 33, n. 1, 1995, pp. 1-20: 7. 20 This understanding is elaborated in C. Tomuschat, “Obligations Arising for States without or against their Will”, in Recueil des cours, Vol. 241, 1993-IV, pp. 195-374. 21 For a more outspoken view, see Daniel Thürer: “From the point of view of world global order the EU seems to me to represent the most promising way of creating some structure capable of checking the abuse of economic and social power, and of directing social activities towards overriding common ends. The EU seems to be making the most successful effort so far to cope with the problematic effects of globalization and, perhaps it offers a model for new legal institutions to be created on a world-wide basis”; Daniel Thürer, “Discussion”, in Rainer Hofmann et al. (eds.), Non-State Actors as New Subjects of International Law, Berlin Duncker & Humblot, 1999, p. 92; for a sociological perspective, see Klaus Friedrich Röhl,”Das Recht im Zeichen der Globalisierung der Medien”, in Rüdiger Voigt (ed.), Globalisierung des Rechts, Baden-Baden, Nomos, 2000, p. 103. 22 Stefan Oeter, “Federalism and Democracy”, in A. von Bogdandy y J. Bast, op. cit. The issue of the legitimacy of international law addresses the rational grounds why international law may merit obedience, Daniel Bodansky, “The Legitimacy of International Governance: A Coming Challenge for International Environmental Law”, in American Journal of International Law, Vol. 93, n. 3, 1999, pp. 596-624; Sabino Cassese, “Lo spazio giuridico globale”, in Rivista trimestrale di diritto pubblico, Vol. 52, 2002, pp. 323-340: 331 et seq.; Mattias Kumm, “The Legitimacy of International Law: A Constitutionalist Framework Analysis“, in European Journal of International Law, Vol. 15, n. 15, 2004, pp. 931-960. 23 A much more outspoken view is presented by the Russian judge Vereshchetin at the International Court of Justice: “Mankind as a whole [...] tries to manifest itself in the international arena as an actor, as an entity”, V. Vereshchetin, “Discussion”, en R. Hofmann et al. (eds.), op. cit., p. 136. 24 This understanding sits uneasily with the assertion that “international organizations [...] possess no social substratum of
64 Puente@Europa
their own, but operate essentially as common agencies of their members” (91). 25 D. Thürer, “The Emergence of Non-Governmental Organizations and Transnational Enterprises in International Law and Changing Role of the State”, in R. Hofmann et al. (eds.), op. cit., p. 37 and p. 46. 26 For a taxonomy of the various positions see A. von Bogdandy, “Globalization and Europe: How to Square Democracy, Globalization, and International Law“, in European Journal of International Law, Vol. 15, n. 5, 2004, pp. 906-930. 27 J. Habermas, op. cit., p. 120. 28 Immanuel Kant, “Über den Gemeinspruch: Das mag in der Theorie richtig sein, taugt aber nicht für die Praxis”, en Id., Kleinere Schriften zur Geschichtsphilosophie, Ethik und Politik (edited by Karl Vorländer), Hamburg, Meiner, 1964, pp. 67, 112 et seq. 29 I. Kant, “Zum ewigen Frieden: Ein philosophischer Entwurf”, in Id., op. cit., p. 131. 30 J. Habermas, op. cit., pp. 125 et. seq. 31 I. Kant, “Zum ewigen Frieden: Ein philosophischer Entwurf”, cit., p. 147. 32 J. Habermas, op. cit., pp. 140 et seq. 33 Habermas therefore also validates the contested (see David Fidler, “Discussion”, in R. Hofmann et al. (eds.), op. cit. pp. 158-160) use of the separation of powers doctrine on the international level, J. Habermas, op. cit., p 173. 34 Ibidem, pp. 134-35 (footnotes omitted); see also reform proposals for the Security Council, Ibídem, pp. 172 et seq. 35 US Supreme Court Decision, Rasul v. Bush, n. 03-334, Argued April 20th 2004 - Decided June 28th 2004. 36 For a reconstruction of the relevant philosophical thought Georg Cavallar, “Cosmopolis. Supranationales und kosmopolitisches Denken von Vitoria bis Smith”, in Deutsche Zeitschrift für Philosophie, Vol. 53, 2005, pp. 49-68. 37 Similar for critical legal studies, Duncan Kennedy, “Two Globalizations of Law & Legal Thought: 1850-1968”, in Suffolk University Law Review, Vol. 36, n. 3, 2003, 631-679. 38 See on this issue, at the section On the road, the interview with Martti Koskenniemi (E.C.N.). 39 See also Martti Koskenniemi, “International Law and Hegemony: A Reconfiguration”, in Cambridge Review of International Affairs, Vol. 17, n. 2, 2004, pp. 197-218. 40 It must be conceded that the constitutionalist reconstruction needs to take into account more closely the relationship between the principles of current international law and the dramatic situation in the South. However, Koskenniemi’s critique that “the global public order […] is fully implicated in what can only be seen as a deeply unjust system of distributing material and spiritual values” also necessitates further proof (id. at § 2 of conclusion). 41 This argument has been elaborated for international trade law, see A. von Bogdandy, “Law and Politics in the WTO”, in Max Planck Yearbook of United Nations Law, Vol. 5, Leiden, Martinus Nijhoff Publishers, 2001, pp. 609-674: 615 et seq.; Robert Howse and Kalypso Nicolaidis, “Legitimacy and Global Governance: Why Constitutionalizing the WTO is a Step Too Far” (www.ksg.harvard.edu/m-rcbg/Conferences/trade/howse.htm). 42 Joseph Weiler, “The Geology of International Law - Governance, Democracy and Legitimacy”, in Zeitschrift für ausländisches öffentliches Recht und Völkerrecht/ Heidelberg Journal of International Law, Vol. 64, 2004, pp. 547-562: 561-62. 43 Martti Koskenniemi, “Global Governance and Public International Law”, in Kritische Justiz, Vol. 37, 2004, pp. 241-254: 253 et. seq. 44 “The struggle itself toward the heights is enough to fill a man’s heart. One must imagine Sisyphus happy”. Albert Camus, Le mythe de Sisyphe. Essai sur l’Absurde, Paris, Gallimard, 1977 (orig. ed. 1942), p. 166.
OBREAL
EULARO
in itinere
OBREAL/EULARO is a network of 23 academic institutions and research centres in Europe and Latin America. It was established with the financial support of the European Commission.
OBREAL/EULARO es una red integrada por 23 instituciones académicas y centros de investigación de la Unión Europea y América Latina que cuenta con el apoyo financiero de la Comisión Europea.
As the Commission noted in its founding document, the relationship between the EU and Latin America has become closer in every sphere over the last few years. Links exist in areas ranging from co-operation to biregional political dialogue (such as the summits in Rio de Janeiro 1999, Madrid 2002, Guadalajara 2004 and Vienna 2006), from trade relations to the strengthening of civil society networks. Nonetheless, relationships between European and Latin American institutions and organisations remain dispersed, un co-ordinated and relatively unknown.
Como ha destacado la Comisión en la convocatoria correspondiente, durante los últimos años hemos asistido a la intensificación de las relaciones entre Europa y América Latina en todos los ámbitos. Desde el diálogo político birregional (cumbres de Río de Janeiro 1999, Madrid 2002, Guadalajara 2004 y Viena 2006), a la cooperación; desde las relaciones comerciales al fortalecimiento de las redes de la sociedad civil. Sin embargo, el tejido de relaciones entre instituciones y organizaciones pertenecientes a Europa y América Latina está disperso, falto de coordinación y no tiene una difusión adecuada.
In keeping with the European Commission’s regional co-operation strategy for Latin America 2002-2006, OBREAL/EULARO therefore aims to “to identify and develop all the opportunities offered by the partnership between the two regions to create a better understanding of the regional and sectoral problems which shape policymaking”. For this purpose OBREAL/EULARO aims to complement and extend the existing work of its member organisations by providing a venue and platform for promotional and research activities taking place in each region. It also aims to create synergies between policymakers, decisionmakers, researchers and civil society actors, providing a ‘critical mass’ of actors able to respond to challenges which may arise . OBREAL/EULARO’s focus is on public policy making, and it aims to have an impact on the research community itself as well as on relevant social, economic and political actors. To ensure an optimal division of labour, taking full advantage of each organisation’s expertise, research and publications have been organised thematically into five working groups:
En este contexto, OBREAL/EULARO, presente en la estrategia de cooperación regional para América Latina 2002-2006 de la Comisión Europea, se propone como objetivo principal “identificar y desarrollar todas las posibilidades de asociación entre ambas regiones a fin de lograr una mejor comprensión de la problemática regional y sectorial que condiciona la configuración de las políticas”. Para alcanzar su objetivo principal, OBREAL/EULARO no cuenta solo con el trabajo de sus miembros, sino que pretende también servir de plataforma de promoción y lugar de encuentro de las actividades de difusión e investigación que sobre estos temas son llevadas a cabo en ambas regiones. Al mismo tiempo, pretende crear sinergias entre formuladores y decisores de política, investigadores y actores de la sociedad civil, para alcanzar una masa crítica que pueda dar respuesta a las problemáticas identificadas. El enfoque adoptado por OBREAL/EULARO está orientado a la formulación de políticas públicas y sus acciones están dirigidas tanto a la comunidad de investigación, como a actores políticos, económicos y sociales.
