Una terrible costumbre
Erick PĂŠrez Serrano
33 1 4))))))))$
2 4))))))))$
Insoportable
No pensaba en otra cosa que llegar a casa. Era sábado y quería buscar unos tacos para ver la lucha libre. No me explicaba el hecho de que en la fábrica, a la mayoría le entusiasma el futbol. Aficionado a las llaves y los lances, tenía presente aquel agarrón que se dieron Atlantis y el maestro Blue. Pura técnica a ras de lona, llaveo sin fin, pelea limpia, de calidad. Hasta la gente se quedó de pie para aplaudir. Arrojó dinero al cuadrilátero. Arranqué el carro. Casi medianoche, muchos se alistan para irse a emborrachar. En esas estaba cuando de pronto veo en la calle, unos patrulleros, una mujer y un hombre. Discuten. El hombre se limita a señalarla. -Agárrenla a ella, ¿por qué me quieren detener a mí? Les digo que me robó. -¿Cómo asegura eso? ¿Tiene pruebas?- insistió el policía. -Me acerqué, pidió cigarro y vea, ya ni billetera traigo. Pregúntenle qué hace a estas horas de la noche. -Tranquilo, señor, aunque sea tarde no se le falta el respeto a la dama- después de decir esto, el oficial se volvió para donde estaba yo, así que continué mi camino. Pensé “la cosa no termina aquí”, así que di otra vuelta a la manzana. Un rayo de adrenalina provocado por la escena hizo que me olvidara momentáneamente de mi cena y de mis lances. Entonces la mujer que molestaban ya se encontraba sola y me llamó. Paré de inmediato. -¿Me das un aventón?- ella fumaba cigarrillo. Sube-, pidió que la dejara en cualquier Oxxo. Comentó que la acababa
3 4))))))))$
de molestar un tipo y necesitaba una coca. Me hice el desentendido continuando con la mirada fija frente al volante. -¿Qué te dijo el tipo? -Quería manosearme, me vio sola. Llegó con cigarrillos. -La ciudad es peligrosa para andar de noche. —Ya lo sé, maldito camión-. En el trayecto preguntó mi nombre, a qué me dedico, por dónde vivo. Le conté estar harto trabajar de tarde. Que en ese momento buscaba tacos, vería la lucha libre. Le dije -tratando de ser un expertoque esa noche luchaba Atlantis en la Arena México. Ella no mostró el mínimo interés por Atlantis. Entonces se volteó a verme para decir directo: -Mira esto, indicó cuando se levantó la falda. Eran unas piernas bellísimas y las mías comenzaron a temblar. Una extraña sudoración llenó todo mi cuerpo. Ella, o quiso arrebatarme el volante o desabrocharme el cinturón. Ante la sorpresa, me metí en contra. -Espera, ¿qué haces?-, en ese momento yo tartamudeaba. -Quiero hacerlo. -¿Qué quieres hacer? ¿Manejar? -Para aquí-, ordenó. No dejaba de manotear con fuerza. Paramos en una calle desierta, oscura. Del otro extremo pasaban coches a gran velocidad. A lo lejos, una farola parpadeaba lentamente. Entonces me besó. La ciudad en ese instante dejó de ser el monstruo gris que tragaba mi juventud. Guardamos silencio. Abrió la ventana. Miró al exterior. -Quiero regreses donde nos vimos. Ahora recuerdo algo. -¿Y el refresco? -Olvídate del refresco, yo no tengo sed-. Viré hacia nuestro punto de encuentro: -¿Te gustó? –asentí-. Pues entonces me debes dinero. -¿Qué pasa?-, grité mientras pensaba la manera de sacarla del auto-. Volvamos al Oxxo y si quieres ahí cenamos-. Intenté convencerla. -¿Cenamos? ¿Ves esa patrulla? Sólo esperan haga una señal. Si no me crees pónme a prueba. Al instante recordé al tipo que discutía. Ahora vendrán los polis. Seré yo quien señale a esta desconocida. Abrí la cartera y entregué billete. -¿Sólo uno?, entonces lanzó un silbido que hizo que la patrulla encendiera sus luces. Ella tomó el sueldo de la semana. -Ándale, así está bien. Con eso basta-. Bajó del coche y
4 4))))))))$
cruzó la calle. Mientras vi cómo la patrulla la interceptó. A lo lejos escuché carcajadas. Cortaron mi corazón solitario. Arrepentido, arranqué el coche. Trataba de convencerme que lo mejor sería comprar cerveza y ver partidos de futbol. Pensé en cómo la ciudad transforma al más ordinario de sus habitantes. Ahora, cada sábado que me toca salir de noche, recorro las calles de la ciudad tratando de buscar algo. Una casualidad. A ella, no la olvidaré.
