PONENCIA ESTRATÉGICA: HACIA LA V ASAMBLEYA NACIONAL
IV Asambleya Nacional «Creyando os alazetz de l-esdevenidero» Uesca/Osca 22 de febrero de 2014
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Introducción. Cuatro años han pasado desde que fundáramos definitivamente la organización que debía aglutinar al conjunto de la juventud independentista y revolucionaria organizada. Los objetivos inmediatos de aquel origen podemos decir que se cumplieron; conseguir mantener una estructura con un grupo humano más o menos estable, fundarla de análisis y desarrollos teóricos adecuados y una progresiva capacidad de intervención práctica en la juventud y la sociedad aragonesa. Ese primer objetivo que pasaba por que el independentismo juvenil fuera un actor real y a tener en cuenta dentro de la vida política de su ámbito ha podido ser alcanzado. Sin embargo conforme el tiempo pasaba y la organización crecía se fueron planteando otros objetivos y necesidades que debían ser abordadas y sin las cuales la militancia perdía sentido. Percibimos la necesidad de una apuesta y línea estratégica más profunda y más allá de la autoafirmación ideológica. Comprendimos la inmadurez militante e ideológica de nuestra militancia y de nuestro movimiento político, algo que, sin duda, lastraba la estructura organizativa de la que habíamos dotado y nos alejaba de nuestro proyecto. Durante estos años hemos ido superando contradicciones y mejorando en todos los sentidos, afinando y concretando nuestro discurso y nuestra práctica. Un camino que no acaba nunca, que es constante y en el que, para avanzar, debemos repensarnos constantemente. Tal y como se señaló en documentos anteriores, gran parte de la inestabilidad que en nuestra organización se ha producido lo ha sido porque la estructura misma y sus formas han estado constantemente puestas en cuestión. Tensiones práctico-ideológicas han dificultado cuestiones que en otras circunstancias hubieran resultado más simples. La multipolaridad y el eclecticismo, heredadas de nuestra propia tradición política, nos han hecho, en muchos casos, restar fuerzas y titubear ante cuestiones que el independentismo revolucionario se enfrentaba por primera vez en Aragón. Los tiempos cambian y las generaciones y sus formas lo hacen también. Nos enfrentamos, pues, hoy, a dos necesidades fundamentales en nuestra organización: la necesidad de la solidez ideológica y la de una línea estratégica contundente y a medio plazo. En el presente documento no se tratarán de abarcar ambas necesidades en su conjunto sino que, más bien, se propondrá un método o forma básica por la que podamos llegar a conseguir lograr solucionarlas. Las militantes debemos ser conscientes de nuestros tiempos organizativos e ideológicos, de los grados de madurez formativos y militantes actuales en los que nos encontramos. De tal suerte que podamos diagnosticar serenamente que lo que hace un año resultaba imposible de acometer ahora se puede hacer; y que, a su vez, lo que actualmente aún nos resulta impensable sea dentro de un año posible a través de nuestro esfuerzo y progresión continuada. Hasta ahora hemos experimentado un positivo proceso de cualificación que, sin duda, encamina la organización por las posiciones de adaptación estructural e ideológicas más adecuadas. El objetivo entonces, a corto plazo, ha de ser poner en marcha los mecanismos adecuados para que este progreso cualitativo se acelere según nuestras posibilidades. Necesitamos repensar otra vez nuestra propia existencia y hacer político para desarrollar una apuesta estratégica más allá del mantenimiento organizativo, pero éste no es un trabajo que pueda venirnos del cielo o en la aprobación de un documento, es necesario que sea objeto de debate constante entre la militancia, que se confronten y acerquen posturas, se profundicen y que, en fin, se madure el debate. Por eso es tan importante ser conscientes de este déficit estratégico, porque si no lo conocemos corremos el riesgo de seguir nuestra propia inercia y de no intervenir dentro de nuestra propia dinámica política. 2
Así, valoraremos aquí que desde esta IV Asambleya Nacional se abre un periodo de un año tras el cual ha de concluir la primera etapa de nuestra organización, la del asentamiento. Y que debemos pegar ese gran salto cualitativo que nos lleve a plantear, con plazos concretos, cómo vamos a solucionar nuestros desajustes y a organizar nuestra estrategia. Este próximo año ha de suponer para nuestra organización el asentamiento definitivo de los principios y fundamentos que guiarán nuestro futuro.