- Democracy, human rights and the rule of law
Para una mejor división del trabajo que haga énfasis en las especialidades de los distintos miembros de la red, la investigación y las publicaciones se han organizado en cinco grupos temáticos:
- Social and development cooperation
- Relaciones comerciales y finacieras e integración regional;
- Global governance and multi-regionalism
- Democracia, derechos humanos y estado de derecho;
- Civil society and institution building
- Cooperación social y para el desarrollo;
The following cross-cutting issues have also been identified, to be considered across each of the network’s research projects: human rights, the environment, minority groups, civil society, poverty and the impact of European Union enlargement.
- Gobernabilidad global y multi-regionalismo;
- Trade and financial relations and regional integration
- Sociedad civil y construcción institucional. Además, se han establecido temas de carácter horizontal, que abarcarán “transversalmente” las investigaciones de la red: género, derechos humanos, minorías, medio ambiente, sociedad civil, pobreza e impacto de la ampliación de la Unión Europea.
Puente@Europa 65
LA RED THE NETWORK
Centro de Investigación y Docencia Económicas, México D.F., México www.cide.edu Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia www.uniandes.edu.co Instituto de Estudios Peruanos, Lima, Perú www.iep.org.pe Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO www.flacso.org Secretaría General, San José de Costa Rica, Costa Rica Sede Académica Costa Rica Sede Académica México Programa Académico República Dominicana Sede Académica Guatemala Programa Académico Cuba Programa Académico El Salvador Sede Académica Ecuador Sede Académica Brasil Sede Académica Chile Sede Académica Argentina Instituto de Estudos do Trabalho e Sociedade, Rio de www.iets.org.br Janeiro, Brasil Fundação Centro de Estudos do Comércio Exterior, Rio www.funcex.com.br de Janeiro, Brasil Instituto de Estudos Econômicos e Internacionais, São Paulo, Brasil www.ieei.com.br Università degli Studi di Bologna, Representación en Buenos Aires, Argentina www.unibo.edu.ar Universidad de San Andrés, Buenos Aires, Argentina www.udesa.edu.ar Universidad Torcuato di Tella, Buenos Aires, Argentina www.utdt.edu
66 Puente@Europa
OBREAL / EULARO
ARO
Royal Institute of International Affairs - Chatham www.riia.org House, London, United Kingdom Instytut Spraw Publicznych, Warszawa, Polska www.isp.org.pl Lateinamerika-Institut, Freie Universität Berlin, Berlin, www.fu-berlin.de/lai Deutschland Comparative Regional Integration Studies, United Nations University, Bruges, Belgique www.cris.unu.edu Groupe de Recherches Interdisciplinaires sur l’Amerique Latine, Institut d`Etudes du Développement, Université Catholique de Louvain, Louvain-La-Neuve, Belgique www.dvlp.ucl.ac.be/GRIAL/default.htm Chaire Mercosur, Sciences Po, Paris, France chairemercosur.sciences-po.fr Istituto di Studi Latino-Americani e dei Paesi in Transizione, Università Bocconi, Milano, Italia www.isla.unibocconi.it Università degli Studi di Bologna, Bologna, Italia www.unibo.it Universidad de Deusto, Bilbao, España www.deusto.es Universitat de Barcelona, Barcelona, España www.ub.es Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, España www.uam.es Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, Sevilla, www.upo.es España Centro de Investigação e Estudos de Sociologia, www.cies.iscte.pt Lisboa, Portugal Instituto de Estudos Estratégicos e Internacionais, www.ieei.pt Lisboa, Portugal
Puente@Europa 67
Letter from the Coordinator An exit strategy for the constitutional crisis and EU-Latin American relations This letter is being written on 3rd June, 2007. It will be published after the June meeting of the European Council has come to a close. The principal outcome of this meeting will probably be the setting of a date for a new Intergovernmental Conference to draw up a new treaty which will replace the failed Constitutional Treaty and to devise an exit strategy towards a solution to the crisis in the integration process revealed by the difficulty in the treaty coming into force. The fundamental elements of this strategy will probably be the following: 1) as far as the political calendar is concerned, the problem should be resolved before 2009, that is to say, not only before the elections to the European Parliament, but also, and indeed above all, before the reopening of the tough negotiations on the mid-term revision of the multiannual financial perspectives. For that to happen, the new Intergovernmental Conference must be persuaded to draft the new treaty within a short period of time, and the process should be closed by the end of 2007 so that ratification may take place in 2008. 2) in terms of content, for both fundamental reasons (impossibility to change the political balance achieved in the Constitutional Treaty) and with an eye on the calendar (so as to avoid a protracted Intergovernmental Conference), it appears that the only possible solution is the following: a. no modification to be made to the content of the Constitutional Treaty in relation to changes to currently valid treaties; b. make the treaty more attractive rhetorically with some element that will allow it to be sold to public opinion (a reference to climate change is an obvious candidate in this sense); c. radically change the legal-political-institutional packaging: i. eliminate any and all of the rhetoric relating to the “constitutional” nature of the treaty (in this case, I refer to “rhetoric” because the so-called “constitutional” treaty was never anything but an international treaty of the type that have marked the European integration process down the years). ii. eliminate all symbols which may be perceived as indicating the constitutional nature of the treaty (references to the flag, the anthem, etc.) iii. from the legal point of view: - eliminate the proclamation of the precedence of community law over national law, which has now been recognised and accepted, but the express mention of which in the treaty has generated more legal-political problems than it has solved (i.e. none of the latter). - dispense with the idea that the new treaty will substitute previous ones, which will then become invalid. For that reason, the new treaty should once again be one which modifies those that came previously while, at the same time, does not affect their validity. If that were to be the case, while a certain amount of formal clarity would be lost, there would at the same time be conceptual and political clarity gained (indeed, the basic function of the constitutional treaty was none other than to modify previous ones). This would then justify the exclusion from the debate covering the ratification process of policies and rules that already existed and which are not included in the new text. If we take this to be the case, the new Intergovernmental Conference is faced with what could essentially be considered to be technical-legal work (the greater part of which will probably be, what is more, the work of the legal service of the Council): change the packaging without essentially modifying its content. The only problem that can be envisaged arising from this strategy emerges from the fact that the new treaty will have to be sold to public opinion in the respective member states in three distinct (or even contradictory) ways: a) in those states which have already ratified the constitutional treaty, public opinion must be persuaded that the new treaty is essentially the same as the previous one and that any changes made were simply of a formal nature; b) in France and the Netherlands, exactly the opposite strategy should be followed: their “no” to the Constitutional Treaty was successful because the new treaty does not aim to be “constitutional” in character; c) in the remaining countries, the public will have to be persuaded that the new Treaty is simply better than the Constitutional Treaty. In spite of these complications, it would seem that a solution to this problem is within the reach of the political classes of the member States. So, what does all of this have to do with European Union-Latin American relations? Even if, in my opinion, finding a solution to the problem created by the failure of the Constitutional Treaty will not resolve the problems at the heart of the European integration process (the failure being a consequence and not a cause of these problems), what goes without saying is the fact that finding a solution to these problems will be presented as a great success and as a means of giving new impetus to the ambitions of the EU, especially concerning external relations. The logical way to proceed, then, would be to demand that the next European Union-Latin America and the Caribbean Summit in May 2008 be also a great success in terms of rediscovered ambitions and that the tendency of previous summits, centred on the production of declarations which are more or less routine in nature and void of concrete content, should come to an end. Ramón Torrent, OBREAL/EULARO Coordinator
68 Puente@Europa