5 4))))))))$
No soy posesiva
Llegué con doce cervezas y me encerré en mi cuarto. El caso es que perdimos catorce a cero, una derrota semejante a la que tuvieron en su historia los Rayados. Sentí culpa. Recibí muchos goles. La inactividad y las desveladas afloran de inmediato. Hay días en los que no quiero saber nada de nadie. Desperté con resaca. Iba al trabajo. Me enjuagué con agua fría y salí. De pronto, al tratar de acercarme al coche, escuché unos gritos surgidos de la nada. Se trataba de mi novia. Alegaba, entre otras cosas, que no lo volvería hacer. Era ella, estaba ahí, sin comprender el dolor de mi derrota. Me hacía ver que el futbol no era mi destino. Algunas vecinas barrían la banqueta, otras salían con los hijos a la escuela. Era momento para irse a trabajar. Pero para ella, era momento de pagarla. Nadie la deja plantada. Atrás quedó su ternura y comprensión. Su voz tímida cuando le veía a los ojos. Y sobre todo su tolerancia. ¿Qué habrá pasado? ¿Qué sucedió? Si para ella hacía deporte. Nunca se conoce bien a una persona. —Cálmate —intenté tranquilizarla—, sólo es que no te quiero atribular con mis problemas. Si yo te dije que tenía partido, sólo que perdimos catorce a cero. Entiende. Entendió, entre sollozos me dijo: vete, llegarás tarde a trabajar. Para que veas, no soy posesiva. Durante el trayecto cavilé. Si todavía no había compromiso formal, ¿para qué seguir? Quedé en llamarle. Planearíamos una cena. La verdad, ya planeaba mi futuro. Era ella o el balón. Mientras conducía, decidí renunciar. Me imaginaba en España. Tomaba cerveza Estrella en compañía de una linda morena comprensiva. El futuro debe ser redondo.
6 4))))))))$
Monstruos del espacio
Mi madre corrió espantada a buscarme. Por los gritos supuse algo grave. Yo bajé de mi cuarto, en shorts, sin camisa y descalzo. Estaba viendo el programa Monstruos del espacio cuando escuché mi nombre. Mientras bajaba la escalera, ella sostenía algo con su mano y no le quitaba la mirada. Era la cartera de mi hermano mayor. Qué es esto me preguntó con enojo, su mirada era de coraje y desconcierto. Raúl salió de bañarse y olvidó su cartera la cual, sólo contenía su credencial de la escuela secundaria y la foto de una chica morena con las piernas abiertas, traía el cabello largo, suelto y venía sonriendo a la cámara. La causa del coraje de mi madre.—Pues no sé, mamá, parece una muchacha. —Sabes algo; con quien se junta, qué cosas está leyendo — preguntaba a gritos. No le hice caso. Quería que dejara el asunto por la paz. Fui a la cocina a servirme un vaso de leche fría, abrí la caja de galletas Gamesa y tomé un puñado de Maravillas. Raúl continuó olvidando su cartera pero, cada vez, con una foto diferente.
7 4))))))))$
Ella usó mi cabeza como un revólver
Fue de noche. Yo solía recorrer la ciudad en mi bicicleta. No tenía cosa mejor que hacer en las vacaciones de verano. Las calles de la ciudad lucían desiertas. Basura, polvo, luz mercurial y ella parada a la orilla de la carretera. Me llamó. Se dijo aburrida. Platicamos un largo rato: entre otras cosas habló de la ausencia de clientes y yo le hablé de mis días grises. En un papel anotó sus datos. Dijo llamarse Norma y tenía una enorme cicatriz en su brazo derecho. Esperaba que la visitara lo más pronto posible. No tardé mucho. Al día siguiente llegué a su dirección. Adentro de su cuarto estacioné mi bicicleta. La habitación a media luz: cama, peinador, una estufa y un televisor. Un altar a la Santa Muerte se encontraba en un rincón. Veladoras acomodadas sobre el piso, varitas de incienso encendidas, escapularios, estampillas de santos y, ramos de rosas secas dentro de un cubeta con agua. Había prometido llevarle el nuevo disco de su cantante favorito. Norma, la de la enorme cicatriz, tenía el brazo de platino. Me invitó por la tarde a ver juntos la telenovela. Vivía sola en una de las tantas calles de esta maldita ciudad. Norma no quitaba la vista del televisor. El actor juvenil lloraba por el amor de su novia. Llegaron los comerciales. Entonces me puso atención. Agradeció el obsequio bajando con sus dientes el cierre de mi pantalón. Las visitas a su casa se hicieron con más regularidad. Los domingos –su día de descanso- la acompañaba a pasear a sus hijas al parque. Las horas se nos iban caminando, tomando agua fresca y comiendo algodones de azúcar. 8 4))))))))$