Periodo de asentamiento. No solo en Purna sino que en el conjunto del movimiento de la Cucha Independentista desde hace años se viene planteando la necesidad de la normalización del independentismo revolucionario como una opción política legítima. En un país donde las viejas generaciones apenas conocieron las reivindicaciones del nacionalismo aragonés o lo hicieron moduladas por el regionalismo folclórico, se nos imponía la necesidad de blindar nuestras posturas (aún endebles) y consolidar el independentismo como un agente que, aunque minoritario, está presente en Aragón. La larga marcha para salir de las fauces del regionalismo progresista nos convenció de que nuestro objetivo prioritario no era otra cosa que el aparecer dentro de lo posible político en el imaginario colectivo. Y en esta tarea Purna jugaba el papel más importante pues las nuevas generaciones de jóvenes aragoneses, a base de verse interpelados por el independentismo revolucionario juvenil en su estrategia de visibilización, comenzarían a crecer en un escenario en el que, compartieran o no el independentismo, ésta sería visto como una postura normalizada. Es por ello que Purna se planteó como objetivo prioritario el afianzar su base ideológica y el visibilizar su discurso. Y el método no podía ser otro, debido especialmente al contexto, que el de estetización folclórica de una ideología que todavía no tiene un desarrollo histórico suficiente. El escenario de crisis económica y creciente movilización social permitió a Purna visibilizarse ante la juventud que comenzaba a politizarse. La organización priorizó sus postulados de independencia y socialismo -ampliado más tarde al de feminismo- como los tres ejes fundamentales de su práctica política. Esta estratégica permitió dar a conocer la existencia de un independentismo organizado y autónomo, paso necesario pero que quedó prontamente identificado como insuficiente. Centrar el discurso en los ejes fundamentales de la organización era mostrar el núcleo de nuestra ideología para darlo a conocer pero no era una estrategia eficaz de intervención social. Para llegar a la juventud trabajadora había que abordar aspectos que a ésta le interesaran, elementos que no se reducían a nuestros ejes sino que se superponían a estos para componer un cuerpo ideológico mayor. Este primer período organizativo, el del asentamiento, requería de esta práctica pero es, como decimos, algo que debemos superar progresivamente. La autoafirmación constante de nuestros principios ideológicos resulta ser una fórmula conceptualmente pura pero que no encaja bien con dinámicas de intervención y de creación de mayorías populares. Para Purna esta apuesta es ya una política agotada y desfasada que debemos superar por nuevas formas discursivas. Sin duda alguna la autoafirmación constante como grupo humano y como proyecto definido ha ido hilada a las propuestas de unificación y de subsunción ideológica que han marcado hasta ahora nuestra organización. En resumen, dentro de este primer periodo (y que aún hoy es nuestra dinámica principal) la línea predominante ha sido la del mero funcionamiento y pervivencia organizativa; sin objetivos tácticos palpables o fuertemente meditados.