Carta del Coordinador Salida de la crisis constitucional y relaciones UE-América Latina Esta carta está escrita el día 3 de junio de 2007. Se publicará cuando la reunión de junio del Consejo Europeo se haya celebrado ya. Su principal resultado será, previsiblemente, convocar una nueva Conferencia Intergubernamental para redactar un nuevo tratado que sustituya al fallido Tratado Constitucional y de una salida a la crisis del proceso de integración puesta de manifiesto por su no ratificación. Los elementos básicos de la salida serán, probablemente, los siguientes: 1) en cuanto al calendario, debe haberse resuelto el problema antes de 2009, es decir, no sólo antes de las elecciones al Parlamento Europeo sino, sobre todo, antes de la reapertura de la áspera discusión sobre la revisión de medio período de las Perspectivas Financieras plurianuales. Es necesario para ello que la nueva Conferencia Intergubernamental exigida para la redacción del nuevo tratado sea muy breve y pueda cerrarse antes de acabar 2007, a fin de dejar 2008 para su ratificación. 2) en cuanto al contenido, tanto por razones de fondo (incapacidad de cambiar los equilibrios políticos alcanzados en el Tratado Constitucional) como por razones de calendario (evitar una Conferencia Intergubernamental larga), la única solución que parece posible es la siguiente: a. no modificar el contenido del Tratado Constitucional en lo que se refiere a las modificaciones que introducía en los tratados vigentes. b. embellecerlo, más o menos retóricamente, con algún elemento que permita venderlo a las opiniones públicas (una referencia al cambio climático es un candidato obvio en este sentido). c. cambiar radicalmente el envoltorio jurídico-político-institucional: i. eliminar toda la retórica relativa a la naturaleza “constitucional” del tratado (digo “retórica” porque el tratado llamado “constitucional” nunca dejó de ser un tratado internacional como cualquier otro de los que jalonan el proceso de integración europeo). ii. eliminar toda la simbología pretendidamente constitucional (referencias a la bandera, el himno y demás). iii. desde el punto de vista jurídico: - eliminar la proclamación de la primacía del derecho comunitario sobre el derecho nacional, ya reconocida y aceptada, pero cuya proclamación expresa en el tratado generaba muchos más problemas jurídico-políticos de los que resolvía (que era ninguno). - abandonar la idea de que el nuevo tratado sustituye a los precedentes, que quedan derogados. Por tanto, el nuevo tratado sería, una vez más, un tratado modificativo que deja vigentes a los anteriores. Se pierde así claridad formal pero se gana claridad conceptual y política (en efecto, la función básica del tratado constitucional no era otra que modificar los tratados anteriores) y se justifica que, en el proceso de ratificación, se excluya de la discusión las políticas y reglas preexistentes, que no quedan incorporadas en el nuevo texto. En esta perspectiva, la nueva Conferencia Intergubernamental queda confrontada, por lo esencial, a un trabajo técnico-jurídico (que en su mayor parte, además, quedará muy probablemente a cargo del servicio jurídico del Consejo): cambiar la vestimenta del tratado constitucional sin modificar por lo esencial su contenido. El único problema previsible con esta estrategia radica en el hecho de que el nuevo tratado deberá venderse a las respectivas opiniones públicas de los distintos Estados miembros de tres maneras distintas (incluso contradictorias): a) a las de los estados que ya han ratificado el Tratado Constitucional, se las deberá convencer de que el nuevo tratado es esencialmente igual al anterior y de que los cambios son simplemente formales; b) a las de Francia y los Países Bajos, de exactamente lo contrario: que su “no” al Tratado Constitucional ha tenido éxito porque el nuevo tratado ya no pretende ser “constitucional”; c) y a las del resto de países, que el nuevo tratado es simplemente mejor que el tratado constitucional. Pero la solución a este problema sí parece estar al alcance de las clases políticas de los Estados miembros. ¿Qué tiene que ver todo esto con las relaciones Unión Europea-América Latina? Pues que, si bien, en mi opinión, la salida al problema creado por el fracaso del Tratado Constitucional no resolverá los problemas de fondo que aquejan al proceso de integración europea (de los que aquel fracaso fuera consecuencia y no la causa), lo que es indudable es que será presentada como un gran éxito y como una manera de recobrar las ambiciones, sobre todo por lo que se refiere al ámbito de las relaciones exteriores de la Unión. En este contexto, sería lógico exigir que la nueva Cumbre Unión Europea-América Latina y Caribe de mayo de 2008 sea también un gran éxito, a la medida de las ambiciones reencontradas, y rompiera con la tendencia de las últimas cumbres, centradas en la producción de declaraciones más o menos rutinarias y vacías de contenidos concretos.
Ramón Torrent, Coordinador OBREAL/EULARO
Puente@Europa 69
The OBREAL/EULARO Newsletter started its publication in Spanish in April 2005, as an ongoing tool to update past and future activities for its members and all those who are interested in integration processes and relations between Europe and Latin America. We also included press reviews with the latest news on integration processes (both in Europe and Latin America) with special reference to the main themes of the network. You will find below a short review of the information covered in the last six issues of the newsletter, published from April to the middle of June. Latin America During this period, several meetings were held, aimed at promoting regional dialogue on social and cultural themes while, at the same time, addressing concrete initiatives in the economic sphere. Among the Mercosur News items (Newsletter n. 50), we should mention discussions centred on the setting up of the Banco del Sur, a proposal which was put forward by Venezuela with the aim of establishing a South American institution which would financially promote development, productivity and competitiveness projects in the region. The initiative was greeted, by some, with enthusiasm and, by others, with scepticism, as far as its viability and the opportunity to create yet another institution when some already exist providing exactly this type of financial supports. The countries which are to make up the Banco del Sur seem to be satisfied as to the viability of the project and it should take off towards the end of June. The need to create a new institution was discussed on the fringes of the Annual Assembly of the Inter-American Development Bank (n. 46), one of those institutions supposedly fulfilling a similar role to that to be undertaken by the Banco del Sur. One of the most interesting points emerged from these debates concerned the power relations within international organisations, relations which frequently stand as an obstacle to changes being made within the organisations themselves and which are therefore considered the very justification for proposals aimed at the setting up of new institutions. Projects which the new institution may fund include those associated with the regional energy infrastructure. Indeed, several meetings dealt with the relationship between integration and energy in Latin America (n. 48): on a regional level, for example, the South American Energy Summit dealt with that very topic while, at a bilateral level, the issue was included on the agenda of several meetings. Faced with an international push towards the reduction of the level of fossil fuel consumption due to the negative consequences on the environment, Brazil was active in promoting possible cooperation on biofuels. European Union The celebration of the 50th Anniversary of the Treaties of Rome (n. 46), together with Europe Day (n. 49), was an opportunity to continue discussions on the process of regional integration, discussions which had been carried out, for a number of months, with the then upcoming French elections very much in mind (Election time in Europe n. 48). The challenges facing the “old continent” in the field of decisionmaking within the European Union, the strengthening of the Union’s international role and the question of the democratic legitimacy of the integration process were among the main issues under consideration. The German Presidency of the Council of the European Union was especially active in promoting contacts between countries aimed at achieving an agreement on the constitutional treaty, seen as a fundamental prerequisite to improve the European rhythm (n. 50). Meanwhile, the High Representative for the Common Foreign and Security Policy, Javier Solana, on receiving the Charlemagne Prize for his work in favour of European integration, highlighted the importance of the international role of the European Union as a way to legitimize it vis-à-vis its own members. Biregional relations No progress was noted in negotiations between the European Union and countries of South America (n. 51) in these past few months. Bilateral approaches carried out by the EU since last year, which materialised towards the end of May with the proposal for a strategic association with Brazil, were regarded with suspicion in some quarters. However, several meetings were held between the two regions, resulting in exchanges of opinions and agreement on various topics. The European Union-Rio Group Summit (n. 48) took up the situation of Partnership Agreements with Latin American sub regions and issues related to the environment and energy (n. 47). The European Union is seeking to take a lead in international agreements on climate change and, not by chance, has initiated a dialogue with Latin America on these topics, showing interest in the development of biofuels with countries of the region. Other topics have been addressed in these meetings, none of which have been exempt from controversy. The issue of Spanish overtures to Cuba, a bilateral initiative, has reopened the debate over European Union foreign policy with regards to that country (European Union-Latin America News, n. 47), while the repercussions of the RCTV case (n. 51), in which the government of Venezuela decided not to renew the station’s broadcasting license, sparked debate in the plenary session of the European Parliament. Finally, deputies of the European Parliament were present at the first session of the Mercosur Parliament (n. 49), which took place at the start of May, where the role of parliamentary institutions in integration processes was discussed.
Luciana Gil, Editor OBREAL/EULARO Newsletter * Registration for this Newsletter is free; please check our website: www.obreal.org.