En el invierno, su carácter cambió radicalmente. El dolor le aquejaba el brazo donde le injertaron platino; era insoportable. —A qué vienes si no traes dinero, ¡lárgate! –me gritaba esto y otras cosas más fuertes que no puedo mencionar en este momento. Los gritos hacían que poco a poco las dulces imágenes por el parque pasaran a ocupar un sitio en algún lugar oscuro de mi cerebro. Fui a la cocina para darle un vaso con agua y un par de aspirinas. Le platiqué que ese día tuve que vender mi bicicleta para poder comprarle el nuevo disco de su cantante favorito. Estalló en llanto. El dolor en su brazo desapareció. Fue en ese instante que Norma me pidió que dejara la escuela para darle compañía. Sonreí. Por la televisión, el actor juvenil, después de un centenar de capítulos volvía a ser feliz por el amor de su novia. Yo pensaba en Norma y su enorme cicatriz en el brazo. En su drástico cambio de humor. En su cantante favorito, en los inciensos, y las veladoras. Afuera, la ciudad, ajena a mi situación. Cerré mis grandes ojos pensando en el futuro sin saber qué hacer: Un disco, el parque, una bicicleta.
9 4))))))))$
Bólido (where all have the good times gone)
Entró al salón observando para todos lados. Se trataba de Bólido, un viejo exluchador extremo. Su esposa vivía con un fuerte carácter. Aun después de retirado, le reclamaba las llegadas tarde al domicilio. Bólido trataba de explicarle que una cerveza y ver bailar a la gente lo relajaban del extenuante turno ahora como vigilante de un centro comercial. Recorrió los pasillos del salón en busca de una dama. Encontró a una de los viejos tiempos. Compañera de aventuras en la arena y cuartos de hotel barato. Bólido con sus movimientos lentos, guiaba a su pareja al ritmo de la música. Ella se desbarataba con una cumbia caliente. Después de tres canciones fueron a sentarse. El luchador sintió que la primera caída estuvo a su favor. —Sigues bailando como nunca; vamos, te invito una cerveza —dijo Bólido. —Igual tú, querido. Por cierto, ¿crees que después de un buen tiempo podamos vernos un ratito? —¿Sabes? No lo creo, tengo el tiempo medido. Pero no es por ti, preciosa. Se trata de mi mujer. —Lo sé, fuiste otro después de casarte. Y yo que pensaba que los celos desaparecían con el paso de los años. —Pasa todo, menos los celos, esos al contrario, son más, aunque ya no sirvas para nada -en lo que buscaban una mesa, los cuates de antaño llegaron: un saludo, una palmada al hombro. Unos cobardes agradecidos que alguna vez defendió en un pleito de cantina. Un cigarro y una cerveza
10 4))))))))$
de cortesía esperaban al viejo guerrero. Bólido se limpió el sudor con el dorso de su mano. Echó hacia atrás los tres cabellos largos entre la inminente calvicie y su frente cicatrizada. Agradeció el detalle con un asentir de cabeza. Una llamada a su riñón lo invitó a visitar el baño. —Ahorita regreso, nena. Por favor espérame. Bólido recorrió el salón preocupado. Había batallado bastante para encontrar a su pareja de baile y ahora el inefable riñón se ponía caprichoso. Antes de entrar volteó a su mesa. Su amiga que aún seguía de pie, le hizo un guiño. Bólido entró al baño. Se percató que la espalda, brazos, rodillas y cintura le dolían pero, todas esas malas noticias las tiró con una sacudida de cabeza. Sonrió relajado al leer las leyendas escritas en la puerta. Compró pastillas de menta que vendían a la entrada. —¿Todo bien, mi jefe? ¿Cómo va la venta? —Tranquila, mi Bólido. Pero con ésta de seguro me dará suerte —Dijo al mismo tiempo que se persignaba con el dinero en la mano. Al salir vio a su chica bailando con uno de sus cuates. El rostro comenzó a temblarle de manera inexplicable. Ese temblor en el rostro lo consideró una inevitable derrota. Se contuvo golpeando el puño contra la palma de su mano. Las cumbias calientes pudieron más que los recuerdos de los días de gloria. —Lo mejor será que comience a buscar a otra chica —se dijo viendo su reloj