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En este periodo las contradicciones de formas políticas pre-crisis nos han lastrado como malas herencias que han pervivido. Sin embargo este cierto retraso que nuestras condiciones internas nos han causado también nos ha permitido detectar estos problemas para poder solucionarlos. Sabemos que ya no nos basta con la mera supervivencia, que queremos avanzar en la consecución de nuestros objetivos políticos. No podemos vivir en una autorreferencialidad constante, debemos descender y mancharnos las manos en luchas tácticas que no se subsuman en nuestro propio círculo ideológico. La lucha de clases se da dispersamente y carente de todo sentido, pero es la organización y su proyecto planificado y perpetuamente adaptado el que la orienta y le da sentido para lograr un proyecto concreto. Es ahí donde debemos trazar nuestra estrategia y donde deberemos demostrar si el independentismo resulta ser un arma tan revolucionaria como suponemos. Por ello sabemos ya que lo más importante para la pervivencia del independentismo revolucionario juvenil no es, a estas alturas, la afirmación constante de sus principios ideológicos sino la transmisión social de las consecuencias concretas que estos conllevan, esto es, en qué se materializa nuestro proyecto político. Como decíamos, pese a las contradicciones y desgastes internos que hemos sufrido a causa de nuestra indefinición y nuestra superficialidad, el proceso de mejora cualitativa se ha dado inexorablemente. Hoy la militancia es más madura que hace un año y mucho más que hace dos. Este hecho, que resulta profundamente esperanzador, desemboca (entre otras cosas) en la autoconciencia que pretende ser este documento y que no propone otra cosa que un proceso de repensamiento organizativo, estratégico e ideológico. Formarnos, en definitiva, y debatir para profundizar e impulsar el irremediable progreso cualitativo de nuestra militancia. Pensar antes para no tener que darnos cuenta después y llegar tarde como ya nos ha ocurrido en otras ocasiones. Producir nuestra solidez y usarla como la mejor arma de intervención, dejar atrás lo fragmentario y lo multidireccional para empezar a ser sistemáticos. Tenemos la responsabilidad histórica de dotar a la juventud aragonesa de certezas, contra el predominio de lo relativo en nuestros tiempos. Por ello podemos concluir que en este primer periodo se han conseguido algunos de los objetivos iniciales. Que algunas cosas han sido como tenían que ser, porque no podían darse de ningún otro modo. Pero que otras sí podían haber sido pensadas y realizadas de otra forma. Ahora tenemos la obligación de evaluarnos con una cierta perspectiva para saber hacia dónde y cómo queremos dirigirnos en el siguiente periodo. En especial aquellos objetivos que ahora sabemos pero que en el pasado ni siquiera hemos sido capaces de darnos cuenta que debían ser abordados.
Hacia la V Asambleya Nacional. Encaminamos pues la recta final de este primer periodo que hemos convenido en entender como de asentamiento o de autoafirmación. Pero no hemos salido aún de él, hemos de impulsar que aquellos objetivos que no se han conseguido o han quedado en el tintero puedan ser por fin alcanzados y, al mismo tiempo, poner las bases para el correcto desarrollo del nuevo ciclo. Como hemos señalado, uno de los objetivos no alcanzados es la constitución de una estructura organizativa sólida y de una ideología definida. Otro de los objetivos que no se ha podido llegar a cumplir satisfactoriamente 4
ha sido el de convertir a Purna en una herramienta y un proyecto perteneciente y en el que estén representados el conjunto de la juventud independentista aragonesa. Inicialmente no tuvimos claro que éste fuera un objetivo concreto a tener en cuenta pero con el desarrollo de los acontecimientos se ha evidenciado que nuestra organización, en este sentido, no estaba cumpliendo satisfactoriamente las funciones para las que había sido creada. Posiblemente por una influencia de las dinámicas aprehendidas, por nuestra debilidad estructural y por la inmadurez de nuestra militancia así como la de nuestro movimiento, la nueva militancia juvenil independentista no ha sabido mostrar Purna como un proyecto común. Al contrario, se ha entendido como un colectivo de un grupo humano determinado (en los parámetros prácticos en los que se ha movido la izquierda en los últimos treinta años). Así, no hemos sabido involucrar como debiéramos al conjunto de la juventud independentista sin saber hacer ver que nuestro proyecto no requería una militancia privativa de otros simultáneos. En definitiva, hemos decidido sobre una herramienta que no nos concierne únicamente a los que estamos presentes en cada Asambleya Nacional sino que ha de responder a los intereses de todos los y las jóvenes independentistas y revolucionarias de nuestro país. Purna no es una entelequia innecesaria de nuestro tiempo, es un proyecto que nos concierne a todas las jóvenes aragonesas por igual. No puede trabajar ni ser pensada como un colectivo, no puede reducirse a eso; es mucho más, un objetivo universal que se articula con todas las luchas concretas y que solo en ellas se codifica como eficiente. Allí donde un joven independentista enfoque su activismo, allí deberá estar nuestra organización presente. Es necesario hacer comprender que las luchas sectoriales y concretas, aunque base de todas las cosas, no son ni pueden catalizar en nada si no se engranan con una militancia política generalista. Debemos transmitir la obviedad de que el involucrarse con el proyecto revolucionario de la juventud independentista no requiere más trabajo que el compromiso de tomar partido y decidir sobre la línea y dirección del común. De modo que las luchas sectoriales se hagan también con conciencia de un ámbito político superior, que es el del independentismo revolucionario organizado, codificando así y dando sentido a éstas como intervenciones políticas coherentes. Mientras no consigamos hacer ver que Purna no es un colectivo como todos los demás sino que supone un proyecto diferente y que éste nos concierte a todas las jóvenes, nuestra organización seguirá siendo incompleta.