70 Puente@Europa
Desde abril de 2005 publicamos el OBREAL/EULARO Newsletter con la idea de que fuera una herramienta de constante actualización de las actividades pasadas y futuras de la red, tanto para sus miembros como para todos los interesados en los procesos de integración y en las relaciones entre Europa y América Latina. También elaboramos quincenalmente resúmenes de prensa sobre los últimos acontecimientos relacionados a las temáticas principales de la red e intentamos mantener un hilo conductor con hechos anteriores. A continuación presentamos una breve reseña sobre la información abordada en los últimos seis números, publicados desde abril hasta mediados de junio. América Latina Diversas reuniones que tuvieron lugar durante estos meses promovieron el diálogo regional en torno a temas sociales y culturales, a la vez que abordaron iniciativas concretas en materia económica. Entre las Noticias Mercosur (Newsletter n. 50) se han destacado las discusiones relativas a la creación del Banco del Sur, una propuesta que impulsa Venezuela con el objetivo de formar una institución sudamericana que provea financiamiento a los países de la región para proyectos que apunten al desarrollo, la productividad y la competitividad. La iniciativa provocó reacciones de entusiasmo y de duda sobre la factibilidad y la necesidad de crear una nueva institución con estos objetivos, cuando ya existen instituciones internacionales que proveen ese tipo de financiamiento. Los países que lo conformarán parecen haber confirmado la factibilidad del proyecto, que se inauguraría hacia fines de junio. Sobre la necesidad de crear una institución nueva se discutió “en los pasillos” de la Asamblea Anual del Banco Interamericano de Desarrollo (n. 46), justamente una de las instituciones que cumple funciones similares a las que tendría el Banco del Sur. De estos debates, probablemente el aspecto más interesante haya resultado la reflexión sobre las relaciones de poder en las organizaciones internacionales, que se muestran como un obstáculo a los cambios en su propio seno y se transforman en el estímulo y la justificación de las propuestas sobre nuevas instituciones. Entre los proyectos que, según se adelantó, podría financiar la nueva institución se encuentran aquellos de infraestructura energética regional. Distintos encuentros abordaron la relación entre integración y energía en América Latina (n. 48): a nivel regional se destacó la I Cumbre Energética Sudamericana, a nivel bilateral, variadas reuniones entre mandatarios incluyeron el tema en la agenda. En especial, Brasil se mostró activo en promover la cooperación para el desarrollo de biocombustibles, en momentos en que se busca reducir la utilización de combustible fósil a nivel internacional, dadas sus consecuencias negativas para el medio ambiente. Unión Europea Los festejos por el 50º Aniversario de los Tratados de Roma (n. 46), al igual que los relativos al Día de Europa (n. 49), fueron una oportunidad para continuar las reflexiones sobre el proceso de integración regional, que estuvieron teñidas, durante estos meses, por las perspectivas acerca de las elecciones francesas (Tiempo de elecciones en Europa, n. 48). Las principales cuestiones reiteradas en estas reflexiones fueron los desafíos del viejo continente en tanto a la agilización del mecanismo de toma de decisiones al interior de la Unión Europea, al fortalecimiento de su rol internacional y a la legitimidad ante los ciudadanos del proceso de integración. En relación a las dos primeras, la presidencia alemana del Consejo de la Unión Europea se ha mostrado activa en los contactos entre países para lograr un acuerdo sobre el tratado constitucional, al que se ve como un requisito fundamental para mejorar el ritmo europeo (n. 50). Por su lado, el Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana, al recibir el premio Carlomagno por su acción a favor de la integración europea, destacó la importancia que adquiere el rol internacional de la Unión Europea en relación a la legitimidad del proceso para con sus propios. Relaciones birregionales Las negociaciones de la Unión Europea con Sudamérica (n. 51) no han progresado durante estos meses, e inclusive el enfoque que la Comisión Europea promueve desde el año pasado para fortalecer las relaciones bilaterales, materializado a fines de mayo con en la propuesta de Asociación estratégica con Brasil, ha sido visto por algunos con desconfianza. Pese a esto, se llevaron a cabo diversas reuniones en las que tanto la región europea como la latinoamericana intercambiaron opiniones y acuerdos sobre variados temas. En la cumbre Unión Europea-Grupo de Río (n. 48), además de tratarse la situación de los Acuerdos de Asociación con las subregiones latinoamericanas, se retomaron las cuestiones relativas a medio ambiente y energía (n. 47). La Unión Europea busca liderar acuerdos internacionales en materia de cambio climático, y en este sentido ha impulsado el diálogo con América Latina, mostrando interés en desarrollar biocombustibles con países de la región. Pero también otros temas han motivado intercambios entre ambas regiones, en ningún caso exentos de controversias. Por un lado, el acercamiento español a Cuba, como iniciativa bilateral, reavivó el debate sobre la política exterior de la Unión Europea hacia el país (Noticias Unión Europea-América Latina, n. 47); por el otro, las repercusiones del caso RCTV (n. 51), en el que el gobierno venezolano decidió no renovar la licencia de transmisión al canal, provocaron un debate en sesión plenaria del Parlamento Europeo. Por último, cabe destacar la presencia de diputados europeos en la primera sesión del Parlamento del Mercosur (n. 49), que tuvo lugar a principios de mayo y promovió la reflexión sobre el rol de las instituciones parlamentarias en los procesos de integración. Luciana Gil, Editora OBREAL/EULARO Newsletter * Si desea recibir quincenalmente el newsletter puede suscribirse a través del sitio web www.obreal.org.
Puente@Europa 71
Agenda OBREAL EULARO A continuación, presentamos una síntesis de las próximas actividades organizadas por OBREAL hasta la finalización de 2006.
Seminario preparatorio para la Cumbre Unión Europea–América Latina y el Caribe Las PyME en la agenda Europa–América Latina y el Caribe. “Universidad, empresa y gobierno: experiencia argentina de articulación institucional en la producción de información para la promoción de las PyME” Buenos Aires (Argentina), 13 de julio de 2007.
Organiza:
- Fundación Observatorio Pyme; - Observatorio de las Relaciones Unión Europea-América Latina.
Auspician:
- Secretaría General Iberoamericana.
Invitan:
- Unión Industrial Argentina; - Universidad de Bologna, Representación en Buenos Aires.
Objetivo general:
Objetivos específicos:
- El objetivo general del seminario es elaborar un documento sobre buenas prácticas en la producción de información para la promoción de las pequeñas y medianas empresas en América Latina y el Caribe a partir de la experiencia argentina del Observatorio PyME.
- Ilustrar y debatir la experiencia argentina del Observatorio PyME entre empresarios, funcionarios públicos, investigadores y representantes de gobiernos y organismos de Europa y América Latina. - Identificar buenas prácticas en la producción de información para la promoción de las PyME en pos de elevar una propuesta de cooperación en la próxima Cumbre UE-ALC que tendrá lugar en Lima (Perú) en 2008.
Programa “Las PyME industriales como agentes económicos de relevancia y sujetos de cooperación internacional” Juan Carlos Lascurain, Presidente de la Unión Industrial Argentina Giorgio Alberti, Director de la Universidad de Bologna, Representación en Buenos Aires Enrique Iglesias, Secretario General de la Secretaría General Iberoamericana “Los Observatorios Pyme como instrumento de producción de datos para la acción” Vicente Donato, Director de la Fundación Observatorio PyME y vice director de la Universidad de Bologna, Representación en Buenos Aires “Universidad, empresas y gobierno: la experiencia de los actores” Ricardo Khayat, Presidente de la Unión Industrial del Chaco Hugo Fernández Acevedo, Director de la Dirección Provincial de Estadística de la Provincia de Buenos Aires, Ministerio de Economía de la Provincia de Buenos Aires Testimonio de funcionarios públicos, líderes empresariales y autoridades académicas que conforman los “pactos territoriales” para el desarrollo de las Pyme, promovidos por la Fundación Observatorio Pyme “Hacia un Observatorio Pyme latinoamericano: la visión de los países vecinos”
72 Puente@Europa
Patricia Romero, Directora del Departamento de Información de la Dirección Nacional de Artesanías, Pequeñas y Medianas Empresas del Ministerio de Industria, Energía y Minería de la República Oriental del Uruguay Darío Peralta, Gerente de la Organización Nacional Promotora de la Estrategia de la Competitividad del Ministerio de Industria de la República del Paraguay Rosella Cominetti, Jefa de la División Desarrollo Productivo del Ministerio de Economía de la República de Chile Mario López Chavarri, Ministro Consejero de la Embajada del Perú en Argentina Gustavo Alberto Martino, Director de Promociones de Exportación del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina “Conclusiones del debate: las perspectivas para las próximas cumbres Europa - América Latina y el Caribe” Matías Kulfas, Subsecretario de la Pequeña y Mediana Empresa y Desarrollo Regional, Ministerio de Economía de la República Argentina Federico Poli, Jefe de la División de Asuntos Económicos de la Secretaría General Iberoamericana Alexandra Bensch, Jefa de Cooperación de la Delegación de la Comisión Europea en Argentina
Congreso en conmemoración de los 50 años de FLACSO Congreso latinoamericano y caribeño de ciencias sociales Quito (Ecuador), 29-31 de octubre de 2007.
Presentación:
Objetivos:
La Secretaría General, las sedes de Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México y los Programas de Cuba, El Salvador y República Dominicana de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), han invitado a la comunidad de científicos/as sociales a participar en el Congreso Latinoamericano y Caribeño de Ciencias Sociales, que se realizará en conmemoración de los 50 años de la Facultad1.
El evento tiene por objetivo proporcionar una plataforma de encuentro y debate sobre los desafíos para la integración y concertación latinoamericana a partir de 15 ejes temáticos así como pasar revista al estado de la investigación sobre la realidad social, política y económica de la región.