que comenzó a desesperarlo. Marcaba una hora tarde. Se dirigió a su mesa. De pie observaba el panorama con mirada satelital. Definitivamente, en esta segunda caída no cantó victoria. —Perdí mucho tiempo leyendo las pendejadas en el baño — se dijo a sí mismo. El satélite al parecer comenzó a fallarle pues no veía a ninguna chica disponible, salvo aquellas que todo el tiempo no se paran de su mesa. —Esto es un baile. ¿A qué se viene entonces? —pero ni así hacía que se levantaran de sus asientos. Con las manos en los bolsillos siguió observando con resignación. La cerveza y el cigarrillo continuaron esperando sobre la mesa y en la casa, su mujer, quien le advirtió que otra llegada tarde implicaría cuestiones de divorcio. —Ni modo, ya será para mañana. Bólido salió del salón. Lo esperaba la tercera caída. 11 4))))))))$
Hamartia (Some guys have all the luck)
I.- Rodrigo con Ángela en el bar Reforma —Lo conocí en el Gargantúas. Sirve las mesas pero no es mesero. —¿Cómo está eso? —Tiene los pelos largos. Dice que es restaurador y decorador de interiores. —¿El tipo ese? Ángela, ten cuidado, te va a pillar. Tengo varios años de frecuentar el sitio y ese pelos largos, siempre ha servido las mesas. —Ash, no importa, me ha parecido un tipo estupendo. Tiene una sonrisa inigualable. Te atiende bien, es atento y amable. —Carajo, si ya pasaste por eso muchas veces, ¿cómo demonios vuelves a caer? —Pues te equivocas. Este chico es algo fuera de serie, mi intuición me lo dice y, mira que cuando mi intuición me lo dice... ¿Qué onda, quieres otra cheve? —Sí, claro, pero bueno, como amigo sólo puedo decir que te lo advertí, que te lo dije. Ante la respuesta -que estaba esperando para sentirse ofendida-, Ángela dejó la cerveza y el bar abandona. Rodrigo, una vez más, cargó con la cuenta. II.- Rodrigo con su amiga Dora Elia —¿Rockdri? ¿Puedes venir a casa? Necesito hablar contigo. —Claro, pero dime, ¿de qué se trata? —Para eso quiero que vengas, aquí te lo diré. 12 4))))))))$
… —Se trata de Poncho, el guitarrista del Mariscos Monterrey. Necesito que me vea contigo. Resulta que una chica ha estado yendo, ya le puso el ojo. Ayer la estúpida andaba ebria porque me la canta. Me dijo que si yo andaba tras él. Por eso quiero me acompañes, me tomes de la mano y me beses, para que vea que tengo novio. Rodrigo, quien sólo asiste al Gargantúas, desconoce la existencia del Mariscos. … —Rodrigo, ¿puedes venir a mi casa? Necesito hablar contigo. —Claro, pero dime, ¿de qué se trata? —Para eso quiero que vengas, aquí te lo diré. … “Se sigue tratando de Poncho. Acompáñame a Nuevo Laredo. Los contrataron para tocar el fin de semana y de seguro esa chica andará también. La idea es que se sienta en confianza pero, para eso quiero que me siga viendo contigo. Es una onda entre nosotras las mujeres. Si ella ve que tengo novio ya no me verá como rival. ¿Entiendes?” … —¿Puedes venir a mi casa? Necesito hablar contigo. —Claro, pero dime, ¿de qué se trata? —Para eso quiero que vengas, aquí te lo diré. … “Es otra vez Poncho. Ya está saliendo con esa chica. Y el pinche Poncho ni sus luces. No ha ido al bar, esto huele a podrido. Pero bueno. No importa, así no los veo por ahí. Ahora el grupo estrena nuevo miembro y creo que también me gusta. Toca mejor y es más guapo. Como quiera pues, te agradezco el paro. Gracias por contar contigo.” … —¿Puedes venir a mi casa? ¿Sí? ¿Bueno? ¿Aló, aló?... III.- Rodrigo con su amiga Marina en el bar cultural Gargantúas —Está casado, tiene dos divorcios pero es con madre. Podría decirse que es un inestable. Las apariencias engañan. Se lleva de la chingada con la esposa. Aunque me ha dicho que no la dejará. —Y luego qué esperas de él. 13 4))))))))$