Caminar hacia la V Asambleya, como hito político de nuestra organización, requiere abordar también esta cuestión. Planteamos este año como un recorrido en el que profundizar en todo el trabajo que no hemos podido poner en marcha hasta ahora o que nos ha quedado incompleto. Debemos dotarnos de una estrategia concreta que se base en el debate y en la formación de la militancia para enfocar definitivamente los planteamientos políticos e ideológicos de nuestra organización. Éste es, sin duda, un gran proyecto ideológico a través del cual habremos de intentar implicar al conjunto de la juventud independentista organizada o no en Purna y, en menor medida, al resto de la Cucha Independentista. Planteamos el periodo concreto de un año para llevar a cabo este proceso, en el que deberemos someter toda nuestra convicción y nuestra organización a una prueba de resistencia que demuestre nuestras capacidades. De este proceso debemos salir reforzadas, con una base teórica afianzada y una guía práctica eficaz. En otras palabras, el objetivo estratégico del año próximo ha de ser limar las viejas contradicciones que puedan quedar y profundizar la unicidad de nuestra línea política. Todo esto como condición indispensable para abordar satisfactoriamente la estrategia de intervención social que habremos de seguir en el futuro: sin fundamentos 5
sólidos no es posible la acumulación de fuerzas que requieren nuestros objetivos políticos.
Objetivos y medios. Pero la necesidad de repensar nuestra estrategia y nuestra organización no significa que pueda pasar cualquier cosa y que tras el debate y la formación vaya a salir algo novedosamente nuevo. No se trata de eso. Las determinaciones políticas de nuestro contexto y nuestra evolución ideológica pesan también para bien, encaminando ya la dirección que tomarán nuestras remodelaciones. Seríamos necios si no reconociéramos que ha habido una evolución ideológica desde las primeras asambleyas de chovens independentistas hasta nuestros días. Por eso podemos afirmar que todas las mejoras y reformas organizativas e ideológicas que hemos emprendido han seguido en el mismo sentido y, por tanto, lo que nos resta ahora es un último empujón, el más importante de ellos. El núcleo de militantes han de abordar la leninización definitiva de la organización, como un paso necesario en su avance cualitativo y como adaptación a los tiempos que vive. Éste es el objetivo al que debe conducirnos el trabajo formativo del próximo año. El debate, más que en torno al objetivo final, está en cómo debe producirse este proceso, en cómo hemos de formarnos como militancia para saber abordarlo y, principalmente, cómo podemos adaptarlo a las necesidades concretas de nuestro tiempo y territorio. La leninización es un paso progresivo que ya hemos comenzado a realizar, algunas veces consciente y otras inconscientemente, dado que es algo inevitable a tenor de nuestras propias condiciones ideológicas y organizativas. Muchas de las dudas o rechazos que nos han surgido a esta cuestión a lo largo del tiempo no nacen de una diferencia ideológica reseñable sino que se deben, en la mayoría de ocasiones, al desconocimiento y a la falta de formación. Ya en la propia génesis de la organización se especificó que el objetivo de Purna era la creación de una República Socialista Aragonesa lo que equivalía a decir que nuestro objetivo era llevar a cabo el proceso revolucionario mediante y hacia el Estado. Sin embargo, al mismo tiempo se mantenía una posición ideológica eclecticista que pretendía dar cabida a posiciones no marxistas y para ello se vaciaba el contenido de lo que el socialismo revolucionario realmente significa. La pirueta se ha mantenido gracias al esteticismo teórico y la propia inercia práctica. Esto conllevó también la pervivencia de un dogma asamblearista que ha marcado determinantemente el crecimiento y desarrollo de la organización. Las contradicciones no se hicieron esperar y tomaron cuerpo cuando decidimos dotarnos de un modo organizativo más estructurado (II Asambleya Nacional); evidenciando, por un lado, nuestra notable falta de formación organizativa y, por otro, la necesidad incipiente de centralismo democrático. Esa fue la razón por la que se creó la Mesa Nacional y se le dotó de funciones específicas al mismo tiempo que se seguía manteniendo la imagen irreal del asamblearismo. En efecto, nuestra propia práctica nos llevó inevitablemente a una democracia interna centralizada, para dotar de unidad y compactar la organización. Pero al mismo tiempo hicimos eso sin tener conceptualmente claro por qué lo necesitábamos, seguíamos ancladas en los viejos mantras de la izquierda (nuestro precedente inmediato), aún acomplejada por la caída del Muro de Berlín y la derrota ideológica del socialismo. Por tanto se produjo un desajuste entre nuestra intuición práctica que nos guiaba correctamente, hacia la obviedad de la organización leninista, y nuestros viejos principios que encaminaban 6