Ejes temáticos y responsables: Democracia y procesos políticos
Felipe Burbano de Lara
Relaciones internacionales e integración
Olaya Hanashiro
Economía y modelos de desarrollo (trabajo y mercado laboral)
Juan Ponce Jarrín (Betty Espinosa)
Medio ambiente, sociedad y gestión del riesgo
Guillaume Fontaine
Estudios de género
Mercedes Prieto
Etnicidad, identidades y movimientos sociales
Carmen Martínez y/o Fernando García
Pobreza, exclusión y desigualdad
Pedro Montalvo
Historia y pensamiento social
Eduardo Kingman
Sociedad, cultura y literatura
Carlos Arcos Cabrera
Migración y población
Gioconda Herrera
Gobierno y desarrollo local
Luciano Martínez
Estudios de la ciudad
Fernando Carrión
Educación
Ana María Goetschel
Seguridad
Fredy Rivera
Comunicación, cultura y política
Mauro Cerbino
Eventos especiales: En el marco del congreso tendrán lugar, además, los siguientes eventos: Reunión del Comité Directivo y Comisión Docente de FLACSO: El 25, 26 y 27 de octubre de 2007, se reunirán el Comité Directivo y la Comisión Docente de FLACSO. El Comité Directivo, que tiene a su cargo la coordinación de las actividades docentes, de investigación y de cooperación técnica de la FLACSO, está integrado por los directores de las sedes académicas de la Facultad. Reunión de la Asamblea General y el Comité de Coordinación de OBREAL: el día 27 de octubre tendrán lugar la Asamblea General de OBREAL y la reunión del Comité de Coordinación de la red. Reunión de la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES): la CRIES, organismo internacional no gubernamental, conformado por entidades de la sociedad civil del Caribe y América Latina, se reunirá en el marco del Congreso. Concurso internacional de ensayos: FLACSO-Ecuador convoca al concurso internacional de ensayos sobre “La producción de ciencias sociales en América Latina”. El concurso se realiza en el contexto de
1
las celebraciones de los cincuenta años del sistema FLACSO y de los diez años de publicación de ICONOS, Revista de Ciencias Sociales. Feria Internacional de Libro: se realizará en las instalaciones de FLACSO-Ecuador entre el 29 y el 31 de octubre. Encuentro Latinoamericano de la Red de Investigadores Latinoamericanos de Economía Social y Solidaria (RILESS): esta red busca contribuir a dar fundamento científico y sólidas bases empíricas tanto al pensamiento estratégico como a las acciones referidas al desarrollo de formas de economía alternativa que vienen emergiendo durante la última década y media en América Latina. Como parte de las actividades participarán Paul Singer, Luiz Inacio Germany Gaiger y José Luis Coraggio de una mesa sobre Economía Social y Solidaria. Además de discutir las estrategias a seguir a futuro con la RILESS, se propondrá un debate sobre la situación de las iniciativas de economía social y el posible papel de las políticas públicas al respecto.
Más información sobre el congreso en www.congresoflacso50.org.
Puente@Europa 73
Eventos organizados y/o auspiciados por los miembros de OBREAL Puente @ Europa and Nueva Sociedad joint presentation Buenos Aires (Argentina), 28th March, 2007. The joint presentation of the journals Puente @ Europa and Nueva Sociedad was an occasion to bring together different perspectives on the question of welfare state and social policies in Europe and Latin America. Both issues, analysing the experiences of privatisations carried out in Latin America, especially since the early 90’s, also reflected on the role of the state and the participation of the private sector in the administration of public services. Introducing the issue of Puente @ Europa on "The roads to welfare: towards a comparison between Europe and Latin America", Lorenza Sebesta referred to the classic analysis by Karl Polanyi1 in order to stress the necessity to study the economy and society as part of the same whole, thus allowing for social policy to be conceptualised as a product of a balance between social forces which develop within a certain historic context -a balance which political intervention may either consolidate or modify. Joachim Knopp, for his part, focused on the differing evaluations given to the results of neoliberal reforms in Latin America and introduced the topic of the issue of Nueva Sociedad devoted to: "Privatisations: 15 Years On"2. The two invited speakers, Eric Calcagno and Julio Sevares, highlighted the need to reopen the debate on these topics. Eric Calcagno referred to the book by Albert Hirschmann, Deux siècles de rhétorique réactionnaire3, in which the author details the onslaught of reactionary rhetoric against progressive ideas (firstly liberty, then universal suffrage and finally the welfare state), and its continuous use of topics related to the supposedly harmful affects, the lack of usefulness and the risks included in those ideas. These concepts need, therefore, to be debated in order to repel such attacks and, for this reason, Calcagno considered that both the Instruments of analysis section and the On the Road section of the abovementioned issue of Puente @ Europa were a interesting starting point from which to proceed. Following on a brief overview of the main arguments presented in the articles and interviews included in the issue, Calcagno focused on an essay which discussed the possibility of arriving at a new developmental model for Latin America ("Welfare Systems and States: Lessons from Contemporary Literature" by Sônia Miriam Draibe). With this in mind, Calcagno highlighted some tendencies in the recovery of the Argentine economy in recent years which could point at the same direction. Among these, he referred to the achievement of sustained growth, competitive exchange rate, external and fiscal surpluses, pension system reform, a redirecting of the education system towards a more technical training, an increase in public works and a wider vision of regional integration, not only from a commercial point of view, but a geopolitical one also.
Julio Sevares, meanwhile, referring to this last idea, remembered the 50th anniversary of the signing of the Treaty of Rome (signed on the 25th of March 1957) which brought about the European Union, an integration process started by countries of the "Old Continent" with the aim of resolving differences and conflicts between them. Latin America has looked upon this process as a model, but Sevares considers that Mercosur has still to go a long way on as far as the political willingness of member countries to negotiate on a permanent basis and to make mutual concessions -something that European countries were obliged to do at the start of the process there. Making reference to Nueva Sociedad and the issue under analysis, Sevares talked about the nodal attack which was mounted against the state in the many cases in which, when faced with the prospect of privatisations, state companies were run down in order to improve the conditions of sale for the buyers -the private sector- and, furthermore, to gain public support in favour of privatisations. At the same time, the author stressed the influence exerted in these areas by the wave of liberal thinking which was predominant in the region in the 90’s. It is worth noting the contradiction represented by the fact that state elites were imbued with a strong anti-state ideology in contrast to what were, supposedly, their "interests" as players within the state. Sevares recalled charges relating to bribes received by civil servants and politicians in order to facilitate the transfer of public companies in a manner which was advantageous for the interested private companies. He then went on to criticise the change in management policy which followed the privatisation of the public services, a change which put profitability in the short term to the fore to the detriment of any inner logic of social benefits. Among the many contributions of the issue of Nueva Sociedad, Sevares highlighted the analysis carried out by Ricardo Ffrench Davis on the contradictory effects of neoliberal reforms, the contribution made by Julio Chávez on the challenges faced by governments today regarding those very privatised companies, as well as the case study illustrated by José Esteban Castro, i.e. the privatisation of water and sewage services, in the context of the constant increase of global public opinion awareness about the question of water’s irrational use. Finally, Sevares pointed to a constant within the proposals mentioned: the need of state regulation in the private administration of public services. Taking the Argentine case as a reference, he then looked back at both the sequence of reforms where most of the regulatory framework accommodated itself to privatisations that had, in fact, already been pushed through and the frailty of the state and its lack of willingness to enforce this regulation. For these reasons he insisted, finally, on the necessity to go back to the issue of state reform, something which would only be possible if it counts on the backing of strong political leadership.