—Sólo disfrutarlo, ¿qué onda Rodri, te pagas un tequila? —Pero hay más personas. —Lo sé. El mesero pelos largos, retira los tarros vacíos. Pregunta si se ofrece algo más. La pareja se observa. Marina apaga el cigarrillo. Rodrigo hace la señal de amor y paz. Dice al mesero: —Oye, compadre, ¿te puedo hacer una pregunta? —Simón, ¿para qué soy bueno? —De pura casualidad, ¿eres tú, un decorador de interiores? —el mesero hace gesto extraño, como si preguntan, ¿cuál es el límite de la imbecilidad? —No, para nada. Yo soy mesero, y soy feliz sirviendo mesas. Por cierto, ¿y tú, qué onda, eres poeta y cronista? La mayoría de los que vienen aquí dicen ser esto o aquello. —Para nada, mi bro, un simple mortal; nada más. El hombre feliz atendiendo las mesas se retira. Hay un pedido urgente de cervezas y tequila. —Marina, eres muy hermosa e inteligente para pretender eso. Tienes muchos amigos, admiradores y pretendientes, eso me consta y me corto un huevo si no. —Por favor, no seas decente conmigo ¿A poco sí te cortarías un huevo? —Bueno, ya sabes, es un decir. —No me explico el porqué la vieja gorda no lo deja. Le da suficientes motivos que, para mis pulgas, ya lo habría mandado a la chingada. El mesero pelos largos feliz, llegó con el pedido. Marina de inmediato toma un largo sorbo al tarro y enciende un cigarrillo. Rodrigo observa al mesero y éste le regresa la mirada acompañada de una sonrisa condescendiente. —Tal vez te está engañando con esos cuentos de la esposa y el hartazgo. —Ayy no, olvídalo. Recuerda que de groupie, tengo el corazón. Marina, algo molesta, bebió su tequila. Enojada, sale del bar. Rodrigo, una vez más, cargó con la cuenta.
14 4))))))))$
Dame un beso grande (smoke now, drink later)
Fue un sábado por la tarde. Llegué del trabajo cansada. La semana se me había hecho demasiado larga y con los calorones de este maldito desierto lo mejor fue llegar por unas cervezas que metí al refrigerador. Estaba dentro del baño, cuando algo extraño escuché. Era mi hermanita que llegó con su novio. Mis padres se habían ido de viaje. Papá es trovador y toca en un bar. Por él sabemos de Silvio, Serrat, Pablito Milanés. Pues bien, del bar lo invitaron para una fiesta del dueño, por eso se fue y, se llevó a mamá. De seguro regresarían el domingo, dijeron. Ellos pertenecían a la época en que se hablaba de la revolución cubana, los derechos sociales y el feminismo. Aún había restos de ello después de tantos años de matrimonio. En fin que mi hermana se puso a ver películas con el novio. Yo fui a encerrarme a mi cuarto. Coloqué las cervezas en una cubeta con hielo en cuadritos para mantenerlas frías. Desnuda sobre la cama escuchaba a Edgar Oceransky. Me encontraba en la última cerveza cuando sonó el teléfono. Era un amigo que llamaré aquí solo como el vacacionista. Nos habíamos conocido en un curso de verano. Después de un par de años regresó. Preguntó que qué hacía y que si sería bueno vernos. Era ya de noche. Así que le dije muy valiente que no había problema. Al asomarme a la sala, la televisión estaba encendida, sobre la mesa había una vasija con palomitas y un refresco de dos litros. A ellos no los vi pero supuse que se encontraban recostados en el sillón. Salí.
15 4))))))))$
Es decir, me escapé. Antes de eso volví a poner el disco de Edgar. Brinqué por una ventana. El vacacionista ya me esperaba en un coche. Me invitó a su cuarto. Como yo ya andaba media ebria me sentía de lo mejor. En mi cabeza retumbaba dulcemente Un beso grande de Oceransky. El aburrimiento pasó así que casi no platicamos y nos dejamos llevar. Al parecer él también había tomado. Su cuarto tenía varias botellas vacías de cerveza y papas fritas. Nuestros cuerpos al encontrarse como que se reconocieron. Creo que a veces las mujeres tenemos la culpa pero ellos también. Ellos por buscar sólo su placer sin tomarnos en consideración más que para el galanteo. Nosotras, porque se dice por ahí que la que lo quiera pues que lo trabaje. Quiero decir que no solamente es cuestión de trabajar en ello, sino en dejarte llevar, relajarte, de no pensarlo mucho, no sólo concentrarte en lo que estás haciendo sino en lo que estás sintiendo. En fin, que tuve esa aventurilla con el vacacionista, aunque el afamado amigo, ni siquiera llegó. Regresé a casa. En la sala mi hermana y su novio dormían con la televisión encendida, mis padres seguían sin llegar y el disco de Oceransky continuaba girando. Todo perfecto. Fue una linda travesura que guardo dentro de mí y que no comparto con nadie. Tú has sido el primero. Pero sigo creyendo, que las cervecitas hicieron su efecto.
16 4))))))))$