nuestra estrategia. Así, quisimos crear una organización unidireccional al mismo tiempo que impulsábamos como setas nuevas asambleas allí donde surgía nueva militancia interesada en nuestro proyecto. La contradicción ha supuesto un desgaste mayúsculo pues no se puede basar el crecimiento organizativo en la creación de asambleas y al mismo tiempo tratar que todas ellas tengan una misma dirección. Una asamblea (que funcione asambleariamente) es en sí misma una organización autónoma y ésta era la postura que se mantenía con respecto al crecimiento territorial mientras se relegaba a la Mesa Nacional, verdadero órgano capaz de dar solidez a la organización, a una mera función de coordinación. Además de los problemas derivados de querer crear organizaciones autónomas donde no hay tradición asamblearia, la idea «de abajo a arriba» ha terminado por desgastarnos y bloquear el funcionamiento de toda la organización. Este modelo, manifiestamente acabado, es el que debemos superar, centrando el debate en cómo hemos de organizarnos a partir de ahora. Y no es que hayan de cambiar radicalmente las cosas, con el tiempo la Mesa Nacional se ha mostrado más como un órgano de dirigencia táctica que como un simple ente coordinador; y las asambleas que siguen funcionando han pasado a convertirse en colectivos de trabajo e intervención sin capacidad decisoria real. Inicialmente se valoraba que las asambleas debían ratificar los acuerdos de la Mesa Nacional pero esto se mostró pronto como algo inoperante y sin sentido. Las decisiones ejecutivas, si entran dentro de su competencia, deben ser aceptadas bajo el principio de unicidad orgánica. Nunca hemos podido poner en marcha realmente el asamblearismo, pero no porque seamos más o menos capaces de hacerlo sino porque nuestra concepción de él parte de un error de base: una organización política no puede ser asamblearia si no se reduce a un único colectivo concreto. Nuestra confusión, finalmente, ha estado en no saber distinguir entre Organización y Movimiento Popular. La organización es unitaria, monolítica y con una línea política clara y definida; sin embargo el movimiento es amplio y diverso, espontáneamente organizado y sin una coordinación rígida interna. En Purna quisimos crear asambleas de jóvenes como las hay en Catalunya y Euskal Herria sin darnos cuenta de las diferencias contextuales, culturales y la distinción anteriormente mencionada. Las asambleas forman parte allí del movimiento popular general que existe, no son meras organizaciones autónomas y desamparadas. Deciden sobre sus propias dinámicas locales y toman parte en los debates y la toma de decisión de las líneas estratégicas. Pero, como decimos, las asambleas (trabajando asambleariamente) son parte del movimiento popular. Sin embargo sus organizaciones se rigen por el más claro principio de centralismo democrático, emergen de las asambleas y colectivos del movimiento que les precede pero marcan las líneas tácticas a seguir. El asamblearismo no forma parte de la organización política, que es de cuadros y no de masas, porque las masas están en el movimiento popular y no en la estructura. Mientras no tengamos claras estas categorías no podremos seguir avanzando ni como organización ni hacia nuestro proyecto. Nuestro objetivo ha de ser impulsar un movimiento popular sí, pero no a base de confundir nuestra organización con las asambleas que habrán de conformarlo. Un movimiento popular requiere unas condiciones sociopolíticas que sobrepasan nuestro ámbito de actuación; requiere hegemonías culturales, dinámicas asociativas autónomas, influencia ideológica generalizada… Llegar a eso ha de ser nuestra estrategia pero no imitando ahora formas sin contenido. No podemos seguir confundiendo nuestra organización con el movimiento popular, ni seguir confundiendo su organización espontánea y con la solidez que ha de primar en una organización política.