Karl Polanyi, La gran transformación, Madrid, La Piqueta, 1989 (orig. ed. 1944). For more information about the review, see www.nuso.org. 3 Albert O. Hirschmann, Deux siècles de rhétorique réactionnaire, Paris, Fayard, 1991. 1 2
74 Puente@Europa
Presentación de las revistas Puente @ Europa y Nueva Sociedad Buenos Aires (Argentina), 28 de marzo de 2007. La presentación conjunta de las revistas Puente @ Europa y Nueva Sociedad fue una ocasión en la que se combinaron reflexiones sobre el estado de bienestar y las políticas sociales en Europa y América Latina y sobre el rol del estado y la participación del sector privado en la gestión de los servicios públicos a partir del análisis de las experiencias de privatización llevadas a cabo en esta última región, especialmente, desde comienzos de la década del noventa. A modo de presentación institucional, la introducción de Lorenza Sebesta sobre la revista Puente @ Europa “Caminos al bienestar. Hacia una comparación entre Europa y América Latina”, recordando el análisis clásico de Karl Polanyi1, se refirió a la necesidad de estudiar la economía y la sociedad como parte de una misma esfera, lo que permite abordar el concepto de política social como el resultado de un equilibrio entre fuerzas sociales que tiene lugar en un contexto histórico determinado, en el que la política puede intervenir tanto para consolidarlo como modificarlo. Por su parte, Joachim Knopp, se concentró en las diversas valoraciones sobre los resultados de las reformas neoliberales en América Latina, introduciendo el tema del número correspondiente de la revista Nueva Sociedad: “Privatizaciones, 15 años después”2. Los dos disertantes invitados, Eric Calcagno y Julio Sevares, destacaron la necesidad de retomar la discusión sobre estos temas. Eric Calcagno se refirió al libro de Albert O. Hirschmann, Deux siècles de rhétorique réactionnaire3, en el que el autor desarrolla la embestida que la retórica reaccionaria ha realizado históricamente contra las ideas progresistas (libertad, en primer lugar, el sufragio universal, más tarde, y luego el estado de bienestar), utilizando siempre argumentos relacionados a los efectos nocivos, la inutilidad y los riesgos que éstas comportan. De allí la importancia de debatir estos mismos conceptos para confrontar aquellos ataques, para lo cual Calcagno consideró que tanto los análisis como las intervenciones de actores de la arena política incluidos en Puente @ Europa brindan un interesante punto de partida. Luego de un breve repaso por los principales argumentos presentados en los artículos y entrevistas incluidos en el número, Calcagno se concentró en las referencias presentadas en uno de ellos (“Estado y regímenes de bienestar: lecciones de la literatura contemporánea”, por Sônia Miriam Draibe) a las posibilidades de un nuevo modelo desarrollista en América Latina. A partir de esta idea, Calcagno sugirió algunas tendencias que han caracterizado la economía argentina en los últimos años y que podrían ir en aquella dirección, entre ellas el crecimiento sostenido, el tipo de cambio competitivo, el superávit en las cuentas externas y fiscales, la reforma del sistema de jubilaciones, el fortalecimiento de la educación técnica, el aumento de obras públicas y la visión más amplia de la integración regional, ya no sólo desde el punto de vista comercial, sino también
geopolítico. Por su lado, Julio Sevares retomó esta idea de la integración para recordar los cincuenta años de la firma de los Tratados de Roma que dieron origen a la Unión Europea, un proceso de integración que iniciaron los países del viejo continente para resolver diferencias y conflictos entre ellos. América Latina ha visto aquel proceso como un modelo, pero Sevares consideró que en el caso del Mercosur todavía hay mucho por hacer, en especial en cuanto a la voluntad política de los países de negociar permanentemente y hacer concesiones mutuas, una decisión que los países europeos debieron tomar al iniciar aquel proceso. Al referirse al tema central del número presentado de la revista Nueva Sociedad, Sevares se refirió al ataque nodal que se había realizado al estado en muchos casos en los que, ante las perspectivas de las privatizaciones, se dejó deteriorar a las empresas estatales para, por un lado, realizar la venta en condiciones ampliamente beneficiosas para el sector privado y, por el otro, para facilitar el consenso sobre la necesidad de dicho cambio de gestión. A la vez, destacó la influencia que tuvieron las ideas liberales predominante durante los años ’90 en la región sobre estas decisiones, considerando que las elites estatales se encontraban imbuidas de una ideología “antiestatista”, que podría verse como una contradicción con lo que supuestamente deberían ser sus “intereses” como actores dentro del estado. Sevares recordó las denuncias sobre los “pagos” laterales que recibieron funcionarios y políticos para realizar la transferencia de empresas públicas en condiciones ventajosas para el sector privado y criticó el cambio de lógica que siguió a las privatizaciones de los servicios públicos, predominando la rentabilidad de corto plazo en detrimento de la lógica propia de las prestaciones sociales. Entre los múltiples artículos de la revista, destacó el análisis realizado por Ricardo Ffrench Davis sobre los efectos contrapuestos de las reformas neoliberales, el aporte de Julio Chávez sobre los desafíos que enfrentan los actuales gobiernos respecto de las empresas privatizadas, así como también el estudio de un caso particular que realiza José Esteban Castro: la privatización de los servicios de agua y saneamiento, en especial, en momentos en que el agua se transforma en un tema de preocupación mundial por su uso irracional. Por último, Sevares señaló como constante, entre las propuestas, la necesidad de regulación por parte del estado de la gestión privada de los servicios públicos. En relación a esto, y tomando como referencia el caso argentino, recordó, por un lado, la secuencia de las reformas, según la cual la mayoría de los marcos regulatorios se amoldaron a privatizaciones ya realizadas, por el otro, la debilidad del estado y la falta de voluntad de los gobiernos para emprender esta regulación. Por estos motivos insistió en la necesidad de retomar la cuestión de la reforma del estado, posible sólo si es encarada con un fuerte liderazgo político que la promueva.
Karl Polanyi, La gran transformación, Madrid, La Piqueta, 1989 (ed. orig. 1944). Para más información sobre la revista, ver www.nuso.org. 3 Albert O. Hirschmann, Deux siècles de rhétorique réactionnaire, Paris, Fayard, 1991. 1 2
Puente@Europa 75
V CEISAL European Congress of Latinamericanists: “Las relaciones triangulares entre Europa y las Américas en el siglo XXI” Brussels (Belgium), April, 11th-14th, 2007
The V CEISAL European Congress for Specialists in Latin America1 was organised jointly by the Grupo de Investigaciones Interdisciplinarias sobre América Latina (Group of Interdisciplinary Investigations on Latin America, or GRIAL) of the University of Leuven and the Centro de Estudios de las Relaciones entre la Unión Europea y América Latina (Centre for the Study of European and Latin America Relations, or CERCAL) in conjunction with EULARO and other institutions. The opening of the congress, which took place on the European Commission premises, was attended by the President (Jacques Droesbeke) and Vice-Presidents (Christiane Daem and Isabel Yépez del Castillo) of the event, as well as the President of CEISAL (Andrzej Dembicz) and Ramón Torrent, EULARO Coordinator. During the opening, Gerhard Drekonja of the University of Vienna, Austria, offered a key note speech on the history of relations between the European Union and the Americas. The afternoon was devoted to an analysis of European cooperation programmes with Latin America, bringing together the perspectives of the European Commission and academics from both regions. The debate held at the various roundtables covered topics such as the Bologna process, the mobility programmes, the building of academic cooperation and establishment of centres of excellence between the European Union and Latin America and the Caribbean, underscoring the need to strengthen academic ties between the two regions, while simultaneously highlighting the importance of taking account the specifity of the Latin American university system within these initiatives. On the 12th and 13th April, over 800 speakers participated in 53 parallel symposia, covering topics ranging from regional integration and social economics to migration, human rights, native peoples, Latin American thought, urban spaces, and the environment.2 The event opened with a key note speech by Elizabeth Jelin of CONICET-IDES, Argentina, which addressed the process of emergence and development of two areas of particular concern for Latin American social sciences over the last fifty years: the gender perspective and human rights. It is her opinion that the incorporation of these new interpretative frameworks, indeed a strictly interrelated development, has led to a paradigmatic change of the discipline in which subjective processes and cultural framework have come to play a key role. At the same time, Jelin stressed the need to position social agents at the centre of the analysis. Discussion in the closing session revolved around three themes which constitute great challenges in European-Latin American
relations. The first round table focused on scientific cooperation within the context of the social sciences. The panel discussed the paradoxical situation this branch of science is experiencing: social sciences can offer vital knowledge of contemporary developments, but there are less and less institutional programmes devoted to them and less money set aside for research. Among the participants at the round table were: Jean-Marie Ansion (Pontifical Catholic University of Peru), Guy Bajoit (Catholic University of Leuven), Heriberto Cairo (Complutense University of Madrid, Spain), Christiane Daem (Free University of Bruxelles, Belgium) y Barbara Göbel (Iberoamerican Institute, Germany). At the second roundtable, distinct points of view over the environmental conflicts currently taking place in the Amazon were discussed. The academic world was represented by Sergio Costa (The Brazilian Centre for Analysis and Planning, or CEBRAP, Brazil; University of Flensburg, Germany; OBREAL) and Marcos Reigota (University of Sorocaba, Brazil). Martin Von Hildebrand (Gaia Amazonas Foundation, Colombia) offered the perspective of the civil society, while the political sphere was championed by Marie Nagy, ecologist, deputy of the Belgian federal parliament. Recognition was given to the important role that the European Union and European countries could play, through diplomatic negotiations and international cooperation, in establishing the Amazon as a commons. At the third round table, other issues which have come to prominence in recent years with the increased flow of Latin Americans to Europe were addressed; these included migrations, transnationalism and social identities. A number of case studies of transnational migratory communities were presented, exploring transformations in ethnic and cultural relations as well as in identities. Stefanie Kron (the Free University of Berlin, Germany; OBREAL), Elizabeth Jelin and Susana Sassone (CONICET, Argentina) and Annelies Zoomers (CEDLA, the Netherlands) all made contributions to this discussion. François Houtart, of the Catholic University of Leuven, gave the closing speech. Houtart situated the socio-political evolution of Latin America in its historical evolution, stressing the importance of the dynamic of social movements which had to shift their priorities from practices of "resistance" to formulation of "proposals". The speaker closed his speech by laying down some challenges for the social sciences in the analysis of links between social movements and political action.
More information at www.obreal.unibo.it/News.aspx?Action=Data&IdNews=20&Actual=False. A summary is given here of just some of the panel discussions which took place during the congress. A complete list and some of the papers are available at: www.ulb.ac.be/soco/cercal/segunda_circular.html. 1 2
76 Puente@Europa
V Congreso Europeo CEISAL de latinoamericanistas: “Las relaciones triangulares entre Europa y las Américas en el siglo XXI” Bruselas (Bélgica), 11-14 de abril de 2007
El Grupo de Investigaciones Interdisciplinarias sobre América Latina (GRIAL) de la Universidad Católica de Lovaina y el Centro de Estudios de las Relaciones entre la Unión Europea y América Latina (CERCAL) organizaron, en colaboración con OBREAL y otras instituciones, el quinto Congreso Europeo CEISAL de latinoamericanistas1. La apertura del congreso, que tuvo lugar en la sede de la Comisión Europea, contó con la presencia del presidente y los vice-presidentes del evento: Jacques Droesbeke; Christiane Daem e Isabel Yépez del Castillo; así como del presidente del CEISAL, Andrzej Dembicz y del coordinador de OBREAL, Ramón Torrent. La primera conferencia magistral sobre la historia de las relaciones entre la Unión Europea y las Américas estuvo a cargo del profesor Gerhard Drekonja de la Universidad de Viena (Austria). La tarde estuvo consagrada al análisis de los programas europeos de cooperación con América Latina, cruzando las miradas de la Comisión Europea con la de acádemicos de ambas regiones. La discusión en las distintas mesas redondas sobre el proceso de Bolonia, los programas de movilidad, la construcción de la cooperación académica y los polos de excelencia Unión Europea-América Latina y el Caribe, dio cuenta de la necesidad de reforzar los lazos académicos entre las dos regiones, así como de la importancia de integrar los rasgos particulares de las universidades latinoamericanas en las diferentes iniciativas. Más de 800 fueron los expositores distribuidos en 53 simposios organizados los días 12 y 13 de abril, que cubrieron temas como la integración regional, la economía social, las migraciones, los derechos humanos, los pueblos indígenas, el pensamiento latinoamericano, los espacios urbanos, el medio ambiente, etc2. El evento fue inaugurado por la conferencia magistral de Elizabeth Jelin del CONICET-IDES de Argentina, quien abordó el proceso de surgimiento y desarrollo, a lo largo de los últimos cincuenta años, de dos campos de preocupación de las ciencias sociales latinoamericanas: la perspectiva de género y los derechos humanos. Demostrando en su intervención que se trata de un desarrollo interrelacionado, señaló que la incorporación de estos nuevos marcos interpretativos ha conducido a un cambio paradigmático donde juegan un papel clave los procesos subjetivos y los marcos culturales de la acción. Al mismo tiempo, Jelin destacó la necesidad de poner en el centro del análisis a los agentes sociales. La jornada de cierre se articuló alrededor de tres temas que constituyen grandes desafíos en las relaciones entre la Unión Europea y América Latina. La primera mesa redonda se focalizó en la coope-
ración científica en el ámbito de las ciencias sociales. En el panel se reflexionó sobre la situación paradójica que está atravesando esta rama de la ciencia: por un lado, se reconoció que son indispensables los conocimientos que puede aportar, pero, por el otro, se destacó que ocupan cada vez menos espacio entre los programas de organización o financiamiento de la investigación. Esta mesa contó con los aportes de Jean-Marie Ansion (Pontificia Universidad Católica de Perú), Guy Bajoit (Universidad Católica de Lovaina), Heriberto Cairo (Universidad Complutense de Madrid, España), Christiane Daem (Universidad Libre de Bruselas, Bélgica) y Barbara Göbel (Instituto Iberoamericano, Alemania). En la segunda mesa redonda se discutieron los conflictos ambientales observados en la Amazonia desde distintas perspectivas: académica, a cargo de Sergio Costa (Centro Brasilero de Análisis y Planeamiento, Brasil; Universidad de Flensburg, Alemania; OBREAL) y Marcos Reigota (Universidad de Sorocaba, Brasil); de la sociedad civil, a cargo de Martin Von Hildebrand (Fundación Gaia Amazonas, Colombia); y del mundo político, Marie Nagy, diputada ecologista del Parlamento Federal belga. Se reconoció el importante papel que podrían jugar la Unión Europea y los países europeos, a través de las negociaciones diplomáticas y de la cooperación internacional, en el reconocimiento de la Amazonia como un bien global. En el tercer panel se abordaron otros temas que han ido aumentando su importancia durante los últimos años a partir de los crecientes flujos de latinoamericanos hacia Europa: las migraciones, el transnacionalismo y las identidades sociales. Se presentaron varios estudios de caso de comunidades migratorias transnacionales en los que se analizaron las transformaciones de las relaciones étnicas, culturales y de las identidades. Intervinieron en esta mesa redonda: Stefanie Kron (Universidad libre de Berlín, Alemania; OBREAL), Elizabeth Jelin, Susana Sassone (CONICET, Argentina) y Annelies Zoomers (CEDLA, Países Bajos). A continuación tuvo lugar la conferencia magistral de clausura de François Houtart (Universidad Católica de Lovaina). En su intervención, Houtart situó históricamente la evolución sociopolítica del continente latinoamericano y la manera en la que se ha ido configurando la dinámica de los movimientos sociales, que fueron pasando de prácticas de resistencia a la formulación de proposiciones. El expositor cerró su intervención planteando algunos desafíos para las ciencas sociales en el análisis de los vínculos entre los movimientos sociales y la acción política.
Más información en www.obreal.unibo.it/News.aspx?Action=Data&IdNews=20&Actual=False. Se reseñan aquí solo algunos de los paneles que tuvieron lugar durante el congreso. Un listado completo y algunas de las exposiciones están disponibles en www.ulb.ac.be/soco/cercal/segunda_circular.html. 1 2
Puente@Europa 77
Welber Oliveira Barral Degree in Law (State University of Montes Claros, Brazil), with postgraduate studies in Economic Theory and Analysis and Master’s in Law (both at the Universidad del Sur de Santa Catarina, Brazil), Ph.D. in Law (University of San Pablo, Brazil) and post-doctoral studies in Law (Georgetown University, United States). Among other institutions, he was professor at the American University, at the Penn State University (both in the United States), at the Vytautas Magnus University School of Law (Lithuania), at the University of Valencia (Spain) and at the Federal University of Santa Catarina. Since 2004, has been among the arbitrators for the ad hoc Tribunals of the Mercosur and for the Cámara de Arbitraje Empresarial of Brazil (Business Arbitration Chamber). He is a specialist in international law, in particular regional integration law, international trade, antidumping and competition. Enrique Barreira Degree in Law (University of Buenos Aires, Argentina). He was president of the Argentine Institute for Customs Studies. He was professor at the Escuela Superior de Administración del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina, at the University of Córdoba (Argentina) and at the University of Buenos Aires. Between 1971 and 1980, he was legal adviser at the National Customs Administration. Since 1992, he has been director of the Revista de Estudios Aduaneros. He was arbitrator at the ad hoc Tribunal of the Mercosur on two occasions. He is a specialist in foreign trade, customs and exchange regimes. Susana Czar de Zalduendo Degree in Law and postgraduate degree in Legal Advice to Companies (University of Buenos Aires, Argentina). She is professor and coordinator of a Jean Monnet Module in European Integration at the University of Bologna, campus of Buenos Aires. From 1994 to 2004, she was an external advisor for the Mercosur Department at the Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la
78 Puente@Europa
República Argentina (Ministry of Foreign Affairs of Argentina). Currently, she is a substitute referee in the Tribunal Permanente de Revisión del Mercosur (Permanent Court of Review). She is an expert in economic integration and international economic law. Martti Koskenniemi Degree, Master’s and Ph.D. in Law (University of Turku, Finland) and diploma in Law (University of Oxford, United Kingdom). Among other countries, he was professor in France, United Kingdom, Belgium, United States and at the University of Helsinki (Finland), where he is also director of the Institute of International Law and Human Rights Erik Castrén. Since 1991, he has been member of the Academic Council of the European Law Research Center at the Harvard University (United States). Between 1994 and 1996, he was director of studies at The Hague Academy of International Law. Between 1978 and 1994, he was member of the diplomatic corps at the Ministry of Foreign Affaires of Finland. Since this year, he has been member of the International Law Commission of the United Nations. He is a specialist in international law and human rights. Cesare Romano Degree in Political Science (University of Milan, Italy), Master’s in Law (New York University, United States), with Master’s and Ph.D. in Law (University of Geneva, Switzerland). Among other institutions, he was professor at the University of Milan (Italy), at the New York University, at the Fordham University (United States) and the University of Amsterdam (the Netherlands). Currently, he is professor and researcher at the Loyola Law School of Los Angeles (United States). Between 1997 and 2006 he created, developed and directed the Project on International Courts and Tribunals of the New York University and the University College London (United Kingdom). He is a specialist in public international law, in particular in dispute settlement, environmental law, human rights, criminal international law and humanitarian law.