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Como hemos señalado, gran parte de este trabajo ha sido ya realizado, solo nos hace falta tomar conciencia ideológica del proceso, formarnos y decidir cómo vamos a intervenir a partir de ahora para que sea verdaderamente algo fecundo. Éste ha de ser en núcleo de nuestro debate, que debe partir de los sectores más politizados de la juventud y que sin duda concierne a la estructura organizativa interna y la forma y línea de intervención externa. Para ello debemos aplicar los medios concretos que más nos puedan servir para llegar a donde queremos hacerlo. Dado que se carece de un canal continuo de formación nuestra propuesta es emplear un proyecto conjunto de la organización, la revista digital Socialismo Aragonés, que puede servir como órgano dual (interno/externo) para el debate, la formación y la expresión de la organización. Más que sobrecargar de contenido y disputa ideológica las asambleas, la idea es que sea ese el canal, junto con las asambleas y los debilitados canales tradicionales, donde se transmita la formación y las diferentes posturas con objeto de madurar temáticas durante este año y que en la próxima Asambleya Nacional la toma de decisiones sea más factible. Se valorará en el momento si se quieren que ciertos debates trasciendan pero es interesante que lo hagan en la medida en que se tiene idea de implicar sectores alejados y segundos círculos. Es necesario realizar congresos temáticos que nos ayuden a profundizar según qué cuestiones, incrementar el conocimiento de la propia tradición política que deseamos implementar y fortalecer nuestras posturas ideológicas. Pero no simplemente desde una posición de recolección de información sino desde una perspectiva activa, atendiendo al hecho de que todo ha de confrontarse a la realidad que vivimos y actualizando cada uno de nuestros postulados.
Retos del futuro Todo esto no puede sino subsumirse bajo un gran objetivo mayor y más ambicioso. Como decimos, es necesario que asentemos ideológica y organizativamente nuestra estructura política para encarar satisfactoriamente la nueva etapa que hemos de abrir en Purna. Una etapa que supere el periodo de asentamiento y la autoafirmación independentista y pase a transmitir contenidos concretos codificados dentro de una lógica independentista, socialista y feminista. La V Asambleya Nacional deberá pensarse como un hito organizativo que supere cualitativamente las que hemos realizado hasta ahora. Probablemente la misma estructura de la asambleya nacional deberá modificarse en la medida en que uno de los objetivos de ésta ha de ser el planteamiento de la línea estratégica para el nuevo periodo. Se deberá diseñar en el próximo año una estrategia de intervención directa en la juventud aragonesa atendiendo a sus características geográficas, ideológicas y socioeconómicas. Este proceso de clarificación de objetivos es la parte más importante de la leninización organizativa en la que debates de contradicciones ideológicas podrán ser superados para centrarnos en el objetivo de la intervención directa. Por ello la V Asambleya misma deberá ser reformulada o ser planteada, según se vea el avance de los objetivos, como un Congreso alterándose su función y perioricidad. Tras ésta la inestabilidad organizativa deberá dar paso definitivamente a la construcción de una estructura estable, conditio sine qua non es imposible lograr los objetivos de compromiso y militancia constante que queremos conseguir. En cualquier caso hemos de matizar que la leninización en nuestro caso no se basa ni puede hacerlo en elementos folclóricos e identitarios sino que debe fundarse en un análisis sincero e interesado de la propuesta ideológica. Nuestro objetivo final no 8
puede ser otro que el desarrollo satisfactorio del Socialismo Aragonés, que suponga una adaptación de los contenidos del socialismo revolucionario, del marxismo-leninismo, a nuestras propias condiciones nacionales como pueblo soberano y como realidad concreta irreducible a análisis predeterminados. Éste ha de ser un paso más, cualitativo y colectivo, en la constitución de este socialismo identitario que mejor se adapte a nuestras necesidades.
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