Armin von Bogdandy Degree in Law, with studies in Philosophy (University of Freiburg, Germany; University of Rome, Italy; and Free University of Berlin, Germany). From the latter, he holds a Master’s in Philosophy (University of Freiburg). He holds a Ph.D. in Law. He was researcher at the Free University of Berlin and at the European University Institute (Italy). and professor at the New York University (United States) and at the Humboldt University (Germany). Currently, he is professor at the Goethe University and at the Ruprecht-Karls University (both in Germany). Currently, he is director of the Max Planck Institute for Comparative Public Law and International Law (Germany). He is a specialist in public law, in international and European law. Antonio Remiro Brotóns Degree in Law (University of Murcia, Spain) and Ph.D. in Law (University of Bologna, Italy). He was professor in universities and war colleges in Spain, at The Hague Academy of International Law (Netherlands), at the University of Paris Panthéon-Assas (France), at the Colegio de México and at the Graduate Institute of International Studies of Geneva (Switzerland). He was dean of the Law School of the University of Murcia (19781980) and of the Universidad Autónoma de Madrid (1983-1985). Between 1985 and 1990, he was judge at the tribunal for the Defence of Competition of Spain. He has an extensive career as an adviser and lawyer in international dispute settlement and consultant of the Ministry of Foreign Affairs of Spain. Currently, he is professor and director of the department of Public International Law and International Relations at the Universidad Autónoma de Madrid. He is a specialist in international law, European law and law of the sea. Editorial Coordinator’s Note: The curricula included in this section have been summarized and edited by the Editorial Coordinator. Any mistake or omission is his sole responsibility.
Welber Oliveira Barral Licenciado en Derecho (Universidad Estatal de Montes Claros, Brasil), con especialización en Teoría y Análisis Económico y maestría en Derecho (ambas en la Universidad del Sur de Santa Catarina, Brasil), doctorado en Derecho (Universidad de San Pablo, Brasil) y post-doctorado en la Universidad Georgetown (Estados Unidos). Entre otras instituciones, se desempeñó como profesor en la American University, en la Penn State University (ambas en Estados Unidos), en la Vytautas Magnus University School of Law (Lituania), en la Universidad de Valencia (España) y en la Universidad Federal de Santa Catarina. Desde 2004, integra la lista de árbitros de los Tribunales ad hoc del Mercosur y de la Cámara de Arbitraje Empresarial de Brasil. Es especialista en derecho internacional, en particular en integración regional, comercio internacional, antidumping, defensa comercial y competencia. Enrique Barreira Licenciado en Derecho (Universidad de Buenos Aires, Argentina). Fue presidente del Instituto Argentino de Estudios Aduaneros. Fue profesor de la Escuela Superior de Administración del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina, en la Universidad de Córdoba (Argentina) y en la Universidad de Buenos Aires. Entre 1971 y 1980, se desempeñó como asesor legal de la Administración Nacional de Aduanas. Desde 1992, es director de la Revista de Estudios Aduaneros. En dos ocasiones, ha sido árbitro en el Tribunal Arbitral ad hoc del Mercosur. Es especialista en comercio exterior, aduanas y régimen cambiario. Susana Czar de Zalduendo Licenciada en Derecho con un Postgrado en Asesoramiento Jurídico de Empresas (Universidad de Buenos Aires, Argentina). Es profesora y coordinadora del Módulo Jean Monnet en Integración Europea de la Universidad de Bologna, Representación en Buenos Aires. Fue asesora externa de la Dirección Mercosur del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de la República Argentina desde 1994 hasta 2004. Actualmente es árbitro suplente del Tribunal
Permanente de Revisión del Mercosur. Es especialista en integración económica y derecho económico internacional. Martti Koskenniemi Licenciado en Derecho con maestría y doctorado en Derecho (Universidad de Turku, Finlandia) y diploma en derecho (Universidad de Oxford, Reino Unido). Entre otros países, se desempeñó como profesor en Francia, el Reino Unido, en Bélgica, en Estados Unidos y en la Universidad de Helsinki (Finlandia), donde, además, es director del Instituto de Derecho Internacional y Derechos Humanos Erik Castrén. Desde 1991 es miembro del Consejo Académico del Centro de Investigación en Derecho Europeo de la Harvard Law School. Entre 1994 y 1996, fue director de estudios de distintos programas de la Academia de Derecho Internacional de La Haya. Entre 1978 y 1994, formó parte del cuerpo diplomático del Ministerio de Asuntos Exteriores de Finlandia. Desde 2002 es miembro de la Comisión de Derecho Internacional de Naciones Unidas. Es especialista en derecho internacional y en derechos humanos. Cesare Romano Licenciado en Ciencias Políticas (Universidad de Milán, Italia), con maestría en Derecho (New York University, Estados Unidos), con maestría y doctorado en Derecho (Universidad de Ginebra). Entre otras instituciones, fue profesor de la Universidad de Milán, de la New York University, de la Fordham University (Estos Unidos), de la Universidad de Ámsterdam (Países Bajos). Actualmente se desempeña como profesor e investigador en la Loyola Law School de Los Ángeles (Estados Unidos). Entre 1997 y 2006, creó, desarrolló y dirigió el Proyecto sobre Cortes y Tribunales Internacionales de la New York University y el University College de Londres. Es especialista en derecho internacional público, en particular, en solución de controversias, derecho ambiental, derechos humanos, derecho penal internacional y derecho humanitario. Armin von Bogdandy Licenciado en Derecho, con estudios de Filo-
sofía en la Universidad de Friburgo (Alemania), en la Universidad de Roma (Italia) y en la Universidad Libre de Berlín (Alemania), donde obtuvo su título de maestría, y doctor en Derecho (Universidad de Friburgo). Se ha desempeñado como investigador en la Universidad Libre de Berlín (Alemania) y en el Instituto Universitario Europeo (Italia) y como profesor en la New York University School of Law (Estados Unidos) y en la Universidad Humboldt (Berlín). Actualmente es profesor en la Universidad Goethe y en la Universidad Ruprecht-Karls (ambas en Alemania). Es director del Instituto de Derecho Público Comparado y Derecho Internacional del Instituto Max Plank (Alemania). Es especialista en derecho público, en derecho internacional y europeo. Antonio Remiro Brotóns Licenciado en Derecho (Universidad de Murcia, España) y Doctor en Derecho (Universidad de Bolonia, Italia). Fue profesor en universidades y escuelas militares de España, en la Academia de Derecho Internacional de la Haya (Países Bajos), en la Universidad Paris Panthéon-Assas (Francia), en el Colegio de México y en el Instituto de Altos Estudios Internacionales de Ginebra (Suiza). Fue decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia (1978-1980) y de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid (1983-1985). Entre 1985 y 1990, fue magistrado del tribunal de Defensa de la Competencia de España. Tiene una extensa trayectoria como consejero y abogado y como asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores de España. Actualmente es profesor en la Universidad Autónoma de Madrid y director del departamento de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacional en la misma Universidad. Es especialista en derecho internacional, derecho europeo y en derecho del mar.
Nota del Coordinador Editorial: los breves curricula incluidos en esta sección han sido sintetizados y redactados por el Coordinador Editorial. Cualquier error u omisión, queda exclusivamente bajo su responsabilidad.
Puente@Europa 79
Con la finalización del proyecto OBREAL, el financiamiento que ha posibilitado la publicación de Puente @ Europa desde enero de 2005 llega también a su fin. El próximo número de la revista, que será un número doble dedicado a las relaciones Europa-América Latina, será, por lo tanto, el último que cuente con recursos propios. Queremos por este medio convocar a fundaciones, entidades públicas y privadas que estén interesadas en la actividad que hasta el momento hemos desarrollado y que compartan sus lineamientos de fondo a contactarnos por un eventual patrocinio. The EULARO project and the funding that has made Puente @ Europa possible since January 2005 is coming to an end. The next issue, dedicated to European-Latin American relations, will be the last published with our own funding. Anybody (be they foundations, public or private bodies) interested in supporting the activities of the review and sharing its basic orientations are welcome to contact us with a view to an eventual provision of funding.
4/2005 Economía y sociedad. Dinámica de los mercados y reglas sociales.
1/2006 Sociedad civil: usos y abusos.
3/2006 Poder y democracia.
1/2007 Más allá de la justicia transicional. ¿Pueden sobrevivir los derechos humanos?
4/2006 Caminos al bienestar. Hacia una comparación entre Europa y América Latina.
2/2006 El comercio justo: desafíos para el análisis y perspectivas para la acción.
3/2005 El funcionamiento de la arena política. Sistemas de representación y sus crisis. 2/2005 Interpretando el mundo. Desorden de la sociedad internacional y orden de los estados: la alternativa comunitaria.
1/2005 El gobierno de los jueces.
Número cero. Presentación Puente @ Europa.